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MATERIAL SOBRE HOLOCAUSTO


1.-EL HOLOCAUSTO

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Una fotografía de la preguerra de tres niños judíos con su niñera. Dos de los niños murieron en 1942.
Varsovia, Polonia, 1925-26.
— United States Holocaust Memorial Museum
Fotografía




Historia personal




Objetos




Mapas




Película historica




El Holocausto fue la persecución y el asesinato sistemático, burocráticamente organizado y
auspiciado por el Estado de aproximadamente seis millones de judíos por parte del régimen nazi y
sus colaboradores. "Holocausto" es una palabra de origen griego que significa "sacrificio por fuego".
Los nazis, que llegaron al poder en Alemania en enero de 1933, creían que los alemanes eran una
"raza superior" y que los judíos, considerados "inferiores", eran una amenaza extranjera para la
llamada comunidad racial alemana.

Durante la era del Holocausto, las autoridades alemanas persiguieron a otros grupos debido a su
percibida "inferioridad racial": los romaníes (gitanos), los discapacitados y algunos pueblos eslavos
(polacos y rusos, entre otros). Otros grupos fueron perseguidos por motivos políticos, ideológicos y
de comportamiento, entre ellos los comunistas, los socialistas, los testigos de Jehová y los
homosexuales.

En 1933, la población judía de Europa ascendía a más de nueve millones, y la mayoría de los judíos
europeos vivía en países que la Alemania nazi ocuparía o dominaría durante la Segunda Guerra
Mundial. Para el año 1945, los alemanes y sus colaboradores habían asesinado aproximadamente a
dos de cada tres judíos europeos como parte de la "Solución final", la política nazi para asesinar a
los judíos de Europa. Si bien las principales víctimas del racismo nazi fueron los judíos, a quienes
consideraban el mayor peligro para Alemania, entre las otras víctimas se incluyen 200 mil romaníes
(gitanos). Como mínimo, 200 mil pacientes discapacitados física o mentalmente, en su mayoría
alemanes y que vivían en instituciones, fueron asesinados en el marco del llamado Programa de
Eutanasia.

A medida que la tiranía nazi se propagaba por Europa, los alemanes y sus colaboradores
perseguían y asesinaban a millones de otras personas. Entre dos y tres millones de prisioneros de
guerra soviéticos fueron asesinados o murieron de inanición, enfermedades, negligencia o maltrato.
Los intelectuales polacos no judíos fueron perseguidos y asesinados por los alemanes. Millones de
civiles polacos y soviéticos fueron deportados para realizar trabajos forzados en Alemania o en la
Polonia ocupada, donde generalmente trabajaban y muchas veces morían en condiciones
deplorables. Desde los primeros años del régimen nazi, las autoridades alemanas persiguieron a los
homosexuales y a otras personas cuyos comportamientos no se ajustaban a las normas sociales
prescritas. Miles de oponentes políticos (incluidos comunistas, socialistas y sindicalistas), así como
disidentes religiosos (como los testigos de Jehová), fueron perseguidos por oficiales de la policía
alemana. Muchas de estas personas murieron como resultado de la encarcelación y el maltrato.

En los primeros años del régimen nazi, el gobierno nacionalsocialista estableció campos de
concentración para detener a oponentes políticos e ideológicos tanto reales como supuestos. En los
años previos al estallido de la guerra, los oficiales de las SS y la policía encarcelaban en estos
campos a cada vez más judíos, romaníes y otras víctimas del odio étnico y racial. Para concentrar y
controlar a la población judía y al mismo tiempo facilitar la deportación posterior de los judíos, los
alemanes y sus colaboradores crearon ghettos, campos de tránsito y campos de trabajos forzados
para los judíos durante los años de la guerra. Asimismo, las autoridades alemanas establecieron
numerosos campos de trabajos forzados, tanto en el denominado Gran Reich Alemán como en
territorios ocupados por los alemanes, para personas no judías a quienes los alemanes buscaban
explotar laboralmente.

Después de la invasión de la Unión Soviética en junio de 1941, los Einsatzgruppen (equipos móviles
de matanza) y más adelante, los batallones militarizados de oficiales de la Policía iban detrás de las
líneas alemanas para llevar adelante operaciones de asesinato en masa de judíos, romaníes y
oficiales del partido comunista y del estado soviético. Las unidades alemanas de las SS y la policía,
con el apoyo de unidades de la Wehrmacht y de la Waffen SS, asesinaron a más de un millón de
hombres, mujeres y niños judíos junto con cientos de miles de otras personas. Entre los años 1941 y
1944, las autoridades alemanas del régimen nazi deportaron a millones de judíos desde Alemania,
los territorios ocupados y los países de muchos de sus aliados del Eje hacia los ghettos y los centros
de exterminio, también llamados centros de la muerte, donde fueron asesinados en cámaras de gas
diseñadas especialmente para tal fin.

Durante los últimos meses de la guerra, los guardias de las SS trasladaron a los prisioneros de los
campos en tren o en marchas forzadas, también denominadas “marchas de la muerte”, en un intento
por evitar que los Aliados liberaran a grandes cantidades de prisioneros. A medida que las fuerzas
aliadas se trasladaban por Europa en una serie de ofensivas contra Alemania, empezaron a
encontrar y liberar a prisioneros de los campos de concentración, así como a los prisioneros que
estaban en el camino en marchas forzadas desde un campo hacia otro. Las marchas continuaron
hasta el 7 de mayo de 1945, el día en que las fuerzas armadas alemanas se rindieron
incondicionalmente a los Aliados. Para los Aliados occidentales, la Segunda Guerra Mundial finalizó
en Europa oficialmente al día siguiente, el 8 de mayo (día V-E), mientras que las fuerzas soviéticas
anunciaron su “día de la victoria” el 9 de mayo de 1945.

Después del Holocausto, muchos de los sobrevivientes encontraron refugio en los campos de
refugiados que administraban las fuerzas aliadas. Entre 1948 y 1951, casi 700 mil judíos emigraron
a Israel, incluidos 136 mil judíos refugiados de Europa. Otros judíos refugiados emigraron a Estados
Unidos y a otros países. El último campo de refugiados se cerró en 1957. Los crímenes cometidos
durante el Holocausto devastaron a la mayoría de las comunidades judías de Europa y eliminaron
totalmente a cientos de comunidades judías de los territorios ocupados de Europa Oriental.

Lecturas recomendadas

Aly, Götz. La utopía nazi: cómo Hitler compró a los alemanes. Barcelona: Crítica, 2006.

Hilberg, Raul. La destrucción de los judíos europeos. Madrid: Akal, 2005.

Ofer, Dalia, and Lenore J. Weitzman. Mujeres en el Holocausto: fundamentos teóricos para un
análisis de género del Holocausto. México: UNAM, 2004.

Rozett, Robert, Shmuel Spector, y Efraim Zadoff, editores. Shoá = Sho'ah: enciclopedia del
Holocausto. Jerusalén: E.D.Z. Nativ ediciones, 2004.

Yahil, Leni. The Holocaust: The Fate of European Jewry, 1932-1945. New York: Oxford University
Press, 1990.
2. Literatura y Holocausto

El dilema de escribir sobre el Holocausto
“El campo de concentración sólo es imaginable como literatura, no como realidad” (Imre Kertész)

El conocimiento solo no es suficiente para describir el “terror” que infectó toda la vida de la posguerra, lo
que ahora llamamos “la sombra del Holocausto. La creciente aparición en el mercado español de
literatura sobre el Holocausto ofrece con toda crudeza una profunda reflexión sobre la esencia del ser
humano.

La Shoah se ha expandido desde la esfera privada de la comunidad judía al reino público de los medios
de comunicación y las artes populares. Pero esto no quiere decir que estemos más cerca de entender las
consecuencias del Holocausto para la sociedad contemporánea, sobre cómo define su vida religiosa, su
identidad comunitaria o sus acciones políticas.

El principal problema que tenemos al enfrentarnos al Holocausto es darle una dimensión correcta a unos
acontecimientos que escapan de nuestra comprensión, así como nuestra aceptación de los hechos,
imágenes y testimonios del Holocausto.

El dilema ya no se encuentra en el tabú de aquello sobre lo que no se puede hablar, sino en la parálisis
provocada por una cultura saturada de medios de comunicación, en la que todo parece haber sido dicho
ya. Para los autores de segunda y tercera generación, el acceso al pasado no puede ser directo, sino que
sólo puede producirse mediante la memoria de otros, lo que Ellen Fine ha denominado el problema de la
“memoria ausente”.

Pero la inmediatez de la memoria postmoderna no ha disminuido el hecho do la necesidad de rehacer el
pasado. Por el contrario, la necesidad de testificar ha ganado una gran urgencia, frente a los vergonzosos
llamamientos de los negadores del Holocausto y la desaparición de los supervivientes, los únicos que
pueden dar testimonios de primera mano sobre la Shoah.

Los relatores contemporáneos de la Shoah tuvieron que inventar un léxico que unificase tanto la realidad
de Auschwitz como el enredado proceso de redescubrir el pasado que nos atormenta y nos evita.


El trauma de la historia: el Holocausto en la literatura

¿Cuánto tiempo necesita una cultura para asimilar el trauma de su historia?

Holocausto es el término que utilizamos cotidianamente para referirnos al gran problema del siglo XX.
Pero no siempre es un término utilizado correctamente, porque no hace referencia al conjunto de las
víctimas: la definición del término Holocausto se refiere, específicamente, a un concepto religioso: el
sacrificio entre judíos.

Muchas veces recurrimos a la literatura para poder expresarnos sobre la experiencia más traumática del
siglo XX. La literatura se ha convertido en una especie de filtro para evitar los problemas que nos provoca
el horror del acto en sí. Así, la literatura se convierte en un intento de traspasar los límites del lenguaje y
como una forma de lograr representar ese horror en toda su amplitud.

Algunos autores, generalmente supervivientes del horror, han desafiado todos los límites de la escritura
para transmitirnos así sus experiencias y convertirse en testimonios de su propia supervivencia.

Es interesante ver que no son tantos los libros que sobre este tema se han publicado en nuestro país,
hasta fechas relativamente recientes.

De los diferentes modelos de la representación del horror de los campos de concentración, destacan
aspectos tales como la literatura autobiográfica (Primo Levi, Elie Wiesel), la autobiografía novelada (Imre
Kertész, Wladyslaw Szpilman), la elaboración literaria (Ruth Krüger, Paul Steinberg), la investigación
histórica (Erich Hackl), el lenguaje cinematográfico (Claude Lanzmann), etc.

Primo Levi logró condensar en sus escritos el máximo de pensamiento con el mínimo estilo, en un
ejercicio de austeridad, a pesar del cual el horror no deja de calarnos en los huesos al leerlo. Considera
que la supervivencia no fue la regla de los campos, sino la excepción: de ahí que hable de la vergüenza y
la culpa que sentían los que se salvaban (Los hundidos y los salvados).

Elie Wiesel, Premio Nóbel de la Paz en 1986, en su obra La Noche, nos habla sobre sus experiencias en
Auschwitz (sobre todo la desaparición de su madre), junto a su padre y cómo se va transformando la
relación existente entre ellos, poco antes de la liberación.

Imre Kertész, en su obra más conocida, Sin destino, nos habla también (como Levi en La Tregua) de su
regreso a Budapest, donde se encontró con otro régimen totalitario y un inmenso campo de
concentración, Hungría, del que tampoco podía salir.


La experiencia concentracionaria

“Ya no podemos escribir un poema después de Auschwitz” (T. Adorno)

En 1947, Thomas Mann se planteaba cual sería el papel histórico de los alemanes a partir de ese
momento: el país de la Kultur había sido el responsable del peor crimen cometido en toda la historia de la
humanidad.

Gracias a muchos supervivientes se expusieron los crímenes cometidos desde 1933. Levi y decenas de
supervivientes han sentido la necesidad de contarnos lo que sucedió durante esos años, momentos en los
que su cometido era morir.

Paul Celan nos expone la incapacidad de asumir como propia la lengua de sus torturadores. Robert
Antelme muestra cómo los hombres se destruían, sin poder hacer nada excepto morir en silencio,
mostrando su condición humana. Imre Kertész nos ha contado sus experiencias de niño superviviente en
Auschwitz. Todos ellos, y muchos más, han querido dar testimonio de lo sucedido con distintos medios,
pero todos querían que se recordase. Pero no debían ser recordados como héroes, sino como personajes
anónimos que sobrevivieron al infierno y que debían legar a la humanidad evidencias de lo sucedido.
Algunos han relatado sus experiencias en los ghettos o, como Viktor Klemperer, la reclusión en su propia
casa.

Gracias al esfuerzo de todos ellos, hoy tenemos, además de las evidencias archivísticas detalladas,
fuentes orales, gráficas y escritas que nos pueden arrojar luz sobre lo sucedido en aquellos lugares.

Zygmunt Bauman (Modernidad y Holocausto, 1998), señala que los funcionarios nazis que eran
contratados para llevar a cabo el exterminio, si mostraban una animadversión demasiado marcada, eran
despedidos, porque lo que se buscaba eran buenos gestores, disciplinados y eficientes, que no odiaran al
objeto de su represión. No se buscaba el odio de esos funcionarios, sino la gestión moderna de los
elementos a eliminar.

Para muchos pensadores, como Adorno, la matanza de millones de seres humanos constata que las
condiciones a partir de las cuales era posible pensar han sido completamente destruidas. No han sido
sólo personas físicas las que han sufrido el exterminio, sino también la idea misma de humanidad.

Auschwitz significa la destrucción de la idea misma de humanidad. Por eso, después de ese
acontecimiento la poesía así como el mero pensamiento creativo son totalmente absurdos y vanos. Lo
que desapareció en los campos de concentración y exterminio es la idea de hombre como la “medida de
todas las cosas” y, en particular, de nuestro pensamiento, porque “pensar” significa intentar comprender la
relación entre el hombre y el mundo.

“No podemos pensar más” significaría que ya no podemos sentar el conjunto de reflexiones particulares
sobre la sólida creencia de la perfectibilidad del hombre: si la humanidad (aquella que creíamos la más
civilizada, técnica y moralmente) ha sido capaz de perpetrar este crimen contra sí misma, cómo podemos
creer que pueda servir de referente del camino a seguir.

Por eso es necesario encontrar otra vía y mostrar que es posible pensar con auténtico humanismo, a
pesar de Auschwitz, porque el horror de los campos no constituye una derrota para el pensamiento crítico.

Una pregunta fundamental que debemos hacernos es ¿cómo pudo la humanidad ser eliminada en
Auschwitz?
Los testimonios literarios
El crimen contra la humanidad comienza con una palabra común: desprecio. Se trata de un estado de
ánimo llevado al extremo, programado y elevado al rango de concepción ideológica. El desprecio está en
todos los elementos que forman ese proceso: el del guardián de las SS, del civil hacia el detenido, del
recién llegado a los presos más antiguos, etc.

El desprecio y el temor serán los elementos de la normalidad de las relaciones humanas en los campos.
Allí, los hombres son privados de su identidad, de aquello que les confiere su individualidad, que los
designa como seres humanos. La identidad del detenido, su cara, no expresa nada humano, ningún
sentimiento.

El proceso de desnudar a los prisioneros, afeitarlos, vestirlos con el traje rayado, convertirlos en una masa
homogénea, tiene como finalidad plantear una duda en la mente de todos: ¿se trata realmente de un ser
humano? Por eso, los prisioneros se ven físicamente transformados físicamente desde el mismo
momento en que llegan al campo: su individualidad queda suspendida a través de la privación de los
signos externos del ser humano. Primo Levi describe este proceso al recordar su llegada a Auschwitz:
“Hemos llegado al fondo. Más bajo no puede llegarse: una condición humana más miserable no existe, y
no puede imaginarse. No tenemos nada nuestro: nos han quitado la ropa, los zapatos, hasta los cabellos;
si hablamos no nos escucharán, y si nos escuchasen no nos entenderían. Nos quitarán hasta el nombre”
(Si esto es un hombre).

Estos presos tienen ante sus ojos su futuro, el modelo en que están condenados a convertirse, en la
figura de aquellos que llevan más tiempo en el campo. Lo que más les asusta es el parecido de los
prisioneros más antiguos con animales, que pasa a ser una evidencia de su propio futuro. La lógica del
campo va más allá de este elemento, a la hora de deshumanizar a los presos. Los SS buscan rebajar a
los presos al estado más bajo en la escala, hasta convertirlos en meros parásitos.

La dominación brutal no es posible, ni siquiera para esos SS, si siguen considerando al esclavo del
campo como un ser humano. Por eso, si sus gestos confirman que se trata de un animal y no un hombre,
porque estamos condicionados socialmente a tratar al prójimo como un ser humano, es más fácil
someterlo al dominio. Es necesario descender hasta el último grado de la deshumanización de los presos,
para considerar que la eliminación no tenía más consecuencia que la propia de un animal.

Los campos de concentración respondían al proyecto político nazi de construcción de una nueva
comunidad racial alemana, de creación de una comunidad homogénea de miembros de una Comunidad
Nacional homogénea, donde los conflictos de clase hubieran desaparecido. La esclavitud en el interior de
los campos se convirtió en una garantía de libertad para los que estaban fuera.

Una de las primeras cuestiones que debemos plantearnos en relación al trabajo de los presos es por qué
el trabajo era tan degradante y absurdo. En realidad, la absurdidad de ese trabajo es el último grado de la
alienación: el que transportaba ladrillos de un lado al otro del campo no podía encontrar la más mínima
dignidad en lo que hacía, los esclavos no tendrían conciencia de ser explotados y la indignidad del trabajo
sólo podía convertirlos en bestias. Así se evitaba que se convirtieran en proletariados.

El único vínculo social que podía existir en los campos era la explotación de los prisioneros por otros
prisioneros. Así se evitaba que apareciese un embrión de solidaridad colectiva que pudiera unificar a los
presos. No se impedía sólo la reconstrucción de una clase social, sino que se lograba matar la humanidad
que había en cada uno de los prisioneros.

En los campos de concentración se mata a los hombres, pero también se mata la humanidad que hay en
ellos, para garantizar una libertad para los humanos que están fuera del campo.

Podemos pensar después de Auschwitz. También debemos pensar sobre Auschwitz. Pero algunas de las
ideas sobre el hombre han perdido parte de su validez por la experiencia límite que ha supuesto un
crimen como Auschwitz.
Los testimonios literarios: el trauma de la historia
Los testimonios literarios de los supervivientes de los campos de concentración no son menos dignos de
confianza que los relatos o las investigaciones históricas objetivas sin ninguna ambición literaria.

Muchos de los que sobrevivieron a los campos han señalado lo importante que era para ellos transmitir
sus vivencias de forma literaria. A sus ojos, se puede acercar la realidad de los campos de concentración
a aquellos que no los han experimentado en sus propias carnes, sin necesidad de hacerlo sólo a través
de investigaciones sobre los hechos: la estética no disminuye la autenticidad. Los hechos no se pueden
integrar en una imagen “normal” del mundo: el conocimiento del Holocausto no explica nada, mientras
que la literatura puede abrir y hacer accesible una realidad que parece incomprensible (Ruth Klüger,
Weiter leben, 1992).

La escritura literaria también expone aquellos procesos que en las investigaciones históricas se dan por
evidentes. En el campo de concentración también existía una vida cotidiana, una “normalidad” que no
aparece en esas investigaciones, mientras que para el texto literario casi todo es digno de mención,
incluso aquellos detalles que pueden parecer más insignificantes: los sufrimientos, las impresiones físicas
(hambre, sed, frío, dolor) son transmisibles literariamente, de forma aproximada.

Otro elemento que a menudo se pasa por alto, y que también se refleja en el relato literario, es que
algunos supervivientes (Ruth Klüger, Jorge Semprun, Robert Antelme), señalan repetidamente la
necesidad de mantener viva su voluntad de sobrevivir a través del recuerdo literario (poesía, lectura de
libros, etc.). Esta forma de mantener viva la escritura equivalía a un “exorcismo” de la situación del
campo, pero también posteriormente, cuando se tuvieron que enfrentar de nuevo a la vida fuera del
campo, aunque algunos de ellos (Jean Améry, Primo Levi) optaron, finalmente, por el suicidio.

De entre la multitud de narraciones y testimonios personales, destacan algunos cuya calidad literaria
atrapa al lector, ya sea en forma de autobiografía, novela, ensayo literario u otras formas mixtas. En su
mayoría, sus autores han dejado una obra global que no se limita a sus vivencias en el campo de
concentración.

Algunas fueron escritas poco después de lo vivido, como las primeras obras de Primo Levi (Se questo è
un uomo, 1946) o de Robert Antelme (L’espèce humaine, 1946-1947). Pero la mayoría hicieron balance
de sus relatos al cabo de veinte o treinta años, como Jorge Semprún (Le grand voyage, 1960), Jean
Améry (Jenseits von Schuld und Sühne, 1964-1966), Imre Kertész (Srostalanság, Sin destino,
1961-1975), etc.

En estos manuscritos tardíos se aprecia la distancia temporal con lo vivido, porque la distancia añade a la
experiencia personal de los distintos autores dimensiones de memoria, reflexión y toma de conciencia. E
incluso de madurez. La forma en que el tiempo entrelaza los recuerdos con la actualidad se pone
especialmente de manifiesto en autores como Levi o Semprún, cuando vuelven sobre estos temas con la
distancia de unos cuantos años. En las obras de Semprún, el pasado y el presente están entrelazados por
una red de complejas referencias, con constantes retrocesos temporales y anticipaciones al momento
pasado.

En casi todos los autores, la reflexión sobre lo vivido desemboca en síntesis muy similares, a menudo
literariamente idénticas. Primo Levi habla de la lucha por la vida, reducida a sus formas más primitivas;
Paul Steinberg esboza la maquinaria de la deshumanización y admite que se habían convertido en
animales. Otro punto de conexión son las descripciones de los contactos con los civiles, fuera del campo:
los presos no eran seres humanos como ellos, y algunos no les dedicaban ni una sola mirada, como si su
existencia pudiese ser obviada.

El interno del campo de concentración encarna la figura del hombre expulsado de la sociedad en la que,
hasta aquellos momentos, había vivido: ya no goza de la protección de las leyes. El campo de
concentración, a pesar de sus numerosas normas y prohibiciones, se ha convertido en un mundo sin ley,
sin un espacio para el derecho de los que allí están encerrados.

El poder absoluto que se refleja en los campos, no es un medio para obtener un fin, sino un fin en sí
mismo, no necesita ninguna legitimación ideológica. Este poder absoluto, el terror absoluto, no produce
nada: se trata de una acción enteramente negativa, una obra destinada a desaparecer sin huellas. Por
eso, muchos de estos autores otorgan a la suerte un espacio mucho más importante de o imaginable.

Jean Améry adopta una actitud inequívoca: se muestra irreconciliable y se permite, como víctima, tener
un permanente resentimiento. Sin duda, el pueblo alemán no tiene ninguna culpa colectiva, pero desde el
punto de vista estadístico sí tiene una “culpa global”, y perdonar esta culpa sería “inmoral”.

Primo Levi presenta una visión extremadamente provocadora, que a él mismo le estremece: no habían
sobrevivido los mejores en el sentido moral, sino los peores, los más egoístas, los de menos escrúpulos.
Gracias a la “lógica absurda” que imperaba en Auschwitz, se llevó a cabo una selección negativa, porque
no era posible sobrevivir sin violar las reglas y llevar a cabo actos ilegítimos.

