Este capítulo habla sobre la paciencia de los cristianos al sufrir persecución, la importancia de la oración y la necesidad de ganar almas. Los ricos oprimían a los pobres cristianos pero debían ser pacientes hasta el regreso de Cristo. Cuando enfrentaban pruebas, los cristianos debían orar unos por otros y confesar sus pecados. La oración eficaz de los justos puede curar enfermedades y traer a Dios a arrepentir a los descarriados.