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UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CHILE
FACULTAD DE HUMANIDADES
Escuela de Periodismo
División sexual del trabajo en El Teniente- Codelco
Jimena Fabiola Colombo Campos
Javiera Constanza Márquez Basualto
Profesor Guía: Eduardo Román
Tesis para optar al Título profesional de Periodista y al grado académico de Licenciado en
Comunicación Social
Santiago, Chile
2017
©Jimena Colombo Campos y Javiera Márquez Basualto
2017
Todos los derechos reservados
Queda prohibida la reproducción total o parcial sin autorización previa y por escrito
Creative Commons Atribución-Chile 3.0.
http://creativecommons.org/licenses/by/3.0/cl/
i
RESUMEN
El movimiento #Ni Una Menos se tomó las calles de Chile en rechazo a los femicidios,
considerados como el último eslabón de una larga cadena de violencia. Buscar respuestas
respecto al origen de esa opresión, las formas que adquiere y cómo superar un círculo vicioso
que afecta a la mitad de la humanidad es una responsabilidad para la actividad periodística.
La investigación aborda la situación de las mujeres de El Teniente Codelco, como principal
empresa del Estado, de un sector estratégico de la economía y tradicionalmente masculino.
Por una parte, se analizó el sistema de roles de género que relega a las mujeres a realizar
labores consideradas como femeninas gratuitamente (trabajo doméstico) y/o en condiciones
flexibilizadas, y la brecha salarial hombre- mujer por el mismo trabajo. A su vez, fue cruzado con
la variable subcontrato, que precariza el trabajo transversalmente para hombres y mujeres. Sin
embargo, por la segmentación del mercado laboral, los trabajadores tercerizados asumen
labores del giro principal (explotación mina), mientras que las mujeres realizan labores de
servicio, que son devaluados socialmente y económicamente, generando una doble brecha.
Para realizar una descripción acuciosa de esta realidad y las políticas respecto a esta
problemática impulsadas desde el Estado, la compañía y las/os trabajadores fueron realizadas
18 entrevistas. Estas incluyen, a la primera mujer que entró en El Teniente; la primera y única
directora de Coldeco y ex ministra del Serman, Laura Albornoz; la ex ministra del Trabajo y
Previsión Social, Ximena Rincón; trabajadoras propias de la cuprífera estatal; trabajadoras
externalizadas; dirigentes/as sindicales; especialistas en materias de género y trabajo. Además,
se realizaron observaciones no participantes en sindicatos e instalaciones de Codelco.
Los resultados arrojaron que la precertificación en la Norma Chilena 3262 de Igualdad de
género y conciliación laboral, familiar y personal en que se encuentra El Teniente es una
oportunidad para cambios sustanciales que pudieran convertirla en un referente para el sector
de la industria como para el conjunto de la sociedad chilena azotada por la violencia de género.
Los testimonios recogidos visualizan al trabajo doméstico y el cuidado de los hijos que ellas
realizan de forma gratuita o doble jornada laboral como uno de los principales límites para
igualdad de condiciones laborales. Las soluciones que se esbozan apuntan a la responsabilidad
que el conjunto de la sociedad debe asumir con la crianza de las futuras generaciones, ya que
naturalizar la idea de que es tarea exclusiva de las mujeres, las perjudica en el terreno laboral.
Palabras clave: Codelco, El Teniente, roles de género, división sexual del trabajo,
naturalización, subcontrato, socialización trabajo doméstico, mujeres, Rancagua.
ii
A nuestras madres trabajadoras,
iii
DECLARACIÓN
Dado que la presente investigación busca ser un aporte periodístico para poner fin a la
problemática de las desigualdades de género y visibilizar las violencias de las que hemos sido
víctimas las mujeres, hemos decidido expresar en la narración un punto de vista claro frente a
un tema con el que no podemos ser neutrales. Sin embargo, no por ello, ha sido menos riguroso
el método científico con que se desarrolló el trabajo que presentamos a continuación.
iv
TABLA DE CONTENIDO
I. INTRODUCCIÓN.......................................................................................1
1.1 Tema de investigación ..................................................................................1
1.2 Motivaciones investigativas.........................................................................4
1.3 Resumen de los capítulos de la investigación ..........................................4
1.4 Enunciación del problema ..............................................................................5
II. PROBLEMATIZACIÓN.............................................................................7
2.1 Contexto............................................................................................................7
2.2 Descripción del problema.............................................................................10
2.3 Preguntas Centrales......................................................................................11
2.4 Hipótesis y supuesto.....................................................................................11
2.5 Objetivos .........................................................................................................11
2.5.1 Objetivo general...................................................................................................11
2.5.2 Objetivos operacionales......................................................................................11
2.6 Fundamentos de la investigación................................................................12
III. MARCO TEÓRICO..................................................................................15
3.1 Precariedad y género ....................................................................................15
3.1.1 El corazón de la desigualdad: el código laboral de la dictadura ...................15
3.1.2 Lo que la Concertación preservó.......................................................................16
3.1.3 División sexual del trabajo..................................................................................19
3.1.4 Roles de género.....................................................................................................19
3.1.5 Brecha salarial entre hombres y mujeres.........................................................20
3.2 Desigualdad de género y subcontrato ........................................................22
3.2.1 Segmentación laboral ....................................................................................24
3.2.2 Contratistas y subcontratistas en Codelco.......................................................26
3.2.3 Número de trabajadoras .....................................................................................27
3.2.4 Las desigualdades en el terreno legal..............................................................28
3.2.5 La vía de los derechos colectivos......................................................................28
3.3 Naturalización.......................................................................................................29
3.3.1 Naturalización en desmedro de las mujeres......................................................31
3.3.2 Visibilizar para desnaturalizar ..............................................................................33
3.3.3 Historia de los roles naturalizados.......................................................................33
3.3.4 Construcción social de los roles de género en El Teniente .............................36
IV. DISEÑO METODOLÓGICO .......................................................................43
4.1 Descripción y fundamentación de metodología escogida .......................43
4.2 Descripción y fundamentación de la técnica o tipo de estudio...............44
4.3 Descripción y fundamentación de instrumentos.......................................44
4.4 Determinación y fundamentación del muestreo ........................................45
4.5 Dimensionamiento.........................................................................................45
4.6 Pauta de entrevistas por dimensiones........................................................46
4.7 Entrevistados .................................................................................................47
4.8 Observación no participante ........................................................................48
v
V. RESULTADOS Y CONCLUSIONES................................................................49
5.1 Desarrollo de la investigación............................................................................49
5.1.1 Observación no participante.................................................................................50
5.1.2 Entrevistas ..............................................................................................................53
5.2 Reflexiones y conclusiones por dimensión .....................................................81
5.2.1 Políticas conscientes para definir rol de las mujeres en El Teniente ......81
5.2.2 Subcontrato y doble jornada: Precarización del trabajo femenino...........84
5.2.3 Organización: participación sindical y temas de género en las mesas de
negociación ......................................................................................................................86
5.2.4 Conclusión general y contraste de hipótesis ..............................................87
VI. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ...............................................................90
1
I. INTRODUCCIÓN
1.1 Tema de investigación
Las manifestaciones sociales de la última década han detonado importantes cambios sociales,
evidenciando las estructuras de un Chile hecho a la medida de la dictadura y su herencia,
resumida en la Constitución de 1980.
Demandas como las de los trabajadores, los estudiantes, las mujeres, los grupos en defensa de
la diversidad sexual, de etnia y tantos otros no representados por la elite dirigente que no hace
eco de estas demandas, han inundado las calles de nuestro país.
En ese contexto, la reforma educacional se ha transformado en la lucha insigne de los sectores
oprimidos y en un desteñido triunfo de quienes no aguantaron más la educación de mercado.
Desde el “mochilazo” en 2001 y la “revolución pingüina” en 2006, los estudiantes lograron
impregnar de ese espíritu a los trabajadores más precarizados del cobre, como son los
contratistas, quienes lucharon 37 días en 2007 por el Acuerdo Marco. Ídem con los movimientos
contratistas forestales y mineros, donde surgió un profundo cuestionamiento al sistema de
subcontratación, que culminó con la Ley de Subcontratación, que reguló legalmente las
condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras externos.
Empujada por la juventud, recién en 2011, durante la gran lucha por la educación gratuita, la
sociedad chilena se abrió a discutir todos aquellos temas que en 20 años de democracia no se
habían cuestionado. El germen fue tal, que instaló debates tan necesarios como la discusión
por el fin al sistema de pensiones instalado en dictadura, la reivindicación de los pueblos
originarios, especialmente, mapuche y, por supuesto, los derechos de la mujer.
”Ni una menos”, es la frase con la que se resume la denuncia a una problemática que salpica al
mundo de sangre y mediante la que el grito colectivo de hastío, cada vez se oye más fuerte.
Aburridas de los femicidios, los abusos, la explotación y las desigualdades, las mujeres y la
sociedad en su conjunto, transformó esta frase en hashtag en redes sociales, conceptualizando
la violencia histórica que han enfrentado las mujeres, así como en una reacción de rechazo.
La visibilización de las condiciones a las que están sometidas las mujeres en los diferentes
espacios de la sociedad, ha develado también las distintas formas de esa violencia,
acercándonos a una verdad que comienza a extenderse entre hombres y mujeres: el femicidio
es el último eslabón de una larga cadena de violenta opresión. Pero, ¿de qué forma se
expresan las otras violencias?, ¿siempre fuimos oprimidas?, ¿cómo opera el sistema
patriarcal?, ¿por qué las mujeres deben realizar ciertas tareas y no otras?
2
Son estas y muchas más las interrogantes que cada día intentan ser respondidas, para ponerle
freno a una ola de violencia invisibilizada por un sistema patriarcal que naturaliza los roles de
género, el trabajo no remunerado a cargo de las mujeres, el acoso sexual callejero en forma de
“piropo” y la desigualdad de oportunidades.
Respecto de este último problema, la presente investigación busca describir vivencias y debatir
sobre esta situación, dando cuenta que la destrucción del colectivismo tribal, dio paso a la
construcción de una sociedad de clases donde se despojó a la mujer del rol productivo, para
empujarla hacia un rol reproductivo, que la encerró en las cuatro paredes de un hogar,
pontificando su relegación al cuidado del marido y la familia (Reed,1969).
Para enfocar el problema en nuestra sociedad actual y hacer el zoom a un espacio abarcable,
hemos decidido analizar la división El Teniente de la Corporación Nacional del Cobre de Chile
(Codelco). Las razones son diversas y guardan relación con que ésta es la principal empresa
del Estado y que actualmente se encuentra en un proceso de precertificación de la Norma
Chilena de Igualdad de género, normativa del Instituto Nacional de Normalización (INN)
requerida por el Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de Género (Sernam).
Las políticas públicas impulsadas por el Estado para la inclusión de las mujeres en terrenos
tradicionalmente reconocidos como masculinos, son una arista de vital importancia en la
observación de la mujer en el trabajo, específicamente en la minería.
Los roles de la mujer en los espacios que hasta hace poco se les negaban, se presentan como
un caso representativo de un fenómeno mayor y las cifras así lo respaldan: Chile, presenta una
tasa baja participación laboral femenina respecto al resto del mundo, la que llega a un 48,7%,
y en general los salarios a los que acceden son bajos, ganan en promedio 338.791 pesos
(Instituto Nacional Estadístico [INE], 2014). Según el INE (2015), del total de mujeres
trabajando, el 85,3% tiene empleos en el sector terciario de servicios, muchas de ellas
desarrollando tareas relacionadas a alimentación y aseo.
En ese contexto, la cuprífera estatal se encuentra en un momento de oportunidad, donde la
certificación de la normativa NCh3262 Gestión de igualdad de género y Conciliación de la vida
laboral, familiar y personal, puede constituir un precedente en las políticas de integración y
diversidad, sentando las bases para que otras empresas del Estado se sumen a estas acciones.
Modificar la cultura organizacional, como todo cambio profundo, tomará tiempo, pero es el
camino que –obligatoriamente- debe recorrerse, para que los planes de acción y protocolos no
se conviertan en nada más que maquillaje o en una linda fachada acorde a los tiempos.
3
Para avanzar de una igualdad legal de mujeres y hombres, hacia una igualdad real en el
mercado laboral, ¿qué puede hacer una empresa estatal como Codelco para una inclusión
efectiva de la mujer en sus divisiones?
En el siguiente trabajo de investigación, nos aproximaremos hacia esta respuesta, por medio de
una descripción de la situación de las trabajadoras de planta y de las contratistas de El
Teniente, así como las perspectivas sobre esta temática de mujeres, como la única presente en
el directorio de Codelco, de las dirigentes sindicales de esta división, la exministra del Trabajo,
expertas en género, trabajo y, por cierto, expertas en inequidad.
Fuentes autorizadas para hablar y plasmar la situación de las mujeres al interior de una división
de Codelco que, hasta hace tan sólo dos décadas (1996), tenía prohibido legalmente su
ingreso.
Desde el testimonio de la primera geóloga que entró a la mina subterránea sin disfraz de
hombre, guiada por la rebeldía de saber que no hay límites para desarrollar sus inquietudes y
capacidades, hasta una operaria a cargo de uso de explosivos, son parte de los relatos con los
que cuenta la presente investigación. Todos recabados con nada más (ni nada menos) que el
genuino interés por visibilizar la lucha histórica que tantas mujeres han podido dar, de la mano
de otras mujeres.
Mientras el sistema de competencia en el cual estamos inmersos, siga dictando las directrices
de la sociedad, el desarrollo de las mujeres y los grupos con menos derechos, seguirá sujeto a
la colaboración entre ellos mismos. Esto, porque tal y como se describe en este trabajo, para
que estas mujeres puedan trabajar en minería, otras pares deben estar a cargo de sus hijos, de
las labores domésticas y del cuidado de los enfermos y ancianos. Sin embargo, de las fuentes
entrevistadas surgirá la socialización de los trabajos no remunerados, como una respuesta
desde distintos sectores para una efectiva inclusión de la mujer al trabajo.
Pero, ¿permitirá el sistema político y económico actual la socialización de los trabajos no
remunerados o seguiremos siendo protagonistas de un modelo de opresión que acude a
razones culturales y biológicas como excusa? Esta investigación esboza posibles ideas y
salidas respecto de este problema.
4
1.2 Motivaciones investigativas
La perspectiva de género es un tema mundial que mueve masas en las distintas latitudes del
orbe, reflejando rechazo a las condiciones de opresión mundiales en contra de la mujer. Ante
ello, el rol social del periodista –como comunicador social- nos llama a investigar, cubrir y
abordar los fenómenos sociales; no solo para enunciarlos, sino para reconstruir –por medio de
la denuncia- una historia que consecutivamente se ha narrado a favor de ciertas posturas
y desde perspectivas que han naturalizado la violencia contra la mujer. Por citar un ejemplo
recurrente en la prensa nacional: “Hizo anticucho a la polola”, titular publicado en 2015 por el
diario La Cuarta, en alusión a un cuasi delito de homicidio en contra de una mujer.
Como mujeres y licenciadas en comunicación social la principal motivación de esta
investigación es aportar con evidencia y rigurosidad periodística, a una materia de interés
universal. La situación de desigualdad y violencia a la que día a día son sometidas millones de
mujeres, necesita ser visibilizada. La única forma de erradicar la violencia de género, es revisar
sus causas y orígenes, así como contextualizar esta problemática en el sistema neoliberal, de
manera de poder realizar un diagnóstico acertado respecto de las distintas formas como ésta se
presenta.
En Chile, como en el mundo, se ha instalado el tema desde las calles. El espacio público ha
sido la tribuna y cuna donde las principales demandas ciudadanas se han tomado la agenda
política y, por cierto, periodística. En este contexto, las preocupaciones de los sectores
oprimidos deben hacer eco en los medios de comunicación. Y lo han hecho, sin embargo, el
duopolio comunicacional en Chile ha sido incapaz de profundizar en algunos temas.
El valor de la información y la instantaneidad que exige la noticia en la actualidad,
lamentablemente, también ha impactado en los tiempos que se tienen para desarrollar las
temáticas. Pero, más allá de las responsabilidades de los comunicadores sociales, hay una
verdad ineludible que atender.
Esta investigación viene a ser un aporte que pretende dar cuenta de una realidad en la minería,
pero que se replica en otros sectores económicos de un país con recursos mal repartidos.
Aspira a ser útil como antecedente y evidencia de una coyuntura que nos ofrece una
oportunidad y que supone la dotación de derechos a las mujeres, para instalarnos a la par y a la
misma altura de los hombres.
1.3 Resumen de los capítulos de la investigación
El capítulo II es el desarrollo de la problematización, donde se exponen los antecedentes y el
estado del arte sobre la perspectiva de género, apuntando a los roles de género, la división
5
sexual del trabajo, las consecuencias del Plan Laboral de 1979, ideado en dictadura por José
Piñera y del cual devienen diversas problemáticas, como el subcontrato, las brechas salariales y
todos los elementos que constituyen el problema planteado en esta investigación.
En el capítulo III se desarrolla el marco teórico, que funciona como columna vertebral de este
trabajo y las bases teóricas. Se abordan los conceptos de:
a) Género
b) Trabajo
c) Naturalización
El capítulo IV es el diseño metodológico, donde se describen las herramientas que se usarán
para la investigación y los criterios de selección. En este caso, observación no participante y
entrevista en profundidad, son las herramientas elegidas para recabar la información respecto
de las situaciones laborales e historias más íntimas de las trabajadoras de planta y contratistas
de la división El Teniente de Codelco, al igual que las opiniones de expertos en materias de
género y trabajo. También se abordan las variables y dimensiones que se consideran en cada
una de las herramientas, la pauta de preguntas que estructura las entrevistas y la muestra
escogida.
El capítulo V expone los resultados de la investigación. Comienza con una breve descripción
respecto de cómo se llegó a los resultados y cómo fue la aplicación de los instrumentos a lo
largo de la investigación. Los resultados quedaron como una tabla de observaciones de las
visitas y el total de las entrevistas, formato pregunta-respuesta con una breve descripción del
entrevistado al comienzo. Como se verá más adelante, 18 entrevistados se refieren a los
conceptos principales de esta investigación: género, trabajo, roles de género, trabajo no
remunerado, naturalización, entre otros derivados. Este capítulo termina con las conclusiones
de la investigación, tanto particulares como una síntesis general. Éstas constituyen la
triangulación del marco teórico, los resultados y nuestra opinión.
1.4 Enunciación del problema
Según el INE (2015), en Chile, la participación laboral de las mujeres en áreas extractivas o
manufactureras alcanza el 6,5%. Situación que ha intentado atribuirse a explicaciones
naturalizadoras
1
(fenómenos que alude a características naturales o biológicas de las personas)
pero que, más bien, pareciera deberse al modelo económico imperante.
1
Este concepto se desarrolla en el Marco Teórico .
6
En este contexto, el trabajo de las mujeres es visto como el complemento al salario del marido,
lo que finalmente se traduce en una brecha salarial entre hombres y mujeres. Sumado a ello, se
espera que las mujeres cumplan con un trabajo no remunerado que comprende todas las
labores domésticas y, por supuesto, la reproducción y crianza de los hijos. Como señala ONU
Mujeres (2015), ambas labores por las que no reciben salario.
Es así como las mujeres han sido relegadas a la realización de trabajos con condiciones
precarias e inferiores, en comparación con las tareas desempeñadas por los hombres. La
brecha salarial entre hombres y mujeres en Chile, evidencia que las mujeres ganan el 29,7%
menos que los hombres, por la misma labor (INE, 2014).
Esta desigualdad de género evidente en el ámbito laboral ha sido naturalizada, lo que significa
que la forma en que el sistema neoliberal concibe a la mujer se ha vuelto normal para las
sociedades. Un sistema dentro del cual, la mujer sirve como mano de obra barata y, al mismo
tiempo, contribuye a una cadena de producción que reproduce, cría y provee de condiciones
necesarias para que la mano de obra crezca y sirva al mercado laboral; fenómeno que tendría
origen en la destrucción del colectivismo tribal y el reemplazo de éste por la sociedad de clases.
En El Teniente, la división sexual del trabajo tiene orígenes económicos, puesto que la empresa
dueña de la mina apostaba a la familia y a la mujer como la responsable de hacer del minero un
trabajador estable y dependiente de su trabajo en la faena mientras, al mismo tiempo, delegaba
a las mujeres el deber de “administrar bien el salario del marido”, al igual que las tareas de
reproducción, entendiendo éstas como el cuidado de los hijos, la alimentación y el aseo. De esa
manera, se fue configurando un sistema de roles que hasta hoy es palpable.
Las mujeres en la minería se desarrollan mayoritariamente en las tareas relacionadas a
administración, alimentación y aseo, también por una fracción del sueldo más bajo que la de los
hombres, quienes –como antaño- se dedican principalmente a la producción.
Mediante diversos programas impulsados por el Estado, las mujeres se abren paso en otras
áreas, intentando invertir una situación que ya no es bien vista en un contexto universal de
urgencia en materia de igualdad de género. Sin embargo, para entrar a esas áreas que se les
negaron durante décadas, otras mujeres ocuparán su lugar en el cuidado de los hijos y las
tareas no remuneradas.
7
II. PROBLEMATIZACIÓN
2.1 Contexto
El régimen de subcontratación impone desigualdades entre los trabajadores de planta y
externalizados, donde la brecha salarial es de 53%, a favor de los trabajadores de planta en la
minería, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE, 2015). Pero, además, esconde
una vieja forma de desigualdad, la de género. Es así como la división sexual del trabajo ubica a
los hombres en el centro de la producción minera y a las mujeres las relega a la esfera
doméstica, como un destino de pobreza difícil de sortear.
Parece ser un debate anacrónico, no obstante, el informe de Desarrollo Humano del Programa
de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2015), arrojó que Chile se encuentra en el
lugar 42 en el Índice de Desarrollo Humano, pero en el puesto 65 en el Índice de Desigualdad
de Género. Además, Chile resultó ser el país más desigual, según la Organización para la
Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2016 ).
La desigualdad generada por este tipo de discriminación se sostiene en el modelo neoliberal de
relaciones laborales. A su vez, constituye un pilar ideológico para justificar la desigualdad
económica y, en consecuencia, social de las mujeres. A través de la reproducción de la
naturalización de los roles de género y al igual que la figura del subcontrato o “externalización
de trabajadores o servicios”, ejercen presión hacia la fragmentación de las organizaciones
obreras que, históricamente, han conquistado mejoras económicas y derechos, a través de la
acción colectiva y organizada de los trabajadores y las trabajadoras.
