La crisis agraria de finales del siglo xix ha sido muy reconocida por historiadores españoles
1. La crisis agraria de finales del siglo XIX ha sido muy reconocida por historiadores españoles. Por
un lado, los agraristas se han centrado en los aspectos negativos de la pérdida de los mercados
y la reducción de la rentabilidad debido a la competencia exterior, mientras que los
historiadores económicos se han fijado en la caída de los precios agrarios.
La producción agraria aumentó, pero la productividad del trabajo se estancó entre 1880 y
1910. La solución para aumentar la productividad en el secano era la mecanización ahorradora
de mano de obra. Sin embargo, esta solución fue rechazada porque algunos creían que para
conseguir una agricultura exitosa tenían que trabajar menos recibiendo más.
Conclusiones.
A finales del siglo XIX la agricultura de muchos países europeos trajo cambios significativos en
la caída de precios, pero en España fueron mucho menores. Además, entre 1880 y 1910 fue un
crecimiento pequeño de la productividad del trabajo en la agricultura española. El aumento de
los aranceles retrasó la necesidad de desalojar recursos del sector y dio motivos a los
agricultores para no cambiar. Estos cambios no llegan hasta antes de la Primera Guerra
Mundial. Los costes de ganado seguían siendo altos, las cooperativas eran insignificantes y la
financiación por parte del gobierno seguía siendo pequeña. En cuanto a la demanda, el cambio
estructural apenas había empezado. Por tanto, los incentivos generados por el mercado para
que los agricultores cambiaran los cultivos tradicionales por otros productos de mayor valor,
eran de nuevo limitados.
En España, la crisis agraria aparece como un problema de caída de precios y de agricultores
adaptándose a los mercados más competitivos con el fin de mantener los cultivos tradicionales
y limitar la necesidad del cambio técnico. En el período de entreguerras hubo un gran
movimiento de trabajo hacia las ciudades y una demanda de dietas más diversificadas, lo que
favoreció al aumento de la innovación tecnológica en el secano y el incremento de cultivos de
regadío. El Estado también aumentó lentamente los incentivos al cambio y la productividad del
trabajo creció dos tercios reduciendo la distancia respecto a los países del Norte de Europa.