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LA ENSEÑANZA DE LA GRAMÁTICA
DEL ESPAÑOL COMO SEGUNDA LENGUA
LEONARDO GÓMEZ TORREGO
Centro Superior de Investigaciones Científicas
Desde el primer momento, quiero dejar claro que en mi opinión la ense-
ñanza de la gramática para el aprendizaje y dominio del español como segunda
lengua es una necesidad. Desde el principio hay que enseñar a formar plurales,
a concordar intersintagmática e intrasintagmáticamente, a utilizar debidamente
la «consecutio temporum», etc. Y esto, se mire como se mire, es enseñar gra-
mática. Sin embargo, parece claro que los contenidos gramaticales deben ajus-
tarse al nivel del alumno. Cuanto mayor sea el nivel de conocimientos de len-
gua, más necesaria se hace la reflexión gramatical.
Cuando se enseña el español como segunda lengua, no debemos conformar-
nos con conseguir un cierto nivel meramente comunicativo; se trata, sobre todo
de intentar una comunicación fluida, y sobre todo correcta; y para ello la Gra-
mática es una referencia ineludible. Con conocimientos amplios de gramática,
el aprendiz de español como segunda lengua puede resolver situaciones emba-
razosas a la hora de construir frases o textos que se ajusten a las normas de la
lengua que aprende. Es seguro que a quien estudia una segunda lengua, en
nuestro caso el español, se le presenta una buena cantidad de dudas en muchos
momentos de la comunicación hablada o escrita y sólo la referencia gramatical
puede serle útilísima para resolverlos. Con conocimientos de Gramática, el
aprendiz de español como lengua extrajera se siente más seguro y más suelto en
el uso de esa lengua. No dudará en la formación de plurales, en el uso del sub-
juntivo, en los empleos de los verbos ser y estar o en el de los pasados verba-
les. Podrá dilucidar cuándo la secuencia de + que es correcta o cuándo consti-
tuye un «dequeísmo», o, por el contrario, cuándo la preposición de delante de la
conjunción subordinante que está indebidamente ausente; es decir, cuándo se in-
curre en «queísmo». De la misma manera, podrá salir airoso en el correcto ma-
nejo de los relativos (no incurrirá, por ejemplo, en «quesuismos» o en otros
errores como el mal uso de «cuyo»), en el de los clíticos (leísmos, laísmos, loís-
mos; anteposición y posposición de clíticos en construcciones perifrásticas, etc.)
o en el de los determinantes. En algún momento, habrá que enseñar que el rela-
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ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)
LEONARDO GÓMEZ TORREGO
tivo que en oraciones relativas especificativas y el pronombre personal átono
son incompatibles en función de complemento directo (*A la chica que la vi
ayer...) pero no en la de complemento indirecto (A la chica que le doy cla-
se...). Habrá que explicar también los casos en que es obligatoria la referencia
anafórica o catafórica del clítico y aquellos en que resulta opcional (*Lo en-
contré a Juan en el jardín... frente a «A Juan lo encontré en el jardín»; o bien
«*A María duelen las muelas» frente a «A María le duelen las muelas»). In-
cluso habrá que alertar al alumno sobre ciertos verbos que prefieren o exigen un
sujeto en posición posverbal. De esta manera, se evitarán frases como «Tiros se
oyeron» (por «Se oyeron tiros») o «Un accidente ocurrió» (por «ocurrió un ac-
cidente») que sólo se justificarían en casos de énfasis. Sin la ayuda y el apoyo
de la gramática es difícil que quien aprende y estudia el español como segunda
lengua pueda resolver todas estas cuestiones y otras muchas que asaltan por do-
quier. Así pues, la Gramática ayudará al discente a dominar todos los mecanis-
mos de la lengua, a concordar debidamente y a no incurrir en discordancias gra-
maticales y anacolutos, errores que con tanta frecuencia cometen los que tienen
el español como lengua nativa sin que tengan conciencia de ellos.
Sin competencia gramatical, el aprendizaje del español como segunda len-
gua nunca supondrá un conocimiento profundo, sino más bien chato y superfi-
cial. Está claro que con una secuencia oracional como «*Juan le gustaría de ir al
cine con ti» se puede establecer una comunicación, pero esa construcción no se
corresponde con las reglas de la Gramática de la lengua española. En efecto, al
estudioso habrá que decirle que en español el C.I. se construye con la preposi-
ción a; que cuando el verbo gustar lleva C.I., jamás se deja acompañar de la se-
cuencia de + infinitivo, y que los pronombres mí, ti, sí precedidos de la preposi-
ción con adquieren las formas conmigo, contigo y consigo respectivamente. Si
no enseñamos gramática, es muy posible que el extranjero que aprende nuestra
lengua construya frases como la citada u otras parecidas. Con frecuencia nos ol-
vidamos de adiestrar al estudiante foráneo en la coordinación de pronombres tó-
nicos con preposición, bien entre sí o bien con otros sintagmas nominales; y es
que mientras que podemos suprimir la preposición en el segundo componente
de una coordinación con sintagmas nominales («jugué con mi hermano y su
amigo»), no lo podemos hacer con un pronombre tónico. No es gramatical en
español decir o escribir «jugué con mi hermano y él» o «jugué con él y ti» etc.