El sistema laboral actual segmenta y valoriza la fuerza de trabajo a través de diversos criterios,
entre ellos, el de género y la subcontratación; lo que degrada el valor social de los roles
femeninos, expresándose fundamentalmente en dos modos: brechas salariales, negativas
hacia las mujeres respecto a los hombres, por un mismo trabajo o por la devaluación de las
labores consideradas como propias de los roles femeninos, como un problema estructural
que se proyecta desde la familia, como unidad económica de distribución y consumo; y en las
relaciones sociales de producción, donde se reproduce esta división sexual del trabajo.
Por otra parte, la desigualdad que impone el sistema laboral entre trabajadores propios y
externalizados, se profundiza a través de las diferencias por género, aumentando las brechas
salariales entre trabajadores o puestos de trabajo, considerados como de primera, de segunda
y hasta de tercera categoría.
De ese modo, los fundamentos de este problema se alejan de argumentos biológicos sobre las
diferencias físicas entre hombres y mujeres, por lo que en esta investigación se esbozan
8
argumentos que apuntan a la rentabilidad que resulta de la desigualdad entre los sexos, sobre
la base de la valoración social de los roles de género. Esa rentabilidad se expresa en brechas
salariales que surgen del cruce entre la externalización de servicios y los trabajos considerados
como femeninos.
La integración progresiva, aunque insuficiente aún, de las mujeres a la fuerza de trabajo ha
traído consigo adecuaciones del sistema de roles de género. Es decir, las mujeres ya no sólo se
hacen cargo de la crianza de los hijos y del trabajo doméstico, que permite reproducir la fuerza
de trabajo en el ámbito familiar, sino que también lo hacen en el mercado laboral, de forma
remunerada.
Poniendo sobre los hombros de las mujeres trabajadoras la obligación social de la “doble
jornada laboral”, que significa cumplir con su jornada de trabajo remunerado y luego con la de
trabajo doméstico y crianza de los hijos, que se le ha impuesto históricamente como principal
tarea en la sociedad.
Estas labores no son remuneradas, pero sí generan riqueza al reproducir las fuerzas de trabajo
de los trabajadores presentes y futuros. Pero restan significativamente tiempo para que las
mujeres puedan desarrollarse en términos de educación o capacitación, acotando las
posibilidades de que a través de su participación activa en la vida económica, pública, política y
sindical, puedan transformar la estructura social que la relega al ámbito privado, doméstico y a
las peores condiciones del mercado laboral.
Una herencia impuesta
El problema de la precarización del trabajo es transversal para la sociedad chilena. Está
directamente asociado a la estructura económica, que permite a los dueños de los medios de
producción concentrar suculentas riquezas a costa de condiciones laborales de explotación.
A 37 años del Plan Laboral de 1979, el trabajo en Chile está determinado por un proceso de
acumulación por desposesión. “Un esquema donde una minoría acumula ingresos a costa de
factores de rentabilidad instantánea y sin mediar límites, y en el que el trabajo infravalorado
adquiere un papel central”, (Fundación Sol, 2015a).
En julio de 1979 por encargo de la dictadura de Augusto Pinochet Ugarte, el Ministro del
Trabajo, José Piñera, creó un código laboral hecho a la medida de los empresarios.
Inmerso en el contexto de “Las siete modernizaciones del Estado”, nombre que se les dio a las
reformas estructurales llevadas a cabo desde 1979 por el régimen militar, que incluían reformas
estructurales de:
9
1- Sistema de AFP.
2- Sistema tributario.
3- Sistema de salud.
4- Sistema de educación.
5- Sistema bancario.
6- Constitución política.
7- Privatización de las aguas y desnacionalización del cobre.
El Plan Laboral se impone con la bota militar de la dictadura que allanaba el país para el
neoliberalismo. Éste erradicó el sindicalismo de clase, que durante periodos importantes había
logrado imponerse en la historia de la clase obrera de Chile y plantear salidas alternativas a
problemáticas sociales, acabando así con la tradición de grandes huelgas por rama productiva,
que garantizaban el triunfo de los trabajadores en sus demandas.
La dictadura impuso un sindicalismo desligado de otros problemas sociales, despolitizado y con
direcciones burocráticas al servicio de los empresarios. Cambió radicalmente la visión del
derecho laboral previo a la dictadura, con un Código del Trabajo que apunta a la división de la
clase trabajadora. Legalizó relaciones laborales con centralidad empresarial, es decir, que pone
la relación de fuerza a favor de los empresarios a costa de los derechos de los trabajadores, al
no poder exigir sus derechos de forma colectiva como antaño.
A más de 38 años de la implementación de este plan, una minoría ha acumulado suculentas
riquezas a costa de la explotación de miles, prácticamente, sin restricciones. Generando una
desigualdad social abismante entre trabajadores precarizados, sin posibilidad de negociación
colectiva efectiva, al igual que empresarios con la ley y toda la institucionalidad estatal a su
favor.
Es en este contexto histórico que el sistema de roles no sólo impacta en el ámbito privado, sino
que también se puede extrapolar a la estructura laboral de Chile y observar que funciona como
un elemento más para justificar –ideológicamente- un sistema económico y social, basado en
profundas desigualdades.
10
2.2 Descripción del problema
En la minera estatal Codelco, existen divisiones entre los trabajadores, ya sea entre los
trabajadores subcontratados respecto a los de planta y entre los roles que cumplen los hombres
y mujeres al interior y fuera de la faena.
Es así, como del total de trabajadores, el 70% son subcontratados y sólo el 8,7% son mujeres.
Sin embargo, existen empresas subcontratistas de las empresas contratistas de Codelco, que
no están contabilizadas en estas cifras. Muchos de esos puestos de trabajo son ocupados por
mujeres que realizan labores asociadas a servicios domésticos y alimentación para los
trabajadores contratistas fuera de la faena, manteniendo la tendencia nacional de que las
mujeres realicen trabajos de servicios (85,3%).
En pleno siglo XXI, las sociedades latinoamericanas y del tercer mundo, en general, enfrentan
la desigualdad de género como problemática social que afecta de manera transversal a sus
pueblos, por la creciente feminización de la pobreza. Según la Organización de las Naciones
Unidas (ONU), el 70% de los más pobres del mundo son mujeres y niñas.
Autoridades e intelectuales reformulan soluciones para que las mujeres puedan acceder a las
mismas oportunidades que los hombres en materias laborales, sociales y otras. No obstante, el
problema es estructural y esta desigualdad parece ser rentable para el sistema, por la presión
de la baja de sueldos que imponen las brechas salariales.
Particularmente en Chile, donde la participación laboral de las mujeres en áreas extractivas o
manufactureras alcanza 6,5% (INE, 2015). Ellas realizan trabajos determinados por el género,
cuestión que ha intentado atribuirse a una explicación biologicista que, sin embargo, pareciera
explicarse en el modelo económico imperante. En este contexto, el que el trabajo de las
mujeres es visto como el complemento al salario del marido, lo que finalmente se traduce en
una brecha salarial entre hombres y mujeres.
Sumado a ello, se espera que las mujeres cumplan con un trabajo no remunerado que
comprende todas las labores domésticas y, por supuesto, la reproducción y crianza de los hijos,
ambas labores por las que no reciben salario (ONU Mujeres). De esta manera, el rol de la mujer
en la sociedad moderna deja poco o nada de espacio para que éstas desarrollen actividades de
recreación, políticas y, por tanto, de organización.
Es así como las mujeres han sido relegadas a la realización de trabajos con condiciones
precarias e inferiores, en comparación con las tareas desempeñadas por los hombres.
Asimismo, la brecha salarial entre hombres y mujeres, señala que en Chile, las mujeres ganan
el 29,7% menos que los hombres, por la misma labor (INE, 2014).
11
En resumen, a las mujeres se les ha otorgado trabajos con condiciones precarias, al mismo
tiempo que se les exige aún la crianza de los niños y las labores domésticas sin percibir salario.
Esta desigualdad de género evidente en el ámbito laboral ha sido naturalizada, lo que significa
que los roles de la mujer en el sistema neoliberal se ha vuelto normal para las sociedades. Un
sistema dentro del que la mujer sirve como mano de obra barata y al mismo tiempo contribuye a
una cadena de producción que reproduce, cría y provee de condiciones necesarias para que la
mano de obra crezca y sirva al mercado laboral.
2.3 Preguntas Centrales
a) ¿Por qué el sistema naturaliza que las mujeres atienden ciertas tareas y no otras?
b) ¿Cómo es que el género, como sistema de roles, se relaciona con la feminización del
trabajo precario?
2.4 Hipótesis y supuesto
a) Abaratar costos de producción por medio de condiciones laborales precarias y flexibles
impuestas a la mayoría de las mujeres trabajadoras, a través de la discriminación de
género y subcontratación, es rentable para una empresa estatal como Codelco.
b) El sistema de roles avala que el trabajo reproductivo, necesario para la producción, que
las mujeres realizan las mujeres, lo hagan de forma gratuita bajo la concepción de que
es un orden natural. A su vez, ese modelo se extrapola a las relaciones sociales de
producción, asociando las labores reproductivas como un trabajo de menor valor,
traduciéndose en trabajo precario en el mercado laboral.
2.5 Objetivos
2.5.1 Objetivo general
Describir las condiciones laborales de las mujeres que realizan tareas de servicios en la división
El Teniente de Codelco y los mecanismos que este grupo social genera para superar esas
condiciones.
2.5.2 Objetivos operacionales
a. Describir cómo los roles impuestos históricamente a las mujeres, han sido naturalizados
y se reproducen en la minera estatal.
12
b. Identificar elementos que den cuenta de las brechas salariales y condiciones laborales
desiguales entre hombres y mujeres.
c. Describir los mecanismos que permiten a las trabajadoras de Codelco enfrentar las
problemáticas nacidas de las condiciones laborales que el sistema les provee.
2.6 Fundamentos de la investigación
a) Factibilidad o viabilidad del trabajo
En la primera parte de esta investigación, la viabilidad está determinada por la revisión de la
bibliografía que aborda los principales conceptos desarrollados: género y trabajo.
La utilización de las distintas herramientas de investigación nos permitió recabar la información
necesaria y el material suficiente para luego convertirse en un texto periodístico.
En cuanto al trabajo de campo, se aplicaron herramientas tales como entrevistas, observación
participante y no participante, fundamentales para la construcción de un trabajo completo y
apegado al retrato de una situación social, que como periodistas nos compete, para informar y
dar cuenta, al igual que para proponer y mostrar salidas a las inconsistencias nacidas de un
sistema socioeconómico que perjudica a la mayoría de las mujeres.
En la división El Teniente de Codelco, en el año 2015 se registraron 219 mujeres trabajadoras
propias, equivalente al 4,6 % del total de la dotación. En tanto, para el año 2016 trabajaron
3.247 mujeres contratistas de un total de 29.502 trabajadores tercerizados. Por esta razón,
entrevistamos tanto a trabajadoras de planta como trabajadoras contratistas.
También nos dirigimos a organismos pertinentes en la discusión o generación de políticas
públicas relacionadas al tema (Codelco, ministerios, fundaciones y sindicatos). En definitiva, la
factibilidad de esta investigación está dada por el ajuste al diseño metodológico, la ejecución
correcta de los insumos requeridos en la asignatura y luego el desarrollo del trabajo de campo,
el cual ha sido motivante, toda vez que el tema en juego es una problemática social ligada al rol
de la mujer en la sociedad actual, lo que nos genera un compromiso como mujeres y
periodistas.
b) Pertinencia
La desigualdad de género, precisamente referida al ámbito social y laboral, es menester de todo
humanista y, en consecuencia, de un comunicador social. Es un tema actual, cubierto por la
13
prensa y por las instituciones que buscan visibilizarlo y darle solución, como la reciente creación
del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género.
Considerando que hablamos de la cuprífera estatal Codelco, en un contexto donde las políticas
públicas buscan visibilizar y contribuir a la inclusión de las mujeres, la investigación del tema es
de interés público, totalmente pertinente, publicable y un aporte al periodismo. Por una parte,
analiza las condiciones laborales de un grupo de trabajadoras propias de la cuprífera estatal y,
por otra, a quienes prestan servicios a Codelco, haciendo posible una descripción de cómo el
sistema económico y social reproduce, en pleno siglo XXI, prácticas que perjudican a las
mujeres.
¿Qué condiciones laborales enfrentan las mujeres que trabajan en minería?, ¿por qué el
sistema naturaliza que las mujeres atiendan ciertas tareas y no otras?, ¿a qué intereses
responde aquello?, ¿cómo es que el género como sistema de roles se relaciona con la
feminización del trabajo precario?
Éstas son algunas de las preguntas que estructuran nuestra investigación y al ser respondidas
con fuentes verificables, trabajo de campo y una metodología rigurosa, esperamos se
conviertan en una información valiosa tanto en su calidad periodística, como en un aporte a las
ciencias sociales. Ello debido a que se profundiza en cómo funciona la minera estatal, cuáles
son las condiciones laborales que enfrentan las trabajadoras y de qué manera el sistema
económico y laboral impacta en las condiciones laborales y de vida de las mujeres. Todo, en un
contexto global de preocupación por la igualdad de género.
Los objetivos planteados buscan describir una situación que ha sido naturalizada en nuestra
sociedad, y por tanto, la investigación será un aporte para visibilizar las condiciones laborales
de estas trabajadoras, además de aportar a otras investigaciones que intenten describir el
fenómeno observado en otras áreas de producción laboral.
Consideramos que la pertinencia de esta investigación está reflejada en el tema y el tratamiento
de éste, como un problema de carácter social, actual, noticioso y de interés transversal para la
sociedad.
c) Utilidad
Como señalamos en el punto anterior, la desigualdad de género es una problemática social
presente en la mayoría de las sociedades. En Chile, las brechas salariales y la oportunidad de
desarrollarse profesionalmente distan mucho entre hombres y mujeres.
14
Los gobiernos han puesto atención en ello y han anunciado preocupación en la materia. Sin
embargo, la penetración del sistema económico neoliberal en dictadura, pareciese ser la piedra
de tope para avanzar en materia de equidad e inclusión de los grupos postergados. En tanto,
las políticas públicas diseñadas para enfrentar el problema –hasta ahora- no han generado
soluciones significativas. Por ello, la investigación y la información sobre el tema, serán un
aporte a la visibilización del mismo. Luego podría derivar en la confección de prácticas que
contribuyan a disminuir las brechas entre hombres y mujeres.
Además de ser un aporte como texto de investigación, el texto periodístico será de ayuda
general a la sociedad, toda vez que informa, interpreta y plantea un problema estructural que
está naturalizado. Y que, a nuestro juicio, ha sido tratado de manera superficial por los medios.
Finalmente, la descripción de las condiciones laborales en minería, como la reacción y la
propuesta de estas mujeres, podrían erigirse como una ayuda para todas aquellas que en otras
áreas laborales, deben enfrentar condiciones precarias que les han sido designadas por el
hecho de ser mujer.
15
III. MARCO TEÓRICO
3.1 Precariedad y género
A lo largo de esta investigación nos referiremos al concepto de trabajo precario para mencionar
aquellos puestos de trabajo que, por sus condiciones, no permiten a los trabajadores salir de la
pobreza, pese a estar ocupados. Son complejas y diversas las variantes que determinan que
existan roles laborales que tengan condiciones de primera, segunda y hasta tercera categoría.
En Chile, el mercado del trabajo está regido por un código laboral que tiene por origen la
dictadura cívico militar, que es el cimiento de una estructura económica que permite una
profunda desigualdad de la riqueza extraída o producida en el país.
3.1.1 El corazón de la desigualdad: el código laboral de la dictadura
El golpe de Estado de 1973 cambió abruptamente la relación de fuerzas en pugna entre obreros
que avanzaban en la expropiación y control de la producción, como en los cordones
industriales, y los empresarios que se negaron a soltar sus privilegios. Se consagró la nueva
relación de fuerzas entre obreros y patrones a través del nuevo código impuesto con
persecución y tortura, atacando la organización sindical. Centralmente, se legisló sobre dos
ejes: sindicatos, con el Decreto de Ley 2.756, y negociación colectiva, con el Decreto de Ley
2.758.
Para el economista Gonzalo Durán y la antropóloga Karina Narbona (2014), la clave de estas
leyes es debilitar la negociación colectiva que había hecho poderosa a la clase obrera en otros
momentos. En las palabras de su arquitecto, José Piñera, sus cuatro pilares fundamentales son:
1) Negociación colectiva centrada en la empresa; 2) Huelga que no paraliza (reemplazo en
huelga y reglamentación de esta); 3) Paralelismo de agrupaciones de trabajadores (sindicatos y
grupos negociadores); y 4) Despolitización sindical (ruptura del vínculo entre sindicatos y
quehacer de la sociedad).
Se subordina la negociación a la figura de empresa, acabando con la negociación por sector
productivo o rama, terminando a su vez con el carácter nacional que solía tener la negociación.
Se permite el reemplazo, lo cual prácticamente anula la huelga como herramienta para sostener
la posición negociadora de los trabajadores y, además, al no negociar por rama, abre el espacio
para que los sectores que no están negociando entren como rompehuelgas.
16
Por otra parte, debilita al sindicato respecto a la centralidad de la negociación, porque la
legalidad pone la negociación en función de la empresa entendida como la figura legal Rol
Único Tributario, que no necesariamente responde a la unidad económica y productiva de ésta.
A su vez, el Plan Laboral derogó la disposición contenida en el artículo 1° de la Ley 16.757, que
señalaba:
"Los trabajos inherentes a la producción principal y permanente de una industria, o de
reparación o mantención habituales de sus equipos y que no sean de los tratados en
los incisos segundo y tercero de este artículo, no podrán ser ejecutados a través de
contratistas o concesionarios.
Sin embargo, la disposición del inciso anterior no se aplicará cuando los referidos
trabajos constituyan una labor especializada, que se encomiende a una empresa o
industria establecida que pague patente como tal, cuyo giro principal sea, precisamente,
ejecutar tales labores o manufacturar elementos, partes, piezas, o repuestos por orden
de terceros.
No se aplicará esta disposición a la actividad de la Construcción".
Al terminar con la prohibición de subcontratación, se sientan las bases para que surja el
fenómeno del Multirut, como una forma más de división de los trabajadores, incluso, dentro del
mismo lugar de trabajo, con un mismo patrón, pero bajo diferente figura legal. Por lo tanto,
divide las fuerzas de los trabajadores para negociar sus condiciones laborales y salariales.
El Multirut también contribuyó históricamente a no garantizar derechos individuales como las
salas cunas para las madres trabajadoras (obligatoria con más de 19 mujeres por empresa).
Se impuso que la negociación sólo es por salario, lo que desliga a la organización sindical como
alternativa a otras problemáticas de la sociedad, hegemonizando la visión empresarial en
materias sociales. Así se aprovechan otras vetas de lucro, más allá de la directa relación
laboral. Hasta hoy los trabajadores no tienen garantizados derechos básicos, porque hubo una
arremetida de privatizaciones con “Las siete modernizaciones” del Estado.
3.1.2 Lo que la Concertación preservó
La causa de despido “por necesidades de la empresa” fue una de las modificaciones al código
laboral, que exige que los empleadores justifiquen todo despido, implementado en el Gobierno
17
de Patricio Aylwin (1990-1994). En el mandato de Ricardo Lagos (2000-2006), se fijaron sólo
multas por contratación de rompehuelgas, sanciones que no guardan relación con las
ganancias que obtienen los empresarios. Se impulsó el seguro de desempleo y en el año 2007
se legisló sobre la subcontratación para su regulación.
Nada de lo anterior llegó a afectar las bases del código laboral. Es más, se profundizó en
la privatización de recursos naturales como el cobre.
Codelco, que hasta hace 27 años representaba la producción de más del 90% del cobre en
Chile. Así lo expresa María Olivia Mönckeberg, Premio Nacional de Periodismo 2009, en su
libro La máquina para defraudar. Los casos Penta y Soquimich (2015), señala que
La producción de Codelco representa cerca del 30% de la producción cuprífera. El
resto, es decir, el 70% aproximadamente, está en manos de compañías privadas,
aunque en algunas de ellas la estatal conserva cierta participación.
¿Cómo actúa el subcontrato?
Estas bases del código han actuado en concreto promoviendo la subcontratación, funcionando
como una herramienta efectiva de precarización del trabajo. Por ejemplo, una empresa cuenta
con mil trabajadores propios, sin embargo, a partir del subcontrato, entiende que puede dividir
ese número en tres, cuatro o más empresas, que desarrollen varias labores y que cumplan con
sacar adelante la tarea principal, pero a un menor costo. Según los datos aportados por las
Memorias de Codelco 2015, la relación es 30% de trabajadores propios y 70% de trabajadores
subcontratados.
¿Cómo es su funcionamiento práctico?
Contratando empresas mediante licitación, las cuales se ganan los contratos disputándose
entre unas y otras, tal o cual área o labor, definiéndose en parte, sobre la base de quién cobra
menos por desarrollar la obra o servicio. Esto implica que el empresario contratista tendrá
menos recursos a partir del contrato firmado con la mandante, para hacer lo mismo que
realizaba anteriormente la empresa principal. Lo anterior se traduce en un violento retroceso en
el nivel y calidad del empleo, ya que el trabajador recibirá menores sueldos, menores beneficios
y peores condiciones de trabajo, expertos de la Fundación Sol, Alexander Páez y Benjamín
Sáez en la columna en El Mostrador (2015) lo definen así: “La externalización opera de esta
forma como un ahorro para el empleador, por medio de la desposesión salarial directa”.
18
Hasta las herramientas de trabajo y los elementos de protección personal son más baratos, por
ende, de menor calidad, trayendo como consecuencia mayor exposición a factores
medioambientales y toxicológicos, al igual que mayor posibilidad de accidentarse y/o de
enfermarse profesionalmente.
