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RAMÓN FUENTES ITURBE:
                   Luces y sombras de un rebelde
                               AUTOR: JUAN LIZÁRRAGA TISNADO

                                                                          Mazatlán, Sin. Noviembre de 2009

                                                         ÍNDICE

Presentación............................................................................................................2
1. Magia, rebelión y astucia..................................................................................4
    Las dos fuentes de Ramón F. Iturbe y su religiosidad infantil...........................4
    Temprano peregrinar hacia la capital................................................................7
    La “Aurora” de Mazatlán...................................................................................9
    ¡Vienen los ferrelistas! La juventud en armas con Madero.............................11
    El sitio y la primera toma de Culiacán.............................................................16
    Lucha con Obregón, por Carranza y contra Huerta.........................................23
    Segunda toma de Culiacán y sitio de Mazatlán................................................26
    Lealtad al constitucionalismo y a Carranza......................................................34
2. La gloria del poder y el infierno de la derrota...............................................40
    Primera batalla política: Gobernador Constitucionalista de Sinaloa................40
    La educación del pueblo, máximo monumento a la Revolución.....................44
    El relevo por Eliseo Quintero y el Plan de Agua Prieta...................................50
    La fortuna a la sombra del poder político........................................................57
    Derrota militar y exilio en Los Ángeles...........................................................64
    La indulgencia del presidente Lázaro Cárdenas...............................................71
    Segunda batalla política: diputado federal por el cooperativismo..................76
    El Frente Constitucional Democrático Mexicano, ¿ultraderechista?...............82
    Campaña para gobernador en el almazanismo y viaje a Japón........................91
    La última guardia en honor a sus restos mortales............................................97
3. La presencia de la mujer...............................................................................103
    Mujeres en la revolución y el “Estado mayor de Iturbe”...............................103
    Marina Soto y la madre de Lupe....................................................................107
    Mercedes Acosta, centro de la familia nuclear: ............................................109
    Luisa Marienhoff, capitana del amor y de la fraternidad universal...............116
4. Ramón F. Iturbe, cultura, religiosidad y humanismo.................................120
    Filosofía y política..........................................................................................120
    Cristiandad y cosmovisión religiosa..............................................................123
    Esoterismo y naturismo.................................................................................127
5. En conclusión: ¿En verdad fue General de la Revolución?.......................132
Fuentes consultadas...........................................................................................137
Anexo. Ramón Fuentes Iturbe en gráficas.......................................................140




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PRESENTACIÓN
       La estatura histórica y el valor humano del general Ramón Fuentes Iturbe no
han sido justipreciados en su verdadera dimensión. La audacia con que acometió las
batallas militares en que participó desde su muy temprana juventud, y el fervor y la
lealtad característicos de los actos políticos de su madurez, rayan en la leyenda y en la
novela; su vida personal, impregnada de misterio y de los más puros y positivos
valores sociales, son ejemplos para la juventud actual. La inquietud por hurgar en la
vida del general, inició desde 1993, por las razones anotadas.
       Se presenta aquí un ensayo anecdótico en el que a veces se recurre al diálogo.
No es el objetivo convencer a nadie de que las ideas o los actos de Iturbe eran correctos
o merecen ser condenados. Tampoco hay un interés o propósito estrictamente
académico, aunque pudiera parecerlo, por la formación del autor. Se trata de hacer
públicos, de divulgar, hechos y anécdotas del personaje para que cada quien emita el
juicio que más le plazca o el que considere pertinente.
       Las bases de la estrategia con que se estructuró el trabajó las proporcionó el
propio biografiado: en una de sus muchas entrevistas concedidas a la prensa, explicó
que “la Revolución está ya bastante bien contada y analizada. Si usted ve el parte de
una batalla puede conocer todos los movimientos de los adversarios y enterarse del
número de bajas y demás detalles de esta especie. Sin embargo, la anécdota, que no
figura en esos partes, es una pieza esencial para entender la época. La anécdota es viva.
Comunica mucho más que las cifras bien alineadas. Por eso yo he preferido contarle
anécdotas, decirle cómo éramos, cómo pensábamos”.
       También influyó la experiencia que se tiene sobre la historia de vida como una
forma del método narrativo y el conocimiento de la elaboración del ensayo anecdótico.
Igualmente está presente el oficio periodístico que se ejerció durante casi dos décadas:
el reportaje y la crónica histórica, armados con profusión de datos, producto de la
revisión de documentos y de entrevistas, mezclados para convertirse en una red de
ensayos que constituyen el ensayo general. Son conversaciones, relatos, del sujeto
principal o de personas directamente involucradas en su vida y en el contexto que
rodeó su actuar, desde fines del siglo XIX hasta 1980.
       El ejercicio hermenéutico, en sentido ortodoxo, está ausente, sin embargo, hay
una gran carga de subjetividad en la selección —y discriminación— de los datos (los
hechos, los personajes) y en el orden seguido tanto cronológico como temático, sin
demérito de la veracidad de fechas y nombres.


                                                                                       2
Iturbe fue un hombre de luces y sombras. Como todo ser humano, fue un ente
complejo, unidad y diversidad, un homo sapiens-demens-fabers, por ello aquí se
expone su individualidad, y autonomía, pero también la identidad del joven de clase
humilde con el momento que le tocó vivir, al participar, con voluntad y conciencia, en
el movimiento armado que hace cien años sacudió al país, hecho igualmente complejo
y controvertido como el propio Iturbe.
          Por la forma en que se estructuró el trabajo, podría dividirse en dos partes, una
cronológica biográfica que incluye los dos primeros capítulos, y otra temática, en la
cual se abordan asuntos con los cuales se identificó y a la vez identifican a Ramón F.
Iturbe.
          En el primer capítulo se ofrecen datos del primer accionar de Iturbe en la vida,
su traslado a Culiacán, donde influenciado por las enseñanzas de Madero, tanto
políticas como espiritistas, participó en el primer brote revolucionario de Sinaloa, en su
casa, para ser más específico; luego en las primeras batallas y en casi todos los
combates que se sucedieron durante la Revolución, donde hace manifiesta su lealtad a
Madero, a Carranza y a su único jefe inmediato, Álvaro Obregón. En el segundo
capítulo se describen sus batallas políticas y por la vida, como gobernador y como
diputado federal; su compromiso con la educación del pueblo y con el cooperativismo
como movimiento reivindicador; sus fallidas batallas militares electorales y exilios,
hasta su muerte en un hospital militar.
          En el capítulo tres se da cuenta de la participación de la mujer, presente con
Iturbe en el campo revolucionario y en su vida personal: sus esposas y sus hijas.
Justamente, de su vida personal trata el cuarto capítulo: su formación cultural, su
religiosidad y espiritismo, su alma de poeta, su timidez y audacia, que termina con un
apartado, a manera de conclusión titulado “¿En verdad fue un general de la
Revolución?”, pues su vida no se asemeja a la de la mayoría de los personajes
sobresalientes de la Revolución Mexicana.




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1. MAGIA, REBELIÓN Y ASTUCIA

Las dos fuentes de Ramón F. Iturbe y su religiosidad infantil

          Ramón F. Iturbe nació el 7 de noviembre de 1889 en Mazatlán, Sinaloa.

Personalmente, Iturbe negó haber nacido en la sindicatura de Siqueros, en

respuesta a una pregunta específica que le hizo don Héctor R. Olea (1993,

168) y la versión oficial afirma que vino al mundo en el número 50 de la calle

San Germán (después Francisco Cañedo y hoy Canizales) 1.

          El 12 de enero de 1890, el presbítero Don Miguel Elizondo —con

licencia del señor Cura y Vicario Don Miguel Lacarra, en la Santa Iglesia

Parroquial de Mazatlán— bautizó solemnemente y puso el Santo Óleo y

Sagrado Crisma, a un niño a quien dio el nombre de José Ramón. Sus

padrinos: Bentura Herrán y Petra Ochoa.

          Hijo natural de Refugio Iturbe, su padre fue un señor apellidado

Fuentes, de origen chileno, quien lo registró a su nombre, pero la familia del

señor Fuentes no aceptó al niño ni a la madre. Conservó en la vida cotidiana

el apellido de su padre, más empezó a firmarse Ramón F. Iturbe, para evitar

que el apellido se extinguiera, a petición de un hermano de su madre que no

tuvo hijos y que se creía el último de los Iturbe, pues era el único varón de la

familia. Beatriz y Refugio, fueron dos medias hermanas mayores que Ramón;

después de él nacería Arturo, de apellido Sicairos.

          Al paso de los años, la familia Fuentes visitó a Ramón para pedirle que

usara este apellido, pero él se negó a hacerlo y así, en la “F.” Quedó


1
     La dirección donde nació se indica en su biografía de la página del Congreso del Estado de Sinaloa:
    http://www.congresosinaloa.gob.mx/murodehonor2/ramon_iturbe.htm. Los distintos nombres de la
    calle se exponen en la página http://www.vivemazatlan.com/index.php/Historias/Historia-y-
    desarrollo-del-servicio-electrico-en-la-ciudad-de-Mazatlan.html.


                                                                                                           4
escondida la primera fuente de Ramón. Entonces uno se pregunta, ¿cuál es la

segunda fuente?:

        “Ramón, en el idioma de los eúzkaros, significa fuente”, 2 le explicó

cierto día Ramón F. Iturbe al escritor colimense Juan Macedo (1984, 61)

camino a Cosalá. “De manera que soy una doble fuente”, agregó sonriente.

        De su infancia en Mazatlán, Luisa Marienhoff y Mireya Iturbe, 3 narran la

siguiente anécdota:

        Doña Refugio Iturbe hacía “cuajada” —preciado antojo casero—, la cual

“se cortó” de pronto y para remediar las cosas ordenó:

        —Busquen a Ramón. Debe haber pasado por aquí, la miró y se le

antojó, por eso se cortó. Dénsela a probar y luego que la menee un rato para

que se componga.

        Así se hizo. La cuajada se compuso.

        Un hecho común en tierras sinaloenses. Común, sí, pero también una

señal en la que se dibujaba el magnetismo y la fuerza mental de Ramón, un

niño delgado, larguirucho de apenas siete años de edad que aparentaba más

de diez, no solamente por su acelerado crecimiento físico, sino también por su

religiosidad y su carácter de observador agudo de la naturaleza y de todo

cuanto le rodeaba. Su religiosidad la manifestaba en los trazos constantes que

hacía de figuras semejando a la cruz cristiana, símbolo de vida desde tiempos

remotos, aunque no en sus visitas al templo. Sus ojos negros, ligeramente

oblicuos, que descansaban sobre una nariz sentada en una boca grande,

contemplaban fija, interrogativamente, al mundo. Religiosidad y filosofismo

eran en Ramón, a tan temprana edad, fe y acción.

2
 Su origen es germánico y significa “protector”, “sensato”.
3
 La primera, su segunda esposa, rescata datos biográficos de Iturbe en su novela “La Revolucionaria”
(Marienhoff, 1959), y la segunda, hija de general, fue entrevistada en Cuernavaca en 1993.


                                                                                                       5
El contexto temporal remite a la última década del siglo XIX. Hasta

Mazatlán llegaban noticias periodísticas desde la ciudad de México que

informaban de los milagros de Teresa Urrea, nacida en Ocoroni y a quien sus

padres trasladaron de niña a Cabora, Sonora, donde curaba por medio de la

sugestión y la hipnosis. “La Santa de Cabora”, como la nombraron, sufría

ataques epilépticos seguidos de estados de coma por tres días, hecho que la

volvía más enigmática para sus seguidores. Tal era su fama que los vecinos

de Tomochic, Chihuahua se rebelaron contra el gobierno y visitaron a la santa.

El pueblo fue aniquilado, según lo narró el subteniente Heriberto Frías Alcocer,

partícipe involuntario y testigo de los actos de barbarie cometidos por la

soldadesca. Los indios del Río Mayo también se sublevaron al grito de “¡viva

la santa de Cabora!”.

        En el último decenio decimonónico se respiraba en México una paz

precedida de hechos militares y políticos que años antes conllevaron a la

reorganización nacional y a la reelección presidencial de Don Porfirio Díaz al

grito de “no reelección” proclamado en el Plan de Tuxtepec.

        La revuelta tuxtepecana se convirtió en gobierno local en la persona de

Francisco Cañedo, quien triunfó con las dos terceras partes de los votos

contra Andrés L. Tapia, candidato de la entonces imposición. A más de ser

popular, Cañedo era amigo de don Porfirio Díaz.

        Don Ángel Viderique, originario de Guanajuato, al frente de la Banda de

Música del Estado, alegraba a la multitud que se congregaba en la plaza

principal de Culiacán, donde estrenó “La Valentina” y “La Adelita” 4, que luego

los revolucionarios sinaloenses llevarían a todo México para convertirlas en

4
 “La Adelita” no es hija legítima de la revolución, es la hija adoptiva que, con su hermana “La
Valentina”, constituyó la dualidad emocional y romántica de aquella”, Ramón R. Richard. (Flores
Villela, 1990, 344)


                                                                                                  6
himnos de la Revolución. Eran melodías salidas del pueblo, como “Heraclio

Bernal”, “El Abandonado”, “El Cuervo”.



