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Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 1 de 12
Inteligenciasocial y conflicto
Inteligencia social
ALBRECHT, Karl; (2006). Inteligencia social. Javier VergaraEditor, España. Págs 291 - 313.
Ideas para llevarse bien
Deberíamos ir a los árabes con palos en las manos y pegarles, pegarles y pegarles hasta que
dejaran de odiarnos.
Taxista de Tel Aviv
Un lugarcomún de la medicina es «Los médicos sonrientes rara vez reciben denuncias por
negligencia.»
Como la mayoría de generalizaciones, ésta contiene cierto grado de validez. Si dejamos de
lado el número de demandaspor negligencia motivadas por avaricia, malicia y excentricidad por
un lado,y las resultantesdeuna incompetencia médica clamorosa por el otro, lasdemandas que
vemos en la gama intermedia —posiblemente la mitad de todas, según algunos expertos—
parecen participar de relacionesagriadas.Parece, sin duda, queunaporción significativa de ellas,
una cantidad sujeta a discusión, por supuesto, nunca habrían seguido adelante si los
profesionales de lamedicina hubieranmantenido unaestrecha relación personalconsusclientes
o hubieran dado un paso rápido para reconocer su responsabilidad y expiarla activamente de
algún modo generoso.
La genteque presentademandas contradoctoresy centrosmédicos suelecitar la«actitud»
del médico o los administradores. La percepción de arrogancia, despreocupación por el
sufrimiento humano, frialdad, condescendencia o cierto aire de infalibilidad puede sentar las
condiciones. «Al principio sólo quería que se disculpasen —puede decir el demandante—. Ni
siquiera se les pasó por la cabeza admitir que habían cometido un error.»
LA DOBLE ESPIRAL DEL CONFLICTO
Varios millares de añosde historia handemostradode manerabastante concluyente que el
conflicto tiende a crear más conflicto. Una vez empieza, tiende a ir a más. En cuanto alcanza un
gradocrítico de intensidad, tiende a alimentarse de sí mismo. Algunospaíses,facciones políticas,
clanesy barriosllevantantotiempo enfrentadosquenadie parece saber cómo o porqué empezó
el conflicto. Sólo saben que no tienen más remedio que responder a las atrocidades del otro
bando y por lo general superarlas.
Recuerdounejemplo que presencié en unavieja película protagonizadapor laclásica pareja
de cómicos Stan Laurel y Oliver Hardy.
Laurel y Hardy habían conseguido un trabajo vendiendo árboles de Navidad, puerta a
puerta. Paransu viejo cacharrodelante de una casa, se acercan a la entrada y llaman.El irascible
propietario abre la puerta, escucha su discurso durante unossegundosy los despacha con cajas
destempladas.
Irritados al ver que les cierran la puerta en las narices, llaman otra vez. De nuevo el dueño
aparece y los rechaza con peores modos si cabe. Estalla una discusión y uno de los furiosos
vendedores decide enseñarle al grosero propietario una lección. Con cierta fanfarria, profana la
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casa —no recuerdo la atrocidad concreta; posiblemente rompe la aldaba de la puerta—, lo que
provoca en el dueño un acceso de ira descontrolada.
El propietario salea la calle hecho unafuria y lesrompe el retrovisordel coche, que lanza al
suelocon desprecio. Se sacude lasmanos con aire desafiante, los fulmina con la mirada y regresa
a la casa. El incidente va experimentando una escalada, en la que cada bando inflige al otro
represalias cada vez más severas. Laurel y Hardy le rompen las ventanas y él destroza las de su
coche. Cuando el propietario llega al extremo de arrancarles los guardabarros, ellos la
emprenden a golpescon su mobiliario. Laurel lanzaun granjarrónpor la ventanaparaque Hardy
lo destruya con un bate de béisbol. Cada acto de agresión es recibido con una nueva expresión
de ultraje y un nuevo —y del todo justificado— contraataque.
Para cuando termina el episodio, han reducido su casa a escombros y él les ha dejado el
coche como un mero chasis con ruedas. Se alejan en él con cara de justificada indignación —y
perversotriunfo— mientras él contempla losdaños sufridos por su casa y se felicita por su tenaz
defensa de sus intereses.
Por desgracia, muchos de lo conflictos más costosos de la experiencia humana no tienen
una redención cómica como ésa. Los observadorespueden ridiculizar a los protagonistaspor su
descerebrada escalada de la situación, pero con demasiada frecuencia los testigos inocentes
también pagan el pato.
Para quienes observan y estudian los conflictos continuados, la escalada de animosidad
tiende a seguir un patrón muy bien definido, aunque las partes atrapadas en él quizá no lo
distingan. Sin embargo, también sucede que, a la inversa, dos partes que se las ingenian para
mantenerrelaciones cordiales y cooperativas—individuos, familias, clanes, compañías, facciones
políticas o países— hacen gala delextremo contrario a la escaladade atrocidades. Las relaciones
positivas pueden crecer y reforzarse con el tiempo, ascendiendo en una espiral positiva que se
sustentaa sí misma, del mismo modo en que las relaciones negativas descienden en una espiral
cada vez más destructiva.La espiral ascendentede la cooperación parece el reflejo especularde
la espiral descendente del conflicto. En general, para pasar del conflicto a la cooperación la
situación tiene que regresarhacia arriba por laespiral negativa hastaalcanzaralgún tipo de zona
potencialmente neutral, para luego encontrar el camino de subida a territorios más positivos,
como ilustra la Figura 10.1.
Figura 10.1. La doble espiral del conflicto
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Observad el avance de la espiral del conflicto, en la parte inferior de la ilustración. Si la
desconfianza se impone por cualquier serie de motivos, o existe como legado histórico de una
relación, entonces la situación está inclinada hacia el conflicto de partida. Una provocación de
alguna de las partes, o una serie de provocaciones por parte de ambos antagonistas, ofrece a
cada bando la prueba de las intenciones negativas del contrario. Tras unascuantas atrocidades,
la situación degenera en una escalada, momento en el cual ambas partes han abandonado
cualquier aspiración a una relación amistosa. Lo habitual es que se vean exigidos a «defenderse»
o tomar represalias por alguna trasgresión imperdonable del otro.
Durante ese descenso al conflicto irreversible, la química del cerebro cambia en ambos
bandos. Los dos antagonistas han consagrado sus plenas energías a perjudicar al rival. Ya es
impensable que alguna de las partes se plantee en serio la posibilidad de permitir que la otra
reciba algo de valor. Se convierte en un caso de gana-pierde que, irónicamente, deviene una
situación pierde-pierde.
Si la relación de conflicto dura lo suficiente e inflige el daño suficiente, puede que con el
tiempo descienda al cuarto nivel de punto muerto sin remedio. El fenómeno resulta
especialmente habitual en las animosidades religiosas y étnicas, además de en las disputas
territorialesenquistadas. En el caso del antiguo conflicto entre judíos y árabes en Oriente Medio,
ha llegadoa estar plenamenteinstitucionalizado; configura las estructuraspolíticas,lasleyes, las
doctrinas educativas, las políticas gubernamentales y las prácticas comerciales. En Irlanda del
Norte, protestantes y católicos se asesinan entre sí en nombre de la misma deidad.
Puede antojarse idealista creer que una situación de conflicto que ha degenerado hasta el
cuarto nivel del punto muerto tiene alguna posibilidad de invertir las tornas. En verdad, la mera
duración de algunos de los conflictos más destructivos del mundo parece contradecir la idea
misma. Sin embargo, existen muchas relaciones duraderas en las que varios países, grupos
étnicos, regiones geográficas, clanes e ideologías se las han ingeniado para combinar sus
intereses en beneficio mutuo. El hecho de que algunosmatrimonios felices sean de verdad para
toda la vida, de que algunos países se lleven bien durante siglos o más y de que algunas
compañías lleven muchas décadas haciendo negocios juntas sugiere que la espiral positiva y
ascendente de la cooperación funciona.
La progresión ascendente de una relación debe empezar con un grado adecuado de
confianza, o empatía, en terminología de la IS. Las circunstancias pueden fomentar el arranque
positivo de una relación. Quizá varios de los partícipes tengan una IS lo bastante elevada para
orquestarunestado de las cosas que invite a los demás a comunicarse, compartir susintereses e
intenciones y buscar un terreno común.
Con la suficiente empatía, la relación puede avanzar el nivel de la reciprocidad, en el que
cada parteimplicada contribuye de manerapositiva a los interesesde laotra. A regañadientesen
unprincipio, quizá, perocada vez más como resultadodeconstatarqueladinámica obratambién
en su propio beneficio, las partes buscarán un contacto más voluntario y activo para encontrar
maneras de colaborar.
Con suerte,habilidad y unpoco de tiempo, la relación parece contener la promesade durar
y compensar a todas las partes implicadas, y pasa de ser una propuesta transaccional —«Te
damos A si tú nos das B»— a ser una de mutualidad. Si alcanza esa etapa, los participantes
empiezan a verla en términos de una relación duradera. Eso conlleva el aspecto crítico de las
expectativas: llevamos tanto tiempo tratando con la otra parte que atisbamos la posibilidad de
una interacción continua, incluso institucionalizada.
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Por último, en algunas circunstancias afortunadas, las partes alcanzan una fase de
continuidad: la creencia compartida por todaslas partes de que la relación satisface tanbien sus
necesidades e intereses que adopta una vida e identidad propias. A esas alturas contemplamos
la imagen especularexacta de la etapa de punto muerto del conflicto. Allá donde en la fase final
del conflicto ningunade laspartes siente motivación algunaparaatenderlos interesesde la otra,
en la etapa de la continuidadde lacooperación todaslas partescomprenden el valorpragmático
de ayudar a los demás a satisfacer sus necesidades e intereses.
Por una lógica perversa, la etapa del puntomuerto en realidad ofrece suscompensaciones
a quienes se sumen en ella. Tienen el premio de sentirse como héroes defendiendo su patria, y
experimentan ese pírrico triunfoque deriva de infligir penuriasa susenemigos. Por desgracia, no
pueden imaginarse un estado de cosas diferente en que no tengan que perjudicarse para
perjudicar a otros.
