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Οir ArthuΞ 
CoΛan DoylΕ 
Sherlock-Holmes.es
Sir Arthur Conan Doyle – La Colección 
Edita: Sherlock-Holmes.es 
Redactores y colaboradores: Luis Gasca, Miguel Arrieta, Mª Carmen Torra, José 
Mª Casanovas 
Ilustración: Luis Gasca Archives 
Reservados todos los derechos. 
Para cualquier consulta sobre la presente obra, visite la web Sherlock-Holmes.es 
(1ª Edición, Mayo 2007)
ÍNDICE 
Capítulo I. Nace un maestro ____________________________________________________ 4 
Capítulo II. Años de estudio ____________________________________________________ 7 
Capítulo III. Una aventura africana ____________________________________________ 10 
Capítulo IV. Encuentro con la madurez _________________________________________ 13 
Capítulo V. Las múltiples facetas del doctor Doyle ________________________________ 15 
Capítulo VI. El precio del éxito ________________________________________________ 17 
Capítulo VII. Cambio de rumbo _______________________________________________ 19 
Capítulo VIII. Años difíciles ___________________________________________________ 22 
Capítulo IX. Un viajero empedernido ___________________________________________ 25 
Capítulo X. Una crisis personal ________________________________________________ 28 
Capítulo XI. Un título de nobleza_______________________________________________ 30 
Capítulo XII. Un momento crucial______________________________________________ 33 
Capítulo XIII. Un fogoso contrincante __________________________________________ 35 
Capítulo XIV. Defensor de causas justas_________________________________________ 37 
Capítulo XV. La llamada de África _____________________________________________ 41 
Capítulo XVI. Una época feliz _________________________________________________ 43 
Capítulo XVII. Vientos de guerra ______________________________________________ 46 
Capítulo XVIII. La Gran Guerra_______________________________________________ 48 
Capítulo XIX. Vida después de la muerte ________________________________________ 51 
Capítulo XX. El más allá______________________________________________________ 54 
Capítulo XXI. Un importante mensaje __________________________________________ 57 
Capítulo XXII. La gran cruzada _______________________________________________ 60 
Capítulo XXIII. El polémico espiritismo _________________________________________ 63 
Capítulo XXIV. Un tiempo que se acaba_________________________________________ 66 
Capítulo XXV. Un viajero infatigable ___________________________________________ 68 
Sherlock-Holmes.es 3
Capítulo I. Nace un maestro 
Sir Arthur Conan Doyle, por H.L. Gates. 
Resulta curioso que con frecuencia los seguidores y devotos 
admiradores de un personaje de ficción ignoren la figura de su autor. 
A menudo, el único mérito que le atribuimos a un autor se reduce a 
haber creado un mito con el que compartimos aventuras, y limitamos 
su vida y sus méritos a la creación de nuestro personaje favorito, 
dejando al margen el resto de sus facetas aunque sean tanto o más 
importantes y en muchos casos ilustrativas de por qué, cuándo y 
cómo nació el personaje. En el caso de Sir Arthur Conan Doyle el 
delito es flagrante: cientos de miles de fanáticos admiradores de 
Sherlock Holmes, repartidos por todo el mundo, rinden culto a la 
criatura, olvidando al creador y sus otras interesantes actividades 
como historiador, periodista, gran deportista y uno de los grandes 
impulsores del espiritismo como alternativa de la existencia de otra 
vida después de la muerte. 
Desde su aparición, innumerables sociedades Holmesianas surgen por doquier, aun en nuestros 
días, analizando y desbrozando los más insignificantes detalles de la vida y los hábitos del famoso 
detective. Muestran un fervor capaz de obligar al autor a resucitarlo cuando, harto de él, lo había 
despeñado por las gargantas de Reichenbach (Suiza) en compañía de su antagonista, el malvado profesor 
Moriarty, deseoso el pobre Sir Arthur de dedicarse a menesteres más gratificantes aunque indudablemente 
de mucho menos eco popular. ¿Quién era él para decidir sobre la muerte del admirado Sherlock Holmes? 
¡Sólo su padre y creador! Doyle, al que le entusiasmaba la novela histórica desde que en 1891 publicara 
La guardia blanca, tuvo que retomar las aventuras del hábil, sutil, a veces irónico y siempre 
condescendiente Sherlock Holmes a mayor gloria de sus legiones de seguidores, ávidos de compartir sus 
nuevas aventuras y sus prodigiosas deducciones. 
La creación de un gigante. 
El 22 de mayo de 1859 nacía en Edimburgo un alegre y bullicioso niño que acabaría siendo uno 
de los personajes más famosos nacidos en la capital de Escocia. Al ser bautizado en la Iglesia católica 
recibió los nombres de Arthur, Ignatius (por Ignacio de Loyola) y Conan, este último en honor de su 
padrino Michael Conan, famoso artista de la época y hermano de su abuela paterna. Su padre, Charles 
Altamont Doyle, procedía de una familia de origen normando y era hijo de John Doyle, quien se había 
trasladado a Londres desde Dublín en 1815, donde se hizo famoso bajo las iniciales H. B. realizando 
caricaturas de políticos, nobles, artistas y demás famosos de la Inglaterra de la primera mitad del siglo 
XIX. Casado con Marianna Conan, tuvieron siete hijos, dos niñas y cinco niños. Entre ellos destacaron 
Sherlock-Holmes.es 4
Richard, el mayor, que se convirtió, tras las huellas de su padre, en un reconocido dibujante que militó en 
la revista "Punch", desde la que satirizó la vida de la clase alta londinense; James, que fue un discreto 
escritor interesado en temas de genealogía y heráldica; y Henry, pintor, crítico de arte y famoso director 
de la National Gallery irlandesa, que bajo su dirección alcanzó momentos de gran brillantez. 
Edimburgo para trabajar como funcionario en la oficina de Obras 
Públicas, donde se ganaba un sobresueldo pintando en sus ratos 
libres. El destino hizo que Charles Doyle se alojara en una casa de 
huéspedes regentada por la estirada Katherine Pack, viuda de 
William Foley, un joven médico del Trinity College cuya temprana 
muerte dejó a su familia en una difícil situación económica. 
Katherine presumía de descender de los Plantagenet por una rama 
colateral y de su parentesco con Sir Denis Pack, que mandaba las 
tropas escocesas en la batalla de Waterloo. Como nota curiosa, cabe 
añadir que uno de los personajes favoritos de John Doyle, el padre 
de Charles, era el duque de Wellington, héroe de Waterloo, con el 
que se decía tenía un cierto parecido. Coincidencias aparte, el joven 
Charles Doyle se enamoró como un colegial de Mary Foley, la hija 
de Katherine Pack, una bella muchacha inocente, soñadora y un 
El escritor posando con su padre, 
Charles Altamont Doyle, en 1865, 
poco esnob, que con sus aires de grandeza intentaba hacer olvidar su 
cuando sólo tenía 6 años. 
precaria situación. Mary y Charles se casaron en 1855, vencidas las 
reticencias de la orgullosa Sra. Foley, nacida Pack, como recordaba insistentemente a todo el mundo. 
Entre 1856 y 1877 el matrimonio tuvo diez hijos, de los que sobrevivieron siete: cinco niñas (Annette, 
Constance, Lottie, Ida y Bryan Mary) y dos niños (Arthur e Innes). Tan larga prole y la inclinación de 
Charles a la autocompasión, que le condujo a la bebida, condicionaron seriamente la economía familiar. 
El más pequeño de los hermanos, Charles, fue enviado a 
Un fino observador. 
Desde su nacimiento, Arthur hizo las delicias de sus padres y se convirtió en el claro favorito de 
ambos. Era un niño alegre y despierto que, movido por su gran curiosidad por todo lo que le rodeaba, no 
cesaba de hacer preguntas a los mayores. Desde muy niño, Mary inició a su hijo Arthur en el placer de la 
lectura, que fue un gran consuelo frente a las espantosas condiciones en las que vivía la familia y a la 
dureza de la modesta escuela de Edimburgo, que él mismo, más tarde, definiría como digna de un relato 
de Dickens. Sin embargo, su afición a la lectura no fue nunca un impedimento para convertirse en un 
hombre de acción. Para él no existía ninguna dicotomía entre pensamiento y acción, y esto, unido a su 
fortaleza física y a su facilidad para los deportes, le convirtió en el paladín de los chicos de Picardy Place, 
el barrio donde vivía en eterna lucha con los jóvenes de un cercano barrio sede de algunas de las más 
Sherlock-Holmes.es 5
lujosas casas de Edimburgo. Su carácter hacía que devorase todo libro que cayese en sus manos, a la vez 
que soportaba los golpes y castigos sin fin por su incesante actividad y rebeldía en las aulas del colegio. 
Retrato de Mary Foley, 
madre de Sir Arthur 
Conan Doyle, en 1891. 
Cuando iba a cumplir los diez años, sus padres le enviaron a Hodder, la 
escuela preparatoria del muy selecto Stonyhurst College, regentado por los jesuitas 
desde su fundación en 1794. Tras dos años en Hodder bajo la protección del 
tolerante y humano padre Cassidy, Arthur pasó a las aulas de Stonyhurst, una 
antigua mansión medieval que inspiraría a Arthur el escenario de uno de sus relatos 
más famosos, El perro de los Baskerville. La educación de los alumnos de 
Stonyhurst se basaba más en el miedo y la intimidación que en la lealtad y el 
respeto. La disciplina de los jesuitas, basada en los castigos corporales y la 
humillación, así como el obsesivo pánico a todo lo relacionado con el sexo, 
marcaron la vida de los estudiantes de la época, entre los que Arthur Conan Doyle 
no fue una excepción. De hecho, según Anthony Burgess, Doyle realizó varios 
guiños maliciosos en sus obras. Así, Sherlock Holmes recibió su nombre de pila de 
Patrick Sherlock: el menos inteligente de todos sus condiscípulos en Stonyhurst. 
John Francis y Michael Moriarty fueron dos hermanos que recibieron el premio 
Stonyhurst en la disciplina que apasionaba al malvado profesor del mismo nombre, 
las matemáticas. Y el poeta-jesuita Gerard Manley Hopkins, profesor de griego en 
Stonyhurst, dio pie al inspector Stanley Hopkins de la saga de Sherlock Holmes. 
Pero no todo fue negativo en el colegio. Arthur Conan Doyle se convirtió en un gran jugador de 
cricket y fútbol. Y esto, unido a su pasión por la lectura y los fines de semana que pasaba en Londres en 
casa de su tío Richard, quien le inició en el gusto por el teatro, dio un poco de alegría a su austera vida 
durante estos años. 
Sherlock-Holmes.es 6
Capítulo II. Años de estudio 
Tras acabar sus estudios en el estricto Stonyhurst, siempre de la mano de los jesuitas, el joven 
Conan Doyle fue invitado a Austria en 1875 para aprender alemán en Feldkirch, otra de las escuelas de la 
compañía. Fue su primer viaje al Continente y le sorprendieron el carácter mucho más humano de los 
profesores y la atmósfera de relativa libertad del colegio. La dura experiencia de Stonyhurst había 
madurado al joven Doyle, y el ingenuo niño escocés se había convertido, a sus dieciséis años, en un 
muchacho robusto, inteligente, sensato y con un fuerte sentido de la 
amistad, producto de compartir lo bueno y lo malo con sus 
compañeros de internado, sobre todo con James Ryan, con el que le 
uniría una fuerte amistad durante toda su vida. En Feldkirch aprendió 
algo de alemán, pero sobre todo tomó contacto con los deportes de 
invierno, en los que cosechó grandes éxitos debido a su innata 
facilidad para los deportes y a su fortaleza física. Sus triunfos 
deportivos, su simpatía y sus dotes para la oratoria le convirtieron en 
un líder al que adoraban todos sus condiscípulos. 
Retrato de juventud de Conan Doyle. 
En su regreso a Escocia hizo una escala en París para visitar a su tío abuelo Michael Conan. Esta 
visita marcó al joven Arthur, que quedó profundamente impresionado por la personalidad de su tío. Como 
él mismo dijo en una ocasión: "Me parezco más a él física y mentalmente que a ningún otro de los 
Doyle". Siempre les unió un gran afecto, y las historias de aventuras y viajes de su tío influyeron en la 
producción literaria posterior de Conan Doyle. De vuelta a Escocia, el joven Arthur decidió estudiar 
Medicina en la Universidad de Edimburgo. No era Oxford ni Cambridge, pero el presupuesto familiar no 
daba para más. Charles y Mary Doyle aceptaron encantados la decisión, ya que, aunque admitían su 
afición a la literatura, les parecía mucho más seguro y sensato que su hijo se doctorase en Medicina, con 
la que podría comer todos los días. A pesar de la ayuda familiar, Doyle tuvo que solicitar diversas becas, 
y durante los veranos trabajó como ayudante de varios médicos. En 1878 trabajó con el doctor Richardson 
de Sheffield; en 1879, en Shropshire con el doctor Elliot, y más tarde con el doctor Hoan en Birmingham, 
con el que repitió porque era el que mejor pagaba y, además, contaba con una clientela de mendigos y 
delincuentes que eran para el joven Doyle un filón de personajes que utilizaría en sus aventuras de 
Sherlock. De hecho, el Londres que describe Doyle tiene mucho que ver con el Birmingham que conoció 
en su juventud. 
Sherlock-Holmes.es 7
Aparece el Doctor Joseph Bell. 
El doctor Joseph Bell, 
profesor de Doyle. 
De todas las personas que conoció en la Universidad de 
Edimburgo, dos profesores influyeron decisivamente en el joven 
Arthur. Uno de ellos fue John Rutherford, una impresionante figura, 
cuya barba y rugiente voz, treinta años más tarde, Conan Doyle 
utilizaría para su creación del profesor Challenger. El segundo fue una 
figura clave que impresionó tanto al joven estudiante de Medicina, que 
le sirvió para dar vida a su personaje más famoso: el detective Sherlock 
Holmes. Se trataba de Joseph Bell, catedrático de Edimburgo, quien 
distinguió a Conan Doyle entre sus condiscípulos, nombrándole su 
ayudante. La agudeza de Bell para diagnosticar las dolencias y adivinar 
las circunstancias personales de cada uno de los enfermos impresionó enormemente al futuro escritor, 
que, como Watson con Holmes, asistía fascinado a las deducciones de su profesor. Con un llamativo 
físico, alto, delgado, fibroso, con largos brazos y piernas, inquisidores ojos grises y una extraña forma de 
caminar a saltos, Bell era un hombre brillante en todo lo que emprendía, aparte de un excelente médico a 
quien le apasionaban la poesía y la ornitología. 
Era un experto en estrategia militar y le fascinaban las historias policíacas. Deportista notable, 
destacaba en cricket, boxeo y tenis. No es de extrañar que tan fascinante y carismático personaje cambiase 
la vida de Conan Doyle y, a través de los escritos de éste, la vida de muchos de sus lectores, que vivirían 
en las brillantes deducciones de Sherlock Holmes la fascinación que sentía el autor por su profesor Joseph 
Bell. 
Un importante cambio de rumbo. 
En 1879, una serie de acontecimientos familiares afectaron profundamente a Conan Doyle, 
haciéndole madurar muy por encima de lo que se espera de un joven de su edad. Su padre, Charles Doyle, 
fue internado en una residencia psiquiátrica, comenzando un ir y venir que duraría hasta el final de su 
existencia. Su inestable carácter, unido al abuso del alcohol, le había sumido permanentemente en una 
depresión durante los últimos dos años, como consecuencia de una forma de vida que le hacía infeliz. 
Alcohólico y epiléptico, odiaba Escocia, odiaba a la Iglesia católica y odiaba, sobre todo, su fracaso 
familiar. Se volvió susceptible y desconfiado, y pensaba que todo el mundo se reía de él a sus espaldas; 
empezó a odiar a su esposa, y sus hijos le dejaban totalmente indiferente. Mary, la madre de Arthur, 
finalmente arrojó la toalla y aceptó que fuese internado de forma definitiva. La familia se separó, y Mary 
se fue a vivir a Masongill Cottage, en Yorkshire. Arthur, con diecinueve años, tuvo que hacerse cargo de 
la casa familiar. 
Sherlock-Holmes.es 8
En estas circunstancias, no es de extrañar que Arthur Conan Doyle tomase la arriesgada decisión 
de abandonar temporalmente sus estudios y que aceptase la oferta de un amigo suyo para enrolarse como 
médico de un barco de pesca. El "Hope" era un barco ballenero que navegaría durante siete meses desde 
Peterhead hasta el Ártico. A un joven activo, aventurero y angustiado por la situación familiar, el 
ofrecimiento le pareció una ocasión única para vivir maravillosas aventuras con una tripulación de 
aguerridos marineros que le permitirían hacer acopio de anécdotas y relatos para sus futuras novelas, 
ignorando los peligros reales que implicaba una expedición de esas características a finales del siglo XIX. 
Desoyendo el consejo de sus familiares y amigos, que no veían adecuado el trabajo para un joven de su 
posición, aceptó encantado y se embarcó en el "Hope" a principios de 1880. 
Conan Doyle iniciaba lo que sería para él una fantástica escuela de periodismo. Su carácter y su 
agudeza le permitían aprovechar y sacar conclusiones de cualquier situación, y con más razón de unas 
circunstancias y unos personajes tan poco habituales. Para entonces ya había hecho sus pinitos como 
escritor y, en octubre de 1879, el "Chamber's Journal" le había publicado su cuento The Mystery of Sarasa 
Valley (El misterio de Sarasa Valley); poco después, la revista "London Society" le compró los derechos 
de The American’s Tale. Pero, hombre sensato, comprendía que, a pesar de sus éxitos, su pluma no daba 
lo suficiente para mantenerle. 
Sherlock-Holmes.es 9
Capítulo III. Una aventura africana 
De vuelta a Escocia tras su experiencia en el navío "Hope", Arthur Conan Doyle se graduó en 
Medicina y, en vista de que la situación familiar no había cambiado, después de una breve estancia en su 
hogar, volvió a embarcarse. Esta vez se trataba de un carguero de 4.000 toneladas, el "SS Mayumba", con 
treinta pasajeros; como médico de a bordo, Conan Doyle recibía una paga de doce libras mensuales. El 
"SS Mayumba" zarpó el 22 de octubre de 1881. Este viaje fue menos gratificante para Conan Doyle, ya 
que, por un lado, tenía que atender a los pasajeros, y por otro, la tripulación era mucho menos entretenida 
y sus anécdotas no saciaban su curiosidad de escritor. 
permitían visitar países diferentes y culturas 
muy distintas de todo lo que había conocido 
hasta ese momento. La primera escala fue 
Freetown, capital de Sierra Leona, donde pudo 
comprobar las secuelas que dejaban las 
enfermedades tropicales en la población 
blanca. Doyle describió Sierra Leona como 
"un bello lugar de muerte". La siguiente escala 
El puerto de Londres, a finales del siglo XIX. 
era Liberia, y allí, como gran deportista que era, 
se dedicó a fascinantes actividades llenas de peligros: cazó cocodrilos, se bañó en aguas infestadas de 
tiburones y penetró en la selva llena de peligrosas alimañas y grandes depredadores. Como consecuencia 
de esta incursión, el 18 de noviembre, cuando el barco llegó a Lagos, Conan Doyle sufría un fuerte ataque 
de malaria, consecuencia de las picaduras de los mosquitos. Tras varios días de lucha con la muerte, su 
fuerte constitución le permitió salir vivo del combate, pero muy debilitado. 
Afortunadamente, las escalas le 
Indudablemente, estas experiencias africanas curtieron e hicieron madurar con rapidez al joven 
doctor de veintidós años, y supusieron un caudal inagotable para su futura producción literaria. A su 
regreso a Inglaterra, en enero de 1882, sus familiares y amigos se encontraron con un Doyle muy 
diferente física –debilitado por la enfermedad–, psíquica y espiritualmente. Por de pronto, el joven doctor 
decidió que ya había llegado el momento de sentar la cabeza y dedicarse al ejercicio de la profesión que 
tantos desvelos le había costado, abriendo una consulta. 
Sherlock-Holmes.es 10
Una crisis espiritual. 
En esta época, Doyle comunicó a sus más 
allegados, principalmente a su madre, las dudas religiosas 
que había vivido durante los últimos años y su decisión de 
abandonar la Iglesia católica. Sin embargo, aunque 
agnóstico, no se declaró ateo. El universo le parecía 
demasiado fascinante y complicado para poder explicarlo 
sin la existencia de una fuerza superior, aunque 
desconocida. Conan Doyle fue toda su vida defensor de los valores tradicionales: patria, bandera, imperio, 
familia, honor y religión. A pesar de su agnosticismo, que le hizo abandonar los fundamentos de la 
religión en la que había sido bautizado, había aspectos de la liturgia católica que le gustaban y que 
siempre le resultaron gratos. Creía con firmeza en algún tipo de existencia después de la muerte, y que la 
vida no era sino un breve tránsito hacia la eternidad. Las experiencias que le contaron sus compañeros de 
tripulación en el "Hope" no hicieron más que reforzar sus creencias, y acabaron por orientarle hacia algo 
que él definía como "unitarismo". Más tarde, Doyle se interesó por el espiritismo como medio de 
demostrar la existencia de una vida después de la muerte. 
El doctor Arthur Conan Doyle. 
Conan Doyle durante una charla radiofónica. 
A sus veintidós años, Arthur Conan Doyle mantenía parte de sus ilusiones, pero la vida le había 
vuelto terriblemente realista. Su experiencia, muy amplia para un joven de su edad, le había enseñado que 
el tiempo perdido no se recupera, que con ilusiones no se come, y que, por lo general, come más 
fácilmente un médico que un escritor. Pero la realidad le demostraría que eso último no es cierto en todos 
los casos. Mientras buscaba un lugar donde establecerse, ansioso de fama y de dinero –aunque tal vez no 
en ese orden–, como les ocurría a sus compatriotas que se aventuraban en América, la llamada le llegó del 
"salvaje Oeste", aunque un Oeste más cercano, ya que se trataba de Plymouth. Un tal doctor George 
Turnavine Budd, al que había conocido en Edimburgo, le reclamaba como ayudante, en una carta en la 
que le describía Plymouth como la tierra de promisión, con miles de enfermos esperando en su puerta; 
además, le hacía una oferta de trescientas libras anuales, lo cual, en sus circunstancias, podía considerarse 
una pequeña fortuna. Aunque, según recordaba, la fama del doctor Budd dejaba algo que desear, la oferta 
le parecía demasiado buena para ser cierta y, desoyendo los consejos de su prudente madre, con la que se 
sentía muy unido, aceptó la propuesta del charlatán y jactancioso Budd. 
A pesar de sus esfuerzos para creer en lo que Budd le contaba, pronto la realidad le hizo, una vez 
más, poner los pies sobre la tierra. Budd no sólo era un charlatán, sino que, además, era un desaprensivo 
que se aprovechaba de las clases pobres de Plymouth, curándoles enfermedades que no tenían, con 
medicamentos que no curaban nada pero llenaban sus bolsillos. Su comportamiento pronto hizo pensar al 
Sherlock-Holmes.es 11
joven Doyle que Budd no estaba del todo en sus cabales, al ver cómo se reía de su clientela, llegando a 
veces a echar a patadas a la pobre gente que esperaba en la calle, cuando no podía entrar en las 
abarrotadas salas de espera. 
Y se trataba de pobres gentes que habían recorrido decenas de kilómetros para ser recibidos. 
Aconsejado por su madre y con diez libras por todo capital, más una modesta ayuda materna, Doyle 
abandonó Plymouth y se trasladó a Southsea, en Portsmouth, donde alquiló una casa en la que abrió su 
propia consulta; en ésta, algunos años más tarde, nacería Sherlock Holmes. Los principios fueron 
terribles, y Conan Doyle obtenía con dificultad el dinero justo para comer y pagar el alquiler. Adelgazó 
considerablemente, llegando a empeñar su reloj para sobrevivir. Pero, poco a poco, las cosas fueron 
mejorando y, al cabo de un tiempo, sus ingresos le permitieron tener una persona que le ayudara en las 
labores de la casa, lo que le dejaba más tiempo para su profesión. Pronto pudo satisfacer alguna de sus 
grandes aficiones; se hizo socio de algunos clubs de Portsmouth, donde podía jugar al fútbol y al cricket, 
con la ventaja añadida de que sus compañeros de deporte acabaron siendo pacientes suyos. De pronto, 
todo parecía sonreír al joven doctor Doyle. 