Temprano peregrinar hacia la capital

       A Ramón le dolía que su madre trabajara en los menesteres más

humildes para mantenerse. Le dolía también someterse por un bajísimo jornal

a la ruda labor del campo. Tenía que trabajar como hombre, de sol a sol, para

cobrar como niño. Junto a la rebeldía contra esta situación, en su mente se

incubaba el ideal de hacer fortuna, de ser rico.

       Quería estudiar, pero empezó a trabajar en el almacén de un cuñado,

esposo de la hermana mayor, porque éste le ofreció mandarlo a la escuela si

se iba con él a trabajar. Y tuvo que hacerlo para sostener a su madre y a sus

tres medios hermanos. La familia salió de Mazatlán rumbo al centro del

Estado para radicar un tiempo en el rancho El Obispo, por el antiguo Camino

Real, de ahí se trasladó a Salsipuedes, donde pasó parte de su infancia,

estuvo en Oso, en Quilá y el peregrinar frenó un poco en Alcoyonqui de donde

luego partiría a Culiacán por instancias del cuñado.

       A los catorce años de edad, Ramón F. Iturbe se había desempeñado

como mandadero, dependiente de tienda de abarrotes, vendedor de

mercancías de poco valor, trabajador de artículos de cueros para arreos de

montar y otras actividades parecidas.

       De chico, Iturbe oyó decir a una viejecita que quien consiguiera hacerse

de un cinturón de cuero de león y se lo pusiera sobre la piel, bajo la ropa,

jamás tendría miedo de nada. Él lo consiguió y se lo ponía. Sugestión o

magia, el uso de este cinturón lo hizo ser valiente, arrojado por toda su vida y



                                                                               7
cuando pasado el tiempo le elogiaban su valor en la batalla revolucionaria,

explicaba que todo se lo debía al cinturón de león.

       En Culiacán conoció la escuela. Cursó hasta el tercer o cuarto año de

primaria, a la sombra del maestro Tello de Meneses. Aprendía de prisa, con

avidez y en su ansia por aprender ingresó al Seminario Conciliar de Sinaloa.

Debía cubrir una cuota de dos pesos con cincuenta centavos al mes y al serle

imposible cubrir la colegiatura, lloró amargamente en los viejos portales del

Seminario, haciéndose la siguiente interrogación:

       —¡Dios mío!, ¿por qué los pobres no podemos estudiar como los ricos?

       ¡Aprendió a leer y se convirtió en un lector voraz! La meditación

acompañaba a la lectura. Por horas y horas clavaba su mirada al cielo.

Mientras estudiaba las propiedades de las hierbas medicinales y astronomía y

su influencia sobre los seres, observaba sin cansancio los fenómenos de la

vida material y espiritual, los fenómenos del cosmos y realizaba toda clase de

experimentos.

       Combinaba ese estudio con el trabajo. En Alcoyonqui, a duras penas

levantó un comercio de abarrotes. Instaló su tienda. Contrató un dependiente

para que la atendiera mientras él ambulaba por diferentes zonas realizando

transacciones comerciales entre los campesinos, con quienes hacía sus

primeros ensayos con hipnotismo curativo que le atraía enfermos y pobres

agradecidos, porque no acostumbraba cobrarles, aunque el hipnotismo le

llamó la atención poco tiempo, pues se opuso siempre a que se enajenara la

voluntad de las personas, aun cuando se utilizara en beneficio de ellas

mismas. En cambio, atrajo más su interés el magnetismo humano y su

influencia en la curación.



                                                                             8
En estas excursiones por los campos aledaños a Culiacán pudo

comprobar que sus manos se enriquecían con el maravilloso don de la

curación magnética.

       Su alma contemplativa, su mente interrogadora, su ansia de saber y

sus contactos directos con la injusticia y la desigualdad social, hicieron de él

tierra fértil para que brotara la semilla del cambio revolucionario que a lo largo

del país se gestaba.



La “Aurora” de Mazatlán

       Al final del siglo XIX, el liberal Juan Jacobo Valadés prestó insustituibles

servicios médicos a la sociedad sinaloense y quiso que sus hijos estudiaran

medicina en Guadalajara. Éstos, sus hijos Juan y Francisco, al igual que Juan

Jacobo, instalaron en Mazatlán la Botica Central, en cuyo traspatio Juan

Jacobo gustaba de reuniones en las cuales se disertaba sobre asuntos

literarios. Cultos personajes, que luego lo serían de la poesía, del periodismo,

de la administración, se daban cita en las tertulias. Entre estos: Manuel

Bonilla, Esteban Flores, José Berumen, Amado Nervo, Martiniano Carvajal,

Vicente González, Ángel Beltrán, Juan Sarabia, Jesús Gómez, Manuel Manzo,

destacando entre ellos José Ferrel Félix, primo hermano de Juan y Francisco

Valadés, quien pese a su corta edad había sido soldado, comerciante, marino

conspirador, tribuno y amanuense.

       La tertulia llevó a la fundación de la Sociedad Aurora y en la trastienda

de la botica las reuniones literarias y sociales se hacían con más frecuencia y

comenzó a participar en actos cívicos, en funciones con fines patrióticos, de




                                                                                 9
caridad o con propósitos artísticos, con el talento destacado de Ferrel, quien

había nacido en Sonora y que, por ocasiones, se ausentaba de las tertulias.

      Francisco Valadés, al tiempo que acrecentaba sus ideas, se asociaba

con el acaudalado empresario Andrés Avendaño y con la idea de crear una

empresa editorial funda la sociedad mercantil “Valadés y Compañía

Sucesores”, la cual compró a Miguel Retes el periódico “El Correo de la

Tarde”.

      La botica se convirtió en Droguería Central y funcionó en un edificio que

por la calle Belisario Domínguez, entonces Principal, construyó el ingeniero

Francisco Guarneros, esposo de Cristina Ferrel, edificio donde también se

instaló el periódico, una librería y talleres de grabado, encuadernación y

rayado de papel.

      El Correo de la Tarde dejó de ser una simple gacetilla literaria de

información local. Se convirtió en un periódico de opinión. Francisco Valadés

consultó al periodista José Ferrel y finalmente éste le recomendó a Heriberto

Frías, quien en 1906 llegó a Mazatlán para hacerse cargo de la dirección del

periódico.

      Heriberto Frías enriqueció la tertulia que se convirtió en una peña

donde se discutía de política. Frías mantenía correspondencia con Francisco I.

Madero, iniciada como un intercambio de publicaciones. En “El Correo” del

puerto se publicaba “La sucesión presidencial” de Madero y en “La Opinión”

de Coahuila se daba a conocer “La Rebelión de Tomochic”, de Frías. Además,

Frías se comprometió a vender el libro de Madero en Mazatlán y de aquí a

todo el Estado de Sinaloa. (Valadés, 1985, 45-58).




                                                                              10
Fue así como un ejemplar de “La sucesión presidencial” llegó a manos

de Iturbe, quien desde ese momento se convirtió en un soldado de la

antirreelección y en un maderista convencido, difusor elocuente y entusiasta

de las ideas de don Francisco I. Madero, quien lo cautivó no solamente por

sus ideales políticos, sino también por su espiritismo: después sería un

fervoroso lector del “Manual Espirita”, que el apóstol Madero escribió en 1911

con el pseudónimo de Bhima, uno de tantos libros de cabecera de Iturbe.



¡Vienen los ferrelistas! La juventud en armas con Madero

       “Al Sr. Gobernador interino Lic. Eriberto Zazueta, Culiacán.

       “Con profunda pena acabo de recibir telegrama de Ud. En que me

participa el fallecimiento del señor gobernador general Francisco Cañedo.

Haga usted que se le tributen los honores que corresponden a su alta

jerarquía.- Porfirio Díaz”.

       La anterior fue la respuesta del presidente de México a la comunicación

antes recibida del gobernador interino de Sinaloa al anunciarle la muerte de

don Francisco Cañedo, ocurrida el 5 de junio de 1909, quien estuvo al frente

del Estado por 32 años, merced a arreglados interinatos. Con los honores

correspondientes, Cañedo fue sepultado el 8 de junio y el 14 del mismo mes

se convocó a elecciones, que debían realizarse el 8 de agosto para que el

vencedor terminara el periodo de Cañedo el 26 de septiembre de 1912.

       El día de las elecciones, domingo por la mañana, los habitantes de

Culiacán vieron asombrados entrar a la ciudad a un joven alto y moreno al

frente de un grupo de rancheros que llegaban a votar. “¡Ahí vienen los

ferrelistas!”, se oía por todas partes. Eran los rancheros de Alcoyonqui



                                                                           11
entusiasmados y convencidos por Ramón F. Iturbe de que una nueva era se

acercaba para ellos y para Sinaloa. El porfirismo estaba por caer. Había que

votar contra Diego Redo, el candidato continuador de Porfirio Díaz en Sinaloa

y a favor de José Ferrel Félix, el candidato del pueblo opositor.

       Iturbe así lo entendía. Sus observaciones sobre el porfiriato le hacían

concluir que los métodos no eran los adecuados para el desarrollo cívico de

México, del pueblo sinaloense que en esta contienda, al dar su voto por el

ferrelismo, se enfrentó abiertamente al presidente Porfirio Díaz mediante el

rechazo de la candidatura de Diego Redo para gobernador del Estado.

       Los resultados fueron frustrantes. En el distrito del cual era cabecera

Culiacán, donde se tenía una lista de 7 mil votantes, el candidato oficial obtuvo

9 mil 399 votos, contra sólo 804 de José Ferrel Félix. Fue una votación

fraudulenta, inflada a favor de Redo.

       El proceso electoral fue un fraude en todo el país, donde las

condiciones de existencia eran cada día más miserables para la mayoría de la

población que día a día se rebelaba contra el gobierno sempiterno de Porfirio

Díaz y su sistema de acabar con la oposición mediante el asesinato selectivo,

como ocurrió con Gabriel Leyva Solano el 13 de junio de 1910, en la Villa de

Sinaloa.

       Entusiasmado por las enseñanzas de Madero en “La Sucesión

presidencial”, Iturbe no vaciló en atender al llamado del Plan de San Luis,

promulgado en Texas, a donde Madero había huido de la prisión que sufría en

San Luis Potosí. Ante el fraude electoral ocurrido en todo el país, Madero

llamó a levantarse en armas a las 6 de la tarde del 20 de noviembre de 1910.

Un grupo de jóvenes temerarios atendió el llamado.



                                                                              12
Iturbe relata que fue uno de los primeros que se levantaron en armas

en Sinaloa. Sus razones eran muy claras: “El pueblo tenía hambre y sed de

justicia y quería terminar con su miseria a través de las reformas que proponía

Madero. Además deseaba un cambio de gobierno que acabara con la

dictadura de Porfirio Díaz, causa de nuestra situación. En esos tiempos un

peón del campo recibía el pago para toda su familia, un almud de maíz y un

cuarterón de frijol (unos cuatro kilos) para la semana. Su sueldo era de tres

reales diarios (treinta y siete centavos) trabajando de sol a sol en Sinaloa y en

Jalisco 18 centavos. Había días en que solamente comíamos tortillas con

agua de chile y cebollas. La pobreza era espantosa. Fue el motor de la

Revolución. Los peones eran tratados como animales por los ricos

hacendados”. (Tirado, 1982).

      Entonces, el 20 de noviembre de 1910, al lado de otros jóvenes

intrépidos e idealistas —Juan Banderas, sinaloense, y Agustín Beltrán y

Conrado Antuna de Durango—, debía levantarse en armas en Culiacán. Tan

joven era Iturbe, que para los demás conjurados era apenas un chamaco.

      El golpe en Culiacán fracasó a causa de una denuncia. “Teníamos que

reunirnos en mi casa (calles Colón y Corona). El plan era que yo tomara la

penitenciaria echando fuera a los presos, para lo cual estaban comprometidos

los celadores y la guardia. Los otros deberían capturar al gobernador del

Estado Diego Redo durante un baile”.

      Es Iturbe quien relata los hechos:

      “En mi casa escondíamos las armas. A las once de la noche que yo

llegué noté que había luz por la única puerta que daba a la calle. La casa

debería estar cerrada y mi obligación era dar una contraseña. Cuando entré



                                                                              13
no había nadie, ni mis amigos ni el parque. Los habían aprehendido. De

pronto se me aparecieron en la puerta cuatro policías. Yo les apunté con mi

pistola y ellos se barrieron por el suelo hacia fuera y escaparon. Cerré la

puerta inmediatamente y le puse una tranca. Estaba rodeado. Había una

salida por detrás, pero también estaba cubierta. Sin embargo, pude escapar.

