4. Lo hace por medio
de la parábola del
fariseo y el
publicano, según
lo cuenta el
evangelista san
Lucas:
Lc 18, 9-14
Comienza mostrando a quienes Jesús se
dirige al narrar esta parábola.
24. En aquel tiempo, a algunos que, teniéndose por justos, se
sentían seguros de sí mismos y despreciaban a los
demás, dijo Jesús esta parábola: "Dos hombres subieron
al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, un publicano. El
fariseo, erguido, oraba así en su interior: "¡Oh Dios!, te
doy gracias, porque no soy como los demás: ladrones,
injustos, adúlteros; ni como ese publicano. Ayuno dos
veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo.
"El publicano, en cambio, se quedó atrás y no se atrevía ni
a levantar los ojos al cielo; sólo se golpeaba el pecho,
diciendo: "¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador. "Os
digo que éste bajó a su casa justificado, y aquél no.
Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se
humilla será enaltecido."
Así dice el evangelio de hoy (Lc 18, 9-14):
25. Jesús no condena al
fariseo por ser fariseo ni
alaba al publicano por ser
publicano. Jesús mira las
actitudes interiores, las del
corazón. Lo importante es
la conclusión: Los
orgullosos serán
humillados mientras que
los humildes serán
enaltecidos: sin mirar el
puesto social que tengan.
26. Solían ser cobradores de impuestos con dos aspectos
malos: estaban al servicio de los ocupantes romanos y
solían cobrar de más para enriquecerse ellos mismos.
Jesús pone
estas dos
clases de
gente, como un
ejemplo. Los
publicanos eran
mal vistos y
muchas veces
con razón.
27. Solían ser hombres honestos y cumplidores de la ley, al
menos externamente, y solían ser caritativos con los
pobres, pues daban limosnas de forma ostensible, ante
los demás.
Los
fariseos
para la
mayoría
solían ser
tenidos
por
personas
buenas.
28. Uno de estos fariseos sube al templo a orar. No parece
que diga mentiras. Hasta cumple más de lo mandado. Lo
malo está en su corazón, pues lo dice de forma egoísta y,
como algo peor, condenando a aquel publicano. Por eso
no sale justificado.
29. El publicano de la
parábola parece que
había hecho cosas
malas. Pero lo
reconoce ante Dios.
Es principalmente el
humillarse. Y en esa
posición, sobre todo
interior, le pide
perdón a Dios. Por
eso sale justificado.
30. Lo peor del fariseo
es que desprecia a
los demás; y
especialmente a
quien está
haciendo una
verdadera oración.
31.
32. Jesús nos dice
que a Dios le
agrada más un
pecador
penitente que
un cumplidor
externo que
orgullosamen-
te se cree
justo.
33. Hoy tenemos algo raro
en la 2ª lectura, pues da
la impresión como que
san Pablo está
actuando de forma
parecida al fariseo de la
parábola, pues a su
discípulo Timoteo le va
recordando los méritos
apostólicos que tiene.
Dice así en: 2Timoteo 4,
6-8. 16-18.
34. Querido hermano:
Yo estoy a punto de ser sacrificado, y el momento de
mi partida es inminente. He combatido bien mi
combate, he corrido hasta la meta, he mantenido la fe.
Ahora me aguarda la corona merecida, con la que el
Señor, juez justo, me premiará en aquel día; y no sólo
a mí, sino a todos los que tienen amor a su venida. La
primera vez que me defendí, todos me abandonaron, y
nadie me asistió. Que Dios los perdone. Pero el Señor
me ayudó y me dio fuerzas para anunciar íntegro el
mensaje, de modo que lo oyeran todos los gentiles. Él
me libró de la boca del león. El Señor seguirá
librándome de todo mal, me salvará y me llevará a su
reino del cielo. A él la gloria por los siglos de los
siglos. Amén.
35. El fariseo da gracias
a Dios, no por lo que
Dios hace, sino por
lo que él mismo
hace. Parece como
que se lo recuerda a
Dios exigiendo la
recompensa. Es
orgulloso, se cree
con más derechos
que los otros.
