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RUDIMENTOS DE LA CONDUCTA
                                               Basado en: La Ciencia de la Vida
                                                                 De H.G. Wells
                                                                 Julian Huxley
                                                                  y G.P. Wells

                                                       Por Javier Avila Guzmán
                                                            UNAM FES Acatlán
                                                                 Enero de 2012



   Cuando estudiamos a los seres vivos, observamos que la vida es una conducta
o más bien, una serie de conductas que, en la medida en que ascendemos en la
escala evolutiva, no son una mera sucesión de movimientos espontáneos, sino
cada vez más el producto de percepciones, sensaciones y sentimientos es decir,
de emociones, ideas y pensamientos.

    Todas las formas de vida reaccionan ante las condiciones de su ambiente, pero
en qué momento esas reacciones se convierten en acciones producto de la
relación triádica entre sensación, pensamiento y acción. Tal situación supone la
existencia de una mente consciente que es principalmente --aunque no
únicamente-- humana. Si bien, en este tríángulo están presentes percepción,
sensación y acción y esto sucede tanto en un paramecium como en el hombre,
esto no nos debe hacer suponer que una amiba es autoconsciente, piensa y es
inteligente.

   Debemos empezar considerando que esta capacidad exquisita de adaptación
de los seres vivos a las condiciones y circunstancias de su entorno, van desde el
automatismo más simple hasta los procesos mentales conscientes y deliberados
del ser humano, presentando a lo largo de la escala evolutiva diferentes grados de
determinación y libertad.

   Para comprender este primer nivel reactivo y rudimentario conviene empezar
por revisar la irritabilidad de órganos y músculos. Recordemos el famoso
experimento de las ancas de rana en el laboratorio de biología de la secundaria, el
cual consistía en desprender un anca del cuerpo de la rana muerta, extremidad
que no obstante sigue en apariencia viva si se conserva en condiciones
adecuadas de temperatura y humedad. Observamos entonces que, si se pincha el
músculo, éste se estremecerá encogiéndose repentinamente; la misma reacción
se obtendrá aplicando una débil corriente eléctrica o cierta substancia química.
Igual sucede si esto lo aplicamos ya no directamente al músculo, sino al nervio
que lo controla, con lo cual se demuestra esta cualidad de receptibidad o
irritabilidad de la materia viva.

   Hemos revisado, en el apunte anterior, la rica variedad de órganos sensoriales
a los que modesta y coloquialmente llamamos nuestros cinco sentidos, cuando en
realidad se pueden identificar más de 20 formas distintas de órganos perceptivos y
que presentan la cualidad en común con las ancas de rana del laboratorio,
precisamente su excitabilidad frente a ciertos estímulos. Observamos como en el
cuerpo humano hay diversas formas de órganos sensibles con diferentes grados
de excitabilidad. Es esta característica universal de la excitabilidad de las formas
de vida, lo que la evolución ha aprovechado para lograr paso a paso la
construcción de, por ejemplo, esa maravilla de ingeniería órganica que es el ojo
humano.

    Iniciemos con la sensibilidad de la amiba a la luz, ya que si aplicamos una
intensa luz sobre una amiba, ésta huirá de ella. Y si la rodeamos de luz intensa, se
contraerá formando una bola, y si no puede huir se paralizará y morirá. Un
segundo ejemplo es el comportamiento del ciliado Stentor, cuya cabeza es muy
sensible a la luz. Frente a una fuerte luz, nada en reversa y toma otra dirección y
si ponemos a varios de estos protozoarios en un plato de cristal iluminado, con
sólo una franja obscura, pronto veremos a todos concentrados en esa franja. Pero
también hay otros ejemplos, como el paramecium bursaria que se alimenta de
algas y que busca la luz para fotosintéticamente producir fécula y azúcares. Estos
son ejemplos de un sentido luminoso o fototactismo aún muy lejano al sentido de
la vista, ya que estas especies no tienen ojos, son totalmente ciegos, pero de
algún modo sienten la luz. La lombriz de tierra y los renacuajos son otros ejemplos
de especies más avanzadas con este mismo principio fotosensible.
El siguiente paso en la conquista evolutiva de la vista, consistió en la
concentración de esas células fotosensibles en un rudimentario ojo de forma
convexa, donde ya hay una burda formación de imágenes donde apenas se
                                           distingue una luz o una sombra
                                           cercana brumosa y sin bordes
                                           definidos, es el caso de esos
                                           puntitos que aparentan ojos en
                                           caracoles y peces rudimentarios.

                                              En el segundo caso de la figura No.
                                              17 observamos una superficie
                                              sensible interior en una disposición
                                              rudimentaria que está presente en
                                              gusanos, medusas y estrellas de
                                              mar, que ya sugieren mecanismos
                                              de concentración y enfoque de la
                                              luz. En el tercer caso de la figura
                                              vemos ya una forma rudimentaria
                                              de ojo complejo. Obsérvese que en
                                              la parte media la retina elemental
                                              forma una concavidad cubierta por
                                              una substancia cristalina, una
                                              cutícula transparente, dura y
                                              delgada, segregada por los propias
                                              células     que es una especie de
                                              cristalino primitivo, presente ya en
                                              algunos moluscos y artrópodos.

                                             En las tres clases de estos órganos
                                             rudimentarios graficados, están
                                             presentes         dos        rasgos
                                             fundamentales de la construcción
                                             del ojo avanzado: la presencia de
                                             un protoplasma sensible a la luz y
                                             el agrupamiento de estas células
sensibles en una unidad integrada que hizo posible la visión.

     Ya que cada célula sensible cubre sólo un fragmento del campo visual, es
necesaria su integración para formar en su conjunto una imagen espacial, con lo
que se logró percibir la forma y movimiento de los objetos. Así la visión de aves y
mamíferos no es más que el resultado del perfeccionamiento de algunos detalles
de este príncipio del ojo compuesto.

   Sin embargo, la historia se complica ya que la invensión y perfeccionamiento
del ojo ha proseguido caminos evolutivos diferentes de manera independiente, a
veces de manera paralela, a veces, en direcciones notablemente distintas.

Reacción y respuestas.

   Como sabemos, los movimientos del hombre son obra de sus músculos, hay
músculos voluntarios, con los que realizamos acciones deliberadas; hay músculos
involuntarios como el corazón, pulmones e intestinos que se mueven
independientemente de nuestra voluntad. Los músculos voluntarios entran en
acción respondiendo a impulsos del Sistema Nervioso Central (SNC), y cuando lo
hacen es con gran presteza y vigor. Los músculos involuntarios son
independientemente activos pero lo hacen más débil y lentamente. Sin embargo,
no se crea que la diferenciación es muy precisa, existen diversos tipos de
músculos que ofrecen ambas posibilidades, el músculo de la lengua es, de alguna
manera, ejemplo de ese tipo de músculos intermedios, que igual atienden a
comportamientos involuntarios que voluntarios, ejemplos como este hay muchos
tanto en el hombre como en otras especies animales.

    Así como las respuestas de nuestros órganos sensoriales no son más que un
indicador del grado de irritabilidad protoplasmática presente, así las contracciones
y relajación de nuestros músculos no es más que una especialización que la vida
ha adquirido para cambiar de forma. Recordemos la plasticidad y contractilidad de
un ser tan simple como la amiba, que es capaz de adquirir cualquier forma, lo cual
también esta relacionado con el flujo incesante de de fluidos entre organismos o,
de células de organismos vivos, como el flujo de la savia en las plantas y la
circulación sanguínea. En resumen, una fibra muscular es un conjunto de células
especializadas en rigidizarse o relajarse de manera vigorosa y eficaz, cumpliendo
con esta primitiva contractilidad de la materia viva. Otro ejemplo de músculo mixto,
son los cilios o flagelos que como delicados filamentos vibrátiles en protozoarios y
especies vegetales, tienen el mismo mecanismo fundamental de los músculos.

    Pero el movimiento no es la única forma de reacción y respuesta de los seres
vivos. El hombre, por ejemplo, es capaz de cambiar de color frente a una sorpresa
repentina o puede sudar frío por un susto. En el primer caso, se debe a una
contracción espontánea de los vasos sanguíneos que aumenta la cantidad de
sangre en la piel; el segundo se debe a una función glandular, que en algunas
ocasiones también produce otro tipo de respuestas como secreciones agresivas
(venenos) para escapar o defenderse.
Es el caso del Tritón, al cual, sí se le mantiene en las manos fuera del agua
por algunos minutos, secreta una substancia grasosa y resbalosa que le ayuda a
escapar, pero sí se le retiene intensificando la presión, en los instantes siguientes
secretará una substancia venenosa capaz de afectar al sistema nervioso de quien
lo retiene e incluso su muerte.

   Otro ejemplo, aparte de reptiles, arañas, serpientes y alacranes, es el de los
sapos venenosos cuyo veneno era usado por las tribus sudamericanas para mojar
las puntas de sus flechas y hacerlas letales, o el caso de los caracoles que frente
a un peligro, se encierran en su concha y segregan una abundante baba
espumosa protectora. Otro tipo de respuestas es la secreción de señales
luminosas, propias de peces, luciérnagas y especies de las profundidades, que no
sólo los usan para protección y defensa, sino incluso como productores de señales
con códigos definidos. No obstante, que las respuestas de secreción glandular
están muy presentes en otras especies, podríamos decir que están poco
presentes en la variedad de respuestas humanas, cuya principal tipo de reacción
es la acción muscular.

    Para distinguir los dos tipos de respuestas hasta aquí expuestos, proponemos
llamar a los músculos productores de respuestas musculares como efectores, así
un efector es diferente a un mecanismo glandular.