De allí salió la leyenda de que yo tenía pacto con el diablo. Lo que pasó fue lo

siguiente: había luna llena y se proyectaban las sombras muy oscuras. En el

lado de atrás había una cocina a cuya sombra brinqué. Los policías estaban

pendientes de que yo saliera a la calle y yo decidí irme por el lado donde se

formaba aquella sombra. Escapé protegido por la mancha negra, saltando

bardas. Cuando ellos entraron a mi casa yo ya no estaba allí, me había

esfumado misteriosamente, según dijeron ellos”. (Tirado, 1982).

      Una vez lejos de la casa, Iturbe huyó por el monte hacia Alcoyonqui,

donde tenía un compadre. Lo perseguían por toda la zona y cuando llegó a

Alcoyonqui ya lo habían buscado por allí policías disfrazados. Un compadre lo

escondió en el monte y desde el pueblo le llevaban la comida. Después se

dirigió a un riachuelo. Los miembros del Comité Antirreleccionista le enviaron

una carabina y parque. Anduvo escondido cerca de un mes, hasta que

consiguió un guía a quien armó y siguieron su viaje rumbo a Durango, donde

se encontró con sus compañeros Banderas, Antuna y otros.

      Ya en el Estado de Durango hicieron su primer reclutamiento (17

hombres). Con ellos tomaron Tamazula, Durango, donde leyó junto a un

kiosko y a manera de adoctrinamiento, el Plan de San Luis, firmado por

Madero. Después tomaron Chacala, un pueblo minero. Ya para entonces

tenían 180 hombres. Las damas de Chacala le regalaron una bandera que



                                                                              14
tenía, de un lado, la imagen de Hidalgo y, del otro, la Guadalupana. Iturbe ya

practicaba el espiritismo, pero era católico y creyente en la virgen de

Guadalupe. “Yo no era el jefe absoluto, no habíamos decidido quién debería

mandar y éramos en realidad cuatro jefes, pero las damas me hicieron el

regalo a mí”, dijo

       “Juan Banderas era un hombre impulsivo y quiso tomar el mando

absoluto. Tuvimos un disgusto y por poco nos damos de balazos. Le propuse

que nos separáramos, consultando la voluntad de la tropa para que siguieran

al que ellos eligieran. Así lo hicimos y todos se vinieron conmigo. Beltrán

prefirió irse con Banderas, Antuna me siguió a mí. Tomamos rumbo a Topia.

Así, con grandes sacrificios, hechos y leyendas, se fueron formando mis

fuerzas”. (Tirado, 1982).

       Tuvieron las primeras revueltas. “Entonces no sabíamos fusilar. El

señor Madero nos comunicaba a todos su espíritu de bienhechor. Ni

fusilábamos ni nada. Le aseguro que nuestras tropas no se llevaron de

aquellos pueblos ni un sarape”. (Reyes, 1966).

       Madero reconoció éstas y otras proezas (como su habilidad para reunir

rebeldes) y el 22 de mayo de 1911, desde Chihuahua, le otorgó a Ramón F.

Iturbe el grado de general brigadier del Ejército Liberador.

       —¿Cómo era Madero? —preguntó Beatriz Reyes Nevares a Iturbe más

de 50 años después de estos sucesos:

       —Era el revolucionario por excelencia. Porque ser revolucionario no

equivale a empuñar un fusil y dispararlo. Para serlo se necesitan ideas. Se

requiere un deseo muy grande de transformar las cosas e implantar la justicia.

Y el señor Madero tenía esto. Se le ha reprochado que no tuviera aspiraciones



                                                                           15
de reforma social. Me consta que las tuvo. Dicen que su origen (con aquello

de que su familia era muy rica) le impedía comprender el drama del campo. Le

aseguró que sí lo comprendió. Lo que pasa es que él sabía que no era posible

una modificación instantánea del orden establecido. Había que proceder

gradualmente. Y no le dieron tiempo. (Reyes, 1966, 38).

        El 27 de agosto de 1963, relata: “el apóstol de la democracia, de alma

pura y transparente, de ideas filosóficas orientalistas, nos diría: ‘lo hecho, bien

hecho está’. Sin ser fatalista nos decía que la ley se cumple, que todo se

paga, si no en la misma existencia, en otra, pues creía en la reencarnación y

supervivencia del espíritu… para mí era un iluminado, que llevaba siempre el

bien en su corazón”.5



El sitio y la primera toma de Culiacán

        Muy pronto se crearon mitos en torno a Iturbe, los cuales se

acrecentaron al paso de los años, como el denominarlo “el general de mil

batallas, que nunca fue vencido”.

        Ante la periodista Beatriz Reyes Nevares, el general Iturbe desmiente

tal situación:

        “Al principio de mi carrera tuve dos derrotas y las dos me las propinó un

coronel de nombre Luis G. Morelos a quien admiré mucho. Fueron derrotas

que ni coraje me dieron, por lo técnicas y estrategias correctas. Acciones

admirables de mi adversario. Al poco tiempo, Morelos fue mi prisionero y yo

me lo llevé a mi cuarto. Quería conversar con él”.

        —No es frecuente que se tenga un respeto así por el enemigo.


5
 Discurso pronunciado el 27 de agosto de 1963, en el desayuno que ofrecieron los supervivientes civiles
y militares de la Revolución Mexicana al presidente Adolfo López Mateos.


                                                                                                    16
“Sin embargo, es lo que se debe hacer. Cuando el enemigo lo merece,

¿por qué comportarse con él en forma poco comedida? Aquel Morelos valía

mucho. De veras valía…”. (Reyes, 1966, 38).

       El coronel Morelos fue el último en rendirse durante la toma y sitio de

Culiacán, el 2 de junio de 1911.

       Héctor R. Olea relata de la siguiente manera el relevante hecho militar:

       “El 20 de mayo de 1911, los maderistas dieron principio a una

reconcentración de fuerzas para atacar la capital del Estado. Más de 4,000

revolucionarios pusieron sitio a la plaza comandados por Ramón F. Iturbe,

Juan M. Banderas, Herculano de la Rocha, Claro G. Molina, Gregorio L.

Cuevas, José María R. Cabanillas, Mateo de la Rocha y los comandantes de

guerrillas: Cándido Avilés, Conrado Antuna, Martín Elenes, Hilario Narváez,

Agustín Beltrán, Antonio M. Franco, Cipriano Alonso, Francisco Quintero,

Antonio Chaires Félix, Mauro Valenzuela, Cruz Medina, Darío Medina,

Francisco Ramos Obeso Arnoldo de la Rocha y Eduardo y Miguel Armenta,

además de mujeres: Clara de la Rocha y Valentina Ramírez”. (Olea, 1993,

43).

       El mismo historiador sinaloense explica que la guarnición de Culiacán

estaba a cargo de 400 porfiristas; 160 soldados y rurales al mando del mayor

Agustín del Corral, los federales al mando del general Higinio Aguilar y el

coronel Luis G. Morelos y 100 rurales del estado al mando del capitán Ignacio

Herrera y Cairo. El 25 de mayo quedó cerrada la ciudad y los revolucionarios

comenzaron el ataque.




                                                                              17
La lucha fue cruenta y finalmente favorecía a los revolucionarios. Con

ánimo de triunfador, el primero de junio, a las 4 de la mañana, Iturbe perpetró

la siguiente hazaña:

       “El general Higinio Aguilar, al mando de 300 soldados defendía su

cuartel en la casa de la Moneda. Yo, con doce compañeros (acompañado del

mayor Agustín del Corral) entré al edificio sin medir las consecuencias, para

pedirle su rendición, en una de las treguas del combate. Hablé con él y le pedí

que depusieran las armas. Me contestó que sólo acataría las órdenes del

gobernador Diego Redo. De allí encaminé mis pasos seguido de mis hombres

armados, hasta la casa frontera al Palacio de Gobierno, donde se me dijo que

se alojaba el gobernador porfirista. No lo encontré en su residencia y volví

nuevamente a la Casa de la Moneda, a insistir en mis demandas. Algunos

soldados federales, viéndome nuevamente en la ratonera, comenzaron a

gritarle al general en alta voz:

       —¡No lo deje salir, mi general!

       —¡Moriremos todos —contesté con aplomo—, porque el edificio será

volado si no salimos dentro de media hora!

       Y ese golpe de audacia hizo que el anciano militar se rindiera con sus

trescientos hombres. Días después me entregó su espada de gala, que yo

quise conservar como un recuerdo de mi juventud revolucionaria. (Olea, 1993,

47).

       Desde el 30 de mayo de 1911, en la madrugada los maderistas

arreciaron los ataques a la ciudad por todas las posiciones. El primero en

rendirse a instancias de Iturbe, fue el general Aguilar. Después, Herrera y

Cairo. El 31 se rindió la ciudad. Hasta el 2 de junio el coronel Morelos, al



                                                                             18
saberse la renuncia de Porfirio Díaz y recibir la promesa de que se le

perdonaría la vida.

       En esta ocasión sí hubo saqueos, incendios de fábricas y fusilamientos.

El mismo 30 de mayo fue fusilado, en la fábrica de “La Aurora”, por tropas del

general Iturbe, Camilo Beltrán, encargado de las caballerías del palacio de

Gobierno, acusado de hacer resistencia a los maderistas. Antes, el 21 de

mayo fue incendiado el chalet de los Gómez por el barrio de “La Vaquita” y

luego el primero de junio la fábrica de hilados y tejidos “El Coloso de Rodas”.

       Iturbe aclaró respecto al último hecho: “Yo había establecido mi cuartel

general primero en El Barrio y después en La Aurora… Nuestros soldados, sin

mediar ninguna orden de mi parte, lo hicieron por iniciativa propia, como

respuesta a la terquedad de los defensores de Culiacán por no aceptar

nuestras proposiciones de paz. Ante lo inevitable, yo di instrucciones de que

se pusiera salvo parte de las existencias de la fábrica sin que posteriormente

el fuego fuera dominado. El pueblo mismo ayudó a los soldados” (Olea, 1993,

50).

       Uno de los fusilamientos causó controversia nacional, el del general

Morelos. No se respetó el acuerdo y promesa de perdonarle la vida. La duda

nunca fue despejada totalmente, pero a Juan Banderas se le siguió un

proceso judicial y el general Iturbe hizo pública su versión de lo ocurrido.

       Iturbe sostuvo que él mismo señaló a Morelos su propia habitación

como hospedaje y le dijo al recibirlo como su prisionero. “A usted debo,

coronel, las dos primeras lecciones de táctica militar que he recibido: cuando

me derrotó en Las Milpas y en Tamazula. Aquí será mi huésped, en mi propio

cuartel. Con las pláticas con usted aprenderé mucho”. (Olea, 1993, 51).



                                                                               19
Martín Elenes, ayudante de Iturbe, lo vigiló dos días (estuvo 2, 3, 4 y 5

de junio), el 5 de junio le entregó a Morelos al soldado Mateo de la Rocha por

órdenes de Juan Banderas. La señorita Amalia G. Rivas y otras personas

entrevistaron a Iturbe y a Banderas pidiéndole la vida del coronel federal. El 6

de junio, a las 11 de la mañana, inició la junta revolucionaria a la que

asistieron Banderas, Iturbe, De la Rocha, Sámano, Carlos Vega, José María

Meza, Blas Borboa y Luis Banderas. Se discutió el fusilamiento… a las 9:45

de la noche lo fusilaron.

       El asunto llegó a los tribunales. El 15 de enero de 1912 ante el Juez de

Distrito, licenciado Manuel N. Nagore, Iturbe declaró:

       “En aquella época sólo había en Culiacán dos jefes revolucionarios que

pudieron dictar la orden de fusilamiento: Banderas y yo. Sobre el particular ya

rendí mi declaración ante el procurador (licenciado Manuel) Castelán Fuentes

y creo que esa declaración ya consta en autos en el juzgado primero de

Distrito. Como quiera que sea, me parece que la declaración que debe dar

mayores luces en este asunto es la que puede rendir el mismo ejecutor de la

orden de fusilamiento (Agustín Beltrán, jefe de la escolta y Mario Quiñónez,

jefe de la escuadra, según Martín Elenes). (Olea, 193, 53).

       Banderas fue detenido y enjuiciado en México “por el fusilamiento del

coronel Morelos”. Fungió como su defensor el licenciado José Vasconcelos y

como testigos de cargo el doctor Enrique González Martínez, Genaro Estrada,

el general Aguilar, Ana María Espino viuda de Morelos, Iturbe, el mayor

Elenes y Adela G. de Rivas.

       El 3 de junio Diego Redo renunció como gobernador y el Congreso del

Estado nombró en su lugar al licenciado Celso Gaxiola Rojo, que entregó el



                                                                             20
poder el 7 de agosto al general Banderas. Se hizo un simulacro de elección y

el 27 de septiembre tomó posesión como gobernador el profesor José María

Rentería.

