1. TALLER IX _ SEGUNDO ENSAYO
(DES)GLOBALIZACIÓN DE LA CIUDAD GENÉRICA
El manifiesto escrito por Rem Koolhaas, “La Ciudad Genérica”, plantea una visión
que intenta comprender y agrupar los fenómenos de la ciudad contemporánea en un
concepto lo suficientemente amplio para que este dé una respuesta a la gran
inquietud que generan los fenómenos actuales en las ciudades, planteando además
un cuestionamiento hacia la situación actual de una manera bastante irónica al hacer
una lista por partes de las características de la ciudad genérica.
Uno de los paradigmas que plantea Koolhaas en la ciudad genérica es el Shopping,
debido a que su tema calza y le da sentido, funcionalidad y productividad a cualquier
espacio proyectado en el pasado (revitalizar áreas) presente o futuro. Es así que su
capacidad de ser intrínseco a todos los ámbitos y a distintas escalas, como actividad
simbólica de las ciudades, es lo que hace que sea tan influyente en todo y de esa
manera propicie generalidad.
La condición local y global conviven de maneras aparentemente contradictorias en la
ciudad genérica, sin embargo, son condiciones de coherencia entre lo que se aspira
como ciudad o región. La adopción de edificaciones que corresponden a contextos
globales, terminan por dominar por sobre las condiciones locales existentes, esto nos
hace pensar que vinieron a arrasar, pero hay una dualidad en el discurso de la
implementación de estas y es por eso que la preservación de las situaciones locales
es relativo, porque a pesar de que comience a haber una arquitectura
“Internacional”, el tipo de actividad que se plantea en su interior van a responder
necesariamente a situaciones de características locales de la propia ciudad. Las
ciudades de por sí, es muy difícil que tengan actividades idénticas, siempre
guardarán diferencias por su historia, que inevitablemente tendrán.
Ahora, es irrebatible de que la ciudad genérica está compuesta por “espacios
basura”, que es consecuencia de la falta de conciencia y planificación, de lo que
consumimos y producimos en el espacio, la falta de valor y simbolismo con la que
construimos, una inconciencia sobre la calidad de lo que hacemos como ciudad. Pero
a la vez tampoco el fenómeno corresponde a una constante en todo el territorio, y la
adopción de estas formas y maneras responde a necesidades de las ciudades por
renovarse, al poder resaltar en el contexto internacional o su propia subsistencia
como tal, pero al pensar que esta condición tiende a arrasar con la identidad, es caer
en una generalidad, ya que cada ciudad tiene razones para poder construir esta
2. condición, y responder a un factor local de aceptar en parte una condición genérica
que engloba a las ciudades contemporáneas.
Por lo tanto, ninguna ciudad o Metrópolis podría escapar de su identidad o razón de
ser, y la flexibilidad, condición desechable y replicable que plantea Koolhaas es
completamente agresiva, ya que las necesidades urbanísticas-arquitectónicas debiera
estar siempre asociado a necesidades físicas y psicológicas de los habitantes de las
ciudades. De no ser así el habitar del hombre se convierte en una especie de
condición efímera, en cuyo espacio la individualidad y el extrañamiento con el
entorno del individuo generaría un desprecio de la vida del hombre: si no se logra
desde un punto de vista arquitectónico (y sin importar la escala de la que se hable),
el goce espacial y conseguir valorar la vida, habremos fallado en nuestro oficio y rol
dentro de la sociedad.
A pesar que el manifiesto de Koolhaas sugiere una hipótesis, una posibilidad, es
preocupante –e incluso aterrador- que el modelo cínico y pragmático que describe
Koolhaas se propague en las metrópolis actuales. ¿Qué sería entonces de la identidad
de los territorios? ¿Dónde acabaría la ciudad histórica y donde empezaría la genérica?
Personalmente considero que los monumentos históricos contribuyen a crear una
memoria colectiva, una identidad común a todos los habitantes de una localidad. Son
precisamente estos “momentos congelados de historia” los que enorgullecen a sus
ciudadanos y despiertan la curiosidad de territorios extranjeros ya que implican
atributos específicos de una comunidad y son estos los que la hacen atractiva. Por
esta razón, pienso que la ciudad genérica es una distopía, un destino que creo no
resultaría interesante para nadie ya que al final todo surge de una homogeneización,
de lo ya conocido. Si creo que, de no cuidar ciertos valores, la ciudad genérica
dominará y modificará todo lo que conocemos actualmente como tradiciones e
identidades de ellas, que son valores que caracterizan y enriquecen a la humanidad.
Carlos E. Morales Dávila
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