NO A LA UNIVERSIDAD MERCANTILISTA EMPRESARIAL (NEOLIBERAL)
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NO A LA UNIVERSIDAD MERCANTILISTA-
EMPRESARIAL (NEOLIBERAL)
Los docentes universitarios y los nuevos catedráticos deben estar
al tanto que hace tres décadas la universidad ecuatoriana y
latinoamericana, aunque funcionaba con el paradigma
profesionalizante, siempre tenía entre sus ideales formar gente
crítica al servicio de las causas sociales y de liberación nacional.
Nos decían inclusive que debíamos prepararnos para la revolución
armada que debía independizar a nuestros pueblos del dominio
imperial. Por cierto, todo este anhelo se trataba más que nada de
una ilusión, una utopía, que todavía nos hace soñar para caminar y
vivir otras condiciones. No obstante, a decir verdad, parecía que
por lo menos había alguna consciencia del ominoso dominio
capitalista, así como del ideal de la transformación del sistema
para instaurar la nueva sociedad.
Pero los tiempos han cambiado, ahora estamos viviendo bajo la
égida del huracán neoliberal, una fase superior del capitalismo,
cuyo dios es el mercado; según Viñuela (2013), es el capitalismo sin
bridas, salvaje y desbocado; “la máquina infernal” lo llama
Petrella. Este movimiento económico-político ideado en los años
80 por el poder norteamericano bajo el nombre de “Consenso de
Washington”, que sentó las bases de un nuevo orden económico
mundial, el cual provocó la acumulación de los capitales en pocas
manos y la pobreza del 80 % de la población mundial.
Todos los principios teóricos y prácticos de este documento, que
se constituyó en la biblia económica para todos los países, ha
tenido un impacto profundo en la educación superior del mundo
entero. Entre estas mutaciones pueden citarse:
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Predisposición a emular los modelos europeo y norteamericano
de universidad que cumple a las exigencias de la Organización
para de Cooperación para el Desarrollo (OCDE), la cual, a su vez,
responde a los mandamientos neoliberales. Con ello, el principio
de pertinencia que debería ser el máximo postulado de la
educación superior es olvidado o postergado.
La universidad debe funcionar con los principios empresariales,
con el supuesto que este tipo de administración puede
conducirla a niveles superiores de calidad. La academia debe
orientarse con los postulados de rentabilidad, eficacia,
eficiencia y competitividad propios de la economía de mercado.
La generación de conocimiento que es la función emblemática
de la academia debe responder a la “economía del
conocimiento”; es decir, el trabajo intelectual se reduce a
ofertar y vender productos o servicios para las grandes
empresas y para los consumidores que dependen de ellas.
Diversos autores han llamado “capitalismo académico” a esta
deformada concepción de la universidad.
La búsqueda de recursos económicos ha inducido a la
profundización de la relación universidad-empresa que
posibilite la venta de tecnologías y servicios, generados por la
academia. Esta tendencia ha provocado la creación de la cuarta
función universitaria: la vinculación.
Al ser considerada la educación superior como una mercancía,
se ha revelado como un negocio rentable a nivel mundial. De ahí
los afanes por internacionalizar la educación superior a través
de diferentes mecanismos: instalación de campus en otros
países, alianzas estratégicas, financiamiento de universidades
locales y, lo más frecuente, la oferta de licenciaturas y
posgrados a distancia, mediante la utilización de las nuevas
tecnologías de la información.
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Ante las urgencias de la producción mercantilista la formación
profesional debe limitarse al adiestramiento de competencias y
desempeños de los nuevos profesionales. El Proyecto Tuning
(Plan Bolonia) aplicado, de modo acrítico, a la universidad
latinoamericana es el mejor ejemplo de la supeditación a los
dictados del mercado.
Reinstalación de los modelos pedagógicos neoconductistas,
orientados a formar los cuadros profesionales de
productores y consumidores. Así lo confirman la formulación
de “resultados de aprendizaje” y no el desarrollo de
capacidades y cualidades, las planificaciones mecanicistas,
las evaluaciones tecnocráticas …
Las carreras y las asignaturas liberales, humanísticas y sociales
o son excluidas de los currículos universitarios o reducidas a
simple complemento formativo. Son relegadas, supuestamente
por carecer de utilidad práctica, no producir nada y no ser
fuentes de ingresos.
