En los campos de concentración nazis durante la Segunda Guerra Mundial, los cigarrillos se convirtieron en la moneda establecida para realizar intercambios entre los prisioneros. Los cigarrillos eran aceptados universalmente debido a su valor intrínseco y a que podían comprar otros bienes. Sin embargo, la economía del campo sufría períodos de inflación y deflación dependiendo de la disponibilidad de cigarrillos, lo que causaba inestabilidad.
La moneda de los cigarrillos en los campos de concentración
1. EL DINERO EN UN CAMPO DE CONCENTRACIÓN
En los campos de concentración nazis de la Segunda Guerra Mundial surgió una clase
excepcional de dinero. La Cruz Roja suministraba a los prisioneros diversos bienes:
alimentos, ropa, cigarrillos, etcétera. Sin embargo, estas raciones se asignaban sin
prestar especial atención a las preferencias personales, por lo que naturalmente las
asignaciones solían ser ineficientes. Podía ocurrir que un prisionero prefiriera
chocolate, otro prefiriera queso y otro una camisa nueva. Las diferencias de gustos y
dotaciones de los prisioneros los llevaban a realizar intercambios entre ellos.
Sin embargo, el trueque era un incomodo instrumento para asignar estos recursos,
porque exigía una doble coincidencia de deseos. En otras palabras, el sistema de
trueque no era la manera más fácil de garantizar que cada prisionero recibiera los
bienes que mas valoraba. Incluso la limitada economía del campo de concentración
necesitaba algún tipo de dinero para facilitar las transacciones.
A la larga, los cigarrillos se convirtieron en la “moneda” establecida, en la que se
expresaban los precios y se realizaban los intercambios. Por ejemplo, una camisa
costaba alrededor de 80 cigarrillos. Los servicios también se expresaban en cigarrillos:
algunos prisioneros se ofrecían a lavar la ropa de otros a cambio de 2 cigarrillos por
prenda. Incluso los que no fumaban aceptaban gustosos los cigarrillos a cambio, ya
que sabían que podían intercambiarlos en el futuro por algún bien que les gustara.
Los cigarrillos fueron universalmente aceptados, tanto por lo que podían comprar
como por sí mismos. Era precisamente su valor intrínseco lo que daba lugar a su
principal inconveniente como moneda. Que se da también, aunque en mucha menor
escala, en el caso de la moneda metálica, es decir, el hecho de la existencia de una
fuerte demanda con fines no monetarios sometía repetidamente a deflaciones y
períodos de escasez de dinero a la economía del campo de concentración. Mientras las
entregas de la Cruz Roja de 50 ó 25 cigarrillos por individuo y semana se producían con
regularidad y mientras existían stocks adecuados, la moneda-cigarrillo servía
admirablemente como dinero de intercambio. Pero cuando las entregas se
interrumpían, los stocks desaparecían rápidamente, los precios caían, el comercio
declinaba en volumen y se convertía cada vez más en trueque.
Estas tendencias deflacionistas eran periódicamente compensadas por la repentina
inyección de moneda nueva. Cada trimestre, llegaba una gran cantidad de cigarrillos,
cuando la Cruz Roja recibía su asignación de servicios de transporte.
Varios cientos de miles de cigarrillos podían llegar en el espacio de una quincena. Al
haber más cigarrillos, el valor de estos disminuía en términos del resto de bienes y por
eso eran necesarios un mayor número de cigarros para comprar un mismo bien. Es
decir, los precios en cigarrillos se disparaban, hasta que empezaban a bajar, primero
despacio pero con creciente rapidez a medida que los stocks se agotaban, hasta que
llegaba la siguiente distribución importante. La mayor parte los problemas económicos
del campo de concentración se podían atribuir a esta fundamental inestabilidad.