Tampoco se suele reparar en la enseñanza de la conjunción (para algunos rela-
tivo) que o de la preposición de en los segundos términos de oraciones compa-
rativas cuando éstas son oraciones de relativo. O sea, habrá que decir si se em-
plea una u otra en estructuras como «tomo más pastillas que/de las que el
médico me mandó». Incluso habrá que advertirle al estudioso de español como
segunda lengua que no es lo mismo decir «Esto es más importante que lo que tú
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ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)
LA ENSEÑANZA DE LA GRAMÁTICA
dices» que «esto es más importante de lo que tú dices». Pues bien, todo esto es
enseñanza gramatical y el profesor de español como segunda lengua tendrá que
tenerlo en cuenta.
Ahora bien, cuando decimos que la enseñanza de la gramática es necesaria,
no queremos decir que sólo debamos procurar competencia gramatical en el es-
tudioso de una segunda lengua. Tan importante como la competencia gramati-
cal es, sin duda, la competencia comunicativa, es decir, el conjunto de conoci-
mientos pragmáticos que hacen que el discente sepa cuándo, dónde y cómo una
estructura determinada es o no adecuada. No basta, por tanto, sólo con aprender
a construir oraciones y textos impecablemente correctos en su sintaxis; hay que
saber, además, usarlos en las situaciones apropiadas, ante el interlocutor apro-
piado, etc. Es más, podemos decir que la competencia gramatical no es nada si
no se adquiere, además, una competencia comunicativa. Para ello, la Pragmá-
tica como ciencia se hace hoy imprescindible en la enseñanza de segundas len-
guas. Hay que enseñar las distintas formas de establecer los actos ilocutivos de
la amenaza, del ruego, de la orden, de la apuesta, de la promesa, etc. Conocer,
además, las implicaturas conversacionales, las presuposiciones, etc, es esencial
para el dominio y manejo de una segunda lengua. Así, por ejemplo, hay que sa-
ber que en español el verbo encontrar presupone «búsqueda» («ya encontré el
dinero») y que el verbo «encontrarse con» o «encontrarse a» implica en ciertos
contextos el rasgo de casualidad. Estos conocimientos son necesarios para el
buen uso de ambos verbos. De la misma manera, un estudioso extranjero de
nuestra lengua debe saber que el pronombre tú (y sus variantes te, ti...) puede
no referirse en ciertos contextos y/o situaciones a un interlocutor concreto sino
que puede encerrar generalizaciones («si miras al sol, te quedas como ciego») o
encubrimientos del «yo» («si tú no te preocupas por tus hijos, nadie lo va a ha-
cer por ti»). Asimismo, habrá que saber y, por tanto, enseñar que una estructura
como «nos ha fastidiado» puede ser en ciertas condiciones pragmáticas una afir-
mación tajante o evidente equivalente a «pues claro»; que una oración como
«este chico no tiene mucha suerte que digamos» debe entenderse como una lito-
tes: «este chico no tiene ninguna suerte»; que una primera persona de plural
puede utilizarse metonímicamente para dirigirnos a la segunda persona del acto
comunicativo (el interlocutor). Pensemos, por ejemplo, en textos como:
—¿Qué tal estamos, Sr. Paco? (Por «¿Qué tal está Vd...?»).
—¿Adonde vamos tan deprisa? (Por «¿Adonde vas tan deprisa?»). Hay que
enseñar, además, los grados de cortesía y descortesía; toda la variedad de fór-
mulas de aseveración y negación de que dispone nuestra lengua a tenor de la si-
tuación (familiar, desenfadada, de respeto...), del registro (coloquial, escrito...)
o del interlocutor (un amigo, un anciano, un niño, una mujer...) y otras muchas
facetas lingüísticas pragmáticas que sería largo enumerar.
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ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)
LEONARDO GÓMEZ TORREQO
En resumen, Gramática y Pragmática deben ir del brazo en la enseñanza de
una segunda lengua. La una sin la otra da como resultado un conocimiento in-
completo de la lengua en cuestión. Con competencia gramatical pero sin com-
petencia pragmática podemos enseñar a construir frases y textos correctísimos
pero, tal vez, impropiados para la situación comunicativa; y al revés: con com-
petencia pragmática y sin competencia gramatical, el estudioso de una segunda
lengua puede construir frases que conculquen las reglas de ciertas parcelas gra-
maticales. Es decir, las frases y textos construidos pueden estar plagados de
anacolutos, discordancias, concordancias viciadas, etc.