Formación universitaria orientada a preparar profesionales
emprendedores, pues según las políticas neoliberales el Estado
ya no puede garantizar un empleo; cada titulado debe ganarse
la vida por sus propias iniciativas, adquiriendo una
mentalidad empresarial.
Generalización de los sistemas de evaluación y acreditación
para categorizar universidades de acuerdo con los principios
de la calidad neoliberal.
El funcionamiento de la universidad según los dogmas del
mercado, ha internalizado en los nuevos profesionales un cúmulo
de valores mercantilistas, utilitarios, alienantes y atentatorios
contra el medioambiente. La academia de corte empresarial
está empeñada en formar los hombres y las mujeres que
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acepten este modelo como el único y hasta se vuelvan
defensores y sustentadores del mismo.
Pérdida de la autonomía universitaria que convierte a las
instituciones en dependencias de los órganos rectores de la
educación superior y sometidas a los objetivos impuestos por
el Estado y el poder hegemónico mundial.
En fin, como sostiene Benítez (2012): “La academia en las
condiciones del mundo globalizado contemporáneo, ha terminado
siendo absorbida por las necesidades reproductivas del orden
social dominante, (capitalismo global) al haber expulsado de su
seno las corrientes del llamado pensamiento crítico
(pensamiento liberador) evitando de este modo la formación de
saberes contestatarios”.
La pregunta obligada es: ¿admitiría usted, como nuevo/a
catedrático/a, que su función académica contribuya a fortalecer
este sistema mediante la formación de los profesionales útiles a
la economía de mercado, dotándoles únicamente de conocimientos
y habilidades instrumentales y con valores propios del
mercantilismo: codicia, consumismo, competitividad, egoísmo,
ostentación …?
Efectivamente, la razón fundamental para anular la naturaleza
esencial de la academia como entidad al servicio de la sociedad se
debe a la ideología mercantilista que domina el mundo. El
supuesto es que solo la empresa privada puede alcanzar niveles
superiores de calidad y rentabilidad económica, mientras todo
aquello que es estatal o público carecerían de estos atributos.
Con esta consigna, uno de los mandamientos neoliberales es la
intención de privatizar los sectores que tradicionalmente han
estado en manos del Estado: salud, energía, telecomunicaciones,
servicios básicos, y por supuesto la educación. Entonces, si todo
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lo empresarial es eficiente se impone que los centros
universitarios deben ser privatizados o por lo menos que funcionen
de acuerdo con los lineamientos del mercado. En forma más cruda,
si las sociedades quieren disponer de una universidad eficiente,
de excelencia, debe de modo necesario funcionar con los
lineamientos de una empresa.
De ahí que de un tiempo a esta parte presenciemos una sarta de
acciones gerenciales adornadas con una jerga sofisticada propia
del mundo empresarial. Ahora no se administra las instituciones
universitarias, se las gerencia; no se cumple la investigación, se la
gestiona; la extensión universitaria debe dar paso a la vinculación
con las empresas; no se trata de preparar a los profesionales para
un oficio sino capacitarles para que cada quien arme su empleo
particular (emprendimiento); la educación no es un derecho sino un
servicio que debe ser pagado; el estudiante se transforma en
cliente, el profesor en proveedor de servicios educativos; el
aprendizaje es un producto que debe verificarse; la enseñanza es
coaching; las normas de calidad propias de la industria (ISSO) son
la idóneas para evaluar las instituciones; la medición de la calidad
permite establecer los rankings de universidades y carreras;
los logros del aprendizaje deben ser estandarizados; el
conocimiento se convierte en mercancía que debe ser costeada
por quienes deseen adquirirlo; la dirección toma el nombre
management, los departamentos de personal se les llama
oficinas de talento humano; la cooperación institucional es
sinergia; la comparación de rendimientos para lograr mejoras debe
llamarse benchmarking; la tradicionales relaciones
interpersonales cambian a clima organizacional; las instituciones
tienen que ser competitivas en el mercado de oferta universitaria;
la educación debe preparar al “capital humano”; la planificación
estratégica (FODA) reemplaza a las tradicionales planes
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didácticos; los proyectos deben presentarse con el formato del
Marco Lógico del Banco Mundial; la convencional evaluación
requiere objetivarse mediante los indicadores de desempeño; las
pruebas objetivas son los instrumentos adecuados para medir
competencias; y un largo etcétera.