Caso ejemplar:Mientrasllevabaacabo una sesiónde construcciónde equipos con un grupo
de abogados y sus auxiliares, uno de mis colegas fue asombrado testigo de cómo una cuestión
ajena al trabajo había adquirido con el tiempo la suficiente energía para convertirse en un gran
problema. Al principio de una reunión, todos los abogados se sentaron en un lado de la mesa y
sus auxiliares en el otro. El consultor empezó por preguntarle a la superior de las auxiliares por
sus metas para la sesión. Ella contestó: «Sólo queremos que la gente esté más contenta, que el
trabajo salga mejor y que todos nos entendamos.»
Entonces el consultorle preguntóal jefe de los abogadospor susobjetivos para la reunión.
Él dio un puñetazo en la mesa y gritó: «Quiero ver despedidas a estas mujeres!»
Varias de lasauxiliares rompierona llorary lascosas fueron de malen peor duranteunbuen
ratohastaqueel consultoratinóadeterminarlacausa:cuandounaantiguamiembrodel personal
auxiliar que había fallecido de cáncer se encontraba en el hospital, no la visitó ninguno de los
abogados del bufete. Las mujeres se lo tomaron como un desprecio a la valía de la difunta y se
abrió una profunda sima con los consecuentes «vacíos», frenazos en el ritmo de trabajo,
comportamientos pasivo-agresivos y hostilidad encubierta.
En un típico bufete de abogados, las auxiliares controlan gran parte del flujo de trabajo.
Llevanal día laagendade los abogados,programansusreunionesyapariciones enlos tribunales,
se encargan de la investigación y tabulan las horas minutables y los gastos. En muchas oficinas,
cumplen una valiosísima función de bufete alternativo, para que los abogados puedan
concentrarse en sus casos o en la adquisición de nuevos clientes.
A causa de su furia colectiva hacia los abogados por su percepción de que no les había
importado su compañera, su comportamiento de sabotaje se volvió bastante costoso. Los
abogados empezaron a saltarsereuniones con los clientes, apariciones en los juzgados y plazos
de entrega de documentos. Las cosas llevaban así unos tres años.
En su defensa, los abogados se hallaban bajo la errónea impresión de que la auxiliar del
hospitalno quería ningunavisita y, por tanto, habían respetadolo que considerabansus deseos.
Cuandoeste problemade comunicación empezó a adoptarconsecuencias económicas (la bajada
en el ritmo de trabajo) y crear auténtica hostilidad, los socios mayoritarios decidieron llamar al
consultor para acometer aquel hongo nuclear de conflicto.
Un grupoquería «justicia» (losabogados)y el otroquería «paz» (lasauxiliares). El consultor
se dio cuenta de que no avanzarían nada en la construcción de un equipo hasta que ese tema
crucial se pusiera sobre la mesa, se discutiera y se solventase. Pasaron cuatro horas, con más
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lágrimas, cruce de acusaciones y, por suerte, sin más puñetazos en la mesa. Al final fueron
capaces de trabajar como un grupo para finiquitar el tema y seguir adelante para debatir los
instrumentos necesarios para resolver de forma colectiva cualquier futuro conflicto.
Tal vez los seres humanos hallarán un modo de convertir los puntos muertos en
continuidad, pero probablemente ni siquiera el más optimista de nosotros sostendría que la
prevención ofrece resultados mucho más prometedores que la cura.
En unaconversación harto repetida, un hombre de mediana edad le preguntaa sumédico:
«¿Cómo puedo evitar quedarme calvo?» El doctor, en una referencia paradójica a la naturaleza
hereditaria de la calvicie, responde: «Procúrese un abuelo diferente.»
El consejo equivalente parareducir o eliminar el puntomuerto sería: «No lo deje empezar.»
Los Hatfield y los McCoy declaran la paz
La legendaria rencilla familiar entre la familia Hatfield de Virginia Occidental y los McCoy de Kentucky tocó a
su fin definitivo enjunio de 2000, cuando las dos familias celebraron su primerareunión anual enPikeville, Kentucky.
La rencilla había perdido fuelle casi cien años antes, y en el nuevo milenio la era del comercio por fin se impuso a la
historia. Lo único que queda de la sanguinaria disputa es un moderno enclave turístico: una especie de «H&M
Sociedad Anónima». Varias páginas web oficiales, un club de fans oficial el festival anual, recreaciones de sucesos
históricos vídeos y libros, artículos de regalo y una base de datos genealógica son testigos de la sempiterna
fascinación de un período de treinta años de conflicto que se cobró la vida de doce miembros de ambas familias,
enfrentó a los gobiernos estatales de Virginia Occidental y Kentucky y generó una batalla legal que llegó al Tribunal
Supremo de Estados Unidos.
Puede que las dos familias sirvan como iconos históricos del conflicto, y la historia de su rencilla ilumine
algunos de los conflictos eternizados del mundo actual. Los Hatfield vivían en Virginia Occidental, enel lado este del
Tug Fork del río Big Sandy; los McCoy vivían en el lado occidental, en Kentuky Dominadas ambas por patriarcas de
físico imponente, crueles y agresivos, las familias empezaron a reñir allá por 1863. La primera disputa tuvo que ver
con una acusación de robo de cerdos, y condujo a un tiroteo en el que murió un Hartfield.
Poco después, una pelea de borrachos en la celebración de unas elecciones terminó con la muerte de otro
Hatfield. El cabecilla del clan, un tal Devil Anse Anderson Hatfield, hizo que prendieran y ejecutaran a los tres McCoy
que habían asesinado a su hijo.
Las cosas fueron de mal en peor, con las dos familias asaltando las granjas y enzarzándose en periódicos
tiroteos. Sus batallas experimentaron una escalada hasta incluir a las comunidades vecinas, hasta el punto en que
los dos estados colindantes se implicaron. Los McCoy secuestraron aun grupo de Hatfjeld y se los llevaron a Kentucky
para juzgarlos. El Gobierno de Virginia Occidental exigió su regreso, afirmando que Kentucky no tenía derecho legal
a intentar secuestrar ciudadanos de un estado vecino. El Tribunal Supremo de Estados unidos dictaminó que no había
base legal para impedir el juicio; uno de los Hatfield acabó en el patíbulo y los otros dos condenados a cadena
perpetua.
Con el tiempo la rencilla había poco menos que diezmado a las dos familias, y el desarrollo económico abrió la
región de los Apalaches a una gobernación más civilizada, de modo que las batallas al final se terminaron. Al cabo de
muchos años, el legendario enfrentamiento pasó a la historia como ejemplo arquetípico de la escalada de un
conflicto. En última instancia, la referencia a «los Hatfield y los McCoy» sobrevivió sólo como metáfora de un estado
de guerra sin sentido entre dos facciones.
Los souvenirs de los Hatfield y los McCoy que se ofrecen en la página web
www.hatfieldmccoytradingcompany.com, entre los que se encuentran camisetas, tazas, etcétera,dan fe de que nos
conflictos, al menos, mueren de viejos.
¿POR QUÉ DISCUTIR?
Hace muchosañostuveunade las revelacionesmás útilesde mi joven vida,y ladecisión que
tomé a resultas de aquella revelación se convirtió en una de las políticas más beneficiosas que
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jamás haya adoptado. Decidí, sin más, dejar de discutir con la gente. No decidí dejar de intentar
hacerles cambiar de opinión ni dejar de tratarde que adoptaranmis puntosde vista o ideas. Sólo
dejé de discutir con ellos.
Al final concluí que en realidad nunca había ganado una discusión con otra persona.
Entendámonos: me había vuelto muy habilidoso en los debates, en la esgrima verbal y en
desestimar las ideas ajenas con mi rapidez de reflejos y mi lengua afilada. Sin embargo, al final
tuve que afrontar lo que se me antojaba la verdad primordial del verso del poeta William Blake:
Un hombre convencido contra su voluntad
conserva su opinión en realidad.
Descubrí que, con todas las habilidades de debate que había adquirido durante mi
experiencia universitaria,lo único que conseguía era convencer a la gente a mi satisfacción, no a
la suya.Empecé a entender quederrotara otraspersonasen uncombate verbalmuy raravez me
procuraría algo de auténtico valor, a menos que considerase mis sentimientos personales de
triunfo como algo valioso. Concluí que todo debate, toda discusión, todo incidente de esgrima
con vencedores y vencidos tenía un precio, además de una recompensa. Por bien que la
recompensa pudiera suponer la adquisición de mejores puntuaciones como tertulianoa ojos de
los presentes, el precio solía conllevar animosidad, resentimiento y deseos de venganza.
Empecé a fijarme, a lolargode unaserie de discusionescon mis amigos estudiantes,en que
cualquier episodio de combate verbal parecía reproducirse en el siguiente. Dos personas que
habían tenido un encontronazo en el campo de batalla intelectual parecían más propensas a
chocar otra vez. La discusión parecía convertirse en un patrón, un hábito que se alimentaba a sí
mismo.
Este descubrimiento me hizo dar un paso atrás, ampliar mi «zoom» mental y plantearme la
pregunta clave: «¿Qué quiero en realidad de la situación?» Con demasiada frecuencia, descubrí,
reaccionaba a las opiniones ajenas, sobre todo las expresadas con contundencia o agresividad,
como unpez que muerde e1 anzuelo. Me sentía impelido a respondera la agresión con agresión;
no podía dejar pasar aquel escándalo. Me contentaba con menos de lo que podía conseguir.
Empecé a darme cuenta de que podía atraer a los demás hacia mis puntos de vista,
inducirlos a escuchar con más respeto mis ideas y mantener una empatía positiva con ellos
dejandopasarlaoportunidaddeatacarsusideas.Escuchándolos,reafirmandosuderechoa tener
su opinión e invitándolos a expresarse plenamente, parecía conseguir, cada vez con mayor
claridad, lo que esperaba de mi trato con ellos. También descubrí que hacer preguntasen vez de
lanzar declaraciones a menudo funcionaba mejor de cara a influirles para que cambiaran de
opinión.