En otras palabras, el trabajo debe hacerse igual o mejor, pero con peores condiciones
laborales, con una estabilidad laboral restringida por el contrato de la empresa contratista con el
mandante. En ese sentido, impone inestabilidad laboral, ya que la duración del trabajo está
sujeta siempre al tiempo de terminación de la obra o servicio impuesto por el período
concesionado. Aquello produce automáticamente una disminución abrupta en la proyección
laboral del trabajador externalizado, cuya estabilidad ya no depende necesariamente de su
desempeño, sino que de causas y efectos externos que fueron pactados entre la empresa
principal o mandante y su empleador directo.
También genera una brecha salarial que sucede en la práctica entre un trabajador
subcontratado y un trabajador de planta. Así lo refuerzan Páez y Saéz a continuación en la
misma columna:
Los mecanismos de desposesión por medio de privatizaciones, se reflejan también en
los mecanismos de precarización y fragmentación del trabajo, complementando de esta
forma la mantención de altas tasas de ganancia. Es por ello que la mercantilización de
lo que antaño eran derechos sociales no solo atañe al servicio prestado (educación
como “bien de consumo”, por ejemplo) sino que a la forma en la cual se entiende la
organización del trabajo en su interior. De esta manera, la categoría de trabajador de
segunda clase se evidencia en las brechas salariales entre un trabajador de planta y
uno externo. Para el caso de la Minería, esta es de un 53% más alta para el trabajador
de planta
Cabe destacar, que el trabajo se realiza con mayor presión de mando, ya que no solo tiene la
de su jefe directo y la gerencia de la empresa contratista, sino también de las jefaturas de la
empresa principal. En ese sentido, los investigadores de la Fundación Sol agregan que
En un escenario de alta flexibilidad laboral, como en Chile, la subcontratación se ha
convertido en una cortina de humo para ocultar la relación de subordinación y
dependencia directa en que entran los trabajadores con la mandante. El naufragio de la
"ley de subcontratación", y el apoyo institucional a este fracaso demuestra que la crisis
actual ha sido el resultado directo de privilegiar intereses como los de Codelco,
Escondida y las empresas "contratistas".
19
Las empresas mandantes logran mayor producción y cumplimientos de metas, pero con
trabajadores externalizados que no gozan de los beneficios y riquezas de ese trabajo que
realizan.
3.1.3 División sexual del trabajo
Entenderemos el concepto de división sexual del trabajo a aquella división de las tareas o
labores en el ámbito privado y público, que está determinada por los roles históricos de género.
Ésta actúa como una forma de discriminación negativa hacia las mujeres, dado que los trabajos
asociados a los roles femeninos son menos valorados, por ende, implica segmentación del
mercado del trabajo y peores condiciones salariales y laborales. Por otra parte, también actúa a
través de las brechas salariales, en desmedro del valor del trabajo que realiza una mujer, pese
a que puede ser la misma labor que desarrolla un hombre.
3.1.4 Roles de género
Nos apoyamos en las definiciones que utiliza un estudio del Instituto Nacional de Estadísticas
(INE) (2015), donde se entiende por roles de género al mandato social de realizar ciertas
labores por ser de un determinado sexo. Los roles definen el quehacer y las actividades que se
esperan que ocupen hombres y mujeres en el espacio social. Así, se espera que las mujeres
cumplan con la reproducción biológica y con la reproducción de la fuerza de trabajo. En esa
línea, el estudio sostiene que :
Por reproducción biológica se entiende la procreación y consiste también en la crianza
de hijas e hijos (es decir, se refiere a la creación y desarrollo físico de las personas). La
reproducción de la Fuerza de Trabajo implica tanto el mantenimiento cotidiano de las y
los trabajadores presentes y futuros, como la asignación de los agentes a determinadas
posiciones en el proceso productivo. En otras palabras, se relaciona con el proceso por
el cual esos seres humanos se convierten en trabajadores y trabajadoras (Todaro y
Yáñez, 2004).
En tanto, se entiende por roles masculinos el desenvolverse en el espacio público y productivo,
es decir, se espera que los hombres se integren como ciudadanos a las labores políticas del
20
colectivo y, además, que transen su fuerza de trabajo en el mercado. De esta forma, por medio
de la obtención de un salario o de algún mecanismo de retribución económica, serán los
principales encargados de mantener a sus familias.
Coherentemente, bajo la concepción de que el trabajo realizado por mujeres o relacionado con
roles sociales femeninos debe ser valorado como secundario en la sociedad chilena,
entenderemos dos formas de aplicar esta discriminación contra las mujeres. Por una parte,
existen las segmentaciones laborales para las mujeres (o trabajos para mujeres) y
subvaloración del trabajo femenino en el sistema social de la producción (brecha salarial
por el mismo trabajo).
Así lo respalda los datos aportados por el mismo estudio. Sucede desde el sistema educativo,
donde mayoritariamente son profesoras en los primeros años de enseñanza y profesores
varones los de la enseñanza superior,
Además, en cuanto a brecha salarial, las cifras revelan que en la medida que aumenta el nivel
educacional, la brecha disminuye hasta la educación técnica, nivel desde el cual la brecha
vuelve a aumentar progresivamente.
Se profundiza este fenómeno de segmentación en labores de producción industrial. Esto no se
traduce en que las mujeres no trabajen en esos espacios, sino en que lo hacen principalmente
en las áreas que reproducen la fuerza de trabajo, mientras que los hombres asumen labores
directamente productivas.
A nivel de la industria, la participación de la mujer en la minería es escasa. Cifras del Consejo
Minero (2016), organismo que agrupa a 18 empresas de la gran minería, que en su conjunto
representan el 96% de la producción nacional de cobre, señalan que las mujeres representan
en promedio el 7,9 % de la dotación total de la industria. Mientras que en Codelco la
participación femenina es de 8,7% (Coldeco, 2015).
3.1.5 Brecha salarial entre hombres y mujeres
La brecha salarial entre hombres y mujeres se refiere a la diferencia que existe entre el salario
que perciben unos y otros por un mismo trabajo. Todavía cuando las mujeres se han
incorporado crecientemente a la fuerza de trabajo, en nuestra sociedad se mantiene la imagen
de los hombres como proveedores de la familia, y de ellas como aportantes de ingresos
21
complementarios, situación que sin ser una explicación unívoca o exclusiva, forma parte del
problema y el telón de fondo de la desigualdad salarial entre mujeres y hombres.
La brecha salarial guarda relación con una concepción de que el trabajo asalariado femenino es
“complementario del masculino”, como explicamos anteriormente, se asocia a la mujer las
tareas de la reproducción biológica, para garantizar el desarrollo físico de las personas, que
implica también reproducir las fuerzas de trabajo.
El origen de esta brecha salarial surge como producto de esta concepción de los roles de
género y el desarrollo de la economía capitalista. La Revolución Industrial fue para la
humanidad un salto en la productividad que transformó las relaciones sociales de la producción,
respecto de los escasos medios técnicos que se poseían para producir los productos
necesarios para el consumo humano en las sociedades campesinas.
Éstas últimas, si bien mantenían una división del trabajo que no varía respecto a los roles de
género, el trabajo de una mujer implicaba también tareas de producción, sobre todo una vez
que el comercio ingresaba en la actividad campesina, a diferencia de lo que sucede
posteriormente en la sociedad capitalista, donde la mujer en el ámbito doméstico no cumple un
rol productivo, sino reproductivo de las fuerzas de trabajo. Cómo explica la historiadora
norteamericana Wendy Goldman en el texto “La Mujer, el Estado y la revolución” (1993), la
familia cumplía un rol de unidad productiva en las sociedades campesinas, mientras que en la
sociedad capitalista pasa a cumplir la función de unidad de distribución y consumo.
En un primer momento, entre las décadas de 1830 y 1840, el desarrollo de la industria exigió
que grandes capas sociales del campesinado se proletarizaran, por lo que la alta demanda de
mano de obra promovió el ingreso de las mujeres a la producción, generando rechazo por los
hombres proletarios, que aseguraban que “presionaban a la baja de salario” y en un intento
infructífero de revertir la tendencia a que la mujeres ingresaran al trabajo, exigían un “salario
familiar” (Goldman, 1993. Pp.48-49).
Es decir, con el ingreso de las mujeres al mundo trabajo, nace la brecha salarial, entendiendo
que los patrones pagaban menos salario por el mismo trabajo, apoyados en un sentido común
de que las mujeres deben estar en las tareas reproductivas y no en la producción. Surgiendo la
idea de este “salario complementario” del sueldo del hombre, quien debe ser el principal
responsable del mantenimiento económico de la familia, según estos roles históricos de género.
22
La brecha salarial o discriminación salarial entre mujeres y hombres, sería entonces la parte de
la diferencia que no queda justificada por una distinta aportación de valor en el desempeño de
un trabajo y que solo puede ser explicada en función del sexo de la persona que lo realiza.
En Chile, como en muchos lugares del mundo, esta concepción de que no es propio de los roles
sociales de las mujeres abordar otros espacios que no vayan en función de la reproducción
biológica y la reproducción de la fuerza de trabajo, continúa existiendo de forma latente y se
expresa en la persistencia de las brechas salariales.
No obstante, la incorporación de las mujeres al mundo laboral es un hecho constatable que,
según los datos aportados por la sección de Género del INE (2015), corresponde al 48,7%.
3.2 Desigualdad de género y subcontrato
La discriminación se convierte en un argumento ideológico para la desigualdad económica y se
expresa fundamentalmente en el problema de la brecha salarial como lo respalda el estudio del
INE, “Mujeres en Chile y Mercado del Trabajo” (2015):
Utilizando el criterio del Ingreso Mínimo Neto (IMN) como unidad de medida para ver la
participación de la población en empleos de altos ingresos y empleos de bajos ingresos,
se observa que las mujeres ocupadas se concentran mayoritariamente en empleos
donde se perciben niveles de ingresos de más de uno y hasta dos ingresos mínimos
netos (37,0%) y en empleos de hasta un ingreso mínimo neto (30,2%), lo que sumado
abarca el 67,2% del empleo femenino total.
A diferencia de lo que sucede con las mujeres, los hombres tienen una menor
participación en el primer tramo de ingresos (14,9%), siendo las mayores incidencias las
de los tramos de más de uno y hasta dos ingresos mínimos netos (37,2%), y de más de
dos y hasta seis ingresos mínimos netos (36,5%), abarcando en total al 73,7% del
empleo masculino. Comparando esta estructura con la de las mujeres, se observa que
el 67,2% de las mujeres percibe un ingreso de hasta dos ingresos mínimos netos
(equivalente a $310.730), mientras que el 52,1% de los hombres percibe ese nivel de
ingreso.
23
Los roles de género y la división del trabajo en contratos de planta y subcontratos son
argumentos para presionar a bajos salarios, como lo reflejan las conclusiones del estudio de la
Fundación Sol, Los Verdaderos Sueldos de Chile (2015b) que arroja los siguientes datos:
*El 53,5 % de los trabajadores chilenos gana menos de $300.000 y el 70 % menos de
$426.000 líquido.
*En Chile, se registran cerca de 700 mil subempleados y el 50 % gana menos de
$100.000.
*83,5 % de las mujeres que tienen un trabajo remunerado gana menos de $550.000
líquido.
*Por otro, lado, según la NESI, en Chile existen 993.843 trabajadores asalariados
externos (subcontratación y suministro), quienes, en promedio, ganan el 32,9 % menos
que los trabajadores contratados directamente, brecha que supera el 40% en sectores
tales como construcción, minería, comercio, electricidad, gas y agua, administración
pública e intermediación financiera.
Dicho estudio, reafirma la tendencia a una persistente desigualdad que tiende a empobrecer a
las mujeres y que particularmente en la industria de la minería podría alcanzar brechas muy
superiores al promedio nacional, dado que se cruzan dos fenómenos que establecen brechas
salariales. El subcontrato y la discriminación de género.
El subcontrato establece una segmentación de los trabajadores por su condición contractual,
independiente de si pertenece o no a una misma unidad productiva, como una misma empresa
o faena, dividiendo a los trabajadores de planta de los externalizados. Estos últimos, por realizar
el mismo trabajo reciben entre 20% y 50% menos que un trabajador de planta, permitiendo a los
empresarios apropiarse de la diferencia de esa brecha salarial.
Así, sucede con una misma labor que puedan realizar un hombre y una mujer como se esboza
en los siguientes antecedentes:
En el promedio y sin controlar por factores observables, la brecha de ingresos entre
hombres y mujeres es de casi $147 mil pesos mensuales. En otras palabras, el
promedio de ingresos que perciben las mujeres equivale al 70% del ingreso percibido
por los hombres.
24
Finalmente, otro modo de expresar la brecha sería señalar que los hombres ganan el
42,6% más que las mujeres (en el promedio y sin controles). Al controlar la distorsión
que generan los promedios, la brecha sigue siendo elevada. En efecto, si se considera
la situación del 50% de las mujeres trabajadoras versus la del 50% de los hombres
ocupados, la brecha es de 28,7% a favor de los hombres (Durán y Kremerman, 2015).
(Fuente: Durán y Kremerman, 2015, p. 7)
3.2.1 Segmentación laboral
Como se señaló anteriormente, otra forma de disponer de un porcentaje del valor del trabajo de
las mujeres, aparte de la brecha salarial, es la segmentación laboral. Funciona como otra vía
por la cual las mujeres perciben salarios inferiores a los hombres. Es una división del mercado
del trabajo basada en las concepciones que explicamos anteriormente, respecto a qué roles
deben cumplir y cómo se valoran socialmente.
Así, las mujeres a través de la educación informal (familia, lugar de vivienda, etc.) y en la
educación formal (en la escuela, liceo, universidad, etc.) son empujadas a aprender ciertas
labores. Aquellas que tienen relación con hacer los trabajos que contribuyen a la reproducción
de la fuerza de trabajo, es decir, asociadas a aseo, alimentación, cuidados de niños o enfermos
y servicios.
Así lo expresan los datos arrojados por el análisis de brechas a partir de la estructura
ocupacional, según categoría laboral del estudio Mujeres en Chile y Mercado Laboral (INE,
2015).
Al observar la distribución de las mujeres Ocupadas según la categoría laboral, se
destaca que 65,8% de ellas posee un trabajo como Asalariadas, seguido de 20,6% que
se desempeña como Cuenta Propia y 10,9% que trabaja como Servicio Doméstico. Al
BRECHAS SALARIALES EN EL PROMEDIO Y LA MEDIANA SEGÚN SEXO
Estadístico Hombre Mujer Diferencia en $ Diferencia en %
Promedio $ 491.009 $ 344.384 $ 146.625 42,6 %
P50 $ 320.434 $ 249.056 $ 71.378 28,7 %
25
comparar esta estructura con la de los hombres se constata una mayor prevalencia de
ellos como Asalariados, con un 74,6% y una baja participación en la categoría de
Servicio Doméstico, con un 0,3%. Específicamente en esta última categoría, las
mujeres concentran el 96,6% de la ocupación.
(Fuente: INE, 2015, p. 63)
En cuanto a los niveles de ingreso medio el estudio arroja que:
Al considerar los niveles de ingreso medio, los hombres y mujeres que trabajan como
Empleadores perciben los mayores niveles de ingreso medio con respecto al resto de
las categorías. Por otro lado, al comparar las brechas salariales, el mayor diferencial se
observa en las y los trabajadores por Cuenta Propia donde las mujeres perciben en
promedio 41,9% menos que los hombres. El menor diferencial se encuentra entre las y
los trabajadores del Servicio Doméstico, donde las mujeres perciben en promedio
10,0% menos que los hombres.
Se debe destacar que, incluso en esas tareas concebidas como exclusivamente femeninas o en
las que la participación masculina es marginal, existe brecha salarial a favor de los varones,
como queda de manifiesto en el 10% promedio que reciben menos las mujeres por realizar
servicio doméstico, tarea que se les ha asignado históricamente a las mujeres. Por otro lado,
dadas las características económicas del país, la mayoría de los trabajadores, tanto hombres
como mujeres, se encuentran en el sector económico terciario (servicios), el 45,3% de los
hombres que trabajan se encuentran en el sector primario y el secundario (extracción y
manufactura, respectivamente). Mientras que las mujeres se concentran con 85,3% de quienes
trabajan en el sector terciario o de servicios.
ESTRUCTURA DE OCUPADOS SEGÚN CATEGORÍA LABORAL POR SEXO
Categoría laboral Hombre Mujer
Empleador 5,9% 2,6%
Cuenta propia 19,2% 20,6%
Asalariado 74,6% 65,8%
Servicio doméstico 0,3% 10,9%
26
Gonzalo Durán, investigador de la Fundación Sol, declaró para Economía y Negocios (2013) un
ejemplo de mucha utilidad para pensar las dimensiones de las brechas salariales que existen en
minería, señalando que “un operador mina, un puesto que requiere solo haber egresado de
enseñanza media, recibe en promedio $1,5 millones”. Asegura, además, que el promedio de
sueldo nacional es de $338 mil para trabajadores con esta calificación. Para establecer una
relación, cabe destacar que es la misma calificación que se requiere para hacer aseo y por lo
que se percibe desde el salario mínimo.
Otro factor que permite graficar la segmentación laboral existente, es la concentración de
hombres y mujeres en los distintos grupos ocupacionales, donde las mujeres se concentran en
servicios y tienen menor calificación, siendo los trabajos peor remunerados. Por otra parte, las
mujeres consideradas como trabajadores no calificados, representan el 26,5% y como
trabajadores de los servicios el 23,4%. En el caso de los hombres, el 20,3% pertenecen al
grupo ocupacional de oficiales, operarios y artesanos de artes mecánicas y de otros oficios,
seguido del grupo de trabajadores no calificados, que concentran el 19,5%.
Las brechas de ingreso que se producen en los grupos ocupacionales son negativas para las
mujeres. La mayor brecha salarial se produjo en el grupo ocupacional oficiales, operarios y
artesanos de artes mecánicas y de otros oficios, donde la ocupación de los hombres es
ampliamente superior a la de las mujeres. Por otro lado, la menor brecha salarial entre hombres
y mujeres se observó en el grupo ocupacional empleados de oficina.
El grupo ocupacional de servicios es altamente feminizado, siendo las mujeres el 70% del total
de ocupados del área. Mientras que operaciones de instalaciones y máquinas y el trabajo de
operarios, obreros y agricultores, el 93,5% son hombres.
Al aislar los componentes de la brecha salarial, se observa que la subvaloración
(discriminación) que hace el mercado del trabajo respecto a las capacidades productivas de las
mujeres es aún mayor que la brecha salarial. Los datos muestran que esta discriminación anula
la mayor dotación de capital humano de las mujeres, aumentando la brecha salarial a 21,4 %
(INE, 2015).
3.2.2 Contratistas y subcontratistas en Codelco
27
Pondremos especial atención en cómo se desarrolla el fenómeno de segmentación laboral en
una de las principales actividades económicas del país, la extracción de cobre en la principal
empresa estatal, Codelco. La pérdida de derechos colectivos en dictadura, impactó también en
la mina El Teniente, ubicada a 50 km de la ciudad de Rancagua, es el yacimiento subterráneo
de cobre más grande del mundo y en 1970 tuvo 14 mil trabajadores de planta.
A 46 años, la mayoría de los obreros se encuentra en régimen de subcontratación (70,4%
según las memorias de Codelco). Trabajadores que –hasta la huelga de 37 días de 2007- no
poseían medidas mínimas de aseo e higiene, ni ningún beneficio de los cuales la empresa
estatal fuera garante, como sucedía antaño. Los sindicatos habían conseguido derechos
colectivos para las familias obreras hasta antes de la dictadura, como atención gratuita en el
Hospital del Cobre, vivienda y recreación.
3.2.3 Número de trabajadoras
En 2014, trabajaron en Codelco mil 657 mujeres, específicamente 864 trabajadoras u operarias,
759 profesionales y 34 ejecutivas. La edad promedio es de 41 años.
Además, se contrató el 14% de mujeres en 2014. División Chuquicamata es el centro de trabajo
que cuenta con mayor dotación femenina (505 trabajadoras), le siguen El Teniente (235), Casa
Matriz (201) y la Vicepresidencia de Proyectos (155).
Las posibilidades de acceso a Codelco son desiguales para hombres y mujeres. Los trabajos
asociados a servicios de alimentación y aseo, también representan las áreas de trabajo más
precarizadas y, al igual que en el panorama nacional, son realizados principalmente por
mujeres, a través de trabajo indirecto, es decir, de una contratista o subcontratista.
La situación es más difícil de enfrentar con el marginal 12,7% de mujeres sindicalizadas en todo
el país que identifica la Dirección del Trabajo. La denominada “doble jornada laboral”, que se
refiere al trabajo doméstico y de crianza de hijos que realizan las mujeres por estar
“naturalizado” como rol femenino, luego de su jornada laboral asalariada, impacta en las
posibilidades de tener tiempo de recreación, y es una condición que se asocia como una
limitante para la organización gremial (Fundación Sol, 2015c).
28
No obstante, Codelco encabeza la contratación femenina en el rubro de la minería. Liderazgo
que no se hace visible en la realidad de las miles de trabajadoras que prestan servicio
doméstico y alimentación a Codelco a través de empresas subcontratistas. No hemos
observado cuantificación de este tipo de relaciones laborales entre subcontratistas que le
prestan servicios a empresas contratistas de alimentación y aseo en pensiones fuera de los
campamentos de la mandante estatal.
Las trabajadoras que realizan sus labores fuera de las dependencias de Codelco no están
cubiertas por los derechos colectivos como el Acuerdo Marco, alcanzado por los trabajadores
externalizados el año 2007 después de 37 días de huelga, pese a que ellas son las garantes de
la reproducción social y material de las condiciones de vida del conjunto de los mineros, ya sea
a través de la familia y/ o a través del trabajo remunerado en pensiones o en la faena.
3.2.4 Las desigualdades en el terreno legal
Con la Ley de Subcontratación de 2007, Codelco tiene obligaciones laborales y previsionales
con sus subcontratos y organizaciones sindicales, y esas responsabilidades se extienden, por
ejemplo, a las indemnizaciones legales o al control sobre pago de prestaciones laborales y
previsionales. Pero en la práctica es improbable que las trabajadoras exijan el cumplimiento de
esos derechos si no están siendo efectivos, porque el resto de las obligaciones que le imponen
en su rol social de mujer, les impide aguantar las exigencias en materia de tiempos, costos y
presiones de un proceso judicial burocrático.