Imre Kertész ha logrado reconstruir de manera increíble una novela sobre el Holocausto como un
elemento de formación contemporáneo. En su obra “Sin destino”, sitúa al lector en el mundo sentimental e
intelectual de un muchacho de quince años, la edad en la que fue transportado desde Budapest a
Auschwitz, en la primavera de 1944. Se trata de una lectura dura, con la que el autor consigue indignar al
lector, herirlo en su moral y, dentro de lo que cabe, escandalizarlo. Kertész recuerda nostálgico: “incluso
allí, entre las chimeneas, había en las pausas entre los tormentos algo parecido a la felicidad”.

Aunque su grado de conocimiento público no alcanza en su conjunto al de los autores varones, muchas
mujeres, judías en su mayoría, dan testimonio del infierno de los campos de concentración. A los sesenta
años, Ruth Klüger, experta en literatura y contraria a la “cultura de museo de los campos” comenzó a
escribir su libro “Seguir viviendo”, dedicado a su juventud. Se trata de un libro destinado, especialmente, a
las lectoras.

Un campo de concentración no era igual a otro, y para cada uno de ellos existía una realidad distinta.

Liana Millu, en las seis narraciones que se engloban en “El humo de Birkenau” (1947), centra el núcleo de
cada episodio en un destino de mujer, casi todos ellos determinados por la muerte de la protagonista. El
estilo que emplea de forma muy lograda y consecuente, refleja el espantoso mundo del campo, su vida
diaria, el desconsuelo, pero también la cohesión y la solidaridad entre las mujeres. Este tipo de relatos
arroja una luz sobre las situaciones típicas que se daban en la cotidianidad del campo.


El infierno nazi en la literatura
El campo de exterminio nazi representa una dimensión única y extraordinaria en la historia de los lugares
marcados por la barbarie humana. Günther Grass señala que Auschwitz, “aunque se rodee de
explicaciones, nunca se podrá entender”, porque traspasa el límite de la racionalidad humana (Gunter
Grass, Escribir después de Auschwitz, Barcelona, Paidos, 1999, pág. 12).

Todos los adjetivos que podamos aplicarle al sistema de campos de exterminio sólo se acercan a la
dimensión de lo que fue el mayor exponente del desarrollo de la inhumanidad, un exponente de la
capacidad de un colectivo que fue capaz de construir y hacer funcionar un sistema de producción
destinado a la destrucción masiva de vidas humanas.

Los memoriales históricos de los campos de concentración han pasado a formar parte de nuestro
patrimonio cultural colectivo a través de los testimonios de aquellos que, siendo víctimas, quisieron
también ser testigos y narradores de sus experiencias. Es indispensable volver a los viejos relatos, a los
episodios que nos han explicado los supervivientes, para que nunca sean olvidados por las generaciones
futuras. Estos relatos deben ser incorporados a los manuales que se acercan al tema de los campos de
concentración, porque son relatos sin sombra de ficción, que reflejan el infierno dantesco con más
realismo a la hora de mostrarnos el horror que cualquier manual histórico.

Javier Aristu Mondragón ha señalado que, aunque algunos hablan del Holocaustos y otros de la Shoah,
no es el mejor momento para polemizar sobre la terminología de lo que estamos tratando. Lo que
debemos hacer es abordar toda la crónica testimonial de los testigos del exterminio judío, que en muchas
ocasiones se escapa de nuestra comprensión.

Un elemento común en todos los relatos sobre el infierno nazi es la trilogía del viaje, el lugar y la
transformación de los personajes, aunque la perspectiva de cada uno de los autores es diferente. A partir
de 1933, el hombre construye de forma literaria el más terrible infierno de la historia, el campo de
exterminio.

Cuando los opositores comunistas y socialdemócratas pasaron a los campos de concentración o a las
cárceles, fueron nuevos grupos de ciudadanos los que se incorporaron a las listas de enemigos
perseguidos: gitanos, homosexuales, Testigos de Jehová, delincuentes habituales, etc. Pero fueron los
judíos, especialmente tras las Leyes de Nürnberg, en 1935, los que sufrieron la peor parte de esa
persecución. A partir de 1936 se ampliaron y perfeccionaron todos los campos, siguiendo el modelo de
Dachau. También se creó una poderosa administración estatal, gestionada por las SS, para planificar y
gestionar la empresa persecutoria.

En el transcurso de la guerra se fueron añadiendo nuevos y cada vez más numerosos adversarios al
régimen, y el sistema de campos se fue extendiendo y multiplicando. Los construidos en Polonia y la
Unión Soviética se constituyeron en la maquinaria más colosal de destrucción masiva de seres humanos,
campos diseñados específicamente para el exterminio de los judíos.

Conocemos el infierno de los campos de concentración y exterminio por los testimonios transmitidos por
aquellos que lograron sobrevivir. Algunos nos han contado cómo en unos casos el azar y en otros la
agudeza los salvó de morir, pero otros muchos no tuvieron ocasión para ello. En realidad, no tuvieron
ocasión de prepararse para morir, porque no sabían que iban a morir: cientos de miles de judíos
húngaros, polacos, rumanos, griegos, rusos, etc., fueron eliminados, después de su llegada del ghetto,
directamente desde los trenes, sin tener certeza de que iban camino de la muerte.

El internado que sobrevive un tiempo conoce la naturaleza del humo que sale de la chimenea o el olor
que desprende el campo. Es consciente de que la muerte está presente en cada rincón y que en cualquier
momento puede alcanzarle. Pero el anónimo deportado que no pasa la selección inicial sólo sabe que le
han separado de sus familiares y conocidos.

La selección es el momento álgido que determina quién se salva y quién se condena. En los testimonios,
el momento de la selección representa, para el lector, el intervalo de angustia y sufrimiento de mayor
emotividad: la llegada al campo supone para el testigo la iniciación en una nueva vida; para otros, para los
que no son seleccionados para ello, supone el momento final, la consumación del viaje.


Temas recurrentes en la literatura sobre el Holocausto

El viaje
Jorge Semprún dedica su primer relato a la experiencia iniciática que supone el viaje hacia los campos de
concentración, a la que se enfrentan todos los deportados. La circulación de aquellos trenes de ganado,
cerrados y sellados, llevando en su interior a cientos de personas detenidas, ha sido uno de los temas
recurrentes en la gran mayoría de los relatos testimoniales.

“Aquí estaba, ante nuestros ojos, bajo nuestros pies, uno de los famosos trenes de guerra alemanes, los
que no vuelven, aquellos de los cuales, temblando y siempre un poco incrédulos, habíamos oído hablar
con tanta frecuencia. Exactamente así, punto por punto, vagones de mercancías, cerrados desde el
exterior, y dentro hombres, mujeres, niños, comprimidos sin piedad, como mercancías en docenas, en un
viaje hacia la nada” (P. Levi Si esto es un hombre, pág. 17) .

Este viaje es la primera experiencia que anuncia la posterior deshumanización, la institucionalización de la
humillación y el dolor moral.


El campo
El campo de exterminio ha pasado a ser una de las imágenes más reveladoras de la civilización industrial
del siglo XX.

El campo se convierte en un mundo, en un sistema, una realidad que no tiene nada que ver con la que
experimentan otros seres humanos a lo largo de su existencia vital. Este mundo independiente viene
reflejado en la mayoría de los testimonios, y se desarrolla a lo largo de las manifestaciones concretas.
Auschwitz se convierte, así, en un ensayo de las nuevas formas de hábito social y de ejercicio de poder
completamente nuevas y desconocidas hasta aquellos momentos, en el que se desarrollan nuevos y
variados experimentos, marcados por el sufrimiento humano.


El hambre
En todos los recuerdos memorialísticos, el hambre es el estado natural del deportado. Los testimonios
vuelven obsesivamente a la preocupación del hombre por la comida, la lucha, incluso la muerte, del ser
humano en busca de alimento que le permita sobrevivir. Esa hambre no es una circunstancia, no es un
accidente que se experimenta en un momento determinado: es lo que le da sentido y esencia a la
experiencia en el campo. El Lager es el hambre.

La planificación alimenticia estaba pensada para mantener en sus mínimos vitales a los deportados que
trabajaban, para poder sacar de él la mínima energía prevista para el trabajo, pensada para mantener
vivo al deportado hasta su agotamiento, hasta que sea repuesto por otro esclavo que llega en otro tren.

“A todas horas el peso del estómago vacío, las mandíbulas inmóviles, la pesadez de los huesos. Los
dientes se mantienen blancos. Listo para engullir lo que le echen, el aparato se mantiene atado y
tranquilo como las máquinas paradas. Sólo arrancará para morir” (R. Antelme, La especie humana, pág.
89).
El trabajo
El sistema de campos de concentración construye una nueva forma de trabajo, basado en la esclavitud,
sustentada no por la necesidad de mano de obra esclava sino por un proyecto social de creación de un
mundo de señores y otro de esclavos, para justificar el proyecto de una nueva civilización racialmente
pura.

“El Lager no es un castigo; para nosotros no se prevé un término, y el Lager no es otra cosa que el
género de existencia a nosotros asignado, sin límites de tiempo, en el seno del organismo social
germánico” (P. Levi, Si esto es un hombre, pág, 89).

La función del deportado es producir lo que necesita el amo para proseguir su guerra. Pero, con
frecuencia, se trata de una producción completamente irracional, un trabajo sin sentido, destinado
únicamente a degradar al preso. Primo Levi explica que en su Kommando no se llegó a fabricar el
producto para el que estaba destinado (caucho). Pero eso es indiferente: lo importante es que el
deportado trabaje, sufra un castigo físico constante y degradante.


La deshumanización
“(…) en este lugar está prohibido todo, no por ninguna razón oculta sino porque el campo se ha creado
para ese propósito” (P. Levi, Si esto es un hombre, pág, 31).

El propósito del campo era deshumanizar a las personas a partir de extraerles su búsqueda de
conocimiento, de preguntas, de conciencia. El campo se ha constituido así para evitar que los presos
desarrollen su propia conciencia, como paso previo a la ausencia de racionamiento y de pensamiento
propio. La figura que expresa esta categoría especial del habitante del Lager es el “musulmán”, el término
que nos aproxima al máximo deterioro físico y espiritual del preso, a la ausencia de voluntad humana, a la
eliminación del deseo de vivir. El musulmán es resultado de lo que ha creado el Lager.

El análisis que se hace de esta categoría de preso condensa la esencia de su destrucción física y moral
como hombre y ser inquieto. “(…) son ellos, los Muselmänner, los hundidos, los cimientos del campo;
ellos, la masa anónima, continuamente renovada y siempre idéntica (…), apagada en ellos la llama
divina, demasiado vacíos ya para sufrir verdaderamente. Se duda en llamarlos vivos” (P. Levi, Si esto es
un hombre, pág. 96).

Elie Wiesel plantea el campo de concentración como un paradigma religioso, después de su estrecha
relación desde adolescente con la religión judaica. La experiencia del ghetto y la deportación marcarán el
momento de la crisis religiosa, lo que denomina “el silencio de Dios”. (E. Wiesel, La noche, pág. 44)

Uno de los peores momentos de la experiencia del deportado, además de la llegada al campo de
concentración, es el desnudamiento, el afeitado de la cabeza y la imposición del uniforme de rayas que lo
convierte en un preso más, en un habitante más del infierno. Este momento marca la pérdida definitiva de
cualquier rasgo de personalidad, de individualidad, de humanidad, porque ya no les queda nada, ni
siquiera el instinto de conservación.

“En un último momento de lucidez me pareció que éramos almas malditas errantes en el mundo-de-la-
nada, almas condenadas a errar a través de los espacios hasta el fin de las generaciones en busca de su
redención, en busca del olvido, sin esperanza de encontrarlo” (E. Wiesel, La noche, pág. 46) .


La raza de señores
El nuevo infierno creado por el nazismo es un lugar concebido como expresión de la lucha de unos contra
otros. Tiene sus jerarquías, los amos y los esclavos. La referencia al SS o a alguno de sus asistentes en
el campo como el rostro de la figura demoníaca es un motivo de alusión permanente en los testimonios.

La representación del ángel de la muerte, encarnación del mal en el campo, recae, finalmente, en la figura
del SS. Es significativo que la mayoría de los relatos que testimonian el internamiento en un campo de
concentración no aparece, en ningún momento, un diálogo directo entre un deportado y un SS. Esta
ausencia es la representación del poder absoluto, inaccesible al tacto, indigno a la mirada del
infrahombre, del esclavo, del deportado. El preso es una especie de enfermedad, una peste para el SS:
no puede acercarse a él, no puede mirarlo directamente, no puede hablarle.

“En Buchenwald, durante el recuento, lo esperábamos durante horas. Miles de tipos de pie. Después lo
anunciaban: ‘¡Qué llega! ¡Qué llega!’. Aún estaba lejos. Entonces, ya no ser nada, sobre todo no ser otra
cosa que uno más entre los otros mil. ‘¡Qué llega!’. Todavía no está aquí, pero vacía el aire, lo enrarece,
lo absorbe a distancia. (…) Pasa ante los miles. Ha pasado. Desierto. Ya no está aquí. El mundo se
repuebla” (R. Antelme, La especie humana, págs. 25-26).
La muerte
La muerte es el tema más presente en todos los instantes de la existencia del campo de concentración.
Toda la literatura memorialística está impregnada por este tema. Toda la vivencia de los deportados gira
en torno a este tema. Por ejemplo, Wiesel reflexiona sobre el ser humano y la muerte en la parte final de
su relato, en el momento en el que relata los días de marcha y de transporte desde Auschwitz hacia
Buchenwald, en enero y febrero de 1945: las caminatas por las carreteras heladas, las agonías de amigos
y compañeros que no pueden continuar, la lucha por el pan, la muerte de su padre (E. Wiesel, La noche,
págs. 88-108)




3.Genocidios

Los genocidios. En la antigüedad, distintos relatos bíblicos se podrían
incluir dentro de este modelo de ejecuciones en masa. En unos casos
las ejecuciones eran alentadas, incluso ordenadas, por Dios. Como en la
toma de Jericó, con la ejecución de todos sus habitantes. En otros
casos, como en el Diluvio Universal o la destrucción de Sodoma y
Gomorra, Dios mismo era el juez y el ejecutor de las sentencias:

"Entonces los forasteros dijeron a Lot: 'Quién más tienes aquí? Yernos,
tus hijos, tus hijas y todo cuanto poseas en la ciudad, sácalo del lugar,
porque vamos a arrasar esta localidad, pues es grande el clamor ante
ellos de Yahveh, y Yahveh nos ha enviado para arrasarla' (...) Yahveh hizo
llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego procedente de Yahveh,
desde los cielos. Arrasó, pues, estas ciudades con toda la Cuenca, todos
los habitantes de las ciudades y las plantes del suelo."
Génesis, 19;12-13, 19;24-25

Otro asesinato masivo relatado en la Biblia es la décima plaga de
Egipto, la ejecución de todos los primogénitos egipcios por parte del
Ángel exterminador enviado por Dios. Siguiendo con los relatos bíblicos,
posteriormente será el pueblo judío el que sufrirá un infanticidio, cuando
Herodes ordena la ejecución de los inocentes:

"Entonces Herodes viendo que había sido burlado por los magos, se irritó
fuertemente, y enviando unos emisarios acabó en Belén y en todo su
territorio con todos los niños de dos años o menos, conforme al tiempo
que había precisado informándose de los magos."
Evangelio según San Mateo, 3;16

Todas las tradiciones religiosas incluyen episodios parecidos. Las
distintas mitologías recogen las iras de sus dioses desatadas contra
aquellos que no le son fieles. Los dioses del Olimpo, asiáticos, egipcios,
precolombinos...

Ya dentro de la historia, los hombres se empeñarán en hacerle la competencia a los dioses
de las distintas tradiciones religiosas. Así, por ejemplo, las persecuciones de cristianos en el
Imperio romano durante los primeros siglos de nuestra era también se podrían incluir en
este apartado.
Durante los siglos XII y XIII, por motivos religiosos, se producen nuevos exterminios en
masa. La Iglesia Católica, justificándose en la necesidad de preservar la ortodoxia oficial,
decretó las cruzadas contra los cátaros del sur de Francia. Uno de los episodios más
emblemáticos es el asedio y toma de la ciudadela cátara de Montségur (1244) por las
tropas del senescal de Carcasona y del arzobispo de Narbona, culminado con la masacre y
la muerte en la hoguera de los líderes cátaros y sus seguidores.
En el siglo XVI, durante las guerras de religión de Francia, se producen episodios
parecidos. Se conoce como la Matanza de San Bartolomé el asesinato en masa de
hugonotes (calvinistas franceses) por parte de católicos durante aquella época. Los hechos
comenzaron el 24 de agosto de 1572 en París, extendiéndose durante los meses siguientes
por toda Francia. Se estima que en aquella ocasión murieron asesinados entre 5.000 y
10.000 protestantes. Las guerras de religión en Francia terminaron con el Edicto de Nantes,
firmado por el rey Enrique IV el 13 de abril de 1598, por el que se autorizaba, con ciertos
límites, la libertad de culto a los protestantes.
Los ejemplos expuestos son sólo esto, ejemplos. De la misma forma que en relación a la
mitología hemos apuntado que la ira de los dioses no era exclusiva de ninguna divinidad, la
ira de los hombres y sus venganzas también se prodigan en las distintas religiones,
culturas y continentes. Por ejemplo, a partir del siglo XV, la época de expansión colonial
europea será pródiga en todo tipo de masacres de las poblaciones indígenas de todo el
mundo. Concretamente, la colonización de América del norte se llevó a cabo a cambio de
aniquilar casi toda la población nativa.
Otra ocasión propicia para los asesinatos en masa han sido los desenlaces de las
confrontaciones bélicas, cuando los ejércitos vencedores se han ensañado con las
tropas vencidas o con la población civil de las ciudades conquistadas. A lo largo de la
historia, en estos casos los saqueos, las violaciones y los asesinatos masivos han estado a
la orden del día, con el beneplácito, explícito o implícito, de los mandos de las tropas
vencedoras. Hemos mencionado antes el relato bíblico de la conquista de Canaán y la toma
de Jericó por Josué. Adjuntamos a continuación (entre múltiples ejemplos posibles), este
fragmento relativo a Napoleón Bonaparte:

"Durante la campaña de Egipto de 1799, cometió Napoleón uno de los
actos de crueldad calculada más siniestros de la historia. Jaffa,
desmoralizada por el saqueo de Alejandría, apenas opuso resistencia,
pero Napoleón consideró oportuno dar satisfacción al ansia de rapiña,
crueldad y violaciones de sus soldados, y dio licencia de saqueo.
Asesinaron a mansalva a hombres, mujeres y niños (...) Napoleón
encontró inconveniente tener que alimentar a los soldados cautivos y dio
orden de matarlos en las dunas al suroeste de Jaffa. El general Bon
dirigió la matanza. Comenzó por dividirlos en grupos y fusilarlos, pero,
con el mismo espíritu ahorrativo de Napoleón hacia los víveres, calculó
que era excesivo el gasto en municiones. El resto de los prisioneros fue
muerto a golpes de bayoneta. (...) Otro contingente de tropas enemigas,
que desconocía el episodio anterior, se rindió. El mando francés era
eficiente y aprendía sobre la marcha. Decidió además de economizar
víveres y municiones, hacerlo con las fatigas de sus tropas.
Perfeccionaron la técnica, por orden directa de Napoleón todos los
miembros de esta masa de prisioneros murieron degollados."
Juan Antonio Vallejo-Nágera. Perfiles humanos. Planeta. Barcelona, 1988

Pero quizás las muestras más contundentes, las ejecuciones masivas
más escalofriantes, son los genocidios del siglo XX, tanto por el
momento histórico en que se producen (cuando cabría esperar que las
lecciones de la historia debieran haber vacunado a la humanidad), como
por sus dimensiones abrumadoras. Por un lado, el holocausto de
judíos y gitanos diseñado por el nazismo:

Por otro lado, el conjunto de políticas represivas y genocidas que
llevaron a la muerte a millones de personas durante las dictaduras
comunistas soviética, china y camboyana.

"En Camboya tuvo lugar el experimento de ingeniería social más atrevido
y radical de todos los tiempos. (...) El gobierno del Angkar duró tres años
y ocho meses y sembró de cadáveres el país: alrededor de dos millones
de muertos para una población total de ocho millones. (...) La muerte
cotidiana era lo frecuente; curiosamente los casos considerados graves
eran los que iban a prisión, donde se obligaba con tortura a la delación y,
finalmente, se ejecutaba a los presos. (...) En los campos, lo que
atemorizaba era la imprevisibilidad y el misterio que rodeaban las
innumerables desapariciones. Los asesinatos se llevaban a cabo con
discreción. (...) No obstante, la brutalidad reaparecía en el momento de la
ejecución: para ahorrar balas sólo un 29% eran disparados. El 53% moría
con el cráneo aplastado, el 6% ahorcado, el 5% apaleado."
Daniel Rodríguez Herrera. Los campos de exterminio.
www.liberalismo.org/articulo/126/20 (2006)


"Los hombres de Yechov afirmaron que en el transcurso de estos dos
años habían sido fusilados en toda la Unión Soviética medio millón de
'políticos' y 480.000 delincuentes comunes."
Alexandr Soljenitsin. Archipiélago Gulag (La industria carcelaria; hacia la
medida máxima)

Más recientemente, los genocidios de la antigua Yugoslavia
(1991-1995) y de Ruanda (1994) nos demuestran la capacidad de olvido
de la humanidad, nos recuerdan que las agresiones en masa a la
población no son un hecho superado ni de imposible repetición si no se
toman las medidas preventivas oportunas. En Ruanda se calculan que
murieron asesinadas entre 800.000 y 1.000.000 de personas. Si fueron
800.000 equivaldrían al 11 por ciento del total de la población (4/5 de los
tutsis que vivían en el país).

Para terminar este apartado, es oportuno recordar que a la lista de ejecuciones en masa del
siglo XX hay que añadir, en un capítulo aparte, las víctimas de Hiroshima y Nagasaki, el 6
y 9 de agosto de 1945. En este caso, el juicio previo se celebró en la Casa Blanca, sin
abogados defensores ni derecho a apelación por parte de población civil indefensa de las
dos ciudades. El juez responsable de la sentencia fue Harry Truman, entonces presidente
de los Estados Unidos. Murieron más de 200.000 personas, entre las dos ciudades (esta
cifra no incluye las muertes a medio y largo plazo, mucho más numerosas, causadas por
las radiaciones).
Paradójicamente, el anterior presidente de los Estados Unidos, Roosevelt, a finales de 1939
había dicho (con motivo de los inicios de la Segunda Guerra Mundial):

"El bombardeo aéreo despiadado de civiles en poblaciones sin defensas
en el transcurso de las hostilidades que han existido en medio mundo
durante los últimos años, que ha producido el dolor y la muerte a millares
de hombres indefensos, mujeres, y niños, han afectado a los corazones
de cada hombre y mujer civilizados, y producido una profunda sacudida
en la conciencia de la humanidad."

En la actualidad, repartidas por distintos países, existen miles de
cabezas nucleares de mucha mayor potencia que las lanzadas por
Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki.

Amnistia Internacional
www.es.amnesty.org/cms/temas/pena-de-muerte




Algunos Ejemplos Historicos
Leopoldo II, terror del Congo

La historia de Leopoldo II en el Congo (1835-1909), rey de Bélgica, es uno de los genocidios mas sangrientos
que se conocen de la era moderna.

Mientras en Europa se dedicaba a rodear su obra de un aureola de altruismo, defensa del libre comercio y lucha
contra el comercio de esclavos, el iba dictando normas por las que expropiaba a los pueblos congoleños de
todas sus tierras y recursos, e incitaba a su ejército privado, la Fuerza Pública, a someter a la población a los
trabajos forzados.

Si no cumplían eran asesinados, violados o en otros casos
les cortaban las manos, orejas, narices, senos y los decapitaban, matándolos igual que a sus familias.