    Otro tipo de respuesta que hay que considerar es el del cambio de
pigmentación de la piel, presente en diferentes especies, especialmente de
camaleones, ranas y peces planos y de manera más rápida y notable aún en los
pulpos y sus congéneres. En éste último caso, se trata de una mera respuesta
muscular ya que si se observa detenidamente el cambio de color del pulpo, se
verá que se debe a una expansión o contracción de manchas pigmentadas que se
alternan para lograr tonos muy coloridos o de palidez.

     Pero probablemente el efector más extraño es el que observa en ciertos
peces eléctricos que, pueden aplicar descargas –por lo general de baja intensidad-
a cualquier otro ente que se aproxime a su cercanía. Casos extremos son los del
Mujón, el Torpedo marmorata del meditarráneo o el del Gimnoto de los ríos de
sudamérica, que tiene una potente bateria a todo lo largo de su cuerpo con una
fuerza capaz de electrocutar a ranas y peces con descargas de varios centenares
de voltios. En realidad este caso se trata de un mecanismo de fibras musculares
modificadas que han perdido la capacidad de extenderse rigidamente, pero que a
cambio, han aprendido a potenciar y proyectar las pequeñas cargas eléctricas de
los impulsos nerviosos.
Origen del sistema nervioso.

  A medida que ascendemos en la escala evolutiva de la vida, se va
descubriendo una coordinación cada vez más compleja entre receptividad y
respuesta. Si bien, en las escalas inferiores se carece de cerebro, médula y SNC,
no obstante ya encontramos presentes los componentes funcionales básicos de lo
que será el Sistema Nervioso Central de especies y mamíferos superiores.

  Podemos distinguir, incluso en una amiba, los rudimentos más esenciales de
nuestra actividad nerviosa. Como sabemos, toda la superficie corporal de la amiba
es sensible a diversos estímulos tales como el calor, la luz, las substancias
químicas o la presencia de alimento. Toda su superficie es contráctil y cualquier
parte puede sobresalir y formar una extensión, un miembro temporal, como una
boca improvisada. Igualmente todo su cuerpo puede conducir impulsos de un
punto estimulado a cualquier otra parte para que se mueva o contraiga, aunque en
un flujo lento, perezoso.

    Así pues, en la amiba están presentes las tres funciones elementales
necesarias para la aparición del SNC superior. De los puntos que reaccionan con
irritabilidad han derivado las células sensibles; de las partes contráctiles, las
células musculares; y, de la lenta transmisión de estímulos, un sistema nervioso
rápido y eficiente; todo esto realizado por órganos cada vez más especializados.
Si bien en la amiba se encuentran presentes las tres funciones, éstas se dan de
manera promiscua e indiferenciada por todo el cuerpo amibiano, ya que cualquier
parte del cuerpo puede asumir cualquiera de las tres funciones de manera
indistinta, a las célula amibiana, se le puede aplicar la afirmación del dicho
popular: “aprendiz de todo, oficial de nada”.

  En el caso de los protozoarios, ya encontramos un cierto grado de
especialización con la presencia de cilios y flagelos que condicionan la forma y
condición de la respuesta y en otros, altamente organizados, encontramos
órganos especializados, parecidos a nervios, que en forma de pelillos irradian de
las partes sensibles y coordinan los movimientos de los cilios de todo el cuerpo.
Incluso en un par de casos, hay hasta una masa central que quizá actúe como un
cerebro simple, la gran diferencia es que todo este tipo de mecanismos son
intracelulares, mientras que los sistemas superiores son de organismos
pluricelulares con órgano y funciones especializadas, los cuales seguramente han
derivado de manera paralela de esos principios protozoaricos.

   La vida superior está basada en un principio de cooperación célular donde,
aunque las células conservan su independencia, se organizan y cooperan en la
realización de funciones especializadas. Los organismos pluricelulares son
verdaderas repúblicas de células cooperativas, como se puede observar en el
caso de la esponja.

Comunicación neuroidea.

    Como podría esperarse, el desarrollo de la comunicación nerviosa entre un
parte y otra del cuerpo, muestra un crecimiento paralelo al de la complejización de
las formas de vida, pasando por la subordinación vida-célula a la de vida-conjunto,
para lo que fueron necesarias redes de interconexión célular. Un ejemplo es el
flagelado verde Volvox que está formado por centenares de células individuales
incrustadas en una substancia gelatinosa. Cada una de las células tiene un par de
flagelos ondulantes que se mueven armoniosamente haciendo que el Volvox se
desplace, pero ¿cómo logran un movimiento colectivo tan armónico? Se puede
observar que las células están conectadas por finas hebras de protoplasma vivo y
son éstas hebras las que conducen impulsos entre células logrando cooperación y
coordinación.

   Parker, un estudioso de las esponjas, ha observado que a pesar de estar
                                    formadas     por     miles   de     células
                                    independientes realizan, como organismo,
                                    algunas acciones cordinadas, como cerrar
                                    el orificio central de salida del agua,
                                    cuando falta oxígeno en ésta, o cuando ha
                                    sufrido alguna herida cercana a esta
                                    salida. Parker supone que, dado lo lento
                                    de la respuesta y la ausencia de algún tipo
                                    de conexión entre la células, que ciertas
                                    células se desplazan penosamente a
                                    coordinar el cierre de la boca de agua. A
                                    estos primitivos presagios de actitud
                                    nerviosa y comunicativa, Parker le llamó:
transmisión neuroidea.

   En realidad, el primer verdadero sistema
nervioso     lo   encontramos     en     los
celenterados que ya presentan órganos
sensoriales especializados relacionados
con capas y bandas musculares aunque su
distribución, es curiosamente primitiva y
muy diferente a nuestro sistema nervioso
humano. Pongamos por ejemplo a la
medusa.

   Una medusa es, como sabemos, una
especie      de     campana      gelatinosa
transparente con los bordes orlados y
tentáculos urticantes. En el centro de la
base de la campana, está la boca rodeada
de tentáculos mayores. La medusa aparte
de llevarse comida a la boca, no realiza
ninguna otra actividad que no sea nadar,
desplazándose de un lugar a otro. No
obstante, si se observa con atención se
notará que palpita tan rítmicamente como
un corazón, cada latido consiste en la
contracción simultánea de toda la campana
lo cual la impulsa hacia arriba, a un nivel
superior del agua. Después del latido la
campana se dilata y se vuelve a contraer
por efecto de la acción de un cinturón
muscular que opera a todo lo largo de la
campana.

   Sir     Ray E. Lankester, hizo la
observación del comportamiento de la
pequeña medusa campana de agua dulce
en un acuario, señalando: “primero se eleva
en el agua por medio de una serie de
potentes contracciones de todo el cuerpo;
luego se deja hundir lentamente como un
paracaídas y en su caída captura con sus
tentáculos, pequeñas pulgas de agua y
otros organismos desprevenidos, después
se vuelve a elevar y así sucesivamente. Este salto hacia arriba, ésta repentina
contracción compulsiva, es su principal actividad. Algunas veces palpita con
rapidez y otras lentamente, por momentos se queda inmóvil, pero estos cambios
de ritmo son las únicas variaciones que puede presentar.

    En torno a la campana, hay ocho cuerpos marginales que contienen los
principales órganos sensoriales de medusa. Son de estructuras y funciones
diversas, desde algo similar a nuestro oído interno, como forma elemental de
mantenimiento del equilibrio, hasta un tipo de ojo simple, pasando por diversos
órganos sensibles a substancias químicas y nutrientes. Su sistema nervioso no
presenta caminos definidos ni estructuras precisas, se trata sólo de un conjunto de
fibras nerviosas difusamente entrelazadas que penetran toda la campana.
Rodeando el borde hay un anillo de fibras nerviosas más denso que es lo único
que sugiere la idea de un cerebro aunque sólo parece una fibra nerviosa circular y
aunque es una zona de circulación de impulsos más rápida y eficiente, no realiza
ningura operación de procesamiento que pueda ser propiamente cerebral.

   La simplicidad de este rudimentario sistema nervioso armoniza bien con la
simplicidad de movimientos que puede realizar el animal. Piénsese por ejemplo,
en la gran variedad de posiciones en las que nosotros podemos mover nuestros
dedos y muñeca, pues estos ejercicios manuales suponen la interacción de treinta
y nueve músculos distintos, cada uno de los cuales requiere de un manojo
especial de fibras nerviosas procedentes del cerebro que controlen y coordinen su
articulación. 39 circuitos nerviosos de doble vía, separados y distintos sólo entre el
cerebro a la mano. Por supuesto que para el par de movimientos básicos que
realiza la medusa, (nadar y comer), no requiere de un sistema tan complejo, le
basta con esa red difusa que se extiende por toda su campana y procura
únicamente que palpite como una unidad.

    A pesar de lo desordenado y difuso, el sistema nervioso y comunicativo de la
medusa es eficaz, pues hace llegar el impulso nervioso a todos los órganos sin
seguir caminos específicos predefinidos, lo cual se puede demostrar muy
facilmente. Los impulsos nerviosos que generan sus pulsaciones provienen
directamente de los órganos sensoriales marginales. Si se le extirpan los ocho, el
animal se queda inmóvil y sólo responde a estímulos táctiles externos; pero, si
sólo se extirpan siete de los ocho órganos, basta el que queda para mantener
activa a la medusa. De él emanan los impulsos armónicos y motrices necesarios
para realizar su actividad vital, natatoria, de manera normal.