En la legislación chilena no existe la negociación por rama productiva ni obligatoriedad de
negociar con los sindicatos interempresa, que podrían organizar a las miles de trabajadoras de
estas pequeñas y medianas empresas. Entonces se torna difícil que, con el nivel de
fragmentación que hay en la lógica del subcontrato, se puedan concretar demandas colectivas
que les permita a las mujeres superar esas exigencias que, por sus condiciones económicas y
sociales, no podrían sortear de forma individual.
3.2.5 La vía de los derechos colectivos
En cuanto a la actividad sindical, los bajos niveles de sindicalización en Chile son aún más
agudos para las mujeres (sólo el 12,7 % de las ocupadas se encuentra sindicalizada). Una de
29
las razones más importantes se debe a la “doble carga laboral” que las mujeres enfrentan, lo
que reduce tanto sus tiempos de recreación y sociabilidad, como de organización.
Según el informe “Mujeres Trabajando” de la Fundación Sol (2015c), la discriminación
contra las mujeres es un fenómeno estructural por lo que:
Como la discriminación contra las 31 mujeres es un fenómeno estructural, la vía
individual de fijación de salarios y condiciones tiende a reproducir esta discriminación,
por esto la negociación colectiva más allá de la empresa, la fijación de salarios por rama
u oficio y otros mecanismos en esta línea aparecen como alternativas.
En tanto, desde una visión empresarial, según el análisis del Foro Forbes de Mujeres
Poderosas (2015), al ritmo que se desarrollan los eventos, en 81 años se logrará la paridad en
el trabajo, en 75 la igualdad en la remuneración y en 30 años la equidad en el nivel de los
cargos y de puestos gerenciales dentro de cualquier organización empresarial.
3.3 Naturalización
El concepto de naturalización ha sido trabajado ampliamente en las ciencias sociales. En un
comienzo, nos limitaríamos a citar el destacado aporte de Pierre Bourdieu sobre esta materia.
Sin embargo, al repasar distintos textos, hemos considerado también el desarrollo o la bajada
del concepto desde otros autores, origen que nos lleva a la antigüedad, cuando autores como
Aristóteles y Aquino se refirieron a esta temática. Hemos optado por entender naturalización y el
concepto de habitus a partir de autores modernos, de mitad del siglo XX y que desarrollamos a
continuación.
Desde una conceptualización más básica, Josep Vicent Marqués (1981), plantea la
naturalización como un fenómeno que lleva a los sujetos a considerar sus acciones y creencias
como naturales, y ligadas a su naturaleza. De esta manera, podemos entender que este
concepto puede comprenderse como un discurso predominante en la mayoría de las formas de
sociedad moderna.
Cuando se explica el fenómeno y los hechos sociales se atribuyen a causas naturales, los
individuos y los grupos se alejan de la comprensión de las reglas sociales que guían los
comportamientos en sociedad. Esto quiere decir que el entendimiento de los fenómenos tiende
a simplificarse al concebirlo desde una perspectiva ligada a la naturaleza. Las explicaciones
30
sociológicas más profundas, no tienen cabida cuando el argumento se basa únicamente en lo
natural.
A esta mirada naturalizadora que configura el discurso dominante, presente en muchas
sociedades, se le conoce como la “biologización de los hechos sociales”. En consecuencia,
enfrentar problemas como la exclusión social y ligar aquello a las características genéticas que
los individuos o grupos que los sufren, supone un distanciamiento de las causas sociales que
pueden generarlos.
Así, percibir a los gitanos de Europa como un grupo de personas que tienen en común una
tendencia genética hacia la vida nómada, supone ignorar los mecanismos de exclusión que
durante siglos se han establecido sobre ellos.
Entender el éxito desigual que los diferentes individuos tienen en el sistema educativo, como
meras diferencias genéticas ligadas a la inteligencia humana, sería otra forma de naturalización
que desconoce las desigualdades sociales que los diferentes grupos presentan a la hora de
enfrentarse a la educación. Asimismo, suponer que las mujeres deban atender ciertas tareas y
no otras en el ámbito laboral, más precisamente, que las trabajadoras de la minería desarrollen
mayoritariamente labores de aseo y alimentación por razones de fuerza y estructura física,
excluye del análisis las causas socioeconómicas que explican el fenómeno.
Entender que las mujeres no puedan estar en otras funciones por motivos de naturaleza,
implica hacer un repaso superficial por un tema que dado su bibliografía pudiese ser explicado
desde teorías socioeconómicas, políticas y culturales.
A partir de estos ejemplos, entendemos que esta mirada desarrollada por Marqués, coincide
con las respuestas hipotéticas que hemos diseñado, toda vez que planteamos que la
determinación de los roles laborales están dados por una cuestión que obedece a razones
consideradas como naturales.
Más puntualmente, el hecho de que las mujeres atiendan ciertas tareas y no otras en la
sociedad moderna, y ello se explique con argumentos biologicistas que relacionan aspectos
físicos (fuerza, estructuras corporales, etc.), finalmente explican y reproducen la forma en que el
sistema laboral funciona, a partir de la naturalización de los roles de género.
31
Desde Pierre Bourdieu (1981), el concepto de naturalización se baja en habitus. Se entiende
que naturalizar supone desconocer los mecanismos de distinción por clase social que
atraviesan nuestra vida en sociedad. Bordieu criticó la naturalización del buen gusto, ligándolo a
procesos de diferenciación social que las élites establecen respecto a las clases populares.
Para el francés, la función ideológica del discurso naturalizador, casi siempre empuja a la
“individualización de los problemas sociales, negando soluciones de índole colectiva. Percibir la
política como una instancia naturalmente corrupta o el deseo de una transformación social
como naturalmente ligado a una edad juvenil determinada, conducen a la legitimación del orden
social y político existente” (Bordieu, 1988).
Al mismo tiempo, hemos considerado el postulado de Fernando Conde (2009), que refiere a
que una de las tareas del investigador social es “desnaturalizar lo naturalizado por la sociedad
en un momento histórico determinado”.
Entendiendo esta desnaturalización como un trabajo de deconstrucción social e ideológica, para
abrir paso a nuevos discursos que puedan comprender los hechos sociales. Aquello, apunta a
que el estudio de la naturalización y en consecuencia, de la desnaturalización, pueden erigirse
como aporte a los grupos sociales. En nuestro rol de comunicadoras sociales podemos aportar
en esta materia y en la importancia de desnaturalizar ciertas conductas que se perpetúan al no
ser corregidas.
3.3.1 Naturalización en desmedro de las mujeres
En un artículo de la organización no gubernamental Amnistía, se cita a la actual jefa de cartera
del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, Claudia Pascual, sobre el tema de la equidad
de género, políticas públicas promujer y visibilización de la violencia machista. Pascual afirmó
que “en nuestro país, lamentablemente, está muy naturalizada la violencia contra las mujeres.
Violencia que además se sufre en distintas edades, distintas etapas de la vida. Es una gran
tarea y que no es solamente de las mujeres, es una tarea de país, de Estado, de sociedad, que
tenernos que asumir mujeres y hombres independientes de nuestra forma de pensar”.
Como hemos visto, los últimos gobiernos chilenos han puesto atención en los índices de
desigualdad de género –especialmente en el número de femicidios y las cifras que dan cuenta
32
de las brechas salariales- y la forma en que estos hechos sociales se replican a pesar de los
avances de un país en vías de desarrollo como Chile.
De aquello se ha desprendido el hecho de que es la misma sociedad la que reproduce y
naturaliza las conductas machistas en desmedro de las mujeres. Por una parte, consideraremos
las políticas públicas diseñadas por un Estado con historia patriarcal y otros como los medios de
comunicación, que impactan en la opinión pública, en tanto educan.
Estos últimos ejemplificados en los titulares respecto de los femicidios, entrevistas machistas
incluso a la actual Presidenta, portadas que atacan directo al hecho de ser mujer, son muestras
de que no sólo estas conductas se reproducen al interior de faenas como El Teniente, con
una tradición profundamente masculina, sino que son observables en otros espacios, aún más
cercanos a los y las chilenas.
La ministra Pascual señaló en entrevista que “todo tiene un sesgo de género”. En cuanto a la
necesidad de reparar en esta naturalización de las conductas que contribuyen a la desigualdad
de género, sostuvo que “cuando no se visibilizan es mucho más difícil que se hagan prácticas
explícitas para incluir las visiones de las mujeres y por lo tanto para poder incluirlas a ellas en
esos mismos marcos”, (The Clinic, 2016).
Chile ratificó la convención para la “Eliminación de todas las formas de discriminación contra la
mujer” (CEDAW, 1979) y forma parte de los países comprometidos con la plataforma de acción
mundial, Naciones Unidas. Desde 1991 cuenta con una institucionalidad de género estable y
legitimada, y ha impulsado importantes políticas públicas para superar las brechas de género.
De esa manera, ha tenido grandes avances en los últimos años en distintos ámbitos. Sin
embargo, el Informe de Desarrollo Humano (UNDP,2010), señala que aún hay importantes
desafíos: se encuentra por debajo de América Latina en materia de participación laboral
femenina y, al mismo tiempo, las mujeres siguen siendo las principales, sino las únicas,
responsables de las tareas domésticas. Hay un rezago en el acceso a los puestos de decisión
(las mujeres constituyen el 13% de los senadores; el 15% de los diputados y el 30% de los
ministros). Junto con ello, hay situaciones que siguen siendo apremiantes, como la violencia
contra las mujeres, y derechos que no están asegurados, como los derechos sexuales y
reproductivos.
33
3.3.2 Visibilizar para desnaturalizar
Junto con la transformación del Servicio Nacional de la Mujer en el Ministerio de la Mujer y
Equidad de Género (viernes 3 de junio de 2016), el segundo gobierno de Michelle Bachelet ha
optado por incluir en su agenda las distintas problemáticas de género y ha hecho hincapié en
visibilizar aquellos aspectos donde la sociedad está al debe con las mujeres.
La mandataria subrayó que la campaña “Quebremos los Estereotipos” que impulsó el Ministerio
de la Mujer y la Equidad de Género “tiene una importancia fundamental, porque busca que
reflexionemos como país sobre nuestra mentalidad y nuestra cultura, y elevamos el grado de
consciencia de hombres y mujeres, y de esa manera podemos lograr un camino abierto y
despejado para, efectivamente, tener una igualdad de género” (Sernam, 2016).
En cuanto a la reforma electoral, Bachelet recordó que “cuando comenzamos este período, en
los directorios de las empresas públicas, teníamos menos de un 6% de mujeres en los
directorios, y ya vamos en un 30%. Espero, entonces, que a fines del gobierno cumplamos la
meta que nos pusimos, de 40% de mujeres como miembros en los directorios. Eso en las
empresas públicas, y estamos llamando a las empresas privadas a que hagan lo mismo”.
3.3.3 Historia de los roles naturalizados
Como propone Bourdieu, para “devolver a la acción histórica, la relación entre los sexos que la
visión naturalista y esencialista les niega”, repasaremos los principales acontecimientos que
condujeron a esta división sexual del trabajo como la conocemos actualmente. Es decir,
describiremos a través de qué mecanismos se naturalizó esta “construcción social arbitraria de
lo biológico”.
Según la antropóloga, escritora socialista y feminista norteamericana, Evelyn Reed, la opresión
de género “es el resultado de los acontecimientos sociales que destruyeron la sociedad
igualitaria de la gens matriarcal, sustituyéndola por una sociedad clasista patriarcal que, desde
sus inicios, se caracterizó por la discriminación y desigualdad de todo tipo, incluida la
desigualdad de sexos. El desarrollo de este tipo de organización socioeconómica
estructuralmente opresiva, fue la responsable de la caída histórica de las mujeres”.
34
Desde la clásica explicación marxista de Engels, Reed asume que el origen de la opresión de
las mujeres guarda directa relación con el origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
Es decir, las mujeres no siempre fueron oprimidas y degradas socialmente, según estudios
antropológicos y de la prehistoria en la época del colectivismo tribal, las mujeres eran
reconocidas como pares con los hombres.
La antropóloga norteamericana destaca que “los factores clave que llevaron al derrocamiento
de la posición social de la mujer tuvieron origen en el paso de una economía basada en la caza
y en la recogida de comida, a un tipo de producción más avanzado, basado en la agricultura, la
cría de animales y el artesanado urbano.
La primitiva división del trabajo entre los sexos fue sustituida por una división social del trabajo
mucho más complicada. La mayor eficacia del trabajo permitió la acumulación de un notable
excedente productivo, que llevó, primero, a diferenciaciones, y después a profundas divisiones
entre los distintos estratos de la sociedad.
En virtud del papel preeminente que habían tenido los hombres en la agricultura extensiva, en
los proyectos de irrigación y construcción, así como en la cría de animales, se apropiaron poco
a poco del excedente, definiéndolo como propiedad privada. Estas riquezas potencian la
institución del matrimonio y de la familia y dan una estabilidad legal a la propiedad y a su
herencia. Con el matrimonio monogámico, la esposa fue colocada bajo el completo control del
marido, que tenía así la seguridad de tener hijos legítimos como herederos de su riqueza.
Con la apropiación por parte de los hombres de la mayor parte de la actividad social productiva,
y con la aparición de la familia, las mujeres fueron encerradas en casa al servicio del marido y la
familia. El aparato estatal fue creado para reforzar y legalizar la institución de la propiedad
privada, el dominio masculino y la familia patriarcal, santificada luego por la religión”.
A su vez, Reed asocia la caída de la posición social de las mujeres con el surgimiento de la
sociedad de clases, aseverando que “la caída de las mujeres no se puede comprender
completamente, ni se puede elaborar una solución social y política correcta para su liberación,
sin considerar lo que sucede actualmente con los hombres. Muy a menudo no se tiene en
cuenta que el sistema patriarcal clasista, que ha hecho desaparecer al matriarcado y sus
relaciones sociales comunitarias, ha destruido también la contrapartida masculina, el
35
fratriarcado –esto es, la fraternidad tribal de los hombres-. La derrota de las mujeres anduvo
pareja con la dominación de las masas de trabajadores por la clase de los patronos”.
Para Evelyn Reed la primitiva división sexual del trabajo tenía un carácter igualitario entre
hombres y mujeres en cuanto a la valoración social que tenía en la comunidad. En la medida
que se instaló una división familiar del trabajo, la mujer fue despojada de ser administradora del
espacio público, para ser relegada a la servidumbre hacia un marido, sus hijos y la
administración de su casa. En los tres estadios de la sociedad de clases, desde la esclavitud, el
feudalismo y el capitalismo, ha sido constante esta degradación social de las mujeres, a
diferencia del respeto, prestigio, influencia y poder con que contaban antes de desmembrarse
en una unidad familiar separada
Sin embargo, la autora diferencia dos formas de opresión que han sufrido las mujeres en la
familia monogámica y en el sistema basado en la propiedad privada, señalando que la familia
productiva campesina del periodo preindustrial, las mujeres contaban con un estatus social
mejor que el de las mujeres que viven en el núcleo familiar doméstico de las ciudades. Esto se
debía a que mientras la agricultura y el artesanado dominaban la economía, la familia
campesina, era una unidad productiva vital, dado que el conjunto de los miembros, que era
extenso, cumplían funciones importantes, según sus capacidades, lo que incluía a las mujeres y
niños. Es decir, el trabajo que realizaban las mujeres era también productivo.
Con el surgimiento del capitalismo industrial monopolista y la formación del núcleo familiar,
masas de trabajadores expoliados de la tierra y de sus pequeñas empresas llegaron a las
ciudades a asalariarse en las fábricas, obligados a vender lo único que tenían, su fuerza de
trabajo. Las mujeres relegadas al ámbito doméstico, alejadas de tareas productivas fueron
privadas de su autonomía económica y, en consecuencia, perdieron su antigua consideración
social.
Durante las fases iniciales de la sociedad de clases fueron restringidas del espacio público y del
liderazgo social, por lo que su actividad se enmarcaba en las tareas productivas de la familia
agrícola. En tanto, al sustituirse la familia campesina por el núcleo familiar de las urbes,
perdieron su último punto de apoyo sólido, que era ser parte de la producción. Así, de la misma
manera en que eran dependientes los hombres de los patrones, eran las mujeres de los
hombres.
36
3.3.4 Construcción social de los roles de género en El Teniente
Al igual que en la mayoría de los relatos históricos, los hombres son los grandes protagonistas
de la historia de la división El Teniente de Codelco, consecuentemente con que la minería es
una actividad productiva predominantemente masculina.
Thomas Klubock, profesor de Historia de la Universidad de Montana, señala en su tesis doctoral
“Workers in the Chileans Copper Mine, 1904- 1949” de la Universidad de Yale que " tanto la
masculinidad de los trabajadores mineros como la feminidad de las mujeres de la clase
trabajadora (ausente en la mayoría de los relatos) están construidos históricamente".
En los primeros años de El Teniente, este yacimiento comenzó a producir bajo el auspicio de la
compañía Braden Copper, de origen norteamericano. Durante ese primer periodo uno de los
principales problemas era que no contaban con una fuerza de trabajo estable y calificada, dado
que los trabajadores mostraban escasa disposición a permanecer bajos las duras condiciones
de trabajo en las montañas y las peligrosas y arduas exigencias de la compañía bajo el régimen
disciplinario que imponía.
En los años 20, siendo propiedad y la joya del imperio de Kennecott, “la compañía minera
desarrolló una serie de políticas paternalistas con el objetivo de atraer y mantener una fuerza de
trabajo estable y confiable en la mina. La piedra angular de estas nuevas políticas laborales fue
la regulación y reorganización de las relaciones de género en los campamentos mineros”.
Hasta ese momento tanto hombres como mujeres, principalmente de origen campesino,
llegaban a la mina con el objeto de permanecer un tiempo, juntar dinero y luego regresar.
Mientras los hombres entraban a la mina, las mujeres solteras e independientes se
desempeñaban como “empleadas domésticas, vendedoras ilegales de alcohol y trabajadoras de
bares y prostíbulos. Establecían relaciones fluidas y frecuentemente monógamas con los
trabajadores y, a menudo, al igual que los trabajadores, abandonaban la mina y sus
campamentos después de un corto periodo, para regresar al campo o a sus ciudades de origen.
Muchas de ellas planeaban permanecer solo el tiempo suficiente como para acumular ahorros e
invertirlos en pequeños negocios.
La compañía Braden Copper estimaba que estas mujeres ejercían una influencia negativa en
los hábitos de trabajo y en la disciplina de los mineros, y visualizaba el matrimonio como el
37
antídoto a los vicios de la clase trabajadora que ellas fomentaban”. Para la empresa era vital la
reorganización de la relaciones de género para generar mano de obra estable, bajo la premisa
de que los trabajadores que formaran familias estarían dispuestos a permanecer en el trabajo y
tendrían la presión a no involucrarse en huelgas, además, eso traería como consecuencia la
reproducción de la fuerza de trabajo.
Fue así como “la compañía minera llevó a cabo una serie de políticas destinadas a forzar tanto
a los trabajadores hombres como a las mujeres solteras que trabajaban en los campamentos, a
casarse y formar familias, por las ventajas que para ellos representaba el orden y la disciplina
laborales (Fuenzalida Grandon 1919).
En 1920 Braden Copper introdujo una regulación que establecía que todas las relaciones
sexuales entre hombres y mujeres fueran legalizadas a través del matrimonio. Hasta entonces,
hombres y mujeres establecían relaciones sexuales informales, en gran parte no monógamas y
entraban y salían de ellas con cierta fluidez y facilidad.
Con la nueva normativa, si los trabajadores se negaban a casarse y formalizar las uniones
sexuales, tanto hombres como mujeres arriesgaban sus empleos y el despido de los
campamentos mineros. Los guardias de la compañía (serenos) patrullaban las barracas de los
trabajadores y las calles de los campamentos en las noches, con el objeto de controlar el
comportamiento sexual de los trabajadores y trabajadoras, así como otras actividades
recreacionales, tales como el consumo de alcohol y los juegos de azar.
La compañía completó estas medidas coercitivas a través de una serie de políticas
paternalistas. Estableció colegios para capacitar a las mujeres como esposas diligentes. Las
clases de economía doméstica les enseñaban a elaborar presupuestos familiares, a estirar las
ganancias de sus esposos, a ser eficientes y obedientes, arreglarse para agradar a sus esposos
y a ser buenas madres (...). La compañía localizaba los orígenes de los problemas económicos
en hogares mal administrados. Las esposas, versadas en el manejo doméstico, ayudarían a los
mineros a estirar sus escasos salarios y mantendrían a las familias mediante distintas formas de
trabajo informal, y de esta forma la compañía podría conservar bajos salarios”.
Por otra parte, fomentó que los trabajadores y trabajadoras contrajeran matrimonio a través de
bonos que eran entendidos como un estímulo para la formalización de las familias. En los años
30 y 40, fueron un incentivo para legitimar hijos y tener acceso a los bonos en un contexto de
38
alza de los costos de vida en los campamentos. Esta medida asemejaba a un “salario familiar”,
proporcionando a los hombres los medios económicos para solventar a sus familias. Estas
asignaciones se tornaron importantes también para las mujeres, dado sus escasas
posibilidades para conseguir un trabajo remunerado.
“La política de la compañía estaba orientada a impedir el acceso de las mujeres al trabajo. Sus
oportunidades de un empleo remunerado se restringían a las lavanderías o al servicio
doméstico en las barracas, pensiones o cantinas de los campamentos; además, los salarios
percibidos en esos empleos constituían una pequeña fracción de los salarios más bajos de los
hombres. La división genérica del trabajo se veía reforzada por el sistema educacional de la
compañía: mientras los hombres recibían capacitación vocacional y técnica que les permitía
asumir empleos en la mina, las mujeres tomaban clases de economía doméstica. Todo ello
constituía un fuerte incentivo para que las mujeres se casaran, como única estrategia visible de
subsistencia”.
Hasta entonces el Estado sólo había intervenido en las relaciones entre los trabajadores y la
empresa con envío de tropas para reprimir huelgas y rebeliones de los obreros. Para los años
30 comenzó a desarrollar políticas de un protoestado de bienestar, proceso que se aceleró
entre los años 1938 y 1948.