Ahora bien, hay que tener muy claro cuál es el tipo de gramática que debe-
mos enseñar y cómo se ha de enseñar. En principio, parece evidente que hay
que huir de una gramática excesivamente teórica o especulativa. No parece que
sea útil lucubrar sobre si en español el artículo es un morfema del sustantivo o
es un determinante; o discutir sobre cuáles son las características morfosintácti-
cas que diferencian los nexos conjuntivos coordinantes de los subordinantes o
éstos de las preposiciones; o plantearse la cuestión de si salvo, menos, incluso
son preposiciones, adverbios o conjunciones. Estos aspectos, interesantísimos
sin duda para el gramático en general, no resultan prácticos ni útiles para una
enseñanza del español como lengua extranjera. Creemos que el tipo de gramá-
tica adecuado para estos menesteres es el normativo. Es decir, hay que enseñar
una gramática que intente adiestrar al alumno en el uso correcto de las combi-
naciones de los distintos elementos, siempre desde la óptica de posibles concul-
caciones de las reglas gramaticales. Así, el estudiante o estudioso extranjero
tendrá que aprender, por ejemplo, que el relativo el cual sólo es equivalente a
que cuando se usa en oraciones de relativo explicativas o bien en especificativas
siempre que vaya precedido de preposición. Si no se le dice esto, puede crear
oraciones agramaticales como «los alumnos los cuales sacan buenas notas irán
de excursión».
Asimismo, se le informará al alumno sobre el hecho de que en las perífrasis
verbales los clíticos pueden anteponerse y posponerse («se lo tuvieron que de-
cir»-«tuvieron que decírselo»), pero que eso no ocurre en otras construcciones
no perifrásticas de infinitivo, por lo que resultarían agramaticales secuencias
como «se lo lamenté decir» (por «lamenté decírselo»). Para este adiestramiento
de usos correctos conviene llevar a cabo una buena cantidad de ejercicios com-
binatorios y/o de equivalencias sustitutorias. Hay que huir también de una Gra-
mática exclusivamente memorística. No sirve de nada enseñar la lista de los
pronombres personales, de los relativos, de las preposiciones, de los determi-
nantes, etc., si luego no se enseña al estudiante extranjero a usarlos de forma
correcta en las distintas combinaciones textuales.
El aspecto normativo que propugnamos en la enseñanza de la gramática pre-
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ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)
LA ENSEÑANZA DE LA GRAMÁTICA
senta dos vertientes: la de aquellos errores que presumiblemente puede cometer
el estudiante extranjero, pero que normalmente no comete un nativo (usos del
subjuntivo, de ser y estar, de los tiempos de pasado...) y la de los errores que
puede cometer un estudiante extranjero y que también cometen algunos sectores
más o menos amplios de los usuarios nativos del español. Pensamos, por ejem-
plo, en cuestiones como el dequeísmo, el queísmo, el quesuismo, el mal uso de
algunas preposiciones, ciertas transitivaciones y/o intransitivaciones incorrectas,
cierto tipo de discordancias y concordancias viciadas etc. Ambas vertientes de-
ben ser tenidas en cuenta por el profesor de español como segunda lengua, lo
que le obligará a estar alerta ante los principales tipos de errores que se pueden
cometer tanto en una vertiente como en otra. Hay que percatarse de que con fre-
cuencia los estudiantes extranjeros de nuestra lengua cuando vienen a España
pueden encontrarse con usos de formas y construcciones que no se correspon-
den con los que han aprendido en las gramáticas. Así oirán imperativo con -r
(«marchar de aquí», «sentaros», «poneros de pie»), «dequeísmos», infinitivos
extraños como el de uso fático de ejemplos del tipo «finalmente decirles
que...», extrañas transitivaciones como las de «cesar a alguien», «quedarse
algo» (por «quedarse con algo»), «urgir alguien algo» etc. El profesor de espa-
ñol como lengua extranjera tendrá que advertir de estos usos y, si es posible, ex-
plicarlos desde el propio sistema lingüístico. Este tipo de enseñanza mantiene
siempre al estudiante en actitud de alerta ante ciertos movimientos que se están
produciendo en nuestra lengua y le hacen reflexionar con más profundidad.
En cuanto a los posibles errores que no cometen los nativos y sí los estu-
diantes extranjeros, debemos, siempre que sea posible, evitar la casuística y ex-
plicar la regla o reglas que den cuenta del mayor número de casos. Estoy pen-
sando en las reglas del empleo de ser y estar, del subjuntivo, de los tiempos de
pasado, de las comparativas, de los clíticos, entre otros muchos aspectos. Ade-
más, es conveniente que el profesor tenga algún conocimiento de la lengua de
origen del estudiante extranjero porque así podrá percatarse de las posibles
correspondencias o desajustes con estructuras parejas del español. De esta mane-
ra, pondrá más énfasis en aquellos aspectos para los que el estudiante extranjero
encuentra más dificultad. Así, por ejemplo, si sabemos que los húngaros sólo
tienen una forma de pasado verbal, entenderemos por qué cuando aprenden es-
pañol cometen frecuentes errores con el imperfecto y con los perfectos. Con es-
tos extranjeros, habrá que esmerarse más en la enseñanza de los tiempos de pa-
sado que con otros cuya lengua presenta una correspondencia más próxima al
español. Pensemos también en aquellas lenguas que carecen de artículo: sin
duda, sus usuarios tendrán más problemas para aprender el uso del artículo en
español que otros cuya lengua posea esta categoría.
