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Apartado 1
La novela comienza narrada por una primera persona. El narrador está solo en una isla,
donde hay un museo y barrancas. En el presente en que escribe, se encuentra en los bajos
porque huyó, asustado porque creyó que había venido gente a buscarlo. El verano, dice, se
adelantó milagrosamente.
El narrador escribe para “dejar testimonio” de un “milagro”. Teme morir pronto. Si no,
dice, escribirá la Defensa ante sobrevivientes y un Elogio de Malthus. Se propone
demostrar con esos libros que el mundo, con el perfeccionamiento de la tecnología y de las
instituciones de control, “hace irreparable cualquier error de la justicia” (p.18). Luego
cuenta brevemente cómo llegó hasta allí. La idea se la dio un italiano que vendía alfombras
en Calcuta. Este le dijo que para un “perseguido” como él solo había un lugar para el
mundo y era ese. Una isla donde en 1924 se habían construído algunas obras, como una
capilla y una pileta, y que ahora estaban abandonadas. Agregó que a esa isla no la tocan los
piratas chinos, ni el barco del Instituto Rockefeller; que fue foco de una enfermedad
misteriosa “que mata de afuera para adentro” (p.19), de ocho a quince días. Un crucero
japonés encontró en la isla a los tripulantes de un vapor despellejados, calvos, sin uñas,
todos muertos.
El narrador dice haber sido despertado, la noche anterior, por gritos y música. Afirma estar
seguro de que ningún barco ni aeroplano nuevo ha llegado y que, sin embargo, de un
momento a otro, los pajonales se cubrieron de personas que bailan y se bañan en la pileta,
como si hubieran estado ahí siempre.
Apartado 2
El narrador ve, desde los pantanos, a los veraneantes que habitan el museo. Reflexiona
sobre lo inexplicable de su aparición, pero afirma que son hombres tan reales como él
mismo.
Describe el vestuario de esos personajes, el cual coincide con la moda de algunos años
antes. Concluye de eso en que aquellas personas tienen carácter frívolo y conservador. Los
llama sus “inconscientes enemigos” (20). Oye que hacen sonar Valencia y Té para dos.
Teme que lo descubran y lo manden a un calabozo, por temor a que se sepan sus secretos.
Los llama “abominables intrusos” (21) y dice que es imposible mirarlos a todas horas,
porque tiene trabajo y porque teme que lo sorprendan. También porque está en el bajo y
solo alcanza a verlos cuando se acercan a las barrancas.
Su situación es deplorable, porque vive en los bajos y las mareas suben. Suele despertarse
en el agua. Siente que va a morir pronto, y que entonces debe asegurarse que lo que él
afirme se pueda comprobar, para que ningún futuro lector de sus papeles lo acuse de
mentiroso y ponga en duda que su condena es injusta. Dice que intentará guiarse por “la
divisa de Leonardo -Ostinato rigore-” (p.22).
Apartado 3
El narrador dice creer que la isla en la que se encuentra se llama Villings, del archipiélago
de Las Ellice. Da la dirección exacta de Dalmacio Ombrellieri, el comerciante que
le habló del lugar, por si el futuro lector quisiera averiguar con precisión su ubicación. Está
agradecido por el italiano que lo alimentó y cuidó de él durante días, y que luego lo cargó
en la bodega de un buque. Explica entonces cómo llegó a la isla: desembarcó en Rabaul,
con indicaciones del comerciante se encontró con un miembro de una sociedad conocida de
Sicilia. Allí recibió instrucciones y un bote robado, el cual remó siguiendo una brújula que
no entendía, enfermo y con alucinaciones. El bote encalló y él se quedó allí más de un día,
olvidando que había llegado.
Apartado 4
Describe la vegetación de la isla: es abundante y las plantas y flores de las distintas
estaciones se suceden “con urgencia” (p.23), mezclándose unas con otras. En cambio, dice,
los árboles están enfermos, están secos. Ofrece explicaciones posibles. Observa que los
árboles nuevos están sanos. Los de la colina están endurecidos. Los del bajo tampoco se
pueden trabajar, se deshacen ante el tacto.
Apartado 5
El narrador describe la parte alta de la isla. Allí ve cuatro barrancas, el museo, la capilla y
la pileta de natación. La pileta se llena de víboras e insectos. El museo es un gran edificio
de tres pisos, con dos corredores y una torre cilíndrica.
Encontró el museo abierto, así que se instaló en él. Lo llama “museo” porque el mercader
italiano lo llamaba así, pero podría haber sido un hotel o un sanatorio. Tiene un hall con
bibliotecas “deficientes”, porque solo hay novelas, poesía y teatro, a excepción de un libro:
“Belidor: Travaux - Le Moulin Perse - París, 1737”. El fugitivo dice que lo encontró en
una repisa y ahora lo lleva en su bolsillo. Le llamó la atención por el nombre "Belidor" y
porque quizás contenía alguna explicación útil para sus investigaciones. Sostiene que
“perdemos la inmortalidad porque la resistencia a la muerte no ha evolucionado” (p.25), ya
que los perfeccionamientos insisten en retener la vida de todo el cuerpo, en lugar de
enfocarse en conservar “lo que interesa a la conciencia” (p.26).
Luego describe el hall, los cálices de alabastro que irradian luz eléctrica. El comedor tiene
columnas con terrazas “como palcos para cuatro divinidades sentadas” (p.26). El piso del
salón, dice, es un acuario. Hay cajas de vidrio en el agua con lámparas eléctricas. Es la
única iluminación de ese cuarto, ya que no hay ventanas. El narrador recuerda ese lugar con
asco, porque cuando llegó había peces muertos. Él los sacó y dejó correr agua, pero se
mantuvo el olor a podrido, “que sugiere las playas de la patria” (p.27). Una de las aberturas
da a un salon chico con un piano, un fonógrafo y un biombo de espejos de veinte hojas. Él
ocupó uno de los quince departamentos.
Apartado 6
Cuenta las dos veces que hizo “descubrimientos en los sótanos” (p.28). En la primera
buscaba alimentos. En el sótano advirtió que ninguna pared tenía el tragaluz que él había
visto desde afuera. Salió a comprobar si aún estaba. Lo vio de nuevo. Bajó al sótano y le
resultó difícil encontrar el lugar donde se suponía que debía estar el tragaluz. Buscó puertas
secretas. La pared era muy sólida. Decidió romperla, a ver si encontraba un depósito. Abrió
un agujero y vio “claridad celeste” (p.28). Terminó de romper y entró. Se llenó de
admiración: las paredes, el techo y el piso eran de porcelana celeste y hasta el aire “tenía la
diafanidad celeste y profunda que hay en la espuma de las cataratas” (p.29).
El narrador dice entender muy poco de motores, pero no tardó en ponerlos en
funcionamiento. Le sorprende el buen estado de las máquinas. Agrega: “soy tan inepto que
todavía no he podido averiguar el destino de unos motores verdes que hay en el mismo
cuarto, ni de ese rodillo con aletas que está en los bajos del sur vinculado con el sótano por
un tubo de hierro” (p.29).
La segunda vez que hizo descubrimientos en el sótano estaba enfermo y buscaba
medicamentos. Descubrió una puerta secreta, una escalera, un segundo sótano. Entró en una
“cámara poliédrica”: “Por arcadas de piedra, en ocho direcciones vi repetirse, como en
espejos, ocho veces la misma cámara”. (p.30). Inmediatamente escuchó pasos a su
alrededor. Se adelantó y se apagaron los ruidos. Subió la escalera. Temió una invasión de
fantasmas o de policías. Pasó horas escondido. A la madrugada bajó de vuelta. Lo rodearon
los mismos pasos. Siguió recorriendo, “intermitentemente escoltado por la bandada solícita
de los ecos, multiplicadamente solo” (p.31). Apunta que hay nueve cámaras iguales y
parecen refugios contra bombardeos. Se pregunta quiénes fueron los que en 1924
construyeron ese edificio y por qué lo habrían abandonado. Dice que el refugio pone a
prueba el equilibrio mental. Los ecos se mantienen durante minutos.
El narrador se dirige al lector; reflexiona sobre el catálogo que está ofreciendo. Se pregunta
si puede relacionar a los habitantes que aparecieron en la colina con los constructores de las
obras de la isla. No se decide a creer, dice, que esas personas alguna vez hayan
interrumpido su baile para hacer el proyecto de esa casa “infectada de ecos” (p.32) y a
prueba de bombas.
Análisis
La escritura de La invención de Morel simula la de un diario íntimo, en el que el
narrador expresa sus experiencias diarias y reflexiona al respecto. Este narrador, que no
dice su nombre, anuncia con una metáfora que teme morir pronto: “Siento con desagrado
que este papel se transforma en testamento” (p.22). En relación a esa urgencia, explicita
cuál es su voluntad al escribir: registrar los acontecimientos que presencia en la isla, dejar
pruebas de sus afirmaciones, volverlas comprobables, y que así nadie pueda dudar de lo que
dice. Le preocupa que los futuros lectores de su informe, a quienes alude explícitamente en
varias ocasiones, crean en su palabra. Dicha preocupación radica en su condición de
fugitivo de la justicia: no quiere que nada de lo que diga pueda ser considerado falso, para
que nadie pueda cuestionar su palabra cuando afirma haber sido condenado injustamente.
El narrador es el protagonista de la novela, y a través de él accedemos a la acción. Es
relevante, en ese sentido, detectar las menciones y alusiones que realiza, porque permiten
definir al narrador en tanto personaje. En el primer apartado, por ejemplo, ya menciona por
primera vez a Malthus, presentando su admiración por él. Malthus es considerado el primer
demógrafo, y es célebre por la publicación, en 1798, del libro Ensayo sobre el
principio de la población, que dio origen a la teoría malthussiana. Esta es la teoría
demográfica, económica y sociopolítica, desarrollada durante la revolución industrial, que
advierte que, de no intervenir obstáculos represivos (guerras, pestes, etc.), el nacimiento de
nuevos seres mantiene a la población en el límite permitido por los medios de subsistencia,
en el hambre y en la pobreza (Ver en esta guía la sección "Alusiones", en "Elementos
literarios"). La mención de Malthus es importante en tanto nos da a conocer una de las
preocupaciones del narrador, que tiene que ver con la amenaza de la superpoblación en la
Tierra.
Otra de las alusiones del narrador es a Leonardo Da Vinci. El narrador dice que pondrá el
informe “bajo la divisa de Leonardo -Ostinato Rigore-”. Esas dos palabras son las que tenía
el artista y científico en su taller de escultura y pintura. La alusión a este polímata del
Renacimiento italiano adquiere una dimensión simbólica en la novela, debido al carácter
multifacético de Da Vinci, que incursionó tanto en el arte como en la ciencia, y muchos de
cuyos inventos son conocidos por no haberse podido llevar a cabo debido a que su época no
contaba con el desarrollo tecnológico necesario.
El narrador también evidencia preocupación por el funcionamiento de la justicia. Dice que
quiere demostrar que “el mundo, con el perfeccionamiento de las policías, de los
documentos, del periodismo, de la radiotelefonía, de las aduanas, hace irreparable cualquier
error de la justicia, es un infierno unánime para los perseguidos” (p.18). La metáfora del
infierno en relación con el avance tecnológico establece una asociación que es de suma
importancia en el avance de la trama: los sufrimientos que el narrador padecerá en la isla
son, en general, consecuencias de las máquinas que ha inventado Morel.
Respecto a lo anterior, es preciso afirmar que desde el comienzo de la narración aparecen
indicios y presagios del desenlace de la trama. Es digno de mención que la primera frase de
la novela sea: "Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro: el verano se adelantó" (p.17). La
observación, que podría ser una mera descripción de una casualidad, cobra significación en
tanto se conoce el desenlace de la trama: el calor se presenta junto con la aparición súbita
de los intrusos, ya que ambos fenómenos son producto de la puesta en funcionamiento de
las máquinas de proyección.
Otro de los indicios aparece cuando el narrador recupera las palabras del mercader italiano
que lo ayudó a escapar y a llegar a la isla: el italiano describe la isla como un lugar en
donde “no se vive” (p.18). Esto, en principio, establece una contradicción con la situación
presente del narrador en el primer apartado, que ha huido hacia las zonas bajas de la isla,
porque ha visto personas y cree que vendrán a capturarlo. Sin embargo, más adelante
descubriremos que esas personas no están precisamente vivas. En la ambigüedad respecto
del carácter de esas personas se sostiene la trama de la novela.
En línea con lo anterior, el fugitivo afirma: “estoy seguro de que no ha llegado ningún
barco, ningún aeroplano, ningún dirigible” (p.19) y que, sin embargo, “de un momento a
otro, en esta pesada noche de verano, los pajonales de la colina se han cubierto de gente que
baila, que pasea y que se baña en la pileta, como veraneantes instalados desde hace tiempo
en Los Teques o en Marienbad” (p.19). En relación a lo mencionado en el párrafo anterior,
observamos nuevamente que, en el presente de la narración, la presencia súbita de personas
en una isla desierta es injustificable. El relato presenta una paradoja que, sin embargo, se
justificará más adelante. Este mecanismo se repetirá a lo largo de la novela: hasta que no se
devela la trama, el narrador interpreta los hechos a su manera. En ese sentido, la reflexión
sobre el vestuario de los veraneantes tiene cierta gracia irónica. El narrador advierte que los
veraneantes se visten acorde a la moda de algunos años atrás y, desconociendo aún que esas
imágenes pertenecen, efectivamente, al pasado, lee en esa elección de estilo un carácter
frívolo y conservador.
Por primera vez, en el segundo apartado, se refiere a los veraneantes como “intrusos”,
nómina que utilizará reiteradas veces a lo largo de la novela. Es interesante que se refiera a
ellos, también, como “inconscientes enemigos”. En esta instancia, el narrador utiliza esa
expresión para referir a que los habitantes de la isla, por los cuales se siente amenazado, no
lo han visto. Es decir, la “inconsciencia” remitiría a que el narrador se ha escondido y ellos
no advirtieron aún su presencia. Sin embargo, esto también se resignifica mediante el
desarrollo de la trama: los veraneantes no tienen conciencia de él porque no están vivos;
son imágenes cuya única conciencia se remite a aquella que las personas tuvieron al
momento de ser grabadas.
Durante la mayor parte de la novela, el narrador desconoce la naturaleza real de los intrusos
en la isla. Tiene una perspectiva limitada de la realidad. En este sentido, la información que
se obtiene en el relato está siempre teñida de su subjetividad; es una versión o una
perspectiva parcial de una mente que no está libre de ser acosada por la locura, la obsesión,
el autoengaño o la enfermedad. Nunca estamos, por ello, ante una voz narrativa
omnisciente que pueda darnos un panorama completo y objetivo de la historia. El narrador
incorpora en sus registros las interpretaciones (que luego sabremos erróneas) que hace de
esas presencias, como si se tratara de datos objetivos. Es preciso señalar, entonces, un
procedimiento narrativo: estamos ante la presencia de un narrador no fiable. Dicho
procedimiento implica que la credibilidad de la narración está comprometida.
En el relato se presentan varios indicios que permiten cuestionar la veracidad de la voz
narrativa. En principio, sabemos que se trata de un fugitivo de la justicia. Pero además, otro
indicio está dado por la condición del personaje narrador, que sugiere, en más de un pasaje,
la posibilidad de no estar del todo lúcido. Por ejemplo, cuando el narrador relata su llegada
a la isla, comenta su estado al realizar y terminar el viaje: enfermo, con alucinaciones. En
esta instancia del relato, esa información podría permitirnos pensar que las extrañas
apariciones responden a la imaginación de un hombre enfermo. En relación a lo mismo, a
partir del segundo apartado, el narrador empieza a especular acerca de las condiciones de
existencia de las personas que ve en el museo. Dice: “por su aparición inexplicable podría
suponer que son efectos del calor de anoche en mi cerebro” (p.20). Eso permite considerar
cuestionable la afirmación que hace inmediatamente después: “aquí no hay alucinaciones ni
imágenes” (p.20), dice, y sostiene: “hay hombres verdaderos, por lo menos tan verdaderos
como yo” (p.20).
Otro de los indicios que hacen cuestionar la fiabilidad de la narración lo constituyen las
notas al pie. En el tercer apartado, cuando el narrador indica el nombre de la isla en la que
está, una nota al pie señala: “Lo dudo. Habla de una colina y de árboles de diversas clases.
Las islas Ellice -o de las lagunas- son bajas y no tienen más árboles que los cocoteros
arraigados en el polvo del coral. (N.del E.)” (p.22). Aunque al final de la frase aparece la
abreviatura que suele señalar las notas de editor, se trata de un recurso literario que forma
parte de la misma novela. El autor, mediante el procedimiento formal de la nota al pie,
incorpora a la novela un nivel de análisis que se permite poner en duda las palabras del
narrador. Al mismo tiempo, sin embargo, contribuye a crear una ilusión de realidad en el
relato. De esa manera, establece cierto “nivel de verdad”, como si no se tratara de una
ficción contada por un narrador, sino de, efectivamente, los papeles de este fugitivo, una
vez encontrados y publicados.
Por su parte, el narrador intenta insistentemente convencer al lector de la veracidad de su
relato, de su fiabilidad. La información de la dirección exacta del comerciante italiano tiene
relación con esto. Esta insistencia contribuye al cuestionamiento del carácter real de los
hechos narrados, en tanto el narrador se muestra perfectamente conciente de que sus
palabras pueden, o no, ser creídas.
En cuanto al comerciante, el narrador expresa su voluntad de dejar testimonio de la gratitud
que siente hacia él, que cuidó de él y lo ayudó en su huida: “como en la realidad, en la
memoria de los hombres -donde a lo mejor está el cielo- Ombrellieri habrá sido caritativo
con un prójimo injustamente perseguido” (p.23). Es interesante, en relación a la trama, esta
mención temprana de la memoria, con la imagen que se le atribuye (“donde a lo mejor está
el cielo”). Más adelante, se explicitará esta relación entre la memoria (las apariciones
reviven una situación repetidamente, como en la memoria de las personas) y el carácter
eterno de la divinidad (aquí, “el cielo”).
En cuanto al cuarto apartado, las observaciones del narrador respecto a la vegetación y a las
construcciones de la isla contribuyen, entre otras cosas, a construir la voz narrativa: es la de
un hombre que intenta registrar y explicar racionalmente cualquier fenómeno. A su vez, da
cuenta de anomalidades, por ejemplo, en cuanto al exterior, la convergencia de plantas de
distintas estaciones al mismo tiempo y el estado muerto de los árboles de la colina. Estos
fenómenos luego serán explicados por el sistema de proyecciones sobre los objetos reales,
acción que multiplica lo que se percibe, haciendo convivir lo real con las imágenes
recreadas.
La observación y el registro detallado del espacio también contribuyen a la ilusión de
realidad, necesaria para el efecto fantástico. Los relatos fantásticos se definen por construir
un universo verosímil, con leyes similares a las de nuestro mundo, hasta que un hecho
perturba esos límites. En esta novela, los fenómenos como las apariciones y otras anomalías
cobran importancia en tanto el marco general en que se insertan es realista. Esto se
relaciona, también, con la voluntad expresa del narrador de que el lector le “crea” y no
interprete como falso lo que dice.
Es digno de mención que el libro de Belidor, por ahora no demasiado sustantivo, es
retomado más adelante, en dos momentos importantes de la novela: para dar cuenta de la
multiplicación del mismo objeto y para explicar los fenómenos naturales de la isla, hasta
entonces incomprensibles para el narrador. Algo semejante sucede con la pecera. En esta
instancia, el narrador deja registro de que el agua estaba podrida y más adelante observa un
fenómeno que perturba esta percepción. Por otro lado, en ese fragmento el narrador
menciona la "patria". Más adelante se explicitará que el fugitivo es oriundo de Venezuela, a
la cual le dedica un saludo final en el último apartado de la novela.
Por último, es interesante la expresión del narrador al final del apartado 6, donde se refiere
a la construcción de la isla como una casa “infectada de ecos” (p.32). La palabra
"infectada" remite al campo semántico de la enfermedad, y el narrador la asocia con los
"ecos", es decir, una entidad (sonora) que se repite. Si tenemos en cuenta el desenlace de la
novela (no hubo nunca en esa isla una enfermedad, sino que los habitantes murieron luego
de ser grabados por la máquina de Morel), podemos tomar esta cita del narrador como una
metáfora anticipada de lo que luego descubre el fugitivo: los habitantes de la isla viven en
la repetición, producto del invento de Morel. Dado que ese invento es el que les dio muerte,
podría asociarlo a una enfermedad. Si ampliáramos la metáfora citada, podríamos decir que
los habitantes de la isla murieron de una infección que acabó con sus existencias para
a invención de Morel Resumen y Análisis Apartados 7-12
Resumen
Apartado 7
El narrador dice que hay una mujer que todas las tardes mira la puesta de sol. La describe:
pañuelo de colores en la cabeza, manos juntas sobre una rodilla, piel dorada por el sol. Por
sus ojos, cabello negro y busto, dice que parece una bohemia o española. Luego habla de
los libros que piensa escribir. Afirma que le conviene, para su seguridad, prescindir del
auxilio de cualquier otra persona.
Apartado 8
Dice el narrador que esa mujer le dio esperanzas, y que debe temer las esperanzas. Todos
los días espera el momento de la tarde en que pueda mirar escondido a la mujer que toma
sol. Dice que ella, con sensualidad gitana, le parece ridícula. Sin embargo, siente que si
estableciera contacto con ella le sería de gran ayuda, como si se tratara de un amigo o una
novia. Apunta que ese día lo irritó encontrarla con “ese falso tenista” (p.33). No pudo verla
el día anterior porque aparecieron unos pescadores y debió huir para esconderse.
Reflexiona, luego, sobre lo que está arriesgando: quizás esa mujer lo entregue a la policía.
Dice de sí mismo que está un poco viejo, sucio, con pelos crecidos. Y confiesa tener la
esperanza de acercarse a esa mujer hermosa. Dice confiar en que lo difícil consista
solamente en pasar la primera impresión.
Apartado 9
Registra que en quince días hubo tres grandes inundaciones, y que el día anterior casi
muere ahogado. No sabe a qué atribuir estas “sorpresas” de las mareas. Agrega que
sobrevivirá, como ha sobrevivido a la enfermedad y a circunstancias terribles.
Ya no hay provisiones en la despensa del museo. Inventó una trampa y logró comer
pájaros. También raíces y plantas que sospecha venenosas. El lugar es malsano, pero dice
que le hubiera parecido un paraíso meses atrás. Señala que los mosquitos duran todo el año.
Apunta a recuperar las herramientas, que están en el museo. Dice que quizás la gente que
vio allí fueran alucinaciones.
Observa que el bote quedó fuera de alcance. Entiende que está preso en la isla, pero se
pregunta si pudo irse alguna vez, ya que ese bote encierra un infierno: recuerda su viaje en
que remó bajo el sol, sin agua, sin sombrero, enfermo, con pesadillas.
Dice que su vida está organizada: trabaja, distingue raíces comestibles de las venenosas,
descansa y logra que no lo desvele pensar en Faustine.
Relata que el día anterior llovió y para buscar reparo se escondió en la capilla. Súbitamente
aparecieron dos personas. Se escondió y en un momento empezó a oír música. Se asomó a
la ventana y, través de la lluvia, vio a los veraneantes afuera. Habían sacado el fonógrafo
del cuarto verde y estaban sentados en bancos o en el pasto, conversando, oyendo música y
bailando en medio de la tempestad.