Se calcula que al menos 10 millones de personas perdieron la vida entre 1885 (año de reconocimiento
internacional del Libre Estado del Congo) a 1908, aunque algunos hablan incluso del doble. Leopoldo
murió en el 1909, pero durante su reinado, la población del Congo se redujo de 30 a 9 millones de
habitantes.
Artículo extraído de la "Crónica Militar y Política de la Segunda Guerra Mundial" de
la editorial SARPE, págs. 246-267




4. El proceso a los médicos alemanes

Veintitrés científicos nazis frente a los jueces de Núremberg.

La condena de los médicos-asesinos responsables de los experimentos inhumanos.

El 15 de noviembre de 1946 comenzó en Nuremberg, ante el Tribunal americano
número 1, presidido por el juez Beals, lo que se conoce con el nombre de "el proceso de
los médicos". El juicio concluyó el 21 de agosto de 1947 y los veintitrés acusados se
declararon "no culpables en el sentido de la acusación". De ellos, siete fueron
condenados a la horca (Víctor Brack, Karl Brandt, Rudolf Brandt, Karl Gebhardt,
Joachim Mrugowsky, Waldemar Hoven y Wolfram Sievers); cinco, a cadena perpetua
(Fritz Fischer, Gerhard Rose, Oskar Schröder, Karl Genzken y Siegfried Handioser);
dos a veinte años de cárcel (Hermann Becker-Freyseng y Hertha Oberhauser); uno, a
quince años (Wilheim Beigiböck) y otro a diez (Helmut Poppendick). Los siete
acusados restantes (Kurt Blome, Adolf Pokprny, Hans Wolfgang, Romberg, Paúl
Rostock, Siegfried Ruff, Honrad Schaefer y Geirg August Weit) fueron absueltos de los
cargos imputados.

Según Swearingen, el fiscal general, los acusados —especialmente Brack, jefe del
servicio sanitario de la Cancillería de Hitler; Karl Brandt, comisario del Reich y
ministro de Sanidad: Rudolf Brandt (homónimo, pero sin parentesco con el anterior),
que desempeñó el cargo de secretario personal de Himmler, y Kart Gebhardt, médico
personal del Reichsfürer de las SS y presidente de la Cruz Roja alemana— "fueron
responsables, cómplices, instigadores o favorecieron las empresas que (desde
septiembre de 1939 a abril de 1945) preveían experimentos médicos (...) en sujetos que
no habían concedido su permiso para ello, cometiendo en el transcurso de dichos
experimentos homicidios, violencias, atrocidades, torturas, crueldades y otras acciones
inhumanas".

Los acusados, en mayor o menor grado, habían estado implicados en la "Operación
Eutanasia" (eliminación de los internados en clínicas psiquiátricas, niños deformes o
deficientes, etc.) y en experimentos sobre descompresión y congelación en prisioneros,
sobre vacunación contra el tifus y sobre esterilizaciones en masa. Los acusados eran
eminentes profesores y médicos clínicos, en hospitales y en la universidad, y
permitieron que con ellos trabajasen personas como el Haupsturmführer Sigmund
Rascher, quien en la primavera de 1941 había propuesto a Himmler la realización de
experimentos sobre sujetos humanos. Este charlatán sanguinario llegó a ser amigo de
Himmler, quien admiraba a la señora Rascher por haber traído al mundo tres niños a los
cuarenta y ocho años de edad, con lo que se proclamó "campeona alemana de natalidad"
(en la primavera de 1944, los Rascher fueron detenidos por haberse apropiado,
ilegalmente, de tres niños, a los que hacían pasar por hijos suyos).

Himmler intervino, destacó la importancia de las investigaciones de Rascher y ordenó la
suspensión del proceso. Sin embargo, el "científico" no obtuvo la libertad. Confinado en
Dachau, Rascher presumía ante los prisioneros de haber sido él el inventor de la cámara
de gas y, tal vez por ello, fue ejecutado en los últimos días del Tercer Reich.

EL PLIEGO DE CARGOS

La denuncia se articuló en cuatro puntos.

Punto 1. El plan común o la conjura: El primer punto contiene la acusación de haberse
conjurado y haberse acordado ilegalmente, intencionalmente y con total conocimiento
de causa para cometer, según un plan común, crímenes de guerra y crímenes contra la
humanidad, como los definidos en la ley número 10 del Comité de Control.

Puntos 2 y 3. Crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad: El segundo y tercer
punto de la denuncia presentan la acusación de haber perpetrado crímenes de guerra y
crímenes contra la humanidad. El contenido de estos dos puntos es el mismo, con la
excepción de que en el punto 2 se afirma que las acciones atribuidas a los acusados
fueron cometidas "contra civiles y contra personas pertenecientes a las Fuerzas Armadas
de naciones que en aquella época se encontraban en guerra con Alemania... en el
ejercicio de su derecho de control en cuanto potencia beligerante", mientras que en el
punto 3 se afirma que fueron cometidas "contra civiles alemanes y contra personas de
otras nacionalidades".

Ambos puntos se trataron y discutieron como uno solo, pero sin olvidar esta distinción.
Los puntos 2 y 3 afirman, sobre todo, que desde septiembre de 1939 hasta abril de 1945
todos los acusados "ordenaron instigaron, favorecieron, fueron cómplices, dieron su
consentimiento y estuvieron implicados en proyectos y empresas que preveían
experimentos médicos... sin el consentimiento de los sujetos de los experimentos, en el
curso de los cuales cometieron homicidios, violencias, atrocidades, torturas, crueldades
y otras acciones inhumanas".

Los puntos 2 y 3 concluían con la afirmación de que los crímenes y las atrocidades
descritas "constituyen infracción de los acuerdos internacionales..., de las leyes y
costumbres de guerra, de los principios universales que se derivan de los códigos
penales de todas las naciones civilizadas, de los códigos penales de los países en que se
cometieron, así como del articulo II de la ley número 10 del Comité de Control".

Punto 4. Pertenencia a organizaciones criminales: El punto cuarto del pliego de cargos
acusaba a Karl Brandt, Genzken, Gebhardt, Rudolf Brandt, Mrugowskv, Poppendick,
Sievers, Brack, Hoven y Fischer de haber pertenecido a una organización que fue
declarada criminal por el Tribunal Militar Internacional, ya que los acusados fueron,
desde el I de septiembre de 1939, miembros de los "Escalones de protección" del
Partido Nacionalsocialista alemán (comúnmente conocidos como SS), infringiendo con
ello el apartado 2 (d) del artículo II de la ley número 10 del Comité de Control.

La eutanasia según los nazis

Otro médico que no compareció en la lista de los acusados fue el doctor Karl Clauberg,
declarado muerto (en realidad, era prisionero de la Unión Soviética y regresaría sólo en
1955, para ser arrestado en Kiel, en cuya prisión se ahorcó).

El 9 de diciembre de 1946, la acusación pública procedió a exponer las acusaciones
contra los médicos. El juez Swearingen afirmó que en Alemania, tras el estallido de la
segunda guerra mundial —tal como se desprendía de los documentos que obraban en su
poder—, se habían realizado experimentos delictivos en personas de nacionalidad no
alemana, en prisioneros de guerra y en civiles (incluidos judíos y los llamados
"elementos asociales"), y además en gran escala y no solo en territorios del Tercer
Reich.

"No se trató —explicó el fiscal general-- de experimentos aislados ni de acciones
ocasionales efectuadas por médicos o estudiosos que actuasen por propia iniciativa.
Los experimentos eran el reaullado de una política precisa y de planes elaborados en
las altas esferas gubernativas, militares v del partido nacionalsocialista y eran una
parte más del afán bélico total. Fueron ordenados, aprobados, autorizados y
permitidos por personas que ocupaban altos cargos (como, por ejemplo, el profesor
Karl Brandt, ministro de Sanidad del Reich, teniente general de las Waffen SS y médico
personal del jefe de estado alemán), que según todos los principios jurídicos tenían el
deber de conocer estos hechos y de poner los medios necesarios para impedirlos o
poner término a dichas experiencias".

El fiscal pasó a ilustrar qué era la "Operación Eutanasia". Esta palabra, textualmente,
significa la muerte misericordiosa, (buena muerte, en griego) suministrada a enfermos
incurables, y, según la terminología nazi, la "supresión de vidas indignas de ser
vividas". Hitler mantuvo en total secreto la "Operación Eutanasia" y nunca fue
promulgada de forma oficial. Philipp Bouhler, asistido por el acusado Karl Brandt,
médico personal de Hitler, fue encargado de su aplicación, con la ayuda de los servicios
del Ministerio del Interior. La organización creada a tal fin tenía su sede en Berlín, en
Tiergartenstrasse 4, y recibía el nombre convencional de T 4. Su jefe, el acusado Viktor
Brack, ayudante de Bouhler, eligió el seudónimo de Yennerwein. Se crearon otros
términos inofensivos y de apariencia totalmente anodina para enmascarar los centros de
eutanasia y los servicios que dependían de ellos. Varios psiquiatras alemanes de
renombre como el profesor Heyde (que se ahorcó en la cárcel poco después de su
detención), Nitsche, Pfannmüller, etcétera, proporcionaron su activa y entusiástica
ayuda al T-4. Otra autoridad científica, el profesor Kranz, calculaba en un millón el
número de alemanes cuya eliminación era aconsejable. Las oficinas del T-4 prepararon
un cuestionario que fue enviado a todos los centros psiquiátricos de Alemania. Una
comisión de tres expertos, elegidos entre los médicos más destacados del T-4, debería
emitir su veredicto en base a los cuestionarios que, en general, sólo registraban los datos
del estado civil del enfermo y el nombre de la enfermedad. Si este diagnóstico a
distancia era favorable para el enfermo, se le enviaba a una “estación de observación",
donde permanecía durante unas semanas. Entonces, salvo opinión contraria del director
de la "estación de observación" (lo cual, según el testimonio del propio Brandt en el
"proceso de los médicos", no sucedía más que en el cuatro o seis por ciento de los
casos), era trasladado al instituto de eutanasia propiamente dicho. Por considerar que la
eutanasia era un asunto de Estado, las decisiones se tomaban sin el conocimiento de las
victimas o de sus familiares.

Los posteriores traslados impedían seguir el rastro del enfermo y con ello se facilitaba
su desaparición silenciosa
El primer centro de eutanasia se creó en Brandemburgo (Prusia), en 1939, en unos
locales que habían servido como prisión. Su administración fue encargada al comisario
de policía Christian Wirth. Durante 1940 se inauguraron otros cinco centros en varias
regiones de Alemania. Según Brack, fueron los de Grafenech, en Wütemberg,
Sonnestein, en Sajonia, Harteim, en Austria, Bern Gurg, en Turingia, y Hadamar, en
Hesse. Se establecieron en propiedades abandonadas o en asilos cuyos habitantes fueron
trasladados. Al principio, Wirth se limitaba a matar a los enfermos de un disparo en la
nuca. Con la introducción de médicos en estos establecimientos, se adoptaron métodos
especializados. Posteriormente, Brack-Yennerwein introdujo a un químico, el doctor
Kallmeyer. El sistema definitivo fue el de asfixia por óxido de carbono. Su instalación
era sencilla y se veía facilitada por el "movimiento" escaso de los centros de eutanasia.
En cada establecimiento se aisló herméticamente un pequeño local, transformado en
cámara de "duchas". En la cámara había una serie de tubos que comunicaban con los
cilindros que contenían el óxido de carbono. Viktor Brack, al ser interrogado por la
acusación pública, explicó: "Antes de ser conducidos, en grupos de diez o quince,
dentro de la cámara de gas, los enfermos eran sometidos a inyecciones de morfina,
escopolamina o se les drogaba con pastillas de somníferos. Las estaciones de eutanasia
se hallaban provistas de un pequeño crematorio, donde se incineraban los cadáveres.
Las familias recibían cartas estereotipadas que anunciaban el fallecimiento del
enfermo por debilidad cardíaca o por pulmonía. ¿Entiende?".
Desde enero de 1940 a agosto de 1941, en que se suspendió el programa de eutanasia,
se exterminaron 70.273 enfermos mentales. Una sección del T-4, denominada "Comité
del Reich para investigación sobre enfermedades hereditarias", se hallaba encargada de
ocuparse de los niños afectados por enfermedades hereditarias graves o que padeciesen
deficiencias mentales. Esta sección había iniciado sus trabajos en la misma época y la
desarrollaba del mismo modo. El funcionamiento del programa de la eutanasia dependía
directamente de la Cancillería personal de Hitler y no tenía nada en común con el
RSHA de Himmler y de Heydrich. ¿Fue, entonces, mera casualidad que la mayor parte
de las estaciones de eutanasia estuviesen situadas junto a los grandes campos de
concentración? Lo que es evidente es que, desde finales del verano de 1940, la
inspección de los campos de concentración se puso en contacto con el T-4 y unas
"comisiones de expertos" comenzaron a efectuar selecciones periódicas entre los
detenidos del campo. El acusado Karl Brandt declaró: "La fórmula cifrada '14 f. 13' que
figura en los documentos relativos a estas operaciones se encuentra estrechamente
unida a la ampliación del programa de la eutanasia. Según un acuerdo estricto entre
Himmier y Brack-Yennerwein, las comisiones de técnicos del T-4 visitaban los campos
de concentración y elegían, con la ayuda del médico del campo, a los hombres que les
parecían deficientes física o mentalmente. En la práctica, un factor decisivo en la
elección era la causa de la detención, en especial si se trataba de judíos, zíngaros o
'asociales'".
Sin embargo, esta norma era especialmente aplicada en el caso de los judíos. Fritz
Mennecke, "experto" en eutanasia, y testigo durante este proceso, explicó:
"Los judíos no eran seleccionados por sus condiciones de salud, sino por los motivos de
su detención...". Esta circunstancia volvería a confirmarla durante un diálogo en la sala
con su abogado defensor.

PREGUNTA.—"Bien. Usted ha dicho que se rellenaban cuestionarios para los
prisioneros de los campos de concentración".
RESPUESTA.— "Si".

P.—"Y ha dicho también que se examinaban prisioneros políticos y judíos".
R.—"Sí".

P.—"¿Cuáles eran los criterios que se seguían?".
R.—"Los judíos no eran juzgados por sus condiciones de salud, sino por los motivos de
su detención".

P.—"¿Se trataba, por lo tanto, de consideraciones políticas y raciales?".
R.—"Sí",

P.—"¿Quién le ordenó actuar con dicho criterio?".
R.—"Fueron varias personas. El procedimiento fue aconsejado por el profesor Nitsche,
así como por el profesor Heyde y por el propio acusado, Viktor Brack".

P.—"¿Y no se trataba de una ruptura total con lo que anteriormente se había dicho?".
R.—"Sí. Por lo menos no tenia nada que ver con la eutanasia de los enfermos
mentales".

P.—"¿Cuándo fue la primera vez que se aplicaron los criterios raciales y políticos? ¿Fue
en la época de su primera visita a un campo de concentración?".
R.—"No".

P.—"Entonces, ¿cuándo fue?".
R.—"Creo que fue en Buchenwald, o tal vez en Dachau".

P.—"Y anteriormente ¿cómo se procedía? ¿Cuál era su misión en los campos de
concentración?".
R.—"Visitar a los prisioneros que presentaban y diagnosticar las psicosis y las
psicopatías".

P.—"Al principio, por tanto, se trataba de una cuestión de enfermedades mentales".
R.—"De una cuestión médica".

P.—"Y luego pasó a ser una cuestión política y racial".
R.—"Sí. Es decir, luego, junto a la cuestión política y racial, yo debía dar siempre un
juicio médico".

P.—"¿Quiere usted decir que había dos tipos de casos, enfermos mentales que había que
juzgar desde el punto de vista médico y personas que eran juzgadas desde el punto de
vista político y racial?".
R.—"Sobre esto ya me he pronunciado, en el sentido de que no eran enfermos mentales
ni de ningún otro tipo".

P.—"Pero usted rellenaba los cuestionarios...".
R.—"Sí. Eso es lo que querían en Berlín".

P.—"¿Y quién juzgaba los cuestionarios?".
R.—'No lo sé".

P.—"¿Pensaba que, después de usted, otro médico procedía a valorarlos?".
R.—"No sé qué podría haber valorado un médico en los cuestionarios de los judíos...".

Las pruebas de vacunación de treinta gitanos
Texto de una carta encontrada en el despacho del acusado Joachim Mrugowsky, jefe del
Instituto de Higiene de las Waffen-SS, que luego seria condenado a muerte:

Disposición: 21 de febrero de 1944
C 4 D.

Al Reichsarzt de las SS y de la Policía, el jefe del Servicio de Higiene Berlín-
Zehlendorf, Spanische Altee 10 Copia a: Reichsarzt SS y Policía. El jefe de la
Dirección de las SS, SS- Obergruppenfüh rer y general de las Waffen-SS Pohl,
comunica que acepta la solicitud de efectuar pruebas de la eficacia profiláctica de una
vacuna danesa sobre 30 internados. Los experimentos, sin embargo, sólo deberán
realizarse sobre gitanos. Para ello serán trasladados a Buchenwald treinta gitanos
idóneos, y enviados al Instituto de Investigación de Enfermedades producidas por
Virus.

El jefe de Sanidad en la Dirección económico-administrativa de las SS y jefe del
Departamento D III. Firmado: Calling, SS Standartenführer. Se envió copia el 21-2-44
al SS-Staf. Doctor Mrugowsky.

Esta comunicación, como otras muchas, tendría un trágico fin. Tal como puede verse en
el mensaje siguiente, un grupo de treinta gitanos fue trasladado a Buchenwald, donde se
le utilizó para el experimento citado. Como era de esperar, el experimento no dio
ningún resultado satisfactorio.




El diario de la muerte
Extraído del diario de las actividades del acusado Waldemar Hoven, médico del Lager
de Buchenwald, quien seria condenado a la horca. El diario se refiere a la época
comprendida entre el 8 de marzo y el 3 de junio de 1944 y se incluyó como prueba en el
"proceso de los médicos" con la denominación de Documento NO.-265:

"8 de marzo de 1944-18 de marzo de 1944. A propuesta del médico mayor de la
Luftwaffe, profesor Rose, la vacuna 'Copenhagen' (vacuna de Ipsen), producida con
hígado de rata por el Instituto Sueroterápico Estatal de Copenhague, ha sido probada
en seres humanos para verificar su eficacia profiláctica. Se inyectó en 20 personas, con
inyección intramuscular en el musculus glutaeus max., en dosis de 0,5 cc, el día 8.3.44,
0,5 cc, el día 13.3.44 y 1,0 cc, el 18.3.44. Para el control y comparación se emplearon
10 personas. De las 30 personas, 4 fallecieron antes de la infección artificial por
enfermedades contagiosas. Los demás sujetos del experimento fueron infectados el
16.4.44 mediante una inyección subcutánea de 1/20 cc, de sangre fresca de enfermos de
tifus.

Enfermaron: a) entre los vacunados, 17 individuos, 9 de ellos no muy graves y 8
graves. b) entre los no vacunados, 9 individuos, 2 de ellos no muy graves y 7 graves.

2 de junio de 1944.

La serie de experimentos ha concluido.

13 de junio de 1944.

Preparados y enviados a Berlín los gráficos y los datos biográficos de los enfermos.
Fallecidos: 6 (3 'Copenhagen') (Control 3°)".

Firmado: Doctor Ding SS-Sturmbannführer




Orden de Bouhler de llevar a cabo la operación T4 de eutanasia
Tiergartenstrasse 4

"Para los judíos no es necesario el examen..."
El fiscal general, en el transcurso de la misma sesión, mostró la copia de una carta que
Mennecke había escrito desde Buchenwald a su esposa Matilde, el 25 de febrero de
1941, en la que explicaba cómo trabajaba la comisión. La carta, entre otras cosas, decía:
"... Hemos continuado nuestros exámenes hasta las 16 horas. Yo examiné ciento cinco
pacientes y Müller setenta y ocho, por lo que hemos rellenado ciento ochenta y tres
cuestionarios. En el segundo grupo había mil doscientos judíos, que no tenemos que
examinar, pues es suficiente con extractar de sus expedientes (¡enormes!) las razones
de su detención y copiarlas en el cuestionario. Se trata de un trabajo puramente
teórico, que nos ocupará hasta el lunes. De este segundo grupo yo he trascrito
diecisiete casos y Müller quince, después de lo cual hemos 'tirado las herramientas' y
nos hemos ido a comer...

Seguimos con el mismo trabajo y el mismo programa. Después de los judíos viene un
grupo de trescientos arios, que hay que examinar. Así que estaremos ocupados hasta el
fin de semana próxima. Luego, volveremos a casa".

La polémica suscitada en toda Alemania —especialmente por la Iglesia Católica y por
la Protestante— sobre las indicaciones sobre la eutanasia fue muy grande. En 1941, el
obispo de Limburg advertía al Ministro de Justicia que "los niños, cuando se pelean, se
dicen: '¡Estás loco y te llevarán a los hornos de Hadamar''. Los jóvenes que no quieren
casarse dicen: '¿Casarme? ¡Ni en sueños! ¿Para qué?¿para traer al mundo unos hijos
a los que les va a tocar ese trato?'. Los viejos suplican que no les lleven a los asilos,
porque creen que ello significa, muy pronto, la muerte".

Hitler, en agosto de 1941, fingió detener los procedimientos de eutanasia. Bouhler y
Brandt recibieron su promesa de que sólo se trataba de una suspensión temporal y de
que el programa se volvería a iniciar tras el fin de la guerra. Por ello, se mantuvieron las
instalaciones del T-4 y continuó el envió de cuestionarios. Brack no ordeno hasta el
invierno de 1944 la demolición de las estaciones de eutanasia.
En lo que se refiere al personal de T-4, se integró en los servicios sanitarios del frente
ruso durante el invierno de 1941. En 1939 tuvo lugar una segunda experiencia para los
acusados en "proceso de los médicos". Se trataba de los primeros experimentos médicos
que se recuerden en los que se requería el empleo de hombres procedentes de los
campos de concentración.

Agentes químicos como la iperita o el fosgeno eran aplicados en la piel de los
prisioneros elegidos y se observaban y fotografiaban los síntomas, hasta que morían.
Los informes sobre sus observaciones eran enviados a Himmler, quien ordenó la
realización de otros experimentos, en una escala más amplia. Más tarde, en 1942, se
produciría incluso un debate para decidir si había que pagar o no a los prisioneros
empleados en estos experimentos.

Uno de los médicos, ofendido por la idea, escribió en un informe: "Cuando pienso en
nuestro trabajo de investigación militar, desarrollado en el campo de concentración de
Dachau, debo llamar la atención sobre la generosa comprensión hacia nuestra labor y
sobre la cooperación que recibimos. Nunca se habló de pagar a los prisioneros. Al
parecer, en el campo de Natzweiler se está tratando de obtener todo el dinero posible
de este asunto".

Según uno de los testigos, los sujetos sufrían horriblemente y "resultaba difícil estar
cerca de ellos". A pesar de ello, para demostrar su buena voluntad al Reichsführer de las
SS, los prisioneros de Buchenwald le enviaron como regalo de Navidad un juego de
mesa en mármol verde, realizado en el taller de escultura del campo, donde los
prisioneros-artistas producían objetos artísticos para las SS.
"Estamos preparados para la esterilización en masa"
La acusación pública dio lectura a una sobrecogedora declaración de una mujer polaca,
Koes Paeskizes, internada en el campo de concentración de Ravensbrück desde el 23 de
septiembre de 1941 al 28 de abril de 1945. Su relato se refería a los experimentos que el
equipo del doctor Clauberg realizó en mujeres prisioneras para obtener la esterilización
en masa. Clauberg, el 7 de junio de 1943, escribió una carta a Himmler —carta que fue
presentada como prueba de la acusación— en la que decía: "El método que he
descubierto para esterilizar el organismo femenino sin operación ya está casi a punto.
Consiste en una inyección en la entrada del útero, que puede realizarse en el curso de
una visita ginecológica normal, visita que puede realizar cualquier médico. Al decir
que el método se halla 'casi a punto' quiero decir que:

1) únicamente hay que perfeccionarlo un poco,

2) ya puede ser adoptado, sustituyendo a las operaciones eugénicas normales. Hace un
año que Ud. me preguntó cuanto tiempo se tardaría en esterilizar 1.000 mujeres con
este sistema. Ya puedo dar un cálculo aproximado y creo que, si mis investigaciones
continúan dando los frutos que han dado hasta el momento (y no hay motivo para
pensar lo contrario), no está lejos el día en que un médico especializado, con diez
ayudantes (el número de éstos dependerá del ritmo deseado), esterilice varios
centenares, tal vez mil mujeres al día".