Desde entoncesa menudohe reflexionado sobrelas palabrasde una antiguaestrofa de «El
camino de la vida», atribuido al filósofo chino Lao Tsu:
El mejor capitán no se lanza de cabeza
ni el mejor soldado está ansioso por luchar.
El mayor vencedor gana sin la batalla...
CONVERSACIONES CRUCIALES
Tratar de evitar los malos sentimientos causa más malos sentimientos que cualquier otra
cosa. Lamayoría de gente encuentraelconflicto con losdemás, sobretodocuandoes unocontra
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uno, extremadamente desagradable. Salvo por la pequeña población de personas altamente
combativas, la mayoría haremos cuanto sea razonable por evitarlo. Permitimos que se
prolonguenmalentendidossinaclararlos,consentimosquelosdemásseaprovechendenosotros
o nos traten con desconsideración sin plantarles cara por ello y nos refrenamos de afirmar
nuestros derechos morales y civiles por miedo a que los demás se enfaden con nosotros.
Para la mayoría, este reflejo automático empieza en la infancia y nunca desaparece. «No
hagas enfadar a papá o a mamá», «No hagas enfadar al profesor», «No hagas que los demás se
enfaden contigo». Si lo trasplantamos al sinfín de situaciones sociales que nos encontramos en
nuestra vida adulta e interactuamos con otros que hacen lo mismo, caemos en patrones
deshonestos de engaño, falsa armonía y guerra encubierta.
El experto en conflictos Steve Albrecht propone que «bajemos el listón de la censura
emocional» y le digamos a los demás lo que pensamos y sentimos más a menudo. «La gente
puede aportar un enorme beneficio a su vida —dice— haciendo un uso eficaz de las
“conversacionescruciales”, básicamente, aireandolascosas cuantoantesmejor. Si creo queotra
persona o grupo de personas pretende actuar de un modo que tal vez ponga en peligro mis
intereses en una situación, tengo dos opciones principales. Puedo afrontar su comportamiento
de formaencubierta: elaborandomipropiainterpretaciónde suconducta,imputándolesdiversos
motivos aviesos y, en última instancia, tratandode contrarrestarlosconalgúnmétodo indirecto
en lugar de plantarles cara. La alternativa es sostener una “conversación crucial” con ellos en
cuanto descubra cualquier posible causa de preocupación.
»Con la segunda opción—el curso de acción abierto— empiezo por hacerlos partícipes de
mis preocupaciones y ofrecerles la oportunidadde modificar sus acciones o encontrarun modo
de acomodarmis intereses. Cuantoantestengalugaresaconversación,másopcionestendremos
paratrabajara partirde allí. Si esperoa que exista unconflicto declaradocon ellos,es posible que
dispongamos de muy pocas opciones atractivas.»
Steve Albrecht ofrece una fórmula básica, o plan, para decidir si y cómo debemos entablar
una conversación crucial:
1. Aclaraos con la situación. ¿Qué sabéis de la otra parte o partes implicadas? ¿Entendéis sus
intenciones? ¿Qué pruebastenéis que os lleven a concluir que han actuado —o piensan actuar—
en contra de vuestros intereses? ¿Necesitáis mantener una conversación para aclarar las cosas?
2. Definidcon claridadvuestrosintereses. ¿Quéqueréisdevuestrasinteraccioneso relaciones
con ellos? ¿Qué queréis proteger, conservar o conseguir?
3. Escogeduna estrategiadeacercamiento. Talvezpodáisempezar sinmás unaconversación
con la otra parte, con poca animosidad de por medio. A veces no queda otra que expresar
vuestrosintereses y pedirle a la otra parte que los respete. En una Situación más delicada, quizá
prefiráis «telegrafiar» vuestrasinquietudesa la otra parte de algunamanerapoco arriesgada.Un
mensaje privado, transmitido por alguien de confianza para ambos, puede conseguir que la otra
parte medite sobre el tema antes de la conversación. Podrías abordar el asunto con educación
en un e-mail, solicitando una conversación en privado. Escoged el método que tenga más
posibilidades de iniciar la conversación en clave positiva y de cooperación.
4. Conducid laconversación con un espíritupositivo. Haced de ella unabúsquedacompartida
de soluciones mutuamente aceptables. Explicad vuestros intereses a la otra parte y decidle por
qué los veis en potencial peligro. Aseguraos de que también entendéis plenamente los suyos.
Preparaos para los posibles sentimientos de recelo, defensa o competencia por parte del otro.
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5. Buscadun resultadoclaro. A ser posible,invitad a laotraparte a mostrarsedeacuerdocon
vosotros sobre una declaración de principios, un punto específico de acuerdo o al menos una
política de la que podáis fiaros para seguir adelante. A lo mejor el encuentro sólo sirve para
mitigar vuestros sentimientos de aprensión o animosidad. Quizá sirva como punto de partida
para mejorar la relación con el paso del tiempo.
Fijaos en que el proceso tiene menos que vercon la consecución de vuestrasmetasquecon
la apertura de líneas de comunicación y el mantenimiento de una conversación continua.
Formulado en el lenguaje de la IS, sostener una conversación crucial significa poner en práctica
todasvuestrashabilidadesS.P.A.C.E. para desactivarun potencialconflicto y quizás encontrarun
modo de satisfacer con el tiempo los intereses de ambas partes.
Los eclesiásticos discrepan... violentamente
Jerusalén, Israel (AP) Unos sacerdotes ortodoxos y unos franciscanos se enzarzaron el lunes en una pelea a
puñetazos en la iglesia del Santo Sepulcro, la más sagrada de la cristiandad, tras discutir sobre la conveniencia de
cerrar una puerta de la basílica durante una procesión.
Docenas de personas, entre ellas varios agentes de la policía israelí, resultaron heridas leves en la pelea de la
iglesia, construida sobre el punto donde según la tradición Jesucristo fue crucificado y enterrado.
Se detuvo a cuatro sacerdotes, de acuerdo con el portavoz de la policía Shmulik Ben-Ruby.
La custodia de la iglesia del Santo Sepulcro la comparten varios credos que velan con celo sobre su territorio
y responsabilidades bajo un frágil acuerdo estipulado a trancas y barrancas en los últimos siglos. Cualquier invasión
que se perciba en el terreno de un grupo puede conducir a ensañadas rencillas, que en ocasiones duran centenares
de años
La pelea del lunes estalló durante una procesión de centenares de fieles ortodoxos que conmemoraban el
peregrinaje en el siglo IV de Helena, madre del emperador Constantino, a Jerusalén. La tradición dice que durante
ese viaje, Helena encontró la cruz en la que Jesús había sido crucificado.
Eclesiásticos de la iglesia, en declaraciones bajo condición de anonimato, afirman que en un momento dado la
procesión pasó por delante de una capilla católica, y los sacerdotes de ambos credos empezaron a discutir sobre si
la puerta debía estar abierta o cerrada.
Policías antidisturbios israelíes armados con porras interrumpieron la pelea, según los testigos. Después la
procesión continuó.
Los sacerdotes ortodoxos, ataviados con vestiduras negras y elaborados tocados, salieron desfilando de la
iglesia bajo el sonoro tañido de las campanas. Atravesaron el claustro de la iglesia llevando báculos de oro y rosas y
se alejaron por un estrecho callejón adoquinado mientras los cristianos ortodoxos aplaudían y vitoreaban.
En 2003, la policía israelí amenazó con limitar el númerode fieles que podían asistir a una ceremonia de Pascua
si los credos no se ponían de acuerdo sobre quién dirigiría el acto. La policía medió para conseguir un acuerdo de
última hora y la ceremonia se desarrolló pacíficamente.
Sin embargo, un año después, el patriarca griego y el eclesiástico armenio designados para entrar en la tumba
intercambiaron golpes tras una disputa sobre quién sería el primero en salir de la cámara.
NEGOCIACIÓN CON VALOR AÑADIDO
Hace unos años me interesé por el modo en que el conflicto puede afectar al mundo
empresarial y en particular por el modo en que la gente del mundo de los negocios intentaba
solventar las diferencias y llegar a acuerdos. Descubrí ciertas doctrinas predominantes —al
menos en el mundo de los negocios occidental— que parecían dominar y limitar el proceso
negociador.
Los educadores empresariales —instructores, departamentos de formación o personal de
las empresas, editores, compañías de seminarios, organizadores de conferencias— llevanvarias
Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 9 de 12
décadas ofreciendo cursos formales que abordan la negociación. Periodistas y profesionales de
la prensa económica han tenido por costumbre homenajear y alabar a personas a las que
describían como «duros negociadores». Se supone que un negociador duro extrae algo de
elevado valorpara su «bando», a ser posible «renunciando» a muy poco a cambio. El lenguaje de
la negociación, tal y como se usa en la empresa y la prensaeconómica, se inclina mucho hacia el
ganar y el perder, el obtener sin dar y el imponerse.
Las ideologías que parecen subyacer a esos diversos enfoques de la negociación cubren un
abanico que va desde una especie de combate a vida o muerte hasta un punto de vista más
cooperativo que acepta la idea de que la otra parte en realidad puede recibir valor del acuerdo.
La escuela del «gana-pierde puro» habla con desprecio de «hacer concesiones», recomienda
«explotar las debilidades del contrario», utiliza varios «ardides negociadores» y establece un
«diferencial de poder». El lenguaje da a entender que una parte tiene éxito sólo a expensas de la
otra.
La visión opuesta a la ideología del gana-pierde puro recibe el admirable nombre de
negociación gana-gana. Es cierto que algunos de sus defensores parecen propugnar métodos
para ayudar a las dos partes a conseguir sus fines. Muchos otros, sin embargo, parecen abogar
por unaespecie de enfoque «gana-pierde camuflado».Envuelto en el lenguaje de lacooperación,
a menudo transmite la premisa de «Sí, quiero verte ganar,siempre que yo gane más que tú». En
algunos casos, los métodos y estratagemas manipuladores todavía apuntan a la misma
mentalidad de vencedores y vencidos. En los casos extremos, la única diferencia es que sus
defensores no fomentan la agresividad o las tácticas de poder puro; en lugar de eso, nos
recomiendan que seamos más listos que el oponente.