Apartado 10
Dice que ahora la mujer del pañuelo (Faustine) le resulta imprescindible. Decide que quiere
dejar de esperar, de abandonar el largo purgatorio.
Rememora lo pasado en los últimos ocho días, desde la aparición de los habitantes de la
isla. Respecto de la mujer, la vio, sintió que su enamoramiento era vulgar, luego volvió a
verla y sintió que eso era lo único milagroso. Luego, por días, no la vio, debido a los
pescadores y al “barbudo”, y luego la inundación. Anuncia que narrará lo que sucedió la
tarde del día en que escribe.
Apartado 11
Está asustado y descontento de sí mismo. Espera que los intrusos vayan a buscarlo. De
todos modos, no le preocupan los peligros, sino los “descuidos” que tuvo con Faustine y
que podrían privarlo de ella para siempre. Cuenta que se bañó y fue a verla. Había planeado
esperarla en las rocas para que ella, al llegar, lo encontrara abstraído en la puesta de sol. Así
despertaría la curiosidad en ella y empezaría una conversación. Pero llegó muy tarde. En un
paréntesis, refiere a la puntualidad que tenía cuando trabajaba en Caracas. Dice que arruinó
todo el plan. Ella miraba el atardecer y él apareció bruscamente detrás de unas piedras.
Ella es algo más que una “falsa gitana” (p.42), dice. Ella se comportó como si no lo hubiera
visto y “como posando para un fotógrafo invisible” (p.43). Él la miró escondido, luego
apareció bruscamente y, sin embargo, nada en ella dio cuenta de su presencia. Le habló. No
puede recordar lo que dijo. Renunció y se puso a mirar el atardecer. Volvió a hablar.
Insistió, imploró. Terminó pidiéndole que lo insultara, o que lo delatara, pero que dejara de
ignorarlo. No hubo ninguna reacción en ella. Se sintió insultado; ella demostró que no le
temía. De noche, la mujer levantó sus cosas y subió a la colina.
Los hombres, registra, aún no han venido a buscarlo. Dice que quizás la mujer sea tan
asombrosa que no haya comentado su aparición.
Apartado 12
Vio a la mujer y fue otra vez como si ella no lo hubiera visto. Él estaba mirando el poniente
cuando ella llegó y caminó hacia él. Pudo haberla tocado y al pensarlo sintió horror, como
si se tratara de tocar a un fantasma. Ella estuvo leyendo. Lo dejó, y él creía que iba a
hablarle, pero no sucedió. Él se quedó callado. Apunta que nadie lo fue a buscar.
Luego reflexiona acerca de su propia inclinación a “prever las consecuencias malas,
exclusivamente” (p.46). No debe tener esperanzas. Pero se le ocurre una idea. Descubre que
podría obsequiarle flores. En la isla hay muchas. Se propone armar algo que denote afición
a la jardinería.
Análisis
En estos apartados, aparecen los personajes de Faustine y de Morel, muy relevantes en la
trama, aunque el narrador aún desconoce sus nombres. El narrador comienza a expresar su
fascinación respecto de Faustine, a la vez que advierte cierto peligro en esa atracción. En
esta instancia, ese peligro puede atribuirse a que la mujer, para el fugitivo, pertenece al
grupo de los “intrusos”. Por otro lado, a lo largo de estos apartados se empiezan a
evidenciar los sentimientos ambivalentes y contradictorios que tiene por Faustine: la
encuentra hermosa y también ridícula; siente que le haría bien su compañía; luego dice no
tener celos pero se molesta por la presencia de Morel, a quien en este entonces llama “falso
tenista”. Es digno de mención que le atribuya también a Faustine, más de una vez, el
carácter de “falsa gitana”. Si bien el fugitivo aún desconoce la naturaleza de estos
personajes que se presentan a su vista, algo en ellos ya se ve asociado a la falsedad.
Además de espiar a Faustine y a Morel, el fugitivo se cruza con unos pescadores y huye de
ellos. Atribuye el que no le dirijan la palabra a que él es rápido para esconderse y que por
ende no llegan a verlo. El narrador aún cree que las apariciones son personas de carne y
hueso y, por lo tanto, los considera una amenaza. De todos modos, por momentos, duda:
llega a preguntarse si no estará teniendo alucinaciones. Nuevamente, entonces, se nos
presenta un indicio de la dudosa fiabilidad del narrador. En esta instancia, como lectores,
no tenemos información que nos permita comprender la naturaleza de esas apariciones, y
estamos sujetos a la percepción limitada del fugitivo.
Debido a las apariciones misteriosas, en estos apartados comienza a desplegarse la intriga
principal de la trama. El narrador dice: “hubo dos personas, bruscamente presentes, como si
no hubieran llegado, como si hubieran aparecido nada más que en mi vista o imaginación”
(p.38). Es relevante la elección del verbo "haber", de naturaleza impersonal, para expresar
el fenómeno: las dos personas no aparecieron, no llegaron hasta allí, sino que, de pronto, las
“hubo”. El fugitivo aún ignora el fenómeno que se presenta a sus ojos y, sin embargo,
la expresión es muy acertada en relación al desenlace de la trama: las imágenes aparecen
cuando una máquina dispone, precisamente, que haya imágenes.
Otra de las escenas que consolidan la intriga de la novela es la reunión festiva que los
veraneantes tienen en el exterior, ignorando la tormenta. Uno de los conflictos más
relevantes de la novela tiene que ver con la distancia entre el entendimiento del narrador,
que busca encontrar la explicación de todo, y lo que ve. En esta línea, por ejemplo, el
narrador dice que este grupo veraneantes, a los que llama snobs, “desafía la muerte”
(p.39). Este tipo de expresión, con valor ambiguo, es recurrente en el relato. En el presente
del relato, adquiere una significación (las personas están bajo lluvia poniendo en riesgo su
salud), pero a su vez, en el desenlace, toma otro valor (el invento de Morel, de eternizar un
momento de la vida y repetirlo, desafía la muerte).
En relación a la idea de eternidad, podemos mencionar que en estos apartado el narrador
vuelve a referir a los libros que piensa escribir: “con puntualidad aumento las páginas de
este diario y olvido las que me excusarán de los años que mi sombra se demoró en la tierra”
(p.32). La expresión pone en juego un tema importante en la novela, que es el de la
eternidad en el sentido de la trascendencia de la conciencia, por encima de la carne y el
cuerpo. En este caso, esa trascendencia, esa inmortalidad, aparece representada por la obra
literaria de un escritor, que permanece después de la muerte de este.
En relación a Faustine se presentan, en estos apartados, las primeras menciones en relación
al tema de lo fantasmático. Las actitudes de la mujer parecerían no concordar con las
reacciones comunes a lo humano: “No fue como si no me hubiera oído, como si no me
hubiera visto; fue como si los oídos que tenía no sirvieran para oír, como si los ojos no
sirvieran para ver” (p.44). De alguna manera, la observación, en relación al desenlace de la
trama, es acertada: los sentidos de las imágenes no se renuevan, como tampoco su
conciencia, así que Faustine (su imagen), no podría reaccionar a ningún estímulo fuera de
los que hayan tenido lugar en esa tarde en la que quedó "atrapada". Ni sus oídos ni sus ojos
“sirven” para captar un elemento nuevo, como la presencia del fugitivo. El narrador,
paradójicamente, lee esta imperturbabilidad como fuente de poder, de valor, digna de una
admiración que lo enamora y lo horroriza al mismo tiempo: “Me espanta su valor. Nada
anunció que me hubiera visto. Ni un parpadeo, ni un leve sobresalto” (p.42). El narrador
cuenta, por ejemplo, que en una tarde junto a Faustine, “con estirar el brazo, la hubiera
tocado” (p.45). Y continúa: “Esta posibilidad me horrorizó (como si hubiera estado en
peligro de tocar un fantasma). En su prescindencia de mí había algo espantoso” (p.45). El
hecho de que la mujer lo ignore lo hace sentir invisible, otro atributo de lo fantasmático: “la
paz de su pecho no se interrumpió; la mirada prescindía de mí, como si yo fuera invisible”
(p.43). Ese atributo vuelve a expresarse para describir la actitud de Faustine. Dice que ella
estaba “como posando para un fotógrafo invisible” (p.43). Es relevante mencionar que, de
hecho, la trama acaba revelando que ese fotógrafo existía, aunque invisible, en ese
momento: se trataba de Morel, cuyas máquinas receptoras grabaron, de hecho, la escena
original.
La invención de Morel Resumen y Análisis Apartados 13-
19
Resumen
Apartado 13
Se levantó a la madrugada y arrancó algunas flores. Después de un rato las miró para
ordenarlas y descubrió que estaban muertas. Recordó que arriba, a la vista del museo,
también había muchas flores. Supuso que los intrusos estarían durmiendo y que entonces
no habría peligro. Cortó algunas de esas flores. Eran chicas. Necesitaría miles. Pasó la
mañana arriesgándose, dice, pero no vio a ninguno de los ocupantes y entonces supone que
tampoco lo vieron a él. Planea buscar más flores. Declara, avergonzado, cuál es su
proyecto: él arrodillado frente a la mujer, las plantas, y una inscripción que dirá “Sublime,
no lejana y misteriosa / con el silencio vivo de la rosa” (p.49).
Apartado 14
Dice estar cansado. Relata que trabajó en la “obra”: una mujer hecha de flores, imitando la
pose en que Faustine suele mirar el atardecer. Cuenta los detalles: el sol, por ejemplo, lo
forman girasoles; el mar, las mismas flores azules que forman el vestido. También se hizo a
sí mismo, diminuto, verde, hecho de hojas, arrodillado ante la mujer.
Modificó la inscripción. Prueba otra: “Mi muerte en esta isla has desvelado” (p.51). Le
gusta porque hace gala de su condición de “ex muerto”, ahora que siente que la compañía
de la mujer ha modificado su estado. Intenta una variación de la misma frase, pero luego se
decide por: “El tímido homenaje de un amor” (p.52).
Apartado 15
Relata lo sucedido cuando le mostró su “obra” (también la llama “jardincito”) a la mujer.
Dice estar perdido y haber cometido un grave error. Compara su situación con la de Ayax
cuando acuchilló a los animales, pero dice ser él los animales acuchillados. La mujer
simuló no ver el jardincito y se fue al anochecer. Él está arrepentido de su obra, a la que
llama “jardincito de mal gusto” (p.53). Dice que él no es el hombre que ese jardín hace
temer, pero sin embargo lo ha creado. Eso le hace reflexionar sobre los peligros de la
creación a la hora de tratar con varias conciencias. Siente que todo está perdido.
A la noche soñó con “el lupanar de mujeres ciegas” (p.54) que visitó con el mercader
italiano en Calcuta. Luego, en el sueño, apareció Faustine, y el lupanar se volvió un palacio
rico, florentino. Se despertó angustiado por su falta de méritos frente a la “estricta
delicadeza” (p.54) de la mujer. Valora que ella haya disimulado su desagrado fingiendo no
haber visto el jardín.
Apartado 16
Soñó que jugaba un partido de croquet y, mientras, sabía que su juego estaba matando a un
hombre; luego él era ese hombre. Dice que la pesadilla continúa. Apunta que la mujer, ese
mismo día, “ha querido que sintiera su indiferencia” (p.55). Y que lo ha conseguido.
También dice que su táctica es inhumana y que él es su víctima. La mujer apareció con “el
horroroso tenista” (p.55). En adelante lo llama “barbudo”. El fugitivo, al verlos, se
escondió. Dice que ella seguramente lo vio, porque no lo buscó con la vista en ningún
momento. Los escuchó hablar y concluye que son franceses. Estaban como entristecidos.
Escuchó en boca del barbudo el nombre de la mujer: Faustine. Ella sonreía con frivolidad.
El narrador dice que en ese momento le odió, porque ella jugaba con el barbudo y con él.
Oye que dice: “Es una desgracia no entendernos. El plazo es corto: tres días, y ya no
importará” (p.56).
Ella lo llama “Morel”. Morel caminó y el narrador dice que “de ida y de vuelta pisó mi
pobre jardincito” (p.57). Dice que Faustine lo vio y que su actitud es innoble; que aunque el
jardín sea feo no hay por qué pisotearlo, estando él ya bastante pisoteado. Reflexiona sobre
Faustine. Es una mujer detestable pero le da curiosidad. Cree que va a matarla o a
enloquecer si ella continúa ignorándolo así.
Apartado 17
Faustine, el día anterior, no fue a las rocas. Él subió a la colina y se encontró con dos
hombres y una señora. Los hombres le daban la espalda y la mujer, dice el narrador, lo miró
y se estremeció. Él se escondió. Ella miró el museo y dijo “Ésta no es hora para cuentos de
fantasmas” (p.59) y pidió, alegremente, que entraran. Se fueron. Vio venir otra pareja. Una
voz conocida dijo “Hoy no fui a ver...” y él se estremeció, suponiendo que Faustine estaría
refiriéndose a él. El barbudo había “hecho progresos”, dice el narrador, porque se tuteaban.
El fugitivo vuelve a los bajos, decidido a que el mar se lo lleve. Dice que si los intrusos van
a buscarlo no se escapará ni se entregará.
Apartado 18
Luego de cuatro días de resisitirse, fue a visitar a Faustine. Ella llegó con Morel. Hablaban
francés “muy correctamente; casi como sudamericanos” (p.60). Los escuchó hablar.
Faustine dijo haber perdido la confianza en Morel. Ya no se tuteaban. Ella dijo que nunca
podría creerle. Estuvieron en silencio. Cuando volvieron a hablar, la conversación era
exactamente igual a la que él había presenciado (en el apartado 16). El narrador reflexiona:
“Las conversaciones se repiten; son injustificables” (p.61). Los sigue escuchando, nota que
las palabras y movimientos de Faustine y Morel son iguales a los de ocho días atrás. La
única diferencia es que ahora el jardincito está más pisoteado aún, con sus flores muertas.
Reflexiona sobre las repeticiones que hay en las conversaciones humanas. Él, habiendo sido
testigo de entrevistas de las mismas personas, puede verlo, como si fueran escenas de
teatro, que se repiten también. Poco después, sospecha que todo pueda ser una
“representación” para hacerle una broma a él.
El fugitivo les sale al paso, decidido “a cualquier cosa, pero a nada en particular” (p.64).
Señala a Morel y exclama: “La femme á barbe, Madame Faustine!” (es decir, “¡La mujer
tiene barba, señora Faustine!” en francés), aunque sin saber muy bien por qué. El narrador
apunta que ninguno de los dos interrumpió su tranquilidad. Él estuvo, desde entonces,
apenado de vergüenza. Fue a la colina resuelto a arrodillarse ante Faustine. Luego, dice, lo
que sucede no tiene explicación: encuentra la colina deshabitada.
Apartado 19
Temió que se estuvieran organizando algo en su contra. Recorrió todo el museo, pero no
había nadie. Incluso parecía que nunca había habido nadie, porque todo seguía exactamente
en el mismo lugar en que él lo había dejado veinte días antes (como la comida y la ropa que
había puesto a secar, todo intacto). Gritó el nombre de Faustine, pero no hubo respuesta.
Reflexiona sobre la situación y relaciona la visita supuesta de los veraneantes con el hecho
de haber probado nuevas raíces en el último tiempo, y por lo tanto haber alucinado. Pero no
toma en serio la conclusión. Recuerda su condición de fugitivo y el poder de la justicia. Tal
vez, dice, todo sea una estratagema. Debe seguir resistiendo. Revisó toda la isla antes de
acostarse. Acepta que los intrusos no están. Vuelve al museo de noche, nervioso. Intenta
prender la luz eléctrica, pero no hay luz. Eso le hace pensar que las mareas suministran
energía a los motores, y desde las últimas mareas había habido un largo intervalo de calma.
Cierra todo y baja al primer sótano. Se siente abatido, pero no encuentra sentido a
suicidarse, ya que Faustine desapareció y, por lo tanto, no obtendría “la anacrónica
satisfacción de la muerte” (p.67).
Análisis
En estos apartados se hacen presentes temas que serán muy relevantes en la novela: el del
doble, el de la representación, el de la repetición. En general, estos temas aparecen
relacionados.
En cuanto al tema del doble, se observan en estos apartados diversas instancias en las que
aparecen imágenes de desdoblamiento o de paralelismo entre dos indentidades. Una de
estas instancias es la reflexión que el narrador hace sobre sí mismo comparándose con
Ayax, pero luego diciendo que él sería, en esa analogía, los animales que mata Ayax. Algo
similar sucede con el sueño del croquet: él sabe que está matando a un hombre por estar
jugando, y luego él es ese hombre. Ambas imágenes sugieren la idea de un espejo que
confunde (y multiplica) identidades. Tanto en una ocasión como en la otra, él ejerce una
violencia sobre otro y luego es también el otro. Es decir, descubre que él es su propia
víctima. Este tema se relaciona con la trama a través de la dupla creador-creación: Morel
también sufre las consecuencias de su propia invención. De esta forma, a la vez que el
narrador se ve a sí mismo duplicado, queda asociado también a Morel, que funciona, en
varios planos, como su doble en la novela.
En la misma línea, la “obra” del fugitivo es muy significativa. Él intenta recrear, utilizando
flores, a la mujer que ama. De alguna manera, el movimiento es análogo al de Morel, que
también logra “copiar” a su mujer amada, grabándola y proyectándola eternamente. En
ambos casos, se trata de una duplicación, una copia, por vías artísticas. En esta línea,
justamente, el fugitivo también dice que él no es el hombre que ese jardín hace temer, pero
sin embargo lo ha creado, y que eso le hace reflexionar sobre los peligros de la creación a la
hora de tratar con varias conciencias. La relación es clara: esa misma reflexión podría
tenerla Morel respecto de su propia obra. Ambos, entonces, son víctimas de su propia
creación. El tema del doble vuelve a aparecer así en estrecha relación con el problema de la
representación.
Teniendo en cuenta que la novela en sí misma constituye una instancia de representación,
por otro lado, este paralelismo entre el fugitivo y Morel como "creadores" frente a su
"creación" puede leerse, también, en relación a la instancia "autor"-"novela". En esta clave
de lectura, toda reflexión que se haga en torno a la invención de Morel o la "obra" del
fugitivo puede ser pensada como una reflexión sobre el estatuto mismo de la literatura. La
novela, así, puede pensarse como una "copia" de elementos de la realidad que agrega
"imágenes" al mundo. Este tipo de empresa creativa constituye un "peligro" en tanto trata
con varias conciencias, como la de numerosos lectores cuyas interpretaciones o afecciones
se salen del control del autor.
El asunto de la "obra" del fugitivo, además, trae a colación un elemento enigmático que
luego se resuelve: la situación de las flores. Las del bajo mueren de inmediato y las de la
colina resisten un poco más, debido a la diferencia de naturaleza entre ambas: unas son
proyectadas y otras, originales. Otro fenómeno presente en estos apartados es el relativo a
la luz: cuando encuentra la colina deshabitada, tampoco puede encender la luz. El fugitivo
realiza una asociación entre la falta de luz y la ausencia de fuerza en las mareas. Esa
conclusión es acertada. Lo que en esta instancia falta a la reflexión del narrador es asociar
la misma ausencia de fuerza a la desaparición súbita de los habitantes (luego la trama
revelará que las máquinas de proyección dependen de esa fuerza para funcionar).
En un momento, el narrador habla de sus tres porvenires posibles: “La compañía de la
mujer, la soledad (o sea la muerte en que pasé los últimos años, imposible después de haber
contemplado a la mujer), la horrorosa justicia” (p. 50). Establece una relación que se repite
a lo largo de la novela, que es aquella entre la soledad y la muerte. En esta frase, establece
una relación directa entre ambos conceptos: él estaba muerto porque estaba solo. También
lo hacen las frases con la que quiere acompañar su “obra”: “Mi muerte en esta isla has
desvelado” (p.51) o “Ya no estoy muerto: estoy enamorado” (p.52). Más adelante, afirmará
lo contrario: no se puede estar muerto mientras se esté solo, porque no hay cómo notarlo.
De cualquier modo, se alude a la muerte repetidas veces en la novela. Incluso, en el mismo
apartado, el narrador manifiesta: “me alegraba ser un muerto insomne” (p.51). Luego,
cuando descubre que Faustine ha desaparecido, dice que ya no tendría sentido suicidarse.
Eso refiere a que el hecho no tendría efecto en ella ("la anacrónica satisfacción de la
muerte", p.67). Esto se comprende más fácilmente si se postula en reverso: solo se está
muerto si se está muerto para alguien. Cuando esto se enlaza a la idea del desamor, entra la
idea de “satisfacción” que el narrador postula en esta escena: el placer de que alguien sufra
su muerte. Esa satisfacción es anacrónica porque, por supuesto, no se está vivo para
sentirla.
En relación a la mujer, nuevamente aparecen rasgos en su comportamiento que funcionan
como indicios de su naturaleza fantasmática. El narrador dice, sobre la crueldad, que
supone en la mujer, por su indiferencia, que su “táctica es inhumana” (p.55). Este es otro
indicio del carácter no humano de la mujer que se presenta ante él. En la misma línea,
describe el modo en que la mujer se desplaza y dice: “Se movió con esa libertad que
tenemos cuando estamos solos” (p.52). Con la frase, el narrador busca expresar una
comparación que describa su sensación. Sin embargo, al desarrollarse la trama, sabemos
que la soledad es más bien literal: la mujer se mueve como si estuviera sola porque,
efectivamente, estaba sola al momento de realizar esos movimientos. Lo que el fugitivo ve
es una proyección de ese momento pasado. De la misma manera, él lee una “estricta
delicadeza” y cierta amabilidad en esta indiferencia de la mujer, ya que supone que ella está
disimulando el desagrado que le produjo el “jardincito”, haciendo como que no lo ha visto.
Dice: “No lo olvidaré: dominó el desagrado que le produjo mi horrendo jardincito y simuló,
piadosamente, no verlo” (p.54). Lo fantasmático aparece, también, en relación a sí mismo:
”Por momentos pienso que la insalubridad extraordinaria de la parte sur de esta isla ha de
haberme vuelto invisible” (p.58). Esta no es la única reflexión que, en estos apartados, el
narrador hace sobre su propia condición: en una ocasión sugiere que las apariciones que vio
pueden responder al hecho de haber comido raíces venenosas, y por lo tanto haber
alucinado. Ese comentario ejemplifica uno de los modos en los que se construye el
procedimiento del narrador no fiable: intercala observaciones asombrosas, de presencias
extrañas, con reflexiones acerca de su dudoso estado mental al momento en que se le
aparecieron.
En torno a la mujer y su conversación con Morel, aparece por primera vez en la novela uno
de los temas más importantes, que es el de la repetición. El fugitivo nota que las palabras y
los movimientos de Faustine y Morel son las mismas que ocho días antes. Sin embargo, en
esta ocasión, no lo atribuye a un fenómeno sino que inmediatamente elabora, en base a esa
observación, una teoría sobre las conversaciones. Dice que “como en el teatro, las escenas
se repiten” (p.62). Es llamativo, conociendo el desarrollo de la trama, que la comparación a
la que recurre sea teatral, del orden de lo espectacular. En la misma línea, poco después
teme que todo sea una “representación” para burlarse de él. Estas apreciaciones, además de
hacer presente, nuevamente, el tema de la representación, constituyen indicios del
desenlace.
