1. Importancia de afianzar nuestra propia seguridad; todos hacemos cosas
muy bien; y de los errores podemos aprender.
Desarrollar el hábito de “ante las dificultades mantener la calma y
analizar qué está pasando”. Esto facilita dar una respuesta más ajustada.
Las conductas de los niños que nos enervan o preocupan pueden ser
indicadores de alguna necesidad o problema que no saben expresar; si
observamos, analizamos y, en algunos temas constatamos con la escuela
infantil, les comprenderemos y encontraremos el modo de responder.
La necesidad psicológica más importante que tenemos todos los humanos,
niños y adultos, es sentirnos queridos (seguridad afectiva), sentir que
somos importantes para nuestros padres, pareja, amigos... Ser conscientes
de cómo estamos, nos permite buscar soluciones, sacar nuestros recursos y
evitar que las posibles carencias en un momento determinado, nos lleven a
intentar cubrirlas sólo con el afecto de los hijos.
2. El vínculo afectivo que se va construyendo entre los padres y el niño
será más sólido en la medida que los padres sean sensibles a las
necesidades de los niños y las cubran. Desarrollar la capacidad de
ponernos en su lugar ayuda a entender sus reacciones, el llanto…
y a dar una respuesta ajustada. La función de los padres es:
a) Responder a sus necesidades de manera serena y segura.
Como ejemplo, vemos que determinados dichos populares no recogen
la mejor respuesta ante el llanto del bebé, al aconsejar que no se le
coja en brazos. En muchos momentos cogerle puede ser la mejor
respuesta para calmarle o satisfacer la necesidad de sentirse seguro;
en otras ocasiones puede sustituirse por hablarle con suavidad y
calidez; o darle una propuesta de juego. No es una respuesta
adecuada dejarle llorar sin más.
b) Ir poniendo palabras a esas emociones, contenerles cuando
ellos no pueden, mostrar cariño y seguridad; evitando siempre el
chantaje afectivo.
Además de compartir con los hijos el juego, la risa, las expresiones
de cariño... es necesario decirles que les queremos, también
cuando ha habido algún conflicto y les regañamos por algo; algo
parecido se da entre los adultos.
3. Es importante tener espacios para pararnos, tomar contacto con
nosotros mismos, saber cómo estamos y qué necesitamos para estar
mejor. El modo de estar en la vida y nuestra actitud ante las
dificultades que nos surgen depende única y exclusivamente de
nosotros. Todos tenemos días y etapas malas en nuestra vida pero es
necesario conocernos a nosotros mismos y saber qué hacer para
sentirnos mejor.
No podemos hacerlo bien si nosotros no estamos bien. En general,
cuando estamos tranquilos y serenos sí sabemos lo que hay que
hacer. Tenemos que controlar nuestras propias emociones:
reconocer que nuestra emoción (enfado, cansancio, tristeza…)
pueden estar por encima de lo que sabemos que hay que hacer (hora
del cuento…) nos da opción a anticipar y se pueden hacer esas
cosas, aunque sea de manera diferente.
Es importante diferenciar lo que los niños hacen (rabietas,
portarse mal…) de lo que son: lo que nos produce “rechazo” son
esas conductas, nunca nuestros hijos.
4. Las expectativas que tenemos de nuestros hijos no siempre se
ajustan a la realidad. Debemos ser conscientes de ello y saber
en qué medida nos afecta y nos importa.
Es importante que confiemos en nuestros hijos, pero para eso,
primero tenemos que confiar en nosotros mismos.