"Armonía, proporción y matemáticas en la arquitectura griega: una tradición g...
Crónica de una muerte anunciada de García Márquez
1. CRÓNICA DE UNA MUERTE ANUNCIADA.
(Gabriel García Márquez)
I ESCENA
Celebración del matrimonio de Ángela Vicario y Bayardo San Román.
II ESCENA
Sueño de Santiago Nasar
III ESCENA
(Entra narrador y mientras escribe en una vieja máquina de escribir va escribiendo, va
narrando los acontecimientos)
Narrador: He vuelto es este después de 27 años a este pueblo olvidado, para tratar de
componer con tantas astillas adversas el espejo roto de la memoria. Los hechos que
rodean la muerte de Santiago Nasar, en la madrugada aquel lunes ingrato, siguiente al
fallido matrimonio de Bayardo San Román con Ángela Vicario. El día en que lo iban a
matar, Santiago Nasar se levantó a las 5.30 de la mañana para esperar el buque en que
llegaba el obispo. Se puso un pantalón y una camisa de lino blanco, ambas piezas sin
almidón, iguales a las que se había puesto el día anterior para la boda. Era un atuendo
de ocasión. De no haber sido por la llegada del obispo se habría puesto el vestido de
caqui y las botas de montar con que se iba los lunes a El Divino Rostro, la hacienda de
ganado que heredó de su padre, y que él administraba.
(En una sala esta Plácida Linero y entra Santiago con un vaso de agua en la mano)
Plácida Linero: Esa es la a última imagen que tengo de él. Era la de su paso fugaz por el
dormitorio. Apareció en la puerta con el vaso de agua en la mano, como había de recordarlo
para siempre.
Santiago Nasar: buenos días madre, tienes una aspirina.
Plácida Linero: si
Santiago Nasar: soñé que atravesaba un bosque de higuerones donde caía una llovizna
tierna, y por un instante fui feliz en el sueño, pero al despertar se sentí por completo
salpicado de cagada de pájaros.
Plácida Linero: soñar con pájaros es un augurio de buena salud. y por qué has vestido bien de
fiesta si hoy es lunes.
Santiago Nasar: olvidaste que el obispo llega hoy.
Plácida Linero ni si quiera bajará del barco, pasará y echará una bendición de compromiso y
se irá por donde vino, el odia este pueblo. Llévate el paraguas puede llover. Me contó
entonces el sueño, pero yo no le puse atención a los árboles. Tenía una reputación muy bien
ganada de interprete certera de los sueños ajenos, siempre que me los contaran en ayunas,
pero no había advertido ningún augurio aciago en esos dos sueños de mi hijo, ni en los otros
sueños con árboles que él me había contado en las mañanas que precedieron a su muerte. Me
hizo un signo de adiós con la mano y salió del cuarto. Esa Fue la última vez que lo vi.
IV ESCENA
Narrador: Divina Flor, hija de Victoria Guzmán, que apenas empezaba a florecer, le
sirvió a Santiago Nasar un tazón de café cerrero con un chorro de alcohol de caña,
como todos los lunes, para ayudarlo a sobrellevar la carga de la noche anterior
2. (En la cocina se encuentra divina flor y victoria Guzmán. Realizando oficios de la cocina, entra
Santiago y divina flor la lleva una taza de café, él la toma fuerte la muñeca y no la suelta)
Santiago Nasar: Ya estás en tiempo de merecer mujer
Victoria Guzmán: (le mostró el cuchillo ensangrentado.) Suéltala, blanco le ordenó en serio De
esa agua no beberás mientras yo esté viva. Usted es idéntico a su padre, Una mierda.