Para fines de los años 30 ya se había involucrado en la regulación de las relaciones laborales
en la mina y las relaciones género. Fiscalizaba el cumplimiento de la legislación laboral y social
vigente, interviniendo en la vida laboral y doméstica de la clase trabajadora. Por ejemplo,
apoyaban la regulación policíaca de la sexualidad de las mujeres. A partir de los años 30
comienzan a perseguir a las mujeres que abortaban, que eran arrestadas, despedidas y
expulsadas de los campamentos. Lo mismo sucedía con las mujeres que abandonaban a sus
maridos, dado que esto era un crimen femenino.
Surge el problema de la violencia doméstica, como resultado de la imposición de la política
familiar de la compañía y del incipiente interés del Estado por regular las relaciones de género.
Frente a estas políticas las mujeres que migraban a El Teniente asumían dos estrategias, por
una parte, “las solteras, con frecuencia, reafirmaban tanto su independencia económica como
social a pesar de los códigos morales populares que condenaban su comportamiento y de los
esfuerzos del Estado, la compañía y los mineros por regular sus cuerpos y su trabajo.
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Tesis Jimena Colombo - Javiera Márquez

  • 1. UNIVERSIDAD DE SANTIAGO DE CHILE FACULTAD DE HUMANIDADES Escuela de Periodismo División sexual del trabajo en El Teniente- Codelco Jimena Fabiola Colombo Campos Javiera Constanza Márquez Basualto Profesor Guía: Eduardo Román Tesis para optar al Título profesional de Periodista y al grado académico de Licenciado en Comunicación Social Santiago, Chile 2017
  • 2. ©Jimena Colombo Campos y Javiera Márquez Basualto 2017 Todos los derechos reservados Queda prohibida la reproducción total o parcial sin autorización previa y por escrito Creative Commons Atribución-Chile 3.0. http://creativecommons.org/licenses/by/3.0/cl/
  • 3. i RESUMEN El movimiento #Ni Una Menos se tomó las calles de Chile en rechazo a los femicidios, considerados como el último eslabón de una larga cadena de violencia. Buscar respuestas respecto al origen de esa opresión, las formas que adquiere y cómo superar un círculo vicioso que afecta a la mitad de la humanidad es una responsabilidad para la actividad periodística. La investigación aborda la situación de las mujeres de El Teniente Codelco, como principal empresa del Estado, de un sector estratégico de la economía y tradicionalmente masculino. Por una parte, se analizó el sistema de roles de género que relega a las mujeres a realizar labores consideradas como femeninas gratuitamente (trabajo doméstico) y/o en condiciones flexibilizadas, y la brecha salarial hombre- mujer por el mismo trabajo. A su vez, fue cruzado con la variable subcontrato, que precariza el trabajo transversalmente para hombres y mujeres. Sin embargo, por la segmentación del mercado laboral, los trabajadores tercerizados asumen labores del giro principal (explotación mina), mientras que las mujeres realizan labores de servicio, que son devaluados socialmente y económicamente, generando una doble brecha. Para realizar una descripción acuciosa de esta realidad y las políticas respecto a esta problemática impulsadas desde el Estado, la compañía y las/os trabajadores fueron realizadas 18 entrevistas. Estas incluyen, a la primera mujer que entró en El Teniente; la primera y única directora de Coldeco y ex ministra del Serman, Laura Albornoz; la ex ministra del Trabajo y Previsión Social, Ximena Rincón; trabajadoras propias de la cuprífera estatal; trabajadoras externalizadas; dirigentes/as sindicales; especialistas en materias de género y trabajo. Además, se realizaron observaciones no participantes en sindicatos e instalaciones de Codelco. Los resultados arrojaron que la precertificación en la Norma Chilena 3262 de Igualdad de género y conciliación laboral, familiar y personal en que se encuentra El Teniente es una oportunidad para cambios sustanciales que pudieran convertirla en un referente para el sector de la industria como para el conjunto de la sociedad chilena azotada por la violencia de género. Los testimonios recogidos visualizan al trabajo doméstico y el cuidado de los hijos que ellas realizan de forma gratuita o doble jornada laboral como uno de los principales límites para igualdad de condiciones laborales. Las soluciones que se esbozan apuntan a la responsabilidad que el conjunto de la sociedad debe asumir con la crianza de las futuras generaciones, ya que naturalizar la idea de que es tarea exclusiva de las mujeres, las perjudica en el terreno laboral. Palabras clave: Codelco, El Teniente, roles de género, división sexual del trabajo, naturalización, subcontrato, socialización trabajo doméstico, mujeres, Rancagua.
  • 4. ii A nuestras madres trabajadoras,
  • 5. iii DECLARACIÓN Dado que la presente investigación busca ser un aporte periodístico para poner fin a la problemática de las desigualdades de género y visibilizar las violencias de las que hemos sido víctimas las mujeres, hemos decidido expresar en la narración un punto de vista claro frente a un tema con el que no podemos ser neutrales. Sin embargo, no por ello, ha sido menos riguroso el método científico con que se desarrolló el trabajo que presentamos a continuación.
  • 6. iv TABLA DE CONTENIDO I. INTRODUCCIÓN.......................................................................................1 1.1 Tema de investigación ..................................................................................1 1.2 Motivaciones investigativas.........................................................................4 1.3 Resumen de los capítulos de la investigación ..........................................4 1.4 Enunciación del problema ..............................................................................5 II. PROBLEMATIZACIÓN.............................................................................7 2.1 Contexto............................................................................................................7 2.2 Descripción del problema.............................................................................10 2.3 Preguntas Centrales......................................................................................11 2.4 Hipótesis y supuesto.....................................................................................11 2.5 Objetivos .........................................................................................................11 2.5.1 Objetivo general...................................................................................................11 2.5.2 Objetivos operacionales......................................................................................11 2.6 Fundamentos de la investigación................................................................12 III. MARCO TEÓRICO..................................................................................15 3.1 Precariedad y género ....................................................................................15 3.1.1 El corazón de la desigualdad: el código laboral de la dictadura ...................15 3.1.2 Lo que la Concertación preservó.......................................................................16 3.1.3 División sexual del trabajo..................................................................................19 3.1.4 Roles de género.....................................................................................................19 3.1.5 Brecha salarial entre hombres y mujeres.........................................................20 3.2 Desigualdad de género y subcontrato ........................................................22 3.2.1 Segmentación laboral ....................................................................................24 3.2.2 Contratistas y subcontratistas en Codelco.......................................................26 3.2.3 Número de trabajadoras .....................................................................................27 3.2.4 Las desigualdades en el terreno legal..............................................................28 3.2.5 La vía de los derechos colectivos......................................................................28 3.3 Naturalización.......................................................................................................29 3.3.1 Naturalización en desmedro de las mujeres......................................................31 3.3.2 Visibilizar para desnaturalizar ..............................................................................33 3.3.3 Historia de los roles naturalizados.......................................................................33 3.3.4 Construcción social de los roles de género en El Teniente .............................36 IV. DISEÑO METODOLÓGICO .......................................................................43 4.1 Descripción y fundamentación de metodología escogida .......................43 4.2 Descripción y fundamentación de la técnica o tipo de estudio...............44 4.3 Descripción y fundamentación de instrumentos.......................................44 4.4 Determinación y fundamentación del muestreo ........................................45 4.5 Dimensionamiento.........................................................................................45 4.6 Pauta de entrevistas por dimensiones........................................................46 4.7 Entrevistados .................................................................................................47 4.8 Observación no participante ........................................................................48
  • 7. v V. RESULTADOS Y CONCLUSIONES................................................................49 5.1 Desarrollo de la investigación............................................................................49 5.1.1 Observación no participante.................................................................................50 5.1.2 Entrevistas ..............................................................................................................53 5.2 Reflexiones y conclusiones por dimensión .....................................................81 5.2.1 Políticas conscientes para definir rol de las mujeres en El Teniente ......81 5.2.2 Subcontrato y doble jornada: Precarización del trabajo femenino...........84 5.2.3 Organización: participación sindical y temas de género en las mesas de negociación ......................................................................................................................86 5.2.4 Conclusión general y contraste de hipótesis ..............................................87 VI. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ...............................................................90
  • 8. 1 I. INTRODUCCIÓN 1.1 Tema de investigación Las manifestaciones sociales de la última década han detonado importantes cambios sociales, evidenciando las estructuras de un Chile hecho a la medida de la dictadura y su herencia, resumida en la Constitución de 1980. Demandas como las de los trabajadores, los estudiantes, las mujeres, los grupos en defensa de la diversidad sexual, de etnia y tantos otros no representados por la elite dirigente que no hace eco de estas demandas, han inundado las calles de nuestro país. En ese contexto, la reforma educacional se ha transformado en la lucha insigne de los sectores oprimidos y en un desteñido triunfo de quienes no aguantaron más la educación de mercado. Desde el “mochilazo” en 2001 y la “revolución pingüina” en 2006, los estudiantes lograron impregnar de ese espíritu a los trabajadores más precarizados del cobre, como son los contratistas, quienes lucharon 37 días en 2007 por el Acuerdo Marco. Ídem con los movimientos contratistas forestales y mineros, donde surgió un profundo cuestionamiento al sistema de subcontratación, que culminó con la Ley de Subcontratación, que reguló legalmente las condiciones laborales de los trabajadores y trabajadoras externos. Empujada por la juventud, recién en 2011, durante la gran lucha por la educación gratuita, la sociedad chilena se abrió a discutir todos aquellos temas que en 20 años de democracia no se habían cuestionado. El germen fue tal, que instaló debates tan necesarios como la discusión por el fin al sistema de pensiones instalado en dictadura, la reivindicación de los pueblos originarios, especialmente, mapuche y, por supuesto, los derechos de la mujer. ”Ni una menos”, es la frase con la que se resume la denuncia a una problemática que salpica al mundo de sangre y mediante la que el grito colectivo de hastío, cada vez se oye más fuerte. Aburridas de los femicidios, los abusos, la explotación y las desigualdades, las mujeres y la sociedad en su conjunto, transformó esta frase en hashtag en redes sociales, conceptualizando la violencia histórica que han enfrentado las mujeres, así como en una reacción de rechazo. La visibilización de las condiciones a las que están sometidas las mujeres en los diferentes espacios de la sociedad, ha develado también las distintas formas de esa violencia, acercándonos a una verdad que comienza a extenderse entre hombres y mujeres: el femicidio es el último eslabón de una larga cadena de violenta opresión. Pero, ¿de qué forma se expresan las otras violencias?, ¿siempre fuimos oprimidas?, ¿cómo opera el sistema patriarcal?, ¿por qué las mujeres deben realizar ciertas tareas y no otras?
  • 9. 2 Son estas y muchas más las interrogantes que cada día intentan ser respondidas, para ponerle freno a una ola de violencia invisibilizada por un sistema patriarcal que naturaliza los roles de género, el trabajo no remunerado a cargo de las mujeres, el acoso sexual callejero en forma de “piropo” y la desigualdad de oportunidades. Respecto de este último problema, la presente investigación busca describir vivencias y debatir sobre esta situación, dando cuenta que la destrucción del colectivismo tribal, dio paso a la construcción de una sociedad de clases donde se despojó a la mujer del rol productivo, para empujarla hacia un rol reproductivo, que la encerró en las cuatro paredes de un hogar, pontificando su relegación al cuidado del marido y la familia (Reed,1969). Para enfocar el problema en nuestra sociedad actual y hacer el zoom a un espacio abarcable, hemos decidido analizar la división El Teniente de la Corporación Nacional del Cobre de Chile (Codelco). Las razones son diversas y guardan relación con que ésta es la principal empresa del Estado y que actualmente se encuentra en un proceso de precertificación de la Norma Chilena de Igualdad de género, normativa del Instituto Nacional de Normalización (INN) requerida por el Servicio Nacional de la Mujer y la Equidad de Género (Sernam). Las políticas públicas impulsadas por el Estado para la inclusión de las mujeres en terrenos tradicionalmente reconocidos como masculinos, son una arista de vital importancia en la observación de la mujer en el trabajo, específicamente en la minería. Los roles de la mujer en los espacios que hasta hace poco se les negaban, se presentan como un caso representativo de un fenómeno mayor y las cifras así lo respaldan: Chile, presenta una tasa baja participación laboral femenina respecto al resto del mundo, la que llega a un 48,7%, y en general los salarios a los que acceden son bajos, ganan en promedio 338.791 pesos (Instituto Nacional Estadístico [INE], 2014). Según el INE (2015), del total de mujeres trabajando, el 85,3% tiene empleos en el sector terciario de servicios, muchas de ellas desarrollando tareas relacionadas a alimentación y aseo. En ese contexto, la cuprífera estatal se encuentra en un momento de oportunidad, donde la certificación de la normativa NCh3262 Gestión de igualdad de género y Conciliación de la vida laboral, familiar y personal, puede constituir un precedente en las políticas de integración y diversidad, sentando las bases para que otras empresas del Estado se sumen a estas acciones. Modificar la cultura organizacional, como todo cambio profundo, tomará tiempo, pero es el camino que –obligatoriamente- debe recorrerse, para que los planes de acción y protocolos no se conviertan en nada más que maquillaje o en una linda fachada acorde a los tiempos.
  • 10. 3 Para avanzar de una igualdad legal de mujeres y hombres, hacia una igualdad real en el mercado laboral, ¿qué puede hacer una empresa estatal como Codelco para una inclusión efectiva de la mujer en sus divisiones? En el siguiente trabajo de investigación, nos aproximaremos hacia esta respuesta, por medio de una descripción de la situación de las trabajadoras de planta y de las contratistas de El Teniente, así como las perspectivas sobre esta temática de mujeres, como la única presente en el directorio de Codelco, de las dirigentes sindicales de esta división, la exministra del Trabajo, expertas en género, trabajo y, por cierto, expertas en inequidad. Fuentes autorizadas para hablar y plasmar la situación de las mujeres al interior de una división de Codelco que, hasta hace tan sólo dos décadas (1996), tenía prohibido legalmente su ingreso. Desde el testimonio de la primera geóloga que entró a la mina subterránea sin disfraz de hombre, guiada por la rebeldía de saber que no hay límites para desarrollar sus inquietudes y capacidades, hasta una operaria a cargo de uso de explosivos, son parte de los relatos con los que cuenta la presente investigación. Todos recabados con nada más (ni nada menos) que el genuino interés por visibilizar la lucha histórica que tantas mujeres han podido dar, de la mano de otras mujeres. Mientras el sistema de competencia en el cual estamos inmersos, siga dictando las directrices de la sociedad, el desarrollo de las mujeres y los grupos con menos derechos, seguirá sujeto a la colaboración entre ellos mismos. Esto, porque tal y como se describe en este trabajo, para que estas mujeres puedan trabajar en minería, otras pares deben estar a cargo de sus hijos, de las labores domésticas y del cuidado de los enfermos y ancianos. Sin embargo, de las fuentes entrevistadas surgirá la socialización de los trabajos no remunerados, como una respuesta desde distintos sectores para una efectiva inclusión de la mujer al trabajo. Pero, ¿permitirá el sistema político y económico actual la socialización de los trabajos no remunerados o seguiremos siendo protagonistas de un modelo de opresión que acude a razones culturales y biológicas como excusa? Esta investigación esboza posibles ideas y salidas respecto de este problema.
  • 11. 4 1.2 Motivaciones investigativas La perspectiva de género es un tema mundial que mueve masas en las distintas latitudes del orbe, reflejando rechazo a las condiciones de opresión mundiales en contra de la mujer. Ante ello, el rol social del periodista –como comunicador social- nos llama a investigar, cubrir y abordar los fenómenos sociales; no solo para enunciarlos, sino para reconstruir –por medio de la denuncia- una historia que consecutivamente se ha narrado a favor de ciertas posturas y desde perspectivas que han naturalizado la violencia contra la mujer. Por citar un ejemplo recurrente en la prensa nacional: “Hizo anticucho a la polola”, titular publicado en 2015 por el diario La Cuarta, en alusión a un cuasi delito de homicidio en contra de una mujer. Como mujeres y licenciadas en comunicación social la principal motivación de esta investigación es aportar con evidencia y rigurosidad periodística, a una materia de interés universal. La situación de desigualdad y violencia a la que día a día son sometidas millones de mujeres, necesita ser visibilizada. La única forma de erradicar la violencia de género, es revisar sus causas y orígenes, así como contextualizar esta problemática en el sistema neoliberal, de manera de poder realizar un diagnóstico acertado respecto de las distintas formas como ésta se presenta. En Chile, como en el mundo, se ha instalado el tema desde las calles. El espacio público ha sido la tribuna y cuna donde las principales demandas ciudadanas se han tomado la agenda política y, por cierto, periodística. En este contexto, las preocupaciones de los sectores oprimidos deben hacer eco en los medios de comunicación. Y lo han hecho, sin embargo, el duopolio comunicacional en Chile ha sido incapaz de profundizar en algunos temas. El valor de la información y la instantaneidad que exige la noticia en la actualidad, lamentablemente, también ha impactado en los tiempos que se tienen para desarrollar las temáticas. Pero, más allá de las responsabilidades de los comunicadores sociales, hay una verdad ineludible que atender. Esta investigación viene a ser un aporte que pretende dar cuenta de una realidad en la minería, pero que se replica en otros sectores económicos de un país con recursos mal repartidos. Aspira a ser útil como antecedente y evidencia de una coyuntura que nos ofrece una oportunidad y que supone la dotación de derechos a las mujeres, para instalarnos a la par y a la misma altura de los hombres. 1.3 Resumen de los capítulos de la investigación El capítulo II es el desarrollo de la problematización, donde se exponen los antecedentes y el estado del arte sobre la perspectiva de género, apuntando a los roles de género, la división
  • 12. 5 sexual del trabajo, las consecuencias del Plan Laboral de 1979, ideado en dictadura por José Piñera y del cual devienen diversas problemáticas, como el subcontrato, las brechas salariales y todos los elementos que constituyen el problema planteado en esta investigación. En el capítulo III se desarrolla el marco teórico, que funciona como columna vertebral de este trabajo y las bases teóricas. Se abordan los conceptos de: a) Género b) Trabajo c) Naturalización El capítulo IV es el diseño metodológico, donde se describen las herramientas que se usarán para la investigación y los criterios de selección. En este caso, observación no participante y entrevista en profundidad, son las herramientas elegidas para recabar la información respecto de las situaciones laborales e historias más íntimas de las trabajadoras de planta y contratistas de la división El Teniente de Codelco, al igual que las opiniones de expertos en materias de género y trabajo. También se abordan las variables y dimensiones que se consideran en cada una de las herramientas, la pauta de preguntas que estructura las entrevistas y la muestra escogida. El capítulo V expone los resultados de la investigación. Comienza con una breve descripción respecto de cómo se llegó a los resultados y cómo fue la aplicación de los instrumentos a lo largo de la investigación. Los resultados quedaron como una tabla de observaciones de las visitas y el total de las entrevistas, formato pregunta-respuesta con una breve descripción del entrevistado al comienzo. Como se verá más adelante, 18 entrevistados se refieren a los conceptos principales de esta investigación: género, trabajo, roles de género, trabajo no remunerado, naturalización, entre otros derivados. Este capítulo termina con las conclusiones de la investigación, tanto particulares como una síntesis general. Éstas constituyen la triangulación del marco teórico, los resultados y nuestra opinión. 1.4 Enunciación del problema Según el INE (2015), en Chile, la participación laboral de las mujeres en áreas extractivas o manufactureras alcanza el 6,5%. Situación que ha intentado atribuirse a explicaciones naturalizadoras 1 (fenómenos que alude a características naturales o biológicas de las personas) pero que, más bien, pareciera deberse al modelo económico imperante. 1 Este concepto se desarrolla en el Marco Teórico .
  • 13. 6 En este contexto, el trabajo de las mujeres es visto como el complemento al salario del marido, lo que finalmente se traduce en una brecha salarial entre hombres y mujeres. Sumado a ello, se espera que las mujeres cumplan con un trabajo no remunerado que comprende todas las labores domésticas y, por supuesto, la reproducción y crianza de los hijos. Como señala ONU Mujeres (2015), ambas labores por las que no reciben salario. Es así como las mujeres han sido relegadas a la realización de trabajos con condiciones precarias e inferiores, en comparación con las tareas desempeñadas por los hombres. La brecha salarial entre hombres y mujeres en Chile, evidencia que las mujeres ganan el 29,7% menos que los hombres, por la misma labor (INE, 2014). Esta desigualdad de género evidente en el ámbito laboral ha sido naturalizada, lo que significa que la forma en que el sistema neoliberal concibe a la mujer se ha vuelto normal para las sociedades. Un sistema dentro del cual, la mujer sirve como mano de obra barata y, al mismo tiempo, contribuye a una cadena de producción que reproduce, cría y provee de condiciones necesarias para que la mano de obra crezca y sirva al mercado laboral; fenómeno que tendría origen en la destrucción del colectivismo tribal y el reemplazo de éste por la sociedad de clases. En El Teniente, la división sexual del trabajo tiene orígenes económicos, puesto que la empresa dueña de la mina apostaba a la familia y a la mujer como la responsable de hacer del minero un trabajador estable y dependiente de su trabajo en la faena mientras, al mismo tiempo, delegaba a las mujeres el deber de “administrar bien el salario del marido”, al igual que las tareas de reproducción, entendiendo éstas como el cuidado de los hijos, la alimentación y el aseo. De esa manera, se fue configurando un sistema de roles que hasta hoy es palpable. Las mujeres en la minería se desarrollan mayoritariamente en las tareas relacionadas a administración, alimentación y aseo, también por una fracción del sueldo más bajo que la de los hombres, quienes –como antaño- se dedican principalmente a la producción. Mediante diversos programas impulsados por el Estado, las mujeres se abren paso en otras áreas, intentando invertir una situación que ya no es bien vista en un contexto universal de urgencia en materia de igualdad de género. Sin embargo, para entrar a esas áreas que se les negaron durante décadas, otras mujeres ocuparán su lugar en el cuidado de los hijos y las tareas no remuneradas.
