2. San Lucas nos va exponiendo las enseñanzas de Jesús,
como haciendo un solo camino largo desde Galilea a
Jerusalén. Durante ese camino va recibiendo diversos
discípulos, va recibiendo también negativas para serlo. Y
a unos y otros les va señalando las cualidades necesarias
para ser un buen seguidor suyo.
3. Hoy Jesús nos habla
con palabras serias y
muy comprometedoras.
Nos invita a ser sus
seguidores; pero
expone con claridad los
valores que será
necesario estar
dispuestos a renunciar.
Veamos qué nos dice el
evangelio de este día.
Lucas 14, 25-33
4. En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se
volvió y les dijo: "Si alguno se viene conmigo y no pospone a
su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus
hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede
ser discípulo mío. Quien no lleve su cruz detrás de mí no
puede ser discípulo mío. Así, ¿quién de vosotros, si quiere
construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos,
a ver si tiene para terminarla? No sea que, si echa los
cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los
que miran, diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha
sido capaz de acabar."¿O qué rey, si va a dar la batalla a otro
rey, no se sienta primero a deliberar si con diez mil hombres
podrá salir al paso del que le ataca con veinte mil? Y si no,
cuando el otro está todavía lejos, envía legados para pedir
condiciones de paz. Lo mismo vosotros: el que no renuncia a
todos sus bienes no puede ser discípulo mío."
5. Son palabras
exigentes de Jesús.
Pero debemos tener
en cuenta que cuando
Dios nos pide algo es
porque piensa darnos
mucho más, si
sabemos
corresponder a su
llamada.
7. Hoy también, en una encuesta de una nación mayoritaria
católica, una gran mayoría dicen que son católicos; pero
a la hora de actuar hacen como los otros: pasarlo bien,
divertirse, tener la mayor cantidad de dinero posible, etc.
Hay muchas
maneras de
seguir a
Jesús.
8. Muchos de aquellos
estaban contentos
con Jesús, quizá
por la novedad,
mientras no les
exigiese mucho.
Hoy también
muchos cristianos
van a fiestas
religiosas,
escuchan con
placer un sermón
mientras no les
exijan algo
especial.
Muchos son cristianos por inercia, porque lo fueron sus
padres y abuelos.
9. Hoy Jesús nos
cuestiona el hecho
de ser cristiano. Y
nos dice que para
seguirle de verdad,
debemos estar
dispuestos a dejar
todo o a hacer
cualquier sacrificio.
10. Y en el dejarlo todo está: la familia, las comodidades,
especialmente el dinero. Alguno dirá: Si es así, mejor no
soy discípulo de Jesús. Al menos ese es sincero. Y alguno
dirá: Si es así, pocos o nadie lo cumplirá.
11. Pero resulta que sí ha habido y hay muchísimos que
prefieren a Jesucristo antes que todas las cosas
materiales; muchos que se ponen en las manos de Dios
y le dicen:
Padre,
me
pongo
en tus
manos.
23. El preferir a Dios antes que la familia no quiere decir que
haya que aborrecer a la familia. Sucede muchas veces
que quien se he entregado a Dios con todo el corazón
ama más a la familia que quien vive de egoísmo.
Antiguamente había traducciones mal hechas “aborrece
a tus padres” por seguir al pie de la letra lo hebreo que
no tiene comparativos.
24. En la vida real no es raro que uno tenga que hacer
grandes sacrificios para seguir un ideal, que es muy
inferior al de ser cristiano. Por ejemplo: Hay políticos
que, al menos en tiempo de propaganda electoral,
“descuidan a la familia”, no tienen comodidades sino a
veces persecuciones, burlas y contratiempos.
25. Para un buen investigador, comprometido con la ciencia,
no cuenta el tiempo, ni las incomodidades, a veces ni la
comida, ni otras satisfacciones. Lo mismo podríamos
decir de algún gran artista, comprometido con su arte.
26. Y no digamos con un deportista, que por ser un poquito
mejor que otros, aguanta esfuerzos tremendos y no
descansa por conseguir, como decía san Pablo, una
corona “que se marchita”. ¡Cuántos esfuerzos por
conseguir un trofeo que muchos quieren!
27. Sin embargo nosotros
cristianos debemos
hacer grandes
esfuerzos por una
corona que nunca se
marchitará, que es la
gracia de Dios, el bien
eterno. No se trata de
dejarlo todo por el
hecho de dejarlo, sino
buscar el bien, la
concordia, el sentirnos
como hermanos. Eso
es seguir a Jesús.
28. Seguir a Jesús es tomar la cruz de cada día, pero con la
mentalidad de Jesús. Para ello hay que renunciar a
nuestras apetencias instintivas y a muchas sugerencias
de este mundo que no llevan a nada bueno.
29. Seguir a Jesús no
consiste en saber más
cosas, sino aceptar su
espíritu de vida. No se
trata de renunciar a las
cosas por renunciar. Sería
eso un masoquismo. No
es el ir contra nosotros
mismos, sino el buscar
valores superiores, que
nunca se terminarán.
30. Por esto Cristo quiere
hoy abrirnos el
entendimiento y el
corazón. Porque la
persona que esté
dominada por un vicio,
aunque sea pequeño,
como puede ser el
deseo de tener más y
más, o el de ser
servido en vez de
servir, le es difícil
comprender las
palabras de Jesús.
31. De hecho no se puede
ser entregado al bien de
los demás si no se es
pobre de espíritu, si uno
no es desprendido de los
bienes materiales. Se
necesita un verdadero
espíritu de pobreza para
tener un profundo
respeto y amor a los
demás.
