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DE LA MAGIA
PRIMITIVA
A LA MEDICINA
MODERNA
Ruy Pérez Tamayo
1997
Este libro fue pasado a formato Word para facilitar la difusión, y con el propósito de
que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más. HERNÁN
Para descargar de Internet: Biblioteca Nueva Era
Rosario – Argentina
Adherida al Directorio Promineo
FWD: www.promineo.gq.nu
DEDICATORIA
A IRMGARD
AGRADECIMIENTOS
En primer lugar, a mi madre, quien desde muy pequeño me inculcó un gran respeto por los
médicos y una gran admiración por la medicina. También en primer lugar, a mis maestros en las
ciencias médicas, quienes confirmaron con creces todo lo que me había anticipado mi madre.
También en primer lugar, a mis alumnos en medicina ( y en especial, a los que se hicieron mis
amigos), cuyas dudas y preguntas me ayudaron a mantenerme razonablemente actualizado.
Finalmente, y también en primerísimo lugar, a mi esposa Irmgard, quien con generosidad ha
comprendido, patrocinado y protegido las muchas horas que he dedicado a estudiar la historia de
la medicina y a escribir sobre ella.
PRÓLOGO
Hace ya más de 50 años desde que empecé a estudiar medicina. En efecto, en 1943 ingresé a la
entonces Escuela de Medicina de la UNAM, pensando que seis años después terminaría mis
estudios, me graduaría de médico y, a partir de ese momento, ejercería mi profesión con gran
prestigio social y éxito económico. Lo que pasó fue muy diferente: desde 1943 nunca he dejado
de estudiar, me gradué de médico a principios de 1950 y a partir de esa fecha he trabajado en mi
profesión durante ya casi medio siglo, con escaso impacto social y muy modesto éxito económico.
La discrepancia entre mis expectativas juveniles y el desarrollo ulterior de mi vida se debe a dos
factores principales: en primer lugar, a mi garrafal ignorancia a los 17 años de edad, y en
segundo lugar, a la creciente complejidad de la medicina en los últimos 50 años. Quiero creer que
con el paso del tiempo el primer factor se haya reducido un poco, pero en cambio me consta que
el segundo factor ha crecido en forma fenomenal, y su transformación ha sido no sólo
cuantitativa sino cualitativa. A lo largo de mi vida de médico no sólo he experimentado esa
transformación, sino que también he estudiado los orígenes de la medicina y sus peripecias a
través de la historia.
Estas páginas presentan un resumen de la evolución de la medicina desde sus principios hasta el
momento actual. Se trata de una historia de mitos y de observaciones empíricas, de errores y de
visiones geniales, de triunfos y de fracasos, de retrocesos y de avances, de ignorancia y de
sabiduría, de ilusiones y de realidades, de mucho dolor pero también de mucha esperanza, o sea
de una historia profundamente humana, tan vieja como la humanidad y tan joven como sus
aspiraciones actuales. He intentado redactar esta historia de la medicina en forma sencilla y sin
lenguaje técnico, porque no he escrito para médicos ni para historiadores, sino más bien para los
jóvenes que pudieran ya estar interesados en elegir esa profesión para su vida realmente para
aquellos que todavía no han hecho una decisión definitiva al respecto. También he escrito para
los adultos que no son médicos que tengan curiosidad por establecer un primer contacto con la
historia del llamado arte de Hipócrates y Galeno. Confieso que no soy un testigo imparcial: en mi
opinión, la medicina es la más interesante, la más noble, y la más satisfactoria de todas las
ocupaciones posibles del hombre, mil veces mejor que los oficios de Creso, Don Juan, de
Napoleón y de Einstein. Además, exige la dedicación más completa, el ejercicio más amplio y
continuo de todas las facultades y el desarrollo del espíritu más o de servicio a la sociedad,
basado en el respeto y el amor por nuestros semejantes.
INTRODUCCIÓN
MEDICINA, ¿CIENCIA O ARTE?
Antes de iniciar un repaso de la historia de la medicina conviene hacer un intento por definirla.
Con frecuencia se dice que la medicina es un arte y que el médico es un artista, pero también se
habla de la medicina científica y del médico como un hombre de ciencia. Incluso el Diccionario de
la Real Academia de la Lengua Española define así la palabra "medicina":
Medicina. Ciencia y arte de precaver y curar las enfermedades del cuerpo humano.
Una forma de intentar resolver el dilema de si la medicina es ciencia o arte es comparar los
métodos de trabajo, los objetivos y las metas de los médicos, de los científicos y de los artistas.
Respecto a los métodos de trabajo, los tres personajes se enfrentan a sus respectivos problemas
(el enfermo, la pregunta científica, la expresión artística) con experiencias previas que les
permiten imaginar o intuir correctamente la solución (el diagnóstico correcto, la hipótesis
2
adecuada o la mejor creación estética); en cierto sentido, los tres requieren creatividad, o sea la
capacidad para concebir configuraciones novedosas a partir de un mínimo de elementos iniciales.
Otra característica común en el trabajo de los tres personajes es su destreza técnica, su habilidad
experta para manipular la naturaleza de manera no sólo precisa y exacta sino también elegante y
hasta bella. Sin embargo, los objetivos de los tres personajes son distintos: el médico intenta
curar a su paciente individual o preservar su salud (o la de la comunidad), el científico trata de
crear un esquema aceptable trabaja para generar metas de la medicina, de la ciencia y del arte
son diferentes: la medicina persigue la salud, la ciencia el conocimiento, y el arte la emoción
estética.
La respuesta a la pregunta que encabeza este apartado es que las dos cosas: es ciencia y es arte,
pero también es algo más. Es ciencia desde que esta disciplina, tal como se conoce actualmente,
se inició en el siglo XVI (de hecho, la ciencia empieza en 1543 con la publicación de dos libros:
uno de anatomía la Fabrica de Vesalio y el otro de astronomía, el De Revolutionibus de
Copérnico); también es arte, pero no tanto en el sentido de artista sino más bien en el de
artesano, en el de un oficio que requiere el dominio de conocimientos teóricos y de habilidades
técnicas que se adquieren con la práctica. Pero sólo es ciencia y es arte: también es algo más, y
la identifica como una actividad humana singular . La medicina es la única profesión dedicada a
lograr que hombres y mujeres vivan y mueran sanos lo mas tarde posible. Para ello médicos se
ocupan de tres cosas: 1) de la conservación de salud, 2) de la curación de las enfermedades, y
3 ) de evitar las muertes prematuras. Estas tres metas no son alternativas no complementarias, y
pueden contemplarse al nivel intelecutual o colectivo.
1) Las medidas dirigidas a la conservación de la salud se conocen como profilácticas y son de dos
tipos: las que promueven la salud (ejercicio físico, dieta) y las que previenen las enfermedades
(saneamiento ambiental, vacunas).
2) El manejo médico o quirúrgico de las enfermedades es la terapéutica, y su objetivo es
devolverle la salud al enfermo y reintegrarlo a una vida normal.
3) Finalmente, la medicina no es enemiga de la muerte; si así fuera, la medicina siempre sería
derrotada; lo que ella combate son las muertes evitables o prematuras, que a partir del siglo XVI
han ido disminuyendo progresivamente gracias al avance de los conocimientos en profilaxis y en
terapéutica. La medicina acepta (¡ y más le vale! ) que al final la muerte siempre es inevitable,
porque es parte de la condición humana.
Pero la profilaxis, la terapéutica y la lucha contra las muertes evitables o prematuras no agotan
todo lo que la medicina es: falta la manera o estilo como los médicos realizan tales acciones, que
puede ser de cuatro formas distintas: 1) con atención rigurosa a las reglas científicas que se
aplican en el caso particular, 2) con gran cariño y apoyo emocional a los seres humanos
afectados, 3) con una mezcla saludable de 1 y 2, y 4) con ignorancia científica, desapego
emocional e impaciencia burocrática por terminar lo antes posible con la experiencia. Aunque
estos cuatro tipos de médicos existen hoy y han existido siempre, a lo largo de toda la historia de
la humanidad (no porque sean médicos sino porque son miembros de la especie Homo sapiens
sapiens), desde hace 25 siglos persiste vigente el aforisma hipocrático sobre la verdadera
naturaleza de la acción médica:
Curar algunas veces, ayudar con frecuencia, consolar siempre.
PARTE PRIMERA. LA MEDICINA PRECIENTÍFICA
I. LA MEDICINA DE LOS PUEBLOS PRIMITIVOS
INTRODUCCIÓN
UNA forma de acercarse a los orígenes de la medicina es estudiando las ideas sobre la
enfermedad y las prácticas terapéuticas de los pueblos primitivos que han sobrevivido en esa
forma hasta nuestros días. Tal concepto supone que, de la misma manera que el resto de su
cultura, la medicina que practican en la actualidad los grupos sociales primitivos refleja la que
existía en los albores de la civilización, antes de que se desarrollara la escritura y se iniciara el
registro de la historia. Existen varios estudios de ese tipo, realizados en diferentes épocas y en
numerosos grupos primitivos de distintas partes del mundo, que muestran una serie de
características comunes:
1) Las enfermedades son castigos enviados por una deidad, casi siempre por la violación de un
tabú o de alguna ley religiosa, o bien son causadas por brujos o hechiceros, pero en todo caso se
trata de fenómenos sobrenaturales;
3
2) tanto el diagnóstico como el tratamiento de las enfermedades requieren medios y ritos
igualmente mágicos o religiosos;
3) los personajes encargados del manejo de los pacientes son sacerdotes, brujos o chamanes,
que con frecuencia funcionan como las tres cosas, a veces simultáneamente;
4) hay distintas formas de adquirir las enfermedades, pero entre las más frecuentes están el
castigo divino, la introducción el cuerpo del paciente, como una piedra o un hueso, la posesión
por un espíritu, la pérdida del alma, el "mal de ojo", el "susto" y otras más;
5) Aún las lesiones traumáticas, como las heridas de guerra así como las complicaciones del
embarazo o hasta la mordedura por animales como el jaguar o la víbora, cuyas causas son bien
aparentes, para el hombre llenas de elementos mágicos o sobrenaturales.
Este concepto mágico-religioso de la medicina, con variaciones de detalle según distintas épocas
y regiones geográficas, estaba ampliamente difundido entre los pueblos primitivos de
localizaciones tan distintas como Mesopotamia, Egipto y otros grupos de África, Europa, Australia
y América. De hecho, cuando a principios del siglo XVI ocurrió el "encuentro" de las dos culturas,
la española y la mesoamericana, ambas compartían este concepto mágico-religioso de la
medicina, aunque los dioses respectivos tenían distintos nombres y los mecanismos de
enfermedad aceptados por los indígenas (pérdida del alma o "mal de ojo") eran diferentes del que
prevalecía entre los europeos (desequilibrio de los humores), que entonces todavía se
encontraban bajo la influencia de las ideas galénicas. Para ambas culturas las enfermedades eran
castigos divinos enviados por los dioses ofendidos a los hombres y mujeres pecadores, y en
ambos casos parte del tratamiento era suplicarles su perdón (a Dios Nuestro Señor o a
Tezcatlipoca el Negro, según el caso) por medio de rezos o de encantamientos, así como con
regalos, sacrificios, penitencias y promesas de enmienda.
Aunque el concepto mágico-religioso de la medicina sea primitivo, eso no significa que sea cosa
del pasado. Además, tampoco se limita a los grupos sociales y étnicos caracterizados por los
antropólogos como primitivos, sino que persiste hasta hoy en muchas culturas de distintas partes
del mundo, junto con otras tradiciones de épocas muy antiguas. En México forma parte
importante de lo que se conoce como medicina tradicional, así como de muchas de las "curas" o
"limpias" que todavía realizan a diario centenares de curanderos o brujos como "tratamiento" no
sólo de toda clase de enfermedades, sino también para salir de una racha de mala suerte, para
mejorar el empleo, o para lograr que vuelva el ser amado.
LA MEDICINA ASIRIA
La escritura se inició en la antigua ciudad de Uruk, situada al sur de los ríos Eufrates y Tigris, en
la Mesopotamia, en donde habitaban los sumerios y los acadios, en el año 3500 a.C.
aproximadamente. Los sumerios construyeron la ciudad de Babilonia, que sobrevivió unos 3 000
años, hasta que fue destruida en el año 275 a.C. El rey Hamurabi (2123-2081 a.C.) fue el
primero en levantar un cuerpo de leyes para regular la administración, que incluye algunas
relacionadas con la cirugía, y que son las más antiguas que se conocen. En 1902 se desenterró
en las ruinas de la ciudad de Susa, a donde lo habían llevado desde Babilonia como trofeo de
guerra en el año 1100 a.C., un bloque cilíndrico de diorita de más de 2 m de alto y 0.50 m de
circunferencia, en donde está grabado el Código de Hamurabi. En la parte superior del bloque hay
un bajo relieve que representa al rey recibiendo las leyes de las manos de Shamash, el dios-Sol,
y por debajo hay 16 columnas de inscripciones, mientras que en el lado opuesto hay 28 columnas
más. Las leyes médicas se refieren a la práctica de la cirugía y establecen los honorarios que
deben cobrarse según el nivel social y económico del paciente, y según el resultado de la cirugía.
Algunas de ellas son las siguientes:
218. Si un médico (Asu) opera a un noble por una herida grave con una
lanceta de bronce y causa la muerte del noble; o si abre un absceso en el
ojo de un noble con una lanceta de bronce y lo destruye, se le cortará la
mano.
219. Si un médico opera a un esclavo con una lanceta de bronce y le
causa la muerte, tendrá que reponer el esclavo con otro del mismo valor.
221. Si un médico cura una fractura ósea de un noble o alivia una
enfermedad de sus intestinos, el paciente le dará cinco shekels (ca.150 g)
de plata al médico.
223. Si se trata de un esclavo, el dueño del esclavo le dará dos shekels de
plata al médico.
4
Figura 1. El código de Hammurabi, ca. 1700 a.C. grabado en diorita, con el rey sentado
en el trono y recibiendo las leyes de manos de Shamash, el Dios-Sol.
En cambio, la mayor parte del conocimiento que se tiene sobre la medicina en Babilonia y en
Asiria se deriva de las 30 000 tabletas de arcilla descubiertas por sir Austen Henry Layard en las
ruinas de la Biblioteca de Asurbanipal (669-626), en Nínive, de la que se dice que contenía cerca
de 100 000 tabletas en donde se habían copiado a todos los clásicos de la literatura sumeria y
babilonia. La escritura cuneiforme asiria fue traducida en 1846 por Henry Rawlinson, después de
12 años de trabajar en una inscripción hecha por órdenes del rey Darío I (581-485 a.C.), en
donde se relatan sus victorias en la guerra. Con esta traducción se inició la ciencia de la
asiriología, igual que 10 años antes la traducción de la Piedra Roseta por Champollion había
iniciado la ciencia de la egiptología.
Se ignora la antigüedad de los textos que los escribas del rey Asurbanipal copiaron para su
biblioteca, pero se calcula que se remontan al año 2000 a.C. De las 30 000 tabletas examinadas,
cerca de 800 están relacionadas con la medicina, aunque no es fácil distinguir entre textos
médicos, exorcismos, encantamientos y plegarias, que con frecuencia se usaban como medios
terapéuticos. La medicina asiria era mágico-religiosa, con predilección por el mecanismo de
enfermedad conocido como posesión, o sea el ingreso al organismo de un espíritu maligno, pero
con un alto grado de especialización; por ejemplo, si había dolor en el cuello, el responsable era
el espíritu maligno Adad; si el pecho era el afectado, se trataba de Ishtar; si eran las regiones
temporales, le correspondía a Alu, uno de los espíritus conocidos genéricamente como Utukku,
que eran particularmente agresivos; Gallu producía alteraciones en las manos, Rabisu en la piel,
Labartu en el aparato genital femenino; Nantar, el mensajero de Allatu, la reina del mundo
nocturno, era capaz de causar 60 enfermedades diferentes; Ura, otra habitante del mundo
nocturno, era la diosa de la pestilencia, etcétera.
Para librarse de estos demonios era necesario practicar exorcismos, acompañados de
purificaciones, sacrificios y penitencias. El médico o asu era una mezcla de sacerdote y médico,
pero también los jueces y los abogados eran sacerdotes, porque en una cultura tan dominada por
los dioses el poder descansaba en sus representantes. Estos asu habían desarrollado una serie de
medidas terapéuticas de aplicación local que ayudaban a extirpar al demonio por medio de
plantas, lodo, vendajes, ungüentos y emplastos; naturalmente, todas estas medidas estaban
dotadas de poderes mágicos, sobre todo aquellas que finalmente resultaban benéficas para el
enfermo. Entre las sustancias recomendadas para preparar pomadas o para administración Por
distintas vías se cuentan 250 derivadas de vegetales y 120 minerales, como anís, asafétida,
belladona, mariguana, cardamomo, aceite de castor, canela, ajo, mandrágora, mostaza, mirra y
opio. Entre los vehículos están: vino, aceites, grasas, miel, cera, leche y agua. Algunas
indicaciones son adecuadas, como azufre para la sarna, mariguana para la depresión y la
neuralgia, mandrágora y opio para el dolor y como somníferos, y la belladona para la
dismenorrea y el asma. Pero también se recetaban por vía oral grasa cruda de cerdo, heces de
5
perro o humanas, sangre y orina de animales y otras cosas peores, con la idea de que los
demonios se asquearan y abandonaran el cuerpo del paciente.
Una parte importante de la terapéutica del asu era la colocación en la cercanía del enfermo de
estatuillas de monstruos en actitudes amenazantes, con objeto de que, al verlas, el demonio
responsable del padecimiento se asustara y huyera. Otra parte de su trabajo era adivinar el
pronóstico, lo que se hacía por la inspección del hígado de un animal sacrificado con ese
propósito. El hígado se observaba porque era el órgano que contenía mas sangre, y como la vida
y la sangre eran sinónimos, el hígado era el sitio del alma. La hepatoscopía se realizaba en
ovejas, y no solo en casos de enfermedad, sino también cuando se iba a emprender un negocio,
un matrimonio, una guerra, o cualquier otra empresa peligrosa. También se practicaba la
adivinación por medio de la astrología, basada en que los movimientos del Sol, de la Luna y de
los planetas, como eran dioses, precedían a los acontecimientos en la Tierra. Los conocimientos
de los astrónomos babilónicos eran sorprendentes y establecieron relaciones estrechas entre la
astrología y la medicina, que tuvieron gran influencia no sólo en el pensamiento médico de
Egipto, de Grecia y de Roma, sino que siguieron formando parte de la medicina durante toda la
Edad Media.
LA MEDICINA EGIPCIA
Los historiadores antiguos alabaron la capacidad de los médicos egipcios. En la Odisea, Homero
(ca. 1100 a.C.) escribe que: "En Egipto los hombres son más hábiles en medicina que ningunos
otros." Herodoto (ca. 484-425 a.C.) cuenta que los reyes persas Ciro y Darío sólo tenían médicos
egipcios, y también dice que la medicina egipcia estaba muy especializada, al grado que había
médicos que sólo estudiaban y trataban una enfermedad. Como en otras culturas antiguas, en
Egipto prevalecía la medicina mágico-religiosa, en la que el sacerdote es el médico y todo el
panteón de dioses el causante de las enfermedades, desde Ra, el dios-Sol, pasando por Osiris, el
dios del Nilo, Isis, su esposa y hermana, madre de otros dioses, Ptah, el Gran Arquitecto, quien
también era el dios de la Salud, y muchos más. Los egipcios creían en la inmortalidad del alma y
en la resurrección del cuerpo, lo que probablemente contribuyó a la práctica de la momificación,
que data de la Segunda Dinastía (ca. 3000 a.C.).
La medicina egipcia está muy ligada al nombre de Imhotep, visir del rey Zoser (III Dinastía, ca.
2980 a.C.), que al mismo tiempo era también arquitecto, astrónomo, mago, sacerdote y médico.
Un siglo después de su muerte (ca. 2850 a.C.) se le consideraba como un semidiós, y en el año
525 a.C. ya era un dios, hijo de Ptah (aunque se sabía que había sido hijo del arquitecto
Kanofer). Posteriormente se transformó en el dios de la Medicina y durante el periodo helénico
era la principal deidad adorada en Menfis, al lado de Ptah. Los enfermos acudían a sus templos,
en donde se celebraban distintos ritos, y muchos dormían ahí; en sus sueños se les aparecía el
dios Imhotep y les indicaba el tratamiento apropiado. Los griegos lo identificaron con Asclepiades
y adoptaron varias de sus tradiciones.
Mucho de lo que se sabe respecto a la medicina egipcia se debe a la existencia de varios papiros
antiguos: el papiro de Edwin Smith, que se ocupa principalmente de cirugía; el de Ebers, que es
una recopilación de textos médicos; el de Kahun, que se refiere a ginecología; el de Hearst, que
es un formulario médico práctico; el de Londres, que contiene numerosos encantamientos, etc. El
papiro de Edwin Smith es el documento quirúrgico más antiguo que se conoce, pues data del
siglo XVII a.C. y entonces ya era antiguo; fue adquirido en Tebas en 1862 por el egiptólogo de
ese nombre, quien se dio cuenta de que su contenido era médico pero no lo publicó. Después de
su muerte su hija lo regaló a la Sociedad de Historia de Nueva York, y ésta convenció al famoso
egiptólogo James Henry Breasted (1865-1935) de que lo tradujera; finalmente, la traducción
apareció en 1930. En el papiro de Edwin Smith se describen numerosas fracturas y dislocaciones,
heridas, tumores, úlceras y abscesos y se señala su tratamiento; también se recomiendan
exorcismos y encantamientos o recitativos, que deben pronunciarse antes o durante el
tratamiento, pero no se insiste demasiado en ellos. En general, la terapéutica es conservadora y
se refiere a vendajes, tejidos absorbentes, tapones y férulas, así como aparatos para inmovilizar
fracturas hechos de goma. En las heridas se aplicaban grasa y miel, así como carne fresca, pero
también se menciona el estiércol.
6
Figura 2. Página del papiro de Edwin Smith, ca. 1650 a.C.
El papiro de Ebers fue adquirido en Egipto en 1873 por el profesor Georg Ebers, quien dos años
después publicó una edición similar, con introducción y vocabulario. Fue escrito en la primera
mitad del siglo XVI a.C., pero el autor dice que es una recopilación y muchas de las recetas son
muy antiguas, de 2500 a 3000 a.C. En este papiro se mencionan tres tipos de doctores: médicos,
cirujanos y hechiceros o exorcistas, y se dan los tres tipos de tratamientos, que son remedios,
operaciones y encantamientos. En el papiro de Kahun se da una receta para un preparado
contraceptivo: un supositorio vaginal preparado con heces de cocodrilo, miel y carbonato de
sodio.
LA MEDICINA MESOAMERICANA PRECOLOMBINA
Antes de 1492, en Mesoamérica se desarrollaron varias culturas, como la náhuatl, la maya, la
purépecha, la otomí y otras más. De la que existe más información sobre sus ideas y prácticas
médicas es de la náhuatl, porque era la que prevalecía en el altiplano de Anáhuac cuando llegaron
los conquistadores, la que aprovecharon para su beneficio durante la destrucción de Tenochtitlán
y los primeros tiempos de la Nueva España, y la que se comentó más en sus escritos de esos
años. Lo poco que se sabe de la medicina de las otras culturas mesoamericanas no se aparta en
lo esencial de los principales elementos de la náhuatl, por lo que en esta sección solamente nos
referiremos a esta última.