   Más aún, a esta medusa mutilada se le puede cortar del modo que se quiera,
vertical, horizontal o en capas y a pesar de las mutilaciones las contracciones
seguirán transmitiéndose ritmicamente desde el órgano sensorial marginal a toda
la campana. Es evidente que no
                                                existen vías especiales; la red
                                                nerviosa conduce perfectamente
                                                los impulsos en todas direcciones

                                                 El paso del sistema nervioso de
                                                los celenterados a los mamíferos
                                                superiores, implicó tres mejoras:
                                                la primera fue la substitución de
                                                las fibras nerviosas difusas y sin
                                                dirección por nervios definidos
                                                que      unen,    como      cables
                                                telefónicos, un punto con otro, sin
                                                ramificación ni marañas laterales.
                                                Mientras se organizaba de este
                                                modo la estructura nerviosa del
cuerpo, se producía un segundo perfeccionamiento paralelo referido a la velocidad
con que estas fibras nerviosas podían transportar los impulsos nerviosos.

   Señalamos como la velocidad de transmisión de impulsos, por ejemplo en el
caso de la medusa, nos parecían extremadamente lentos, por lo que el aumento
de la velocidad de conducción era fundamental para lograr un sistema nervioso
eficaz. Quizá con el siguiente ejemplo, se puede entender mejor la importancia de
esta mejora. Imaginemos a un hombre con los nervios de un mejillón de agua
dulce. Supongamos que en un descuido deja que resbale el cigarrillo de sus
dedos, con lo que empieza a sufrir una quemadura. Sólo al cabo de unos dos
minutos empezaría a sentir el dolor y, si su cerebro reacciona en el acto, el
movimiento para arrojar el cigarro, llegaría a sus dedos, dos minutos después y
durante estos cuatro minutos habría sufrido una fuerte quemadura.

   La tercera mejora importante es ya la aparición del SNC, con una médula
espinal y un cerebelo, protegidos por cubiertas óseas, capaz de recabar y
procesar las informaciones de todos los diversos órganos de los sentidos y desde
donde se mandan impulsos armónicos a los diferentes músculos efectores, pero
como una unidad, tomando en cuenta el estado general del organismo. En las
siguientes figuras podemos observar la disposición del sistema nervioso en
diversas especies, aún primitivas, pero que ya presentan un incipiente SNC.
Las figuras anteriores grafican rudimentarios sistemas nerviosos que
verdaderamente cumplen funciones cerebrales. Gracias a Yerkes y Heck sabemos
que realmente operan como cerebros elementales . En los gusanos anélidos (Fig.
No 23), comprobaron que hasta los gusanos aprenden. El experimento consistió
en disponer un tuvo estrecho en forma de T , y al final del lado derecho de la T
colocaron una pequeña pila eléctrica que ofecía al animal una pequeña descarga,
del lado izquierdo nada, sólo la salida. Colocando un anélido en el dispositivo se
observó que al principio el gusano marchaba indistintamente a derecha e
izquierda, pero después de recibir algunas descargas empezó a decidirse sólo por
la izquierda. Cuando lo hubo aprendido, los investigadores cambiaron de lado la
pila eléctrica y, después de un tiempo, el gusano aprendío a decidir por la
derecha. Pero además, para ver si alguno de los puntos alrededor de la boca eran
los responsables de estas funciones cerebrales de decidir y aprender, se extirpó
buena parte del sistema nervioso del gusano y se repitió el experimento,
obteniéndose idénticos resultados. Esto demuestra que cualquier parte o punto
nervioso de estos seres primitivos pueden asumir las funciones cerebrales
completas del sistema.

Conducta vegetal.

    Como hemos visto, hasta en las formas de vida más simples de órganismos
unicelulares como la amiba,
están presentes los tres
componentes que son base de
la conducta:           percepción
(irritabilidad),        sensación
(coordinación),       y    acción
(contractilidad). Por lo que
podemos afirmar que la
conducta deriva de estas
propiedades generales de la
materia viva. Un organismo
pluricelular, lo sabemos, es
una vasta comunidad de
células coolaborativas que
presentan estas capacidades
biológicas. Ahora bien, si la
sensibilidad, conductibidad y
contractilidad son propiedades
generales de los seres vivos,
no hay motivo para extrañarse
de      que      también    estén
presentes en las plantas,
aunque por supuesto de otra
forma.

   En las plantas sabemos que está presente sin duda la irritabilidad a diversos
estímulos (veáse la mimosa púdica) y en algunos casos se ha comprobado una
lenta transmisión de estímulos que puede ser similar a la transmisión neuroidea
observada en amibas y esponjas. Además sabemos que las plantas son
suceptibles de algunos movimientos: abren y cierran sus flores, voltean sus hojas
hacia la luz, pero casi en todos los casos estos movimientos obedecen a una serie
de mecanismos algo distintos a la contractilidad muscular descrita. El disparador
de estas acciones en las plantas es por lo general un manojo de células que se
hinchan y endurecen absorbiendo agua.

   Por tanto, aunque su comportamiento básicamente es el mismo, como en todos
los seres vivos, el nivel que alcanza el comportamiento, apenas sería comparable
con el de una amiba o una esponja. Pareciera que el reino vegetal durante la
evolución menospreciara los fenómenos nerviosos y musculares que hemos
descrito, pareciera que sus capacidades sensitivas y musculares de respuesta se
hubieran quedado sin explotar. Pero veamos, en realidad las plantas son verdes,
fotosintéticas, por tanto no necesitan buscar y cazar su alimento; es por esto que
el tronco vegetal ha evolucionado en una línea fundamentalmente distinta. Su
actividad principal no es el movimiento discerniente, sino el crecimiento
discerniente. Extiende sus hojas hacia el sol y profundiza sus raices en el suelo.

     Indudablemente, las reacciones de las plantas no se diferencian de las de
muchos animales inferiores; la disparidad esencial es precisamente su diferente
velocidad. No requiere cazar, ni huir del depredador, por tanto las reacciones
rápidas son muy raras excepciones, carecen de propósito, sus movimientos están
concentrados en conseguir las mejores condiciones para ella y sus órganos.
Siendo así, la ejecución de sus movimientos se realiza pausadamente por medio
de un lento mecanismo de crecimiento y, como nunca ha necesitado una reacción
rápida, no ha desarrollado músculos.

    De hecho, dos factores externos influyen en el crecimiento de las plantas: la
gravedad y la luz. Tallos y hojas buscan la luz, mientras las raíces responden a la
gravedad terrestre y también a la intervención de un tercer factor, la humedad, que
también atrae el crecimiento de las raíces. A las respuestas de este tipo, les
llamamos tropismos teniendo de este modo: fototropismo (luz), geotropismo
(gravedad), hidrotropismo (agua); y adicinalmente, si la planta va en dirección del
estímulo se le llama tropismo positivo, sí lo hace en sentido contrario tropismo
negativo.

Conductas instintivas y conductas inteligentes.

   En la frontera entre el reino vegetal y animal observamos que mientras las
plantas se especializaban en el crecimiento, los animales emprendían otro camino
y desarrollaban aparatos de respuesta más rápida. Pero pese a nervios, músculos
y cerebros, los animales primitivos pueden estar tan determinados y supeditados a
estímulos e influencias externas, como las plantas, es decir que también hay
tropismos animales.
Sir Ray E. Lankester describe la escena de una casa en Java, en la que, por las
noches se quedaba encendida una lámpara exterior y, con absoluta regularidad,
se presentaban dos grupos de animales: por un lado, el enjambre de moscas y
polillas que volando disparadas hacia la llama, caían al suelo lisiadas por el calor,
mientras que, en el suelo otro extraño grupo de lagartos y sapos gigantes
esperaba una lluvia de insectos quemados la que se disputaban en ansiosa
rivalidad. Hora tras hora caían cientos de insectos víctimas de ese fototactismo, de
su fascinación por la llama.

   Jaques Loeb observó un caso parecido. Colocó un buen número de camarones
vivos en un plato a través del cual hacía pasar continuamente una suave corriente
eléctrica. Al poco tiempo, todos los animales se habían agrupado en el extremo
del plato conectado al polo positivo de la batería. Los camarones buscaban los
ánodos tan servilmente como las polillas la flama de luz. A este tropismo Loeb le
llamó galvanotropismo y comprobó el paralelismo entre tropismo vegetal y
tropismo animal. Loeb hizo también otros experimentos de fototropismo y
demostró que la influencia que la luz ejerce sobre algunos insectos es
proporcional a la intensidad por su duración. Parecido al efecto de la luz en una
película fotosensible. De sus estudios podemos extraer una definición de
tropismo: que es una especie de impulso direccional que gobierna la conducta de
una criatura dándolo una jeraquía predominante unas veces conspicua, otras sutil,
casi imperceptible, pero siempre en la dirección del atractor.

   Los tropismos en la naturaleza quedan a veces contrarrestados o retrasados
por una multitud de factores y estímulos que pueden distraer el vuelo de los
insectos, porque los que vuelan hacia la luz, no van a ciegas, se detienen en el
camino para cazar, comer o descansar pero llega siempre el momento en el que
caen en la ensoñación.
También un tropismo puede cambiar de positivo a negativo, es el caso de las
orugas de la polilla Porthesia chrysorrhea que salen de sus huevos en otoño y
pasan el invierno en nidos cerca del suelo entre tallos y hiervas que le sirven de
alimento. Al llegar la primavera salen del nido y suben reptando por la planta hasta
lo alto de los vástagos donde encuentran los primeros botones que devoran.

   La salida del nido es un tropismo producto de la temperatura, ya que se puede
adelantar su salida del nido simplemente calentándolo artificialmente pero, ¿por
qué reptan hacia arriba? ¿Cómo saben que arriba es el único lugar donde pueden
encontrar alimento? No lo saben. Su decisión de ir hacia arriba, es un fototropismo
que se comprueba poniendo a una serie de orugas en un tubo de cristal con un
extremo dirigido hacia una ventana. Al poco rato se encontrará a las orugas todas
amontonadas en el lado del tubo que ve hacia la luz, y ahí permanecerán, y si se
le da la vuelta al tubo, en poco tiempo estarán nuevamente en el lado de la luz;
pero lo más extraordinario, es que si en el otro extremo se colocan algunas hojas
tiernas que les sirven de alimento, no hacen ningún intento de ir por él, y ahí
permanecen hasta morir de hambre. Aunque en condiciones naturales, el
fototropismo es anulado después de alimentarse de los botones, la oruga queda
liberada del tropismo y baja a buscar y comer los retoños tiernos de abajo.