Según este sucinto recuento, la pretensión es, pues, constituir una
institución subordinada, presionada, reconfigurada, demandada,
como empresa capitalista y al servicio de la acumulación del
capital. Atrás queda, entonces, la universidad al servicio de las
grandes demandas del mundo y de nuestras sociedades. Si el éxito
del planeta es el dinero, el consumo sin frenos, la opulencia, el
estatus … y todo esto se consigue con empresas de calidad,
eficientes, eficaces, obviamente la educación superior debe
emular el funcionamiento empresarial para llegar a ser entidades
supuestamente de alta calidad y alcanzar dichas ventajas. Como
explica nuestro connotado filósofo Bolívar Echeverría (2009):
“Los que tienen preeminencia ahora son los valores consagrados
por las competencias mercantiles capitalista, cortados a la medida
del individuo que se pseudosingulariza a través de la ambición
privada, como son, por ejemplo, el éxito empresarial, el
autodominio personal y autosatisfacción narcisista”.
Por supuesto que estas particularidades son más evidentes en la
universidad privada, después de todo si ésta no pasa de ser un
negocio rentable, se puede entender que se la maneje con una
empresa mercantil cualquiera. Ciertamente, a estas entidades no
se les puede exigir responsabilidad social y menos integración a
los ideales de transformación social, si de por medio están sus
intereses económicos. Si son estructuras propias del
mercantilismo burgués, deben formar con esta ideología a los
nuevos profesionales.
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A estas alturas, usted puede preguntarse ¿por qué la cruzada por
privatizar la educación superior a nivel mundial? Sencillamente
porque la universidad es un mercado en disputa por las grandes
corporaciones inversoras. Están en juego 32 millones de
estudiantes (léase clientes) que según cálculos de Merill Lynch
anualmente representan unos 11 billones de dólares anuales. Se
trata, pues, de un superlativo negocio que ha motivado la apertura
del mercado académico con las reformas que se sustentan en
los principios económico-políticos del neoliberalismo. Las
corporaciones universitarias quieren acaparar la oferta, a nivel
mundial, tanto de la educación presencial, cuanto la virtual.
Lo abominable es que la universidad pública deba funcionar con los
postulados empresariales, distorsionando el carácter de derecho
de los pueblos. Algunos autores afirman que le modelo de academia
de las actuales épocas debe llamarse “Empresaridad”, no
Universidad. Ahora las universidades tratan de ser empresas
eficientes, que responda a los servicios solicitados con una lógica
de mercado y no entidades señeras y proactivas que aporten a
construir un futuro con mejor calidad de vida para toda la
población. La academia se encuentra, a no dudarlo, ante una crisis
de identidad: ¿a quién debe servir?
En fin, a lo largo de su desempeño académico, usted se va a
encontrar con infinidad de documentos impresos y digitales, y el
mismo Estado le impulsará a que usted acepte y hasta defienda la
administración empresarial de la universidad con la presunción que
ello le conducirá a mejorar la calidad de sus funciones y servicios.
Así, le dirán que es urgente trabajar por la excelencia, responder
a las exigencias del mundo globalizado, gestionar el conocimiento
como mercancía, vincularse estrechamente con las empresas,
formar emprendedores como máximo objetivo, contribuir a
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organizar técnicamente la administración de la academia, planear
su labor académica y evaluar a sus alumnos con las orientaciones
tecnocráticas …
Si a los nuevos académicos no les causa estremecimiento estos
cambios es que está embotada su conciencia crítica o, a fuerza de
vivir este tipo de universidad, llegan a aceptarla como la única y la
mejor.
Si este es el paradigma que domina el mundo, resulta entonces que
la academia se ha puesto al servicio de poder económico detentado
por unos pocos amos del mundo. Últimos datos de la economía
mundial revelan que los 400 más ricos del planeta agregaron a
su descomunal fortuna 92.000 millones de dólares en 2014,
mientras cerca de 1.000 millones de habitantes viven con dos
dólares diarios, 1.700 millones sufren hambre y el 20 % de
jóvenes sin empleo digno. Se podría seguir citando muchas cifras
más que escandalizan la conciencia mundial. Galeano retrata de
manera contundente el terrorismo capitalista: “La economía
mundial es la más eficiente expresión del crimen organizado. Los
organismos internacionales que controlan la moneda, el comercio y
el crédito practican el terrorismo contra los países pobres, y
contra los pobres de todos los países, con una frialdad profesional
y una impunidad que humillan al mejor de los tirabombas”.
