1. En Santo Tomé
En la ciudad de Santo Tomé (Ctes.) la estrategia revolucionaria comienza a elaborarse en la
penumbra de lo secreto hacia el mes de octubre de 1933. De Brum, Ourie, Estratón Pérez y otros,
confabulados con los del “otro lado" del río, empiezan a tramar pacientemente el tejido previo al
golpe de la mano.
Con el conocimiento y la dirección de los jefes del Comando (Pomar y Bosch) los del norte habían
urdido un plan de campaña que preveía cuatro movimientos simultáneos en la zona, tres desde el
exterior por sendos pasos a través del río Uruguay.
Sarraillé lo haría sobre Itacaruaré y Los Galpones; los hermanos Losada, con apoyo coordinado y
simultáneo de grupos locales se descolgaría frente a Garruchos y Santo Tomé, considerado el punto
más importante estaría al cuidado de Lucas Torres. En éste como en el primer punto, Itacaruaré,
intervendrían “amigos riograndenses”, eufemismo empleado por Lucas Torres para referirse a
soldadesca mercenaria, garantía de victoria, según él.
El cuarto frente lo abrirían San Martín y César Torres, hermano de Lucas, en el interior misionero.
Bosch y Pomar visitan a los conjurados en Sao Borja, deliberan sobre lo proyectado y evalúan in situ
las posibilidades de éxito de los objetivos propuestos. También se relacionan y fundan amistades con
los caudillos de la zona, como Benjamín Vargas, que compromete su ayuda en hombres y armas que
a la postre resultará decisiva. Gregorio repetirá la visita una vez más.
La presencia de los jefes supremos del Comando del Litoral contribuye a elevar la moral de los
implicados y revitaliza el movimiento.
Al comentar el plan de operaciones en su monumental Historia Argentina, el historiador José María
Rosa señala a Gregorio Pomar como jefe del contingente que se lanzaría sobre Santo Tomé, tal
como nosotros, siguiéndole, consignamos. Parece que no fue así.
Indagando en las “Memorias” de Lucas Torres, las carias de Billinghurst al autor y las “Memorias” de
De Brum, (|nadaría claro que Pomar si reconocido como uno de los jefes sin duda del Comando, en
momento alguno aparece como conductor del asalto a Santo Tomé.
Por otro lado, Fausto A. Tusolí, suboficial dado de baja en 1932 y lugarteniente de Pomar en el vivac
de las fuerzas que atacarían Paso de los Libres, afirma, convencido, "cuando ya estábamos por
cruzar (el río) con Pomar a la cabeza...”. Paréntesis nuestro.6
Estos testimonios nos induce a concluir, por el momento y a falta de otras fuentes sobre el asunto,
que no estuvo en los planes del comando designar a Pomar para encabezar el ataque a Santo Tomé,
posición que se robustece al considerar que su sobrino Adolfo, al que Gregorio seguramente quería
tener cerca, actuará sobre Paso de los Libres.
A partir del plan de operaciones comentado, se organizan en Santo Tomé dos contingentes. Uno en
la zona rural a cargo de Roberto Billinghurst que actuaría en coordinación con las fuerzas que
cruzarían el río y otro “en la ciudad y alrededores” a las órdenes de Estratón Pérez, tucumano y pe-
riodista, con la misión de irrumpir sorpresivamente en el corazón mismo de la ciudad.
Pérez tropezó con serias dificultades ya que el reclutamiento de adherentes y su instrucción debía
cumplirlos en el pueblo. Mantener estas actividades en secreto era harto difícil en un pueblo chico
como ése, por lo que debió conducirse con extrema prudencia y mucho tacto en la formación de su
escuadrón, y ya veremos hasta donde llevó a ambos. Sobro todo, qué resultó del tal “escuadrón“.
Por el contrario, Roberto Billinghurst, joven abogado propietario de la estancia “Casualidad" organizó
con facilidad su grupo de caballería, favorecido por su indudable ascendiente sobre el menchaje y por
la ubicación del establecimiento, alejado de rutas interiores que lo ponía al abrigo de miradas
indiscretas. Esto, unido a la simpatía de sus vecinos y a la indiferencia más que tolerancia de las
autoridades rurales, permitió a Roberto dar completa instrucción a sus huestes.
Las cosas no tardaron en desandar por el lado doméstico. Hubo rencillas. Previsibles. Estratón Pérez
se resistía a acatar la autoridad de Pedro Lucas Torres, el jefe designado. Le costaba subordinarse a
un hombre de menor edad al que, además, consideraba de inferior prestigio dentro del partido, siendo
que por otro lado, él ostentaba una larga como reconocida militancia en la ciudad, a pesar de no ser
oriundo de ella y mas, era el Presidente de la denominada “Junta Revolucionaria" creada en la
ciudad, antecedentes todos estos que levanta como incuestionablemente válidos para constituirse en
el jefe natural.
2. A Lucas, que abrigaba el secreto deseo de actuar en sus pagos del norte, en Misiones, este pequeño
entredicho le vino como anillo al dedo. Aprovechó la coyuntura para pedir a Roberto Bosch su relevo,
para que estas desavenencias no obstaculizaran se justifica la causa en que estaban empeñados.
