1. Maltratar y aplicar castigos físicos no son necesarios para afianzar
principios en los niños y mucho menos para fomentar respeto y
disciplina en el hogar.
En más ocasiones de las pueda imaginarse, se acepta socialmente a la violencia como recurso para afianzar
principios o reprobar conductas en los más pequeños. No es extraño escuchar en boca de algunos padres el
empleo en repetidas ocasiones de una "nalgada a tiempo" como suerte de panacea ante actitudes o
comportamientos considerados erróneos por parte de los padres.
Esto no es cierto. Si bien el castigo físico disminuye la posibilidad de la repetición de la actitud o situación que
provocó tal medida, el comportamiento del niño responde casi en su totalidad al miedo y el trauma del golpe o
la intensidad de los gritos, en vez de comprender el por qué su comportamiento es inaceptable. Cuando el
miedo deja de funcionar como camisa de fuerza ante los impulsos, el niño continuamente maltratado se
acostumbra a la repetición de ofensas verbales y a las agresiones. El resultado es previsible: depresión, baja
autoestima, agresividad, pasividad, paranoia y otras enfermedades nerviosas.
Ahora, la otra pregunta seguramente será ¿y como los incorporamos? ¿Como
hacemos para que aprendan esos buenos hábitos, modales y rutinas que necesitarán
en el futuro para desenvolverse correctamente dentro de la sociedad? Pues
simplemente, repitiendo una y otra vez los mismos, y principalmente de la manera en
que los niños aprenden todo: copiando. Si queremos que los niños tengan buenos
hábitos, los padres deberán ser los primeros ejemplos de los mismos.
"Algunas rutinas a formar pueden ser saludar, ordenar su cuarto, sus juguetes, y a
medida que vaya creciendo, horarios para las tareas, de las comidas, de la hora del
baño, la hora de acostarse, etc."
También resulta positivoexplicarle la razón de las acciones, porque es bueno
lavarse las manos antes de comer, cepillarse los dientes, bañarse, como influyen
estas tareas en la salud, etc. En un comienzo será positivo ayudar al niño a realizar
los mismos, para que luego comiencen a realizarlos solos.
Algunas rutinas a formar pueden ser saludar, ordenar su cuarto, sus juguetes, y a
medida que vaya creciendo, horarios para las tareas, de las comidas, de la hora del
baño, la hora de acostarse, etc.
La clave para todo esto es la constancia, la paciencia y la repetición. Tanto los
hábitos como las rutinas, pueden tardar algunos meses en incorporarse, pero no por
eso debemos decepcionarnos o pensar que es una tarea imposible.
2. Es claro que en algunas ocasiones deberemos ser flexibles y adaptar las rutinas a las
necesidades del niño, sobre todo a medida que vaya creciendo y sus actividades y
horarios puedan ir cambiando.
La tarea no será sencilla, pero los hijos son total responsabilidad de los padres, y si
queremos que sean futuros integrantes de una sociedad, deberemos acompañarlos
durante todo su crecimiento, con amor, toleranciay sobre todo, con la conducta
ejemplar de los padres
Cada persona, desde el inicio mismo de la concepción, recibe influencias del medio que
le rodea, lo cual moldea continuamente su manera de actuar. Todo esto le
permite construir su propio estilo de vida, su propio sistema de creencias.
Su concepción de disciplina surge de esta construcción subjetiva, que define
su actitud ante la vida. Estará presente en todo su quehacer y será modificada por las
exigencias del medio cultural en cuanto a comportamiento social se refiere.
Los valores, ideas, sentimientos, experiencias significativas definen los hábitos de cada
ser humano. Aquí la formación que reciba la persona, así como las demandas del
contexto (familia, escuela, trabajo, comunidad, etc.) serán la clave para ejercer un
determinado rol en la sociedad. Para ello, la labor de los docentes, los padres y los
otros más competentes son los llamados a colaborar en los procesos de formación de
la disciplina, para alcanzar los sueños y los proyectos de vida de los niños y
adolescentes que nos encomendó Dios.
En muchas ocasiones observamos a padres y madres ofreciendo premios si sus hijos
logran resultados óptimos en la escuela. El éxito por sí mismo constituye la
satisfacción personal que cada estudiante debe interiorizar como su meta.