36. San Pablo se fía de
Dios y se entrega a
Dios. Ve todo lo que ha
hecho como una gracia
de Dios, quien le da la
esperanza de que
continuará bajo su
amparo. No es egoísta.
Sabe que Dios le
premiará; pero también
premiará “a todos los
que tienen amor a su
venida”.
37. San Pablo espera el
premio de Dios, porque
ha hecho tres cosas
(siempre con la ayuda
de Dios), por las cuales
es un ejemplo para
nosotros y es un
estímulo en nuestro
caminar hacia Dios.
38. 1. ·”He combatido bien mi
combate”. La vida es como un
combate contra las fuerzas del
mal. Considerando la vida de
san Pablo vemos que, además
de ser un maestro en la
palabra, ha luchado por el
evangelio en medio de
muchas dificultades. En ese
momento está en la prisión y
le espera el último combate: el
martirio.
39. 2. “He corrido hasta la
meta”. En otra ocasión
hablaba de las
carreras que había en
el estadio olímpico;
Todos hacen un gran
esfuerzo para
conseguir una corona
que se marchita. Así
es la gloria de los
deportistas. Sin
embargo nosotros
corremos por una
gloria que no se
marchitará.
40. En la religión, en cambio, no hay competencia o
por lo menos no debe haber, sino que todos
vamos juntos; y uno merece mayor corona cuanto
más se alegra de que otro la tenga igual o mejor.
Todos podemos y debemos ganar.
La diferencia
esencial con
el premio de
los
deportistas
es que en un
deporte, si
uno gana, es
porque otro
pierde.
41. Aunque parezca un contrasentido, tendremos más fe
cuanto más nos sintamos pecadores ante Dios. Porque
esa es una realidad: por nosotros no somos nada, sin la
ayuda y la fuerza de Dios no somos nada.
3. “He
mantenido la
fe”. Hoy nos
dice Jesús
que para
mantenerla es
necesario
orar con
humildad.
42. Porque la meta no es ser cristiano de cualquier manera,
sino llegar a ser lo más semejantes a Jesús. Por eso
seamos humildes, que es reconocer lo que somos para
poderle decir a Dios: ¿Quién soy yo, Señor?
El camino es
largo hasta la
meta. Por mucho
que nos
esforcemos por
ser buenos
cumplidores de
lo que nos pide
el Señor, siempre
nos quedará un
gran camino por
recorrer.
51. Tengamos esta sinceridad de abrirle el corazón al Señor,
no con mirada egoísta, sino mirando un poco más hacia
los demás, porque para una buena oración es necesario
estar a bien con los demás. Un día Jesús dijo:
“Si cuando vas a
poner tu ofrenda
sobre el altar, te
acuerdas allí mismo
que tu hermano
tiene alguna queja
contra ti, deja tu
ofrenda junto al
altar y ve primero a
reconciliarte con tu
hermano, y vuelve
luego a presentar
tu ofrenda”.
52. Si queremos seguir
ofreciendo nuestra
ofrenda o recitando
nuestras oraciones,
estando enemistados
con alguien nos
pareceremos al fariseo
del evangelio. Pero el
evangelio hoy no sólo
pretende exaltar la
actitud del publicano en
relación con la del
fariseo.
53. Por esto en la primera lectura, que suele ir
conectada con el evangelio nos habla de esta
misericordia del Señor:
El evangelio
hoy nos invita
a alabar la
misericordia
del Señor,
que enaltece
a los
humillados y
se complace
en perdonar a
los
pecadores.
54. El Señor es un Dios justo, que no puede ser
parcial; no es parcial contra el pobre, escucha las
súplicas del oprimido; no desoye los gritos del
huérfano o de la viuda cuando repite su queja; sus
penas consiguen su favor, y su grito alcanza las
nubes; los gritos del pobre atraviesan las nubes y
hasta alcanzar a Dios no descansan; no ceja hasta
que Dios le atiende, y el juez justo le hace justicia.
Eclesiástico 35, 12-14. 16-18
55. A esta lectura
sigue el salmo
responsorial, el
33, en que se nos
invita a bendecir
al Señor porque
su misericordia
es grande. Con
humildad
terminamos
pidiendo la gracia
para poder gustar
y ver cuan bueno
es el Señor.