De los muchos dioses que los aztecas reconocían y adoraban, varios de ellos estaban relacionados
con la medicina; por ejemplo, Tláloc, señor de la Lluvia, producía enfriamientos y catarros,
neumonías y reumatismos; Xochiquetzal, diosa del Amor y de la Fertilidad, enviaba enfermedades
venéreas y complicaciones del embarazo y del parto; Tezcatlipoca o Titlahuacán era
especialmente temible, pues se asociaba con enfermedades graves o letales; Xipe-Tótec, Nuestro
Señor el Desollado, era especialista en enfermedades de la piel. Las mujeres jóvenes muertas en
su primer parto eran adoptadas por Coatlicue, la diosa de la Tierra y de la Muerte, y convertidas
en cihuateteo no subían al Séptimo Cielo sino que se quedaban residiendo en el Primer Cielo,
desde donde bajaban a la Tierra, especialmente en los días 1-Venado en los cruces de caminos,
para asustar a los hombres y producirles enfermedades a los niños, como parálisis facial, atrofia
de miembros, enfermedades convulsivas y otros padecimientos neurológicos. Las cihuateteo más
jóvenes eran las más malas pues se ensañaban con los niños más pequeños y hermosos, "para
robarles su belleza".
Hasta cuando el padecimiento era algo tan natural, como una fractura consecuencia de una caída
sufrida durante el ascenso de una montaña, los aztecas lo relacionaban con una causa divina,
pues sabían muy bien que era precisamente en los sitios más peligrosos de la montaña en donde
moraban los chaneques y otros espíritus malignos, expertos en empujones y zancadillas.
Con frecuencia el enfermo azteca no tenía conciencia de haber violado alguna ley o mandamiento
religioso, o no sabía bien cuál era la deidad que había ofendido con su comportamiento, y
entonces la consulta con el médico o tícitl incluía no sólo el diagnóstico y el tratamiento de la
enfermedad, sino también la identificación del dios enojado. Esto era muy importante, porque los
ritos sacrificios y exorcismos eran diferentes para los distintos dioses. Además de los rezos y las
ceremonias religiosas correspondientes, el tícil también empleaba medios terapéuticos naturales,
entre ellos principalmente la herbolaria, que entre los aztecas era extraordinariamente rica.
Algunas medicinas que todavía se usan hoy provienen de la herbolaria precolombina, como la
infusión de yoloxóchitl para las fiebres o la de toloache como abortivo, pero en la antigüedad se
usaban muchas otras con muy distintas indicaciones. Es probable que dentro de esta riqueza
7
tradicional todavía se puedan encontrar algunas otras sustancias con uso terapéutico real y
efectivo, pero tal sugestión requiere estudios científicos críticos y religiosos.
LA EFICIENCIA DE LA MEDICINA PRIMITIVA
¿Qué resultados tenían los médicos primitivos? ¿Se beneficiaban sus pacientes con las
invocaciones a los dioses, las máscaras, los ritos mágicos, los sacrificios, los exorcismos y la
herbolaria? En otras palabras, ¿servía para algo la medicina primitiva, o cuando el enfermo se
curaba, lo hacía a pesar del diagnóstico y del tratamiento que recibía del curandero o chamán? La
respuesta a estas preguntas es que los resultados de los médicos primitivos eran bastante
buenos, que muchos enfermos, sus familiares y sus amigos se beneficiaban con las funciones del
curandero o chamán, pero no precisamente por ellas mismas sino por otras razones, totalmente
independientes de sus medidas terapéuticas, que podemos resumir en las tres siguientes:
Figura 3. Manuscrito azteca tomado del libro Libellus de medicinalibus indorum herbis,
de 1552. La planta Xonachton azcapayxiia, y se recomienda contra el dolor del corazón.
1) El efecto psicológico positivo de una relación médico-paciente bien llevada, en la que el
enfermo, sus familiares y amigos, así como el médico, sus ayudantes y el entorno social al que
todos pertenecen, comparten las mismas creencias y las mismas ideas sobre las enfermedades,
sus causas y los efectos benéficos (le las medidas terapéuticas empleadas. En esta relación
médico-paciente cada uno de los participantes debe desempeñar su papel con rigor y fidelidad,
pues el éxito depende en gran parte de la ejecución adecuada de una liturgia preestablecida. Esto
explica las máscaras y el atuendo de los chamanes, sus trances, sueños y danzas, los exorcismos
y las estatuillas de los asu asirios, los ritos y encantamientos de los snw egipcios, la quema del
copal, las ofrendas y las yerbas del tícitl azteca; de la misma manera, también explica el santito
con la veladora prendida en la casa del Niño Fidencio, los dibujos en el piso de la choza del brujo
o curandero navajo, y el título de médico enmarcado en la sala de espera y la bata blanca del
médico científico contemporáneo. Cuando en la relación médico-paciente se cumplen las
expectativas del enfermo, de sus familiares y de sus amigos, una buena parte del problema ya ha
sido resuelta.
2) En ausencia de medidas terapéuticas que realmente las modifiquen, muchas enfermedades
revelan una historia clínica característica, cada una con un principio más o menos definido,
diversas manifestaciones clínicas sugestivas o hasta diagnósticas, evolución variable pero
frecuentemente predecible, y un final propio, que varía desde curación habitual hasta muerte
inevitable. Al conjunto de fenómenos propios y a la evolución espontánea de cada enfermedad se
les conoce como su historia natural. Su relación con la eficiencia de la medicina primitiva es que,
por su historia natural, muchas enfermedades tienden a curarse espontáneamente, con
frecuencia a pesar de lo que se intente para acelerar su evolución favorable. Por eso se dice, con
toda razón, que el catarro común o coriza se quita con tratamiento en una semana, y sin
tratamiento en siete días. Cuando la medicina primitiva se enfrenta a padecimientos que de todas
maneras, por su historia natural, iban a curarse (que por fortuna son la mayoría) y el paciente se
cura, se anota un triunfo que en realidad no le corresponde.
3) Otro factor inespecífico que contribuye al éxito de la medicina primitiva se conoce como el
efecto placebo. La palabra "placebo" proviene de la voz latina placit, que significa "complacer ". El
término describe un fenómeno biológico interesante: el efecto fisiológico positivo de un agente
8
(con frecuencia un fármaco) totalmente inerte, cuando se administra a una persona que cree y
espera que tendrá el efecto deseado. Un ejemplo clásico es la disminución de la fiebre en ciertos
pacientes a los que se les administra NaCl (sal), que no tiene ninguna acción conocida sobre la
temperatura somática, diciéndoles que se les está dando ácido acetil-salicílico (aspirina), que es
un efectivo antipirético. El efecto placebo requiere con frecuencia que el paciente esté informado
de los objetivos de las medidas terapéuticas a las que se somete, pero también puede observarse
en sujetos inocentes de lo que les ocurre, pero con cierta imaginación.
Estos tres elementos inespecíficos, el efecto positivo de una buena relación médico-paciente, la
historia natural de las enfermedades, y el efecto placebo, explican la mayor parte de los éxitos de
las medicinas primitivas. El resto, que seguramente no son pocos, puede atribuirse a los
conocimientos y a las prácticas empíricas de los médicos primitivos. La curación de las heridas de
guerra y de otras lesiones traumáticas, el manejo de algunas complicaciones del embarazo y del
parto, así como la atención de muchos padecimientos ginecológicos y pediátricos agudos, eran y
siguen siendo ejemplos de la eficiencia de la medicina primitiva. Pero también debe señalarse que
en no pocas ocasiones los tratamientos del sacerdote, del chamán o del brujo resultaban (y
todavía resultan) desastrosos para el enfermo, en parte por lo que hacían y en gran parte
también por lo que dejaban de hacer. Esto es cierto no sólo de la medicina primitiva y de su
sucesora contemporánea, la medicina tradicional, sino también de todas las otras medicinas que
se desarrollaron sobre bases empíricas e imaginarias a lo largo de la historia de la humanidad,
hasta el surgimiento, a partir del siglo XVI, de la medicina científica.
II. LA MEDICINA EN GRECIA (SIGLOS IX A I A.C.)
INTRODUCCIÓN
LA CIVILIZACIÓN griega se extiende desde los siglos XI o X a.C., hasta el siglo a. C., o sea un
total de aproximadamente 10 siglos o 1 000 años. Lo que se conoce como la cultura griega
antigua ocupa la primera mitad de ese lapso, mientras que la cultura griega clásica se desarrolló
en la segunda mitad, a partir del siglo V a.C. (el llamado siglo de Pericles), y hasta el siglo I a.C.
Durante la época antigua el pueblo griego integró su identidad étnica y social a partir de grupos
aqueos, jonios, dorios y orientales, incluyendo fenicios y otros habitantes de las costas del
Mediterráneo. Durante ese prolongado lapso los griegos recibieron múltiples y profundas
influencias de culturas más antiguas, como las mesopotámicas (asiria, caldea, babilónica y
persa), las de Medio Oriente (siria, israelí) y las africanas (libia, egipcia). El llamado "milagro
griego", o sea el surgimiento casi explosivo en Grecia, durante el siglo V a.C., de una cultura que
sentó las bases del pensamiento característico de la civilización occidental, debe gran parte de su
existencia y de su estructura a las tradiciones, a las experiencias y a las ideas que los pueblos
griegos recibieron y adoptaron de sus antecesores y vecinos. El conocimiento sobre los astros, los
principios de la arquitectura, el manejo de la geometría y de las matemáticas, las artes de la
navegación y de la guerra, los secretos de la medicina, y muchas otras cosas más, las tomaron
los griegos en gran parte de sus contactos con otras culturas y procedieron a cambiarlas y a
mejorarlas por medio de su genio incomparable. Pero buena parte del trabajo pionero ya estaba
hecho.
LA MEDICINA EN LA GRECIA ANTIGUA
La medicina de la Grecia antigua no era diferente de la primitiva descrita en el capítulo 1. Tenía
una sólida base mágico-religiosa, como puede verse en los poemas épicos La Ilíada y La Odisea,
que datan de antes del siglo XI a.C.
En ambos relatos los dioses no sólo están siempre presentes sino que conviven con los humanos,
compiten con ellos en el amor y pelean con ellos en la guerra y hasta son heridos pero (claro) se
curan automáticamente. No así los guerreros mortales, cuyas heridas requieren los tratamientos
de la medicina primitiva, aunque ocasionalmente también se benefician de la participación de los
dioses.
El dios griego de la medicina era Asclepíades. Según la leyenda, Asclepíades fue hijo de Apolo,
quien originalmente era el dios de la medicina, y de Coronis, una virgen bella pero mortal. Un día,
Apolo la sorprendió bañándose en el bosque, se enamoró de ella y la conquistó, pero cuando
Coronis ya estaba embarazada su padre le exigió que cumpliera su palabra de matrimonio con su
primo Isquión. La noticia de la próxima boda de Coronis se la llevó a Apolo el cuervo, que en esos
tiempos era un pájaro blanco. Enfurecido, Apolo primero maldijo al cuervo, que desde entonces
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es negro, y después disparó sus flechas y, con la ayuda de su hermana Artemisa, mató a Coronis
junto con toda su familia, sus amigas y su prometido Isquión. Sin embargo, al contemplar el
cadáver de su amante, Apolo sintió pena por su hijo aún no nacido y procedió a extraerlo del
vientre de su madre muerta por medio de una operación cesárea. Así nació Asclepíades, a quien
su padre llevó al monte Pelión, en donde vivía el centauro Quirón, quien era sabio en las artes de
la magia antigua, de la música y de la medicina, para que se encargara de su educación.
Asclepíades aprendió todo lo que Quirón sabía y mucho más, y se fue a ejercer sus artes a las
ciudades griegas, con tal éxito que su fama como médico se difundió por todos lados. La leyenda
señala que con el tiempo Apolo abdicó su papel como dios de la medicina en favor de su hijo
Asclepíades, pero que éste fue víctima de hubris y empezó a abusar de sus poderes reviviendo
muertos, lo que violaba las leyes del universo. Además, Plutón, el rey del Hades, lo acusó con
Zeus de que estaba despoblando su reino, por lo que el rey del Olimpo destruyó a Asclepíades
con un rayo.
Figura 4. Estatua de Asclepíades, copia romana de un original griego. Museo Capitolino,
Roma.
Una parte de la medicina de la Grecia antigua giraba alrededor del culto a Asclepíades. Entre las
ruinas griegas que todavía pueden visitarse hoy, algunas de las mejor conservadas y más
majestuosas se relacionan con este culto. En Pérgamo, Efeso, en Epidauro, en Delfos, en Atenas
y en otros muchos sitios más, existen calzadas, recintos y templos así como estatuas, lápidas y
museos enteros que atestiguan la gran importancia de la medicina mágico- religiosa entre los
griegos antiguos. Los pacientes acudían a los centros religiosos dedicados al culto de Aslepíades,
en donde eran recibidos por médicos sacerdotes que aceptaban las ofrendas y otros obsequios
que traían, anticipando su curación o por lo menos alivio para sus males. En Pérgamo y en otros
templos los enfermos dejaban sus ropas y se vestían con túnicas blancas, para pasar al siguiente
recinto, que era una especie de hotel, con facilidades para que los pacientes pasaran ahí un
tiempo. En Epidauro las paredes estaban decoradas con esculturas y grabados en piedra, en
donde se relataban muchas de las curas milagrosas que había realizado el dios; los pacientes
aumentaban sus expectativas de recuperar su salud con la ayuda de Asclepíades. Cuando les
llegaba su turno eran conducidos a la parte más sagrada del templo, el abatón, en donde estaba
la estatua del dios, esculpida en mármol y oro. Ahí se hacían las donaciones y los sacrificios, y
llegada la noche los enfermos se dormían, sumidos en plegarias a Asclepíades en favor de su
salud; en otros Santuarios los enfermos llegaban directamente al recinto sagrado y ahí pasaban
la noche. En este lapso, conocido como incubatio por los romanos, se aparecían Asclepíades y sus
colaboradores (sus hermanas divinas, Higiene y Panacea, así como los animales sagrados, el
perro y la serpiente) se acercaban al paciente en su sueño y procedían a examinarlo y a darle el
tratamiento adecuado para su enfermedad. En los orígenes del culto prevalecían los
encantamientos y las curas milagrosas, pero con el tiempo las medidas terapéuticas se hicieron
cada vez más naturales: las úlceras cutáneas cerraban cuando las lamía el perro, las fracturas
óseas se consolidaban cuando el dios aplicaba férulas y recomendaba reposo, los reumatismos se
aliviaban con baños de aguas termales y sulfurosas, y muchos casos de esterilidad femenina se
resolvieron favorablemente gracias a los consejos prácticos de Higiene.
En la Grecia antigua, el médico o iatros era un sacerdote del culto al dios Asclepíades, y su
actividad profesional se limitaba a vigilar que en los santuarios se recogieran las ofrendas y los
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donativos de los pacientes, se cumplieran los rituales religiosos prescritos, y quizá a ayudar a
algún enfermo incapacitado a sumergirse en el baño recomendado, o a aconsejar a una madre
atribulada sobre lo que debía hacerse para controlar las crisis convulsivas de su hijo. Aunque el
iatros era el equivalente del brujo o chamán de la medicina primitiva, del asu asirio, del snw
egipcio y del tícitl azteca, sus funciones estaban mucho más restringidas que las de sus
mencionados colegas, porque él pertenecía a una sociedad mucho más estratificada y a una
disciplina profesional mucho más rigurosa.
En los museos de Éfeso, Pérgamo, Epidauro y Atenas (y en muchos otros museos griegos), y
también en el Museo del Louvre, en París, en el Museo Británico, en Londres, en el Museo
Alemán, en Munich, en el Museo de San Carlos, en México, y seguramente en muchos otros
museos de otros piases del hemisferio occidental, hay hermosas estatuas de Asclepíades, el
antiguo dios griego de la medicina, que se conoció como Esculapio entre los romanos. En mi
efigie favorita aparece como un hombre atlético y maduro, con pelo y barba rizados, apenas
cubierto por su túnica y recargado en un caduceo en el que se enrosca una gruesa serpiente. Su
imagen es claramente primitiva y no hay duda de que pertenece a un mundo ya desaparecido
desde hace muchísimo tiempo. Sin embargo, su influencia en el ejercicio de la medicina duró más
de 1 000 años, en vista de que se inició en el mundo antiguo y se prolongó en la Grecia clásica,
se mantuvo en la época de Alejandro Magno, siguió durante Imperio romano y con él llegó hasta
el Medio Oriente, en donde persistió hasta los principios de la Edad Media, después de la caída del
Imperio bizantino y con la conquista de Constantinopla por los árabes. Durante todo este
prolongado lapso las ideas médicas mágico-religiosas de los asclepíades y las práctica asociadas
con ellas prevalecieron en el mundo occidental, o por lo menos coexistieron con otros conceptos y
manejos diferentes de las enfermedades, que fueron surgiendo con el tiempo pero que no
tuvieron la misma fuerza para sobrevivir. Uno de ellos fue el sistema médico asociado con el
nombre de Hipócrates de Cos, quien vivió a principios del siglo V a.C.
LA MEDICINA EN LA GRECIA CLÁSICA
Platón se refiere a Hipócrates como un médico perteneciente a los seguidores de Asclepíades, y
aparte de otras breves referencias por otros autores contemporáneos, eso es todo lo que se sabe
de él. Pero aunque su figura es casi legendaria, su nombre se asocia Con uno de los
descubrimientos más importantes en toda la historia de la medicina: que la enfermedad es un
fenómeno natural. Como hemos mencionado, la medicina primitiva se basa en el postulado de
que la enfermedad es un castigo divino, o una hechicería, o la posesión del cuerpo del paciente
por un espíritu maligno, o la pérdida del alma, o varias otras cosas mas, que tienen todas un
elemento común: se trata de fenómenos sobrenaturales. De hecho, ésa es la razón por la que
105 antropólogos la conocen como medicina primitiva. Pues bien, la tradición ha consagradas a
Hipócrates como el defensor del concepto de que las enfermedades no tienen origen divino sino
que sus causas se encuentran en el ámbito de la naturaleza, como por ejemplo el clima, el aire,
la dieta, el sitio geográfico, etc. En el tratado sobre La enfermedad sagrada, o sea la epilepsia,
que data del siglo V a.C., el autor dice:
Voy a discutir la enfermedad llamada "sagrada". En mi opinión, no es más
divina o más sagrada que otras enfermedades, sino que tiene una causa
natural, y su supuesto origen divino se debe a la inexperiencia de los
hombres, y a su asombro ante su carácter peculiar. Mientras siguen
creyendo en su origen divino porque son incapaces de entenderla,
realmente rechazan su divinidad al emplear el método sencillo para su
curación que adoptan, que consiste en purificaciones y encantamientos.
Pero si va a considerarse divina nada más porque es asombrosa, entonces
no habrá una enfermedad sagrada sino muchas, porque demostraré que
otras enfermedades no son menos asombrosas y portentosas, y sin
embargo nadie las considera sagradas.
La postura de la escuela hipocrática, de renunciar a explicaciones sobrenaturales sobre las
enfermedades y de buscar sus causas en la naturaleza, no ocurrió en el vacío. Desde un siglo
antes algunos filósofos del mundo griego habían empezado a intentar responder preguntas
fundamentales sobre la naturaleza sin tomar recurso en los dioses; como precedieron a Sócrates
se les conoce en su conjunto como los filósofos presocráticos. Los primeros surgieron en Mileto,
un próspero puerto en el Egeo (hoy en Turquía), que entonces poseía una población internacional
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en la que comerciaban e intercambiaban ideas griegos, egipcios, persas, libios y otros habitantes
del Mediterráneo. Los filósofos eran hombres libres, estudiosos de la astronomía, la geografía y la
navegación, e interesados también en la política. Miraban al mundo que los rodeaba y se
preguntaban por su naturaleza, por sus causas y por su esencia. Las respuestas que formulaban
eran especulativas pero excluían a la mitología, no aceptaban explicaciones sobrenaturales. El
primero de ellos fue Tales, quien predijo el eclipse del año 585 a.C., por lo que sabemos que
estaba vivo en el siglo VI a.C. A la pregunta: "¿De qué está formado el Universo?", Tales
respondió: "De agua."
Era una respuesta basada en su experiencia, pues había estado en Egipto y observado la forma
como el ciclo anual del Nilo se asocia con la agricultura y el florecimiento del desierto. Tales
asoció el agua con la vida y le pareció que era el elemento que podía dar origen a todo lo demás.
Una generación más tarde, Anaximandro contestó a la misma pregunta señalando que el
elemento primario no era el agua sino el apeiron, una sustancia más primitiva y no perceptible
por nuestros sentidos, lo que daba origen tanto al agua como al aire, al fuego y a la tierra, que
son las sustancias que forman el Universo. Otro filósofo contemporáneo, su discípulo
Anaxímenes, opinó que la sustancia que forma todas las demás del Universo es el aire, y que lo
hace a través de los procesos de condensación y rarefacción.
Había otras muchas teorías para explicar varios fenómenos naturales, como los truenos y los
rayos, los temblores, los cometas, el arco iris, etc., varias contradictorias entre sí pero todas
coincidiendo en buscar las causas y los mecanismos dentro de la misma naturaleza y sin la
participación de los dioses. De modo que cuando los médicos hipocráticos empezaron a rechazar
la existencia de enfermedades divinas lo hicieron en un ambiente en donde tales ideas ya no eran
extrañas.
Pero hay otro antecedente histórico del concepto natural de las enfermedades, que
probablemente también influyó en la postura opuesta a lo sobrenatural de los médicos
hipocráticos. Se trata de una idea originada en Egipto por lo menos 1 000 años antes para
explicar algunas enfermedades; los snw imaginaron que en el contenido intestinal se generaba un
principio patológico, un agente capaz de pasar al resto del organismo a través de los metu o
canales que comunicaban a los distintos aparatos y sistemas entre sí, y de producir trastornos
más o menos graves en ellos. Este principio se conoció como wdhw y quizá representa el primer
intento en la historia de la cultura occidental de explicar varios síntomas y hasta ciertas
enfermedades sin la ayuda de los dioses o de fuerzas sobrenaturales. Naturalmente, el whdw era
totalmente imaginario, pero en este caso la imaginación se mantuvo dentro de lo posible en el
mundo de la realidad. La idea del whdw tuvo consecuencias importantes entre los snw, quienes
basaron gran parte de sus medidas profilácticas y terapéuticas en ella: los snw recomendaban a
los sujetos sanos que se hicieran 2 o 3 enemas al mes, para evitar la aparición de whdw, y desde
luego los enfermos eran sometidos a este tratamiento con mucha mayor frecuencia. El concepto
del whdw pasó de Egipto a la Grecia antigua, y sus resonancias influyeron a los médicos
hipocráticos.
HIPÓCRATES
Tradicionalmente se considera a Hipócrates de Cos el "padre de la medicina" y se le atribuye la
autoría del llamado Juramento hipocrático, de un popular libro sobre Aforismas, de cierto número
de los textos que forman el Corpus Hipocraticum, así como el hecho de insistir en la observación
como base de la práctica clínica, o sea el método hipocrático. Pero la verdad es que se sabe muy
poco del Hipócrates histórico, excepto que vivió en el siglo V a.C., que era originario de Cos, que
era un médico reconocido y miembro de los asclepíades, que tomaba alumnos y les enseñaba el
arte de la medicina; todo lo demás que se dice de Hipócrates es leyenda. Desde luego, el
Juramento hipocrático es un documento de origen pitagórico (véase el Apéndice I), los Aforismas
son una colección de consejos y observaciones médicas que se han ido acumulando a lo largo de
siglos, y el Corpus Hipocraticum es una colección de cerca de 100 libros sobre medicina que se
escribieron en forma anónima durante los siglos V y IV a.C., algunos hasta probablemente
después. El contenido de estos textos es muy variable, algunos son teóricos y muy generales,
otros tratan de distintos aspectos especializados de la práctica médica, otros de cirugía, y otros
más son series de casos clínicos breves sin conexión alguna entre sí. Como era de esperarse en
una colección tan heterogénea, hay distintas teorías para explicar los mismos fenómenos y
numerosas contradicciones, no sólo entre distintos libros sino hasta en un mismo texto. Hasta el
siglo pasado se creía que varios de ellos (los más antiguos) habían sido escritos por el propio
Hipócrates o sus discípulos directos, pero investigaciones más recientes han demostrado que tal
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creencia es infundada. Lo que el Corpus Hipocraticum sí representa es un resumen del ejercicio
entre los griegos de un tipo de medicina, que puede llamarse racional, a partir del siglo V a.C. y
hasta el ocaso del helenismo.