   Por tanto, un tropismo es un mecanismo de determinación biológica de
estructuras simples, ya que opera como un impulso ciego e irracional de un
organismo que igual lo puede conducir a la destrucción que a la salvación, como
una consecuencia de la acción e interacción reciproca entre: las estructuras
innatas de sus muy rudimentarios sistemas nerviosos y los estímulos y
condiciones del ambiente.

    Otra clase de respuestas igualmente ciegas e irrazonadas son los reflejos.
Dijimos que un movimiento reflejo es por ejemplo, retirar la mano cuando tocamos
un objeto caliente. Entre un reflejo y un tropismo hay dos diferencias: la primera es
que un reflejo afecta sólo a una parte de cuerpo, mientras que el tropismo afecta
a todo el organismo; y segunda, que en un reflejo se produce una reacción brusca
e inmediata por algún cambio repentino del entorno, mientras que un tropismo es
una predisposición tranquila en una conducta producida por un éstimulo constante.

   Los tropismos y reflejos sirven de base al fenómeno al que, de manera vaga y
general se le llama “instinto”; pero instinto es una palabra algo peligrosa si no se
define con precisión, por lo que aquí entenderemos por instinto: aquellos
elementos innatos de la conducta de un organismo o que aparecen como
consecuencia de la propia constitución del organismo. El instinto es la conducta
congénita de un organismo. Lo diferenciamos por contraste con todas las
conductas que dependen de la experiencia individual, de la memoria y
conocimiento del individuo a lo cual llamamos conducta aprendida, racional o
inteligente.

    Todas las formas de vida vienen al mundo con cierta dotación heredada de
conductas congénitas, aunque la mayoría de las especies animales aprenden en
el decurso de su vida y, a medida que ascendemos en la escala zoológica los
vemos ampliando y mejorando su equipo original, mediante su adaptación
personal y su experiencia. Finalmente en la especie humana, la conducta
inteligente excede por mucho a las conductas instintivas. En adelante, veremos
las relaciones e interacciones de estos comportamientos: primero en los
invertebrados más evolucionados , los insectos; y después en el grupo al que
pertenece la especie humana, los mamíferos superiores. Antes de lo cual, nos
detendremos en una forma de reacción que creemos es base de la experiencia y
el conocimiento, así sea en formas de vida muy elementales que desarrollan una
primitiva habilidad, que será tendencial de las formas de vida inteligente.

Conducta y aprendizaje.

    Hurgando en las formas má rudimentarias de vida, encontramos un patrón de
conducta que funda una de las formas más comunes de aprendizaje, forma
relacionada con la experiencia y los ajustes que cada individuo realiza al margen o
aprovechando los patrones heredados de manera innata. Todos hemos observado
como en charcos y en agua estancada y contaminada se forman en la superficie
pequeñas manchas blancas, casi transparentes. Se trata de un protozoario
común, una de las formas de vida más simples, el paramecium.

    Se trata de una criatura cubierta de cilios, cuyo movimiento le permite
desplazarse en medios acuáticos. Sin embargo algunos de estos flagelos son más
largos y fuertes y por la forma torcida que presenta la constitución de este
microorganismo, hacen que su desplazamiento sea hacia arriba y en espiral.
                                               Observando la forma como
                                               nada, llama la atención un
                                               comportamiento que le es
                                               característico, si se encuentra
                                               con algún obstáculo se detiene,
                                               gira e inicia su marcha en otra
                                               dirección. Si no logra evitarlo o
                                               topa con otro objeto, vuelve a
                                               retroceder y a girar cambiando
                                               de dirección hasta encontrar un
                                               camino libre. En este proceso no
                                               hay mecanismo o sistema de
ninguna clase, es un proceso completamente casual; el paramecium gira en una
dirección y luego en otra hasta que encuentra la adecuada.

    La misma reacción se observa frente a la presencia de una luz intensa o de
agua inconveniente, muy caliente, muy fría, salada, alcalína o ácida. Ante todos
ellos el paramecium no tiene más que una respuesta que repite hasta que escapa
o perece. A esta forma de comportamiento le podríamos llamar el método de
“ensayo-error” y que en el paramecium presenta su forma más simple. Este
mismo comportamiento es observable en formas de vida de seres superiores. Lo
mismo hace un perro que trata de pasar por una puerta con un bastón en el
hocico. Lo intentará e intentará hasta que accidentalmente, un movimiento
azaroso le permita pasar; incluso el ser humano recurre a este método ante
situaciones desconocidas.

Mundos animales.

   Cuando observamos la conducta animal, tendemos a cometer dos errores: el
primero es atribuir a los animales habilidades y facultades que sólo son propias de
la mente humana; lo segundo es suponer que el mundo en el que viven los
animales es el mismo mundo de objetos y acontecimientos en el que vive el ser
humano. A lo largo de esta disertación hemos ido demostrando los alcances y
limitaciones conductuales y cognitivas que tienen las diferentes especies de
acuerdo a su estado y nivel en la escala evolutiva.

   Cuando decimos que el mundo de otras especies es diferente al nuestro, no
pretendemos decir que no sea el mismo mundo físico, sino que cambian las
capacidades perceptivas y cognitivas de las diferentes especies que condicionan
sus capacidades y conocimientos para operar en él. No nos interesa por ahora la
naturaleza del exterior, sino la forma como aparece para cada especie animal. En
el caso referido del paramecium, éste no distingue (no tiene como) entre una
ramita, un rayo de luz o un agua demasiado alcalina, el sólo retrocede, gira y
busca una mejor condición, no hay objetos, luz o temperatura, no hay tiempo ni
espacio, vive en un presente continuo.

    En el caso de la medusa, el conglomerado de nervios y músculos, sólo le
permite un tipo de respuesta, las pulsaciones que la contraen y de las que sólo
puede variar en su frecuencia e intensidad, pero nada más. Un erizo de mar es un
sistema feudal de reacciones sin rey. Cada parte, a veces colabora, pero disfruta
de una gran independencia, aunque carece de algún mecanismo que le permita
acumular sus experiencias particulares en una experiencia unificada, única.

    Los gusanos, los moluscos y aún más los artrópodos, tienen una experiencia
limitada del mundo, propia de sus equipamientos. Aún el caracol, no sabe lo que
es el sol, para él sólo hay diversos grados de luz y de calor. El mundo de un
crustáceo, es ligeramente más complejo, un cangrejo que toma el sol en la playa,
ve de que lado se le acerca un enemigo, para él, existen los objetos, aunque sólo
sean movimientos y sombras obscuras, confusas, brumosas, llenas de negros
peligros. Sólo el cangrejo hermitaño es capaz de distinguir objetos, ya que busca
y vive en conchas ajenas.

    Con la aparición y perfeccionamiento del ojo, como generador de imágenes y
cerebros capaces de discriminar y reaccionar generando representaciones, se
vuelve más rica la experiencia del mundo de la vida evolucionada. Para una abeja
ya hay un mundo formado por objetos sólidos. Sale de la colmena, vuela sobre un
campo florido, ve los mismos objetos que nosotros, aunque no sepa que es una
silla o un árbol, pero los ve y los distingue.

   Para el mundo humano, hay otro tipo de soportes y referentes, como el tiempo y
la percepción de las relaciones causa-efecto, desarrollados éstos, mucho tiempo
después de la percepción del espacio. El paso al mamífero superior significa el
agrupamiento de toda clase de experiencias y experimentos de vida, con estas
nuevas armazones de vida. No obstante, por ejemplo, si bien el mamífero en la
categoría temporal tiene en el presente su pasado, es muy probable no que pueda
recurrir a voluntad a recuerdos de su pasado, no recuerda.

   Es muy probable que, sólo exceptuando a simios y monos superiores y a
ballenas y delfines, ningún otro animal pueda recordar voluntariamente
acontecimientos pasados, aunque un perro puede reconocer a su amo, después
de un larga ausencia, esto es producto de su memoria olfativa pero no de recordar
imágenes de experiencias vividas. Por tanto, las especies animales vivimos en
tres tipos de mundos: la mayoría en un mundo sin tiempo y sin espacio que se
reduce a unos cuantos estímulos; hay otro, donde para las especies superiores,
hay estímulos que se unen para formar cosas y objetos con volumen, forma y
tamaño; y hay mundos con tiempo, espacio, objetos físicos y cadenas causales
que permiten construir modelos ordenados.

   La aparición del hombre enriqueció la vida y aportó un paso fundamental al
proceso evolutivo con la creación de modelos ordenados, como el lenguaje
humano que se convierte en la forma por la que podemos relacionarnos,
integrarnos y coordinarnos como unidades colectivas. Las colonias de células
primitivas logran una unidad puramente física. En los seres pluricelulares la
aparición de un elemental sistema nervioso les proporcionó una unidad de
conducta, se comportan como conjuntos; la materia gris del cerebro humano, le
proporcionó una unidad interna de experiencia, su mundo de pensamiento se
convierte en un todo unificado.
Si bien los mamíferos superiores adquirieron desde su origen la unidad física y
la unidad experiencial, no fue sino hasta la llegada del hombre, que se alcanza la
posesión de una individualidad de su vida interior. Antes del hombre si hubiese
alguna forma de conciencia interna, seguramente sería desmadejada y fortuita; a
partir de los homínidos queda organizada como una personalidad.

