1. MALOS PENSAMIENTOS
El pequeño Zeca entra en la casa, después de regresar de
la escuela, golpeando fuerte sus pies contra el suelo de
la casa.
Su padre, que se dirigía al quintal para hacer algunos
trabajos en la huerta, al verlo, llama a su hijo para
una conversación.
Zeca, de ocho años de edad, lo acompaña desconfiado.
Antes que su padre dijese alguna cosa, habla irritado:
- Padre, estoy con mucha rabia. Juca no debería haber
hecho lo que hizo conmigo. Le deseo todo lo peor.
Su padre, un hombre simple pero lleno de sabiduría,
escucha, calmadamente, al hijo que continuaba reclamando:
Juca me humilló frente a mis amigos; no lo acepto;
me gustaría que se quedara enfermo sin poder ir
a la escuela.
El padre escucha todo callado mientras camina hasta
un abrigo donde guardaba un saco lleno de carbón.
Llevó el saco hasta el fondo del quintal y el pequeño
lo acompañó, callado.
Zeca vio abrir el saco y antes de que pudiese hacer
alguna pregunta, el padre le propuso algo:
- Hijo, haz de cuenta que aquella camisa blanca que
está secándose en el tendedero es tu amiguito Juca y
cada pedazo de carbón es un mal pensamiento tuyo,
2. dirigido a él. Quiero que aciertes cada pedazo de
carbón del saco en la camisa, hasta el último pedazo.Después vuelo para ver
como quedó.
El pequeño creyó que sería un juego sumamente
divertido y puso manos a la obra.
El tendedero con la camisa estaba lejos del
pequeño y pocos pedazos daban en el blanco.
Una hora se pasó el niño para terminar su tarea.
El padre, que espiaba desde lejos, se aproxima al
pequeño y le pregunta:
- Hijo, como te sientes ahora ?
- Estoy cansado pero estoy alegre porque
acerté muchos pedazos de carbón en la camisa.
El padre mira al pequeño, que aún no entiende la
razón de aquel juego, y cariñoso le dice:
- Ven conmigo hasta mi cuarto, quiero mostrarte una cosa.
El hijo acompaña al padre hasta el cuarto y es colocado
frente a un gran espejo donde podía ver su cuerpo entero.
¡Que susto!! Sólo conseguía ver sus dientes y sus ojitos.
El padre, entonces, le dijo tiernamente:
- Hijo, vistes la camisa casi no se ensució, pero,
mírate tú. El mal que deseamos a otros es lo que recibimos.
Por más que podamos atrapar la vida de alguien con nuestros
pensamientos, la borra, los residuos, quedan siempre en