Un repaso razonablemente extenso a artículos, libros, seminarios y programas de
conferencias de negocios muestrauna duraderainclinación hacia un concepto de la negociación
basado en la confrontación. Es más, muy pocos defensores de la negociación ganapierde purao
una gana-ganagenuina han concebido la negociación como proceso sistemático. La mayoría de
escuelasde pensamiento partende lamisma premisa: unaparteo la otrapresentaunademanda,
una oferta o una propuesta.Eso, presumiblemente, señala el inicio real del proceso negociador.
También es posible que nos aconsejen «estudiara1 adversario» antes de realizar la oferta o
propuesta de partida; quizás eso cuente como auténtico primer paso en su proceso de
pensamiento.
La mayoría de métodos negociadores aceptados y populares en la actualidad caracterizan
el proceso como una batallade ingenio. En consecuencia, al parecer, el movimiento de apertura
depende por completo de una evaluación habilidosa de la situación por parte del negociador.
Tiene que afrontarel reto de inventaruna estrategiapara dirigir a la otra parte hacia unconjunto
de concesiones que de otro modo, es de suponer, no harían.
Hace unos años,cuando revisaba lasideologías y enfoques sobre la negociación aceptados
en aquel momento, me llevé la impresión de que la ausencia de un proceso metódico, por pasos
y aceptado por todas las partes, imponía un severo obstáculo al avance hacia una solución.
Empecé a experimentar con una metodología que diera la vuelta a varias de las premisas más
básicas del proceso negociador tradicional, tales como:
 La negociación empieza cuando una parte presenta una oferta o una demanda.
 La negociación consiste en una competición de tira y afloja alrededorde la oferta o
demanda original; cada parte busca alejar a la otra del punto de partida.
Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 10 de 12
 Hay que ocultarle las propias necesidades, intereses e intenciones al otro bando; la
transparencia debilita nuestra posición mientras que conocer las necesidades del
otro supone una ventaja.
 Hay que evaluartodoslosacuerdospotenciales desdeel puntode vista de la ventaja
relativa, es decir, el gradoen que el acuerdo ofrece mayor valorpara nuestrobando
que para el otro.
Por fundamentales, e incluso sagradas, que puedan parecer esas cuatro premisas, en la
práctica no ofrecen una base muy eficaz para lograr lo que queremos.
La ironía fundamentalde la negociación basada en el poder reside en el simple principio de
la reciprocidadnegativa,a menudo omitido por los artículos, libros y seminarios que profesan el
modelo negociador «de la testosterona».El principio de la reciprocidad negativa nosdice que, si
tanto nosotros corno la otra parte de la negociación abordamos el proceso con la intención de
maximizar el valor que recibimos y minimizar el que recibe la otra parte, es probableque ambos
fracasemos en el primer objetivo y ambos tengamos éxito en el segundo. Suponiendo que los
dos lados tengan las mismas habilidades de «negociador duro», ambas conseguirán privar de
valor al otro lado.
Esta irónica verdad convierte la negociación basada en el poder tradicional en un proceso
reductivo en lugar de aditivo. Si le damos la vuelta a los cuatro artículos de fe básicos que
acabamos de enumerar,en realidad podremos salir de una negociación con más de lo que en un
principio hubiéramos esperado.
Cinco pasos hacia el «sí»
Tras concluir que los enfoques convencionales casi siempre cosechaban resultados
insatisfactorios, empecé a experimentar con un procedimiento de negociación por fases que
contradecía el paradigma entero tal y como era aceptado. Después de usarlo en varias
experiencias negociadoras importantes de mi vida profesional y personal, concluí que era válido
y merecía un posterior desarrollo.
En lugar de empezar con una demanda, oferta o propuesta, este heterodoxo proceso
comenzaba con un diálogo. Saltándosetanto la primera como la segundareglade una tacada,el
primer pasodelproceso exigía desvelarlospropiosinteresesa laotrapartee invitarlaa compartir
los suyos.
Descubrí que desvelar mis intereses a la otra parte no parecía ponerme en una posición de
particular desventaja; en verdad, tendía a centrar la negociación con rapidez. También descubrí
que, las más de las veces, la persona o personas de la otra parte del acuerdo compartían sus
intereses, almenos en unamedida que nosería de esperaren quien usael enfoque convencional.
Al fin y al cabo, se diría, ¿cómo voy a ofrecerle a la otra parte algo de valor si no tengo
conocimiento alguno de sus intereses?
Este enfoque antiintuitivo evolucionaba hacia una definición muy sencilla de «acuerdo», a
saber, un intercambio de valor que obre en beneficio de los intereses respectivos de las partes
implicadas. Negociar, entonces, significa cooperar en la búsqueda de un acuerdo viable. Ese
precepto requiere de inmediato que definamos los elementos de valorque pueden tener cabida
enel trato y luego hallemos un modo de combinarlos en un paquete aplicable para las dos —o
más— partes. Además, antes de definir los elementos de valor en juego, tenemos que definir
primero los respectivosintereses a los que es posible que sirvanesos elementos, de ahí el primer
paso de definir los intereses.
Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 11 de 12
Otro componente clave de este procedimiento antiintuitivo pasaba por quebrantar la
primera regla de una segunda manera. No sólo no empieza con una oferta o propuesta este
método negociador del valor añadido, sino que exige presentar a la otra parte múltiples
candidatosa «paquetede acuerdo» —almenos tres—,cualquierade los cualesdebe poderobrar
en beneficio propio. Sin embargo, la fase de los paquetes de acuerdo llega después, y no antes,
de una meticulosa identificación de los respectivos intereses y un cuidadoso inventario de los
elementos de valor susceptibles de obrar en beneficio de esos intereses. Sólo entonces tiene
sentido diseñar varias combinaciones alternativas de valor —cada una con un énfasis relativo
diferente— para luego evaluarlas sistemáticamente y constatar su atractivo mutuo.
El último elemento del proceso con valor añadido exige evaluar los posibles acuerdos en
función de suposible valortotal paravosotros,al margendel gradoen el que generen valorpara
la otra parte.
Conel tiempo formalicé esteheterodoxoenfoque enunprocedimiento negociadorde cinco
pasos, basadoen la construcción y el mantenimiento de empatía con la otra parte. El proceso de
negociación con valor añadido sigue cinco pasos o fases generales:
1. Identificar los intereses. Resulta de utilidad para las dos partes explicar lo que esperan
conseguir de la negociación, no en términos de los artículos de cualquier posible acuerdo, sino
de sus propias aspiraciones, necesidades o metas individuales. Si la otra parte tiene escasa o
ninguna experiencia en este tipo de intercambio, tal vez os parezca apropiado guiar el proceso
empezando con vuestros propios intereses y luego entrevistarlos para ayudarlos a formular los
suyos. A menudo resultaútilplasmarlos intereses de ambas partesen algúntipo de documento,
como unacartaounmemorándumquepuedaservirde puntodepartiday referencia paraevaluar
los diversos acuerdos posibles.
2. Definir los elementos de valor. Antes de que cualquier parte proponga algún tipo de
acuerdo, las dos deberían acometer un proceso de pensamiento «de banda ancha» para
identificar una gama de posibles elementos de valor susceptibles de entrar en el acuerdo. Eso
puede significar dinero, terrenos, actividades —lo que cada parte accederá a hacer o dejar de
hacer—, derechosy riesgos.Cuantamás creatividad dediquen ambaspartesa esta fase, más rico
podrán hacer el futuro acuerdo.
3. Diseñar múltiples (al menos tres) «paquetes de acuerdo». En un proceso cooperativo, las
dospartesseconsultanparaplantearselosdiversoselementosdevaloralaluzdesusrespectivos
intereses, y utilizan un enfoque de «menú chino» para combinar los elementos de valor en
diversas distribuciones alternativas. Al medir los elementos de valor en términos de los
respectivos intereses, obtienen varias configuraciones diferentes, cada una con un énfasis
distinto y un conjunto distinto de compensaciones. Cada paquete de acuerdo debería equilibrar
losintereses relativosde lasdos partesa sumanera. Si la otraparte no tiene experiencia coneste
tipo de proceso, podéis diseñar de tres a cinco paquetes de acuerdo alternativos, cada uno
equilibrado de un modo distinto, y proponerle que elija cualquiera de ellos. Este enfoque tiende
a desarmar a la parte agresivao suspicaz, porque entenderá que todos los paquetesde acuerdo
opcionales satisfacen vuestras necesidades —aunque de modos diferentes— y que vuestra
disposición a permitirles elegir el mejor para su bando demuestra vuestra confianza en el valor
equilibrado.
4. Seleccionar de manera cooperativa el mejor acuerdo. Seleccionar el mejor acuerdo quizá
tan sólo suponga comprobar si uno o más de ellos obtienen un «sí» por ambas partes. Si no,
pueden intentar diversas modificaciones o sencillamente regresar a la pizarra e idear varios
Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 12 de 12
diseños más. En cuanto surge un arreglo que satisface a las dos partes, se convierte en la base
del acuerdo definitivo.
5. Refinary perfeccionarelacuerdo seleccionado. Amenudo,unodelospaquetesde acuerdo
resultaráatractivo para las dos partes, y necesitará poco o ningún refinamiento. Aun así, ambas
partes pueden repasar la solución preferida para intentar dar con algún «extra» que puedan
aportar: elementos de valor susceptibles de enriquecer el valor para una o las dos partes. Esta
etapa también incluye fijar los factores «quién», «qué», «cómo» y «cuándo»: los detalles que se
incorporarán al arreglo definitivo.
Mi aplicación favorita de este método de la negociación con valor añadido fue cuando
negocié el contratopara escribir un libro sobre el método. No hice caso del «contrato estándar»
de la editorial y los invité a plantearsediversas combinaciones de valor capaces de satisfacer sus
intereses y losmíos. Tras completarel procesonegociador, el editorde la empresareconoció que
habían conseguido un acuerdo mejor de lo que esperaban, aunque hubieran concedido un
arreglo mejor que aquel al que normalmente accedían.
