2. Ensayo (History)
INFLUENCIA BIOGRÁFICA
Escribiré sobre María Moliner
El presente trabajo desarrolla cuestiones relativas a las formas de influencia que
tiene una persona famosa en alguien que es considerado anónimo, abarcando,
por una parte, una lectura diacrónica de la vida de esa persona que permite dar
sentido a las diferencias entre generaciones y, por otra parte, sincrónica,
desenmascarando las lógicas productiva y cultural contemporáneas, tan
estrechamente vinculadas a las formas de ser de hoy, prestando especial
atención a los atributos novedosos de la que, de una forma influyó en mi
inclinación hacia los vocablos, dicciones, terminología de usos locales,
comúnmente llamados regionalismos, motivación y desafíos que se presentan
para encarar el presente ensayo.
El hecho de que debamos descubrir algunos factores que nos mueven en la vida,
meditar sobre ellos y hacer el enunciado de nuestra misión, la cual tendríamos que
revisar día a día, estudiarla, cambiar y agregar cosas que vayamos descubriendo
poco a poco, ha sido referente motivacional para mí, como entusiasta por el
idioma, la vida de María Moliner.
Primeramente, la misión personal de Moliner es y debe estar enfocada en el
presente, ¿Quién es?, ¿Dónde vivió?, ¿Quiénes fueron sus padres? ¿Cómo
trascurrió su vida personal y profesional, son algunas de las preguntas que nos
ayudan a formular algo más concreto y específico de la situación presente. Es
importante mencionar también la figura del auto-concepto, que es sencillamente,
la opinión que tiene de ella como persona y lo que quiere que los demás piensen.
María Moliner nació en Paniza, provincia de Zaragoza, el 30 de marzo de 1900. Su
padre, Enrique Moliner, ejerció su profesión como médico rural hasta que se
3. trasladó a América como médico de barco. Fue entonces cuando la familia Moliner
se desplazó a Madrid.
Esta etapa de su vida fue muy importante. Mantuvo relaciones con la Institución
Libre de Enseñanza, que más adelante se reforzarían.
En 1918 terminó el Bachiller en el Instituto General y Técnico de Zaragoza e
ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad zaragozana,
convirtiéndose así en una de las pocas mujeres universitarias de principios de
siglo. Obtuvo su licenciatura en Historia con honores en 1921, a pesar de que su
vocación se inclinaba más hacia el campo de la lingüística y la gramática.
El padre, después de un segundo viaje a América en 1914, se quedó en
Argentina, abandonando a la familia. Esto motivó probablemente que la madre
decidiera en 1915 dejar Madrid y regresar a Aragón. Allí la familia sale adelante en
buena parte gracias a la ayuda económica de María, que, aun siendo muy joven,
se dedicó a dar clases particulares de latín, matemáticas e historia. Según dirían
más tarde sus hijos, estas duras circunstancias fueron fundamentales en el
desarrollo de la personalidad de su madre.
Los primeros exámenes del bachillerato los hizo María Moliner, como alumna libre,
en el Instituto General y Técnico Cardenal Cisneros de Madrid (entre 1910 y
1915), pasando en julio de 1915 al Instituto General y Técnico de Zaragoza, del
que fue alumna oficial a partir de 1917 y donde concluyó el bachillerato en 1918.
En 1922 ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y
Arqueólogos donde trabajó hasta su jubilación en 1970. Ejerció en Simancas,
Valencia, Murcia y en la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de
Madrid.
En 1925 contrajo matrimonio con Fernando Ramón y Ferrando, que sería
catedrático de Física de la Universidad de Valencia, con quien tuvo cuatro hijos:
Enrique. Fernando, Carmen y Pedro. Durante la época en la que residió en
4. Valencia, doña María simultaneó sus labores domésticas con sus obligaciones
profesionales en el ámbito de las actividades culturales desarrolladas por la
Segunda República, como directora de la Biblioteca de la Universidad de Valencia
y del proyecto de las Bibliotecas Populares.