Al mismo tiempo que la medicina racional, en la Grecia clásica persistió la práctica de la medicina
primitiva o sobrenatural, ejercida por los iatros especializados en los templos de Asclepíades, y al
mismo tiempo otra medicina todavía más primitiva, a cargo de magos y charlatanes itinerantes,
demiurgos que iban de ciudad en ciudad anunciando sus pócimas maravillosas y prometiendo
toda clase de curaciones y milagros. De hecho, algunos de los libros del Corpus Hipocraticum
fueron escritos para combatir a los que practicaban esa forma de medicina, ya que en Grecia no
había reglamentación alguna del ejercicio profesional. Tampoco había escuelas de medicina, de
modo que si un joven deseaba hacerse médico buscaba a un miembro distinguido de la profesión
que lo aceptara como aprendiz; la regla era que fuera admitido a cambio de una remuneración,
con lo que el maestro quedaba obligado a impartirle su ciencia y su arte al alumno durante el
tiempo que fuera necesario.
Figura 5. Representación de Hipócrates en un manuscrito bizantino; el libro que
sostiene dice: " La vida es corta, el arte es largo ".
III.LA MEDICINA EN EL IMPERIO ROMANO (SIGLOS III A.C. A VI D.C.)
INTRODUCCIÓN
EN EL año 332 a.C., después de la conquista de Egipto, cuando Alejandro Magno buscaba un sitio
para fundar una de las 17 Alejandrías que estableció durante sus campañas de conquista en
Oriente, tuvo un sueño en el que un hombre viejo recitaba unos versos sobre una isla llamada
Faros. Convencido de que el viejo de su sueño había sido Homero, que le aconsejaba el mejor
sitio para su nueva ciudad, Alejandro visitó la isla, situada cerca de la orilla del Mediterráneo, al
oeste del delta del Nilo, pero resultó demasiado pequeña para sus planes. Entonces escogió la
costa de Egipto que estaba frente a la isla y ahí fundó su ciudad, que creció rápidamente.
Alejandro nunca la vio, porque unos tres meses después inició su viaje a la India y sólo regresó
después de su muerte, a ocupar su mausoleo. Cuando murió Alejandro, en el año 323 a.C., tres
de sus generales macedonios fundaron dinastías importantes para el desarrollo ulterior de la
cultura helenística: Antígono I, en Asia Menor y Macedonia, Seleuco I, en Mesopotamia, y
Ptolomeo Soter, en Egipto. Este último estableció la XXXI Dinastía de los Ptolomeos, se proclamó
faraón y tomó residencia en Alejandría; la ciudad se hizo rica gracias al intenso comercio
marítimo que sostenía con el resto de las poblaciones mediterráneas, y por la misma razón era
cosmopolita. En sus calles se mezclaban griegos, macedonios, sirios, persas, romanos, judíos,
árabes y hasta algunos egipcios; a pesar de su localización geográfica, Alejandría tuvo muy poco
que ver con el resto de Egipto.
Durante el reinado de Ptolomeo I, que duró casi 50 años, se establecieron las tres instituciones
que harían a esa ciudad tan importante como Roma en los siglos III-I a.C., y que le darían un
sitio privilegiado en la historia de la cultura occidental: el faro, el museo y la biblioteca. El faro de
Alejandría, que se dice alcanzaba casi 150 m de altura (¡) terminaba con una estatua de
Ptolomeo I de más de 7 m de altura que se movía con el viento, o sea que funcionaba como
veleta; considerado como una de las siete maravillas del mundo, se derrumbó con un temblor en
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el siglo XIV. La casa de las Musas o Museo, construido y sostenido en su totalidad con fondos
reales, funcionaba como un instituto de investigación humanística, artística y científica, abierto a
los estudiosos de prestigio y a sus alumnos sin restricciones ni geográficas ni raciales. La
Biblioteca se inició adquiriendo colecciones famosas y se enriqueció gracias a ciertas leyes
arbitrarias; por ejemplo todos los viajeros que llegaban a la ciudad debían declarar y entregar los
libros que poseían, el Estado los copiaba, devolvía las copias a los propietarios y se quedaba con
los originales. De esta manera, la biblioteca alcanzó dimensiones legendarias; se dice que llegó a
tener más de 700 000 libros (o rollos de papiro). Esto, junto con las espléndidas instalaciones del
Museo, atrajo a literatos, filósofos, artistas y científicos, entre los que estuvieron Calímaco,
Apolonio de Rodas, Teócrito de Siracusa, Erastótenes de Cirena, Euclides y su alumno
Arquímedes de Siracusa, y para nuestro interés, que es la historia de la medicina, Herofilo de
Calcedonia y Erasístrato de Chios.
HERÓFILO Y ERASÍSTRATO
Según Galeno, Herófilo fue el primero en disecar tanto animales como seres humanos, lo que
seguramente se refiere a disecciones públicas, ya que Diocles de Caristo probablemente ya lo
había hecho un siglo antes en Atenas. Herófilo era un profesor muy popular que escribió libros
acerca de anatomía, ojos y los partos, pero sus escritos se perdieron; de todos modos, sus
contribuciones fueron numerosas. Reconoció que el cerebro es el sitio de la inteligencia (en lugar
del corazón, como creía Aristóteles ) distinguió entre los nervios motores y los sensoriales,
describió las meninge y dejó su nombre en la presa de Herófilo, separó al cerebro del cerebelo,
identificó el cuarto ventrículo y bautizó al calamus scriptorius porque le recordó a la pluma con
que escribían los griegos de entonces. También les dio su nombre a la próstata y al duodeno,
distinguió entre arterias y venas, y describió los vasos quilíferos.
Erasistrato era más joven pero contemporáneo de Herófilo y sus obras también se perdieron; lo
que se sabe de él se debe a Galeno, quien escribió dos libros en su contra. Erasístrato profesaba
la medicina racionalista y se oponía a todo tipo de misticismo, aunque concebía que la naturaleza
actuaba en forma externa para configurar las funciones del organismo; en esto se oponía al
concepto de "esencia" de Aristóteles, que actuaba como una fuerza interna o innata Erasístrato
concebía que los tejidos estaban formados por una malla fina de arterias, venas y nervios, pero
pensó que en algunos los intersticios se llenaban con el parénquima. Trazó el origen de los
nervios primero a la dura madre, pero posteriormente se corrigió e identificó al cerebro como su
terminación; consideró que los ventrículos cerebrales contenían un espíritu animal y que los
nervios lo conducían a los tejidos. Pensó que, en el corazón, el ventrículo derecho contenía
sangre y el izquierdo espíritu vital o pneurna; durante la diástole llegaría sangre al ventrículo
derecho y pneuma al izquierdo, que se expulsarían en la sístole. Erasístrato nombró a la válvula
tricúspide y señaló con claridad la función de las dos válvulas aurículo-ventriculares y de las
semilunares; según Singer, también imaginó la comunicación entre venas y arterias para explicar
por qué las arterias aparecen vacías en el cadáver y sin embargo sangran cuando se cortan en el
vivo. Por eso ciertos historiadores concluyen que Erasístrato estuvo a punto de descubrir la
circulación sanguínea, lo que no ocurrió sino hasta 1628.
Celso (ca. 30 a.C.), Tertuliano (155-222 d.C.) y san Agustín (354-430 d.C.) acusaron a Herófilo y
a Erasístrato de haber disecado hombres vivos, criminales condenados a muerte que les fueron
facilitados por el faraón; Tertuliano dice que Herófilo era "un carnicero que disecó a 600 personas
vivas". Tales acusaciones son poco probables, si consideramos que: 1) siempre ha habido
prejuicios, especialmente religiosos, en contra de las disecciones y a través de la historia se han
hecho acusaciones semejantes a otros anatomistas, como Carpi, Vesalio y Falopio; 2) ninguno de
los acusadores era médico y dos de ellos eran religiosos, 3) nadie más repitió la acusación,
incluyendo a Galeno, quien criticó a los anatomistas alejandrinos por otras muchas razones.
Al cabo de un siglo de gran productividad humanística y científica, la energía alejandrina empezó
a agotarse. En el año 95 d.C., durante una revuelta entre griegos y judíos el Museo fue destruido.
Aunque se cambió a un templo cercano, en el año 391 una turba cristiana saqueó el templo,
quemó la biblioteca y convirtió los restos en una iglesia. Del museo y de la biblioteca no quedó
nada
ROMA
Desde hacía un par de siglos la vida cultural se había mudado a Roma. Al librarse de la
dominación etrusca, a fines del siglo V a.C., Roma inició una serie de cambios políticos y
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legislativos que llevaron a los plebeyos a alcanzar la igualdad con los patricios en el laño 287 a.C.
El último bastión etrusco, la ciudad de Veii, muy cercana a Roma, fue conquistado en 392 a.C.,
con lo que Roma casi duplicó su tamaño. En el año 387 a.C. los galos derrotaron al ejército
romano, invadieron e incendiaron Roma, pero ésta se recuperó y para el año 338 a.C., no sólo
había expulsado a los galos sino que dominaba todo el territorio central de Italia. El
enfrentamiento con Pirro, rey de Epiro, terminó con su fainosa victoria "pírrica", que lo obligó a
retirarse a Sicilia en el año 275 a.C., con lo que Roma dominó desde el río Po en el norte hasta la
punta de la bota italiana. Las tres guerras púnicas, que con intervalos ocuparon a Roma durante
más de 100 años (264-146 a.C.) y terminaron con la destrucción de Cartago, así como las tres
guerras macedonias y la campaña de España, que ocurrieron en el mismo lapso (215-134 a.C.)
tuvieron como consecuencia la expansión de Roma fuera de la península de Italia. La
organización administrativa y política de la República romana había surgido de las necesidades y
aspiraciones de Roma como Ciudad-Estado, pero el crecimiento desmesurado requería otra
estructura, que no tardó en imponerse en forma del Imperio romano.
La medicina en Roma también tuvo un desarrollo inicial esencialmente religioso. En los altos del
Quirinal había un templo a Dea Salus, la deidad que reinaba sobre todas las otras relacionadas
con la enfermedad, entre las que estaban Febris, la diosa de la fiebre, Uterina, que cuidaba de la
ginecología, Lucina, encargada de los partos, Fessonia, señora de la debilidad y de la abstenía,
etc. Plinio el Viejo dice con orgullo que la antigua Roma era sine medicis... nec tamen sine
medicina, o sea "saludable sin médicos pero no sin medicina". El estado de la práctica médica en
esos tiempos puede apreciarse por la recomendación de Catón para reducir luxaciones: recitar
huant hanat huat ista pista sista domiabo damnaustra, lo que no quiere decir absolutamente
nada, y por su panacea para las heridas: aplicar col molida. Como en otras culturas, la medicina
sobrenatural romana conservó su vigencia y su popularidad hasta mucho después de la caída del
Imperio romano; su naturaleza esencialmente religiosa le permitió integrarse con las teorías
médicas que surgieron en el Imperio bizantino y que prevalecieron durante toda la Edad Media.
En el año 293 a.C. una terrible plaga asoló Roma. Alarmados por su gravedad e indecisos sobre la
solución, los ancianos consultaron los libros sibilinos; la respuesta fue que buscaran la ayuda del
dios griego Asclepios, en Epidauro. La leyenda dice que se envió un navío especial, que el dios
aceptó la solicitud y viajó a Roma en forma de serpiente, que cuando llegó se instaló en una isla
del Tíber, y que la plaga terminó. Los romanos agradecidos le construyeron un templo al dios y lo
conocieron con el nombre de Esculapio. El primer médico griego que llegó a Roma en el año 219
a.C. se llamaba Archágathus y al principio tuvo mucho éxito, pero como se inclinaba a usar el
bisturí y el cauterio con excesiva frecuencia, su popularidad decayó. Casi un siglo más tarde otro
médico griego, Asclepíades de Prusa (124-50 a.C.) conquistó a la sociedad romana con su
oratoria brillante, su parsimonia terapéutica y su oposición a las sangrías. Asclepíades adoptó la
teoría atomista de Demócrito, que Lucrecio había puesto de moda en esa época con su poema De
re natura, pero no insistía en los aspectos más teóricos de la medicina griega sino más bien en el
manejo práctico de cada paciente; de todos modos, sus sucesores lo consideraron como el
iniciador de una escuela opuesta al humoralismo hipocrático, que se conoció como el metodismo
(vide infra). Asclepíades manejaba una terapéutica mucho menos agresiva que la de los otros
médicos griegos: sus dietas siempre coincidían con los gustos de los pacientes, evitaba purgantes
y eméticos, recomendaba reposo y masajes, recetaba vino y música para la fiebre y sus remedios
eran tan simples que le llamaban el "dador de agua fría". Es interesante que Asclepíades no llegó
a Roma como médico sino como profesor de retórica, pero como no tuvo éxito en esta ocupación
decidió probar su suerte con la medicina, o sea que no tenía ninguna educación como médico
antes de empezar a ejercer como tal. Su éxito revela el carácter eminentemente práctico de la
medicina romana, lo que también explica que otro lego en la profesión, Aulio Cornelio Celso (ca.
30 a.C. 50 d.C.) haya escrito De Medicina, el mejor libro sobre la materia de toda la antigüedad.
Este libro formaba parte de una enciclopedia, De Artibus, que también trataba de agricultura,
jurisprudencia, retórica, filosofía, artes de la guerra y quizá otras cosas más, pero que se
perdieron. Por fortuna, en 1426 (!13 siglos después!) se encontraron dos copias completas de De
Medicina, que fue el primer libro médico que se imprimió con el invento de Gutenberg, en 1478, y
el único texto completo de medicina que nos llegó de la antigüedad, porque (según Majno) el
papiro de Smith se detiene en la cintura y el Corpus Hipocráticum es una mezcla caótica de
textos de muy distinto valor.
CELSO
El libro de Celso es hipocrático pero está enriquecido con conceptos alejandrinos y también
hindúes. Está dividido en tres partes, según la terapéutica utilizada: dietética, farmacéutica y
quirúrgica. Celso describe y critica a los empiristas y a los metodistas, porque los primeros
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pretenden curar todas las enfermedades con drogas, mientras los segundos se limitan a dieta y
ejercicios. De Medicina contiene suficiente anatomía para convencernos de que Celso estaba al
día en esta materia, pero no demasiada porque el libro estaba dirigido al médico práctico. Entre
las causas de las enfermedades menciona las estaciones, el clima, la edad del paciente y su
constitución física. Los síntomas discutidos, como fiebre, sudoración, salivación, fatiga,
hemorragia, aumento o pérdida de peso, dolor de cabeza, orina espesa, y muchos otros, se
analizan conforme a la tradición hipocrática; la descripción de los distintos tipos de paludismo es
magistral. En otras páginas se encuentran el lethargus, enfermedad caracterizada por sueño
invencible que progresa rápidamente hacia la muerte, la tabes, que seguramente incluye a la
tuberculosis y otras formas de caquexia, las jaquecas de distintos tipos, el asma, la disnea, la
neumonía, las enfermedades renales, las gástricas, las hepáticas, las diarreas, etc. Las medidas
dietéticas e higiénicas que recomienda Celso para estos padecimientos son hipocráticas: ejercicio
moderado, viajes frecuentes estancias en el campo, abstención de ejercicios violentos, de
relaciones sexuales y de bebidas embriagantes. Deben evitarse los cambios bruscos de dieta o de
clima, y preferirse las medidas para bajar de peso (una comida al día, purgas frecuentes, baños
en agua salada, menos horas de sueño, gimnasia y masajes); las recomendaciones dietéticas
ocupan la mitad del segundo libro y la hidroterapia se discute extensamente. Celso divide las
drogas conocidas según sus efectos en purgantes, diaforéticas, diuréticas, eméticas, narcóticas,
etc.; la acción anestésica del opio y la mandrágora (que con, tiene escopolamina y hioscianina)
ya era bien conocida. La mejor parte del libro de Celso es la quirúrgica, que ocupa los libros VII y
VIII, en ella dice:
La tercera parte del arte de la medicina es la que cura con las manos [...]
no omite medicamentos y dietas reguladas, pero hace la mayor parte con
las manos [...] El cirujano debe ser joven o más o menos, con una mano
fuerte y firme que no tiemble, listo para usar la izquierda igual que la
derecha, con visión aguda y clara, y con espíritu impávido. Lleno de
piedad y de deseos de curar a su paciente, pero sin conmoverse por sus
quejas o sus exigencias de que vaya más aprisa o corte menos de lo
necesario; debe hacer todo como silos gritos de dolor no le importaran.
Celso discute el manejo de las heridas y señala que las dos complicaciones más importantes son
la hemorragia y la inflamación, lo que era realmente infección. Para la hemorragia recomienda
compresas secas de lino, que deben cambiarse varias veces si es necesario, y si la hemorragia no
cesa, entonces mojarlas en vinagre antes de aplicarlas. Pero si todo esto falla, hay que identificar
la vena que está sangrando, ligarla en dos sitios y seccionaría entre las ligaduras. Celso
recomienda aplicar a la herida distintos medicamentos compuestos de acetato de cobre, óxido de
plomo, alumbre, mercurio, sulfuro de antimonio, carbón seco, cera y resma de pino seca,
mezclados en aceite y vinagre; otros componentes recomendados (Celso propone 34 fórmulas
diferentes) son sal, pimienta, cantáridas, vino blanco, clara de huevo, ceniza de salamandra,
heces de lagartija, de pichón, de golondrina y de oveja.
LA MEDICINA ROMANA
La medicina romana era esencialmente griega, pero los romanos hicieron tres contribuciones
fundamentales: 1) los hospitales militares, 2) el saneamiento ambiental, y 3) la legislación de la
práctica y de la enseñanza médica.
1) Los hospitales militares o valetudinaria se desarrollaron como respuesta a una necesidad
impuesta por el crecimiento progresivo de la República y del Imperio. Al principio, cuando las
batallas se libraban en las cercanías de Roma, los enfermos y heridos se transportaban a la
ciudad y ahí eran atendidos en las casas de los patricios; cuando las acciones empezaron a
ocurrir más lejos, sobre todo cuando la expansión territorial sacó a las legiones romanas de Italia,
el problema de la atención a los heridos se resolvió creando un espacio especialmente dedicado a
ellos dentro del campo militar. La arquitectura de los valetudinaria era siempre la misma: un
corredor central e hileras a ambos lados de pequeñas salas, cada una con capacidad para 4 o 5
personas Estos hospitales fueron las primeras instituciones diseñadas para atender heridos y
enfermos; los hospitales civiles se desarrollaron hasta el siglo IV d.C., y fueron producto de la
piedad cristiana.
2) El saneamiento ambiental se desarrolló muy temprano en Roma, gracias a las obras de la
cloaca máxima, un sistema de drenaje que se vaciaba en el río Tíber y que data del siglo VI a.C.
En la Ley de las Doce Tablas (450 a.C.) se prohiben los entierros dentro de los límites de la
ciudad, se recuerda a los ediles su responsabilidad en la limpieza de las calles y en la distribución
16
del agua. El aporte de agua se hacía por medio de 14 grandes acueductos que proporcionaban
más de 1 000 millones de litros de agua al día, y la distribución a fuentes, cisternas y a casas
particulares era excelente, pero en los barrios menos opulentos no tan buena. El agua se usaba
para beber y para los baños, una institución pública muy popular y casi gratuita; también se
colectaba el agua de la lluvia, que se usaba para preparar medicinas. En general, las condiciones
de higiene ambiental en Roma eran tan buenas como podía esperarse de un pueblo que
desconocía por completo la existencia de los microbios.
3) Durante la República la mayoría de los médicos eran esclavos o griegos, o sea, sujetos en una
posición subordinada, pero en el Imperio (ca. 120 d.C.) Julio César concedió la ciudadanía a todos
lo que ejercieran la medicina en Roma.
Figura 6. Reconstrucción de un hospital militar romano, valetudinaria, que forma parte
de un campamento en la frontera (tomado de Majno).
Además, se estableció un servicio médico público, en el que la ciudad contrataba a uno o más
médicos (archiatri) y les proporcionaba local e instrumentos para que atendieran en forma
gratuita a cualquier persona que solicitara su ayuda. Los salarios de estos profesionales los
fijaban los consejeros municipales. También se organizó el servicio médico de la casa imperial, y
muchos de los patricios retenían en forma particular a uno o más médicos para que atendieran a
sus familias. Con el tiempo también se legisló que la elección de un médico al servicio público
debería ser aprobada por otros siete miembros de ese servicio. Las plazas eran muy solicitadas
porque los titulares estaban exentos de pagar impuestos y de servir en el ejército. El gobierno los
estimulaba a que tomaran estudiantes, por lo que podían recibir ingresos adicionales.
Entre los médicos griegos y romanos que ejercían en el Imperio se distinguían cuatro sectas o
escuelas, basadas en sus diferentes posturas filosóficas, teóricas y prácticas: 1) Los dogmáticos
reconocían como su fundador a Herófilo, aprobaban el estudio de la anatomía por medio de las
disecciones, consideraban que las teorías sobre las causas de la enfermedad eran la esencia del la
medicina (desequilibrio de los elementos, de los humores del pneuma; migración de la sangre a
los vasos que llevan el pneuma; bloqueo de los canales del cuerpo por "átomos"' etc.). Sus
enemigos los caracterizaban como más "habladores" que "hacedores", y decían que pasaban más
tiempo discutiendo que viendo al paciente. Los dogmáticos decían que la confirmación de sus
doctrinas se encontraba en el Corpus Hipocraticum y que el mismo Hipócrates había sido un
dogmático. 2) Los empíricos nombraban a Erasístrato como su antecesor y se oponían a las
disecciones porque rechazaban la importancia de la anatomía en la medicina. Su postura era que
no deberían buscarse las causas de las enfermedades, porque las inmediatas eran obvias y las
oscuras eran imposibles de establecer; por lo tanto, la comprensión de cosas como el pulso, la
digestión o la respiración era inútil. Lo más importante en medicina era la experiencia personal
del médico con su paciente, y lo que debía hacer es recoger los síntomas y tratarlos uno a uno
usando los remedios que ya se habían demostrado efectivos en el pasado. Al igual que los
dogmáticos, los empíricos alegaban que Hipócrates y el Corpus Hipocraticum estaban de su lado.
3) Los metodistas también rechazaban todas las hipótesis y teorías sobre las causas de la
enfermedad, pero en cambio sostenían que sólo había unas cuantas circunstancias que eran
comunes a muchas enfermedades, que debían ser manejadas principalmente por medio de
dietas. Naturalmente, estaban convencidos de que Hipócrates y toda su escuela habían sido
esencialmente metodistas. 4) Los neumatistas eran inicialmente dogmáticos pero se separaron de
esa secta porque consideraron que la sustancia fundamental de la vida era el pneuma y que la
causa única de las enfermedades eran sus trastornos en el organismo, desencadenados por un
17
desequilibrio de los humores. Éste era el panorama del ejercicio de la medicina en Roma cuando
apareció Galeno.
GALENO
Claudio Galeno(130-200 d.C.) nació en Pérgamo, tres años después de que esa hermosa ciudad
griega hubiera sido conquistada por los romanos. Su padre Nicón era un arquitecto a quien
Galeno describió como inteligente, controlado y generoso; su modelo de pensamiento eran las
matemáticas y descreía de las opiniones emocionales que no podían demostrarse con precisión
lógica. Nicón cuidó que la educación de su hijo fuera completa en griego, autores clásicos,
retórica, dialéctica y filosofía, pues esperaba que se convirtiera en un filósofo profesional. Sin
embargo, una noche soñó que el dios Asclepio (cuyo majestuoso templo se estaba construyendo
entonces en Pérgamo) le ordenaba que su hijo estudiara medicina, por lo que a los 16 años de
edad Galeno ingresó como aprendiz con Sátiro, un médico local. Cinco años después murió Nicón,
dejándole a Galeno recursos suficientes para que nunca tuviera preocupaciones económicas. A los
21 años de edad Galeno viajó para seguir estudiando medicina, primero a Esmirna, después a
Corinto y finalmente a Alejandría, en donde permaneció más tiempo estudiando anatomía, en la
que llegó a ser un experto a pesar de que no realizó disecciones en humanos. Al cabo de casi 12
años de ausencia, Galeno regresó a Pérgamo y fue nombrado cirujano de los gladiadores, puesto
que desempeñó con gran éxito pues, según él mismo señala: "Muchos habían muerto en los años
anteriores y ninguno de los que yo traté falleció..."
