Este documento resume los cambios recientes en el gabinete del jefe de gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera. Mancera solicitó la renuncia de todo su gabinete a principios de julio, pero el proceso tomó más de un mes. Los cambios en el gabinete parecen responder más a cálculos políticos que a una evaluación de desempeño, y algunos de los nuevos nombramientos carecen de experiencia relevante. El cambio más importante fue reemplazar al secretario de Gobierno por Patricia Mercado
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DIRECTOR: ALFONSO ZÁRATE
MANCERA: ¿CAMBIO DE PIEL?
Ni gabinete base cero ni parto de los montes: no hubo evaluación sino “valoración”, muy
personal y en la que, a juzgar por trayectorias y asignación de responsabilidades, no
siempre prevaleció ni la eficacia ni los méritos como criterios para el ajuste en el equipo
de gobierno; mucho menos parece haber gravitado el superior interés de los habitantes de la
Ciudad de México.
A poco más de un mes de la debacle electoral de la fracción gobernante en el Distrito
Federal (de las 14 delegaciones que el perredismo tenía solo le quedan seis, además de
perder la mayoría de la Asamblea Legislativa del D.F.), el jefe del gobierno capitalino,
Miguel Ángel Mancera Espinosa, cerró el impasse abierto el pasado 2 de julio, cuando
solicitó la renuncia de su gabinete en pleno. El interludio empezaba a ser demasiado
largo… Y no menos costoso: no bien dio a conocer la insólita decisión, el golpe de efecto
no solo se diluyó sino que se volvió boomerang. Un golpe de timón, un manotazo como
el que pretendía su enérgica decisión, no se da en cámara lenta porque se corre el riesgo de
poner en vilo a la administración, generar incertidumbre y pasmo, acicatear rivalidades
dentro del gabinete y desgastar a sus colaboradores.
Temprano se le hacía tarde. Por eso, incluso en plena efervescencia mediática por la fuga
del Señor de los Túneles, Mancera decidió poner fin a la especulación en medios y corrillos
y al desgaste de su equipo.
¿Gabinete base cero?
Agobiado por una serie de decisiones erráticas o francas omisiones de gobierno, que se
expresó en las encuestas de aprobación ciudadana y que culminó el domingo 7 de junio, con
la escandalosa debacle electoral perredista, Miguel Ángel Mancera optó por un golpe de
efecto: echó mano de fórmula más bien atípica para un régimen presidencial —no así para
las democracias parlamentarias—, pocas veces vista, aunque cercano a una experiencia
reciente: a principios de mayo de este año, para salir de la peor crisis política que ha vivido,
la presidenta chilena Michelle Bachelet solicitó la renuncia de todo su gabinete y en cuatro
días operó un ajuste mayor en su equipo de gobierno.
Jugada a varias bandas, originalmente la decisión de Mancera parecía pensada para
responder a más de un propósito, a saber:
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En primer lugar, hacer de la necesidad una virtud: relanzar política y mediáticamente
su administración y su propia imagen ante el revés sufrido en el reciente proceso
electoral.
En segundo, hacer un alto en el camino y marcar el inicio de una nueva etapa en su
gobierno, con miras a recomponer el rumbo, aprovechar la ocasión para sacudirse el
yugo de compromisos y cuotas respecto a las tribus perredistas, cuñas ebrardistas y
hasta lopezobradoristas; y, de ser posible, mejorar en las labores de su administración,
significativamente en la gestión del Sistema de Transporte Colectivo Metro,
la Secretaría de Gobierno y la de Desarrollo Social.
Por último, y no menos importante, la decisión mira claramente hacia la sucesión en
el 2018 en dos sentidos: la presidencial y la propia. Con el PRD o por la libre —la
flamante supervía de las candidaturas independientes—, Mancera ha dejado ver que
suspira por la candidatura presidencial, pero los malos resultados de la primera
mitad de su gestión lo obligan a apretar el paso —empezar a dar resultados y,
a un tiempo, perfilar un eventual equipo de campaña. Al propio tiempo, con el ajuste
en su equipo (señaladamente los cambios en las secretarías de Gobierno y de
Desarrollo Social, así como en la Consejería Jurídica), Mancera busca incidir en su
propia sucesión.