  • 14. 7 II. PROBLEMATIZACIÓN 2.1 Contexto El régimen de subcontratación impone desigualdades entre los trabajadores de planta y externalizados, donde la brecha salarial es de 53%, a favor de los trabajadores de planta en la minería, según datos del Instituto Nacional de Estadísticas (INE, 2015). Pero, además, esconde una vieja forma de desigualdad, la de género. Es así como la división sexual del trabajo ubica a los hombres en el centro de la producción minera y a las mujeres las relega a la esfera doméstica, como un destino de pobreza difícil de sortear. Parece ser un debate anacrónico, no obstante, el informe de Desarrollo Humano del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD, 2015), arrojó que Chile se encuentra en el lugar 42 en el Índice de Desarrollo Humano, pero en el puesto 65 en el Índice de Desigualdad de Género. Además, Chile resultó ser el país más desigual, según la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE, 2016 ). La desigualdad generada por este tipo de discriminación se sostiene en el modelo neoliberal de relaciones laborales. A su vez, constituye un pilar ideológico para justificar la desigualdad económica y, en consecuencia, social de las mujeres. A través de la reproducción de la naturalización de los roles de género y al igual que la figura del subcontrato o “externalización de trabajadores o servicios”, ejercen presión hacia la fragmentación de las organizaciones obreras que, históricamente, han conquistado mejoras económicas y derechos, a través de la acción colectiva y organizada de los trabajadores y las trabajadoras. El sistema laboral actual segmenta y valoriza la fuerza de trabajo a través de diversos criterios, entre ellos, el de género y la subcontratación; lo que degrada el valor social de los roles femeninos, expresándose fundamentalmente en dos modos: brechas salariales, negativas hacia las mujeres respecto a los hombres, por un mismo trabajo o por la devaluación de las labores consideradas como propias de los roles femeninos, como un problema estructural que se proyecta desde la familia, como unidad económica de distribución y consumo; y en las relaciones sociales de producción, donde se reproduce esta división sexual del trabajo. Por otra parte, la desigualdad que impone el sistema laboral entre trabajadores propios y externalizados, se profundiza a través de las diferencias por género, aumentando las brechas salariales entre trabajadores o puestos de trabajo, considerados como de primera, de segunda y hasta de tercera categoría. De ese modo, los fundamentos de este problema se alejan de argumentos biológicos sobre las diferencias físicas entre hombres y mujeres, por lo que en esta investigación se esbozan
  • 15. 8 argumentos que apuntan a la rentabilidad que resulta de la desigualdad entre los sexos, sobre la base de la valoración social de los roles de género. Esa rentabilidad se expresa en brechas salariales que surgen del cruce entre la externalización de servicios y los trabajos considerados como femeninos. La integración progresiva, aunque insuficiente aún, de las mujeres a la fuerza de trabajo ha traído consigo adecuaciones del sistema de roles de género. Es decir, las mujeres ya no sólo se hacen cargo de la crianza de los hijos y del trabajo doméstico, que permite reproducir la fuerza de trabajo en el ámbito familiar, sino que también lo hacen en el mercado laboral, de forma remunerada. Poniendo sobre los hombros de las mujeres trabajadoras la obligación social de la “doble jornada laboral”, que significa cumplir con su jornada de trabajo remunerado y luego con la de trabajo doméstico y crianza de los hijos, que se le ha impuesto históricamente como principal tarea en la sociedad. Estas labores no son remuneradas, pero sí generan riqueza al reproducir las fuerzas de trabajo de los trabajadores presentes y futuros. Pero restan significativamente tiempo para que las mujeres puedan desarrollarse en términos de educación o capacitación, acotando las posibilidades de que a través de su participación activa en la vida económica, pública, política y sindical, puedan transformar la estructura social que la relega al ámbito privado, doméstico y a las peores condiciones del mercado laboral. Una herencia impuesta El problema de la precarización del trabajo es transversal para la sociedad chilena. Está directamente asociado a la estructura económica, que permite a los dueños de los medios de producción concentrar suculentas riquezas a costa de condiciones laborales de explotación. A 37 años del Plan Laboral de 1979, el trabajo en Chile está determinado por un proceso de acumulación por desposesión. “Un esquema donde una minoría acumula ingresos a costa de factores de rentabilidad instantánea y sin mediar límites, y en el que el trabajo infravalorado adquiere un papel central”, (Fundación Sol, 2015a). En julio de 1979 por encargo de la dictadura de Augusto Pinochet Ugarte, el Ministro del Trabajo, José Piñera, creó un código laboral hecho a la medida de los empresarios. Inmerso en el contexto de “Las siete modernizaciones del Estado”, nombre que se les dio a las reformas estructurales llevadas a cabo desde 1979 por el régimen militar, que incluían reformas estructurales de:
  • 16. 9 1- Sistema de AFP. 2- Sistema tributario. 3- Sistema de salud. 4- Sistema de educación. 5- Sistema bancario. 6- Constitución política. 7- Privatización de las aguas y desnacionalización del cobre. El Plan Laboral se impone con la bota militar de la dictadura que allanaba el país para el neoliberalismo. Éste erradicó el sindicalismo de clase, que durante periodos importantes había logrado imponerse en la historia de la clase obrera de Chile y plantear salidas alternativas a problemáticas sociales, acabando así con la tradición de grandes huelgas por rama productiva, que garantizaban el triunfo de los trabajadores en sus demandas. La dictadura impuso un sindicalismo desligado de otros problemas sociales, despolitizado y con direcciones burocráticas al servicio de los empresarios. Cambió radicalmente la visión del derecho laboral previo a la dictadura, con un Código del Trabajo que apunta a la división de la clase trabajadora. Legalizó relaciones laborales con centralidad empresarial, es decir, que pone la relación de fuerza a favor de los empresarios a costa de los derechos de los trabajadores, al no poder exigir sus derechos de forma colectiva como antaño. A más de 38 años de la implementación de este plan, una minoría ha acumulado suculentas riquezas a costa de la explotación de miles, prácticamente, sin restricciones. Generando una desigualdad social abismante entre trabajadores precarizados, sin posibilidad de negociación colectiva efectiva, al igual que empresarios con la ley y toda la institucionalidad estatal a su favor. Es en este contexto histórico que el sistema de roles no sólo impacta en el ámbito privado, sino que también se puede extrapolar a la estructura laboral de Chile y observar que funciona como un elemento más para justificar –ideológicamente- un sistema económico y social, basado en profundas desigualdades.
  • 17. 10 2.2 Descripción del problema En la minera estatal Codelco, existen divisiones entre los trabajadores, ya sea entre los trabajadores subcontratados respecto a los de planta y entre los roles que cumplen los hombres y mujeres al interior y fuera de la faena. Es así, como del total de trabajadores, el 70% son subcontratados y sólo el 8,7% son mujeres. Sin embargo, existen empresas subcontratistas de las empresas contratistas de Codelco, que no están contabilizadas en estas cifras. Muchos de esos puestos de trabajo son ocupados por mujeres que realizan labores asociadas a servicios domésticos y alimentación para los trabajadores contratistas fuera de la faena, manteniendo la tendencia nacional de que las mujeres realicen trabajos de servicios (85,3%). En pleno siglo XXI, las sociedades latinoamericanas y del tercer mundo, en general, enfrentan la desigualdad de género como problemática social que afecta de manera transversal a sus pueblos, por la creciente feminización de la pobreza. Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el 70% de los más pobres del mundo son mujeres y niñas. Autoridades e intelectuales reformulan soluciones para que las mujeres puedan acceder a las mismas oportunidades que los hombres en materias laborales, sociales y otras. No obstante, el problema es estructural y esta desigualdad parece ser rentable para el sistema, por la presión de la baja de sueldos que imponen las brechas salariales. Particularmente en Chile, donde la participación laboral de las mujeres en áreas extractivas o manufactureras alcanza 6,5% (INE, 2015). Ellas realizan trabajos determinados por el género, cuestión que ha intentado atribuirse a una explicación biologicista que, sin embargo, pareciera explicarse en el modelo económico imperante. En este contexto, el que el trabajo de las mujeres es visto como el complemento al salario del marido, lo que finalmente se traduce en una brecha salarial entre hombres y mujeres. Sumado a ello, se espera que las mujeres cumplan con un trabajo no remunerado que comprende todas las labores domésticas y, por supuesto, la reproducción y crianza de los hijos, ambas labores por las que no reciben salario (ONU Mujeres). De esta manera, el rol de la mujer en la sociedad moderna deja poco o nada de espacio para que éstas desarrollen actividades de recreación, políticas y, por tanto, de organización. Es así como las mujeres han sido relegadas a la realización de trabajos con condiciones precarias e inferiores, en comparación con las tareas desempeñadas por los hombres. Asimismo, la brecha salarial entre hombres y mujeres, señala que en Chile, las mujeres ganan el 29,7% menos que los hombres, por la misma labor (INE, 2014).
  • 18. 11 En resumen, a las mujeres se les ha otorgado trabajos con condiciones precarias, al mismo tiempo que se les exige aún la crianza de los niños y las labores domésticas sin percibir salario. Esta desigualdad de género evidente en el ámbito laboral ha sido naturalizada, lo que significa que los roles de la mujer en el sistema neoliberal se ha vuelto normal para las sociedades. Un sistema dentro del que la mujer sirve como mano de obra barata y al mismo tiempo contribuye a una cadena de producción que reproduce, cría y provee de condiciones necesarias para que la mano de obra crezca y sirva al mercado laboral. 2.3 Preguntas Centrales a) ¿Por qué el sistema naturaliza que las mujeres atienden ciertas tareas y no otras? b) ¿Cómo es que el género, como sistema de roles, se relaciona con la feminización del trabajo precario? 2.4 Hipótesis y supuesto a) Abaratar costos de producción por medio de condiciones laborales precarias y flexibles impuestas a la mayoría de las mujeres trabajadoras, a través de la discriminación de género y subcontratación, es rentable para una empresa estatal como Codelco. b) El sistema de roles avala que el trabajo reproductivo, necesario para la producción, que las mujeres realizan las mujeres, lo hagan de forma gratuita bajo la concepción de que es un orden natural. A su vez, ese modelo se extrapola a las relaciones sociales de producción, asociando las labores reproductivas como un trabajo de menor valor, traduciéndose en trabajo precario en el mercado laboral. 2.5 Objetivos 2.5.1 Objetivo general Describir las condiciones laborales de las mujeres que realizan tareas de servicios en la división El Teniente de Codelco y los mecanismos que este grupo social genera para superar esas condiciones. 2.5.2 Objetivos operacionales a. Describir cómo los roles impuestos históricamente a las mujeres, han sido naturalizados y se reproducen en la minera estatal.
  • 19. 12 b. Identificar elementos que den cuenta de las brechas salariales y condiciones laborales desiguales entre hombres y mujeres. c. Describir los mecanismos que permiten a las trabajadoras de Codelco enfrentar las problemáticas nacidas de las condiciones laborales que el sistema les provee. 2.6 Fundamentos de la investigación a) Factibilidad o viabilidad del trabajo En la primera parte de esta investigación, la viabilidad está determinada por la revisión de la bibliografía que aborda los principales conceptos desarrollados: género y trabajo. La utilización de las distintas herramientas de investigación nos permitió recabar la información necesaria y el material suficiente para luego convertirse en un texto periodístico. En cuanto al trabajo de campo, se aplicaron herramientas tales como entrevistas, observación participante y no participante, fundamentales para la construcción de un trabajo completo y apegado al retrato de una situación social, que como periodistas nos compete, para informar y dar cuenta, al igual que para proponer y mostrar salidas a las inconsistencias nacidas de un sistema socioeconómico que perjudica a la mayoría de las mujeres. En la división El Teniente de Codelco, en el año 2015 se registraron 219 mujeres trabajadoras propias, equivalente al 4,6 % del total de la dotación. En tanto, para el año 2016 trabajaron 3.247 mujeres contratistas de un total de 29.502 trabajadores tercerizados. Por esta razón, entrevistamos tanto a trabajadoras de planta como trabajadoras contratistas. También nos dirigimos a organismos pertinentes en la discusión o generación de políticas públicas relacionadas al tema (Codelco, ministerios, fundaciones y sindicatos). En definitiva, la factibilidad de esta investigación está dada por el ajuste al diseño metodológico, la ejecución correcta de los insumos requeridos en la asignatura y luego el desarrollo del trabajo de campo, el cual ha sido motivante, toda vez que el tema en juego es una problemática social ligada al rol de la mujer en la sociedad actual, lo que nos genera un compromiso como mujeres y periodistas. b) Pertinencia La desigualdad de género, precisamente referida al ámbito social y laboral, es menester de todo humanista y, en consecuencia, de un comunicador social. Es un tema actual, cubierto por la
  • 20. 13 prensa y por las instituciones que buscan visibilizarlo y darle solución, como la reciente creación del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género. Considerando que hablamos de la cuprífera estatal Codelco, en un contexto donde las políticas públicas buscan visibilizar y contribuir a la inclusión de las mujeres, la investigación del tema es de interés público, totalmente pertinente, publicable y un aporte al periodismo. Por una parte, analiza las condiciones laborales de un grupo de trabajadoras propias de la cuprífera estatal y, por otra, a quienes prestan servicios a Codelco, haciendo posible una descripción de cómo el sistema económico y social reproduce, en pleno siglo XXI, prácticas que perjudican a las mujeres. ¿Qué condiciones laborales enfrentan las mujeres que trabajan en minería?, ¿por qué el sistema naturaliza que las mujeres atiendan ciertas tareas y no otras?, ¿a qué intereses responde aquello?, ¿cómo es que el género como sistema de roles se relaciona con la feminización del trabajo precario? Éstas son algunas de las preguntas que estructuran nuestra investigación y al ser respondidas con fuentes verificables, trabajo de campo y una metodología rigurosa, esperamos se conviertan en una información valiosa tanto en su calidad periodística, como en un aporte a las ciencias sociales. Ello debido a que se profundiza en cómo funciona la minera estatal, cuáles son las condiciones laborales que enfrentan las trabajadoras y de qué manera el sistema económico y laboral impacta en las condiciones laborales y de vida de las mujeres. Todo, en un contexto global de preocupación por la igualdad de género. Los objetivos planteados buscan describir una situación que ha sido naturalizada en nuestra sociedad, y por tanto, la investigación será un aporte para visibilizar las condiciones laborales de estas trabajadoras, además de aportar a otras investigaciones que intenten describir el fenómeno observado en otras áreas de producción laboral. Consideramos que la pertinencia de esta investigación está reflejada en el tema y el tratamiento de éste, como un problema de carácter social, actual, noticioso y de interés transversal para la sociedad. c) Utilidad Como señalamos en el punto anterior, la desigualdad de género es una problemática social presente en la mayoría de las sociedades. En Chile, las brechas salariales y la oportunidad de desarrollarse profesionalmente distan mucho entre hombres y mujeres.
  • 21. 14 Los gobiernos han puesto atención en ello y han anunciado preocupación en la materia. Sin embargo, la penetración del sistema económico neoliberal en dictadura, pareciese ser la piedra de tope para avanzar en materia de equidad e inclusión de los grupos postergados. En tanto, las políticas públicas diseñadas para enfrentar el problema –hasta ahora- no han generado soluciones significativas. Por ello, la investigación y la información sobre el tema, serán un aporte a la visibilización del mismo. Luego podría derivar en la confección de prácticas que contribuyan a disminuir las brechas entre hombres y mujeres. Además de ser un aporte como texto de investigación, el texto periodístico será de ayuda general a la sociedad, toda vez que informa, interpreta y plantea un problema estructural que está naturalizado. Y que, a nuestro juicio, ha sido tratado de manera superficial por los medios. Finalmente, la descripción de las condiciones laborales en minería, como la reacción y la propuesta de estas mujeres, podrían erigirse como una ayuda para todas aquellas que en otras áreas laborales, deben enfrentar condiciones precarias que les han sido designadas por el hecho de ser mujer.
  • 22. 15 III. MARCO TEÓRICO 3.1 Precariedad y género A lo largo de esta investigación nos referiremos al concepto de trabajo precario para mencionar aquellos puestos de trabajo que, por sus condiciones, no permiten a los trabajadores salir de la pobreza, pese a estar ocupados. Son complejas y diversas las variantes que determinan que existan roles laborales que tengan condiciones de primera, segunda y hasta tercera categoría. En Chile, el mercado del trabajo está regido por un código laboral que tiene por origen la dictadura cívico militar, que es el cimiento de una estructura económica que permite una profunda desigualdad de la riqueza extraída o producida en el país. 3.1.1 El corazón de la desigualdad: el código laboral de la dictadura El golpe de Estado de 1973 cambió abruptamente la relación de fuerzas en pugna entre obreros que avanzaban en la expropiación y control de la producción, como en los cordones industriales, y los empresarios que se negaron a soltar sus privilegios. Se consagró la nueva relación de fuerzas entre obreros y patrones a través del nuevo código impuesto con persecución y tortura, atacando la organización sindical. Centralmente, se legisló sobre dos ejes: sindicatos, con el Decreto de Ley 2.756, y negociación colectiva, con el Decreto de Ley 2.758. Para el economista Gonzalo Durán y la antropóloga Karina Narbona (2014), la clave de estas leyes es debilitar la negociación colectiva que había hecho poderosa a la clase obrera en otros momentos. En las palabras de su arquitecto, José Piñera, sus cuatro pilares fundamentales son: 1) Negociación colectiva centrada en la empresa; 2) Huelga que no paraliza (reemplazo en huelga y reglamentación de esta); 3) Paralelismo de agrupaciones de trabajadores (sindicatos y grupos negociadores); y 4) Despolitización sindical (ruptura del vínculo entre sindicatos y quehacer de la sociedad). Se subordina la negociación a la figura de empresa, acabando con la negociación por sector productivo o rama, terminando a su vez con el carácter nacional que solía tener la negociación. Se permite el reemplazo, lo cual prácticamente anula la huelga como herramienta para sostener la posición negociadora de los trabajadores y, además, al no negociar por rama, abre el espacio para que los sectores que no están negociando entren como rompehuelgas.
  • 23. 16 Por otra parte, debilita al sindicato respecto a la centralidad de la negociación, porque la legalidad pone la negociación en función de la empresa entendida como la figura legal Rol Único Tributario, que no necesariamente responde a la unidad económica y productiva de ésta. A su vez, el Plan Laboral derogó la disposición contenida en el artículo 1° de la Ley 16.757, que señalaba: "Los trabajos inherentes a la producción principal y permanente de una industria, o de reparación o mantención habituales de sus equipos y que no sean de los tratados en los incisos segundo y tercero de este artículo, no podrán ser ejecutados a través de contratistas o concesionarios. Sin embargo, la disposición del inciso anterior no se aplicará cuando los referidos trabajos constituyan una labor especializada, que se encomiende a una empresa o industria establecida que pague patente como tal, cuyo giro principal sea, precisamente, ejecutar tales labores o manufacturar elementos, partes, piezas, o repuestos por orden de terceros. No se aplicará esta disposición a la actividad de la Construcción". Al terminar con la prohibición de subcontratación, se sientan las bases para que surja el fenómeno del Multirut, como una forma más de división de los trabajadores, incluso, dentro del mismo lugar de trabajo, con un mismo patrón, pero bajo diferente figura legal. Por lo tanto, divide las fuerzas de los trabajadores para negociar sus condiciones laborales y salariales. El Multirut también contribuyó históricamente a no garantizar derechos individuales como las salas cunas para las madres trabajadoras (obligatoria con más de 19 mujeres por empresa). Se impuso que la negociación sólo es por salario, lo que desliga a la organización sindical como alternativa a otras problemáticas de la sociedad, hegemonizando la visión empresarial en materias sociales. Así se aprovechan otras vetas de lucro, más allá de la directa relación laboral. Hasta hoy los trabajadores no tienen garantizados derechos básicos, porque hubo una arremetida de privatizaciones con “Las siete modernizaciones” del Estado. 3.1.2 Lo que la Concertación preservó La causa de despido “por necesidades de la empresa” fue una de las modificaciones al código laboral, que exige que los empleadores justifiquen todo despido, implementado en el Gobierno
  • 24. 17 de Patricio Aylwin (1990-1994). En el mandato de Ricardo Lagos (2000-2006), se fijaron sólo multas por contratación de rompehuelgas, sanciones que no guardan relación con las ganancias que obtienen los empresarios. Se impulsó el seguro de desempleo y en el año 2007 se legisló sobre la subcontratación para su regulación. Nada de lo anterior llegó a afectar las bases del código laboral. Es más, se profundizó en la privatización de recursos naturales como el cobre. Codelco, que hasta hace 27 años representaba la producción de más del 90% del cobre en Chile. Así lo expresa María Olivia Mönckeberg, Premio Nacional de Periodismo 2009, en su libro La máquina para defraudar. Los casos Penta y Soquimich (2015), señala que La producción de Codelco representa cerca del 30% de la producción cuprífera. El resto, es decir, el 70% aproximadamente, está en manos de compañías privadas, aunque en algunas de ellas la estatal conserva cierta participación. ¿Cómo actúa el subcontrato? Estas bases del código han actuado en concreto promoviendo la subcontratación, funcionando como una herramienta efectiva de precarización del trabajo. Por ejemplo, una empresa cuenta con mil trabajadores propios, sin embargo, a partir del subcontrato, entiende que puede dividir ese número en tres, cuatro o más empresas, que desarrollen varias labores y que cumplan con sacar adelante la tarea principal, pero a un menor costo. Según los datos aportados por las Memorias de Codelco 2015, la relación es 30% de trabajadores propios y 70% de trabajadores subcontratados. ¿Cómo es su funcionamiento práctico? Contratando empresas mediante licitación, las cuales se ganan los contratos disputándose entre unas y otras, tal o cual área o labor, definiéndose en parte, sobre la base de quién cobra menos por desarrollar la obra o servicio. Esto implica que el empresario contratista tendrá menos recursos a partir del contrato firmado con la mandante, para hacer lo mismo que realizaba anteriormente la empresa principal. Lo anterior se traduce en un violento retroceso en el nivel y calidad del empleo, ya que el trabajador recibirá menores sueldos, menores beneficios y peores condiciones de trabajo, expertos de la Fundación Sol, Alexander Páez y Benjamín Sáez en la columna en El Mostrador (2015) lo definen así: “La externalización opera de esta forma como un ahorro para el empleador, por medio de la desposesión salarial directa”.