En cualquier caso, todo profesor de español como segunda lengua debe po-
— 83 —
ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)
LEONARDO GÓMEZ TORREGO
seer amplios conocimientos de gramática, al margen de si ésta debe utilizarse o
no, pues un estudiante extranjero de español sobre todo de niveles altos puede
sorprendernos con preguntas como: por qué se dice en español «hace viento» y
no se puede decir «hace lluvia» o «hace nieve»; o por qué podemos combinar
«haber que» con ciertos infinitivos («hay que trabajar») y no con otros ("'hay
que hacer buen tiempo, *hay que llover mañana), o por qué podemos decir «des-
de hace veinte años» y no podemos decir «desde hace su publicación» o «desde
veinte años» o por qué no se puede decir «esto no se puede decirlo», etc. Es de-
cir, los estudiantes extranjeros de español pueden formular preguntas como és-
tas para las que el profesor debe tener respuesta adecuada.
Otro aspecto importante en la enseñanza de la gramática del español como
segunda lengua es el de su jerarquización. Es evidente que a un estudiante ex-
tranjero que empieza a dar los primeros pasos en el aprendizaje de nuestra len-
gua, los aspectos gramaticales hay que dárselos en pequeñas dosis. Pero cuando
se trata de un estudiante extranjero que ya posee un nivel alto en el conoci-
miento de español, es muy saludable una buena cantidad de reflexión gramati-
cal. En cualquier caso, se hace necesaria la jerarquización de la enseñanza de la
gramática en el aprendizaje de una segunda lengua.
Por otro lado, no hay que dejar de prestar atención a aquellas formas o es-
tructuras idiosincráticas del registro coloquial. Son muchos los fenómenos gra-
maticales que se dan en dicho registro, que no suelen recoger las gramáticas al
uso, y que presentan análisis ajenos a los de las estructuras normales de la len-
gua escrita. Pienso, por ejemplo, en toda la variedad de las estructuras enfáticas
de relativo, también llamadas ecuacionales; en las formas especiales de cuanti-
ficación de sustantivos («así de gente, cantidad de gente, mogollón de pape-
les»), de adjetivos («así de alto, tela de chungo, tonto de veras, tonto con ava-
ricia, tonto de narices...»), de verbos («llueve con ganas, corre que se las
pela...»), etc. A la Gramática del coloquio pertenecen también ciertos usos de
perífrasis verbales quebradas de carácter enfático como «tú lo que tienes es que
trabajar más», «lo que hay es que no hablar tanto», «lo que estás es haciendo el
tonto». También son coloquiales las combinaciones del tipo «va y dice», «coge
y dice», «salta y dice», «salió y dijo» en las que el primer verbo aporta valores
semánticos de sorpresa o de algo repentino y está incapacitado para llevar com-
plementos. También hay que tener en cuenta las estructuras coloquiales enfáti-
cas como «lo tonto que es» y otras donde el artículo es también claramente en-
fático como «mira la cara que pone», equivalente a «mira qué cara pone».
Pensemos también en construcciones enfáticas como «está de un chulo», «está
de un infantil», «es de un inaguantable», que difícilmente veremos usados fuera
del coloquio. Si a todo esto, añadimos las estructuras del tipo «el imbécil de Pe-
dro», los usos fáticos de conjunciones, formas verbales, expresiones hechas del
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ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)
LA ENSEÑANZA DE LA GRAMÁTICA
tipo «¿verdad?», «¿me entiendes?», «¿comprendes?», «¿no crees?», «vamos a
ver», «no creas»..., los elementos apelativos exclusivos del coloquio (vocati-
vos, imperativos tanto morfosintácticos como pragmáticos), los dativos éticos,
las elipsis, el uso expresivo de si (¡Si será tonto!) o el cuasinterjectivo de «fí-
jate» («fíjate la cara que pone»), y muchos otros recursos gramaticales de ca-
rácter exclusivamente expresivo, nos daremos cuenta de que la gramática que
debemos enseñar no debe olvidarse nunca de las estructuras y formas idiosin-
cráticas del coloquio.
Desde el punto de vista metodológico, el método aconsejable en la ense-
ñanza de la gramática para el aprendizaje de una lengua extranjera, es el induc-
tivo: partiendo de una serie de ejemplos y ejercicios podemos llegar a dar la re-
gla o reglas correspondientes. Y cuando ya el el nivel de conocimientos de
español es elevado, puede resultar muy útil pedagógicamente invitar al alumno
a resolver los errores de frases y/o textos que los profesores podamos ofrecerle.
En conclusión, estoy convencido de que la enseñanza de una segunda len-
gua sin apoyo gramatical da como resultado un conocimiento superficial e inse-
guro de esa lengua. Pero parece también evidente que la competencia pragmá-
tica debe acompañar a la gramatical, y que los contemdos gramaticales deben
jerarquizarse teniendo en cuenta el nivel de los alumnos. Mi experiencia con
profesores extranjeros de español, que, como es natural ya poseen un alto
grado de conocimiento de lengua, me ha reafirmado en la gran utilidad de la re-
flexión gramatical.
