1. El castigo en el Imperio Inca
Por Clovis Díaz de Oropeza F.
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EL DIARIO (especial).- La visión
indigenista de un Imperio Inca casi
intachable, benefactor, desinteresado,
amante de su gente y de los pueblos
“conquistados”, como nos lo pintaron
algunos cronistas de la Colonia
influenciados por la obra del Inca
Garcilaso de La Vega, va cediendo
espacio a una imagen diferente, más
humana y más cercana a la realidad.
El indio escritor y dibujante Guamán
Poma, que recorrió el antiguo Perú a
pie o en su fiel caballo Guía,
acompañado en oportunidades por su
hijo Diego y sus dos perros, nos ha
legado en su obra “Nueva Crónica y
Buen Gobierno” concluída en 1615,
una disección de lo que fuera el
imperio de los incas.
Sin dejar de apuntar el acierto en la
organización del imperio andino, ni
desconocer leyes que protegían a los
súbditos; sin ocultar su orgullo por las
obras de ingeniería en la construcción
de templos, caminos, puentes. Sin
retacear admiración por los canales de
riego y el avance de las ciencias de la
época, Guamán Poma de Ayala relata
con fidelidad los errores y los
horrores cometidos en nombre de la
supuesta divinidad de los Hijos del Sol.
En la original crónica, ilustrada con prolijidad por el autor, surge una especie de denuncia
histórica, reiterativa, cuando Poma se refiere a los castigos infligidos a hombres, mujeres y
niños e incluso, contra caciques y mandones. Pese a que el singular cronista añoraba y
defendía ante la Corona el derecho de los pueblos incas a su libertad, Guamán Poma como
LAS COMUNIDADES REGIDAS POR LA
AUTORIDAD DEL INCA ESTABAN
OBLIGADAS A LAPIDAR TANTO A LA MUJER
COMO AL HOMBRE, QUE COMETÍAN
ADULTERIO. GALERÍA(5)
2. historiador supo cumplir su misión al mostrarnos la otra face de la moneda: La crueldad de
los castigos corporales.
Incanato escribió que “todo era felicidad y fiesta” y que ya sometidos como parte del
sistema, “por temor no se alzaban contra el Inca, a pesar de que habían descendientes de los
reyes antiguos que eran más que él. Por este miedo callaban”
FALSIFICACIÓN DE LA HISTORIA
Uno de los sistemas de opresión ideológica fue la falsificación de la historia anterior a los
incas de manera que estos superhombres se convertían en el principio y el fin de las ideas
políticas y de la cultura. Fuera de ellos, no existía organización social ni Estado. El mestizo
Inca Garcilaso de la Vega repite en su obra “Historia de los Incas” esa concepción
antihistórica.
Según el imperio, las poblaciones andinas antes de ser dominadas por los incas, vivían en
estado salvaje y en supina ignorancia. Sometidos los indios de otras etnias, gracias a la
sabiduría inca ganaron el título de seres humanos.
Hoy se sabe que por mandato y conveniencia de Pachacútec Inca Yupanqui, aquella
mentira histórica, conocida como la “historia oficial de los incas”, fue impuesta por la
fuerza a lo largo de años y borró de la mente de los pueblos sometidos, la verdadera historia
de las comunidades precolombinas.
Ese atentado moral, ético y psicológico que robó a las poblaciones sus verdaderas raíces
ancestrales, creó una gran laguna en la mente de los nativos. Las consecuencias son
arrastradas y las sentimos aún hoy en día, cuando etnias como la aymara por ejemplo, no
saben explicar su origen histórico aceptando como único punto de referencia histórica, al
supuestamente bondadoso y equitativo imperio de los incas, como nos asegura Felipe
Quispe, ideólogo trasnochado del retorno al idílico y supuestamente justo Imperio Inca.
LOS ESPÍAS MITIMAES
Colonias enteras de habla quechua, pertenecientes al antiguo Imperio de Perú, fueron
trasladados a tierras lejanas. Tal es el caso de quechuaparlantes que viven en nuestros días
en las zonas eminentemente aymaras. Amarete, comunidad cercana al pueblo de Charazani,
es un ejemplo viviente.
Poma de Ayala dice que esas colonias quechuas trasladas a tierras conquistadas por los
incas, “eran veedores”, encargadas de que se cumplieran las leyes. Es decir, representaban
muchas veces la autoridad inca y como es de suponer, espiaban los actos de la comunidad.
Al primer síntoma negativo, comunicaban al Cusco lo que sucedía. La respuesta no se
dejaba esperar: castigos ejemplares y hasta la muerte.