Después de la Guerra Civil, el traslado de su marido a la Universidad de
Salamanca determinó que la familia se instalase definitivamente en Madrid, donde
creían que podrían ofrecer mejores oportunidades educativas y profesionales a
sus hijos. En esta etapa de su vida es cuando doña María trabaja en la Biblioteca
de la Escuela de Ingenieros Industriales y comienza, en 1952, la elaboración de su
diccionario.
La labor de Moliner en el decenio 1929-1939 como parte muy activa en la política
bibliotecaria nacional, especialmente durante la República, ha sido bien resaltada.
En 1946 su marido fue rehabilitado, pasando como catedrático de Física a la
Universidad de Salamanca. La familia se traslada entonces a Madrid, de donde él
va y viene a sus clases, mientras María se incorpora a la Biblioteca de la Escuela
Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid, llegando a ser su directora
hasta su jubilación en 1970.
Tras ésta, el Ministerio de Educación y Ciencia, por acuerdo de 6 de julio de 1970,
acordó su ingreso en la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, en su categoría de
Lazo.
María decía una de las frases suyas que más veces se han repetido: Sí, mi
biografía es muy escueta en cuanto a que mi único mérito es mi diccionario. Es
decir, yo no tengo ninguna obra que se pueda añadir a esa para hacer una larga
lista que contribuya a acreditar mi entrada en la Academia (...) Mi obra es
limpiamente el diccionario. Más adelante agregaba: Desde luego es una cosa
indicada que un filósofo -por Emilio Alarcos- entre en la Academia y yo ya me echo
fuera, pero si ese diccionario lo hubiera escrito un hombre, diría: «¡Pero y ese
hombre, cómo no está en la Academia!
5. Recordemos que los últimos años de la vida de María estuvieron marcados por el
cuidado de su marido, jubilado en 1962, enfermo y ciego ya para 1968, y por el
deseo de pulir y ampliar con tranquilidad su famoso Diccionario de uso del español
(publicado en dos grandes volúmenes en 1966-1967, vid. infra). Sin embargo, en
el verano de 1973 surgieron repentinamente los primeros síntomas de una
arterioesclerosis cerebral, enfermedad que la iría retirando de toda actividad
intelectual. Su marido fallece el 4 de septiembre de 1974, lo que termina con sus
ganas de vivir. Pasó los siguientes seis años, hasta su propio fallecimiento en
1981, en su casa de Madrid, retirada del mundo y en medio del cariño y cuidados
de su familia (su hermana Matilde, dos de sus hijos y numerosos nietos).
Cada persona tenemos una misión personal y debemos descubrir cuál es e
intentar llevarla a cabo. De nuestra misión personal formarán parte muchas cosas.
Decidir sobre nuestro trabajo, lo que nos hace felices y disfrutar también es una
misión personal.
Esto también se aplica para un equipo, un departamento, una familia que
funcionan como grupos y deben tener una guía para enfocar sus diferencias en
momento dado.
A nivel personal, lo que a mí respecta, la misión de escribir, desde el momento
que me acerqué a la vida de esta lingüista cuando cursaba el bachillerato, se me
convirtió en la guía que rige hasta el momento en mi vida, he logrado descubrir
mis valores primordiales; según Stephen Covey, nosotros no creamos nuestra
misión personal, la descubrimos al meditar sobre las cosas importantes.
Considero que estos valores varían de persona a persona, ejemplo: una persona
puede tener el valor de la belleza física, y para otra puede ser intrascendente, la
abundancia de bienes es valor que algunas personas tienen y otras no, de modo
que algunos valores gobernantes como: amor incondicional, belleza, familia,
libertad, salud, sentido del humor, igualmente tienen asidero en estas personas.
