Este cuento de Burkina Faso trata sobre dos lagartijas que se pelean y cómo varios animales intentan separarlas sin éxito. Su pelea causa un incendio que mata a una anciana. Los vecinos organizan un funeral para celebrar su vida. El cuento enseña sobre la importancia de la cooperación y preocuparse por los conflictos de los demás para evitar consecuencias negativas.
1. LA
PELEA DE LAS LAGARTIJAS
(relato de Burkina Fasso que hace pensar sobre COOPERAR)
(Extraído de ‘Diez cuentos del mundo que ayudan a educar(nos). Recopilado y comentado por
Carmen Ibarlucea)
Este relato lo encontré en la voz de un narrador de cuentos francés de nombre François Vallaeys, por él sé que es
un relato de Burkina Fasso, pero no sé a cual de las veintiocho etnias de las que pueblan esta república se debe el cuento.
Burkina Fasso significa ‘tierra de dignidad”. Actualmente este país es uno de los más pobres del mundo, con sólo
un 20% de personas adultas que saben leer y escribir, que en el segmento femenino se convierten en un 9%, y donde sólo
un 25% de niñas recibe formación intelectual. La salud de los niños y las niñas es tan mala que se calcula que hay un 80%
de población infantil en condiciones de riesgo de morir por paludismo, diarrea, SIDA o desnutrición. La esperanza de vida
media es de 44 años.
LA PELEA DE LAS LAGARTIJAS
En una pequeña población, de vida tranquila y ordenada, dos lagartijas se enredaron a pelear
enfurecidas, no ha llegado a saberse la razón pues nadie mostró interés por el altercado, excepto un
perro que al pasar junto a ellas y verlas mordiéndose furiosas, las contempló con horror. El perro no podía
permanecer impasible ante aquel doloroso espectáculo y se interpuso entre las lagartijas intentando
separarlas
— Chicas, chicas, dejad de pelear. No veis que os vais a hacer daño. Seguro que podemos
solucionarlo hablando, por favor dejad de pelear.
Pero lejos de desistir, las lagartijas furiosas también golpearon y mordieron al perro. Viendo que no
podía separarlas, decidió que era mejor buscar otra estrategia, pues veía con claridad que nada bueno
podía resultar de una pelea como aquella. Fue entonces cuando decidió buscar ayuda, seguro de que
cualquiera vería como él la necesidad de parar aquella pelea, y creyó conveniente ir en busca de un
experto en resolver conflictos. Repasó la lista de sus conocidos y rápidamente se puso en camino para
conversar con el gallo, que le parecía que al vivir con una familia tan extensa, tantas gallinas y tantos
polluelos, era seguro que tendría experiencia más que probada en apaciguar peleas.
— — Amigo Gallo, necesito de tu ayuda, hay dos lagartijas que se están peleando y no me quieren
hacer caso. Por favor acompáñame y pongamos paz entre ellas.
— — Pero perro, amigo mío. Yo ya tengo bastante con mis propios problemas, no vengas a contarme
peleas de lagartijas que nada tiene que ver conmigo, déjame vivir tranquilo.
El perro, que era tenaz en la consecución de sus objetivos, no se desanimó y continuó penando.
Quizás no necesitaba un experto, muy posiblemente era mejor buscar a alguien grande y fuerte que
con su sola presencia impusiera respeto, así las lagartijas al verlo aparecer se sentirían cohibidas y
dejarían de pelear.., pero si eso no sucedía, al menos alguien muy fuerte podría contenerlas sin que le
dolieran sus mordeduras y sus arañazos. Piensa, piensa que te piensa, el perro repasó toda la lista de
sus amistades, hasta llegar al burro, ¡caray! Aquel era un magnífico candidato.
Acudió junto a su casa y se sentó a esperar, el burro trabajaba en los cultivos y no llegaba hasta
que el sol no empezaba su camino descendente en el horizonte.
— — Amigo burro, ¿cómo estas hoy? Acudo a ti porque sé que me ayudaras. Verás hay dos lagartijas
que están enzarzadas en un pelea brutal y no he podido detenerlas. Si tú me acompañas seguro que
a ti te harán caso.
— — Muy bien, ¿cómo se llaman tus amigas?
— — No lo sé, nunca las había visto...
— — ¿Entonces? No las conoces de nada y quieres que yo vaya a meterme en sus asuntos, Mira perro,
yo por ti haría lo que sea, porque somos amigos... pero por unas lagartijas que no conozco no voy a
2. perder mi tiempo de descanso. Llevo todo el día trabajando sin parar y tengo hambre, déjame
comer y deja de preocuparte por esas lagartijas.