La escena de la conversación, por otro lado, puede relacionarse con la escena en la que el
fugitivo ve a los veraneantes escuchando música bajo la tormenta. En ambas se evidencian
diferencias entre dos planos superpuestos: el real y el proyectado. Mientras que la
conversación entre Morel y Faustine es exactamente igual, lo único diferente respecto a
ocho días antes es que el jardincito del fugitivo está mucho más pisoteado. En la
superposición, se evidencia cómo un plano no es afectado por el tiempo y el otro sí: el
diálogo entre imagenes se repite, imperturbable, frente a la decadencia progresiva del
jardincito de flores. La misma imagen puede verse cuando el fugitivo encuentra en el
museo, ahora deshabitado, que las cosas (su ropa, la comida) estaban en el mismo lugar
donde él las había dejado (en veinte días, los supuestos habitantes no habían modificado
eso), pero dando cuenta del paso del tiempo (la ropa está seca, la comida está podrida). Esto
puede representar el signo del paso del tiempo transformando la materia, deteriorando la
carne (en el caso de la comida podrida), frente a la imperturbabilidad de lo espiritual, es
decir, la presencia de los veraneantes es lo repetitivo, lo igual, lo eterno, porque de ellos
hay solo conciencia, espíritu, imagen proyectada. Esta contraposición entre la carne y el
espíritu en relación al paso del tiempo y a la muerte es uno de los temas más importantes de
la novela.
a invención de Morel Resumen y Análisis Apartados
20-24
Resumen
Apartado 20
El fugitivo cuenta que intentó hacer funcionar la usina de luz. Hubo unas explosiones
débiles. Cuando subió, se le aparecieron enfrente dos hombres. El narrador dice que eran un
cocinero y un sirviente, y que hablaban en español de las ocurrencias de Morel. Luego se
fueron, cuando alguien anunció que la comida estaba lista hacía una hora.
El narrador pensó en huir, pero lo supo imposible. Decidió vigilar a esa gente y esperar. Se
escondió en un cuartito debajo de la escalera. Se preguntó cómo podían haber llegado esas
personas a la isla, teniendo en cuenta la tormenta, y más que nada, cuándo: alguien dijo que
la comida estaba lista desde hacía una hora, pero hacía sólo quince minutos que él había
bajado a encender los motores, y en ese entonces no había nadie. Como nombraron a
Morel, asume que todo el grupo volvió a la isla.
Apartado 21
Subió y se asomó al comedor. Había más de una docena de personas sentadas a la mesa.
Encontró a Faustine. Morel estaba enfrente de ella. Escuchó la conversación. Morel
propuso el tema de la inmortalidad.
A un lado de Faustine estaba Dora, una mujer rubia y risueña. Después estaba Irene,
una muchacha alta con expresión de asco. También estaba la que había dicho “no es hora
para cuentos de fantasmas” la noche en la que el fugitivo subió a la colina.
La gente se fue al hall. El fugitivo bajó por la escalera y vio a Irene y a otra mujer
dialogando. Siguió bajando y vio a Morel jugando a las cartas con cinco personas. Pasó un
tiempo queriendo averiguar si los pies de Morel y Faustine se tocaban bajo la mesa. De
pronto, dice, notó que un sirviente lo había estado mirando. El fugitivo se alejó corriendo y
se escondió entre columnas sobre el acuario. Allí vio que estaban nadando peces idénticos a
los que había sacado, podridos, el día de su llegada.
Apartado 22
El fugitivo cuenta que vio a Faustine subir la escalera junto a Dora y Alec. La contempló;
ella es la razón por la que él arriesga todo. Los siguió hasta que ellos entraron a un cuarto.
El fugitivo entró al de enfrente, iluminado y vacío. Quiso apagar la luz pero la llave estaba
atrancada. Se escondió. Apareció Dora. El narrador dice: “Sus ojos pasaron por mí” (p.74).
Ella salió, sin intentar apagar la luz. Él quedó aterrado. No se fue porque no quiso dejar ese
cuarto que le permitía vigilar el otro, en el que estaba Faustine. Se durmió. Dice que soñó
que Faustine entraba a su cuarto y que estaba cerca de él.
Se despertó. No había luz. Llegó al corredor, había total silencio. Bajó una escalera, llegó a
una puerta y quiso abrirla. Ni siquiera pudo mover el picaporte. Se convenció de que salir
era imposible. Escuchó pasos. Caminó por la oscuridad, llegó adentro de uno de los cálices
de alabastro. Se preguntó si Faustine se habría quedado sola con Alec en la habitación.
Lo despertaron voces, a la mañana. Quiso salir. No pudo mover las cortinas; le parecían de
piedra. Sintió desmayos, ganas de reír, caminó sin miedo. Quiso abrir otra puerta hacia
afuera y no pudo. Oyó pasos. Corrió. En el hall encontró a Irene y a la mujer que hablaba
de fantasmas, y a otro joven declamando poesía en francés. El fugitivo caminó entre ellos,
casi los tocó. Se arrojó por la ventana y corrió barranca abajo.
Escribe que tal vez no lo hayan visto en el museo. Pasó todo el día y nadie fue a buscarlo.
Apartado 23
Se dirige a los lectores de su “informe”. Quiere datar que, al día siguiente de la segunda
aparición de los intrusos, se vieron “las dos lunas y los dos soles” (p.78). Asume que se
trata de un fenómeno de espejismo. El segundo sol le parece mucho más violento. Siente
que en el último día ascendió la temperatura terriblemente.
Cita una frase de Cicerón en De Natura Deorum, en latín. Una nota al pie del
“editor” indica que la citó mal, pues se salteó la palabra más importante, que se traduce por
“duplicado”, “repetido”, “reiterado” (p.79). Anota que hay infinidad de mosquitos. Siente
nostalgia de cuando era “dueño de la subordinada soledad” (P.79).
Apartado 24
El narrador reflexiona sobre la naturaleza de los intrusos y de sus encuentros con ellos.
Postula cinco hipótesis. La primera es que él tenga la famosa peste y que eso le provoque
efectos en su imaginación. Segunda: el aire de los bajos y la mala alimentación lo han
vuelto “invisible” (p.80), y los intrusos no lo han visto. Sin embargo, no es invisible para
los pájaros, ratas, mosquitos. Tercera hipótesis: los "intrusos" son seres de otro planeta, que
no ven ni oyen. El idioma francés, en el que hablan, es un elemento paralelo de los distintos
mundos. A la cuarta hipótesis, dice, llega por un sueño. Soñó que estaba en un manicomio
y Morel era el director. Él alternaba entre saberse en la isla, creerse en el manicomio y ser
el director del manicomio. La quinta hipótesis: los intrusos son un grupo de muertos
amigos. Él sería un viajero “como Dante o Swedenborg”, u otro muerto, pero de una casta
distinta. La isla sería el purgatorio o el cielo de aquellos muertos. Dice que entiende por qué
los novelistas proponen fantasmas quejosos; porque los muertos siguen entre los vivos. Les
cuesta renunciar a sus costumbres de vivos. Pensó en Faustine, fuera de su alcance
entonces.
Acumuló pruebas que mostraban su relación con los intrusos “como una relación entre
seres en distintos planos” (p.82). Supone que en la isla sucedió una catástrofe imperceptible
para “sus muertos (yo y los animales que la habitaban)” (p.82) y que después habrían
llegado los intrusos. Le entusiasmó la idea de estar muerto. Recapituló su vida anterior, los
meses que estuvo en la isla. Pensó que su muerte podría haber sucedido en dos momentos:
en su cuarto de pensión, antes de la llegada de la policía, o en el viaje en bote. Supone
haber perdido la conciencia antes de llegar. Luego, piensa: “no estuve muerto hasta que
aparecieron los intrusos; en la soledad es imposible estar muerto” (p. 83).
Análisis
En estos apartados aparecen más indicios de la entidad fantasmática de los personajes de la
isla, pero las hipótesis del narrador suelen tender a la propia invisibilidad. El cocinero y el
sirviente “aparecen” frente al fugitivo y hablan con tranquilidad, “como si no hubieran oído
mis pasos, como si yo no estuviese” (p.68). Sin embargo, observa hechos que no respetan la
lógica de la realidad. Por ejemplo, se pregunta cómo y cuándo llegaron a la isla los hombres
que acaba de cruzarse, e intenta razonar relacionando hechos lógicos. Dice: “La comida
estaba lista desde hacía un rato largo; no hacía un cuarto de hora que yo había bajado a los
motores, que no había nadie en la isla” (p.69). Aún ignora que la presencia de esos hombres
se debe, justamente, a que él ha encendido los motores de la proyección.
El narrador integra en su relato los hechos junto a sus suposiciones, ya que en ese momento
los cree datos objetivos. Por ejemplo, dice ver a un sirviente que “lo estuvo mirando”
(p.72). Más adelante sabremos que eso es imposible, y que la escena se debe a una mera
coincidencia (el fugitivo estaría en el espacio al que la proyección dirige su mirada, pero en
planos temporales distintos). Este tipo de ambigüedades responde, como hemos dicho, a
que los hechos son presentados por un narrador no fiable. En relación a esto, cabe destacar
cierto estilo narrativo, presente en estos apartados, que tiene que ver con la percepción
limitada del fugitivo. El narrador refiere, en varias ocasiones, a los habitantes de la isla por
medio de sus partes. En general, esto se ve asociado al temor, al miedo a ser descubierto.
Por ejemplo: "Empecé a caminar por el corredor, a sentir que inesperadamente se abriría
una puerta y yo estaría en poder de unas manos bruscas y de una voz inamovible, burlona"
(p.75). En este caso, además, la sinécdoque (las manos y la voz aluden, en verdad, a la
persona que posee esas manos y esa voz) responde a la oscuridad: no pudiendo ver, sentiría
a su enemigo por vía del tacto (manos) y del oído (voz). La percepción limitada del
narrador se combina con la cuestión de la superposición de planos.
El fugitivo ve, en el acuario, peces “idénticos” a lo que él había sacado, ya muertos y
podridos, el día en que llegó a la isla. Ese fenómeno responde también a la proyección: los
peces proyectados son los que, después de haber sido grabados, terminaron pudriéndose.
También responde a la superposición de planos la presencia de los dos soles y las dos lunas.
En resumen, entonces, en estos apartados el narrador explicita la teoría de los dos planos,
refiriéndose a las diferencias en la naturaleza entre él y los intrusos. Sin embargo, en esta
instancia, y debido a su percepción limitada, la teoría invierte la relación: él cree que él es
el muerto, no los otros. Una vez más, por otra parte, la reflexión sobre la muerte entra en
relación con la idea de soledad: “no estuve muerto hasta que aparecieron los intrusos; en la
soledad es imposible estar muerto” (p. 83).
La teoría de los dos planos bien puede relacionarse, nuevamente, con el tema del doble.
Este tema, en tanto desdoblamiento de identidad, también vuelve a hacerse presente en un
sueño del fugitivo: “Morel era el director. Por momentos, yo sabía que estaba en la isla; por
momentos, creía estar en el manicomio; por momentos, era el director del manicomio” (p.
81). En esta ocasión, el paralelismo entre Morel y el fugitivo se hace explícito. En relación
a este punto, cabe destacar que cuando el fugitivo se detiene a contemplar a Faustine dice
que ella es la mujer por la que él arriesga todo. Ignorando que la amenaza de los intrusos no
es real, se refiere a estar arriesgando la propia vida. El mismo riesgo corre Morel con su
invento, que termina llevándose su vida y las de sus amigos.
La invención de Morel Resumen y Análisis Apartados
25-30
Resumen
Apartado 25
Dice el fugitivo: “Esto es un infierno” (83), refiriéndose a la isla bajo esos dos soles que lo
abruman. Dice que súbitamente apareció un buque de carga, blanco, muy cerca. Los
intrusos se juntaron en los bordes de la colina, saludaron con pañuelos. Desembarcó en la
isla un marino vestido de oficial o capitán. Subió a la colina. El fugitivo subió por otro
lado. Los intrusos le preguntaron al marino por el viaje y si “había conseguido todo en
Rabaul” (p. 84). Morel se llevó al hombre para hablar con él. El fugitivo temió que el
buque viniera a llevarse al grupo. Pensó en raptar a Faustine, o meterse en el buque, o
dejarla ir.
Piensa en hablar, en explicarle a Faustine o a Morel su situación y, si cae mal su historia,
matarse o hacerse matar antes de llegar a prisión. Recuerda que un hombre alto le dijo a
Morel que se hacía tarde y que debían preparase. Morel le pidió un momento. Un hombre
gordo y dos más corrieron hacia el museo. El grupo los siguió.
El fugitivo no sabe qué hacer, pero pronto ve a Faustine, Morel, Dora, Alec y algunos
más bajar a la pileta en traje de baño. Ve a los hombres trotar como para sacarse un frío
“inconcebible en este régimen de dos soles” (p. 87). El fugitivo piensa que el grupo se
desilusionará al asomarse a la pileta que, desde que él no limpia, está verde, opaca, con
pájaros muertos, víboras, sapos. Impenetrable “al menos para una persona normal” (p. 87).
Pero Faustine se zambulle. El fugitivo los oye agitar el agua y reir. Los demás nadan.
Apartado 26
El narrador decide contar lo presenciado, anunciando que se trata de hechos inverosímiles y
sin embargo reales. Iba a vigilar día y noche. Le pareció innecesario e iba a irse, pero
apareció el muchacho de pelo negro y cejas cargadas. Pronto sorprendió a Morel, que
espiaba, escondido en una ventana, y luego bajó la escalinata. Lo escuchó: decía que iba a
someter a algunos a algo, que lo contaría a la noche, y que no quería que las mujeres se
enteraran. Luego, Morel se fue corriendo.
Apareció un barbudo gordo. Morel volvió. El narrador oyó que decía: “¿...si yo le dijera
que están registrados todos su actos y palabras?” (p. 89). El otro respondió que no le
importaría. El narrador se preguntó si habrían descubierto su diario. Salieron caballeros y
criados y pusieron sillas, donde se sentaron las mujeres. Los hombres se echaron al pasto.
El narrador recuerda su patria.
Faustine cruzó hacia las rocas. El narrador dice que ya es molesto cuánto quiere a esta
mujer con la que no ha hablado nunca. Ella se levantó y el narrador dice haberse puesto
muy nervioso, como si ella hubiese podido oír lo que él imaginaba y se hubiera ofendido.
Pero fue a buscar un libro en el bolso y volvió a sentarse. En un momento, cuando “se entró
el más débil de los soles” (p.92), el fugitivo la siguió, se arrodilló y le gritó: “Faustine, la
quiero” (p. 92). No sabe qué pasó después, porque lo ahuyentaron unos pasos y se
escondió. Era Morel, que decía que necesitaba hablarle. Faustine aceptó y le dijo de ir al
museo. Morel no quiso porque estaban los amigos. Ella se negó a quedarse. Morel le pidió
que a la noche, cuando todos se fueran, ella se quedara. El fugitivo los vio irse caminando
del brazo, en silencio. Se propuso vigilar a la noche.
Apartado 27
Se escucharon dos temas musicales que los veraneantes solían hacer sonar, Té para
dos y Valencia, hasta la madrugada. De pronto vio “un fantasma del Tratado de
Belidor” (p.94), el libro que él se había llevado quince días antes. Sacó de su bolsillo el
que tenía y observó que no eran dos ejemplares, sino el mismo ejemplar dos veces (con los
mismos corrimientos de tinta). Se escondió en el salón verde, desde donde podía ver el
salón del acuario.
Morel ordenó poner sillas como en una sala de conferencias. Fueron entrando todos. El
narrador transcribe el diálogo textual, porque “viendo a esa gente, oyendo esa
conversación, nadie podía esperar un suceso mágico ni la negación de la realidad que vino
después” (p.95).
Luego escuchó a Morel hablar con unos hombres para que buscaran a otro. Esos hombres
dijeron ya haber recorrido todo. El fugitivo, creyendo que se referían a él, se sintió
acorralado. Sin embargo, escuchó a Dora anunciar que Haynes dormía en el cuarto de
Faustine. El fugitivo dice: “Ahora se me ocurre que tal vez nunca haya ocupado la atención
de esta gente… Es más: ahora sé que no pueden buscarme” (p.97). Sin embargo, se
pregunta si no es todo una máquina para capturarlo. A pesar de lo que ahora sabe, está
acostumbrado a temer a esos hombres.
Morel tenía hojas escritas a máquina y cartas con recortes de avisos de Yachiting y Motor
Boating, con precios de barcos.
Apartado 28
Cuenta el fugitivo que Morel anunció que iba a leer una declaración. El fugitivo apunta que
al día siguiente encontró las hojas de las que leyó Morel y las guardó. Inserta entonces las
palabras de Morel en su relato. En su discurso, Morel se disculpaba por “esta escena,
primero fastidiosa, después terrible. La olvidaremos” (p.98). Admitía que no les iba a decir
nada, pero que por ser sus amigos tenían derecho a saber que los grabó sin su autorización.
Según su último invento, vivirían en esa fotografía siempre, como un escenario en que se
representara la vida de los integrantes del grupo durante siete días, interpretados por ellos
mismos. En este momento del discurso, el fugitivo vio que los que escuchaban se
indignaron. Morel continuó diciendo que podría haberles anunciado que vivirían para la
eternidad, pero se hubiese arruinado, hubiese quedado forzado. Prefirió grabar una semana
agradable y eternizarla. Dijo luego que faltaban algunos amigos: Claude, que no había
querido interrumpir la escritura de su novela sobre un desacuerdo entre Dios y el individuo,
y Madeleine, que hacía años no iba a la montaña por temas de salud. También faltaba
Leclerc, que había ido a Florida, y el “pobre Charlie”. El narrador apunta que por el tono
solemne y la inmediata actitud de todos, Charlie debía de haber muerto recientemente.
Morel ofreció su invento a quien lo quisiera ver. El aire de la sala estaba horrorizado. Morel
dijo luego que había tenido, en el último tiempo, dos ocupaciones primordiales: pensar en
sus inventos y “pensar en…” (p.101). El narrador anota que esto restableció la simpatía
entre Morel y la sala, incluso motivó aplausos.
Morel dijo que el invento le parecía un “increíble proyecto" con el cual "dar perpetua
realidad a mi fantasía sentimental” (p.101). Dijo que lo había empujado a la acción la
esperanza de enamorar a una mujer, y que la esperanza, en su presente, había quedado muy
lejos. Dijo que tuvo que emplear una táctica. Primero pensó en que fueran solos a la isla,
pero era imposible; nunca la había visto sola desde que le había confesado su pasión.
También pensó en raptarla, pero hubieran peleado “eternamente”. Luego, Morel anunció
que explicaría su invento.
Apartado 29
El fugitivo le propone al futuro lector que juzgue él mismo las palabras de Morel y continúa
con la transcripción de la conferencia.
Morel habla de la radiotelefonía, el cinematógrafo, la fotografía, la televisión, el teléfono:
inventos que procuraron contrarrestar ausencias, en cuanto al oído o en cuanto a la vista. A
eso, según él, se ha limitado la ciencia hasta hace poco. Morel dice haber decidido
continuar el razonamiento y las enseñanzas de los sabios inventores. Agradece a
industriales de Francia y de Suiza por comprender la importancia de sus investigaciones y
prestarle sus laboratorios. Dice que trabajó solo, buscando ondas y vibraciones
inalcanzadas e ideando instrumentos para transmitirlas. Obtuvo la sensación olfativa,
térmica y táctil. Se enfocó en la “retención de las imágenes que se forman en los espejos"
(p.104). Mediante un juego de receptores logró hacer aparecer a la persona (tomó como
ejemplo a Madeleine) “completa, reproducida, idéntica” (p.105). Explica que su máquina
tiene tres partes. La segunda graba, la tercera proyecta. La proyección no necesita pantalla;
se acoge al espacio.
Morel dice que pensó en tomar escenas de la vida de él y de sus amigos, componer un
álbum “de presencias muy durables y nítidas” (p.106), como un legado. Observó que las
reproducciones de objetos serían objetos, pero las de animales o plantas no serían animales
ni plantas. Los simulacros de personas no tendrían conciencia de sí.
Las personas se reconstituyen y desaparecen si él desconecta el proyector. Viven los
momentos capturados por las máquinas y, al acabar, los repiten. Las imágenes, dice, no se
pueden distinguir de las personas vivas. Morel afirma: “Congregados los sentidos, surge el
alma” (p.107). Utiliza el ejemplo de Madeleine: si ella está a la vista, al oído, al sabor, al
olfato, al tacto, está Madeleine.
Morel afirma que puede llamarse “vida” a lo que está latente en un disco o hace funcionar
las cosas. “¿No perciben un paralelismo entre los destinos de los hombres y de las
imágenes?” (p. 108), pregunta. Afirma que las imágenes tienen alma y que eso lo
confirman “los efectos de mi máquina sobre las personas, los animales y los vegetales
emisores” (p. 108).
Morel agrega que los primeros ensayos los hizo con empleados de la casa Schwachter. Los
tomaba trabajando sin avisarles. Hubo fallas, a veces menos notorias, a veces más.
Apartado 30
El fugitivo continúa relatando lo que presenció.
Cuando Morel terminó de hablar, Stoever le preguntó si podían ver las primeras
imágenes. Morel le dijo que sí, pero advirtió: “hay fantasmas ligeramente monstruosos” (p.
109). Stoever insistió en verlos porque recordó “unas muertes inexplicadas” en la casa
Schwachter. Alec trató a Stoever de “creyente” y este respondió que después de que Morel
los tomó, los empleados murieron. Morel salió del cuarto y los demás gritaron. Stoever se
enfureció. Explicó que todos iban a morir, ahora que Morel los había “tomado”. Un hombre
de dientes salidos fue a buscar a Morel, pero volvió diciendo que había sido imposible
traerlo. Salieron, de a grupos, todos.
El fugitivo los escuchó hablar. Luego no hubo ruidos, y quedaba poca luz. El fugitivo dudó
si la gente se había ido a dormir, o si acaso estarían acechando para capturarlo a él. Fue a la
mesa y se guardó los papeles en el bolsillo. Saltó por una ventana y bajó corriendo.
Análisis
El narrador recurre a una metáfora para describir la isla (implícita en la expresión): “Esto es
un infierno” (83). Se refiere, más expresamente, al calor, producto del fenómeno de la
duplicación de soles. Sin embargo, el contexto en que se enmarca esta frase permite pensar
una significación que excede la temperatura. En el apartado anterior, ha postulado hipótesis
acerca de la identidad de los intrusos y la propia. La última, que llega a convencerlo,
propone que él mismo está muerto. Debido a los dolores y terrores que sufre en la isla, la
comparación puede indicar que el fugitivo asocia el lugar de su muerte con el infierno.
Desde el punto de vista de la información, en estos apartados se concentra lo más
importante de la novela: se devela el misterio principal, que es la naturaleza y aparición de
los habitantes de la isla. Además, se devela en conjunto la causa de muerte de todos ellos:
Stoever se alarma por lo sucedido con los empleados que Morel ha tomado antes.
También se brindan elementos que permiten ampliar el conocimiento que tenemos acerca
del narrador en tanto personaje. El fugitivo, temiendo que sea la última oportunidad de
probar suerte con Faustine, imagina lo que le diría, y así nos enteramos de que estuvo
preso, condenado a perpetua, de que es escritor y que siempre ha querido estar en una isla
solitaria, por lo que sintió irritación cuando apareció la gente, pero ahora teme que se
vayan.
