1. MARTES 20 DE AGOSTO DEL 2013
FERNANDO VIVAS
Se busca un primer ministro
Hay crecimiento desacelerado pero sostenido, reservas, exportaciones, orgullo patrio, proyectos en camino,
¿por qué, entonces, la aprobación del gobierno sigue cayendo? No es solo por la inseguridad general que nos
jala las patas; hay una inseguridad íntima que traba la voluntad política indispensable para conseguir
respaldo.
Además, a Humala le faltan operadores y voceros. El partido de gobierno –Gana Perú– es pequeño y su
caudillo, parco y novato. Su inseguridad lo vuelve sectario, áspero y desconfiado, debilidades que nos pasan
la factura a la hora de armar gabinetes y consensos. Miren cuánto hemos demorado, cuánto ha tenido que
bajar en las encuestas (más o menos la mitad, pues ha descendido del rango de los 60% al rango de los
30%), para que el gobierno lance un tímido llamado al diálogo con la oposición.
Por todo esto, el presidente Humala necesita un primer ministro que lo compense y lo centre. Es una urgencia
muy humalista, pero es también un requisito general de nuestra democracia presidencialista. En esta, el
presidente se legitima a la hora de los grandes anuncios, las grandes convocatorias y los actos solemnes,
pues es nuestro primer representante; mientas el primer ministro, sin cartera que lo distraiga ni obligaciones
de representación popular, coordina y explica a todas las carteras.
Visto así, el primer ministro es un relacionista público y vocero del poder, un lobbista del Ejecutivo que ocupa
su tiempo reuniéndose con los lobbistas de arriba y de abajo, desde líderes empresariales a líderes sindicales,
presidiendo mesas de diálogo, previniendo conflictos, hablando con la prensa (ojo que Humala ha bromeado
diciendo que, para dialogar, “tienen el teléfono del premier”). Eso fueron Roberto Dañino y Beatriz Merino para
Toledo. Eso fueron Jorge del Castillo y Javier Velásquez Quesquén para García, y YehudeSimon cuando tuvo
que abrirse a la oposición. Y eso fue Salomón Lerner Ghitis el primer año de Humala, hasta que la
desconfianza se instaló entre ellos.
Desde entonces, Humala tiene un serio problema de gestión y vocería. Nadine no debe hablar por él, pues
agravaría su desaprobación; la vicepresidenta Marisol Espinoza no puede hacerlo porque es mala expositora
y porque discrepa con la orientación general del gobierno; Abugattás es un cable pelado; Otárola ya no puede
hacerlo, pues preside el Congreso. La debilidad de vocería ha llegado a tal extremo que Humala ha permitido
que el defenestrado vicepresidente Omar Chehade regrese a su redil para defenderlo.
Con mayor razón, entonces, el primer ministro debiera ostentar su papel de vocero. El problema con Juan
Jiménez es que arribó a tan alto cargo casi por accidente, como su predecesor Óscar Valdés. Ambos as
cendieron por la dificultad y desconfianza de Humala en buscar más allá de su entorno y conformarse con
elegir entre sus leales inmediatos en el Gabinete. No le importó que los elegidos no tuvieran suficiente
background político, ni perfil técnico, ni que se le s viera distantes de las carteras de producción.
Ahora que Jiménez vocea la voluntad de diálogo del gobierno, que quede sobreentendido que se está
preparando su salida digna. Necesitamos un primer ministro fruto de diálogos y cálculos minuciosos para que,
a su vez, dialogue y calcule con precisión. Antes de que sea tarde, el gobierno debe exponer su ruta de
diálogo, de acuerdos y de elección de primer ministro. La oposición ya empezó a hacerlo.