  • 25. 18 Hasta las herramientas de trabajo y los elementos de protección personal son más baratos, por ende, de menor calidad, trayendo como consecuencia mayor exposición a factores medioambientales y toxicológicos, al igual que mayor posibilidad de accidentarse y/o de enfermarse profesionalmente. En otras palabras, el trabajo debe hacerse igual o mejor, pero con peores condiciones laborales, con una estabilidad laboral restringida por el contrato de la empresa contratista con el mandante. En ese sentido, impone inestabilidad laboral, ya que la duración del trabajo está sujeta siempre al tiempo de terminación de la obra o servicio impuesto por el período concesionado. Aquello produce automáticamente una disminución abrupta en la proyección laboral del trabajador externalizado, cuya estabilidad ya no depende necesariamente de su desempeño, sino que de causas y efectos externos que fueron pactados entre la empresa principal o mandante y su empleador directo. También genera una brecha salarial que sucede en la práctica entre un trabajador subcontratado y un trabajador de planta. Así lo refuerzan Páez y Saéz a continuación en la misma columna: Los mecanismos de desposesión por medio de privatizaciones, se reflejan también en los mecanismos de precarización y fragmentación del trabajo, complementando de esta forma la mantención de altas tasas de ganancia. Es por ello que la mercantilización de lo que antaño eran derechos sociales no solo atañe al servicio prestado (educación como “bien de consumo”, por ejemplo) sino que a la forma en la cual se entiende la organización del trabajo en su interior. De esta manera, la categoría de trabajador de segunda clase se evidencia en las brechas salariales entre un trabajador de planta y uno externo. Para el caso de la Minería, esta es de un 53% más alta para el trabajador de planta Cabe destacar, que el trabajo se realiza con mayor presión de mando, ya que no solo tiene la de su jefe directo y la gerencia de la empresa contratista, sino también de las jefaturas de la empresa principal. En ese sentido, los investigadores de la Fundación Sol agregan que En un escenario de alta flexibilidad laboral, como en Chile, la subcontratación se ha convertido en una cortina de humo para ocultar la relación de subordinación y dependencia directa en que entran los trabajadores con la mandante. El naufragio de la "ley de subcontratación", y el apoyo institucional a este fracaso demuestra que la crisis actual ha sido el resultado directo de privilegiar intereses como los de Codelco, Escondida y las empresas "contratistas".
  • 26. 19 Las empresas mandantes logran mayor producción y cumplimientos de metas, pero con trabajadores externalizados que no gozan de los beneficios y riquezas de ese trabajo que realizan. 3.1.3 División sexual del trabajo Entenderemos el concepto de división sexual del trabajo a aquella división de las tareas o labores en el ámbito privado y público, que está determinada por los roles históricos de género. Ésta actúa como una forma de discriminación negativa hacia las mujeres, dado que los trabajos asociados a los roles femeninos son menos valorados, por ende, implica segmentación del mercado del trabajo y peores condiciones salariales y laborales. Por otra parte, también actúa a través de las brechas salariales, en desmedro del valor del trabajo que realiza una mujer, pese a que puede ser la misma labor que desarrolla un hombre. 3.1.4 Roles de género Nos apoyamos en las definiciones que utiliza un estudio del Instituto Nacional de Estadísticas (INE) (2015), donde se entiende por roles de género al mandato social de realizar ciertas labores por ser de un determinado sexo. Los roles definen el quehacer y las actividades que se esperan que ocupen hombres y mujeres en el espacio social. Así, se espera que las mujeres cumplan con la reproducción biológica y con la reproducción de la fuerza de trabajo. En esa línea, el estudio sostiene que : Por reproducción biológica se entiende la procreación y consiste también en la crianza de hijas e hijos (es decir, se refiere a la creación y desarrollo físico de las personas). La reproducción de la Fuerza de Trabajo implica tanto el mantenimiento cotidiano de las y los trabajadores presentes y futuros, como la asignación de los agentes a determinadas posiciones en el proceso productivo. En otras palabras, se relaciona con el proceso por el cual esos seres humanos se convierten en trabajadores y trabajadoras (Todaro y Yáñez, 2004). En tanto, se entiende por roles masculinos el desenvolverse en el espacio público y productivo, es decir, se espera que los hombres se integren como ciudadanos a las labores políticas del
  • 27. 20 colectivo y, además, que transen su fuerza de trabajo en el mercado. De esta forma, por medio de la obtención de un salario o de algún mecanismo de retribución económica, serán los principales encargados de mantener a sus familias. Coherentemente, bajo la concepción de que el trabajo realizado por mujeres o relacionado con roles sociales femeninos debe ser valorado como secundario en la sociedad chilena, entenderemos dos formas de aplicar esta discriminación contra las mujeres. Por una parte, existen las segmentaciones laborales para las mujeres (o trabajos para mujeres) y subvaloración del trabajo femenino en el sistema social de la producción (brecha salarial por el mismo trabajo). Así lo respalda los datos aportados por el mismo estudio. Sucede desde el sistema educativo, donde mayoritariamente son profesoras en los primeros años de enseñanza y profesores varones los de la enseñanza superior, Además, en cuanto a brecha salarial, las cifras revelan que en la medida que aumenta el nivel educacional, la brecha disminuye hasta la educación técnica, nivel desde el cual la brecha vuelve a aumentar progresivamente. Se profundiza este fenómeno de segmentación en labores de producción industrial. Esto no se traduce en que las mujeres no trabajen en esos espacios, sino en que lo hacen principalmente en las áreas que reproducen la fuerza de trabajo, mientras que los hombres asumen labores directamente productivas. A nivel de la industria, la participación de la mujer en la minería es escasa. Cifras del Consejo Minero (2016), organismo que agrupa a 18 empresas de la gran minería, que en su conjunto representan el 96% de la producción nacional de cobre, señalan que las mujeres representan en promedio el 7,9 % de la dotación total de la industria. Mientras que en Codelco la participación femenina es de 8,7% (Coldeco, 2015). 3.1.5 Brecha salarial entre hombres y mujeres La brecha salarial entre hombres y mujeres se refiere a la diferencia que existe entre el salario que perciben unos y otros por un mismo trabajo. Todavía cuando las mujeres se han incorporado crecientemente a la fuerza de trabajo, en nuestra sociedad se mantiene la imagen de los hombres como proveedores de la familia, y de ellas como aportantes de ingresos
  • 28. 21 complementarios, situación que sin ser una explicación unívoca o exclusiva, forma parte del problema y el telón de fondo de la desigualdad salarial entre mujeres y hombres. La brecha salarial guarda relación con una concepción de que el trabajo asalariado femenino es “complementario del masculino”, como explicamos anteriormente, se asocia a la mujer las tareas de la reproducción biológica, para garantizar el desarrollo físico de las personas, que implica también reproducir las fuerzas de trabajo. El origen de esta brecha salarial surge como producto de esta concepción de los roles de género y el desarrollo de la economía capitalista. La Revolución Industrial fue para la humanidad un salto en la productividad que transformó las relaciones sociales de la producción, respecto de los escasos medios técnicos que se poseían para producir los productos necesarios para el consumo humano en las sociedades campesinas. Éstas últimas, si bien mantenían una división del trabajo que no varía respecto a los roles de género, el trabajo de una mujer implicaba también tareas de producción, sobre todo una vez que el comercio ingresaba en la actividad campesina, a diferencia de lo que sucede posteriormente en la sociedad capitalista, donde la mujer en el ámbito doméstico no cumple un rol productivo, sino reproductivo de las fuerzas de trabajo. Cómo explica la historiadora norteamericana Wendy Goldman en el texto “La Mujer, el Estado y la revolución” (1993), la familia cumplía un rol de unidad productiva en las sociedades campesinas, mientras que en la sociedad capitalista pasa a cumplir la función de unidad de distribución y consumo. En un primer momento, entre las décadas de 1830 y 1840, el desarrollo de la industria exigió que grandes capas sociales del campesinado se proletarizaran, por lo que la alta demanda de mano de obra promovió el ingreso de las mujeres a la producción, generando rechazo por los hombres proletarios, que aseguraban que “presionaban a la baja de salario” y en un intento infructífero de revertir la tendencia a que la mujeres ingresaran al trabajo, exigían un “salario familiar” (Goldman, 1993. Pp.48-49). Es decir, con el ingreso de las mujeres al mundo trabajo, nace la brecha salarial, entendiendo que los patrones pagaban menos salario por el mismo trabajo, apoyados en un sentido común de que las mujeres deben estar en las tareas reproductivas y no en la producción. Surgiendo la idea de este “salario complementario” del sueldo del hombre, quien debe ser el principal responsable del mantenimiento económico de la familia, según estos roles históricos de género.
  • 29. 22 La brecha salarial o discriminación salarial entre mujeres y hombres, sería entonces la parte de la diferencia que no queda justificada por una distinta aportación de valor en el desempeño de un trabajo y que solo puede ser explicada en función del sexo de la persona que lo realiza. En Chile, como en muchos lugares del mundo, esta concepción de que no es propio de los roles sociales de las mujeres abordar otros espacios que no vayan en función de la reproducción biológica y la reproducción de la fuerza de trabajo, continúa existiendo de forma latente y se expresa en la persistencia de las brechas salariales. No obstante, la incorporación de las mujeres al mundo laboral es un hecho constatable que, según los datos aportados por la sección de Género del INE (2015), corresponde al 48,7%. 3.2 Desigualdad de género y subcontrato La discriminación se convierte en un argumento ideológico para la desigualdad económica y se expresa fundamentalmente en el problema de la brecha salarial como lo respalda el estudio del INE, “Mujeres en Chile y Mercado del Trabajo” (2015): Utilizando el criterio del Ingreso Mínimo Neto (IMN) como unidad de medida para ver la participación de la población en empleos de altos ingresos y empleos de bajos ingresos, se observa que las mujeres ocupadas se concentran mayoritariamente en empleos donde se perciben niveles de ingresos de más de uno y hasta dos ingresos mínimos netos (37,0%) y en empleos de hasta un ingreso mínimo neto (30,2%), lo que sumado abarca el 67,2% del empleo femenino total. A diferencia de lo que sucede con las mujeres, los hombres tienen una menor participación en el primer tramo de ingresos (14,9%), siendo las mayores incidencias las de los tramos de más de uno y hasta dos ingresos mínimos netos (37,2%), y de más de dos y hasta seis ingresos mínimos netos (36,5%), abarcando en total al 73,7% del empleo masculino. Comparando esta estructura con la de las mujeres, se observa que el 67,2% de las mujeres percibe un ingreso de hasta dos ingresos mínimos netos (equivalente a $310.730), mientras que el 52,1% de los hombres percibe ese nivel de ingreso.
  • 30. 23 Los roles de género y la división del trabajo en contratos de planta y subcontratos son argumentos para presionar a bajos salarios, como lo reflejan las conclusiones del estudio de la Fundación Sol, Los Verdaderos Sueldos de Chile (2015b) que arroja los siguientes datos: *El 53,5 % de los trabajadores chilenos gana menos de $300.000 y el 70 % menos de $426.000 líquido. *En Chile, se registran cerca de 700 mil subempleados y el 50 % gana menos de $100.000. *83,5 % de las mujeres que tienen un trabajo remunerado gana menos de $550.000 líquido. *Por otro, lado, según la NESI, en Chile existen 993.843 trabajadores asalariados externos (subcontratación y suministro), quienes, en promedio, ganan el 32,9 % menos que los trabajadores contratados directamente, brecha que supera el 40% en sectores tales como construcción, minería, comercio, electricidad, gas y agua, administración pública e intermediación financiera. Dicho estudio, reafirma la tendencia a una persistente desigualdad que tiende a empobrecer a las mujeres y que particularmente en la industria de la minería podría alcanzar brechas muy superiores al promedio nacional, dado que se cruzan dos fenómenos que establecen brechas salariales. El subcontrato y la discriminación de género. El subcontrato establece una segmentación de los trabajadores por su condición contractual, independiente de si pertenece o no a una misma unidad productiva, como una misma empresa o faena, dividiendo a los trabajadores de planta de los externalizados. Estos últimos, por realizar el mismo trabajo reciben entre 20% y 50% menos que un trabajador de planta, permitiendo a los empresarios apropiarse de la diferencia de esa brecha salarial. Así, sucede con una misma labor que puedan realizar un hombre y una mujer como se esboza en los siguientes antecedentes: En el promedio y sin controlar por factores observables, la brecha de ingresos entre hombres y mujeres es de casi $147 mil pesos mensuales. En otras palabras, el promedio de ingresos que perciben las mujeres equivale al 70% del ingreso percibido por los hombres.
  • 31. 24 Finalmente, otro modo de expresar la brecha sería señalar que los hombres ganan el 42,6% más que las mujeres (en el promedio y sin controles). Al controlar la distorsión que generan los promedios, la brecha sigue siendo elevada. En efecto, si se considera la situación del 50% de las mujeres trabajadoras versus la del 50% de los hombres ocupados, la brecha es de 28,7% a favor de los hombres (Durán y Kremerman, 2015). (Fuente: Durán y Kremerman, 2015, p. 7) 3.2.1 Segmentación laboral Como se señaló anteriormente, otra forma de disponer de un porcentaje del valor del trabajo de las mujeres, aparte de la brecha salarial, es la segmentación laboral. Funciona como otra vía por la cual las mujeres perciben salarios inferiores a los hombres. Es una división del mercado del trabajo basada en las concepciones que explicamos anteriormente, respecto a qué roles deben cumplir y cómo se valoran socialmente. Así, las mujeres a través de la educación informal (familia, lugar de vivienda, etc.) y en la educación formal (en la escuela, liceo, universidad, etc.) son empujadas a aprender ciertas labores. Aquellas que tienen relación con hacer los trabajos que contribuyen a la reproducción de la fuerza de trabajo, es decir, asociadas a aseo, alimentación, cuidados de niños o enfermos y servicios. Así lo expresan los datos arrojados por el análisis de brechas a partir de la estructura ocupacional, según categoría laboral del estudio Mujeres en Chile y Mercado Laboral (INE, 2015). Al observar la distribución de las mujeres Ocupadas según la categoría laboral, se destaca que 65,8% de ellas posee un trabajo como Asalariadas, seguido de 20,6% que se desempeña como Cuenta Propia y 10,9% que trabaja como Servicio Doméstico. Al BRECHAS SALARIALES EN EL PROMEDIO Y LA MEDIANA SEGÚN SEXO Estadístico Hombre Mujer Diferencia en $ Diferencia en % Promedio $ 491.009 $ 344.384 $ 146.625 42,6 % P50 $ 320.434 $ 249.056 $ 71.378 28,7 %
  • 32. 25 comparar esta estructura con la de los hombres se constata una mayor prevalencia de ellos como Asalariados, con un 74,6% y una baja participación en la categoría de Servicio Doméstico, con un 0,3%. Específicamente en esta última categoría, las mujeres concentran el 96,6% de la ocupación. (Fuente: INE, 2015, p. 63) En cuanto a los niveles de ingreso medio el estudio arroja que: Al considerar los niveles de ingreso medio, los hombres y mujeres que trabajan como Empleadores perciben los mayores niveles de ingreso medio con respecto al resto de las categorías. Por otro lado, al comparar las brechas salariales, el mayor diferencial se observa en las y los trabajadores por Cuenta Propia donde las mujeres perciben en promedio 41,9% menos que los hombres. El menor diferencial se encuentra entre las y los trabajadores del Servicio Doméstico, donde las mujeres perciben en promedio 10,0% menos que los hombres. Se debe destacar que, incluso en esas tareas concebidas como exclusivamente femeninas o en las que la participación masculina es marginal, existe brecha salarial a favor de los varones, como queda de manifiesto en el 10% promedio que reciben menos las mujeres por realizar servicio doméstico, tarea que se les ha asignado históricamente a las mujeres. Por otro lado, dadas las características económicas del país, la mayoría de los trabajadores, tanto hombres como mujeres, se encuentran en el sector económico terciario (servicios), el 45,3% de los hombres que trabajan se encuentran en el sector primario y el secundario (extracción y manufactura, respectivamente). Mientras que las mujeres se concentran con 85,3% de quienes trabajan en el sector terciario o de servicios. ESTRUCTURA DE OCUPADOS SEGÚN CATEGORÍA LABORAL POR SEXO Categoría laboral Hombre Mujer Empleador 5,9% 2,6% Cuenta propia 19,2% 20,6% Asalariado 74,6% 65,8% Servicio doméstico 0,3% 10,9%
  • 33. 26 Gonzalo Durán, investigador de la Fundación Sol, declaró para Economía y Negocios (2013) un ejemplo de mucha utilidad para pensar las dimensiones de las brechas salariales que existen en minería, señalando que “un operador mina, un puesto que requiere solo haber egresado de enseñanza media, recibe en promedio $1,5 millones”. Asegura, además, que el promedio de sueldo nacional es de $338 mil para trabajadores con esta calificación. Para establecer una relación, cabe destacar que es la misma calificación que se requiere para hacer aseo y por lo que se percibe desde el salario mínimo. Otro factor que permite graficar la segmentación laboral existente, es la concentración de hombres y mujeres en los distintos grupos ocupacionales, donde las mujeres se concentran en servicios y tienen menor calificación, siendo los trabajos peor remunerados. Por otra parte, las mujeres consideradas como trabajadores no calificados, representan el 26,5% y como trabajadores de los servicios el 23,4%. En el caso de los hombres, el 20,3% pertenecen al grupo ocupacional de oficiales, operarios y artesanos de artes mecánicas y de otros oficios, seguido del grupo de trabajadores no calificados, que concentran el 19,5%. Las brechas de ingreso que se producen en los grupos ocupacionales son negativas para las mujeres. La mayor brecha salarial se produjo en el grupo ocupacional oficiales, operarios y artesanos de artes mecánicas y de otros oficios, donde la ocupación de los hombres es ampliamente superior a la de las mujeres. Por otro lado, la menor brecha salarial entre hombres y mujeres se observó en el grupo ocupacional empleados de oficina. El grupo ocupacional de servicios es altamente feminizado, siendo las mujeres el 70% del total de ocupados del área. Mientras que operaciones de instalaciones y máquinas y el trabajo de operarios, obreros y agricultores, el 93,5% son hombres. Al aislar los componentes de la brecha salarial, se observa que la subvaloración (discriminación) que hace el mercado del trabajo respecto a las capacidades productivas de las mujeres es aún mayor que la brecha salarial. Los datos muestran que esta discriminación anula la mayor dotación de capital humano de las mujeres, aumentando la brecha salarial a 21,4 % (INE, 2015). 3.2.2 Contratistas y subcontratistas en Codelco
  • 34. 27 Pondremos especial atención en cómo se desarrolla el fenómeno de segmentación laboral en una de las principales actividades económicas del país, la extracción de cobre en la principal empresa estatal, Codelco. La pérdida de derechos colectivos en dictadura, impactó también en la mina El Teniente, ubicada a 50 km de la ciudad de Rancagua, es el yacimiento subterráneo de cobre más grande del mundo y en 1970 tuvo 14 mil trabajadores de planta. A 46 años, la mayoría de los obreros se encuentra en régimen de subcontratación (70,4% según las memorias de Codelco). Trabajadores que –hasta la huelga de 37 días de 2007- no poseían medidas mínimas de aseo e higiene, ni ningún beneficio de los cuales la empresa estatal fuera garante, como sucedía antaño. Los sindicatos habían conseguido derechos colectivos para las familias obreras hasta antes de la dictadura, como atención gratuita en el Hospital del Cobre, vivienda y recreación. 3.2.3 Número de trabajadoras En 2014, trabajaron en Codelco mil 657 mujeres, específicamente 864 trabajadoras u operarias, 759 profesionales y 34 ejecutivas. La edad promedio es de 41 años. Además, se contrató el 14% de mujeres en 2014. División Chuquicamata es el centro de trabajo que cuenta con mayor dotación femenina (505 trabajadoras), le siguen El Teniente (235), Casa Matriz (201) y la Vicepresidencia de Proyectos (155). Las posibilidades de acceso a Codelco son desiguales para hombres y mujeres. Los trabajos asociados a servicios de alimentación y aseo, también representan las áreas de trabajo más precarizadas y, al igual que en el panorama nacional, son realizados principalmente por mujeres, a través de trabajo indirecto, es decir, de una contratista o subcontratista. La situación es más difícil de enfrentar con el marginal 12,7% de mujeres sindicalizadas en todo el país que identifica la Dirección del Trabajo. La denominada “doble jornada laboral”, que se refiere al trabajo doméstico y de crianza de hijos que realizan las mujeres por estar “naturalizado” como rol femenino, luego de su jornada laboral asalariada, impacta en las posibilidades de tener tiempo de recreación, y es una condición que se asocia como una limitante para la organización gremial (Fundación Sol, 2015c).