Su nueva situación le animó también a escribir, y el "Cornhill Magazine" le publicó un cuento 
corto titulado Habakuk Jephson's Statement, por el que le pagaron veintinueve guineas. Pronto le pidieron 
nuevos cuentos, y el "All the Year Round" y el "Boy's Own Paper" decidieron también publicar relatos y 
ensayos de Arthur Conan Doyle. 
Sherlock-Holmes.es 12
Capítulo IV. Encuentro con la madurez 
Al margen de su creciente producción literaria, el joven 
Doyle se interesaba por los temas relacionados con su profesión de 
médico y publicaba estudios en "Lancet" y "Medical Times". 
También le preocupaban los temas de actualidad y escribía cartas a 
los periódicos dando su opinión sobre asuntos tales como la 
religión y las costumbres de sus compatriotas. Su consulta médica 
le permitía mejorar sus ingresos, aunque no a la velocidad que el 
impulsivo joven hubiera deseado. Durante el año 1882 había 
ingresado trescientas libras, cantidad apreciable para un joven 
médico, pero que distaba mucho de las mil libras que le decía a su 
madre que ganaba. La realidad es que Conan Doyle nunca alcanzó 
esa cantidad anual como médico y sí, en cambio, con gran 
facilidad, con las aventuras del detective de Baker Street. La 
práctica de la medicina brindaba experiencia al joven escritor. 
Cuando visitaba a sus pacientes más humildes, que vivían en 
condiciones realmente penosas, algunas de las escenas eran difíciles 
de asumir. Pero poco podía hacer por ellos, y esta impotencia le provocaba frecuentes depresiones. Se 
rebelaba contra la injusticia de tales situaciones. Pero no todo eran amarguras: en esa época, fue a vivir 
con él su hermano pequeño, Innes. Aunque sólo tenía diez años, le ayudaba en lo que podía, haciendo de 
botones; realizaba pequeños recados y abría la puerta a los pacientes que venían a la consulta. Para esta 
última misión llevaba un gracioso uniforme hecho a medida. Cuando terminaban el trabajo, los Doyle se 
divertían juntos; cenaban, paseaban y charlaban sobre Edimburgo y sobre la familia. En realidad, Conan 
Doyle era feliz con la compañía de su hermano, al que, primero debido al internado y luego a los viajes y 
a la universidad, no había podido tratar. Ahora, el destino le permitía recuperar el tiempo perdido. 
Cuando, en 1885, Innes se marchó al colegio en Yorkshire, Conan Doyle tardó en acostumbrarse a su 
ausencia. 
Campanas de boda. 
En su primera sala de consulta médica, 
Doyle descubrió el dolor humano y los 
problemas de las clases más humildes de 
la sociedad. 
Por esa época, Arthur Conan Doyle se había convertido en un personaje popular en Southsea. El 
joven médico escocés había adquirido cierto reconocimiento en su profesión, era un gran deportista y la 
gente empezaba a reconocer su labor como periodista y como escritor. Su vida social fue adquiriendo una 
actividad inusitada, y Conan Doyle se veía perseguido por una corte de señoritas casaderas, cuyas madres 
miraban el juego con ojos complacidos. Pero Sir Arthur tenía su propia opinión sobre el asunto. En marzo 
Sherlock-Holmes.es 13
La primera esposa de Doyle, Louise, 
conocida por el apodo de “Touie”. 
de 1885, había tratado a un niño afectado de meningitis, Jack 
Hawkins, que falleció a pesar de todos los desvelos del doctor 
Doyle. La madre de Jack y su hermana, Louise, estaban muy 
agradecidas por todos los esfuerzos del doctor y, poco a poco, nació 
una gran amistad entre la agradable, tranquila y dulce Louise y el 
joven Doyle. La señorita Hawkins, "Touie", como la llamaban 
familiarmente, estaba bien educada, según los cánones de la época: 
cantaba, tocaba el piano, leía con discreción y era capaz de llevar 
satisfactoriamente una casa. "Touie" encontraba muy inteligente a 
Conan Doyle, lo que, sin duda, añadía un encanto más a la joven. 
La suerte estaba echada: la pareja contrajo matrimonio en 
agosto de 1885, con la fuerte oposición de Mary Doyle. La madre 
de Sir Arthur veía precipitado y poco sólido este matrimonio. Con el 
tiempo, Conan Doyle tuvo que dar la razón a su madre: el 
matrimonio había sido un error. Sin embargo, Doyle nunca traicionó 
el compromiso que había adquirido. 
The Society for Psychical Research. 
Aunque Conan Doyle se había alejado de la Iglesia católica, buscaba una justificación al calvario 
del hombre en este mundo. Y la única justificación que encontraba posible era la existencia de otra vida 
después de la muerte, que compensase las deficiencias e injusticias que, sobre todo los más humildes, 
vivían a diario. 
En la búsqueda de una confirmación a esta idea de un paraíso posterior, a la que no era ajena la 
educación que le habían dado los jesuitas. Conan Doyle se fue acercando a las prácticas espiritistas, muy 
de moda en aquella época. Dentro de la legión de farsantes y mediums de pacotilla que proliferaban, 
montando espectáculos en ferias y teatros, Conan Doyle conoció a uno que parecía honrado y que había 
logrado cierta fama en Portsmouth. Su nombre era John Wesley y, poco a poco, había logrado reunir a 
unos cuarenta seguidores de sus enseñanzas. 
Doyle no tardó en integrarse en el grupo, deseoso de profundizar sus conocimientos. En 1882, se 
había creado la Society for Psychical Research, lo que permitió a Sir Arthur trabar conocimiento con el 
general Alfred W. Drayson, un militar retirado que compartía con Doyle la afición por el espiritismo, la 
historia militar y la escritura. Drayson había publicado algunos relatos en las mismas revistas que Doyle 
y, debido a los diversos temas que les unían, intimaron rápidamente. 
Drayson introdujo a Conan Doyle en las teorías de Friedrich Anton Mesmer, doctor austríaco del 
siglo XVIII que había elaborado una teoría sobre los efectos de los planetas en el comportamiento 
Sherlock-Holmes.es 14
humano y la posibilidad de controlar y elegir esos efectos. Aunque Mesmer había muerto en 1815, 
arruinado y en el exilio, el mesmerismo se había hecho popular en Gran Bretaña a través de "The Zoist", 
una publicación dedicada al hipnotismo y a otras prácticas, dirigida por el doctor John Elliotson, del 
London's University College Hospital. 
En 1880, los doctores Liebault y Bernheim popularizaron la hipnosis; pronto Conan Doyle se 
interesó por estos descubrimientos y, en 1884, publicó en el "Cassell's Saturday Journal" John Barrington 
Cocales, la historia de un joven médico escocés que cae en las redes de una perversa y bella hipnotizadora 
que, como una mantis religiosa, mata a sus amantes. En 1885, justo antes de casarse con Louise, publicó 
The Great Keinplatz Experiment, en la que el protagonista, el profesor Von Baumgarten, filosofa sobre 
experiencias cercanas a los viajes astrales, en las que el espíritu abandona el cuerpo, viajando con 
libertad. 
La familia Doyle se instaló en la villa Bush, 
de la localidad de Southsea. 
Sherlock-Holmes.es 15
Capítulo V. Las múltiples facetas del doctor Doyle 
La famosa espiritista Madame Blavatsky. 
Paulatinamente, Conan Doyle fue entrando en contacto con 
grupos espiritistas y participando en las sesiones que organizaban. 
Algunas de estas sesiones le provocaban serias dudas sobre la 
veracidad de lo que veía, pero su amigo Alfred Drayson, que 
merecía toda su confianza y al que admiraba enormemente, 
acallaba sus dudas. 
Drayson alegaba que no tenían importancia los fraudes que 
pudieran realizar algunos desaprensivos, porque ¿dónde no los 
hay? ¿Acaso más de uno no presume de cristiano y lleva una vida 
absolutamente indigna de las creencias que dice profesar? Bajo la 
influencia de Drayson, Conan Doyle se suscribió a "Light", una 
publicación espiritista, y continuó asistiendo a numerosas sesiones, 
como otros famosos contemporáneos suyos. En su época el 
espiritismo estaba de moda. Políticos, nobles, intelectuales y 
artistas frecuentaban sesiones donde se materializaban ectoplasmas, las mesas se movían y se escuchaban 
voces que no se sabía si venían de los cielos o de detrás de una puerta entreabierta. 
También a través de Drayson, Doyle se interesó por el budismo. Le atraía particularmente todo lo 
relacionado con la teoría de la reencarnación, sobre la que empezaban a escribir algunos orientalistas, 
influidos por las experiencias que habían tenido en sus viajes. 
En esta época, Doyle conoció a Madame Blavatsky, una enigmática mujer que gozaba de gran 
reconocimiento en los medios espiritistas. Se decía de ella que poseía grandes poderes, y era recibida con 
honores en los salones más importantes de Inglaterra. Años después, su reputación se vino abajo cuando 
un grupo de expertos demostró los trucos que utilizaba la famosa dama. 
A pesar de la oposición de la ciencia oficial y, en particular, de la profesión médica, Conan Doyle 
escribió una carta a la revista "Light", en julio de 1887, en la que declaraba ser un espiritista convencido, 
aunque confesaba que los experimentos sólo tenían sentido como medio para probar la existencia de otra 
vida, y reprobaba la actitud de los que intentaban convertir estas experiencias en un espectáculo más, 
como el teatro o la ópera. Doyle terminaba diciendo que cada persona debía buscar su propia realización 
para permitir a su espíritu alcanzar la libertad, a salvo ya de las lacras de este mundo. 
De cómo nació un tal Sherlock Holmes. 
Conan Doyle era un lector infatigable que leía todo lo que caía en sus manos, y devoto de un 
género que empezaba a tener muchos adeptos en la época: la novela de detectives. Sin embargo, su 
Sherlock-Holmes.es 16
espíritu crítico le hacía ver los fallos de dichas novelas. Los 
argumentos eran endebles y poco creíbles; los protagonistas, 
zafios y poco lógicos, y la solución de los crímenes se debía más 
a la suerte o a la torpeza de los delincuentes que a las virtudes 
que adornaban a los investigadores. Dentro del género, sus 
escritos favoritos eran Gaboriau y Edgar Allan Poe. Pero él se 
veía capaz de superarlos y, sobre todo, pensaba que podía ser un 
buen negocio. Teniendo en cuenta la ambición del joven Doyle y 
que debido a su matrimonio sus gastos eran mayores, no resulta 
descabellado pensar que las razones económicas influyeron en su 
ánimo poderosamente. Su decisión de convertirse en escritor de 
novelas policíacas fue fría y meditada. Primero creó sus 
personajes: un detective llamado Sherrinford Holmes, y su 
Edgar Allan Poe en un retrato 
de Ismael Gentz. 
ayudante y compañero Ormond Sacker, que haría las veces de 
narrador de las proezas del genial detective. La primera novela se tituló inicialmente A Tangled Skein, 
pero después cambió el título por A Study in Scarlet (Estudio en escarlata). Ormond Sacker se convirtió 
en el doctor John Watson, y Sherrinford Holmes conservó el apellido, pero el nombre de pila se 
transformó en otro más corto, más contundente y fácil de recordar. Así nació un detective que, al fin, se 
llamó Sherlock Holmes. 
Pero aún quedaba un largo recorrido para que A Study in Scarlet llegara a publicarse y para que 
Sherlock Holmes se convirtiera en el detective con más seguidores de la historia. James Payn, editor del 
"Cornhill Magazine", que ya había publicado relatos de Conan Doyle en el "Chamber's Journal", se 
excusó diciendo que el relato era demasiado corto para convertirlo en una serie, y demasiado largo para 
publicarlo de una vez. Probablemente, con el paso del tiempo, Payn lamentaría más de una vez su 
decisión. En 1886 Conan Doyle envió su novela a Arrowsmith, Warne y otros editores, sin que ninguno 
de ellos diese muestra alguna de interés. Finalmente, A Study in Scarlet se publicó en las navidades de 
1887 en el "Beeton's Christmas Annual" y le pagaron la ínfima cantidad de 25 libras. Pero Conan Doyle 
ya estaba harto, quería publicarlo y necesitaba el dinero. Un año más tarde, Ward, Lock & Co. publicaron 
A Study in Scarlet en forma de novela, con ilustraciones de Charles Doyle, el padre de Conan Doyle. 
Micah Clarke 
En esta época -y también posteriormente- el joven Conan Doyle estaba más interesado en otros 
temas literarios, como la novela histórica. En el verano de 1887 escribió Micah Clarke, que se publicaría 
dos años más tarde. La acción transcurría a finales del siglo XVII, cuando el rey Jaime II intentaba 
instaurar de nuevo el catolicismo en Inglaterra. 
El protagonista, Micah Clarke, hijo de un antiguo combatiente a las órdenes de Cromwell, se 
Sherlock-Holmes.es 17
convierte en un héroe romántico. Conan Doyle, que era un aficionado a la historia desde su infancia, 
demostró estar influenciado en esta novela por sus dos autores favoritos: el historiador Lord Macaulay y 
el novelista Sir Walter Scott, cuyas obras tanto habían acompañado a Doyle en su infancia y juventud. 
El novelista, una vez más, y a pesar de la innegable calidad de Micah Clarke, tuvo que luchar con 
varios editores y armarse de paciencia, hasta que logró publicarlo. Pero los malos tiempos iban a cambiar 
y, como a tantos otros, la fortuna le vendría de América. 
Oliver Cromwell fue uno de los personajes históricos favoritos de Sir Arthur Conan Doyle. 
Sherlock-Holmes.es 18
Capítulo VI. El precio del éxito 
Portada de la segunda edición de 
El Signo de los Cuatro. 
Fue en Estados Unidos donde se elevó al Olimpo de la fama 
a Sherlock Holmes y con él a su autor, Arthur Conan Doyle. En 
1889, la editorial Lippincott de Pennsylvania encargó a Doyle un 
nuevo libro sobre Sherlock Holmes, durante una cena en el hotel 
Langham. El anfitrión era Joseph Marshall Stoddart, editor de 
Lippincott, y había también un tercer comensal: el escritor inglés 
Oscar Wilde. Casualmente, Wilde era el primer miembro de la 
exigente comunidad literaria británica que reconocía el gran talento 
de Conan Doyle. A Wilde le había encantado Micah Clarke, y 
dedicó numerosas alabanzas a Doyle durante la cena. Sir Arthur 
quedó muy impresionado por la delicadeza, la exquisita educación y 
el gran sentido del humor de Oscar Wilde, que contó varias 
anécdotas divertidísimas. 
Finalizada la cena, Wilde se comprometió a escribir un libro 
que se titularía El retrato de Dorian Grey y, por su parte, Conan 
Doyle firmó el contrato con "Lippincott's Magazine" de lo que sería The Sign of Four (El signo de los 
cuatro), al precio de cien libras esterlinas. El hecho de que el contrato se redactase ese mismo día 
demuestra la expectación con la que el público estadounidense esperaba una nueva aventura de Sherlock 
Holmes. El signo de los cuatro se publicó en el "Lippincott's Magazine" en febrero de 1890; poco 
después, apareció en forma de novela. Al final del libro, la protagonista, Mary Morstan, se convierte en 
señora Watson, alterando con ello la idílica y confortable relación del doctor Watson con Sherlock 
Holmes. El libro ganó rápidamente el favor del público, y fue un gran éxito de ventas. Pero empezaba 
entonces la gran tragedia de Conan Doyle, que veía cómo crecía la popularidad del detective, eclipsando 
la de su autor; esto provocaba una ambigua relación de amor y odio de Conan Doyle hacia su famoso 
detective. 
The White Company. 
El éxito condujo a Conan Doyle a una actividad frenética que comenzaba temprano por la mañana 
y terminaba muy tarde. Al igual que Sherlock Holmes, cuando iniciaba un proyecto desarrollaba una 
actividad prodigiosa, aunque en muchos casos estos proyectos no llegaban a buen término. En 1890 
publicó una nueva novela histórica, titulada The White Company, sobre el reinado de Eduardo III, una de 
las épocas favoritas, para el escritor, de la historia de Inglaterra. 
El libro se vendió muy bien, pero la crítica fue despiadada. Consideraban que, aunque reflejaba 
Sherlock-Holmes.es 19
perfectamente la vida de Francia e Inglaterra en el siglo XIV, los personajes no estaban suficientemente 
definidos, en especial el protagonista, Sir Nigel Loring. Esta tendencia de la crítica a no tomar en serio 
sus trabajos históricos crispaba a Conan Doyle, que prefería estas obras y no las aventuras de Holmes y 
Watson. Pero lo cierto es que Doyle no consiguió nunca definir ningún otro personaje suyo con la fuerza 
y la credibilidad que tenían el detective y el médico. La moralidad y las actuaciones de sus personajes 
históricos estaban más acordes con el propio Conan Doyle que con la época en la que los situaba el autor. 
En el terreno personal, la vida sonreía a Conan Doyle. La relación con su esposa era magnífica, y en 
1890, a los treinta y un años, Doyle fue padre de una niña a la que bautizaron como Mary Louise. Sin 
embargo, su espíritu aventurero anhelaba un poco de acción. 
Tras las huellas de Robert Koch 
En 1890 los titulares de los diarios de todo el mundo se hicieron eco de la proeza de un médico 
alemán. El doctor Robert Koch había descubierto el bacilo causante de la tuberculosis y un tratamiento 
para combatir dicha enfermedad. Esta noticia provocó una peregrinación a Berlín de miles de enfermos 
que intentaban, a cualquier precio, salvar su vida de la fatal dolencia. Muchos de ellos morían en el 
camino que les conducía hacia el milagro. No pocos médicos viajaban también a Alemania, interesados 
en el descubrimiento que acabaría con el azote que minaba a la población de fines del siglo XIX. 
Aunque como médico no estaba especialmente interesado en la tuberculosis, Conan Doyle sintió 
renacer su espíritu aventurero. Le subyugaba la idea de presenciar un acontecimiento que marcaría la 
historia de la humanidad. Su placentera pero rutinaria vida le resultaba insuficiente, y ardía en deseos de 
El doctor Garnault, discípulo de Koch, se 
inyecta sangre de una vaca tuberculosa. 
conocer a Koch, aunque para ello tuviera que abandonar 
temporalmente a su esposa y a su hija recién nacida. 
Consiguió que "Review of Reviews" le encargase un 
artículo sobre el doctor Koch, logrando así la posibilidad de 
entrevistarle personalmente, aunque numerosos periodistas 
rondaban infructuosamente al médico alemán. A su llegada a 
Berlín, Doyle se encontró con un espectáculo dantesco, más 
propio de un circo que de un acontecimiento médico. Su 
impulsivo carácter hizo que se enfadara con los ayudantes de 
Koch, que daban a los enfermos mucho menos de lo que 
prometían. Basándose en lo que había visto y escuchado en Berlín, 
el 17 de noviembre de 1890 publicó un valiente artículo en el que 
reconocía que el descubrimiento de Koch era decisivo, pero que 
los resultados no estaban a la altura de las esperanzas que en él 
depositaban los enfermos y sus familiares. Durante su viaje a Berlín, Doyle conoció a Malcolm Morris, 
que le habló sobre el futuro de la oftalmología y las posibilidades que ofrecía a médicos jóvenes y 
Sherlock-Holmes.es 20
ambiciosos como él. Morris le recomendó especializarse en Viena, lo que le permitiría abrir una consulta 
en Londres. A su regreso, Conan Doyle pensó detenidamente en esta sugerencia, sopesando los 
inconvenientes y las ventajas de la arriesgada decisión. Dudaba, sobre todo, porque suponía alejarse de 
nuevo de su familia. Fue su madre, una vez más, la que aclaró sus dudas al ofrecerse a quedarse con la 
pequeña Mary Louise, para que Conan Doyle pudiera viajar a Austria con su esposa. La pareja llegó a 
Viena el 5 de enero de 1891. 
Sherlock-Holmes.es 21
Capítulo VII. Cambio de rumbo 
oftalmología, Conan Doyle comprendió que acababa de 
cometer un error. Él hablaba el alemán aprendido en el colegio, 
que le bastaba para defenderse en una tienda o para mantener 
una conversación más o menos intranscendente. Pero de ahí a 
seguir unas clases de medicina con materias en las que 
abundaban las palabras técnicas, impartidas con el habitual 
ritmo de quienes el alemán era su lengua materna, distaba 
bastante. Siguió las clases de Krankenhaus, pero tuvo que 
A finales del siglo XIX, Viena era un centro 
importante de la medicina mundial. 
reconocer que hubiese aprendido mucho más en Inglaterra. Por 
otro lado, la dedicación que le exigían sus estudios le impidió escribir una sola línea durante los cuatro 
meses que duró su aventura austriaca. A su regreso pudo comprobar con agrado el nivel de popularidad 
que había alcanzado como escritor. Todo lo que escribía se vendía con éxito, incluido un libro menor 
sobre alquimia, The Doings of Raffles Haw, que escribió para cubrir los gastos que le había ocasionado su 
poco meditada decisión de ir a estudiar a Viena. 
Recién llegado a Viena en 1891 para especializarse en 
Una consulta en Londres. 
Aceptó con filosofía la situación, olvidando rápidamente los sinsabores de la estancia vienesa, ya 
que había cumplido parte de sus sueños: especializarse en oftalmología. 
Decidido a llevar su sueño hasta el final, trasladó a su familia a Londres, instalándose en el 23 de 
Montague Place, cerca del Museo Británico. Abrió su consulta en el 2 de Upper Wimpole Street, 
desoyendo los consejos de familiares y amigos, que le reprochaban su tozudez al empeñarse en algo sin 
meditarlo, especialmente cuando su carrera literaria iba viento en popa. 
La verdad es que Doyle estaba de acuerdo con sus amigos, pero su tozudez y el deseo de no dejar 
las cosas a medias le obligaron, una vez más, a tomar una decisión equivocada y, sobre todo, precipitada. 
La consulta de Upper Wimpole Street funcionaba mal, pues apenas daba para cubrir los gastos. Conan 
Doyle tuvo que reconocer que era una pérdida de tiempo y, sobre todo, de dinero, teniendo en cuenta que 
las ventas de sus libros iban subiendo como la espuma. Finalmente, tuvo que rendirse ante la evidencia; la 
medicina no le producía ninguna satisfacción y económicamente era un desastre. 
Pero si el Doyle médico estaba decepcionado, el escritor producía sin parar, trabajaba con 
facilidad y obtenía espléndidos resultados. Nada más instalarse en su consulta de Upper Wimpole Street, 
aprovechando que tenía tiempo libre, Conan Doyle inició un relato corto de Sherlock Holmes. Empezó 
Sherlock-Holmes.es 22
Con Escándalo en Bohemia 
se iniciaban Las Aventuras 
de Sherlock Holmes. 
titulándose A Scandal of Bohemia y acabó como A Scandal in Bohemia 
(Escándalo en Bohemia). Su agente, Alexander Pallock Watt, le animó a 
continuar, y en los cuatro meses siguientes vieron la luz cinco aventuras más 
del inquilino de Baker Street: A Case of Identity (Un caso de identidad), The 
Red-Headed League (La liga de los pelirrojos), The Boscombe Valley Mystery 
(El misterio del valle de Boscombe), The Five Orange Pips (Las cinco 
semillas de naranjas) y The Man with the Twisted Lip (El hombre del labio 
retorcido). El filón estaba abierto, y Conan Doyle se divertía escribiendo. La 
suerte estaba echada, y los Doyle volvieron a trasladarse, esta vez a una 
preciosa casa de South Norwood, un barrio del sur de Londres. Conan Doyle 
decidió abandonar definitivamente el ejercicio de la medicina, e intentar vivir con los ingresos de la 
pluma. El agente de Doyle presentó los seis relatos cortos al "Strand Magazine", que estaba empezando a 
editar novelas por entregas. A la vista del material de Doyle, uno de los editores, Herbert Greenhough 
Smith, tuvo una idea genial. En lugar de publicar, como hasta entonces, una novela larga por capítulos, 
publicaría los seis relatos, puesto que, aunque eran independientes entre sí, tenían un hilo conductor: 
Sherlock Holmes y el doctor Watson. Los personajes hacían de nexo de unión entre los diferentes relatos, 
y todas las historias se publicarían bajo un título común: The Adventures of Sherlock Holmes (Las 
aventuras de Sherlock Holmes). 
