1. EL ABORTO
El aborto o interrupción del embarazo por inducción y el infanticidio son tan
antiguos como la gestación en la especie humana. Todas las sociedades humanas
han destruído el producto del embarazo por muy diversos medios, desde los
traumatismos más brutales hasta la ingestión de plantas y substancias de efectos
abortivos de las que se fueron descubriendo sus efectos.
Hipócrates en su obra "De Infoecundis" (cap. VI) menciona el aborto como
algo frecuente en las mujeres públicas. En la Roma antigua se consideraba al feto
como portio viscerum matris y por ello era permitido disponer libremente de su
cuerpo y por lo tanto abortar a voluntad. Entre las sociedades primitivas, el aborto
era considerado como un problema económico más que como un problema moral.
En cambio en el Código de Hammurabi, se señala una sanción económica en
caso de aborto provocado cuya cuantía aumentaba cuanto más elevada era la
condición social de la mujer. Si ésta moría como conscuencia del aborto debía
morir también quien lo había provocado.
La actitud ante el aborto como ante el infanticidio cambian en el mundo
cuando el cristianismo establece una nueva actitud de valor y respeto a la vida
humana. El cristianismo eleva el respeto por la vida humana a una categoría moral
nunca antes conocida.
El aborto es intrínsecamente malo porque el embrión es ya una
individualidad, una nueva persona con todo el patrimonio genético combinado y
desarrollando su poder modelador. El embrión es una persona en potencia y el
feto es una esperanza de persona.
El Talmud de los judíos considera al feto ubar yerekh imo, es decir parte de
la madre y no una entidad independiente. Para ellos no es persona hasta que
nace. Maimónides, aunque acepta el aborto terapéutico en ocasiones, dice en
términos generales: "Un hijo de Noé que matare una persona, incluso un feto en el
útero de su madre, es responsable de un crimen". Entre los Padres del
Cristianismo, sólo en 1140 se comienza a considerar por un decreto de Graciano
como homicidio el aborto de feto formado. El papa Inocencio III reconoce este
concepto oficialmente en 1211 en su encíclica "Sicut ex".
Los antiguos conceptos sobre la infusión del alma, se basaban en ideas
rudimentarias sobre el significado de la concepción. Todo giraba sobre el hecho de
considerar humano o no al embrión, hasta 1588 en que Sixto V castiga con la
excomunión todo aborto fuese o no formado el feto. Con diversos altibajos se llega
a Pío IX que extiende la excomunión a todo aborto. Lo que la Iglesia no ha hecho
es manifestarse en el sentido de decir en qué momento es infundida el alma, ni
siquiera en el Concilio Vaticano II.
2. Habría que definir primero qué es la vida y cuándo comimienza la vida
humana. Los positivistas afirmaban "ignoramos e ignoraremos". También los
yatroquímicos, yatromecánicos, organicistas, agnósticos, vitalistas, escolásticos y
neoescolaticistas, han emitido variados conceptos sobre la vida. Lo más que
podemos decir es que hay gradaciones en la vida, grados de vida y que la forma
suprema de vida es Dios, principio de todo lo existente, es decir un principio
inteligente y no el azar.
Entonces, ¿cuándo comienza la vida humana? A la vista de los modernos
conocimientos sobre Biología y Embriología, existe vida en toda célula que realiza
sus funciones, pero vida humana, nuevo ser, existe desde el mismo instante en
que se funden los patrimonios genéticos materno y paterno. En el mismo momento
en que esos patrimonio procedentes del núcleo del espermatozoide y del núcleo
del óvulo, se funden por medio de la fecundación, se produce una potencia
reproductiva que va disponiendo en forma ordenada y matemática los diversos
elementos, para formar tejidos y órganos, a una velocidad que podemos calificar
de vertiginosa y con una seguridad tal que ya en los mismos esbozos más
elementales del embrión se contiene y manifiesta esa fuerza modeladora del
nuevo ser. "No piensa" se ha dicho y en efecto así parece porque aún no se ha
formado el substrato que permite la elaboración del pensamiento, el Sistema
Nervioso Central. Pero no piensa de la forma que lo hace un adulto, o un joven o
un niño. Pero los elemenos rudimentarios están evolucionando incesantemente y
disponiéndose microanatómicamente para preparar la plataforma que servirá para
que el pensamiento pueda manifestarse.
El nuevo ser humano, con todos sus atributos, está ahí mismo, desde el
mismo instante en que fué engendrado. El Concilio Vaticano II fué muy claro a
este respecto, condenando el aborto directo cualquiera que sea su finalidad y que
debe cuidarse al feto desde el mismo instante de su concepción. Los cristianos
disidentes fueron en esta materia tan precisos como los católicos-romanos.
Biológicamente hablando, desde el instante en que se funden los
patrimonios genéticos, ya existe una individualidad definida por su mensaje
genético hereditario, que no es el padre ni la madre, sino otro ser, por muy celular
y elemental que parezca. Se trata de un genotipo nuevo e irrepetible, y en ese
mismo instante existen para él todos los derechos de la persona humana y por lo
tanto le ampara la propia Constitución.
Todo lo que se diga, se discuta, se quiera introducir o legislar para justificar
el aborto no es más que formulismos que pretenden ser legales para engañar y
engañarse, para acallar conciencias o satisfacer partidismos o idelogías . El aborto
es un atentado contra el derecho del ser que ya está desarrollando su potencial en
el seno materno. Moralmente es reprobable y legalmente es un homicidio que si
no se quiere llamar infanticidio porque aúun no ha adquirido forma de infante, es
un embriocidio, si se me permite utilizar este neologismo.