Este es el relato de la testigo Paeskizes: Testigo: "Fui conducida fuera de la celda por
un vigilante y entregada a un SS, quien me dijo que no me harían daño y me hizo
echarme en una cama".

Fiscal: "¿Qué ocurrió después?".
Testigo: "Me arrojaron éter en la cara".

Fiscal: "¿Trató de defenderse?".
Testigo; "Sí, traté de defenderme hasta el final, pero los hombres eran más fuertes que
yo".

Fiscal: "Y a continuación perdió el conocimiento".
Testigo: "Sí".

Fiscal: "Cuando despertó, ¿dónde estaba?".
Testigo: "En una celda con mi hermana, que también había sido operada".

Fiscal: "¿Era la misma celda de la que la habían sacado?".
Testigo: "No. Era otra celda del mismo bunker",

Fiscal: "¿Comprobó si le habían hecho la operación?".
Testigo: "Vi que mis piernas estaban sujetas con abrazaderas metálicas".

Fiscal: "¿Cuánto tiempo permaneció en el bunker, después de la operación?".
Testigo: "Dos semanas, aproximadamente".

Fiscal: "¿Tenía dolores?".
Testigo: "Poco después de despertar tuve dolores casi insoportables en las dos
piernas".

Fiscal: ".¿Le dieron algo para aliviar los dolores?".
Testigo: "Nada. Ni inyecciones ni ningún otro medicamento",

Fiscal: "¿Le preguntaron si quería ser trasladada al hospital?".
Testigo: "No".

Fiscal: "¿Acudían a su celda las mujeres de las SS?".
Testigo: "Sólo venía la mujer que dirigía el bunker".

El fiscal continuó con la declaración jurada de una polaca internada en Ravensbrück,
Gustava Winkowska: "Llegó un médico de Auschwitz y permaneció en el campo
durante una semana, más o menos. Durante ese tiempo no hizo otra cosa que esterilizar
a niños gitanos, sin utilizar más que los rayos X, sin narcóticos. Tras la esterilización,
los niños salían llorando, y preguntaban a sus madres qué les habían hecho...".

A su vez, la doctora Zdenka Nedvedova-Nejedla, internada en el campo de
Ravensbrück, donde trabajó como médico de los prisioneros, dijo a los jueces: "Vi
prisioneras gitanas que entraban en la sala de rayos X y salían tras haber sido
esterilizadas con un método anteriormente utilizado en Auschwitz. Este método
consistía en inyectar en el útero un líquido cáustico, muy probablemente nitrato de
plata, y una sustancia de contraste, para poder controlar el resultado con los rayos X.
A todas las pacientes, tras la esterilización, se les hacía una radiografía. Pude
examinar estas placas con la doctora Mlada Traufova y puedo asegurar que en todos
los casos el líquido había penetrado hasta los ovarios. En algunos casos había llegado
hasta la cavidad abdominal. La narcosis sólo se aplicó en la última decena de
mujeres".

Cómo esterilizar 3000-4000 personas en un día
Lo que transcribimos a continuación fue escrito a Himmler por el doctor Víctor Brack,
miembro de la Cancillería personal de Hitler, quien había dirigido anteriormente el
programa de la eutanasia.

Cancillería del Führer. Asunto Secreto del Estado-Berlín.

28 de marzo de 1941.
Señor Reichsführer,

Le adjunto un informe con el resultado de las investigaciones referentes a la
posibilidad de esterilización y castración con rayos X. Ruégale me haga saber las
iniciativas que debo emprender en relación con este asunto, en el plano teórico o en el
práctico.
Heil Hitler!

Firmado: Brack.

Informe de las experiencias de castración con rayos X. Los experimentos realizados en
este campo han concluido y ha sido posible obtener los resultados que a continuación se
refieren, que son científicamente seguros. A los elementos que haya que esterilizar
definitivamente hay que aplicar tratamientos de rayos X de tal intensidad que produzcan
la castración con todas sus consecuencias. Fuertes dosis de rayos X destruyen la
secreción interna de los ovarios y testículos. Con dosis menores sólo se obtendría la
suspensión temporal de la potencia sexual. Entre los efectos de las radiaciones hay que
destacar la interrupción de las reglas menstruales, los fenómenos climatéricos, las
modificaciones del sistema pilífero y del metabolismo, etcétera, así como otros
fenómenos que presentan indudables inconvenientes. La dosis puede efectuarse de
varias maneras y sin que el sujeto se dé cuenta de ello. Para los hombres, la fuente de
radiación debe poseer una potencia de 500 a 600 r.; para las mujeres, de 300 a 350 r. En
principio, con un máximo de intensidad y mínimo espesor del filtro, bastaría con un
tiempo de exposición de dos minutos para los hombres y tres para las mujeres, sobre
todo si el sujeto se halla a poca distancia del centro de irradiación. Este procedimiento
presenta el inconveniente de que es imposible proteger con pantalla de plomo las demás
partes del cuerpo sin que el sujeto se dé cuenta. Sin esta protección se producen
quemaduras en los tejidos somáticos próximos, quemaduras más o menos graves en los
días y semanas siguientes al tratamiento, según la intensidad de la radiación y la
sensibilidad del individuo. En la práctica se podría adoptar el sistema, por ejemplo, de
convocar a los elementos que hay que tratar ante una ventanilla para rellenar unos
formularios o responder a unas preguntas, entreteniéndoles durante dos o tres minutos.
El funcionario de la ventanilla regulará el aparato de rayos mediante un mando que
pusiese en funcionamiento, de forma simultánea, ambos tubos (la irradiación debe ser
bilateral). De este modo, con un dispositivo de dos tubos, se podría esterilizar de 150 a
200 personas en un día; y con veinte dispositivos análogos, de 3.000 a 4.000 personas
en un día, Al parecer no se prevén deportaciones por un número mayor de personas al
día. El costo de un dispositivo de este género alcanzaría los 20.000 ó 30.000 marcos. A
ello habría que añadir los gastos de transformación del inmueble, dada la necesidad de
instalación de medidas de seguridad para el funcionario del servicio. Para concluir,
puedo afirmar que, gracias a este procedimiento, la técnica de los rayos X permite dar
comienzo en la actualidad a una esterilización en masa. Sin embargo, es imposible
someter a los interesados a este tratamiento sin que, tarde o temprano, puedan llegar a la
certeza de haber sido castrados o esterilizados mediante rayos X.

Firmado: Brack.



Una carta de Himmler

Cuartel General del Führer.
10-7-42.

El Reichsführer-SS
Estado Mayor Personal
Asunto secreto número 66/42
Dr./Bra.
Práctica secreta del Estado
6 copias
6.a copia
Profesor Clauberg, Königshütte.
Ilustre profesor:

El Reichsführer me ha encargado en el día de hoy que le escriba transmitiéndole su
deseo de que se decida, previo acuerdo con el SS-Obergruppenführer Pohl y el médico
del campo de concentración femenino de Ravensbrück, a trasladarse a Ravensbrück
para efectuar, según su método, la esterilización de mujeres judías.

Antes de empezar su trabajo, el Reichsführer le ruega tenga a bien comunicarle cuánto
tiempo se necesitaría para la esterilización de 1.000 mujeres judías.

Las mujeres judías no deben saber nada de este asunto. Según la opinión del
Reichsführer, usted podría practicar sus inyecciones en el transcurso de una visita
general. La eficacia de la esterilización ha de demostrarse mediante numerosos
experimentos: al cabo de un determinado período de tiempo, que usted debe fijar, se
establecerá, tal vez mediante radiografías, qué cambios se han registrado. En algunos
casos podría hacerse también un experimento práctico, que consistiría en recluir juntos
y durante cierto tiempo a un judío y una judía y observar los resultados. Me permito
pedirle su opinión para poder informar de ella al Reichsführer-SS.

Heil Hitler!
Fdo.: Brandt
SS-Obersturmbannführer

LOS EXPERIMENTOS SOBRE MUJERES EN EL "BLOQUE 10" DE
AUSCHWITZ
1 testigo
Apellido y nombre: Benguigui, Fortunée, nacida Chouraqui.
Fecha de nacimiento: 30 de abril de 1904.
Dirección: 10, rué Ratisbonne, Oran (Argelia), domicilio del doctor Chouraqui.
Fecha de deportación: 31 de julio de 1943.
Número: 52.301.
En el bloque 10: desde el 2 de agosto de 1943.
Declaración: Por orden del profesor Clauberg fui sometida el 10 de agosto de 1943 al
primer experimento. El doctor Samuel fue obligado a extirparme, mediante operación,
el cuello del útero. Después, sin anestesia de ningún tipo, el profesor Clauberg me
practicó repetidas inyecciones muy dolorosos. Durante el tratamiento me sujetaban las
manos y pies y me tapaban la boca. Después de las inyecciones tuve terribles dolores
en el bajo vientre y permanecí en mi cama casi sin conocimiento. Además, para que no
me castigaran, tenía que acudir a las llamadas y seguir las órdenes y trabajar. El
profesor Clauberg era terrible y carecía de toda piedad. Era un monstruo. Lo digo sin
odio y juro que, desde sus experimentos, soy estéril y tengo frecuentes hemorragias.

2 testigo
Apellido y nombre: Chopfenberg, Chana.
Fecha y lugar de nacimiento: 10 de julio de 1907, Varsovia (Polonia).
Dirección: 26 Boulevard Beaumarchais, París XI.
Número: 50.344.
En el bloque 10: desde el 21 de julio de 1943 al 18 de enero de 1945.
Declaración: El profesor Clauberg me sometió a cuatro inyecciones, dos pruebas de
sangre y otros experimentos en el bajo vientre, sobre todo en el útero. No sé lo que me
hacían, porque me vendaban los ojos y me amenazaban con matarme si gritaba. Pese a
los grandes dolores, después de cada experimento tenía que regresar al trabajo,
cantando y con una sonrisa en los labios. Desde la época de mi liberación he
permanecido siempre en cama o sometida a tratamientos, a causa de los experimentos
del profesor Clauberg. El profesor Clauberg no veía en nosotros a seres humanos, nos
trataba como animales y sólo nos llamaba por nuestro número. Si no se cumplían sus
órdenes, se nos arrebataba el escaso alimento y éramos tratados a patadas durante
días.

3 testigo
Apellido y nombre: Spanjaard, Ima Schalom Sara, nacida van Esso.
Fecha de nacimiento: 9 de octubre de 1920.
Dirección: Haarlem, Paviljoenslaan, 11 (Holanda).
Fecha de deportación: desde marzo de 1943 hasta el 18 de enero de 1945.
Declaración: Durante la guerra traté de refugiarme en Suiza para escapar así a la
persecución nazi. Sin embargo, fui detenida en Bélgica y, en marzo de 1943, deportada
a Auschwitz, junto a mujeres de origen judío residentes en Bélgica. Al llegar a
Auschwitz fui elegida con otras mujeres y conducida al bloque experimental del
profesor Clauberg. En este bloque se encontraban numerosas mujeres de diversas
nacionalidades y de origen judío. Sobre ellas se realizaban los experimentos más
variados. Tuve la suerte de ser encuadrada en el personal del bloque. Mi estado de
salud ha sufrido enormemente a causa del confinamiento. Uno de los experimentos
realizados con más frecuencia era la inyección de un líquido en el útero. Este
experimento se repetía hasta tres veces en la misma mujer. Después, evidentemente, ya
no eran adecuadas para posteriores experimentos de este tipo. Con frecuencia, estas
mujeres eran enviadas a Birkenau. Al principio, las inyecciones las ponía el propio
doctor Clauberg; luego lo hacía un tal doctor Goebel u otro ayudante.



LOS EXPERIMENTOS A GRAN ALTURA
Dos acusados en el "proceso de los médicos" —Siegfried Ruff y Hans Wolfgang
Romberg— escribieron este informe "secreto y en tres copias", con fecha de 28 de julio
de 1942, titulado "Informe sobre experimentos a gran altura", experimentos que se
llevaron a cabo en internados del campo de concentración de Dachau ("en los
experimentos que se describen —escribía el doctor Sigmund Rascher— se utilizaron
judíos criminales de profesión, que deshonraban a su raza").

Reproducimos algunos párrafos del informe de los médicos- asesinos de las SS y de la
Luftwaffe: "Con un avión provisto de cabina de presión regulable, el hombre puede
alcanzar, al menos en teoría, cualquier altitud. Sin embargo, hay que estudiar qué
consecuencias tendría para el hombre la destrucción de la cabina, ya que se vería
sometido, en pocos segundos, a una baja presión atmosférica y a una ausencia de
oxígeno debida a la gran altitud. Especial interés práctico merece saber desde qué
altitud y con qué medios se puede salvar la tripulación. En el presente experimento
referiremos ciertos experimentos en los que, creando determinadas condiciones, se han
estudiado varias posibilidades de salvamento. Dada la urgencia de resolver este
problema práctico, y dadas sobre todo las condiciones en que se han realizado los
experimentos, renunciamos de momento a ilustrar exhaustivamente ciertas cuestiones
de carácter estrictamente científico (...).

Se realizaron un gran número de experimentos de lanzamiento desde 15 km.,
habiéndose podido constatar que a dicha altitud se llega, si no se supera, al límite de
posibilidades prácticas de salvación de alguien que se encontrase ante una emergencia.
Tras un ascenso lo más rápido posible con bombona de oxígeno, una vez alcanzada la
altitud de 15 km, se les quita la máscara y comienza el descenso. Por tratarse de
experimentos típicos, describimos uno de ellos:

Km. 15: Se quita la máscara, violentos vértigos, convulsiones.
Km. 14,5/30": Espasmos tetánicos.
Km. 14,3/45": Brazos rígidos extendidos hacia delante, posición de agarrar algo,
piernas rígidas y separadas.
Km. 13,711'20": Espasmos tetánicos.
Km. 13,2/1 '50": Respiración convulsa y agónica.
Km. 12,2/3': Disnea, flaccidez.
Km. 7,2/10': Agitación de las extremidades de manera incoordinada.
Km. 6/12': Convulsiones, gemidos.
Km. 5,5/13': Grita en voz alta.
Km. 2,9/18': Continúa gritando, agita convulsamente los brazos y las piernas y la
cabeza le cae hacia delante.
Km. 2-1/20 '-24 '30": Grita de vez en cuando, hace muecas, se muerde la lengua.
0 m.: No se le puede hablar, parece totalmente destruido psíquicamente (llegado al
suelo).
5 minutos: Reacciona por vez primera a las llamadas.
7 minutos: A la orden de levantarse trata de obedecer y dice la frase estereotipada:
'No, por favor'.
9 minutos: Se alza cumpliendo una orden, fuerte ataxia y responde todas las preguntas
con la frase: 'Un momento'. Trata desesperadamente de recordar su fecha de
nacimiento.
10 minutos: Típica estereotipia de posición y movimiento (catatonia), murmura
números por su cuenta.
11 minutos: Mantiene la cabeza girada hacia la derecha, con espasmos. Trata de
responder la primera pregunta sobre su fecha de nacimiento.
12 minutos: Preguntas del sujeto: '¿Le corto un trozo?' (profesión en la vida civil:
comerciante de una tienda de alimentación). '¿Puedo respirar?'. 'Sí'. Respira
profundamente y dice: '¡Oh, gracias!'.
15 minutos: A la orden de moverse, camina y dice: '¡Oh, gracias!'.
17 minutos: Dice su nombre y que ha nacido en 1928 (verdadera fecha de nacimiento:
1-11-1908). Experimentador: '¿ Dónde?'. 'Hacia 1928'. '¿Profesión?'. '28... 1928'.
18 minutos: '¿Puedo respirar?'. 'Ahora está mejor'.
25 minutos: Sigue preguntando constantemente: '¿Puedo respirar?'.
26 minutos: No ve nada y tropieza contra la contraventana, iluminada por el sol,
haciéndose un hematoma en la frente, y dice: 'Perdone'. Ninguna manifestación de
dolor.
30 minutos: Recuerda su nombre y lugar de nacimiento. Se le pregunta qué día es y
responde: '1-11-28'. Temblor de piernas; continúa el estado de estupor, no se asusta
ante el ruido de un disparo. No percibe aún los objetos oscuros, contra los que
tropieza. Percibe la luz clara. Recuerda su profesión. Todavía está desorientado
espacialmente.
37 minutos: Reacciona ante estímulo doloroso.
40 minutos; Comienza a distinguir. Cae siempre en los estereotipos verbales del
principio.
50 minutos: Orientado espacialmente.
75 minutos: Desorientado temporalmente, amnesia de tres días.
24 horas: Regresa a la normalidad. No recuerda nada del experimento. Todos los
demás experimentos desde 15 km. de altura se desarrollaron en manera análoga al
aquí descrito".

Estos "experimentos", en teoría, deberían haber permitido la realización de nuevos
sistemas de salvamento para el personal de vuelo de la Luftwaffe, pero, en la práctica,
no fueron otra cosa que crueldades gratuitas sobre seres humanos.

Tras la autopsia, el corazón seguía latiendo
También fueron sobrecogedoras las declaraciones sobre los experimentos de altas cotas
y de congelación, declaraciones efectuadas por el testigo Walter Neff. quien, por
entonces (1942) se hallaba recluido en el campo de concentración de Dachau.

Fiscal: "¿Cuántos fueron, según usted, los prisioneros sometidos a los experimentos del
doctor Rascher y del acusado Romberg?".
Neff: "De 180 a 200".

Fiscal: "¿De qué nacionalidad eran?".
Neff: "De todo un poco. pero, sobre todo, rusos, polacos, alemanes y judíos".
Fiscal: "¿Cuántos murieron?".
Neff: "En total no sé. En los experimentos de vuelo a gran altura los muertos fueron 70
u 80".

Fiscal: "Según un documento de las SS, se trataba de condenados a muerte...".
Neff: "Entre aquellas personas, al menos cuarenta no estaban condenadas a muerte".

Fiscal: "¿Es cierto que usted, tras ser designado ayudante de Rascher y Romberg,
asistió a algunas autopsias?".
Neff: "Es cierto. Durante una autopsia, tras abrir el tórax y el cráneo, pude comprobar
cómo el corazón seguía latiendo. Lo sé porque fui yo quien tuvo que llevar el
electrocardiógrafo a la sala de disección para registrar estos latidos. Esta experiencia
costaría luego muchas vidas humanas, ya que trataron de probar bastantes veces
cuánto tiempo puede seguir latiendo el corazón de una persona diseccionada".

Fiscal: "¿Fueron éstos los únicos experimentos a los que asistió el testigo?".
Neff: "No. También vi los de la congelación. Había personas que permanecían al aire
libre, y desnudas, desde las 6 de la tarde a las 9 de la mañana".

Fiscal: "Se asegura que la temperatura más baja alcanzada fue de — 25°".
Neff: "Sí. Al principio, Rascher prohibió que se narcotizase a los sujetos, pero gritaban
tanto que Rascher no tuvo más remedio que proceder a la narcosis".

Fiscal: "En su declaración previa, usted asegura que asistió al 'más malvado
experimento que se haya realizado nunca'. ¿Puede relatarlo al Tribunal?".
Neff: "Recuerdo que sacaron del bunker a dos oficiales rusos, con los que teníamos
prohibido hablar. Serían las 4 de la tarde. Rascher ordenó que se desnudaran y les hizo
entrar en la pileta. Al cabo de dos o tres horas, y aunque normalmente la narcosis por
frío tiene lugar tras una hora, ambos prisioneros seguían conscientes. Todos los
intentos para persuadir a Rascher de que les inyectase un narcótico fueron vanos. Tras
unas tres horas, uno de los oficiales dijo al otro: 'Camarada, di al oficial que nos
dispare'. El otro respondió que de aquel perro fascista no había que esperar ninguna
compasión. A continuación se dieron la mano y se dijeron 'Adiós, camarada...'.
Después de estas palabras que un joven polaco tradujo tratando de cambiarlas un
poco, Rascher volvió a su despacho. El polaco trató de narcotizarlos con cloroformo,
pero Rascher volvió, nos amenazó con su pistola y nos impidió que nos acercáramos
otra vez a las victimas. El experimento duró cinco horas, hasta que murieron. Los
cadáveres fueron enviados a Munich, para que hicieran la autopsia en el hospital
Schwabinger".

Los acusados implicados en estos experimentos —como Ruff y Romberg— cargaron
todas las culpas sobre Rascher que, al estar muerto, no podía defenderse. Romberg, al
ser interrogado por la acusación, relató que cuando Rascher, por criminal inconsciencia,
dejó morir a un prisionero en la cámara de descompresión, él decidió ir a Berlín para
informar a sus superiores.

Fiscal: "¿Y qué ocurrió?".
Romberg: "Prácticamente nada. Ruff y yo lo discutimos pero, dado que Rascher había
realizado aquel experimento por encargo de Himmler, y sobre un hombre condenado a
muerte, no veíamos ninguna posibilidad de hacerlo renunciar mediante una denuncia
oficial".

Fiscal: "¿Qué hacia usted cuando tenían lugar estas muertes? ¿Se limitaba a observar
desde su ventanilla, o tenía que hacer funcionar algún aparato para Rascher?".
Romberg: "No. Ya he dicho que cuando se produjo la primera muerte me encontraba
mirando el electrocardiograma, el punto en que la actividad cardíaca...".

Fiscal: "Usted estudiaba el electrocardiograma y trabajaba con Rascher por órdenes
de Ruff. ¿Fue con Rascher con quien trabajó en este experimento y estudió el
electrocardiograma?".
Romberg: "No. No es que yo trabajase con Rascher. Lo que ocurrió fue lo siguiente:
durante el experimento dirigí una ojeada, casualmente, al electrocardiograma. Cuando
vi que se había alcanzado el punto crítico, un punto en el que yo, de haber estado en su
lugar, habría interrumpido el experimento, se lo dije a Rascher".

Fiscal: "Cuando se alcanzaba el punto critico, ¿qué había que hacer para interrumpir
el experimento? Supongamos que usted se hallase ante el cuadro de mandos de
Rascher para la cámara de descompresión. Al ver que el electrocardiograma indicaba
que se había llegado al punto crítico, al punto mortal, ¿qué podría haber hecho usted,
de ser el experimentador, para interrumpir la prueba y salvar la muerte del sujeto?
¿Cuál habría sido el método más rápido? ¿Abrir una válvula?... Se trata de una
pregunta sencilla y puede contestarme con dos palabras... ¿Habría girado una
manivela, apretado un botón, girado un interruptor, habría abierto una válvula?... En
resumen, ¿qué podría haber hecho para salvarlo?".
Romberg: "¿Quiere usted decir, si hubiese sido yo el director del experimento? ¿No?".

Fiscal: "... Repito: ¿qué se habría podido hacer para interrumpir el experimento en
este punto crítico? ¿Qué habría hecho con los instrumentos para evitar que el sujeto
muriera? ¿Existía algún mecanismo especial que pudiese accionar usted?".
Romberg: "Rascher controlaba la válvula de regulación de presión. Para elevar la
presión tendría que haberlo girado".