Sin embargo, lo primero que debemos hacer para el mejor provecho del estudio es
tener claras las metas. El éxito en su cumplimiento reside en la búsqueda imperiosa
de satisfacer una necesidad. Si los padres abordamos todas las necesidades que tienen
y tendrán nuestros hijos y no les permitimos que paulatinamente ellos trabajen en la
búsqueda de alternativas para la solución de sus problemas, siempre dependerán de
otros para lograr sus propósitos.
Desde las tareas escolares hasta las labores que algunos consideran como
insignificantes (tender la cama, recoger el plato o el vaso después de utilizados,
o realizar una investigación sin la supervisión de un adulto), deben efectuarse por la
satisfacción individual de una necesidad: mirar la habitación ordenada, obtener una
buena calificación, obtener un título, entre otros. De esto depende el éxito.
Frecuentemente escuchamos a padres de familia expresar su deseo de que a sus hijos
nunca les falte nada, y los miramos esforzarse porcubrir todas sus necesidades con el
fin de que no sufran o para mitigar la angustia por la culpabilidad de
no permanecer mucho tiempo con sus hijos.
A tal punto han llevado su desesperación por evitar que sus hijos no se enfrenten con
el fracaso, que a menudo encontramos a los padres pagando tutores continuamente
para reforzar lo visto en clase y asegurar un resultado satisfactorio en exámenes.
En otros casos, observamos a los papás y más usualmente a las mamás, llegar de sus
trabajos a “sacar materia para sus hijos”. Les hacen cuestionarios, simulacros de
pruebas, preguntas orales, entre otras muchas formas de asegurar el buen
rendimiento. Sin embargo, a menudoluego viene la decepción. Nuevamente su hijo
reprobó. ¡Pero si eso lo sabías! ¿Qué pasó? Los tutores y los padres y madres que
estudian lamateria sí la comprendieron. ¿Por qué el estudiante no?
3. Sencillamente no les permitimos que por sí mismos inicien la búsqueda de alternativas
para la solución de problemas. Si un estudiante sabe que siempre tendrá quién aborde
su lagunas, sus tareas y sus conflictos, poco esfuerzo hará para comprender los
nuevos conocimientos.
En este sentido, son los padres los llamados primeramente a colaborar en la
conformación de la disciplina de su hijo, vista ésta como unaactitud positiva ante la
vida. Una actitud que le permitirá conocer sus habilidades, sus talentos y sus áreas
débiles. A partir de unconocimiento previo, requerirá de andamios que le
permitan organizar su tiempo y disponer de herramientas nuevas para enfrentar las
tareas que se le presenten. Cuando por algún motivo no logre alcanzar la meta
propuesta, el estudiante sabrá que debe regresar y reiniciar la labor. Sólo en casos
particulares, será necesaria la ayuda de alguien más para aclarar nuevamente el
panorama. Poco a poco, irá configurando una madurez para enfrentar nuevos retos y
por consiguiente niveles más altos de desarrollo.
Por supuesto, la disposición de cada persona viene dada por su interés, su grado de
compromiso, la organización y por el conocimiento acercadel modo como aprende.
Tener metas claras y tener un compromiso por lograrlas con elementos básicos para
planear y organizar el tiempo, será de ayuda para formar hábitos sistemáticos y
coherentes con las exigencias del mundo en que vivimos.
Así pues, para que nuestros hijos logren buenos hábitos, la estructura necesaria está
dada por las condiciones en que les permitamos vivir. Por lo tanto, los sistemas
educativos colaboran en formación de una concepción de disciplina mediante la
sistematización de normas claras coherentes con un sistema de valores que haya sido
reflexionado e incorporado en el currículum de cada materia y en la filosofía
institucional. Es decir, no basta con que exista un sinnúmero de apartados escritos en
reglamentos o en una oferta educativa. Deben vivirse diariamente y proporcionarles a
los docentes y padres de familia las herramientas para compartir el ideal de una
institución, su visión de mundo, su concepción de disciplina. La coherencia entre los
ideales de los padres de familia, de la institución educativa y de los mismos
estudiantes permitirá una sistematización de los hábitos y ninguno tendrá la posibilidad
de atender a salidas fuera de las expectativas de la excelencia. Juntos,
escuela, familia y el mismo educando, configuran los hábitos necesarios para una
mejor calidad de vida