PRIMARIA 1. RESUELVE PROBLEMAS DE FORMA MOVIMIENTO Y LOCALIZACIÓN 2 (2).pptx
CUENTOS.docx
1. VERA Y EL PROBLEMA DE DORMIR
Vera no quería irse nunca a dormir. Saltaba en la cama y tiraba la almohada al suelo.
Mientras su mamá le leía un cuento, ella gritaba y no escuchaba. Después de mirar
debajo de la cama para comprobar que no había monstruos su mamá trataba de
calmarla cantando antiguas nanas. Pero nada funcionaba.
Vera no quería cerrar los ojos. Después de más de dos horas, enfadada y finalmente
agotada tras haber acabado llorando, Vera se rendía al sueño.
Todas las noches eran iguales. Y por las mañanas Vera se sentía cansada en el
colegio por no haber descansado lo suficiente. Apenas tenía fuerzas para jugar y
como solía estar de mal humor no tenía muchos amiguitos.
Su mamá estaba preocupada. No sabía cómo podía ayudar a su pequeña hijita.
Había consultado muchos libros y a muchos amigos para encontrar una solución. Y
tras poner en práctica los consejos dados, Vera seguía sin querer irse a la cama por
las noches.
Fue entonces cuando la mamá de Vera decidió pedir ayuda al hada de su infancia.
Como cuando era pequeña ésta se asomó a la ventana y, mirando a la estrella más
brillante del cielo, deseo con todas sus fuerzas que su hada apareciera. Batiendo
sus coloridas alas el hada se presentó y le explicó que el problema estaba en que
Vera no quería dormir sola en su habitación, que echaba mucho de menos a su
mamá y a su papá en la cama.
La mamá de Vera decidió entonces hacerle el camisón más bonito del mundo con
retales de tela de una camisa de papá y de un vestido de mamá. Cuando Vera se lo
puso para irse a la cama podía oler a mamá y a papá cerca de ella.
Esa noche, Vera durmió tranquila porque sabía que su familia siempre estaría con
ella y nunca la dejaría sola. Al día siguiente, por fin, la pequeña Vera se despertó
contenta y descansada.
NACHO DUERME SOLO
- ¡No quiero dormir solo! - gritó una noche más al rato de apagar la luz de su
habitación.
Y sus padres un día más permitieron que Nacho durmiera con ellos.
Esa tarde, su madre habló con el niño mientras merendaban un rico bizcocho de
chocolate que había hecho por la mañana, y un vaso de leche.
- ¿Por qué no quieres dormir solo? ¿A qué tienes miedo? - preguntó al niño.
- A la oscuridad - contestó enseguida.
- ¿Por qué? ¿Qué piensas? - le preguntó su madre.
- Todas las noches hay un monstruo que cuando apago la luz me viene a asustar -
contestó Nacho.
- ¡Eso es tu imaginación! Para echar al monstruo de tus sueños no debes permitir
que entre en tu cabeza. Cuando era pequeña, y a veces ahora, me ocurre lo mismo
que a ti. Ya eres suficientemente mayor para aprender a hacerlo. ¡Préstame mucha
atención!
La madre de Nacho siguió explicándole qué debía hacer, mientras el niño le
escuchaba con atención.
- Cuando apagues la luz y veas que el monstruo quiere meterse en tu cabeza, ¡no
pienses en él! No le hagas caso. Si cada noche ve que no le prestas atención
terminará marchándose.
- ¿Y cómo hago eso, mamá? - preguntó Nacho ladeando su cabecita.
- Anoche no podía dormir - le contó su madre- un monstruo se quería adueñar de
mi pensamiento metiéndose en mi cabeza. Entonces, como hago siempre, no le
presté atención y me puse a imaginar cómo haría la tarta de chocolate que me dijo
la tía Mary. En mi pensamiento amasé la harina, el huevo y los demás ingredientes
para hacer el bizcocho. Me llegó el olor al sacarlo del horno, lo adorné con rodajitas
2. de plátano y fresa. Después lo bañé de chocolate y, sin llegar a probarlo, me quedé
dormida.
- ¡Qué rico está! ¡Humm! - dijo dando un gran bocado al bizcocho que tenía en el
plato.
Nacho la miraba con los ojos muy abiertos. No había pensado que podía echar al
monstruo de su cabeza.