Puesto en el brete Bosch vacila. Principalmente porque no había tiempo de reorganizar los cuadros
ante la inminente entrada en acción. Lucas insiste y Roberto opta por una solución a medias.
Concede el relevo a Lucas con la condición de que permaneciera como Segundo Comandante,
actuando directamente sobre Santo Tomé. O sea. Ni chicha, ni limonada.
Bosch se refiere al episodio en un escrito aparecido en el diario “A patria” de Río de Janeiro del 4 de
enero de 1935.
“...hombre, como dije desinteresado (Lucas), sabiendo que entre algunos políticos de la costa
argentina podía su comando causar descontento escribe: me pidió que diese del Comando a una
persona ajena a la zona, a fin de que con su sustitución fuera conservada la unidad de acción en
ambos lados (Sao Borja y Santo Tomé).
Finalmente Bosch zanjó la cuestión sustituyendo a Lucas Torres con un tercero, extraño al pago. El
“mayor” Domingo Aguirre.
Curioso personaje éste. Argentino de nacimiento, su amistad con Gregorio Pomar le valió el exilio de
ambos en el Paraguay, luego del abortado golpe revolucionario que intentara dar el Coronel en la
ciudad capital de Corrientes en julio de 1931. La Guerra del Chaco que Paraguay libra contra Bolivia
lo tiene a Aguirre como voluntario entre sus huestes, estregándose con tanto ardor y bravura en los
combates, que su corajudo desempeño le valió galones y elogios del gobierno guaraní.
Viene a incorporarse al Comando del Litoral bajando desde la capital correntina. Víctor Niveyro (que
actuará en Paso de los Libres) y Mario Losada lo trasladan desde el campo de los hermanos Justino
y José Cabral en Santo Tomé, hasta la costa brasilera del río Uruguay. Apareció en Uruguaiana con
ganas de actuar en el sur. Bosch lo envió de Jefe del Comando en la zona norte.
Vestía uniforme del ejército paraguayo y se hacía llamar “mayor". El gobierno argentino, con
posterioridad a estos hechos, dejará expresamente aclarado que Aguirre “no es militar argentino”.
Era un sujeto sereno y valiente, el jefe ideal para la ocasión. Y lo sería de no mediar su carencia
absoluta de “don de gentes”. Grosero en sus expresiones al impartir órdenes, lo recuerda Lucas
Torres, “sarcástico en sus juicios, a menudo precipitados, sobre nuestras posibilidades, nuestra falta
de disciplina y organización”. Intransigente en su manera do conducir a los hombres. Parece que
acostumbrado a mandar milicos iletrados y pendencieros, no supo o no quiso ver que ante sí no tenía
soldados sino camaradas y ciudadanos. Su mal carácter lo indispuso con muchos.
Aguirre recaló en Sao Borja portando novedades. En la reunión que apuró enseguida con Lucas
Torres, en la pensión de los Lagos, le anticipó que el estallido estaba en ciernes, solo que no sabía la
fecha exacta, cosa que no debería preocupar porque, como dijo, “el aviso llegaría con 48 horas de
anticipación”.
Pedro le advierte que el plazo tiene que ser mayor. Los combatientes se hallan diseminados en
distintos puntos del interior brasilero, abarcando un radio de varias leguas a la redonda, lo que torna
dificultoso reunidos con la celeridad necesaria; por otro lado, tampoco dispone de medios para
traerlos, alojarlos y mantenerlos en los puntos de invasión (recordemos que son tres: Itacaruaré,
Garruchos y Santo Tomé). A esto se añade el hecho de que la presencia de emigrados en gran
número en la ciudad promovería el revuelo consecuente, despertaría sospechas y constituiría un
abuso a la tolerancia que le dispensaban las autoridades extranjeras.
A continuación, demostrando que los galones no se los había ganado en vano, Aguirre pide el plan de
combate. No existía. El asombro se pintó en su rostro. “Señal de futura derrota” farfulló.
Enseguida pide la lista de la plana de oficiales. “Y al enterarse de que no me había preocupado en
ello -escribe Lucas Torres- no se contuvo".
“Compañero, no puedo chocar de entrada con Ud., pero francamente debo decirle que es una
negligencia", espetó.
"Le di la razón. La tenía -continúa Lucas- y le repetí lo que había dicho al Coronel Bosch, en una
oportunidad que insistió sobre lo mismo: Coronel, tenga la seguridad que con grados o sin ellos,
cuando sea la hora, pelearemos y pelearemos bien”7. Era el Segundo Comandante y los hechos no
tardarían en confirmarlo. Pedro, indudablemente, conocía a su gente.
3. Los días previos:
Mientras tanto, entre los pobladores de la “villa” corrían rumores de que se preparaba una revolución
en la otra orilla.
Era el comentario obligado en los corrillos del Club Social, en los bares y en las esquinas. En rigor se
hablaba que habría una revolución en todo el país, y que Santo Tomé sufriría las consecuencias de
ese movimiento.