La suerte sonreía a Arthur Conan Doyle. En vista del éxito de los primeros relatos, los editores 
querían más historias, para calmar la demanda de los innumerables admiradores de Holmes. El éxito de 
ventas permitió subir los precios y, si por Escándalo en Bohemia le habían pagado 25 libras, y por los 
siguientes, 35 por cada uno, el "Strand" estaba dispuesto a pagar 50 libras por cada nueva historia. A 
partir de entonces, aparte del título genérico de The Adventures of Sherlock Holmes, el de cada relato 
empezaría por The Aventure of... Los dos primeros nuevos relatos, The Adventure of the Blue Canbuncle 
(El carbunclo azul) y The Adventure of the Speckled Band (La banda de lunares), Doyle los escribió con 
rapidez, pero con la tranquilidad de tenerlos ya vendidos, lo cual le permitió mejorar su estilo. Según los 
críticos, si las primeras historias ya habían gustado, 
éstas se podían considerar obras maestras del género. 
A continuación vieron la luz The Adventure of the 
Engineer's Thumb (El dedo pulgar del ingeniero), 
The Adventure of the Noble Bachelor (El solterón 
aristocrático) y The Adventure of the Beryl Coronet 
(La diadema de berilo). Cuando inició la última de la 
serie, Retrato de Herbert Greenhough Smith, director literario del 
The Adventure of the Copper Beeches (La 
“Strand Magazine”. 
Nace una serie. 
Sherlock-Holmes.es 23
finca de Copper Beeches), era tal la fama de Sherlock Holmes, y ensombrecía hasta tal punto la de su 
autor, que Conan Doyle estaba dispuesto a acabar con el detective al final de la aventura. Algunos 
lectores estaban convencidos de la existencia real de Holmes, e incluso enviaban cartas dirigidas a 
Sherlock Holmes al 221-B de Baker Street; esto relegaba a Conan Doyle al papel de mero biógrafo de un 
héroe, convirtiéndolo en un doctor Watson cualquiera. Una vez más, la sensatez de Mary, la madre de 
Doyle, logró que su hijo no acabara con quien se estaba convirtiendo en el héroe favorito de los lectores. 
Las críticas de los relatos eran excelentes. Cuando aparecieron publicados en forma de libro, que 
dedicó a su antiguo profesor, el doctor John Bell, todos estuvieron de acuerdo con G. K. Chesterton en 
que las historias tenían un ritmo perfecto, desde la primera hasta la última línea. 
El doctor Joseph Bell, 
antiguo profesor de Conan Doyle. 
El éxito de Sherlock Holmes permitió a la familia Doyle llevar una 
plácida existencia en su bonita casa de South Norwood, al margen de los 
inconvenientes propios de la popularidad del cabeza de familia. En 1892 
Arthur Conan y Louise Doyle tuvieron su primer hijo varón, Alleyne 
Kingsley, que colmó las expectativas de su padre, deseoso de tener un chico al 
que educar a su estilo en el deporte, las lecturas y las aventuras. A sus treinta 
y cuatro años, Conan Doyle era un hombre feliz y satisfecho con los logros 
conseguidos. La suerte le mostraba su mejor cara. 
Sherlock-Holmes.es 24
Capítulo VIII. Años difíciles 
Arthur Conan Doyle se estaba convirtiendo en un autor famoso. Lo mismo viajaba a Noruega con 
Jerome K. Jerome -el creador del mayordomo Jeeves- para esquiar, que cenaba con la flor y nata de los 
escritores, no sólo ingleses sino de toda Europa. Los editores se disputaban el honor de publicar unas 
obras que les resultaban muy rentables. La sociedad londinense reclamaba su presencia en todos los actos 
y fiestas importantes. Conan Doyle se había convertido, a pesar suyo, en un personaje popular y estaba de 
moda. 
A medida que se acercaba a los cuarenta años, Conan Doyle empezaba a sentirse mayor. Por 
primera vez en su vida, le preocupaban la edad y sus estragos: ya no era el mismo jugando al fútbol, y su 
ritmo de acostarse tarde y levantarse temprano le parecía menos llevadero que antes. Veía que los difíciles 
tiempos que se avecinaban, en los que se insinuaba ya la sombra de una gran guerra, eran para los jóvenes 
sanos y fuertes. Pensaba que él ya no podría protagonizar los acontecimientos venideros y, lo que le 
resultaba más duro, veía que su querido hijo sí se vería obligado a vivir esos tiempos, y eso también le 
disgustaba. Para un patriota como él, estos pensamientos no eran motivo de orgullo, pero no podía evitar 
sus dudas y su miedo. La producción literaria de Conan Doyle era cada vez más fecunda. El "Strand 
Magazine" no tenía capacidad para publicar todo lo que Doyle le ofrecía, y otras revistas, como "The 
Idler" de Jerome K. Jerome, empezaron a publicar relatos y artículos del prolífico escocés. Los editores se 
asustaban ante esta avalancha de relatos pero, como siempre, Doyle continuaba produciendo, sin 
importarle la opinión de los demás. Henry Irving le pagó cien libras por una obra de teatro sobre 
Waterloo, y por otro lado preparaba el libreto de una opereta, Jane Annie, con su amigo J. M. Barrie. 
Trineo que hacía el trayecto Chamonix-Fayet, en los Alpes 
suizos, en la época en que la familia Doyle visitó Suiza. 
La llegada del año 1893 marcó el comienzo 
de una época dura para la familia Doyle. Murió 
Charles, el padre del escritor, un hombre débil al 
que la vida había marcado durante muchos años, 
quebrantando su salud y su carácter. Conan Doyle 
que, al estar tan unido a su madre, había mantenido 
una relación poco fluida con él, se sintió muy 
afectado, ya que a pesar de la inestabilidad de 
carácter de Charles Doyle, se había roto un vínculo 
importante. 
Viaje a Suiza. 
Ese mismo año, su esposa empezó a dormir mal, progresivamente aquejada de una tos que no 
presagiaba nada bueno. Conan Doyle decidió consultar a los mejores médicos, y el diagnóstico de éstos 
Sherlock-Holmes.es 25
fue unánime: los pulmones de la señora Doyle estaban seriamente afectados y la enfermedad había 
minado profundamente su salud. 
Enfermos de tuberculosis en un 
sanatorio de los Alpes. 
La cura alpina dio resultado, pero la salud de la señora Doyle ya nunca fue buena y acabó 
convirtiéndose en una inválida. No obstante, Doyle se sentía feliz, pues habían logrado vencer a la 
enfermedad. Las aventuras de Sherlock Holmes estaban terminadas, y aunque el autor había decidido no 
darles continuación, la demanda del público, que pedía más y más aventuras, obligó al escritor a ceder 
ante las súplicas de su editor. Así nació otra serie de doce relatos más bajo el título genérico de The 
Memoirs of Sherlock Holmes (Las memorias de Sherlock Holmes). Doyle había claudicado para dar gusto 
a sus innumerables seguidores y para embolsarse las mil libras esterlinas que había logrado que su editor 
le pagase por la serie. 
Ilustración de Sidney Paget en 
la que se representa la lucha 
final de Holmes y Moriarty. 
Una consulta con el gran especialista Sir Douglas Powell 
confirmó el diagnóstico, añadiendo la conveniencia de apartar 
cuanto antes a Louise del frío y húmedo invierno inglés. Conan 
Doyle, tremendamente afectado por la noticia, tomó una rápida 
decisión y se la llevó a Suiza. Los Alpes parecían ser unos buenos 
aliados para luchar contra la tuberculosis que estaba acabando con 
la vida de su querida "Touie". Louise y Conan Doyle se instalaron 
con sus hijos en el hotel Kurhaus, en Davos, y para el escritor 
empezó una época en la que sólo estaba interesado en una cosa: 
"Touie" debía curarse, y él haría todo lo necesario para hacerle la 
vida lo más grata y alegre posible durante la lenta recuperación. 
Doyle procuraba que su mujer y sus hijos se distrajesen, confiando 
en que el sol y el aire puro alejarían el fantasma de la muerte y 
todos podrían recordar aquella etapa no como algo triste, sino 
como una divertida época de vacaciones. 
La muerte de Sherlock Holmes. 
Las memorias de Sherlock Holmes comenzaban con Silver Blaze, 
(Estrella de plata), y en The Greek Interpreter (El intérprete griego) hacía su 
aparición Mycroft Holmes, un hermano de Sherlock, siete años mayor que él, 
y el único ser sobre la Tierra por quien Holmes siente un auténtico respeto. 
Misterioso colaborador del gobierno, mueve los hilos desde el muy exclusivo 
club Diógenes en Pall Mall, y mira a Sherlock con la condescendencia con 
que se atiende a un niño. Pero la gran sorpresa para los lectores y para la 
sociedad londinense en general fue la aparición, en diciembre de 1893, de 
The Final Problem (El problema final) donde Sherlock Holmes fallecía. 
Sherlock-Holmes.es 26
Había querido "matarlo" al final de Las aventuras de Sherlock Holmes, aunque había cedido a las 
presiones de su editor. Durante su estancia en Suiza, al visitar las cataratas de Reichenbach imaginó a su 
odiado personaje cayendo por ellas. Dicho y hecho, en El problema final Sherlock Holmes se despeña 
mientras lucha con su peor enemigo, el profesor Moriarty, arrastrándolo en su caída. Cuando Watson 
llega al lugar no hay ni rastro de Holmes ni de Moriarty: sólo encuentra una carta dirigida a él, firmada 
por Sherlock Holmes. El detective ha muerto para salvar a la humanidad. El relato termina con un epitafio 
de Watson, que es una loa al que considera el mejor de los hombres. La reacción no se hizo esperar. Miles 
y miles de cartas empezaron a llegar a las editoriales, a los periódicos y al 221-B de Baker Street. Desde 
el pueblo llano hasta el príncipe de Gales, todos lamentaban el final del héroe, y nadie comprendía la 
decisión de su autor. Aquellos que pensaban en Sherlock Holmes 
como en un ser de carne y hueso consideraban a Conan Doyle un 
asesino. Aparecieron esquelas en los periódicos, y se sucedían 
interminables muestras de duelo, primero en Londres, luego en toda 
Inglaterra, hasta alcanzar a Europa y Estados Unidos de América. 
Es famosa una carta que recibió Doyle, que empezaba con un 
"¡Grandísimo burro!". Su propia madre estaba indignada. Pero 
Conan Doyle no se conmovió; tenía aún muy reciente la muerte de 
su padre y la grave enfermedad de su esposa: seguir con Sherlock 
Holmes era demasiado. Tendrían que transcurrir casi diez años para 
que Conan Doyle cambiase de decisión. 
Carta de Doyle a su madre 
comunicándole su decisión de “matar” a 
Holmes. 
Conan Doyle ya no podía más. 
Sherlock-Holmes.es 27
Capítulo IX. Un viajero empedernido 
En 1894, Arthur Conan Doyle recibió una oferta para dar una serie de conferencias en Estados 
Unidos y Canadá. La invitación procedía del Mayor J. B. Pond, un excombatiente de la guerra civil, que 
había hecho fortuna como empresario y como promotor. 
Doyle, que era un viajero impenitente y seguía apasionado por la aventura, se decidió 
rápidamente. Debido a que su esposa no podía acompañarlo por su delicado estado de salud, para no ir 
solo invitó a su hermano menor. 
Conan Doyle quería mucho a su hermano Innes, pero además, a pesar de que le encantaba 
conocer nuevas gentes, necesitaba alguien con quien charlar. Y ese alguien debía ser capaz de 
comprender el sentido del humor de los británicos y, especialmente, el de los escoceses. Su hermano 
cumplía todos los requisitos exigidos al mejor de los acompañantes. A su llegada a Nueva York, Conan 
Doyle se encontró con una lista interminable de conferencias que debía pronunciar ante un público que 
sólo estaba interesado en ver y escuchar al autor de Sherlock Holmes. La verdad es que Doyle creía 
haberse librado del famoso personaje creado por él, pero el cadáver de éste volvía a adquirir vida. 
La popularidad de Doyle era tremenda, y a pesar de algunas críticas aparecidas en la prensa, en 
las que le definían como un incompetente hombre gris, su éxito fue enorme. Durante la gira estuvo 
rodeado todo el tiempo de amigos y de seguidores del detective de Baker Street. Tras su paso por Estados 
Unidos se dirigió a Toronto, donde dio una multitudinaria conferencia. Las cataratas del Niágara 
impresionaron sobremanera a Conan Doyle. El novelista reconoció tiempo después que hubiese sido el 
lugar ideal para terminar con Holmes y Moriarty, pero ya era tarde: sus cuerpos reposaban en Suiza. A su 
regreso a Inglaterra hizo realidad una idea a la que llevaba dando vueltas desde hacía tiempo. Doyle se 
dirigió a Surrey y compró un terreno en Hindhead para construirse una casa, encargando el proyecto a un 
viejo amigo suyo, el arquitecto Ball. 
el ideal para la delicada salud de su esposa, ni 
tampoco para el estado de ánimo que dominaba a 
Conan Doyle. Una vez puso en marcha el 
proyecto de la casa, cogió a su familia y se la 
llevó a un país que no conocía, pero sobre el que 
había leído mucho: Egipto. En esa época, muchos 
Una foto para el álbum. Caravana de turistas ante la esfinge de 
británicos viajaban a países con mejor clima y donde todo era más económico. Una renta que en 
Inglaterra les llegaba para subsistir con estrecheces, en España, Italia o Egipto les permitía vivir con 
Un invierno en Egipto. 
El invierno inglés, frío y húmedo, no era 
Sherlock-Holmes.es 28
holgura y hasta con cierto lujo. Por supuesto, en sus nuevos destinos no alteraban ni un ápice sus 
costumbres, y sólo se trataban de igual a igual con sus compatriotas. 
Cuando se instalaron en el Hotel Mena de El Cairo, aunque los motivos de Doyle no eran 
económicos, su actitud fue exactamente la misma que la del resto de sus compatriotas. Pronto pudo 
comprobar en sus propias carnes que una cosa es la literatura y otra muy diferente la realidad. Lo que en 
los libros era un marco ideal para exóticas aventuras, debido a la belleza de las pirámides y a los peligros 
del desierto, en el devenir diario se convertía en calor, moscas y una desorganización absoluta. Por dicha 
razón, fue un alivio para él abandonar un país que le había decepcionado y al que no tenía ninguna 
intención de volver. 
De vuelta en Inglaterra, Conan Doyle se vio sumido de nuevo en la angustia de su vida hogareña, 
de la que inconscientemente pretendía huir con sus viajes. Louise se encontraba muy debilitada y 
permanecía largas temporadas en la cama. Doyle le daba de comer, le leía en voz alta, le contaba 
divertidas anécdotas y permanecía atento a sus mínimos deseos. Pero Conan Doyle, aunque le costase 
reconocerlo, se sentía solo. Era un hombre todavía joven y tenía una esposa enferma, y por mucho que 
intentase ignorarlo, su naturaleza se rebelaba. Sus grandes aliados eran el deporte, ya que su fuerte 
naturaleza le permitía practicarlo, y su trabajo, al que se dedicaba con pasión creciente. 
Militares y boxeadores. 
En 1896 publicó dos libros, The Exploits of Brigadier Gerard y Rodney Stone. En el primero de 
ellos narraba las aventuras de Gerard, un divertido personaje sobre el que ya había publicado una serie de 
cuentos cortos, basados en las memorias del barón de Marbot, un valiente y altanero militar de las guerras 
napoleónicas. 
Para muchos críticos y seguidores de Doyle, Gerard, que volvería a aparecer en The Adventures of 
Brigadier Gerard, en 1903, es el personaje mejor definido y más convincente de toda la producción no 
sherlockiana de Arthur Conan Doyle. 
El segundo libro de Doyle publicado en 1896, Rodney Stone, le produjo grandes satisfacciones 
incluso por adelantado. Smith y Elder le pagaron la pequeña fortuna de cuatro mil libras esterlinas como 
adelanto de la novela, a las que el "Strand" añadió otras mil quinientas libras más en concepto de los 
derechos para publicarlo en entregas. El libro trataba sobre una de las aficiones más importantes de Conan 
Doyle desde su época de colegial: el boxeo. El valor, la entereza y el coraje del boxeador, solo en el ring 
frente a su rival, obsesionaban profundamente al escritor escocés, que había sido un notable boxeador 
aficionado en su no muy lejana juventud. Rodney Stone era un homenaje a grandes figuras del boxeo, 
vistas a través de los ojos de un niño. Algunos amigos de Doyle no comprendían cómo había elegido 
semejante tema, pero el público compraba el libro y los lectores del «Strand» esperaban con ansiedad 
cada nueva entrega. El éxito de sus libros producía una gran satisfacción a Doyle, preocupado por la 
Sherlock-Holmes.es 29
enfermedad de su esposa, víctima del bacilo de Koch. 
Con una vida sexual inexistente, a pesar de su dedicación al deporte, el carácter de Conan Doyle 
se iba agriando progresivamente. Sus amigos y allegados sentían una enorme preocupación por él; 
intentaban animarle y procuraban que participase algo más en la vida social. Pero Conan Doyle estaba 
dedicado por completo a su esposa y a su profesión, y durante años no se le conoció ninguna aventura 
hasta que, en 1897, en uno de los escasos actos sociales a los que acudía, conoció a una bella joven 
escocesa llamada Jean Leckie. 
Dos campeones de 1892: 
a la izquierda, John L. Sullivan, y a la derecha, Jim Corbett. 
Sherlock-Holmes.es 30
Capítulo X. Una crisis personal 
auténtico flechazo. Doyle, deprimido y entristecido por su 
situación familiar, encontró en la brillante Jean no sólo lo que le 
faltaba, sino lo que no había tenido nunca. La relación con Louise 
había sido confortable pero sin pasión, más cercana a la amistad 
que al amor. Pero con Jean fue distinto, y se enamoró como un 
colegial. Jean era culta y refinada, y brillaba en sociedad. Su 
juventud le daba una frescura especial y una ingenuidad que le 
hacía admirar abiertamente a Doyle, alimentando su notable ego. 
Conan Doyle estaba enamorado, y así lo comunicó a sus más 
íntimos y a su familia, pero como hizo saber a Jean, sería fiel a 
Louise hasta la muerte, aunque esto supusiera esperar treinta años. 
Su trabajo se resintió de la situación. Se mostraba hosco e irritable 
Conan Doyle con la unidad del doctor 
Langham, antes de partir hacia Sudáfrica. 
y ello afectaba a su capacidad creadora. Trabajaba en relatos cortos 
y en sus novelas históricas, pero sin entusiasmo, y aunque seguía interesado en el espiritismo, nada 
parecía devolverle la energía que le caracterizaba. Fue realmente una época bastante estéril. 
E1 encuentro de Conan Doyle con Jean Leckie fue un 
Era un defensor a ultranza del Imperio británico, y justificaba el colonialismo como medio de que 
la superioridad británica ordenara el mundo, lo quisieran o no los demás. Pensaba que las demás naciones 
deberían agradecer lo que Inglaterra hacía. Le preocupaba el problema de Sudáfrica, admiraba a los bóers 
por su estoicismo y valentía, pero comprendía que sus deterioradas relaciones con Inglaterra hacían 
inevitable la guerra. 
La Guerra de los Bóers. 
años. Y aunque se conservaba bien para su edad, había engordado bastante y su oferta de 
alistamiento fue denegada, aclarándole que la guerra duraría poco y que bastaba con las 
tropas profesionales. La verdad es que, como decían irónicamente sus amigos, debido a 
su corpulencia, hubiese sido un blanco fácil para un tirador bóer que buscase como diana 
a un escritor famoso. 
diciembre publicó una furibunda carta en el "Times" en la que se quejaba de que se 
recurriese a tropas de las colonias mientras los ingleses se dedicaban a la caza del zorro y 
Sir Arthur Conan Doyle durante 
su participación en la guerra. 
Cuando, finalmente, estalló el conflicto en 1899, Conan Doyle tenía cuarenta 
La negativa a su solicitud hirió profundamente su amor propio, y el 18 de 
Sherlock-Holmes.es 31
a abatir faisanes. Su temperamento aventurero y su curioso sentido del deber no se resignaban, y se enroló 
como médico en la unidad de su amigo John Langham. Doyle, a pesar de su patriotismo, defendía 
ardorosamente a Paul Kruger, el cabecilla de los bóers, que intentaba ordenar la situación caótica que 
dominaba el país, tras el descubrimiento de importantes yacimientos de oro en el Transvaal. Cecil Rhodes 
había cometido el error de atacar a los bóers, y ahora éstos habían sitiado Ladysmitte, Kimberley y 
Mafeking. Las cosas no marchaban bien para las tropas inglesas, ya que utilizaban tácticas trasnochadas 
que les conducían al desastre en África. El general Gatacre perdió la batalla de Stormberg, Lord Methnem 
fue derrotado en Magersfontein y el general Buller, en Colenso. 
En esta época, las mujeres luchaban por 
lograr el derecho al voto. 
Los problemas del Imperio. 
Inglaterra se enfrentaba también a otros problemas. En 
primer lugar, estaba Irlanda. Además, la sociedad civil estaba 
dividida por la campaña de las sufragistas para lograr el derecho 
al voto para la mujer, y la sombra de Alemania campaba sobre 
Inglaterra. Se podía presentir lo que en unos años se convertiría 
en la Gran Guerra, como se ha dado en llamar a la Primera Guerra 
Mundial. La situación de las tropas británicas en Sudáfrica era 
lamentable, los soldados estaban mal equipados, mal organizados 
y debían luchar contra gente rápida, eficaz, acostumbrada a vivir 
al aire libre y que conocía el país como la palma de su mano. En 
cuanto a los servicios médicos, estaban mal avituallados, muchos 
médicos eran bastante ineptos y otros eran brillantes en 
La Reina Victoria en el castillo de 
Balmoral, en el año 1900. 
especialidades como la 
ginecología, por lo que no eran los más adecuados para un hospital 
de campaña. Las cosas se complicaron cuando en abril de 1900, a la 
llegada de Conan Doyle, se declaró una epidemia de tifus, al cortar 
los bóers el suministro de agua. La situación era dramática, ya que 
la unidad sólo podía atender a cincuenta pacientes y había más de 
cien; carecían de medios para atender aquel caos. 
Aquella no era la guerra que Doyle había estudiado en los 
libros. Los soldados estaban aterrorizados, enfermos, y Doyle no 
comprendía cómo eran capaces de sacar fuerzas para la batalla. 
Odiaba a los burócratas que dirigían el conflicto desde sus cómodos 
despachos de Londres y que parecían no entender nada de lo que 
estaba sucediendo. Por otra parte, la información llegaba a los periódicos notablemente censurada, y los 
ciudadanos no podían sospechar lo que realmente estaba sucediendo en el campo de batalla. 
Sherlock-Holmes.es 32
El Imperio contraataca. 
Poco a poco, las cosas fueron mejorando para los ingleses en el verano de 1900, y aunque la 
guerra iba a durar dos años más, se adivinaba que el Imperio iba a ganar finalmente aquella cruenta 
guerra, gracias al potencial económico y humano de que disponía. La venganza no se hizo esperar. Los 
ingleses construyeron campos de concentración para los prisioneros bóers, y todos los periódicos 
europeos se hacían eco de las atrocidades que allí se cometían y de las vejaciones a que eran sometidos 
los prisioneros. Esto hizo mella en Doyle, y su estricto sentido del honor le hizo condenar enérgicamente 
el comportamiento de las tropas inglesas. Decidido a contribuir de alguna manera, escribió The War in 
South África: Its Cause and Conduct. (La guerra en Sudáfrica: su causa y comportamiento). 
Caricatura por “Spy” del alto mando inglés 
durante la guerra de los bóers. 
El libro se convirtió rápidamente en un 
best-seller en toda Europa, y sólo en Inglaterra se 
vendieron 300.000 ejemplares en los dos primeros 
meses. Conan Doyle destinó casi todo el dinero 
que ganó con ello a restañar las heridas que la 
guerra producía en ambos bandos, creando, entre 
otras cosas, un fondo en la universidad de 
Edimburgo para estudiantes sudafricanos. 
Sherlock-Holmes.es 33
Capítulo XI. Un título de nobleza 
el fallecimiento de su madre, la reina Victoria, ofreció a Conan Doyle 
nombrarle Sir. El motivo no era honrar al autor de Sherlock Holmes, 
sino premiar la labor realizada por Doyle en pro de la causa británica en 
la guerra de los bóers. La primera reacción de Conan Doyle fue de 
incredulidad y, tras reflexionar detenidamente, decidió rechazar un 
honor del que no se consideraba merecedor. Una vez más, May Doyle 
convenció a su hijo para que hiciera lo correcto. Finalmente, el escritor 
aceptó la distinción, pero no por su defensa de la causa británica en la 
guerra, sino por lo que había hecho en favor del soldado británico, tan 
Coronación del rey Eduardo VII en 
la catedral de Westminster. 
vilipendiado por la prensa extranjera. Ya durante la guerra de los bóers, 
y también en los años siguientes, Arthur Conan Doyle se había convertido en una figura pública. Su fama 
A principios de 1902, el rey Eduardo VII, recién coronado tras 
Ilustración de Sidney Paget para 
El perro de los Baskerville. 
alcanzaba a personas que jamás habían leído nada de Sherlock Holmes. 