6. Después de descubrir cuáles era los roles que cumplían los valores en la vida de
Molíner, empecé a meditar sobre mis dones, las cosas que hacía bien, cuales eran
las cosas que me apasionaban y me llenaban, las que verdaderamente me hacían
feliz, decidí como ejercicio a registrar cuantos vocablos escuchaba de la gente.
El hecho era que debía descubrir estos factores de Molíner que más movían en la
vida, meditar sobre ellos y hacer el enunciado de mi misión, la cual tendría que
revisar día a día, estudiarla, cambiar y agregar cosas que vayamos descubriendo
poco a poco, encontraba en estos impulsos los deseos de escribir alguna vez un
diccionario de regionalismo. Entonces, a partir de elucubraciones llegué a una
autodefinición: “Soy un ser humano capaz de razonar y definir lo que es mejor
para mí. Tengo conciencia de mi forma de actuar y trato de mejorar cada día, sé
que puedo lograr grandes metas en mi vida y sobre todo tengo confianza en mí”.
De la misma manera, tuve que imaginar cómo sería en 10, 15, 20, 30 o 50 años.
Mi visión personal era quién quería ser yo: dónde y en qué quería trabajar, qué
principios quería que guiaran mi vida (dinero, amor, logro,…), a qué tipo de familia
quería pertenecer, con qué gente quería estar, en qué ciudad, qué aficiones quería
tener, en qué quería ser bueno, a qué estaría dispuesto a renunciar.
En consecuencia, estas reflexiones me hizo entender que la juventud surge en la
medida en que el desarrollo social exige un período cada vez más largo de
preparación de los individuos para su integración a la vida productiva y social, lo
que a su vez posibilita una mayor integración intrageneracional, a partir de la
estrechez de contactos y vínculos, producto de su situación semejante. Este
período vital, caracterizado por el aplazamiento de la entrada en la vida
profesional productiva y social, y por tanto, consignado a la formación, es lo que
produce juventud como un fenómeno social; Es decir que, en un mismo
movimiento, la exigencia de generar instituciones que permitan a los individuos
transitar un período cada vez mayor y más complejo de preparación para su
integración efectiva a la sociedad, da origen, a partir de las estructuras que se
7. diseñan como respuesta, a una integración intrageneracional, en función de la
proximidad creciente de pares. Se comprende, entonces, la identificación que se
establece entre juventud y estudiantes, en la medida en que “la primera imagen de
juventud, fue la del estudiante.
Debemos confesar que la magnitud de los cambios acontecidos en el mundo del
trabajo, me ha impactado con fuerza en mi hogar tal como le pasó a Moliner, en el
que representa el contexto familiar, en el que mi trascurrir como adolescente
desarrollo mi vida.
Por otra parte, observamos un aumento de las uniones de hecho sin llegar al
casamiento que expresan una voluntad de vida en común sustentada en el afecto
y no en la institución social o familiar, lo que no experimentó la lingüista Moliner;
un cierto reconocimiento de tipo cultural y de tradición muy conservadora explicitó
la no posibilidad de disolución del vínculo de la pareja, el que pasó a ser
centralmente más que amoroso, jurídico.
La ampliación del campo de acción de Molíner, aunque no alcanzó a constituirse
en una democratización de los roles familiares en la medida en que las tareas
domésticas, más allá de una cierta redistribución en el núcleo familiar, siguió
estando predominantemente en sus manos, es decir, a cargo de las mujeres,
supuso una nueva dinámica de poder y una redefinición de la figura de autoridad
en la familia. Estos fenómenos domésticos familiares tienen la misma fuerza en mi
vida, y se hizo más evidente cuando se horizontó mi existencia en autonomía, sin
necesidad de sostener relaciones asentadas en la dominación, porque la
subordinación se convierte en un automaltrato inevitable.
La fascinación de Moliner por explorar las palabras, de registrarlas, de buscarles
su asiento en un texto, produjo en mí la misma sensación, el compromiso de
extender la historia y significar la historia de los afrodescendientes, ya que la
emergencia de una cultura da la imagen de una cultura, evidenciada en un texto
escrito propio. Consideramos que frente a los procesos de diálogo, debate y
8. reflexión, necesitamos siempre un tiempo extendido para poder desarrollarnos, y
apaciguar la sociedad del vértigo, de la fragmentación, del salto de una secuencia
a otra.