Fiscal: "Bien. Y en lo que respecta a la cámara de descompresión, usted sabía cómo
funcionaban todos sus instrumentos, ¿no es cierto? Lo sabía usted perfectamente,
¿no?".
Romberg: "Sí".

Fiscal: "¿Y no los utilizó usted para hacer experimentos?".
Romberg: "Sí".

Fiscal: "¿Se trataba de un equipo como el del Instituto de Medicina Aérea?".
Romberg: "Si, y estuve allí con Ruff.

Fiscal: "Al mirar el electrocardiograma usted pudo constatar que aquella vez el sujeto
encerrado en una cámara especial había alcanzado una descompresión que podía
provocarle la muerte. ¿Se debía a su experiencia en el campo de la Medicina Aérea?".
Romberg: "No sabía cuándo se produciría la muerte, dado que nunca había visto
morir a nadie en altas cotas. Ya he dicho que si hubiera sido yo el director del
experimento, habría interrumpido el mismo ".
El holocausto
El holocausto
El holocausto
El holocausto
El holocausto
El holocausto
El holocausto
El holocausto
El holocausto
El holocausto
El holocausto
El holocausto
El holocausto
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  • 1. MATERIAL SOBRE HOLOCAUSTO 1.-EL HOLOCAUSTO Volver | Otros artículos | Enlaces a páginas relacionadas | Comentarios Una fotografía de la preguerra de tres niños judíos con su niñera. Dos de los niños murieron en 1942. Varsovia, Polonia, 1925-26. — United States Holocaust Memorial Museum
  • 2. Fotografía Historia personal Objetos Mapas Película historica El Holocausto fue la persecución y el asesinato sistemático, burocráticamente organizado y auspiciado por el Estado de aproximadamente seis millones de judíos por parte del régimen nazi y sus colaboradores. "Holocausto" es una palabra de origen griego que significa "sacrificio por fuego".
  • 3. Los nazis, que llegaron al poder en Alemania en enero de 1933, creían que los alemanes eran una "raza superior" y que los judíos, considerados "inferiores", eran una amenaza extranjera para la llamada comunidad racial alemana. Durante la era del Holocausto, las autoridades alemanas persiguieron a otros grupos debido a su percibida "inferioridad racial": los romaníes (gitanos), los discapacitados y algunos pueblos eslavos (polacos y rusos, entre otros). Otros grupos fueron perseguidos por motivos políticos, ideológicos y de comportamiento, entre ellos los comunistas, los socialistas, los testigos de Jehová y los homosexuales. En 1933, la población judía de Europa ascendía a más de nueve millones, y la mayoría de los judíos europeos vivía en países que la Alemania nazi ocuparía o dominaría durante la Segunda Guerra Mundial. Para el año 1945, los alemanes y sus colaboradores habían asesinado aproximadamente a dos de cada tres judíos europeos como parte de la "Solución final", la política nazi para asesinar a los judíos de Europa. Si bien las principales víctimas del racismo nazi fueron los judíos, a quienes consideraban el mayor peligro para Alemania, entre las otras víctimas se incluyen 200 mil romaníes (gitanos). Como mínimo, 200 mil pacientes discapacitados física o mentalmente, en su mayoría alemanes y que vivían en instituciones, fueron asesinados en el marco del llamado Programa de Eutanasia. A medida que la tiranía nazi se propagaba por Europa, los alemanes y sus colaboradores perseguían y asesinaban a millones de otras personas. Entre dos y tres millones de prisioneros de guerra soviéticos fueron asesinados o murieron de inanición, enfermedades, negligencia o maltrato. Los intelectuales polacos no judíos fueron perseguidos y asesinados por los alemanes. Millones de civiles polacos y soviéticos fueron deportados para realizar trabajos forzados en Alemania o en la Polonia ocupada, donde generalmente trabajaban y muchas veces morían en condiciones deplorables. Desde los primeros años del régimen nazi, las autoridades alemanas persiguieron a los homosexuales y a otras personas cuyos comportamientos no se ajustaban a las normas sociales prescritas. Miles de oponentes políticos (incluidos comunistas, socialistas y sindicalistas), así como disidentes religiosos (como los testigos de Jehová), fueron perseguidos por oficiales de la policía alemana. Muchas de estas personas murieron como resultado de la encarcelación y el maltrato. En los primeros años del régimen nazi, el gobierno nacionalsocialista estableció campos de concentración para detener a oponentes políticos e ideológicos tanto reales como supuestos. En los años previos al estallido de la guerra, los oficiales de las SS y la policía encarcelaban en estos campos a cada vez más judíos, romaníes y otras víctimas del odio étnico y racial. Para concentrar y controlar a la población judía y al mismo tiempo facilitar la deportación posterior de los judíos, los alemanes y sus colaboradores crearon ghettos, campos de tránsito y campos de trabajos forzados para los judíos durante los años de la guerra. Asimismo, las autoridades alemanas establecieron numerosos campos de trabajos forzados, tanto en el denominado Gran Reich Alemán como en territorios ocupados por los alemanes, para personas no judías a quienes los alemanes buscaban explotar laboralmente. Después de la invasión de la Unión Soviética en junio de 1941, los Einsatzgruppen (equipos móviles de matanza) y más adelante, los batallones militarizados de oficiales de la Policía iban detrás de las
  • 4. líneas alemanas para llevar adelante operaciones de asesinato en masa de judíos, romaníes y oficiales del partido comunista y del estado soviético. Las unidades alemanas de las SS y la policía, con el apoyo de unidades de la Wehrmacht y de la Waffen SS, asesinaron a más de un millón de hombres, mujeres y niños judíos junto con cientos de miles de otras personas. Entre los años 1941 y 1944, las autoridades alemanas del régimen nazi deportaron a millones de judíos desde Alemania, los territorios ocupados y los países de muchos de sus aliados del Eje hacia los ghettos y los centros de exterminio, también llamados centros de la muerte, donde fueron asesinados en cámaras de gas diseñadas especialmente para tal fin. Durante los últimos meses de la guerra, los guardias de las SS trasladaron a los prisioneros de los campos en tren o en marchas forzadas, también denominadas “marchas de la muerte”, en un intento por evitar que los Aliados liberaran a grandes cantidades de prisioneros. A medida que las fuerzas aliadas se trasladaban por Europa en una serie de ofensivas contra Alemania, empezaron a encontrar y liberar a prisioneros de los campos de concentración, así como a los prisioneros que estaban en el camino en marchas forzadas desde un campo hacia otro. Las marchas continuaron hasta el 7 de mayo de 1945, el día en que las fuerzas armadas alemanas se rindieron incondicionalmente a los Aliados. Para los Aliados occidentales, la Segunda Guerra Mundial finalizó en Europa oficialmente al día siguiente, el 8 de mayo (día V-E), mientras que las fuerzas soviéticas anunciaron su “día de la victoria” el 9 de mayo de 1945. Después del Holocausto, muchos de los sobrevivientes encontraron refugio en los campos de refugiados que administraban las fuerzas aliadas. Entre 1948 y 1951, casi 700 mil judíos emigraron a Israel, incluidos 136 mil judíos refugiados de Europa. Otros judíos refugiados emigraron a Estados Unidos y a otros países. El último campo de refugiados se cerró en 1957. Los crímenes cometidos durante el Holocausto devastaron a la mayoría de las comunidades judías de Europa y eliminaron totalmente a cientos de comunidades judías de los territorios ocupados de Europa Oriental. Lecturas recomendadas Aly, Götz. La utopía nazi: cómo Hitler compró a los alemanes. Barcelona: Crítica, 2006. Hilberg, Raul. La destrucción de los judíos europeos. Madrid: Akal, 2005. Ofer, Dalia, and Lenore J. Weitzman. Mujeres en el Holocausto: fundamentos teóricos para un análisis de género del Holocausto. México: UNAM, 2004. Rozett, Robert, Shmuel Spector, y Efraim Zadoff, editores. Shoá = Sho'ah: enciclopedia del Holocausto. Jerusalén: E.D.Z. Nativ ediciones, 2004. Yahil, Leni. The Holocaust: The Fate of European Jewry, 1932-1945. New York: Oxford University Press, 1990.
  • 5. 2. Literatura y Holocausto El dilema de escribir sobre el Holocausto “El campo de concentración sólo es imaginable como literatura, no como realidad” (Imre Kertész) El conocimiento solo no es suficiente para describir el “terror” que infectó toda la vida de la posguerra, lo que ahora llamamos “la sombra del Holocausto. La creciente aparición en el mercado español de literatura sobre el Holocausto ofrece con toda crudeza una profunda reflexión sobre la esencia del ser humano. La Shoah se ha expandido desde la esfera privada de la comunidad judía al reino público de los medios de comunicación y las artes populares. Pero esto no quiere decir que estemos más cerca de entender las consecuencias del Holocausto para la sociedad contemporánea, sobre cómo define su vida religiosa, su identidad comunitaria o sus acciones políticas. El principal problema que tenemos al enfrentarnos al Holocausto es darle una dimensión correcta a unos acontecimientos que escapan de nuestra comprensión, así como nuestra aceptación de los hechos, imágenes y testimonios del Holocausto. El dilema ya no se encuentra en el tabú de aquello sobre lo que no se puede hablar, sino en la parálisis provocada por una cultura saturada de medios de comunicación, en la que todo parece haber sido dicho ya. Para los autores de segunda y tercera generación, el acceso al pasado no puede ser directo, sino que sólo puede producirse mediante la memoria de otros, lo que Ellen Fine ha denominado el problema de la “memoria ausente”. Pero la inmediatez de la memoria postmoderna no ha disminuido el hecho do la necesidad de rehacer el pasado. Por el contrario, la necesidad de testificar ha ganado una gran urgencia, frente a los vergonzosos llamamientos de los negadores del Holocausto y la desaparición de los supervivientes, los únicos que pueden dar testimonios de primera mano sobre la Shoah. Los relatores contemporáneos de la Shoah tuvieron que inventar un léxico que unificase tanto la realidad de Auschwitz como el enredado proceso de redescubrir el pasado que nos atormenta y nos evita. El trauma de la historia: el Holocausto en la literatura ¿Cuánto tiempo necesita una cultura para asimilar el trauma de su historia? Holocausto es el término que utilizamos cotidianamente para referirnos al gran problema del siglo XX. Pero no siempre es un término utilizado correctamente, porque no hace referencia al conjunto de las víctimas: la definición del término Holocausto se refiere, específicamente, a un concepto religioso: el sacrificio entre judíos. Muchas veces recurrimos a la literatura para poder expresarnos sobre la experiencia más traumática del siglo XX. La literatura se ha convertido en una especie de filtro para evitar los problemas que nos provoca el horror del acto en sí. Así, la literatura se convierte en un intento de traspasar los límites del lenguaje y como una forma de lograr representar ese horror en toda su amplitud. Algunos autores, generalmente supervivientes del horror, han desafiado todos los límites de la escritura para transmitirnos así sus experiencias y convertirse en testimonios de su propia supervivencia. Es interesante ver que no son tantos los libros que sobre este tema se han publicado en nuestro país, hasta fechas relativamente recientes. De los diferentes modelos de la representación del horror de los campos de concentración, destacan aspectos tales como la literatura autobiográfica (Primo Levi, Elie Wiesel), la autobiografía novelada (Imre Kertész, Wladyslaw Szpilman), la elaboración literaria (Ruth Krüger, Paul Steinberg), la investigación histórica (Erich Hackl), el lenguaje cinematográfico (Claude Lanzmann), etc. Primo Levi logró condensar en sus escritos el máximo de pensamiento con el mínimo estilo, en un ejercicio de austeridad, a pesar del cual el horror no deja de calarnos en los huesos al leerlo. Considera que la supervivencia no fue la regla de los campos, sino la excepción: de ahí que hable de la vergüenza y la culpa que sentían los que se salvaban (Los hundidos y los salvados). Elie Wiesel, Premio Nóbel de la Paz en 1986, en su obra La Noche, nos habla sobre sus experiencias en
  • 6. Auschwitz (sobre todo la desaparición de su madre), junto a su padre y cómo se va transformando la relación existente entre ellos, poco antes de la liberación. Imre Kertész, en su obra más conocida, Sin destino, nos habla también (como Levi en La Tregua) de su regreso a Budapest, donde se encontró con otro régimen totalitario y un inmenso campo de concentración, Hungría, del que tampoco podía salir. La experiencia concentracionaria “Ya no podemos escribir un poema después de Auschwitz” (T. Adorno) En 1947, Thomas Mann se planteaba cual sería el papel histórico de los alemanes a partir de ese momento: el país de la Kultur había sido el responsable del peor crimen cometido en toda la historia de la humanidad. Gracias a muchos supervivientes se expusieron los crímenes cometidos desde 1933. Levi y decenas de supervivientes han sentido la necesidad de contarnos lo que sucedió durante esos años, momentos en los que su cometido era morir. Paul Celan nos expone la incapacidad de asumir como propia la lengua de sus torturadores. Robert Antelme muestra cómo los hombres se destruían, sin poder hacer nada excepto morir en silencio, mostrando su condición humana. Imre Kertész nos ha contado sus experiencias de niño superviviente en Auschwitz. Todos ellos, y muchos más, han querido dar testimonio de lo sucedido con distintos medios, pero todos querían que se recordase. Pero no debían ser recordados como héroes, sino como personajes anónimos que sobrevivieron al infierno y que debían legar a la humanidad evidencias de lo sucedido. Algunos han relatado sus experiencias en los ghettos o, como Viktor Klemperer, la reclusión en su propia casa. Gracias al esfuerzo de todos ellos, hoy tenemos, además de las evidencias archivísticas detalladas, fuentes orales, gráficas y escritas que nos pueden arrojar luz sobre lo sucedido en aquellos lugares. Zygmunt Bauman (Modernidad y Holocausto, 1998), señala que los funcionarios nazis que eran contratados para llevar a cabo el exterminio, si mostraban una animadversión demasiado marcada, eran despedidos, porque lo que se buscaba eran buenos gestores, disciplinados y eficientes, que no odiaran al objeto de su represión. No se buscaba el odio de esos funcionarios, sino la gestión moderna de los elementos a eliminar. Para muchos pensadores, como Adorno, la matanza de millones de seres humanos constata que las condiciones a partir de las cuales era posible pensar han sido completamente destruidas. No han sido sólo personas físicas las que han sufrido el exterminio, sino también la idea misma de humanidad. Auschwitz significa la destrucción de la idea misma de humanidad. Por eso, después de ese acontecimiento la poesía así como el mero pensamiento creativo son totalmente absurdos y vanos. Lo que desapareció en los campos de concentración y exterminio es la idea de hombre como la “medida de todas las cosas” y, en particular, de nuestro pensamiento, porque “pensar” significa intentar comprender la relación entre el hombre y el mundo. “No podemos pensar más” significaría que ya no podemos sentar el conjunto de reflexiones particulares sobre la sólida creencia de la perfectibilidad del hombre: si la humanidad (aquella que creíamos la más civilizada, técnica y moralmente) ha sido capaz de perpetrar este crimen contra sí misma, cómo podemos creer que pueda servir de referente del camino a seguir. Por eso es necesario encontrar otra vía y mostrar que es posible pensar con auténtico humanismo, a pesar de Auschwitz, porque el horror de los campos no constituye una derrota para el pensamiento crítico. Una pregunta fundamental que debemos hacernos es ¿cómo pudo la humanidad ser eliminada en Auschwitz?
  • 7. Los testimonios literarios El crimen contra la humanidad comienza con una palabra común: desprecio. Se trata de un estado de ánimo llevado al extremo, programado y elevado al rango de concepción ideológica. El desprecio está en todos los elementos que forman ese proceso: el del guardián de las SS, del civil hacia el detenido, del recién llegado a los presos más antiguos, etc. El desprecio y el temor serán los elementos de la normalidad de las relaciones humanas en los campos. Allí, los hombres son privados de su identidad, de aquello que les confiere su individualidad, que los designa como seres humanos. La identidad del detenido, su cara, no expresa nada humano, ningún sentimiento. El proceso de desnudar a los prisioneros, afeitarlos, vestirlos con el traje rayado, convertirlos en una masa homogénea, tiene como finalidad plantear una duda en la mente de todos: ¿se trata realmente de un ser humano? Por eso, los prisioneros se ven físicamente transformados físicamente desde el mismo momento en que llegan al campo: su individualidad queda suspendida a través de la privación de los signos externos del ser humano. Primo Levi describe este proceso al recordar su llegada a Auschwitz: “Hemos llegado al fondo. Más bajo no puede llegarse: una condición humana más miserable no existe, y no puede imaginarse. No tenemos nada nuestro: nos han quitado la ropa, los zapatos, hasta los cabellos; si hablamos no nos escucharán, y si nos escuchasen no nos entenderían. Nos quitarán hasta el nombre” (Si esto es un hombre). Estos presos tienen ante sus ojos su futuro, el modelo en que están condenados a convertirse, en la figura de aquellos que llevan más tiempo en el campo. Lo que más les asusta es el parecido de los prisioneros más antiguos con animales, que pasa a ser una evidencia de su propio futuro. La lógica del campo va más allá de este elemento, a la hora de deshumanizar a los presos. Los SS buscan rebajar a los presos al estado más bajo en la escala, hasta convertirlos en meros parásitos. La dominación brutal no es posible, ni siquiera para esos SS, si siguen considerando al esclavo del campo como un ser humano. Por eso, si sus gestos confirman que se trata de un animal y no un hombre, porque estamos condicionados socialmente a tratar al prójimo como un ser humano, es más fácil someterlo al dominio. Es necesario descender hasta el último grado de la deshumanización de los presos, para considerar que la eliminación no tenía más consecuencia que la propia de un animal. Los campos de concentración respondían al proyecto político nazi de construcción de una nueva comunidad racial alemana, de creación de una comunidad homogénea de miembros de una Comunidad Nacional homogénea, donde los conflictos de clase hubieran desaparecido. La esclavitud en el interior de los campos se convirtió en una garantía de libertad para los que estaban fuera. Una de las primeras cuestiones que debemos plantearnos en relación al trabajo de los presos es por qué el trabajo era tan degradante y absurdo. En realidad, la absurdidad de ese trabajo es el último grado de la alienación: el que transportaba ladrillos de un lado al otro del campo no podía encontrar la más mínima dignidad en lo que hacía, los esclavos no tendrían conciencia de ser explotados y la indignidad del trabajo sólo podía convertirlos en bestias. Así se evitaba que se convirtieran en proletariados. El único vínculo social que podía existir en los campos era la explotación de los prisioneros por otros prisioneros. Así se evitaba que apareciese un embrión de solidaridad colectiva que pudiera unificar a los presos. No se impedía sólo la reconstrucción de una clase social, sino que se lograba matar la humanidad que había en cada uno de los prisioneros. En los campos de concentración se mata a los hombres, pero también se mata la humanidad que hay en ellos, para garantizar una libertad para los humanos que están fuera del campo. Podemos pensar después de Auschwitz. También debemos pensar sobre Auschwitz. Pero algunas de las ideas sobre el hombre han perdido parte de su validez por la experiencia límite que ha supuesto un crimen como Auschwitz.
  • 8. Los testimonios literarios: el trauma de la historia Los testimonios literarios de los supervivientes de los campos de concentración no son menos dignos de confianza que los relatos o las investigaciones históricas objetivas sin ninguna ambición literaria. Muchos de los que sobrevivieron a los campos han señalado lo importante que era para ellos transmitir sus vivencias de forma literaria. A sus ojos, se puede acercar la realidad de los campos de concentración a aquellos que no los han experimentado en sus propias carnes, sin necesidad de hacerlo sólo a través de investigaciones sobre los hechos: la estética no disminuye la autenticidad. Los hechos no se pueden integrar en una imagen “normal” del mundo: el conocimiento del Holocausto no explica nada, mientras que la literatura puede abrir y hacer accesible una realidad que parece incomprensible (Ruth Klüger, Weiter leben, 1992). La escritura literaria también expone aquellos procesos que en las investigaciones históricas se dan por evidentes. En el campo de concentración también existía una vida cotidiana, una “normalidad” que no aparece en esas investigaciones, mientras que para el texto literario casi todo es digno de mención, incluso aquellos detalles que pueden parecer más insignificantes: los sufrimientos, las impresiones físicas (hambre, sed, frío, dolor) son transmisibles literariamente, de forma aproximada. Otro elemento que a menudo se pasa por alto, y que también se refleja en el relato literario, es que algunos supervivientes (Ruth Klüger, Jorge Semprun, Robert Antelme), señalan repetidamente la necesidad de mantener viva su voluntad de sobrevivir a través del recuerdo literario (poesía, lectura de libros, etc.). Esta forma de mantener viva la escritura equivalía a un “exorcismo” de la situación del campo, pero también posteriormente, cuando se tuvieron que enfrentar de nuevo a la vida fuera del campo, aunque algunos de ellos (Jean Améry, Primo Levi) optaron, finalmente, por el suicidio. De entre la multitud de narraciones y testimonios personales, destacan algunos cuya calidad literaria atrapa al lector, ya sea en forma de autobiografía, novela, ensayo literario u otras formas mixtas. En su mayoría, sus autores han dejado una obra global que no se limita a sus vivencias en el campo de concentración. Algunas fueron escritas poco después de lo vivido, como las primeras obras de Primo Levi (Se questo è un uomo, 1946) o de Robert Antelme (L’espèce humaine, 1946-1947). Pero la mayoría hicieron balance de sus relatos al cabo de veinte o treinta años, como Jorge Semprún (Le grand voyage, 1960), Jean Améry (Jenseits von Schuld und Sühne, 1964-1966), Imre Kertész (Srostalanság, Sin destino, 1961-1975), etc. En estos manuscritos tardíos se aprecia la distancia temporal con lo vivido, porque la distancia añade a la experiencia personal de los distintos autores dimensiones de memoria, reflexión y toma de conciencia. E incluso de madurez. La forma en que el tiempo entrelaza los recuerdos con la actualidad se pone especialmente de manifiesto en autores como Levi o Semprún, cuando vuelven sobre estos temas con la distancia de unos cuantos años. En las obras de Semprún, el pasado y el presente están entrelazados por una red de complejas referencias, con constantes retrocesos temporales y anticipaciones al momento pasado. En casi todos los autores, la reflexión sobre lo vivido desemboca en síntesis muy similares, a menudo literariamente idénticas. Primo Levi habla de la lucha por la vida, reducida a sus formas más primitivas; Paul Steinberg esboza la maquinaria de la deshumanización y admite que se habían convertido en animales. Otro punto de conexión son las descripciones de los contactos con los civiles, fuera del campo: los presos no eran seres humanos como ellos, y algunos no les dedicaban ni una sola mirada, como si su existencia pudiese ser obviada. El interno del campo de concentración encarna la figura del hombre expulsado de la sociedad en la que, hasta aquellos momentos, había vivido: ya no goza de la protección de las leyes. El campo de concentración, a pesar de sus numerosas normas y prohibiciones, se ha convertido en un mundo sin ley, sin un espacio para el derecho de los que allí están encerrados. El poder absoluto que se refleja en los campos, no es un medio para obtener un fin, sino un fin en sí mismo, no necesita ninguna legitimación ideológica. Este poder absoluto, el terror absoluto, no produce nada: se trata de una acción enteramente negativa, una obra destinada a desaparecer sin huellas. Por eso, muchos de estos autores otorgan a la suerte un espacio mucho más importante de o imaginable. Jean Améry adopta una actitud inequívoca: se muestra irreconciliable y se permite, como víctima, tener un permanente resentimiento. Sin duda, el pueblo alemán no tiene ninguna culpa colectiva, pero desde el punto de vista estadístico sí tiene una “culpa global”, y perdonar esta culpa sería “inmoral”. Primo Levi presenta una visión extremadamente provocadora, que a él mismo le estremece: no habían
