2. Durante el siglo I, cuando
vivieron Jesús y los apóstoles,
la sociedad judía estaba regida
por diversas leyes:
1. Leyes humanas:
I. La ley romana.
II. Las leyes rabínicas.
2. Leyes divinas:
I. Las leyes civiles.
II. Las leyes ceremoniales.
III. La ley moral.
3. “Por causa del Señor someteos a toda institución humana, ya sea al rey,
como a superior, ya a los gobernadores, como por él enviados para castigo
de los malhechores y alabanza de los que hacen bien” (1ª de Pedro 2:13-14)
Jesús y los apóstoles enseñaron que era correcto someterse a las leyes civiles
dictadas por Roma, en tanto que éstas no entrasen en conflicto con la ley divina.
Roma tenía un sistema legal tan sólido que la mayor parte de las leyes de las
sociedades civilizadas actuales están basadas en la ley romana.
Muchos relatos del Nuevo Testamento se entienden mejor al conocer la ley
romana. Por ejemplo, la crucifixión (Mt. 27:26), la apelación de Pablo a César
(Hch. 25:11), o el uso que Pablo hace de su ciudadanía (Hch. 22:25)
4. “no atendiendo a fábulas judaicas,
ni a mandamientos de hombres que
se apartan de la verdad” (Tito 1:14)
Durante el tiempo intertestamentario,
los judíos se comprometieron a
guardar estrictamente las 613 leyes
principales que ellos encontraron en
el Pentateuco.
Cuando los fariseos acusaron a
Jesús de violar la ley al sanar en
sábado (Jn. 9), en realidad le
acusaban de violar las leyes
rabínicas concernientes al
mandamiento del sábado.
A éstas, le añadieron innumerables
normas (las leyes rabínicas) que quedaron
recogidas en la Mishnáh y la Midrash.
5. “Acordaos de la ley de Moisés mi siervo, al cual encargué en
Horeb ordenanzas y leyes para todo Israel” (Malaquías 4:4)
Los cinco primeros libros de la Biblia, el
Pentateuco, se conocen como la ley de
Moisés o la Toráh. Dentro de esta ley, se
encuentran las leyes civiles que regían al
estado de Israel.
Estas leyes incluían el pago de los impuestos
del Templo, el divorcio, la circuncisión, la
protección de los linderos de los campos, el
amparo de los pobres, los testigos, etc…
Roma permitió que los judíos se siguiesen
rigiendo por sus propias leyes, sometidas a la
ley romana. Así, en la mayoría de los casos el
sanedrín podía dictar sentencias siguiendo
las leyes civiles dictadas por Moisés.
6. “Lo cual es símbolo para el tiempo presente, según el cual se presentan
ofrendas y sacrificios que no pueden hacer perfecto, en cuanto a la conciencia,
al que practica ese culto, ya que consiste sólo de comidas y bebidas, de
diversas abluciones, y ordenanzas acerca de la carne, impuestas hasta el
tiempo de reformar las cosas” (Hebreos 9:9-10)
Las leyes ceremoniales son las referidas al
Santuario y a las festividades religiosas de
Israel.
Estas leyes fueron instituidas por Dios para
enseñar el plan de la Salvación. Sus ritos y
ceremonias apuntaban al ministerio de Cristo.
Una vez cumplidas en Cristo, estas leyes
dejaron de ser de obligatorio cumplimiento
para el creyente.
No obstante, su estudio nos ayuda a
comprender mejor la obra de Jesús en
nuestro favor.
7. “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto,
se hace culpable de todos. Porque el que dijo: No cometerás adulterio,
también ha dicho: No matarás. Ahora bien, si no cometes adulterio, pero
matas, ya te has hecho transgresor de la ley” (Santiago 2:10-11)
La ley moral eterna, los Diez
Mandamientos, son la base de cualquier
otra ley. Por tanto, cualquier ley ha de
ser obedecida cuando esté en armonía
con estos diez preceptos divinos.
Jesús enseñó a guardar los mandamientos
(Mt. 19:16-19) y los apóstoles hicieron lo
mismo (Rom. 13:8-10)
Todas las personas, aunque no estén
sometidas a la ley romana, rabínica, civil
o ceremonial, estarán siempre sometidas
a la ley moral.
8. “Aun entonces Dios no confió sus preceptos a la memoria de
un pueblo inclinado a olvidar sus requerimientos, sino que
los escribió sobre tablas de piedra. Quiso alejar de Israel toda
posibilidad de mezclar las tradiciones paganas con sus santos
preceptos, o de confundir sus mandamientos con costumbres
o reglamentos humanos. Pero hizo más que darles los
preceptos del Decálogo. El pueblo se había mostrado tan
susceptible a descarriarse, que no quiso dejarles ninguna
puerta abierta a la tentación. A Moisés se le dijo que
escribiera, como Dios se lo había mandado, derechos y leyes
que contenían instrucciones minuciosas respecto a lo que el
Señor requería. Estas instrucciones relativas a los deberes
del pueblo hacia Dios, a los deberes de unos para con otros, y
hacia los extranjeros, no eran otra cosa que los principios de
los Diez Mandamientos ampliados y dados de una manera
específica, en forma tal que ninguno pudiera errar. Tenían
por objeto resguardar la santidad de los Diez
Mandamientos grabados en las tablas de piedra”
E.G.W. (Patriarcas y profetas, cp. 32, pg. 334)