Estas sencillas estrategias —no discutir, sostener conversaciones cruciales y llevar a cabo
negociaciones con valor añadido— aplican conceptos de la inteligencia social a cuestiones
eternas del conflicto humano.No son la respuesta completa o ni siquiera una parte muy grande
de la respuesta a la pregunta de cómo pueden entenderse mejor los seres humanos, pero
sumadas a un esfuerzo consciente por desarrollar nuestras habilidades S.P.A.C.E. desde luego
pueden hacernos avanzar uno o dos pasos.

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10 inteligencia social y conflicto

  • 1. Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 1 de 12 Inteligenciasocial y conflicto Inteligencia social ALBRECHT, Karl; (2006). Inteligencia social. Javier VergaraEditor, España. Págs 291 - 313. Ideas para llevarse bien Deberíamos ir a los árabes con palos en las manos y pegarles, pegarles y pegarles hasta que dejaran de odiarnos. Taxista de Tel Aviv Un lugarcomún de la medicina es «Los médicos sonrientes rara vez reciben denuncias por negligencia.» Como la mayoría de generalizaciones, ésta contiene cierto grado de validez. Si dejamos de lado el número de demandaspor negligencia motivadas por avaricia, malicia y excentricidad por un lado,y las resultantesdeuna incompetencia médica clamorosa por el otro, lasdemandas que vemos en la gama intermedia —posiblemente la mitad de todas, según algunos expertos— parecen participar de relacionesagriadas.Parece, sin duda, queunaporción significativa de ellas, una cantidad sujeta a discusión, por supuesto, nunca habrían seguido adelante si los profesionales de lamedicina hubieranmantenido unaestrecha relación personalconsusclientes o hubieran dado un paso rápido para reconocer su responsabilidad y expiarla activamente de algún modo generoso. La genteque presentademandas contradoctoresy centrosmédicos suelecitar la«actitud» del médico o los administradores. La percepción de arrogancia, despreocupación por el sufrimiento humano, frialdad, condescendencia o cierto aire de infalibilidad puede sentar las condiciones. «Al principio sólo quería que se disculpasen —puede decir el demandante—. Ni siquiera se les pasó por la cabeza admitir que habían cometido un error.» LA DOBLE ESPIRAL DEL CONFLICTO Varios millares de añosde historia handemostradode manerabastante concluyente que el conflicto tiende a crear más conflicto. Una vez empieza, tiende a ir a más. En cuanto alcanza un gradocrítico de intensidad, tiende a alimentarse de sí mismo. Algunospaíses,facciones políticas, clanesy barriosllevantantotiempo enfrentadosquenadie parece saber cómo o porqué empezó el conflicto. Sólo saben que no tienen más remedio que responder a las atrocidades del otro bando y por lo general superarlas. Recuerdounejemplo que presencié en unavieja película protagonizadapor laclásica pareja de cómicos Stan Laurel y Oliver Hardy. Laurel y Hardy habían conseguido un trabajo vendiendo árboles de Navidad, puerta a puerta. Paransu viejo cacharrodelante de una casa, se acercan a la entrada y llaman.El irascible propietario abre la puerta, escucha su discurso durante unossegundosy los despacha con cajas destempladas. Irritados al ver que les cierran la puerta en las narices, llaman otra vez. De nuevo el dueño aparece y los rechaza con peores modos si cabe. Estalla una discusión y uno de los furiosos vendedores decide enseñarle al grosero propietario una lección. Con cierta fanfarria, profana la
  • 2. Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 2 de 12 casa —no recuerdo la atrocidad concreta; posiblemente rompe la aldaba de la puerta—, lo que provoca en el dueño un acceso de ira descontrolada. El propietario salea la calle hecho unafuria y lesrompe el retrovisordel coche, que lanza al suelocon desprecio. Se sacude lasmanos con aire desafiante, los fulmina con la mirada y regresa a la casa. El incidente va experimentando una escalada, en la que cada bando inflige al otro represalias cada vez más severas. Laurel y Hardy le rompen las ventanas y él destroza las de su coche. Cuando el propietario llega al extremo de arrancarles los guardabarros, ellos la emprenden a golpescon su mobiliario. Laurel lanzaun granjarrónpor la ventanaparaque Hardy lo destruya con un bate de béisbol. Cada acto de agresión es recibido con una nueva expresión de ultraje y un nuevo —y del todo justificado— contraataque. Para cuando termina el episodio, han reducido su casa a escombros y él les ha dejado el coche como un mero chasis con ruedas. Se alejan en él con cara de justificada indignación —y perversotriunfo— mientras él contempla losdaños sufridos por su casa y se felicita por su tenaz defensa de sus intereses. Por desgracia, muchos de lo conflictos más costosos de la experiencia humana no tienen una redención cómica como ésa. Los observadorespueden ridiculizar a los protagonistaspor su descerebrada escalada de la situación, pero con demasiada frecuencia los testigos inocentes también pagan el pato. Para quienes observan y estudian los conflictos continuados, la escalada de animosidad tiende a seguir un patrón muy bien definido, aunque las partes atrapadas en él quizá no lo distingan. Sin embargo, también sucede que, a la inversa, dos partes que se las ingenian para mantenerrelaciones cordiales y cooperativas—individuos, familias, clanes, compañías, facciones políticas o países— hacen gala delextremo contrario a la escaladade atrocidades. Las relaciones positivas pueden crecer y reforzarse con el tiempo, ascendiendo en una espiral positiva que se sustentaa sí misma, del mismo modo en que las relaciones negativas descienden en una espiral cada vez más destructiva.La espiral ascendentede la cooperación parece el reflejo especularde la espiral descendente del conflicto. En general, para pasar del conflicto a la cooperación la situación tiene que regresarhacia arriba por laespiral negativa hastaalcanzaralgún tipo de zona potencialmente neutral, para luego encontrar el camino de subida a territorios más positivos, como ilustra la Figura 10.1. Figura 10.1. La doble espiral del conflicto
  • 3. Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 3 de 12 Observad el avance de la espiral del conflicto, en la parte inferior de la ilustración. Si la desconfianza se impone por cualquier serie de motivos, o existe como legado histórico de una relación, entonces la situación está inclinada hacia el conflicto de partida. Una provocación de alguna de las partes, o una serie de provocaciones por parte de ambos antagonistas, ofrece a cada bando la prueba de las intenciones negativas del contrario. Tras unascuantas atrocidades, la situación degenera en una escalada, momento en el cual ambas partes han abandonado cualquier aspiración a una relación amistosa. Lo habitual es que se vean exigidos a «defenderse» o tomar represalias por alguna trasgresión imperdonable del otro. Durante ese descenso al conflicto irreversible, la química del cerebro cambia en ambos bandos. Los dos antagonistas han consagrado sus plenas energías a perjudicar al rival. Ya es impensable que alguna de las partes se plantee en serio la posibilidad de permitir que la otra reciba algo de valor. Se convierte en un caso de gana-pierde que, irónicamente, deviene una situación pierde-pierde. Si la relación de conflicto dura lo suficiente e inflige el daño suficiente, puede que con el tiempo descienda al cuarto nivel de punto muerto sin remedio. El fenómeno resulta especialmente habitual en las animosidades religiosas y étnicas, además de en las disputas territorialesenquistadas. En el caso del antiguo conflicto entre judíos y árabes en Oriente Medio, ha llegadoa estar plenamenteinstitucionalizado; configura las estructuraspolíticas,lasleyes, las doctrinas educativas, las políticas gubernamentales y las prácticas comerciales. En Irlanda del Norte, protestantes y católicos se asesinan entre sí en nombre de la misma deidad. Puede antojarse idealista creer que una situación de conflicto que ha degenerado hasta el cuarto nivel del punto muerto tiene alguna posibilidad de invertir las tornas. En verdad, la mera duración de algunos de los conflictos más destructivos del mundo parece contradecir la idea misma. Sin embargo, existen muchas relaciones duraderas en las que varios países, grupos étnicos, regiones geográficas, clanes e ideologías se las han ingeniado para combinar sus intereses en beneficio mutuo. El hecho de que algunosmatrimonios felices sean de verdad para toda la vida, de que algunos países se lleven bien durante siglos o más y de que algunas compañías lleven muchas décadas haciendo negocios juntas sugiere que la espiral positiva y ascendente de la cooperación funciona. La progresión ascendente de una relación debe empezar con un grado adecuado de confianza, o empatía, en terminología de la IS. Las circunstancias pueden fomentar el arranque positivo de una relación. Quizá varios de los partícipes tengan una IS lo bastante elevada para orquestarunestado de las cosas que invite a los demás a comunicarse, compartir susintereses e intenciones y buscar un terreno común. Con la suficiente empatía, la relación puede avanzar el nivel de la reciprocidad, en el que cada parteimplicada contribuye de manerapositiva a los interesesde laotra. A regañadientesen unprincipio, quizá, perocada vez más como resultadodeconstatarqueladinámica obratambién en su propio beneficio, las partes buscarán un contacto más voluntario y activo para encontrar maneras de colaborar. Con suerte,habilidad y unpoco de tiempo, la relación parece contener la promesade durar y compensar a todas las partes implicadas, y pasa de ser una propuesta transaccional —«Te damos A si tú nos das B»— a ser una de mutualidad. Si alcanza esa etapa, los participantes empiezan a verla en términos de una relación duradera. Eso conlleva el aspecto crítico de las expectativas: llevamos tanto tiempo tratando con la otra parte que atisbamos la posibilidad de una interacción continua, incluso institucionalizada.