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ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)
ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)

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  • 1. LA ENSEÑANZA DE LA GRAMÁTICA DEL ESPAÑOL COMO SEGUNDA LENGUA LEONARDO GÓMEZ TORREGO Centro Superior de Investigaciones Científicas Desde el primer momento, quiero dejar claro que en mi opinión la ense- ñanza de la gramática para el aprendizaje y dominio del español como segunda lengua es una necesidad. Desde el principio hay que enseñar a formar plurales, a concordar intersintagmática e intrasintagmáticamente, a utilizar debidamente la «consecutio temporum», etc. Y esto, se mire como se mire, es enseñar gra- mática. Sin embargo, parece claro que los contenidos gramaticales deben ajus- tarse al nivel del alumno. Cuanto mayor sea el nivel de conocimientos de len- gua, más necesaria se hace la reflexión gramatical. Cuando se enseña el español como segunda lengua, no debemos conformar- nos con conseguir un cierto nivel meramente comunicativo; se trata, sobre todo de intentar una comunicación fluida, y sobre todo correcta; y para ello la Gra- mática es una referencia ineludible. Con conocimientos amplios de gramática, el aprendiz de español como segunda lengua puede resolver situaciones emba- razosas a la hora de construir frases o textos que se ajusten a las normas de la lengua que aprende. Es seguro que a quien estudia una segunda lengua, en nuestro caso el español, se le presenta una buena cantidad de dudas en muchos momentos de la comunicación hablada o escrita y sólo la referencia gramatical puede serle útilísima para resolverlos. Con conocimientos de Gramática, el aprendiz de español como lengua extrajera se siente más seguro y más suelto en el uso de esa lengua. No dudará en la formación de plurales, en el uso del sub- juntivo, en los empleos de los verbos ser y estar o en el de los pasados verba- les. Podrá dilucidar cuándo la secuencia de + que es correcta o cuándo consti- tuye un «dequeísmo», o, por el contrario, cuándo la preposición de delante de la conjunción subordinante que está indebidamente ausente; es decir, cuándo se in- curre en «queísmo». De la misma manera, podrá salir airoso en el correcto ma- nejo de los relativos (no incurrirá, por ejemplo, en «quesuismos» o en otros errores como el mal uso de «cuyo»), en el de los clíticos (leísmos, laísmos, loís- mos; anteposición y posposición de clíticos en construcciones perifrásticas, etc.) o en el de los determinantes. En algún momento, habrá que enseñar que el rela- — 79 — ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)
  • 2. LEONARDO GÓMEZ TORREGO tivo que en oraciones relativas especificativas y el pronombre personal átono son incompatibles en función de complemento directo (*A la chica que la vi ayer...) pero no en la de complemento indirecto (A la chica que le doy cla- se...). Habrá que explicar también los casos en que es obligatoria la referencia anafórica o catafórica del clítico y aquellos en que resulta opcional (*Lo en- contré a Juan en el jardín... frente a «A Juan lo encontré en el jardín»; o bien «*A María duelen las muelas» frente a «A María le duelen las muelas»). In- cluso habrá que alertar al alumno sobre ciertos verbos que prefieren o exigen un sujeto en posición posverbal. De esta manera, se evitarán frases como «Tiros se oyeron» (por «Se oyeron tiros») o «Un accidente ocurrió» (por «ocurrió un ac- cidente») que sólo se justificarían en casos de énfasis. Sin la ayuda y el apoyo de la gramática es difícil que quien aprende y estudia el español como segunda lengua pueda resolver todas estas cuestiones y otras muchas que asaltan por do- quier. Así pues, la Gramática ayudará al discente a dominar todos los mecanis- mos de la lengua, a concordar debidamente y a no incurrir en discordancias gra- maticales y anacolutos, errores que con tanta frecuencia cometen los que tienen el español como lengua nativa sin que tengan conciencia de ellos. Sin competencia gramatical, el aprendizaje del español como segunda len- gua nunca supondrá un conocimiento profundo, sino más bien chato y superfi- cial. Está claro que con una secuencia oracional como «*Juan le gustaría de ir al cine con ti» se puede establecer una comunicación, pero esa construcción no se corresponde con las reglas de la Gramática de la lengua española. En efecto, al estudioso habrá que decirle que en español el C.I. se construye con la preposi- ción a; que cuando el verbo gustar lleva C.I., jamás se deja acompañar de la se- cuencia de + infinitivo, y que los pronombres mí, ti, sí precedidos de la preposi- ción con adquieren las formas conmigo, contigo y consigo respectivamente. Si no enseñamos gramática, es muy posible que el extranjero que aprende nuestra lengua construya frases como la citada u otras parecidas. Con frecuencia nos ol- vidamos de adiestrar al estudiante foráneo en la coordinación de pronombres tó- nicos con preposición, bien entre sí o bien con otros sintagmas nominales; y es que mientras que podemos suprimir