Este documento describe la vida y el reinado de Alfonso X el Sabio de Castilla. Resalta su contribución cultural a través de proyectos como Las Siete Partidas y la Crónica General. También analiza su familia, incluyendo su matrimonio con Violante de Aragón, y sus esfuerzos por ser nombrado Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico.
1. ALFONSO X EL SABIO .
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El reinado de Alfonso X El Sabio (l. 1) sigue brillando en la historia por una extensa y diversa aportación
cultural y eso es más que suficiente para recordarle como uno de los monarcas más extraordinarios que han
existido en cualquier parte del mundo (l. 2).
Sin embargo, ese resplandor que iluminó las ciencias y las artes en casi todas sus manifestaciones (ls. 3-5),
se apaga cuando, alejándonos del Rey Sabio (también llamado El Astrólogo por algunos de sus contemporáneos y
no siempre de manera elogiosa) nos acercamos al Rey Alfonso de Castilla y León, décimo de este nombre, como
asimismo nombra la Historia, disciplina en la que el propio Rey intervino poniendo en marcha dos proyectos
encargados de la ingente tarea de recopilar tanto los hechos históricos nacionales como los del resto del mundo;;
así nacieron La Grande e General Estoria como una Historia Universal y la Crónica General que fue durante siglos la
fuente principal a la que acudieron cronistas e historiadores a la hora de escribir sobre la Historia de España.
Esta magna aportación científica y cultural del Rey Sabio suele ser el tema favorito casi siempre que se
plantea alguna charla de carácter divulgativo, quizá porque siempre resulta tentador tratar de reflejar algo de ese
resplandor. Pero, en esta pequeña página del rey, vamos a hablar del rey Alfonso X de Castilla y de León.
Mi interés en elegir la otra cara se debe al escaso eco que esta parte de la Historia de España tiene en los
currículos de Historia en el bachillerato. Por eso creo que tendrá más utilidad centrar el tema en la figura de
Alfonso X desde dos aspectos íntimamente relacionados entre sí: el político y el familiar.
En la Edad Media, en el marco de una sociedad estamental y donde no se concebía otro sistema político
que no fuese una monarquía en la que el monarca acumulaba todos los resortes del poder, el rey legislaba si lo
creía conveniente, tomaba las decisiones que consideraba más oportunas para gobernar sus reinos y, si era
necesario, se convertía en juez inapelable, todo ello con mayor o menor fortuna frente al estamento noble;; por
otra parte ese poder se transmitía de padres a hijos ya que hablamos de un sistema de monarquía hereditaria y, en
ese contexto, la familia era algo que iba íntimamente unido a la figura de un rey. Hablemos pues, para empezar,
de la familia de Alfonso X El Sabio (ls. 6-9).
El príncipe Alfonso heredó de su padre dos de los reinos peninsulares más importantes: Castilla y León;;
en los más de doscientos años de andadura desde que castilla se constituyese en reino, los dos reinos se habían
separado y vuelto a unir en más de una ocasión;; me interesa destacar especialmente el reinado de Alfonso VII
llamado El Emperador que había recibido de su abuelo Alfonso VI, el conquistador de Toledo, una excelente
herencia, León (incluida Galicia de hecho, se coronó por primera vez en Compostela-), Castilla y el recién
conquistado reino de Toledo. La idea imperial no era algo nuevo en la tradición del reino leonés que se
consideraba depositario de la tradición visigótica pero se concreta con la coronación en León, en 1135, de
Alfonso VII como emperador, honor al que accedía por la obediencia que le prestaban el rey García de Navarra, el rey
Zafadola de los Sarracenos, el conde Ramón Berenguer IV de Barcelona, el conde Alfonso de Tolosa y otros condes de Gascuña y el
sur de Francia. Las forma más habitual de titulación imperial sería como Imperator Hispaniarum. Pero de nuevo, la
división territorial llevada a cabo antes de su muerte por el propio Alfonso VII, vino a dar al traste con esta
situación hegemónica.
2. El lado castellano, había salido muy favorecido en el reparto por la frontera occidental, la que lindaba
con el antiguo reino leonés y sobre todo por el sur al incorporar Toledo;; de esta forma, ya en tiempos de
Alfonso VIII y tras la victoria de Las Navas de Tolosa (l.10), queda definitivamente abierta la puerta a la
incorporación de los territorios del sur peninsular (l.11). También es interesante destacar que el matrimonio con
Leonor de Inglaterra, una Plantagenet, le llevó a ser reconocido, en los primero años del siglo XIII, como señor
de Gascuña y Guyena, territorios que formaban parte del ducado de Aquitania y que era la dote de Leonor.
