1. El documento discute el tratamiento diplomático de las casas reales en el exilio y las reacciones de los gobiernos a los honores otorgados a monarcas depuestos. 2. En particular, analiza incidentes diplomáticos entre España e Irán y Grecia relacionados con el tratamiento de las familias del Sha de Irán y el ex rey Constantino de Grecia durante la boda del Príncipe de Asturias. 3. Señala la necesidad de distinguir protocolos de estado de protocolos de la casa real y respetar la soberanía de
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El tratamiento de las Casas Reales en el exilio y la diplomacia
El respeto a la voluntad soberana de los países que depusieron a sus monarcas
exige no otorgarles honores de Estado porque como tales no los tienen
La protesta iraní por la forma en que fue tratada la familia del Shah en la Boda de
S.A.R. el Príncipe no es un incidente aislado
Las autoridades griegas observan con aprensión algunos privilegios y el trato
general que el ex rey Constantino recibe en España
El Gobierno griego no le permite usar el apelativo de Grecia y sólo reconoce
civilmente su apellido personal Gluecksburg-Sonderburg, de la casa Schleswig-
Holstein
Fernando Ramos
Doctor en Ciencias de la Información
Asesor de la OICP
Se debe diferenciar lo que es protocolo de Estado y lo que es protocolo
de la Casa Real en cuanto al tratamiento que ésta dispense a personas a las que,
desde la propia institución monárquica se considera sus iguales –reinen o no- y
hacia quienes se reserva una determinada consideración, incluso cuando se
hallan en el exilio o el infortunio
Tras el incidente con el Gobierno de Irán, por el tratamiento dado en la
boda del Príncipe de Asturias a la familia del depuesto Shah, el Gobierno
español tomó nota de la advertencia. Se precisó que la boda del Príncipe de
Asturias era, en este sentido, un acontecimiento de carácter privado de la
familia real, quien podía invitar a quien quisiera, del mismo modo que en los
actos de Estado es el gobierno español quien directamente decide lo que cree
conveniente en cada caso a los intereses de España
El incidente diplomático entre la República de Irán y el Reino de España, a
propósito del tratamiento recibido en España por la familia del depuesto Sha por parte
de la Casa Real española, con ocasión de la boda de S.A.R. el Príncipe de Asturias con
Doña Letizia Ortiz –aunque resuelto felizmente-, ha vuelto a poner de manifiesto la
necesidad de armonizar determinados usos de trato y relación entre Casas reinantes y no
reinante en el ámbito de sus relaciones privadas o familiares, y el interés del Estado y,
sobre todo, como subraya el embajador y ex jefe de Protocolo del Estado, Tomás
Chavarri de Rivero, el deber de tener siempre presente el respeto a la soberanía nacional
de las naciones con las que España mantiene cordiales relaciones. Un excesivo
tratamiento a una persona que no ostenta la representación pública de un país o una
organización, un gesto de cortesía privado, no adecuadamente ponderado, pueden
suponer, dado el carácter simbólico del Protocolo y el Ceremonial Públicos, un error de
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diplomacia que coloque al Estado español ante innecesarios problemas, tal y como
reconoce el embajador Chavarri y ocurre con repetida frecuencia.
Se debe diferenciar con toda claridad lo que es protocolo de Estado y lo que es
protocolo de la Casa Real en cuanto al tratamiento que ésta dispense a personas a las
que, desde la propia institución monárquica se considera sus iguales –reinen o no- y
hacia quienes se reserva una determinada consideración, incluso cuando se hallan en el
exilio o el infortunio.
Pero ello no evitar, por ejemplo, que a las autoridades de determinados países
consideran inconveniente que en actos públicos, se otorgue valencia y honores de rey,
reina o príncipes a personas de países que son consolidadas repúblicas por voluntad
soberana. Sin duda por proximidad, es Grecia el país donde más evidente resulta este
fenómeno y que sus autoridades estimen improcedente, por ejemplo, que la Casa Real
Española siga llamando al depuesto Rey “Su Majestad Constantino de Grecia, Rey los
Helenos”, mientras que Francia, Alemania, Austria, Italia o Portugal no otorguen la
menor importancia a lo que se considera una cuestión irrelevante el trato que en
determinados actos –y en determinadas revistas- se otorgue a personajes a quienes
nadie, fuera de este ámbito, reconoce como lo que pretenden ser: pretendientes,
aspirantes a inexistentes tronos….En el caso de Constantino interviene otro factor
comprensible, la proximidad con la familia real.