   Aunque es cierto que sólo el hombre es capaz de generar ideas abstractas y
ordenadas sobre sí mismo y el mundo, no hay que olvidar que esto es la
culminación de un largo y lento proceso, que inició cuando la vida se diversificó y
complejizó, aumentando el número de estímulos que podía percibir y el número de
conductas diversas que podía ensayar como respuesta a éstos.

   La evolución es una especie de fuerza emancipadora que pasando de las
elementales determinaciones biológicas, ha creado un repertorio de muchas más
posibles conductas y posibilidades de respuesta haciendo a la vida evolucionada
cada ves más libre de sus determinaciones biológicas.



                               Síntesis de Javier Ignacio Avila Guzmán de la obra:
                                                   Rudimentos de la Conducta, en:
                                             Conducta, Sensación y Pensamiento.
                                          Libro Octavo de La Ciencia de la Vida.
                                      De H.G. Wells, Julian Huxley y G.P. Wells.
                                           Traducción de: Ignacio López Valencia.
                                           Revisado por: Ignacio Bolivar Izquierdo.
                                                    Editorial Aguilar. México. 1959.
                                                                     Pps. 789- 817.

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Rudimentos de la conducta desde la perspectiva evolutiva

  • 1. RUDIMENTOS DE LA CONDUCTA Basado en: La Ciencia de la Vida De H.G. Wells Julian Huxley y G.P. Wells Por Javier Avila Guzmán UNAM FES Acatlán Enero de 2012 Cuando estudiamos a los seres vivos, observamos que la vida es una conducta o más bien, una serie de conductas que, en la medida en que ascendemos en la escala evolutiva, no son una mera sucesión de movimientos espontáneos, sino cada vez más el producto de percepciones, sensaciones y sentimientos es decir, de emociones, ideas y pensamientos. Todas las formas de vida reaccionan ante las condiciones de su ambiente, pero en qué momento esas reacciones se convierten en acciones producto de la relación triádica entre sensación, pensamiento y acción. Tal situación supone la existencia de una mente consciente que es principalmente --aunque no únicamente-- humana. Si bien, en este tríángulo están presentes percepción, sensación y acción y esto sucede tanto en un paramecium como en el hombre, esto no nos debe hacer suponer que una amiba es autoconsciente, piensa y es inteligente. Debemos empezar considerando que esta capacidad exquisita de adaptación de los seres vivos a las condiciones y circunstancias de su entorno, van desde el automatismo más simple hasta los procesos mentales conscientes y deliberados del ser humano, presentando a lo largo de la escala evolutiva diferentes grados de determinación y libertad. Para comprender este primer nivel reactivo y rudimentario conviene empezar por revisar la irritabilidad de órganos y músculos. Recordemos el famoso experimento de las ancas de rana en el laboratorio de biología de la secundaria, el cual consistía en desprender un anca del cuerpo de la rana muerta, extremidad que no obstante sigue en apariencia viva si se conserva en condiciones adecuadas de temperatura y humedad. Observamos entonces que, si se pincha el músculo, éste se estremecerá encogiéndose repentinamente; la misma reacción se obtendrá aplicando una débil corriente eléctrica o cierta substancia química. Igual sucede si esto lo aplicamos ya no directamente al músculo, sino al nervio
  • 2. que lo controla, con lo cual se demuestra esta cualidad de receptibidad o irritabilidad de la materia viva. Hemos revisado, en el apunte anterior, la rica variedad de órganos sensoriales a los que modesta y coloquialmente llamamos nuestros cinco sentidos, cuando en realidad se pueden identificar más de 20 formas distintas de órganos perceptivos y que presentan la cualidad en común con las ancas de rana del laboratorio, precisamente su excitabilidad frente a ciertos estímulos. Observamos como en el cuerpo humano hay diversas formas de órganos sensibles con diferentes grados de excitabilidad. Es esta característica universal de la excitabilidad de las formas de vida, lo que la evolución ha aprovechado para lograr paso a paso la construcción de, por ejemplo, esa maravilla de ingeniería órganica que es el ojo humano. Iniciemos con la sensibilidad de la amiba a la luz, ya que si aplicamos una intensa luz sobre una amiba, ésta huirá de ella. Y si la rodeamos de luz intensa, se contraerá formando una bola, y si no puede huir se paralizará y morirá. Un segundo ejemplo es el comportamiento del ciliado Stentor, cuya cabeza es muy sensible a la luz. Frente a una fuerte luz, nada en reversa y toma otra dirección y si ponemos a varios de estos protozoarios en un plato de cristal iluminado, con sólo una franja obscura, pronto veremos a todos concentrados en esa franja. Pero también hay otros ejemplos, como el paramecium bursaria que se alimenta de algas y que busca la luz para fotosintéticamente producir fécula y azúcares. Estos son ejemplos de un sentido luminoso o fototactismo aún muy lejano al sentido de la vista, ya que estas especies no tienen ojos, son totalmente ciegos, pero de algún modo sienten la luz. La lombriz de tierra y los renacuajos son otros ejemplos de especies más avanzadas con este mismo principio fotosensible.
  • 3. El siguiente paso en la conquista evolutiva de la vista, consistió en la concentración de esas células fotosensibles en un rudimentario ojo de forma convexa, donde ya hay una burda formación de imágenes donde apenas se distingue una luz o una sombra cercana brumosa y sin bordes definidos, es el caso de esos puntitos que aparentan ojos en caracoles y peces rudimentarios. En el segundo caso de la figura No. 17 observamos una superficie sensible interior en una disposición rudimentaria que está presente en gusanos, medusas y estrellas de mar, que ya sugieren mecanismos de concentración y enfoque de la luz. En el tercer caso de la figura vemos ya una forma rudimentaria de ojo complejo. Obsérvese que en la parte media la retina elemental forma una concavidad cubierta por una substancia cristalina, una cutícula transparente, dura y delgada, segregada por los propias células que es una especie de cristalino primitivo, presente ya en algunos moluscos y artrópodos. En las tres clases de estos órganos rudimentarios graficados, están presentes dos rasgos fundamentales de la construcción del ojo avanzado: la presencia de un protoplasma sensible a la luz y el agrupamiento de estas células sensibles en una unidad integrada que hizo posible la visión. Ya que cada célula sensible cubre sólo un fragmento del campo visual, es necesaria su integración para formar en su conjunto una imagen espacial, con lo que se logró percibir la forma y movimiento de los objetos. Así la visión de aves y
  • 4. mamíferos no es más que el resultado del perfeccionamiento de algunos detalles de este príncipio del ojo compuesto. Sin embargo, la historia se complica ya que la invensión y perfeccionamiento del ojo ha proseguido caminos evolutivos diferentes de manera independiente, a veces de manera paralela, a veces, en direcciones notablemente distintas. Reacción y respuestas. Como sabemos, los movimientos del hombre son obra de sus músculos, hay músculos voluntarios, con los que realizamos acciones deliberadas; hay músculos involuntarios como el corazón, pulmones e intestinos que se mueven independientemente de nuestra voluntad. Los músculos voluntarios entran en acción respondiendo a impulsos del Sistema Nervioso Central (SNC), y cuando lo hacen es con gran presteza y vigor. Los músculos involuntarios son independientemente activos pero lo hacen más débil y lentamente. Sin embargo, no se crea que la diferenciación es muy precisa, existen diversos tipos de músculos que ofrecen ambas posibilidades, el músculo de la lengua es, de alguna manera, ejemplo de ese tipo de músculos intermedios, que igual atienden a comportamientos involuntarios que voluntarios, ejemplos como este hay muchos tanto en el hombre como en otras especies animales. Así como las respuestas de nuestros órganos sensoriales no son más que un indicador del grado de irritabilidad protoplasmática presente, así las contracciones y relajación de nuestros músculos no es más que una especialización que la vida ha adquirido para cambiar de forma. Recordemos la plasticidad y contractilidad de un ser tan simple como la amiba, que es capaz de adquirir cualquier forma, lo cual también esta relacionado con el flujo incesante de de fluidos entre organismos o, de células de organismos vivos, como el flujo de la savia en las plantas y la circulación sanguínea. En resumen, una fibra muscular es un conjunto de células especializadas en rigidizarse o relajarse de manera vigorosa y eficaz, cumpliendo con esta primitiva contractilidad de la materia viva. Otro ejemplo de músculo mixto, son los cilios o flagelos que como delicados filamentos vibrátiles en protozoarios y especies vegetales, tienen el mismo mecanismo fundamental de los músculos. Pero el movimiento no es la única forma de reacción y respuesta de los seres vivos. El hombre, por ejemplo, es capaz de cambiar de color frente a una sorpresa repentina o puede sudar frío por un susto. En el primer caso, se debe a una contracción espontánea de los vasos sanguíneos que aumenta la cantidad de sangre en la piel; el segundo se debe a una función glandular, que en algunas ocasiones también produce otro tipo de respuestas como secreciones agresivas (venenos) para escapar o defenderse.