TERROR Y GOBERNABILIDAD
3. El terror fue uno de los recursos sicológicos mas utilizados por los incas para afianzar la
gobernabilidad del Imperio. Tras el simpático “ama sua, ama khella, ama llulla” se
escondían terribles normas contra los infractores. Numerosas vasijas de cerámica y
esculturas líticas testimonian los efectos de los crueles castigos en nombre de los hijos del
Sol: rostros desfigurados, labios y lenguas cortados, dedos y extremidades cercenados, etc.
El mejor compendio del terror aplicado a los pueblos andinos por los incas, está registrado
por Guamán Poma de Ayala quien afirmó en 1615 sobre el mandato de Túpac Inca
Yupanqui: “Mandamos que en nuestro reino ninguna persona blasfeme al Sol mi padre, ni a
la luna mi madre, ni a las huacas ni a mí el Inca ni a la Coya, pues los haría matar...
Mandamos que no haya ladrones ni asaltantes y que en la primera falta se les castigue con
500 azotes y en la segunda falta fuese apedreados y muertos y que no se entierren sus
cuerpos; que se los coman las zorras y los cóndores”.
El castigo mayor -dice Guamán Poma- se cumplía en las prisiones y cárceles de los incas.
“El Zancay, cárcel perpetua, era para los traidores y para los que cometían grandes
delitos...era una bóveda debajo de la superficie, muy oscura donde se criaban serpientes,
leones (pumas), tigres, osos, zorra, etc. Tenían muchos de estos animales para castigar a los
delincuentes, traidores, mentirosos, ladrones, adúlteros, hechiceros murmuradores contra el
inca. A estos los metían en la cárcel para que se lo comieran vivos”.
Los indios de las comunidades intervenidas no podía comer los mismos alimentos que
consumía el inca. Hacerlo equivalía a la pena de muerte.
A continuación, un dato espantoso, tal vez repetido en la Alemania del Tercer Reich: el
inca tenía una mansión y en ella, “tambores hechos con la piel de los principales que fueron
traidores y rebeldes. El tambor era de cuerpo entero. A estos tambores de les llamaba
runatinya (tambor de piel humana, de hombre desollado). Parecía vivo y con su propia
mano tocaba la barriga. El tambor era la barriga (...) y con otros rebeldes hacían de su
cabeza mates para beber chicha; flautas de los huesos y gargantillas de los dientes y
muelas”.
DISCRIMINACIÓN DE LA MUJER
La vida de la mujer en el incario, nada valía. La discriminación fue total: “Mando -
ordenaba el Inca- que ninguna mujer sea testigo por ser embustera, mentirosa, pusilánime,
de poco corazón, egoísta (...) Que la viuda no descubra su cara seis meses, ni que salga de
casa y que lleve luto un año. Y que no conozca hombre el resto de su vida (...) Que muera
la mujer que abortó un hijo”. El cronista indio prosigue: “Al Inca difunto lo enterraban con
mucha vajilla de oro y plata. Y mataban a los pajes, camareros y mujeres que él había
querido. Y a la mujer querida la enterraban como señora Coya. Y para ahogar a estos
primero los emborrachaban; les abrían la boca y le soplaban coca molida, hecha polvo...”
NI LOS FAMILIARES SE SALVABAN
4. Fue notable la reacción entre sucesores al incanato. Así sucedió con el Inca Huáscar, que
murió en manos de los capitanes Challcochima Inca y Quisquis Inca, por órdenes de
Atahuallpa, hermano de Huáscar.
“Se burlaban de él cuando lo tenían preso; de comer le daban basura y suciedad de personas
y perros. Como si fuera chicha le dieron de comer orinas de personas y de carneros; en
lugar de coca le dieron hojas amargas y en lugar de ceniza de mascar coca le dieron
suciedad de persona machacada...Después de haber muerto a Huáscar, los enemigos fueron
al Cusco y mataron a todos los príncipes y princesas de linaje inca hasta las preñadas”,
escribe Poma de Ayala.
La presente nota de investigación, sobre el castigo impuesto por los incas a los pueblos
sometidos, persigue el objetivo principal de mostrar que los incas reinaron en el
Tahuantinsuyo por el terror y el sistema impositivo, aunque sus defensores, entre ellos
algunos cronistas, reiteramos, como Inca Gracilazo de la Vega, omita por razones
explicables, la inmisericordia de los invasores.
Los resabios de aquellas lejanísimas jornadas de terribles castigos, aún percibimos en los
linchamientos cotidianos que se dan en algunos departamentos colonizados -en la etapa
precolombina- por los mitimaes.
El castigo en el Imperio Inca fue también una forma extrema de sujetar a sus vasallos por el
terror. (clovisdiazf@gmail.com)