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Una lección de historia
1. UNA LECCIÓN DE HISTORIA
En algunos lugares del mundo moderno, el estado multa con más de doscientos dólares por agredir – voluntaria o
involuntariamente – a un gato, un perro o un canario. En esos mismos lugares, el gobierno – el Estado – le otorga a la “madre
soltera” una cantidad sobre los doscientos dólares para “hacerse” un aborto. ¡Qué paradoja dolorosa e insostenible!
Las excusas son siempre las mismas: “el alto costo de la vida” (¡la vida!), la situación psicológica, social y económica
de los futuros padres (¿padres?), etc.
Todo esto nos trae a la mente una interesante conversación entre un historiador y un médico abortista. El historiador
le decía al segundo: “¿Qué recomendaría usted en este caso? Es una joven campesina, huérfana, empleada de un mesón, sin
otros medios económicos, y quedó embarazada de un tal Piero de San Antonio. Su nombre es Caterina. El dueño del mesón le
amenaza con expulsarla si sale embarazada”. El médico contestó con firmeza: “Recomendaría un aborto, desde luego, en
base a la situación psicológica y económica de la afectada”.
“Déjeme decirle – replicó el primero – que esto sucedió en Vinci, un poblado del norte de Italia, en el año 1451. La
madre dio a luz al niño y le bautizó bajo el nombre de Leonardo... Leonardo Da Vinci, pintor, arquitecto, matemático, científico,
investigador y visionario, llamado el Hombre Universal, modelo del hombre perfecto durante el Renacimiento Italiano, y murió
siendo terciario franciscano”.
“No sabía – contestó el médico – pero dime otro caso”. “Muy bien” – dijo el historiador - . “Su padre era alcohólico y
sifilítico, su madre era tuberculosa y provenía de una familia de largo historial de problemas físicos y mentales”.
“No me digas más... es evidente que ese niño no debe nacer”.
“Pues el niño nació. Sucedió en Alemania en 1770 y se le puso por nombre Ludwig... Ludwig van Beethoven,
considerado el mayor genio musical del Romanticismo, uno de los más grandes compositores de todos los tiempos y el primer
músico emancipado que puso su arte al servicio de todos los hombres”.
“De modo semejante vinieron al mundo genios de la literatura como Edgar Allan Poe, o estadistas como Winston
Churchill”.
Visiblemente molesto, el médico abortista ripostó diciendo: “Hasta el momento no me has hablado sino de genios del
arte, la política, las ciencias y la música. ¿No tienes un caso de alguien diferente, por favor?”
“Sí, te mostraré un caso diferente”, -contestó el historiador. “Ella era una joven de un pequeño poblado y estaba
comprometida para casarse. Al regresar de una visita a casa de su prima, resultó que tenía tres meses de embarazo y su futuro
esposo, José, no era el padre natural de la criatura. Su futuro esposo podría repudiarla y cabía la posibilidad de ser señalada
públicamente como adúltera. ¿Qué recomienda usted, doctor?”
Reinó un breve silencio. “No me atrevo a opinar... pero, esa criatura no debía nacer... aunque creo que me está
hablando de ...”.
“Sí, ese mismo que pensaba” – respondió el historiador. “La mujer se llamaba María y su esposo se llamaba José. El
niño fue llamado Jesús, que significa “Dios Salva”, ¡Dios salva! ¿Qué dices a esto, doctor?”
El médico volvió a su casa triste y apesadumbrado... el historiador durmió tranquilamente aquella noche.