Para venderlo todavía más caro a la opinión pública, el gobernante capitalino explicó que la
evaluación de su gabinete se haría con base en el cumplimiento de las “metas y
compromisos” que su gobierno había asumido frente a la ciudadanía. A toro pasado se supo
que, al final, no fue evaluación sino “valoración” y que, en buena medida, el proceso estuvo
a cargo del padre de uno de sus colaboradores: Isaac Chertorivski, presidente de la empresa
consultora Caza de Estrategia Latinoamérica, S.C. y progenitor de Salomón Chertorivski,
secretario de Desarrollo Económico.1
(¿No roza el conflicto de intereses? ¿El padre podría
recomendar la remoción del hijo?)
Ni evaluación ni gabinete base cero… Mancera incumplió porque valoración no es
evaluación. Y no es cuestión de semántica: ¿qué tipo de “valoración” se emprendió en el
área de seguridad pública que la mantuvo tal como está? ¿Significa que todo va bien en esa
delicada área? Y en cuanto a la procuración de justicia, ¿podemos concluir que salió bien
valorada? ¿A partir de qué criterios? Seguramente no los de las víctimas de la delincuencia.
¿Y en salud todo marcha sobre ruedas? Apenas este lunes un académico del Centro de
Investigación y Docencia Económica (CIDE) denunciaba la precariedad de los servicios
1. VÉASE Bajo Reserva, “El head hunter de Mancera”, El Universal, 16 de julio, 2015, <http://www.
eluniversal.com.mx/articulo/nacion/politica/2015/07/16/bajo-reserva-expres-el-head-hunter-de-
mancera>.
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médicos de la ciudad y, como muestra, señalaba las penurias que pasan los pacientes del
Hospital General de Iztapalapa (por ejemplo, hasta cinco bebés recién nacidos en un solo
cunero).2
Ni evaluación ni gabinete base cero: valoración complaciente, a modo.
¿Recargado o reciclado?
Además de confirmar quiénes son sus cercanos, la decisión de Mancera envía múltiples
mensajes sobre los grupos perredistas con los que mantiene relación y, más aún, con
aquellos que, fuera de la órbita del sol azteca, se busca tender puentes. Las carteras que
sufren cambios son dos secretarias clave: de Gobierno y de Desarrollo Social; la Consejería
Jurídica del Gobierno y la dirección del Metro, así como las secretarías de Educación,
Movilidad, Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades y del Trabajo.
¿Recargado o reciclado? Si bien no es el parto de los montes, tampoco parece la
reinvención de su gabinete. Los cambios, fichajes y enroques parecen responder a distintas
racionalidades.
El reemplazo en la Secretaría de Gobierno, acaso el más importante, envía un mensaje
inequívoco a propios y extraños: Mancera entrega —a medias, porque despachará desde
otra secretaría— la cabeza de Héctor Serrano —pedida tanto por Morena como por Nueva
Izquierda-PRD— y, en su lugar, coloca a una mujer como Patricia Mercado Castro que, de
entrada, inyecta oxígeno, refresca la interlocución del gobierno con el amplio espectro
político partidista que gobierna la ciudad (dominado por Morena), particularmente
complejo tras la elección intermedia. Si bien de reconocidas credenciales en el terreno del
activismo ciudadano y en las lides partidista-electorales (candidata presidencial por
Alternativa Socialdemócrata), resulta un verdadero enigma la capacidad de operación
política de la sonorense; sobre todo en condiciones tan complejas como lo es el cerco
opositor: nueve delegaciones en manos de la oposición (cinco pejistas, dos panistas, dos
priistas) y la Asamblea controlada por Morena (de los 66 escaños, 22 son del
lopezobradorismo; el PRD se quedó con 19).
