El documento describe cómo Jesús oraba frecuentemente, incluso siendo divino, para mantener comunión con su Padre y recibir guía y consuelo. Relata varios momentos en que Jesús oró, como en su bautismo, antes de elegir a los apóstoles y en Getsemaní antes de su muerte. Concluye que, si Jesús necesitó orar, nosotros también necesitamos vivir una vida de oración constante.
3. Aunque era de naturaleza
divina y uno con el Padre y el
Espíritu, Jesús necesitó de la
oración para permanecer en
contacto permanente con su
Padre y recibir de Él consuelo e
instrucción. Lucas nos presenta
la vida de Jesús como una vida
de oración.
Oró en su bautismo
(Lucas 3:21)
Oró antes de elegir a los
doce apóstoles
(Lucas 6:12-13)
Oró por sus discípulos
(Lucas 9:18)
Oró antes de su
transfiguración
(Lucas 9:28-36)
Oró en Getsemaní
(Lucas 22:39-46)
Oró en el momento de
su muerte (Lucas 23:46)
Si Jesús necesitó orar para mantener la comunión con su Padre,
¿cuánto más necesitaremos nosotros vivir una vida de oración?
4. • Dios es tan personal, tan real, tan
amante y tan interesado en nosotros
como un padre humano (perfecto).
Padre nuestro
• Dios es santo y real. Ubicado muy por
encima de nosotros, pero totalmente
accesible a través de la oración.
que estás en los
cielos
• Santificamos el nombre de Dios
cuando Su carácter se refleja en
nuestras vidas.
santificado sea tu
nombre
• Tanto el reino de gracia que Jesús
estableció a través de su iglesia,
como el reino de gloria que
establecerá en su Segunda Venida.
Venga tu reino
5. • La voluntad de Dios se obedece en el
cielo, y nosotros somos (en parte)
responsables de que sea acatada
también en esta tierra.
Hágase tu voluntad,
como en el cielo, así
también en la tierra
• Reconocemos que Dios es la fuente de
todo lo que tenemos y el que suple
todas nuestras necesidades.
El pan nuestro de
cada día, dánoslo
hoy
• Sin perdón no hay salvación. El
perdón recibido debe ser también
otorgado a los demás.
Y perdónanos nuestros
pecados, porque
también nosotros
perdonamos a todos
los que nos deben
• Dios es el único que nos puede
preservar del mal y darnos fuerzas
para vencer la tentación.
Y no nos metas en
tentación, mas
líbranos del mal
6. A
«Les dijo también: ¿Quién de
vosotros que tenga un amigo, va a él
a medianoche y le dice: Amigo,
préstame tres panes, porque un
amigo mío ha venido a mí de viaje, y
no tengo qué ponerle delante; y
aquél, respondiendo desde adentro,
le dice: No me molestes; la puerta
ya está cerrada, y mis niños están
conmigo en cama; no puedo
levantarme, y dártelos? Os digo,
que aunque no se levante a dárselos
por ser su amigo, sin embargo por
su importunidad se levantará y le
dará todo lo que necesite» (Lucas 11:5-8)
La insistencia en la oración no cambia la
voluntad de Dios, sino que fortalece
nuestra confianza. «Orad sin cesar»
(1Ts. 5:17)
7. B
«¿Qué padre de vosotros, si su hijo le pide
pan, le dará una piedra? ¿o si pescado, en
lugar de pescado, le dará una serpiente?
¿O si le pide un huevo, le dará un
escorpión? Pues si vosotros, siendo malos,
sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos,
¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el
Espíritu Santo a los que se lo pidan?»
(Lucas 11:11-13)
Esta parábola muestra la
disposición de Dios a darnos
todo aquello que sea bueno
para nosotros.
Solo pone una condición: que
se lo pidamos.
8. C
«Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro
publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta
manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros
hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano;
ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano.
Mas el publicano, estando lejos, no quería ni aun alzar los ojos al
cielo, sino que se golpeaba el pecho, diciendo: Dios, sé propicio a
mí, pecador. Os digo que éste descendió a su casa justificado
antes que el otro; porque cualquiera que se enaltece, será
humillado; y el que se humilla será enaltecido» (Lucas 18:10-14)
La humildad, el arrepentimiento
y un corazón quebrantado, son
las claves para acercarnos en
oración al trono de la Gracia y
recibir el oportuno socorro
(Hebreos 4:16).
9. «Hay que orar. Jesús no nos habría encargado que lo
hiciéramos, si no se hubiera tratado de una necesidad real. Él
sabe perfectamente bien que nosotros, por nuestra propia
cuenta, somos incapaces de vencer las muchas tentaciones del
enemigo, o de descubrir las muchas trampas que coloca para
nuestros pies. El Señor no lo ha abandonado para que se
defienda solo; ha provisto una manera por medio de la cual
puede obtener ayuda. Por esa razón le pide que ore»
E.G.W. (Exaltad a Jesús, 20 de diciembre)