Santiago Nasar: No seas bárbara. Imagínate que fuera un ser humano. (Sale)
Victoria Guzmán: Dios Santo. Yo sabía que lo iban a matar cuando él entró en la cocina a
tomar el café. Me lo había dicho una mujer que pasó después de las cinco a pedir un poco de
leche por caridad, y me reveló los motivos y el lugar donde lo estaban esperando. «No la
previne porque pensé que eran palabras de borracho
Divina Flor: No ha vuelto a nacer otro hombre como ése. Mi mamá no le había dicho nada a
Santiago porque en el fondo de su alma, ella quería que lo mataran. En cambio, yo no lo
previne porque en ese entonces no era más que una niña asustada, incapaz de una decisión
propia, y me asusté mucho más cuando él me la agarró por la muñeca con su mano que sentí
helada y pétrea, como la mano de un muerto.
V ESCENA
(Entra Bayardo san Román y Ángela vicario a consumar el acto)
Narrador: perro en la noche de bodas de Bayardo san Román y Ángela vicario, sucedió
algo inesperado.
Ángela Vicario: Lo único que le rogaba a Dios es que me diera valor para matarme, Pero no me
lo dio. Estaba tan aturdida que había resuelto contarle la verdad a mi madre para librarme de
aquel martirio. «los hombres, Lo único que creen es lo que vean en la sábana», De modo que
mis amigas me enseñaron artimañas de comadronas para fingir mis prendas perdidas, y para
que pudiera exhibir en mi primera mañana de recién casada, abierta al sol en el patio de su
casa, la sábana de hilo con la mancha del honor.
(Se interpreta la escena de cama. Colocando un trapo blanco debajo de Ángela, al finalizar a
escena de cama, Bayardo saca el trapo y le busca la macha de honor. Al no encontrarla le
arroja el trapo en la cabeza, y también la arroja a ella al piso y la golpea.)
Bayardo San Román: (llorando, desilusionado, golpeándola) ¿Por qué? ¿Por qué a mí? ¿Quién
fue? ¿Quién? (la toma del brazo y la saca)
VI ESCENA
Narrador: Pura Vicario se había acostado a las once de la noche después de que las
hijas mayores la ayudaron a poner un poco de orden en los estragos de la boda. Como
a las diez, cuando todavía quedaban algunos borrachos cantando en el patio.
Pura Vicario: me había dormido a fondo cuando tocaron a la puerta. «Fueron tres toques muy
despacio, pero tenían esa cosa rara de las malas noticias.» abrí la puerta sin encender la luz
para no despertar a nadie, y vi a Bayardo San Román en el resplandor del farol público. Ángela
Vicario mi hija estaba en la sombra, de modo que sólo la vi cuando Bayardo San Román la
agarró por el brazo y la puso en la luz. Llevaba el traje en piltrafas. Yo creí que se habían
desbarrancado con el automóvil y estaban muertos en el fondo del precipicio.
Ave María Purísima – (dice aterrada-). Contesten si todavía son de este mundo.
3. (Bayardo San Román entró, empuja a su esposa hacia Pura Vicario, sin decir una palabra.
Después besó a Pura Vicario en la mejilla y le habló con una voz de muy hondo desaliento pero
con mucha ternura.)
Bayardo San Román: gracias por todo señora, usted es una santa, pero ella no. (Sale)
Ángela Vicario: sentí como si por fin me hubiera quitado un peso de encima y lo único que
quería era que todo terminara rápido para tirarme a dormir.
(Pura Vicario la bofetea y la toma del pelo)
Pura Vicario: -Anda, niña - dime quién fue.
Narrador: Los gemelos Pedro y Pablo Vicario volvieron a la casa un poco antes de las
tres, llamados de urgencia por su madre. Encontraron a Ángela Vicario tumbada
bocabajo.
Pedro Vicario: ¿Qué paso angelita, porque estás aquí?
Pablo Vicario: ¿Qué paso, y tu esposo, porque estas llorando?
Pura Vicario: ¿Qué paso? Pues que su marido descubrió que no era virgen.
(Los hermanos, la levantan y la sientan en la mesa del comedor.)
Pedro Vicario, Pablo Vicario y Pura Vicario: díganos ¿Quién fue? Díganos ¿Quién fue?
Narrador: Ella se demoró apenas el tiempo necesario para decir el nombre. Lo buscó
en las tinieblas, lo encontró a primera vista entre los tantos y tantos nombres
confundibles de este mundo y del otro, y lo dejó clavado en la pared con su dardo
certero, como a una mariposa sin albedrío cuya sentencia estaba escrita desde
siempre.
Ángela Vicario: (gritando con desespero) Santiago Nasar
Narrador: Nunca hubo una muerte más anunciada. Después de que la hermana les
reveló el nombre, los hermanos Vicario, matarifes de profesión pasaron por el
depósito, donde escogieron los dos cuchillos mejores: uno de descuartizar y otro de
limpiar, y se fueron a afilarlos en el mercado de carnes.
VII ESCENA
(Bayardo San Román, llorando ahogándose en licor)
Bayardo San Román: Ángela, creí que tenía el nombre bien puesto pero no, desde que la vi yo
quería casarme con ella. ¿Por qué a mí? Si yo compre todos los números de una rifa para
lograr impresionarla, le compre la casa más grande y más bonita solo porque ella dijo que a
quería, tuvo la mejor boda celebrada en este pueblo. ¿Y porque me paga así de esa forma?
¿Porque a mí?
4. VIII ESCENA
Narrador: El único lugar abierto en la plaza era una tienda de leche a un costado de la
iglesia, donde estaban los dos hombres que esperaban a Santiago Nasar para matarlo
Pedro y Pablo Vicario. Clotilde Armenta, era la dueña del negocio.
Los hermanos Vicario entraron a las 4.10. A esa hora sólo se vendían cosas de comer,
pero Clotilde Armenta les vendió una botella de aguardiente de caña, no sólo por el
aprecio que les tenía, sino también porque estaba muy agradecida por la porción de
pastel de boda que le habían mandado.
Pedro Vicario: has visto a Santiago Nasar.
Clotilde Armenta: no, -¿Le pasó algo?
Pedro Vicario: Nada. No más que lo andamos buscando para matarlo
Pablo Vicario: Vamos a matar a Santiago Nasar
Clotilde Armenta: ¿Y se puede saber por qué quieren matarlo tan temprano?
Pedro Vicario: Santiago Nasar sabe por qué
Pablo Vicario: Tarde o temprano tendrá que salir
Clotilde Armenta: Esa mañana llevaban todavía los vestidos de paño oscuro de la
boda, demasiado gruesos y formales y tenían el aspecto devastado por tantas horas de
mala vida. Aunque no habían dejado de beber desde la víspera de la parranda, ya no
estaban borrachos al cabo de tres días, sino que parecían sonámbulos desvelados. Se
habían dormido con las primeras auras del amanecer, después de casi tres horas de
espera en la tienda, yo no les creí, Pensé que eran vainas de borrachos
Narrador: Cuando Santiago Nasar salió de su casa. Ambos agarraron los cuchillos, y
empezaron a levantarse.
Clotilde Armenta: Por el amor de Dios, Déjenlo para después, aunque sea por respeto
al señor obispo. Tómense otro trago a nombre mío. (Los hermanos Vicario beben y
vuelven a quedar dormidos)
IX ESCENA
Narrador: Santiago Nasar, después de la decepcionante visita del obispo, va a casa de
su novia, Flora Miguel. Donde ella lo esperaba.
Flora Miguel: espera acá. (Entra y sale con unas cartas que le arroja a la cara de
Santiago) Aquí tienes, lo sé todo. ¡Y ojalá te maten! (sale)
Santiago Nasar: flora… (Se arrodilla a recoger las cartas y entra Nahir Miguel) no tengo
idea de lo que me está diciendo.
5. Nahir Miguel: sabía que los hermanos Vicario lo buscaban para matarlo, Tú sabrás si
ellos tienen razón, o no. Pero en todo caso, ahora no te quedan sino dos caminos: o te
escondes aquí, que es tu casa, o sales con mi rifle. Serán dos contra uno.
Santiago Nasar: No entiendo un carajo.