  • 9. sobrevivido los mejores en el sentido moral, sino los peores, los más egoístas, los de menos escrúpulos. Gracias a la “lógica absurda” que imperaba en Auschwitz, se llevó a cabo una selección negativa, porque no era posible sobrevivir sin violar las reglas y llevar a cabo actos ilegítimos. Imre Kertész ha logrado reconstruir de manera increíble una novela sobre el Holocausto como un elemento de formación contemporáneo. En su obra “Sin destino”, sitúa al lector en el mundo sentimental e intelectual de un muchacho de quince años, la edad en la que fue transportado desde Budapest a Auschwitz, en la primavera de 1944. Se trata de una lectura dura, con la que el autor consigue indignar al lector, herirlo en su moral y, dentro de lo que cabe, escandalizarlo. Kertész recuerda nostálgico: “incluso allí, entre las chimeneas, había en las pausas entre los tormentos algo parecido a la felicidad”. Aunque su grado de conocimiento público no alcanza en su conjunto al de los autores varones, muchas mujeres, judías en su mayoría, dan testimonio del infierno de los campos de concentración. A los sesenta años, Ruth Klüger, experta en literatura y contraria a la “cultura de museo de los campos” comenzó a escribir su libro “Seguir viviendo”, dedicado a su juventud. Se trata de un libro destinado, especialmente, a las lectoras. Un campo de concentración no era igual a otro, y para cada uno de ellos existía una realidad distinta. Liana Millu, en las seis narraciones que se engloban en “El humo de Birkenau” (1947), centra el núcleo de cada episodio en un destino de mujer, casi todos ellos determinados por la muerte de la protagonista. El estilo que emplea de forma muy lograda y consecuente, refleja el espantoso mundo del campo, su vida diaria, el desconsuelo, pero también la cohesión y la solidaridad entre las mujeres. Este tipo de relatos arroja una luz sobre las situaciones típicas que se daban en la cotidianidad del campo. El infierno nazi en la literatura El campo de exterminio nazi representa una dimensión única y extraordinaria en la historia de los lugares marcados por la barbarie humana. Günther Grass señala que Auschwitz, “aunque se rodee de explicaciones, nunca se podrá entender”, porque traspasa el límite de la racionalidad humana (Gunter Grass, Escribir después de Auschwitz, Barcelona, Paidos, 1999, pág. 12). Todos los adjetivos que podamos aplicarle al sistema de campos de exterminio sólo se acercan a la dimensión de lo que fue el mayor exponente del desarrollo de la inhumanidad, un exponente de la capacidad de un colectivo que fue capaz de construir y hacer funcionar un sistema de producción destinado a la destrucción masiva de vidas humanas. Los memoriales históricos de los campos de concentración han pasado a formar parte de nuestro patrimonio cultural colectivo a través de los testimonios de aquellos que, siendo víctimas, quisieron también ser testigos y narradores de sus experiencias. Es indispensable volver a los viejos relatos, a los episodios que nos han explicado los supervivientes, para que nunca sean olvidados por las generaciones futuras. Estos relatos deben ser incorporados a los manuales que se acercan al tema de los campos de concentración, porque son relatos sin sombra de ficción, que reflejan el infierno dantesco con más realismo a la hora de mostrarnos el horror que cualquier manual histórico. Javier Aristu Mondragón ha señalado que, aunque algunos hablan del Holocaustos y otros de la Shoah, no es el mejor momento para polemizar sobre la terminología de lo que estamos tratando. Lo que debemos hacer es abordar toda la crónica testimonial de los testigos del exterminio judío, que en muchas ocasiones se escapa de nuestra comprensión. Un elemento común en todos los relatos sobre el infierno nazi es la trilogía del viaje, el lugar y la transformación de los personajes, aunque la perspectiva de cada uno de los autores es diferente. A partir de 1933, el hombre construye de forma literaria el más terrible infierno de la historia, el campo de exterminio. Cuando los opositores comunistas y socialdemócratas pasaron a los campos de concentración o a las cárceles, fueron nuevos grupos de ciudadanos los que se incorporaron a las listas de enemigos perseguidos: gitanos, homosexuales, Testigos de Jehová, delincuentes habituales, etc. Pero fueron los judíos, especialmente tras las Leyes de Nürnberg, en 1935, los que sufrieron la peor parte de esa persecución. A partir de 1936 se ampliaron y perfeccionaron todos los campos, siguiendo el modelo de Dachau. También se creó una poderosa administración estatal, gestionada por las SS, para planificar y gestionar la empresa persecutoria. En el transcurso de la guerra se fueron añadiendo nuevos y cada vez más numerosos adversarios al régimen, y el sistema de campos se fue extendiendo y multiplicando. Los construidos en Polonia y la Unión Soviética se constituyeron en la maquinaria más colosal de destrucción masiva de seres humanos,
  • 10. campos diseñados específicamente para el exterminio de los judíos. Conocemos el infierno de los campos de concentración y exterminio por los testimonios transmitidos por aquellos que lograron sobrevivir. Algunos nos han contado cómo en unos casos el azar y en otros la agudeza los salvó de morir, pero otros muchos no tuvieron ocasión para ello. En realidad, no tuvieron ocasión de prepararse para morir, porque no sabían que iban a morir: cientos de miles de judíos húngaros, polacos, rumanos, griegos, rusos, etc., fueron eliminados, después de su llegada del ghetto, directamente desde los trenes, sin tener certeza de que iban camino de la muerte. El internado que sobrevive un tiempo conoce la naturaleza del humo que sale de la chimenea o el olor que desprende el campo. Es consciente de que la muerte está presente en cada rincón y que en cualquier momento puede alcanzarle. Pero el anónimo deportado que no pasa la selección inicial sólo sabe que le han separado de sus familiares y conocidos. La selección es el momento álgido que determina quién se salva y quién se condena. En los testimonios, el momento de la selección representa, para el lector, el intervalo de angustia y sufrimiento de mayor emotividad: la llegada al campo supone para el testigo la iniciación en una nueva vida; para otros, para los que no son seleccionados para ello, supone el momento final, la consumación del viaje. Temas recurrentes en la literatura sobre el Holocausto El viaje Jorge Semprún dedica su primer relato a la experiencia iniciática que supone el viaje hacia los campos de concentración, a la que se enfrentan todos los deportados. La circulación de aquellos trenes de ganado, cerrados y sellados, llevando en su interior a cientos de personas detenidas, ha sido uno de los temas recurrentes en la gran mayoría de los relatos testimoniales. “Aquí estaba, ante nuestros ojos, bajo nuestros pies, uno de los famosos trenes de guerra alemanes, los que no vuelven, aquellos de los cuales, temblando y siempre un poco incrédulos, habíamos oído hablar con tanta frecuencia. Exactamente así, punto por punto, vagones de mercancías, cerrados desde el exterior, y dentro hombres, mujeres, niños, comprimidos sin piedad, como mercancías en docenas, en un viaje hacia la nada” (P. Levi Si esto es un hombre, pág. 17) . Este viaje es la primera experiencia que anuncia la posterior deshumanización, la institucionalización de la humillación y el dolor moral. El campo El campo de exterminio ha pasado a ser una de las imágenes más reveladoras de la civilización industrial del siglo XX. El campo se convierte en un mundo, en un sistema, una realidad que no tiene nada que ver con la que experimentan otros seres humanos a lo largo de su existencia vital. Este mundo independiente viene reflejado en la mayoría de los testimonios, y se desarrolla a lo largo de las manifestaciones concretas. Auschwitz se convierte, así, en un ensayo de las nuevas formas de hábito social y de ejercicio de poder completamente nuevas y desconocidas hasta aquellos momentos, en el que se desarrollan nuevos y variados experimentos, marcados por el sufrimiento humano. El hambre En todos los recuerdos memorialísticos, el hambre es el estado natural del deportado. Los testimonios vuelven obsesivamente a la preocupación del hombre por la comida, la lucha, incluso la muerte, del ser humano en busca de alimento que le permita sobrevivir. Esa hambre no es una circunstancia, no es un accidente que se experimenta en un momento determinado: es lo que le da sentido y esencia a la experiencia en el campo. El Lager es el hambre. La planificación alimenticia estaba pensada para mantener en sus mínimos vitales a los deportados que trabajaban, para poder sacar de él la mínima energía prevista para el trabajo, pensada para mantener vivo al deportado hasta su agotamiento, hasta que sea repuesto por otro esclavo que llega en otro tren. “A todas horas el peso del estómago vacío, las mandíbulas inmóviles, la pesadez de los huesos. Los dientes se mantienen blancos. Listo para engullir lo que le echen, el aparato se mantiene atado y tranquilo como las máquinas paradas. Sólo arrancará para morir” (R. Antelme, La especie humana, pág. 89).
  • 11. El trabajo El sistema de campos de concentración construye una nueva forma de trabajo, basado en la esclavitud, sustentada no por la necesidad de mano de obra esclava sino por un proyecto social de creación de un mundo de señores y otro de esclavos, para justificar el proyecto de una nueva civilización racialmente pura. “El Lager no es un castigo; para nosotros no se prevé un término, y el Lager no es otra cosa que el género de existencia a nosotros asignado, sin límites de tiempo, en el seno del organismo social germánico” (P. Levi, Si esto es un hombre, pág, 89). La función del deportado es producir lo que necesita el amo para proseguir su guerra. Pero, con frecuencia, se trata de una producción completamente irracional, un trabajo sin sentido, destinado únicamente a degradar al preso. Primo Levi explica que en su Kommando no se llegó a fabricar el producto para el que estaba destinado (caucho). Pero eso es indiferente: lo importante es que el deportado trabaje, sufra un castigo físico constante y degradante. La deshumanización “(…) en este lugar está prohibido todo, no por ninguna razón oculta sino porque el campo se ha creado para ese propósito” (P. Levi, Si esto es un hombre, pág, 31). El propósito del campo era deshumanizar a las personas a partir de extraerles su búsqueda de conocimiento, de preguntas, de conciencia. El campo se ha constituido así para evitar que los presos desarrollen su propia conciencia, como paso previo a la ausencia de racionamiento y de pensamiento propio. La figura que expresa esta categoría especial del habitante del Lager es el “musulmán”, el término que nos aproxima al máximo deterioro físico y espiritual del preso, a la ausencia de voluntad humana, a la eliminación del deseo de vivir. El musulmán es resultado de lo que ha creado el Lager. El análisis que se hace de esta categoría de preso condensa la esencia de su destrucción física y moral como hombre y ser inquieto. “(…) son ellos, los Muselmänner, los hundidos, los cimientos del campo; ellos, la masa anónima, continuamente renovada y siempre idéntica (…), apagada en ellos la llama divina, demasiado vacíos ya para sufrir verdaderamente. Se duda en llamarlos vivos” (P. Levi, Si esto es un hombre, pág. 96). Elie Wiesel plantea el campo de concentración como un paradigma religioso, después de su estrecha relación desde adolescente con la religión judaica. La experiencia del ghetto y la deportación marcarán el momento de la crisis religiosa, lo que denomina “el silencio de Dios”. (E. Wiesel, La noche, pág. 44) Uno de los peores momentos de la experiencia del deportado, además de la llegada al campo de concentración, es el desnudamiento, el afeitado de la cabeza y la imposición del uniforme de rayas que lo convierte en un preso más, en un habitante más del infierno. Este momento marca la pérdida definitiva de cualquier rasgo de personalidad, de individualidad, de humanidad, porque ya no les queda nada, ni siquiera el instinto de conservación. “En un último momento de lucidez me pareció que éramos almas malditas errantes en el mundo-de-la- nada, almas condenadas a errar a través de los espacios hasta el fin de las generaciones en busca de su redención, en busca del olvido, sin esperanza de encontrarlo” (E. Wiesel, La noche, pág. 46) . La raza de señores El nuevo infierno creado por el nazismo es un lugar concebido como expresión de la lucha de unos contra otros. Tiene sus jerarquías, los amos y los esclavos. La referencia al SS o a alguno de sus asistentes en el campo como el rostro de la figura demoníaca es un motivo de alusión permanente en los testimonios. La representación del ángel de la muerte, encarnación del mal en el campo, recae, finalmente, en la figura del SS. Es significativo que la mayoría de los relatos que testimonian el internamiento en un campo de concentración no aparece, en ningún momento, un diálogo directo entre un deportado y un SS. Esta ausencia es la representación del poder absoluto, inaccesible al tacto, indigno a la mirada del infrahombre, del esclavo, del deportado. El preso es una especie de enfermedad, una peste para el SS: no puede acercarse a él, no puede mirarlo directamente, no puede hablarle. “En Buchenwald, durante el recuento, lo esperábamos durante horas. Miles de tipos de pie. Después lo anunciaban: ‘¡Qué llega! ¡Qué llega!’. Aún estaba lejos. Entonces, ya no ser nada, sobre todo no ser otra cosa que uno más entre los otros mil. ‘¡Qué llega!’. Todavía no está aquí, pero vacía el aire, lo enrarece, lo absorbe a distancia. (…) Pasa ante los miles. Ha pasado. Desierto. Ya no está aquí. El mundo se repuebla” (R. Antelme, La especie humana, págs. 25-26).
  • 12. La muerte La muerte es el tema más presente en todos los instantes de la existencia del campo de concentración. Toda la literatura memorialística está impregnada por este tema. Toda la vivencia de los deportados gira en torno a este tema. Por ejemplo, Wiesel reflexiona sobre el ser humano y la muerte en la parte final de su relato, en el momento en el que relata los días de marcha y de transporte desde Auschwitz hacia Buchenwald, en enero y febrero de 1945: las caminatas por las carreteras heladas, las agonías de amigos y compañeros que no pueden continuar, la lucha por el pan, la muerte de su padre (E. Wiesel, La noche, págs. 88-108) 3.Genocidios Los genocidios. En la antigüedad, distintos relatos bíblicos se podrían incluir dentro de este modelo de ejecuciones en masa. En unos casos las ejecuciones eran alentadas, incluso ordenadas, por Dios. Como en la toma de Jericó, con la ejecución de todos sus habitantes. En otros casos, como en el Diluvio Universal o la destrucción de Sodoma y Gomorra, Dios mismo era el juez y el ejecutor de las sentencias: "Entonces los forasteros dijeron a Lot: 'Quién más tienes aquí? Yernos, tus hijos, tus hijas y todo cuanto poseas en la ciudad, sácalo del lugar, porque vamos a arrasar esta localidad, pues es grande el clamor ante ellos de Yahveh, y Yahveh nos ha enviado para arrasarla' (...) Yahveh hizo llover sobre Sodoma y Gomorra azufre y fuego procedente de Yahveh, desde los cielos. Arrasó, pues, estas ciudades con toda la Cuenca, todos los habitantes de las ciudades y las plantes del suelo." Génesis, 19;12-13, 19;24-25 Otro asesinato masivo relatado en la Biblia es la décima plaga de Egipto, la ejecución de todos los primogénitos egipcios por parte del Ángel exterminador enviado por Dios. Siguiendo con los relatos bíblicos, posteriormente será el pueblo judío el que sufrirá un infanticidio, cuando Herodes ordena la ejecución de los inocentes: "Entonces Herodes viendo que había sido burlado por los magos, se irritó fuertemente, y enviando unos emisarios acabó en Belén y en todo su territorio con todos los niños de dos años o menos, conforme al tiempo que había precisado informándose de los magos." Evangelio según San Mateo, 3;16 Todas las tradiciones religiosas incluyen episodios parecidos. Las distintas mitologías recogen las iras de sus dioses desatadas contra aquellos que no le son fieles. Los dioses del Olimpo, asiáticos, egipcios, precolombinos... Ya dentro de la historia, los hombres se empeñarán en hacerle la competencia a los dioses de las distintas tradiciones religiosas. Así, por ejemplo, las persecuciones de cristianos en el Imperio romano durante los primeros siglos de nuestra era también se podrían incluir en este apartado.
  • 13. Durante los siglos XII y XIII, por motivos religiosos, se producen nuevos exterminios en masa. La Iglesia Católica, justificándose en la necesidad de preservar la ortodoxia oficial, decretó las cruzadas contra los cátaros del sur de Francia. Uno de los episodios más emblemáticos es el asedio y toma de la ciudadela cátara de Montségur (1244) por las tropas del senescal de Carcasona y del arzobispo de Narbona, culminado con la masacre y la muerte en la hoguera de los líderes cátaros y sus seguidores. En el siglo XVI, durante las guerras de religión de Francia, se producen episodios parecidos. Se conoce como la Matanza de San Bartolomé el asesinato en masa de hugonotes (calvinistas franceses) por parte de católicos durante aquella época. Los hechos comenzaron el 24 de agosto de 1572 en París, extendiéndose durante los meses siguientes por toda Francia. Se estima que en aquella ocasión murieron asesinados entre 5.000 y 10.000 protestantes. Las guerras de religión en Francia terminaron con el Edicto de Nantes, firmado por el rey Enrique IV el 13 de abril de 1598, por el que se autorizaba, con ciertos límites, la libertad de culto a los protestantes. Los ejemplos expuestos son sólo esto, ejemplos. De la misma forma que en relación a la mitología hemos apuntado que la ira de los dioses no era exclusiva de ninguna divinidad, la ira de los hombres y sus venganzas también se prodigan en las distintas religiones, culturas y continentes. Por ejemplo, a partir del siglo XV, la época de expansión colonial europea será pródiga en todo tipo de masacres de las poblaciones indígenas de todo el mundo. Concretamente, la colonización de América del norte se llevó a cabo a cambio de aniquilar casi toda la población nativa. Otra ocasión propicia para los asesinatos en masa han sido los desenlaces de las confrontaciones bélicas, cuando los ejércitos vencedores se han ensañado con las tropas vencidas o con la población civil de las ciudades conquistadas. A lo largo de la historia, en estos casos los saqueos, las violaciones y los asesinatos masivos han estado a la orden del día, con el beneplácito, explícito o implícito, de los mandos de las tropas vencedoras. Hemos mencionado antes el relato bíblico de la conquista de Canaán y la toma de Jericó por Josué. Adjuntamos a continuación (entre múltiples ejemplos posibles), este fragmento relativo a Napoleón Bonaparte: "Durante la campaña de Egipto de 1799, cometió Napoleón uno de los actos de crueldad calculada más siniestros de la historia. Jaffa, desmoralizada por el saqueo de Alejandría, apenas opuso resistencia, pero Napoleón consideró oportuno dar satisfacción al ansia de rapiña, crueldad y violaciones de sus soldados, y dio licencia de saqueo. Asesinaron a mansalva a hombres, mujeres y niños (...) Napoleón encontró inconveniente tener que alimentar a los soldados cautivos y dio orden de matarlos en las dunas al suroeste de Jaffa. El general Bon dirigió la matanza. Comenzó por dividirlos en grupos y fusilarlos, pero, con el mismo espíritu ahorrativo de Napoleón hacia los víveres, calculó que era excesivo el gasto en municiones. El resto de los prisioneros fue muerto a golpes de bayoneta. (...) Otro contingente de tropas enemigas, que desconocía el episodio anterior, se rindió. El mando francés era eficiente y aprendía sobre la marcha. Decidió además de economizar víveres y municiones, hacerlo con las fatigas de sus tropas. Perfeccionaron la técnica, por orden directa de Napoleón todos los
  • 14. miembros de esta masa de prisioneros murieron degollados." Juan Antonio Vallejo-Nágera. Perfiles humanos. Planeta. Barcelona, 1988 Pero quizás las muestras más contundentes, las ejecuciones masivas más escalofriantes, son los genocidios del siglo XX, tanto por el momento histórico en que se producen (cuando cabría esperar que las lecciones de la historia debieran haber vacunado a la humanidad), como por sus dimensiones abrumadoras. Por un lado, el holocausto de judíos y gitanos diseñado por el nazismo: Por otro lado, el conjunto de políticas represivas y genocidas que llevaron a la muerte a millones de personas durante las dictaduras comunistas soviética, china y camboyana. "En Camboya tuvo lugar el experimento de ingeniería social más atrevido y radical de todos los tiempos. (...) El gobierno del Angkar duró tres años y ocho meses y sembró de cadáveres el país: alrededor de dos millones de muertos para una población total de ocho millones. (...) La muerte cotidiana era lo frecuente; curiosamente los casos considerados graves eran los que iban a prisión, donde se obligaba con tortura a la delación y, finalmente, se ejecutaba a los presos. (...) En los campos, lo que atemorizaba era la imprevisibilidad y el misterio que rodeaban las innumerables desapariciones. Los asesinatos se llevaban a cabo con discreción. (...) No obstante, la brutalidad reaparecía en el momento de la ejecución: para ahorrar balas sólo un 29% eran disparados. El 53% moría con el cráneo aplastado, el 6% ahorcado, el 5% apaleado." Daniel Rodríguez Herrera. Los campos de exterminio. www.liberalismo.org/articulo/126/20 (2006) "Los hombres de Yechov afirmaron que en el transcurso de estos dos años habían sido fusilados en toda la Unión Soviética medio millón de 'políticos' y 480.000 delincuentes comunes." Alexandr Soljenitsin. Archipiélago Gulag (La industria carcelaria; hacia la medida máxima) Más recientemente, los genocidios de la antigua Yugoslavia (1991-1995) y de Ruanda (1994) nos demuestran la capacidad de olvido de la humanidad, nos recuerdan que las agresiones en masa a la población no son un hecho superado ni de imposible repetición si no se toman las medidas preventivas oportunas. En Ruanda se calculan que murieron asesinadas entre 800.000 y 1.000.000 de personas. Si fueron 800.000 equivaldrían al 11 por ciento del total de la población (4/5 de los tutsis que vivían en el país). Para terminar este apartado, es oportuno recordar que a la lista de ejecuciones en masa del siglo XX hay que añadir, en un capítulo aparte, las víctimas de Hiroshima y Nagasaki, el 6 y 9 de agosto de 1945. En este caso, el juicio previo se celebró en la Casa Blanca, sin abogados defensores ni derecho a apelación por parte de población civil indefensa de las dos ciudades. El juez responsable de la sentencia fue Harry Truman, entonces presidente de los Estados Unidos. Murieron más de 200.000 personas, entre las dos ciudades (esta