No ocurre lo mismo, sin embargo, con otros países. Como consecuencia del
tratamiento recibido por Farah Diba y su familia, el ministro de Asuntos Exteriores de
Irán, Kamal Jarrazi, aplazó la reunión prevista con su homólogo español, Miguel Ángel
Moratinos, en protesta por la invitación de la viuda y del hijo del Sha a la boda del
Príncipe de Asturias, a quienes se otorgó respectivamente los tratamientos de Su
Majestad Imperial Reza Palhlavi, Shah del Irán y Su Altera Imperial Farah Pahlavi,
Shahbanou Farah de Irán. Ambos habían invitados al enlace junto a representantes de
una treintena de casas reales de todo el mundo.
Con relación al incidente, el portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores iraní,
Hamid Reza Asefi, declaró que se había cursado la protesta porque quot;invitar a estos
individuos, que fueron desterrados por el pueblo iraní, no fue un gesto conveniente.
Estos individuos no sólo no tienen lugar entre nuestro pueblo, sino tampoco entre otros
pueblos del mundo, y los españoles se darán cuenta de que no representan a nadie en
estas ceremonias.quot; El Gobierno español, según el Palacio de Santa Cruz, tomó nota de
la advertencia, pero no hubo más comentarios. No obstante, una fuente cercana al
mismo precisó que la boda del Príncipe de Asturias era, en este sentido, un
acontecimiento de carácter privado de la familia real, quien podía invitar a quien
quisiera, del mismo modo que en los actos de Estado es el gobierno español quien
directamente decide lo que cree conveniente en cada caso a los intereses de España.
El disgusto de las autoridades griegas
Este incidente sigue a las repetidas suspicacias de las autoridades griegas con
relación al tratamiento y privilegios de Estado de que sigue disfrutando en sus visitas y
estancias a España el ex rey Constantino de Grecia, a quien las autoridades de aquella
república no permiten el uso de tal apelativo, advirtiéndole, para extenderle pasaporte de
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ciudadano griego que debe utilizar su apellido personal. Este hecho tiene mayor
importancia de lo que parece y trasciende a los propios problemas personales del
repuesto monarca griego con el gobierno de su país. El uso del apelativo “de Grecia”
por parte de la familia del ex Rey se extiende obviamente a todos sus miembros, como
reconocen los más autorizados especialistas y alcanza a S.M. la Reina Sofía y a su
Alteza Real el Príncipe de Asturias. En este sentido, las autoridades griegos, que
siempre han tratado con especial deferencia y consideración a Doña Sofía, han
advertido que el tratamiento que se le dispensa en su visita a Grecia corresponde a la
esposa del jefe de Estado de un país amigo, pero en modo alguno –lo mismo que ocurre
con el ex rey Constantino- porque el Estado griego le reconozca, en el fuero personal,
privilegio alguno fuera del que otorgaría, como ciudadana de origen griego, a cualquier
otro ciudadano de este país.
Parece claro que conviene diferenciar entre las relaciones privadas y particulares
de las Casas Reales –reinantes o depuestas- entre sí, en el ámbito doméstico, en que
unos y otros se tratan y se llaman entre sí “primos” (costumbre que extendió la reina
Victoria de Inglaterra) y el hecho de que esas relaciones puedan trascender al ámbito
público. El embajador Chavarri de Rivero recuerda, en este sentido, que el Estado
español es riguroso –y lo ha sido siempre- por lo que se refiere a aplicar la llamada
“Doctrina Estada”, en cuando al reconocimiento de estados, no de regímenes, y en este
sentido, se aplica el respeto más absoluto a la soberanía nacional de todos los pueblos.
Dicho de otro modo, que si Constantino de Grecia y Simeón de Bulgaria no son reyes
en sus países de origen, aquí no se les pueden otorgar, honores, tratamiento ni
privilegios como si lo fueran.
Pero el matiz radica en que no se hace en un acto de Estado propiamente, sino en
un acontecimiento privado, aunque público y trascendente, de carácter familiar, pese a
que se hayan invitado a numerosas representaciones oficiales y sean los contribuyentes
quienes, a través del aparato y los medios del Estado, dispuestos a tal fin, sean quienes
sufragan el costo de la boda.
