2. Nació en Sevilla en 1898, pero su infancia la vivió en
Málaga, su "ciudad del paraíso", hasta 1909, año en el
que su familia se trasladó a Madrid, lugar en el que
residiría hasta su muerte. Allí cursó la carrera de
Derecho y la de Intendente Mercantil, que terminaría en
1919. Trabajó como profesor en la Escuela Central de
Comercio y más tarde en los Ferrocarriles Andaluces.
3. Si algo acompañó a Vicente Aleixandre durante toda su
existencia fue una salud muy débil. Así en 1925 su vida
profesional se truncó ante la aparición de una grave
enfermedad renal que lo obligó, tranquila y retirada. Este hecho
tuvo una gran importancia en su vida literaria desde entonces,
a mantener una vida; se podría decir que fue su nacimiento
como poeta, el hecho que desencadenó que expresara sus
pensamientos y sus sentimientos a través de la poesía, que
buscara reafirmar con las letras lo que la sociedad le negaba al
sentirse un hombre disminuido e inactivo físicamente. Ya que lo
consideraban el poeta más puro de la generación del 27,
Aleixandre tiene calidades poéticas, dada su sensibilidad, el
trazo exquisito y cuidado, el dominio sobre la tersura
gramatical del lenguaje.
4. Su creatividad desembocó en una renovación de la poesía española, que
aún dura hasta nuestros días. Sus libros Espadas como labios
(1932), o Pasión de la tierra (1935) son un buen ejemplo de ello.
Otra obra como Sombra del paraíso (1944) nos presenta a un poeta
más nostálgico; nostálgico por ese paraíso perdido, por esa vida
fuera de la vida, buscando la vida. En Historia del corazón (1954),
el interés del poeta se centra en el propio hombre y su carácter
temporal. Finalmente, su última etapa poética, tiene un marcado
carácter filosófico, y escribe obras como los Poemas de la
consumación (1969), con el que consigue el Premio de la Crítica, y
los Diálogos del conocimiento (1974), y desde 1949 fue miembro de
la Real Academia Española, y en 1977 recibe el Premio Nobel de
Literatura. Murió en 1984.
5. POEMA
Todo pasa.
La realidad transcurre
como un pájaro alegre.
Me lleva entre sus alas
como pluma ligera.
Me arrebata a la sombra, a la luz, al divino contagio.
Me hace pluma ilusoria
que cuando pasa ignora el mar que al fin ha podido:
esas aguas espesas que como labios negros ya borran
lo distinto.