Finalmente, Alfonso VIII, se retiró de estos territorios pero sus herederos no renunciaron a este derecho (l.12).
Su hijo, Enrique I de Castilla, heredó el trono con diez años y murió al cabo de tres, en 1217. Así,
Fernando fue proclamado rey de Castilla en 1217 y en 1230, al morir su padre Alfonso IX de León, se produjo la
definitiva unificación de los dos reinos.
Entre coronación y coronación, Fernando III se había casado con una nieta del emperador del Sacro
Imperio Romano Germánico, Federico I Barbarroja;; Beatriz de Suabia también era nieta, por parte de madre, del
emperador de Bizancio (l. 13). El padre de la novia murió siendo emperador electo de Alemania pasando Beatriz
a ser tutelada por su primo, el emperador Federico II. Lo significativo es que la nueva reina de Castilla pertenecía
a una de las dos familias imperiales alemanas, la de los Hohenstaufen, estando en posición de transmitir los
derechos al título imperial.
El enlace se celebró en Burgos, en la catedral -todavía románica- que en 1075 fundara Alfonso VI. Dos
años más tarde, por impulso del propio Fernando III, se pondría la primera piedra de la catedral actual. Las
obras de Burgos fueron relativamente rápidas durante su reinado;; no así en la catedral de Toledo en que se
puede asegurar que a la muerte del rey, en 1252, únicamente estaba edificada la cabecera;; será Alfonso X quien
de el impulso definitivo aunque ninguna de las dos va a finalizarse hasta el siglo XV. No así la de León, que se
termina la primera y en la que parece que el protagonismo de Alfonso en la elección de algunos programas
iconográficos fue notable. Lo cierto es que su reinado coincide con la plena introducción del arte gótico en
Castilla mientras en los territorios conquistados será el mudéjar el estilo que alcanzará una difusión importante:
(ls. 14-19).
En la catedral de Burgos se conservan unas bellísimas estatuas colocadas actualmente en el Claustro
aunque todo apunta a que estuvieron situadas en algún lugar más relevante. Representan una ceremonia de
compromiso. Originalmente fueron identificadas con Fernando III y Beatriz de Suabia aunque con posterioridad
se ha pensado que podrían representar a Alfonso y Violante. El rey está ofreciendo un anillo de bodas (ls. 20-22).
Personalmente, creo que lo lógico es que se trate de Fernando III y Beatriz de Suabia, aunque tal vez se
esculpieran en tiempos de Alfonso X por mandato de este rey una vez muertos sus padres que fueron los que se
casaron en Burgos.
El príncipe Alfonso nació en Toledo, el 23 de noviembre de 1221, día de San Clemente, bajo el signo de
Sagitario (l. 23);; muy pronto fue confiada su crianza al entorno de su abuela Berenguela y muy vinculado por
tanto al desaparecido Alfonso VIII y a Burgos. En realidad, tan solo hacía siete años que había fallecido su
bisabuelo, enterrado en Las Huelgas (ls. 24, 25), y su padre solo era rey de Castilla. Alfonso se crió entre Burgos
y Galicia mientras Fernando III comenzaba una nueva campaña contra los musulmanes (l. 26). Una vez
coronado también en León (l. 27), comenzará la definitiva campaña por la conquista de Andalucía. En 1236 se
toma la ciudad de Córdoba (l. 28), diez años más tarde cae Jaén y en 1248 capitula Sevilla.
En todos estos años, Alfonso ha perdido a su madre -con 14 años- y ha intervenido por iniciativa propia
en la oferta enviada a Fernando III por Aben-Hudiel, rey de Murcia, con la pretensión de rendir vasallaje al
castellano y ponerse bajo su protección. De esta forma, Alfonso con apenas 21 años- llevará cabo la
incorporación pacífica en buena parte del territorio- del reino de Murcia. Curiosamente las fricciones que
estuvieron a punto de desencadenar un conflicto mayor vinieron por parte del reino de Aragón ya que existían
unos acuerdos que previsoramente- habían firmado castellano-leoneses con catalano-aragoneses cuando la
conquista de buena parte del Levante peninsular, lo mismo que la de Andalucía, aún estaban lejos.
3. Finalmente, hubo acuerdo entre los dos reinos que para esas fechas ya habían comprometido el enlace
entre Alfonso y la hija de Jaime I de Aragón, El Conquistador (l. 29). El matrimonio con la princesa Violante se
celebró en Valladolid en 1249. Contaba Alfonso 27 años cuando se casó y tres años después a la muerte de
Fernando III comenzó su reinado, en 1252.