  • 4. Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 4 de 12 Por último, en algunas circunstancias afortunadas, las partes alcanzan una fase de continuidad: la creencia compartida por todaslas partes de que la relación satisface tanbien sus necesidades e intereses que adopta una vida e identidad propias. A esas alturas contemplamos la imagen especularexacta de la etapa de punto muerto del conflicto. Allá donde en la fase final del conflicto ningunade laspartes siente motivación algunaparaatenderlos interesesde la otra, en la etapa de la continuidadde lacooperación todaslas partescomprenden el valorpragmático de ayudar a los demás a satisfacer sus necesidades e intereses. Por una lógica perversa, la etapa del puntomuerto en realidad ofrece suscompensaciones a quienes se sumen en ella. Tienen el premio de sentirse como héroes defendiendo su patria, y experimentan ese pírrico triunfoque deriva de infligir penuriasa susenemigos. Por desgracia, no pueden imaginarse un estado de cosas diferente en que no tengan que perjudicarse para perjudicar a otros. Caso ejemplar:Mientrasllevabaacabo una sesiónde construcciónde equipos con un grupo de abogados y sus auxiliares, uno de mis colegas fue asombrado testigo de cómo una cuestión ajena al trabajo había adquirido con el tiempo la suficiente energía para convertirse en un gran problema. Al principio de una reunión, todos los abogados se sentaron en un lado de la mesa y sus auxiliares en el otro. El consultor empezó por preguntarle a la superior de las auxiliares por sus metas para la sesión. Ella contestó: «Sólo queremos que la gente esté más contenta, que el trabajo salga mejor y que todos nos entendamos.» Entonces el consultorle preguntóal jefe de los abogadospor susobjetivos para la reunión. Él dio un puñetazo en la mesa y gritó: «Quiero ver despedidas a estas mujeres!» Varias de lasauxiliares rompierona llorary lascosas fueron de malen peor duranteunbuen ratohastaqueel consultoratinóadeterminarlacausa:cuandounaantiguamiembrodel personal auxiliar que había fallecido de cáncer se encontraba en el hospital, no la visitó ninguno de los abogados del bufete. Las mujeres se lo tomaron como un desprecio a la valía de la difunta y se abrió una profunda sima con los consecuentes «vacíos», frenazos en el ritmo de trabajo, comportamientos pasivo-agresivos y hostilidad encubierta. En un típico bufete de abogados, las auxiliares controlan gran parte del flujo de trabajo. Llevanal día laagendade los abogados,programansusreunionesyapariciones enlos tribunales, se encargan de la investigación y tabulan las horas minutables y los gastos. En muchas oficinas, cumplen una valiosísima función de bufete alternativo, para que los abogados puedan concentrarse en sus casos o en la adquisición de nuevos clientes. A causa de su furia colectiva hacia los abogados por su percepción de que no les había importado su compañera, su comportamiento de sabotaje se volvió bastante costoso. Los abogados empezaron a saltarsereuniones con los clientes, apariciones en los juzgados y plazos de entrega de documentos. Las cosas llevaban así unos tres años. En su defensa, los abogados se hallaban bajo la errónea impresión de que la auxiliar del hospitalno quería ningunavisita y, por tanto, habían respetadolo que considerabansus deseos. Cuandoeste problemade comunicación empezó a adoptarconsecuencias económicas (la bajada en el ritmo de trabajo) y crear auténtica hostilidad, los socios mayoritarios decidieron llamar al consultor para acometer aquel hongo nuclear de conflicto. Un grupoquería «justicia» (losabogados)y el otroquería «paz» (lasauxiliares). El consultor se dio cuenta de que no avanzarían nada en la construcción de un equipo hasta que ese tema crucial se pusiera sobre la mesa, se discutiera y se solventase. Pasaron cuatro horas, con más
  • 5. Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 5 de 12 lágrimas, cruce de acusaciones y, por suerte, sin más puñetazos en la mesa. Al final fueron capaces de trabajar como un grupo para finiquitar el tema y seguir adelante para debatir los instrumentos necesarios para resolver de forma colectiva cualquier futuro conflicto. Tal vez los seres humanos hallarán un modo de convertir los puntos muertos en continuidad, pero probablemente ni siquiera el más optimista de nosotros sostendría que la prevención ofrece resultados mucho más prometedores que la cura. En unaconversación harto repetida, un hombre de mediana edad le preguntaa sumédico: «¿Cómo puedo evitar quedarme calvo?» El doctor, en una referencia paradójica a la naturaleza hereditaria de la calvicie, responde: «Procúrese un abuelo diferente.» El consejo equivalente parareducir o eliminar el puntomuerto sería: «No lo deje empezar.» Los Hatfield y los McCoy declaran la paz La legendaria rencilla familiar entre la familia Hatfield de Virginia Occidental y los McCoy de Kentucky tocó a su fin definitivo enjunio de 2000, cuando las dos familias celebraron su primerareunión anual enPikeville, Kentucky. La rencilla había perdido fuelle casi cien años antes, y en el nuevo milenio la era del comercio por fin se impuso a la historia. Lo único que queda de la sanguinaria disputa es un moderno enclave turístico: una especie de «H&M Sociedad Anónima». Varias páginas web oficiales, un club de fans oficial el festival anual, recreaciones de sucesos históricos vídeos y libros, artículos de regalo y una base de datos genealógica son testigos de la sempiterna fascinación de un período de treinta años de conflicto que se cobró la vida de doce miembros de ambas familias, enfrentó a los gobiernos estatales de Virginia Occidental y Kentucky y generó una batalla legal que llegó al Tribunal Supremo de Estados Unidos. Puede que las dos familias sirvan como iconos históricos del conflicto, y la historia de su rencilla ilumine algunos de los conflictos eternizados del mundo actual. Los Hatfield vivían en Virginia Occidental, enel lado este del Tug Fork del río Big Sandy; los McCoy vivían en el lado occidental, en Kentuky Dominadas ambas por patriarcas de físico imponente, crueles y agresivos, las familias empezaron a reñir allá por 1863. La primera disputa tuvo que ver con una acusación de robo de cerdos, y condujo a un tiroteo en el que murió un Hartfield. Poco después, una pelea de borrachos en la celebración de unas elecciones terminó con la muerte de otro Hatfield. El cabecilla del clan, un tal Devil Anse Anderson Hatfield, hizo que prendieran y ejecutaran a los tres McCoy que habían asesinado a su hijo. Las cosas fueron de mal en peor, con las dos familias asaltando las granjas y enzarzándose en periódicos tiroteos. Sus batallas experimentaron una escalada hasta incluir a las comunidades vecinas, hasta el punto en que los dos estados colindantes se implicaron. Los McCoy secuestraron aun grupo de Hatfjeld y se los llevaron a Kentucky para juzgarlos. El Gobierno de Virginia Occidental exigió su regreso, afirmando que Kentucky no tenía derecho legal a intentar secuestrar ciudadanos de un estado vecino. El Tribunal Supremo de Estados unidos dictaminó que no había base legal para impedir el juicio; uno de los Hatfield acabó en el patíbulo y los otros dos condenados a cadena perpetua. Con el tiempo la rencilla había poco menos que diezmado a las dos familias, y el desarrollo económico abrió la región de los Apalaches a una gobernación más civilizada, de modo que las batallas al final se terminaron. Al cabo de muchos años, el legendario enfrentamiento pasó a la historia como ejemplo arquetípico de la escalada de un conflicto. En última instancia, la referencia a «los Hatfield y los McCoy» sobrevivió sólo como metáfora de un estado de guerra sin sentido entre dos facciones. Los souvenirs de los Hatfield y los McCoy que se ofrecen en la página web www.hatfieldmccoytradingcompany.com, entre los que se encuentran camisetas, tazas, etcétera,dan fe de que nos conflictos, al menos, mueren de viejos. ¿POR QUÉ DISCUTIR? Hace muchosañostuveunade las revelacionesmás útilesde mi joven vida,y ladecisión que tomé a resultas de aquella revelación se convirtió en una de las políticas más beneficiosas que
  • 6. Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 6 de 12 jamás haya adoptado. Decidí, sin más, dejar de discutir con la gente. No decidí dejar de intentar hacerles cambiar de opinión ni dejar de tratarde que adoptaranmis puntosde vista o ideas. Sólo dejé de discutir con ellos. Al final concluí que en realidad nunca había ganado una discusión con otra persona. Entendámonos: me había vuelto muy habilidoso en los debates, en la esgrima verbal y en desestimar las ideas ajenas con mi rapidez de reflejos y mi lengua afilada. Sin embargo, al final tuve que afrontar lo que se me antojaba la verdad primordial del verso del poeta William Blake: Un hombre convencido contra su voluntad conserva su opinión en realidad. Descubrí que, con todas las habilidades de debate que había adquirido durante mi experiencia universitaria,lo único que conseguía era convencer a la gente a mi satisfacción, no a la suya.Empecé a entender quederrotara otraspersonasen uncombate verbalmuy raravez me procuraría algo de auténtico valor, a menos que considerase mis sentimientos personales de triunfo como algo valioso. Concluí que todo debate, toda discusión, todo incidente de esgrima con vencedores y vencidos tenía un precio, además de una recompensa. Por bien que la recompensa pudiera suponer la adquisición de mejores puntuaciones como tertulianoa ojos de los presentes, el precio solía conllevar animosidad, resentimiento y deseos de venganza. Empecé a fijarme, a lolargode unaserie de discusionescon mis amigos estudiantes,en que cualquier episodio de combate verbal parecía reproducirse en el siguiente. Dos personas que habían tenido un encontronazo en el campo de batalla intelectual parecían más propensas a chocar otra vez. La discusión parecía convertirse en un patrón, un hábito que se alimentaba a sí mismo. Este descubrimiento me hizo dar un paso atrás, ampliar mi «zoom» mental y plantearme la pregunta clave: «¿Qué quiero en realidad de la situación?» Con demasiada frecuencia, descubrí, reaccionaba a las opiniones ajenas, sobre todo las expresadas con contundencia o agresividad, como unpez que muerde e1 anzuelo. Me sentía impelido a respondera la agresión con agresión; no podía dejar pasar aquel escándalo. Me contentaba con menos de lo que podía conseguir. Empecé a darme cuenta de que podía atraer a los demás hacia mis puntos de vista, inducirlos a escuchar con más respeto mis ideas y mantener una empatía positiva con ellos dejandopasarlaoportunidaddeatacarsusideas.Escuchándolos,reafirmandosuderechoa tener su opinión e invitándolos a expresarse plenamente, parecía conseguir, cada vez con mayor claridad, lo que esperaba de mi trato con ellos. También descubrí que hacer preguntasen vez de lanzar declaraciones a menudo funcionaba mejor de cara a influirles para que cambiaran de opinión. Desde entoncesa menudohe reflexionado sobrelas palabrasde una antiguaestrofa de «El camino de la vida», atribuido al filósofo chino Lao Tsu: El mejor capitán no se lanza de cabeza ni el mejor soldado está ansioso por luchar. El mayor vencedor gana sin la batalla... CONVERSACIONES CRUCIALES Tratar de evitar los malos sentimientos causa más malos sentimientos que cualquier otra cosa. Lamayoría de gente encuentraelconflicto con losdemás, sobretodocuandoes unocontra