No poca gente lo esperaba y temía, la invasión de brasileños.
En la época, la violencia era un ingrediente cotidiano en las relaciones entre las ciudades de ambos
lados de la frontera.
Hacia 1903, en los albores del siglo, dos argentinos cometieron un asesinato en Sao Borja y huyeron
a Santo Tomé en donde fueron capturados.
El vicecónsul brasileño estaba gestionando la entrega por parte de las autoridades locales por la vía
diplomática, pero los dos asesinos lograron fugarse gracias a la ayuda y el auxilio del Comandante
Zenón Rodríguez, hecho que ocasionó un escándalo de grandes proporciones, y además corrió el
rumor que Rodríguez recibió una atrayente gratificación monetaria por la maniobra.
También en la misma época, un alemán naturalizado brasilero de Sao Luiz Gonzaga, viniendo con
dos balsas desde el norte, debido al río crecido y al desmantelamiento de las balsas, pereció
ahogado, salvándose el resto de la tripulación como pudo. Las maderas fueron a dar en la costa ar-
gentina, quedando abandonadas. Hasta que el vice intendente de Santo Tomé, Sr. Julio Varela o
Varella, se apropiara de ellas. Días después un cuñado del jangadero muerto reclamó ante Varela la
mercadería acompañando los documentos probatorios de su propiedad. Este no solamente los re-
chazó, pretextando su invalidez, sino que echó al reclamante con amenazas. El recurrente, temiendo
por su vida, optó por retornar al Brasil.
También existían focos generadores de desencuentros, como las casas de tolerancia y el
contrabando.
En el Santo Tomé del período que va de los años 1935 al 1940 existían, según refiriera un testigo,
veintiséis centros de diversiones, repartidos entre “bailantas” y “casas de tolerancia” o “casas
públicas”, como se les llama a los burdeles, lo que, debemos convenir, es demasiado para los
escasos seis mil habitantes de la localidad. La situación no sería muy diferente en 1933.
La bailanta más famosa fue “La modelo" de Simón Gutiérrez, un gordo al que apodaban de “sifón”. Un
poco más acá en el tiempo, “La Guarita” (nombre portugués) aparece como una de las últimas.
Ayuda a explicar tamaña proliferación de casas nocturnas el asiento en Sáo Borja de dos regimientos,
el 14° denominado “de Provisorios” perteneciente al Estado de Río Grande del Sur y el 2do de
Caballería, del ámbito federal. Amén de la policía y los marineros de Santo Tomé, para señalar
algunos. La principal clientela indudablemente lo constituían los brasileros y particularmente los
soldados del 14°.
Rarísima la noche en que conducidos por el alcohol no interrumpieran la armonía melancólica del
acordeón y las dos guitarras (formación musical usual) y armaran jaleo con los policías y/o
“marinheiros” argentinos, con su secuela de contusos, heridos y muertos. Se cuenta que una de las
primeras tareas de los guardianes del orden, cada mañana, era recorrer los exuberantes bosques de
la costa ante la posibilidad, casi siempre cierta, de encontrar personas heridas o borrachos que no
alcanzaron la última lancha de la víspera que lo llevara al otro lado, cuando no se deparaban con
algún cadáver, con signos de muerte violenta, lo que tampoco era raro.
El corolario es que estas rencillas periódicas alimentaban deseos de venganza y revanchismo y
creaban de una como de otra parte, odios y rencores prontos a estallar.
Un acontecimiento que se encontraba todavía fresco, sin dudas en la memoria colectiva de ese
tiempo era lo ocurrido tres años antes, cuando en 1930 una guarnición del 14° de Provisorios
sublevada contra el orden constitucional de su país, ingresara a territorio argentino, acá fueron
reducidos y desarmados por las fuerzas argentinas. Esta herida aún no había cicatrizado.
4. Por otro lado, debemos considerar el contrabando.
Un autor habla de la rivalidad entre los elementos de “mal vivir” dedicados al contrabando y los
marineros que, en cumplimiento de su trabajo, “reprimían”. Estas acciones les granjeaba el odio de
los brasileros, que aprovecharían cualquier ocasión para cobrarse una vendetta.
Ni tanto, ni tan poco. Estas conductas maniqueas no se manifiestan en general en estado puro en las
sociedades, por lo que los juicios emitidos amparados en esa concepción no siempre se compadecen
con la realidad. Creemos que el problema es más complejo. En las ciudades de frontera el negocio
ilícito del contrabando envuelve en mayor o menor grado y medida, como directa o indirectamente, a
todos los estratos sociales.
Los policías, como los marineros, algunas veces “procederían” y otras tantas harían la “vista gorda”,
apenas para no comprometerse. No faltarían seguramente aquellos que tuvieran su asunto particular
“facilitando” el paso de mercaderías a cambio de prebendas, obsequios o sencillamente coima, como
así también se sucederían las traiciones y venganzas motivadas por desacuerdos eventuales en el
precio del “servicio”.
De cualquier manera este negocio oscuro pero claramente ilícito, originaba como es habitual,
enemistades acérrimas y odios viscerales de uno como de otro lado del río.
(Continuará).