Al cabo de tres años, Galeno viajó a Roma donde (con una breve ausencia de un par de años)
permaneció el resto de su vida. Allí tuvo un gran éxito, al principio como anatomista y
experimentador, y posteriormente como médico y polemista. Pero en lo que no tiene paralelo en
la historia es como autor: sus escritos son los más voluminosos de toda la antigüedad. Ocupan 22
gruesos volúmenes en la única edición que existe, con 2.5 millones de palabras, pero sólo reúnen
dos terceras partes de la obra, pues el resto se ha perdido. En su obra existen 9 libros de
anatomía, 17 de fisiología, 6 de patología, 14 de terapéutica, 30 de farmacia, 16 sobre el pulso,
etc. Galeno abarca absolutamente toda la medicina, que conoce mejor que nadie; todos los que
no están de acuerdo con él son ignorantes, estúpidos o las dos cosas, y lo dice con absoluta
claridad. Su ídolo es Hipócrates, cuyos escritos conoce mejor que nadie y además los interpreta
con la mayor fidelidad. En la discusión de cualquier tema, Galeno adopta con frecuencia la misma
estrategia: primero identifica a su contrincante y resume la opinión que va a demoler, sin dejar
pasar la oportunidad de calificarlo de absurdo, débil mental o algo peor; después invoca a
Hipócrates y señala dónde su víctima se aparta o hasta contradice al sabio de Cos, y finalmente
procede a detallar en forma sistemática y contundente la verdad acerca del tema en cuestión,
citando copiosamente a Hipócrates y también con frecuencia intercalando sus propias
interpretaciones, que, en su opinión, son fielmente hipocráticas y totalmente correctas. Los textos
de Galeno representan una síntesis del conocimiento médico antiguo y algo más; contienen no
uno sino varios esquemas generales que posteriormente fueron copiados, interpretados,
comentados y elaborados por un ejército de traductores y comentaristas a lo largo de toda la
Edad Media y hasta el Renacimiento. En un ambiente en donde el dogma era la autoridad y los
libros clásicos eran el dogma, la palabra de Galeno se transformó en la última corte de apelación
de todas las discusiones en medicina hasta la época de Vesalio (1543).
igura 7. Representación medieval de Galeno.
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Combinando las ideas humorales hipocráticas con las antiguas teorías pitagóricas de los cuatro
elementos, a los que agregó su propio concepto de un pneuma presente en todas partes, Galeno
procedió a explicar absolutamente todo. Abandonó la anotación cuidadosa de los hechos, tan
importante para Hipócrates, citando sólo sus milagrosas curas. Su principal teoría patológica se
basa en el equilibrio adecuado de los naturales, no naturales y contranaturales. Galeno agregó al
antiguo concepto de diátesis (tendencia o disposición natural) otros dos, de gran importancia
para su patología: pathos, que son las alteraciones pasajeras que desaparecen cuando se elimina
la causa de la enfermedad, y nosos, que es lo que persiste en las mismas circunstancias. Galeno
adoptó y elaboró la teoría hipocrática de la enfermedad como un desequilibrio de los humores,
que puede resultar de deficiencia o exceso de uno o más de ellos, o de cambios en sus
propiedades de frío, calor, humedad o sequedad.
IV. LA MEDICINA EN LA EDAD MEDIA (SIGLOS IV A XV)
INTRODUCCIÓN
EL IMPERIO ROMANO se dividió en dos durante la hegemonía de Constantino (306-337 d.C.),
pero ya desde el reinado de su predecesor, Diocleciano (284-305 d.C.), se había implantado la
Tetrarquía, que separaba al Imperio en cuatro regiones, cada una bajo la dirección de una
autoridad casi autónoma. Diocleciano conservó el mando imperial supremo pero cambió la capital
de Roma a Milán, aunque él mismo fijó su residencia en la ciudad de Nicomedia, en Bitinia (hoy
Turquía). Entre los muchos cambios que realizó Constantino deben destacarse dos: 1) la
fundación de la ciudad de Constantinopla, en el maravilloso sitio ocupado por un pueblo llamado
hasta entonces Bizancio, en el Bósforo, que se convirtió en la capital del Imperio romano en el
año 330 d.C., y 2) la adopción del cristianismo como religión oficial del Estado. La separación del
Imperio romano en occidental y oriental se acentuó con la invasión de los "bárbaros" (francos,
alemanes, visigodos y godos) en Occidente; las ciudades dejaron de ser los centros de la
población y la vida se hizo cada vez más rural. En cambio, en Oriente las actividades se
concentraron cada vez más en Constantinopla, que se transformó en el centro de la cultura que
se conoce como bizantina y que duró 1 000 años, hasta 1453, en que Constantinopla fue
conquistada por los turcos.
La civilización bizantina era una combinación de cultura griega clásica, leyes romanas,
cristianismo e influencias artísticas orientales. Mientras el Imperio romano occidental era invadido
por los "bárbaros", Roma se transformaba en una pequeña comunidad cristiana y el resto de las
ciudades se convertía en pueblos insignificantes, Constantinopla floreció como el centro del
Imperio romano oriental, conocida como la "Nueva Roma", y los bizantinos se llamaban a sí
mismos romanos.
Al lado del ocaso del Imperio romano occidental, el episodio más importante de esa época fue el
surgimiento del cristianismo, primero como una secta religiosa menor y perseguida, pero muy
pronto también como un movimiento cultural y político, que a finales del siglo V d.C. ya tenía la
fuerza suficiente para perseguir con éxito a sus antiguos perseguidores. Aparte de la relajación
moral de la sociedad, del caos político, de los episodios de; hambruna y de la miseria de grandes
masas de la población, una serie de epidemias contribuyó a generar un ambiente favorable al
crecimiento o retorno de las religiones paganas. La plaga de Orosio (125 d.C.), que se presentó
después de la famosa invasión por la langosta que destruyó por completo las cosechas, costó la
vida a más de 1 000 000 de personas en Numidia y en la costa de África; la plaga de Antonino (o
de Galeno, porque fue la que obligó al famoso médico a abandonar Roma) que duró de 164 a 180
d.C. y de la que morían miles de personas al día en Roma; la plaga de Cipriano, de 251 a 266
d.C., posiblemente de sarampión, por su naturaleza extremadamente contagiosa y la afección
frecuente de los ojos; y la plaga de 312 d.C., también de sarampión. Todas estas calamidades
propiciaron que los cultos tradicionales a las deidades romanas de la familia, del hogar, del fuego,
del campo, de la profesión y otras más se abandonaran, junto con la adoración al emperador
(estaba muy lejos), y que se recuperaran antiguos dioses o se adoptaran otros nuevos, más
poderosos y con mayor capacidad para proporcionar seguridad en este mundo e inmortalidad en
el otro, como Mitra (de Persia), Sarapis (de Alejandría) o Cibeles (de Asia Menor). Estas religiones
se conocen como "misteriosas" porque con frecuencia sus ritos eran secretos, pero en ellas
podían participar todos los que lo desearan, al margen de clase económica, nivel social o raza; el
culto era directo, sin la mediación de sacerdotes, y el premio la promesa de la vida eterna. Entre
estas religiones paralelas al cristianismo debe destacarse otra, el maniqueísmo, de origen persa,
que combinaba elementos de los ritos judaicos, cristianos y de Zoroastro. Según el profeta Maní,
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el mundo era el campo de guerra entre la luz y la oscuridad, la bondad y la maldad, el espíritu y
la materia; el hombre poseía ambos, pero para dominar al mal y alcanzar la inmortalidad debía
vivir una vida pura y rechazar todos sus deseos físicos. De no menor importancia, el culto a
Esculapio no sólo se conservó sino que incrementó su prestigio, y fue la última de las religiones
paganas que finalmente sucumbió ante la prevalencia del cristianismo, ya entrado el siglo IV de
nuestra era.
LA MEDICINA RELIGIOSA CRISTIANA
El derrumbe de la cultura romana, los sufrimientos constantes y el miedo a la muerte causada
por las epidemias mencionadas, contra las que no había tratamiento efectivo alguno, produjeron
una desmoralización generalizada. En tales condiciones creció la desconfianza en los médicos y la
gente se volcó con devoción a ritos mágicos y creencias sobrenaturales. En tiempos de zozobra
eso sucede, especialmente con los niños los enfermos y los sectores menos cultos de la
población. Frente a la miseria y a las catástrofes, la religión cristiana se presentaba como una
oportunidad de salvación para los humildes y los más desesperados, ya que Cristo aparecía como
médico de cuerpos y almas; la Biblia contiene numerosos relatos de curaciones milagrosas
realizadas por Jesús y algunos santos. El cristianismo incluye los conceptos de caridad y amor al
prójimo, por lo que espera de todos los fieles los mayores esfuerzos para aliviar el sufrimiento de
otros. Esto se hizo aparente en las epidemias que asolaron al Imperio en esos tiempos, porque
los cristianos atendían y cuidaban a los enfermos a pesar del grave peligro que había de contagio.
Además, la religión cristiana combatía las otras formas de medicina que se ejercían entonces,
porque se basaban en prácticas paganas. De esa manera surgió la medicina religiosa cristiana, en
la que el que el rezo, la unción con aceite sagrado y la curación por el toque de la mano de un
santo eran los principales recursos terapéuticos.
La práctica de la medicina religiosa cristiana se consideraba como un deber de caridad, pero no
incluía la preocupación por los problemas médicos o la investigación de las causas de las
enfermedades, porque se aceptaba que eran la voluntad de Dios. Incluso a principios del siglo III
algunos de los médicos cristianos fueron acusados por sus propios compañeros de venerar a
Galeno, en lugar de elevar sus plegarias a Jesús para obtener la curación de sus enfermos. En
esos tiempos surgieron algunas sectas místico-religiosas, como la de los esenios, que afirmaban
la necesidad de curar las enfermedades exclusivamente por la fe y la invocación de poderes
superiores; la secta de Simón Mago, que combinaba elementos órficos, pitagóricos y del culto a
Esculapio y ofrecía ritos mágicos; la secta de los neoplatónicos, basada en las doctrinas de
Zoroastro y otras aristotélicas antiguas, que postulaba que el mundo estaba repleto de
emanaciones divinas pero que era amenazado por distintos demonios (causantes de las
enfermedades) que sólo podían combatirse en un estado especial de éxtasis; la secta de los
gnósticos, que proporcionaba talismanes como profilácticos, los cuales llevaban diagramas
místicos y las palabras Abraxas y Abracadabra.
Figura 8. Jesús curando a un leproso, según Rembrandt.
El culto de los santos formó parte importante de la medicina religiosa cristiana. Entre los primeros
médicos cristianos que fueron beatificados se encuentran los hermanos gemelos Cosme y
Damián, originarios de Siria, que curaban por medio de la fe y que fueron perseguidos y
decapitados por Diocleciano, con lo que se transformaron en patrones de los médicos. Otros
santos se especializaron en distintas enfermedades: san Roque y san Sebastián protegían contra
20
la peste, san Job contra la lepra, san Antonio contra del ergotismo, santa Lucía contra las
enfermedades de los ojos, san Vito contra el tarantismo, etcétera.
LA MEDICINA EN EL IMPERIO BIZANTINO
La medicina en el Imperio bizantino se desarrolló bajo la autoridad de la Iglesia católica, que
sostuvo el principio de autoridad suprema de las Sagradas Escrituras, no sólo en asuntos de la fe
sino también de la ciencia. Los primeros médicos cristianos incluyeron autoridades eclesiásticas,
como Eusebio, obispo de Roma, y Zenobio, sacerdote de Sidón; su práctica se basaba en las
enseñanzas de Jesús, para quien auxiliar al enfermo era un deber cristiano. Esta actividad
alcanzó gran importancia tanto para el individuo como para la comunidad, al grado que los
obispos eran responsables del cuidado de los pacientes. Los hospitales públicos aparecieron en
muchos sitios: el primero lo fundó san Basilio en el año 370 d.C., mientras que en el año 400
Fabiola, una dama romana convertida al cristianismo, fundó en Roma el primero de los grandes
nosocomios y la leyenda dice que salía a la calle a buscar a los desvalidos y leprosos para
llevarlos a su institución. En esos tiempos también la emperatriz Eudoxia construyó hospitales en
Jerusalén.
De esta manera la medicina, tras de haber sido primero mágica, después religiosa y al mismo
tiempo empírica, de haberse transformado posteriormente en una práctica racional durante la
etapa mas brillante de la Grecia clásica, de hacerse objetiva y experimental en Alejandría y de
haber regulado la higiene ambiental en Roma, volvió a hacerse religiosa en la decadencia del
Imperio romano y a quedar dominada por la Iglesia católica en el Imperio bizantino. En esta
forma de medicina dogmática la fe domina todo, incluyendo a la razón y a la realidad; su objetivo
esencial es la ayuda al enfermo, considerada como un acto de caridad cristiana.
LA MEDICINA ÁRABE
La conservación de muchos escritos clásicos griegos, no sólo médicos sino de todas las ramas de
la cultura, durante los siglos en que Europa estuvo sumergida en la Edad Media, se debió al
principio en los nestorianos, quienes huyeron de Alejandría en el año 431, tras haber sido
excomulgados por herejes en el Concilio de Efeso. Primero se refugiaron en el norte de
Mesopotamia y luego siguieron hacia Oriente y algunos llegaron hasta India y China. Pero el
grupo que nos interesa encontró asilo permanente en Jundi Shapur, capital de Persia, gracias a la
protección del rey Chosroes el Bendito. En ese tiempo la ciudad era un centro intelectual de
primera categoría, que atraía estudiosos de Persia, Grecia, Alejandría, China, India e Israel.
Cuando murió Chosroes (579) no pasó nada grave, y cuando la ciudad fue conquistada por los
árabes (636) la universidad no sólo no sufrió daños sino que 105 conquistadores la adoptaron e
hicieron de su escuela de medicina el centro principal de la educación médica en el mundo árabe.
Durante los primeros años los nestorianos tradujeron muchos de los libros clásicos del griego al
sirio, que era el idioma oficial de la Universidad de Jundi Shapur. Cuando llegaron los árabes, sus
eruditos tradujeron todo el material que encontraron a su propio idioma, de modo que los textos
griegos originales podían consultarse tanto en sirio como en árabe. Una de las primeras
traducciones del griego al sirio fue de Hipócrates y Galeno, realizada por Sergio de Ra's al- 'Ayn,
un médico y sacerdote que falleció en el año 536. En el siglo VII se estableció en Jundi Shapur un
centro de enseñanza superior conocido como Academia Hipocrática, que permaneció como la
principal institución científica del mundo árabe por más de un siglo, cuando fue desplazada por la
Casa de la Sabiduría, de Bagdad. A mediados del siglo IX los árabes ya conocían íntegro el
Corpus Hipocraticum, la obra monumental de Galeno y varios textos de Aristóteles.
La medicina árabe de los siglos transcurridos entre el advenimiento de Mahoma (623) y la
reconquista de Granada por los españoles (1492) ostenta una larga lista de nombres inmortales.
Entre los más famosos se encuentran el persa Abu Bakr Muhannad bn Zakariyya' al-Rhazi (865-
925 d.C.), mejor conocido como Rhazes, autor del libro Kitab al-Mansuri, que fue traducido por
Gerardo de Cremona (1114-1187) con el nombre de Liber de medicina ad Almansoren y que trata
en 10 partes de toda la teoría y la práctica de la medicina, tal como se conocía entonces. En el
texto latino la obra se convirtió en volumen de consulta obligado durante toda la Edad Media y
aún se seguía usando a fines del siglo XVI. En este libro y en otras publicaciones, Rhazes reitera
la teoría hipocrático-galénica de los humores para explicar la enfermedad, y los tratamientos que
recomienda están dirigidos a la recuperación del equilibrio humoral.
Otro médico persa que alcanzó gran fama fue Abu Ali al-Husayn bn 'Abd Allah Ibn Sina al-
Quanuni (980-1037), mejor conocido como Avicena, quien entre muchos otros libros escribió el
21
Kitab al-Qanun fi-l-Tibb, que en latín se conoce como Canon medicinae y que incorpora a Galeno
y a Aristóteles a la medicina en forma equilibrada. Este Canon es un esfuerzo titánico, que
contiene más de 1 000 000 de palabras y representa la obra cumbre de la medicina árabe. Se
ocupa de toda la medicina, presentada en un riguroso orden de cabeza a pies. Avicena adopta la
teoría humoral de la enfermedad, la expone y la comenta con detalle, sin agregar o cambiar
absolutamente nada, pero en forma dogmática y autoritaria. El Canon se divide en cinco grandes
tomos: el primero se refiere a la teoría de la medicina, el segundo a medicamentos simples, el
tercero describe las enfermedades locales y su tratamiento, el cuarto cubre las enfermedades
generales (fiebre, sarampión, viruela y otros padecimientos epidémicos) y las quirúrgicas, y el
quinto explica con detalle la forma de preparar distintos medicamentos.
También debe mencionarse a Abul-Walid Muhammad bn Ah bn Rusd (1126-1198), conocido como
Averroes, nacido en Córdoba y discípulo de Avenzoar, quien escribió el Kitab al-Kulliyat al- Tibb,
conocido en Occidente como Líber universalis de medicina o simplemente Colliget, en donde
discute los principios generales de la medicina sobre una base aristotélica, haciendo hincapié en
los muchos puntos en los que Aristóteles coincide con Galeno. Uno de los alumnos de Averroes
fue Abu Imram Musa bn Maimún (1135-1204), el gran Maimónides, también conocido como
Rambam (Rabi Moses ben Maimon), quien se destacó más como filósofo y teólogo que como
médico, aunque escribió varios libros de medicina que tuvieron mucha difusión. Maimónides era
un pensador original e independiente que con frecuencia critica a Galeno y sostiene puntos de
vista opuestos a los clásicos.
El peso de los escritos árabes en la Edad Media puede juzgarse considerando el currículum de la
escuela de medicina de la Universidad de Tubinga a fines del siglo XV (1481): en el primer año
los textos eran Ars medica de Galeno y primera y segunda secciones del Tratado de fiebres de
Avicena, en el segundo año se estudiaban el primer libro del Canon de Avicena y el noveno libro
de Rhazes, y en el tercer año los Aforismos de Hipócrates y obras escogidas de Galeno.
Figura 9. Médico tomando el pulso, según una edición de 1632 del Canon de Avicena.
Entre los árabes la organización de los servicios sanitarios creció rápidamente. Desde los tiempos
de Harun al-Raschid (siglo IX) se fundó un hospital en Bagdad siguiendo el modelo de Jundi
Shapur, y en el siguiente siglo el visir Adu al-Daula fundó otro mayor, en el que trabajaban 25
médicos y sus discípulos, y que se conservó hasta la destrucción de la ciudad en 1258; en total,
existieron cerca de 34 hospitales en el territorio dominado por el Islam. No eran únicamente
centros asistenciales sino también de enseñanza de la medicina; al terminar sus estudios, los
alumnos debían aprobar un examen que les aplicaban los médicos mayores. Los hospitales
contaban con salas para los enfermos (a veces especializadas, por ejemplo para heridos,
pacientes febriles, enfermos de los ojos) y otras instalaciones, cocinas y bodegas. De especial
interés son las bibliotecas, que contenían muchos libros de medicina y que estaban en Bagdad,
Ispahan, El Cairo, Damasco y Córdoba; esta última, fundada por el califa al-Hakam II en el año
960, poseía más de 100 000 volúmenes. La práctica de la medicina estaba regulada por la hisba,
una oficina religiosa supervisora de las profesiones y de las costumbres, que también se
encargaba de vigilar a los cirujanos, boticarios y vendedores de perfumes. La cirugía se
consideraba actividad indigna de los médicos y sólo la practicaban miembros de una clase
inferior; la disección anatómica estaba (y sigue estando) absolutamente prohibida por el Islam,
por lo que la anatomía debía aprenderse en los libros. Algunos de los médicos estaban muy bien
remunerados, como Jibril bn Bakht-yashu, favorito de Harun al-Raschid, quien recibía un
honorario mensual equivalente a varios miles de dólares y una recompensa anual todavía mayor,
22
"por sangrar y purgar al comandante de los Fieles"; también Avicena acumuló una gran fortuna
durante su vida.
A mediados del siglo XIII el poderío del Islam empezó a declinar. En 1236 Fernando II de Castilla
conquistó Córdoba y en 1258 Bagdad fue destruida por los mongoles; en los dos siglos siguientes
la civilización árabe fue poco a poco desapareciendo de las tierras mediterráneas y de Oriente,
pero su impacto cultural dejó huellas indelebles sobre todo en Persia, en el norte de África y en
España. La contribución principal de los árabes a la medicina fue la preservación de las antiguas
tradiciones y de los textos griegos, que de otra manera se hubieran perdido; además,
mantuvieron el ejercicio de la medicina separado de la religión en los tiempos en los que en
Europa era un monopolio de los clérigos. Mientras en los países cristianos la enseñanza de la
medicina se limitaba a la Iglesia, en España, Egipto y Siria la instrucción estaba a cargo de
médicos seculares y se impartía a judíos, árabes, persas y otros súbditos del Islam. Esta
enseñanza no era solamente teórica, sino que también incluía prácticas clínicas. Castiglioni
concluye que los árabes:
[...] no contribuyeron de manera importante a su evolución [de la
medicina] agregando nuevas observaciones y conceptos, ni abrieron
nuevas líneas de estudio médico; pero en una etapa de grandes
problemas en Occidente, fueron los que conservaron la tradición médica,
los que mantuvieron una cultura médica laica, y los intermediarios de
cuyas manos la civilización occidental iba a recuperar un precioso
depósito.
LA MEDICINA MONÁSTICA
Durante el siglo VI, asolado por la guerra entre Bizancio y los bárbaros (godos), así como por el
hambre y la peste, la única institución capaz de proteger a los interesados en el cultivo y
desarrollo de la cultura era la Iglesia católica de Roma. Junto con la filosofía, la medicina se
refugió en monasterios y conventos, dentro de los cuales se encontraban los escasos hospitales
que existían en Occidente. La medicina monástica floreció en Monte Casino, en donde san
Benedicto fundó el hospital de su orden, y cerca de Esquilace, en donde Casiodoro (490-¿585?),
distinguido filósofo y médico hipocrático, estableció un monasterio y llevó su colección de
manuscritos antiguos. Otros centros de práctica y estudio de la medicina se crearon en Oxford y
Cambridge (Inglaterra), en Chartres y Tours (Francia), en Fulda y St. Gall (Alemania) y en otros
sitios más. Los benedictinos fueron los responsables del establecimiento de las escuelas
catedralicias de Carlomagno, en las que desde sus principios se enseñó la medicina, y que se
encontraban en todo el Sacro Imperio romano. En el año 805, Carlomagno ordenó que la
medicina se incluyera en los programas de estudio de sus escuelas, que entonces sólo constaban
del trivium (aritmética, gramática y música) y del quadrivium (astronomía, geometría, retórica y
dialéctica). El monasterio de Monte Casino adquirió gran fama a fines del siglo IX; el papa Víctor
III (1086) escribió cuatro libros sobre Los milagros de san Benedicto, en donde se cuenta que el
rey Enrique II de Baviera (972-1024), que sufría de un gran cálculo vesical, fue curado durante
incubatio por el mismísimo san Benedicto, quien se le apareció en un sueño, lo Operó y le puso el
cálculo en la mano, en donde lo encontró al despertarse ya sano. El episodio se registra en un
bajorrelieve en la catedral de Bamberg, del escultor Riemenschneider.