  • 7. Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 7 de 12 uno, extremadamente desagradable. Salvo por la pequeña población de personas altamente combativas, la mayoría haremos cuanto sea razonable por evitarlo. Permitimos que se prolonguenmalentendidossinaclararlos,consentimosquelosdemásseaprovechendenosotros o nos traten con desconsideración sin plantarles cara por ello y nos refrenamos de afirmar nuestros derechos morales y civiles por miedo a que los demás se enfaden con nosotros. Para la mayoría, este reflejo automático empieza en la infancia y nunca desaparece. «No hagas enfadar a papá o a mamá», «No hagas enfadar al profesor», «No hagas que los demás se enfaden contigo». Si lo trasplantamos al sinfín de situaciones sociales que nos encontramos en nuestra vida adulta e interactuamos con otros que hacen lo mismo, caemos en patrones deshonestos de engaño, falsa armonía y guerra encubierta. El experto en conflictos Steve Albrecht propone que «bajemos el listón de la censura emocional» y le digamos a los demás lo que pensamos y sentimos más a menudo. «La gente puede aportar un enorme beneficio a su vida —dice— haciendo un uso eficaz de las “conversacionescruciales”, básicamente, aireandolascosas cuantoantesmejor. Si creo queotra persona o grupo de personas pretende actuar de un modo que tal vez ponga en peligro mis intereses en una situación, tengo dos opciones principales. Puedo afrontar su comportamiento de formaencubierta: elaborandomipropiainterpretaciónde suconducta,imputándolesdiversos motivos aviesos y, en última instancia, tratandode contrarrestarlosconalgúnmétodo indirecto en lugar de plantarles cara. La alternativa es sostener una “conversación crucial” con ellos en cuanto descubra cualquier posible causa de preocupación. »Con la segunda opción—el curso de acción abierto— empiezo por hacerlos partícipes de mis preocupaciones y ofrecerles la oportunidadde modificar sus acciones o encontrarun modo de acomodarmis intereses. Cuantoantestengalugaresaconversación,másopcionestendremos paratrabajara partirde allí. Si esperoa que exista unconflicto declaradocon ellos,es posible que dispongamos de muy pocas opciones atractivas.» Steve Albrecht ofrece una fórmula básica, o plan, para decidir si y cómo debemos entablar una conversación crucial: 1. Aclaraos con la situación. ¿Qué sabéis de la otra parte o partes implicadas? ¿Entendéis sus intenciones? ¿Qué pruebastenéis que os lleven a concluir que han actuado —o piensan actuar— en contra de vuestros intereses? ¿Necesitáis mantener una conversación para aclarar las cosas? 2. Definidcon claridadvuestrosintereses. ¿Quéqueréisdevuestrasinteraccioneso relaciones con ellos? ¿Qué queréis proteger, conservar o conseguir? 3. Escogeduna estrategiadeacercamiento. Talvezpodáisempezar sinmás unaconversación con la otra parte, con poca animosidad de por medio. A veces no queda otra que expresar vuestrosintereses y pedirle a la otra parte que los respete. En una Situación más delicada, quizá prefiráis «telegrafiar» vuestrasinquietudesa la otra parte de algunamanerapoco arriesgada.Un mensaje privado, transmitido por alguien de confianza para ambos, puede conseguir que la otra parte medite sobre el tema antes de la conversación. Podrías abordar el asunto con educación en un e-mail, solicitando una conversación en privado. Escoged el método que tenga más posibilidades de iniciar la conversación en clave positiva y de cooperación. 4. Conducid laconversación con un espíritupositivo. Haced de ella unabúsquedacompartida de soluciones mutuamente aceptables. Explicad vuestros intereses a la otra parte y decidle por qué los veis en potencial peligro. Aseguraos de que también entendéis plenamente los suyos. Preparaos para los posibles sentimientos de recelo, defensa o competencia por parte del otro.
  • 8. Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 8 de 12 5. Buscadun resultadoclaro. A ser posible,invitad a laotraparte a mostrarsedeacuerdocon vosotros sobre una declaración de principios, un punto específico de acuerdo o al menos una política de la que podáis fiaros para seguir adelante. A lo mejor el encuentro sólo sirve para mitigar vuestros sentimientos de aprensión o animosidad. Quizá sirva como punto de partida para mejorar la relación con el paso del tiempo. Fijaos en que el proceso tiene menos que vercon la consecución de vuestrasmetasquecon la apertura de líneas de comunicación y el mantenimiento de una conversación continua. Formulado en el lenguaje de la IS, sostener una conversación crucial significa poner en práctica todasvuestrashabilidadesS.P.A.C.E. para desactivarun potencialconflicto y quizás encontrarun modo de satisfacer con el tiempo los intereses de ambas partes. Los eclesiásticos discrepan... violentamente Jerusalén, Israel (AP) Unos sacerdotes ortodoxos y unos franciscanos se enzarzaron el lunes en una pelea a puñetazos en la iglesia del Santo Sepulcro, la más sagrada de la cristiandad, tras discutir sobre la conveniencia de cerrar una puerta de la basílica durante una procesión. Docenas de personas, entre ellas varios agentes de la policía israelí, resultaron heridas leves en la pelea de la iglesia, construida sobre el punto donde según la tradición Jesucristo fue crucificado y enterrado. Se detuvo a cuatro sacerdotes, de acuerdo con el portavoz de la policía Shmulik Ben-Ruby. La custodia de la iglesia del Santo Sepulcro la comparten varios credos que velan con celo sobre su territorio y responsabilidades bajo un frágil acuerdo estipulado a trancas y barrancas en los últimos siglos. Cualquier invasión que se perciba en el terreno de un grupo puede conducir a ensañadas rencillas, que en ocasiones duran centenares de años La pelea del lunes estalló durante una procesión de centenares de fieles ortodoxos que conmemoraban el peregrinaje en el siglo IV de Helena, madre del emperador Constantino, a Jerusalén. La tradición dice que durante ese viaje, Helena encontró la cruz en la que Jesús había sido crucificado. Eclesiásticos de la iglesia, en declaraciones bajo condición de anonimato, afirman que en un momento dado la procesión pasó por delante de una capilla católica, y los sacerdotes de ambos credos empezaron a discutir sobre si la puerta debía estar abierta o cerrada. Policías antidisturbios israelíes armados con porras interrumpieron la pelea, según los testigos. Después la procesión continuó. Los sacerdotes ortodoxos, ataviados con vestiduras negras y elaborados tocados, salieron desfilando de la iglesia bajo el sonoro tañido de las campanas. Atravesaron el claustro de la iglesia llevando báculos de oro y rosas y se alejaron por un estrecho callejón adoquinado mientras los cristianos ortodoxos aplaudían y vitoreaban. En 2003, la policía israelí amenazó con limitar el númerode fieles que podían asistir a una ceremonia de Pascua si los credos no se ponían de acuerdo sobre quién dirigiría el acto. La policía medió para conseguir un acuerdo de última hora y la ceremonia se desarrolló pacíficamente. Sin embargo, un año después, el patriarca griego y el eclesiástico armenio designados para entrar en la tumba intercambiaron golpes tras una disputa sobre quién sería el primero en salir de la cámara. NEGOCIACIÓN CON VALOR AÑADIDO Hace unos años me interesé por el modo en que el conflicto puede afectar al mundo empresarial y en particular por el modo en que la gente del mundo de los negocios intentaba solventar las diferencias y llegar a acuerdos. Descubrí ciertas doctrinas predominantes —al menos en el mundo de los negocios occidental— que parecían dominar y limitar el proceso negociador. Los educadores empresariales —instructores, departamentos de formación o personal de las empresas, editores, compañías de seminarios, organizadores de conferencias— llevanvarias
  • 9. Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 9 de 12 décadas ofreciendo cursos formales que abordan la negociación. Periodistas y profesionales de la prensa económica han tenido por costumbre homenajear y alabar a personas a las que describían como «duros negociadores». Se supone que un negociador duro extrae algo de elevado valorpara su «bando», a ser posible «renunciando» a muy poco a cambio. El lenguaje de la negociación, tal y como se usa en la empresa y la prensaeconómica, se inclina mucho hacia el ganar y el perder, el obtener sin dar y el imponerse. Las ideologías que parecen subyacer a esos diversos enfoques de la negociación cubren un abanico que va desde una especie de combate a vida o muerte hasta un punto de vista más cooperativo que acepta la idea de que la otra parte en realidad puede recibir valor del acuerdo. La escuela del «gana-pierde puro» habla con desprecio de «hacer concesiones», recomienda «explotar las debilidades del contrario», utiliza varios «ardides negociadores» y establece un «diferencial de poder». El lenguaje da a entender que una parte tiene éxito sólo a expensas de la otra. La visión opuesta a la ideología del gana-pierde puro recibe el admirable nombre de negociación gana-gana. Es cierto que algunos de sus defensores parecen propugnar métodos para ayudar a las dos partes a conseguir sus fines. Muchos otros, sin embargo, parecen abogar por unaespecie de enfoque «gana-pierde camuflado».Envuelto en el lenguaje de lacooperación, a menudo transmite la premisa de «Sí, quiero verte ganar,siempre que yo gane más que tú». En algunos casos, los métodos y estratagemas manipuladores todavía apuntan a la misma mentalidad de vencedores y vencidos. En los casos extremos, la única diferencia es que sus defensores no fomentan la agresividad o las tácticas de poder puro; en lugar de eso, nos recomiendan que seamos más listos que el oponente. Un repaso razonablemente extenso a artículos, libros, seminarios y programas de conferencias de negocios muestrauna duraderainclinación hacia un concepto de la negociación basado en la confrontación. Es más, muy pocos defensores de la negociación ganapierde purao una gana-ganagenuina han concebido la negociación como proceso sistemático. La mayoría de escuelasde pensamiento partende lamisma premisa: unaparteo la otrapresentaunademanda, una oferta o una propuesta.Eso, presumiblemente, señala el inicio real del proceso negociador. También es posible que nos aconsejen «estudiara1 adversario» antes de realizar la oferta o propuesta de partida; quizás eso cuente como auténtico primer paso en su proceso de pensamiento. La mayoría de métodos negociadores aceptados y populares en la actualidad caracterizan el proceso como una batallade ingenio. En consecuencia, al parecer, el movimiento de apertura depende por completo de una evaluación habilidosa de la situación por parte del negociador. Tiene que afrontarel reto de inventaruna estrategiapara dirigir a la otra parte hacia unconjunto de concesiones que de otro modo, es de suponer, no harían. Hace unos años,cuando revisaba lasideologías y enfoques sobre la negociación aceptados en aquel momento, me llevé la impresión de que la ausencia de un proceso metódico, por pasos y aceptado por todas las partes, imponía un severo obstáculo al avance hacia una solución. Empecé a experimentar con una metodología que diera la vuelta a varias de las premisas más básicas del proceso negociador tradicional, tales como:  La negociación empieza cuando una parte presenta una oferta o una demanda.  La negociación consiste en una competición de tira y afloja alrededorde la oferta o demanda original; cada parte busca alejar a la otra del punto de partida.