El narrador comienza con esta frase a contar lo que ha descubierto: "Contaré fielmente los
hechos que he presenciado entre ayer a la tarde y la mañana de hoy, hechos inverosímiles,
que no sin trabajo habrá producido la realidad..." (p.88). Unas páginas antes había esbozado
al menos cinco hipótesis acerca de la naturaleza de los intrusos. Ahora sabe que ninguna de
ellas es acertada. De esta manera, da inicio a lo que podríamos considerar la segunda parte
de la novela, a lo largo de la cual se desenlaza la trama y se explican los acontecimientos
anteriores. En esta frase, por otro lado, se condensa cierta poética de la novela. En este
sentido, se hace presente el tema de la representación en tanto reflexión sobre el estatuto de
la literatura. Podríamos pensar que el autor ofrece la clave de lectura para analizar los
sucesos que acontecen en el relato: aunque resulten "inverosímiles", son productos de la
"realidad", aunque mediante un "trabajo". Ese trabajo, en la trama, alude a las invenciones
de Morel, pero también podríamos considerarlo una alusión autorreferencial, al propio
trabajo narrativo que Bioy Casares desarrolla en la novela para lograr este particular relato
fantástico con tintes de ciencia ficción.
También se hace presente el tema de la representación cuando el narrador anuncia haberse
quedado con las hojas de Morel: hay una nota al pie, donde el “editor” anuncia que
entrecomillará el texto de las páginas de Morel y que “lo que va sin comillas son
anotaciones en los márgenes, a lápiz, y de la misma letra en que está escrito el resto del
diario” (p.98). Al igual que las demás “notas de editor”, el recurso narrativo contribuye a la
ilusión de realidad. De hecho, en esta se explicita aún más esa intención. Alude a una
instancia en la que supuestamente el editor accede al diario manuscrito, cuya caligrafía
coincide con la de otras anotaciones al margen del discurso de Morel. De esta manera, se
legitima la “existencia” de la voz que relata la novela, siendo la prueba de esa existencia el
diario, que ha quedado como documento.
En estos apartados se nos presenta un relato enmarcado y aparece la voz de Morel,
supuestamente insertada de manera fiel en el relato del fugitivo. En ese relato, además de
que se presentan las bases del invento de Morel, lo cual devela los principales misterios de
la novela, nos enteramos de que este es un hombre enamorado. En estos apartados se
consolida aún más el paralelismo entre los personajes de Morel y del fugitivo. Hay un
paralelismo entre la lógica que expone Morel, las reflexiones que ha tenido en torno a cómo
enamorar a su amada y el modo en que decidió actuar, por un lado, y la lógica, las
reflexiones y el modo de actuar del fugitivo, por el otro. Se hace presente, por lo tanto, el
tema del doble en la relación narrador-Morel, al punto de que la mujer homenajeada es, de
hecho, la misma. El fugitivo había considerado, al ver el buque, raptar a Faustine y llevarla
consigo, pero entiende que pelearían. El mismo razonamiento expone Morel en su discurso.
Por otro lado, Morel manifiesta que ha dividido todo su tiempo en pensar en sus inventos o
pensar en una mujer. Lo mismo hemos visto hacer al fugitivo, que oscila entre sus
investigaciones y sus registros y la esperanza de conquistar a Faustine. En la misma línea,
Morel, mediante sus máquinas, grabó siete días de sus amigos. Podríamos decir que los
registros del fugitivo, en su diario, procuran hacer lo mismo. De hecho, el fugitivo cree que
están hablando de su diario cuando escucha a Morel decir “¿...si yo le dijera que están
registrados todos su actos y palabras?” (p. 89).
Debido a la información que se revela sobre la naturaleza de las apariciones, se hace
presente el procedimiento del narrador no fiable: la mayoría de las observaciones que ha
hecho antes se revelan erróneas. Al mismo tiempo, sin embargo, el fugitivo reflexiona
sobre su propia percepción, enfrentándose a un problema: tiene dificultades para aceptar la
realidad que ha descubierto. El fugitivo dice: “Ahora se me ocurre que tal vez nunca haya
ocupado la atención de esta gente… Es más: ahora sé que no pueden buscarme” (p.97). Y
luego agrega: "Nuestros hábitos suponen una manera de suceder las cosas, una vaga
coherencia del mundo. Ahora la realidad se me propone cambiada, irreal. Cuando un
hombre despierta o muere, tarda en deshacerse de los terrores del sueño, de las
preocupaciones y de las manías de la vida. Ahora me costará perder la costumbre de temer
a esta gente." (p.97). Podemos observar que en estas citas se repite cuatro veces la palabra
“Ahora”. Eso indica el presente de la narración: en el momento de escritura, el fugitivo ya
ha escuchado la conferencia de Morel y conoce, por lo tanto, la verdad. El tema de la
disyuntiva entre realidad e ilusión es quizás el más importante de la novela. Estos
fragmentos corresponden a la primera entrada del fugitivo después de haber escuchado la
conferencia en la que Morel confiesa su invento a los veraneantes. El narrador, sin
embargo, oscila entre distintos sentimientos: por momentos lo tranquiliza el hecho de saber
que no pueden buscarlo; por otros, sigue temiendo que todo sea una máquina para
capturarlo. En el segundo fragmento citado postula el carácter humano de estas oscilaciones
entre lo que consideramos real o irreal, comparándolo con el momento en que nos
depertamos y tardamos en discernir qué era parte del sueño y qué de la vigilia.
The Alchemist Video Summary
La invención de Morel Resumen y Análisis Apartados
31-40
Resumen
Apartado 31
El fugitivo desconfía del discurso de Morel, acerca de que él y sus compañeros sean
“apariencias”. Teme que todo sea un plan de la policía para atraparlo.
Cuenta que se durmió y soñó con Faustine. Se despedían, ella se iba en el barco.
Después volvían a estar solos, despidiéndose con amor. Dice que se despertó llorando,
temiendo que mientras dormía Faustine se hubiese ido. Cuando se levantó y el barco se
había ido, quiso matarse, pero luego vio a Dora y Stoever en la colina.
Piensa que podría ser cierto lo que dijo Morel. Siente repudio por esa gente y su
“incansable actividad repetida” (p. 113). Reflexiona: es terrible estar en una isla habitada
por fantasmas artificiales, pero peor aún es estar enamorado de una de esas imágenes.
Incluso peor que estar enamorado de un fantasma.
Apartado 32
El narrador inserta en el relato las páginas “que Morel no leyó” (p. 113). En ellas, Morel
explica las características por las que eligió esa isla: por las mareas, que aseguran fuerza
motriz; por los arrecifes, que funcionan de muralla contra invasores; por la luminosidad,
claridad que optimiza la captura de imágenes. Una vez descubiertas sus virtudes, dice haber
gastado su fortuna en comprar la isla, construir el museo, la iglesia, la pileta. La palabra
“museo”, dice, quedó de cuando trabajaba en su invento y aún no sabía su alcance; en ese
entonces planeaba erigir grandes álbumes o museos de esas imágenes.
Morel anuncia en sus papeles que la isla será un paraíso privado. Tomó precauciones para
su defensa. Allí estarían eternamente él y sus amigos, aunque partan al día siguiente,
repitiendo consecutivamente lo vivido la semana anterior. Las imágenes mantendrían la
conciencia tenida en el momento de ser grabados, así como también esos recuerdos y ese
futuro.
Apartado 33
El narrador dice estar impaciente por las imágenes. Le tienta la idea de destruir los aparatos
que las proyectan, pero se contiene. Dice estar ocupado en sobrevivir al hambre y al agua.
Apunta que busca el modo de instalar una cama en otro lado, porque en los bajos los
árboles están podridos y cuando hay grandes mareas o inundaciones no puede dormir.
Apartado 34
El fugitivo sigue leyendo los papeles de Morel. Estudia el método de clasificación ideado
por él. El fugitivo opina que es confuso distinguir por el tipo de ausencias (espaciales o
temporales) los modos convenientes para superarlas. Propone, en cambio, distinguir entre
“medios de alcance” (radiotelefonía, televisión, teléfono) y “medios de alcance y retención”
(cinematógrafo, fotografía, fonógrafo).
Piensa en dónde estarán la imagen, el contacto, la voz de los que ya no viven. Le ilusiona la
idea de inventar un sistema para recomponer las presencias de los muertos. “La
inmortalidad podrá germinar en todas las almas, en las descompuestas y en las actuales”
(p.118), dice, y agrega que la conservación de las almas “en funcionamiento” estará
asegurada cuando los hombres entiendan que para defender la tierra deben practicar el
malthusianismo.
Considera lamentable que Morel haya escondido semejante invento. Aunque quizás Morel
sea famoso y él no lo sabe. Se imagina a sí mismo comunicando el invento, y obteniendo
quizás, como premio, el indulto. Le parece extraño que no se hablara del invento cuando él
salió de Caracas.
Apartado 35
Ya no le preocupan las imágenes ni le producen repulsión. Vive cómodo en el museo.
Confiesa que el roce con las imágenes le produce un ligero malestar, pero que ya se le
pasará. “Estoy acostumbrándome a ver a Faustine, sin emoción, como a un simple objeto”
(119), confiesa. La sigue, por curiosidad, durante días. Tiene pocas dificultades, a pesar de
que abrir las puertas es imposible (ahora sabe que, si estaban cerradas cuando se grabó la
escena, también lo están cuando se proyecta).
Dice que Faustine cierra la puerta cuando entra a su cuarto. El fugitivo apunta que, cuando
entran Dora y Alec, no le es posible entrar sin tocarla. Cuenta que la primera semana
esperó en el pasillo durante la noche. La semana siguiente, durante la misma escena, quiso
ver desde afuera, pero se lastimó caminando por la cornisa y las cortinas le impidieron ver.
Dice que la próxima vez vencerá el temor y entrará junto a Faustine, Dora y Alec.
Las otras noches, dice, las pasa al lado de la cama de Faustine y la mira dormir.
Apartado 36
El fugitivo dice que es imposible, para él, descubrir algo mirando las máquinas. Advierte
que sería "pérfido" suponer, si un día faltaran las máquinas, que él las ha destruido. Dice
que su propósito es salvarlas con este informe que escribe, frente a las amenazas del mar y
el crecimiento de la población. Añade, con dolor, que su ignorancia científica también
constituye una amenaza para la supervivencia de las máquinas.
Habla de los peligros que acechan a la isla. Las mareas le hacen temer un naufragio total.
Oyó en Rabaul que las islas Ellice son inestables, pero no está seguro de estar en ese
archipiélago.
Afirma: “asombra que el invento haya engañado al inventor” (p.121). Él mismo creyó que
las imágenes vivían, pero que Morel también lo creyera es extraño, ya que él vio todo el
desarrollo. En la equivocación de Morel ve el “triunfo de mi viejo axioma. No debe
intentarse retener vivo todo el cuerpo” (p. 122). Conviene inventar otro aparato, asegura,
para averiguar si las imágenes sienten y piensan. Aún así, razona, las imágenes no estarían
vivas.
Imagina cómo los hombres armarán, en el futuro, sus paraísos íntimos. Y cómo muchos
paraísos íntimos, si las imágenes se tomaron en distintos momentos pero en un mismo
lugar, convivirán, ignorándose entre sí. Pero, advierte, serían paraísos vulnerables porque
las imágenes no podrán ver a los hombres y los hombres un día necesitarán la tierra y las
destruirán.
Apartado 37
Se pregunta por la relación entre Morel y Faustine. No hay motivos claros para sospechar
que ella esté enamorada de él, dice. Ella fue la única que no se rió en la conferencia.
Durante diecisiete días, dice, los vigiló de cerca, sin disimulo.
Apartado 38
Dice que Morel se enojaría si él hiciera público el invento. Los amigos también, pero
quizás lograría que Faustine se aliara con él. Piensa en la posibilidad de que Morel haya
muerto, o que todos hayan muerto en una peste o naufragio. Sería increíble, piensa, pero
eso explicaría que él no se haya enterado del invento antes de salir de Caracas. Otra
explicación podría ser que no le hayan creído a Morel, que éste estuviera loco, y que la isla
fuera un sanatorio de locos.
Se imagina a sí mismo llegando a otro continente, contando el invento, haciéndose famoso,
y recibiendo luego una denuncia de Morel y una orden de arresto de Caracas. Se convence
de que no debe huir: vivir con las imágenes es una dicha. Piensa que, si encontrara a la real
Faustine, la haría reír contándole todas las veces que habló y lloró ante su imagen. Luego
dice que ese pensamiento es un vicio y debe dejarlo.
Apartado 39
Habla de la “eternidad rotativa” que puede resultar atroz al espectador, pero es satisfactoria
para sus individuos, que viven siempre como si fuera la primera vez, libres de malas
noticias. Reflexiona sobre su propia vida, que en contraste le resulta “irreparablemente
casual” (p.127).
Apartado 40
Reflexiona sobre la posibilidad de ver a Faustine. Se imagina ese encuentro. Se pregunta,
luego, dónde vivirá ella. Quizás en Canadá. También se pregunta si Faustine estará
viva.Afirma: Faustine le importa más que la vida. Indaga en las posibilidades de viajar en
su búsqueda. El bote se ha podrido y no puede fabricar otro. Esperará que pase un barco,
aunque nunca vio a ninguno, salvo el de Morel, pero eso era un simulacro de barco. Piensa
en el encuentro con Faustine. Ella sospecharía de él, aún más cuando se enterara de que fue
testigo de su vida y de que es un condenado a perpetua.
Análisis
Las reflexiones del narrador acerca de las máquinas, los modos de clasificación propuestos
por Morel y la posibilidad de presentar el invento de Morel como si fuera suyo hacen
resonar el tema del doble en la identificación entre el fugitivo y Morel. El narrador dice que
cree necesario inventar una nueva máquina que permita averiguar si las imágenes sienten o
piensan. Dice: “El aparato, muy parecido al actual, estará dirigido a los pensamientos y
sensaciones del emisor; a cualquier distancia de Faustine, podremos tener sus pensamientos
y sensaciones, visuales, auditivas, táctiles, olfativas, gustativas” (p.123). El hecho de que
rápidamente “Faustine” sea el ejemplo para explicar el invento, deja suponer que el
proyecto del narrador sobre este nuevo aparato responde más a razones amorosas que a
científicas.
Este rasgo del personaje del fugitivo colabora con el paralelismo que la novela construye
entre el narrador y Morel, quien se lanzó a diseñar y concretar su proyecto de
inmortalización de imágenes a causa de un desesperado amor. Del mismo modo, la
voluntad del narrador de construir una nueva máquina que detecte los pensamientos y
sensaciones podría estar respondiendo a su anhelo de conocer la interioridad de Faustine y
saber si su amor es correspondido. Además, contribuye a este paralelismo el hecho de que
el fugitivo se dedique a estudiar las hojas de Morel e intente corregir o mejorar conceptos,
que reproduce a la vez la actitud que Morel tuvo respecto de inventores anteriores a él. En
el mismo sentido, es importante mencionar que en varias ocasiones, en estos apartados, el
narrador se pregunta qué pasaría si él muestra al mundo el invento como si fuera suyo, es
decir, si él, de algún modo, intercambiara su propia identidad por la de Morel.
Por otra parte, el tema del doble también resuena en la explicación de Morel acerca de las
consecuencias de su invento. Él les dice a sus amigos:
Aquí estaremos eternamente -aunque mañana nos
vayamos- repitiendo consecutivamente los momentos de
la semana y sin poder salir nunca de la conciencia que
tuvimos en cada uno de ellos, porque así nos tomaron
los aparatos; esto nos permitirá sentirnos en una vida
siempre nueva, porque no habrá otros recuerdos en
cada momento de la proyección que los hábitos en el
correspondiente de la grabación, y porque el futuro,
muchas veces dejado atrás, mantendrá siempre sus
atributos. (p.115).
La primera línea podría, a simple vista, resultar paradójica: dice que, aunque se vayan,
seguirán allí para siempre. Sin embargo, lo que está presentando son los dos porvenires que
existen desde el momento en que han sido duplicados por las máquinas. Por un lado,
estarán los originales y, por el otro, las imágenes de ellos. Estas últimas se regirán en torno
al tema de la repetición: "vivirán" en las acciones y la conciencia que hayan tenido al
momento de ser captados por los receptores.
En estos apartados, además, se exhiben algunos razonamientos del narrador que funcionan
como presagios de su decisión final. Por un lado, se convence de que vivir con las imágenes
es una dicha, y que no debe huir. También dice que Faustine le importa más que la vida
(luego, de alguna manera, morirá para que su imagen exista junto a la de ella eternamente).
En la misma línea, apenas se entera del invento de Morel siente repulsión por la condenada
repetición en la que existen las imágenes, pero luego no solo se acostumbra a ellas, sino que
ve de un modo positivo su “eternidad rotativa” y considera incluso su propia cotidianidad
como “irreparablemente casual”. En estas reflexiones se basará la decisión final del
fugitivo.
En cuanto a Faustine, el narrador reflexiona sobre la idea del fantasma: "Estar en una isla
habitada por fantasmas artificiales era la más insoportable de las pesadillas; estar
enamorado de una de esas imágenes era peor que estar enamorado de un fantasma (tal vez
siempre hemos querido que la persona amada tenga una existencia de fantasma)” (p.113).
Desde el punto de vista psicoanalítico, el fantasma es, a grandes rasgos, el modo en que "el
Otro" se mantiene presente en la psiquis. Quizás este concepto explique la frase del
narrador. Por un lado, la aclaración entre paréntesis puede responder a la idea de que el
deseo, cuando se ama a un otro, es que ese otro se mantenga tal y como existe en nuestra
mente. Luego, la comparación puede tener que ver con el hecho de que el fantasma de la
mujer amada pertenece a la propia imaginación, a la propia psiquis del fugitivo, mientras
que esta imagen de Faustine ha sido creada por la máquina de Morel. De algún modo, lo
que perturba en esta instancia al narrador es el hecho de haberse enamorado de un
"fantasma artificial" creado por su entonces enemigo o competidor. Esta perturbación bien
puede pensarse desde la temática del doble: en esta instancia, el fugitivo reconoce un
desdoblamiento de la identidad de su amada, puesto que ahora sabe que la mujer de la que
se enamoró es en verdad una imagen proyectada, una copia de la original.
Por otro lado, el tema del malthussianismo reaparece en las reflexiones del narrador en la
medida en que fantasea acerca del futuro del "paraíso" ideado por Morel. Una de las críticas
que el fugitivo sostiene en relación al invento de Morel tiene que ver con la materialidad:
"no debe intentarse retener vivo todo el cuerpo” (p. 122), afirma el narrador, recuperando
sus ideas esbozadas en los primeros apartados. En este sentido, vuelve a apoyarse en la
teoría malthussiana, que anticipaba el desastre inminente que habría de traer la explosión
demográfica y el mal manejo de los espacios habitables. Una de las consecuencias que
preve el fugitivo cuando imagina el uso que los hombres harían de las máquinas de Morel
tiene que ver con la superpoblación. Él imagina que lo hombres armarán sus paraísos
íntimos, y atiende al hecho de que las imágenes representadas, por tener cuerpo, ocupan
lugar en el espacio. Por eso, en un momento, los hombres encontrarán muchos paraísos
superpuestos en una tierra que necesitan, y entonces destruirán las imágenes. En este
sentido, la materialidad de las imágenes, el "retener vivo todo el cuerpo", es lo que volverá
vulnerable la representación y atentará contra la inmortalidad de esos seres. De esta manera
se instala la problemática de la representación en tanto el espacio que ocupa en la realidad.
Esto estaba ya presente en la novela en torno a la coexistencia de dos planos, donde el
representado se superponía con el real. En estos apartados, el narrador lleva a un extremo la
idea de superposición de planos, imaginando un futuro donde la coexistencia sea
problemática y un plano deba arrasar con el otro, en una lucha por el espacio. Es importante
señalar que en este punto se basan ciertas lecturas críticas de la novela: proponen que Bioy
Casares, en este relato, predice la problemática de la realidad virtual, fenómeno que reviste,
en la actualidad, el extremo de la representación en las redes sociales, que supone una línea
cada vez más delgada entre la virtualidad y la realidad fuera de ella.
La invención de Morel Resumen y Análisis Apartados 41-
46
Resumen
Apartado 41
El narrador anota que el día anterior no hubo imágenes, y que entonces fue a investigar las
máquinas: después de un rato empezaron a funcionar. No logró comprender su
funcionamiento.Dice que al intentar regresar, se desorientó. Buscó el agujero que él había
hecho para entrar al cuarto de máquinas y no estaba; se había reconstruido. Encontró en el
suelo el hierro que había usado para entrar la primera vez. Golpeó la pared. No logró
romperla. Cayeron algunos pedazos pero la pared siguió intacta. Gritó pidiendo ayuda.
Sintió estar en un sitio encantado.
Escribe este apartado encerrado en ese sitio. Dice haber entendido que esas paredes son,
como Faustine y los demás, proyecciones de las máquinas, y que ningún poder puede
suprimirlas. Supone que Morel ideó esa protección para que ningún hombre pudiera
llegar a las máquinas, pero estudió deficientemente las mareas y creyó que podría funcionar
siempre. Asegura que Morel debe ser el inventor de “la famosa peste que hasta ahora ha
protegido muy bien a la isla” (p. 135).
Dice que debe aprender a manejar los motores verdes, pero que no es fácil encontrar la
llave que los desconecta. Agrega que gracias al tragaluz no morirá como aquel capitán
japonés en su submarino, cuya carta leyó. La carta había sido encontrada en el fondo del
submarino. Era un testimonio en el que el capitán saludaba al Emperador y a todos los
marinos que pudo enumerar mientras se asfixiaba. Dice que dejará de escribir en el diario
para estudiar cómo salir.
Apartado 42
Informa que aún no logró detener los motores. Tiene dolor de cabeza. Le falta aire del
exterior. Los motores son distintos a los otros. Le parece lógico que Morel lo haya diseñado
así. Él no entiende el funcionamiento de ninguno. Del funcionamiento de los motores
depende la eternidad de Morel, dice. Por eso deben ser muy sólidos. Piensa: “Si a Morel se
le hubiera ocurrido grabar los motores…” (p.137).
Apartado 43
Logró desconectar los motores y salir. Enumera los aparatos que reconoció en el cuarto de
máquinas: transmisores, receptores, grabadores, proyectores, para exposiciones dentro de la
isla y para exposiciones aisladas. También encontró planos. Enumera lo que sintió antes de
reconocer los elementos. Primero, desesperación. Segundo, “un desdoblamiento entre actor
y espectador” (p. 138). Dice haber estado ocupado en sentirse en un submarino al borde de
la asfixia, en el fondo del mar, en un escenario. Perdió tiempo y salió de noche.
Apartado 44
Cuenta que hizo funcionar receptores y proyectores para exposiciones aisladas. Grabó
flores, moscas, hojas y ranas. Luego puso una de sus propias manos ante el receptor. Luego
abrió el proyector y apareció la mano, sola, haciendo los movimientos grabados. Desde
entonces la mano es uno más de los elementos proyectados en la isla. Reflexiona: “Esta
mano, en un cuento, sería una terrible amenaza para el protagonista. En la realidad, ¿qué
mal puede hacer?” (139).