Los políticos habían empezado a mirar con cierto interés al famoso 
escritor que, además, se interesaba vivamente por los asuntos públicos y 
por la política. 
Los dos principales partidos habían intentado contar con su apoyo 
para las elecciones de 1900, y aparecieron artículos en la prensa que 
apuntaban la posibilidad de que Conan Doyle iniciara una carrera 
política. Sabía vivir, tenía facilidad de palabra, se sentía cómodo rodeado 
de la multitud y se sentía obligado con su país. Conan Doyle no era, 
evidentemente, un radical. Defensor a ultranza de la grandeza del 
Imperio británico, desconfiaba de la naciente Alemania y creía en la 
necesidad de contar con un ejército y una armada fuertes. No le gustaba el líder liberal Henry Campbell- 
Bannerman y, en un principio, pensó enfrentarse a él como independiente, pero al final tomó la decisión 
de alinearse con los unionistas. Las elecciones generales de 1900 habían ido bien para el partido de 
Doyle, pero no para él. Edimburgo era un hueso duro de roer para un unionista. Aunque Doyle lo hizo 
bien, mucho mejor de lo que esperaban sus enemigos, no ganó el escaño. 
En su afán de popularidad para llegar al Parlamento, Doyle revisó en 1901 la idea de escribir un 
nuevo relato de Sherlock Holmes. No deseaba resucitar al detective, pero estudiaba la posibilidad de 
situar la acción en los primeros tiempos de Holmes, mucho antes de su desaparición en las cataratas de 
Reichenbach. 
Sherlock-Holmes.es 34
En un momento de la narración de El perro de los 
Baskerville, Watson observa cómo alguien se acerca al 
escondite que ha descubierto. 
Se ha derramado mucha tinta sobre la participación de Robinson en el relato. La actitud de Conan 
Doyle, que pasó de citar a Robinson como colaborador, a terminar asegurando que simplemente había 
mencionado la leyenda, dio pie a sus detractores para especular sobre el asunto. 
Hay opiniones para todos los gustos, pero la realidad es que el original estaba manuscrito por 
Doyle, y los personajes y la historia tienen el sabor propio de sus relatos. La novela se publicó por 
entregas en el "Strand", en 1901, con un éxito que superó las previsiones más optimistas. Sólo de la 
primera entrega se imprimieron siete ediciones. Al año siguiente, se publicó en forma de novela, con un 
éxito aún mayor. 
Conan Doyle insistía en que no tenía ninguna intención de resucitar a Holmes, pero el éxito que 
La casa deshabitada fue el primer 
relato de la nueva serie 
La reaparición de Sherlock Holmes. 
El perro de los Baskerville. 
Bertram Fletcher Robinson, un amigo y 
compañero de golf de Doyle, fue el encargado de disipar 
las últimas dudas del novelista. 
Un día, mientras jugaban juntos, Robinson 
mencionó una extraña leyenda que se contaba en 
Dartmoor, sobre un demoníaco perro que había 
atemorizado a los habitantes de la región. La historia 
interesó sobremanera al escritor, que convenció a 
Robinson para que le acompañase a los páramos de 
Dartmoor para investigar más sobre la leyenda. Así, tras 
el viaje, nació El perro de los Baskerville, probablemente 
la novela más famosa de Sherlock Holmes, a medio 
camino entre la novela de detectives y la novela gótica. 
supuso El perro de los Baskerville desencadenó una verdadera lluvia de 
ofertas de editores de Londres y Nueva York. Todos ardían en deseos de 
publicar nuevas historias del detective de Baker Street. 
Ante la negativa de Doyle, las sumas ofrecidas empezaron a crecer 
hasta llegar a cifras a las que resultaba difícil resistirse. La revista "Collier's" 
de Nueva York llegó a ofrecer 4.000 dólares por cada relato, con 
independencia de la extensión que tuviese. Estaban interesados en un mínimo 
de seis relatos, pero se comprometían a publicar todos los que escribiese. 
Doyle, absolutamente perplejo ante las increíbles cifras que se manejaban, 
pensó que tal vez había llegado el momento de devolver la vida a Holmes. 
Poco después, vencida del todo su reticencia, firmó un contrato con 
Sherlock-Holmes.es 35
Tras tomar la decisión de resucitar a Sherlock Holmes, el problema para Conan Doyle era cómo 
hacerlo de forma que resultara creíble. Holmes había muerto en Reichenbach, Watson era testigo y existía 
la carta de despedida que Holmes había dejado para el doctor. De pronto, Doyle encontró la solución: si 
Sherlock Holmes podía descifrar el pasado, también sería capaz de prever el futuro. 
Portada de la revista “Collier’s” del 26 de 
septiembre de 1903, en la que se 
anunciaba la “resurrección” de Sherlock 
Holmes con la publicación de La casa 
deshabitada. 
Ilustración de Frederic Dorr Steele. 
"Collier's" para ocho relatos, prorrogable a doce. 
La reaparición de Sherlock Holmes. 
Muerto Moriarty en la caída, Holmes ve la posibilidad de 
librarse del acoso de sus seguidores, fingiendo su propia muerte. Si 
sus enemigos creen en su desaparición, le resultará más fácil acabar 
con ellos. Sólo su hermano Mycroft conocía la verdad durante todos 
estos años. Esta es la explicación que da Holmes cuando se 
encuentra con Watson en La casa deshabitada, el primer relato de la 
nueva serie. 
Holmes cuenta a Watson cómo escribió la carta dirigida a él, 
mientras, desde abajo, le veía investigar las circunstancias de su 
muerte. La explicación incluye un sardónico comentario sobre el 
patetismo y la ineficacia de los métodos de Watson. El relato nos 
muestra a un Holmes fértil, con más recursos que nunca, y a un 
Watson cariñoso y leal amigo. Ningún otro relato describe con tanta 
precisión la amistad que une a Holmes y Watson. El 19 de 
septiembre de 1903, "Collier's" anunciaba en portada la publicación, 
en el siguiente número, "de la más notable serie de relatos cortos del 
año, The Return of Sherlock Holmes (La reaparición de Sherlock 
Holmes) por Sir Arthur Conan Doyle". 
Sherlock-Holmes.es 36
Capítulo XII. Un momento crucial 
Tras el "Collier's", en Estados Unidos, fue el "Strand" el encargado 
de dar la buena nueva en Inglaterra. Holmes vivía, había logrado sobrevivir al 
accidente de Reichenbach y volvía dispuesto a embelesar a sus seguidores 
con nuevas y emocionantes aventuras. Los ingleses recibían con alborozo el 
anuncio de la nueva serie, que se titularía The Return of Sherlock Holmes. El 
primer relato que se publicó, The Adventure of the Empty House (La casa 
deshabitada), conoció un éxito sin precedentes. La explicación que daba 
Holmes de su desaparición satisfizo completamente a los fieles seguidores del 
detective, que celebraban la singular inteligencia y agudeza de Holmes para 
esquivar de esta manera a sus enemigos y poder así acabar con ellos. 
Retrato de Louise Hawkins, primera esposa 
de Conan Doyle, en la que probablemente 
se inspiró el escritor para crear a la dulce y 
sumas que recibía por ellos llenaban de satisfacción a Conan 
Doyle, que saboreaba las mieles del éxito. Su carrera literaria 
comprensiva señora Watson. 
estaba en su mejor momento, todo lo contrario que su vida 
familiar, que era un completo desastre. Louise, su esposa, se encontraba tan débil que casi no hablaba, y 
algunos días incluso abrir los ojos le costaba un descomunal esfuerzo. Conan Doyle la cuidaba con 
profundo afecto, pero se rebelaba ante el avance de una enfermedad que ganaba terreno día a día. Nada se 
podía hacer sino esperar, y el hombre de acción se negaba a aceptar lo que para todos los demás resultaba 
evidente. Por otro lado, el escritor mantenía su relación con la joven Jean Leckie, de la que se sentía 
profundamente enamorado. En su madurez, Conan Doyle se había enamorado con la pasión de un 
colegial. Pero la imposibilidad de consumar esta relación en vida de su esposa, de acuerdo con la promesa 
que se había hecho a sí mismo, le volvía irascible y a veces incluso desagradable. Había momentos en los 
que él, que con tanto desvelo y cariño había cuidado a su esposa durante los últimos años, llegaba a 
desear un plácido final para Louise, que le librara de sus obligaciones y le permitiera ser feliz junto a 
Jean. Ni sus éxitos literarios y deportivos -se había convertido en un gran jugador de cricket- podían 
paliar el remordimiento que le producía su deseo de que la muerte de Louise le abriera las puertas de la 
felicidad. Jean, por su parte, conocedora de los sentimientos que atormentaban a Doyle, era paciente y de 
una discreción exquisita. Jamás mencionaba a Louise, salvo cuando la angustia hacía que el escritor 
introdujera su nombre en la conversación. Día tras día, Jean calmaba sus miedos y le consolaba diciéndole 
que jamás le abandonaría, pasase lo que pasase. Las palabras de Jean actuaban como un bálsamo sobre el 
Una complicada situación familiar. 
Los nuevos relatos de Sherlock Holmes y las enormes 
Sherlock-Holmes.es 37
La señorita Jean Leckie. 
inquieto Doyle, que recobraba, por lo menos momentáneamente, la paz. 
Louise Doyle, más o menos al corriente de la relación que su marido 
mantenía con Jean Leckie, le disculpaba. Le amaba y le conocía demasiado bien 
como para ignorar lo que suponía, para un hombre tan vital como Doyle, vivir 
tanto tiempo velando a una esposa enferma. Sabía lo cercana que estaba su 
muerte, y estaba más preocupada en la preparación del desgraciadamente próximo 
viaje que en las posibles infidelidades de Conan Doyle. 
Los familiares y amigos del matrimonio Doyle conocían perfectamente la 
relación de Doyle con Jean, aunque fingieran ignorarlo. Pero la pareja tenía ya 
demasiados problemas como para preocuparse de lo que pensaran los de 
alrededor. Por otra parte, al no dar ningún motivo evidente de escándalo, la 
sociedad, que se regía por el respeto a las apariencias, se negaba a ver lo que era 
evidente. 
Un final esperado. 
A principios del verano de 1906, el estado de Louise empeoró y, tras una corta agonía, falleció a 
las tres de la madrugada del 4 de julio. Lady Conan Doyle tenía cuarenta y nueve años. Su marido, el gran 
escritor, se derrumbó y lloró como un niño. Toda la armadura de la que le había equipado su educación 
británica, inflexible en la prohibición de mostrar los sentimientos, le sirvió de poco. Conan Doyle parecía 
un niño desamparado. Su llanto era una extraña mezcla de dolor y remordimiento. 
Conan Doyle comprendía que hacía años que no amaba a su esposa, y era consciente de que 
nunca la había amado con la pasión que ahora sentía por Jean. Sin embargo, Louise había sido una gran 
compañera, probablemente la mejor amiga que tendría nunca, y ella sí le había amado. El único consuelo 
para Doyle era pensar en el afecto que había profesado siempre a su esposa, y en el respeto que había 
presidido su relación hasta el último momento. Tras el entierro de Louise en Hindhead, familiares y 
amigos demostraron su condolencia a Conan Doyle con continuas muestras de afecto. Pero el escritor se 
sentía culpable, y éste era un sentimiento difícil de borrar con cariñosas muestras de respeto y amistad. 
Recibía cientos de cartas de amigos y admiradores de todo el mundo, pero él se sentía enfermo. Los 
médicos certificaban un excelente estado de salud y añadían que todos sus males eran producto del dolor. 
Finalmente, al cabo de unos meses, Jean, que se había mantenido en la sombra, tomó las riendas y decidió 
que había llegado el momento de olvidar el pasado y pensar en el futuro. Vencida la indecisión de Doyle, 
la pareja contrajo matrimonio el 18 de septiembre de 1907. Conan Doyle tenía cuarenta y ocho años, 
cerraba un importante capítulo de su vida e iniciaba una nueva etapa junto a Jean. Después de años de 
esperar el momento, éste había llegado. Conan Doyle no podía cerrar las puertas a la felicidad. 
Sherlock-Holmes.es 38
Capítulo XIII. Un fogoso contrincante 
bravura fue en la reforma de la ley inglesa sobre el divorcio. 
Durante el final de su matrimonio con Louise se interesó por la 
Sir Arthur Conan Doyle en 1912, 
legislación sobre este tema y se enfrentó con una ley injusta y 
en su casa de Windlesham. 
pasada de moda. Contrariamente a lo que decían sus enemigos, no lo hizo porque pensase divorciarse de 
su mujer, sino porque estaba convencido de que la ley existente era a todas luces injusta con una de las 
partes: las mujeres. Para un hombre, resultaba relativamente fácil obtener el divorcio. Le bastaba con 
demostrar la infidelidad de su mujer. En cambio, para las mujeres era casi imposible lograrlo. Además, el 
proceso resultaba muy caro y, debido al régimen que ordenaba el uso de las propiedades del matrimonio, 
incluidas las herencias, pocas mujeres, por ricas que fuesen, contaban con los medios necesarios para 
enfrentarse a un proceso de separación. 
En no pocas ocasiones, el sentido de la justicia que poseía 
hizo que Conan Doyle se embarcara en causas perdidas, ya sea 
porque eran metas imposibles de alcanzar o porque no disponía de 
los medios necesarios para lograr los objetivos propuestos. Esto 
hizo que algunos le considerasen abogado de causas perdidas, una 
especie de Don Quijote luchando contra gigantes que resultaban ser 
molinos de viento. Pero no era cierto; Doyle podía ser un poco 
excéntrico, pero su sentido del deber y su fortaleza le convertían en 
un enemigo temible que no conocía el desaliento. 
La ley del divorcio. 
Una de las campañas en las que Doyle luchó con mayor 
En 1906, Thomas Hardy organizó un grupo para intentar la reforma de tan injusta ley. Hardy 
invitó a unirse a él a políticos, abogados y otras figuras públicas como artistas y escritores. 
Conan Doyle, que era muy amigo suyo, abrazó rápidamente la causa con tal entusiasmo que, al 
poco tiempo, le nombraron presidente. Inmerso en la lucha, Doyle no escatimaba medios; usaba sus 
influencias como autor de prestigio e incluso volvió a recordar favores que le debían políticos y militares 
desde la guerra de los bóers. A pesar de su talante conservador -tal como reconoció en sus memorias-, 
estaba dispuesto a dar su apoyo a los laboristas. Doyle comulgaba con sus ideas más progresistas en el 
tema del divorcio, aunque no estuviese de acuerdo en absoluto con sus planteamientos sociales y 
económicos. Tampoco comulgaba con los argumentos pacifistas que esgrimieron durante la guerra de los 
bóers y en los que mantendrían en 1914 ante la Gran Guerra. No obstante, esto lo transmitía Doyle en sus 
memorias, cuando sus tiempos de político ya quedaban muy lejos. 
Sherlock-Holmes.es 39
El derecho al voto de la mujer dividió durante mucho tiempo a la 
sociedad inglesa. Ilustración publicada en el “London News” en 1870. 
Pero Conan Doyle contaba con 
feroces detractores. Por un lado, las 
feministas le recriminaban su oposición a que 
la mujer accediese al derecho al voto. 
Alegaban que su batalla en favor de una ley 
justa del divorcio no era sino una cortina de 
humo para ocultar sus verdaderas 
intenciones: mantener la supremacía de los 
hombres, relegando a las mujeres al papel de 
servidoras. Por otro lado, la Iglesia de 
Inglaterra se enfrentaba a Conan Doyle por el 
ataque a las creencias cristianas que suponía la ley del divorcio: un claro atentado contra la institución del 
matrimonio. Conan Doyle sonreía sin hacer caso ni de unos ni de otros y continuaba con su cruzada, ajeno 
a lo que de él pensaran los demás. 
descuidaron sus funciones en un mar plagado de icebergs. Además, el "Titanic" 
George Bernard Shaw en 
llevaba un número insuficiente de lanchas de salvamento. Contra los que 
una ilustración de 
Bernard Partridge. 
alababan el valor de la orquesta, que siguió tocando para calmar el pánico, 
Shaw denunciaba el encierro al que fueron sometidos los pasajeros de tercera clase, que supuso la muerte 
de casi todos. Su artículo levantó una auténtica polvareda. 
El Titanic. 
En el mes de abril de 1912 iniciaba su primer y último viaje el orgullo 
del Imperio británico, un lujoso barco de pasajeros, el mayor nunca construido: 
el "Titanic". Pero el "insumergible" transatlántico se hundía la noche del 12 de 
abril, tras colisionar con un iceberg, arrastrando con él 1.500 vidas. La mayor 
parte de los medios de comunicación alabaron el coraje y la entereza de los 
miembros de la tripulación, con su capitán al frente, que habían hecho todo lo 
posible para salvar al pasaje, arriesgando su vida para salvar la de los otros. 
Algunos periódicos llegaron a calificarlo de triunfo nacional. Aquello 
colmó la paciencia de George Bernard Shaw, que escribió un artículo furibundo 
en el "Daily News". Según Bernard Shaw, el capitán Smith era un 
incompetente, y el accidente se debía a la falta de eficacia de los vigías, que 
Conan Doyle estaba indignado y consideraba bochornoso el artículo de Bernard Shaw. ¿Cómo 
podía permitirse aquel advenedizo irlandés atacar a personas que no podían defenderse y arremeter contra 
su amado país? Escribió una carta al "Daily News", que fue publicada el 20 de mayo de 1912, 
Sherlock-Holmes.es 40
arremetiendo contra Bernard Shaw. Fue el comienzo de una polémica que dividió al país. Los liberales y 
los intelectuales militaban en las filas de Shaw, pero el prestigio de Conan Doyle entre las clases media y 
trabajadora hizo que mucha gente se inclinara por compartir la opinión del creador de Sherlock Holmes. 
Ambos escritores alegaban que el otro no entendía nada, y la disputa logró finalmente que ambos 
contendientes, a pesar de no estar de acuerdo en absoluto, acabasen respetándose mutuamente. La verdad 
es que, a pesar de su indignación, Holmes y Bernard Shaw disfrutaron con una pelea que les enfrentaba a 
un digno rival. El tiempo ha demostrado que las acusaciones de Shaw eran ciertas, e incluso los 
historiadores ingleses han acabado dándole la razón. 
Los salones del “Titanic” competían en elegancia y riqueza con los de los 
grandes hoteles de la época. Salón de té “Five O’Clock”. 
Sherlock-Holmes.es 41
Capítulo XIV. Defensor de causas justas 
Sin lugar a dudas, una persona tan fogosa como Conan 
Doyle fue numerosas veces víctima de gente ansiosa de utilizar su 
nombre y su reputación en beneficio propio. Conan Doyle era 
consciente de ello, pero en beneficio de lo que consideraba justo no 
le importaba cruzar el umbral de la ingenuidad. La realidad es que 
jamás nadie consideró que no fuese correcto su comportamiento. 
Para el creador de Sherlock Holmes no había batallas grandes o 
pequeñas. Cuando se involucraba en una causa, lo hacía con el 
mismo entusiasmo y determinación, bien se tratara de la ley del 
divorcio o simplemente de la ampliación del zoo de Londres o de la 
localización del monstruo del lago Ness. Hay un suceso, que él 
mismo recoge en sus memorias, que define perfectamente su 
actitud ante los demás. Un día, mientras paseaba a orillas del Támesis, le llamó la atención un individuo 
muy alterado, que caminaba enloquecido. Al cabo de un rato el pobre hombre se encaramó a la 
balaustrada con intención de arrojarse a las aguas del río. Tras un violento forcejeo, Doyle logró que el 
hombre desistiese de su propósito. Luego consiguió que le contase el motivo que le había movido a tomar 
tan desesperada decisión. Tenía problemas en su hogar, pero sobre todo le preocupaba su negocio de 
panadería. Dice Conan Doyle: "Aparentaba ser un hombre respetable y lo que decía parecía cierto. Le 
calmé y le di todo lo que llevaba, pero arrancándole la promesa de que regresaría a su casa y se pondría en 
contacto conmigo más tarde." Lo primero que pensaría cualquiera es que el novelista había sido víctima 
En 1906 Conan Doyle volvió 
a presentarse a las elecciones. 
Conan Doyle conduciendo una motocicleta. 
de un timo callejero. El mismo Conan Doyle añade: "Cuando me 
calmé tuve grandes dudas sobre si no habría sido víctima de un 
inteligente timador. Me reconfortó recibir días después una nota en 
la que me daba su nombre y dirección. Después de eso le perdí la 
pista." El incidente describe el carácter del escritor, que se esfuerza 
por ayudar a alguien a riesgo de ser engañado, pero que cuando 
comprueba que las aguas han vuelto a su cauce, da por zanjado el 
asunto. En 1906 Conan Doyle volvió a presentarse a las elecciones 
generales en defensa de los unionistas. Esta vez en las 
demarcaciones de Hawick, Selkirk y Galashiels. Una vez más no 
consiguió su propósito de ser elegido, pero el fracaso apenas afectó a 
su carácter decidido. Ese mismo año publicó una nueva novela 
histórica, Sir Nigel, que en opinión del propio escritor era lo mejor 
que había escrito nunca, pero ni la crítica ni los lectores estuvieron 
Sherlock-Holmes.es 42
de acuerdo con él. Otro escritor se hubiese derrumbado al comprobar que había vuelto a fracasar en lo que 
más le interesaba. Conan Doyle, aunque ligeramente contrariado, atribuyó la falta de éxito al carácter de 
los ingleses, tendente a encasillar a la gente y que no concibe que un famoso escritor de novelas 
detectivescas, pueda triunfar en un género diferente como la novela histórica. 
George Edalji, que fue injustamente 
condenado. 
Un hombre llamado George Edalji. 
Conan Doyle recibía miles de cartas de personas que 
requerían su ayuda para los asuntos más variados, desde crímenes 
sin resolver hasta conflictos matrimoniales. En la mayoría de los 
casos se sentía incapaz de opinar sobre los problemas que le 
exponían, pero jamás dudaba en involucrarse cuando consideraba 
que se había cometido una injusticia. 
En 1906 "The Umpire" publicó una noticia que llamó 
poderosamente la atención del escritor: se trataba del caso de un 
hombre llamado George Edalji, que había sido encarcelado tres 
años antes como presunto autor de un sangriento ritual en el que se 
habían descuartizado varias cabezas de ganado. 
George Edalji era hijo del reverendo Shapurji Edalji, 
ministro de la iglesia de Inglaterra en Great Wyrley, Staffordshire. Al ser de raza india y haber contraído 
matrimonio con una joven inglesa, su padre era objeto de numerosas invectivas, y estuvo recibiendo 
durante años cartas de corte racista insultándole y cuestionando su labor como vicario. Al principio nadie 
dio importancia al asunto, ni siquiera el propio reverendo, pero entre 1892 y 1895 los ataques se 
recrudecieron; varios miembros de la comunidad y vicarios de otros pueblos de los alrededores 
empezaron a recibir escandalosos mensajes que acusaban al reverendo Edalji de numerosos delitos, entre 
ellos la violación y el adulterio. Aunque los ataques iban dirigidos contra su propia familia, el carácter 
introvertido y solitario de George hizo que las sospechas recayesen sobre él. Cuando los anónimos 
cesaron, todos parecieron olvidar el incidente, pero no fue así. Cuando en 1903 tuvo lugar un salvaje 
ataque a caballos y reses, con tintes de un macabro ritual, empezaron a llegar cartas que señalaban a 
George Edalji como autor del sangriento suceso. Aunque en esa época George trabajaba como abogado en 
Birmingham y tenía una coartada, la policía registró el domicilio familiar y, amparándose en pruebas algo 
dudosas, George Edalji fue condenado a siete años de prisión. 
Poco a poco, un grupo de ciudadanos empezó a reaccionar ante lo que consideraban una injusticia 
más basada en prejuicios racistas y pueblerinos, que en pruebas sólidas. Algunas publicaciones como 
"The Truth" y "The Umpire" se hicieron eco de las protestas y lograron que personas con prestigio, como 
era el caso de Conan Doyle, tomaran cartas en el asunto. Los artículos de Doyle en la prensa levantaron 
olas de indignación en todo el condado, y la gente exigía justicia para el pobre George Edalji. 