      El movimiento revolucionario triunfó y Madero esperó las elecciones

para ocupar la presidencia la cual asumió el 6 de noviembre. Madero entregó

los mandos del ejército a Victoriano Huerta Márquez.

      El 28 de noviembre se publicó el Plan de Ayala, donde Emiliano Zapata

acusó a Madero de “haberse dedicado a satisfacer ambiciones personales;

violando la soberanía de los Estados; burlando el sufragio; entrando en

contubernio con los ‘científicos’ hacendados feudales y caciques; ahogando

en sangre a los pueblos que piden justicia; imponiendo a Pino Suárez como

vicepresidente y a los gobernadores de los Estados contra la voluntad del

pueblo; conculcando las leyes y la Constitución de 1857; conduciendo al país

a la más horrorosa anarquía; y pretendiendo establecer una dictadura más

oprobiosa que la de Porfirio Díaz”. Sostenía que Madero debía ser derrocado,

y proclamaba a Pascual Orozco como jefe, y en su defecto, a él mismo, a

Emiliano Zapata.

      Heberto Sinagawa explica que con el rompimiento entre Madero y

Zapata, el general Juan M. Banderas se alzó con el Plan de Ayala, y los

zapatistas dominaron rápidamente gran parte del Estado, y en marzo 27 de

1912 el señor Rentería renunció a su cargo de gobernador por graves

interferencias de ministros del señor Madero. Se sucedieron 4 gobernadores

interinos y se dio el caso de que dos no aceptaran la gubernatura. Pero el

zapatismo fue derrotado lenta pero inexorablemente y el último en caer fue

Fortunato Heredia, que impuso préstamos forzosos en Los Mochis y se dirigió



                                                                          21
a San José de Gracia con la clara intención de hacerse de oro y plata. El

general Iturbe defendió la plaza de Culiacán del ataque zapatista el 10 de abril

de 1912 y sucesivamente derrotó a Antonio Franco, Francisco Quintero y

otros; se internó en territorio chihuahuense combatiendo a los “orozquistas” y

desapareció. (Sinagawa, 1986, 224).

      Los combates entre los zapatistas y las tropas de Iturbe en Sinaloa

duraron de febrero a mayo de 1912. Aquéllos iniciaron su lucha en Mocorito,

tomaron Guadalupe los Reyes, Concordia, El Verde, Siqueros y el Roble.

Atacaron San Ignacio y Villa de Sinaloa y el 4 de abril de 1912 murió en

combate contra ellos Néstor Pino Suárez, coronel de las fuerzas rurales,

hermano del vicepresidente José María.

      Posteriormente, Iturbe fue comisionado a Chihuahua, donde peleó

contra los orozquistas.

      Al terminar esta primera fase de la revolución, Madero llamó a Iturbe

para darle un puesto en su gobierno, pero éste le dijo que un militar tan

ignorante como él, sin escuela, no podría servirle adecuadamente, y le pidió

que lo mandara a estudiar ingeniería civil en una academia militar de los

Estados Unidos, para prepararse y serle más útil.

      Madero lo mandó becado pero bien poco duró este retiro a la vida

privada: en febrero de 1913 ocurrió la “decena trágica” y a la muerte de

Madero, Iturbe regresó a México en junio y platicó con Álvaro Obregón para

mostrarle su disposición de luchar por el bando constitucionalista en apoyo a

Venustiano Carranza y en contra de la usurpación de Victoriano Huerta.



Lucha con Obregón, por Carranza y contra Huerta



                                                                             22
Álvaro Obregón, sonorense que había sido simpatizante de Madero, fue

presidente municipal de Huatabampo por las filas antirreleccionistas y se

incorporó a la lucha armada contra las fuerzas de Orozco.

      Ante los sucesos del cuartelazo en la Ciudadela, inmediatamente se

lanza a la lucha contra el usurpador Huerta desde la frontera con Estados

Unidos, concretamente en Nogales, donde se le incorpora Iturbe.

      El 26 de marzo de 1913, un grupo de militares reunidos en la Hacienda

de Guadalupe, municipio de Ramos Arizpe, Coahuila, emitió un Manifiesto a la

Nación, en el que expresaban su posición ante los acontecimientos que se

vivían en la Ciudad de México y que provocaron la muerte del presidente

Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, y la

instauración del gobierno del general Victoriano Huerta.

      En la misma Hacienda de Guadalupe, 54 años después, en la

ceremonia de conmemoración del hecho, Iturbe habló sobre su gran

significado histórico: “el haber dado un programa y trazado una ruta de acción

a la unánime protesta popular que conmovió a la República, al ser conocida la

infamia de Victoriano Huerta”.

      “Este documento también constituye una extraordinaria lección de

valentía ciudadana. En un momento crucial de nuestra historia, dio al pueblo

una bandera de lucha que enarboló en alto el entonces gobernador

Constitucional de Coahuila de Zaragoza, proclamado por el Plan de

Guadalupe como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista”. (Iturbe, 1967)

      Álvaro Obregón se adhirió al Plan y reconoció como jefe del movimiento

al gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza.




                                                                              23
Iturbe, procedente de Los Ángeles, California, llegó a Nogales, Sonora,

y se presentó al general en jefe Álvaro Obregón, quien le proporcionó 80

hombres y le dio el mando de las fuerzas con que penetró a Sinaloa el 17 de

junio de 1913.

      ¿Qué ocurría en el Estado en torno a la traición de Huerta y el

asesinato de Madero? Álvaro Obregón describe así la situación: “El

gobernador de Sinaloa, señor Felipe Riveros, que había reconocido a Huerta y

que, posteriormente, fue destituido y reducido a prisión por orden del mismo

usurpador, había logrado evadirse y obtener del señor Carranza se le

reconociera como gobernador de Sinaloa, y por aquellos días se dirigía a

aquel Estado.

      “En Sinaloa, era jefe de las operaciones el general Ramón F. Iturbe,

quien tenía su Cuartel General en San Blas desde donde dirigió las

operaciones del Estado. Los grupos que andaban levantados en armas en

aquel Estado, eran ya numerosos, siendo los principales jefes rebeldes los

ciudadanos Mezta, Cabanillas, Rocha, Carrasco, Flores y algunos otros”.

(Obregón, 1959, 82).

      Antonio    Bonifant   Armenta,    distinguido   navolatense,   entonces

compañero de armas de Iturbe, comenta que se empezaron a correr rumores

de que al llegar éste a San Blas —siendo general desde 1911 del Ejército

Libertador de Madero—, iba a pretender ser el jefe supremo de los

constitucionalistas, por lo cual dijo al gobernador Riveros: “Señor, no quiero

que me reconozcan ningún grado, sólo pido que al presentarse la primera

columna federal enemiga, me mande usted a combatirla con los elementos

que tenga más desorganizados, es decir, algunas guerrillas así, sin elementos



                                                                           24
y mal disciplinados, no obstante de que ya se había atacado la ciudad de

Sinaloa, sin poderla tomar. (Iturbe, 1971, 35). Bonifant describe emocionado el

“ataque suicida” de Topolobampo en que las fuerzas de Iturbe derrotaron en

forma desastrosa a las huertistas. Iturbe había ordenado el fusilamiento de los

federales detenidos, porque sabía de algunas fechorías cometidas por ellos en

el sur de Sinaloa y porque no era posible cargar con los prisioneros, pero

cuando el general se acercaba a ellos, “el verlo, como una cosa instintiva del

destino, se quitaron el sombrero y gritaron a voz en cuello: ¡Viva Madero!” en

recuerdo al fervor maderista de Iturbe. No se les fusiló y se integraron con los

heridos a la retaguardia.

      Respecto a esta batalla, la hoja de servicios de Iturbe hace notar que

se dispuso desde luego atacar con 300 hombres el puerto de Topolobampo

defendido por el coronel federal Valdivieso con 450 soldados y protegidos por

el cañonero “Tampico”. Al cabo de tres días de asaltos se apoderó de la plaza

el 30 de agosto de 1913, tomando 82 prisioneros y muriendo el coronel

Valdivieso a consecuencia de las heridas que sufrió; el resto fue obligado a

embarcarse. (Mientras esto sucedía, el coronel federal Miguel Rodríguez

amenazaba San Blas, Sinaloa, con dos columnas, una de 200 hombres al

mando del mayor Olague sobre la que triunfó el Tte. Coronel Manuel Mezta en

el cerro del Sufragio, y otra de 300 hombres que al mando directo de

Rodríguez desalojaba a Felipe Riveros de San Blas). Conseguido el triunfo de

Topolobampo concentró sus fuerzas a San Miguel para hacer frente a

Rodríguez; pero éste evadió el encuentro para embarcarse e ir más tarde a

Culiacán




                                                                             25
Por éstas y otras operaciones militares, el 16 de septiembre Iturbe fue

nombrado jefe de las Operaciones Militares en el Estado de Sinaloa por el

general Obregón. El 24 de septiembre envió tropas a fin de recuperar la

población de Los Mochis. Después concentró sus fuerzas para atacar la plaza

de Sinaloa (hoy de Leyva), la cual tomó después de tres días de reñidos

combates.

       Ese día, el 24 de septiembre Carranza pronuncia un brillante y emotivo

discurso en Hermosillo con una proyección ideológica comparable al plan de

Guadalupe, en el cual “supo recoger y expresar las inquietudes y los anhelos

profundamente arraigados en el pensamiento y en el corazón del pueblo”.

(Iturbe, 1967).

       Venustiano Carranza no sólo reconoció el grado de brigadier otorgado

por Madero a Iturbe, sino que el 28 de octubre de 1913 lo asciende a general

de brigada. Con esta nueva graduación, el general se apresta para la toma de

Culiacán, como segundo jefe del General Álvaro Obregón.



Segunda toma de Culiacán y sitio de Mazatlán con Obregón

       El 23 de noviembre de 1913, Obregón envió un telegrama a Carranza

en el cual le informaba del sitio y toma de la capital del Estado de Sinaloa.

Explica que llegó a Culiacán y procedió a tomar posiciones, y al

establecimiento de puestos avanzados y de vigilancia, y ordenó que, con las

debidas precauciones, se acamparan sus fuerzas. “El general Iturbe, con el

celo y actividad que le son reconocidos, cuidaba empeñosamente del exacto

cumplimiento de las disposiciones” (Obregón, 1959, 91).




                                                                           26
El cuartel general de las fuerzas constitucionalistas se estableció en El

Palmito, entonces distante aproximadamente un kilómetro de la ciudad y el día

8 de noviembre reunió a todos los jefes para darles a conocer el plan de

operaciones. Presentes: el gobernador Felipe Riveros, los generales Iturbe,

Manuel Mezta y Macario Gaxiola, tenientes coroneles Miguel A. Antúnez,

Francisco R. Manzo, Gustavo Garmendia, Carlos Félix, Antonio A. Guerrero y

Antonio Norzagaray, y mayores Emilio T. Ceceña, Alfredo Breceda, Juan José

Ríos, Esteban Baca Calderón Camilo Gastélum, Juan José Mérigo y Pablo

Quiroga.

      El primer asalto se inició a las 4 de la mañana del día 10 de noviembre,

cuando hicieron sus movimientos iniciales las columnas de Hill y Gaxiola

dirigidas personalmente por Iturbe, explica Héctor R. Olea, quien sintetiza:

      El coronel federal Miguel Rodríguez defendió la ciudad con 2 mil

soldados y bastante artillería, logró salir con sólo 1,200 y después de una

tenaz persecución ordenada por el general Iturbe, le dio alcance el general

Diéguez en Quilá (Olea, 1993, 104).

      Durante los combates, “el general Iturbe se mantuvo constantemente

en la línea de fuego, dando muestras de una energía y actividad

inquebrantables; sin descuidar ningún detalle, recorría siempre las posiciones

avanzadas, celoso de que nuestras tropas guardaran la actitud que les

correspondía”. (Obregón, 1959, 97).

      Tal actuación no obedecía solamente a la promesa de amor, que le

hizo a su novia Mercedes Acosta, de tomar Culiacán. Era un jefe nato y así lo

ilustra Martín Luis Guzmán:




                                                                               27
“En lo militar (Iturbe) acababa de hacerle ver a Obregón que no hurtaba

la jerarquía de general del Ejército Constitucionalista: Iturbe sabía mandar,

disponer, obrar y triunfar, según lo demostró multitud de veces durante el

ataque a esa misma ciudad donde ahora estábamos. Nadie, en efecto,

ignoraba que en la toma de Culiacán —aparte la jefatura de Álvaro Obregón—

había habido un heroísmo tranquilo y de auténtico linaje guerrero: el de

Gustavo Garmendia; una bizarra tenacidad, la de Diéguez; y, descollando

sobre todo, una indiscutible capacidad de jefe —de jefe valeroso—: la de

Iturbe. Después de la batalla, a Obregón le faltaron elogios para exaltar la

conducta del joven general de Sinaloa”. (Guzmán, 387).