La pregunta obligada es: ¿admitiría usted, como nuevo/a
catedrático/a, que su función académica contribuya a fortalecer
este sistema mediante la formación de los profesionales útiles a
la economía de mercado, dotándoles únicamente de conocimientos
y habilidades instrumentales y con valores propios del
mercantilismo: codicia, consumismo, competitividad, egoísmo,
ostentación …?
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Según Tersa Cadavid (2009): “La universidad como empresa,
sujeta a esos afanes utilitaristas y pragmáticos, propiciadora de
conductas competitivas y un cierto arribismo financiero, deja a los
estudiantes a merced del mercado; en la búsqueda de ‘para qués’ y
no de ‘qués’ o ‘por qués’, en medio de un mercantilismo que socava
su fundamentación como sujetos del conocimiento, si es que la
universidad les ha dado cabalmente formación como tales”.
No creemos que un solo docente pueda admitir tal opción. Pero una
cosa es creer y otra cosa actuar. Por desgracia, de modo casi
indefectible, diversos mecanismos le inducirán a usted y a sus
colegas, a trabajar por y para los dictados del mercado, pues es el
paradigma económico triunfante, el pensamiento único, que se
cuela en todos los países, en todas las instituciones y en todas las
estructuras gubernamentales y sociales, inclusive en los sectores
pobres que precisamente reciben el embate mercantilista. De tal
forma que la tradicional misión que se le otorgaba a la academia
como entidad que enfrente al sistema dominante ha sucumbido
ante la perversa acción del mercado, y más bien se ha
transformado en instrumento de sus protervos intereses.
Es posible que nuestra palabra no tenga suficiente peso para
persuadirle sobre lo aciago de una academia al servicio de los
espurios intereses mercantilistas. Ante tal posibilidad, le
invitamos a meditar unos minutos sobre la Carta Abierta
elaborada como resolución final del último Foro Mundial de la
Educación (2015) realizada en Corea del Sur, para demostrarle
que nuestra alarma por una universidad sometida al mercado es
plenamente justificada. El texto aprobado por académicos
progresistas, docentes y organizaciones de la sociedad, de todos
los países del mundo, en su parte medular reza: “El discurso de la
calidad educativa vienen siendo utilizado por parte de los
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organismos económicos internacionales, como el ‘Caballo de Troya’
en el cual se introducen las contrarreformas educativas que
reducen el papel de los sistemas educativos al desarrollo de un
pequeño grupo de aprendizajes y a una competición sin sentido
entre las instituciones escolares por posicionarse en rankings. De
igual manera, dados los criterios selectivos en las materias que se
evalúan se jerarquiza peligrosa y sesgadamente determinados
aprendizajes … Las fuertes presiones de determinados organismos
economicistas y financieros transnacionales, promotores y
economías neoliberales, está contribuyendo a un notable abandono
de concepciones educativas destinadas al desarrollo integral y la
felicidad de la ciudadanía … Vemos con enorme preocupación que
políticas destinadas a impulsar una globalización económica
neoliberal y políticas de mercado de homogenización cultural se
coloquen como piedras angulares de la actividad educativa.
Visualizamos una peligrosa tendencia a que se genere un Apagón
Pedagógico Global como resultado de la fragmentación de la
pedagogía como totalidad interpretativa del hecho educativo”.
A pesar de este clamor mundial, resulta casi imposible, apartarse
y peor contrarrestar un modelo que ha terminado por imponer su
ley a todo el orbe. La mejor prueba es que los mismos países que
se autodenominan socialistas, funcionan con los principios del
mercado y obligan a las universidades a adscribirse a los
fundamentos teóricos y prácticos del paradigma neoliberal.
Si esto es así, usted puede objetar: ¿qué opción tengo yo y mis
iguales para contrarrestar a tan omnímodo poder?