  • 15. cifra no incluye las muertes a medio y largo plazo, mucho más numerosas, causadas por las radiaciones). Paradójicamente, el anterior presidente de los Estados Unidos, Roosevelt, a finales de 1939 había dicho (con motivo de los inicios de la Segunda Guerra Mundial): "El bombardeo aéreo despiadado de civiles en poblaciones sin defensas en el transcurso de las hostilidades que han existido en medio mundo durante los últimos años, que ha producido el dolor y la muerte a millares de hombres indefensos, mujeres, y niños, han afectado a los corazones de cada hombre y mujer civilizados, y producido una profunda sacudida en la conciencia de la humanidad." En la actualidad, repartidas por distintos países, existen miles de cabezas nucleares de mucha mayor potencia que las lanzadas por Estados Unidos en Hiroshima y Nagasaki. Amnistia Internacional www.es.amnesty.org/cms/temas/pena-de-muerte Algunos Ejemplos Historicos Leopoldo II, terror del Congo La historia de Leopoldo II en el Congo (1835-1909), rey de Bélgica, es uno de los genocidios mas sangrientos que se conocen de la era moderna. Mientras en Europa se dedicaba a rodear su obra de un aureola de altruismo, defensa del libre comercio y lucha contra el comercio de esclavos, el iba dictando normas por las que expropiaba a los pueblos congoleños de todas sus tierras y recursos, e incitaba a su ejército privado, la Fuerza Pública, a someter a la población a los trabajos forzados. Si no cumplían eran asesinados, violados o en otros casos les cortaban las manos, orejas, narices, senos y los decapitaban, matándolos igual que a sus familias. Se calcula que al menos 10 millones de personas perdieron la vida entre 1885 (año de reconocimiento internacional del Libre Estado del Congo) a 1908, aunque algunos hablan incluso del doble. Leopoldo murió en el 1909, pero durante su reinado, la población del Congo se redujo de 30 a 9 millones de habitantes.
  • 16. Artículo extraído de la "Crónica Militar y Política de la Segunda Guerra Mundial" de la editorial SARPE, págs. 246-267 4. El proceso a los médicos alemanes Veintitrés científicos nazis frente a los jueces de Núremberg. La condena de los médicos-asesinos responsables de los experimentos inhumanos. El 15 de noviembre de 1946 comenzó en Nuremberg, ante el Tribunal americano número 1, presidido por el juez Beals, lo que se conoce con el nombre de "el proceso de los médicos". El juicio concluyó el 21 de agosto de 1947 y los veintitrés acusados se declararon "no culpables en el sentido de la acusación". De ellos, siete fueron condenados a la horca (Víctor Brack, Karl Brandt, Rudolf Brandt, Karl Gebhardt, Joachim Mrugowsky, Waldemar Hoven y Wolfram Sievers); cinco, a cadena perpetua (Fritz Fischer, Gerhard Rose, Oskar Schröder, Karl Genzken y Siegfried Handioser); dos a veinte años de cárcel (Hermann Becker-Freyseng y Hertha Oberhauser); uno, a quince años (Wilheim Beigiböck) y otro a diez (Helmut Poppendick). Los siete acusados restantes (Kurt Blome, Adolf Pokprny, Hans Wolfgang, Romberg, Paúl Rostock, Siegfried Ruff, Honrad Schaefer y Geirg August Weit) fueron absueltos de los cargos imputados. Según Swearingen, el fiscal general, los acusados —especialmente Brack, jefe del servicio sanitario de la Cancillería de Hitler; Karl Brandt, comisario del Reich y ministro de Sanidad: Rudolf Brandt (homónimo, pero sin parentesco con el anterior), que desempeñó el cargo de secretario personal de Himmler, y Kart Gebhardt, médico personal del Reichsfürer de las SS y presidente de la Cruz Roja alemana— "fueron responsables, cómplices, instigadores o favorecieron las empresas que (desde septiembre de 1939 a abril de 1945) preveían experimentos médicos (...) en sujetos que no habían concedido su permiso para ello, cometiendo en el transcurso de dichos experimentos homicidios, violencias, atrocidades, torturas, crueldades y otras acciones inhumanas". Los acusados, en mayor o menor grado, habían estado implicados en la "Operación Eutanasia" (eliminación de los internados en clínicas psiquiátricas, niños deformes o deficientes, etc.) y en experimentos sobre descompresión y congelación en prisioneros, sobre vacunación contra el tifus y sobre esterilizaciones en masa. Los acusados eran eminentes profesores y médicos clínicos, en hospitales y en la universidad, y
  • 17. permitieron que con ellos trabajasen personas como el Haupsturmführer Sigmund Rascher, quien en la primavera de 1941 había propuesto a Himmler la realización de experimentos sobre sujetos humanos. Este charlatán sanguinario llegó a ser amigo de Himmler, quien admiraba a la señora Rascher por haber traído al mundo tres niños a los cuarenta y ocho años de edad, con lo que se proclamó "campeona alemana de natalidad" (en la primavera de 1944, los Rascher fueron detenidos por haberse apropiado, ilegalmente, de tres niños, a los que hacían pasar por hijos suyos). Himmler intervino, destacó la importancia de las investigaciones de Rascher y ordenó la suspensión del proceso. Sin embargo, el "científico" no obtuvo la libertad. Confinado en Dachau, Rascher presumía ante los prisioneros de haber sido él el inventor de la cámara de gas y, tal vez por ello, fue ejecutado en los últimos días del Tercer Reich. EL PLIEGO DE CARGOS La denuncia se articuló en cuatro puntos. Punto 1. El plan común o la conjura: El primer punto contiene la acusación de haberse conjurado y haberse acordado ilegalmente, intencionalmente y con total conocimiento de causa para cometer, según un plan común, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad, como los definidos en la ley número 10 del Comité de Control. Puntos 2 y 3. Crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad: El segundo y tercer punto de la denuncia presentan la acusación de haber perpetrado crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad. El contenido de estos dos puntos es el mismo, con la excepción de que en el punto 2 se afirma que las acciones atribuidas a los acusados fueron cometidas "contra civiles y contra personas pertenecientes a las Fuerzas Armadas de naciones que en aquella época se encontraban en guerra con Alemania... en el ejercicio de su derecho de control en cuanto potencia beligerante", mientras que en el punto 3 se afirma que fueron cometidas "contra civiles alemanes y contra personas de otras nacionalidades". Ambos puntos se trataron y discutieron como uno solo, pero sin olvidar esta distinción. Los puntos 2 y 3 afirman, sobre todo, que desde septiembre de 1939 hasta abril de 1945 todos los acusados "ordenaron instigaron, favorecieron, fueron cómplices, dieron su consentimiento y estuvieron implicados en proyectos y empresas que preveían experimentos médicos... sin el consentimiento de los sujetos de los experimentos, en el curso de los cuales cometieron homicidios, violencias, atrocidades, torturas, crueldades y otras acciones inhumanas". Los puntos 2 y 3 concluían con la afirmación de que los crímenes y las atrocidades descritas "constituyen infracción de los acuerdos internacionales..., de las leyes y costumbres de guerra, de los principios universales que se derivan de los códigos penales de todas las naciones civilizadas, de los códigos penales de los países en que se cometieron, así como del articulo II de la ley número 10 del Comité de Control". Punto 4. Pertenencia a organizaciones criminales: El punto cuarto del pliego de cargos acusaba a Karl Brandt, Genzken, Gebhardt, Rudolf Brandt, Mrugowskv, Poppendick, Sievers, Brack, Hoven y Fischer de haber pertenecido a una organización que fue declarada criminal por el Tribunal Militar Internacional, ya que los acusados fueron,
  • 18. desde el I de septiembre de 1939, miembros de los "Escalones de protección" del Partido Nacionalsocialista alemán (comúnmente conocidos como SS), infringiendo con ello el apartado 2 (d) del artículo II de la ley número 10 del Comité de Control. La eutanasia según los nazis Otro médico que no compareció en la lista de los acusados fue el doctor Karl Clauberg, declarado muerto (en realidad, era prisionero de la Unión Soviética y regresaría sólo en 1955, para ser arrestado en Kiel, en cuya prisión se ahorcó). El 9 de diciembre de 1946, la acusación pública procedió a exponer las acusaciones contra los médicos. El juez Swearingen afirmó que en Alemania, tras el estallido de la segunda guerra mundial —tal como se desprendía de los documentos que obraban en su poder—, se habían realizado experimentos delictivos en personas de nacionalidad no alemana, en prisioneros de guerra y en civiles (incluidos judíos y los llamados "elementos asociales"), y además en gran escala y no solo en territorios del Tercer Reich. "No se trató —explicó el fiscal general-- de experimentos aislados ni de acciones ocasionales efectuadas por médicos o estudiosos que actuasen por propia iniciativa. Los experimentos eran el reaullado de una política precisa y de planes elaborados en las altas esferas gubernativas, militares v del partido nacionalsocialista y eran una parte más del afán bélico total. Fueron ordenados, aprobados, autorizados y permitidos por personas que ocupaban altos cargos (como, por ejemplo, el profesor Karl Brandt, ministro de Sanidad del Reich, teniente general de las Waffen SS y médico personal del jefe de estado alemán), que según todos los principios jurídicos tenían el deber de conocer estos hechos y de poner los medios necesarios para impedirlos o poner término a dichas experiencias". El fiscal pasó a ilustrar qué era la "Operación Eutanasia". Esta palabra, textualmente, significa la muerte misericordiosa, (buena muerte, en griego) suministrada a enfermos incurables, y, según la terminología nazi, la "supresión de vidas indignas de ser vividas". Hitler mantuvo en total secreto la "Operación Eutanasia" y nunca fue promulgada de forma oficial. Philipp Bouhler, asistido por el acusado Karl Brandt, médico personal de Hitler, fue encargado de su aplicación, con la ayuda de los servicios del Ministerio del Interior. La organización creada a tal fin tenía su sede en Berlín, en Tiergartenstrasse 4, y recibía el nombre convencional de T 4. Su jefe, el acusado Viktor Brack, ayudante de Bouhler, eligió el seudónimo de Yennerwein. Se crearon otros términos inofensivos y de apariencia totalmente anodina para enmascarar los centros de eutanasia y los servicios que dependían de ellos. Varios psiquiatras alemanes de renombre como el profesor Heyde (que se ahorcó en la cárcel poco después de su detención), Nitsche, Pfannmüller, etcétera, proporcionaron su activa y entusiástica ayuda al T-4. Otra autoridad científica, el profesor Kranz, calculaba en un millón el número de alemanes cuya eliminación era aconsejable. Las oficinas del T-4 prepararon un cuestionario que fue enviado a todos los centros psiquiátricos de Alemania. Una comisión de tres expertos, elegidos entre los médicos más destacados del T-4, debería emitir su veredicto en base a los cuestionarios que, en general, sólo registraban los datos del estado civil del enfermo y el nombre de la enfermedad. Si este diagnóstico a distancia era favorable para el enfermo, se le enviaba a una “estación de observación", donde permanecía durante unas semanas. Entonces, salvo opinión contraria del director
  • 19. de la "estación de observación" (lo cual, según el testimonio del propio Brandt en el "proceso de los médicos", no sucedía más que en el cuatro o seis por ciento de los casos), era trasladado al instituto de eutanasia propiamente dicho. Por considerar que la eutanasia era un asunto de Estado, las decisiones se tomaban sin el conocimiento de las victimas o de sus familiares. Los posteriores traslados impedían seguir el rastro del enfermo y con ello se facilitaba su desaparición silenciosa El primer centro de eutanasia se creó en Brandemburgo (Prusia), en 1939, en unos locales que habían servido como prisión. Su administración fue encargada al comisario de policía Christian Wirth. Durante 1940 se inauguraron otros cinco centros en varias regiones de Alemania. Según Brack, fueron los de Grafenech, en Wütemberg, Sonnestein, en Sajonia, Harteim, en Austria, Bern Gurg, en Turingia, y Hadamar, en Hesse. Se establecieron en propiedades abandonadas o en asilos cuyos habitantes fueron trasladados. Al principio, Wirth se limitaba a matar a los enfermos de un disparo en la nuca. Con la introducción de médicos en estos establecimientos, se adoptaron métodos especializados. Posteriormente, Brack-Yennerwein introdujo a un químico, el doctor Kallmeyer. El sistema definitivo fue el de asfixia por óxido de carbono. Su instalación era sencilla y se veía facilitada por el "movimiento" escaso de los centros de eutanasia. En cada establecimiento se aisló herméticamente un pequeño local, transformado en cámara de "duchas". En la cámara había una serie de tubos que comunicaban con los cilindros que contenían el óxido de carbono. Viktor Brack, al ser interrogado por la acusación pública, explicó: "Antes de ser conducidos, en grupos de diez o quince, dentro de la cámara de gas, los enfermos eran sometidos a inyecciones de morfina, escopolamina o se les drogaba con pastillas de somníferos. Las estaciones de eutanasia se hallaban provistas de un pequeño crematorio, donde se incineraban los cadáveres. Las familias recibían cartas estereotipadas que anunciaban el fallecimiento del enfermo por debilidad cardíaca o por pulmonía. ¿Entiende?". Desde enero de 1940 a agosto de 1941, en que se suspendió el programa de eutanasia, se exterminaron 70.273 enfermos mentales. Una sección del T-4, denominada "Comité del Reich para investigación sobre enfermedades hereditarias", se hallaba encargada de ocuparse de los niños afectados por enfermedades hereditarias graves o que padeciesen deficiencias mentales. Esta sección había iniciado sus trabajos en la misma época y la desarrollaba del mismo modo. El funcionamiento del programa de la eutanasia dependía directamente de la Cancillería personal de Hitler y no tenía nada en común con el RSHA de Himmler y de Heydrich. ¿Fue, entonces, mera casualidad que la mayor parte de las estaciones de eutanasia estuviesen situadas junto a los grandes campos de concentración? Lo que es evidente es que, desde finales del verano de 1940, la inspección de los campos de concentración se puso en contacto con el T-4 y unas "comisiones de expertos" comenzaron a efectuar selecciones periódicas entre los detenidos del campo. El acusado Karl Brandt declaró: "La fórmula cifrada '14 f. 13' que figura en los documentos relativos a estas operaciones se encuentra estrechamente unida a la ampliación del programa de la eutanasia. Según un acuerdo estricto entre Himmier y Brack-Yennerwein, las comisiones de técnicos del T-4 visitaban los campos de concentración y elegían, con la ayuda del médico del campo, a los hombres que les parecían deficientes física o mentalmente. En la práctica, un factor decisivo en la elección era la causa de la detención, en especial si se trataba de judíos, zíngaros o 'asociales'". Sin embargo, esta norma era especialmente aplicada en el caso de los judíos. Fritz Mennecke, "experto" en eutanasia, y testigo durante este proceso, explicó:
  • 20. "Los judíos no eran seleccionados por sus condiciones de salud, sino por los motivos de su detención...". Esta circunstancia volvería a confirmarla durante un diálogo en la sala con su abogado defensor. PREGUNTA.—"Bien. Usted ha dicho que se rellenaban cuestionarios para los prisioneros de los campos de concentración". RESPUESTA.— "Si". P.—"Y ha dicho también que se examinaban prisioneros políticos y judíos". R.—"Sí". P.—"¿Cuáles eran los criterios que se seguían?". R.—"Los judíos no eran juzgados por sus condiciones de salud, sino por los motivos de su detención". P.—"¿Se trataba, por lo tanto, de consideraciones políticas y raciales?". R.—"Sí", P.—"¿Quién le ordenó actuar con dicho criterio?". R.—"Fueron varias personas. El procedimiento fue aconsejado por el profesor Nitsche, así como por el profesor Heyde y por el propio acusado, Viktor Brack". P.—"¿Y no se trataba de una ruptura total con lo que anteriormente se había dicho?". R.—"Sí. Por lo menos no tenia nada que ver con la eutanasia de los enfermos mentales". P.—"¿Cuándo fue la primera vez que se aplicaron los criterios raciales y políticos? ¿Fue en la época de su primera visita a un campo de concentración?". R.—"No". P.—"Entonces, ¿cuándo fue?". R.—"Creo que fue en Buchenwald, o tal vez en Dachau". P.—"Y anteriormente ¿cómo se procedía? ¿Cuál era su misión en los campos de concentración?". R.—"Visitar a los prisioneros que presentaban y diagnosticar las psicosis y las psicopatías". P.—"Al principio, por tanto, se trataba de una cuestión de enfermedades mentales". R.—"De una cuestión médica". P.—"Y luego pasó a ser una cuestión política y racial". R.—"Sí. Es decir, luego, junto a la cuestión política y racial, yo debía dar siempre un juicio médico". P.—"¿Quiere usted decir que había dos tipos de casos, enfermos mentales que había que juzgar desde el punto de vista médico y personas que eran juzgadas desde el punto de vista político y racial?". R.—"Sobre esto ya me he pronunciado, en el sentido de que no eran enfermos mentales
  • 21. ni de ningún otro tipo". P.—"Pero usted rellenaba los cuestionarios...". R.—"Sí. Eso es lo que querían en Berlín". P.—"¿Y quién juzgaba los cuestionarios?". R.—'No lo sé". P.—"¿Pensaba que, después de usted, otro médico procedía a valorarlos?". R.—"No sé qué podría haber valorado un médico en los cuestionarios de los judíos...". Las pruebas de vacunación de treinta gitanos Texto de una carta encontrada en el despacho del acusado Joachim Mrugowsky, jefe del Instituto de Higiene de las Waffen-SS, que luego seria condenado a muerte: Disposición: 21 de febrero de 1944 C 4 D. Al Reichsarzt de las SS y de la Policía, el jefe del Servicio de Higiene Berlín- Zehlendorf, Spanische Altee 10 Copia a: Reichsarzt SS y Policía. El jefe de la Dirección de las SS, SS- Obergruppenfüh rer y general de las Waffen-SS Pohl, comunica que acepta la solicitud de efectuar pruebas de la eficacia profiláctica de una vacuna danesa sobre 30 internados. Los experimentos, sin embargo, sólo deberán realizarse sobre gitanos. Para ello serán trasladados a Buchenwald treinta gitanos idóneos, y enviados al Instituto de Investigación de Enfermedades producidas por Virus. El jefe de Sanidad en la Dirección económico-administrativa de las SS y jefe del Departamento D III. Firmado: Calling, SS Standartenführer. Se envió copia el 21-2-44 al SS-Staf. Doctor Mrugowsky. Esta comunicación, como otras muchas, tendría un trágico fin. Tal como puede verse en el mensaje siguiente, un grupo de treinta gitanos fue trasladado a Buchenwald, donde se le utilizó para el experimento citado. Como era de esperar, el experimento no dio ningún resultado satisfactorio. El diario de la muerte Extraído del diario de las actividades del acusado Waldemar Hoven, médico del Lager de Buchenwald, quien seria condenado a la horca. El diario se refiere a la época comprendida entre el 8 de marzo y el 3 de junio de 1944 y se incluyó como prueba en el "proceso de los médicos" con la denominación de Documento NO.-265: "8 de marzo de 1944-18 de marzo de 1944. A propuesta del médico mayor de la Luftwaffe, profesor Rose, la vacuna 'Copenhagen' (vacuna de Ipsen), producida con hígado de rata por el Instituto Sueroterápico Estatal de Copenhague, ha sido probada en seres humanos para verificar su eficacia profiláctica. Se inyectó en 20 personas, con
  • 22. inyección intramuscular en el musculus glutaeus max., en dosis de 0,5 cc, el día 8.3.44, 0,5 cc, el día 13.3.44 y 1,0 cc, el 18.3.44. Para el control y comparación se emplearon 10 personas. De las 30 personas, 4 fallecieron antes de la infección artificial por enfermedades contagiosas. Los demás sujetos del experimento fueron infectados el 16.4.44 mediante una inyección subcutánea de 1/20 cc, de sangre fresca de enfermos de tifus. Enfermaron: a) entre los vacunados, 17 individuos, 9 de ellos no muy graves y 8 graves. b) entre los no vacunados, 9 individuos, 2 de ellos no muy graves y 7 graves. 2 de junio de 1944. La serie de experimentos ha concluido. 13 de junio de 1944. Preparados y enviados a Berlín los gráficos y los datos biográficos de los enfermos. Fallecidos: 6 (3 'Copenhagen') (Control 3°)". Firmado: Doctor Ding SS-Sturmbannführer Orden de Bouhler de llevar a cabo la operación T4 de eutanasia
  • 23.
  • 24. Tiergartenstrasse 4 "Para los judíos no es necesario el examen..." El fiscal general, en el transcurso de la misma sesión, mostró la copia de una carta que Mennecke había escrito desde Buchenwald a su esposa Matilde, el 25 de febrero de 1941, en la que explicaba cómo trabajaba la comisión. La carta, entre otras cosas, decía: "... Hemos continuado nuestros exámenes hasta las 16 horas. Yo examiné ciento cinco pacientes y Müller setenta y ocho, por lo que hemos rellenado ciento ochenta y tres cuestionarios. En el segundo grupo había mil doscientos judíos, que no tenemos que examinar, pues es suficiente con extractar de sus expedientes (¡enormes!) las razones de su detención y copiarlas en el cuestionario. Se trata de un trabajo puramente teórico, que nos ocupará hasta el lunes. De este segundo grupo yo he trascrito diecisiete casos y Müller quince, después de lo cual hemos 'tirado las herramientas' y nos hemos ido a comer... Seguimos con el mismo trabajo y el mismo programa. Después de los judíos viene un grupo de trescientos arios, que hay que examinar. Así que estaremos ocupados hasta el fin de semana próxima. Luego, volveremos a casa". La polémica suscitada en toda Alemania —especialmente por la Iglesia Católica y por la Protestante— sobre las indicaciones sobre la eutanasia fue muy grande. En 1941, el obispo de Limburg advertía al Ministro de Justicia que "los niños, cuando se pelean, se dicen: '¡Estás loco y te llevarán a los hornos de Hadamar''. Los jóvenes que no quieren casarse dicen: '¿Casarme? ¡Ni en sueños! ¿Para qué?¿para traer al mundo unos hijos a los que les va a tocar ese trato?'. Los viejos suplican que no les lleven a los asilos, porque creen que ello significa, muy pronto, la muerte". Hitler, en agosto de 1941, fingió detener los procedimientos de eutanasia. Bouhler y Brandt recibieron su promesa de que sólo se trataba de una suspensión temporal y de que el programa se volvería a iniciar tras el fin de la guerra. Por ello, se mantuvieron las instalaciones del T-4 y continuó el envió de cuestionarios. Brack no ordeno hasta el invierno de 1944 la demolición de las estaciones de eutanasia.