La medicina monástica, que tuvo el mérito de reunir los documentos clásicos y de preservar las
tradiciones antiguas a través de tiempos terribles, declinó hasta casi extinguirse durante el siglo
X. Las causas de su obliteración fueron varias, pero una de ellas fue su éxito. Los monjes se
alejaban cada vez más de sus monasterios para atender la creciente demanda médica, lo que
interfería con sus deberes religiosos, por lo que en los Concilios de Reims (1131), de Tours
(1163) y de París (1212), las actividades médicas de los monjes primero se restringieron y
finalmente se prohibieron. La aparición de las órdenes dominicas y franciscanas en el siglo XIII,
ambas hostiles a cualquier actividad científica, reforzó el rechazo de la práctica de la medicina por
los frailes.
Cuando los primeros cruzados capturaron Jerusalén en 1099, encontraron un hospital cristiano
que había sido fundado 30 años antes por el hermano Gerardo para auxiliar a los peregrinos que
iban a Tierra Santa; estaba atendido por un grupo pequeño de monjes que se llamaban a sí
mismos "Los Hermanos Pobres del Hospital de San Juan". Los cruzados les entregaron algunos
edificios y el hermano Gerardo reorganizó a su grupo de monjes corno una orden religiosa regular
con el nombre de Caballeros de San Juan. Cuando Jerusalén cayó en manos de Saladino, los
23
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  • 1. DE LA MAGIA PRIMITIVA A LA MEDICINA MODERNA Ruy Pérez Tamayo 1997 Este libro fue pasado a formato Word para facilitar la difusión, y con el propósito de que así como usted lo recibió lo pueda hacer llegar a alguien más. HERNÁN Para descargar de Internet: Biblioteca Nueva Era Rosario – Argentina Adherida al Directorio Promineo FWD: www.promineo.gq.nu
  • 2. DEDICATORIA A IRMGARD AGRADECIMIENTOS En primer lugar, a mi madre, quien desde muy pequeño me inculcó un gran respeto por los médicos y una gran admiración por la medicina. También en primer lugar, a mis maestros en las ciencias médicas, quienes confirmaron con creces todo lo que me había anticipado mi madre. También en primer lugar, a mis alumnos en medicina ( y en especial, a los que se hicieron mis amigos), cuyas dudas y preguntas me ayudaron a mantenerme razonablemente actualizado. Finalmente, y también en primerísimo lugar, a mi esposa Irmgard, quien con generosidad ha comprendido, patrocinado y protegido las muchas horas que he dedicado a estudiar la historia de la medicina y a escribir sobre ella. PRÓLOGO Hace ya más de 50 años desde que empecé a estudiar medicina. En efecto, en 1943 ingresé a la entonces Escuela de Medicina de la UNAM, pensando que seis años después terminaría mis estudios, me graduaría de médico y, a partir de ese momento, ejercería mi profesión con gran prestigio social y éxito económico. Lo que pasó fue muy diferente: desde 1943 nunca he dejado de estudiar, me gradué de médico a principios de 1950 y a partir de esa fecha he trabajado en mi profesión durante ya casi medio siglo, con escaso impacto social y muy modesto éxito económico. La discrepancia entre mis expectativas juveniles y el desarrollo ulterior de mi vida se debe a dos factores principales: en primer lugar, a mi garrafal ignorancia a los 17 años de edad, y en segundo lugar, a la creciente complejidad de la medicina en los últimos 50 años. Quiero creer que con el paso del tiempo el primer factor se haya reducido un poco, pero en cambio me consta que el segundo factor ha crecido en forma fenomenal, y su transformación ha sido no sólo cuantitativa sino cualitativa. A lo largo de mi vida de médico no sólo he experimentado esa transformación, sino que también he estudiado los orígenes de la medicina y sus peripecias a través de la historia. Estas páginas presentan un resumen de la evolución de la medicina desde sus principios hasta el momento actual. Se trata de una historia de mitos y de observaciones empíricas, de errores y de visiones geniales, de triunfos y de fracasos, de retrocesos y de avances, de ignorancia y de sabiduría, de ilusiones y de realidades, de mucho dolor pero también de mucha esperanza, o sea de una historia profundamente humana, tan vieja como la humanidad y tan joven como sus aspiraciones actuales. He intentado redactar esta historia de la medicina en forma sencilla y sin lenguaje técnico, porque no he escrito para médicos ni para historiadores, sino más bien para los jóvenes que pudieran ya estar interesados en elegir esa profesión para su vida realmente para aquellos que todavía no han hecho una decisión definitiva al respecto. También he escrito para los adultos que no son médicos que tengan curiosidad por establecer un primer contacto con la historia del llamado arte de Hipócrates y Galeno. Confieso que no soy un testigo imparcial: en mi opinión, la medicina es la más interesante, la más noble, y la más satisfactoria de todas las ocupaciones posibles del hombre, mil veces mejor que los oficios de Creso, Don Juan, de Napoleón y de Einstein. Además, exige la dedicación más completa, el ejercicio más amplio y continuo de todas las facultades y el desarrollo del espíritu más o de servicio a la sociedad, basado en el respeto y el amor por nuestros semejantes. INTRODUCCIÓN MEDICINA, ¿CIENCIA O ARTE? Antes de iniciar un repaso de la historia de la medicina conviene hacer un intento por definirla. Con frecuencia se dice que la medicina es un arte y que el médico es un artista, pero también se habla de la medicina científica y del médico como un hombre de ciencia. Incluso el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española define así la palabra "medicina": Medicina. Ciencia y arte de precaver y curar las enfermedades del cuerpo humano. Una forma de intentar resolver el dilema de si la medicina es ciencia o arte es comparar los métodos de trabajo, los objetivos y las metas de los médicos, de los científicos y de los artistas. Respecto a los métodos de trabajo, los tres personajes se enfrentan a sus respectivos problemas (el enfermo, la pregunta científica, la expresión artística) con experiencias previas que les permiten imaginar o intuir correctamente la solución (el diagnóstico correcto, la hipótesis 2
  • 3. adecuada o la mejor creación estética); en cierto sentido, los tres requieren creatividad, o sea la capacidad para concebir configuraciones novedosas a partir de un mínimo de elementos iniciales. Otra característica común en el trabajo de los tres personajes es su destreza técnica, su habilidad experta para manipular la naturaleza de manera no sólo precisa y exacta sino también elegante y hasta bella. Sin embargo, los objetivos de los tres personajes son distintos: el médico intenta curar a su paciente individual o preservar su salud (o la de la comunidad), el científico trata de crear un esquema aceptable trabaja para generar metas de la medicina, de la ciencia y del arte son diferentes: la medicina persigue la salud, la ciencia el conocimiento, y el arte la emoción estética. La respuesta a la pregunta que encabeza este apartado es que las dos cosas: es ciencia y es arte, pero también es algo más. Es ciencia desde que esta disciplina, tal como se conoce actualmente, se inició en el siglo XVI (de hecho, la ciencia empieza en 1543 con la publicación de dos libros: uno de anatomía la Fabrica de Vesalio y el otro de astronomía, el De Revolutionibus de Copérnico); también es arte, pero no tanto en el sentido de artista sino más bien en el de artesano, en el de un oficio que requiere el dominio de conocimientos teóricos y de habilidades técnicas que se adquieren con la práctica. Pero sólo es ciencia y es arte: también es algo más, y la identifica como una actividad humana singular . La medicina es la única profesión dedicada a lograr que hombres y mujeres vivan y mueran sanos lo mas tarde posible. Para ello médicos se ocupan de tres cosas: 1) de la conservación de salud, 2) de la curación de las enfermedades, y 3 ) de evitar las muertes prematuras. Estas tres metas no son alternativas no complementarias, y pueden contemplarse al nivel intelecutual o colectivo. 1) Las medidas dirigidas a la conservación de la salud se conocen como profilácticas y son de dos tipos: las que promueven la salud (ejercicio físico, dieta) y las que previenen las enfermedades (saneamiento ambiental, vacunas). 2) El manejo médico o quirúrgico de las enfermedades es la terapéutica, y su objetivo es devolverle la salud al enfermo y reintegrarlo a una vida normal. 3) Finalmente, la medicina no es enemiga de la muerte; si así fuera, la medicina siempre sería derrotada; lo que ella combate son las muertes evitables o prematuras, que a partir del siglo XVI han ido disminuyendo progresivamente gracias al avance de los conocimientos en profilaxis y en terapéutica. La medicina acepta (¡ y más le vale! ) que al final la muerte siempre es inevitable, porque es parte de la condición humana. Pero la profilaxis, la terapéutica y la lucha contra las muertes evitables o prematuras no agotan todo lo que la medicina es: falta la manera o estilo como los médicos realizan tales acciones, que puede ser de cuatro formas distintas: 1) con atención rigurosa a las reglas científicas que se aplican en el caso particular, 2) con gran cariño y apoyo emocional a los seres humanos afectados, 3) con una mezcla saludable de 1 y 2, y 4) con ignorancia científica, desapego emocional e impaciencia burocrática por terminar lo antes posible con la experiencia. Aunque estos cuatro tipos de médicos existen hoy y han existido siempre, a lo largo de toda la historia de la humanidad (no porque sean médicos sino porque son miembros de la especie Homo sapiens sapiens), desde hace 25 siglos persiste vigente el aforisma hipocrático sobre la verdadera naturaleza de la acción médica: Curar algunas veces, ayudar con frecuencia, consolar siempre. PARTE PRIMERA. LA MEDICINA PRECIENTÍFICA I. LA MEDICINA DE LOS PUEBLOS PRIMITIVOS INTRODUCCIÓN UNA forma de acercarse a los orígenes de la medicina es estudiando las ideas sobre la enfermedad y las prácticas terapéuticas de los pueblos primitivos que han sobrevivido en esa forma hasta nuestros días. Tal concepto supone que, de la misma manera que el resto de su cultura, la medicina que practican en la actualidad los grupos sociales primitivos refleja la que existía en los albores de la civilización, antes de que se desarrollara la escritura y se iniciara el registro de la historia. Existen varios estudios de ese tipo, realizados en diferentes épocas y en numerosos grupos primitivos de distintas partes del mundo, que muestran una serie de características comunes: 1) Las enfermedades son castigos enviados por una deidad, casi siempre por la violación de un tabú o de alguna ley religiosa, o bien son causadas por brujos o hechiceros, pero en todo caso se trata de fenómenos sobrenaturales; 3
  • 4. 2) tanto el diagnóstico como el tratamiento de las enfermedades requieren medios y ritos igualmente mágicos o religiosos; 3) los personajes encargados del manejo de los pacientes son sacerdotes, brujos o chamanes, que con frecuencia funcionan como las tres cosas, a veces simultáneamente; 4) hay distintas formas de adquirir las enfermedades, pero entre las más frecuentes están el castigo divino, la introducción el cuerpo del paciente, como una piedra o un hueso, la posesión por un espíritu, la pérdida del alma, el "mal de ojo", el "susto" y otras más; 5) Aún las lesiones traumáticas, como las heridas de guerra así como las complicaciones del embarazo o hasta la mordedura por animales como el jaguar o la víbora, cuyas causas son bien aparentes, para el hombre llenas de elementos mágicos o sobrenaturales. Este concepto mágico-religioso de la medicina, con variaciones de detalle según distintas épocas y regiones geográficas, estaba ampliamente difundido entre los pueblos primitivos de localizaciones tan distintas como Mesopotamia, Egipto y otros grupos de África, Europa, Australia y América. De hecho, cuando a principios del siglo XVI ocurrió el "encuentro" de las dos culturas, la española y la mesoamericana, ambas compartían este concepto mágico-religioso de la medicina, aunque los dioses respectivos tenían distintos nombres y los mecanismos de enfermedad aceptados por los indígenas (pérdida del alma o "mal de ojo") eran diferentes del que prevalecía entre los europeos (desequilibrio de los humores), que entonces todavía se encontraban bajo la influencia de las ideas galénicas. Para ambas culturas las enfermedades eran castigos divinos enviados por los dioses ofendidos a los hombres y mujeres pecadores, y en ambos casos parte del tratamiento era suplicarles su perdón (a Dios Nuestro Señor o a Tezcatlipoca el Negro, según el caso) por medio de rezos o de encantamientos, así como con regalos, sacrificios, penitencias y promesas de enmienda. Aunque el concepto mágico-religioso de la medicina sea primitivo, eso no significa que sea cosa del pasado. Además, tampoco se limita a los grupos sociales y étnicos caracterizados por los antropólogos como primitivos, sino que persiste hasta hoy en muchas culturas de distintas partes del mundo, junto con otras tradiciones de épocas muy antiguas. En México forma parte importante de lo que se conoce como medicina tradicional, así como de muchas de las "curas" o "limpias" que todavía realizan a diario centenares de curanderos o brujos como "tratamiento" no sólo de toda clase de enfermedades, sino también para salir de una racha de mala suerte, para mejorar el empleo, o para lograr que vuelva el ser amado. LA MEDICINA ASIRIA La escritura se inició en la antigua ciudad de Uruk, situada al sur de los ríos Eufrates y Tigris, en la Mesopotamia, en donde habitaban los sumerios y los acadios, en el año 3500 a.C. aproximadamente. Los sumerios construyeron la ciudad de Babilonia, que sobrevivió unos 3 000 años, hasta que fue destruida en el año 275 a.C. El rey Hamurabi (2123-2081 a.C.) fue el primero en levantar un cuerpo de leyes para regular la administración, que incluye algunas relacionadas con la cirugía, y que son las más antiguas que se conocen. En 1902 se desenterró en las ruinas de la ciudad de Susa, a donde lo habían llevado desde Babilonia como trofeo de guerra en el año 1100 a.C., un bloque cilíndrico de diorita de más de 2 m de alto y 0.50 m de circunferencia, en donde está grabado el Código de Hamurabi. En la parte superior del bloque hay un bajo relieve que representa al rey recibiendo las leyes de las manos de Shamash, el dios-Sol, y por debajo hay 16 columnas de inscripciones, mientras que en el lado opuesto hay 28 columnas más. Las leyes médicas se refieren a la práctica de la cirugía y establecen los honorarios que deben cobrarse según el nivel social y económico del paciente, y según el resultado de la cirugía. Algunas de ellas son las siguientes: 218. Si un médico (Asu) opera a un noble por una herida grave con una lanceta de bronce y causa la muerte del noble; o si abre un absceso en el ojo de un noble con una lanceta de bronce y lo destruye, se le cortará la mano. 219. Si un médico opera a un esclavo con una lanceta de bronce y le causa la muerte, tendrá que reponer el esclavo con otro del mismo valor. 221. Si un médico cura una fractura ósea de un noble o alivia una enfermedad de sus intestinos, el paciente le dará cinco shekels (ca.150 g) de plata al médico. 223. Si se trata de un esclavo, el dueño del esclavo le dará dos shekels de plata al médico. 4
  • 5. Figura 1. El código de Hammurabi, ca. 1700 a.C. grabado en diorita, con el rey sentado en el trono y recibiendo las leyes de manos de Shamash, el Dios-Sol. En cambio, la mayor parte del conocimiento que se tiene sobre la medicina en Babilonia y en Asiria se deriva de las 30 000 tabletas de arcilla descubiertas por sir Austen Henry Layard en las ruinas de la Biblioteca de Asurbanipal (669-626), en Nínive, de la que se dice que contenía cerca de 100 000 tabletas en donde se habían copiado a todos los clásicos de la literatura sumeria y babilonia. La escritura cuneiforme asiria fue traducida en 1846 por Henry Rawlinson, después de 12 años de trabajar en una inscripción hecha por órdenes del rey Darío I (581-485 a.C.), en donde se relatan sus victorias en la guerra. Con esta traducción se inició la ciencia de la asiriología, igual que 10 años antes la traducción de la Piedra Roseta por Champollion había iniciado la ciencia de la egiptología. Se ignora la antigüedad de los textos que los escribas del rey Asurbanipal copiaron para su biblioteca, pero se calcula que se remontan al año 2000 a.C. De las 30 000 tabletas examinadas, cerca de 800 están relacionadas con la medicina, aunque no es fácil distinguir entre textos médicos, exorcismos, encantamientos y plegarias, que con frecuencia se usaban como medios terapéuticos. La medicina asiria era mágico-religiosa, con predilección por el mecanismo de enfermedad conocido como posesión, o sea el ingreso al organismo de un espíritu maligno, pero con un alto grado de especialización; por ejemplo, si había dolor en el cuello, el responsable era el espíritu maligno Adad; si el pecho era el afectado, se trataba de Ishtar; si eran las regiones temporales, le correspondía a Alu, uno de los espíritus conocidos genéricamente como Utukku, que eran particularmente agresivos; Gallu producía alteraciones en las manos, Rabisu en la piel, Labartu en el aparato genital femenino; Nantar, el mensajero de Allatu, la reina del mundo nocturno, era capaz de causar 60 enfermedades diferentes; Ura, otra habitante del mundo nocturno, era la diosa de la pestilencia, etcétera. Para librarse de estos demonios era necesario practicar exorcismos, acompañados de purificaciones, sacrificios y penitencias. El médico o asu era una mezcla de sacerdote y médico, pero también los jueces y los abogados eran sacerdotes, porque en una cultura tan dominada por los dioses el poder descansaba en sus representantes. Estos asu habían desarrollado una serie de medidas terapéuticas de aplicación local que ayudaban a extirpar al demonio por medio de plantas, lodo, vendajes, ungüentos y emplastos; naturalmente, todas estas medidas estaban dotadas de poderes mágicos, sobre todo aquellas que finalmente resultaban benéficas para el enfermo. Entre las sustancias recomendadas para preparar pomadas o para administración Por distintas vías se cuentan 250 derivadas de vegetales y 120 minerales, como anís, asafétida, belladona, mariguana, cardamomo, aceite de castor, canela, ajo, mandrágora, mostaza, mirra y opio. Entre los vehículos están: vino, aceites, grasas, miel, cera, leche y agua. Algunas indicaciones son adecuadas, como azufre para la sarna, mariguana para la depresión y la neuralgia, mandrágora y opio para el dolor y como somníferos, y la belladona para la dismenorrea y el asma. Pero también se recetaban por vía oral grasa cruda de cerdo, heces de 5
  • 6. perro o humanas, sangre y orina de animales y otras cosas peores, con la idea de que los demonios se asquearan y abandonaran el cuerpo del paciente. Una parte importante de la terapéutica del asu era la colocación en la cercanía del enfermo de estatuillas de monstruos en actitudes amenazantes, con objeto de que, al verlas, el demonio responsable del padecimiento se asustara y huyera. Otra parte de su trabajo era adivinar el pronóstico, lo que se hacía por la inspección del hígado de un animal sacrificado con ese propósito. El hígado se observaba porque era el órgano que contenía mas sangre, y como la vida y la sangre eran sinónimos, el hígado era el sitio del alma. La hepatoscopía se realizaba en ovejas, y no solo en casos de enfermedad, sino también cuando se iba a emprender un negocio, un matrimonio, una guerra, o cualquier otra empresa peligrosa. También se practicaba la adivinación por medio de la astrología, basada en que los movimientos del Sol, de la Luna y de los planetas, como eran dioses, precedían a los acontecimientos en la Tierra. Los conocimientos de los astrónomos babilónicos eran sorprendentes y establecieron relaciones estrechas entre la astrología y la medicina, que tuvieron gran influencia no sólo en el pensamiento médico de Egipto, de Grecia y de Roma, sino que siguieron formando parte de la medicina durante toda la Edad Media. LA MEDICINA EGIPCIA Los historiadores antiguos alabaron la capacidad de los médicos egipcios. En la Odisea, Homero (ca. 1100 a.C.) escribe que: "En Egipto los hombres son más hábiles en medicina que ningunos otros." Herodoto (ca. 484-425 a.C.) cuenta que los reyes persas Ciro y Darío sólo tenían médicos egipcios, y también dice que la medicina egipcia estaba muy especializada, al grado que había médicos que sólo estudiaban y trataban una enfermedad. Como en otras culturas antiguas, en Egipto prevalecía la medicina mágico-religiosa, en la que el sacerdote es el médico y todo el panteón de dioses el causante de las enfermedades, desde Ra, el dios-Sol, pasando por Osiris, el dios del Nilo, Isis, su esposa y hermana, madre de otros dioses, Ptah, el Gran Arquitecto, quien también era el dios de la Salud, y muchos más. Los egipcios creían en la inmortalidad del alma y en la resurrección del cuerpo, lo que probablemente contribuyó a la práctica de la momificación, que data de la Segunda Dinastía (ca. 3000 a.C.). La medicina egipcia está muy ligada al nombre de Imhotep, visir del rey Zoser (III Dinastía, ca. 2980 a.C.), que al mismo tiempo era también arquitecto, astrónomo, mago, sacerdote y médico. Un siglo después de su muerte (ca. 2850 a.C.) se le consideraba como un semidiós, y en el año 525 a.C. ya era un dios, hijo de Ptah (aunque se sabía que había sido hijo del arquitecto Kanofer). Posteriormente se transformó en el dios de la Medicina y durante el periodo helénico era la principal deidad adorada en Menfis, al lado de Ptah. Los enfermos acudían a sus templos, en donde se celebraban distintos ritos, y muchos dormían ahí; en sus sueños se les aparecía el dios Imhotep y les indicaba el tratamiento apropiado. Los griegos lo identificaron con Asclepiades y adoptaron varias de sus tradiciones. Mucho de lo que se sabe respecto a la medicina egipcia se debe a la existencia de varios papiros antiguos: el papiro de Edwin Smith, que se ocupa principalmente de cirugía; el de Ebers, que es una recopilación de textos médicos; el de Kahun, que se refiere a ginecología; el de Hearst, que es un formulario médico práctico; el de Londres, que contiene numerosos encantamientos, etc. El papiro de Edwin Smith es el documento quirúrgico más antiguo que se conoce, pues data del siglo XVII a.C. y entonces ya era antiguo; fue adquirido en Tebas en 1862 por el egiptólogo de ese nombre, quien se dio cuenta de que su contenido era médico pero no lo publicó. Después de su muerte su hija lo regaló a la Sociedad de Historia de Nueva York, y ésta convenció al famoso egiptólogo James Henry Breasted (1865-1935) de que lo tradujera; finalmente, la traducción apareció en 1930. En el papiro de Edwin Smith se describen numerosas fracturas y dislocaciones, heridas, tumores, úlceras y abscesos y se señala su tratamiento; también se recomiendan exorcismos y encantamientos o recitativos, que deben pronunciarse antes o durante el tratamiento, pero no se insiste demasiado en ellos. En general, la terapéutica es conservadora y se refiere a vendajes, tejidos absorbentes, tapones y férulas, así como aparatos para inmovilizar fracturas hechos de goma. En las heridas se aplicaban grasa y miel, así como carne fresca, pero también se menciona el estiércol. 6