  • 10. Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 10 de 12  Hay que ocultarle las propias necesidades, intereses e intenciones al otro bando; la transparencia debilita nuestra posición mientras que conocer las necesidades del otro supone una ventaja.  Hay que evaluartodoslosacuerdospotenciales desdeel puntode vista de la ventaja relativa, es decir, el gradoen que el acuerdo ofrece mayor valorpara nuestrobando que para el otro. Por fundamentales, e incluso sagradas, que puedan parecer esas cuatro premisas, en la práctica no ofrecen una base muy eficaz para lograr lo que queremos. La ironía fundamentalde la negociación basada en el poder reside en el simple principio de la reciprocidadnegativa,a menudo omitido por los artículos, libros y seminarios que profesan el modelo negociador «de la testosterona».El principio de la reciprocidad negativa nosdice que, si tanto nosotros corno la otra parte de la negociación abordamos el proceso con la intención de maximizar el valor que recibimos y minimizar el que recibe la otra parte, es probableque ambos fracasemos en el primer objetivo y ambos tengamos éxito en el segundo. Suponiendo que los dos lados tengan las mismas habilidades de «negociador duro», ambas conseguirán privar de valor al otro lado. Esta irónica verdad convierte la negociación basada en el poder tradicional en un proceso reductivo en lugar de aditivo. Si le damos la vuelta a los cuatro artículos de fe básicos que acabamos de enumerar,en realidad podremos salir de una negociación con más de lo que en un principio hubiéramos esperado. Cinco pasos hacia el «sí» Tras concluir que los enfoques convencionales casi siempre cosechaban resultados insatisfactorios, empecé a experimentar con un procedimiento de negociación por fases que contradecía el paradigma entero tal y como era aceptado. Después de usarlo en varias experiencias negociadoras importantes de mi vida profesional y personal, concluí que era válido y merecía un posterior desarrollo. En lugar de empezar con una demanda, oferta o propuesta, este heterodoxo proceso comenzaba con un diálogo. Saltándosetanto la primera como la segundareglade una tacada,el primer pasodelproceso exigía desvelarlospropiosinteresesa laotrapartee invitarlaa compartir los suyos. Descubrí que desvelar mis intereses a la otra parte no parecía ponerme en una posición de particular desventaja; en verdad, tendía a centrar la negociación con rapidez. También descubrí que, las más de las veces, la persona o personas de la otra parte del acuerdo compartían sus intereses, almenos en unamedida que nosería de esperaren quien usael enfoque convencional. Al fin y al cabo, se diría, ¿cómo voy a ofrecerle a la otra parte algo de valor si no tengo conocimiento alguno de sus intereses? Este enfoque antiintuitivo evolucionaba hacia una definición muy sencilla de «acuerdo», a saber, un intercambio de valor que obre en beneficio de los intereses respectivos de las partes implicadas. Negociar, entonces, significa cooperar en la búsqueda de un acuerdo viable. Ese precepto requiere de inmediato que definamos los elementos de valorque pueden tener cabida enel trato y luego hallemos un modo de combinarlos en un paquete aplicable para las dos —o más— partes. Además, antes de definir los elementos de valor en juego, tenemos que definir primero los respectivosintereses a los que es posible que sirvanesos elementos, de ahí el primer paso de definir los intereses.
  • 11. Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 11 de 12 Otro componente clave de este procedimiento antiintuitivo pasaba por quebrantar la primera regla de una segunda manera. No sólo no empieza con una oferta o propuesta este método negociador del valor añadido, sino que exige presentar a la otra parte múltiples candidatosa «paquetede acuerdo» —almenos tres—,cualquierade los cualesdebe poderobrar en beneficio propio. Sin embargo, la fase de los paquetes de acuerdo llega después, y no antes, de una meticulosa identificación de los respectivos intereses y un cuidadoso inventario de los elementos de valor susceptibles de obrar en beneficio de esos intereses. Sólo entonces tiene sentido diseñar varias combinaciones alternativas de valor —cada una con un énfasis relativo diferente— para luego evaluarlas sistemáticamente y constatar su atractivo mutuo. El último elemento del proceso con valor añadido exige evaluar los posibles acuerdos en función de suposible valortotal paravosotros,al margendel gradoen el que generen valorpara la otra parte. Conel tiempo formalicé esteheterodoxoenfoque enunprocedimiento negociadorde cinco pasos, basadoen la construcción y el mantenimiento de empatía con la otra parte. El proceso de negociación con valor añadido sigue cinco pasos o fases generales: 1. Identificar los intereses. Resulta de utilidad para las dos partes explicar lo que esperan conseguir de la negociación, no en términos de los artículos de cualquier posible acuerdo, sino de sus propias aspiraciones, necesidades o metas individuales. Si la otra parte tiene escasa o ninguna experiencia en este tipo de intercambio, tal vez os parezca apropiado guiar el proceso empezando con vuestros propios intereses y luego entrevistarlos para ayudarlos a formular los suyos. A menudo resultaútilplasmarlos intereses de ambas partesen algúntipo de documento, como unacartaounmemorándumquepuedaservirde puntodepartiday referencia paraevaluar los diversos acuerdos posibles. 2. Definir los elementos de valor. Antes de que cualquier parte proponga algún tipo de acuerdo, las dos deberían acometer un proceso de pensamiento «de banda ancha» para identificar una gama de posibles elementos de valor susceptibles de entrar en el acuerdo. Eso puede significar dinero, terrenos, actividades —lo que cada parte accederá a hacer o dejar de hacer—, derechosy riesgos.Cuantamás creatividad dediquen ambaspartesa esta fase, más rico podrán hacer el futuro acuerdo. 3. Diseñar múltiples (al menos tres) «paquetes de acuerdo». En un proceso cooperativo, las dospartesseconsultanparaplantearselosdiversoselementosdevaloralaluzdesusrespectivos intereses, y utilizan un enfoque de «menú chino» para combinar los elementos de valor en diversas distribuciones alternativas. Al medir los elementos de valor en términos de los respectivos intereses, obtienen varias configuraciones diferentes, cada una con un énfasis distinto y un conjunto distinto de compensaciones. Cada paquete de acuerdo debería equilibrar losintereses relativosde lasdos partesa sumanera. Si la otraparte no tiene experiencia coneste tipo de proceso, podéis diseñar de tres a cinco paquetes de acuerdo alternativos, cada uno equilibrado de un modo distinto, y proponerle que elija cualquiera de ellos. Este enfoque tiende a desarmar a la parte agresivao suspicaz, porque entenderá que todos los paquetesde acuerdo opcionales satisfacen vuestras necesidades —aunque de modos diferentes— y que vuestra disposición a permitirles elegir el mejor para su bando demuestra vuestra confianza en el valor equilibrado. 4. Seleccionar de manera cooperativa el mejor acuerdo. Seleccionar el mejor acuerdo quizá tan sólo suponga comprobar si uno o más de ellos obtienen un «sí» por ambas partes. Si no, pueden intentar diversas modificaciones o sencillamente regresar a la pizarra e idear varios
  • 12. Inteligencia social y conflicto – Inteligencia social Página 12 de 12 diseños más. En cuanto surge un arreglo que satisface a las dos partes, se convierte en la base del acuerdo definitivo. 5. Refinary perfeccionarelacuerdo seleccionado. Amenudo,unodelospaquetesde acuerdo resultaráatractivo para las dos partes, y necesitará poco o ningún refinamiento. Aun así, ambas partes pueden repasar la solución preferida para intentar dar con algún «extra» que puedan aportar: elementos de valor susceptibles de enriquecer el valor para una o las dos partes. Esta etapa también incluye fijar los factores «quién», «qué», «cómo» y «cuándo»: los detalles que se incorporarán al arreglo definitivo. Mi aplicación favorita de este método de la negociación con valor añadido fue cuando negocié el contratopara escribir un libro sobre el método. No hice caso del «contrato estándar» de la editorial y los invité a plantearsediversas combinaciones de valor capaces de satisfacer sus intereses y losmíos. Tras completarel procesonegociador, el editorde la empresareconoció que habían conseguido un acuerdo mejor de lo que esperaban, aunque hubieran concedido un arreglo mejor que aquel al que normalmente accedían. Estas sencillas estrategias —no discutir, sostener conversaciones cruciales y llevar a cabo negociaciones con valor añadido— aplican conceptos de la inteligencia social a cuestiones eternas del conflicto humano.No son la respuesta completa o ni siquiera una parte muy grande de la respuesta a la pregunta de cómo pueden entenderse mejor los seres humanos, pero sumadas a un esfuerzo consciente por desarrollar nuestras habilidades S.P.A.C.E. desde luego pueden hacernos avanzar uno o dos pasos.