2. Desde el punto más alto se veía toda la cordillera:
altas montañas llenas de nieve que brillaba con los
rayos del sol de mediodía; los riachuelos de nuestra
montaña, que salían de debajo de nuestros pies y
formaban decenas de cascadas que no podíamos oír,
masas verdes que salían de la piedra. Todo un
mosaico de colores y texturas. Y por encima, solo
el cielo, que seguía sin tener ninguna nube.
3. Yo también me sentía grande y pequeño al mismo tiempo.
Grande porque había hecho algo de lo que no me creía
capaz... Pequeño porque, comparado con el resto del mundo
que estaba viendo en aquel momento, me sentía como un grano
de arena...
4. A Elsa le gustaba salir a
esquiar sola y recorrer el cauce
del río, helado y rodeado de
árboles. Contaba que muchas
veces podía oír como el agua se
deslizaba debajo de la capa de
hielo y nieve que cubría el río.
Era la señal inequívoca de que
la vida continuaba debajo de
aquel manto blanco.
5. No sabía si había sido inoportuno con
mi pregunta, pero no me importaba: a
veces, las conversaciones tienen que
ser inoportunas y duras y hasta crueles.
A veces, las palabras tienen que doler.
6. Desde donde estaba podía ver el mar abierto. El
viento movía la superficie y las olas eran bastante
altas. El océano estaba lleno de crestas blancas que
parecían querer volar. Me giré para observar el
interior de la ensenada: allí el mar estaba en calma,
claro y tranquilo. Parecían dos mares distintos. Sin
embargo, era el mismo mar, el mismo espacio y el
mismo tiempo. Imaginé a todos aquellos hombres que
habían vivido allí, en nuestra cabaña y en las demás, y
los vi saliendo a pescar en condiciones aún peores que
las que estaba viendo, en el pleno invierno, con gruesos
jerséis de lana e impermeables, batiéndose con las
olas . Me volví a sentir como un ser privilegiado por
dos motivos: por no estar allí y por no haber sido uno
de ellos.
7. El ascenso a la montaña me había enseñado que había una fuerza en
mí que desconocía. Y también que era capaz de quedarme quieto y
contemplar lo que tenía alrededor. Pero, sobre todo, me había
hecho darme cuenta de que no soy el ombligo del mundo, que es algo
que solemos creernos, sino una página más en el libro infinito del
universo.
8. Algo parecido me había pasado el verano anterior con una
chica a la que conocí en la playa. Estuvimos saliendo una
semana y cuando llegó el 30 de agosto, cada uno a su
casa. Ni siquiera la había besado.
9. Me parecía que mi amigo estaba menos concentrado que
yo. Supongo que mi superior atención a las palabras de su
madre se debía a que tenía que procesar todo lo que
escuchaba en inglés y traducirlo en mi cerebrito. Erik
podía escuchar y pensar al mismo tiempo. Claro, eso sería.
10. Me vinieron a la cabeza las imágenes con la sonrisa perenne de
Benigni en La vida es bella, y aquellas otras en que el
comandante del campo ejercita su tiro al blanco con los
prisioneros en La lista de Schindler.
11. A partir de aquellos momentos, empezamos a ver lo que
teníamos a nuestro alrededor con los ojos de Elsa. Los
libros nos devolvían su mirada del mundo.
12. Cuando estaba en el tercer avión, el que me
llevaba a Madrid, me acordé de la isla, de
Brigita y de sus besos. Me imaginé a Elsa en
la isla, con su pañuelo de flores en la
cabeza, sola, mirando las olas de un mar que
apenas se veía en el invierno ártico. La vi
sentada en lo alto del acantilado,
escuchando a los pájaros que revoloteaban
a su alrededor y recordando los besos
prohibidos de Henrik, aquellos que creía
que nunca volvería a saborear.
¡Cuántas veces caminaría Elsa por aquellos
lugares sin sospechar que años después
nuestra estancia allí le llevaría de vuelta a
casa su memoria perdida!
Me quedé dormido con la imagen de Elsa en
la cabeza. Soñé con ella y con Brigita.
Cuando desperté ya se veían las casas
cercanas al aeropuerto. El avión estaba a
punto de aterrizar. Cerré otra vez los ojos
y volví a imaginar a Elsa al borde del
acantilado en el lugar donde aprenden a
volar las gaviotas.
13. Realiza: Alumnado do club de lectura “Barallando libros”
Imaxes: internet.
Textos: Tomados do libro “Donde aprenden a volar las
gaviotas” de Ana Alcolea.
Nota: este é un traballo escolar. Se alguén considera que
algún contido vulnera os dereitos de autor, pregamos nolo
comuniquen e será retirado de inmediato.
CPI “Luís Díaz Moreno” Baralla-Lugo