la preposición en el segundo componente de una coordinación con sintagmas nominales («jugué con mi hermano y su amigo»), no lo podemos hacer con un pronombre tónico. No es gramatical en español decir o escribir «jugué con mi hermano y él» o «jugué con él y ti» etc. Tampoco se suele reparar en la enseñanza de la conjunción (para algunos rela- tivo) que o de la preposición de en los segundos términos de oraciones compa- rativas cuando éstas son oraciones de relativo. O sea, habrá que decir si se em- plea una u otra en estructuras como «tomo más pastillas que/de las que el médico me mandó». Incluso habrá que advertirle al estudioso de español como segunda lengua que no es lo mismo decir «Esto es más importante que lo que tú — 80 — ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)
  • 3. LA ENSEÑANZA DE LA GRAMÁTICA dices» que «esto es más importante de lo que tú dices». Pues bien, todo esto es enseñanza gramatical y el profesor de español como segunda lengua tendrá que tenerlo en cuenta. Ahora bien, cuando decimos que la enseñanza de la gramática es necesaria, no queremos decir que sólo debamos procurar competencia gramatical en el es- tudioso de una segunda lengua. Tan importante como la competencia gramati- cal es, sin duda, la competencia comunicativa, es decir, el conjunto de conoci- mientos pragmáticos que hacen que el discente sepa cuándo, dónde y cómo una estructura determinada es o no adecuada. No basta, por tanto, sólo con aprender a construir oraciones y textos impecablemente correctos en su sintaxis; hay que saber, además, usarlos en las situaciones apropiadas, ante el interlocutor apro- piado, etc. Es más, podemos decir que la competencia gramatical no es nada si no se adquiere, además, una competencia comunicativa. Para ello, la Pragmá- tica como ciencia se hace hoy imprescindible en la enseñanza de segundas len- guas. Hay que enseñar las distintas formas de establecer los actos ilocutivos de la amenaza, del ruego, de la orden, de la apuesta, de la promesa, etc. Conocer, además, las implicaturas conversacionales, las presuposiciones, etc, es esencial para el dominio y manejo de una segunda lengua. Así, por ejemplo, hay que sa- ber que en español el verbo encontrar presupone «búsqueda» («ya encontré el dinero») y que el verbo «encontrarse con» o «encontrarse a» implica en ciertos contextos el rasgo de casualidad. Estos conocimientos son necesarios para el buen uso de ambos verbos. De la misma manera, un estudioso extranjero de nuestra lengua debe saber que el pronombre tú (y sus variantes te, ti...) puede no referirse en ciertos contextos y/o situaciones a un interlocutor concreto sino que puede encerrar generalizaciones («si miras al sol, te quedas como ciego») o encubrimientos del «yo» («si tú no te preocupas por tus hijos, nadie lo va a ha- cer por ti»). Asimismo, habrá que saber y, por tanto, enseñar que una estructura como «nos ha fastidiado» puede ser en ciertas condiciones pragmáticas una afir- mación tajante o evidente equivalente a «pues claro»; que una oración como «este chico no tiene mucha suerte que digamos» debe entenderse como una lito- tes: «este chico no tiene ninguna suerte»; que una primera persona de plural puede utilizarse metonímicamente para dirigirnos a la segunda persona del acto comunicativo (el interlocutor). Pensemos, por ejemplo, en textos como: —¿Qué tal estamos, Sr. Paco? (Por «¿Qué tal está Vd...?»). —¿Adonde vamos tan deprisa? (Por «¿Adonde vas tan deprisa?»). Hay que enseñar, además, los grados de cortesía y descortesía; toda la variedad de fór- mulas de aseveración y negación de que dispone nuestra lengua a tenor de la si- tuación (familiar, desenfadada, de respeto...), del registro (coloquial, escrito...) o del interlocutor (un amigo, un anciano, un niño, una mujer...) y otras muchas facetas lingüísticas pragmáticas que sería largo enumerar. — 81 — ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)
  • 4. LEONARDO GÓMEZ TORREQO En resumen, Gramática y Pragmática deben ir del brazo en la enseñanza de una segunda lengua. La una sin la otra da como resultado un conocimiento in- completo de la lengua en cuestión. Con competencia gramatical pero sin com- petencia pragmática podemos enseñar a construir frases y textos correctísimos pero, tal vez, impropiados para la situación comunicativa; y al revés: con com- petencia pragmática y sin competencia gramatical, el estudioso de una segunda lengua puede construir frases que conculquen las reglas de ciertas parcelas gra- maticales. Es decir, las frases y textos construidos pueden estar plagados de anacolutos, discordancias, concordancias viciadas, etc. Ahora bien, hay que tener muy claro cuál es el tipo de gramática que debe- mos enseñar y cómo se ha de enseñar. En principio, parece evidente que hay que huir de una gramática excesivamente teórica o especulativa. No parece que sea útil lucubrar sobre si en español el artículo es un morfema del sustantivo o es un determinante; o discutir sobre cuáles son las características morfosintácti- cas que diferencian los nexos conjuntivos coordinantes