       El optimismo embargaba a los constitucionalistas sinaloenses. Los jefes

militares y civiles invitaron a Carranza para que desde Hermosillo visitara

Sinaloa, lo cual aceptó y llegó a la capital el 22 de enero, acompañado de su

estado mayor. “Se hicieron grandes manifestaciones de adhesión… la ciudad

se engalanó con arcos triunfales y cuando llegó al salón rojo del Palacio de

Gobierno, lo recibieron tres bellas señoritas vistiendo los simbólicos trajes de

la Libertad, de la Ley y de la Justicia” (Olea, 1993, 110).

       En un acto oficial, hicieron uso de la palabra el gobernador Riveros y

Ramón F. Iturbe en nombre del gremio militar, entre otros. Carranza fue objeto

de banquetes, velada literaria y hasta apadrinó la boda de Iturbe y Mercedes

en Culiacán, antes de partir en febrero, hacia Hermosillo y de ahí rumbo a

Nogales, acompañado del general Obregón, quien recibió en Estación Santa

Ana un telegrama del general Iturbe comunicándole que el buque cañonero

“Tampico” se ponía a las órdenes de la revolución.




                                                                             28
El día 23 de marzo, el general Obregón recibió otro telegrama de Iturbe,

procedente de Culiacán, comunicándole que el teniente coronel Gregorio

Osuna, comandante militar del distrito sur de Baja California, a bordo del vapor

“Bonita” se incorporó al gobierno constitucionalista en el puerto de Altata.

        Sinaloa y Sonora eran terrenos asegurados por los constitucionalistas,

con excepción de los puertos de Guaymas y Mazatlán. Mientras se combatía

en Guaymas, las fuerzas de Sinaloa continuaban el asedio de Mazatlán,

aunque “sin poder establecer un sitio efectivo, debido a los pocos elementos

con que contaban los jefes de aquellas fuerzas, que lo eran el general Juan

Carrasco y el coronel Ángel Flores, por lo que se limitaban a hostilizar

constantemente a la guarnición federal de dicho puerto”. (Obregón, 1959,

107).

        En Culiacán, el general Iturbe, jefe de las fuerzas de Sinaloa,

eficazmente ayudado por el coronel Eduardo Hay, como jefe de su Estado

Mayor, se ocupaba también, con toda actividad, en dar la mejor organización

posible a los distintos cuerpos de tropas que tenía en aquella plaza, y que se

alistaban para marchar al Sur.

        Mientras se preparaba el sitio de Mazatlán, Obregón resolvió continuar

su avance sobre Guadalajara, Jalisco. Dejó el puerto de Mazatlán sitiado por

tres mil revolucionarios que disponían de cinco cañones y tres ametralladoras,

al mando de Iturbe y de otros subalternos.

        El siguiente diálogo telegráfico entre Obregón e Iturbe, da testimonio de

lo ocurrido en Mazatlán:

        De Obregón a Iturbe, 17 de mayo:




                                                                               29
Teniendo que marchar para el Sur, hoy, quedará usted, como

 verbalmente se lo había ordenado, con las brigadas de Sinaloa,

 conservando el sitio que tenemos puesto a la plaza de Mazatlán.

      Cuando se reciba la remesa de parque, se terminen las

 reparaciones del cañonero Tampico, que desde ayer está a flote, y

 quede cortada la comunicación entre Manzanillo y Guadalajara, daré

 a usted orden para que ataque la plaza sitiada, para así no tener que

 sacrificar la gente que tendríamos que perder si se atacara ahora.

      No tengo que hacer a usted ninguna recomendación especial,

 porque el celo con que siempre ha sabido usted cumplir con sus

 deberes es una garantía de acierto. Hago a usted presentes mi

 atenta consideración y aprecio. (Obregón, 1959, 123).



De Iturbe a Obregón, 11 de agosto:

      Hónrome comunicar a usted haber tomado posesión de esta

 plaza (Mazatlán), después de cinco días de combate, habiendo

 hecho al enemigo trescientos muertos, más de quinientos heridos,

 trescientos prisioneros y capturando muchas armas y parque.

      Entre prisioneros, un coronel y diez oficiales que, conforme con

 la ley de 25 de enero, fueron pasados por las armas.

      Ya daré a usted detalles.

      Sigo recogiendo dispersos.

      Resto enemigo embarcose.

 Felicito a usted, en nombre de la brigada que me congratulo

 en comandar, por este nuevo triunfo. (Obregón, 1959, 154).



                                                                      30
Los revolucionarios entraron a Mazatlán el 9 de agosto de 1914.

      Obregón reconoce a Iturbe y a sus fuerzas:

      “Débese hacer observar que la toma de Mazatlán se llevó a cabo

solamente con las fuerzas con que el general Iturbe había sostenido el sitio de

dicho puerto, en virtud de que no llegó el refuerzo ordenado al general

Salvador Alvarado, por los motivos que este jefe expuso al general Iturbe, y

que aparecen consignados en el parte detallado que Iturbe rindió con fecha 11

de septiembre, y el cual se inserta más adelante”, explica Obregón (1959,

156) y un brevísimo resumen del parte sobre la toma de Mazatlán enviado a

Obregón por Iturbe el 20 de agosto, informa lo siguiente:

             Las pérdidas que tenemos que lamentar, son: Muertos:…. Que

      forman un total de 222 hombres. Los heridos se distribuyeron como

      sigue:… Que forman un total de 257 hombres.

             Por su parte, el enemigo, además de los 400 prisioneros que le

      hicimos, perdió mucha gente en la sorpresa de La Redonda y dejó

      sembrado de cadáveres el Malecón de Olas Altas, pudiendo estimarse

      que el número total de sus muertos, asciende a 400 hombres, entre los

      cuales se encuentran: un coronel y 17 oficiales que fueron recogidos

      prisioneros con las armas en la mano, y a quienes se les aplicó la ley

      de 25 de enero de 1862, pasándolos por las armas. Los heridos que el

      enemigo se llevó al evacuar la plaza suman cerca de 500, según

      informes dignos de crédito.

             El comportamiento de las fuerzas de mi mando fue brillante:

      todos, sin excepción, se batieron con denuedo y soportaron las fatigas

      con gran abnegación.



                                                                            31
Para estímulo de los defensores de la legalidad, que militan en

       las filas del glorioso Ejército Constitucionalista, y para mayor honra de

       los que integran la Brigada de Sinaloa, que es a mis órdenes y tengo la

       honra de comandar, adjunto remito a usted la lista nominal, con

       expresión del Cuerpo y Arma en que sirvieron, de los Cc. jefes y

       oficiales que, en mi concepto, y salvo la mejor opinión de usted,

       merecen premio por su comportamiento durante este hecho de armas.

              La Brigada de Sinaloa felicita a usted por haberle dado las

       instrucciones generales que le permitieron alcanzar esta nueva y

       señalada victoria, y con la satisfacción del deber cumplido, tengo el

       honor, mi general, de hacer a usted presentes mi subordinación y

       respeto. (Obregón, 1959, 188-196).



       Sobre lo anterior, Obregón hace una observación contundente:

       “Todo comentario sobre este hecho de armas, que tanto realce ha dado

a las armas constitucionalistas, saldría sobrando; ya que el parte rendido por

el general Iturbe detalla tan bien las operaciones desarrolladas; y el número

de muertos y heridos, en relación con los combatientes, son la mejor prueba

del arrojo de nuestras tropas. Digna de encomio, también, es la modestia del

general Iturbe, cuando al terminar su parte, dice: La brigada de Sinaloa felicita

a usted por haber dado las instrucciones generales, que le permitieron

alcanzar esta victoria...

        “El éxito tan completo alcanzado se debió al valor y acierto del general

Iturbe y los jefes subalternos, que tan hábilmente lo secundaron, así como a la

disciplina y valor de los oficiales y tropa, y no a instrucciones mías, que



                                                                              32
ninguna influencia podían tener, dada la distancia a que me encontraba y al

desconocimiento que tenía, en detalle, de los hechos que se desarrollaban”.

(Obregón, 1959, 196).

       El parte de Iturbe es muy amplio y minucioso, sin embargo, no relata la

incorporación a la revolución en Mazatlán de estudiantes normalistas

procedentes de la ciudad de México.

       Francisco Peregrina (1980, 6-7) narra la anécdota en la revista

Presagio con el título “Estudiantes normalistas ¡a las armas!: un pasaje

revolucionario”, Entre los jóvenes se encontraba Gabriel Leyva Velázquez,

futuro gobernador y amigo de Iturbe; de los otros, algunos murieron en

combate y hubo quienes posteriormente alcanzarían celebridad como

militares, abogados y maestros.

       Señala Peregrina que durante el sitio del puerto, los constitucionalistas

tenían su cuartel general en Los Otates y las avanzadas en la Casa de las

Palomas, finca ruinosa que contaba con una pieza destechada, construida

sobre el médano de la Playa Norte, más o menos donde está el Hotel de Cima

       Los estudiantes de la Escuela Normal de Profesores de México venían

a bordo de dos carruajes desde la metrópoli con el plan determinado de

levantarse en armas contra Huerta y en cada pueblo simulaban llamamientos

para combatir a los americanos que en conflicto con Huerta estaban

posesionados de Veracruz. En Mazatlán lograron su propósito: el 7 de mayo

se dirigieron de la catedral al campo revolucionario donde el general Iturbe les

dio la bienvenida y les asignó un modesto lugar en las filas del ejército

constitucionalista.




                                                                             33
Los estudiantes eran: Adolfo Cienfuegos (y Camus), Benito Ramírez

(García?), Teófilo Álvarez Borboa, Gabriel Leyva Velázquez, Rubén Vizcarra

(Campos), Roberto Acevedo Gálvez, Damián Alarcón, Albino Vargas, Agustín

Tapia, Gerardo Martínez, Fernando torres Vivanco, Gregorio Lozano

Saavedra, Horacio Castilleja, Elías Cortés y Juan José Ortega.



Lealtad al constitucionalismo y a Carranza

      Huerta renunció a la presidencia el 15 de julio de 1914 y el 20 de

agosto el Ejército Constitucionalista hace su entrada triunfal a la ciudad de

México.

      Se   iniciaba   una   nueva   etapa   en   el   proceso    revolucionario.

Aparentemente se daba fin a la guerra, sin embargo —muy al contrario—, se

abrió el escenario hacia una nueva contienda al presentarse la escisión de los

caudillos: Villa y Zapata tenían su propio proyecto de nación, distinto al de

Carranza, quien intentó negociar con el primero y le pidió la rendición al

segundo.

      En la noche del 27 de septiembre se celebró una Junta de jefes

constitucionalistas en el Cuartel General de Blanco en la ciudad de México, en

la cual estuvo presente Obregón. Se acordó, entre otros asuntos, nombrar en

comisión, para que fuera a Aguascalientes a tratar con los jefes de la División

del Norte, a los siguientes generales: Álvaro Obregón, Ramón F. Iturbe,

Guillermo García Aragón, Ernesto Santos Coy, Ramón V. Sosa, Jesús Trujillo

y coronel Luis Santoyo.




                                                                             34
En octubre de 1914, Carranza organiza una convención de líderes

revolucionarios. Zapata y Villa no estuvieron de acuerdo en que se realizara

en la ciudad de México y se trasladó a Aguascalientes.

      A consideración de Obregón la Convención fue un fracaso, pues Villa

quedó investido de una aparente legalidad, y esto dio margen también a que

muchos de los jefes, que sin la Convención hubieran permanecido leales a la

Primera Jefatura, defeccionaran y se incorporaran a Villa aparentando

sostener al gobierno de la Convención, representado por el general Eulalio

Gutiérrez.

      En la Convención se decretó el cese de Venustiano Carranza como

Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo de

la Nación, al igual que el cese del general Francisco Villa, como jefe de la

División del Norte y se nombró Presidente Provisional de la República al

general Eulalio Gutiérrez, por un período de veinte días, tiempo que se juzgó

suficiente para que la Convención se trasladara a México y allí ratificar dicho

nombramiento por un nuevo período en favor de Gutiérrez, o se nombrara

nuevo presidente.

      Para esas fechas, el general Iturbe había sido nombrado jefe de la 3ª

División del Ejército del Noroeste, cuya jurisdicción comprendía el Estado de

Sinaloa, la parte Sur del Estado de Sonora, que no había sido controlada por

las fuerzas de Maytorena y el Territorio de Baja California.

