1) El caso Pravisanni, en el que se condenó a un turista italiano por delitos de pedofilia y explotación sexual de menores en Colombia, ha roto el silencio frente a los depredadores sexuales.
2) La sentencia divide ahora la historia jurídica del país en dos periodos: antes y después del caso Pravisanni.
3) A pesar de los desafíos continuos como la pobreza y el desplazamiento, el caso sienta un precedente importante para proteger a los niños de la explotación sexual en el futuro.
1. COLOMBIA - El caso Pravisanni, la primera piedra
Después de la condena de Paolo Pravisanni, turista culpable de numerosos crímenes, tales como pedofilia,
incitación a la prostitución o al consumo de drogas a menores, Freddys del Toro cuenta sus impresiones
después de la liberación de todo un pueblo “vis a vis” de estos depredadores sexuales. Freddys del Toro es
abogado de Tierra de hombres en su proyecto de lucha contra la explotación sexual en Colombia y ha
representado a las partes civiles en éste.
La cultura del silencio ha sufrido un duro revés en Cartagena, con la condena a Paolo Pravisanni. El
silencio frente a estos explotadores sexuales como este italiano se ha roto. Pero esto no ha sido
gratuitamente. Desgraciadamente han destrozado toda la vitalidad, la fuerza y la juventud de un niño
de 15 años: Jesid Torres Tovar, cuya terrible muerte ha sido precedida de otras maldades y fechorías
y ha generado otras infracciones: incitación a la prostitución, pornografía infantil, relaciones sexuales
infligidas a otros dos menores, de 13 y 14 años.
El italiano no era el único implicado, mujeres de más edad habían tomado parte también en estas
atrocidades, como cómplices o co-autoras, y abusaban de estos niños y niñas.
Toda la ciudad, ha estado en vilo gracias a los medios, al fin esto ha despertado, felizmente, y todos los
pederastas están consternados. En Italia, país del agresor, la noticia ha sido difundida por 17 periódicos,
contribuyendo así a hacer reflexionar a otros individuos que habrían podido pensar que sería fácil ir a
Colombia a satisfacer sus deseos lascivos, gracias a su poder económico y a la marginación de estos niños
prostituidos.
La sentencia divide ahora la historia jurídica del país en dos: antes y después del caso Pravisanni. Y esto no
es nada. Es la primera de este género que recae en un extranjero, al condenarle por actos de explotación
sexual.
Esta buena nueva, que la ciudad ha compartido, era esperada como una urgente catarsis frente a casos
similares y para los cuales la justicia había sido truncada: solamente cuatro días antes de la muerte de Jesid,
2. 11 israelitas habían podido quedar libres, a pesar del hecho de que habían llevado a una jovencita, junto a
otras mujeres, a una antigua mansión de la vieja Cartagena, donde fueron forzadas a prostituirse, a consumir
cocaína y a beber alcohol. Pero la ciudad y el niño salieron perjudicados pues el negocio no paso jamás ante
la justicia, por culpa de un supuesto error de procedimiento.
En los aseos de un célebre centro comercial de la ciudad, seis meses más tarde, un extranjero fue
sorprendido en plenas relaciones con un menor. Quedó libre, por falta de traductor. La ciudad contenía la
respiración.
El caso Pravisanni es como una bocanada de oxigeno, a pesar de la demora debida a los aplazamientos
reiterados: aplazamientos casi interminables, causados por la Defensa. Pero Cartagena ha demostrado a lo
largo de todo el proceso que en adelante no dará la espalda a estos abusos. Nunca más habrá silencio.
A pesar de esto, la lucha contra la explotación sexual de los niños no será fácil. Esta ciudad soporta el ser la
encrucijada y el destino de las poblaciones desplazadas por culpa del conflicto armado que marca a este país,
fenómeno que aumenta desmesuradamente la miseria en las periferias de esta belleza histórica, donde la
pobreza histórica es comparable a las favelas de Río de Janeiro, con una diferencia, las nuestras están
simplemente plastificadas con bolsas de basura.
Los barrios de los desplazados de Pozón y de Nelson Mandela muestran este fenómeno. Así como la
Boquilla que ha perdido el norte desde hace poco en materia de protección a la infancia. Se sabe de padres
que, en medio del proceso judicial que defendía a sus niños, han traicionado a la causa, a favor de los
agresores, por culpa de promesas vacías, de favores que nunca llegaron. La Boquilla, acosada por la
hostelería moderna, los impuestos elevados y los servicios públicos impagables para sus habitantes, los
puestos de trabajo precarios, dan fe de una cultura de connivencia con el comercio carnal.
Por un lado, está la debilidad manifiesta de estos niños y niñas, y por otro la fortuna turística que llega
habitualmente a Cartagena, donde los turistas son vistos como una fuente de esperanza, una esperanza a
menudo difuminada por la desesperanza, como en los casos antes mencionados. ¿Pero son los únicos?
Seguro que no. Estos son los casos más célebres y es porque los conocemos. ¿Cuántos casos similares o
menos eminentes son ignorados en la ciudad?. Cualquier cifra podría revelarse arbitraria. Como dice el
poder judicial, estos son “los casos que se producen a puerta cerrada”, pero bajo este preámbulo, muchos
niños son explotados sexualmente en Cartagena, no solamente por los turistas sino también por los locales.
Actualmente, el problema no es el turismo. El problema es la práctica turística. En efecto un turismo
duradero no permite estos casos. Desarrollar un turismo sin tomar en consideración su durabilidad, sería
incluso su muerte. El turismo sexual, las drogas y las plagas, no aportan nada a la ciudad; es mucho más
dañino en términos de efectos colaterales.
Lo que tiene mérito es que esta ciudad sea vigilada a través de garitas y que los mayores esfuerzos estén
contratados desde las altas esferas del Estado, como hace la sociedad civil.
El caso Pravisanni es la primera piedra para empezar a andar el camino, que incluso salpicado de trampas
llevará la protección a nuestros niños.
Por Freddys del Toro Díaz
Abogado de la parte civil en el proceso contra Pravisanni.
Fundación Tierra de hombres - Lausana