La ausencia y el trato a Simeón de Bulgaria
El ex rey Simeón de Bulgaria, ahora primer ministro de su país, es un notable
ejemplo de aceptación personal de su propia estatus civil. Simeón ha asumido con
naturalidad los apellidos de su familia “de Sajonia Coburgo” y jurado la constitución
republicana de su país con indudable lealtad. Precisamente, para evitar una incómoda
situación a las autoridades españolas y a sí mismo no acudió a la boda del Príncipe de
Asturias, siendo representado por sus hijos. Caso de haberse personado en Madrid, se
hubiera producido una delicada paradoja, como reconoce el ex jefe de Protocolo del
Estado, embajador Tomás Chávarri de Rivero.
Por un lado, conforme el protocolo de la Casa Real española, Simeón de
Bulgaria debería haber sido colocado junto a las casas reales no reinantes. Pero, al
mismo tiempo, en función del protocolo de Estado, debería haber recibido el trato de un
jefe de gobierno extranjero y ubicado en otro lugar con sus iguales. En este caso, el
problema ya no era una situación de ubicación, ya que el simbolismo de una u otra
posición habría emergido de manera comprometedora: al colocarse entre las casas
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reinantes entre los pretendientes a recuperar el trono perdido, el primer ministro
republicano de Bulgaria estaría cometiendo un acto de deslealtad con el Estado y la
Constitución de su país. Pero, el jefe de la Casa Real de Bulgaria, al colocarse entre los
jefes de gobierno, abandonaría, a su vez, a sus “iguales” y la encarnación simbólica de
una institución de la que sigue siendo cabeza. No cabía una solución ecléctica. Lo mejor
fue no venir y estar representado por sus hijos. El problema, en este caso, no se hubiera
producido en España, sino en su propio país.
Simeón acudió a Madrid en septiembre pasado, para recibir el título de hijo
predilecto de la ciudad que lo acogió durante décadas, siendo nombrado por sus
apellidos civiles por las autoridades españolas, sin apelativo alguno de carácter
monárquico. El breve ex rey se desenvolvió en este acto con sencilla naturalidad.
Caso bien distinto es el del ex rey Constantino de Grecia La monarquía fue
abolida en este país, mediante referéndum, en 1974, tras una dictadura militar que duró
siete años. Al ex jefe de Estado, de 64 años, arrastra su colaboración con la dictadura de
los coroneles durante sus primeros nueve meses, antes de exiliarse, con 24 años, en
Londres. Estuvo largos años sin poder pisar su país, y el gobierno socialista de Andreas
Papandreou se negó a renovarle el pasaporte. Además, ganó el pleito contra su pueblo,
en reclamación de los bienes personales de su familia, incautados por el Estado.
El gobierno y el pueblo griego han sido, caso corteses, pero fríos, e indiferentes
con la reciente visita a Grecia de la Reina Sofía, con ocasión de los Juegos Olímpicos de
Atenas, acompañada de su hermana soltera Irene. La prensa griega informó de su
presencia, pero sin comentarios críticos ni favorables. ’’Eleftherotypia’’, uno de los
periódicos más importantes, se burló en cambio de la negativa de Constantino a ponerse
un apellido, requisito inevitable para recibir un pasaporte griego. El ex rey había sido
invitado como miembro honorario del COI de acuerdo con el protocolo de la
presidenciaquot;, explicó a los periodistas un portavoz del mismo.
La delicada cuestión del apellido
“Llega la la hermana de Constantino-Constantino, escribió el periódico citado.
El rey destronado obtuvo hace un año un pasaporte danés, la nacionalidad de su esposa.
Ha venido reclamando un pasaporte griego. ’’Soy griego’’, insiste, pero cuando se le
pide que inscriba su nombre afirma: ’’Soy Constantino de Grecia y eso es todo’’. Nunca
obtuvo el pasaporte griego, aunque en su documento danés figura como ’’Constantino
Degrezia’’, una forma de salirse con la suya. Su apellido real es Gluecksburg-
Sonderburg, de la casa Schleswig-Holstein. El empeño del ex rey provoca la ira de las
autoridades de su país y contribuye a su impopularidad. Lo llaman despectivamente el
señor “Gluecksburg”, recordando que encarna el recuerdo de una dinastía extraña,
impuesta a Grecia en el pasado por las potencias extranjeras.