Aunque cueste creerlo, es posible que la brillante personalidad del nuevo rey se sintiera asfixiada por las
dos soberbias personalidades de su padre y su suegro. Las relaciones con el excelente estratega militar y a la vez
sagaz diplomático Jaime I de Aragón nunca fueron fáciles. En cuanto a la figura paterna, puede que la memoria
de Fernando III significara una continua losa en la vida de Alfonso El Sabio. Baste para ello las palabras con las
que se despidió poco antes de morir en Sevilla (l. 30):
señorío finca toda, la una conquistada y la otra tributada. Si en este estado en que te la dejo la supieres guardar, eres tan buen rey
como yo, si ganeres por ti más, eres mejor que yo y si de esto menguas, no eres tan bueno como yo. Con estas palabras, Fernando
III, el rey que en el siglo XVII la Iglesia elevaría a los altares como San Fernando (l. 31), le estaba diciendo a su
hijo que su éxito como rey iba a depender de la prolongación de una política de conquistas (l. 32).
Pero la idea que Alfonso tenía de cómo gobernar sus reinos pasaba por otros conceptos que, en esa
época, ni siquiera se habían concretado aún en su correspondiente término político: el del Estado en su más pura
noción aristotélica (ls. 33-34).
Nacido en Toledo, criado en Burgos, conquistador de Murcia, no sabemos si apasionado por Galicia pero
sí por la lengua gallega en la que escribió Las Cantigas de Santa María, el nuevo rey encontrará una ciudad a su
medida en la recién conquistada Sevilla(l. 35).
En las cuatro ciudades puso en marcha proyectos de envergadura.
Tras ser coronado en Toledo, resucita, cien años después, la Escuela de Traductores. Las traducciones
van encaminadas a desarrollar sus proyectos de carácter científico a los que ya nos hemos referido (l. 36).
Todo apunta a que el grupo de expertos que trabajó en Burgos desarrolló el que, en mi opinión, fue el
proyecto más importante de todos, el jurídico, por ser el que trajo repercusiones de auténtico calado histórico.
Tres obras pusieron por escrito las leyes que deberían aplicarse en los reinos, la más importante, Las Siete Partidas
(ls. 37-38) en las que se aprecia la admiración que Alfonso X tenía por el Derecho Romano y -más aún- por tal
Imperio.
Finalmente, parece que en Sevilla trabajaron los encargados de escribir las Historias aunque el llamado
Taller Alfonsí compiló gran parte de las fuentes históricas existentes y cuya procedencia era muy diversa(l. 39). En
realidad se trataba de dos caras de esa idea a la que acabo de referirme ya que el planteamiento historiográfico
que se hace de la Historia de España esta encaminado a educar al príncipe (l. 40) en la idea de un Estado fuerte
con un rey que no divida los reinos entre su prole tal como habían hecho algunos de sus antecesores y que
mantenga un verdadero Imperium.
Lo que los historiadores han denominado el fecho del Imperio fue una de las causas que enfrentó a Alfonso
con todos, especialmente con los nobles, pero también con su familia (que era numerosa) y con las ciudades que
no estaban dispuestas, al igual que los nobles, a que el rey se gastara una fortuna ingente en hacerse elegir
emperador de Alemania, título al que tenía derecho a optar por ser hijo de Beatriz de Suabia. El tema es largo,
pero después de lo poco que aquí nos hemos acercado a este asunto, es fácil comprender lo que más de un
historiador ha apuntado como explicación al empecinamiento del rey Alfonso en hacerse elegir emperador de
Alemania: lo que realmente perseguía Alfonso X era ser Imperator Hispaniarum como lo había sido su antepasado
Alfonso VII pero evidentemente, la situación en los reinos hispánicos no era la de cien años antes. Su suegro
había fortalecido y ampliado la confederación catalanoaragonesa y si existía alguna manera de que su
proclamación como Emperador de Hispania fuera incontestable, era esta: haber sido elegido emperador del
Sacro Imperio Romano Germánico. En este contexto hay que inscribir también su intento de incorporar la
Gascuña francesa reclamando su derecho como descendiente de Leonor de Inglaterra.
4. Lo único que le reportó fueron conspiraciones por doquier, en más de un caso procedentes de su propia
familia. A su hermano Felipe lo desterró junto con otros nobles por encabezar una conspiración con ánimo de
destronarlo. Felipe murió pocos años después. Su sepulcro, en Villalcázar de Sirga, ha sido interpretado como un
último desafío a su hermano ya que la riqueza ornamental y toda la parafernalia representada, es más propia de
un rey que de un noble (ls. 41-43).