  • 7. Figura 2. Página del papiro de Edwin Smith, ca. 1650 a.C. El papiro de Ebers fue adquirido en Egipto en 1873 por el profesor Georg Ebers, quien dos años después publicó una edición similar, con introducción y vocabulario. Fue escrito en la primera mitad del siglo XVI a.C., pero el autor dice que es una recopilación y muchas de las recetas son muy antiguas, de 2500 a 3000 a.C. En este papiro se mencionan tres tipos de doctores: médicos, cirujanos y hechiceros o exorcistas, y se dan los tres tipos de tratamientos, que son remedios, operaciones y encantamientos. En el papiro de Kahun se da una receta para un preparado contraceptivo: un supositorio vaginal preparado con heces de cocodrilo, miel y carbonato de sodio. LA MEDICINA MESOAMERICANA PRECOLOMBINA Antes de 1492, en Mesoamérica se desarrollaron varias culturas, como la náhuatl, la maya, la purépecha, la otomí y otras más. De la que existe más información sobre sus ideas y prácticas médicas es de la náhuatl, porque era la que prevalecía en el altiplano de Anáhuac cuando llegaron los conquistadores, la que aprovecharon para su beneficio durante la destrucción de Tenochtitlán y los primeros tiempos de la Nueva España, y la que se comentó más en sus escritos de esos años. Lo poco que se sabe de la medicina de las otras culturas mesoamericanas no se aparta en lo esencial de los principales elementos de la náhuatl, por lo que en esta sección solamente nos referiremos a esta última. De los muchos dioses que los aztecas reconocían y adoraban, varios de ellos estaban relacionados con la medicina; por ejemplo, Tláloc, señor de la Lluvia, producía enfriamientos y catarros, neumonías y reumatismos; Xochiquetzal, diosa del Amor y de la Fertilidad, enviaba enfermedades venéreas y complicaciones del embarazo y del parto; Tezcatlipoca o Titlahuacán era especialmente temible, pues se asociaba con enfermedades graves o letales; Xipe-Tótec, Nuestro Señor el Desollado, era especialista en enfermedades de la piel. Las mujeres jóvenes muertas en su primer parto eran adoptadas por Coatlicue, la diosa de la Tierra y de la Muerte, y convertidas en cihuateteo no subían al Séptimo Cielo sino que se quedaban residiendo en el Primer Cielo, desde donde bajaban a la Tierra, especialmente en los días 1-Venado en los cruces de caminos, para asustar a los hombres y producirles enfermedades a los niños, como parálisis facial, atrofia de miembros, enfermedades convulsivas y otros padecimientos neurológicos. Las cihuateteo más jóvenes eran las más malas pues se ensañaban con los niños más pequeños y hermosos, "para robarles su belleza". Hasta cuando el padecimiento era algo tan natural, como una fractura consecuencia de una caída sufrida durante el ascenso de una montaña, los aztecas lo relacionaban con una causa divina, pues sabían muy bien que era precisamente en los sitios más peligrosos de la montaña en donde moraban los chaneques y otros espíritus malignos, expertos en empujones y zancadillas. Con frecuencia el enfermo azteca no tenía conciencia de haber violado alguna ley o mandamiento religioso, o no sabía bien cuál era la deidad que había ofendido con su comportamiento, y entonces la consulta con el médico o tícitl incluía no sólo el diagnóstico y el tratamiento de la enfermedad, sino también la identificación del dios enojado. Esto era muy importante, porque los ritos sacrificios y exorcismos eran diferentes para los distintos dioses. Además de los rezos y las ceremonias religiosas correspondientes, el tícil también empleaba medios terapéuticos naturales, entre ellos principalmente la herbolaria, que entre los aztecas era extraordinariamente rica. Algunas medicinas que todavía se usan hoy provienen de la herbolaria precolombina, como la infusión de yoloxóchitl para las fiebres o la de toloache como abortivo, pero en la antigüedad se usaban muchas otras con muy distintas indicaciones. Es probable que dentro de esta riqueza 7
  • 8. tradicional todavía se puedan encontrar algunas otras sustancias con uso terapéutico real y efectivo, pero tal sugestión requiere estudios científicos críticos y religiosos. LA EFICIENCIA DE LA MEDICINA PRIMITIVA ¿Qué resultados tenían los médicos primitivos? ¿Se beneficiaban sus pacientes con las invocaciones a los dioses, las máscaras, los ritos mágicos, los sacrificios, los exorcismos y la herbolaria? En otras palabras, ¿servía para algo la medicina primitiva, o cuando el enfermo se curaba, lo hacía a pesar del diagnóstico y del tratamiento que recibía del curandero o chamán? La respuesta a estas preguntas es que los resultados de los médicos primitivos eran bastante buenos, que muchos enfermos, sus familiares y sus amigos se beneficiaban con las funciones del curandero o chamán, pero no precisamente por ellas mismas sino por otras razones, totalmente independientes de sus medidas terapéuticas, que podemos resumir en las tres siguientes: Figura 3. Manuscrito azteca tomado del libro Libellus de medicinalibus indorum herbis, de 1552. La planta Xonachton azcapayxiia, y se recomienda contra el dolor del corazón. 1) El efecto psicológico positivo de una relación médico-paciente bien llevada, en la que el enfermo, sus familiares y amigos, así como el médico, sus ayudantes y el entorno social al que todos pertenecen, comparten las mismas creencias y las mismas ideas sobre las enfermedades, sus causas y los efectos benéficos (le las medidas terapéuticas empleadas. En esta relación médico-paciente cada uno de los participantes debe desempeñar su papel con rigor y fidelidad, pues el éxito depende en gran parte de la ejecución adecuada de una liturgia preestablecida. Esto explica las máscaras y el atuendo de los chamanes, sus trances, sueños y danzas, los exorcismos y las estatuillas de los asu asirios, los ritos y encantamientos de los snw egipcios, la quema del copal, las ofrendas y las yerbas del tícitl azteca; de la misma manera, también explica el santito con la veladora prendida en la casa del Niño Fidencio, los dibujos en el piso de la choza del brujo o curandero navajo, y el título de médico enmarcado en la sala de espera y la bata blanca del médico científico contemporáneo. Cuando en la relación médico-paciente se cumplen las expectativas del enfermo, de sus familiares y de sus amigos, una buena parte del problema ya ha sido resuelta. 2) En ausencia de medidas terapéuticas que realmente las modifiquen, muchas enfermedades revelan una historia clínica característica, cada una con un principio más o menos definido, diversas manifestaciones clínicas sugestivas o hasta diagnósticas, evolución variable pero frecuentemente predecible, y un final propio, que varía desde curación habitual hasta muerte inevitable. Al conjunto de fenómenos propios y a la evolución espontánea de cada enfermedad se les conoce como su historia natural. Su relación con la eficiencia de la medicina primitiva es que, por su historia natural, muchas enfermedades tienden a curarse espontáneamente, con frecuencia a pesar de lo que se intente para acelerar su evolución favorable. Por eso se dice, con toda razón, que el catarro común o coriza se quita con tratamiento en una semana, y sin tratamiento en siete días. Cuando la medicina primitiva se enfrenta a padecimientos que de todas maneras, por su historia natural, iban a curarse (que por fortuna son la mayoría) y el paciente se cura, se anota un triunfo que en realidad no le corresponde. 3) Otro factor inespecífico que contribuye al éxito de la medicina primitiva se conoce como el efecto placebo. La palabra "placebo" proviene de la voz latina placit, que significa "complacer ". El término describe un fenómeno biológico interesante: el efecto fisiológico positivo de un agente 8
  • 9. (con frecuencia un fármaco) totalmente inerte, cuando se administra a una persona que cree y espera que tendrá el efecto deseado. Un ejemplo clásico es la disminución de la fiebre en ciertos pacientes a los que se les administra NaCl (sal), que no tiene ninguna acción conocida sobre la temperatura somática, diciéndoles que se les está dando ácido acetil-salicílico (aspirina), que es un efectivo antipirético. El efecto placebo requiere con frecuencia que el paciente esté informado de los objetivos de las medidas terapéuticas a las que se somete, pero también puede observarse en sujetos inocentes de lo que les ocurre, pero con cierta imaginación. Estos tres elementos inespecíficos, el efecto positivo de una buena relación médico-paciente, la historia natural de las enfermedades, y el efecto placebo, explican la mayor parte de los éxitos de las medicinas primitivas. El resto, que seguramente no son pocos, puede atribuirse a los conocimientos y a las prácticas empíricas de los médicos primitivos. La curación de las heridas de guerra y de otras lesiones traumáticas, el manejo de algunas complicaciones del embarazo y del parto, así como la atención de muchos padecimientos ginecológicos y pediátricos agudos, eran y siguen siendo ejemplos de la eficiencia de la medicina primitiva. Pero también debe señalarse que en no pocas ocasiones los tratamientos del sacerdote, del chamán o del brujo resultaban (y todavía resultan) desastrosos para el enfermo, en parte por lo que hacían y en gran parte también por lo que dejaban de hacer. Esto es cierto no sólo de la medicina primitiva y de su sucesora contemporánea, la medicina tradicional, sino también de todas las otras medicinas que se desarrollaron sobre bases empíricas e imaginarias a lo largo de la historia de la humanidad, hasta el surgimiento, a partir del siglo XVI, de la medicina científica. II. LA MEDICINA EN GRECIA (SIGLOS IX A I A.C.) INTRODUCCIÓN LA CIVILIZACIÓN griega se extiende desde los siglos XI o X a.C., hasta el siglo a. C., o sea un total de aproximadamente 10 siglos o 1 000 años. Lo que se conoce como la cultura griega antigua ocupa la primera mitad de ese lapso, mientras que la cultura griega clásica se desarrolló en la segunda mitad, a partir del siglo V a.C. (el llamado siglo de Pericles), y hasta el siglo I a.C. Durante la época antigua el pueblo griego integró su identidad étnica y social a partir de grupos aqueos, jonios, dorios y orientales, incluyendo fenicios y otros habitantes de las costas del Mediterráneo. Durante ese prolongado lapso los griegos recibieron múltiples y profundas influencias de culturas más antiguas, como las mesopotámicas (asiria, caldea, babilónica y persa), las de Medio Oriente (siria, israelí) y las africanas (libia, egipcia). El llamado "milagro griego", o sea el surgimiento casi explosivo en Grecia, durante el siglo V a.C., de una cultura que sentó las bases del pensamiento característico de la civilización occidental, debe gran parte de su existencia y de su estructura a las tradiciones, a las experiencias y a las ideas que los pueblos griegos recibieron y adoptaron de sus antecesores y vecinos. El conocimiento sobre los astros, los principios de la arquitectura, el manejo de la geometría y de las matemáticas, las artes de la navegación y de la guerra, los secretos de la medicina, y muchas otras cosas más, las tomaron los griegos en gran parte de sus contactos con otras culturas y procedieron a cambiarlas y a mejorarlas por medio de su genio incomparable. Pero buena parte del trabajo pionero ya estaba hecho. LA MEDICINA EN LA GRECIA ANTIGUA La medicina de la Grecia antigua no era diferente de la primitiva descrita en el capítulo 1. Tenía una sólida base mágico-religiosa, como puede verse en los poemas épicos La Ilíada y La Odisea, que datan de antes del siglo XI a.C. En ambos relatos los dioses no sólo están siempre presentes sino que conviven con los humanos, compiten con ellos en el amor y pelean con ellos en la guerra y hasta son heridos pero (claro) se curan automáticamente. No así los guerreros mortales, cuyas heridas requieren los tratamientos de la medicina primitiva, aunque ocasionalmente también se benefician de la participación de los dioses. El dios griego de la medicina era Asclepíades. Según la leyenda, Asclepíades fue hijo de Apolo, quien originalmente era el dios de la medicina, y de Coronis, una virgen bella pero mortal. Un día, Apolo la sorprendió bañándose en el bosque, se enamoró de ella y la conquistó, pero cuando Coronis ya estaba embarazada su padre le exigió que cumpliera su palabra de matrimonio con su primo Isquión. La noticia de la próxima boda de Coronis se la llevó a Apolo el cuervo, que en esos tiempos era un pájaro blanco. Enfurecido, Apolo primero maldijo al cuervo, que desde entonces 9
  • 10. es negro, y después disparó sus flechas y, con la ayuda de su hermana Artemisa, mató a Coronis junto con toda su familia, sus amigas y su prometido Isquión. Sin embargo, al contemplar el cadáver de su amante, Apolo sintió pena por su hijo aún no nacido y procedió a extraerlo del vientre de su madre muerta por medio de una operación cesárea. Así nació Asclepíades, a quien su padre llevó al monte Pelión, en donde vivía el centauro Quirón, quien era sabio en las artes de la magia antigua, de la música y de la medicina, para que se encargara de su educación. Asclepíades aprendió todo lo que Quirón sabía y mucho más, y se fue a ejercer sus artes a las ciudades griegas, con tal éxito que su fama como médico se difundió por todos lados. La leyenda señala que con el tiempo Apolo abdicó su papel como dios de la medicina en favor de su hijo Asclepíades, pero que éste fue víctima de hubris y empezó a abusar de sus poderes reviviendo muertos, lo que violaba las leyes del universo. Además, Plutón, el rey del Hades, lo acusó con Zeus de que estaba despoblando su reino, por lo que el rey del Olimpo destruyó a Asclepíades con un rayo. Figura 4. Estatua de Asclepíades, copia romana de un original griego. Museo Capitolino, Roma. Una parte de la medicina de la Grecia antigua giraba alrededor del culto a Asclepíades. Entre las ruinas griegas que todavía pueden visitarse hoy, algunas de las mejor conservadas y más majestuosas se relacionan con este culto. En Pérgamo, Efeso, en Epidauro, en Delfos, en Atenas y en otros muchos sitios más, existen calzadas, recintos y templos así como estatuas, lápidas y museos enteros que atestiguan la gran importancia de la medicina mágico- religiosa entre los griegos antiguos. Los pacientes acudían a los centros religiosos dedicados al culto de Aslepíades, en donde eran recibidos por médicos sacerdotes que aceptaban las ofrendas y otros obsequios que traían, anticipando su curación o por lo menos alivio para sus males. En Pérgamo y en otros templos los enfermos dejaban sus ropas y se vestían con túnicas blancas, para pasar al siguiente recinto, que era una especie de hotel, con facilidades para que los pacientes pasaran ahí un tiempo. En Epidauro las paredes estaban decoradas con esculturas y grabados en piedra, en donde se relataban muchas de las curas milagrosas que había realizado el dios; los pacientes aumentaban sus expectativas de recuperar su salud con la ayuda de Asclepíades. Cuando les llegaba su turno eran conducidos a la parte más sagrada del templo, el abatón, en donde estaba la estatua del dios, esculpida en mármol y oro. Ahí se hacían las donaciones y los sacrificios, y llegada la noche los enfermos se dormían, sumidos en plegarias a Asclepíades en favor de su salud; en otros Santuarios los enfermos llegaban directamente al recinto sagrado y ahí pasaban la noche. En este lapso, conocido como incubatio por los romanos, se aparecían Asclepíades y sus colaboradores (sus hermanas divinas, Higiene y Panacea, así como los animales sagrados, el perro y la serpiente) se acercaban al paciente en su sueño y procedían a examinarlo y a darle el tratamiento adecuado para su enfermedad. En los orígenes del culto prevalecían los encantamientos y las curas milagrosas, pero con el tiempo las medidas terapéuticas se hicieron cada vez más naturales: las úlceras cutáneas cerraban cuando las lamía el perro, las fracturas óseas se consolidaban cuando el dios aplicaba férulas y recomendaba reposo, los reumatismos se aliviaban con baños de aguas termales y sulfurosas, y muchos casos de esterilidad femenina se resolvieron favorablemente gracias a los consejos prácticos de Higiene. En la Grecia antigua, el médico o iatros era un sacerdote del culto al dios Asclepíades, y su actividad profesional se limitaba a vigilar que en los santuarios se recogieran las ofrendas y los 10
  • 11. donativos de los pacientes, se cumplieran los rituales religiosos prescritos, y quizá a ayudar a algún enfermo incapacitado a sumergirse en el baño recomendado, o a aconsejar a una madre atribulada sobre lo que debía hacerse para controlar las crisis convulsivas de su hijo. Aunque el iatros era el equivalente del brujo o chamán de la medicina primitiva, del asu asirio, del snw egipcio y del tícitl azteca, sus funciones estaban mucho más restringidas que las de sus mencionados colegas, porque él pertenecía a una sociedad mucho más estratificada y a una disciplina profesional mucho más rigurosa. En los museos de Éfeso, Pérgamo, Epidauro y Atenas (y en muchos otros museos griegos), y también en el Museo del Louvre, en París, en el Museo Británico, en Londres, en el Museo Alemán, en Munich, en el Museo de San Carlos, en México, y seguramente en muchos otros museos de otros piases del hemisferio occidental, hay hermosas estatuas de Asclepíades, el antiguo dios griego de la medicina, que se conoció como Esculapio entre los romanos. En mi efigie favorita aparece como un hombre atlético y maduro, con pelo y barba rizados, apenas cubierto por su túnica y recargado en un caduceo en el que se enrosca una gruesa serpiente. Su imagen es claramente primitiva y no hay duda de que pertenece a un mundo ya desaparecido desde hace muchísimo tiempo. Sin embargo, su influencia en el ejercicio de la medicina duró más de 1 000 años, en vista de que se inició en el mundo antiguo y se prolongó en la Grecia clásica, se mantuvo en la época de Alejandro Magno, siguió durante Imperio romano y con él llegó hasta el Medio Oriente, en donde persistió hasta los principios de la Edad Media, después de la caída del Imperio bizantino y con la conquista de Constantinopla por los árabes. Durante todo este prolongado lapso las ideas médicas mágico-religiosas de los asclepíades y las práctica asociadas con ellas prevalecieron en el mundo occidental, o por lo menos coexistieron con otros conceptos y manejos diferentes de las enfermedades, que fueron surgiendo con el tiempo pero que no tuvieron la misma fuerza para sobrevivir. Uno de ellos fue el sistema médico asociado con el nombre de Hipócrates de Cos, quien vivió a principios del siglo V a.C. LA MEDICINA EN LA GRECIA CLÁSICA Platón se refiere a Hipócrates como un médico perteneciente a los seguidores de Asclepíades, y aparte de otras breves referencias por otros autores contemporáneos, eso es todo lo que se sabe de él. Pero aunque su figura es casi legendaria, su nombre se asocia Con uno de los descubrimientos más importantes en toda la historia de la medicina: que la enfermedad es un fenómeno natural. Como hemos mencionado, la medicina primitiva se basa en el postulado de que la enfermedad es un castigo divino, o una hechicería, o la posesión del cuerpo del paciente por un espíritu maligno, o la pérdida del alma, o varias otras cosas mas, que tienen todas un elemento común: se trata de fenómenos sobrenaturales. De hecho, ésa es la razón por la que 105 antropólogos la conocen como medicina primitiva. Pues bien, la tradición ha consagradas a Hipócrates como el defensor del concepto de que las enfermedades no tienen origen divino sino que sus causas se encuentran en el ámbito de la naturaleza, como por ejemplo el clima, el aire, la dieta, el sitio geográfico, etc. En el tratado sobre La enfermedad sagrada, o sea la epilepsia, que data del siglo V a.C., el autor dice: Voy a discutir la enfermedad llamada "sagrada". En mi opinión, no es más divina o más sagrada que otras enfermedades, sino que tiene una causa natural, y su supuesto origen divino se debe a la inexperiencia de los hombres, y a su asombro ante su carácter peculiar. Mientras siguen creyendo en su origen divino porque son incapaces de entenderla, realmente rechazan su divinidad al emplear el método sencillo para su curación que adoptan, que consiste en purificaciones y encantamientos. Pero si va a considerarse divina nada más porque es asombrosa, entonces no habrá una enfermedad sagrada sino muchas, porque demostraré que otras enfermedades no son menos asombrosas y portentosas, y sin embargo nadie las considera sagradas. La postura de la escuela hipocrática, de renunciar a explicaciones sobrenaturales sobre las enfermedades y de buscar sus causas en la naturaleza, no ocurrió en el vacío. Desde un siglo antes algunos filósofos del mundo griego habían empezado a intentar responder preguntas fundamentales sobre la naturaleza sin tomar recurso en los dioses; como precedieron a Sócrates se les conoce en su conjunto como los filósofos presocráticos. Los primeros surgieron en Mileto, un próspero puerto en el Egeo (hoy en Turquía), que entonces poseía una población internacional 11
  • 12. en la que comerciaban e intercambiaban ideas griegos, egipcios, persas, libios y otros habitantes del Mediterráneo. Los filósofos eran hombres libres, estudiosos de la astronomía, la geografía y la navegación, e interesados también en la política. Miraban al mundo que los rodeaba y se preguntaban por su naturaleza, por sus causas y por su esencia. Las respuestas que formulaban eran especulativas pero excluían a la mitología, no aceptaban explicaciones sobrenaturales. El primero de ellos fue Tales, quien predijo el eclipse del año 585 a.C., por lo que sabemos que estaba vivo en el siglo VI a.C. A la pregunta: "¿De qué está formado el Universo?", Tales respondió: "De agua." Era una respuesta basada en su experiencia, pues había estado en Egipto y observado la forma como el ciclo anual del Nilo se asocia con la agricultura y el florecimiento del desierto. Tales asoció el agua con la vida y le pareció que era el elemento que podía dar origen a todo lo demás. Una generación más tarde, Anaximandro contestó a la misma pregunta señalando que el elemento primario no era el agua sino el apeiron, una sustancia más primitiva y no perceptible por nuestros sentidos, lo que daba origen tanto al agua como al aire, al fuego y a la tierra, que son las sustancias que forman el Universo. Otro filósofo contemporáneo, su discípulo Anaxímenes, opinó que la sustancia que forma todas las demás del Universo es el aire, y que lo hace a través de los procesos de condensación y rarefacción. Había otras muchas teorías para explicar varios fenómenos naturales, como los truenos y los rayos, los temblores, los cometas, el arco iris, etc., varias contradictorias entre sí pero todas coincidiendo en buscar las causas y los mecanismos dentro de la misma naturaleza y sin la participación de los dioses. De modo que cuando los médicos hipocráticos empezaron a rechazar la existencia de enfermedades divinas lo hicieron en un ambiente en donde tales ideas ya no eran extrañas. Pero hay otro antecedente histórico del concepto natural de las enfermedades, que probablemente también influyó en la postura opuesta a lo sobrenatural de los médicos hipocráticos. Se trata de una idea originada en Egipto por lo menos 1 000 años antes para explicar algunas enfermedades; los snw imaginaron que en el contenido intestinal se generaba un principio patológico, un agente capaz de pasar al resto del organismo a través de los metu o canales que comunicaban a los distintos aparatos y sistemas entre sí, y de producir trastornos más o menos graves en ellos. Este principio se conoció como wdhw y quizá representa el primer intento en la historia de la cultura occidental de explicar varios síntomas y hasta ciertas enfermedades sin la ayuda de los dioses o de fuerzas sobrenaturales. Naturalmente, el whdw era totalmente imaginario, pero en este caso la imaginación se mantuvo dentro de lo posible en el mundo de la realidad. La idea del whdw tuvo consecuencias importantes entre los snw, quienes basaron gran parte de sus medidas profilácticas y terapéuticas en ella: los snw recomendaban a los sujetos sanos que se hicieran 2 o 3 enemas al mes, para evitar la aparición de whdw, y desde luego los enfermos eran sometidos a este tratamiento con mucha mayor frecuencia. El concepto del whdw pasó de Egipto a la Grecia antigua, y sus resonancias influyeron a los médicos hipocráticos. HIPÓCRATES Tradicionalmente se considera a Hipócrates de Cos el "padre de la medicina" y se le atribuye la autoría del llamado Juramento hipocrático, de un popular libro sobre Aforismas, de cierto número de los textos que forman el Corpus Hipocraticum, así como el hecho de insistir en la observación como base de la práctica clínica, o sea el método hipocrático. Pero la verdad es que se sabe muy poco del Hipócrates histórico, excepto que vivió en el siglo V a.C., que era originario de Cos, que era un médico reconocido y miembro de los asclepíades, que tomaba alumnos y les enseñaba el arte de la medicina; todo lo demás que se dice de Hipócrates es leyenda. Desde luego, el Juramento hipocrático es un documento de origen pitagórico (véase el Apéndice I), los Aforismas son una colección de consejos y observaciones médicas que se han ido acumulando a lo largo de siglos, y el Corpus Hipocraticum es una colección de cerca de 100 libros sobre medicina que se escribieron en forma anónima durante los siglos V y IV a.C., algunos hasta probablemente después. El contenido de estos textos es muy variable, algunos son teóricos y muy generales, otros tratan de distintos aspectos especializados de la práctica médica, otros de cirugía, y otros más son series de casos clínicos breves sin conexión alguna entre sí. Como era de esperarse en una colección tan heterogénea, hay distintas teorías para explicar los mismos fenómenos y numerosas contradicciones, no sólo entre distintos libros sino hasta en un mismo texto. Hasta el siglo pasado se creía que varios de ellos (los más antiguos) habían sido escritos por el propio Hipócrates o sus discípulos directos, pero investigaciones más recientes han demostrado que tal 12
