Es difícil ver con claridad el camino cuando se
alborota el polvo de la tierra en torno a nosotros.
La ventolera de cada día nos ciega.
Y andamos bastante ciegos con relación a las cuestiones
que más deberían importarnos.
El evangelio nos escenifica:
La misericordia del Señor y nuestra ceguera,
La necesidad de la fe y del bautismo,
Las dificultades que acompañan a la decisión
de creer en el que nos ha dado unos ojos nuevos.
Como al ciego de nacimiento,
también nosotros necesitamos que Jesús nos envié
a lavar nuestros ojos en la fuente de
“El Enviado”.
Es preciso recordar el lavatorio original
de nuestro bautismo y recobrar
el frescor que brotaba de las aguas
que nos dieron nueva vida.
“ Ve, a lavarte
a la piscina de Siloé ”
¿Cómo olvidar que sólo en el contacto
con Jesús puede aclararse nuestra mirada para
descubrir su misterio y nuestra dignidad?
“ Ve, a lavarte
a la piscina de Siloé”
Señor Jesús, que has abierto nuestros ojos a tu luz,
ayúdanos a aceptarte como profeta de Dios,
a superar las tentaciones que nos acechan.
Ayúdanos a creer en ti con sinceridad y a dar testimonio
de ti con valentía. Amén.
José Román Flecha Andrés
DIOS CON NOSOTROS–Salamanca
Presentación: Antonia Castro Panero
Música: Canto gregoriano