Sherlock-Holmes.es 43
El gobierno nombró un comité para que investigara el caso, y aunque le exculparon, amparándose 
en que le consideraban autor de luz anónimos, le negaron cualquier tipo de apoyo o indemnización por los 
tres años que había permanecido injustamente en la cárcel. Otros opinaban de forma muy diferente, y el 
"Daily Telegraph" abrió una suscripción popular y recolectó trescientas libras. El colegio de abogados, 
que habla inhabilitado a Edalji, le readmitió inmediatamente para que pudiera volver a su trabajo. Conan 
Doyle quedó encantando de que al fin se hubiera hecho justicia y, cuando en 1907 contrajo matrimonio 
con Jean Leckie, no sólo invitó a George Edalji a la boda sino que comentó: "No había ningún invitado 
que me hiciera sentir más orgulloso con su presencia." 
Oscar Slater, otra de las “causas” 
defendidas por el escritor. 
El caso de Oscar Slater. 
La intervención de Conan Doyle en el caso 
de George Edalji, unida a su fama como autor de 
Sherlock Holmes, le convirtieron en un fenómeno 
nacional. Recibía tal número de cartas de personas 
que denunciaban injusticias solicitando su ayuda, que 
tuvo que contratar a un secretario para que se 
dedicara exclusivamente a contestar a todos los que 
escribían. 
Entre las miles de cartas que recibía llamó la 
atención del escritor una que atrajo su curiosidad. Se 
trataba de un caso en el que estaba involucrado un 
hombre muy relacionado con los bajos fondos, un 
individuo llamado Oscar Slater. De origen judío 
alemán, Slater, jugador, aventurero y de dudosa 
moralidad, vivía amparado en un alias. 
En la Navidad de 1908, un suceso había conmocionado la opinión pública británica. Una 
indefensa anciana, Miss Gilchrist, había sido violentamente golpeada hasta morir. El asesino se había 
llevado algunos documentos y un valioso broche de brillantes. Por desgracia, no había testigos, ya que 
Helen Lambie, la criada, había salido a comprar el periódico, y su vecina, la señora Adams, alertada por 
el ruido, no pudo ver más que a un hombre bien vestido que salía del edificio, ya que no llevaba puestas 
sus gafas. La policía local descubrió que Oscar Slater había llegado recientemente a Glasgow, donde 
convivía con una mujer francesa cerca del domicilio de la pobre Miss Gilchrist. Scotland Yard confirmó 
las sospechas de la policía de Glasgow definiéndole como una persona muy relacionada con el hampa, si 
bien, añadía el informe, no existían pruebas concretas en su contra. Unos días más tarde la policía 
descubrió que Slater había vendido un broche de brillantes y que iba camino de Estados Unidos en 
compañía de su amiga francesa. Ignoraban que Slater había vendido el broche un mes antes del asesinato, 
Sherlock-Holmes.es 44
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  • 1. Οir ArthuΞ CoΛan DoylΕ Sherlock-Holmes.es
  • 2. Sir Arthur Conan Doyle – La Colección Edita: Sherlock-Holmes.es Redactores y colaboradores: Luis Gasca, Miguel Arrieta, Mª Carmen Torra, José Mª Casanovas Ilustración: Luis Gasca Archives Reservados todos los derechos. Para cualquier consulta sobre la presente obra, visite la web Sherlock-Holmes.es (1ª Edición, Mayo 2007)
  • 3. ÍNDICE Capítulo I. Nace un maestro ____________________________________________________ 4 Capítulo II. Años de estudio ____________________________________________________ 7 Capítulo III. Una aventura africana ____________________________________________ 10 Capítulo IV. Encuentro con la madurez _________________________________________ 13 Capítulo V. Las múltiples facetas del doctor Doyle ________________________________ 15 Capítulo VI. El precio del éxito ________________________________________________ 17 Capítulo VII. Cambio de rumbo _______________________________________________ 19 Capítulo VIII. Años difíciles ___________________________________________________ 22 Capítulo IX. Un viajero empedernido ___________________________________________ 25 Capítulo X. Una crisis personal ________________________________________________ 28 Capítulo XI. Un título de nobleza_______________________________________________ 30 Capítulo XII. Un momento crucial______________________________________________ 33 Capítulo XIII. Un fogoso contrincante __________________________________________ 35 Capítulo XIV. Defensor de causas justas_________________________________________ 37 Capítulo XV. La llamada de África _____________________________________________ 41 Capítulo XVI. Una época feliz _________________________________________________ 43 Capítulo XVII. Vientos de guerra ______________________________________________ 46 Capítulo XVIII. La Gran Guerra_______________________________________________ 48 Capítulo XIX. Vida después de la muerte ________________________________________ 51 Capítulo XX. El más allá______________________________________________________ 54 Capítulo XXI. Un importante mensaje __________________________________________ 57 Capítulo XXII. La gran cruzada _______________________________________________ 60 Capítulo XXIII. El polémico espiritismo _________________________________________ 63 Capítulo XXIV. Un tiempo que se acaba_________________________________________ 66 Capítulo XXV. Un viajero infatigable ___________________________________________ 68 Sherlock-Holmes.es 3
  • 4. Capítulo I. Nace un maestro Sir Arthur Conan Doyle, por H.L. Gates. Resulta curioso que con frecuencia los seguidores y devotos admiradores de un personaje de ficción ignoren la figura de su autor. A menudo, el único mérito que le atribuimos a un autor se reduce a haber creado un mito con el que compartimos aventuras, y limitamos su vida y sus méritos a la creación de nuestro personaje favorito, dejando al margen el resto de sus facetas aunque sean tanto o más importantes y en muchos casos ilustrativas de por qué, cuándo y cómo nació el personaje. En el caso de Sir Arthur Conan Doyle el delito es flagrante: cientos de miles de fanáticos admiradores de Sherlock Holmes, repartidos por todo el mundo, rinden culto a la criatura, olvidando al creador y sus otras interesantes actividades como historiador, periodista, gran deportista y uno de los grandes impulsores del espiritismo como alternativa de la existencia de otra vida después de la muerte. Desde su aparición, innumerables sociedades Holmesianas surgen por doquier, aun en nuestros días, analizando y desbrozando los más insignificantes detalles de la vida y los hábitos del famoso detective. Muestran un fervor capaz de obligar al autor a resucitarlo cuando, harto de él, lo había despeñado por las gargantas de Reichenbach (Suiza) en compañía de su antagonista, el malvado profesor Moriarty, deseoso el pobre Sir Arthur de dedicarse a menesteres más gratificantes aunque indudablemente de mucho menos eco popular. ¿Quién era él para decidir sobre la muerte del admirado Sherlock Holmes? ¡Sólo su padre y creador! Doyle, al que le entusiasmaba la novela histórica desde que en 1891 publicara La guardia blanca, tuvo que retomar las aventuras del hábil, sutil, a veces irónico y siempre condescendiente Sherlock Holmes a mayor gloria de sus legiones de seguidores, ávidos de compartir sus nuevas aventuras y sus prodigiosas deducciones. La creación de un gigante. El 22 de mayo de 1859 nacía en Edimburgo un alegre y bullicioso niño que acabaría siendo uno de los personajes más famosos nacidos en la capital de Escocia. Al ser bautizado en la Iglesia católica recibió los nombres de Arthur, Ignatius (por Ignacio de Loyola) y Conan, este último en honor de su padrino Michael Conan, famoso artista de la época y hermano de su abuela paterna. Su padre, Charles Altamont Doyle, procedía de una familia de origen normando y era hijo de John Doyle, quien se había trasladado a Londres desde Dublín en 1815, donde se hizo famoso bajo las iniciales H. B. realizando caricaturas de políticos, nobles, artistas y demás famosos de la Inglaterra de la primera mitad del siglo XIX. Casado con Marianna Conan, tuvieron siete hijos, dos niñas y cinco niños. Entre ellos destacaron Sherlock-Holmes.es 4
  • 5. Richard, el mayor, que se convirtió, tras las huellas de su padre, en un reconocido dibujante que militó en la revista "Punch", desde la que satirizó la vida de la clase alta londinense; James, que fue un discreto escritor interesado en temas de genealogía y heráldica; y Henry, pintor, crítico de arte y famoso director de la National Gallery irlandesa, que bajo su dirección alcanzó momentos de gran brillantez. Edimburgo para trabajar como funcionario en la oficina de Obras Públicas, donde se ganaba un sobresueldo pintando en sus ratos libres. El destino hizo que Charles Doyle se alojara en una casa de huéspedes regentada por la estirada Katherine Pack, viuda de William Foley, un joven médico del Trinity College cuya temprana muerte dejó a su familia en una difícil situación económica. Katherine presumía de descender de los Plantagenet por una rama colateral y de su parentesco con Sir Denis Pack, que mandaba las tropas escocesas en la batalla de Waterloo. Como nota curiosa, cabe añadir que uno de los personajes favoritos de John Doyle, el padre de Charles, era el duque de Wellington, héroe de Waterloo, con el que se decía tenía un cierto parecido. Coincidencias aparte, el joven Charles Doyle se enamoró como un colegial de Mary Foley, la hija de Katherine Pack, una bella muchacha inocente, soñadora y un El escritor posando con su padre, Charles Altamont Doyle, en 1865, poco esnob, que con sus aires de grandeza intentaba hacer olvidar su cuando sólo tenía 6 años. precaria situación. Mary y Charles se casaron en 1855, vencidas las reticencias de la orgullosa Sra. Foley, nacida Pack, como recordaba insistentemente a todo el mundo. Entre 1856 y 1877 el matrimonio tuvo diez hijos, de los que sobrevivieron siete: cinco niñas (Annette, Constance, Lottie, Ida y Bryan Mary) y dos niños (Arthur e Innes). Tan larga prole y la inclinación de Charles a la autocompasión, que le condujo a la bebida, condicionaron seriamente la economía familiar. El más pequeño de los hermanos, Charles, fue enviado a Un fino observador. Desde su nacimiento, Arthur hizo las delicias de sus padres y se convirtió en el claro favorito de ambos. Era un niño alegre y despierto que, movido por su gran curiosidad por todo lo que le rodeaba, no cesaba de hacer preguntas a los mayores. Desde muy niño, Mary inició a su hijo Arthur en el placer de la lectura, que fue un gran consuelo frente a las espantosas condiciones en las que vivía la familia y a la dureza de la modesta escuela de Edimburgo, que él mismo, más tarde, definiría como digna de un relato de Dickens. Sin embargo, su afición a la lectura no fue nunca un impedimento para convertirse en un hombre de acción. Para él no existía ninguna dicotomía entre pensamiento y acción, y esto, unido a su fortaleza física y a su facilidad para los deportes, le convirtió en el paladín de los chicos de Picardy Place, el barrio donde vivía en eterna lucha con los jóvenes de un cercano barrio sede de algunas de las más Sherlock-Holmes.es 5
  • 6. lujosas casas de Edimburgo. Su carácter hacía que devorase todo libro que cayese en sus manos, a la vez que soportaba los golpes y castigos sin fin por su incesante actividad y rebeldía en las aulas del colegio. Retrato de Mary Foley, madre de Sir Arthur Conan Doyle, en 1891. Cuando iba a cumplir los diez años, sus padres le enviaron a Hodder, la escuela preparatoria del muy selecto Stonyhurst College, regentado por los jesuitas desde su fundación en 1794. Tras dos años en Hodder bajo la protección del tolerante y humano padre Cassidy, Arthur pasó a las aulas de Stonyhurst, una antigua mansión medieval que inspiraría a Arthur el escenario de uno de sus relatos más famosos, El perro de los Baskerville. La educación de los alumnos de Stonyhurst se basaba más en el miedo y la intimidación que en la lealtad y el respeto. La disciplina de los jesuitas, basada en los castigos corporales y la humillación, así como el obsesivo pánico a todo lo relacionado con el sexo, marcaron la vida de los estudiantes de la época, entre los que Arthur Conan Doyle no fue una excepción. De hecho, según Anthony Burgess, Doyle realizó varios guiños maliciosos en sus obras. Así, Sherlock Holmes recibió su nombre de pila de Patrick Sherlock: el menos inteligente de todos sus condiscípulos en Stonyhurst. John Francis y Michael Moriarty fueron dos hermanos que recibieron el premio Stonyhurst en la disciplina que apasionaba al malvado profesor del mismo nombre, las matemáticas. Y el poeta-jesuita Gerard Manley Hopkins, profesor de griego en Stonyhurst, dio pie al inspector Stanley Hopkins de la saga de Sherlock Holmes. Pero no todo fue negativo en el colegio. Arthur Conan Doyle se convirtió en un gran jugador de cricket y fútbol. Y esto, unido a su pasión por la lectura y los fines de semana que pasaba en Londres en casa de su tío Richard, quien le inició en el gusto por el teatro, dio un poco de alegría a su austera vida durante estos años. Sherlock-Holmes.es 6
  • 7. Capítulo II. Años de estudio Tras acabar sus estudios en el estricto Stonyhurst, siempre de la mano de los jesuitas, el joven Conan Doyle fue invitado a Austria en 1875 para aprender alemán en Feldkirch, otra de las escuelas de la compañía. Fue su primer viaje al Continente y le sorprendieron el carácter mucho más humano de los profesores y la atmósfera de relativa libertad del colegio. La dura experiencia de Stonyhurst había madurado al joven Doyle, y el ingenuo niño escocés se había convertido, a sus dieciséis años, en un muchacho robusto, inteligente, sensato y con un fuerte sentido de la amistad, producto de compartir lo bueno y lo malo con sus compañeros de internado, sobre todo con James Ryan, con el que le uniría una fuerte amistad durante toda su vida. En Feldkirch aprendió algo de alemán, pero sobre todo tomó contacto con los deportes de invierno, en los que cosechó grandes éxitos debido a su innata facilidad para los deportes y a su fortaleza física. Sus triunfos deportivos, su simpatía y sus dotes para la oratoria le convirtieron en un líder al que adoraban todos sus condiscípulos. Retrato de juventud de Conan Doyle. En su regreso a Escocia hizo una escala en París para visitar a su tío abuelo Michael Conan. Esta visita marcó al joven Arthur, que quedó profundamente impresionado por la personalidad de su tío. Como él mismo dijo en una ocasión: "Me parezco más a él física y mentalmente que a ningún otro de los Doyle". Siempre les unió un gran afecto, y las historias de aventuras y viajes de su tío influyeron en la producción literaria posterior de Conan Doyle. De vuelta a Escocia, el joven Arthur decidió estudiar Medicina en la Universidad de Edimburgo. No era Oxford ni Cambridge, pero el presupuesto familiar no daba para más. Charles y Mary Doyle aceptaron encantados la decisión, ya que, aunque admitían su afición a la literatura, les parecía mucho más seguro y sensato que su hijo se doctorase en Medicina, con la que podría comer todos los días. A pesar de la ayuda familiar, Doyle tuvo que solicitar diversas becas, y durante los veranos trabajó como ayudante de varios médicos. En 1878 trabajó con el doctor Richardson de Sheffield; en 1879, en Shropshire con el doctor Elliot, y más tarde con el doctor Hoan en Birmingham, con el que repitió porque era el que mejor pagaba y, además, contaba con una clientela de mendigos y delincuentes que eran para el joven Doyle un filón de personajes que utilizaría en sus aventuras de Sherlock. De hecho, el Londres que describe Doyle tiene mucho que ver con el Birmingham que conoció en su juventud. Sherlock-Holmes.es 7
  • 8. Aparece el Doctor Joseph Bell. El doctor Joseph Bell, profesor de Doyle. De todas las personas que conoció en la Universidad de Edimburgo, dos profesores influyeron decisivamente en el joven Arthur. Uno de ellos fue John Rutherford, una impresionante figura, cuya barba y rugiente voz, treinta años más tarde, Conan Doyle utilizaría para su creación del profesor Challenger. El segundo fue una figura clave que impresionó tanto al joven estudiante de Medicina, que le sirvió para dar vida a su personaje más famoso: el detective Sherlock Holmes. Se trataba de Joseph Bell, catedrático de Edimburgo, quien distinguió a Conan Doyle entre sus condiscípulos, nombrándole su ayudante. La agudeza de Bell para diagnosticar las dolencias y adivinar las circunstancias personales de cada uno de los enfermos impresionó enormemente al futuro escritor, que, como Watson con Holmes, asistía fascinado a las deducciones de su profesor. Con un llamativo físico, alto, delgado, fibroso, con largos brazos y piernas, inquisidores ojos grises y una extraña forma de caminar a saltos, Bell era un hombre brillante en todo lo que emprendía, aparte de un excelente médico a quien le apasionaban la poesía y la ornitología. Era un experto en estrategia militar y le fascinaban las historias policíacas. Deportista notable, destacaba en cricket, boxeo y tenis. No es de extrañar que tan fascinante y carismático personaje cambiase la vida de Conan Doyle y, a través de los escritos de éste, la vida de muchos de sus lectores, que vivirían en las brillantes deducciones de Sherlock Holmes la fascinación que sentía el autor por su profesor Joseph Bell. Un importante cambio de rumbo. En 1879, una serie de acontecimientos familiares afectaron profundamente a Conan Doyle, haciéndole madurar muy por encima de lo que se espera de un joven de su edad. Su padre, Charles Doyle, fue internado en una residencia psiquiátrica, comenzando un ir y venir que duraría hasta el final de su existencia. Su inestable carácter, unido al abuso del alcohol, le había sumido permanentemente en una depresión durante los últimos dos años, como consecuencia de una forma de vida que le hacía infeliz. Alcohólico y epiléptico, odiaba Escocia, odiaba a la Iglesia católica y odiaba, sobre todo, su fracaso familiar. Se volvió susceptible y desconfiado, y pensaba que todo el mundo se reía de él a sus espaldas; empezó a odiar a su esposa, y sus hijos le dejaban totalmente indiferente. Mary, la madre de Arthur, finalmente arrojó la toalla y aceptó que fuese internado de forma definitiva. La familia se separó, y Mary se fue a vivir a Masongill Cottage, en Yorkshire. Arthur, con diecinueve años, tuvo que hacerse cargo de la casa familiar. Sherlock-Holmes.es 8
  • 9. En estas circunstancias, no es de extrañar que Arthur Conan Doyle tomase la arriesgada decisión de abandonar temporalmente sus estudios y que aceptase la oferta de un amigo suyo para enrolarse como médico de un barco de pesca. El "Hope" era un barco ballenero que navegaría durante siete meses desde Peterhead hasta el Ártico. A un joven activo, aventurero y angustiado por la situación familiar, el ofrecimiento le pareció una ocasión única para vivir maravillosas aventuras con una tripulación de aguerridos marineros que le permitirían hacer acopio de anécdotas y relatos para sus futuras novelas, ignorando los peligros reales que implicaba una expedición de esas características a finales del siglo XIX. Desoyendo el consejo de sus familiares y amigos, que no veían adecuado el trabajo para un joven de su posición, aceptó encantado y se embarcó en el "Hope" a principios de 1880. Conan Doyle iniciaba lo que sería para él una fantástica escuela de periodismo. Su carácter y su agudeza le permitían aprovechar y sacar conclusiones de cualquier situación, y con más razón de unas circunstancias y unos personajes tan poco habituales. Para entonces ya había hecho sus pinitos como escritor y, en octubre de 1879, el "Chamber's Journal" le había publicado su cuento The Mystery of Sarasa Valley (El misterio de Sarasa Valley); poco después, la revista "London Society" le compró los derechos de The American’s Tale. Pero, hombre sensato, comprendía que, a pesar de sus éxitos, su pluma no daba lo suficiente para mantenerle. Sherlock-Holmes.es 9
  • 10. Capítulo III. Una aventura africana De vuelta a Escocia tras su experiencia en el navío "Hope", Arthur Conan Doyle se graduó en Medicina y, en vista de que la situación familiar no había cambiado, después de una breve estancia en su hogar, volvió a embarcarse. Esta vez se trataba de un carguero de 4.000 toneladas, el "SS Mayumba", con treinta pasajeros; como médico de a bordo, Conan Doyle recibía una paga de doce libras mensuales. El "SS Mayumba" zarpó el 22 de octubre de 1881. Este viaje fue menos gratificante para Conan Doyle, ya que, por un lado, tenía que atender a los pasajeros, y por otro, la tripulación era mucho menos entretenida y sus anécdotas no saciaban su curiosidad de escritor. permitían visitar países diferentes y culturas muy distintas de todo lo que había conocido hasta ese momento. La primera escala fue Freetown, capital de Sierra Leona, donde pudo comprobar las secuelas que dejaban las enfermedades tropicales en la población blanca. Doyle describió Sierra Leona como "un bello lugar de muerte". La siguiente escala El puerto de Londres, a finales del siglo XIX. era Liberia, y allí, como gran deportista que era, se dedicó a fascinantes actividades llenas de peligros: cazó cocodrilos, se bañó en aguas infestadas de tiburones y penetró en la selva llena de peligrosas alimañas y grandes depredadores. Como consecuencia de esta incursión, el 18 de noviembre, cuando el barco llegó a Lagos, Conan Doyle sufría un fuerte ataque de malaria, consecuencia de las picaduras de los mosquitos. Tras varios días de lucha con la muerte, su fuerte constitución le permitió salir vivo del combate, pero muy debilitado. Afortunadamente, las escalas le Indudablemente, estas experiencias africanas curtieron e hicieron madurar con rapidez al joven doctor de veintidós años, y supusieron un caudal inagotable para su futura producción literaria. A su regreso a Inglaterra, en enero de 1882, sus familiares y amigos se encontraron con un Doyle muy diferente física –debilitado por la enfermedad–, psíquica y espiritualmente. Por de pronto, el joven doctor decidió que ya había llegado el momento de sentar la cabeza y dedicarse al ejercicio de la profesión que tantos desvelos le había costado, abriendo una consulta. Sherlock-Holmes.es 10
  • 11. Una crisis espiritual. En esta época, Doyle comunicó a sus más allegados, principalmente a su madre, las dudas religiosas que había vivido durante los últimos años y su decisión de abandonar la Iglesia católica. Sin embargo, aunque agnóstico, no se declaró ateo. El universo le parecía demasiado fascinante y complicado para poder explicarlo sin la existencia de una fuerza superior, aunque desconocida. Conan Doyle fue toda su vida defensor de los valores tradicionales: patria, bandera, imperio, familia, honor y religión. A pesar de su agnosticismo, que le hizo abandonar los fundamentos de la religión en la que había sido bautizado, había aspectos de la liturgia católica que le gustaban y que siempre le resultaron gratos. Creía con firmeza en algún tipo de existencia después de la muerte, y que la vida no era sino un breve tránsito hacia la eternidad. Las experiencias que le contaron sus compañeros de tripulación en el "Hope" no hicieron más que reforzar sus creencias, y acabaron por orientarle hacia algo que él definía como "unitarismo". Más tarde, Doyle se interesó por el espiritismo como medio de demostrar la existencia de una vida después de la muerte. El doctor Arthur Conan Doyle. Conan Doyle durante una charla radiofónica. A sus veintidós años, Arthur Conan Doyle mantenía parte de sus ilusiones, pero la vida le había vuelto terriblemente realista. Su experiencia, muy amplia para un joven de su edad, le había enseñado que el tiempo perdido no se recupera, que con ilusiones no se come, y que, por lo general, come más fácilmente un médico que un escritor. Pero la realidad le demostraría que eso último no es cierto en todos los casos. Mientras buscaba un lugar donde establecerse, ansioso de fama y de dinero –aunque tal vez no en ese orden–, como les ocurría a sus compatriotas que se aventuraban en América, la llamada le llegó del "salvaje Oeste", aunque un Oeste más cercano, ya que se trataba de Plymouth. Un tal doctor George Turnavine Budd, al que había conocido en Edimburgo, le reclamaba como ayudante, en una carta en la que le describía Plymouth como la tierra de promisión, con miles de enfermos esperando en su puerta; además, le hacía una oferta de trescientas libras anuales, lo cual, en sus circunstancias, podía considerarse una pequeña fortuna. Aunque, según recordaba, la fama del doctor Budd dejaba algo que desear, la oferta le parecía demasiado buena para ser cierta y, desoyendo los consejos de su prudente madre, con la que se sentía muy unido, aceptó la propuesta del charlatán y jactancioso Budd. A pesar de sus esfuerzos para creer en lo que Budd le contaba, pronto la realidad le hizo, una vez más, poner los pies sobre la tierra. Budd no sólo era un charlatán, sino que, además, era un desaprensivo que se aprovechaba de las clases pobres de Plymouth, curándoles enfermedades que no tenían, con medicamentos que no curaban nada pero llenaban sus bolsillos. Su comportamiento pronto hizo pensar al Sherlock-Holmes.es 11