  • 5. Es el caso del Tritón, al cual, sí se le mantiene en las manos fuera del agua por algunos minutos, secreta una substancia grasosa y resbalosa que le ayuda a escapar, pero sí se le retiene intensificando la presión, en los instantes siguientes secretará una substancia venenosa capaz de afectar al sistema nervioso de quien lo retiene e incluso su muerte. Otro ejemplo, aparte de reptiles, arañas, serpientes y alacranes, es el de los sapos venenosos cuyo veneno era usado por las tribus sudamericanas para mojar las puntas de sus flechas y hacerlas letales, o el caso de los caracoles que frente a un peligro, se encierran en su concha y segregan una abundante baba espumosa protectora. Otro tipo de respuestas es la secreción de señales luminosas, propias de peces, luciérnagas y especies de las profundidades, que no sólo los usan para protección y defensa, sino incluso como productores de señales con códigos definidos. No obstante, que las respuestas de secreción glandular están muy presentes en otras especies, podríamos decir que están poco presentes en la variedad de respuestas humanas, cuya principal tipo de reacción es la acción muscular. Para distinguir los dos tipos de respuestas hasta aquí expuestos, proponemos llamar a los músculos productores de respuestas musculares como efectores, así un efector es diferente a un mecanismo glandular. Otro tipo de respuesta que hay que considerar es el del cambio de pigmentación de la piel, presente en diferentes especies, especialmente de camaleones, ranas y peces planos y de manera más rápida y notable aún en los pulpos y sus congéneres. En éste último caso, se trata de una mera respuesta muscular ya que si se observa detenidamente el cambio de color del pulpo, se verá que se debe a una expansión o contracción de manchas pigmentadas que se alternan para lograr tonos muy coloridos o de palidez. Pero probablemente el efector más extraño es el que observa en ciertos peces eléctricos que, pueden aplicar descargas –por lo general de baja intensidad- a cualquier otro ente que se aproxime a su cercanía. Casos extremos son los del Mujón, el Torpedo marmorata del meditarráneo o el del Gimnoto de los ríos de sudamérica, que tiene una potente bateria a todo lo largo de su cuerpo con una fuerza capaz de electrocutar a ranas y peces con descargas de varios centenares de voltios. En realidad este caso se trata de un mecanismo de fibras musculares modificadas que han perdido la capacidad de extenderse rigidamente, pero que a cambio, han aprendido a potenciar y proyectar las pequeñas cargas eléctricas de los impulsos nerviosos.
  • 6. Origen del sistema nervioso. A medida que ascendemos en la escala evolutiva de la vida, se va descubriendo una coordinación cada vez más compleja entre receptividad y respuesta. Si bien, en las escalas inferiores se carece de cerebro, médula y SNC, no obstante ya encontramos presentes los componentes funcionales básicos de lo que será el Sistema Nervioso Central de especies y mamíferos superiores. Podemos distinguir, incluso en una amiba, los rudimentos más esenciales de nuestra actividad nerviosa. Como sabemos, toda la superficie corporal de la amiba es sensible a diversos estímulos tales como el calor, la luz, las substancias químicas o la presencia de alimento. Toda su superficie es contráctil y cualquier parte puede sobresalir y formar una extensión, un miembro temporal, como una boca improvisada. Igualmente todo su cuerpo puede conducir impulsos de un punto estimulado a cualquier otra parte para que se mueva o contraiga, aunque en un flujo lento, perezoso. Así pues, en la amiba están presentes las tres funciones elementales necesarias para la aparición del SNC superior. De los puntos que reaccionan con irritabilidad han derivado las células sensibles; de las partes contráctiles, las células musculares; y, de la lenta transmisión de estímulos, un sistema nervioso rápido y eficiente; todo esto realizado por órganos cada vez más especializados. Si bien en la amiba se encuentran presentes las tres funciones, éstas se dan de manera promiscua e indiferenciada por todo el cuerpo amibiano, ya que cualquier parte del cuerpo puede asumir cualquiera de las tres funciones de manera indistinta, a las célula amibiana, se le puede aplicar la afirmación del dicho popular: “aprendiz de todo, oficial de nada”. En el caso de los protozoarios, ya encontramos un cierto grado de especialización con la presencia de cilios y flagelos que condicionan la forma y condición de la respuesta y en otros, altamente organizados, encontramos
  • 7. órganos especializados, parecidos a nervios, que en forma de pelillos irradian de las partes sensibles y coordinan los movimientos de los cilios de todo el cuerpo. Incluso en un par de casos, hay hasta una masa central que quizá actúe como un cerebro simple, la gran diferencia es que todo este tipo de mecanismos son intracelulares, mientras que los sistemas superiores son de organismos pluricelulares con órgano y funciones especializadas, los cuales seguramente han derivado de manera paralela de esos principios protozoaricos. La vida superior está basada en un principio de cooperación célular donde, aunque las células conservan su independencia, se organizan y cooperan en la realización de funciones especializadas. Los organismos pluricelulares son verdaderas repúblicas de células cooperativas, como se puede observar en el caso de la esponja. Comunicación neuroidea. Como podría esperarse, el desarrollo de la comunicación nerviosa entre un parte y otra del cuerpo, muestra un crecimiento paralelo al de la complejización de las formas de vida, pasando por la subordinación vida-célula a la de vida-conjunto, para lo que fueron necesarias redes de interconexión célular. Un ejemplo es el flagelado verde Volvox que está formado por centenares de células individuales incrustadas en una substancia gelatinosa. Cada una de las células tiene un par de flagelos ondulantes que se mueven armoniosamente haciendo que el Volvox se desplace, pero ¿cómo logran un movimiento colectivo tan armónico? Se puede observar que las células están conectadas por finas hebras de protoplasma vivo y son éstas hebras las que conducen impulsos entre células logrando cooperación y coordinación. Parker, un estudioso de las esponjas, ha observado que a pesar de estar formadas por miles de células independientes realizan, como organismo, algunas acciones cordinadas, como cerrar el orificio central de salida del agua, cuando falta oxígeno en ésta, o cuando ha sufrido alguna herida cercana a esta salida. Parker supone que, dado lo lento de la respuesta y la ausencia de algún tipo de conexión entre la células, que ciertas células se desplazan penosamente a coordinar el cierre de la boca de agua. A estos primitivos presagios de actitud nerviosa y comunicativa, Parker le llamó:
  • 8. transmisión neuroidea. En realidad, el primer verdadero sistema nervioso lo encontramos en los celenterados que ya presentan órganos sensoriales especializados relacionados con capas y bandas musculares aunque su distribución, es curiosamente primitiva y muy diferente a nuestro sistema nervioso humano. Pongamos por ejemplo a la medusa. Una medusa es, como sabemos, una especie de campana gelatinosa transparente con los bordes orlados y tentáculos urticantes. En el centro de la base de la campana, está la boca rodeada de tentáculos mayores. La medusa aparte de llevarse comida a la boca, no realiza ninguna otra actividad que no sea nadar, desplazándose de un lugar a otro. No obstante, si se observa con atención se notará que palpita tan rítmicamente como un corazón, cada latido consiste en la contracción simultánea de toda la campana lo cual la impulsa hacia arriba, a un nivel superior del agua. Después del latido la campana se dilata y se vuelve a contraer por efecto de la acción de un cinturón muscular que opera a todo lo largo de la campana. Sir Ray E. Lankester, hizo la observación del comportamiento de la pequeña medusa campana de agua dulce en un acuario, señalando: “primero se eleva en el agua por medio de una serie de potentes contracciones de todo el cuerpo; luego se deja hundir lentamente como un paracaídas y en su caída captura con sus tentáculos, pequeñas pulgas de agua y otros organismos desprevenidos, después
  • 9. se vuelve a elevar y así sucesivamente. Este salto hacia arriba, ésta repentina contracción compulsiva, es su principal actividad. Algunas veces palpita con rapidez y otras lentamente, por momentos se queda inmóvil, pero estos cambios de ritmo son las únicas variaciones que puede presentar. En torno a la campana, hay ocho cuerpos marginales que contienen los principales órganos sensoriales de medusa. Son de estructuras y funciones diversas, desde algo similar a nuestro oído interno, como forma elemental de mantenimiento del equilibrio, hasta un tipo de ojo simple, pasando por diversos órganos sensibles a substancias químicas y nutrientes. Su sistema nervioso no presenta caminos definidos ni estructuras precisas, se trata sólo de un conjunto de fibras nerviosas difusamente entrelazadas que penetran toda la campana. Rodeando el borde hay un anillo de fibras nerviosas más denso que es lo único que sugiere la idea de un cerebro aunque sólo parece una fibra nerviosa circular y aunque es una zona de circulación de impulsos más rápida y eficiente, no realiza ningura operación de procesamiento que pueda ser propiamente cerebral. La simplicidad de este rudimentario sistema nervioso armoniza bien con la simplicidad de movimientos que puede realizar el animal. Piénsese por ejemplo, en la gran variedad de posiciones en las que nosotros podemos mover nuestros dedos y muñeca, pues estos ejercicios manuales suponen la interacción de treinta y nueve músculos distintos, cada uno de los cuales requiere de un manojo especial de fibras nerviosas procedentes del cerebro que controlen y coordinen su articulación. 39 circuitos nerviosos de doble vía, separados y distintos sólo entre el cerebro a la mano. Por supuesto que para el par de movimientos básicos que realiza la medusa, (nadar y comer), no requiere de un sistema tan complejo, le basta con esa red difusa que se extiende por toda su campana y procura únicamente que palpite como una unidad. A pesar de lo desordenado y difuso, el sistema nervioso y comunicativo de la medusa es eficaz, pues hace llegar el impulso nervioso a todos los órganos sin seguir caminos específicos predefinidos, lo cual se puede demostrar muy facilmente. Los impulsos nerviosos que generan sus pulsaciones provienen directamente de los órganos sensoriales marginales. Si se le extirpan los ocho, el animal se queda inmóvil y sólo responde a estímulos táctiles externos; pero, si sólo se extirpan siete de los ocho órganos, basta el que queda para mantener activa a la medusa. De él emanan los impulsos armónicos y motrices necesarios para realizar su actividad vital, natatoria, de manera normal. Más aún, a esta medusa mutilada se le puede cortar del modo que se quiera, vertical, horizontal o en capas y a pesar de las mutilaciones las contracciones seguirán transmitiéndose ritmicamente desde el órgano sensorial marginal a toda