En función del respeto que el Estado español debe a la soberanía del pueblo
griego, éste es –como ha hecho Simeón de Sajonia Coburgo- el apellido que, con la
misma naturalidad que Borbón, deberían asumir la reina y el propio Príncipe de
Asturias. “Si se insiste en seguir usando el apelativo “de Grecia”, antes o después
habrá problemas con la república helena”, entiende la diplomacia española. El
argumento es incontestable: Si el gobierno griego no reconoce ni permite al ex rey
Constantino que se denomine “de Grecia” es evidente que esta prohibición se extiende
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al resto de los miembros de su familia (hermanas, hijos, nietos, sobrinos) y alcance, por
tanto al propio Príncipe de Asturias. Sería incongruente que el Gobierno griego no
permitiera usar el apelativo “de Grecia” a Constantino e ignorara que lo usen otros de
sus familiares. Aunque este aspecto nunca se ha abordado en España, antes o después, si
el Príncipe de Asturias llega a ceñir algún día la corona, esta cuestión tendrá que ser
abordada por respeto a la soberanía del pueblo griego. Cierto que el que uno se llame a
sí mismo de uno u otro modo poco importa, salvo cuando se hace pública y
oficialmente, ejerciendo un derecho que las autoridades soberanas de un país han
denegado, y con el que España mantiene cordiales relaciones como miembros de la
Unión Europea.
Por otro lado, no es la primera vez que la presencia de Constantino crea graves
problemas al país anfitrión y a Grecia en unos juegos olímpicos. En los de Atlanta se
produjo otro grave incidente diplomático. Ocurrió en la localidad de Savannah Bay al
pie del podio de la plancha de vela, cuando el locutor anunció que la medalla de oro
sería entregada al vencedor, el griego Kaklamanakis por un compatriota, quot;Su Majestad
el rey Constantino de Greciaquot;. Los sentimientos republicanos y el sentido de la
jerarquía provocaron la ira de los dos miembros griegos del Comité Olímpico
Internacional. La falta de tacto del COI, entonces presidido por el español José Antonio
Samarach fue evidente.
En los recientes juegos de Atenas no se publicó fotografía alguna de Constantino
en la prensa griega. Desde que la República Helénica abolió por plebiscito los
privilegios regios, el heredero destronado no sólo se ha convertido en el señor
Glücksburg, ciudadano danés, sino que es, además, Kokós. Algo así como
Constantinillo, apodo con el que el pueblo griego demuestra su escaso cariño por el
hermano de la Reina Sofía. El ex rey intentó en 1993 hacerse popular y promover la
causa monárquica, recorriendo el país, como si de un monarca en ejercicio se tratase. Su
injerencia en los asuntos políticos fue tan grave que el presidente del gobierno
conservador de entonces, Constantin Mitsotakis, tuvo que llamarle públicamente la
atención e interrumpir la espectacular tournée regia. El pueblo interpretó aquella gira
como un desprecio a la decisión popular que había extirpado a través de las urnas la
corona de su vida política
El ejemplo del ex rey Simeón
Y mientras el ex rey Constantino se empeña en no aceptar el estatus de
ciudadano de su país y a inscribirse en el Registro Civil con su apellido familiar, el ex
rey Simeón de Bulgaria es un ejemplo de pragmatismo y sentido común. Ya no se llama
Simeón de Bulgaria. Ahora su nombre completo es Simeon Borisov Sakskoburggotski,
como transliteración latinizada de la forma búlgara; en la forma castellana, Simeón
Borisov Sajonia-Coburgo y Gotha.
En unas declaraciones a La Vanguardia, el 10 de julio de 1999, el ahora primer
ministro búlgaro afirmaba: “Un rey sin corona es una figura entre patética y grotesca,
pero es un oficio de por vida. Sé que no debo nada a nadie y eso es un sosiego, pero
desde niño me inculcaron el amor hacia mi patria. Desde aquí trabajo por mi país y
creo que soy útil. Pero acabo de cumplir 62 años, y volver no es una opción que pueda
tentar a un ser racional como yo. Lo haría si así lo quisiera la mayoría porque es mi
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deber. Para mis hijos, el sucederme únicamente lo contemplaría si yo estuviera
reinando”.