Ante esta natural aprensión, debe estar enterado que actualmente
existe una oleada bastante fuerte del ciudadano de todo el mundo,
paradójicamente mucho mayor en los países del primer mundo, que
se ha levantado para enfrentar y denunciar a los jefes planetarios
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con sus nefastas prácticas de acumulación de capitales,
empobrecimiento de la mayoría de la población mundial,
explotación de los obreros y la destrucción del planeta, cuyos
recursos les enriquece más. Estos rebeldes son los llamados
INDIGNADOS o la versión norteamericana: OCUPY WALL
STREET, cuyo mayor grito es: “Somos el 99% contra el 1 %”, y
cada vez estos grupos antisistema crecen más en el mundo.
Piense usted en calidad de académico/a, poseedor de alta
conciencia y de superior conocimiento, cuánto podría hacer para
sumarse a los grandes movimientos locales, regionales y mundiales
de resistencia. Desde luego que su papel y el de sus compañeros,
no puede ser el sueño de la violencia revolucionaria de antaño, sino
convertir a las aulas en foros de discusión de los dramáticos
acontecimientos que vive el mundo con el fin de provocar
suficiente conciencia en sus estudiantes sobre esta realidad; es
decir, despertar el espíritu crítico juvenil que tanto se ha insistido
a lo largo de este texto; y con este discernimiento, integrarlos
para devolver al mundo su humanidad y salvar al planeta. Nos
daríamos por satisfechos con el cumplimiento de estas
importantes tareas.
Más allá del aula, su presencia en la sociedad es vital para
integrarse de modo activo en los movimientos sociales que luchan
por reivindicar sus derechos y libertades: obreros, campesinos,
maestros, mujeres, indígenas, jóvenes, ecologistas … En los
últimos años, es cada vez más la exigencia para un nuevo contrato
social de la universidad, en el que su misión esté estrechamente
vinculada con las necesidades sociales y su compromiso crítico
hacia la mejora de las condiciones de vida de las mayorías.
Efectivamente, la recuperación de la articulación con los
movimientos sociales es un aspecto clave de este compromiso que
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se reclama a la universidad, y en el cual los jóvenes tienen la
palabra más altiva. Las hermosas frases del pensador argentino
Ernesto Sábato deben estar siempre presentes en los espíritus
universitarios: “Les propongo entonces, con la gravedad de las
palabras finales de la vida, que nos abracemos en un compromiso:
salgamos a los espacios abiertos, arriesguémonos por el otro,
esperemos, con quien extiende sus brazos, que una nueva ola de la
historia nos levante”.
Obviamente, ustedes no pueden conseguir estos grandes ideales
si no albergan en su mente y en su corazón la conciencia de que el
mundo está en crisis, enfermo, corrupto, violento … y que necesita
un cambio urgente so pena de que asistir al aniquilamiento de la
raza humana y la destrucción de la naturaleza, por la codicia de
unos pocos. Como pregunta Savater (2014): “¿No es la mentalidad
mercantil y el apego a lo bursátil lo que nos ha empujado hasta la
situación presente?”.
Junto a estos planteamientos, existen acciones concretas que
usted puede implementar en su labor académica; por ejemplo:
formar los profesionales que excluya de sus motivaciones el
consumismo frenético que precisamente es la fuente de la riqueza
de los potentados; cambiar la actitudes de codicia y ambición por
el dinero; internalizar sentimientos de trabajo solidario para
juntos salir de la pobreza; eliminar los prejuicios racistas que han
causado exclusión de muchos conciudadanos; desarrollar
habilidades investigación para buscar solución a los problemas
comunitarios; convertir a los estudiantes en defensores del medio
ambiente que se opongan a la rapacidad transnacional obsesionada
en acabar con los recursos agrarios, acuíferos, mineros,
faunísticos, entre otros. “Nos educan para tener una profesión
y un buen nivel de vida, dice el Leonardo Boff, pero nos
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olvidamos de educar en la responsabilidad y en el cuidado del
futuro común de la Tierra y la Humanidad”.
Observe usted que la educación universitaria rebasa ampliamente
a la estrecha visión de poner a los estudiantes a asimilar
contenidos teóricos y a ejercitar destrezas instrumentales de
producción o de servicios. Los académicos y toda la comunidad
universitaria tienen la obligación de formar los entes que
edificarán la nueva sociedad y no solamente obligar a los
estudiantes a la repetición de conocimientos, la mayoría de ellos
de escasa utilidad. La gran tarea de la universidad, según Souza
Santos (2007) “es enfrentar la globalización neoliberal, es
contraponerle una globalización alternativa, una globalización
contrahegemónica”. En los anteriores temas se reconoció que el
Buen Vivir es la opción para los pueblos del mundo.