  • 25. En lo que se refiere al personal de T-4, se integró en los servicios sanitarios del frente ruso durante el invierno de 1941. En 1939 tuvo lugar una segunda experiencia para los acusados en "proceso de los médicos". Se trataba de los primeros experimentos médicos que se recuerden en los que se requería el empleo de hombres procedentes de los campos de concentración. Agentes químicos como la iperita o el fosgeno eran aplicados en la piel de los prisioneros elegidos y se observaban y fotografiaban los síntomas, hasta que morían. Los informes sobre sus observaciones eran enviados a Himmler, quien ordenó la realización de otros experimentos, en una escala más amplia. Más tarde, en 1942, se produciría incluso un debate para decidir si había que pagar o no a los prisioneros empleados en estos experimentos. Uno de los médicos, ofendido por la idea, escribió en un informe: "Cuando pienso en nuestro trabajo de investigación militar, desarrollado en el campo de concentración de Dachau, debo llamar la atención sobre la generosa comprensión hacia nuestra labor y sobre la cooperación que recibimos. Nunca se habló de pagar a los prisioneros. Al parecer, en el campo de Natzweiler se está tratando de obtener todo el dinero posible de este asunto". Según uno de los testigos, los sujetos sufrían horriblemente y "resultaba difícil estar cerca de ellos". A pesar de ello, para demostrar su buena voluntad al Reichsführer de las SS, los prisioneros de Buchenwald le enviaron como regalo de Navidad un juego de mesa en mármol verde, realizado en el taller de escultura del campo, donde los prisioneros-artistas producían objetos artísticos para las SS. "Estamos preparados para la esterilización en masa" La acusación pública dio lectura a una sobrecogedora declaración de una mujer polaca, Koes Paeskizes, internada en el campo de concentración de Ravensbrück desde el 23 de septiembre de 1941 al 28 de abril de 1945. Su relato se refería a los experimentos que el equipo del doctor Clauberg realizó en mujeres prisioneras para obtener la esterilización en masa. Clauberg, el 7 de junio de 1943, escribió una carta a Himmler —carta que fue presentada como prueba de la acusación— en la que decía: "El método que he descubierto para esterilizar el organismo femenino sin operación ya está casi a punto. Consiste en una inyección en la entrada del útero, que puede realizarse en el curso de una visita ginecológica normal, visita que puede realizar cualquier médico. Al decir que el método se halla 'casi a punto' quiero decir que: 1) únicamente hay que perfeccionarlo un poco, 2) ya puede ser adoptado, sustituyendo a las operaciones eugénicas normales. Hace un año que Ud. me preguntó cuanto tiempo se tardaría en esterilizar 1.000 mujeres con este sistema. Ya puedo dar un cálculo aproximado y creo que, si mis investigaciones continúan dando los frutos que han dado hasta el momento (y no hay motivo para pensar lo contrario), no está lejos el día en que un médico especializado, con diez ayudantes (el número de éstos dependerá del ritmo deseado), esterilice varios centenares, tal vez mil mujeres al día". Este es el relato de la testigo Paeskizes: Testigo: "Fui conducida fuera de la celda por un vigilante y entregada a un SS, quien me dijo que no me harían daño y me hizo
  • 26. echarme en una cama". Fiscal: "¿Qué ocurrió después?". Testigo: "Me arrojaron éter en la cara". Fiscal: "¿Trató de defenderse?". Testigo; "Sí, traté de defenderme hasta el final, pero los hombres eran más fuertes que yo". Fiscal: "Y a continuación perdió el conocimiento". Testigo: "Sí". Fiscal: "Cuando despertó, ¿dónde estaba?". Testigo: "En una celda con mi hermana, que también había sido operada". Fiscal: "¿Era la misma celda de la que la habían sacado?". Testigo: "No. Era otra celda del mismo bunker", Fiscal: "¿Comprobó si le habían hecho la operación?". Testigo: "Vi que mis piernas estaban sujetas con abrazaderas metálicas". Fiscal: "¿Cuánto tiempo permaneció en el bunker, después de la operación?". Testigo: "Dos semanas, aproximadamente". Fiscal: "¿Tenía dolores?". Testigo: "Poco después de despertar tuve dolores casi insoportables en las dos piernas". Fiscal: ".¿Le dieron algo para aliviar los dolores?". Testigo: "Nada. Ni inyecciones ni ningún otro medicamento", Fiscal: "¿Le preguntaron si quería ser trasladada al hospital?". Testigo: "No". Fiscal: "¿Acudían a su celda las mujeres de las SS?". Testigo: "Sólo venía la mujer que dirigía el bunker". El fiscal continuó con la declaración jurada de una polaca internada en Ravensbrück, Gustava Winkowska: "Llegó un médico de Auschwitz y permaneció en el campo durante una semana, más o menos. Durante ese tiempo no hizo otra cosa que esterilizar a niños gitanos, sin utilizar más que los rayos X, sin narcóticos. Tras la esterilización, los niños salían llorando, y preguntaban a sus madres qué les habían hecho...". A su vez, la doctora Zdenka Nedvedova-Nejedla, internada en el campo de Ravensbrück, donde trabajó como médico de los prisioneros, dijo a los jueces: "Vi prisioneras gitanas que entraban en la sala de rayos X y salían tras haber sido esterilizadas con un método anteriormente utilizado en Auschwitz. Este método consistía en inyectar en el útero un líquido cáustico, muy probablemente nitrato de plata, y una sustancia de contraste, para poder controlar el resultado con los rayos X. A todas las pacientes, tras la esterilización, se les hacía una radiografía. Pude
  • 27. examinar estas placas con la doctora Mlada Traufova y puedo asegurar que en todos los casos el líquido había penetrado hasta los ovarios. En algunos casos había llegado hasta la cavidad abdominal. La narcosis sólo se aplicó en la última decena de mujeres". Cómo esterilizar 3000-4000 personas en un día Lo que transcribimos a continuación fue escrito a Himmler por el doctor Víctor Brack, miembro de la Cancillería personal de Hitler, quien había dirigido anteriormente el programa de la eutanasia. Cancillería del Führer. Asunto Secreto del Estado-Berlín. 28 de marzo de 1941. Señor Reichsführer, Le adjunto un informe con el resultado de las investigaciones referentes a la posibilidad de esterilización y castración con rayos X. Ruégale me haga saber las iniciativas que debo emprender en relación con este asunto, en el plano teórico o en el práctico. Heil Hitler! Firmado: Brack. Informe de las experiencias de castración con rayos X. Los experimentos realizados en este campo han concluido y ha sido posible obtener los resultados que a continuación se refieren, que son científicamente seguros. A los elementos que haya que esterilizar definitivamente hay que aplicar tratamientos de rayos X de tal intensidad que produzcan la castración con todas sus consecuencias. Fuertes dosis de rayos X destruyen la secreción interna de los ovarios y testículos. Con dosis menores sólo se obtendría la suspensión temporal de la potencia sexual. Entre los efectos de las radiaciones hay que destacar la interrupción de las reglas menstruales, los fenómenos climatéricos, las modificaciones del sistema pilífero y del metabolismo, etcétera, así como otros fenómenos que presentan indudables inconvenientes. La dosis puede efectuarse de varias maneras y sin que el sujeto se dé cuenta de ello. Para los hombres, la fuente de radiación debe poseer una potencia de 500 a 600 r.; para las mujeres, de 300 a 350 r. En principio, con un máximo de intensidad y mínimo espesor del filtro, bastaría con un tiempo de exposición de dos minutos para los hombres y tres para las mujeres, sobre todo si el sujeto se halla a poca distancia del centro de irradiación. Este procedimiento presenta el inconveniente de que es imposible proteger con pantalla de plomo las demás partes del cuerpo sin que el sujeto se dé cuenta. Sin esta protección se producen quemaduras en los tejidos somáticos próximos, quemaduras más o menos graves en los días y semanas siguientes al tratamiento, según la intensidad de la radiación y la sensibilidad del individuo. En la práctica se podría adoptar el sistema, por ejemplo, de convocar a los elementos que hay que tratar ante una ventanilla para rellenar unos formularios o responder a unas preguntas, entreteniéndoles durante dos o tres minutos. El funcionario de la ventanilla regulará el aparato de rayos mediante un mando que pusiese en funcionamiento, de forma simultánea, ambos tubos (la irradiación debe ser bilateral). De este modo, con un dispositivo de dos tubos, se podría esterilizar de 150 a 200 personas en un día; y con veinte dispositivos análogos, de 3.000 a 4.000 personas en un día, Al parecer no se prevén deportaciones por un número mayor de personas al
  • 28. día. El costo de un dispositivo de este género alcanzaría los 20.000 ó 30.000 marcos. A ello habría que añadir los gastos de transformación del inmueble, dada la necesidad de instalación de medidas de seguridad para el funcionario del servicio. Para concluir, puedo afirmar que, gracias a este procedimiento, la técnica de los rayos X permite dar comienzo en la actualidad a una esterilización en masa. Sin embargo, es imposible someter a los interesados a este tratamiento sin que, tarde o temprano, puedan llegar a la certeza de haber sido castrados o esterilizados mediante rayos X. Firmado: Brack. Una carta de Himmler Cuartel General del Führer. 10-7-42. El Reichsführer-SS Estado Mayor Personal Asunto secreto número 66/42 Dr./Bra. Práctica secreta del Estado 6 copias 6.a copia Profesor Clauberg, Königshütte. Ilustre profesor: El Reichsführer me ha encargado en el día de hoy que le escriba transmitiéndole su deseo de que se decida, previo acuerdo con el SS-Obergruppenführer Pohl y el médico del campo de concentración femenino de Ravensbrück, a trasladarse a Ravensbrück para efectuar, según su método, la esterilización de mujeres judías. Antes de empezar su trabajo, el Reichsführer le ruega tenga a bien comunicarle cuánto tiempo se necesitaría para la esterilización de 1.000 mujeres judías. Las mujeres judías no deben saber nada de este asunto. Según la opinión del Reichsführer, usted podría practicar sus inyecciones en el transcurso de una visita general. La eficacia de la esterilización ha de demostrarse mediante numerosos experimentos: al cabo de un determinado período de tiempo, que usted debe fijar, se establecerá, tal vez mediante radiografías, qué cambios se han registrado. En algunos casos podría hacerse también un experimento práctico, que consistiría en recluir juntos y durante cierto tiempo a un judío y una judía y observar los resultados. Me permito pedirle su opinión para poder informar de ella al Reichsführer-SS. Heil Hitler! Fdo.: Brandt SS-Obersturmbannführer LOS EXPERIMENTOS SOBRE MUJERES EN EL "BLOQUE 10" DE AUSCHWITZ
  • 29. 1 testigo Apellido y nombre: Benguigui, Fortunée, nacida Chouraqui. Fecha de nacimiento: 30 de abril de 1904. Dirección: 10, rué Ratisbonne, Oran (Argelia), domicilio del doctor Chouraqui. Fecha de deportación: 31 de julio de 1943. Número: 52.301. En el bloque 10: desde el 2 de agosto de 1943. Declaración: Por orden del profesor Clauberg fui sometida el 10 de agosto de 1943 al primer experimento. El doctor Samuel fue obligado a extirparme, mediante operación, el cuello del útero. Después, sin anestesia de ningún tipo, el profesor Clauberg me practicó repetidas inyecciones muy dolorosos. Durante el tratamiento me sujetaban las manos y pies y me tapaban la boca. Después de las inyecciones tuve terribles dolores en el bajo vientre y permanecí en mi cama casi sin conocimiento. Además, para que no me castigaran, tenía que acudir a las llamadas y seguir las órdenes y trabajar. El profesor Clauberg era terrible y carecía de toda piedad. Era un monstruo. Lo digo sin odio y juro que, desde sus experimentos, soy estéril y tengo frecuentes hemorragias. 2 testigo Apellido y nombre: Chopfenberg, Chana. Fecha y lugar de nacimiento: 10 de julio de 1907, Varsovia (Polonia). Dirección: 26 Boulevard Beaumarchais, París XI. Número: 50.344. En el bloque 10: desde el 21 de julio de 1943 al 18 de enero de 1945. Declaración: El profesor Clauberg me sometió a cuatro inyecciones, dos pruebas de sangre y otros experimentos en el bajo vientre, sobre todo en el útero. No sé lo que me hacían, porque me vendaban los ojos y me amenazaban con matarme si gritaba. Pese a los grandes dolores, después de cada experimento tenía que regresar al trabajo, cantando y con una sonrisa en los labios. Desde la época de mi liberación he permanecido siempre en cama o sometida a tratamientos, a causa de los experimentos del profesor Clauberg. El profesor Clauberg no veía en nosotros a seres humanos, nos trataba como animales y sólo nos llamaba por nuestro número. Si no se cumplían sus órdenes, se nos arrebataba el escaso alimento y éramos tratados a patadas durante días. 3 testigo Apellido y nombre: Spanjaard, Ima Schalom Sara, nacida van Esso. Fecha de nacimiento: 9 de octubre de 1920. Dirección: Haarlem, Paviljoenslaan, 11 (Holanda). Fecha de deportación: desde marzo de 1943 hasta el 18 de enero de 1945. Declaración: Durante la guerra traté de refugiarme en Suiza para escapar así a la persecución nazi. Sin embargo, fui detenida en Bélgica y, en marzo de 1943, deportada a Auschwitz, junto a mujeres de origen judío residentes en Bélgica. Al llegar a Auschwitz fui elegida con otras mujeres y conducida al bloque experimental del profesor Clauberg. En este bloque se encontraban numerosas mujeres de diversas nacionalidades y de origen judío. Sobre ellas se realizaban los experimentos más variados. Tuve la suerte de ser encuadrada en el personal del bloque. Mi estado de salud ha sufrido enormemente a causa del confinamiento. Uno de los experimentos realizados con más frecuencia era la inyección de un líquido en el útero. Este experimento se repetía hasta tres veces en la misma mujer. Después, evidentemente, ya
  • 30. no eran adecuadas para posteriores experimentos de este tipo. Con frecuencia, estas mujeres eran enviadas a Birkenau. Al principio, las inyecciones las ponía el propio doctor Clauberg; luego lo hacía un tal doctor Goebel u otro ayudante. LOS EXPERIMENTOS A GRAN ALTURA Dos acusados en el "proceso de los médicos" —Siegfried Ruff y Hans Wolfgang Romberg— escribieron este informe "secreto y en tres copias", con fecha de 28 de julio de 1942, titulado "Informe sobre experimentos a gran altura", experimentos que se llevaron a cabo en internados del campo de concentración de Dachau ("en los experimentos que se describen —escribía el doctor Sigmund Rascher— se utilizaron judíos criminales de profesión, que deshonraban a su raza"). Reproducimos algunos párrafos del informe de los médicos- asesinos de las SS y de la Luftwaffe: "Con un avión provisto de cabina de presión regulable, el hombre puede alcanzar, al menos en teoría, cualquier altitud. Sin embargo, hay que estudiar qué consecuencias tendría para el hombre la destrucción de la cabina, ya que se vería sometido, en pocos segundos, a una baja presión atmosférica y a una ausencia de oxígeno debida a la gran altitud. Especial interés práctico merece saber desde qué altitud y con qué medios se puede salvar la tripulación. En el presente experimento referiremos ciertos experimentos en los que, creando determinadas condiciones, se han estudiado varias posibilidades de salvamento. Dada la urgencia de resolver este problema práctico, y dadas sobre todo las condiciones en que se han realizado los experimentos, renunciamos de momento a ilustrar exhaustivamente ciertas cuestiones de carácter estrictamente científico (...). Se realizaron un gran número de experimentos de lanzamiento desde 15 km., habiéndose podido constatar que a dicha altitud se llega, si no se supera, al límite de posibilidades prácticas de salvación de alguien que se encontrase ante una emergencia. Tras un ascenso lo más rápido posible con bombona de oxígeno, una vez alcanzada la altitud de 15 km, se les quita la máscara y comienza el descenso. Por tratarse de experimentos típicos, describimos uno de ellos: Km. 15: Se quita la máscara, violentos vértigos, convulsiones. Km. 14,5/30": Espasmos tetánicos. Km. 14,3/45": Brazos rígidos extendidos hacia delante, posición de agarrar algo, piernas rígidas y separadas. Km. 13,711'20": Espasmos tetánicos. Km. 13,2/1 '50": Respiración convulsa y agónica. Km. 12,2/3': Disnea, flaccidez. Km. 7,2/10': Agitación de las extremidades de manera incoordinada. Km. 6/12': Convulsiones, gemidos. Km. 5,5/13': Grita en voz alta. Km. 2,9/18': Continúa gritando, agita convulsamente los brazos y las piernas y la cabeza le cae hacia delante. Km. 2-1/20 '-24 '30": Grita de vez en cuando, hace muecas, se muerde la lengua. 0 m.: No se le puede hablar, parece totalmente destruido psíquicamente (llegado al suelo). 5 minutos: Reacciona por vez primera a las llamadas.
  • 31. 7 minutos: A la orden de levantarse trata de obedecer y dice la frase estereotipada: 'No, por favor'. 9 minutos: Se alza cumpliendo una orden, fuerte ataxia y responde todas las preguntas con la frase: 'Un momento'. Trata desesperadamente de recordar su fecha de nacimiento. 10 minutos: Típica estereotipia de posición y movimiento (catatonia), murmura números por su cuenta. 11 minutos: Mantiene la cabeza girada hacia la derecha, con espasmos. Trata de responder la primera pregunta sobre su fecha de nacimiento. 12 minutos: Preguntas del sujeto: '¿Le corto un trozo?' (profesión en la vida civil: comerciante de una tienda de alimentación). '¿Puedo respirar?'. 'Sí'. Respira profundamente y dice: '¡Oh, gracias!'. 15 minutos: A la orden de moverse, camina y dice: '¡Oh, gracias!'. 17 minutos: Dice su nombre y que ha nacido en 1928 (verdadera fecha de nacimiento: 1-11-1908). Experimentador: '¿ Dónde?'. 'Hacia 1928'. '¿Profesión?'. '28... 1928'. 18 minutos: '¿Puedo respirar?'. 'Ahora está mejor'. 25 minutos: Sigue preguntando constantemente: '¿Puedo respirar?'. 26 minutos: No ve nada y tropieza contra la contraventana, iluminada por el sol, haciéndose un hematoma en la frente, y dice: 'Perdone'. Ninguna manifestación de dolor. 30 minutos: Recuerda su nombre y lugar de nacimiento. Se le pregunta qué día es y responde: '1-11-28'. Temblor de piernas; continúa el estado de estupor, no se asusta ante el ruido de un disparo. No percibe aún los objetos oscuros, contra los que tropieza. Percibe la luz clara. Recuerda su profesión. Todavía está desorientado espacialmente. 37 minutos: Reacciona ante estímulo doloroso. 40 minutos; Comienza a distinguir. Cae siempre en los estereotipos verbales del principio. 50 minutos: Orientado espacialmente. 75 minutos: Desorientado temporalmente, amnesia de tres días. 24 horas: Regresa a la normalidad. No recuerda nada del experimento. Todos los demás experimentos desde 15 km. de altura se desarrollaron en manera análoga al aquí descrito". Estos "experimentos", en teoría, deberían haber permitido la realización de nuevos sistemas de salvamento para el personal de vuelo de la Luftwaffe, pero, en la práctica, no fueron otra cosa que crueldades gratuitas sobre seres humanos. Tras la autopsia, el corazón seguía latiendo También fueron sobrecogedoras las declaraciones sobre los experimentos de altas cotas y de congelación, declaraciones efectuadas por el testigo Walter Neff. quien, por entonces (1942) se hallaba recluido en el campo de concentración de Dachau. Fiscal: "¿Cuántos fueron, según usted, los prisioneros sometidos a los experimentos del doctor Rascher y del acusado Romberg?". Neff: "De 180 a 200". Fiscal: "¿De qué nacionalidad eran?". Neff: "De todo un poco. pero, sobre todo, rusos, polacos, alemanes y judíos".
  • 32. Fiscal: "¿Cuántos murieron?". Neff: "En total no sé. En los experimentos de vuelo a gran altura los muertos fueron 70 u 80". Fiscal: "Según un documento de las SS, se trataba de condenados a muerte...". Neff: "Entre aquellas personas, al menos cuarenta no estaban condenadas a muerte". Fiscal: "¿Es cierto que usted, tras ser designado ayudante de Rascher y Romberg, asistió a algunas autopsias?". Neff: "Es cierto. Durante una autopsia, tras abrir el tórax y el cráneo, pude comprobar cómo el corazón seguía latiendo. Lo sé porque fui yo quien tuvo que llevar el electrocardiógrafo a la sala de disección para registrar estos latidos. Esta experiencia costaría luego muchas vidas humanas, ya que trataron de probar bastantes veces cuánto tiempo puede seguir latiendo el corazón de una persona diseccionada". Fiscal: "¿Fueron éstos los únicos experimentos a los que asistió el testigo?". Neff: "No. También vi los de la congelación. Había personas que permanecían al aire libre, y desnudas, desde las 6 de la tarde a las 9 de la mañana". Fiscal: "Se asegura que la temperatura más baja alcanzada fue de — 25°". Neff: "Sí. Al principio, Rascher prohibió que se narcotizase a los sujetos, pero gritaban tanto que Rascher no tuvo más remedio que proceder a la narcosis". Fiscal: "En su declaración previa, usted asegura que asistió al 'más malvado experimento que se haya realizado nunca'. ¿Puede relatarlo al Tribunal?". Neff: "Recuerdo que sacaron del bunker a dos oficiales rusos, con los que teníamos prohibido hablar. Serían las 4 de la tarde. Rascher ordenó que se desnudaran y les hizo entrar en la pileta. Al cabo de dos o tres horas, y aunque normalmente la narcosis por frío tiene lugar tras una hora, ambos prisioneros seguían conscientes. Todos los intentos para persuadir a Rascher de que les inyectase un narcótico fueron vanos. Tras unas tres horas, uno de los oficiales dijo al otro: 'Camarada, di al oficial que nos dispare'. El otro respondió que de aquel perro fascista no había que esperar ninguna compasión. A continuación se dieron la mano y se dijeron 'Adiós, camarada...'. Después de estas palabras que un joven polaco tradujo tratando de cambiarlas un poco, Rascher volvió a su despacho. El polaco trató de narcotizarlos con cloroformo, pero Rascher volvió, nos amenazó con su pistola y nos impidió que nos acercáramos otra vez a las victimas. El experimento duró cinco horas, hasta que murieron. Los cadáveres fueron enviados a Munich, para que hicieran la autopsia en el hospital Schwabinger". Los acusados implicados en estos experimentos —como Ruff y Romberg— cargaron todas las culpas sobre Rascher que, al estar muerto, no podía defenderse. Romberg, al ser interrogado por la acusación, relató que cuando Rascher, por criminal inconsciencia, dejó morir a un prisionero en la cámara de descompresión, él decidió ir a Berlín para informar a sus superiores. Fiscal: "¿Y qué ocurrió?". Romberg: "Prácticamente nada. Ruff y yo lo discutimos pero, dado que Rascher había realizado aquel experimento por encargo de Himmler, y sobre un hombre condenado a muerte, no veíamos ninguna posibilidad de hacerlo renunciar mediante una denuncia
  • 33. oficial". Fiscal: "¿Qué hacia usted cuando tenían lugar estas muertes? ¿Se limitaba a observar desde su ventanilla, o tenía que hacer funcionar algún aparato para Rascher?". Romberg: "No. Ya he dicho que cuando se produjo la primera muerte me encontraba mirando el electrocardiograma, el punto en que la actividad cardíaca...". Fiscal: "Usted estudiaba el electrocardiograma y trabajaba con Rascher por órdenes de Ruff. ¿Fue con Rascher con quien trabajó en este experimento y estudió el electrocardiograma?". Romberg: "No. No es que yo trabajase con Rascher. Lo que ocurrió fue lo siguiente: durante el experimento dirigí una ojeada, casualmente, al electrocardiograma. Cuando vi que se había alcanzado el punto crítico, un punto en el que yo, de haber estado en su lugar, habría interrumpido el experimento, se lo dije a Rascher". Fiscal: "Cuando se alcanzaba el punto critico, ¿qué había que hacer para interrumpir el experimento? Supongamos que usted se hallase ante el cuadro de mandos de Rascher para la cámara de descompresión. Al ver que el electrocardiograma indicaba que se había llegado al punto crítico, al punto mortal, ¿qué podría haber hecho usted, de ser el experimentador, para interrumpir la prueba y salvar la muerte del sujeto? ¿Cuál habría sido el método más rápido? ¿Abrir una válvula?... Se trata de una pregunta sencilla y puede contestarme con dos palabras... ¿Habría girado una manivela, apretado un botón, girado un interruptor, habría abierto una válvula?... En resumen, ¿qué podría haber hecho para salvarlo?". Romberg: "¿Quiere usted decir, si hubiese sido yo el director del experimento? ¿No?". Fiscal: "... Repito: ¿qué se habría podido hacer para interrumpir el experimento en este punto crítico? ¿Qué habría hecho con los instrumentos para evitar que el sujeto muriera? ¿Existía algún mecanismo especial que pudiese accionar usted?". Romberg: "Rascher controlaba la válvula de regulación de presión. Para elevar la presión tendría que haberlo girado". Fiscal: "Bien. Y en lo que respecta a la cámara de descompresión, usted sabía cómo funcionaban todos sus instrumentos, ¿no es cierto? Lo sabía usted perfectamente, ¿no?". Romberg: "Sí". Fiscal: "¿Y no los utilizó usted para hacer experimentos?". Romberg: "Sí". Fiscal: "¿Se trataba de un equipo como el del Instituto de Medicina Aérea?". Romberg: "Si, y estuve allí con Ruff. Fiscal: "Al mirar el electrocardiograma usted pudo constatar que aquella vez el sujeto encerrado en una cámara especial había alcanzado una descompresión que podía provocarle la muerte. ¿Se debía a su experiencia en el campo de la Medicina Aérea?". Romberg: "No sabía cuándo se produciría la muerte, dado que nunca había visto morir a nadie en altas cotas. Ya he dicho que si hubiera sido yo el director del experimento, habría interrumpido el mismo ".