  • 10. la campana. Es evidente que no existen vías especiales; la red nerviosa conduce perfectamente los impulsos en todas direcciones El paso del sistema nervioso de los celenterados a los mamíferos superiores, implicó tres mejoras: la primera fue la substitución de las fibras nerviosas difusas y sin dirección por nervios definidos que unen, como cables telefónicos, un punto con otro, sin ramificación ni marañas laterales. Mientras se organizaba de este modo la estructura nerviosa del cuerpo, se producía un segundo perfeccionamiento paralelo referido a la velocidad con que estas fibras nerviosas podían transportar los impulsos nerviosos. Señalamos como la velocidad de transmisión de impulsos, por ejemplo en el caso de la medusa, nos parecían extremadamente lentos, por lo que el aumento de la velocidad de conducción era fundamental para lograr un sistema nervioso eficaz. Quizá con el siguiente ejemplo, se puede entender mejor la importancia de esta mejora. Imaginemos a un hombre con los nervios de un mejillón de agua dulce. Supongamos que en un descuido deja que resbale el cigarrillo de sus dedos, con lo que empieza a sufrir una quemadura. Sólo al cabo de unos dos minutos empezaría a sentir el dolor y, si su cerebro reacciona en el acto, el movimiento para arrojar el cigarro, llegaría a sus dedos, dos minutos después y durante estos cuatro minutos habría sufrido una fuerte quemadura. La tercera mejora importante es ya la aparición del SNC, con una médula espinal y un cerebelo, protegidos por cubiertas óseas, capaz de recabar y procesar las informaciones de todos los diversos órganos de los sentidos y desde donde se mandan impulsos armónicos a los diferentes músculos efectores, pero como una unidad, tomando en cuenta el estado general del organismo. En las siguientes figuras podemos observar la disposición del sistema nervioso en diversas especies, aún primitivas, pero que ya presentan un incipiente SNC.
  • 11. Las figuras anteriores grafican rudimentarios sistemas nerviosos que verdaderamente cumplen funciones cerebrales. Gracias a Yerkes y Heck sabemos que realmente operan como cerebros elementales . En los gusanos anélidos (Fig. No 23), comprobaron que hasta los gusanos aprenden. El experimento consistió en disponer un tuvo estrecho en forma de T , y al final del lado derecho de la T colocaron una pequeña pila eléctrica que ofecía al animal una pequeña descarga, del lado izquierdo nada, sólo la salida. Colocando un anélido en el dispositivo se observó que al principio el gusano marchaba indistintamente a derecha e izquierda, pero después de recibir algunas descargas empezó a decidirse sólo por
  • 12. la izquierda. Cuando lo hubo aprendido, los investigadores cambiaron de lado la pila eléctrica y, después de un tiempo, el gusano aprendío a decidir por la derecha. Pero además, para ver si alguno de los puntos alrededor de la boca eran los responsables de estas funciones cerebrales de decidir y aprender, se extirpó buena parte del sistema nervioso del gusano y se repitió el experimento, obteniéndose idénticos resultados. Esto demuestra que cualquier parte o punto nervioso de estos seres primitivos pueden asumir las funciones cerebrales completas del sistema. Conducta vegetal. Como hemos visto, hasta en las formas de vida más simples de órganismos unicelulares como la amiba, están presentes los tres componentes que son base de la conducta: percepción (irritabilidad), sensación (coordinación), y acción (contractilidad). Por lo que podemos afirmar que la conducta deriva de estas propiedades generales de la materia viva. Un organismo pluricelular, lo sabemos, es una vasta comunidad de células coolaborativas que presentan estas capacidades biológicas. Ahora bien, si la sensibilidad, conductibidad y contractilidad son propiedades generales de los seres vivos, no hay motivo para extrañarse de que también estén presentes en las plantas, aunque por supuesto de otra forma. En las plantas sabemos que está presente sin duda la irritabilidad a diversos estímulos (veáse la mimosa púdica) y en algunos casos se ha comprobado una lenta transmisión de estímulos que puede ser similar a la transmisión neuroidea observada en amibas y esponjas. Además sabemos que las plantas son suceptibles de algunos movimientos: abren y cierran sus flores, voltean sus hojas
  • 13. hacia la luz, pero casi en todos los casos estos movimientos obedecen a una serie de mecanismos algo distintos a la contractilidad muscular descrita. El disparador de estas acciones en las plantas es por lo general un manojo de células que se hinchan y endurecen absorbiendo agua. Por tanto, aunque su comportamiento básicamente es el mismo, como en todos los seres vivos, el nivel que alcanza el comportamiento, apenas sería comparable con el de una amiba o una esponja. Pareciera que el reino vegetal durante la evolución menospreciara los fenómenos nerviosos y musculares que hemos descrito, pareciera que sus capacidades sensitivas y musculares de respuesta se hubieran quedado sin explotar. Pero veamos, en realidad las plantas son verdes, fotosintéticas, por tanto no necesitan buscar y cazar su alimento; es por esto que el tronco vegetal ha evolucionado en una línea fundamentalmente distinta. Su actividad principal no es el movimiento discerniente, sino el crecimiento discerniente. Extiende sus hojas hacia el sol y profundiza sus raices en el suelo. Indudablemente, las reacciones de las plantas no se diferencian de las de muchos animales inferiores; la disparidad esencial es precisamente su diferente velocidad. No requiere cazar, ni huir del depredador, por tanto las reacciones rápidas son muy raras excepciones, carecen de propósito, sus movimientos están concentrados en conseguir las mejores condiciones para ella y sus órganos. Siendo así, la ejecución de sus movimientos se realiza pausadamente por medio de un lento mecanismo de crecimiento y, como nunca ha necesitado una reacción rápida, no ha desarrollado músculos. De hecho, dos factores externos influyen en el crecimiento de las plantas: la gravedad y la luz. Tallos y hojas buscan la luz, mientras las raíces responden a la gravedad terrestre y también a la intervención de un tercer factor, la humedad, que también atrae el crecimiento de las raíces. A las respuestas de este tipo, les llamamos tropismos teniendo de este modo: fototropismo (luz), geotropismo (gravedad), hidrotropismo (agua); y adicinalmente, si la planta va en dirección del estímulo se le llama tropismo positivo, sí lo hace en sentido contrario tropismo negativo. Conductas instintivas y conductas inteligentes. En la frontera entre el reino vegetal y animal observamos que mientras las plantas se especializaban en el crecimiento, los animales emprendían otro camino y desarrollaban aparatos de respuesta más rápida. Pero pese a nervios, músculos y cerebros, los animales primitivos pueden estar tan determinados y supeditados a estímulos e influencias externas, como las plantas, es decir que también hay tropismos animales.
  • 14. Sir Ray E. Lankester describe la escena de una casa en Java, en la que, por las noches se quedaba encendida una lámpara exterior y, con absoluta regularidad, se presentaban dos grupos de animales: por un lado, el enjambre de moscas y polillas que volando disparadas hacia la llama, caían al suelo lisiadas por el calor, mientras que, en el suelo otro extraño grupo de lagartos y sapos gigantes esperaba una lluvia de insectos quemados la que se disputaban en ansiosa rivalidad. Hora tras hora caían cientos de insectos víctimas de ese fototactismo, de su fascinación por la llama. Jaques Loeb observó un caso parecido. Colocó un buen número de camarones vivos en un plato a través del cual hacía pasar continuamente una suave corriente eléctrica. Al poco tiempo, todos los animales se habían agrupado en el extremo del plato conectado al polo positivo de la batería. Los camarones buscaban los ánodos tan servilmente como las polillas la flama de luz. A este tropismo Loeb le llamó galvanotropismo y comprobó el paralelismo entre tropismo vegetal y tropismo animal. Loeb hizo también otros experimentos de fototropismo y demostró que la influencia que la luz ejerce sobre algunos insectos es proporcional a la intensidad por su duración. Parecido al efecto de la luz en una película fotosensible. De sus estudios podemos extraer una definición de tropismo: que es una especie de impulso direccional que gobierna la conducta de una criatura dándolo una jeraquía predominante unas veces conspicua, otras sutil, casi imperceptible, pero siempre en la dirección del atractor. Los tropismos en la naturaleza quedan a veces contrarrestados o retrasados por una multitud de factores y estímulos que pueden distraer el vuelo de los insectos, porque los que vuelan hacia la luz, no van a ciegas, se detienen en el camino para cazar, comer o descansar pero llega siempre el momento en el que caen en la ensoñación.
  • 15. También un tropismo puede cambiar de positivo a negativo, es el caso de las orugas de la polilla Porthesia chrysorrhea que salen de sus huevos en otoño y pasan el invierno en nidos cerca del suelo entre tallos y hiervas que le sirven de alimento. Al llegar la primavera salen del nido y suben reptando por la planta hasta lo alto de los vástagos donde encuentran los primeros botones que devoran. La salida del nido es un tropismo producto de la temperatura, ya que se puede adelantar su salida del nido simplemente calentándolo artificialmente pero, ¿por qué reptan hacia arriba? ¿Cómo saben que arriba es el único lugar donde pueden encontrar alimento? No lo saben. Su decisión de ir hacia arriba, es un fototropismo que se comprueba poniendo a una serie de orugas en un tubo de cristal con un extremo dirigido hacia una ventana. Al poco rato se encontrará a las orugas todas amontonadas en el lado del tubo que ve hacia la luz, y ahí permanecerán, y si se le da la vuelta al tubo, en poco tiempo estarán nuevamente en el lado de la luz; pero lo más extraordinario, es que si en el otro extremo se colocan algunas hojas tiernas que les sirven de alimento, no hacen ningún intento de ir por él, y ahí permanecen hasta morir de hambre. Aunque en condiciones naturales, el fototropismo es anulado después de alimentarse de los botones, la oruga queda liberada del tropismo y baja a buscar y comer los retoños tiernos de abajo. Por tanto, un tropismo es un mecanismo de determinación biológica de estructuras simples, ya que opera como un impulso ciego e irracional de un organismo que igual lo puede conducir a la destrucción que a la salvación, como una consecuencia de la acción e interacción reciproca entre: las estructuras innatas de sus muy rudimentarios sistemas nerviosos y los estímulos y condiciones del ambiente. Otra clase de respuestas igualmente ciegas e irrazonadas son los reflejos. Dijimos que un movimiento reflejo es por ejemplo, retirar la mano cuando tocamos un objeto caliente. Entre un reflejo y un tropismo hay dos diferencias: la primera es que un reflejo afecta sólo a una parte de cuerpo, mientras que el tropismo afecta a todo el organismo; y segunda, que en un reflejo se produce una reacción brusca e inmediata por algún cambio repentino del entorno, mientras que un tropismo es una predisposición tranquila en una conducta producida por un éstimulo constante. Los tropismos y reflejos sirven de base al fenómeno al que, de manera vaga y general se le llama “instinto”; pero instinto es una palabra algo peligrosa si no se define con precisión, por lo que aquí entenderemos por instinto: aquellos elementos innatos de la conducta de un organismo o que aparecen como consecuencia de la propia constitución del organismo. El instinto es la conducta congénita de un organismo. Lo diferenciamos por contraste con todas las conductas que dependen de la experiencia individual, de la memoria y