- Cuando vayas a dormir piensa en cosas bonitas que has hecho o que te gustaría
hacer: jugar con Alex y Macarena, ir al parque, un día en la playa, vestir a tu muñeca
¡todo lo puedes imaginar! Si tu cabeza está pensando en cosas tan bonitas y
divertidas el monstruo no podrá meterse en tus sueños. ¡Ese es el truco!
Al llegar la noche Nacho se fue a la cama más tranquilo. Al poco rato de apagar la
luz.
- ¡Mamá! - escucharon gritar a Nacho.
- ¿Ha vuelto el monstruo? - le preguntó su madre.
- Ha intentado meterse en mi cabeza, pero no lo he dejado entrar. He pensado en
la carrera de bicicletas que voy a hacer mañana con los primos.
- ¿Entonces? - dijo su madre muy contenta esperando a que hablara. - ¡Solo quiero
ir cinco minutos a vuestra cama! ¡Prometo dormir solo!
Y así lo hicieron. Nacho estuvo un ratito en la cama con sus padres y luego se fue a
dormir solo, como les había prometido.
¡Por fin había aprendido a echar al monstruo de su imaginación y a dormir solo en
su cama!
RATONCITO PÉREZ
Pepito Pérez era un pequeño ratoncito de ciudad. Vivía con su familia en un
agujerito de la pared de un edificio. El agujero no era muy grande pero era muy
cómodo, y allí no les faltaba la comida. Vivían junto a una panadería, por las noches
él y su padre iban a coger harina y todo lo que encontraban para comer.
Un día Pepito escuchó un gran alboroto en el piso de arriba. Y como ratón curioso
que era trepó y trepó por las cañerías hasta llegar a la primera planta. Allí vio un
montón de aparatos, sillones, flores, cuadros..., parecía que alguien se iba a instalar
allí.
Al día siguiente Pepito volvió a subir a ver qué era todo aquello, y descubrió algo
que le gustó muchísimo. En el piso de arriba habían puesto una clínica dental.
A partir de entonces todos los días subía a mirar todo lo que hacía el doctor José
Mª. Miraba y aprendía, volvía a mirar y apuntaba todo lo que podía en una pequeña
libreta de cartón.
Después practicaba con su familia lo que sabía. A su madre le limpió muy bien los
dientes, a su hermanita le curó un dolor de muelas con un poquito de medicina...
Y así fue como el ratoncito Pérez se fue haciendo famoso.
Venían ratones de todas partes para que los curara. Ratones de campo con una
bolsita llena de comida para él, ratones de ciudad con sombrero y bastón, ratones
pequeños, grandes, gordos, flacos... Todos querían que el ratoncito Pérez les
arreglara la boca.
Pero entonces empezaron a venir ratones ancianos con un problema más grande.
No tenían dientes y querían comer turrón, nueces, almendras, y todo lo que no
podían comer desde que eran jóvenes. El ratoncito Pérez pensó y pensó cómo
podía ayudar a estos ratones que confiaban en él.
Y, como casi siempre que tenía una duda, subió a la clínica dental a mirar. Allí vio
cómo el doctor José Mª le ponía unos dientes estupendos a un anciano. Esos
dientes no eran de personas, los hacían en una gran fábrica para los dentistas. Pero
esos dientes, eran enormes y no le servían a él para nada.
Entonces, cuando ya se iba a ir a su casa sin encontrar la solución, apareció en la
clínica un niño con su mamá. El niño quería que el doctor le quitara un diente de
leche para que le saliera rápido el diente fuerte y grande.
El doctor se lo quitó y se lo dio de recuerdo. El ratoncito Pérez encontró la solución:
Iré a la casa de ese niño y le compraré el diente, pensó. Lo siguió por toda la ciudad
y cuando por fin llegó a la casa, se encontró con un enorme gato y no pudo entrar.
El ratoncito Pérez se esperó a que todos se durmieran y entonces entró a la
habitación del niño. El niño se había dormido mirando y mirando su diente, y lo
había puesto debajo de su almohada.
Al pobre ratoncito Pérez le costó mucho encontrar el diente, pero al fin lo encontró
y le dejó al niño un bonito regalo. A la mañana siguiente el niño vio el regalo y se
puso contentísimo, y se lo contó a todos sus amigos del colegio.
Y a partir de ese día, todos los niños dejan sus dientes de leche debajo de la
almohada. Y el ratoncito Pérez los recoge y les deja a cambio un bonito regalo. Y
colorín colorado este cuento se ha acabado.