Apartado 45
Registra que los originales de flores y hojas que grabó murieron a las seis horas; las ranas, a
las quince horas. Las copias sobreviven. Ignora qué moscas son verdaderas y cuáles
artificiales. Siente ardor en la mano que proyectó. Se le cayó algo de piel. Lo atribuye a un
efecto del temor y no de la máquina misma.
Apartado 46
Afirma que sus teorías se deshacen un día después de haberlas desarrollado. Reflexiona
sobre un párrafo del discurso de Morel: “Tendrán que disculparme esta escena, primero
fastidiosa, después terrible. La olvidaremos” (p.141). Recuerda que los pueblos que se
espantan por el hecho de ser representados en imágenes responden a la creencia de que el
alma de la persona representada pasa a la imagen y la persona muere. Se horroriza
pensando en que ese sea el efecto del invento de Morel. Recuerda que Stoever sospechó
lo mismo que él ahora.
Dice que cree poder identificar a los tripulantes muertos del barco bombardeado por el
crucero. Intuye que Morel aprovechó su muerte y la de sus amigos para confirmar los
rumores de la enfermedad de la isla que él mismo había difundido para proteger su
máquina. Eso significaría que Faustine ha muerto y que él (el narrador) no existe para ella.
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  • 1. Apartado 1 La novela comienza narrada por una primera persona. El narrador está solo en una isla, donde hay un museo y barrancas. En el presente en que escribe, se encuentra en los bajos porque huyó, asustado porque creyó que había venido gente a buscarlo. El verano, dice, se adelantó milagrosamente. El narrador escribe para “dejar testimonio” de un “milagro”. Teme morir pronto. Si no, dice, escribirá la Defensa ante sobrevivientes y un Elogio de Malthus. Se propone demostrar con esos libros que el mundo, con el perfeccionamiento de la tecnología y de las instituciones de control, “hace irreparable cualquier error de la justicia” (p.18). Luego cuenta brevemente cómo llegó hasta allí. La idea se la dio un italiano que vendía alfombras en Calcuta. Este le dijo que para un “perseguido” como él solo había un lugar para el mundo y era ese. Una isla donde en 1924 se habían construído algunas obras, como una capilla y una pileta, y que ahora estaban abandonadas. Agregó que a esa isla no la tocan los piratas chinos, ni el barco del Instituto Rockefeller; que fue foco de una enfermedad misteriosa “que mata de afuera para adentro” (p.19), de ocho a quince días. Un crucero japonés encontró en la isla a los tripulantes de un vapor despellejados, calvos, sin uñas, todos muertos. El narrador dice haber sido despertado, la noche anterior, por gritos y música. Afirma estar seguro de que ningún barco ni aeroplano nuevo ha llegado y que, sin embargo, de un momento a otro, los pajonales se cubrieron de personas que bailan y se bañan en la pileta, como si hubieran estado ahí siempre. Apartado 2 El narrador ve, desde los pantanos, a los veraneantes que habitan el museo. Reflexiona sobre lo inexplicable de su aparición, pero afirma que son hombres tan reales como él mismo. Describe el vestuario de esos personajes, el cual coincide con la moda de algunos años antes. Concluye de eso en que aquellas personas tienen carácter frívolo y conservador. Los llama sus “inconscientes enemigos” (20). Oye que hacen sonar Valencia y Té para dos. Teme que lo descubran y lo manden a un calabozo, por temor a que se sepan sus secretos. Los llama “abominables intrusos” (21) y dice que es imposible mirarlos a todas horas, porque tiene trabajo y porque teme que lo sorprendan. También porque está en el bajo y solo alcanza a verlos cuando se acercan a las barrancas. Su situación es deplorable, porque vive en los bajos y las mareas suben. Suele despertarse en el agua. Siente que va a morir pronto, y que entonces debe asegurarse que lo que él afirme se pueda comprobar, para que ningún futuro lector de sus papeles lo acuse de mentiroso y ponga en duda que su condena es injusta. Dice que intentará guiarse por “la divisa de Leonardo -Ostinato rigore-” (p.22). Apartado 3
  • 2. El narrador dice creer que la isla en la que se encuentra se llama Villings, del archipiélago de Las Ellice. Da la dirección exacta de Dalmacio Ombrellieri, el comerciante que le habló del lugar, por si el futuro lector quisiera averiguar con precisión su ubicación. Está agradecido por el italiano que lo alimentó y cuidó de él durante días, y que luego lo cargó en la bodega de un buque. Explica entonces cómo llegó a la isla: desembarcó en Rabaul, con indicaciones del comerciante se encontró con un miembro de una sociedad conocida de Sicilia. Allí recibió instrucciones y un bote robado, el cual remó siguiendo una brújula que no entendía, enfermo y con alucinaciones. El bote encalló y él se quedó allí más de un día, olvidando que había llegado. Apartado 4 Describe la vegetación de la isla: es abundante y las plantas y flores de las distintas estaciones se suceden “con urgencia” (p.23), mezclándose unas con otras. En cambio, dice, los árboles están enfermos, están secos. Ofrece explicaciones posibles. Observa que los árboles nuevos están sanos. Los de la colina están endurecidos. Los del bajo tampoco se pueden trabajar, se deshacen ante el tacto. Apartado 5 El narrador describe la parte alta de la isla. Allí ve cuatro barrancas, el museo, la capilla y la pileta de natación. La pileta se llena de víboras e insectos. El museo es un gran edificio de tres pisos, con dos corredores y una torre cilíndrica. Encontró el museo abierto, así que se instaló en él. Lo llama “museo” porque el mercader italiano lo llamaba así, pero podría haber sido un hotel o un sanatorio. Tiene un hall con bibliotecas “deficientes”, porque solo hay novelas, poesía y teatro, a excepción de un libro: “Belidor: Travaux - Le Moulin Perse - París, 1737”. El fugitivo dice que lo encontró en una repisa y ahora lo lleva en su bolsillo. Le llamó la atención por el nombre "Belidor" y porque quizás contenía alguna explicación útil para sus investigaciones. Sostiene que “perdemos la inmortalidad porque la resistencia a la muerte no ha evolucionado” (p.25), ya que los perfeccionamientos insisten en retener la vida de todo el cuerpo, en lugar de enfocarse en conservar “lo que interesa a la conciencia” (p.26). Luego describe el hall, los cálices de alabastro que irradian luz eléctrica. El comedor tiene columnas con terrazas “como palcos para cuatro divinidades sentadas” (p.26). El piso del salón, dice, es un acuario. Hay cajas de vidrio en el agua con lámparas eléctricas. Es la única iluminación de ese cuarto, ya que no hay ventanas. El narrador recuerda ese lugar con asco, porque cuando llegó había peces muertos. Él los sacó y dejó correr agua, pero se mantuvo el olor a podrido, “que sugiere las playas de la patria” (p.27). Una de las aberturas da a un salon chico con un piano, un fonógrafo y un biombo de espejos de veinte hojas. Él ocupó uno de los quince departamentos. Apartado 6 Cuenta las dos veces que hizo “descubrimientos en los sótanos” (p.28). En la primera buscaba alimentos. En el sótano advirtió que ninguna pared tenía el tragaluz que él había
  • 3. visto desde afuera. Salió a comprobar si aún estaba. Lo vio de nuevo. Bajó al sótano y le resultó difícil encontrar el lugar donde se suponía que debía estar el tragaluz. Buscó puertas secretas. La pared era muy sólida. Decidió romperla, a ver si encontraba un depósito. Abrió un agujero y vio “claridad celeste” (p.28). Terminó de romper y entró. Se llenó de admiración: las paredes, el techo y el piso eran de porcelana celeste y hasta el aire “tenía la diafanidad celeste y profunda que hay en la espuma de las cataratas” (p.29). El narrador dice entender muy poco de motores, pero no tardó en ponerlos en funcionamiento. Le sorprende el buen estado de las máquinas. Agrega: “soy tan inepto que todavía no he podido averiguar el destino de unos motores verdes que hay en el mismo cuarto, ni de ese rodillo con aletas que está en los bajos del sur vinculado con el sótano por un tubo de hierro” (p.29). La segunda vez que hizo descubrimientos en el sótano estaba enfermo y buscaba medicamentos. Descubrió una puerta secreta, una escalera, un segundo sótano. Entró en una “cámara poliédrica”: “Por arcadas de piedra, en ocho direcciones vi repetirse, como en espejos, ocho veces la misma cámara”. (p.30). Inmediatamente escuchó pasos a su alrededor. Se adelantó y se apagaron los ruidos. Subió la escalera. Temió una invasión de fantasmas o de policías. Pasó horas escondido. A la madrugada bajó de vuelta. Lo rodearon los mismos pasos. Siguió recorriendo, “intermitentemente escoltado por la bandada solícita de los ecos, multiplicadamente solo” (p.31). Apunta que hay nueve cámaras iguales y parecen refugios contra bombardeos. Se pregunta quiénes fueron los que en 1924 construyeron ese edificio y por qué lo habrían abandonado. Dice que el refugio pone a prueba el equilibrio mental. Los ecos se mantienen durante minutos. El narrador se dirige al lector; reflexiona sobre el catálogo que está ofreciendo. Se pregunta si puede relacionar a los habitantes que aparecieron en la colina con los constructores de las obras de la isla. No se decide a creer, dice, que esas personas alguna vez hayan interrumpido su baile para hacer el proyecto de esa casa “infectada de ecos” (p.32) y a prueba de bombas. Análisis La escritura de La invención de Morel simula la de un diario íntimo, en el que el narrador expresa sus experiencias diarias y reflexiona al respecto. Este narrador, que no dice su nombre, anuncia con una metáfora que teme morir pronto: “Siento con desagrado que este papel se transforma en testamento” (p.22). En relación a esa urgencia, explicita cuál es su voluntad al escribir: registrar los acontecimientos que presencia en la isla, dejar pruebas de sus afirmaciones, volverlas comprobables, y que así nadie pueda dudar de lo que dice. Le preocupa que los futuros lectores de su informe, a quienes alude explícitamente en varias ocasiones, crean en su palabra. Dicha preocupación radica en su condición de fugitivo de la justicia: no quiere que nada de lo que diga pueda ser considerado falso, para que nadie pueda cuestionar su palabra cuando afirma haber sido condenado injustamente. El narrador es el protagonista de la novela, y a través de él accedemos a la acción. Es relevante, en ese sentido, detectar las menciones y alusiones que realiza, porque permiten
  • 4. definir al narrador en tanto personaje. En el primer apartado, por ejemplo, ya menciona por primera vez a Malthus, presentando su admiración por él. Malthus es considerado el primer demógrafo, y es célebre por la publicación, en 1798, del libro Ensayo sobre el principio de la población, que dio origen a la teoría malthussiana. Esta es la teoría demográfica, económica y sociopolítica, desarrollada durante la revolución industrial, que advierte que, de no intervenir obstáculos represivos (guerras, pestes, etc.), el nacimiento de nuevos seres mantiene a la población en el límite permitido por los medios de subsistencia, en el hambre y en la pobreza (Ver en esta guía la sección "Alusiones", en "Elementos literarios"). La mención de Malthus es importante en tanto nos da a conocer una de las preocupaciones del narrador, que tiene que ver con la amenaza de la superpoblación en la Tierra. Otra de las alusiones del narrador es a Leonardo Da Vinci. El narrador dice que pondrá el informe “bajo la divisa de Leonardo -Ostinato Rigore-”. Esas dos palabras son las que tenía el artista y científico en su taller de escultura y pintura. La alusión a este polímata del Renacimiento italiano adquiere una dimensión simbólica en la novela, debido al carácter multifacético de Da Vinci, que incursionó tanto en el arte como en la ciencia, y muchos de cuyos inventos son conocidos por no haberse podido llevar a cabo debido a que su época no contaba con el desarrollo tecnológico necesario. El narrador también evidencia preocupación por el funcionamiento de la justicia. Dice que quiere demostrar que “el mundo, con el perfeccionamiento de las policías, de los documentos, del periodismo, de la radiotelefonía, de las aduanas, hace irreparable cualquier error de la justicia, es un infierno unánime para los perseguidos” (p.18). La metáfora del infierno en relación con el avance tecnológico establece una asociación que es de suma importancia en el avance de la trama: los sufrimientos que el narrador padecerá en la isla son, en general, consecuencias de las máquinas que ha inventado Morel. Respecto a lo anterior, es preciso afirmar que desde el comienzo de la narración aparecen indicios y presagios del desenlace de la trama. Es digno de mención que la primera frase de la novela sea: "Hoy, en esta isla, ha ocurrido un milagro: el verano se adelantó" (p.17). La observación, que podría ser una mera descripción de una casualidad, cobra significación en tanto se conoce el desenlace de la trama: el calor se presenta junto con la aparición súbita de los intrusos, ya que ambos fenómenos son producto de la puesta en funcionamiento de las máquinas de proyección. Otro de los indicios aparece cuando el narrador recupera las palabras del mercader italiano que lo ayudó a escapar y a llegar a la isla: el italiano describe la isla como un lugar en donde “no se vive” (p.18). Esto, en principio, establece una contradicción con la situación presente del narrador en el primer apartado, que ha huido hacia las zonas bajas de la isla, porque ha visto personas y cree que vendrán a capturarlo. Sin embargo, más adelante descubriremos que esas personas no están precisamente vivas. En la ambigüedad respecto del carácter de esas personas se sostiene la trama de la novela. En línea con lo anterior, el fugitivo afirma: “estoy seguro de que no ha llegado ningún barco, ningún aeroplano, ningún dirigible” (p.19) y que, sin embargo, “de un momento a otro, en esta pesada noche de verano, los pajonales de la colina se han cubierto de gente que baila, que pasea y que se baña en la pileta, como veraneantes instalados desde hace tiempo
  • 5. en Los Teques o en Marienbad” (p.19). En relación a lo mencionado en el párrafo anterior, observamos nuevamente que, en el presente de la narración, la presencia súbita de personas en una isla desierta es injustificable. El relato presenta una paradoja que, sin embargo, se justificará más adelante. Este mecanismo se repetirá a lo largo de la novela: hasta que no se devela la trama, el narrador interpreta los hechos a su manera. En ese sentido, la reflexión sobre el vestuario de los veraneantes tiene cierta gracia irónica. El narrador advierte que los veraneantes se visten acorde a la moda de algunos años atrás y, desconociendo aún que esas imágenes pertenecen, efectivamente, al pasado, lee en esa elección de estilo un carácter frívolo y conservador. Por primera vez, en el segundo apartado, se refiere a los veraneantes como “intrusos”, nómina que utilizará reiteradas veces a lo largo de la novela. Es interesante que se refiera a ellos, también, como “inconscientes enemigos”. En esta instancia, el narrador utiliza esa expresión para referir a que los habitantes de la isla, por los cuales se siente amenazado, no lo han visto. Es decir, la “inconsciencia” remitiría a que el narrador se ha escondido y ellos no advirtieron aún su presencia. Sin embargo, esto también se resignifica mediante el desarrollo de la trama: los veraneantes no tienen conciencia de él porque no están vivos; son imágenes cuya única conciencia se remite a aquella que las personas tuvieron al momento de ser grabadas. Durante la mayor parte de la novela, el narrador desconoce la naturaleza real de los intrusos en la isla. Tiene una perspectiva limitada de la realidad. En este sentido, la información que se obtiene en el relato está siempre teñida de su subjetividad; es una versión o una perspectiva parcial de una mente que no está libre de ser acosada por la locura, la obsesión, el autoengaño o la enfermedad. Nunca estamos, por ello, ante una voz narrativa omnisciente que pueda darnos un panorama completo y objetivo de la historia. El narrador incorpora en sus registros las interpretaciones (que luego sabremos erróneas) que hace de esas presencias, como si se tratara de datos objetivos. Es preciso señalar, entonces, un procedimiento narrativo: estamos ante la presencia de un narrador no fiable. Dicho procedimiento implica que la credibilidad de la narración está comprometida. En el relato se presentan varios indicios que permiten cuestionar la veracidad de la voz narrativa. En principio, sabemos que se trata de un fugitivo de la justicia. Pero además, otro indicio está dado por la condición del personaje narrador, que sugiere, en más de un pasaje, la posibilidad de no estar del todo lúcido. Por ejemplo, cuando el narrador relata su llegada a la isla, comenta su estado al realizar y terminar el viaje: enfermo, con alucinaciones. En esta instancia del relato, esa información podría permitirnos pensar que las extrañas apariciones responden a la imaginación de un hombre enfermo. En relación a lo mismo, a partir del segundo apartado, el narrador empieza a especular acerca de las condiciones de existencia de las personas que ve en el museo. Dice: “por su aparición inexplicable podría suponer que son efectos del calor de anoche en mi cerebro” (p.20). Eso permite considerar cuestionable la afirmación que hace inmediatamente después: “aquí no hay alucinaciones ni imágenes” (p.20), dice, y sostiene: “hay hombres verdaderos, por lo menos tan verdaderos como yo” (p.20). Otro de los indicios que hacen cuestionar la fiabilidad de la narración lo constituyen las notas al pie. En el tercer apartado, cuando el narrador indica el nombre de la isla en la que
  • 6. está, una nota al pie señala: “Lo dudo. Habla de una colina y de árboles de diversas clases. Las islas Ellice -o de las lagunas- son bajas y no tienen más árboles que los cocoteros arraigados en el polvo del coral. (N.del E.)” (p.22). Aunque al final de la frase aparece la abreviatura que suele señalar las notas de editor, se trata de un recurso literario que forma parte de la misma novela. El autor, mediante el procedimiento formal de la nota al pie, incorpora a la novela un nivel de análisis que se permite poner en duda las palabras del narrador. Al mismo tiempo, sin embargo, contribuye a crear una ilusión de realidad en el relato. De esa manera, establece cierto “nivel de verdad”, como si no se tratara de una ficción contada por un narrador, sino de, efectivamente, los papeles de este fugitivo, una vez encontrados y publicados. Por su parte, el narrador intenta insistentemente convencer al lector de la veracidad de su relato, de su fiabilidad. La información de la dirección exacta del comerciante italiano tiene relación con esto. Esta insistencia contribuye al cuestionamiento del carácter real de los hechos narrados, en tanto el narrador se muestra perfectamente conciente de que sus palabras pueden, o no, ser creídas. En cuanto al comerciante, el narrador expresa su voluntad de dejar testimonio de la gratitud que siente hacia él, que cuidó de él y lo ayudó en su huida: “como en la realidad, en la memoria de los hombres -donde a lo mejor está el cielo- Ombrellieri habrá sido caritativo con un prójimo injustamente perseguido” (p.23). Es interesante, en relación a la trama, esta mención temprana de la memoria, con la imagen que se le atribuye (“donde a lo mejor está el cielo”). Más adelante, se explicitará esta relación entre la memoria (las apariciones reviven una situación repetidamente, como en la memoria de las personas) y el carácter eterno de la divinidad (aquí, “el cielo”). En cuanto al cuarto apartado, las observaciones del narrador respecto a la vegetación y a las construcciones de la isla contribuyen, entre otras cosas, a construir la voz narrativa: es la de un hombre que intenta registrar y explicar racionalmente cualquier fenómeno. A su vez, da cuenta de anomalidades, por ejemplo, en cuanto al exterior, la convergencia de plantas de distintas estaciones al mismo tiempo y el estado muerto de los árboles de la colina. Estos fenómenos luego serán explicados por el sistema de proyecciones sobre los objetos reales, acción que multiplica lo que se percibe, haciendo convivir lo real con las imágenes recreadas. La observación y el registro detallado del espacio también contribuyen a la ilusión de realidad, necesaria para el efecto fantástico. Los relatos fantásticos se definen por construir un universo verosímil, con leyes similares a las de nuestro mundo, hasta que un hecho perturba esos límites. En esta novela, los fenómenos como las apariciones y otras anomalías cobran importancia en tanto el marco general en que se insertan es realista. Esto se relaciona, también, con la voluntad expresa del narrador de que el lector le “crea” y no interprete como falso lo que dice. Es digno de mención que el libro de Belidor, por ahora no demasiado sustantivo, es retomado más adelante, en dos momentos importantes de la novela: para dar cuenta de la multiplicación del mismo objeto y para explicar los fenómenos naturales de la isla, hasta entonces incomprensibles para el narrador. Algo semejante sucede con la pecera. En esta
  • 7. instancia, el narrador deja registro de que el agua estaba podrida y más adelante observa un fenómeno que perturba esta percepción. Por otro lado, en ese fragmento el narrador menciona la "patria". Más adelante se explicitará que el fugitivo es oriundo de Venezuela, a la cual le dedica un saludo final en el último apartado de la novela. Por último, es interesante la expresión del narrador al final del apartado 6, donde se refiere a la construcción de la isla como una casa “infectada de ecos” (p.32). La palabra "infectada" remite al campo semántico de la enfermedad, y el narrador la asocia con los "ecos", es decir, una entidad (sonora) que se repite. Si tenemos en cuenta el desenlace de la novela (no hubo nunca en esa isla una enfermedad, sino que los habitantes murieron luego de ser grabados por la máquina de Morel), podemos tomar esta cita del narrador como una metáfora anticipada de lo que luego descubre el fugitivo: los habitantes de la isla viven en la repetición, producto del invento de Morel. Dado que ese invento es el que les dio muerte, podría asociarlo a una enfermedad. Si ampliáramos la metáfora citada, podríamos decir que los habitantes de la isla murieron de una infección que acabó con sus existencias para a invención de Morel Resumen y Análisis Apartados 7-12 Resumen Apartado 7 El narrador dice que hay una mujer que todas las tardes mira la puesta de sol. La describe: pañuelo de colores en la cabeza, manos juntas sobre una rodilla, piel dorada por el sol. Por sus ojos, cabello negro y busto, dice que parece una bohemia o española. Luego habla de los libros que piensa escribir. Afirma que le conviene, para su seguridad, prescindir del auxilio de cualquier otra persona. Apartado 8 Dice el narrador que esa mujer le dio esperanzas, y que debe temer las esperanzas. Todos los días espera el momento de la tarde en que pueda mirar escondido a la mujer que toma sol. Dice que ella, con sensualidad gitana, le parece ridícula. Sin embargo, siente que si estableciera contacto con ella le sería de gran ayuda, como si se tratara de un amigo o una novia. Apunta que ese día lo irritó encontrarla con “ese falso tenista” (p.33). No pudo verla el día anterior porque aparecieron unos pescadores y debió huir para esconderse. Reflexiona, luego, sobre lo que está arriesgando: quizás esa mujer lo entregue a la policía. Dice de sí mismo que está un poco viejo, sucio, con pelos crecidos. Y confiesa tener la esperanza de acercarse a esa mujer hermosa. Dice confiar en que lo difícil consista solamente en pasar la primera impresión. Apartado 9