  • 12. joven Doyle que Budd no estaba del todo en sus cabales, al ver cómo se reía de su clientela, llegando a veces a echar a patadas a la pobre gente que esperaba en la calle, cuando no podía entrar en las abarrotadas salas de espera. Y se trataba de pobres gentes que habían recorrido decenas de kilómetros para ser recibidos. Aconsejado por su madre y con diez libras por todo capital, más una modesta ayuda materna, Doyle abandonó Plymouth y se trasladó a Southsea, en Portsmouth, donde alquiló una casa en la que abrió su propia consulta; en ésta, algunos años más tarde, nacería Sherlock Holmes. Los principios fueron terribles, y Conan Doyle obtenía con dificultad el dinero justo para comer y pagar el alquiler. Adelgazó considerablemente, llegando a empeñar su reloj para sobrevivir. Pero, poco a poco, las cosas fueron mejorando y, al cabo de un tiempo, sus ingresos le permitieron tener una persona que le ayudara en las labores de la casa, lo que le dejaba más tiempo para su profesión. Pronto pudo satisfacer alguna de sus grandes aficiones; se hizo socio de algunos clubs de Portsmouth, donde podía jugar al fútbol y al cricket, con la ventaja añadida de que sus compañeros de deporte acabaron siendo pacientes suyos. De pronto, todo parecía sonreír al joven doctor Doyle. Su nueva situación le animó también a escribir, y el "Cornhill Magazine" le publicó un cuento corto titulado Habakuk Jephson's Statement, por el que le pagaron veintinueve guineas. Pronto le pidieron nuevos cuentos, y el "All the Year Round" y el "Boy's Own Paper" decidieron también publicar relatos y ensayos de Arthur Conan Doyle. Sherlock-Holmes.es 12
  • 13. Capítulo IV. Encuentro con la madurez Al margen de su creciente producción literaria, el joven Doyle se interesaba por los temas relacionados con su profesión de médico y publicaba estudios en "Lancet" y "Medical Times". También le preocupaban los temas de actualidad y escribía cartas a los periódicos dando su opinión sobre asuntos tales como la religión y las costumbres de sus compatriotas. Su consulta médica le permitía mejorar sus ingresos, aunque no a la velocidad que el impulsivo joven hubiera deseado. Durante el año 1882 había ingresado trescientas libras, cantidad apreciable para un joven médico, pero que distaba mucho de las mil libras que le decía a su madre que ganaba. La realidad es que Conan Doyle nunca alcanzó esa cantidad anual como médico y sí, en cambio, con gran facilidad, con las aventuras del detective de Baker Street. La práctica de la medicina brindaba experiencia al joven escritor. Cuando visitaba a sus pacientes más humildes, que vivían en condiciones realmente penosas, algunas de las escenas eran difíciles de asumir. Pero poco podía hacer por ellos, y esta impotencia le provocaba frecuentes depresiones. Se rebelaba contra la injusticia de tales situaciones. Pero no todo eran amarguras: en esa época, fue a vivir con él su hermano pequeño, Innes. Aunque sólo tenía diez años, le ayudaba en lo que podía, haciendo de botones; realizaba pequeños recados y abría la puerta a los pacientes que venían a la consulta. Para esta última misión llevaba un gracioso uniforme hecho a medida. Cuando terminaban el trabajo, los Doyle se divertían juntos; cenaban, paseaban y charlaban sobre Edimburgo y sobre la familia. En realidad, Conan Doyle era feliz con la compañía de su hermano, al que, primero debido al internado y luego a los viajes y a la universidad, no había podido tratar. Ahora, el destino le permitía recuperar el tiempo perdido. Cuando, en 1885, Innes se marchó al colegio en Yorkshire, Conan Doyle tardó en acostumbrarse a su ausencia. Campanas de boda. En su primera sala de consulta médica, Doyle descubrió el dolor humano y los problemas de las clases más humildes de la sociedad. Por esa época, Arthur Conan Doyle se había convertido en un personaje popular en Southsea. El joven médico escocés había adquirido cierto reconocimiento en su profesión, era un gran deportista y la gente empezaba a reconocer su labor como periodista y como escritor. Su vida social fue adquiriendo una actividad inusitada, y Conan Doyle se veía perseguido por una corte de señoritas casaderas, cuyas madres miraban el juego con ojos complacidos. Pero Sir Arthur tenía su propia opinión sobre el asunto. En marzo Sherlock-Holmes.es 13
  • 14. La primera esposa de Doyle, Louise, conocida por el apodo de “Touie”. de 1885, había tratado a un niño afectado de meningitis, Jack Hawkins, que falleció a pesar de todos los desvelos del doctor Doyle. La madre de Jack y su hermana, Louise, estaban muy agradecidas por todos los esfuerzos del doctor y, poco a poco, nació una gran amistad entre la agradable, tranquila y dulce Louise y el joven Doyle. La señorita Hawkins, "Touie", como la llamaban familiarmente, estaba bien educada, según los cánones de la época: cantaba, tocaba el piano, leía con discreción y era capaz de llevar satisfactoriamente una casa. "Touie" encontraba muy inteligente a Conan Doyle, lo que, sin duda, añadía un encanto más a la joven. La suerte estaba echada: la pareja contrajo matrimonio en agosto de 1885, con la fuerte oposición de Mary Doyle. La madre de Sir Arthur veía precipitado y poco sólido este matrimonio. Con el tiempo, Conan Doyle tuvo que dar la razón a su madre: el matrimonio había sido un error. Sin embargo, Doyle nunca traicionó el compromiso que había adquirido. The Society for Psychical Research. Aunque Conan Doyle se había alejado de la Iglesia católica, buscaba una justificación al calvario del hombre en este mundo. Y la única justificación que encontraba posible era la existencia de otra vida después de la muerte, que compensase las deficiencias e injusticias que, sobre todo los más humildes, vivían a diario. En la búsqueda de una confirmación a esta idea de un paraíso posterior, a la que no era ajena la educación que le habían dado los jesuitas. Conan Doyle se fue acercando a las prácticas espiritistas, muy de moda en aquella época. Dentro de la legión de farsantes y mediums de pacotilla que proliferaban, montando espectáculos en ferias y teatros, Conan Doyle conoció a uno que parecía honrado y que había logrado cierta fama en Portsmouth. Su nombre era John Wesley y, poco a poco, había logrado reunir a unos cuarenta seguidores de sus enseñanzas. Doyle no tardó en integrarse en el grupo, deseoso de profundizar sus conocimientos. En 1882, se había creado la Society for Psychical Research, lo que permitió a Sir Arthur trabar conocimiento con el general Alfred W. Drayson, un militar retirado que compartía con Doyle la afición por el espiritismo, la historia militar y la escritura. Drayson había publicado algunos relatos en las mismas revistas que Doyle y, debido a los diversos temas que les unían, intimaron rápidamente. Drayson introdujo a Conan Doyle en las teorías de Friedrich Anton Mesmer, doctor austríaco del siglo XVIII que había elaborado una teoría sobre los efectos de los planetas en el comportamiento Sherlock-Holmes.es 14
  • 15. humano y la posibilidad de controlar y elegir esos efectos. Aunque Mesmer había muerto en 1815, arruinado y en el exilio, el mesmerismo se había hecho popular en Gran Bretaña a través de "The Zoist", una publicación dedicada al hipnotismo y a otras prácticas, dirigida por el doctor John Elliotson, del London's University College Hospital. En 1880, los doctores Liebault y Bernheim popularizaron la hipnosis; pronto Conan Doyle se interesó por estos descubrimientos y, en 1884, publicó en el "Cassell's Saturday Journal" John Barrington Cocales, la historia de un joven médico escocés que cae en las redes de una perversa y bella hipnotizadora que, como una mantis religiosa, mata a sus amantes. En 1885, justo antes de casarse con Louise, publicó The Great Keinplatz Experiment, en la que el protagonista, el profesor Von Baumgarten, filosofa sobre experiencias cercanas a los viajes astrales, en las que el espíritu abandona el cuerpo, viajando con libertad. La familia Doyle se instaló en la villa Bush, de la localidad de Southsea. Sherlock-Holmes.es 15
  • 16. Capítulo V. Las múltiples facetas del doctor Doyle La famosa espiritista Madame Blavatsky. Paulatinamente, Conan Doyle fue entrando en contacto con grupos espiritistas y participando en las sesiones que organizaban. Algunas de estas sesiones le provocaban serias dudas sobre la veracidad de lo que veía, pero su amigo Alfred Drayson, que merecía toda su confianza y al que admiraba enormemente, acallaba sus dudas. Drayson alegaba que no tenían importancia los fraudes que pudieran realizar algunos desaprensivos, porque ¿dónde no los hay? ¿Acaso más de uno no presume de cristiano y lleva una vida absolutamente indigna de las creencias que dice profesar? Bajo la influencia de Drayson, Conan Doyle se suscribió a "Light", una publicación espiritista, y continuó asistiendo a numerosas sesiones, como otros famosos contemporáneos suyos. En su época el espiritismo estaba de moda. Políticos, nobles, intelectuales y artistas frecuentaban sesiones donde se materializaban ectoplasmas, las mesas se movían y se escuchaban voces que no se sabía si venían de los cielos o de detrás de una puerta entreabierta. También a través de Drayson, Doyle se interesó por el budismo. Le atraía particularmente todo lo relacionado con la teoría de la reencarnación, sobre la que empezaban a escribir algunos orientalistas, influidos por las experiencias que habían tenido en sus viajes. En esta época, Doyle conoció a Madame Blavatsky, una enigmática mujer que gozaba de gran reconocimiento en los medios espiritistas. Se decía de ella que poseía grandes poderes, y era recibida con honores en los salones más importantes de Inglaterra. Años después, su reputación se vino abajo cuando un grupo de expertos demostró los trucos que utilizaba la famosa dama. A pesar de la oposición de la ciencia oficial y, en particular, de la profesión médica, Conan Doyle escribió una carta a la revista "Light", en julio de 1887, en la que declaraba ser un espiritista convencido, aunque confesaba que los experimentos sólo tenían sentido como medio para probar la existencia de otra vida, y reprobaba la actitud de los que intentaban convertir estas experiencias en un espectáculo más, como el teatro o la ópera. Doyle terminaba diciendo que cada persona debía buscar su propia realización para permitir a su espíritu alcanzar la libertad, a salvo ya de las lacras de este mundo. De cómo nació un tal Sherlock Holmes. Conan Doyle era un lector infatigable que leía todo lo que caía en sus manos, y devoto de un género que empezaba a tener muchos adeptos en la época: la novela de detectives. Sin embargo, su Sherlock-Holmes.es 16
  • 17. espíritu crítico le hacía ver los fallos de dichas novelas. Los argumentos eran endebles y poco creíbles; los protagonistas, zafios y poco lógicos, y la solución de los crímenes se debía más a la suerte o a la torpeza de los delincuentes que a las virtudes que adornaban a los investigadores. Dentro del género, sus escritos favoritos eran Gaboriau y Edgar Allan Poe. Pero él se veía capaz de superarlos y, sobre todo, pensaba que podía ser un buen negocio. Teniendo en cuenta la ambición del joven Doyle y que debido a su matrimonio sus gastos eran mayores, no resulta descabellado pensar que las razones económicas influyeron en su ánimo poderosamente. Su decisión de convertirse en escritor de novelas policíacas fue fría y meditada. Primero creó sus personajes: un detective llamado Sherrinford Holmes, y su Edgar Allan Poe en un retrato de Ismael Gentz. ayudante y compañero Ormond Sacker, que haría las veces de narrador de las proezas del genial detective. La primera novela se tituló inicialmente A Tangled Skein, pero después cambió el título por A Study in Scarlet (Estudio en escarlata). Ormond Sacker se convirtió en el doctor John Watson, y Sherrinford Holmes conservó el apellido, pero el nombre de pila se transformó en otro más corto, más contundente y fácil de recordar. Así nació un detective que, al fin, se llamó Sherlock Holmes. Pero aún quedaba un largo recorrido para que A Study in Scarlet llegara a publicarse y para que Sherlock Holmes se convirtiera en el detective con más seguidores de la historia. James Payn, editor del "Cornhill Magazine", que ya había publicado relatos de Conan Doyle en el "Chamber's Journal", se excusó diciendo que el relato era demasiado corto para convertirlo en una serie, y demasiado largo para publicarlo de una vez. Probablemente, con el paso del tiempo, Payn lamentaría más de una vez su decisión. En 1886 Conan Doyle envió su novela a Arrowsmith, Warne y otros editores, sin que ninguno de ellos diese muestra alguna de interés. Finalmente, A Study in Scarlet se publicó en las navidades de 1887 en el "Beeton's Christmas Annual" y le pagaron la ínfima cantidad de 25 libras. Pero Conan Doyle ya estaba harto, quería publicarlo y necesitaba el dinero. Un año más tarde, Ward, Lock & Co. publicaron A Study in Scarlet en forma de novela, con ilustraciones de Charles Doyle, el padre de Conan Doyle. Micah Clarke En esta época -y también posteriormente- el joven Conan Doyle estaba más interesado en otros temas literarios, como la novela histórica. En el verano de 1887 escribió Micah Clarke, que se publicaría dos años más tarde. La acción transcurría a finales del siglo XVII, cuando el rey Jaime II intentaba instaurar de nuevo el catolicismo en Inglaterra. El protagonista, Micah Clarke, hijo de un antiguo combatiente a las órdenes de Cromwell, se Sherlock-Holmes.es 17
  • 18. convierte en un héroe romántico. Conan Doyle, que era un aficionado a la historia desde su infancia, demostró estar influenciado en esta novela por sus dos autores favoritos: el historiador Lord Macaulay y el novelista Sir Walter Scott, cuyas obras tanto habían acompañado a Doyle en su infancia y juventud. El novelista, una vez más, y a pesar de la innegable calidad de Micah Clarke, tuvo que luchar con varios editores y armarse de paciencia, hasta que logró publicarlo. Pero los malos tiempos iban a cambiar y, como a tantos otros, la fortuna le vendría de América. Oliver Cromwell fue uno de los personajes históricos favoritos de Sir Arthur Conan Doyle. Sherlock-Holmes.es 18
  • 19. Capítulo VI. El precio del éxito Portada de la segunda edición de El Signo de los Cuatro. Fue en Estados Unidos donde se elevó al Olimpo de la fama a Sherlock Holmes y con él a su autor, Arthur Conan Doyle. En 1889, la editorial Lippincott de Pennsylvania encargó a Doyle un nuevo libro sobre Sherlock Holmes, durante una cena en el hotel Langham. El anfitrión era Joseph Marshall Stoddart, editor de Lippincott, y había también un tercer comensal: el escritor inglés Oscar Wilde. Casualmente, Wilde era el primer miembro de la exigente comunidad literaria británica que reconocía el gran talento de Conan Doyle. A Wilde le había encantado Micah Clarke, y dedicó numerosas alabanzas a Doyle durante la cena. Sir Arthur quedó muy impresionado por la delicadeza, la exquisita educación y el gran sentido del humor de Oscar Wilde, que contó varias anécdotas divertidísimas. Finalizada la cena, Wilde se comprometió a escribir un libro que se titularía El retrato de Dorian Grey y, por su parte, Conan Doyle firmó el contrato con "Lippincott's Magazine" de lo que sería The Sign of Four (El signo de los cuatro), al precio de cien libras esterlinas. El hecho de que el contrato se redactase ese mismo día demuestra la expectación con la que el público estadounidense esperaba una nueva aventura de Sherlock Holmes. El signo de los cuatro se publicó en el "Lippincott's Magazine" en febrero de 1890; poco después, apareció en forma de novela. Al final del libro, la protagonista, Mary Morstan, se convierte en señora Watson, alterando con ello la idílica y confortable relación del doctor Watson con Sherlock Holmes. El libro ganó rápidamente el favor del público, y fue un gran éxito de ventas. Pero empezaba entonces la gran tragedia de Conan Doyle, que veía cómo crecía la popularidad del detective, eclipsando la de su autor; esto provocaba una ambigua relación de amor y odio de Conan Doyle hacia su famoso detective. The White Company. El éxito condujo a Conan Doyle a una actividad frenética que comenzaba temprano por la mañana y terminaba muy tarde. Al igual que Sherlock Holmes, cuando iniciaba un proyecto desarrollaba una actividad prodigiosa, aunque en muchos casos estos proyectos no llegaban a buen término. En 1890 publicó una nueva novela histórica, titulada The White Company, sobre el reinado de Eduardo III, una de las épocas favoritas, para el escritor, de la historia de Inglaterra. El libro se vendió muy bien, pero la crítica fue despiadada. Consideraban que, aunque reflejaba Sherlock-Holmes.es 19
  • 20. perfectamente la vida de Francia e Inglaterra en el siglo XIV, los personajes no estaban suficientemente definidos, en especial el protagonista, Sir Nigel Loring. Esta tendencia de la crítica a no tomar en serio sus trabajos históricos crispaba a Conan Doyle, que prefería estas obras y no las aventuras de Holmes y Watson. Pero lo cierto es que Doyle no consiguió nunca definir ningún otro personaje suyo con la fuerza y la credibilidad que tenían el detective y el médico. La moralidad y las actuaciones de sus personajes históricos estaban más acordes con el propio Conan Doyle que con la época en la que los situaba el autor. En el terreno personal, la vida sonreía a Conan Doyle. La relación con su esposa era magnífica, y en 1890, a los treinta y un años, Doyle fue padre de una niña a la que bautizaron como Mary Louise. Sin embargo, su espíritu aventurero anhelaba un poco de acción. Tras las huellas de Robert Koch En 1890 los titulares de los diarios de todo el mundo se hicieron eco de la proeza de un médico alemán. El doctor Robert Koch había descubierto el bacilo causante de la tuberculosis y un tratamiento para combatir dicha enfermedad. Esta noticia provocó una peregrinación a Berlín de miles de enfermos que intentaban, a cualquier precio, salvar su vida de la fatal dolencia. Muchos de ellos morían en el camino que les conducía hacia el milagro. No pocos médicos viajaban también a Alemania, interesados en el descubrimiento que acabaría con el azote que minaba a la población de fines del siglo XIX. Aunque como médico no estaba especialmente interesado en la tuberculosis, Conan Doyle sintió renacer su espíritu aventurero. Le subyugaba la idea de presenciar un acontecimiento que marcaría la historia de la humanidad. Su placentera pero rutinaria vida le resultaba insuficiente, y ardía en deseos de El doctor Garnault, discípulo de Koch, se inyecta sangre de una vaca tuberculosa. conocer a Koch, aunque para ello tuviera que abandonar temporalmente a su esposa y a su hija recién nacida. Consiguió que "Review of Reviews" le encargase un artículo sobre el doctor Koch, logrando así la posibilidad de entrevistarle personalmente, aunque numerosos periodistas rondaban infructuosamente al médico alemán. A su llegada a Berlín, Doyle se encontró con un espectáculo dantesco, más propio de un circo que de un acontecimiento médico. Su impulsivo carácter hizo que se enfadara con los ayudantes de Koch, que daban a los enfermos mucho menos de lo que prometían. Basándose en lo que había visto y escuchado en Berlín, el 17 de noviembre de 1890 publicó un valiente artículo en el que reconocía que el descubrimiento de Koch era decisivo, pero que los resultados no estaban a la altura de las esperanzas que en él depositaban los enfermos y sus familiares. Durante su viaje a Berlín, Doyle conoció a Malcolm Morris, que le habló sobre el futuro de la oftalmología y las posibilidades que ofrecía a médicos jóvenes y Sherlock-Holmes.es 20
  • 21. ambiciosos como él. Morris le recomendó especializarse en Viena, lo que le permitiría abrir una consulta en Londres. A su regreso, Conan Doyle pensó detenidamente en esta sugerencia, sopesando los inconvenientes y las ventajas de la arriesgada decisión. Dudaba, sobre todo, porque suponía alejarse de nuevo de su familia. Fue su madre, una vez más, la que aclaró sus dudas al ofrecerse a quedarse con la pequeña Mary Louise, para que Conan Doyle pudiera viajar a Austria con su esposa. La pareja llegó a Viena el 5 de enero de 1891. Sherlock-Holmes.es 21
  • 22. Capítulo VII. Cambio de rumbo oftalmología, Conan Doyle comprendió que acababa de cometer un error. Él hablaba el alemán aprendido en el colegio, que le bastaba para defenderse en una tienda o para mantener una conversación más o menos intranscendente. Pero de ahí a seguir unas clases de medicina con materias en las que abundaban las palabras técnicas, impartidas con el habitual ritmo de quienes el alemán era su lengua materna, distaba bastante. Siguió las clases de Krankenhaus, pero tuvo que A finales del siglo XIX, Viena era un centro importante de la medicina mundial. reconocer que hubiese aprendido mucho más en Inglaterra. Por otro lado, la dedicación que le exigían sus estudios le impidió escribir una sola línea durante los cuatro meses que duró su aventura austriaca. A su regreso pudo comprobar con agrado el nivel de popularidad que había alcanzado como escritor. Todo lo que escribía se vendía con éxito, incluido un libro menor sobre alquimia, The Doings of Raffles Haw, que escribió para cubrir los gastos que le había ocasionado su poco meditada decisión de ir a estudiar a Viena. Recién llegado a Viena en 1891 para especializarse en Una consulta en Londres. Aceptó con filosofía la situación, olvidando rápidamente los sinsabores de la estancia vienesa, ya que había cumplido parte de sus sueños: especializarse en oftalmología. Decidido a llevar su sueño hasta el final, trasladó a su familia a Londres, instalándose en el 23 de Montague Place, cerca del Museo Británico. Abrió su consulta en el 2 de Upper Wimpole Street, desoyendo los consejos de familiares y amigos, que le reprochaban su tozudez al empeñarse en algo sin meditarlo, especialmente cuando su carrera literaria iba viento en popa. La verdad es que Doyle estaba de acuerdo con sus amigos, pero su tozudez y el deseo de no dejar las cosas a medias le obligaron, una vez más, a tomar una decisión equivocada y, sobre todo, precipitada. La consulta de Upper Wimpole Street funcionaba mal, pues apenas daba para cubrir los gastos. Conan Doyle tuvo que reconocer que era una pérdida de tiempo y, sobre todo, de dinero, teniendo en cuenta que las ventas de sus libros iban subiendo como la espuma. Finalmente, tuvo que rendirse ante la evidencia; la medicina no le producía ninguna satisfacción y económicamente era un desastre. Pero si el Doyle médico estaba decepcionado, el escritor producía sin parar, trabajaba con facilidad y obtenía espléndidos resultados. Nada más instalarse en su consulta de Upper Wimpole Street, aprovechando que tenía tiempo libre, Conan Doyle inició un relato corto de Sherlock Holmes. Empezó Sherlock-Holmes.es 22
  • 23. Con Escándalo en Bohemia se iniciaban Las Aventuras de Sherlock Holmes. titulándose A Scandal of Bohemia y acabó como A Scandal in Bohemia (Escándalo en Bohemia). Su agente, Alexander Pallock Watt, le animó a continuar, y en los cuatro meses siguientes vieron la luz cinco aventuras más del inquilino de Baker Street: A Case of Identity (Un caso de identidad), The Red-Headed League (La liga de los pelirrojos), The Boscombe Valley Mystery (El misterio del valle de Boscombe), The Five Orange Pips (Las cinco semillas de naranjas) y The Man with the Twisted Lip (El hombre del labio retorcido). El filón estaba abierto, y Conan Doyle se divertía escribiendo. La suerte estaba echada, y los Doyle volvieron a trasladarse, esta vez a una preciosa casa de South Norwood, un barrio del sur de Londres. Conan Doyle decidió abandonar definitivamente el ejercicio de la medicina, e intentar vivir con los ingresos de la pluma. El agente de Doyle presentó los seis relatos cortos al "Strand Magazine", que estaba empezando a editar novelas por entregas. A la vista del material de Doyle, uno de los editores, Herbert Greenhough Smith, tuvo una idea genial. En lugar de publicar, como hasta entonces, una novela larga por capítulos, publicaría los seis relatos, puesto que, aunque eran independientes entre sí, tenían un hilo conductor: Sherlock Holmes y el doctor Watson. Los personajes hacían de nexo de unión entre los diferentes relatos, y todas las historias se publicarían bajo un título común: The Adventures of Sherlock Holmes (Las aventuras de Sherlock Holmes). La suerte sonreía a Arthur Conan Doyle. En vista del éxito de los primeros relatos, los editores querían más historias, para calmar la demanda de los innumerables admiradores de Holmes. El éxito de ventas permitió subir los precios y, si por Escándalo en Bohemia le habían pagado 25 libras, y por los siguientes, 35 por cada uno, el "Strand" estaba dispuesto a pagar 50 libras por cada nueva historia. A partir de entonces, aparte del título genérico de The Adventures of Sherlock Holmes, el de cada relato empezaría por The Aventure of... Los dos primeros nuevos relatos, The Adventure of the Blue Canbuncle (El carbunclo azul) y The Adventure of the Speckled Band (La banda de lunares), Doyle los escribió con rapidez, pero con la tranquilidad de tenerlos ya vendidos, lo cual le permitió mejorar su estilo. Según los críticos, si las primeras historias ya habían gustado, éstas se podían considerar obras maestras del género. A continuación vieron la luz The Adventure of the Engineer's Thumb (El dedo pulgar del ingeniero), The Adventure of the Noble Bachelor (El solterón aristocrático) y The Adventure of the Beryl Coronet (La diadema de berilo). Cuando inició la última de la serie, Retrato de Herbert Greenhough Smith, director literario del The Adventure of the Copper Beeches (La “Strand Magazine”. Nace una serie. Sherlock-Holmes.es 23