  • 13. creencia es infundada. Lo que el Corpus Hipocraticum sí representa es un resumen del ejercicio entre los griegos de un tipo de medicina, que puede llamarse racional, a partir del siglo V a.C. y hasta el ocaso del helenismo. Al mismo tiempo que la medicina racional, en la Grecia clásica persistió la práctica de la medicina primitiva o sobrenatural, ejercida por los iatros especializados en los templos de Asclepíades, y al mismo tiempo otra medicina todavía más primitiva, a cargo de magos y charlatanes itinerantes, demiurgos que iban de ciudad en ciudad anunciando sus pócimas maravillosas y prometiendo toda clase de curaciones y milagros. De hecho, algunos de los libros del Corpus Hipocraticum fueron escritos para combatir a los que practicaban esa forma de medicina, ya que en Grecia no había reglamentación alguna del ejercicio profesional. Tampoco había escuelas de medicina, de modo que si un joven deseaba hacerse médico buscaba a un miembro distinguido de la profesión que lo aceptara como aprendiz; la regla era que fuera admitido a cambio de una remuneración, con lo que el maestro quedaba obligado a impartirle su ciencia y su arte al alumno durante el tiempo que fuera necesario. Figura 5. Representación de Hipócrates en un manuscrito bizantino; el libro que sostiene dice: " La vida es corta, el arte es largo ". III.LA MEDICINA EN EL IMPERIO ROMANO (SIGLOS III A.C. A VI D.C.) INTRODUCCIÓN EN EL año 332 a.C., después de la conquista de Egipto, cuando Alejandro Magno buscaba un sitio para fundar una de las 17 Alejandrías que estableció durante sus campañas de conquista en Oriente, tuvo un sueño en el que un hombre viejo recitaba unos versos sobre una isla llamada Faros. Convencido de que el viejo de su sueño había sido Homero, que le aconsejaba el mejor sitio para su nueva ciudad, Alejandro visitó la isla, situada cerca de la orilla del Mediterráneo, al oeste del delta del Nilo, pero resultó demasiado pequeña para sus planes. Entonces escogió la costa de Egipto que estaba frente a la isla y ahí fundó su ciudad, que creció rápidamente. Alejandro nunca la vio, porque unos tres meses después inició su viaje a la India y sólo regresó después de su muerte, a ocupar su mausoleo. Cuando murió Alejandro, en el año 323 a.C., tres de sus generales macedonios fundaron dinastías importantes para el desarrollo ulterior de la cultura helenística: Antígono I, en Asia Menor y Macedonia, Seleuco I, en Mesopotamia, y Ptolomeo Soter, en Egipto. Este último estableció la XXXI Dinastía de los Ptolomeos, se proclamó faraón y tomó residencia en Alejandría; la ciudad se hizo rica gracias al intenso comercio marítimo que sostenía con el resto de las poblaciones mediterráneas, y por la misma razón era cosmopolita. En sus calles se mezclaban griegos, macedonios, sirios, persas, romanos, judíos, árabes y hasta algunos egipcios; a pesar de su localización geográfica, Alejandría tuvo muy poco que ver con el resto de Egipto. Durante el reinado de Ptolomeo I, que duró casi 50 años, se establecieron las tres instituciones que harían a esa ciudad tan importante como Roma en los siglos III-I a.C., y que le darían un sitio privilegiado en la historia de la cultura occidental: el faro, el museo y la biblioteca. El faro de Alejandría, que se dice alcanzaba casi 150 m de altura (¡) terminaba con una estatua de Ptolomeo I de más de 7 m de altura que se movía con el viento, o sea que funcionaba como veleta; considerado como una de las siete maravillas del mundo, se derrumbó con un temblor en 13
  • 14. el siglo XIV. La casa de las Musas o Museo, construido y sostenido en su totalidad con fondos reales, funcionaba como un instituto de investigación humanística, artística y científica, abierto a los estudiosos de prestigio y a sus alumnos sin restricciones ni geográficas ni raciales. La Biblioteca se inició adquiriendo colecciones famosas y se enriqueció gracias a ciertas leyes arbitrarias; por ejemplo todos los viajeros que llegaban a la ciudad debían declarar y entregar los libros que poseían, el Estado los copiaba, devolvía las copias a los propietarios y se quedaba con los originales. De esta manera, la biblioteca alcanzó dimensiones legendarias; se dice que llegó a tener más de 700 000 libros (o rollos de papiro). Esto, junto con las espléndidas instalaciones del Museo, atrajo a literatos, filósofos, artistas y científicos, entre los que estuvieron Calímaco, Apolonio de Rodas, Teócrito de Siracusa, Erastótenes de Cirena, Euclides y su alumno Arquímedes de Siracusa, y para nuestro interés, que es la historia de la medicina, Herofilo de Calcedonia y Erasístrato de Chios. HERÓFILO Y ERASÍSTRATO Según Galeno, Herófilo fue el primero en disecar tanto animales como seres humanos, lo que seguramente se refiere a disecciones públicas, ya que Diocles de Caristo probablemente ya lo había hecho un siglo antes en Atenas. Herófilo era un profesor muy popular que escribió libros acerca de anatomía, ojos y los partos, pero sus escritos se perdieron; de todos modos, sus contribuciones fueron numerosas. Reconoció que el cerebro es el sitio de la inteligencia (en lugar del corazón, como creía Aristóteles ) distinguió entre los nervios motores y los sensoriales, describió las meninge y dejó su nombre en la presa de Herófilo, separó al cerebro del cerebelo, identificó el cuarto ventrículo y bautizó al calamus scriptorius porque le recordó a la pluma con que escribían los griegos de entonces. También les dio su nombre a la próstata y al duodeno, distinguió entre arterias y venas, y describió los vasos quilíferos. Erasistrato era más joven pero contemporáneo de Herófilo y sus obras también se perdieron; lo que se sabe de él se debe a Galeno, quien escribió dos libros en su contra. Erasístrato profesaba la medicina racionalista y se oponía a todo tipo de misticismo, aunque concebía que la naturaleza actuaba en forma externa para configurar las funciones del organismo; en esto se oponía al concepto de "esencia" de Aristóteles, que actuaba como una fuerza interna o innata Erasístrato concebía que los tejidos estaban formados por una malla fina de arterias, venas y nervios, pero pensó que en algunos los intersticios se llenaban con el parénquima. Trazó el origen de los nervios primero a la dura madre, pero posteriormente se corrigió e identificó al cerebro como su terminación; consideró que los ventrículos cerebrales contenían un espíritu animal y que los nervios lo conducían a los tejidos. Pensó que, en el corazón, el ventrículo derecho contenía sangre y el izquierdo espíritu vital o pneurna; durante la diástole llegaría sangre al ventrículo derecho y pneuma al izquierdo, que se expulsarían en la sístole. Erasístrato nombró a la válvula tricúspide y señaló con claridad la función de las dos válvulas aurículo-ventriculares y de las semilunares; según Singer, también imaginó la comunicación entre venas y arterias para explicar por qué las arterias aparecen vacías en el cadáver y sin embargo sangran cuando se cortan en el vivo. Por eso ciertos historiadores concluyen que Erasístrato estuvo a punto de descubrir la circulación sanguínea, lo que no ocurrió sino hasta 1628. Celso (ca. 30 a.C.), Tertuliano (155-222 d.C.) y san Agustín (354-430 d.C.) acusaron a Herófilo y a Erasístrato de haber disecado hombres vivos, criminales condenados a muerte que les fueron facilitados por el faraón; Tertuliano dice que Herófilo era "un carnicero que disecó a 600 personas vivas". Tales acusaciones son poco probables, si consideramos que: 1) siempre ha habido prejuicios, especialmente religiosos, en contra de las disecciones y a través de la historia se han hecho acusaciones semejantes a otros anatomistas, como Carpi, Vesalio y Falopio; 2) ninguno de los acusadores era médico y dos de ellos eran religiosos, 3) nadie más repitió la acusación, incluyendo a Galeno, quien criticó a los anatomistas alejandrinos por otras muchas razones. Al cabo de un siglo de gran productividad humanística y científica, la energía alejandrina empezó a agotarse. En el año 95 d.C., durante una revuelta entre griegos y judíos el Museo fue destruido. Aunque se cambió a un templo cercano, en el año 391 una turba cristiana saqueó el templo, quemó la biblioteca y convirtió los restos en una iglesia. Del museo y de la biblioteca no quedó nada ROMA Desde hacía un par de siglos la vida cultural se había mudado a Roma. Al librarse de la dominación etrusca, a fines del siglo V a.C., Roma inició una serie de cambios políticos y 14
  • 15. legislativos que llevaron a los plebeyos a alcanzar la igualdad con los patricios en el laño 287 a.C. El último bastión etrusco, la ciudad de Veii, muy cercana a Roma, fue conquistado en 392 a.C., con lo que Roma casi duplicó su tamaño. En el año 387 a.C. los galos derrotaron al ejército romano, invadieron e incendiaron Roma, pero ésta se recuperó y para el año 338 a.C., no sólo había expulsado a los galos sino que dominaba todo el territorio central de Italia. El enfrentamiento con Pirro, rey de Epiro, terminó con su fainosa victoria "pírrica", que lo obligó a retirarse a Sicilia en el año 275 a.C., con lo que Roma dominó desde el río Po en el norte hasta la punta de la bota italiana. Las tres guerras púnicas, que con intervalos ocuparon a Roma durante más de 100 años (264-146 a.C.) y terminaron con la destrucción de Cartago, así como las tres guerras macedonias y la campaña de España, que ocurrieron en el mismo lapso (215-134 a.C.) tuvieron como consecuencia la expansión de Roma fuera de la península de Italia. La organización administrativa y política de la República romana había surgido de las necesidades y aspiraciones de Roma como Ciudad-Estado, pero el crecimiento desmesurado requería otra estructura, que no tardó en imponerse en forma del Imperio romano. La medicina en Roma también tuvo un desarrollo inicial esencialmente religioso. En los altos del Quirinal había un templo a Dea Salus, la deidad que reinaba sobre todas las otras relacionadas con la enfermedad, entre las que estaban Febris, la diosa de la fiebre, Uterina, que cuidaba de la ginecología, Lucina, encargada de los partos, Fessonia, señora de la debilidad y de la abstenía, etc. Plinio el Viejo dice con orgullo que la antigua Roma era sine medicis... nec tamen sine medicina, o sea "saludable sin médicos pero no sin medicina". El estado de la práctica médica en esos tiempos puede apreciarse por la recomendación de Catón para reducir luxaciones: recitar huant hanat huat ista pista sista domiabo damnaustra, lo que no quiere decir absolutamente nada, y por su panacea para las heridas: aplicar col molida. Como en otras culturas, la medicina sobrenatural romana conservó su vigencia y su popularidad hasta mucho después de la caída del Imperio romano; su naturaleza esencialmente religiosa le permitió integrarse con las teorías médicas que surgieron en el Imperio bizantino y que prevalecieron durante toda la Edad Media. En el año 293 a.C. una terrible plaga asoló Roma. Alarmados por su gravedad e indecisos sobre la solución, los ancianos consultaron los libros sibilinos; la respuesta fue que buscaran la ayuda del dios griego Asclepios, en Epidauro. La leyenda dice que se envió un navío especial, que el dios aceptó la solicitud y viajó a Roma en forma de serpiente, que cuando llegó se instaló en una isla del Tíber, y que la plaga terminó. Los romanos agradecidos le construyeron un templo al dios y lo conocieron con el nombre de Esculapio. El primer médico griego que llegó a Roma en el año 219 a.C. se llamaba Archágathus y al principio tuvo mucho éxito, pero como se inclinaba a usar el bisturí y el cauterio con excesiva frecuencia, su popularidad decayó. Casi un siglo más tarde otro médico griego, Asclepíades de Prusa (124-50 a.C.) conquistó a la sociedad romana con su oratoria brillante, su parsimonia terapéutica y su oposición a las sangrías. Asclepíades adoptó la teoría atomista de Demócrito, que Lucrecio había puesto de moda en esa época con su poema De re natura, pero no insistía en los aspectos más teóricos de la medicina griega sino más bien en el manejo práctico de cada paciente; de todos modos, sus sucesores lo consideraron como el iniciador de una escuela opuesta al humoralismo hipocrático, que se conoció como el metodismo (vide infra). Asclepíades manejaba una terapéutica mucho menos agresiva que la de los otros médicos griegos: sus dietas siempre coincidían con los gustos de los pacientes, evitaba purgantes y eméticos, recomendaba reposo y masajes, recetaba vino y música para la fiebre y sus remedios eran tan simples que le llamaban el "dador de agua fría". Es interesante que Asclepíades no llegó a Roma como médico sino como profesor de retórica, pero como no tuvo éxito en esta ocupación decidió probar su suerte con la medicina, o sea que no tenía ninguna educación como médico antes de empezar a ejercer como tal. Su éxito revela el carácter eminentemente práctico de la medicina romana, lo que también explica que otro lego en la profesión, Aulio Cornelio Celso (ca. 30 a.C. 50 d.C.) haya escrito De Medicina, el mejor libro sobre la materia de toda la antigüedad. Este libro formaba parte de una enciclopedia, De Artibus, que también trataba de agricultura, jurisprudencia, retórica, filosofía, artes de la guerra y quizá otras cosas más, pero que se perdieron. Por fortuna, en 1426 (!13 siglos después!) se encontraron dos copias completas de De Medicina, que fue el primer libro médico que se imprimió con el invento de Gutenberg, en 1478, y el único texto completo de medicina que nos llegó de la antigüedad, porque (según Majno) el papiro de Smith se detiene en la cintura y el Corpus Hipocráticum es una mezcla caótica de textos de muy distinto valor. CELSO El libro de Celso es hipocrático pero está enriquecido con conceptos alejandrinos y también hindúes. Está dividido en tres partes, según la terapéutica utilizada: dietética, farmacéutica y quirúrgica. Celso describe y critica a los empiristas y a los metodistas, porque los primeros 15
  • 16. pretenden curar todas las enfermedades con drogas, mientras los segundos se limitan a dieta y ejercicios. De Medicina contiene suficiente anatomía para convencernos de que Celso estaba al día en esta materia, pero no demasiada porque el libro estaba dirigido al médico práctico. Entre las causas de las enfermedades menciona las estaciones, el clima, la edad del paciente y su constitución física. Los síntomas discutidos, como fiebre, sudoración, salivación, fatiga, hemorragia, aumento o pérdida de peso, dolor de cabeza, orina espesa, y muchos otros, se analizan conforme a la tradición hipocrática; la descripción de los distintos tipos de paludismo es magistral. En otras páginas se encuentran el lethargus, enfermedad caracterizada por sueño invencible que progresa rápidamente hacia la muerte, la tabes, que seguramente incluye a la tuberculosis y otras formas de caquexia, las jaquecas de distintos tipos, el asma, la disnea, la neumonía, las enfermedades renales, las gástricas, las hepáticas, las diarreas, etc. Las medidas dietéticas e higiénicas que recomienda Celso para estos padecimientos son hipocráticas: ejercicio moderado, viajes frecuentes estancias en el campo, abstención de ejercicios violentos, de relaciones sexuales y de bebidas embriagantes. Deben evitarse los cambios bruscos de dieta o de clima, y preferirse las medidas para bajar de peso (una comida al día, purgas frecuentes, baños en agua salada, menos horas de sueño, gimnasia y masajes); las recomendaciones dietéticas ocupan la mitad del segundo libro y la hidroterapia se discute extensamente. Celso divide las drogas conocidas según sus efectos en purgantes, diaforéticas, diuréticas, eméticas, narcóticas, etc.; la acción anestésica del opio y la mandrágora (que con, tiene escopolamina y hioscianina) ya era bien conocida. La mejor parte del libro de Celso es la quirúrgica, que ocupa los libros VII y VIII, en ella dice: La tercera parte del arte de la medicina es la que cura con las manos [...] no omite medicamentos y dietas reguladas, pero hace la mayor parte con las manos [...] El cirujano debe ser joven o más o menos, con una mano fuerte y firme que no tiemble, listo para usar la izquierda igual que la derecha, con visión aguda y clara, y con espíritu impávido. Lleno de piedad y de deseos de curar a su paciente, pero sin conmoverse por sus quejas o sus exigencias de que vaya más aprisa o corte menos de lo necesario; debe hacer todo como silos gritos de dolor no le importaran. Celso discute el manejo de las heridas y señala que las dos complicaciones más importantes son la hemorragia y la inflamación, lo que era realmente infección. Para la hemorragia recomienda compresas secas de lino, que deben cambiarse varias veces si es necesario, y si la hemorragia no cesa, entonces mojarlas en vinagre antes de aplicarlas. Pero si todo esto falla, hay que identificar la vena que está sangrando, ligarla en dos sitios y seccionaría entre las ligaduras. Celso recomienda aplicar a la herida distintos medicamentos compuestos de acetato de cobre, óxido de plomo, alumbre, mercurio, sulfuro de antimonio, carbón seco, cera y resma de pino seca, mezclados en aceite y vinagre; otros componentes recomendados (Celso propone 34 fórmulas diferentes) son sal, pimienta, cantáridas, vino blanco, clara de huevo, ceniza de salamandra, heces de lagartija, de pichón, de golondrina y de oveja. LA MEDICINA ROMANA La medicina romana era esencialmente griega, pero los romanos hicieron tres contribuciones fundamentales: 1) los hospitales militares, 2) el saneamiento ambiental, y 3) la legislación de la práctica y de la enseñanza médica. 1) Los hospitales militares o valetudinaria se desarrollaron como respuesta a una necesidad impuesta por el crecimiento progresivo de la República y del Imperio. Al principio, cuando las batallas se libraban en las cercanías de Roma, los enfermos y heridos se transportaban a la ciudad y ahí eran atendidos en las casas de los patricios; cuando las acciones empezaron a ocurrir más lejos, sobre todo cuando la expansión territorial sacó a las legiones romanas de Italia, el problema de la atención a los heridos se resolvió creando un espacio especialmente dedicado a ellos dentro del campo militar. La arquitectura de los valetudinaria era siempre la misma: un corredor central e hileras a ambos lados de pequeñas salas, cada una con capacidad para 4 o 5 personas Estos hospitales fueron las primeras instituciones diseñadas para atender heridos y enfermos; los hospitales civiles se desarrollaron hasta el siglo IV d.C., y fueron producto de la piedad cristiana. 2) El saneamiento ambiental se desarrolló muy temprano en Roma, gracias a las obras de la cloaca máxima, un sistema de drenaje que se vaciaba en el río Tíber y que data del siglo VI a.C. En la Ley de las Doce Tablas (450 a.C.) se prohiben los entierros dentro de los límites de la ciudad, se recuerda a los ediles su responsabilidad en la limpieza de las calles y en la distribución 16
  • 17. del agua. El aporte de agua se hacía por medio de 14 grandes acueductos que proporcionaban más de 1 000 millones de litros de agua al día, y la distribución a fuentes, cisternas y a casas particulares era excelente, pero en los barrios menos opulentos no tan buena. El agua se usaba para beber y para los baños, una institución pública muy popular y casi gratuita; también se colectaba el agua de la lluvia, que se usaba para preparar medicinas. En general, las condiciones de higiene ambiental en Roma eran tan buenas como podía esperarse de un pueblo que desconocía por completo la existencia de los microbios. 3) Durante la República la mayoría de los médicos eran esclavos o griegos, o sea, sujetos en una posición subordinada, pero en el Imperio (ca. 120 d.C.) Julio César concedió la ciudadanía a todos lo que ejercieran la medicina en Roma. Figura 6. Reconstrucción de un hospital militar romano, valetudinaria, que forma parte de un campamento en la frontera (tomado de Majno). Además, se estableció un servicio médico público, en el que la ciudad contrataba a uno o más médicos (archiatri) y les proporcionaba local e instrumentos para que atendieran en forma gratuita a cualquier persona que solicitara su ayuda. Los salarios de estos profesionales los fijaban los consejeros municipales. También se organizó el servicio médico de la casa imperial, y muchos de los patricios retenían en forma particular a uno o más médicos para que atendieran a sus familias. Con el tiempo también se legisló que la elección de un médico al servicio público debería ser aprobada por otros siete miembros de ese servicio. Las plazas eran muy solicitadas porque los titulares estaban exentos de pagar impuestos y de servir en el ejército. El gobierno los estimulaba a que tomaran estudiantes, por lo que podían recibir ingresos adicionales. Entre los médicos griegos y romanos que ejercían en el Imperio se distinguían cuatro sectas o escuelas, basadas en sus diferentes posturas filosóficas, teóricas y prácticas: 1) Los dogmáticos reconocían como su fundador a Herófilo, aprobaban el estudio de la anatomía por medio de las disecciones, consideraban que las teorías sobre las causas de la enfermedad eran la esencia del la medicina (desequilibrio de los elementos, de los humores del pneuma; migración de la sangre a los vasos que llevan el pneuma; bloqueo de los canales del cuerpo por "átomos"' etc.). Sus enemigos los caracterizaban como más "habladores" que "hacedores", y decían que pasaban más tiempo discutiendo que viendo al paciente. Los dogmáticos decían que la confirmación de sus doctrinas se encontraba en el Corpus Hipocraticum y que el mismo Hipócrates había sido un dogmático. 2) Los empíricos nombraban a Erasístrato como su antecesor y se oponían a las disecciones porque rechazaban la importancia de la anatomía en la medicina. Su postura era que no deberían buscarse las causas de las enfermedades, porque las inmediatas eran obvias y las oscuras eran imposibles de establecer; por lo tanto, la comprensión de cosas como el pulso, la digestión o la respiración era inútil. Lo más importante en medicina era la experiencia personal del médico con su paciente, y lo que debía hacer es recoger los síntomas y tratarlos uno a uno usando los remedios que ya se habían demostrado efectivos en el pasado. Al igual que los dogmáticos, los empíricos alegaban que Hipócrates y el Corpus Hipocraticum estaban de su lado. 3) Los metodistas también rechazaban todas las hipótesis y teorías sobre las causas de la enfermedad, pero en cambio sostenían que sólo había unas cuantas circunstancias que eran comunes a muchas enfermedades, que debían ser manejadas principalmente por medio de dietas. Naturalmente, estaban convencidos de que Hipócrates y toda su escuela habían sido esencialmente metodistas. 4) Los neumatistas eran inicialmente dogmáticos pero se separaron de esa secta porque consideraron que la sustancia fundamental de la vida era el pneuma y que la causa única de las enfermedades eran sus trastornos en el organismo, desencadenados por un 17
