1. SER DISCÍPULO CUESTA
Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno
peso de gloria;
no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son
temporales, pero las que no se ven son eternas. (2Co 4:17-18)
Los cristianos necesitamos conocer, saber y vivenciar lo que cuesta ser cristianos para nosotros. Hay
muchas tendencias entre los cristianos. Cristianos con tendencias fundamentalistas, otros con tal
liberalidad que no parecen serlo. Hay cristianos que creen en la soberanía de Dios y procuran enseñar
mejor sobre el amor. Otros hablan del libre albedrío del hombre y procuran enseñar sobre la fe. Unos
hablan en lenguas y otros no. Otros más se van al extremo de la manipulación por medio de la
psicología de masas y otros niegan el poder sobrenatural de Dios. Pero ¿qué dice la Biblia? ¿Qué dice
Dios? No podemos negar el poder de Dios y vivir religiosamente; pero tampoco podemos depender de
experiencias personales como un modo de vida.
Creo en los milagros; pero no en las manipulaciones de fe. Creo en el discípulo que sirve que no en los
líderes que cobran por sus conferencias. Dad de gracia lo que recibisteis de gracia, dice la Palabra. Es
necesario el amor, es necesaria la fe. Es necesario el poder de Dios, es necesario el corazón de siervo.
Ya no nos peleemos más. Hagamos lo que la Palabra de Dios nos dice.
¿Qué es lo que proclamamos? Muchas veces vivimos con base en dogmas de fe. Palabra de hombres y
no palabra de Dios.
Hemos vendido un evangelio muy barato. La gracia está dada a un bajo precio. ¿Cómo puedes ser
cristiano sin tener compromiso? No puede haber perdón de pecados sin arrepentimiento.
La Perla de Gran Precio
Un discípulo no sólo entrega su dinero o sus posesiones, entrega su vida.
"También se parece el reino de los cielos a un comerciante que andaba buscando perlas finas. Cuando
encontró una de gran valor, fue y vendió todo lo que tenía y la compró.
(Mat 13:45-46)
De el libro “El Discípulo” de Juan Carlos Ortiz sacamos lo siguiente:
Muchos piensan que en esta parábola nosotros la perla de gran precio y que Jesucristo debe pagar todo
con tal de adquirirnos. La redención nuestra se tendría que pagar con el precio de la vida de Jesucristo.
Pero ahora debemos darnos cuenta que no es así la cosa. Jesús es la perla de gran precio. Él es el que
vale tanto. Realmente es un llamado de Dios a sacrificarlo todo por la Perla. Jesús posee todo,
salvación, gozo, paz, eternidad, poder, etc.
¿Cuánto cuesta esa perla?
-- Bueno, -- dirá el vendedor--, es muy cara.
-- Bien, pero, ¿cuánto cuesta? --insistimos.
-- Es muy, muy cara.
-- ¿Piensa que podré comprarla?
-- Por supuesto. Cualquiera puede adquirirla.
-- Pero, ¿es no me acaba de decir que es muy cara?
-- Si.
--Entonces, ¿cuánto cuesta?
-- Todo cuanto usted tiene –responde el vendedor.
2. Pensamos unos momentos. --Muy bien, estoy decidido ¡Voy a comprarla! --exclamamos.
-- Perfecto. ¿Cuánto tiene usted? --nos pregunta--. Hagamos cuentas.
--Muy bien. Tengo cinco millones de pesos en el banco.
--Bien, cinco millones. ¿Qué más?
-- Eso es todo cuanto poseo.
--¿NO tiene ninguna otra cosa?
--Bueno... tengo unos cuantos pesos en el bolsillo
--¿A cuánto ascienden?
Nos ponemos a hurgar en nuestros bolsillos. --Veamos, esto... cien, doscientos. Trescientos... aquí está
todo ¡dos mil pesos!
--Estupendo. ¿Qué más tiene?
-- ya le dije. Nada más, Eso es todo.
--¿Dónde vive? --Nos pregunta
--Pues en mi casa. Tengo una casa.
--Entonces la casa también, --nos dice mientras toma nota.
--¿Quiere decir que tendré que vivir en mi carpa?
--Ajá, ¿con que también tiene una carpa? La carpa también. ¿Qué más?
--Pero, si se la doy, tendré que vivir en mi automóvil.
--¿Así que también tiene un auto?
--Bueno a decir verdad, tengo dos.
--Perfecto. Ambos coches pasan a ser de mi propiedad. ¿qué otra cosa?
--Mire, ya tiene mi dinero, mi casa, mi carpa, mis dos autos. ¿Qué otra cosa quiere?
--¿Es solo? ¿No tiene a nadie?
--Si, tengo esposa y dos hijos...
--¡Excelente! Su esposa y niños también. ¿Qué más?
--¡No me queda ninguna otra cosa. Ahora estoy solo y sin nada.
De pronto el vendedor exclama: --Pero, ¡casi se me pasa por alto! Usted ¡Usted también! Todo pasa a
ser de mi propiedad: esposa, hijos, casa, dinero, automóviles y también usted.
Somos propiedad de Jesucristo. Somos esclavos del Señor. Fuimos pagados por precio, con su sangre.
Jesús te dice “Sígueme”
Corría el año 1501 en Italia. Se buscaba insistentemente a un escultor para hacer una figura del Rey
David, con la honda en la mano, en el momento en que recién había matado a Goliat. La obra le fue
encomendada al gran artista Miguel Ángel, a quien le fue dada una mole de mármol de cinco metros de
altura con la cual se dedicó durante dos años continuos a darle forma a ésta que es considerada una de
las obras maestras de la plástica mundial de todos los tiempos: el David.