Hizo ejecutar a su hermano Fadrique aunque su caso nunca fue suficientemente aclarado;; todo apunta a
que el motivo fue un pecado inconfesable ya que ordenó a su hijo Sancho que lo prendiera junto a uno de los
nobles más influyentes: don Simón Ruiz, señor de los Cameros. A su hermano lo mando ahogar en el castillo de
Burgos y después enterrarlo bajo una porqueriza de cerdos. Cierto es que ambos formaban parte de un núcleo de
conspiradores habituales pero lo de la porqueriza de cerdos y un verso de la cantiga 235 que reza: Y así como arde la
vela, ardió la carne de aquellos que no desean mujer, sugiere que además de la existencia de una conspiración existían
otros motivos;; de hecho, al señor de los Cameros lo mandó quemar cerca de Logroño. Además los castigos que
imponían Las Partidas contra los homosexuales eran durísimos ya que se pensaba que atraían el castigo divino si
eran consentidos. Los hechos sucedieron en 1277 cuando los Benimerines por un lado y Francia por otro
presionaban las fronteras del reino y tras la muerte del primogénito, Fernando de la Cerda;; este suceso iba a
desencadenar el último gran disgusto del rey ya que -según Las Partidas- la sucesión del reino debía recaer en el
primogénito y si éste moría, en sus hijos. Así, el rey Alfonso se convirtió en el garante de la candidatura de su
nieto frente a su otro hijo, Sancho, que para terminar de complicar las cosas se había convertido en un héroe
nacional cuando después de la muerte del primogénito y estando ausente de Castilla el rey Alfonso, había
organizado la defensa del reino frente a los Benimerines que aprovecharon la coyuntura para cruzar el Estrecho.
El futuro Sancho IV El Bravo, contaba entonces 17 años.
En 1282, la sublevación del infante contra su padre ya era efectiva con el apoyo de la nobleza, de las
órdenes militares, de la Iglesia incluyendo el monacato y, sobre todo, de las ciudades y sus concejos. También la
reina se había puesto de parte de su hijo y en contra de su esposo. Alfonso X murió sin haberse reconciliado con
su hijo en 1284, en Sevilla, la única ciudad que no le abandonó y siempre le fue fiel y donde fue enterrado junto a
sus padres por expreso deseo suyo.
Por lo que concierne al gobierno de su reino tan solo voy a destacar unos breves apuntes, para terminar.
Alfonso continuó con el Repartimiento de Sevilla que su padre había comenzado tras la toma de la ciudad, origen de
la estructura latifundista andaluza. También su padre había comenzado un proyecto por el que Alfonso mostró
un gran interés: tener una flota propia;; de la corona, se entiende. Después de la intervención de la flota del
Almirante Bonifaz en la toma de Sevilla(l. 44), que en realidad era una flota privada de navegantes del norte de
España, los reyes castellanos se plantearon la necesidad de contar una Armada que Fernando III comenzó a
construir en la misma ciudad de Sevilla (l. 45). El propósito era controlar el Estrecho de Gibraltar para evitar
nuevas invasiones. Con este fin, Alfonso X puso en marcha el último de los grandes proyectos ya señalados, que
en esta ocasión correspondió a Murcia, más concretamente a Cartagena, creando una orden militar naval que
sería derrotada estrepitosamente pocos años más tarde en una campaña que pretendía tomar Algeciras (l. 46);;
tras el fracaso, fue reabsorbida por la Orden de Santiago. La Orden de Santa Mª de España también llamada de La
Estrella tuvo su centro en Cartagena y casas repartidas por distintos puertos del reino. La patrona de Cartagena
fue también la de la Orden: la Virgen de Rosell, (l. 47). Las Órdenes Militares gozaron, como no podía ser de
otro modo, de la protección de la corona.
Finalmente, Alfonso X estableció y privilegió (hoy ya se sabe que no fue exactamente una fundación) El
Honrado Concejo de la Mesta en 1273 para organizar la trashumancia y las explotaciones ganaderas(l. 48);; con esta
última referencia e imagen termino (l. 49), no deja de ser una curiosa coincidencia que nuestro Centro, que lleva
el nombre del rey, esté ubicado en lo que fueron las antiguas dehesas de Benquerencia cuya explotación estaba
repartida entre varias Órdenes Militares.