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Adviento 2011
1. Adviento.
Esperar es un deber, no un lujo. Esperar no es soñar, sino un modo de
transformar un sueño en realidad. ¡Felices los que tienen la audacia de soñar
y están dispuestos a pagar el precio necesario para que su sueño tome cuerpo en
la historia de los hombres! (Cardenal L. Suenens).
Adviento es tiempo de Gracias y Salvación, porque
el Señor Jesús se hace presente en cada corazón en
la forma en que cada quien lo necesita, y la luz
que trae a cada vida es suficiente para
transformar todos nuestros esquemas.
Adviento es un tiempo de despertar, es un tiempo
bonito, un tiempo joven. No es “¡otra vez!”,
vuelta a empezar… Es una nueva oportunidad. Hoy
“no será un día cualquiera”, hoy es el principio
de una nueva carrera. Hoy volvemos a soñar.
Es tiempo para despertar. Vivimos con somnolencia
e inconsciencia. Ya ni pensamos, ni nos interesa
el Mesías. ¿Pues que no dicen que vino ya? Hace
dos mil años. ¿ y en qué se nota? ¿el mundo se ha
salvado ya?
Adviento es tiempo de esperar, de creer y de amar.
La Esperanza es el sostén de nuestra vida, “lo
último que se pierde”. Somos lo que esperamos. Si
no tenemos una ilusión, una meta, un gran deseo;
la vida se va entristeciendo y apagando. El que no
es amado enferma y el que no ama está muerto, pero
el que vive en el amor crece y florece.
Adviento es tiempo de Orar. Al celebrar el
adviento, hablamos de un Mesías Salvador, y la
oración de la Iglesia, inspirada y motivada por el
2. Espíritu es ¡Ven!, porque te necesitamos, ven
porque te queremos. Rezamos porque creemos en el
poder de Dios, “para Dios nada es imposible” (Lc.
1,37).
ACTITUDES FUNDAMENTALES DEL ADVIENTO.
Espera. El mundo necesita a Dios. La humanidad
está desilusionada y desamparada. Las
aspiraciones modernas de paz y de dicha, de
unidad, de comunidad; son terreno preparado
para la buena nueva. El adviento nos ayuda a
comprender mejor el corazón del hombre y su
tendencia anhelante de felicidad.
El retorno a Dios. La experiencia de
frustración, de contingencia, de ambigüedad,
de esclavitud, de pérdida de libertad exterior
e interior de los hombres de hoy; puede
suscitar la sed de Dios, y la necesidad de
“subir a Jerusalén” cono lugar de la morada de
Dios, según los salmos de este tiempo. El
adviento nos ayuda a conocer mejor a Dios y su
amor al mundo. Nos da conocimiento interno de
Cristo, que siendo rico por nosotros se hace
pobre.
La conversión. Con Cristo, el Reino está
dentro de nosotros. La Voz del Bautista es el
clamor del Adviento: “Preparad el camino del
Señor, allanad sus senderos; elévense los
valles, desciendan los montes y colinas; que
lo torcido se enderece, lo escabroso se
iguale. Y todos verán la salvación de Dios…“
(Is. 40,3-5). El adviento nos enseña a
hacernos presentes en la historia de la
3. salvación de los ambientes familiar, laboral,
comunitario, a entender el amor como salida de
nosotros mismos y la solidaridad plena con los
que sufren.
Gozo y alegría. El Reino de Cristo no es sólo
algo social y externo, sino interior y
profundo. La venida del Mesías constituye el
anuncio de gozo para el pueblo. El adviento
nos enseña a conocer que Cristo, y su pascua,
es la fiesta segura y definitiva de la nueva
humanidad.