      El Gobernador de Sinaloa, Felipe Riveros, asumió una actitud

marcadamente afecta al villismo. Para evitar una ruptura de consecuencias,

Iturbe había mandado desarmar los batallones 1° y 5° de Sinaloa, en el puerto

de Topolobampo, que eran los más importantes elementos con que podía



                                                                            35
contar Riveros para hacer armas contra el Gobierno Constitucionalista y

obtuvo de Riveros, al mismo tiempo, la promesa de que permanecería leal a la

Primera Jefatura de la Revolución. A pesar de todo, el Gobernador había

renunciado el 20 de noviembre, declarando su adhesión al villismo, por lo que

inmediatamente fue batido por las fuerzas leales, al mando del general Iturbe,

quien le inflingió una completa derrota en las cercanías de Culiacán, donde el

Gobernador rebelde abandonó armas, municiones y dinero, mientras la gente

que lo había secundado se dispersó en distintas direcciones

      Iturbe informó a Obregón que, después de destrozar completamente a

los enviados de Riveros, había salido al frente de una expedición de mil

hombres con rumbo a la Baja California y había derrotado por completo a la

guarnición maytorenista, que se encontraba en el puerto de La Paz, Baja

California, el 8 de diciembre e 1914, y regresó luego con su expedición al

Estado de Sinaloa.

      La Hoja de Servicios de Iturbe enlista las batallas en que éste participó

contra los villistas en Sinaloa y norte de Nayarit, desde el inicio de 1915 y

hasta septiembre del mismo año, en que es nombrado Jefe de las

Operaciones Militares en Jalisco y Colima. Antonio Nakayama resume en el

siguiente párrafo dichos combates:

      “En enero, la situación de los constitucionalistas en el territorio de Tepic

se puso difícil y el general Juan Dozal tuvo que abandonarlo, dejándolo en

poder de las tropas de Rafael Buelna y obligando a Juan Carrasco a

replegarse hacia Sinaloa. Por otra parte, la Columna Expedicionaria de

Sinaloa tuvo que partir rumbo a Sonora al mando de Ángel Flores, así que

Iturbe se dirigió a Tepic, donde tuvieron lugar los épicos combates entre los



                                                                               36
hombres de Buelna y de Carrasco. El general José María Cabanillas fue

obligado por los villistas a desalojar Cosalá, por lo que Iturbe se desplazó a

ese lugar, donde derrotó a Carlos Real, y de allí retornó al sur en virtud de que

los soldados de Buelna amenazaban a Mazatlán, peligro que desapareció

cuando fueron derrotados y obligados a replegarse de nuevo a Tepic, donde

continuaron de nuevo los combates que culminaron con la victoria decisiva de

los constitucionalistas. Iturbe volvió a la zona de Sinaloa, ocupó la plaza de El

Fuerte y en Bacamacari, Mocorito derrotó a los villistas al mando del general

Macario Gaxiola, terminando así con el peligro de que aquellos causaran más

intranquilidad en el estado”. (Nakayama, 1975, 226).

      Iturbe entregó la comandancia de la Tercera División del Ejército del

noroeste al general Manuel M. Diéguez y tomó posesión de la Jefatura de las

Operaciones Militares en Jalisco y Colima el 25 de septiembre de 1915. El

general Iturbe llega a la capital de Jalisco con sus soldados sinaloense a fin de

apresurar la persecución de los restos de las partidas villistas que seguían sus

correrías por los pueblos del Estado. Nombró pagador del Estado Mayor de la

Jefatura de Operaciones y luego obsequió un revólver al joven José C.

Valadés, quien consideraba a Iturbe un individuo excepcional que enseñaba a

vivir y amar la revolución…

      Los triunfos de Carranza se extienden por toda la geografía nacional.

La revolución, en su etapa constitucionalista, entra en una nueva fase dentro

de la cual Iturbe vislumbra la oportunidad de convertirse en el primer

gobernador constitucional de Sinaloa y hacia esa meta encamina sus pasos.

      A la distancia, Iturbe emite juicios sobre Carranza y Obregón. Frente al

presidente Adolfo López Mateos, dice el 7 de agosto de 1963:



                                                                              37
“El señor Carranza fue todo un carácter en su firmeza de proceder, con

los pies sobre la tierra, teniendo un profundo conocimiento de los hombres. No

estuvo de acuerdo con Madero en cuanto a lo que llamó debilidad,

refiriéndose a sus transacciones y condescendencias para con los enemigos

jurados de la Revolución, como fueron todos los altos jefes del Ejército

Federal, a quienes dejó todo el poder de las armas en cumplimiento del

Tratado de Ciudad Juárez. En cambio, Carranza no quiso dejar piedra sobre

piedra de aquel ejército corrompido y que fuera la perdición del apóstol,

traicionándolo e inmolándolo con el crimen más execrable. Carranza fue todo

un estadista y su inexorable firmeza en lo que consideraba debía ser, rayaba

en una extrema rigidez. Yo creo que el amor, aun en su más alto sentido de

justicia, tiene siempre alguna flexibilidad. Carranza no la tenía ni para salvar la

vida de un familiar o aun la suya propia si para ello hubiera tenido que ceder

ante alguna pretensión deshonrosa. Nos enseñó a no claudicar cuando del

cumplimiento del deber se trata. Para hablar del señor Carranza, de nuestro

Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, habría que escribir muchos libros y

éstos ya fueron escritos por los más capacitados para hacerlo”. (Iturbe, 1963)

       Tres años más tarde, en 1966, Beatriz Reyes Nevares le arroja la

pregunta directa:

       —¿Y cómo era Carranza?

       “Era la inflexibilidad en persona. La rectitud. Se proponía una meta e

iba derecho a ella, sin reparar en los obstáculos. Y su meta era la legalidad,

de modo que su valor histórico es inconmensurable. Yo admiré mucho a

Carranza, sobre todo después de su discurso de Hermosillo. Es una pieza que




                                                                                38
debería difundirse. Una verdadera declaración revolucionaria. (Reyes, 1966,

38).

       —¿Qué opina usted de Obregón?

       “Era un gran estratega. Tenía una virtud: la economía de hombres.

Nunca arriesgaba a nadie inútilmente. Villa era lo contrario y en cambio tenía

sobre Obregón la cualidad de la rapidez. Sus desplazamientos eran

fulgurantes, a base de caballería. A don Álvaro le gustaba más la infantería.

Creo que del choque de estos dos criterios nació la victoria obregonista de

Celaya. Es uno mesurado y calculador; el otro, todo arrojo y violencia (Reyes,

1966, 38).

       Ante López Mateos también habló del sonorense:

       “¿Qué podría decir de Obregón? Fui de sus fuerzas del Cuerpo del

Ejército del Noroeste. Lo vi de cerca y observé cómo reaccionaba en el

peligro, en los momentos más críticos. Nunca alardeaba de su valor. Nos

decía siempre: ‘El general que no siente miedo es peligroso porque no toma

las precauciones requeridas”.

       “Se levantaba muy temprano y le gustaba explorar y conocer la

situación personalmente, tanto del terreno como del enemigo. Era intuitivo y

su característica, contraria a la de Villa, era la de ahorrar la sangre de sus

soldados. Jamás lo derrotaron. Ha sido famosa su frase: ‘Que se mutilen los

hombres, pero que no se mutilen los principios’. Finalmente tuvo gran

predilección por el campesinado. Los obregonistas siguen rindiendo culto a su

memoria y manteniendo encendida la lámpara votiva de su admiración y

lealtad a quien fuera su jefe”. (Iturbe, 1963).




                                                                           39
2. LA GLORIA DEL PODER Y EL INFIERNO DE LA DERROTA

Primera batalla política: Gobernador Constitucionalista de Sinaloa

        Venustiano Carranza convocó al Congreso Constituyente, realizado de

diciembre de 1916 a enero de 1917, en un intento más por terminar con la

lucha armada y volver al orden legal. Se destacaron, en los extremos, dos

corrientes, una moderada identificada con Carranza y la otra progresista con

Obregón. En el centro había una gran diversidad de posiciones que iban de la

extrema derecha al ultraizquierdismo.

        Por Sinaloa figuraban como diputados propietarios: Pedro Rosendo

Zavala, Andrés Magallón Ramírez, Carlos M. Esquerro, Cándido Avilés

Inzunza y Emiliano C. García Estrella; como suplentes: Juan Francisco

Vidales, José C. Valadés, Mariano Rivas, Primo B. Beltrán y Antonio R.

Castro. El 5 de febrero, se promulgó la constitución en Querétaro.

     En Sinaloa, Iturbe fue comisionado por Carranza para que visitara Japón,

Rusia y algunos países europeos en los primeros meses de 1916. La comisión

se frustró, tal parecer porque se originaron conflictos diplomáticos por la

invasión de Villa a Columbus.

        ¿En qué consistía la comisión? Se ignora a ciencia cierta. Un

cablegrama procedente de San Francisco California informa que el periódico

japonés. Kokumin-Shimbun, publica que el 1º del presente mes (marzo) “El sr.

Ramson Turbe (¿?) (SIC, incluso interrogantes) se declara que es Enviado

Especial del Gral. Carranza con una misión para el Japón. Dicen que a las

preguntas de las autoridades americanas contestó que no podía hablar de la

misión que tiene para el Japón”. (Archivo Histórico “Genaro Estrada” de la

SRE).



                                                                          40
Se presume que estudiaría y traería información sobre la forma en que

se llevaban los asuntos militares en los países a visitar, quizá con la

posibilidad de que luego esos conocimientos se utilizaran en la Secretaría de

Guerra y Marina de México, entonces y hasta abril, a cargo del general

Obregón. Regresa a México en junio de 1916.

      En el tiempo estipulado presentó su candidatura para gobernador de

Sinaloa. Carranza, quien al igual que Obregón apoyaba a Ángel Flores, le

pidió que cancelara su postulación. Le respondió: “lo siento, pero ya estoy

comprometido con mi pueblo” (Reyes, 1954, 54) y se registró como candidato

del Partido Liberal Progresista para contender contra el mencionado general

Ángel Flores, el licenciado Enrique Moreno Pérez, de Mocorito; el general

Manuel A. Salazar “El Chango”, de Concordia, el general Manuel Mezta,

duranguense. Obtuvo una visible mayoría de votos.

      Iturbe fue electo para el periodo del 27 de septiembre de 1917 al 26 de

septiembre de 1920. Sin embargo, la XXVII Legislatura otorgó la protesta legal

el 26 de julio por entrega que le hizo el gobernador provisional general Ignacio

L. Pesqueira. En la discusión del dictamen el diputado Miguel L. Ceceña,

representante del distrito de El Fuerte, basándose en que todavía se hallaba

vigente la Constitución local de 1894, había manifestado que, si bien el

general había triunfado en los comicios, se encontraba incapacitado por no

llenar el requisito de la edad (tenía 27 años y para asumir el mando, por ley,

debía tener 30).

      Venustiano Carranza, en su primer informe de Gobierno rendido a la

nación el 1° de septiembre de 1917, explica la situación sobre el caso Sinaloa,

de la siguiente manera:



                                                                             41
"En el estado de Sinaloa la elección de Gobernador, que favoreció al

general Ramón F. Iturbe, dio lugar a un conflicto que, afortunadamente, se

conjuró a tiempo, desistiendo de su actitud aquellos mismos que orillaron al

Estado a una crisis. El ayuntamiento de El Fuerte suscribió un manifiesto en

que desconocía al Gobernador electo, basándose en que, en su concepto, la

declaratoria del Congreso Local había violado la Constitución de Sinaloa. Los

Ayuntamientos de Ahome, Guasave y Mazatlán se adhirieron al de El Fuerte,

y, en tales circunstancias, el Congreso del Estado acordó dirigirse a los

Poderes de la Unión, a fin de que, en cumplimiento del artículo 122 de la

Constitución, se prestasen a los Poderes Locales los auxilios del caso. El

Ejecutivo de mi cargo tomó las medidas que creyó pertinentes, y la situación

mejoró desde luego. El general de división Álvaro Obregón ofreció su

mediación al Gobierno del Estado con los Ayuntamientos para solucionar el

conflicto, y, previa la autorización que obtuvo del gobierno de mi cargo,

celebró conferencias con el Ejecutivo de aquella Entidad Federativa, así como

con los Ayuntamientos inconformes, consiguiendo que todos éstos depusieran

su actitud y reconocieran expresamente la autoridad del Gobernador. Con

esto ha concluido la intranquilidad en Sinaloa, volviendo el Estado a su vida

normal”. (Cámara de Diputados, 2006, 10).

      La situación se complicó al grado de que el congreso ordenó, el 4 de

julio de 1917, que los poderes del Estado se trasladarán a Mazatlán.

Finalmente, la XXVII Legislatura local expidió una nueva constitución firmada

a las 6:30 de la tarde del 25 de agosto gracias a la cual Iturbe tomó posesión

legal del gobierno. Eran diputados del congreso: Ingeniero Emiliano Z. López,

Pedro L. Gavica, Arnulfo Iriarte, Diego Peregrina, Genaro Noris, Serapio



                                                                           42
López, Félix A. Mendoza, Leopoldo A. Dorado, Susano Tiznado, Manuel María

Sáiz, Julio E. Ramírez, Alfonso Leyzaola, Miguel L. Ceceña y Fernando

Martínez.

