1. Las mujeres como yoLas mujeres como yoLas mujeres como yoLas mujeres como yo
Las mujeres como yo
no saben hablar;
La palabra se les clava en la
garganta
como una espina,
y prefieren tragársela.
Las mujeres como yo
solo saben llorar,
su remiso llanto
de repente
mana
como una vena cortada.
Las mujeres como yo
reciben las bofetadas
sin atreverse a devolverlas.
Tiemblan de cólera
contenida.
Leonas enjauladas,
las mujeres como yo
sueñan…
con la libertad.
Maram AlMaram AlMaram AlMaram Al----MarsiMarsiMarsiMarsi
Prisionera de míPrisionera de míPrisionera de míPrisionera de mí
¿Qué luz se pierde entre mis manos que nada
encuentro si no es ella? Y me lleva a cada rincón de
esta celda a buscar la verdad de mis quebrantos.
Bailando no encuentro el consuelo pero me ayudo a
contar los pasos, y me llena el corazón de notas que se
parecen al latido que pierdo. Prisionera de mi propia
celda. Soy yo quien guarda la llave de esta cárcel. Soy
yo quien ciega las ventanas. Quien se interpone entre
la luz y mis manos. Quien me niega el pan y la sal. Soy
yo. Y sin embargo, sigo caminando en círculos.
Orientándome en la oscuridad, obcecada en encontrar
la salida que yo misma me negué en la entrada.
Rosa G. PereaRosa G. PereaRosa G. PereaRosa G. Perea
2. La maltratadaLa maltratadaLa maltratadaLa maltratada
Tengo Sed. Me has quitado las praderas del norte,
regadas por arroyos de respeto y cariño.
Tengo frío. Te has ido con el sur de mi alcoba,
dejándome las huellas de tu hielo en mi cuerpo.
No sé qué hacer.
La vida me parece una tumba
donde me has enterrado viva, una oscuridad
irrespirable, un túnel sin salida, una muerte
prolongada, el vacío, la ausencia, el desamparo.
Me siento tan vencida por tu odio, tan débil,
tan aterrorizada y tan inexistente,
que no puedo llorar, ni llamar por teléfono
a mis padres (que acaso me dirían: “Aguanta,
que por algo naciste mujer”), ni hacerle señas
a la vecina desde la ventana.
Me quedo
acurrucada en un rincón del dormitorio
esperando que vuelvas y sigas arrasando
con gestos de desprecio, con golpes y con gritos
aquel campo de amor que cultivamos juntos.
Luis Alberto de CuencaLuis Alberto de CuencaLuis Alberto de CuencaLuis Alberto de Cuenca
3. Consejos para una mujer fuerteConsejos para una mujer fuerteConsejos para una mujer fuerteConsejos para una mujer fuerte
Si eres una mujer fuerte
protégete de las alimañas que querrán
almorzarte el corazón.
Ellas usan todos los disfraces de los carnavales de la tierra
Se visten como culpas, como oportunidades,
como precios que hay que pagar
Te hurgan el alma;
meten el barreno de sus miradas o sus llantos,
hasta lo más profundo del magma de tu esencia
no para alumbrarse con tu fuego
sino para apagar la pasión
la erudición de tus fantasías.
Si eres una mujer fuerte
tienes que saber que el aire que te nutre
acarrea también parásitos, moscardones,
menudos insectos que buscarán alojarse en tu sangre
y nutrirse de cuanto es sólido y grande en ti.
No pierdas la compasión, pero témele a cuanto conduzca
a negarte la palabra, a esconder quien eres,
lo que te obligue a ablandarte
y te prometa un reino terrestre a cambio
de la sonrisa complaciente.
Si eres una mujer fuerte
prepárate para la batalla:
aprende a estar sola
a dormir en la más absoluta oscuridad sin miedo,
a que nadie te tire sogas cuando ruja la tormenta,
a nadar contra corriente.
Entrénate en los oficios de la reflexión y el intelecto.
4. Lee, hazte el amor a ti misma, construye tu castillo,
rodéalo de fosos profundos,
sin olvidar anchas puertas y ventanas.
Es menester que cultives enormes amistades
que quienes te rodeen y quieran, sepan lo que eres;
que te hagas un círculo de hogueras
y enciendas en el centro de tu habitación
una estufa siempre ardiente
donde se mantenga el hervor de tus sueños.
Si eres una mujer fuerte
protégete con historias y árboles,
con recetas antiguas de cantos y encantamientos.
Has de saber que eres un campo magnético
hacia el que viajarán aullando clavos herrumbrados
y el óxido mortal de todos los naufragios.
Ampara.
Pero ampárate primero.
Guarda las distancias.
Constrúyete. Cuídate.
Atesora tu poder.
Defiéndelo.
Hazlo por ti.
Te lo pido en nombre de todas nosotras.
Gioconda BelliGioconda BelliGioconda BelliGioconda Belli
5. Reglas del juego para los hombres que quieren amar aReglas del juego para los hombres que quieren amar aReglas del juego para los hombres que quieren amar aReglas del juego para los hombres que quieren amar a mujeresmujeresmujeresmujeres
IIII IIIIIIII
El hombre que me ame El hombre que me ame
deberá saber descorrer las cortinas de la piel, no querrá poseerme como una mercancía,
encontrar la profundidad de mis ojos ni exhibirme como un trofeo de caza,
y conocer la que anida en mí, sabrá estar a mi lado
la golondrina con el mismo amor
transparente de la ternura. con que yo estaré al lado suyo.
IIIIIIIIIIII IVIVIVIV
El amor del hombre que me ame El hombre que me ame
será fuerte como los árboles de ceibo, no dudará de mi sonrisa
protector y seguro como ellos, ni temerá la abundancia de mi pelo
limpio como una mañana de diciembre. respetará la tristeza, el silencio
y con caricias tocará mi vientre como guitarra
VVVV para que brote música y alegría
desde el fondo de mi cuerpo.
El hombre que me ame
podrá encontrar en mí VIVIVIVI
la hamaca para descansar
el pesado fardo de sus preocupaciones El hombre que me ame
la amiga con quien compartir sus íntimos secretos, hará poesía con su vida,
el lago donde flotar construyendo cada día
sin miedo de que el ancla del compromiso con la mirada puesta en el futuro.
le impida volar cuando se le ocurra ser pájaro.
VIVIVIVIIIII VIIIVIIIVIIIVIII
Por sobre todas las cosas, El hombre que me ame
el hombre que me ame reconocerá mi rostro en la trinchera
deberá amar al pueblo rodilla en tierra me amará
no como una abstracta palabra mientras los dos disparamos juntos
sacada de la manga, contra el enemigo.
sino como algo real, concreto,
ante quien rendir homenaje con acciones
y dar la vida si necesario.
IIIIXXXX XXXX
El amor de mi hombre El amor de mi hombre
no conocerá el miedo a la entrega, no le huirá a la cocinas
ni temerá descubrirse ante la magia del ni a los pañales del hijo,
enamoramiento será como un viento fresco
en una plaza pública llena de multitudes llevándose entre nubes de sueño y de pasado
Podra gritar —te quiero— las debilidades que, por siglos, nos mantuvieron
o hacer rótulos en lo alto de los edificios separados
proclamando su derecho a sentir como seres de distinta estatura.
el más hermoso y humano de los sentimientos.
XXXXIIII
El amor de mi hombre que hace de cada día
no querrá rotularme o etiquetarme, el comienzo de una nueva victoria.
me dará aire, espacio,
alimento para crecer y ser mejor, GiocondaGiocondaGiocondaGioconda BelliBelliBelliBelli
como una Revolución
6. Tú me quieres blancTú me quieres blancTú me quieres blancTú me quieres blancaaaa
Tú me quieres alba,
me quieres de espumas,
me quieres de nácar.
Que sea azucena
Sobre todas, casta.
De perfume tenue.
Corola cerrada .
Ni un rayo de luna
filtrado me haya.
Ni una margarita
se diga mi hermana.
Tú me quieres nívea,
tú me quieres blanca,
tú me quieres alba.
Tú que hubiste todas
las copas a mano,
de frutos y mieles
los labios morados.
Tú que en el banquete
cubierto de pámpanos
dejaste las carnes
festejando a Baco.
Tú que en los jardines
negros del Engaño
vestido de rojo
corriste al Estrago.
Tú que el esqueleto
conservas intacto
no sé todavía
por cuáles milagros,
me pretendes blanca
(Dios te lo perdone),
me pretendes casta
(Dios te lo perdone),
¡me pretendes alba!
Huye hacia los bosques,
vete a la montaña;
límpiate la boca;
vive en las cabañas;
toca con las manos
la tierra mojada;
alimenta el cuerpo
con raíz amarga;
bebe de las rocas;
duerme sobre escarcha;
renueva tejidos
con salitre y agua:
Habla con los pájaros
y lévate al alba.
Y cuando las carnes
te sean tornadas,
y cuando hayas puesto
en ellas el alma
que por las alcobas
se quedó enredada,
entonces, buen hombre,
preténdeme blanca,
preténdeme nívea,
preténdeme casta.
Alfonsina StornAlfonsina StornAlfonsina StornAlfonsina Storniiii
Libre te quieroLibre te quieroLibre te quieroLibre te quiero
Libre te quiero,
como arroyo que brinca
de peña en peña.
Pero no mía.
Grande te quiero,
como monte preñado
de primavera.
Pero no mía.
Buena te quiero,
como pan que no sabe
su masa buena.
Pero no mía
Agustín García CalvoAgustín García CalvoAgustín García CalvoAgustín García Calvo
Alta te quiero,
como chopo que en el cielo
se despereza.
Pero no mía.
Blanca te quiero,
como flor de azahares
sobre la tierra.
Pero no mía.
Pero no mía
ni de Dios ni de nadie
ni tuya siquiera.
7. Ellas, las asesinadasEllas, las asesinadasEllas, las asesinadasEllas, las asesinadas
Son una hilera de enlutadas sombras.
Siemprevivas calladas. Siempremuertas.
Mariposas de invierno en alfileres.
Alondras tristes para siempre mudas.
Selláronles sus bocas con pétalos de sangre.
Esculpieron sus risas sobre mármoles fríos.
Dejaron a sus hijos a solas en el aire,
y ya sus ojos ciegos ruedan por los abismos.
Son mujeres sin nombre, sin edades,
que levantan sus voces en la ausencia
esperando una luz que las redima
del terror, de la injuria, de la fuerza.
No piden ni la paz ni la palabra:
quieren ser los escudos de la herida,
la memoria tenaz, la dolorida sinrazón
de una muerte anunciada. Denunciada.
Ellas, las siempremuertas y las siempre vivas.
Luz María Jiménez FaroLuz María Jiménez FaroLuz María Jiménez FaroLuz María Jiménez Faro