  • 8. Registra que en quince días hubo tres grandes inundaciones, y que el día anterior casi muere ahogado. No sabe a qué atribuir estas “sorpresas” de las mareas. Agrega que sobrevivirá, como ha sobrevivido a la enfermedad y a circunstancias terribles. Ya no hay provisiones en la despensa del museo. Inventó una trampa y logró comer pájaros. También raíces y plantas que sospecha venenosas. El lugar es malsano, pero dice que le hubiera parecido un paraíso meses atrás. Señala que los mosquitos duran todo el año. Apunta a recuperar las herramientas, que están en el museo. Dice que quizás la gente que vio allí fueran alucinaciones. Observa que el bote quedó fuera de alcance. Entiende que está preso en la isla, pero se pregunta si pudo irse alguna vez, ya que ese bote encierra un infierno: recuerda su viaje en que remó bajo el sol, sin agua, sin sombrero, enfermo, con pesadillas. Dice que su vida está organizada: trabaja, distingue raíces comestibles de las venenosas, descansa y logra que no lo desvele pensar en Faustine. Relata que el día anterior llovió y para buscar reparo se escondió en la capilla. Súbitamente aparecieron dos personas. Se escondió y en un momento empezó a oír música. Se asomó a la ventana y, través de la lluvia, vio a los veraneantes afuera. Habían sacado el fonógrafo del cuarto verde y estaban sentados en bancos o en el pasto, conversando, oyendo música y bailando en medio de la tempestad. Apartado 10 Dice que ahora la mujer del pañuelo (Faustine) le resulta imprescindible. Decide que quiere dejar de esperar, de abandonar el largo purgatorio. Rememora lo pasado en los últimos ocho días, desde la aparición de los habitantes de la isla. Respecto de la mujer, la vio, sintió que su enamoramiento era vulgar, luego volvió a verla y sintió que eso era lo único milagroso. Luego, por días, no la vio, debido a los pescadores y al “barbudo”, y luego la inundación. Anuncia que narrará lo que sucedió la tarde del día en que escribe. Apartado 11 Está asustado y descontento de sí mismo. Espera que los intrusos vayan a buscarlo. De todos modos, no le preocupan los peligros, sino los “descuidos” que tuvo con Faustine y que podrían privarlo de ella para siempre. Cuenta que se bañó y fue a verla. Había planeado esperarla en las rocas para que ella, al llegar, lo encontrara abstraído en la puesta de sol. Así despertaría la curiosidad en ella y empezaría una conversación. Pero llegó muy tarde. En un paréntesis, refiere a la puntualidad que tenía cuando trabajaba en Caracas. Dice que arruinó todo el plan. Ella miraba el atardecer y él apareció bruscamente detrás de unas piedras. Ella es algo más que una “falsa gitana” (p.42), dice. Ella se comportó como si no lo hubiera visto y “como posando para un fotógrafo invisible” (p.43). Él la miró escondido, luego apareció bruscamente y, sin embargo, nada en ella dio cuenta de su presencia. Le habló. No
  • 9. puede recordar lo que dijo. Renunció y se puso a mirar el atardecer. Volvió a hablar. Insistió, imploró. Terminó pidiéndole que lo insultara, o que lo delatara, pero que dejara de ignorarlo. No hubo ninguna reacción en ella. Se sintió insultado; ella demostró que no le temía. De noche, la mujer levantó sus cosas y subió a la colina. Los hombres, registra, aún no han venido a buscarlo. Dice que quizás la mujer sea tan asombrosa que no haya comentado su aparición. Apartado 12 Vio a la mujer y fue otra vez como si ella no lo hubiera visto. Él estaba mirando el poniente cuando ella llegó y caminó hacia él. Pudo haberla tocado y al pensarlo sintió horror, como si se tratara de tocar a un fantasma. Ella estuvo leyendo. Lo dejó, y él creía que iba a hablarle, pero no sucedió. Él se quedó callado. Apunta que nadie lo fue a buscar. Luego reflexiona acerca de su propia inclinación a “prever las consecuencias malas, exclusivamente” (p.46). No debe tener esperanzas. Pero se le ocurre una idea. Descubre que podría obsequiarle flores. En la isla hay muchas. Se propone armar algo que denote afición a la jardinería. Análisis En estos apartados, aparecen los personajes de Faustine y de Morel, muy relevantes en la trama, aunque el narrador aún desconoce sus nombres. El narrador comienza a expresar su fascinación respecto de Faustine, a la vez que advierte cierto peligro en esa atracción. En esta instancia, ese peligro puede atribuirse a que la mujer, para el fugitivo, pertenece al grupo de los “intrusos”. Por otro lado, a lo largo de estos apartados se empiezan a evidenciar los sentimientos ambivalentes y contradictorios que tiene por Faustine: la encuentra hermosa y también ridícula; siente que le haría bien su compañía; luego dice no tener celos pero se molesta por la presencia de Morel, a quien en este entonces llama “falso tenista”. Es digno de mención que le atribuya también a Faustine, más de una vez, el carácter de “falsa gitana”. Si bien el fugitivo aún desconoce la naturaleza de estos personajes que se presentan a su vista, algo en ellos ya se ve asociado a la falsedad. Además de espiar a Faustine y a Morel, el fugitivo se cruza con unos pescadores y huye de ellos. Atribuye el que no le dirijan la palabra a que él es rápido para esconderse y que por ende no llegan a verlo. El narrador aún cree que las apariciones son personas de carne y hueso y, por lo tanto, los considera una amenaza. De todos modos, por momentos, duda: llega a preguntarse si no estará teniendo alucinaciones. Nuevamente, entonces, se nos presenta un indicio de la dudosa fiabilidad del narrador. En esta instancia, como lectores, no tenemos información que nos permita comprender la naturaleza de esas apariciones, y estamos sujetos a la percepción limitada del fugitivo. Debido a las apariciones misteriosas, en estos apartados comienza a desplegarse la intriga principal de la trama. El narrador dice: “hubo dos personas, bruscamente presentes, como si no hubieran llegado, como si hubieran aparecido nada más que en mi vista o imaginación” (p.38). Es relevante la elección del verbo "haber", de naturaleza impersonal, para expresar el fenómeno: las dos personas no aparecieron, no llegaron hasta allí, sino que, de pronto, las
  • 10. “hubo”. El fugitivo aún ignora el fenómeno que se presenta a sus ojos y, sin embargo, la expresión es muy acertada en relación al desenlace de la trama: las imágenes aparecen cuando una máquina dispone, precisamente, que haya imágenes. Otra de las escenas que consolidan la intriga de la novela es la reunión festiva que los veraneantes tienen en el exterior, ignorando la tormenta. Uno de los conflictos más relevantes de la novela tiene que ver con la distancia entre el entendimiento del narrador, que busca encontrar la explicación de todo, y lo que ve. En esta línea, por ejemplo, el narrador dice que este grupo veraneantes, a los que llama snobs, “desafía la muerte” (p.39). Este tipo de expresión, con valor ambiguo, es recurrente en el relato. En el presente del relato, adquiere una significación (las personas están bajo lluvia poniendo en riesgo su salud), pero a su vez, en el desenlace, toma otro valor (el invento de Morel, de eternizar un momento de la vida y repetirlo, desafía la muerte). En relación a la idea de eternidad, podemos mencionar que en estos apartado el narrador vuelve a referir a los libros que piensa escribir: “con puntualidad aumento las páginas de este diario y olvido las que me excusarán de los años que mi sombra se demoró en la tierra” (p.32). La expresión pone en juego un tema importante en la novela, que es el de la eternidad en el sentido de la trascendencia de la conciencia, por encima de la carne y el cuerpo. En este caso, esa trascendencia, esa inmortalidad, aparece representada por la obra literaria de un escritor, que permanece después de la muerte de este. En relación a Faustine se presentan, en estos apartados, las primeras menciones en relación al tema de lo fantasmático. Las actitudes de la mujer parecerían no concordar con las reacciones comunes a lo humano: “No fue como si no me hubiera oído, como si no me hubiera visto; fue como si los oídos que tenía no sirvieran para oír, como si los ojos no sirvieran para ver” (p.44). De alguna manera, la observación, en relación al desenlace de la trama, es acertada: los sentidos de las imágenes no se renuevan, como tampoco su conciencia, así que Faustine (su imagen), no podría reaccionar a ningún estímulo fuera de los que hayan tenido lugar en esa tarde en la que quedó "atrapada". Ni sus oídos ni sus ojos “sirven” para captar un elemento nuevo, como la presencia del fugitivo. El narrador, paradójicamente, lee esta imperturbabilidad como fuente de poder, de valor, digna de una admiración que lo enamora y lo horroriza al mismo tiempo: “Me espanta su valor. Nada anunció que me hubiera visto. Ni un parpadeo, ni un leve sobresalto” (p.42). El narrador cuenta, por ejemplo, que en una tarde junto a Faustine, “con estirar el brazo, la hubiera tocado” (p.45). Y continúa: “Esta posibilidad me horrorizó (como si hubiera estado en peligro de tocar un fantasma). En su prescindencia de mí había algo espantoso” (p.45). El hecho de que la mujer lo ignore lo hace sentir invisible, otro atributo de lo fantasmático: “la paz de su pecho no se interrumpió; la mirada prescindía de mí, como si yo fuera invisible” (p.43). Ese atributo vuelve a expresarse para describir la actitud de Faustine. Dice que ella estaba “como posando para un fotógrafo invisible” (p.43). Es relevante mencionar que, de hecho, la trama acaba revelando que ese fotógrafo existía, aunque invisible, en ese momento: se trataba de Morel, cuyas máquinas receptoras grabaron, de hecho, la escena original.
  • 11. La invención de Morel Resumen y Análisis Apartados 13- 19 Resumen Apartado 13 Se levantó a la madrugada y arrancó algunas flores. Después de un rato las miró para ordenarlas y descubrió que estaban muertas. Recordó que arriba, a la vista del museo, también había muchas flores. Supuso que los intrusos estarían durmiendo y que entonces no habría peligro. Cortó algunas de esas flores. Eran chicas. Necesitaría miles. Pasó la mañana arriesgándose, dice, pero no vio a ninguno de los ocupantes y entonces supone que tampoco lo vieron a él. Planea buscar más flores. Declara, avergonzado, cuál es su proyecto: él arrodillado frente a la mujer, las plantas, y una inscripción que dirá “Sublime, no lejana y misteriosa / con el silencio vivo de la rosa” (p.49). Apartado 14 Dice estar cansado. Relata que trabajó en la “obra”: una mujer hecha de flores, imitando la pose en que Faustine suele mirar el atardecer. Cuenta los detalles: el sol, por ejemplo, lo forman girasoles; el mar, las mismas flores azules que forman el vestido. También se hizo a sí mismo, diminuto, verde, hecho de hojas, arrodillado ante la mujer. Modificó la inscripción. Prueba otra: “Mi muerte en esta isla has desvelado” (p.51). Le gusta porque hace gala de su condición de “ex muerto”, ahora que siente que la compañía de la mujer ha modificado su estado. Intenta una variación de la misma frase, pero luego se decide por: “El tímido homenaje de un amor” (p.52). Apartado 15 Relata lo sucedido cuando le mostró su “obra” (también la llama “jardincito”) a la mujer. Dice estar perdido y haber cometido un grave error. Compara su situación con la de Ayax cuando acuchilló a los animales, pero dice ser él los animales acuchillados. La mujer simuló no ver el jardincito y se fue al anochecer. Él está arrepentido de su obra, a la que llama “jardincito de mal gusto” (p.53). Dice que él no es el hombre que ese jardín hace temer, pero sin embargo lo ha creado. Eso le hace reflexionar sobre los peligros de la creación a la hora de tratar con varias conciencias. Siente que todo está perdido. A la noche soñó con “el lupanar de mujeres ciegas” (p.54) que visitó con el mercader italiano en Calcuta. Luego, en el sueño, apareció Faustine, y el lupanar se volvió un palacio rico, florentino. Se despertó angustiado por su falta de méritos frente a la “estricta delicadeza” (p.54) de la mujer. Valora que ella haya disimulado su desagrado fingiendo no haber visto el jardín.
  • 12. Apartado 16 Soñó que jugaba un partido de croquet y, mientras, sabía que su juego estaba matando a un hombre; luego él era ese hombre. Dice que la pesadilla continúa. Apunta que la mujer, ese mismo día, “ha querido que sintiera su indiferencia” (p.55). Y que lo ha conseguido. También dice que su táctica es inhumana y que él es su víctima. La mujer apareció con “el horroroso tenista” (p.55). En adelante lo llama “barbudo”. El fugitivo, al verlos, se escondió. Dice que ella seguramente lo vio, porque no lo buscó con la vista en ningún momento. Los escuchó hablar y concluye que son franceses. Estaban como entristecidos. Escuchó en boca del barbudo el nombre de la mujer: Faustine. Ella sonreía con frivolidad. El narrador dice que en ese momento le odió, porque ella jugaba con el barbudo y con él. Oye que dice: “Es una desgracia no entendernos. El plazo es corto: tres días, y ya no importará” (p.56). Ella lo llama “Morel”. Morel caminó y el narrador dice que “de ida y de vuelta pisó mi pobre jardincito” (p.57). Dice que Faustine lo vio y que su actitud es innoble; que aunque el jardín sea feo no hay por qué pisotearlo, estando él ya bastante pisoteado. Reflexiona sobre Faustine. Es una mujer detestable pero le da curiosidad. Cree que va a matarla o a enloquecer si ella continúa ignorándolo así. Apartado 17 Faustine, el día anterior, no fue a las rocas. Él subió a la colina y se encontró con dos hombres y una señora. Los hombres le daban la espalda y la mujer, dice el narrador, lo miró y se estremeció. Él se escondió. Ella miró el museo y dijo “Ésta no es hora para cuentos de fantasmas” (p.59) y pidió, alegremente, que entraran. Se fueron. Vio venir otra pareja. Una voz conocida dijo “Hoy no fui a ver...” y él se estremeció, suponiendo que Faustine estaría refiriéndose a él. El barbudo había “hecho progresos”, dice el narrador, porque se tuteaban. El fugitivo vuelve a los bajos, decidido a que el mar se lo lleve. Dice que si los intrusos van a buscarlo no se escapará ni se entregará. Apartado 18 Luego de cuatro días de resisitirse, fue a visitar a Faustine. Ella llegó con Morel. Hablaban francés “muy correctamente; casi como sudamericanos” (p.60). Los escuchó hablar. Faustine dijo haber perdido la confianza en Morel. Ya no se tuteaban. Ella dijo que nunca podría creerle. Estuvieron en silencio. Cuando volvieron a hablar, la conversación era exactamente igual a la que él había presenciado (en el apartado 16). El narrador reflexiona: “Las conversaciones se repiten; son injustificables” (p.61). Los sigue escuchando, nota que las palabras y movimientos de Faustine y Morel son iguales a los de ocho días atrás. La única diferencia es que ahora el jardincito está más pisoteado aún, con sus flores muertas. Reflexiona sobre las repeticiones que hay en las conversaciones humanas. Él, habiendo sido testigo de entrevistas de las mismas personas, puede verlo, como si fueran escenas de teatro, que se repiten también. Poco después, sospecha que todo pueda ser una “representación” para hacerle una broma a él.
  • 13. El fugitivo les sale al paso, decidido “a cualquier cosa, pero a nada en particular” (p.64). Señala a Morel y exclama: “La femme á barbe, Madame Faustine!” (es decir, “¡La mujer tiene barba, señora Faustine!” en francés), aunque sin saber muy bien por qué. El narrador apunta que ninguno de los dos interrumpió su tranquilidad. Él estuvo, desde entonces, apenado de vergüenza. Fue a la colina resuelto a arrodillarse ante Faustine. Luego, dice, lo que sucede no tiene explicación: encuentra la colina deshabitada. Apartado 19 Temió que se estuvieran organizando algo en su contra. Recorrió todo el museo, pero no había nadie. Incluso parecía que nunca había habido nadie, porque todo seguía exactamente en el mismo lugar en que él lo había dejado veinte días antes (como la comida y la ropa que había puesto a secar, todo intacto). Gritó el nombre de Faustine, pero no hubo respuesta. Reflexiona sobre la situación y relaciona la visita supuesta de los veraneantes con el hecho de haber probado nuevas raíces en el último tiempo, y por lo tanto haber alucinado. Pero no toma en serio la conclusión. Recuerda su condición de fugitivo y el poder de la justicia. Tal vez, dice, todo sea una estratagema. Debe seguir resistiendo. Revisó toda la isla antes de acostarse. Acepta que los intrusos no están. Vuelve al museo de noche, nervioso. Intenta prender la luz eléctrica, pero no hay luz. Eso le hace pensar que las mareas suministran energía a los motores, y desde las últimas mareas había habido un largo intervalo de calma. Cierra todo y baja al primer sótano. Se siente abatido, pero no encuentra sentido a suicidarse, ya que Faustine desapareció y, por lo tanto, no obtendría “la anacrónica satisfacción de la muerte” (p.67). Análisis En estos apartados se hacen presentes temas que serán muy relevantes en la novela: el del doble, el de la representación, el de la repetición. En general, estos temas aparecen relacionados. En cuanto al tema del doble, se observan en estos apartados diversas instancias en las que aparecen imágenes de desdoblamiento o de paralelismo entre dos indentidades. Una de estas instancias es la reflexión que el narrador hace sobre sí mismo comparándose con Ayax, pero luego diciendo que él sería, en esa analogía, los animales que mata Ayax. Algo similar sucede con el sueño del croquet: él sabe que está matando a un hombre por estar jugando, y luego él es ese hombre. Ambas imágenes sugieren la idea de un espejo que confunde (y multiplica) identidades. Tanto en una ocasión como en la otra, él ejerce una violencia sobre otro y luego es también el otro. Es decir, descubre que él es su propia víctima. Este tema se relaciona con la trama a través de la dupla creador-creación: Morel también sufre las consecuencias de su propia invención. De esta forma, a la vez que el narrador se ve a sí mismo duplicado, queda asociado también a Morel, que funciona, en varios planos, como su doble en la novela. En la misma línea, la “obra” del fugitivo es muy significativa. Él intenta recrear, utilizando flores, a la mujer que ama. De alguna manera, el movimiento es análogo al de Morel, que
  • 14. también logra “copiar” a su mujer amada, grabándola y proyectándola eternamente. En ambos casos, se trata de una duplicación, una copia, por vías artísticas. En esta línea, justamente, el fugitivo también dice que él no es el hombre que ese jardín hace temer, pero sin embargo lo ha creado, y que eso le hace reflexionar sobre los peligros de la creación a la hora de tratar con varias conciencias. La relación es clara: esa misma reflexión podría tenerla Morel respecto de su propia obra. Ambos, entonces, son víctimas de su propia creación. El tema del doble vuelve a aparecer así en estrecha relación con el problema de la representación. Teniendo en cuenta que la novela en sí misma constituye una instancia de representación, por otro lado, este paralelismo entre el fugitivo y Morel como "creadores" frente a su "creación" puede leerse, también, en relación a la instancia "autor"-"novela". En esta clave de lectura, toda reflexión que se haga en torno a la invención de Morel o la "obra" del fugitivo puede ser pensada como una reflexión sobre el estatuto mismo de la literatura. La novela, así, puede pensarse como una "copia" de elementos de la realidad que agrega "imágenes" al mundo. Este tipo de empresa creativa constituye un "peligro" en tanto trata con varias conciencias, como la de numerosos lectores cuyas interpretaciones o afecciones se salen del control del autor. El asunto de la "obra" del fugitivo, además, trae a colación un elemento enigmático que luego se resuelve: la situación de las flores. Las del bajo mueren de inmediato y las de la colina resisten un poco más, debido a la diferencia de naturaleza entre ambas: unas son proyectadas y otras, originales. Otro fenómeno presente en estos apartados es el relativo a la luz: cuando encuentra la colina deshabitada, tampoco puede encender la luz. El fugitivo realiza una asociación entre la falta de luz y la ausencia de fuerza en las mareas. Esa conclusión es acertada. Lo que en esta instancia falta a la reflexión del narrador es asociar la misma ausencia de fuerza a la desaparición súbita de los habitantes (luego la trama revelará que las máquinas de proyección dependen de esa fuerza para funcionar). En un momento, el narrador habla de sus tres porvenires posibles: “La compañía de la mujer, la soledad (o sea la muerte en que pasé los últimos años, imposible después de haber contemplado a la mujer), la horrorosa justicia” (p. 50). Establece una relación que se repite a lo largo de la novela, que es aquella entre la soledad y la muerte. En esta frase, establece una relación directa entre ambos conceptos: él estaba muerto porque estaba solo. También lo hacen las frases con la que quiere acompañar su “obra”: “Mi muerte en esta isla has desvelado” (p.51) o “Ya no estoy muerto: estoy enamorado” (p.52). Más adelante, afirmará lo contrario: no se puede estar muerto mientras se esté solo, porque no hay cómo notarlo. De cualquier modo, se alude a la muerte repetidas veces en la novela. Incluso, en el mismo apartado, el narrador manifiesta: “me alegraba ser un muerto insomne” (p.51). Luego, cuando descubre que Faustine ha desaparecido, dice que ya no tendría sentido suicidarse. Eso refiere a que el hecho no tendría efecto en ella ("la anacrónica satisfacción de la muerte", p.67). Esto se comprende más fácilmente si se postula en reverso: solo se está muerto si se está muerto para alguien. Cuando esto se enlaza a la idea del desamor, entra la idea de “satisfacción” que el narrador postula en esta escena: el placer de que alguien sufra su muerte. Esa satisfacción es anacrónica porque, por supuesto, no se está vivo para sentirla.