  • 18. desequilibrio de los humores. Éste era el panorama del ejercicio de la medicina en Roma cuando apareció Galeno. GALENO Claudio Galeno(130-200 d.C.) nació en Pérgamo, tres años después de que esa hermosa ciudad griega hubiera sido conquistada por los romanos. Su padre Nicón era un arquitecto a quien Galeno describió como inteligente, controlado y generoso; su modelo de pensamiento eran las matemáticas y descreía de las opiniones emocionales que no podían demostrarse con precisión lógica. Nicón cuidó que la educación de su hijo fuera completa en griego, autores clásicos, retórica, dialéctica y filosofía, pues esperaba que se convirtiera en un filósofo profesional. Sin embargo, una noche soñó que el dios Asclepio (cuyo majestuoso templo se estaba construyendo entonces en Pérgamo) le ordenaba que su hijo estudiara medicina, por lo que a los 16 años de edad Galeno ingresó como aprendiz con Sátiro, un médico local. Cinco años después murió Nicón, dejándole a Galeno recursos suficientes para que nunca tuviera preocupaciones económicas. A los 21 años de edad Galeno viajó para seguir estudiando medicina, primero a Esmirna, después a Corinto y finalmente a Alejandría, en donde permaneció más tiempo estudiando anatomía, en la que llegó a ser un experto a pesar de que no realizó disecciones en humanos. Al cabo de casi 12 años de ausencia, Galeno regresó a Pérgamo y fue nombrado cirujano de los gladiadores, puesto que desempeñó con gran éxito pues, según él mismo señala: "Muchos habían muerto en los años anteriores y ninguno de los que yo traté falleció..." Al cabo de tres años, Galeno viajó a Roma donde (con una breve ausencia de un par de años) permaneció el resto de su vida. Allí tuvo un gran éxito, al principio como anatomista y experimentador, y posteriormente como médico y polemista. Pero en lo que no tiene paralelo en la historia es como autor: sus escritos son los más voluminosos de toda la antigüedad. Ocupan 22 gruesos volúmenes en la única edición que existe, con 2.5 millones de palabras, pero sólo reúnen dos terceras partes de la obra, pues el resto se ha perdido. En su obra existen 9 libros de anatomía, 17 de fisiología, 6 de patología, 14 de terapéutica, 30 de farmacia, 16 sobre el pulso, etc. Galeno abarca absolutamente toda la medicina, que conoce mejor que nadie; todos los que no están de acuerdo con él son ignorantes, estúpidos o las dos cosas, y lo dice con absoluta claridad. Su ídolo es Hipócrates, cuyos escritos conoce mejor que nadie y además los interpreta con la mayor fidelidad. En la discusión de cualquier tema, Galeno adopta con frecuencia la misma estrategia: primero identifica a su contrincante y resume la opinión que va a demoler, sin dejar pasar la oportunidad de calificarlo de absurdo, débil mental o algo peor; después invoca a Hipócrates y señala dónde su víctima se aparta o hasta contradice al sabio de Cos, y finalmente procede a detallar en forma sistemática y contundente la verdad acerca del tema en cuestión, citando copiosamente a Hipócrates y también con frecuencia intercalando sus propias interpretaciones, que, en su opinión, son fielmente hipocráticas y totalmente correctas. Los textos de Galeno representan una síntesis del conocimiento médico antiguo y algo más; contienen no uno sino varios esquemas generales que posteriormente fueron copiados, interpretados, comentados y elaborados por un ejército de traductores y comentaristas a lo largo de toda la Edad Media y hasta el Renacimiento. En un ambiente en donde el dogma era la autoridad y los libros clásicos eran el dogma, la palabra de Galeno se transformó en la última corte de apelación de todas las discusiones en medicina hasta la época de Vesalio (1543). igura 7. Representación medieval de Galeno. 18
  • 19. Combinando las ideas humorales hipocráticas con las antiguas teorías pitagóricas de los cuatro elementos, a los que agregó su propio concepto de un pneuma presente en todas partes, Galeno procedió a explicar absolutamente todo. Abandonó la anotación cuidadosa de los hechos, tan importante para Hipócrates, citando sólo sus milagrosas curas. Su principal teoría patológica se basa en el equilibrio adecuado de los naturales, no naturales y contranaturales. Galeno agregó al antiguo concepto de diátesis (tendencia o disposición natural) otros dos, de gran importancia para su patología: pathos, que son las alteraciones pasajeras que desaparecen cuando se elimina la causa de la enfermedad, y nosos, que es lo que persiste en las mismas circunstancias. Galeno adoptó y elaboró la teoría hipocrática de la enfermedad como un desequilibrio de los humores, que puede resultar de deficiencia o exceso de uno o más de ellos, o de cambios en sus propiedades de frío, calor, humedad o sequedad. IV. LA MEDICINA EN LA EDAD MEDIA (SIGLOS IV A XV) INTRODUCCIÓN EL IMPERIO ROMANO se dividió en dos durante la hegemonía de Constantino (306-337 d.C.), pero ya desde el reinado de su predecesor, Diocleciano (284-305 d.C.), se había implantado la Tetrarquía, que separaba al Imperio en cuatro regiones, cada una bajo la dirección de una autoridad casi autónoma. Diocleciano conservó el mando imperial supremo pero cambió la capital de Roma a Milán, aunque él mismo fijó su residencia en la ciudad de Nicomedia, en Bitinia (hoy Turquía). Entre los muchos cambios que realizó Constantino deben destacarse dos: 1) la fundación de la ciudad de Constantinopla, en el maravilloso sitio ocupado por un pueblo llamado hasta entonces Bizancio, en el Bósforo, que se convirtió en la capital del Imperio romano en el año 330 d.C., y 2) la adopción del cristianismo como religión oficial del Estado. La separación del Imperio romano en occidental y oriental se acentuó con la invasión de los "bárbaros" (francos, alemanes, visigodos y godos) en Occidente; las ciudades dejaron de ser los centros de la población y la vida se hizo cada vez más rural. En cambio, en Oriente las actividades se concentraron cada vez más en Constantinopla, que se transformó en el centro de la cultura que se conoce como bizantina y que duró 1 000 años, hasta 1453, en que Constantinopla fue conquistada por los turcos. La civilización bizantina era una combinación de cultura griega clásica, leyes romanas, cristianismo e influencias artísticas orientales. Mientras el Imperio romano occidental era invadido por los "bárbaros", Roma se transformaba en una pequeña comunidad cristiana y el resto de las ciudades se convertía en pueblos insignificantes, Constantinopla floreció como el centro del Imperio romano oriental, conocida como la "Nueva Roma", y los bizantinos se llamaban a sí mismos romanos. Al lado del ocaso del Imperio romano occidental, el episodio más importante de esa época fue el surgimiento del cristianismo, primero como una secta religiosa menor y perseguida, pero muy pronto también como un movimiento cultural y político, que a finales del siglo V d.C. ya tenía la fuerza suficiente para perseguir con éxito a sus antiguos perseguidores. Aparte de la relajación moral de la sociedad, del caos político, de los episodios de; hambruna y de la miseria de grandes masas de la población, una serie de epidemias contribuyó a generar un ambiente favorable al crecimiento o retorno de las religiones paganas. La plaga de Orosio (125 d.C.), que se presentó después de la famosa invasión por la langosta que destruyó por completo las cosechas, costó la vida a más de 1 000 000 de personas en Numidia y en la costa de África; la plaga de Antonino (o de Galeno, porque fue la que obligó al famoso médico a abandonar Roma) que duró de 164 a 180 d.C. y de la que morían miles de personas al día en Roma; la plaga de Cipriano, de 251 a 266 d.C., posiblemente de sarampión, por su naturaleza extremadamente contagiosa y la afección frecuente de los ojos; y la plaga de 312 d.C., también de sarampión. Todas estas calamidades propiciaron que los cultos tradicionales a las deidades romanas de la familia, del hogar, del fuego, del campo, de la profesión y otras más se abandonaran, junto con la adoración al emperador (estaba muy lejos), y que se recuperaran antiguos dioses o se adoptaran otros nuevos, más poderosos y con mayor capacidad para proporcionar seguridad en este mundo e inmortalidad en el otro, como Mitra (de Persia), Sarapis (de Alejandría) o Cibeles (de Asia Menor). Estas religiones se conocen como "misteriosas" porque con frecuencia sus ritos eran secretos, pero en ellas podían participar todos los que lo desearan, al margen de clase económica, nivel social o raza; el culto era directo, sin la mediación de sacerdotes, y el premio la promesa de la vida eterna. Entre estas religiones paralelas al cristianismo debe destacarse otra, el maniqueísmo, de origen persa, que combinaba elementos de los ritos judaicos, cristianos y de Zoroastro. Según el profeta Maní, 19
  • 20. el mundo era el campo de guerra entre la luz y la oscuridad, la bondad y la maldad, el espíritu y la materia; el hombre poseía ambos, pero para dominar al mal y alcanzar la inmortalidad debía vivir una vida pura y rechazar todos sus deseos físicos. De no menor importancia, el culto a Esculapio no sólo se conservó sino que incrementó su prestigio, y fue la última de las religiones paganas que finalmente sucumbió ante la prevalencia del cristianismo, ya entrado el siglo IV de nuestra era. LA MEDICINA RELIGIOSA CRISTIANA El derrumbe de la cultura romana, los sufrimientos constantes y el miedo a la muerte causada por las epidemias mencionadas, contra las que no había tratamiento efectivo alguno, produjeron una desmoralización generalizada. En tales condiciones creció la desconfianza en los médicos y la gente se volcó con devoción a ritos mágicos y creencias sobrenaturales. En tiempos de zozobra eso sucede, especialmente con los niños los enfermos y los sectores menos cultos de la población. Frente a la miseria y a las catástrofes, la religión cristiana se presentaba como una oportunidad de salvación para los humildes y los más desesperados, ya que Cristo aparecía como médico de cuerpos y almas; la Biblia contiene numerosos relatos de curaciones milagrosas realizadas por Jesús y algunos santos. El cristianismo incluye los conceptos de caridad y amor al prójimo, por lo que espera de todos los fieles los mayores esfuerzos para aliviar el sufrimiento de otros. Esto se hizo aparente en las epidemias que asolaron al Imperio en esos tiempos, porque los cristianos atendían y cuidaban a los enfermos a pesar del grave peligro que había de contagio. Además, la religión cristiana combatía las otras formas de medicina que se ejercían entonces, porque se basaban en prácticas paganas. De esa manera surgió la medicina religiosa cristiana, en la que el que el rezo, la unción con aceite sagrado y la curación por el toque de la mano de un santo eran los principales recursos terapéuticos. La práctica de la medicina religiosa cristiana se consideraba como un deber de caridad, pero no incluía la preocupación por los problemas médicos o la investigación de las causas de las enfermedades, porque se aceptaba que eran la voluntad de Dios. Incluso a principios del siglo III algunos de los médicos cristianos fueron acusados por sus propios compañeros de venerar a Galeno, en lugar de elevar sus plegarias a Jesús para obtener la curación de sus enfermos. En esos tiempos surgieron algunas sectas místico-religiosas, como la de los esenios, que afirmaban la necesidad de curar las enfermedades exclusivamente por la fe y la invocación de poderes superiores; la secta de Simón Mago, que combinaba elementos órficos, pitagóricos y del culto a Esculapio y ofrecía ritos mágicos; la secta de los neoplatónicos, basada en las doctrinas de Zoroastro y otras aristotélicas antiguas, que postulaba que el mundo estaba repleto de emanaciones divinas pero que era amenazado por distintos demonios (causantes de las enfermedades) que sólo podían combatirse en un estado especial de éxtasis; la secta de los gnósticos, que proporcionaba talismanes como profilácticos, los cuales llevaban diagramas místicos y las palabras Abraxas y Abracadabra. Figura 8. Jesús curando a un leproso, según Rembrandt. El culto de los santos formó parte importante de la medicina religiosa cristiana. Entre los primeros médicos cristianos que fueron beatificados se encuentran los hermanos gemelos Cosme y Damián, originarios de Siria, que curaban por medio de la fe y que fueron perseguidos y decapitados por Diocleciano, con lo que se transformaron en patrones de los médicos. Otros santos se especializaron en distintas enfermedades: san Roque y san Sebastián protegían contra 20
  • 21. la peste, san Job contra la lepra, san Antonio contra del ergotismo, santa Lucía contra las enfermedades de los ojos, san Vito contra el tarantismo, etcétera. LA MEDICINA EN EL IMPERIO BIZANTINO La medicina en el Imperio bizantino se desarrolló bajo la autoridad de la Iglesia católica, que sostuvo el principio de autoridad suprema de las Sagradas Escrituras, no sólo en asuntos de la fe sino también de la ciencia. Los primeros médicos cristianos incluyeron autoridades eclesiásticas, como Eusebio, obispo de Roma, y Zenobio, sacerdote de Sidón; su práctica se basaba en las enseñanzas de Jesús, para quien auxiliar al enfermo era un deber cristiano. Esta actividad alcanzó gran importancia tanto para el individuo como para la comunidad, al grado que los obispos eran responsables del cuidado de los pacientes. Los hospitales públicos aparecieron en muchos sitios: el primero lo fundó san Basilio en el año 370 d.C., mientras que en el año 400 Fabiola, una dama romana convertida al cristianismo, fundó en Roma el primero de los grandes nosocomios y la leyenda dice que salía a la calle a buscar a los desvalidos y leprosos para llevarlos a su institución. En esos tiempos también la emperatriz Eudoxia construyó hospitales en Jerusalén. De esta manera la medicina, tras de haber sido primero mágica, después religiosa y al mismo tiempo empírica, de haberse transformado posteriormente en una práctica racional durante la etapa mas brillante de la Grecia clásica, de hacerse objetiva y experimental en Alejandría y de haber regulado la higiene ambiental en Roma, volvió a hacerse religiosa en la decadencia del Imperio romano y a quedar dominada por la Iglesia católica en el Imperio bizantino. En esta forma de medicina dogmática la fe domina todo, incluyendo a la razón y a la realidad; su objetivo esencial es la ayuda al enfermo, considerada como un acto de caridad cristiana. LA MEDICINA ÁRABE La conservación de muchos escritos clásicos griegos, no sólo médicos sino de todas las ramas de la cultura, durante los siglos en que Europa estuvo sumergida en la Edad Media, se debió al principio en los nestorianos, quienes huyeron de Alejandría en el año 431, tras haber sido excomulgados por herejes en el Concilio de Efeso. Primero se refugiaron en el norte de Mesopotamia y luego siguieron hacia Oriente y algunos llegaron hasta India y China. Pero el grupo que nos interesa encontró asilo permanente en Jundi Shapur, capital de Persia, gracias a la protección del rey Chosroes el Bendito. En ese tiempo la ciudad era un centro intelectual de primera categoría, que atraía estudiosos de Persia, Grecia, Alejandría, China, India e Israel. Cuando murió Chosroes (579) no pasó nada grave, y cuando la ciudad fue conquistada por los árabes (636) la universidad no sólo no sufrió daños sino que 105 conquistadores la adoptaron e hicieron de su escuela de medicina el centro principal de la educación médica en el mundo árabe. Durante los primeros años los nestorianos tradujeron muchos de los libros clásicos del griego al sirio, que era el idioma oficial de la Universidad de Jundi Shapur. Cuando llegaron los árabes, sus eruditos tradujeron todo el material que encontraron a su propio idioma, de modo que los textos griegos originales podían consultarse tanto en sirio como en árabe. Una de las primeras traducciones del griego al sirio fue de Hipócrates y Galeno, realizada por Sergio de Ra's al- 'Ayn, un médico y sacerdote que falleció en el año 536. En el siglo VII se estableció en Jundi Shapur un centro de enseñanza superior conocido como Academia Hipocrática, que permaneció como la principal institución científica del mundo árabe por más de un siglo, cuando fue desplazada por la Casa de la Sabiduría, de Bagdad. A mediados del siglo IX los árabes ya conocían íntegro el Corpus Hipocraticum, la obra monumental de Galeno y varios textos de Aristóteles. La medicina árabe de los siglos transcurridos entre el advenimiento de Mahoma (623) y la reconquista de Granada por los españoles (1492) ostenta una larga lista de nombres inmortales. Entre los más famosos se encuentran el persa Abu Bakr Muhannad bn Zakariyya' al-Rhazi (865- 925 d.C.), mejor conocido como Rhazes, autor del libro Kitab al-Mansuri, que fue traducido por Gerardo de Cremona (1114-1187) con el nombre de Liber de medicina ad Almansoren y que trata en 10 partes de toda la teoría y la práctica de la medicina, tal como se conocía entonces. En el texto latino la obra se convirtió en volumen de consulta obligado durante toda la Edad Media y aún se seguía usando a fines del siglo XVI. En este libro y en otras publicaciones, Rhazes reitera la teoría hipocrático-galénica de los humores para explicar la enfermedad, y los tratamientos que recomienda están dirigidos a la recuperación del equilibrio humoral. Otro médico persa que alcanzó gran fama fue Abu Ali al-Husayn bn 'Abd Allah Ibn Sina al- Quanuni (980-1037), mejor conocido como Avicena, quien entre muchos otros libros escribió el 21
  • 22. Kitab al-Qanun fi-l-Tibb, que en latín se conoce como Canon medicinae y que incorpora a Galeno y a Aristóteles a la medicina en forma equilibrada. Este Canon es un esfuerzo titánico, que contiene más de 1 000 000 de palabras y representa la obra cumbre de la medicina árabe. Se ocupa de toda la medicina, presentada en un riguroso orden de cabeza a pies. Avicena adopta la teoría humoral de la enfermedad, la expone y la comenta con detalle, sin agregar o cambiar absolutamente nada, pero en forma dogmática y autoritaria. El Canon se divide en cinco grandes tomos: el primero se refiere a la teoría de la medicina, el segundo a medicamentos simples, el tercero describe las enfermedades locales y su tratamiento, el cuarto cubre las enfermedades generales (fiebre, sarampión, viruela y otros padecimientos epidémicos) y las quirúrgicas, y el quinto explica con detalle la forma de preparar distintos medicamentos. También debe mencionarse a Abul-Walid Muhammad bn Ah bn Rusd (1126-1198), conocido como Averroes, nacido en Córdoba y discípulo de Avenzoar, quien escribió el Kitab al-Kulliyat al- Tibb, conocido en Occidente como Líber universalis de medicina o simplemente Colliget, en donde discute los principios generales de la medicina sobre una base aristotélica, haciendo hincapié en los muchos puntos en los que Aristóteles coincide con Galeno. Uno de los alumnos de Averroes fue Abu Imram Musa bn Maimún (1135-1204), el gran Maimónides, también conocido como Rambam (Rabi Moses ben Maimon), quien se destacó más como filósofo y teólogo que como médico, aunque escribió varios libros de medicina que tuvieron mucha difusión. Maimónides era un pensador original e independiente que con frecuencia critica a Galeno y sostiene puntos de vista opuestos a los clásicos. El peso de los escritos árabes en la Edad Media puede juzgarse considerando el currículum de la escuela de medicina de la Universidad de Tubinga a fines del siglo XV (1481): en el primer año los textos eran Ars medica de Galeno y primera y segunda secciones del Tratado de fiebres de Avicena, en el segundo año se estudiaban el primer libro del Canon de Avicena y el noveno libro de Rhazes, y en el tercer año los Aforismos de Hipócrates y obras escogidas de Galeno. Figura 9. Médico tomando el pulso, según una edición de 1632 del Canon de Avicena. Entre los árabes la organización de los servicios sanitarios creció rápidamente. Desde los tiempos de Harun al-Raschid (siglo IX) se fundó un hospital en Bagdad siguiendo el modelo de Jundi Shapur, y en el siguiente siglo el visir Adu al-Daula fundó otro mayor, en el que trabajaban 25 médicos y sus discípulos, y que se conservó hasta la destrucción de la ciudad en 1258; en total, existieron cerca de 34 hospitales en el territorio dominado por el Islam. No eran únicamente centros asistenciales sino también de enseñanza de la medicina; al terminar sus estudios, los alumnos debían aprobar un examen que les aplicaban los médicos mayores. Los hospitales contaban con salas para los enfermos (a veces especializadas, por ejemplo para heridos, pacientes febriles, enfermos de los ojos) y otras instalaciones, cocinas y bodegas. De especial interés son las bibliotecas, que contenían muchos libros de medicina y que estaban en Bagdad, Ispahan, El Cairo, Damasco y Córdoba; esta última, fundada por el califa al-Hakam II en el año 960, poseía más de 100 000 volúmenes. La práctica de la medicina estaba regulada por la hisba, una oficina religiosa supervisora de las profesiones y de las costumbres, que también se encargaba de vigilar a los cirujanos, boticarios y vendedores de perfumes. La cirugía se consideraba actividad indigna de los médicos y sólo la practicaban miembros de una clase inferior; la disección anatómica estaba (y sigue estando) absolutamente prohibida por el Islam, por lo que la anatomía debía aprenderse en los libros. Algunos de los médicos estaban muy bien remunerados, como Jibril bn Bakht-yashu, favorito de Harun al-Raschid, quien recibía un honorario mensual equivalente a varios miles de dólares y una recompensa anual todavía mayor, 22
  • 23. "por sangrar y purgar al comandante de los Fieles"; también Avicena acumuló una gran fortuna durante su vida. A mediados del siglo XIII el poderío del Islam empezó a declinar. En 1236 Fernando II de Castilla conquistó Córdoba y en 1258 Bagdad fue destruida por los mongoles; en los dos siglos siguientes la civilización árabe fue poco a poco desapareciendo de las tierras mediterráneas y de Oriente, pero su impacto cultural dejó huellas indelebles sobre todo en Persia, en el norte de África y en España. La contribución principal de los árabes a la medicina fue la preservación de las antiguas tradiciones y de los textos griegos, que de otra manera se hubieran perdido; además, mantuvieron el ejercicio de la medicina separado de la religión en los tiempos en los que en Europa era un monopolio de los clérigos. Mientras en los países cristianos la enseñanza de la medicina se limitaba a la Iglesia, en España, Egipto y Siria la instrucción estaba a cargo de médicos seculares y se impartía a judíos, árabes, persas y otros súbditos del Islam. Esta enseñanza no era solamente teórica, sino que también incluía prácticas clínicas. Castiglioni concluye que los árabes: [...] no contribuyeron de manera importante a su evolución [de la medicina] agregando nuevas observaciones y conceptos, ni abrieron nuevas líneas de estudio médico; pero en una etapa de grandes problemas en Occidente, fueron los que conservaron la tradición médica, los que mantuvieron una cultura médica laica, y los intermediarios de cuyas manos la civilización occidental iba a recuperar un precioso depósito. LA MEDICINA MONÁSTICA Durante el siglo VI, asolado por la guerra entre Bizancio y los bárbaros (godos), así como por el hambre y la peste, la única institución capaz de proteger a los interesados en el cultivo y desarrollo de la cultura era la Iglesia católica de Roma. Junto con la filosofía, la medicina se refugió en monasterios y conventos, dentro de los cuales se encontraban los escasos hospitales que existían en Occidente. La medicina monástica floreció en Monte Casino, en donde san Benedicto fundó el hospital de su orden, y cerca de Esquilace, en donde Casiodoro (490-¿585?), distinguido filósofo y médico hipocrático, estableció un monasterio y llevó su colección de manuscritos antiguos. Otros centros de práctica y estudio de la medicina se crearon en Oxford y Cambridge (Inglaterra), en Chartres y Tours (Francia), en Fulda y St. Gall (Alemania) y en otros sitios más. Los benedictinos fueron los responsables del establecimiento de las escuelas catedralicias de Carlomagno, en las que desde sus principios se enseñó la medicina, y que se encontraban en todo el Sacro Imperio romano. En el año 805, Carlomagno ordenó que la medicina se incluyera en los programas de estudio de sus escuelas, que entonces sólo constaban del trivium (aritmética, gramática y música) y del quadrivium (astronomía, geometría, retórica y dialéctica). El monasterio de Monte Casino adquirió gran fama a fines del siglo IX; el papa Víctor III (1086) escribió cuatro libros sobre Los milagros de san Benedicto, en donde se cuenta que el rey Enrique II de Baviera (972-1024), que sufría de un gran cálculo vesical, fue curado durante incubatio por el mismísimo san Benedicto, quien se le apareció en un sueño, lo Operó y le puso el cálculo en la mano, en donde lo encontró al despertarse ya sano. El episodio se registra en un bajorrelieve en la catedral de Bamberg, del escultor Riemenschneider. La medicina monástica, que tuvo el mérito de reunir los documentos clásicos y de preservar las tradiciones antiguas a través de tiempos terribles, declinó hasta casi extinguirse durante el siglo X. Las causas de su obliteración fueron varias, pero una de ellas fue su éxito. Los monjes se alejaban cada vez más de sus monasterios para atender la creciente demanda médica, lo que interfería con sus deberes religiosos, por lo que en los Concilios de Reims (1131), de Tours (1163) y de París (1212), las actividades médicas de los monjes primero se restringieron y finalmente se prohibieron. La aparición de las órdenes dominicas y franciscanas en el siglo XIII, ambas hostiles a cualquier actividad científica, reforzó el rechazo de la práctica de la medicina por los frailes. Cuando los primeros cruzados capturaron Jerusalén en 1099, encontraron un hospital cristiano que había sido fundado 30 años antes por el hermano Gerardo para auxiliar a los peregrinos que iban a Tierra Santa; estaba atendido por un grupo pequeño de monjes que se llamaban a sí mismos "Los Hermanos Pobres del Hospital de San Juan". Los cruzados les entregaron algunos edificios y el hermano Gerardo reorganizó a su grupo de monjes corno una orden religiosa regular con el nombre de Caballeros de San Juan. Cuando Jerusalén cayó en manos de Saladino, los 23