      Su gobierno fue muy agitado y no terminó su periodo. Pidió una primera

licencia del 7 de agosto al primero de diciembre de 1919 en que fue sustituido

por Eliseo Quintero; retoma el poder de la última fecha al 31 de diciembre y

ante una nueva licencia, sin regreso, ocupa el cargo Miguel L. Ceceña.

      Iturbe presentó ante la citada XXVII Legislatura, con fecha del 14 de

marzo, su primer informe de gobierno correspondiente al periodo transcurrido

del 15 de septiembre de 1917 al 15 de marzo de 1918.

      De entrada, se propuso mejorar la administración pública, para lo cual

dispuso que todos los empleados del Gobierno concurrieran al Colegio Civil

Rosales, cuando menos una hora diaria, para hacer estudios de Español,

Teneduría de Libros, Aritmética Mercantil, Mecanografía, Taquigrafía y

Economía Política, en el concepto de que la asistencia a los cursos es

obligatoria, por lo menos a dos de ellos, y de que las calificaciones serían

tomadas en cuenta para los ascensos y promociones. Como los empleados,

en su mayoría, no correspondieron a los buenos propósitos del ejecutivo, se

giraron órdenes terminantes para que asistieran puntualmente a los cursos o

fueran sustituidos por personas competentes e ilustradas.

      Al inicio de la gestión hubo problemas derivados del movimiento

revolucionario. En algún momento se acentuó la crisis agrícola con la

consecuente falta de alimentos. Iturbe informó que durante su gobierno

Sinaloa se convirtió en un verdadero granero para la República, por sus

cosechas abundantes, “más abundantes que nunca”. Se realizaron elecciones



                                                                           43
para las presidencias municipales durante las cuales se registraron problemas

en algunos municipios, especialmente en Mazatlán.

      Hubo una epidemia de viruela, propagada por gente procedente de

Nayarit, ante la cual se tomaron medidas preventivas, a pesar de no contar

con presupuesto. También correspondió a Iturbe enfrentar una pandemia de

gripe o “influenza española”. “A su llegada a esta entidad, la ‘gripe hispana’ ya

llevaba algunos meses de haber aparecido en México, y aunque este hecho

era conocido por las autoridades y la población, no se le había dado la

importancia debida y, por lo tanto, no se habían tomado las precauciones

necesarias. Pronto se habrían de constatar las consecuencias, pues, en un

lapso de alrededor de un semestre, el flagelo afectó a gran parte de la

población del estado y los muertos alcanzaron la cifra de 20 mil. (Valdés,

2002, 41).

      En Guasave ocurrió el siguiente incidente: el 6 de noviembre, por

razones de orden e higiene pública, acordó el Ayuntamiento que los chinos se

retiraran a vivir en un lugar alejado del resto de la población, para que no

ejercieran el comercio. Iturbe se opuso para evitar peticiones de amparo y

gestiones diplomáticas, asuntos exclusivos del gobierno de la República, y

porque había un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación del 30 de junio

de 1900 entre México y el Imperio de la China. Se cerró el incidente.



La educación del pueblo, máximo monumento a la Revolución

      Desde la óptica del gobernador, plasmada en el informe, “la situación

actual de la Instrucción Pública es un tanto más halagadora que cuando tuve

la honra de leer ante vosotros mi último informe. Sin embargo, a pesar de los



                                                                              44
esfuerzos hechos para mejorar el servicio de la instrucción popular —

esfuerzos que todos vosotros conocéis— los resultados han sido poco

favorables en virtud de trabajos de reorganización de otra índole y de la crisis

económica que afortunadamente pudo conjurarse a tiempo; pero que, en el

momento de decidir sobre el asunto de Instrucción, se hallaba en su apogeo”.

(Iturbe, 1917).

           El 20 de septiembre Iturbe presentó un proyecto sobre Instrucción

Pública, elaborado en sus bases más generales por la Junta Pedagógica y

con fecha 29 de diciembre quedó promulgada la ley respectiva 6 que previene

que la instrucción depende del Gobierno del Estado y no de los

Ayuntamientos. Se creó la Dirección General de Educación, desde el primero

de enero de 1918 y se giraron importantes circulares para determinar bien y

claramente la intervención que a los Ayuntamientos y al Estado corresponde

en la organización escolar.

           Económicamente las escuelas dependían todavía de los municipios, los

cuales, por carencias de recursos económicos se habían abstenido de abrir

todas las escuelas necesarias para la educación del pueblo y en muchos

casos se veían en la penosa necesidad de no pagar puntualmente los salarios

del personal docente de sus planteles. Ante las bases económicas tan

inseguras sobre que descansaba la Instrucción Pública del Estado, las

condiciones técnicas no pueden ser muy favorables. Se imponía, por tanto, la

necesidad de concentrar la Instrucción Pública bajo la inmediata dirección y

vigilancia de la Dirección General del Ramo, en los términos que se habían

proyectado.



6
    La Ley Orgánica de Educación Primaria del 29 de diciembre de 1917, un adelanto para la época.


                                                                                                    45
Iturbe puso especial atención al hospicio “Francisco I. Madero”, donde

cursó sus primeros y únicos estudios y que hubo de abandonar por falta de

recursos económicos. Era una institución particular fundada para beneficio de

los huérfanos de la revolución a la cual —igual que al primer alumno— bautizó

con el nombre del apóstol de la revolución. Explica que de cierta manera, el

hospicio dependía también de la Dirección General de Educación Pública, y

estaba dando ya magníficos resultados, gracias al apoyo recibido por la

Cámara de Diputados, que le concedió una subvención de 17 mil 781 pesos

anuales, cantidad que sirvió para ayudar a cubrir los gastos más urgentes, con

lo que quedaba así asegurado el porvenir de ciento veinte asilados, que

encontrarían en dicho establecimiento las armas necesarias para luchar

honradamente por la vida.

      Por cuanto a la instrucción primaria y superior, si bien es cierto que se

han logrado grandes ventajas durante los pocos meses del gobierno, también

es verdad que este servicio dejan aún mucho que desear. “Y si os digo esto,

no es únicamente para hacer alarde de franqueza, sino para recordar en

vuestro ofrecimiento y reiterar el mío de trabajar con ahínco para levantar

entre todos el monumento más grandioso de un gobierno emanado de la

revolución: el monumento eterno a la educación de las masas”. (Iturbe, 1917),

      La educación secundaria, preparatoria y profesional se impartía en el

Colegio Civil “Rosales”, que después de sufrir mucho durante la pasada

revolución, entró en un período de auge, gracias a la hábil dirección del doctor

Bernardo J. Gastélum, quien seleccionó al profesorado y estudió las medidas

más convenientes para satisfacer las necesidades del Estado, con programas

de estudios sujetos a la crítica de personas de reconocida aptitud.



                                                                             46
Además, por conducto de la Secretaría de Gobierno, presentó algunos

proyectos más, tales como el que tiende a la organización de la Universidad

de Sinaloa, concediéndole su autonomía; y el de la ley Orgánica… “un asunto

de verdadera importancia, de cuyo resultado está pendiente toda la

intelectualidad sinaloense”. (Iturbe, 1917).

       El presupuesto con que se contaba era tan bajo que el gobierno tuvo

algunas dificultades para cubrir las pensiones de los jóvenes sinaloenses

Antonio Yuriar y José Salazar, que estudiaban en la Escuela Forestal de

México, pensionados por el Estado.

       Según los informes rendidos por los Ayuntamientos, funcionaban en el

Estado 186 escuelas elementales, con organización perfecta en su mayoría.

En el puerto de Mazatlán funcionaban regularmente dos escuelas superiores,

una de niños y otra de niñas, y en su gestión se establecieron en Culiacán los

cursos de sexto año para niñas y quinto año para niños.

       Solamente en las ciudades de Mazatlán y Culiacán han existido

escuelas nocturnas para obreros, dos en la primera ciudad y tres en la

segunda, servidas por cinco maestros y teniendo en total una asistencia de

350 obreros por término medio.

       El personal docente está integrado por cerca de 400 empleados, entre

los que se cuentan algunos profesores normalistas.

       El total de educandos que acuden a las escuelas asciende a 17,531,

siendo 7,842 niños y 9,689 niñas.

       Para remediar todos los males de que adolece el ramo de Instrucción

Pública, puso a consideración de la Cámara algunos proyectos de Ley, entre

los que se cuenta uno de ampliación al presupuesto de egresos.



                                                                           47
Para terminar la parte del informe en el rubro de la Instrucción Pública,

mencionó el hecho de que, durante el último año de 1917, se adquirió para el

estado en la suma de $14,625.00 oro nacional, el edificio llamado “La Gran

Duquesa”, que entonces ocupaba la Escuela “Morelos” de Mazatlán. La suma

en cuestión fue pagada por el gobierno federal como abono a la deuda que

tiene reconocida a favor de Sinaloa.

      Se elige a la XXVIII legislatura del Congreso de Sinaloa que estuvo en

funciones del 15 de septiembre de 1918 al 14 de septiembre de 1920, la cual

quedó integrada por los siguientes diputados: Miguel L. Ceceña, Fernando B.

Martínez, Rosendo Olea, Carlos Castro, Serapio López, Eliseo Quintero,

Epitafio Osuna, José Arce Lizárraga, Alfredo Ibarra, Leopoldo a. Dorado,

Andrés Magallón, Adolfo V. Rivera, Pedro Cázares, Genaro Noris y Pedro L.

Gavica.

      Ante esta Legislatura, Iturbe rinde otro informe de actividades durante

el periodo comprendido del 15 de marzo de 1918 al 16 de septiembre del

mismo año.

      Anuncia la solicitud para nuevas municipalidades de las comunidades

de Los Mochis, Quilá, Villa Unión, Pánuco y Cacalotán y sobresale la atención

que el Gobierno del Estado pone en el combate a los vicios del juego y la

embriaguez arraigados en el pueblo y que tenían un carácter endémico en

toda la República.

      Argumenta el informe:

      “Habrán de pasar todavía algunas generaciones antes de que se

desarraiguen estos males del pueblo mexicano. Personalmente, este Ejecutivo

no tiene gran fe en las disposiciones prohibitivas y sí gran confianza en la



                                                                            48
educación, la prédica y el ejemplo para hacer desaparecer estos vicios. En

vista de que el juego se practicaba día a día en forma más descarada, este

Ejecutivo se vio obligado a recordar a las autoridades municipales las

disposiciones consignadas en el Código Penal que prohíben los juegos de

azar; al mismo tiempo se recomendó que principiaran una tenaz y enérgica

campaña contra el juego, y si bien no se ha extirpado el mal, cuando menos

se ha conseguido que no se practique en la forma en que venía haciéndose.

La Junta organizadora del VI Congreso Médico Nacional ha dado principio en

todo el país una campaña contra el alcoholismo y desde luego este Ejecutivo

ha secundado sus nobles propósitos dictando las medidas que pueden dar un

buen resultado en Sinaloa”. (Iturbe, 1918).

       Tan grave se consideraba este mal que se giró una circular a los

ayuntamientos para que cooperaran en la forma que crean más conveniente a

combatir el vicio de la embriaguez; se dictó un acuerdo a todos los

departamentos gubernativos para que en sus reglamentos fijaran como motivo

inmediato el cese a todo empleado que acostumbre bebidas embriagantes y la

Dirección de Educación giró circular al profesorado advirtiendo que la

embriaguez, aunque no sea consuetudinaria, se tendría como motivo de

destitución de empleo. Incluso, había un proyecto para combatir la embriaguez

a través del cine, para lo cual había arreglos con empresas cinematográficas

de la capital de la República.

       En este periodo, el 27 de agosto de 1918 para ser más preciso, fue

fusilado Arturo Butchart. Iturbe explicó a Héctor R. Olea cómo se suscitaron

los hechos:




                                                                          49
“Butchart era de mi escolta siendo yo gobernador. En unión de otro

oficial falsificaron vales míos a la Tesorería (que yo pagué después). Al

consignar el hecho a las autoridades judiciales los metieron a la cárcel. Junto

con otros oficiales, se levantaron, echaron fuera a todos los presos,

aprehendieron al jefe de la guarnición, saquearon el comercio, tomaron un

tren y estaban cargando todo en el tren. Pude reunir entretanto unos soldados.

El jefe de la guarnición, coronel Regino González, de las fuerzas del general

Carrasco, se escapó de donde lo tenían preso y se me presentó con ocho

hombres. El coronel Carlos Espinosa, que acababa de llegar con 25 hombres,

los atacó en la estación y los derrotó, cayendo prisionero Butchart, entre otros

y fue fusilado. Su familia era muy amiga mía”. (Olea, 1993, 171-172).



El relevo por Eliseo Quintero y el plan de Agua Prieta

      Los enemigos estaban prestos para la sublevación contra el gobierno

de Iturbe lo que en parte fue causa de que no terminara en septiembre de

1920, pero con el argumento de hacer gestiones a favor de las finanzas del

estado, el 7 de agosto de 1919 pidió licencia al Congreso para viajar a México.