Entre tanto, las lagartijas que continuaban en su lucha, habían trepado por la pared de una casa y
se estaban peleando sobre el tejado de paja seca (no olvidar que es un cuento africano) y con tanto
golpe y tanta carrera, la paja comenzó a ceder y fue cayendo dentro de la casa. En la casa vivía una
anciana, muy, muy anciana, que se encontraba preparando su comida de la noche, y al caer la paja seca
sobre el fuego comenzó a formarse una gran nube de humo que llenó el interior de la vivienda.
La anciana intentaba salir, pero la lentitud de sus movimientos y los ojos cegados por el humo la
hicieron chocar con los enseres que había en la vivienda.
— ¡Ayuda!... ayuda.., ayuda, gritaba cada vez de forma más débil
La nube de humo se elevaba sobre el tejado. Los habitantes del pueblo la contemplaban
horrorizados, y a la voz de incendio todos se pusieron en marcha. Alguien intentó entrar en la casa,
pero el tejado se había desplomado impidiendo la entrada. Otras personas corrieron al pozo para
transportar agua, el dueño del burro lo cargó con cantaros y lo tuvo haciendo viajes hasta que el
incendio se dio por terminado.
Cuando el incendio estuvo apagado y al fin pudieron llegar junto a la anciana, la encontraron como
dormida. Debido al humo había muerto por asfixia.
Sus vecinos y familiares entristecidos por la pérdida declararon un día de luto para celebrar los
funerales, que realizaron según es su tradición. No debemos olvidar que estamos en Burkina Fasso, así
que organizaron una gran fiesta con la que celebrar que aquella mujer había disfrutado de una larga
vida, lo que da grandes oportunidades para ser feliz.
Como sabéis de sobra, las fiestas básicamente tienen los mismos componentes en todas las
culturas, nada se celebra sin compartir una buena comida y sin la música, por eso para celebrar aquella
fiesta decidieron asar unas cuantas gallinas y un gallo ¿sabéis cual?
***
Este cuento tan sencillo nos da una visión clara de cómo somos y cómo actuamos, cómo nos cuesta cooperar, nos
cuesta preocuparnos por los demás y también nos cuesta trabajar unidos y unidas por un mismo fin. La comodidad y
el miedo a los demás tira demasiado de nosotros hacia el interior de nuestras propias existencias, empobreciéndolas y
poniéndonos en un riesgo grave, que no sabemos ver, Y es así que nos vemos abocados a cooperar cuando las cosas
ya son tremendamente graves. Pero entonces no sabemos hacerlo bien, estamos demasiado acostumbramos a la
competitividad, al individualismo y no conseguimos encontrar el equilibrio necesario entre ser nosotros mismos y ser
parte de una colectividad.
Pero la cooperación está en alza, ha sido descubierta como eje de relaciones en todos los niveles de la vida, economía,
psicología, sociología. A la gente de a pie nos parece que la cooperación es cosa de vecinos, pero que no puede
llevarse adelante en el ámbito empresarial o político, ¿porqué no? Actualmente “La teoría de juegos” (una idea
matemática que busca explicar las relaciones como problemas, y sus posibles soluciones tanto cooperativas, como no-
cooperativas) es la base del trabajo diario no sólo de economistas, también sociólogos, politólogos, biólogos,
psicólogos, abogados y jueces para buscar soluciones que no siendo óptimas para todos los involucrados, no
impliquen la pérdida de la mayoría en beneficio de uno solo.
La dualidad competitividad-cooperación nos enfrenta a un dilema evolutivo. Sí somos meramente una especie
animal, no hay nada extraño en una selección natural, lo que nos lleva a una explicación del mantenimiento de los
conflictos y las situaciones de desigualdad. Pero no debemos olvidar que a la hora de clasificar especies, nosotros
mismos hablamos de humanos cuando encontramos evidencias de cuidado a los enfermos y de enterramientos (el
miedo a la muerte y el amor a nuestros difuntos son síntomas de humanidad), por tanto, la cooperación debe estar tan
íntimamente ligada a nosotros como la competitividad, y en un esfuerzo por alcanzar nuestra plenitud como especie,
lo más coherente sería decantarnos por buscar formas cooperativas que nos ayuden a resolver nuestros conflictos, y
eso pasa por preocuparnos por los conflictos existentes (¡hay tantas lagartijas peleando en nuestra aldea global!).
Como educadores (padres, madres, familiares, tutores, maestros, monitores, vecinos, ...) está en nuestras manos
continuar manteniendo los roles ganador-perdedor, en los que subyacen consideraciones discriminatorias (clase, sexo,
raza, religión,...) o dar una oportunidad a la utopía. Desde que soy madre, escucho de continuo que no educo a mis
hijos para defenderse en el mundo real, que es muy duro. Ante esta acusación solo puedo declararme culpable, es
cierto, educo a mis hijos para que sean constructores de nuevas realidades, más amables.