  • 15. En relación a la mujer, nuevamente aparecen rasgos en su comportamiento que funcionan como indicios de su naturaleza fantasmática. El narrador dice, sobre la crueldad, que supone en la mujer, por su indiferencia, que su “táctica es inhumana” (p.55). Este es otro indicio del carácter no humano de la mujer que se presenta ante él. En la misma línea, describe el modo en que la mujer se desplaza y dice: “Se movió con esa libertad que tenemos cuando estamos solos” (p.52). Con la frase, el narrador busca expresar una comparación que describa su sensación. Sin embargo, al desarrollarse la trama, sabemos que la soledad es más bien literal: la mujer se mueve como si estuviera sola porque, efectivamente, estaba sola al momento de realizar esos movimientos. Lo que el fugitivo ve es una proyección de ese momento pasado. De la misma manera, él lee una “estricta delicadeza” y cierta amabilidad en esta indiferencia de la mujer, ya que supone que ella está disimulando el desagrado que le produjo el “jardincito”, haciendo como que no lo ha visto. Dice: “No lo olvidaré: dominó el desagrado que le produjo mi horrendo jardincito y simuló, piadosamente, no verlo” (p.54). Lo fantasmático aparece, también, en relación a sí mismo: ”Por momentos pienso que la insalubridad extraordinaria de la parte sur de esta isla ha de haberme vuelto invisible” (p.58). Esta no es la única reflexión que, en estos apartados, el narrador hace sobre su propia condición: en una ocasión sugiere que las apariciones que vio pueden responder al hecho de haber comido raíces venenosas, y por lo tanto haber alucinado. Ese comentario ejemplifica uno de los modos en los que se construye el procedimiento del narrador no fiable: intercala observaciones asombrosas, de presencias extrañas, con reflexiones acerca de su dudoso estado mental al momento en que se le aparecieron. En torno a la mujer y su conversación con Morel, aparece por primera vez en la novela uno de los temas más importantes, que es el de la repetición. El fugitivo nota que las palabras y los movimientos de Faustine y Morel son las mismas que ocho días antes. Sin embargo, en esta ocasión, no lo atribuye a un fenómeno sino que inmediatamente elabora, en base a esa observación, una teoría sobre las conversaciones. Dice que “como en el teatro, las escenas se repiten” (p.62). Es llamativo, conociendo el desarrollo de la trama, que la comparación a la que recurre sea teatral, del orden de lo espectacular. En la misma línea, poco después teme que todo sea una “representación” para burlarse de él. Estas apreciaciones, además de hacer presente, nuevamente, el tema de la representación, constituyen indicios del desenlace. La escena de la conversación, por otro lado, puede relacionarse con la escena en la que el fugitivo ve a los veraneantes escuchando música bajo la tormenta. En ambas se evidencian diferencias entre dos planos superpuestos: el real y el proyectado. Mientras que la conversación entre Morel y Faustine es exactamente igual, lo único diferente respecto a ocho días antes es que el jardincito del fugitivo está mucho más pisoteado. En la superposición, se evidencia cómo un plano no es afectado por el tiempo y el otro sí: el diálogo entre imagenes se repite, imperturbable, frente a la decadencia progresiva del jardincito de flores. La misma imagen puede verse cuando el fugitivo encuentra en el museo, ahora deshabitado, que las cosas (su ropa, la comida) estaban en el mismo lugar donde él las había dejado (en veinte días, los supuestos habitantes no habían modificado eso), pero dando cuenta del paso del tiempo (la ropa está seca, la comida está podrida). Esto puede representar el signo del paso del tiempo transformando la materia, deteriorando la carne (en el caso de la comida podrida), frente a la imperturbabilidad de lo espiritual, es
  • 16. decir, la presencia de los veraneantes es lo repetitivo, lo igual, lo eterno, porque de ellos hay solo conciencia, espíritu, imagen proyectada. Esta contraposición entre la carne y el espíritu en relación al paso del tiempo y a la muerte es uno de los temas más importantes de la novela. a invención de Morel Resumen y Análisis Apartados 20-24 Resumen Apartado 20 El fugitivo cuenta que intentó hacer funcionar la usina de luz. Hubo unas explosiones débiles. Cuando subió, se le aparecieron enfrente dos hombres. El narrador dice que eran un cocinero y un sirviente, y que hablaban en español de las ocurrencias de Morel. Luego se fueron, cuando alguien anunció que la comida estaba lista hacía una hora. El narrador pensó en huir, pero lo supo imposible. Decidió vigilar a esa gente y esperar. Se escondió en un cuartito debajo de la escalera. Se preguntó cómo podían haber llegado esas personas a la isla, teniendo en cuenta la tormenta, y más que nada, cuándo: alguien dijo que la comida estaba lista desde hacía una hora, pero hacía sólo quince minutos que él había bajado a encender los motores, y en ese entonces no había nadie. Como nombraron a Morel, asume que todo el grupo volvió a la isla. Apartado 21 Subió y se asomó al comedor. Había más de una docena de personas sentadas a la mesa. Encontró a Faustine. Morel estaba enfrente de ella. Escuchó la conversación. Morel propuso el tema de la inmortalidad. A un lado de Faustine estaba Dora, una mujer rubia y risueña. Después estaba Irene, una muchacha alta con expresión de asco. También estaba la que había dicho “no es hora para cuentos de fantasmas” la noche en la que el fugitivo subió a la colina. La gente se fue al hall. El fugitivo bajó por la escalera y vio a Irene y a otra mujer dialogando. Siguió bajando y vio a Morel jugando a las cartas con cinco personas. Pasó un tiempo queriendo averiguar si los pies de Morel y Faustine se tocaban bajo la mesa. De pronto, dice, notó que un sirviente lo había estado mirando. El fugitivo se alejó corriendo y se escondió entre columnas sobre el acuario. Allí vio que estaban nadando peces idénticos a los que había sacado, podridos, el día de su llegada. Apartado 22 El fugitivo cuenta que vio a Faustine subir la escalera junto a Dora y Alec. La contempló; ella es la razón por la que él arriesga todo. Los siguió hasta que ellos entraron a un cuarto.
  • 17. El fugitivo entró al de enfrente, iluminado y vacío. Quiso apagar la luz pero la llave estaba atrancada. Se escondió. Apareció Dora. El narrador dice: “Sus ojos pasaron por mí” (p.74). Ella salió, sin intentar apagar la luz. Él quedó aterrado. No se fue porque no quiso dejar ese cuarto que le permitía vigilar el otro, en el que estaba Faustine. Se durmió. Dice que soñó que Faustine entraba a su cuarto y que estaba cerca de él. Se despertó. No había luz. Llegó al corredor, había total silencio. Bajó una escalera, llegó a una puerta y quiso abrirla. Ni siquiera pudo mover el picaporte. Se convenció de que salir era imposible. Escuchó pasos. Caminó por la oscuridad, llegó adentro de uno de los cálices de alabastro. Se preguntó si Faustine se habría quedado sola con Alec en la habitación. Lo despertaron voces, a la mañana. Quiso salir. No pudo mover las cortinas; le parecían de piedra. Sintió desmayos, ganas de reír, caminó sin miedo. Quiso abrir otra puerta hacia afuera y no pudo. Oyó pasos. Corrió. En el hall encontró a Irene y a la mujer que hablaba de fantasmas, y a otro joven declamando poesía en francés. El fugitivo caminó entre ellos, casi los tocó. Se arrojó por la ventana y corrió barranca abajo. Escribe que tal vez no lo hayan visto en el museo. Pasó todo el día y nadie fue a buscarlo. Apartado 23 Se dirige a los lectores de su “informe”. Quiere datar que, al día siguiente de la segunda aparición de los intrusos, se vieron “las dos lunas y los dos soles” (p.78). Asume que se trata de un fenómeno de espejismo. El segundo sol le parece mucho más violento. Siente que en el último día ascendió la temperatura terriblemente. Cita una frase de Cicerón en De Natura Deorum, en latín. Una nota al pie del “editor” indica que la citó mal, pues se salteó la palabra más importante, que se traduce por “duplicado”, “repetido”, “reiterado” (p.79). Anota que hay infinidad de mosquitos. Siente nostalgia de cuando era “dueño de la subordinada soledad” (P.79). Apartado 24 El narrador reflexiona sobre la naturaleza de los intrusos y de sus encuentros con ellos. Postula cinco hipótesis. La primera es que él tenga la famosa peste y que eso le provoque efectos en su imaginación. Segunda: el aire de los bajos y la mala alimentación lo han vuelto “invisible” (p.80), y los intrusos no lo han visto. Sin embargo, no es invisible para los pájaros, ratas, mosquitos. Tercera hipótesis: los "intrusos" son seres de otro planeta, que no ven ni oyen. El idioma francés, en el que hablan, es un elemento paralelo de los distintos mundos. A la cuarta hipótesis, dice, llega por un sueño. Soñó que estaba en un manicomio y Morel era el director. Él alternaba entre saberse en la isla, creerse en el manicomio y ser el director del manicomio. La quinta hipótesis: los intrusos son un grupo de muertos amigos. Él sería un viajero “como Dante o Swedenborg”, u otro muerto, pero de una casta distinta. La isla sería el purgatorio o el cielo de aquellos muertos. Dice que entiende por qué los novelistas proponen fantasmas quejosos; porque los muertos siguen entre los vivos. Les cuesta renunciar a sus costumbres de vivos. Pensó en Faustine, fuera de su alcance entonces.
  • 18. Acumuló pruebas que mostraban su relación con los intrusos “como una relación entre seres en distintos planos” (p.82). Supone que en la isla sucedió una catástrofe imperceptible para “sus muertos (yo y los animales que la habitaban)” (p.82) y que después habrían llegado los intrusos. Le entusiasmó la idea de estar muerto. Recapituló su vida anterior, los meses que estuvo en la isla. Pensó que su muerte podría haber sucedido en dos momentos: en su cuarto de pensión, antes de la llegada de la policía, o en el viaje en bote. Supone haber perdido la conciencia antes de llegar. Luego, piensa: “no estuve muerto hasta que aparecieron los intrusos; en la soledad es imposible estar muerto” (p. 83). Análisis En estos apartados aparecen más indicios de la entidad fantasmática de los personajes de la isla, pero las hipótesis del narrador suelen tender a la propia invisibilidad. El cocinero y el sirviente “aparecen” frente al fugitivo y hablan con tranquilidad, “como si no hubieran oído mis pasos, como si yo no estuviese” (p.68). Sin embargo, observa hechos que no respetan la lógica de la realidad. Por ejemplo, se pregunta cómo y cuándo llegaron a la isla los hombres que acaba de cruzarse, e intenta razonar relacionando hechos lógicos. Dice: “La comida estaba lista desde hacía un rato largo; no hacía un cuarto de hora que yo había bajado a los motores, que no había nadie en la isla” (p.69). Aún ignora que la presencia de esos hombres se debe, justamente, a que él ha encendido los motores de la proyección. El narrador integra en su relato los hechos junto a sus suposiciones, ya que en ese momento los cree datos objetivos. Por ejemplo, dice ver a un sirviente que “lo estuvo mirando” (p.72). Más adelante sabremos que eso es imposible, y que la escena se debe a una mera coincidencia (el fugitivo estaría en el espacio al que la proyección dirige su mirada, pero en planos temporales distintos). Este tipo de ambigüedades responde, como hemos dicho, a que los hechos son presentados por un narrador no fiable. En relación a esto, cabe destacar cierto estilo narrativo, presente en estos apartados, que tiene que ver con la percepción limitada del fugitivo. El narrador refiere, en varias ocasiones, a los habitantes de la isla por medio de sus partes. En general, esto se ve asociado al temor, al miedo a ser descubierto. Por ejemplo: "Empecé a caminar por el corredor, a sentir que inesperadamente se abriría una puerta y yo estaría en poder de unas manos bruscas y de una voz inamovible, burlona" (p.75). En este caso, además, la sinécdoque (las manos y la voz aluden, en verdad, a la persona que posee esas manos y esa voz) responde a la oscuridad: no pudiendo ver, sentiría a su enemigo por vía del tacto (manos) y del oído (voz). La percepción limitada del narrador se combina con la cuestión de la superposición de planos. El fugitivo ve, en el acuario, peces “idénticos” a lo que él había sacado, ya muertos y podridos, el día en que llegó a la isla. Ese fenómeno responde también a la proyección: los peces proyectados son los que, después de haber sido grabados, terminaron pudriéndose. También responde a la superposición de planos la presencia de los dos soles y las dos lunas. En resumen, entonces, en estos apartados el narrador explicita la teoría de los dos planos, refiriéndose a las diferencias en la naturaleza entre él y los intrusos. Sin embargo, en esta instancia, y debido a su percepción limitada, la teoría invierte la relación: él cree que él es el muerto, no los otros. Una vez más, por otra parte, la reflexión sobre la muerte entra en
  • 19. relación con la idea de soledad: “no estuve muerto hasta que aparecieron los intrusos; en la soledad es imposible estar muerto” (p. 83). La teoría de los dos planos bien puede relacionarse, nuevamente, con el tema del doble. Este tema, en tanto desdoblamiento de identidad, también vuelve a hacerse presente en un sueño del fugitivo: “Morel era el director. Por momentos, yo sabía que estaba en la isla; por momentos, creía estar en el manicomio; por momentos, era el director del manicomio” (p. 81). En esta ocasión, el paralelismo entre Morel y el fugitivo se hace explícito. En relación a este punto, cabe destacar que cuando el fugitivo se detiene a contemplar a Faustine dice que ella es la mujer por la que él arriesga todo. Ignorando que la amenaza de los intrusos no es real, se refiere a estar arriesgando la propia vida. El mismo riesgo corre Morel con su invento, que termina llevándose su vida y las de sus amigos. La invención de Morel Resumen y Análisis Apartados 25-30 Resumen Apartado 25 Dice el fugitivo: “Esto es un infierno” (83), refiriéndose a la isla bajo esos dos soles que lo abruman. Dice que súbitamente apareció un buque de carga, blanco, muy cerca. Los intrusos se juntaron en los bordes de la colina, saludaron con pañuelos. Desembarcó en la isla un marino vestido de oficial o capitán. Subió a la colina. El fugitivo subió por otro lado. Los intrusos le preguntaron al marino por el viaje y si “había conseguido todo en Rabaul” (p. 84). Morel se llevó al hombre para hablar con él. El fugitivo temió que el buque viniera a llevarse al grupo. Pensó en raptar a Faustine, o meterse en el buque, o dejarla ir. Piensa en hablar, en explicarle a Faustine o a Morel su situación y, si cae mal su historia, matarse o hacerse matar antes de llegar a prisión. Recuerda que un hombre alto le dijo a Morel que se hacía tarde y que debían preparase. Morel le pidió un momento. Un hombre gordo y dos más corrieron hacia el museo. El grupo los siguió. El fugitivo no sabe qué hacer, pero pronto ve a Faustine, Morel, Dora, Alec y algunos más bajar a la pileta en traje de baño. Ve a los hombres trotar como para sacarse un frío “inconcebible en este régimen de dos soles” (p. 87). El fugitivo piensa que el grupo se desilusionará al asomarse a la pileta que, desde que él no limpia, está verde, opaca, con pájaros muertos, víboras, sapos. Impenetrable “al menos para una persona normal” (p. 87). Pero Faustine se zambulle. El fugitivo los oye agitar el agua y reir. Los demás nadan. Apartado 26
  • 20. El narrador decide contar lo presenciado, anunciando que se trata de hechos inverosímiles y sin embargo reales. Iba a vigilar día y noche. Le pareció innecesario e iba a irse, pero apareció el muchacho de pelo negro y cejas cargadas. Pronto sorprendió a Morel, que espiaba, escondido en una ventana, y luego bajó la escalinata. Lo escuchó: decía que iba a someter a algunos a algo, que lo contaría a la noche, y que no quería que las mujeres se enteraran. Luego, Morel se fue corriendo. Apareció un barbudo gordo. Morel volvió. El narrador oyó que decía: “¿...si yo le dijera que están registrados todos su actos y palabras?” (p. 89). El otro respondió que no le importaría. El narrador se preguntó si habrían descubierto su diario. Salieron caballeros y criados y pusieron sillas, donde se sentaron las mujeres. Los hombres se echaron al pasto. El narrador recuerda su patria. Faustine cruzó hacia las rocas. El narrador dice que ya es molesto cuánto quiere a esta mujer con la que no ha hablado nunca. Ella se levantó y el narrador dice haberse puesto muy nervioso, como si ella hubiese podido oír lo que él imaginaba y se hubiera ofendido. Pero fue a buscar un libro en el bolso y volvió a sentarse. En un momento, cuando “se entró el más débil de los soles” (p.92), el fugitivo la siguió, se arrodilló y le gritó: “Faustine, la quiero” (p. 92). No sabe qué pasó después, porque lo ahuyentaron unos pasos y se escondió. Era Morel, que decía que necesitaba hablarle. Faustine aceptó y le dijo de ir al museo. Morel no quiso porque estaban los amigos. Ella se negó a quedarse. Morel le pidió que a la noche, cuando todos se fueran, ella se quedara. El fugitivo los vio irse caminando del brazo, en silencio. Se propuso vigilar a la noche. Apartado 27 Se escucharon dos temas musicales que los veraneantes solían hacer sonar, Té para dos y Valencia, hasta la madrugada. De pronto vio “un fantasma del Tratado de Belidor” (p.94), el libro que él se había llevado quince días antes. Sacó de su bolsillo el que tenía y observó que no eran dos ejemplares, sino el mismo ejemplar dos veces (con los mismos corrimientos de tinta). Se escondió en el salón verde, desde donde podía ver el salón del acuario. Morel ordenó poner sillas como en una sala de conferencias. Fueron entrando todos. El narrador transcribe el diálogo textual, porque “viendo a esa gente, oyendo esa conversación, nadie podía esperar un suceso mágico ni la negación de la realidad que vino después” (p.95). Luego escuchó a Morel hablar con unos hombres para que buscaran a otro. Esos hombres dijeron ya haber recorrido todo. El fugitivo, creyendo que se referían a él, se sintió acorralado. Sin embargo, escuchó a Dora anunciar que Haynes dormía en el cuarto de Faustine. El fugitivo dice: “Ahora se me ocurre que tal vez nunca haya ocupado la atención de esta gente… Es más: ahora sé que no pueden buscarme” (p.97). Sin embargo, se pregunta si no es todo una máquina para capturarlo. A pesar de lo que ahora sabe, está acostumbrado a temer a esos hombres. Morel tenía hojas escritas a máquina y cartas con recortes de avisos de Yachiting y Motor Boating, con precios de barcos.
  • 21. Apartado 28 Cuenta el fugitivo que Morel anunció que iba a leer una declaración. El fugitivo apunta que al día siguiente encontró las hojas de las que leyó Morel y las guardó. Inserta entonces las palabras de Morel en su relato. En su discurso, Morel se disculpaba por “esta escena, primero fastidiosa, después terrible. La olvidaremos” (p.98). Admitía que no les iba a decir nada, pero que por ser sus amigos tenían derecho a saber que los grabó sin su autorización. Según su último invento, vivirían en esa fotografía siempre, como un escenario en que se representara la vida de los integrantes del grupo durante siete días, interpretados por ellos mismos. En este momento del discurso, el fugitivo vio que los que escuchaban se indignaron. Morel continuó diciendo que podría haberles anunciado que vivirían para la eternidad, pero se hubiese arruinado, hubiese quedado forzado. Prefirió grabar una semana agradable y eternizarla. Dijo luego que faltaban algunos amigos: Claude, que no había querido interrumpir la escritura de su novela sobre un desacuerdo entre Dios y el individuo, y Madeleine, que hacía años no iba a la montaña por temas de salud. También faltaba Leclerc, que había ido a Florida, y el “pobre Charlie”. El narrador apunta que por el tono solemne y la inmediata actitud de todos, Charlie debía de haber muerto recientemente. Morel ofreció su invento a quien lo quisiera ver. El aire de la sala estaba horrorizado. Morel dijo luego que había tenido, en el último tiempo, dos ocupaciones primordiales: pensar en sus inventos y “pensar en…” (p.101). El narrador anota que esto restableció la simpatía entre Morel y la sala, incluso motivó aplausos. Morel dijo que el invento le parecía un “increíble proyecto" con el cual "dar perpetua realidad a mi fantasía sentimental” (p.101). Dijo que lo había empujado a la acción la esperanza de enamorar a una mujer, y que la esperanza, en su presente, había quedado muy lejos. Dijo que tuvo que emplear una táctica. Primero pensó en que fueran solos a la isla, pero era imposible; nunca la había visto sola desde que le había confesado su pasión. También pensó en raptarla, pero hubieran peleado “eternamente”. Luego, Morel anunció que explicaría su invento. Apartado 29 El fugitivo le propone al futuro lector que juzgue él mismo las palabras de Morel y continúa con la transcripción de la conferencia. Morel habla de la radiotelefonía, el cinematógrafo, la fotografía, la televisión, el teléfono: inventos que procuraron contrarrestar ausencias, en cuanto al oído o en cuanto a la vista. A eso, según él, se ha limitado la ciencia hasta hace poco. Morel dice haber decidido continuar el razonamiento y las enseñanzas de los sabios inventores. Agradece a industriales de Francia y de Suiza por comprender la importancia de sus investigaciones y prestarle sus laboratorios. Dice que trabajó solo, buscando ondas y vibraciones inalcanzadas e ideando instrumentos para transmitirlas. Obtuvo la sensación olfativa, térmica y táctil. Se enfocó en la “retención de las imágenes que se forman en los espejos" (p.104). Mediante un juego de receptores logró hacer aparecer a la persona (tomó como ejemplo a Madeleine) “completa, reproducida, idéntica” (p.105). Explica que su máquina
  • 22. tiene tres partes. La segunda graba, la tercera proyecta. La proyección no necesita pantalla; se acoge al espacio. Morel dice que pensó en tomar escenas de la vida de él y de sus amigos, componer un álbum “de presencias muy durables y nítidas” (p.106), como un legado. Observó que las reproducciones de objetos serían objetos, pero las de animales o plantas no serían animales ni plantas. Los simulacros de personas no tendrían conciencia de sí. Las personas se reconstituyen y desaparecen si él desconecta el proyector. Viven los momentos capturados por las máquinas y, al acabar, los repiten. Las imágenes, dice, no se pueden distinguir de las personas vivas. Morel afirma: “Congregados los sentidos, surge el alma” (p.107). Utiliza el ejemplo de Madeleine: si ella está a la vista, al oído, al sabor, al olfato, al tacto, está Madeleine. Morel afirma que puede llamarse “vida” a lo que está latente en un disco o hace funcionar las cosas. “¿No perciben un paralelismo entre los destinos de los hombres y de las imágenes?” (p. 108), pregunta. Afirma que las imágenes tienen alma y que eso lo confirman “los efectos de mi máquina sobre las personas, los animales y los vegetales emisores” (p. 108). Morel agrega que los primeros ensayos los hizo con empleados de la casa Schwachter. Los tomaba trabajando sin avisarles. Hubo fallas, a veces menos notorias, a veces más. Apartado 30 El fugitivo continúa relatando lo que presenció. Cuando Morel terminó de hablar, Stoever le preguntó si podían ver las primeras imágenes. Morel le dijo que sí, pero advirtió: “hay fantasmas ligeramente monstruosos” (p. 109). Stoever insistió en verlos porque recordó “unas muertes inexplicadas” en la casa Schwachter. Alec trató a Stoever de “creyente” y este respondió que después de que Morel los tomó, los empleados murieron. Morel salió del cuarto y los demás gritaron. Stoever se enfureció. Explicó que todos iban a morir, ahora que Morel los había “tomado”. Un hombre de dientes salidos fue a buscar a Morel, pero volvió diciendo que había sido imposible traerlo. Salieron, de a grupos, todos. El fugitivo los escuchó hablar. Luego no hubo ruidos, y quedaba poca luz. El fugitivo dudó si la gente se había ido a dormir, o si acaso estarían acechando para capturarlo a él. Fue a la mesa y se guardó los papeles en el bolsillo. Saltó por una ventana y bajó corriendo. Análisis El narrador recurre a una metáfora para describir la isla (implícita en la expresión): “Esto es un infierno” (83). Se refiere, más expresamente, al calor, producto del fenómeno de la duplicación de soles. Sin embargo, el contexto en que se enmarca esta frase permite pensar una significación que excede la temperatura. En el apartado anterior, ha postulado hipótesis acerca de la identidad de los intrusos y la propia. La última, que llega a convencerlo,