  • 35. 28 No obstante, Codelco encabeza la contratación femenina en el rubro de la minería. Liderazgo que no se hace visible en la realidad de las miles de trabajadoras que prestan servicio doméstico y alimentación a Codelco a través de empresas subcontratistas. No hemos observado cuantificación de este tipo de relaciones laborales entre subcontratistas que le prestan servicios a empresas contratistas de alimentación y aseo en pensiones fuera de los campamentos de la mandante estatal. Las trabajadoras que realizan sus labores fuera de las dependencias de Codelco no están cubiertas por los derechos colectivos como el Acuerdo Marco, alcanzado por los trabajadores externalizados el año 2007 después de 37 días de huelga, pese a que ellas son las garantes de la reproducción social y material de las condiciones de vida del conjunto de los mineros, ya sea a través de la familia y/ o a través del trabajo remunerado en pensiones o en la faena. 3.2.4 Las desigualdades en el terreno legal Con la Ley de Subcontratación de 2007, Codelco tiene obligaciones laborales y previsionales con sus subcontratos y organizaciones sindicales, y esas responsabilidades se extienden, por ejemplo, a las indemnizaciones legales o al control sobre pago de prestaciones laborales y previsionales. Pero en la práctica es improbable que las trabajadoras exijan el cumplimiento de esos derechos si no están siendo efectivos, porque el resto de las obligaciones que le imponen en su rol social de mujer, les impide aguantar las exigencias en materia de tiempos, costos y presiones de un proceso judicial burocrático. En la legislación chilena no existe la negociación por rama productiva ni obligatoriedad de negociar con los sindicatos interempresa, que podrían organizar a las miles de trabajadoras de estas pequeñas y medianas empresas. Entonces se torna difícil que, con el nivel de fragmentación que hay en la lógica del subcontrato, se puedan concretar demandas colectivas que les permita a las mujeres superar esas exigencias que, por sus condiciones económicas y sociales, no podrían sortear de forma individual. 3.2.5 La vía de los derechos colectivos En cuanto a la actividad sindical, los bajos niveles de sindicalización en Chile son aún más agudos para las mujeres (sólo el 12,7 % de las ocupadas se encuentra sindicalizada). Una de
  • 36. 29 las razones más importantes se debe a la “doble carga laboral” que las mujeres enfrentan, lo que reduce tanto sus tiempos de recreación y sociabilidad, como de organización. Según el informe “Mujeres Trabajando” de la Fundación Sol (2015c), la discriminación contra las mujeres es un fenómeno estructural por lo que: Como la discriminación contra las 31 mujeres es un fenómeno estructural, la vía individual de fijación de salarios y condiciones tiende a reproducir esta discriminación, por esto la negociación colectiva más allá de la empresa, la fijación de salarios por rama u oficio y otros mecanismos en esta línea aparecen como alternativas. En tanto, desde una visión empresarial, según el análisis del Foro Forbes de Mujeres Poderosas (2015), al ritmo que se desarrollan los eventos, en 81 años se logrará la paridad en el trabajo, en 75 la igualdad en la remuneración y en 30 años la equidad en el nivel de los cargos y de puestos gerenciales dentro de cualquier organización empresarial. 3.3 Naturalización El concepto de naturalización ha sido trabajado ampliamente en las ciencias sociales. En un comienzo, nos limitaríamos a citar el destacado aporte de Pierre Bourdieu sobre esta materia. Sin embargo, al repasar distintos textos, hemos considerado también el desarrollo o la bajada del concepto desde otros autores, origen que nos lleva a la antigüedad, cuando autores como Aristóteles y Aquino se refirieron a esta temática. Hemos optado por entender naturalización y el concepto de habitus a partir de autores modernos, de mitad del siglo XX y que desarrollamos a continuación. Desde una conceptualización más básica, Josep Vicent Marqués (1981), plantea la naturalización como un fenómeno que lleva a los sujetos a considerar sus acciones y creencias como naturales, y ligadas a su naturaleza. De esta manera, podemos entender que este concepto puede comprenderse como un discurso predominante en la mayoría de las formas de sociedad moderna. Cuando se explica el fenómeno y los hechos sociales se atribuyen a causas naturales, los individuos y los grupos se alejan de la comprensión de las reglas sociales que guían los comportamientos en sociedad. Esto quiere decir que el entendimiento de los fenómenos tiende a simplificarse al concebirlo desde una perspectiva ligada a la naturaleza. Las explicaciones
  • 37. 30 sociológicas más profundas, no tienen cabida cuando el argumento se basa únicamente en lo natural. A esta mirada naturalizadora que configura el discurso dominante, presente en muchas sociedades, se le conoce como la “biologización de los hechos sociales”. En consecuencia, enfrentar problemas como la exclusión social y ligar aquello a las características genéticas que los individuos o grupos que los sufren, supone un distanciamiento de las causas sociales que pueden generarlos. Así, percibir a los gitanos de Europa como un grupo de personas que tienen en común una tendencia genética hacia la vida nómada, supone ignorar los mecanismos de exclusión que durante siglos se han establecido sobre ellos. Entender el éxito desigual que los diferentes individuos tienen en el sistema educativo, como meras diferencias genéticas ligadas a la inteligencia humana, sería otra forma de naturalización que desconoce las desigualdades sociales que los diferentes grupos presentan a la hora de enfrentarse a la educación. Asimismo, suponer que las mujeres deban atender ciertas tareas y no otras en el ámbito laboral, más precisamente, que las trabajadoras de la minería desarrollen mayoritariamente labores de aseo y alimentación por razones de fuerza y estructura física, excluye del análisis las causas socioeconómicas que explican el fenómeno. Entender que las mujeres no puedan estar en otras funciones por motivos de naturaleza, implica hacer un repaso superficial por un tema que dado su bibliografía pudiese ser explicado desde teorías socioeconómicas, políticas y culturales. A partir de estos ejemplos, entendemos que esta mirada desarrollada por Marqués, coincide con las respuestas hipotéticas que hemos diseñado, toda vez que planteamos que la determinación de los roles laborales están dados por una cuestión que obedece a razones consideradas como naturales. Más puntualmente, el hecho de que las mujeres atiendan ciertas tareas y no otras en la sociedad moderna, y ello se explique con argumentos biologicistas que relacionan aspectos físicos (fuerza, estructuras corporales, etc.), finalmente explican y reproducen la forma en que el sistema laboral funciona, a partir de la naturalización de los roles de género.
  • 38. 31 Desde Pierre Bourdieu (1981), el concepto de naturalización se baja en habitus. Se entiende que naturalizar supone desconocer los mecanismos de distinción por clase social que atraviesan nuestra vida en sociedad. Bordieu criticó la naturalización del buen gusto, ligándolo a procesos de diferenciación social que las élites establecen respecto a las clases populares. Para el francés, la función ideológica del discurso naturalizador, casi siempre empuja a la “individualización de los problemas sociales, negando soluciones de índole colectiva. Percibir la política como una instancia naturalmente corrupta o el deseo de una transformación social como naturalmente ligado a una edad juvenil determinada, conducen a la legitimación del orden social y político existente” (Bordieu, 1988). Al mismo tiempo, hemos considerado el postulado de Fernando Conde (2009), que refiere a que una de las tareas del investigador social es “desnaturalizar lo naturalizado por la sociedad en un momento histórico determinado”. Entendiendo esta desnaturalización como un trabajo de deconstrucción social e ideológica, para abrir paso a nuevos discursos que puedan comprender los hechos sociales. Aquello, apunta a que el estudio de la naturalización y en consecuencia, de la desnaturalización, pueden erigirse como aporte a los grupos sociales. En nuestro rol de comunicadoras sociales podemos aportar en esta materia y en la importancia de desnaturalizar ciertas conductas que se perpetúan al no ser corregidas. 3.3.1 Naturalización en desmedro de las mujeres En un artículo de la organización no gubernamental Amnistía, se cita a la actual jefa de cartera del Ministerio de la Mujer y Equidad de Género, Claudia Pascual, sobre el tema de la equidad de género, políticas públicas promujer y visibilización de la violencia machista. Pascual afirmó que “en nuestro país, lamentablemente, está muy naturalizada la violencia contra las mujeres. Violencia que además se sufre en distintas edades, distintas etapas de la vida. Es una gran tarea y que no es solamente de las mujeres, es una tarea de país, de Estado, de sociedad, que tenernos que asumir mujeres y hombres independientes de nuestra forma de pensar”. Como hemos visto, los últimos gobiernos chilenos han puesto atención en los índices de desigualdad de género –especialmente en el número de femicidios y las cifras que dan cuenta
  • 39. 32 de las brechas salariales- y la forma en que estos hechos sociales se replican a pesar de los avances de un país en vías de desarrollo como Chile. De aquello se ha desprendido el hecho de que es la misma sociedad la que reproduce y naturaliza las conductas machistas en desmedro de las mujeres. Por una parte, consideraremos las políticas públicas diseñadas por un Estado con historia patriarcal y otros como los medios de comunicación, que impactan en la opinión pública, en tanto educan. Estos últimos ejemplificados en los titulares respecto de los femicidios, entrevistas machistas incluso a la actual Presidenta, portadas que atacan directo al hecho de ser mujer, son muestras de que no sólo estas conductas se reproducen al interior de faenas como El Teniente, con una tradición profundamente masculina, sino que son observables en otros espacios, aún más cercanos a los y las chilenas. La ministra Pascual señaló en entrevista que “todo tiene un sesgo de género”. En cuanto a la necesidad de reparar en esta naturalización de las conductas que contribuyen a la desigualdad de género, sostuvo que “cuando no se visibilizan es mucho más difícil que se hagan prácticas explícitas para incluir las visiones de las mujeres y por lo tanto para poder incluirlas a ellas en esos mismos marcos”, (The Clinic, 2016). Chile ratificó la convención para la “Eliminación de todas las formas de discriminación contra la mujer” (CEDAW, 1979) y forma parte de los países comprometidos con la plataforma de acción mundial, Naciones Unidas. Desde 1991 cuenta con una institucionalidad de género estable y legitimada, y ha impulsado importantes políticas públicas para superar las brechas de género. De esa manera, ha tenido grandes avances en los últimos años en distintos ámbitos. Sin embargo, el Informe de Desarrollo Humano (UNDP,2010), señala que aún hay importantes desafíos: se encuentra por debajo de América Latina en materia de participación laboral femenina y, al mismo tiempo, las mujeres siguen siendo las principales, sino las únicas, responsables de las tareas domésticas. Hay un rezago en el acceso a los puestos de decisión (las mujeres constituyen el 13% de los senadores; el 15% de los diputados y el 30% de los ministros). Junto con ello, hay situaciones que siguen siendo apremiantes, como la violencia contra las mujeres, y derechos que no están asegurados, como los derechos sexuales y reproductivos.
  • 40. 33 3.3.2 Visibilizar para desnaturalizar Junto con la transformación del Servicio Nacional de la Mujer en el Ministerio de la Mujer y Equidad de Género (viernes 3 de junio de 2016), el segundo gobierno de Michelle Bachelet ha optado por incluir en su agenda las distintas problemáticas de género y ha hecho hincapié en visibilizar aquellos aspectos donde la sociedad está al debe con las mujeres. La mandataria subrayó que la campaña “Quebremos los Estereotipos” que impulsó el Ministerio de la Mujer y la Equidad de Género “tiene una importancia fundamental, porque busca que reflexionemos como país sobre nuestra mentalidad y nuestra cultura, y elevamos el grado de consciencia de hombres y mujeres, y de esa manera podemos lograr un camino abierto y despejado para, efectivamente, tener una igualdad de género” (Sernam, 2016). En cuanto a la reforma electoral, Bachelet recordó que “cuando comenzamos este período, en los directorios de las empresas públicas, teníamos menos de un 6% de mujeres en los directorios, y ya vamos en un 30%. Espero, entonces, que a fines del gobierno cumplamos la meta que nos pusimos, de 40% de mujeres como miembros en los directorios. Eso en las empresas públicas, y estamos llamando a las empresas privadas a que hagan lo mismo”. 3.3.3 Historia de los roles naturalizados Como propone Bourdieu, para “devolver a la acción histórica, la relación entre los sexos que la visión naturalista y esencialista les niega”, repasaremos los principales acontecimientos que condujeron a esta división sexual del trabajo como la conocemos actualmente. Es decir, describiremos a través de qué mecanismos se naturalizó esta “construcción social arbitraria de lo biológico”. Según la antropóloga, escritora socialista y feminista norteamericana, Evelyn Reed, la opresión de género “es el resultado de los acontecimientos sociales que destruyeron la sociedad igualitaria de la gens matriarcal, sustituyéndola por una sociedad clasista patriarcal que, desde sus inicios, se caracterizó por la discriminación y desigualdad de todo tipo, incluida la desigualdad de sexos. El desarrollo de este tipo de organización socioeconómica estructuralmente opresiva, fue la responsable de la caída histórica de las mujeres”.
  • 41. 34 Desde la clásica explicación marxista de Engels, Reed asume que el origen de la opresión de las mujeres guarda directa relación con el origen de la familia, la propiedad privada y el Estado. Es decir, las mujeres no siempre fueron oprimidas y degradas socialmente, según estudios antropológicos y de la prehistoria en la época del colectivismo tribal, las mujeres eran reconocidas como pares con los hombres. La antropóloga norteamericana destaca que “los factores clave que llevaron al derrocamiento de la posición social de la mujer tuvieron origen en el paso de una economía basada en la caza y en la recogida de comida, a un tipo de producción más avanzado, basado en la agricultura, la cría de animales y el artesanado urbano. La primitiva división del trabajo entre los sexos fue sustituida por una división social del trabajo mucho más complicada. La mayor eficacia del trabajo permitió la acumulación de un notable excedente productivo, que llevó, primero, a diferenciaciones, y después a profundas divisiones entre los distintos estratos de la sociedad. En virtud del papel preeminente que habían tenido los hombres en la agricultura extensiva, en los proyectos de irrigación y construcción, así como en la cría de animales, se apropiaron poco a poco del excedente, definiéndolo como propiedad privada. Estas riquezas potencian la institución del matrimonio y de la familia y dan una estabilidad legal a la propiedad y a su herencia. Con el matrimonio monogámico, la esposa fue colocada bajo el completo control del marido, que tenía así la seguridad de tener hijos legítimos como herederos de su riqueza. Con la apropiación por parte de los hombres de la mayor parte de la actividad social productiva, y con la aparición de la familia, las mujeres fueron encerradas en casa al servicio del marido y la familia. El aparato estatal fue creado para reforzar y legalizar la institución de la propiedad privada, el dominio masculino y la familia patriarcal, santificada luego por la religión”. A su vez, Reed asocia la caída de la posición social de las mujeres con el surgimiento de la sociedad de clases, aseverando que “la caída de las mujeres no se puede comprender completamente, ni se puede elaborar una solución social y política correcta para su liberación, sin considerar lo que sucede actualmente con los hombres. Muy a menudo no se tiene en cuenta que el sistema patriarcal clasista, que ha hecho desaparecer al matriarcado y sus relaciones sociales comunitarias, ha destruido también la contrapartida masculina, el
  • 42. 35 fratriarcado –esto es, la fraternidad tribal de los hombres-. La derrota de las mujeres anduvo pareja con la dominación de las masas de trabajadores por la clase de los patronos”. Para Evelyn Reed la primitiva división sexual del trabajo tenía un carácter igualitario entre hombres y mujeres en cuanto a la valoración social que tenía en la comunidad. En la medida que se instaló una división familiar del trabajo, la mujer fue despojada de ser administradora del espacio público, para ser relegada a la servidumbre hacia un marido, sus hijos y la administración de su casa. En los tres estadios de la sociedad de clases, desde la esclavitud, el feudalismo y el capitalismo, ha sido constante esta degradación social de las mujeres, a diferencia del respeto, prestigio, influencia y poder con que contaban antes de desmembrarse en una unidad familiar separada Sin embargo, la autora diferencia dos formas de opresión que han sufrido las mujeres en la familia monogámica y en el sistema basado en la propiedad privada, señalando que la familia productiva campesina del periodo preindustrial, las mujeres contaban con un estatus social mejor que el de las mujeres que viven en el núcleo familiar doméstico de las ciudades. Esto se debía a que mientras la agricultura y el artesanado dominaban la economía, la familia campesina, era una unidad productiva vital, dado que el conjunto de los miembros, que era extenso, cumplían funciones importantes, según sus capacidades, lo que incluía a las mujeres y niños. Es decir, el trabajo que realizaban las mujeres era también productivo. Con el surgimiento del capitalismo industrial monopolista y la formación del núcleo familiar, masas de trabajadores expoliados de la tierra y de sus pequeñas empresas llegaron a las ciudades a asalariarse en las fábricas, obligados a vender lo único que tenían, su fuerza de trabajo. Las mujeres relegadas al ámbito doméstico, alejadas de tareas productivas fueron privadas de su autonomía económica y, en consecuencia, perdieron su antigua consideración social. Durante las fases iniciales de la sociedad de clases fueron restringidas del espacio público y del liderazgo social, por lo que su actividad se enmarcaba en las tareas productivas de la familia agrícola. En tanto, al sustituirse la familia campesina por el núcleo familiar de las urbes, perdieron su último punto de apoyo sólido, que era ser parte de la producción. Así, de la misma manera en que eran dependientes los hombres de los patrones, eran las mujeres de los hombres.
  • 43. 36 3.3.4 Construcción social de los roles de género en El Teniente Al igual que en la mayoría de los relatos históricos, los hombres son los grandes protagonistas de la historia de la división El Teniente de Codelco, consecuentemente con que la minería es una actividad productiva predominantemente masculina. Thomas Klubock, profesor de Historia de la Universidad de Montana, señala en su tesis doctoral “Workers in the Chileans Copper Mine, 1904- 1949” de la Universidad de Yale que " tanto la masculinidad de los trabajadores mineros como la feminidad de las mujeres de la clase trabajadora (ausente en la mayoría de los relatos) están construidos históricamente". En los primeros años de El Teniente, este yacimiento comenzó a producir bajo el auspicio de la compañía Braden Copper, de origen norteamericano. Durante ese primer periodo uno de los principales problemas era que no contaban con una fuerza de trabajo estable y calificada, dado que los trabajadores mostraban escasa disposición a permanecer bajos las duras condiciones de trabajo en las montañas y las peligrosas y arduas exigencias de la compañía bajo el régimen disciplinario que imponía. En los años 20, siendo propiedad y la joya del imperio de Kennecott, “la compañía minera desarrolló una serie de políticas paternalistas con el objetivo de atraer y mantener una fuerza de trabajo estable y confiable en la mina. La piedra angular de estas nuevas políticas laborales fue la regulación y reorganización de las relaciones de género en los campamentos mineros”. Hasta ese momento tanto hombres como mujeres, principalmente de origen campesino, llegaban a la mina con el objeto de permanecer un tiempo, juntar dinero y luego regresar. Mientras los hombres entraban a la mina, las mujeres solteras e independientes se desempeñaban como “empleadas domésticas, vendedoras ilegales de alcohol y trabajadoras de bares y prostíbulos. Establecían relaciones fluidas y frecuentemente monógamas con los trabajadores y, a menudo, al igual que los trabajadores, abandonaban la mina y sus campamentos después de un corto periodo, para regresar al campo o a sus ciudades de origen. Muchas de ellas planeaban permanecer solo el tiempo suficiente como para acumular ahorros e invertirlos en pequeños negocios. La compañía Braden Copper estimaba que estas mujeres ejercían una influencia negativa en los hábitos de trabajo y en la disciplina de los mineros, y visualizaba el matrimonio como el
  • 44. 37 antídoto a los vicios de la clase trabajadora que ellas fomentaban”. Para la empresa era vital la reorganización de la relaciones de género para generar mano de obra estable, bajo la premisa de que los trabajadores que formaran familias estarían dispuestos a permanecer en el trabajo y tendrían la presión a no involucrarse en huelgas, además, eso traería como consecuencia la reproducción de la fuerza de trabajo. Fue así como “la compañía minera llevó a cabo una serie de políticas destinadas a forzar tanto a los trabajadores hombres como a las mujeres solteras que trabajaban en los campamentos, a casarse y formar familias, por las ventajas que para ellos representaba el orden y la disciplina laborales (Fuenzalida Grandon 1919). En 1920 Braden Copper introdujo una regulación que establecía que todas las relaciones sexuales entre hombres y mujeres fueran legalizadas a través del matrimonio. Hasta entonces, hombres y mujeres establecían relaciones sexuales informales, en gran parte no monógamas y entraban y salían de ellas con cierta fluidez y facilidad. Con la nueva normativa, si los trabajadores se negaban a casarse y formalizar las uniones sexuales, tanto hombres como mujeres arriesgaban sus empleos y el despido de los campamentos mineros. Los guardias de la compañía (serenos) patrullaban las barracas de los trabajadores y las calles de los campamentos en las noches, con el objeto de controlar el comportamiento sexual de los trabajadores y trabajadoras, así como otras actividades recreacionales, tales como el consumo de alcohol y los juegos de azar. La compañía completó estas medidas coercitivas a través de una serie de políticas paternalistas. Estableció colegios para capacitar a las mujeres como esposas diligentes. Las clases de economía doméstica les enseñaban a elaborar presupuestos familiares, a estirar las ganancias de sus esposos, a ser eficientes y obedientes, arreglarse para agradar a sus esposos y a ser buenas madres (...). La compañía localizaba los orígenes de los problemas económicos en hogares mal administrados. Las esposas, versadas en el manejo doméstico, ayudarían a los mineros a estirar sus escasos salarios y mantendrían a las familias mediante distintas formas de trabajo informal, y de esta forma la compañía podría conservar bajos salarios”. Por otra parte, fomentó que los trabajadores y trabajadoras contrajeran matrimonio a través de bonos que eran entendidos como un estímulo para la formalización de las familias. En los años 30 y 40, fueron un incentivo para legitimar hijos y tener acceso a los bonos en un contexto de
  • 45. 38 alza de los costos de vida en los campamentos. Esta medida asemejaba a un “salario familiar”, proporcionando a los hombres los medios económicos para solventar a sus familias. Estas asignaciones se tornaron importantes también para las mujeres, dado sus escasas posibilidades para conseguir un trabajo remunerado. “La política de la compañía estaba orientada a impedir el acceso de las mujeres al trabajo. Sus oportunidades de un empleo remunerado se restringían a las lavanderías o al servicio doméstico en las barracas, pensiones o cantinas de los campamentos; además, los salarios percibidos en esos empleos constituían una pequeña fracción de los salarios más bajos de los hombres. La división genérica del trabajo se veía reforzada por el sistema educacional de la compañía: mientras los hombres recibían capacitación vocacional y técnica que les permitía asumir empleos en la mina, las mujeres tomaban clases de economía doméstica. Todo ello constituía un fuerte incentivo para que las mujeres se casaran, como única estrategia visible de subsistencia”. Hasta entonces el Estado sólo había intervenido en las relaciones entre los trabajadores y la empresa con envío de tropas para reprimir huelgas y rebeliones de los obreros. Para los años 30 comenzó a desarrollar políticas de un protoestado de bienestar, proceso que se aceleró entre los años 1938 y 1948. Para fines de los años 30 ya se había involucrado en la regulación de las relaciones laborales en la mina y las relaciones género. Fiscalizaba el cumplimiento de la legislación laboral y social vigente, interviniendo en la vida laboral y doméstica de la clase trabajadora. Por ejemplo, apoyaban la regulación policíaca de la sexualidad de las mujeres. A partir de los años 30 comienzan a perseguir a las mujeres que abortaban, que eran arrestadas, despedidas y expulsadas de los campamentos. Lo mismo sucedía con las mujeres que abandonaban a sus maridos, dado que esto era un crimen femenino. Surge el problema de la violencia doméstica, como resultado de la imposición de la política familiar de la compañía y del incipiente interés del Estado por regular las relaciones de género. Frente a estas políticas las mujeres que migraban a El Teniente asumían dos estrategias, por una parte, “las solteras, con frecuencia, reafirmaban tanto su independencia económica como social a pesar de los códigos morales populares que condenaban su comportamiento y de los esfuerzos del Estado, la compañía y los mineros por regular sus cuerpos y su trabajo.