32. Un ejemplo de superar
la tendencia terrena y
social lo tenemos hoy
en la 2ª lectura de la
carta de san Pablo a
Filemón. San Pablo
está encarcelado ya
hacia el fin de su vida.
Un día se le presenta
Onésimo, que es un
esclavo de un amigo
rico, que era Filemón.
Este esclavo había
huido y merecería un
castigo muy grande.
33. Pero Onésimo se convierte y se hace cristiano. Quiere
volver, pero teme el castigo. San Pablo escribe a Filemón.
Las cosas han cambiado: Si Filemón es cristiano y el
esclavo vuelve arrepentido, no puede tratarle de la misma
manera.
Filemón
9b-10. 12-17
Ahora es como
un hermano.
Así dice la
lectura:
34. Querido hermano:
Yo, Pablo, anciano y prisionero por Cristo Jesús, te
recomiendo a Onésimo, mi hijo, a quien he engendrado
en la prisión; te lo envío como algo de mis entrañas. Me
hubiera gustado retenerlo junto a mí, para que me
sirviera en tu lugar, en esta prisión que sufro por el
Evangelio; pero no he querido retenerlo sin contar
contigo; así me harás este favor, no a la fuerza, sino
con libertad. Quizá se apartó de ti para que lo recobres
ahora para siempre; y no como esclavo, sino mucho
mejor: como hermano querido. Si yo lo quiero tanto,
cuánto más lo has de querer tú, como hombre y como
cristiano. Si me consideras compañero tuyo, recíbelo a
él como a mí mismo.
35. En aquel tiempo (y en todos) a los ricos les gustaba tener
esclavos, personas que estuvieran totalmente a su
servicio, para ellos poder disfrutar más de los placeres
que otros no pueden disfrutar. Pero esos esclavos son
personas que pueden ser hermanos por el bautismo y
que tienen derecho a la libertad de Cristo.
36. Cuesta renunciar a muchas exigencias materiales y ser
cristianos de verdad. Para ello, dice el evangelio, que
nos tenemos que poner a calcular. Porque puede ser que
tengamos un arranque grandioso de un momento o de
un día.
Debemos ser
perseverantes y
ver cómo
podemos
seguir.
Tenemos la
ayuda siempre
de Dios y las
ayudas que nos
enseña la
Iglesia.
37. Porque nos puede pasar, dice el evangelio, como uno que
tiene un poco de dinero y hace unos grandes planes de
construir una gran casa. Hace las fundaciones y poco
más; pero se le termina el dinero y no sabe cómo
conseguir más. Pierde todo y hasta la gente se le puede
reír.
38. O es como uno que va a hacer la guerra y dispone de la
mitad de soldados que el otro. Tiene que pensar si por
otros medios tiene ventaja. Si no, más le vale poner
condiciones de paz.
39. En definitiva, que para ser buen cristiano, seguidor de
Jesús, se necesita tener una gran sabiduría, no
precisamente la del mundo, sino la sabiduría de Dios. A
veces creemos que sabemos más que Dios. Ya el Antiguo
Testamento, en su último libro, que es el de la
“Sabiduría”, nos dice cosas hermosas.
Sab 9, 13-18
Hoy se lee en la
primera lectura:
40. ¿Quién comprende lo que Dios quiere?
¿Qué hombre conoce el designio de Dios?
¿Quién comprende lo que Dios quiere?
Los pensamientos de los mortales son mezquinos,
y nuestros razonamientos son falibles;
porque el cuerpo mortal es lastre del alma,
y la tienda terrestre abruma la mente que medita.
Apenas conocemos las cosas terrenas
y con trabajo encontramos lo que está a mano:
pues, ¿quién rastreará las cosas del cielo?
¿Quién conocerá tu designio,
si tú no le das sabiduría,
enviando tu santo espíritu desde el cielo?
Sólo así fueron rectos los caminos de los terrestres,
los hombres aprendieron lo que te agrada,
y la sabiduría los salvó.
41. En este mundo hay
muchos que se llaman
sabios, pero no son
sabios de verdad. Hay
muchos que se llaman
sabios porque saben
unas cuantas cosas
materiales. Algunos se
especializan en una
materia, pero
desconocen lo de otras
varias materias.
Para nosotros sigue siendo verdad aquello de
que “el que se salva sabe y el que no, no sabe
nada”.
42. Y si nos comparamos
con Dios, ¡Qué
pequeñez la nuestra!
Aun teniendo
verdadera fe, muchas
cosas de Dios nos
desconciertan, porque
no estamos
dispuestos a seguir
los razonamientos de
Dios. Por eso para
seguir a Jesús
plenamente debemos
aprender a
“vaciarnos”.
43. La verdadera sabiduría es dar a cada cosa su
importancia y saber poner los medios oportunos para
conseguir lo que nos proponemos.
Pero hay muchos
que dan mucha
importancia a lo
que no la tiene o
dejan de ponerla a
lo que sí la tiene.
44. La verdadera sabiduría
viene de Dios. Con
nuestra solas fuerzas
apenas conocemos lo
muy cercano. Dios nos
enseña el sentido de la
vida y de la historia,
de dónde venimos y a
dónde vamos; y cómo
podemos dar con el
verdadero camino.
45. Por eso tenemos
que pedir al
Señor muchas
veces esta
sabiduría: para
que nos proteja
y podamos
conocer la
voluntad de
Dios.