Sin embargo, a partir de los cambios sobre los que son inexorables en nuestras
vidas y, en particular, la nueva adecuación a la que hay que halarle, generada por
la omnipresencia avasallante de los medios, e inclusive el ingreso a la academia
para seguir posgrados, muchas personas que lograron un estatus representativo
en la sociedad son excluidos; lo que nos hace pensar que el panorama, ha
cambiado radicalmente.
Para Molíner como en mi caso, los adultos, fue la referencia ineludible en nuestro
trasegar por la vida. Siempre propensos a mirarlos y a tratarlos a partir del
recuerdo de nuestras propia vivencias, en las que nos encontrábamos frente a un
abismo. Campos que antes aparecían como previsibles, hoy definitivamente no lo
son. Navegar en la incertidumbre, no nos sucedía cuando nos tocó ser jóvenes,
mientras que los adultos en esta época, aún con experiencias, navegan en aguas
complejas e inciertas.
Por otra parte, los paradigmas que postularon a Moliner como ser humano, los
que guiaron y dinamizaron mis diferentes temporalidades, como sujeto de derecho
y responsabilidad, más allá de que éstas pudieran variar en tiempo y espacio, nos
llevaron a ambos, a un modelo de pensamiento diferente, en el cual no hay
transiciones ni moratorias, sino períodos de la vida con tareas propias que no se
subalternizan sino que tienen entidad particular dentro de un recorrido vital que
concatena posibilidades y atributos, produciendo para la humanidad unos de los
textos más consultados y orientadores en materia lexicográfica y dialectología; en
el mismo sentido, la obra que he creado con la denominación: El
Lexietnoeducativo ha servido de fuente resiginficadora para la cosmovisión del
afro -descendiente.
La multiplicidad de nuevas experiencias innovadoras, la explosiva heterogeneidad
9. del mundo de lo lingüístico, definieron la realidad de Moliner, con su Dirección de
uso de español, con ante los viejos modelos de síntesis y sus correspondientes
matrices para la toma de decisiones.
Finalmente, si las palabras modelan los viejos sujetos, cuando menos acosadas y
en proceso de cambio, resulta insólito, cuando menos, sostener un imaginario que
no responde a los tiempos cuando ellas mismas ya no representan los sueños y
esperanzas de una comunidad. Este escenario de vida fue la constante de Moliner
como lo siento hoy en mi vida.
10. BIBLIOGRAFIA
1. Amada Cinto, M.: «El bachillerato de María Juana Moliner», Trébede, 36, marzo
de 2000, pp. 32-36.
2. Campos, L.: «Aragonesas en la historia. La madre del Diccionario», Heraldo de
Aragón, 6 de diciembre de1998.
3. Castelo, S.: «Conversación con María Moliner», ABC, 25 de junio de 1972, pp. 22-
27.
4. Castro, C.: «El español que se habla, más extenso que el que codifica la
Academia», Ya, domingo 6 de febrero de 1972.
5. Cobo Borda, J. G.: «María Moliner, pionera de esa hambre en español», en Rin
coñete, Centro Virtual Cervantes, 30 de marzo de 2000.
6. Cortés Alonso, V.: «María Moliner, profesora extra», Boletín de la ANABAD, 31, 1,
1981, pp. 43-46.
7. Cortés Alonso, V.: «La Escuela Cossío de Valencia», Trébede, 36, marzo de
2000, pp. 39-42.
8. «Doña María Moliner: su diccionario, su pensamiento, su tenacidad aragonesa»,
Heraldo de Aragón, Zaragoza, 17 de octubre de 1976.
9. Ortiz S., Justo Walberto, Lexietnoeducativo.