2.
Las discusiones en
pareja son necesarias
ante los
desacuerdos, lógicos
entre dos
personas, con el fin de
negociar soluciones
ante los problemas o
expresar opiniones
aún con distintos
puntos de vista.
3.
La pega es que hay parejas que no saben
discutir, no se escuchan, no se centran en las
soluciones, sino en buscar culpables y defender
sus respectivas posturas, a veces de forma
agresiva (enfadados, gritando, irónicamente…)
así cualquier tema en el que haya
desacuerdo, por nimio que sea, es susceptible
de provocar discusiones destructivas donde lo
importante es ganar al otro. En general, la
familia política y la educación de los hijos son
temas de discusión recurrentes en las parejas
que acuden a terapia para mejorar su relación.
4.
Suele ceder el más inhibido, el que huye de los
conflictos o convive con una persona con un estilo
de comunicación más agresivo. No es cuestión
tanto de sexo como de personalidad. El que cede
acaba con la discusión, aunque no llegue a un
acuerdo satisfactorio, a corto plazo cesa la
situación que vive de forma aversiva, pero a medio
o largo plazo la insatisfacción ante su cesión pasan
factura, la discusión puede volver a darse y la
frustración y el malestar en la relación se afianzan
ante su incapacidad para discutir de forma
constructiva.
5.
Nos cuesta pedir perdón cuando creo que la
culpa no ha sido mía, si culpo al otro del
agravio y no me responsabilizo de mi parte de
culpa. El enfado tras la discusión y el orgullo
no facilitan ese paso. A veces no somos
conscientes del dolor causado o creemos que la
otra parte exagera. A veces no nos han
enseñado a hacerlo o denota una clara falta de
compasión, arrepentimiento o empatía.
6.
Nos cuesta perdonar
cuando ha sucedido lo
mismo muchas otras
veces o lo que nos han
dicho o hecho no estoy
dispuesto a perdonarlo.
Quizás no hay que
perdonarlo todo. A
veces perdonamos en el
momento, otras es
cuestión de tiempo, hay
que dar tiempo para el
perdón y facilitarlo con
arrepentimiento e
intención de enmienda.
7.
Dar un tiempo a que el enfado se pase, no ser
orgulloso y no dejar que un malentendido o
desacuerdo ponga en duda una relación con otras
muchas cosas buenas. Enfadarte con quien quieres
es normal, nos enfadamos con nuestros padres y
hermanos, cómo no hacerlo con nuestra pareja. Lo
importante es reconciliarse y analizar en frío qué
ha pasado, en qué hemos fallado y tratar de
corregirlo para que no vuelva a pasar. Ser humilde
y aceptar nuestros errores, respetar el enfado del
otro y darle tiempo a que esté preparado para
perdonarnos y hablar de lo ocurrido.
8.
Si aprendemos de ello, mejoramos nuestra
forma de comunicarnos, expresar desacuerdos
y enfados, la pareja sale reforzada y preparada
para solventar mejor el próximo malentendido
o desacuerdo. Si no aprendemos ni cambiamos
nada, podemos dejar de sacar temas
importantes por no discutir, pero que no se
resuelven, sino que se acumulan hasta que
salen de mala manera y/o en un mal
momento, haciendo imposible negociar ni
resolver nada.
9.
A veces, tras muchas discusiones, sufrimiento y
peleas la pareja deja de sentirse
atraída, respetada y querida, haciéndose cada
vez mayor la insatisfacción y el deterioro de la
pareja. Esta incapacidad de resolver conflictos
o respetar y aceptar distintos puntos de vista o
necesidades son caldo de cultivo para la
infidelidad y la separación. Si no hay perdón la
crisis no se supera.