  • 24. finca de Copper Beeches), era tal la fama de Sherlock Holmes, y ensombrecía hasta tal punto la de su autor, que Conan Doyle estaba dispuesto a acabar con el detective al final de la aventura. Algunos lectores estaban convencidos de la existencia real de Holmes, e incluso enviaban cartas dirigidas a Sherlock Holmes al 221-B de Baker Street; esto relegaba a Conan Doyle al papel de mero biógrafo de un héroe, convirtiéndolo en un doctor Watson cualquiera. Una vez más, la sensatez de Mary, la madre de Doyle, logró que su hijo no acabara con quien se estaba convirtiendo en el héroe favorito de los lectores. Las críticas de los relatos eran excelentes. Cuando aparecieron publicados en forma de libro, que dedicó a su antiguo profesor, el doctor John Bell, todos estuvieron de acuerdo con G. K. Chesterton en que las historias tenían un ritmo perfecto, desde la primera hasta la última línea. El doctor Joseph Bell, antiguo profesor de Conan Doyle. El éxito de Sherlock Holmes permitió a la familia Doyle llevar una plácida existencia en su bonita casa de South Norwood, al margen de los inconvenientes propios de la popularidad del cabeza de familia. En 1892 Arthur Conan y Louise Doyle tuvieron su primer hijo varón, Alleyne Kingsley, que colmó las expectativas de su padre, deseoso de tener un chico al que educar a su estilo en el deporte, las lecturas y las aventuras. A sus treinta y cuatro años, Conan Doyle era un hombre feliz y satisfecho con los logros conseguidos. La suerte le mostraba su mejor cara. Sherlock-Holmes.es 24
  • 25. Capítulo VIII. Años difíciles Arthur Conan Doyle se estaba convirtiendo en un autor famoso. Lo mismo viajaba a Noruega con Jerome K. Jerome -el creador del mayordomo Jeeves- para esquiar, que cenaba con la flor y nata de los escritores, no sólo ingleses sino de toda Europa. Los editores se disputaban el honor de publicar unas obras que les resultaban muy rentables. La sociedad londinense reclamaba su presencia en todos los actos y fiestas importantes. Conan Doyle se había convertido, a pesar suyo, en un personaje popular y estaba de moda. A medida que se acercaba a los cuarenta años, Conan Doyle empezaba a sentirse mayor. Por primera vez en su vida, le preocupaban la edad y sus estragos: ya no era el mismo jugando al fútbol, y su ritmo de acostarse tarde y levantarse temprano le parecía menos llevadero que antes. Veía que los difíciles tiempos que se avecinaban, en los que se insinuaba ya la sombra de una gran guerra, eran para los jóvenes sanos y fuertes. Pensaba que él ya no podría protagonizar los acontecimientos venideros y, lo que le resultaba más duro, veía que su querido hijo sí se vería obligado a vivir esos tiempos, y eso también le disgustaba. Para un patriota como él, estos pensamientos no eran motivo de orgullo, pero no podía evitar sus dudas y su miedo. La producción literaria de Conan Doyle era cada vez más fecunda. El "Strand Magazine" no tenía capacidad para publicar todo lo que Doyle le ofrecía, y otras revistas, como "The Idler" de Jerome K. Jerome, empezaron a publicar relatos y artículos del prolífico escocés. Los editores se asustaban ante esta avalancha de relatos pero, como siempre, Doyle continuaba produciendo, sin importarle la opinión de los demás. Henry Irving le pagó cien libras por una obra de teatro sobre Waterloo, y por otro lado preparaba el libreto de una opereta, Jane Annie, con su amigo J. M. Barrie. Trineo que hacía el trayecto Chamonix-Fayet, en los Alpes suizos, en la época en que la familia Doyle visitó Suiza. La llegada del año 1893 marcó el comienzo de una época dura para la familia Doyle. Murió Charles, el padre del escritor, un hombre débil al que la vida había marcado durante muchos años, quebrantando su salud y su carácter. Conan Doyle que, al estar tan unido a su madre, había mantenido una relación poco fluida con él, se sintió muy afectado, ya que a pesar de la inestabilidad de carácter de Charles Doyle, se había roto un vínculo importante. Viaje a Suiza. Ese mismo año, su esposa empezó a dormir mal, progresivamente aquejada de una tos que no presagiaba nada bueno. Conan Doyle decidió consultar a los mejores médicos, y el diagnóstico de éstos Sherlock-Holmes.es 25
  • 26. fue unánime: los pulmones de la señora Doyle estaban seriamente afectados y la enfermedad había minado profundamente su salud. Enfermos de tuberculosis en un sanatorio de los Alpes. La cura alpina dio resultado, pero la salud de la señora Doyle ya nunca fue buena y acabó convirtiéndose en una inválida. No obstante, Doyle se sentía feliz, pues habían logrado vencer a la enfermedad. Las aventuras de Sherlock Holmes estaban terminadas, y aunque el autor había decidido no darles continuación, la demanda del público, que pedía más y más aventuras, obligó al escritor a ceder ante las súplicas de su editor. Así nació otra serie de doce relatos más bajo el título genérico de The Memoirs of Sherlock Holmes (Las memorias de Sherlock Holmes). Doyle había claudicado para dar gusto a sus innumerables seguidores y para embolsarse las mil libras esterlinas que había logrado que su editor le pagase por la serie. Ilustración de Sidney Paget en la que se representa la lucha final de Holmes y Moriarty. Una consulta con el gran especialista Sir Douglas Powell confirmó el diagnóstico, añadiendo la conveniencia de apartar cuanto antes a Louise del frío y húmedo invierno inglés. Conan Doyle, tremendamente afectado por la noticia, tomó una rápida decisión y se la llevó a Suiza. Los Alpes parecían ser unos buenos aliados para luchar contra la tuberculosis que estaba acabando con la vida de su querida "Touie". Louise y Conan Doyle se instalaron con sus hijos en el hotel Kurhaus, en Davos, y para el escritor empezó una época en la que sólo estaba interesado en una cosa: "Touie" debía curarse, y él haría todo lo necesario para hacerle la vida lo más grata y alegre posible durante la lenta recuperación. Doyle procuraba que su mujer y sus hijos se distrajesen, confiando en que el sol y el aire puro alejarían el fantasma de la muerte y todos podrían recordar aquella etapa no como algo triste, sino como una divertida época de vacaciones. La muerte de Sherlock Holmes. Las memorias de Sherlock Holmes comenzaban con Silver Blaze, (Estrella de plata), y en The Greek Interpreter (El intérprete griego) hacía su aparición Mycroft Holmes, un hermano de Sherlock, siete años mayor que él, y el único ser sobre la Tierra por quien Holmes siente un auténtico respeto. Misterioso colaborador del gobierno, mueve los hilos desde el muy exclusivo club Diógenes en Pall Mall, y mira a Sherlock con la condescendencia con que se atiende a un niño. Pero la gran sorpresa para los lectores y para la sociedad londinense en general fue la aparición, en diciembre de 1893, de The Final Problem (El problema final) donde Sherlock Holmes fallecía. Sherlock-Holmes.es 26
  • 27. Había querido "matarlo" al final de Las aventuras de Sherlock Holmes, aunque había cedido a las presiones de su editor. Durante su estancia en Suiza, al visitar las cataratas de Reichenbach imaginó a su odiado personaje cayendo por ellas. Dicho y hecho, en El problema final Sherlock Holmes se despeña mientras lucha con su peor enemigo, el profesor Moriarty, arrastrándolo en su caída. Cuando Watson llega al lugar no hay ni rastro de Holmes ni de Moriarty: sólo encuentra una carta dirigida a él, firmada por Sherlock Holmes. El detective ha muerto para salvar a la humanidad. El relato termina con un epitafio de Watson, que es una loa al que considera el mejor de los hombres. La reacción no se hizo esperar. Miles y miles de cartas empezaron a llegar a las editoriales, a los periódicos y al 221-B de Baker Street. Desde el pueblo llano hasta el príncipe de Gales, todos lamentaban el final del héroe, y nadie comprendía la decisión de su autor. Aquellos que pensaban en Sherlock Holmes como en un ser de carne y hueso consideraban a Conan Doyle un asesino. Aparecieron esquelas en los periódicos, y se sucedían interminables muestras de duelo, primero en Londres, luego en toda Inglaterra, hasta alcanzar a Europa y Estados Unidos de América. Es famosa una carta que recibió Doyle, que empezaba con un "¡Grandísimo burro!". Su propia madre estaba indignada. Pero Conan Doyle no se conmovió; tenía aún muy reciente la muerte de su padre y la grave enfermedad de su esposa: seguir con Sherlock Holmes era demasiado. Tendrían que transcurrir casi diez años para que Conan Doyle cambiase de decisión. Carta de Doyle a su madre comunicándole su decisión de “matar” a Holmes. Conan Doyle ya no podía más. Sherlock-Holmes.es 27
  • 28. Capítulo IX. Un viajero empedernido En 1894, Arthur Conan Doyle recibió una oferta para dar una serie de conferencias en Estados Unidos y Canadá. La invitación procedía del Mayor J. B. Pond, un excombatiente de la guerra civil, que había hecho fortuna como empresario y como promotor. Doyle, que era un viajero impenitente y seguía apasionado por la aventura, se decidió rápidamente. Debido a que su esposa no podía acompañarlo por su delicado estado de salud, para no ir solo invitó a su hermano menor. Conan Doyle quería mucho a su hermano Innes, pero además, a pesar de que le encantaba conocer nuevas gentes, necesitaba alguien con quien charlar. Y ese alguien debía ser capaz de comprender el sentido del humor de los británicos y, especialmente, el de los escoceses. Su hermano cumplía todos los requisitos exigidos al mejor de los acompañantes. A su llegada a Nueva York, Conan Doyle se encontró con una lista interminable de conferencias que debía pronunciar ante un público que sólo estaba interesado en ver y escuchar al autor de Sherlock Holmes. La verdad es que Doyle creía haberse librado del famoso personaje creado por él, pero el cadáver de éste volvía a adquirir vida. La popularidad de Doyle era tremenda, y a pesar de algunas críticas aparecidas en la prensa, en las que le definían como un incompetente hombre gris, su éxito fue enorme. Durante la gira estuvo rodeado todo el tiempo de amigos y de seguidores del detective de Baker Street. Tras su paso por Estados Unidos se dirigió a Toronto, donde dio una multitudinaria conferencia. Las cataratas del Niágara impresionaron sobremanera a Conan Doyle. El novelista reconoció tiempo después que hubiese sido el lugar ideal para terminar con Holmes y Moriarty, pero ya era tarde: sus cuerpos reposaban en Suiza. A su regreso a Inglaterra hizo realidad una idea a la que llevaba dando vueltas desde hacía tiempo. Doyle se dirigió a Surrey y compró un terreno en Hindhead para construirse una casa, encargando el proyecto a un viejo amigo suyo, el arquitecto Ball. el ideal para la delicada salud de su esposa, ni tampoco para el estado de ánimo que dominaba a Conan Doyle. Una vez puso en marcha el proyecto de la casa, cogió a su familia y se la llevó a un país que no conocía, pero sobre el que había leído mucho: Egipto. En esa época, muchos Una foto para el álbum. Caravana de turistas ante la esfinge de británicos viajaban a países con mejor clima y donde todo era más económico. Una renta que en Inglaterra les llegaba para subsistir con estrecheces, en España, Italia o Egipto les permitía vivir con Un invierno en Egipto. El invierno inglés, frío y húmedo, no era Sherlock-Holmes.es 28
  • 29. holgura y hasta con cierto lujo. Por supuesto, en sus nuevos destinos no alteraban ni un ápice sus costumbres, y sólo se trataban de igual a igual con sus compatriotas. Cuando se instalaron en el Hotel Mena de El Cairo, aunque los motivos de Doyle no eran económicos, su actitud fue exactamente la misma que la del resto de sus compatriotas. Pronto pudo comprobar en sus propias carnes que una cosa es la literatura y otra muy diferente la realidad. Lo que en los libros era un marco ideal para exóticas aventuras, debido a la belleza de las pirámides y a los peligros del desierto, en el devenir diario se convertía en calor, moscas y una desorganización absoluta. Por dicha razón, fue un alivio para él abandonar un país que le había decepcionado y al que no tenía ninguna intención de volver. De vuelta en Inglaterra, Conan Doyle se vio sumido de nuevo en la angustia de su vida hogareña, de la que inconscientemente pretendía huir con sus viajes. Louise se encontraba muy debilitada y permanecía largas temporadas en la cama. Doyle le daba de comer, le leía en voz alta, le contaba divertidas anécdotas y permanecía atento a sus mínimos deseos. Pero Conan Doyle, aunque le costase reconocerlo, se sentía solo. Era un hombre todavía joven y tenía una esposa enferma, y por mucho que intentase ignorarlo, su naturaleza se rebelaba. Sus grandes aliados eran el deporte, ya que su fuerte naturaleza le permitía practicarlo, y su trabajo, al que se dedicaba con pasión creciente. Militares y boxeadores. En 1896 publicó dos libros, The Exploits of Brigadier Gerard y Rodney Stone. En el primero de ellos narraba las aventuras de Gerard, un divertido personaje sobre el que ya había publicado una serie de cuentos cortos, basados en las memorias del barón de Marbot, un valiente y altanero militar de las guerras napoleónicas. Para muchos críticos y seguidores de Doyle, Gerard, que volvería a aparecer en The Adventures of Brigadier Gerard, en 1903, es el personaje mejor definido y más convincente de toda la producción no sherlockiana de Arthur Conan Doyle. El segundo libro de Doyle publicado en 1896, Rodney Stone, le produjo grandes satisfacciones incluso por adelantado. Smith y Elder le pagaron la pequeña fortuna de cuatro mil libras esterlinas como adelanto de la novela, a las que el "Strand" añadió otras mil quinientas libras más en concepto de los derechos para publicarlo en entregas. El libro trataba sobre una de las aficiones más importantes de Conan Doyle desde su época de colegial: el boxeo. El valor, la entereza y el coraje del boxeador, solo en el ring frente a su rival, obsesionaban profundamente al escritor escocés, que había sido un notable boxeador aficionado en su no muy lejana juventud. Rodney Stone era un homenaje a grandes figuras del boxeo, vistas a través de los ojos de un niño. Algunos amigos de Doyle no comprendían cómo había elegido semejante tema, pero el público compraba el libro y los lectores del «Strand» esperaban con ansiedad cada nueva entrega. El éxito de sus libros producía una gran satisfacción a Doyle, preocupado por la Sherlock-Holmes.es 29
  • 30. enfermedad de su esposa, víctima del bacilo de Koch. Con una vida sexual inexistente, a pesar de su dedicación al deporte, el carácter de Conan Doyle se iba agriando progresivamente. Sus amigos y allegados sentían una enorme preocupación por él; intentaban animarle y procuraban que participase algo más en la vida social. Pero Conan Doyle estaba dedicado por completo a su esposa y a su profesión, y durante años no se le conoció ninguna aventura hasta que, en 1897, en uno de los escasos actos sociales a los que acudía, conoció a una bella joven escocesa llamada Jean Leckie. Dos campeones de 1892: a la izquierda, John L. Sullivan, y a la derecha, Jim Corbett. Sherlock-Holmes.es 30
  • 31. Capítulo X. Una crisis personal auténtico flechazo. Doyle, deprimido y entristecido por su situación familiar, encontró en la brillante Jean no sólo lo que le faltaba, sino lo que no había tenido nunca. La relación con Louise había sido confortable pero sin pasión, más cercana a la amistad que al amor. Pero con Jean fue distinto, y se enamoró como un colegial. Jean era culta y refinada, y brillaba en sociedad. Su juventud le daba una frescura especial y una ingenuidad que le hacía admirar abiertamente a Doyle, alimentando su notable ego. Conan Doyle estaba enamorado, y así lo comunicó a sus más íntimos y a su familia, pero como hizo saber a Jean, sería fiel a Louise hasta la muerte, aunque esto supusiera esperar treinta años. Su trabajo se resintió de la situación. Se mostraba hosco e irritable Conan Doyle con la unidad del doctor Langham, antes de partir hacia Sudáfrica. y ello afectaba a su capacidad creadora. Trabajaba en relatos cortos y en sus novelas históricas, pero sin entusiasmo, y aunque seguía interesado en el espiritismo, nada parecía devolverle la energía que le caracterizaba. Fue realmente una época bastante estéril. E1 encuentro de Conan Doyle con Jean Leckie fue un Era un defensor a ultranza del Imperio británico, y justificaba el colonialismo como medio de que la superioridad británica ordenara el mundo, lo quisieran o no los demás. Pensaba que las demás naciones deberían agradecer lo que Inglaterra hacía. Le preocupaba el problema de Sudáfrica, admiraba a los bóers por su estoicismo y valentía, pero comprendía que sus deterioradas relaciones con Inglaterra hacían inevitable la guerra. La Guerra de los Bóers. años. Y aunque se conservaba bien para su edad, había engordado bastante y su oferta de alistamiento fue denegada, aclarándole que la guerra duraría poco y que bastaba con las tropas profesionales. La verdad es que, como decían irónicamente sus amigos, debido a su corpulencia, hubiese sido un blanco fácil para un tirador bóer que buscase como diana a un escritor famoso. diciembre publicó una furibunda carta en el "Times" en la que se quejaba de que se recurriese a tropas de las colonias mientras los ingleses se dedicaban a la caza del zorro y Sir Arthur Conan Doyle durante su participación en la guerra. Cuando, finalmente, estalló el conflicto en 1899, Conan Doyle tenía cuarenta La negativa a su solicitud hirió profundamente su amor propio, y el 18 de Sherlock-Holmes.es 31
  • 32. a abatir faisanes. Su temperamento aventurero y su curioso sentido del deber no se resignaban, y se enroló como médico en la unidad de su amigo John Langham. Doyle, a pesar de su patriotismo, defendía ardorosamente a Paul Kruger, el cabecilla de los bóers, que intentaba ordenar la situación caótica que dominaba el país, tras el descubrimiento de importantes yacimientos de oro en el Transvaal. Cecil Rhodes había cometido el error de atacar a los bóers, y ahora éstos habían sitiado Ladysmitte, Kimberley y Mafeking. Las cosas no marchaban bien para las tropas inglesas, ya que utilizaban tácticas trasnochadas que les conducían al desastre en África. El general Gatacre perdió la batalla de Stormberg, Lord Methnem fue derrotado en Magersfontein y el general Buller, en Colenso. En esta época, las mujeres luchaban por lograr el derecho al voto. Los problemas del Imperio. Inglaterra se enfrentaba también a otros problemas. En primer lugar, estaba Irlanda. Además, la sociedad civil estaba dividida por la campaña de las sufragistas para lograr el derecho al voto para la mujer, y la sombra de Alemania campaba sobre Inglaterra. Se podía presentir lo que en unos años se convertiría en la Gran Guerra, como se ha dado en llamar a la Primera Guerra Mundial. La situación de las tropas británicas en Sudáfrica era lamentable, los soldados estaban mal equipados, mal organizados y debían luchar contra gente rápida, eficaz, acostumbrada a vivir al aire libre y que conocía el país como la palma de su mano. En cuanto a los servicios médicos, estaban mal avituallados, muchos médicos eran bastante ineptos y otros eran brillantes en La Reina Victoria en el castillo de Balmoral, en el año 1900. especialidades como la ginecología, por lo que no eran los más adecuados para un hospital de campaña. Las cosas se complicaron cuando en abril de 1900, a la llegada de Conan Doyle, se declaró una epidemia de tifus, al cortar los bóers el suministro de agua. La situación era dramática, ya que la unidad sólo podía atender a cincuenta pacientes y había más de cien; carecían de medios para atender aquel caos. Aquella no era la guerra que Doyle había estudiado en los libros. Los soldados estaban aterrorizados, enfermos, y Doyle no comprendía cómo eran capaces de sacar fuerzas para la batalla. Odiaba a los burócratas que dirigían el conflicto desde sus cómodos despachos de Londres y que parecían no entender nada de lo que estaba sucediendo. Por otra parte, la información llegaba a los periódicos notablemente censurada, y los ciudadanos no podían sospechar lo que realmente estaba sucediendo en el campo de batalla. Sherlock-Holmes.es 32
  • 33. El Imperio contraataca. Poco a poco, las cosas fueron mejorando para los ingleses en el verano de 1900, y aunque la guerra iba a durar dos años más, se adivinaba que el Imperio iba a ganar finalmente aquella cruenta guerra, gracias al potencial económico y humano de que disponía. La venganza no se hizo esperar. Los ingleses construyeron campos de concentración para los prisioneros bóers, y todos los periódicos europeos se hacían eco de las atrocidades que allí se cometían y de las vejaciones a que eran sometidos los prisioneros. Esto hizo mella en Doyle, y su estricto sentido del honor le hizo condenar enérgicamente el comportamiento de las tropas inglesas. Decidido a contribuir de alguna manera, escribió The War in South África: Its Cause and Conduct. (La guerra en Sudáfrica: su causa y comportamiento). Caricatura por “Spy” del alto mando inglés durante la guerra de los bóers. El libro se convirtió rápidamente en un best-seller en toda Europa, y sólo en Inglaterra se vendieron 300.000 ejemplares en los dos primeros meses. Conan Doyle destinó casi todo el dinero que ganó con ello a restañar las heridas que la guerra producía en ambos bandos, creando, entre otras cosas, un fondo en la universidad de Edimburgo para estudiantes sudafricanos. Sherlock-Holmes.es 33
  • 34. Capítulo XI. Un título de nobleza el fallecimiento de su madre, la reina Victoria, ofreció a Conan Doyle nombrarle Sir. El motivo no era honrar al autor de Sherlock Holmes, sino premiar la labor realizada por Doyle en pro de la causa británica en la guerra de los bóers. La primera reacción de Conan Doyle fue de incredulidad y, tras reflexionar detenidamente, decidió rechazar un honor del que no se consideraba merecedor. Una vez más, May Doyle convenció a su hijo para que hiciera lo correcto. Finalmente, el escritor aceptó la distinción, pero no por su defensa de la causa británica en la guerra, sino por lo que había hecho en favor del soldado británico, tan Coronación del rey Eduardo VII en la catedral de Westminster. vilipendiado por la prensa extranjera. Ya durante la guerra de los bóers, y también en los años siguientes, Arthur Conan Doyle se había convertido en una figura pública. Su fama A principios de 1902, el rey Eduardo VII, recién coronado tras Ilustración de Sidney Paget para El perro de los Baskerville. alcanzaba a personas que jamás habían leído nada de Sherlock Holmes. Los políticos habían empezado a mirar con cierto interés al famoso escritor que, además, se interesaba vivamente por los asuntos públicos y por la política. Los dos principales partidos habían intentado contar con su apoyo para las elecciones de 1900, y aparecieron artículos en la prensa que apuntaban la posibilidad de que Conan Doyle iniciara una carrera política. Sabía vivir, tenía facilidad de palabra, se sentía cómodo rodeado de la multitud y se sentía obligado con su país. Conan Doyle no era, evidentemente, un radical. Defensor a ultranza de la grandeza del Imperio británico, desconfiaba de la naciente Alemania y creía en la necesidad de contar con un ejército y una armada fuertes. No le gustaba el líder liberal Henry Campbell- Bannerman y, en un principio, pensó enfrentarse a él como independiente, pero al final tomó la decisión de alinearse con los unionistas. Las elecciones generales de 1900 habían ido bien para el partido de Doyle, pero no para él. Edimburgo era un hueso duro de roer para un unionista. Aunque Doyle lo hizo bien, mucho mejor de lo que esperaban sus enemigos, no ganó el escaño. En su afán de popularidad para llegar al Parlamento, Doyle revisó en 1901 la idea de escribir un nuevo relato de Sherlock Holmes. No deseaba resucitar al detective, pero estudiaba la posibilidad de situar la acción en los primeros tiempos de Holmes, mucho antes de su desaparición en las cataratas de Reichenbach. Sherlock-Holmes.es 34