de los subordinantes o éstos de las preposiciones; o plantearse la cuestión de si salvo, menos, incluso son preposiciones, adverbios o conjunciones. Estos aspectos, interesantísimos sin duda para el gramático en general, no resultan prácticos ni útiles para una enseñanza del español como lengua extranjera. Creemos que el tipo de gramá- tica adecuado para estos menesteres es el normativo. Es decir, hay que enseñar una gramática que intente adiestrar al alumno en el uso correcto de las combi- naciones de los distintos elementos, siempre desde la óptica de posibles concul- caciones de las reglas gramaticales. Así, el estudiante o estudioso extranjero tendrá que aprender, por ejemplo, que el relativo el cual sólo es equivalente a que cuando se usa en oraciones de relativo explicativas o bien en especificativas siempre que vaya precedido de preposición. Si no se le dice esto, puede crear oraciones agramaticales como «los alumnos los cuales sacan buenas notas irán de excursión». Asimismo, se le informará al alumno sobre el hecho de que en las perífrasis verbales los clíticos pueden anteponerse y posponerse («se lo tuvieron que de- cir»-«tuvieron que decírselo»), pero que eso no ocurre en otras construcciones no perifrásticas de infinitivo, por lo que resultarían agramaticales secuencias como «se lo lamenté decir» (por «lamenté decírselo»). Para este adiestramiento de usos correctos conviene llevar a cabo una buena cantidad de ejercicios com- binatorios y/o de equivalencias sustitutorias. Hay que huir también de una Gra- mática exclusivamente memorística. No sirve de nada enseñar la lista de los pronombres personales, de los relativos, de las preposiciones, de los determi- nantes, etc., si luego no se enseña al estudiante extranjero a usarlos de forma correcta en las distintas combinaciones textuales. El aspecto normativo que propugnamos en la enseñanza de la gramática pre- — 82 — ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)
  • 5. LA ENSEÑANZA DE LA GRAMÁTICA senta dos vertientes: la de aquellos errores que presumiblemente puede cometer el estudiante extranjero, pero que normalmente no comete un nativo (usos del subjuntivo, de ser y estar, de los tiempos de pasado...) y la de los errores que puede cometer un estudiante extranjero y que también cometen algunos sectores más o menos amplios de los usuarios nativos del español. Pensamos, por ejem- plo, en cuestiones como el dequeísmo, el queísmo, el quesuismo, el mal uso de algunas preposiciones, ciertas transitivaciones y/o intransitivaciones incorrectas, cierto tipo de discordancias y concordancias viciadas etc. Ambas vertientes de- ben ser tenidas en cuenta por el profesor de español como segunda lengua, lo que le obligará a estar alerta ante los principales tipos de errores que se pueden cometer tanto en una vertiente como en otra. Hay que percatarse de que con fre- cuencia los estudiantes extranjeros de nuestra lengua cuando vienen a España pueden encontrarse con usos de formas y construcciones que no se correspon- den con los que han aprendido en las gramáticas. Así oirán imperativo con -r («marchar de aquí», «sentaros», «poneros de pie»), «dequeísmos», infinitivos extraños como el de uso fático de ejemplos del tipo «finalmente decirles que...», extrañas transitivaciones como las de «cesar a alguien», «quedarse algo» (por «quedarse con algo»), «urgir alguien algo» etc. El profesor de espa- ñol como lengua extranjera tendrá que advertir de estos usos y, si es posible, ex- plicarlos desde el propio sistema lingüístico. Este tipo de enseñanza mantiene siempre al estudiante en actitud de alerta ante ciertos movimientos que se están produciendo en nuestra lengua y le hacen reflexionar con más profundidad. En cuanto a los posibles errores que no cometen los nativos y sí los estu- diantes extranjeros, debemos, siempre que sea posible, evitar la casuística y ex- plicar la regla o reglas que den cuenta del mayor número de casos. Estoy pen- sando en las reglas del empleo de ser y estar, del subjuntivo, de los tiempos de pasado, de las comparativas, de los clíticos, entre otros muchos aspectos. Ade- más, es conveniente que el profesor tenga algún conocimiento de la lengua de origen del estudiante extranjero porque así podrá percatarse de las posibles correspondencias o desajustes con estructuras parejas del español. De esta mane- ra, pondrá más énfasis en aquellos aspectos para los que el estudiante extranjero encuentra más dificultad. Así, por ejemplo, si sabemos que los húngaros sólo tienen una forma de pasado verbal, entenderemos por qué cuando aprenden es- pañol cometen frecuentes errores con el imperfecto y con los perfectos. Con es- tos extranjeros, habrá que esmerarse más en la enseñanza de los tiempos de pa- sado que con otros cuya lengua presenta una correspondencia más próxima al español. Pensemos también en aquellas lenguas que carecen de artículo: sin duda, sus usuarios tendrán más problemas para aprender el uso del artículo en español que otros cuya lengua posea esta categoría. En cualquier caso, todo profesor de español como segunda lengua debe po- — 83 — ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)