  • 16. conocimiento del individuo a lo cual llamamos conducta aprendida, racional o inteligente. Todas las formas de vida vienen al mundo con cierta dotación heredada de conductas congénitas, aunque la mayoría de las especies animales aprenden en el decurso de su vida y, a medida que ascendemos en la escala zoológica los vemos ampliando y mejorando su equipo original, mediante su adaptación personal y su experiencia. Finalmente en la especie humana, la conducta inteligente excede por mucho a las conductas instintivas. En adelante, veremos las relaciones e interacciones de estos comportamientos: primero en los invertebrados más evolucionados , los insectos; y después en el grupo al que pertenece la especie humana, los mamíferos superiores. Antes de lo cual, nos detendremos en una forma de reacción que creemos es base de la experiencia y el conocimiento, así sea en formas de vida muy elementales que desarrollan una primitiva habilidad, que será tendencial de las formas de vida inteligente. Conducta y aprendizaje. Hurgando en las formas má rudimentarias de vida, encontramos un patrón de conducta que funda una de las formas más comunes de aprendizaje, forma relacionada con la experiencia y los ajustes que cada individuo realiza al margen o aprovechando los patrones heredados de manera innata. Todos hemos observado como en charcos y en agua estancada y contaminada se forman en la superficie pequeñas manchas blancas, casi transparentes. Se trata de un protozoario común, una de las formas de vida más simples, el paramecium. Se trata de una criatura cubierta de cilios, cuyo movimiento le permite desplazarse en medios acuáticos. Sin embargo algunos de estos flagelos son más largos y fuertes y por la forma torcida que presenta la constitución de este microorganismo, hacen que su desplazamiento sea hacia arriba y en espiral. Observando la forma como nada, llama la atención un comportamiento que le es característico, si se encuentra con algún obstáculo se detiene, gira e inicia su marcha en otra dirección. Si no logra evitarlo o topa con otro objeto, vuelve a retroceder y a girar cambiando de dirección hasta encontrar un camino libre. En este proceso no hay mecanismo o sistema de
  • 17. ninguna clase, es un proceso completamente casual; el paramecium gira en una dirección y luego en otra hasta que encuentra la adecuada. La misma reacción se observa frente a la presencia de una luz intensa o de agua inconveniente, muy caliente, muy fría, salada, alcalína o ácida. Ante todos ellos el paramecium no tiene más que una respuesta que repite hasta que escapa o perece. A esta forma de comportamiento le podríamos llamar el método de “ensayo-error” y que en el paramecium presenta su forma más simple. Este mismo comportamiento es observable en formas de vida de seres superiores. Lo mismo hace un perro que trata de pasar por una puerta con un bastón en el hocico. Lo intentará e intentará hasta que accidentalmente, un movimiento azaroso le permita pasar; incluso el ser humano recurre a este método ante situaciones desconocidas. Mundos animales. Cuando observamos la conducta animal, tendemos a cometer dos errores: el primero es atribuir a los animales habilidades y facultades que sólo son propias de la mente humana; lo segundo es suponer que el mundo en el que viven los animales es el mismo mundo de objetos y acontecimientos en el que vive el ser humano. A lo largo de esta disertación hemos ido demostrando los alcances y limitaciones conductuales y cognitivas que tienen las diferentes especies de acuerdo a su estado y nivel en la escala evolutiva. Cuando decimos que el mundo de otras especies es diferente al nuestro, no pretendemos decir que no sea el mismo mundo físico, sino que cambian las capacidades perceptivas y cognitivas de las diferentes especies que condicionan sus capacidades y conocimientos para operar en él. No nos interesa por ahora la naturaleza del exterior, sino la forma como aparece para cada especie animal. En el caso referido del paramecium, éste no distingue (no tiene como) entre una ramita, un rayo de luz o un agua demasiado alcalina, el sólo retrocede, gira y busca una mejor condición, no hay objetos, luz o temperatura, no hay tiempo ni espacio, vive en un presente continuo. En el caso de la medusa, el conglomerado de nervios y músculos, sólo le permite un tipo de respuesta, las pulsaciones que la contraen y de las que sólo puede variar en su frecuencia e intensidad, pero nada más. Un erizo de mar es un sistema feudal de reacciones sin rey. Cada parte, a veces colabora, pero disfruta de una gran independencia, aunque carece de algún mecanismo que le permita acumular sus experiencias particulares en una experiencia unificada, única. Los gusanos, los moluscos y aún más los artrópodos, tienen una experiencia limitada del mundo, propia de sus equipamientos. Aún el caracol, no sabe lo que
  • 18. es el sol, para él sólo hay diversos grados de luz y de calor. El mundo de un crustáceo, es ligeramente más complejo, un cangrejo que toma el sol en la playa, ve de que lado se le acerca un enemigo, para él, existen los objetos, aunque sólo sean movimientos y sombras obscuras, confusas, brumosas, llenas de negros peligros. Sólo el cangrejo hermitaño es capaz de distinguir objetos, ya que busca y vive en conchas ajenas. Con la aparición y perfeccionamiento del ojo, como generador de imágenes y cerebros capaces de discriminar y reaccionar generando representaciones, se vuelve más rica la experiencia del mundo de la vida evolucionada. Para una abeja ya hay un mundo formado por objetos sólidos. Sale de la colmena, vuela sobre un campo florido, ve los mismos objetos que nosotros, aunque no sepa que es una silla o un árbol, pero los ve y los distingue. Para el mundo humano, hay otro tipo de soportes y referentes, como el tiempo y la percepción de las relaciones causa-efecto, desarrollados éstos, mucho tiempo después de la percepción del espacio. El paso al mamífero superior significa el agrupamiento de toda clase de experiencias y experimentos de vida, con estas nuevas armazones de vida. No obstante, por ejemplo, si bien el mamífero en la categoría temporal tiene en el presente su pasado, es muy probable no que pueda recurrir a voluntad a recuerdos de su pasado, no recuerda. Es muy probable que, sólo exceptuando a simios y monos superiores y a ballenas y delfines, ningún otro animal pueda recordar voluntariamente acontecimientos pasados, aunque un perro puede reconocer a su amo, después de un larga ausencia, esto es producto de su memoria olfativa pero no de recordar imágenes de experiencias vividas. Por tanto, las especies animales vivimos en tres tipos de mundos: la mayoría en un mundo sin tiempo y sin espacio que se reduce a unos cuantos estímulos; hay otro, donde para las especies superiores, hay estímulos que se unen para formar cosas y objetos con volumen, forma y tamaño; y hay mundos con tiempo, espacio, objetos físicos y cadenas causales que permiten construir modelos ordenados. La aparición del hombre enriqueció la vida y aportó un paso fundamental al proceso evolutivo con la creación de modelos ordenados, como el lenguaje humano que se convierte en la forma por la que podemos relacionarnos, integrarnos y coordinarnos como unidades colectivas. Las colonias de células primitivas logran una unidad puramente física. En los seres pluricelulares la aparición de un elemental sistema nervioso les proporcionó una unidad de conducta, se comportan como conjuntos; la materia gris del cerebro humano, le proporcionó una unidad interna de experiencia, su mundo de pensamiento se convierte en un todo unificado.
  • 19. Si bien los mamíferos superiores adquirieron desde su origen la unidad física y la unidad experiencial, no fue sino hasta la llegada del hombre, que se alcanza la posesión de una individualidad de su vida interior. Antes del hombre si hubiese alguna forma de conciencia interna, seguramente sería desmadejada y fortuita; a partir de los homínidos queda organizada como una personalidad. Aunque es cierto que sólo el hombre es capaz de generar ideas abstractas y ordenadas sobre sí mismo y el mundo, no hay que olvidar que esto es la culminación de un largo y lento proceso, que inició cuando la vida se diversificó y complejizó, aumentando el número de estímulos que podía percibir y el número de conductas diversas que podía ensayar como respuesta a éstos. La evolución es una especie de fuerza emancipadora que pasando de las elementales determinaciones biológicas, ha creado un repertorio de muchas más posibles conductas y posibilidades de respuesta haciendo a la vida evolucionada cada ves más libre de sus determinaciones biológicas. Síntesis de Javier Ignacio Avila Guzmán de la obra: Rudimentos de la Conducta, en: Conducta, Sensación y Pensamiento. Libro Octavo de La Ciencia de la Vida. De H.G. Wells, Julian Huxley y G.P. Wells. Traducción de: Ignacio López Valencia. Revisado por: Ignacio Bolivar Izquierdo. Editorial Aguilar. México. 1959. Pps. 789- 817.