En consecuencia, frente a la universidad empresarial, necesitamos
edificar universidad pertinente, que responda a las particulares
situaciones históricas que viven los pueblos del Sur. No es posible
seguir consolidando un poder que ha causado miseria y atraso, sino
tomar como primera misión de la academia formar los
profesionales que se integren a la gran tarea de laborar por una
vida digna para sus conciudadanos, por superar el subdesarrollo y
erigirse en defensores de la Madre Tierra. ¿Existe alguna misión
más loable que ésta, lo cual enaltece su condición de titulado
universitario y le da sentido a su existencia?
En esta óptica, los conocimientos adquiridos, las habilidades
desarrolladas y las actitudes humanistas internalizadas, si bien
deben servir para su propio beneficio, el profesional no puede
olvidarse que tiene un deber ético de contribuir a que sus
congéneres puedan satisfacer sus elementales derechos. Por
cierto, que todos estos propósitos demandan alta conciencia
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solidaria que es precisamente la que ha destruido la voracidad
capitalista. “La cultura del sacrificio ha muerto, dijo Lipovesky
(1983). Hemos de dejado de reconocernos en todo tipo de
obligación de vivir por algo que no sea nosotros mismos”.
De ahí que usted y sus colegas deberán construir una universidad
alternativa al modelo empresarial que se levanta como paradigma
hegemónico; de lo contrario, el papel del mundo académico se
limitará a servir al status quo, no a desafiarlo en nombre de la
justicia, la democracia, la imaginación que proporcione visiones
alternativas de futuro. Pablo Gentili (2008) retrata este tipo de
universidad: “La ‘excelencia académica’ no puede fundarse en un
proyecto de universidad que prescinde de la especificidad que
poseen las instituciones de educación superior y del radical poder
desestabilizador que se deriva, potencialmente, de esta
especificidad. Las universidades democráticas deben ser
espacios de producción y difusión de los conocimientos
socialmente necesarios para comprender y transformar el
mundo en que vivimos, entenderlo de formas diversas y
abiertas, siendo el ámbito inexcusable donde el debate acerca
de las múltiples formas de comprensión y construcción de
nuestras sociedades se torna inevitable y necesario”.
Como se ve, una academia que se rinde ante el mercado no es
universidad, es un centro de capacitación para servir a quienes
detentan la industria y los negocios, aquí y en cualquier parte,
mientras las palpitantes y hasta dramáticas necesidades del
entorno casi no son motivo de preocupación de autoridades,
docentes y estudiantes. Como expresa Vargas Llosa (2011) este
tipo de universidad es una entidad moribunda, usted joven docente
dedique unos minutos a reflexionar los pensamientos del autor que
resultan impactantes y que, de seguro, les inducirán a cambios
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sustanciales en su manera de concebir la academia y actuar en la
institución donde presta su contingente intelectual. “Porque la
universidad muere cuando deja de ser universidad (conciencia
crítica, autónoma e insobornable de la sociedad) y se convierte
en academia reforzadora de poderes políticos y económicos;
muere cuando se derrumba como ‘recinto sagrado de la razón’
(Jaspers) y se convierte en empresa que comercia con el
pensamiento, en la que la ganancia económica es más importante
que la búsqueda y la participación de las ideas vivas; muere cuando
se autolimita, defensora de una ideología, por dominante que sea,
y traiciona su esencia original de universalidad; muere cuando,
deslumbrada por el espejismo de la utilidad, termina ciega,
indiferente ante los difíciles caminos de la verdad; muere cuando
confunde el servicio con el servilismo: la universidad sirve a la
sociedad cuando es inteligencia que razona, estudia, analiza,
discute, propone, defiende, latiga ... Inteligencia activa que
entiende a todos a favor de todos, pero se somete servilmente
cuando se convierte en industria que programa sus procesos
(carreras, grados, materias ... ) y sus productos (maestros,
estudiantes, egresados ... ) de acuerdo a la demanda de un mercado
regido por intereses de grupos”.
¿Pueden los nuevos docentes contribuir a la paulatina defunción
de la academia o asumirán su papel de artífices del
renacimiento de la misma?
Queremos una universidad Pública y Laica: Crítica,
Democrática, Propositiva y Autónoma, comprometida con su
pueblo.