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David Bueno, doctor en Biología: «Es inevitable
que los adolescentes se acuesten tarde»
ANA ABELENDA
David Bueno, autor de «El cerebro del
adolescente». Xavier Torres-Bacchetta
Son rebeldes con causa, contestan mal y tardan en
activarse por las mañanas por una razón biológica,
defiende el investigador, que te ayuda a entender
cómo funciona el cerebro de un adolescente. «Decirles: 'Vamos a hablar'
no es la mejor estrategia», advierte .13 mar 2022 .
Si eres de los que crees que los adolescentes necesitan mano
dura, quizá cambies de idea al escuchar a David Bueno (Barcelona,
1965), doctor en Biología y profesor e investigador de la sección de
Genética Biomédica, Evolutiva y del Desarrollo de la Universitat de
Barcelona, autor de El cerebro del adolescente, un GPS para conducirse
con ellos. «Lo primero es entender que la adolescencia es necesaria para
la maduración de la persona. Y, puesto que no la podemos evitar,
aprendamos a disfrutar de ella. ¡Sé que es difícil! Sobre todo, cuando se
ponen muy rebeldes...», comienza.
—Pero son rebeldes con causa, no como James Dean...
—Son rebeldes con causa y esto es además muy sano. Es sano que un
adolescente lo cuestione todo. Eso es precisamente lo que estimula a su
cerebro a encontrarse a sí mismo.
—¿Lo normal, entonces, es que en la adolescencia haya rebeldía?
¿Qué pasa si no la hay, algo va mal?
—Hay algunos adolescentes que no terminan de rebelarse. Es algo que
depende en parte de su carácter: hay personas más tranquilas, reflexivas,
y otras impulsivas. También depende un poco del entorno. Si el entorno
familiar, social, educativo, promueve la reflexión, la crítica, el respeto y la
confianza, favorecerá, en principio, adolescentes menos rebeldes. Pero
esa rebeldía, como te digo, también depende del carácter.
—¿Funciona el «Venga, vamos a hablar tú y yo, cuéntame»?
—Precisamente, el «vamos a hablar» no es la mejor estrategia con un
adolescente. Porque, normalmente, se lo toman como una invasión a su
intimidad y, por lo tanto, como una posible amenaza. Y una de las formas
de responder a una posible amenaza es siendo agresivo. Te mandan a
paseo con una frase malsonante...
—Algo como «¡No te metas en mis cosas! ¿Por qué lo quieres saber
todo?».
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—Bueno, eso es lo más suave que te puede decir un adolescente que se
siente amenazado.
—¿Cómo hacemos para triunfar con ellos por la vía del diálogo?
—Con los adolescentes hay que hablar, pero cuando ellos quieren... y sin
que parezca que estamos poniendo demasiada atención. Hay que estar
cerca, para cuando ellos decidan. Y, normalmente cuando ellos lo
deciden, tú estás atareado en otra cosa.
—¿Por qué se acuestan tan tarde y por qué les cuesta tanto
levantarse?
—Es inevitable, es algo biológico. En la adolescencia, el ritmo
circadiano se retrasa unas dos horas de promedio. Esto hace que el
sueño les llegue más tarde. Si les obligamos a acostarse antes, no se van
a poder dormir. A los 14 o 15 años, el sueño no les llega hasta las 12.00
o la 1.00. Luego el despertador les va a sonar a las 7.00, pero van a estar
en stand by hasta las 10.00. Es importante que en las actividades de esas
primeras horas seamos menos exigentes que en las de las 10.00 o las
12.00. Si les vemos medio dormidos a las 8.00 arrastrando los pies es que
no lo pueden evitar. También es normal que no tengan hambre a esas
horas.
—Dejarles irse sin desayunar no parece una buena opción...
—Una buena opción es sentarnos a desayunar con ellos. Nos sentamos
con ellos y nos comemos una naranja y un plátano, nada menos. ¡Nada
de sentarnos a mirarles mientras comen!
—¿La cháchara con ellos funciona?
—Sí, pero cuando ellos quieren... Incluso está bien criticar.
—¿La crítica compartida nos acerca, refuerza vínculos?
—Hombre, claro... Y está bien escucharles, no reñirles. Cuando están
criticando, lo que están haciendo, en el fondo, es reflexionar, y esto es
importante. Hay que dejarles que nos cuenten.
—¿Qué cambios neurológicos se producen en la adolescencia?
—Que hay un inicio hormonal es indudable. Es lo que desencadena la
maduración del aparato reproductor, que es donde se inicia la pubertad y
se empiezan a producir los cambios de los caracteres sexuales
secundarios, como la pilosidad o el ensanchamiento de las caderas en las
chicas. Esto es hormonal y obedece a programas genéticos. Cuando se
ponen en marcha, ¡empieza! Y no hay más que decir. Cuando empieza la
pubertad es cuando puede comenzar la adolescencia, básicamente una
serie de cambios cerebrales que implican también cambios de conducta.
