1. Estas son las palabras que compartí con la familia y los amigos de Juan Guillermo
Giraldo el domingo 3 de noviembre de 2013 mientras celebramos su vida y lo
recordábamos con sus amigos.
Juan Guillermo Giraldo no era un hombre de despedidas inoportunas y apresuradas.
Todo lo contrario, exprimía los momentos especiales hasta el último minuto, y con mucha
frecuencia era quien los extendía. Tal vez por eso estamos sorprendidos. Pasmados.
Era un hombre que entregaba toda su energía en todo lo que hacía. Amaba con pasión. Si
había que bailar, no paraba. Cantaba y declamaba con el alma, como liberándola. Bramaba
cuando se reía. Contagiaba.
Siempre había una carcajada, aún cuando regañaba... Sólo había que darle tiempo.
Lloraba mucho. De emoción. De felicidad. De risa. De tristeza. Vivía con pasión. Adoraba a
su familia. Siempre. A toda. Educaba y lideraba con el ejemplo.
En el trabajo hacía gala de una berraquera paisa que no lograba ocultar y la mezclaba con
una disciplina de corte alemán que perfeccionó trabajando durante 36 años para Printer
Colombiana. Toda mi vida. Algún día afirmé que Printer era como mi hermano mayor. A él
le gustaba repetirlo. Tal vez era una historia que resumía y justificaba por qué le
entregaba todo a esa misión que se imponía todos los días de liderar una empresa
ejemplar. Lo entregó todo. Todo.
Un hombre con una energía que parecía inagotable. Derrochaba su fortaleza como si
hubiera un lugar secreto para cultivarla y ofrecerla a los demás. Vivía cada día decidido a
disfrutar, a amar, a guerrerar. Un motor que siempre estuvo revolucionado al máximo.
Aprendió, corrigió.
Esta triste noticia ha sido una excusa para oír historias fantásticas de personas increíbles
a quienes tocó. Toda la familia lleva horas oyendo relatos maravillosos de personas que
nos cuentan cómo Juan Guillermo Giraldo hizo algo por ellos.
Lo daba todo. Siempre tocaba, abrazaba. Invitaba a sentir.
Lucía, su esposa, y mis hermanos Juan Sebastián y Luis Guillermo, recibieron un hogar
lleno de amor, de unidad, de firmeza. Ana Margarita, mi mamá, tuvo siempre a un padre,
un hermano, un esposo, un educador y un consejero. Mónica era su excusa. Su luz. Yo
recibí de él el regalo de la libertad.
Sus hermanos Estela, Iván, Jorge y Pacho lo admiraron porque siempre tuvo sabiduría y
2. tenacidad. Era su guía. Su vida es un ejemplo. Sin duda. Sus errores, un mensaje para
quienes lo vimos levantarse, corregir y ser mejor. Siempre.
Pero lo que realmente nos deja es su magnífica energía. Su entrega perpetua. Su pasión.
Llorar es inevitable. Sentir la pérdida es doloroso.
Como el mismo se lo dijo a mi hermano Luis Guillermo hace unas semanas: "nos enseñan
que cuando alguien muere tenemos que estar tristes. Pero se supone que vamos a un
lugar mejor a estar felices con los seres queridos que ya han partido".
Si estuviera acá, a nuestro lado, con lágrimas en sus ojos nos miraría, nos sonreiría, nos
pondría una mano firme en la cara, nos abrazaría muy fuerte y nos diría: Ya. Muchachos.
Ya pasó. Pa' delante.
¡Un aplauso!
Juan Fernando Giraldo