Día del Libro 2009: trabajo premiado. SueñO De Una Noche De Romanos
1. Me lo preguntaba todos los días. Parecía que no se cansaba. Nunca había respuesta por
mi parte, pero no por nada en especial, simplemente no me interesaba. Bastantes cosas
tenía que hacer yo, como para también plantearme estupideces.
Para ella no lo era, claro.
Uno de los días en los que, por supuesto, me preguntó sin obtener respuesta, pareció
darse por vencida.
Fue entonces cuando me contestó a su propia pregunta.
> No sabía exactamente cómo había surgido la conversación. Era tarde y estaba con
unos amigos (bastante aburridos, por cierto). Decidieron quedarse a cenar por aquí, por
Carabanchel, nuestro barrio. Son un grupo extraño. Y no sólo porque se quedasen a
cenar en Carabanchel, que ya lo es bastante… Ellos no…Entiéndeme, ¿quién se queda
divagando horas y horas un viernes por la noche sobre temas tan absolutamente
interesantes como, por ejemplo, qué personaje histórico te hubiera gustado conocer o, si
existiese una máquina del tiempo, a qué época, lugar y situación te remontarías?
No conoces a nadie, ¿verdad? Hasta ese día yo tampoco. Porque, ¡ellos sí!
Al parecer, esas preguntas eran como una especie de prueba de fuego para todo aquel
que quisiese mantener una auténtica conversación metafísica y trascendente con la
erudición personificada en cuatro gatos universitarios que no podían evitar llevar el
estomagante barroquismo al extremo.
El caso es que le llegó el turno a ella y después de mucho pensar, no se lo ocurrió otra
cosa que decir que le hubiera encantado vivir en época romana.
Dentro de lo peculiar de su elección, no lo vi del todo disparatado, no se, al fin y al cabo
Roma supuso una expansión, superación y mejora de todo lo conocido hasta entonces
única e, incluso para mi, fascinante, pero imaginé que se viviría como Livia, la
influyente esposa de Augusto, o como el equivalente latino de Hipatia de Alejandría.
¡Por favor, se podía permitir soñar!
Pero no, ella se veía así, como una mujer de a pie. Con ciertas posibilidades, pero
tampoco demasiadas. Con educación, eso sí era condición indispensable. Su padre había
sido mentor, tutor, un hombre de libros que se dedicó toda su vida a la enseñanza de
jóvenes.
Sin embargo, lo que más me llamó la atención fue el lugar elegido para vivir:
Carabanchel. Una hermosa villa, una casa de campo situada en Carabanchel.
No tenía decidido si viviría allí todo el año o simplemente la utilizaría como lugar de
descanso.
Si se decantaba por la segunda opción, su familia ya no podía ser tan “sencilla”, porque
tener una casa de campo suponía tener otra casa en la ciudad y eso, un simple tutor, no
se lo podía permitir. Pero parecía que no le importaba demasiado cambiar de estatus con
tal de tener su casa, la cual decoraría a su gusto sin escatimar en detalles (ya que se
había hecho rica…)
La vivienda sería de un solo piso y bastante amplia; muy luminosa gracias al atrio que
regaría todas las estancias dispuestas a su alrededor con la agradable luz de los meses de
verano.
Las habitaciones estarían decoradas con pinturas al fresco (de estilo pompeyano,
concretó), aunque la temática no la tenía decidida aún.
En el triclinio dispondría un enorme mosaico que abarcase todo el pavimento. Aclaró
que se representaría en él una escena relacionada con el dios Baco por dos razones:
2. Primero, era inconcebible separar el vino, y por tanto, a su dios, del triclinio y lo que
éste representaba. Segundo, ya que se trataba de una residencia de descanso y disfrute,
rendiría buena cuenta de ello con ayuda de dicha bebida.
Las cuatro esquinas del mosaico las reservaría para las figuras de su propia familia. >
Se quedó un instante sonriendo y mirando fijamente al horizonte. De repente, se
levantó, cogió la mochila y se fue a clase.
En ese momento, la que se quedó no sabiendo exactamente que pensar fui yo. Me dije a
mi misma que la tenía que escuchar más. Y por qué no, salir de vez en cuando con sus
amigos e interesarme por alguna de esas “estupideces” que, después de todo, tal vez no
resultaban ser tan irrelevantes. Y contestar a sus preguntas.
Yo ya tenía mis respuestas: viviría como la decimonónica Alma Mahler-Werfel.