  • 23. propone que él mismo está muerto. Debido a los dolores y terrores que sufre en la isla, la comparación puede indicar que el fugitivo asocia el lugar de su muerte con el infierno. Desde el punto de vista de la información, en estos apartados se concentra lo más importante de la novela: se devela el misterio principal, que es la naturaleza y aparición de los habitantes de la isla. Además, se devela en conjunto la causa de muerte de todos ellos: Stoever se alarma por lo sucedido con los empleados que Morel ha tomado antes. También se brindan elementos que permiten ampliar el conocimiento que tenemos acerca del narrador en tanto personaje. El fugitivo, temiendo que sea la última oportunidad de probar suerte con Faustine, imagina lo que le diría, y así nos enteramos de que estuvo preso, condenado a perpetua, de que es escritor y que siempre ha querido estar en una isla solitaria, por lo que sintió irritación cuando apareció la gente, pero ahora teme que se vayan. El narrador comienza con esta frase a contar lo que ha descubierto: "Contaré fielmente los hechos que he presenciado entre ayer a la tarde y la mañana de hoy, hechos inverosímiles, que no sin trabajo habrá producido la realidad..." (p.88). Unas páginas antes había esbozado al menos cinco hipótesis acerca de la naturaleza de los intrusos. Ahora sabe que ninguna de ellas es acertada. De esta manera, da inicio a lo que podríamos considerar la segunda parte de la novela, a lo largo de la cual se desenlaza la trama y se explican los acontecimientos anteriores. En esta frase, por otro lado, se condensa cierta poética de la novela. En este sentido, se hace presente el tema de la representación en tanto reflexión sobre el estatuto de la literatura. Podríamos pensar que el autor ofrece la clave de lectura para analizar los sucesos que acontecen en el relato: aunque resulten "inverosímiles", son productos de la "realidad", aunque mediante un "trabajo". Ese trabajo, en la trama, alude a las invenciones de Morel, pero también podríamos considerarlo una alusión autorreferencial, al propio trabajo narrativo que Bioy Casares desarrolla en la novela para lograr este particular relato fantástico con tintes de ciencia ficción. También se hace presente el tema de la representación cuando el narrador anuncia haberse quedado con las hojas de Morel: hay una nota al pie, donde el “editor” anuncia que entrecomillará el texto de las páginas de Morel y que “lo que va sin comillas son anotaciones en los márgenes, a lápiz, y de la misma letra en que está escrito el resto del diario” (p.98). Al igual que las demás “notas de editor”, el recurso narrativo contribuye a la ilusión de realidad. De hecho, en esta se explicita aún más esa intención. Alude a una instancia en la que supuestamente el editor accede al diario manuscrito, cuya caligrafía coincide con la de otras anotaciones al margen del discurso de Morel. De esta manera, se legitima la “existencia” de la voz que relata la novela, siendo la prueba de esa existencia el diario, que ha quedado como documento. En estos apartados se nos presenta un relato enmarcado y aparece la voz de Morel, supuestamente insertada de manera fiel en el relato del fugitivo. En ese relato, además de que se presentan las bases del invento de Morel, lo cual devela los principales misterios de la novela, nos enteramos de que este es un hombre enamorado. En estos apartados se consolida aún más el paralelismo entre los personajes de Morel y del fugitivo. Hay un paralelismo entre la lógica que expone Morel, las reflexiones que ha tenido en torno a cómo enamorar a su amada y el modo en que decidió actuar, por un lado, y la lógica, las reflexiones y el modo de actuar del fugitivo, por el otro. Se hace presente, por lo tanto, el
  • 24. tema del doble en la relación narrador-Morel, al punto de que la mujer homenajeada es, de hecho, la misma. El fugitivo había considerado, al ver el buque, raptar a Faustine y llevarla consigo, pero entiende que pelearían. El mismo razonamiento expone Morel en su discurso. Por otro lado, Morel manifiesta que ha dividido todo su tiempo en pensar en sus inventos o pensar en una mujer. Lo mismo hemos visto hacer al fugitivo, que oscila entre sus investigaciones y sus registros y la esperanza de conquistar a Faustine. En la misma línea, Morel, mediante sus máquinas, grabó siete días de sus amigos. Podríamos decir que los registros del fugitivo, en su diario, procuran hacer lo mismo. De hecho, el fugitivo cree que están hablando de su diario cuando escucha a Morel decir “¿...si yo le dijera que están registrados todos su actos y palabras?” (p. 89). Debido a la información que se revela sobre la naturaleza de las apariciones, se hace presente el procedimiento del narrador no fiable: la mayoría de las observaciones que ha hecho antes se revelan erróneas. Al mismo tiempo, sin embargo, el fugitivo reflexiona sobre su propia percepción, enfrentándose a un problema: tiene dificultades para aceptar la realidad que ha descubierto. El fugitivo dice: “Ahora se me ocurre que tal vez nunca haya ocupado la atención de esta gente… Es más: ahora sé que no pueden buscarme” (p.97). Y luego agrega: "Nuestros hábitos suponen una manera de suceder las cosas, una vaga coherencia del mundo. Ahora la realidad se me propone cambiada, irreal. Cuando un hombre despierta o muere, tarda en deshacerse de los terrores del sueño, de las preocupaciones y de las manías de la vida. Ahora me costará perder la costumbre de temer a esta gente." (p.97). Podemos observar que en estas citas se repite cuatro veces la palabra “Ahora”. Eso indica el presente de la narración: en el momento de escritura, el fugitivo ya ha escuchado la conferencia de Morel y conoce, por lo tanto, la verdad. El tema de la disyuntiva entre realidad e ilusión es quizás el más importante de la novela. Estos fragmentos corresponden a la primera entrada del fugitivo después de haber escuchado la conferencia en la que Morel confiesa su invento a los veraneantes. El narrador, sin embargo, oscila entre distintos sentimientos: por momentos lo tranquiliza el hecho de saber que no pueden buscarlo; por otros, sigue temiendo que todo sea una máquina para capturarlo. En el segundo fragmento citado postula el carácter humano de estas oscilaciones entre lo que consideramos real o irreal, comparándolo con el momento en que nos depertamos y tardamos en discernir qué era parte del sueño y qué de la vigilia. The Alchemist Video Summary
  • 25. La invención de Morel Resumen y Análisis Apartados 31-40 Resumen Apartado 31 El fugitivo desconfía del discurso de Morel, acerca de que él y sus compañeros sean “apariencias”. Teme que todo sea un plan de la policía para atraparlo. Cuenta que se durmió y soñó con Faustine. Se despedían, ella se iba en el barco. Después volvían a estar solos, despidiéndose con amor. Dice que se despertó llorando, temiendo que mientras dormía Faustine se hubiese ido. Cuando se levantó y el barco se había ido, quiso matarse, pero luego vio a Dora y Stoever en la colina. Piensa que podría ser cierto lo que dijo Morel. Siente repudio por esa gente y su “incansable actividad repetida” (p. 113). Reflexiona: es terrible estar en una isla habitada por fantasmas artificiales, pero peor aún es estar enamorado de una de esas imágenes. Incluso peor que estar enamorado de un fantasma. Apartado 32 El narrador inserta en el relato las páginas “que Morel no leyó” (p. 113). En ellas, Morel explica las características por las que eligió esa isla: por las mareas, que aseguran fuerza motriz; por los arrecifes, que funcionan de muralla contra invasores; por la luminosidad, claridad que optimiza la captura de imágenes. Una vez descubiertas sus virtudes, dice haber gastado su fortuna en comprar la isla, construir el museo, la iglesia, la pileta. La palabra “museo”, dice, quedó de cuando trabajaba en su invento y aún no sabía su alcance; en ese entonces planeaba erigir grandes álbumes o museos de esas imágenes. Morel anuncia en sus papeles que la isla será un paraíso privado. Tomó precauciones para su defensa. Allí estarían eternamente él y sus amigos, aunque partan al día siguiente, repitiendo consecutivamente lo vivido la semana anterior. Las imágenes mantendrían la conciencia tenida en el momento de ser grabados, así como también esos recuerdos y ese futuro. Apartado 33 El narrador dice estar impaciente por las imágenes. Le tienta la idea de destruir los aparatos que las proyectan, pero se contiene. Dice estar ocupado en sobrevivir al hambre y al agua. Apunta que busca el modo de instalar una cama en otro lado, porque en los bajos los árboles están podridos y cuando hay grandes mareas o inundaciones no puede dormir. Apartado 34
  • 26. El fugitivo sigue leyendo los papeles de Morel. Estudia el método de clasificación ideado por él. El fugitivo opina que es confuso distinguir por el tipo de ausencias (espaciales o temporales) los modos convenientes para superarlas. Propone, en cambio, distinguir entre “medios de alcance” (radiotelefonía, televisión, teléfono) y “medios de alcance y retención” (cinematógrafo, fotografía, fonógrafo). Piensa en dónde estarán la imagen, el contacto, la voz de los que ya no viven. Le ilusiona la idea de inventar un sistema para recomponer las presencias de los muertos. “La inmortalidad podrá germinar en todas las almas, en las descompuestas y en las actuales” (p.118), dice, y agrega que la conservación de las almas “en funcionamiento” estará asegurada cuando los hombres entiendan que para defender la tierra deben practicar el malthusianismo. Considera lamentable que Morel haya escondido semejante invento. Aunque quizás Morel sea famoso y él no lo sabe. Se imagina a sí mismo comunicando el invento, y obteniendo quizás, como premio, el indulto. Le parece extraño que no se hablara del invento cuando él salió de Caracas. Apartado 35 Ya no le preocupan las imágenes ni le producen repulsión. Vive cómodo en el museo. Confiesa que el roce con las imágenes le produce un ligero malestar, pero que ya se le pasará. “Estoy acostumbrándome a ver a Faustine, sin emoción, como a un simple objeto” (119), confiesa. La sigue, por curiosidad, durante días. Tiene pocas dificultades, a pesar de que abrir las puertas es imposible (ahora sabe que, si estaban cerradas cuando se grabó la escena, también lo están cuando se proyecta). Dice que Faustine cierra la puerta cuando entra a su cuarto. El fugitivo apunta que, cuando entran Dora y Alec, no le es posible entrar sin tocarla. Cuenta que la primera semana esperó en el pasillo durante la noche. La semana siguiente, durante la misma escena, quiso ver desde afuera, pero se lastimó caminando por la cornisa y las cortinas le impidieron ver. Dice que la próxima vez vencerá el temor y entrará junto a Faustine, Dora y Alec. Las otras noches, dice, las pasa al lado de la cama de Faustine y la mira dormir. Apartado 36 El fugitivo dice que es imposible, para él, descubrir algo mirando las máquinas. Advierte que sería "pérfido" suponer, si un día faltaran las máquinas, que él las ha destruido. Dice que su propósito es salvarlas con este informe que escribe, frente a las amenazas del mar y el crecimiento de la población. Añade, con dolor, que su ignorancia científica también constituye una amenaza para la supervivencia de las máquinas. Habla de los peligros que acechan a la isla. Las mareas le hacen temer un naufragio total. Oyó en Rabaul que las islas Ellice son inestables, pero no está seguro de estar en ese archipiélago.
  • 27. Afirma: “asombra que el invento haya engañado al inventor” (p.121). Él mismo creyó que las imágenes vivían, pero que Morel también lo creyera es extraño, ya que él vio todo el desarrollo. En la equivocación de Morel ve el “triunfo de mi viejo axioma. No debe intentarse retener vivo todo el cuerpo” (p. 122). Conviene inventar otro aparato, asegura, para averiguar si las imágenes sienten y piensan. Aún así, razona, las imágenes no estarían vivas. Imagina cómo los hombres armarán, en el futuro, sus paraísos íntimos. Y cómo muchos paraísos íntimos, si las imágenes se tomaron en distintos momentos pero en un mismo lugar, convivirán, ignorándose entre sí. Pero, advierte, serían paraísos vulnerables porque las imágenes no podrán ver a los hombres y los hombres un día necesitarán la tierra y las destruirán. Apartado 37 Se pregunta por la relación entre Morel y Faustine. No hay motivos claros para sospechar que ella esté enamorada de él, dice. Ella fue la única que no se rió en la conferencia. Durante diecisiete días, dice, los vigiló de cerca, sin disimulo. Apartado 38 Dice que Morel se enojaría si él hiciera público el invento. Los amigos también, pero quizás lograría que Faustine se aliara con él. Piensa en la posibilidad de que Morel haya muerto, o que todos hayan muerto en una peste o naufragio. Sería increíble, piensa, pero eso explicaría que él no se haya enterado del invento antes de salir de Caracas. Otra explicación podría ser que no le hayan creído a Morel, que éste estuviera loco, y que la isla fuera un sanatorio de locos. Se imagina a sí mismo llegando a otro continente, contando el invento, haciéndose famoso, y recibiendo luego una denuncia de Morel y una orden de arresto de Caracas. Se convence de que no debe huir: vivir con las imágenes es una dicha. Piensa que, si encontrara a la real Faustine, la haría reír contándole todas las veces que habló y lloró ante su imagen. Luego dice que ese pensamiento es un vicio y debe dejarlo. Apartado 39 Habla de la “eternidad rotativa” que puede resultar atroz al espectador, pero es satisfactoria para sus individuos, que viven siempre como si fuera la primera vez, libres de malas noticias. Reflexiona sobre su propia vida, que en contraste le resulta “irreparablemente casual” (p.127). Apartado 40 Reflexiona sobre la posibilidad de ver a Faustine. Se imagina ese encuentro. Se pregunta, luego, dónde vivirá ella. Quizás en Canadá. También se pregunta si Faustine estará viva.Afirma: Faustine le importa más que la vida. Indaga en las posibilidades de viajar en su búsqueda. El bote se ha podrido y no puede fabricar otro. Esperará que pase un barco,
  • 28. aunque nunca vio a ninguno, salvo el de Morel, pero eso era un simulacro de barco. Piensa en el encuentro con Faustine. Ella sospecharía de él, aún más cuando se enterara de que fue testigo de su vida y de que es un condenado a perpetua. Análisis Las reflexiones del narrador acerca de las máquinas, los modos de clasificación propuestos por Morel y la posibilidad de presentar el invento de Morel como si fuera suyo hacen resonar el tema del doble en la identificación entre el fugitivo y Morel. El narrador dice que cree necesario inventar una nueva máquina que permita averiguar si las imágenes sienten o piensan. Dice: “El aparato, muy parecido al actual, estará dirigido a los pensamientos y sensaciones del emisor; a cualquier distancia de Faustine, podremos tener sus pensamientos y sensaciones, visuales, auditivas, táctiles, olfativas, gustativas” (p.123). El hecho de que rápidamente “Faustine” sea el ejemplo para explicar el invento, deja suponer que el proyecto del narrador sobre este nuevo aparato responde más a razones amorosas que a científicas. Este rasgo del personaje del fugitivo colabora con el paralelismo que la novela construye entre el narrador y Morel, quien se lanzó a diseñar y concretar su proyecto de inmortalización de imágenes a causa de un desesperado amor. Del mismo modo, la voluntad del narrador de construir una nueva máquina que detecte los pensamientos y sensaciones podría estar respondiendo a su anhelo de conocer la interioridad de Faustine y saber si su amor es correspondido. Además, contribuye a este paralelismo el hecho de que el fugitivo se dedique a estudiar las hojas de Morel e intente corregir o mejorar conceptos, que reproduce a la vez la actitud que Morel tuvo respecto de inventores anteriores a él. En el mismo sentido, es importante mencionar que en varias ocasiones, en estos apartados, el narrador se pregunta qué pasaría si él muestra al mundo el invento como si fuera suyo, es decir, si él, de algún modo, intercambiara su propia identidad por la de Morel. Por otra parte, el tema del doble también resuena en la explicación de Morel acerca de las consecuencias de su invento. Él les dice a sus amigos: Aquí estaremos eternamente -aunque mañana nos vayamos- repitiendo consecutivamente los momentos de la semana y sin poder salir nunca de la conciencia que tuvimos en cada uno de ellos, porque así nos tomaron los aparatos; esto nos permitirá sentirnos en una vida siempre nueva, porque no habrá otros recuerdos en cada momento de la proyección que los hábitos en el correspondiente de la grabación, y porque el futuro,
  • 29. muchas veces dejado atrás, mantendrá siempre sus atributos. (p.115). La primera línea podría, a simple vista, resultar paradójica: dice que, aunque se vayan, seguirán allí para siempre. Sin embargo, lo que está presentando son los dos porvenires que existen desde el momento en que han sido duplicados por las máquinas. Por un lado, estarán los originales y, por el otro, las imágenes de ellos. Estas últimas se regirán en torno al tema de la repetición: "vivirán" en las acciones y la conciencia que hayan tenido al momento de ser captados por los receptores. En estos apartados, además, se exhiben algunos razonamientos del narrador que funcionan como presagios de su decisión final. Por un lado, se convence de que vivir con las imágenes es una dicha, y que no debe huir. También dice que Faustine le importa más que la vida (luego, de alguna manera, morirá para que su imagen exista junto a la de ella eternamente). En la misma línea, apenas se entera del invento de Morel siente repulsión por la condenada repetición en la que existen las imágenes, pero luego no solo se acostumbra a ellas, sino que ve de un modo positivo su “eternidad rotativa” y considera incluso su propia cotidianidad como “irreparablemente casual”. En estas reflexiones se basará la decisión final del fugitivo. En cuanto a Faustine, el narrador reflexiona sobre la idea del fantasma: "Estar en una isla habitada por fantasmas artificiales era la más insoportable de las pesadillas; estar enamorado de una de esas imágenes era peor que estar enamorado de un fantasma (tal vez siempre hemos querido que la persona amada tenga una existencia de fantasma)” (p.113). Desde el punto de vista psicoanalítico, el fantasma es, a grandes rasgos, el modo en que "el Otro" se mantiene presente en la psiquis. Quizás este concepto explique la frase del narrador. Por un lado, la aclaración entre paréntesis puede responder a la idea de que el deseo, cuando se ama a un otro, es que ese otro se mantenga tal y como existe en nuestra mente. Luego, la comparación puede tener que ver con el hecho de que el fantasma de la mujer amada pertenece a la propia imaginación, a la propia psiquis del fugitivo, mientras que esta imagen de Faustine ha sido creada por la máquina de Morel. De algún modo, lo que perturba en esta instancia al narrador es el hecho de haberse enamorado de un "fantasma artificial" creado por su entonces enemigo o competidor. Esta perturbación bien puede pensarse desde la temática del doble: en esta instancia, el fugitivo reconoce un desdoblamiento de la identidad de su amada, puesto que ahora sabe que la mujer de la que se enamoró es en verdad una imagen proyectada, una copia de la original. Por otro lado, el tema del malthussianismo reaparece en las reflexiones del narrador en la medida en que fantasea acerca del futuro del "paraíso" ideado por Morel. Una de las críticas que el fugitivo sostiene en relación al invento de Morel tiene que ver con la materialidad: "no debe intentarse retener vivo todo el cuerpo” (p. 122), afirma el narrador, recuperando sus ideas esbozadas en los primeros apartados. En este sentido, vuelve a apoyarse en la teoría malthussiana, que anticipaba el desastre inminente que habría de traer la explosión demográfica y el mal manejo de los espacios habitables. Una de las consecuencias que preve el fugitivo cuando imagina el uso que los hombres harían de las máquinas de Morel tiene que ver con la superpoblación. Él imagina que lo hombres armarán sus paraísos íntimos, y atiende al hecho de que las imágenes representadas, por tener cuerpo, ocupan
  • 30. lugar en el espacio. Por eso, en un momento, los hombres encontrarán muchos paraísos superpuestos en una tierra que necesitan, y entonces destruirán las imágenes. En este sentido, la materialidad de las imágenes, el "retener vivo todo el cuerpo", es lo que volverá vulnerable la representación y atentará contra la inmortalidad de esos seres. De esta manera se instala la problemática de la representación en tanto el espacio que ocupa en la realidad. Esto estaba ya presente en la novela en torno a la coexistencia de dos planos, donde el representado se superponía con el real. En estos apartados, el narrador lleva a un extremo la idea de superposición de planos, imaginando un futuro donde la coexistencia sea problemática y un plano deba arrasar con el otro, en una lucha por el espacio. Es importante señalar que en este punto se basan ciertas lecturas críticas de la novela: proponen que Bioy Casares, en este relato, predice la problemática de la realidad virtual, fenómeno que reviste, en la actualidad, el extremo de la representación en las redes sociales, que supone una línea cada vez más delgada entre la virtualidad y la realidad fuera de ella. La invención de Morel Resumen y Análisis Apartados 41- 46 Resumen Apartado 41 El narrador anota que el día anterior no hubo imágenes, y que entonces fue a investigar las máquinas: después de un rato empezaron a funcionar. No logró comprender su funcionamiento.Dice que al intentar regresar, se desorientó. Buscó el agujero que él había hecho para entrar al cuarto de máquinas y no estaba; se había reconstruido. Encontró en el suelo el hierro que había usado para entrar la primera vez. Golpeó la pared. No logró romperla. Cayeron algunos pedazos pero la pared siguió intacta. Gritó pidiendo ayuda. Sintió estar en un sitio encantado. Escribe este apartado encerrado en ese sitio. Dice haber entendido que esas paredes son, como Faustine y los demás, proyecciones de las máquinas, y que ningún poder puede suprimirlas. Supone que Morel ideó esa protección para que ningún hombre pudiera llegar a las máquinas, pero estudió deficientemente las mareas y creyó que podría funcionar siempre. Asegura que Morel debe ser el inventor de “la famosa peste que hasta ahora ha protegido muy bien a la isla” (p. 135). Dice que debe aprender a manejar los motores verdes, pero que no es fácil encontrar la llave que los desconecta. Agrega que gracias al tragaluz no morirá como aquel capitán japonés en su submarino, cuya carta leyó. La carta había sido encontrada en el fondo del submarino. Era un testimonio en el que el capitán saludaba al Emperador y a todos los marinos que pudo enumerar mientras se asfixiaba. Dice que dejará de escribir en el diario para estudiar cómo salir. Apartado 42
  • 31. Informa que aún no logró detener los motores. Tiene dolor de cabeza. Le falta aire del exterior. Los motores son distintos a los otros. Le parece lógico que Morel lo haya diseñado así. Él no entiende el funcionamiento de ninguno. Del funcionamiento de los motores depende la eternidad de Morel, dice. Por eso deben ser muy sólidos. Piensa: “Si a Morel se le hubiera ocurrido grabar los motores…” (p.137). Apartado 43 Logró desconectar los motores y salir. Enumera los aparatos que reconoció en el cuarto de máquinas: transmisores, receptores, grabadores, proyectores, para exposiciones dentro de la isla y para exposiciones aisladas. También encontró planos. Enumera lo que sintió antes de reconocer los elementos. Primero, desesperación. Segundo, “un desdoblamiento entre actor y espectador” (p. 138). Dice haber estado ocupado en sentirse en un submarino al borde de la asfixia, en el fondo del mar, en un escenario. Perdió tiempo y salió de noche. Apartado 44 Cuenta que hizo funcionar receptores y proyectores para exposiciones aisladas. Grabó flores, moscas, hojas y ranas. Luego puso una de sus propias manos ante el receptor. Luego abrió el proyector y apareció la mano, sola, haciendo los movimientos grabados. Desde entonces la mano es uno más de los elementos proyectados en la isla. Reflexiona: “Esta mano, en un cuento, sería una terrible amenaza para el protagonista. En la realidad, ¿qué mal puede hacer?” (139). Apartado 45 Registra que los originales de flores y hojas que grabó murieron a las seis horas; las ranas, a las quince horas. Las copias sobreviven. Ignora qué moscas son verdaderas y cuáles artificiales. Siente ardor en la mano que proyectó. Se le cayó algo de piel. Lo atribuye a un efecto del temor y no de la máquina misma. Apartado 46 Afirma que sus teorías se deshacen un día después de haberlas desarrollado. Reflexiona sobre un párrafo del discurso de Morel: “Tendrán que disculparme esta escena, primero fastidiosa, después terrible. La olvidaremos” (p.141). Recuerda que los pueblos que se espantan por el hecho de ser representados en imágenes responden a la creencia de que el alma de la persona representada pasa a la imagen y la persona muere. Se horroriza pensando en que ese sea el efecto del invento de Morel. Recuerda que Stoever sospechó lo mismo que él ahora. Dice que cree poder identificar a los tripulantes muertos del barco bombardeado por el crucero. Intuye que Morel aprovechó su muerte y la de sus amigos para confirmar los rumores de la enfermedad de la isla que él mismo había difundido para proteger su máquina. Eso significaría que Faustine ha muerto y que él (el narrador) no existe para ella.