  • 6. LEONARDO GÓMEZ TORREGO seer amplios conocimientos de gramática, al margen de si ésta debe utilizarse o no, pues un estudiante extranjero de español sobre todo de niveles altos puede sorprendernos con preguntas como: por qué se dice en español «hace viento» y no se puede decir «hace lluvia» o «hace nieve»; o por qué podemos combinar «haber que» con ciertos infinitivos («hay que trabajar») y no con otros ("'hay que hacer buen tiempo, *hay que llover mañana), o por qué podemos decir «des- de hace veinte años» y no podemos decir «desde hace su publicación» o «desde veinte años» o por qué no se puede decir «esto no se puede decirlo», etc. Es de- cir, los estudiantes extranjeros de español pueden formular preguntas como és- tas para las que el profesor debe tener respuesta adecuada. Otro aspecto importante en la enseñanza de la gramática del español como segunda lengua es el de su jerarquización. Es evidente que a un estudiante ex- tranjero que empieza a dar los primeros pasos en el aprendizaje de nuestra len- gua, los aspectos gramaticales hay que dárselos en pequeñas dosis. Pero cuando se trata de un estudiante extranjero que ya posee un nivel alto en el conoci- miento de español, es muy saludable una buena cantidad de reflexión gramati- cal. En cualquier caso, se hace necesaria la jerarquización de la enseñanza de la gramática en el aprendizaje de una segunda lengua. Por otro lado, no hay que dejar de prestar atención a aquellas formas o es- tructuras idiosincráticas del registro coloquial. Son muchos los fenómenos gra- maticales que se dan en dicho registro, que no suelen recoger las gramáticas al uso, y que presentan análisis ajenos a los de las estructuras normales de la len- gua escrita. Pienso, por ejemplo, en toda la variedad de las estructuras enfáticas de relativo, también llamadas ecuacionales; en las formas especiales de cuanti- ficación de sustantivos («así de gente, cantidad de gente, mogollón de pape- les»), de adjetivos («así de alto, tela de chungo, tonto de veras, tonto con ava- ricia, tonto de narices...»), de verbos («llueve con ganas, corre que se las pela...»), etc. A la Gramática del coloquio pertenecen también ciertos usos de perífrasis verbales quebradas de carácter enfático como «tú lo que tienes es que trabajar más», «lo que hay es que no hablar tanto», «lo que estás es haciendo el tonto». También son coloquiales las combinaciones del tipo «va y dice», «coge y dice», «salta y dice», «salió y dijo» en las que el primer verbo aporta valores semánticos de sorpresa o de algo repentino y está incapacitado para llevar com- plementos. También hay que tener en cuenta las estructuras coloquiales enfáti- cas como «lo tonto que es» y otras donde el artículo es también claramente en- fático como «mira la cara que pone», equivalente a «mira qué cara pone». Pensemos también en construcciones enfáticas como «está de un chulo», «está de un infantil», «es de un inaguantable», que difícilmente veremos usados fuera del coloquio. Si a todo esto, añadimos las estructuras del tipo «el imbécil de Pe- dro», los usos fáticos de conjunciones, formas verbales, expresiones hechas del _ 84 — ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)
  • 7. LA ENSEÑANZA DE LA GRAMÁTICA tipo «¿verdad?», «¿me entiendes?», «¿comprendes?», «¿no crees?», «vamos a ver», «no creas»..., los elementos apelativos exclusivos del coloquio (vocati- vos, imperativos tanto morfosintácticos como pragmáticos), los dativos éticos, las elipsis, el uso expresivo de si (¡Si será tonto!) o el cuasinterjectivo de «fí- jate» («fíjate la cara que pone»), y muchos otros recursos gramaticales de ca- rácter exclusivamente expresivo, nos daremos cuenta de que la gramática que debemos enseñar no debe olvidarse nunca de las estructuras y formas idiosin- cráticas del coloquio. Desde el punto de vista metodológico, el método aconsejable en la ense- ñanza de la gramática para el aprendizaje de una lengua extranjera, es el induc- tivo: partiendo de una serie de ejemplos y ejercicios podemos llegar a dar la re- gla o reglas correspondientes. Y cuando ya el el nivel de conocimientos de español es elevado, puede resultar muy útil pedagógicamente invitar al alumno a resolver los errores de frases y/o textos que los profesores podamos ofrecerle. En conclusión, estoy convencido de que la enseñanza de una segunda len- gua sin apoyo gramatical da como resultado un conocimiento superficial e inse- guro de esa lengua. Pero parece también evidente que la competencia pragmá- tica debe acompañar a la gramatical, y que los contemdos gramaticales deben jerarquizarse teniendo en cuenta el nivel de los alumnos. Mi experiencia con profesores extranjeros de español, que, como es natural ya poseen un alto grado de conocimiento de lengua, me ha reafirmado en la gran utilidad de la re- flexión gramatical. 85 — ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)
  • 8. ASELE. Actas IV (1994). LEONARDO GÓMEZ TORREGO. La enseñanza de la gramática (iv)