  • 35. En un momento de la narración de El perro de los Baskerville, Watson observa cómo alguien se acerca al escondite que ha descubierto. Se ha derramado mucha tinta sobre la participación de Robinson en el relato. La actitud de Conan Doyle, que pasó de citar a Robinson como colaborador, a terminar asegurando que simplemente había mencionado la leyenda, dio pie a sus detractores para especular sobre el asunto. Hay opiniones para todos los gustos, pero la realidad es que el original estaba manuscrito por Doyle, y los personajes y la historia tienen el sabor propio de sus relatos. La novela se publicó por entregas en el "Strand", en 1901, con un éxito que superó las previsiones más optimistas. Sólo de la primera entrega se imprimieron siete ediciones. Al año siguiente, se publicó en forma de novela, con un éxito aún mayor. Conan Doyle insistía en que no tenía ninguna intención de resucitar a Holmes, pero el éxito que La casa deshabitada fue el primer relato de la nueva serie La reaparición de Sherlock Holmes. El perro de los Baskerville. Bertram Fletcher Robinson, un amigo y compañero de golf de Doyle, fue el encargado de disipar las últimas dudas del novelista. Un día, mientras jugaban juntos, Robinson mencionó una extraña leyenda que se contaba en Dartmoor, sobre un demoníaco perro que había atemorizado a los habitantes de la región. La historia interesó sobremanera al escritor, que convenció a Robinson para que le acompañase a los páramos de Dartmoor para investigar más sobre la leyenda. Así, tras el viaje, nació El perro de los Baskerville, probablemente la novela más famosa de Sherlock Holmes, a medio camino entre la novela de detectives y la novela gótica. supuso El perro de los Baskerville desencadenó una verdadera lluvia de ofertas de editores de Londres y Nueva York. Todos ardían en deseos de publicar nuevas historias del detective de Baker Street. Ante la negativa de Doyle, las sumas ofrecidas empezaron a crecer hasta llegar a cifras a las que resultaba difícil resistirse. La revista "Collier's" de Nueva York llegó a ofrecer 4.000 dólares por cada relato, con independencia de la extensión que tuviese. Estaban interesados en un mínimo de seis relatos, pero se comprometían a publicar todos los que escribiese. Doyle, absolutamente perplejo ante las increíbles cifras que se manejaban, pensó que tal vez había llegado el momento de devolver la vida a Holmes. Poco después, vencida del todo su reticencia, firmó un contrato con Sherlock-Holmes.es 35
  • 36. Tras tomar la decisión de resucitar a Sherlock Holmes, el problema para Conan Doyle era cómo hacerlo de forma que resultara creíble. Holmes había muerto en Reichenbach, Watson era testigo y existía la carta de despedida que Holmes había dejado para el doctor. De pronto, Doyle encontró la solución: si Sherlock Holmes podía descifrar el pasado, también sería capaz de prever el futuro. Portada de la revista “Collier’s” del 26 de septiembre de 1903, en la que se anunciaba la “resurrección” de Sherlock Holmes con la publicación de La casa deshabitada. Ilustración de Frederic Dorr Steele. "Collier's" para ocho relatos, prorrogable a doce. La reaparición de Sherlock Holmes. Muerto Moriarty en la caída, Holmes ve la posibilidad de librarse del acoso de sus seguidores, fingiendo su propia muerte. Si sus enemigos creen en su desaparición, le resultará más fácil acabar con ellos. Sólo su hermano Mycroft conocía la verdad durante todos estos años. Esta es la explicación que da Holmes cuando se encuentra con Watson en La casa deshabitada, el primer relato de la nueva serie. Holmes cuenta a Watson cómo escribió la carta dirigida a él, mientras, desde abajo, le veía investigar las circunstancias de su muerte. La explicación incluye un sardónico comentario sobre el patetismo y la ineficacia de los métodos de Watson. El relato nos muestra a un Holmes fértil, con más recursos que nunca, y a un Watson cariñoso y leal amigo. Ningún otro relato describe con tanta precisión la amistad que une a Holmes y Watson. El 19 de septiembre de 1903, "Collier's" anunciaba en portada la publicación, en el siguiente número, "de la más notable serie de relatos cortos del año, The Return of Sherlock Holmes (La reaparición de Sherlock Holmes) por Sir Arthur Conan Doyle". Sherlock-Holmes.es 36
  • 37. Capítulo XII. Un momento crucial Tras el "Collier's", en Estados Unidos, fue el "Strand" el encargado de dar la buena nueva en Inglaterra. Holmes vivía, había logrado sobrevivir al accidente de Reichenbach y volvía dispuesto a embelesar a sus seguidores con nuevas y emocionantes aventuras. Los ingleses recibían con alborozo el anuncio de la nueva serie, que se titularía The Return of Sherlock Holmes. El primer relato que se publicó, The Adventure of the Empty House (La casa deshabitada), conoció un éxito sin precedentes. La explicación que daba Holmes de su desaparición satisfizo completamente a los fieles seguidores del detective, que celebraban la singular inteligencia y agudeza de Holmes para esquivar de esta manera a sus enemigos y poder así acabar con ellos. Retrato de Louise Hawkins, primera esposa de Conan Doyle, en la que probablemente se inspiró el escritor para crear a la dulce y sumas que recibía por ellos llenaban de satisfacción a Conan Doyle, que saboreaba las mieles del éxito. Su carrera literaria comprensiva señora Watson. estaba en su mejor momento, todo lo contrario que su vida familiar, que era un completo desastre. Louise, su esposa, se encontraba tan débil que casi no hablaba, y algunos días incluso abrir los ojos le costaba un descomunal esfuerzo. Conan Doyle la cuidaba con profundo afecto, pero se rebelaba ante el avance de una enfermedad que ganaba terreno día a día. Nada se podía hacer sino esperar, y el hombre de acción se negaba a aceptar lo que para todos los demás resultaba evidente. Por otro lado, el escritor mantenía su relación con la joven Jean Leckie, de la que se sentía profundamente enamorado. En su madurez, Conan Doyle se había enamorado con la pasión de un colegial. Pero la imposibilidad de consumar esta relación en vida de su esposa, de acuerdo con la promesa que se había hecho a sí mismo, le volvía irascible y a veces incluso desagradable. Había momentos en los que él, que con tanto desvelo y cariño había cuidado a su esposa durante los últimos años, llegaba a desear un plácido final para Louise, que le librara de sus obligaciones y le permitiera ser feliz junto a Jean. Ni sus éxitos literarios y deportivos -se había convertido en un gran jugador de cricket- podían paliar el remordimiento que le producía su deseo de que la muerte de Louise le abriera las puertas de la felicidad. Jean, por su parte, conocedora de los sentimientos que atormentaban a Doyle, era paciente y de una discreción exquisita. Jamás mencionaba a Louise, salvo cuando la angustia hacía que el escritor introdujera su nombre en la conversación. Día tras día, Jean calmaba sus miedos y le consolaba diciéndole que jamás le abandonaría, pasase lo que pasase. Las palabras de Jean actuaban como un bálsamo sobre el Una complicada situación familiar. Los nuevos relatos de Sherlock Holmes y las enormes Sherlock-Holmes.es 37
  • 38. La señorita Jean Leckie. inquieto Doyle, que recobraba, por lo menos momentáneamente, la paz. Louise Doyle, más o menos al corriente de la relación que su marido mantenía con Jean Leckie, le disculpaba. Le amaba y le conocía demasiado bien como para ignorar lo que suponía, para un hombre tan vital como Doyle, vivir tanto tiempo velando a una esposa enferma. Sabía lo cercana que estaba su muerte, y estaba más preocupada en la preparación del desgraciadamente próximo viaje que en las posibles infidelidades de Conan Doyle. Los familiares y amigos del matrimonio Doyle conocían perfectamente la relación de Doyle con Jean, aunque fingieran ignorarlo. Pero la pareja tenía ya demasiados problemas como para preocuparse de lo que pensaran los de alrededor. Por otra parte, al no dar ningún motivo evidente de escándalo, la sociedad, que se regía por el respeto a las apariencias, se negaba a ver lo que era evidente. Un final esperado. A principios del verano de 1906, el estado de Louise empeoró y, tras una corta agonía, falleció a las tres de la madrugada del 4 de julio. Lady Conan Doyle tenía cuarenta y nueve años. Su marido, el gran escritor, se derrumbó y lloró como un niño. Toda la armadura de la que le había equipado su educación británica, inflexible en la prohibición de mostrar los sentimientos, le sirvió de poco. Conan Doyle parecía un niño desamparado. Su llanto era una extraña mezcla de dolor y remordimiento. Conan Doyle comprendía que hacía años que no amaba a su esposa, y era consciente de que nunca la había amado con la pasión que ahora sentía por Jean. Sin embargo, Louise había sido una gran compañera, probablemente la mejor amiga que tendría nunca, y ella sí le había amado. El único consuelo para Doyle era pensar en el afecto que había profesado siempre a su esposa, y en el respeto que había presidido su relación hasta el último momento. Tras el entierro de Louise en Hindhead, familiares y amigos demostraron su condolencia a Conan Doyle con continuas muestras de afecto. Pero el escritor se sentía culpable, y éste era un sentimiento difícil de borrar con cariñosas muestras de respeto y amistad. Recibía cientos de cartas de amigos y admiradores de todo el mundo, pero él se sentía enfermo. Los médicos certificaban un excelente estado de salud y añadían que todos sus males eran producto del dolor. Finalmente, al cabo de unos meses, Jean, que se había mantenido en la sombra, tomó las riendas y decidió que había llegado el momento de olvidar el pasado y pensar en el futuro. Vencida la indecisión de Doyle, la pareja contrajo matrimonio el 18 de septiembre de 1907. Conan Doyle tenía cuarenta y ocho años, cerraba un importante capítulo de su vida e iniciaba una nueva etapa junto a Jean. Después de años de esperar el momento, éste había llegado. Conan Doyle no podía cerrar las puertas a la felicidad. Sherlock-Holmes.es 38
  • 39. Capítulo XIII. Un fogoso contrincante bravura fue en la reforma de la ley inglesa sobre el divorcio. Durante el final de su matrimonio con Louise se interesó por la Sir Arthur Conan Doyle en 1912, legislación sobre este tema y se enfrentó con una ley injusta y en su casa de Windlesham. pasada de moda. Contrariamente a lo que decían sus enemigos, no lo hizo porque pensase divorciarse de su mujer, sino porque estaba convencido de que la ley existente era a todas luces injusta con una de las partes: las mujeres. Para un hombre, resultaba relativamente fácil obtener el divorcio. Le bastaba con demostrar la infidelidad de su mujer. En cambio, para las mujeres era casi imposible lograrlo. Además, el proceso resultaba muy caro y, debido al régimen que ordenaba el uso de las propiedades del matrimonio, incluidas las herencias, pocas mujeres, por ricas que fuesen, contaban con los medios necesarios para enfrentarse a un proceso de separación. En no pocas ocasiones, el sentido de la justicia que poseía hizo que Conan Doyle se embarcara en causas perdidas, ya sea porque eran metas imposibles de alcanzar o porque no disponía de los medios necesarios para lograr los objetivos propuestos. Esto hizo que algunos le considerasen abogado de causas perdidas, una especie de Don Quijote luchando contra gigantes que resultaban ser molinos de viento. Pero no era cierto; Doyle podía ser un poco excéntrico, pero su sentido del deber y su fortaleza le convertían en un enemigo temible que no conocía el desaliento. La ley del divorcio. Una de las campañas en las que Doyle luchó con mayor En 1906, Thomas Hardy organizó un grupo para intentar la reforma de tan injusta ley. Hardy invitó a unirse a él a políticos, abogados y otras figuras públicas como artistas y escritores. Conan Doyle, que era muy amigo suyo, abrazó rápidamente la causa con tal entusiasmo que, al poco tiempo, le nombraron presidente. Inmerso en la lucha, Doyle no escatimaba medios; usaba sus influencias como autor de prestigio e incluso volvió a recordar favores que le debían políticos y militares desde la guerra de los bóers. A pesar de su talante conservador -tal como reconoció en sus memorias-, estaba dispuesto a dar su apoyo a los laboristas. Doyle comulgaba con sus ideas más progresistas en el tema del divorcio, aunque no estuviese de acuerdo en absoluto con sus planteamientos sociales y económicos. Tampoco comulgaba con los argumentos pacifistas que esgrimieron durante la guerra de los bóers y en los que mantendrían en 1914 ante la Gran Guerra. No obstante, esto lo transmitía Doyle en sus memorias, cuando sus tiempos de político ya quedaban muy lejos. Sherlock-Holmes.es 39
  • 40. El derecho al voto de la mujer dividió durante mucho tiempo a la sociedad inglesa. Ilustración publicada en el “London News” en 1870. Pero Conan Doyle contaba con feroces detractores. Por un lado, las feministas le recriminaban su oposición a que la mujer accediese al derecho al voto. Alegaban que su batalla en favor de una ley justa del divorcio no era sino una cortina de humo para ocultar sus verdaderas intenciones: mantener la supremacía de los hombres, relegando a las mujeres al papel de servidoras. Por otro lado, la Iglesia de Inglaterra se enfrentaba a Conan Doyle por el ataque a las creencias cristianas que suponía la ley del divorcio: un claro atentado contra la institución del matrimonio. Conan Doyle sonreía sin hacer caso ni de unos ni de otros y continuaba con su cruzada, ajeno a lo que de él pensaran los demás. descuidaron sus funciones en un mar plagado de icebergs. Además, el "Titanic" George Bernard Shaw en llevaba un número insuficiente de lanchas de salvamento. Contra los que una ilustración de Bernard Partridge. alababan el valor de la orquesta, que siguió tocando para calmar el pánico, Shaw denunciaba el encierro al que fueron sometidos los pasajeros de tercera clase, que supuso la muerte de casi todos. Su artículo levantó una auténtica polvareda. El Titanic. En el mes de abril de 1912 iniciaba su primer y último viaje el orgullo del Imperio británico, un lujoso barco de pasajeros, el mayor nunca construido: el "Titanic". Pero el "insumergible" transatlántico se hundía la noche del 12 de abril, tras colisionar con un iceberg, arrastrando con él 1.500 vidas. La mayor parte de los medios de comunicación alabaron el coraje y la entereza de los miembros de la tripulación, con su capitán al frente, que habían hecho todo lo posible para salvar al pasaje, arriesgando su vida para salvar la de los otros. Algunos periódicos llegaron a calificarlo de triunfo nacional. Aquello colmó la paciencia de George Bernard Shaw, que escribió un artículo furibundo en el "Daily News". Según Bernard Shaw, el capitán Smith era un incompetente, y el accidente se debía a la falta de eficacia de los vigías, que Conan Doyle estaba indignado y consideraba bochornoso el artículo de Bernard Shaw. ¿Cómo podía permitirse aquel advenedizo irlandés atacar a personas que no podían defenderse y arremeter contra su amado país? Escribió una carta al "Daily News", que fue publicada el 20 de mayo de 1912, Sherlock-Holmes.es 40
  • 41. arremetiendo contra Bernard Shaw. Fue el comienzo de una polémica que dividió al país. Los liberales y los intelectuales militaban en las filas de Shaw, pero el prestigio de Conan Doyle entre las clases media y trabajadora hizo que mucha gente se inclinara por compartir la opinión del creador de Sherlock Holmes. Ambos escritores alegaban que el otro no entendía nada, y la disputa logró finalmente que ambos contendientes, a pesar de no estar de acuerdo en absoluto, acabasen respetándose mutuamente. La verdad es que, a pesar de su indignación, Holmes y Bernard Shaw disfrutaron con una pelea que les enfrentaba a un digno rival. El tiempo ha demostrado que las acusaciones de Shaw eran ciertas, e incluso los historiadores ingleses han acabado dándole la razón. Los salones del “Titanic” competían en elegancia y riqueza con los de los grandes hoteles de la época. Salón de té “Five O’Clock”. Sherlock-Holmes.es 41
  • 42. Capítulo XIV. Defensor de causas justas Sin lugar a dudas, una persona tan fogosa como Conan Doyle fue numerosas veces víctima de gente ansiosa de utilizar su nombre y su reputación en beneficio propio. Conan Doyle era consciente de ello, pero en beneficio de lo que consideraba justo no le importaba cruzar el umbral de la ingenuidad. La realidad es que jamás nadie consideró que no fuese correcto su comportamiento. Para el creador de Sherlock Holmes no había batallas grandes o pequeñas. Cuando se involucraba en una causa, lo hacía con el mismo entusiasmo y determinación, bien se tratara de la ley del divorcio o simplemente de la ampliación del zoo de Londres o de la localización del monstruo del lago Ness. Hay un suceso, que él mismo recoge en sus memorias, que define perfectamente su actitud ante los demás. Un día, mientras paseaba a orillas del Támesis, le llamó la atención un individuo muy alterado, que caminaba enloquecido. Al cabo de un rato el pobre hombre se encaramó a la balaustrada con intención de arrojarse a las aguas del río. Tras un violento forcejeo, Doyle logró que el hombre desistiese de su propósito. Luego consiguió que le contase el motivo que le había movido a tomar tan desesperada decisión. Tenía problemas en su hogar, pero sobre todo le preocupaba su negocio de panadería. Dice Conan Doyle: "Aparentaba ser un hombre respetable y lo que decía parecía cierto. Le calmé y le di todo lo que llevaba, pero arrancándole la promesa de que regresaría a su casa y se pondría en contacto conmigo más tarde." Lo primero que pensaría cualquiera es que el novelista había sido víctima En 1906 Conan Doyle volvió a presentarse a las elecciones. Conan Doyle conduciendo una motocicleta. de un timo callejero. El mismo Conan Doyle añade: "Cuando me calmé tuve grandes dudas sobre si no habría sido víctima de un inteligente timador. Me reconfortó recibir días después una nota en la que me daba su nombre y dirección. Después de eso le perdí la pista." El incidente describe el carácter del escritor, que se esfuerza por ayudar a alguien a riesgo de ser engañado, pero que cuando comprueba que las aguas han vuelto a su cauce, da por zanjado el asunto. En 1906 Conan Doyle volvió a presentarse a las elecciones generales en defensa de los unionistas. Esta vez en las demarcaciones de Hawick, Selkirk y Galashiels. Una vez más no consiguió su propósito de ser elegido, pero el fracaso apenas afectó a su carácter decidido. Ese mismo año publicó una nueva novela histórica, Sir Nigel, que en opinión del propio escritor era lo mejor que había escrito nunca, pero ni la crítica ni los lectores estuvieron Sherlock-Holmes.es 42
  • 43. de acuerdo con él. Otro escritor se hubiese derrumbado al comprobar que había vuelto a fracasar en lo que más le interesaba. Conan Doyle, aunque ligeramente contrariado, atribuyó la falta de éxito al carácter de los ingleses, tendente a encasillar a la gente y que no concibe que un famoso escritor de novelas detectivescas, pueda triunfar en un género diferente como la novela histórica. George Edalji, que fue injustamente condenado. Un hombre llamado George Edalji. Conan Doyle recibía miles de cartas de personas que requerían su ayuda para los asuntos más variados, desde crímenes sin resolver hasta conflictos matrimoniales. En la mayoría de los casos se sentía incapaz de opinar sobre los problemas que le exponían, pero jamás dudaba en involucrarse cuando consideraba que se había cometido una injusticia. En 1906 "The Umpire" publicó una noticia que llamó poderosamente la atención del escritor: se trataba del caso de un hombre llamado George Edalji, que había sido encarcelado tres años antes como presunto autor de un sangriento ritual en el que se habían descuartizado varias cabezas de ganado. George Edalji era hijo del reverendo Shapurji Edalji, ministro de la iglesia de Inglaterra en Great Wyrley, Staffordshire. Al ser de raza india y haber contraído matrimonio con una joven inglesa, su padre era objeto de numerosas invectivas, y estuvo recibiendo durante años cartas de corte racista insultándole y cuestionando su labor como vicario. Al principio nadie dio importancia al asunto, ni siquiera el propio reverendo, pero entre 1892 y 1895 los ataques se recrudecieron; varios miembros de la comunidad y vicarios de otros pueblos de los alrededores empezaron a recibir escandalosos mensajes que acusaban al reverendo Edalji de numerosos delitos, entre ellos la violación y el adulterio. Aunque los ataques iban dirigidos contra su propia familia, el carácter introvertido y solitario de George hizo que las sospechas recayesen sobre él. Cuando los anónimos cesaron, todos parecieron olvidar el incidente, pero no fue así. Cuando en 1903 tuvo lugar un salvaje ataque a caballos y reses, con tintes de un macabro ritual, empezaron a llegar cartas que señalaban a George Edalji como autor del sangriento suceso. Aunque en esa época George trabajaba como abogado en Birmingham y tenía una coartada, la policía registró el domicilio familiar y, amparándose en pruebas algo dudosas, George Edalji fue condenado a siete años de prisión. Poco a poco, un grupo de ciudadanos empezó a reaccionar ante lo que consideraban una injusticia más basada en prejuicios racistas y pueblerinos, que en pruebas sólidas. Algunas publicaciones como "The Truth" y "The Umpire" se hicieron eco de las protestas y lograron que personas con prestigio, como era el caso de Conan Doyle, tomaran cartas en el asunto. Los artículos de Doyle en la prensa levantaron olas de indignación en todo el condado, y la gente exigía justicia para el pobre George Edalji. Sherlock-Holmes.es 43
  • 44. El gobierno nombró un comité para que investigara el caso, y aunque le exculparon, amparándose en que le consideraban autor de luz anónimos, le negaron cualquier tipo de apoyo o indemnización por los tres años que había permanecido injustamente en la cárcel. Otros opinaban de forma muy diferente, y el "Daily Telegraph" abrió una suscripción popular y recolectó trescientas libras. El colegio de abogados, que habla inhabilitado a Edalji, le readmitió inmediatamente para que pudiera volver a su trabajo. Conan Doyle quedó encantando de que al fin se hubiera hecho justicia y, cuando en 1907 contrajo matrimonio con Jean Leckie, no sólo invitó a George Edalji a la boda sino que comentó: "No había ningún invitado que me hiciera sentir más orgulloso con su presencia." Oscar Slater, otra de las “causas” defendidas por el escritor. El caso de Oscar Slater. La intervención de Conan Doyle en el caso de George Edalji, unida a su fama como autor de Sherlock Holmes, le convirtieron en un fenómeno nacional. Recibía tal número de cartas de personas que denunciaban injusticias solicitando su ayuda, que tuvo que contratar a un secretario para que se dedicara exclusivamente a contestar a todos los que escribían. Entre las miles de cartas que recibía llamó la atención del escritor una que atrajo su curiosidad. Se trataba de un caso en el que estaba involucrado un hombre muy relacionado con los bajos fondos, un individuo llamado Oscar Slater. De origen judío alemán, Slater, jugador, aventurero y de dudosa moralidad, vivía amparado en un alias. En la Navidad de 1908, un suceso había conmocionado la opinión pública británica. Una indefensa anciana, Miss Gilchrist, había sido violentamente golpeada hasta morir. El asesino se había llevado algunos documentos y un valioso broche de brillantes. Por desgracia, no había testigos, ya que Helen Lambie, la criada, había salido a comprar el periódico, y su vecina, la señora Adams, alertada por el ruido, no pudo ver más que a un hombre bien vestido que salía del edificio, ya que no llevaba puestas sus gafas. La policía local descubrió que Oscar Slater había llegado recientemente a Glasgow, donde convivía con una mujer francesa cerca del domicilio de la pobre Miss Gilchrist. Scotland Yard confirmó las sospechas de la policía de Glasgow definiéndole como una persona muy relacionada con el hampa, si bien, añadía el informe, no existían pruebas concretas en su contra. Unos días más tarde la policía descubrió que Slater había vendido un broche de brillantes y que iba camino de Estados Unidos en compañía de su amiga francesa. Ignoraban que Slater había vendido el broche un mes antes del asesinato, Sherlock-Holmes.es 44