Salvo que Serrano le dé un nuevo significado a la Secretaría de Movilidad —operación
política encubierta, Ministerio de la tenebra—, Patricia Mercado no solo tendrá que remar
políticamente contracorriente sino que deberá asumir tareas de gobierno respecto de las
cuales no parece tener experiencia previa…
2. VÉASE Ricardo Raphael, “Mancera y la conjura de las soluciones cosméticas”, El Universal, 20 de
julio, 2015, <http://www.eluniversal.com.mx/entrada-de-opinion/columna/ricardo-raphael/nacion/2015/
07/20/mancera-y-la-conjura-de-las-soluciones>.
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Mancera no come lumbre, ya lo sabíamos. Aunque algunos dentro del gobierno capitalino
y en las filas perredistas ven en Rosa Icela Rodríguez la viva imagen de la “infiltración”
morenista y le atribuyen parte de la derrota electoral, el jefe de Gobierno solo la cambió de
Desarrollo Social —y sus clientelas— a Desarrollo Rural y Equidad para las Comunidades.
Despedirla habría sido una virtual declaración de guerra. Mancera no come lumbre.
También hay un guiño para el PRD y, quizás, para la cuota de género: la incorporación de
Alejandra Barrales y Amalia García a las secretarías de Educación y de Trabajo; lo que,
tal vez, deja abiertas las puertas del partido a la aspiración presidencial mancerista.
Más allá del gesto claramente político, ¿qué justifica que Barrales se haga cargo de la
educación capitalina? Además de mal administrar becas desde la ALDF, la exsobrecargo
y líder sindical no parecería la más indicada para esta cartera. Precisamente, aquella
“anécdota” fue recuperada por un diario, a propósito del ofrecimiento de Mancera de
otorgar becas a algunos de quienes no pudieron ingresar a la UNAM; la encargada de ello
será Barrales: “El tema no tendría mayor relevancia si no fuera porque la exsenadora tiene
en sus antecedentes el manejo de un polémico e irregular fideicomiso de becas, que puso
en marcha cuando estuvo al frente de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal. Las
irregularidades en torno a la entrega de apoyos para que los jóvenes continuaran con sus
estudios en universidades privadas fue tal que llevó a la desaparición de dicho programa y a
la incertidumbre de quienes se vieron beneficiarios.”3
Quizás los nombramientos de Barrales y García dejan ver, a las claras, el sello político
del ajuste en el equipo de gobierno: más que su conocimiento o experiencia en el área de su
responsabilidad, parece que su “bagaje” político las colocó en el gobierno capitalino.
Además de apretar tuercas y ajustar miras, la recomposición del gabinete pisa los
terrenos de la sucesión: aunque no en automático, el trayecto de la discreta Consejería
Jurídica a la Secretaría de Desarrollo Social coloca a José Ramón Amieva como uno de los
alfiles de Mancera. Ya sabemos que no basta con el cargo, con darle vitrina y recursos (no
pocos, por cierto: esa secretaría dispone de un presupuesto de 8 500 millones de pesos, que
superan con mucho los 1 100 millones de la Consejería).4
En la administración anterior,
Marcelo Ebrard lo intentó con Mario Delgado y fracasó. Veremos si Mancera aprendió en
cabeza ajena. Cierra la pinza un proprio: Manuel Granados, exasesor del procurador
Mancera y exlíder de la ALDF, cubre la vacante.
3. VÉASE El Caballito, “Si ya saben cómo es, ¿para qué le dan becas?”, El Universal, 21 de julio, 2015,
<http://www.eluniversal.com.mx/articulo/metropoli/2015/07/21/si-ya-saben-como-es-para-que-le-dan-
becas>.
4. VÉASE Icela Lagunas, “Tras el ‘gabinetazo’, ganadores y perdedores”, Reporte Índigo, 20 de julio,
2015, pp. 20 y 21.