El caso de los Saboya
Como se sabe, los primos Víctor Manuel de Saboya y Amadeo de Aosta, ambos
sesentones, descendentes de la familia real de Italia y viejos enemigos íntimos,
protagonizaron un incidente insólito en el Palacio de los Reyes de España el pasado 22
de mayo con una pelea a puñetazos, según trascendió ampliamente. Nunca se ha
explicado el problema de fondo que subyace en esta cuestión, y que tiene que ver
precisamente con el hecho de que, para poder entrar en Italia como simples ciudadanos,
nos Saboya hayan tenido que jurar la Constitución republicana.
Con definiciones como quot;reyerta realquot; y quot;Víctor Manuel deja K.O. a Amadeoquot; el
diario L'Espresso explicó así lo ocurrido: quot;En la cena, dada en la Zarzuela tras el
enlace del Príncipe Felipe y Letizia Ortiz, Víctor Manuel de Saboya asestó un golpe en
la cara de su primo, Amadeo de Aosta. Éste se tambaleó y fue socorrido en seguida por
un 'sheik' egipcio que le aplicó hielo sobre el moratónquot;. Durante la ceremonia de la
boda, Víctor Manuel, que había acudido con su esposa Marina Doria, su hijo Manuel
Filiberto y la cuñada Clotilde Coureau, en ningún momento había coincidido con
Amadeo de Saboya, acompañado a su vez por su mujer Silvia y su hijo Aimone.
Los medios de comunicación italianos reflejaron con todo detalle que, al final de
la cena privada, organizada para unos 50 invitados de sangre azul por la Casa Real
española en la Zarzuela, Amadeo se acercó a Víctor Manuel, dándole una palmadita
amigable en la espalda con las palabras: quot;Hola, Víctor. Nos vemosquot;. Según otra versión,
los dos se cruzaron por casualidad a la salida y Amadeo quiso estrecharle la mano a su
pariente. De todas formas, Víctor Manuel se sintió provocado y respondió con un
contundente guantazo en la cara de Amadeo. La escena fue solucionada por Marina
Doria, que condujo fuera a su marido y volvió a excusarse con el Duque de Aosta.
Según el diario “El Mundo”, el propio Don Juan Carlos mostró su malestar ante el
incidente exclamando quot;¡Nunca más!.quot;
La reforma constitucional que autoriza a los varones de la familia Saboya a
poder residir en Italia sólo les garantiza que lo hagan como simples ciudadanos y no
como reyes. No pueden usar sus títulos de nobleza en público. Tampoco podrán
recuperar las propiedades de la corona confiscadas en 1946. Y tienen prohibido ocupar
cargos públicos. Los Saboya tuvieron que declarar quot;fidelidad a la Constitución
republicanaquot;, para concretar su vuelta. Algo a lo que se habían negado anteriormente.
Aunque este hecho les abrió la puerta a Italia, les cerró otras. Sus más fieles partidarios
reaccionaron desilusionados. El secretario de la Unión Monárquica Italiana (UMI),
Sergio Boschiero, declaró que quot;el juramento republicano es innecesario e indebidoquot; y
representa una renuncia a cualquier rol dinástico. Los reyes nunca abdican ni deben
usar la palabra repúblicaquot;. El gesto de Víctor Manuel provocó que los partidarios de la
corona volvieran los ojos hacia su primo, el príncipe Amadeo de Saboya, duque de
Aosta, como el posible sucesor del inexistente trono. He ahí, para muchos, la razón del
insólito puñetazo.
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Para los monárquicos, ésta podría ser una opción más segura, ya que la
reputación del heredero al trono tiene ciertos episodios oscuros. Víctor Manuel fue
acusado de asesinato en Francia. Se encontraba navegando cuando una embarcación se
le acercó. El heredero de la corona sacó un arma y disparó, tras lo cual un joven alemán
de 16 años resultó muerto. Se celebró un juicio, pero ninguna pena recayó sobre el
violento príncipe. La frase lapidaria con que el Rey Juan Carlos rubricó su
comportamiento encierra el mejor remedio contra quien, pese a su linaje, no sabe
comportarse con la educación y el respeto de cualquier simple ciudadano.