Esta historia me hace pensar seriamente en Jesús como el gran escultor de discípulos. Un
verdadero discípulo no nace, sino que se hace. El verdadero discipulado no se recibe por
herencia. En la mente de Jesús nunca anidó la idea de, producir discípulos en serie,
como si se tratara de la mentalidad de un moderno fabricante de productos de dudosa calidad
en China: “hagamos muchos, aunque sean malos“).
3. Nuestra relación con Jesús debe ser una relación permanente.
Los discípulos de Jesús son permanentes. Nada de echar la mirada atrás.
Dejar el estilo de vida del mundo. Recordar a la esposa de Lot, que se convirtió en
estatua de sal. Sodoma y Gomorra es símbolo del pecado.
Un discípulo de Jesús será perseguido por ello.
Se trata de dejar que Jesús sea el escultor. Hablar de la figura del Alfarero.
Un escultor usa el martillo y el cincel. Déjate formar por el escultor de discípulos que es Jesús.
Pero ¿cómo pueden ustedes atribuirse mérito alguno si soportan que los maltraten por hacer el mal?
En cambio, si sufren por hacer el bien, eso merece elogio delante de Dios. Para esto fueron llamados,
porque Cristo sufrió por ustedes, dándoles ejemplo para que sigan sus pasos. "El no cometió ningún
pecado ni hubo engaño alguno en sus labios."*
(1Pe 2:20-22)
El verdadero discípulo de Cristo, antepone lo espiritual a lo material. Si el mensaje que te dan
te conduce a buscar lo material antes que lo espiritual, es un mensaje falso.
Recordar a los leprosos que fueron sanados por el Señor Jesús. Sólo uno regresó.
El verdadero discípulo además de fe, tiene un corazón agradecido.
Cuando estaba por entrar en un pueblo, salieron a su encuentro diez hombres enfermos de le pra.
Como se habían quedado a cierta distancia, gritaron: --¡Jesús, Maestro, ten compasión de nosotros! Al
verlos, les dijo: --Vayan a presentarse a los sacerdotes. Resultó que, mientras iban de camino,
quedaron limpios. Uno de ellos, al verse ya sano, regresó alabando a Dios a grandes voces.
(Luk 17:12-15)
Cayó rostro en tierra a los pies de Jesús y le dio las gracias, no obstante que era samaritano. --¿Acaso
no quedaron limpios los diez? --preguntó Jesús--. ¿Dónde están los otros nueve? ¿No hubo ninguno
que regresara a dar gloria a Dios, excepto este extranjero? Levántate y vete --le dijo al hombre--; tu fe
te ha sanado.
(Luk 17:16-19)
Un discípulo también adora, se postra y vive reconociendo a Dios por sobre todas las cosas. Siempre
adora a Dios. Es gente que viene a dar. No viene a recibir solamente, sino su corazón es generoso en
agradecimiento ya alabanza al Creador.
He visto agente recibir milagros; pero que se alejan del Señor.
Y le dijo: Levántate, vete; tu fe te ha salvado. (Luk 17:19)
Tu fe te ha salvado. La fe le alcanzó para salvación y no sólo para sanidad. ¿Qué es más importante?
¿Una sanidad o tu salvación?
4. El verdadero discípulo no busca su comodidad. “Pare de sufrir”; “Jesús cancela tus deudas”;
“Jesús te sana” ¿nada más?
El verdadero discípulo conoce al Maestro. Hay muchas teorías acerca de qué hizo el maestro.
Que si se fue Cachemira, que si vivió en la India y ahí aprendió sus poderes, que si tuvo hijos
con María Magdalena...
El congregante suele esperar panes y peces;
El discípulo es un pescador.
El congregante lucha por crecer,
El discípulo lucha por reproducirse.
El congregante se gana;
El discípulo se hace.
El congregante quiere que le sirvan;
El discípulo se atreve a servir.
El congregante le gusta ser halagado;
El discípulo halaga con su servicio y su sacrificio.
El congregante entrega parte de sus ganancias;
El discípulo entrega su vida.
El congregante puede caer en rutina;
El discípulo está en constante actividad.
El congregante espera que se le asigne tarea;
El discípulo es solícito en tomar responsabilidad.
El congregante murmura y reclama;
El discípulo se niega a si mismo y obedece.
El congregante es condicionado por las circunstancias;
El discípulo aprovecha las circunstancias para ejercitar su fe.
El congregante reclama que le visiten.
El discípulo visita.
El congregante vale para sumar.
El discípulo vale para multiplicar.
Los congregantes son trastornados por el mundo.
Los discípulos trastornan el mundo.
Los congregantes suelen ser fuetes como soldados en trincheras.
Los discípulos son soldados invasores.
El congregante hace hábito.
El discípulo rompe moldes.
El congregante sueña con la iglesia ideal.
El discípulo logra la iglesia real.
El congregante predica el evangelio.
El discípulo hace más discípulos.
El congregante espera un avivamiento.
El discípulo es parte del avivamiento.
Al congregante se le promete una almohada.
Al discípulo se le ofrece una cruz.
El congregante dice ojalá!.
El discípulo dice Heme aquí!.
El congregante es valioso.
El discípulo es indispensable.
Mateo 5:8 Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios.