1. La travesía.
El puñeteroojo de la cerradura se resistía a ser forzado. Apenas tenía un
cuchillo con la punta ya doblada como consecuencia de otros intentos
fallidos. El mango, parecía descuajeringarse por momentos, pues en
ocasiones la ansiedad me hacía golpearlo con piedras contra las distintas
cerraduras que encontrábamos por el camino. Pero ni con esas… No
tardaron en llegar las sirenas y esos hombres uniformados con sus
megáfonos. Yo sabía que todo aquello asustaba a Sara, así que me aleje de
la valla, la agarré en brazos y le susurréal oído: tranquila, lo intentaremos
más adelante.