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La pubertad y la adolescencia están encadenadas, pero a nivel biológico
es importante distinguirlas. Pueden ser púberes y no haber entrado en la
adolescencia. Los cambios en su comportamiento se deben a cambios en
tres zonas del cerebro: la amígdala se vuelve hiperreactiva. Por eso,
reaccionan más rápidamente, con mayor intensidad, a cualquier situación.
Esto nos molesta, pero es así y tiene que ser así, porque por primera vez
se van a enfrentar a situaciones típicas de lo que es ser adulto sin tener
experiencia en lo que significa serlo. Así que deben tener las emociones
a flor de piel para detectar lo que implica una amenaza, para poder
protegerse. Que tengan las emociones a flor de piel es bueno para su
propia seguridad.
—Como adultos, a veces cuesta resistir. También somos humanos...
—Debemos favorecer su autocontrol, por supuesto, pero no nos tenemos
que enfadar por sus cambios de humor, porque no pueden evitarlos.
—¿Qué otros cambios importantes se producen en ellos?
—La corteza prefrontal se reconfigura completamente, y es donde se
generan comportamientos como la reflexividad, la planificación o la
gestión de las emociones. Todo esto debe reconfigurarse para dejar atrás
los comportamientos de infancia y poder adquirir los de los adultos,
básicamente por imitación; de aquí la importancia del ejemplo. Los dos
cambios grandes que se producen en su cerebro son una hiperreactividad
emocional y una menor eficiencia para gestionarlo. Y nos queda un tercer
elemento de cambio, que es el estriado, que es la zona del cerebro que
produce las sensaciones de recompensa, de bienestar, de placer... Es lo
que explica que prueben todo lo que está a su alcance que creen que
puede ser interesante.
—Los amigos pasan en la adolescencia ser el centro de la vida de
nuestros hijos. ¿Es normal?
—Sí, claro, su cerebro se lo está pidiendo. No es que haya que darles
todo lo que les pide el cerebro, pero es normal y sano que quieran estar
mucho tiempo con sus amigos, hablando durante horas de nada o
callejeando sin rumbo. Esto les encanta. Es importante que puedan estar
con sus iguales, porque así empezarán a establecer los vínculos que
serán importantes de jóvenes y adultos. No se trata de que estén todo el
día fuera con los amigos. También hay que poner límites... Pero es más
fácil ponerlos cuando ya desde que eran pequeños te has ganado su
confianza que si siempre has impuesto cosas de forma autoritaria. Lo más
importante con los hijos, ya desde la primera infancia, es generar
confianza. Tú debes confiar en ellos (aunque a veces te engañen) para
que ellos puedan confiar en ti.
—¿Si hemos sido unos padres autoritarios, no hay remedio?
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—Sí lo hay. El cerebro no deja de aprender cosas nuevas. Siempre
puedes generar un ambiente de confianza. Con tranquilidad,
compartiendo ratos juntos en casa. Ellos tienen que sentir que estás
cerca. No se trata de que estés con ellos en la misma habitación, pero sí
de compartir momentos, comidas (si no es la cena, la merienda). Es poco
a poco. El primer día que te cuentan algo que te asusta, no pongas cara
de susto; si no romperás la cadena de confianza.
—¿Los adolescentes, entonces, no necesitan mano dura?
—No. Lo que necesitan es apoyo, apoyo emocional. Que estemos cerca
cuando nos necesiten, que no les saquemos las castañas del fuego.
Tienen que aprender que, si cometen errores, deben reconducirlos. Pero
la mano dura lo único que provoca es que se cierren en banda. Esto no
significa que les dejemos hacer todo.
—¿Hay que pelear para que adquieran hábitos como ordenar la
habitación, hacer la cama o recoger su ropa?
—Tienen que ir aprendiendo cuanto antes las responsabilidades que
tendrán cada día de adultos. Deben hacer cosas como esas, pero si hay
un día que no lo hacen, ese día que dejan la ropa tirada, debemos mirar
para otro lado.
—¿Por qué sufren más estrés?
—Durante la adolescencia, el nivel de estrés aumenta. Si este estrés es
demasiado elevado y se cronifica, es la puerta a la tristeza, la depresión,
la ansiedad, a otras patologías que pueden ser muy graves. Nuestra
aportación como adultos es no presionarlos más allá de su propio límite.
Cuando vemos que se están estresando mucho, tenemos que bajar
nosotros el ritmo de exigencia. Ellos necesitan más apoyo que exigencia.
Les exigimos que sean buenos en todo, que saquen buenas notas en
todo. Hay padres que si el hijo saca menos de un 9 se desesperan. Mejor
valorar el esfuerzo que hacen que la nota final, porque el esfuerzo es lo
que les hará seguir navegando toda la vida... ¿Qué hacíamos nosotros
cuando éramos adolescentes? Debemos acordarnos más de cómo fuimos
nosotros de adolescentes.