X ESCENA
Narrador: Ambos lo habían visto al mismo tiempo, se santiguaron. Entonces Clotilde
Armenta los agarró por la camisa y le gritó…
Clotilde Armenta: corre Santiago… te van matar…
Narrador: Fue un grito tan apremiante que apagó a los otros, Santiago Nasar estaba a
menos de 50 metros de su casa, y corrió hacia la puerta principal. Cinco minutos antes, en la
cocina, Victoria Guzmán le había contado a Plácida Linerolo que ya todo el mundo sabía.
Victoria Guzmán: señora, dicen los hermanos Vicario están buscando al joven Santiago. Lo
están buscando para matarlo.
Plácida Linero: ¿se lo dijiste esta mañana?
Victoria Guzmán: todavía no sabía nada cuando él bajó a tomar el café. Esos pobres
muchachos no matan a nadie
Plácida Linero: esos muchachos Están bebiendo desde el sábado
Victoria Guzmán: Por lo mismo no hay borracho que se coma su propia mierda.
Plácida Linero: (pregunta a Divina Flor) ¿has visto a Santiago está aquí en la casa?
Divina Flor: tuve una visión nítida de él, Llevaba el vestido blanco, y algo en la mano que no
pude ver bien, pero me pareció un ramo de rosas.» De modo que cuando la señora Plácida
me preguntó por él, le conteste. -Subió al cuarto hace un minuto. Y ella se tranquilizó.
(Se oyen gritos y placida se asoma al balcón)
Plácida Linero: A través de la puerta vi a los hermanos Vicario que venían corriendo
hacia la casa con los cuchillos desnudos. Desde el lugar en que yo me encontraba
podía verlos a ellos, pero no alcanzaba a ver a mi hijo que corría desde otro ángulo
hacia la puerta. «Pensé que querían meterse para matarlo dentro de la casa»,
Entonces corrí hacia la puerta y la cerré de un golpe. Estaba pasando la tranca cuando
oí los gritos de Santiago.
Narrador: Santiago Nasar necesitaba apenas unos segundos para entrar cuando se cerró la
puerta. Alcanzó a golpear varias veces con los puños, y en seguida se volvió para enfrentarse
a manos limpias con sus enemigos. Santiago Nasar levantó la mano para parar el primer
golpe de Pedro Vicario, que lo atacó por el flanco derecho con el cuchillo recto. El cuchillo le
atravesó la palma de la mano derecha, y luego se le hundió hasta el fondo en el costado.
Todos oyeron su grito de dolor. Pedro Vicario volvió a retirar el cuchillo con su pulso fiero de
matarife, y le asestó un segundo golpe casi en el mismo lugar. «Lo raro es que el cuchillo
volvía a salir limpio, Santiago Nasar se torció con los brazos cruzados sobre el vientre después
de la tercera cuchillada, soltó un quejido de becerro, y trató de darles la espalda. Pablo
Vicario, que estaba a su izquierda con el cuchillo curvo, le asestó entonces la única cuchillada
6. en el lomo, y un chorro de sangre a alta presión. Santiago Nasar les dio otra vez el frente, y se
apoyó de espaldas contra la puerta de su madre, sin la menor resistencia, como si sólo
quisiera ayudar a que acabaran de matarlo. No volvió a gritar Al contrario: parecía que se
estaba riendo.» Entonces ambos siguieron acuchillándolo contra la puerta, con golpes
alternos. En realidad Santiago Nasar no caía porque ellos mismos lo estaban sosteniendo a
cuchilladas contra la puerta. Santiago Nasar permaneció todavía un instante apoyado contra
la puerta, hasta que vio sus propias vísceras al sol, limpias y azules, y cayó de rodillas.
Pablo Vicario: hicimos mucho más de lo que era imaginable para que alguien nos
impidiera matarlo, y no lo conseguimos.
Pedro Vicario: Lo matamos a conciencia, Fue un asunto de honor.
Ángela Vicario: realimente yo fui la única culpable, yo lo mate, yo mate a Santiago Nasar.
FIN…