La estancia se prolongó hasta diciembre y su ausencia fue cubierta por el

diputado y mayor Eliseo Quintero Figueroa.

      ¿Cómo ocurrió este cambio? Cuauhtémoc Cortez explica que el mayor

Quintero era un hombre de las confianzas de Iturbe. Prácticamente lo hizo

candidato y diputado por Badiraguato sin consentimiento expreso. Quintero no

aceptó la propuesta, pero en mayo de 1917 se encontró con la novedad de

que ya era diputado electo.




                                                                             50
Al terminar el periodo constituyente —añade Cortez— fue propuesto

de nuevo para diputado por elección popular, en esta ocasión por un partido

formado en Badiraguato. Le comunicaron la noticia de su postulación “y como

ya me había gustado el manejo de la cuchara les dije que estaba bueno. Ya

me había amansado un poco” (Cortez, 1979,26), se sinceraba Eliseo.

      Lo más sorprendente estaba por llegar: de diputado se convirtió en

gobernador interino del Estado del 7 de agosto al 1º de diciembre de 1919.

      Quintero le explicó a Cuauhtémoc Cortez cómo ocurrieron los hechos:

      “Y esto fue una mera casualidad —dijo con energía—. Fueron las

circunstancias del momento las que permitieron llegara al gobierno sin tener

méritos propios”.

      Estaba un día en el Congreso sesionando cuando llegó Iturbe a pedir

permiso para salir a la capital al arreglo de asuntos relacionados con las

finanzas estatales, pues la tesorería estaba en bancarrota, pidiendo asimismo

le nombraran al general Juan Carrasco como interino. Éste se encontraba en

Mazatlán como comandante militar. El presidente del Congreso le dijo que no

podían nombrar a Carrasco. Ante la negativa, Iturbe pidió entonces le

nombraran al coronel Solís, que era el presidente municipal de Mazatlán, pero

también fue rechazada esa propuesta.

      El presidente del Congreso le señaló que había un militar dentro de la

cámara y ese único militar era Eliseo. Pero el general no dijo nada y se fue. Al

día siguiente por la mañana recibió Eliseo una tarjeta del general invitándolo a

un paseo por San Lorenzo. Ya en el camino le dijo del viaje a la ciudad de

México para entrevistarse con don Venustiano Carranza y tratar el asunto de

algunos fondos que el Estado tenía con el gobierno federal. “Yo exijo un militar



                                                                             51
para que se quede en mi lugar y el único militar del Congreso es usted. Mi

objetivo es pedirle que acepte”.

      —¡Está usted loco, mi general!

       “¡No. No lo estoy. Estoy perfectamente de la cabeza!”.

      —¡Entonces cómo se atreve usted a proponerme un cargo de alto nivel

cuando conoce bien mi capacidad y mis posibilidades! Yo no estoy dispuesto

a levantar la carga que no puedo. Mis fuerzas no me lo permiten y no puedo

hacerlo.

      Al día siguiente, al llegar al Congreso, ya se conocía su decisión ante el

general. Se realizó una junta para pedirle cambiara de parecer. “¡Es usted

diputado! Aceptó como tal y protestó cumplir con sus deberes y las labores del

Congreso… El Congreso, por lo tanto, lo nombra a usted gobernador durante

la ausencia del general”.

      —Pues     si   ustedes   me   lo   imponen,   vamos    a   compartir   las

responsabilidades y el ridículo. Lo vamos a repartir en tres: en el Congreso

porque me nombran; en el general porque entrega a quien no debiera; y en mi

por aceptar”. (Cortez, 1979, 26).

      Duró cuatro meses en su interinato y en ese tiempo siempre buscó el

imperio de la ley en una situación política difícil por la lucha entre grupos y

aspirantes al poder que habían surgido a raíz de la revolución que aún no

concluía.

      Iturbe regresa a Sinaloa y asume el poder hasta el 31 de diciembre de

1919, pero intempestivamente presenta a la Cámara de Diputados un permiso

para separarse del gobierno por tiempo indefinido. Ya no retorna. El diputado




                                                                             52
Miguel L. Ceceña cubre el período del 31 de diciembre de 1919 al 20 de abril

de 1920.

       José María Figueroa sostiene que “Obregón y Ángel Flores, sus

enemigos irreconciliables, no lo dejaban vivir y gobernar en paz. Luego,

muerto Carranza en mayo de 1920, de quien ya era amigo y se había

convertido en su protector político, lo dejan desguarnecido a merced de los

que tenían en este tiempo el sartén por el mango. Su encono y diferencias

abismales con Álvaro Obregón surgieron de su espíritu rebelde, que no

transigía con menoscabos a sus bien ganados méritos militares. Un poco o

mucho de egolatría; pero así era el hombre y nadie se lo pudo quitar. Iturbe se

sintió dolido cuando Obregón fue nombrado jefe de la Primera División del

Noroeste. Consideraba que tenía más derechos para ello que el sonorense,

por su antigüedad en las armas, por las batallas libradas y por haber sido uno

de los primeros soldados ascendidos al grado de general. (Figueroa, 1989,

70).

       Cercana la sucesión presidencial, Venustiano Carranza pretendió

imponer la candidatura del ingeniero Ignacio Bonillas, contra la de Álvaro

Obregón y la de Pablo González. Otra vez el fantasma de la guerra civil se

cierne sobre México y en especial sobre Sinaloa, por estar tan cerca de

Sonora. Ante la postura de Carranza, el general Plutarco Elías Calles renuncia

al gabinete y junto con un grupo numeroso de revolucionarios —Obregón

entre ellos— suscriben, el 23 de abril de 1920, el Plan de Agua Prieta,

desconociendo el gobierno de Carranza.

       Iturbe, en una extensa carta a Obregón, le comenta: “No salgo yo de mi

asombro al ver que usted, con su nombre y su prestigio, que han sido para mi



                                                                            53
Iturbe
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Iturbe

  • 1. RAMÓN FUENTES ITURBE: Luces y sombras de un rebelde AUTOR: JUAN LIZÁRRAGA TISNADO Mazatlán, Sin. Noviembre de 2009 ÍNDICE Presentación............................................................................................................2 1. Magia, rebelión y astucia..................................................................................4 Las dos fuentes de Ramón F. Iturbe y su religiosidad infantil...........................4 Temprano peregrinar hacia la capital................................................................7 La “Aurora” de Mazatlán...................................................................................9 ¡Vienen los ferrelistas! La juventud en armas con Madero.............................11 El sitio y la primera toma de Culiacán.............................................................16 Lucha con Obregón, por Carranza y contra Huerta.........................................23 Segunda toma de Culiacán y sitio de Mazatlán................................................26 Lealtad al constitucionalismo y a Carranza......................................................34 2. La gloria del poder y el infierno de la derrota...............................................40 Primera batalla política: Gobernador Constitucionalista de Sinaloa................40 La educación del pueblo, máximo monumento a la Revolución.....................44 El relevo por Eliseo Quintero y el Plan de Agua Prieta...................................50 La fortuna a la sombra del poder político........................................................57 Derrota militar y exilio en Los Ángeles...........................................................64 La indulgencia del presidente Lázaro Cárdenas...............................................71 Segunda batalla política: diputado federal por el cooperativismo..................76 El Frente Constitucional Democrático Mexicano, ¿ultraderechista?...............82 Campaña para gobernador en el almazanismo y viaje a Japón........................91 La última guardia en honor a sus restos mortales............................................97 3. La presencia de la mujer...............................................................................103 Mujeres en la revolución y el “Estado mayor de Iturbe”...............................103 Marina Soto y la madre de Lupe....................................................................107 Mercedes Acosta, centro de la familia nuclear: ............................................109 Luisa Marienhoff, capitana del amor y de la fraternidad universal...............116 4. Ramón F. Iturbe, cultura, religiosidad y humanismo.................................120 Filosofía y política..........................................................................................120 Cristiandad y cosmovisión religiosa..............................................................123 Esoterismo y naturismo.................................................................................127 5. En conclusión: ¿En verdad fue General de la Revolución?.......................132 Fuentes consultadas...........................................................................................137 Anexo. Ramón Fuentes Iturbe en gráficas.......................................................140 1
  • 2. PRESENTACIÓN La estatura histórica y el valor humano del general Ramón Fuentes Iturbe no han sido justipreciados en su verdadera dimensión. La audacia con que acometió las batallas militares en que participó desde su muy temprana juventud, y el fervor y la lealtad característicos de los actos políticos de su madurez, rayan en la leyenda y en la novela; su vida personal, impregnada de misterio y de los más puros y positivos valores sociales, son ejemplos para la juventud actual. La inquietud por hurgar en la vida del general, inició desde 1993, por las razones anotadas. Se presenta aquí un ensayo anecdótico en el que a veces se recurre al diálogo. No es el objetivo convencer a nadie de que las ideas o los actos de Iturbe eran correctos o merecen ser condenados. Tampoco hay un interés o propósito estrictamente académico, aunque pudiera parecerlo, por la formación del autor. Se trata de hacer públicos, de divulgar, hechos y anécdotas del personaje para que cada quien emita el juicio que más le plazca o el que considere pertinente. Las bases de la estrategia con que se estructuró el trabajó las proporcionó el propio biografiado: en una de sus muchas entrevistas concedidas a la prensa, explicó que “la Revolución está ya bastante bien contada y analizada. Si usted ve el parte de una batalla puede conocer todos los movimientos de los adversarios y enterarse del número de bajas y demás detalles de esta especie. Sin embargo, la anécdota, que no figura en esos partes, es una pieza esencial para entender la época. La anécdota es viva. Comunica mucho más que las cifras bien alineadas. Por eso yo he preferido contarle anécdotas, decirle cómo éramos, cómo pensábamos”. También influyó la experiencia que se tiene sobre la historia de vida como una forma del método narrativo y el conocimiento de la elaboración del ensayo anecdótico. Igualmente está presente el oficio periodístico que se ejerció durante casi dos décadas: el reportaje y la crónica histórica, armados con profusión de datos, producto de la revisión de documentos y de entrevistas, mezclados para convertirse en una red de ensayos que constituyen el ensayo general. Son conversaciones, relatos, del sujeto principal o de personas directamente involucradas en su vida y en el contexto que rodeó su actuar, desde fines del siglo XIX hasta 1980. El ejercicio hermenéutico, en sentido ortodoxo, está ausente, sin embargo, hay una gran carga de subjetividad en la selección —y discriminación— de los datos (los hechos, los personajes) y en el orden seguido tanto cronológico como temático, sin demérito de la veracidad de fechas y nombres. 2
  • 3. Iturbe fue un hombre de luces y sombras. Como todo ser humano, fue un ente complejo, unidad y diversidad, un homo sapiens-demens-fabers, por ello aquí se expone su individualidad, y autonomía, pero también la identidad del joven de clase humilde con el momento que le tocó vivir, al participar, con voluntad y conciencia, en el movimiento armado que hace cien años sacudió al país, hecho igualmente complejo y controvertido como el propio Iturbe. Por la forma en que se estructuró el trabajo, podría dividirse en dos partes, una cronológica biográfica que incluye los dos primeros capítulos, y otra temática, en la cual se abordan asuntos con los cuales se identificó y a la vez identifican a Ramón F. Iturbe. En el primer capítulo se ofrecen datos del primer accionar de Iturbe en la vida, su traslado a Culiacán, donde influenciado por las enseñanzas de Madero, tanto políticas como espiritistas, participó en el primer brote revolucionario de Sinaloa, en su casa, para ser más específico; luego en las primeras batallas y en casi todos los combates que se sucedieron durante la Revolución, donde hace manifiesta su lealtad a Madero, a Carranza y a su único jefe inmediato, Álvaro Obregón. En el segundo capítulo se describen sus batallas políticas y por la vida, como gobernador y como diputado federal; su compromiso con la educación del pueblo y con el cooperativismo como movimiento reivindicador; sus fallidas batallas militares electorales y exilios, hasta su muerte en un hospital militar. En el capítulo tres se da cuenta de la participación de la mujer, presente con Iturbe en el campo revolucionario y en su vida personal: sus esposas y sus hijas. Justamente, de su vida personal trata el cuarto capítulo: su formación cultural, su religiosidad y espiritismo, su alma de poeta, su timidez y audacia, que termina con un apartado, a manera de conclusión titulado “¿En verdad fue un general de la Revolución?”, pues su vida no se asemeja a la de la mayoría de los personajes sobresalientes de la Revolución Mexicana. 3
  • 4. 1. MAGIA, REBELIÓN Y ASTUCIA Las dos fuentes de Ramón F. Iturbe y su religiosidad infantil Ramón F. Iturbe nació el 7 de noviembre de 1889 en Mazatlán, Sinaloa. Personalmente, Iturbe negó haber nacido en la sindicatura de Siqueros, en respuesta a una pregunta específica que le hizo don Héctor R. Olea (1993, 168) y la versión oficial afirma que vino al mundo en el número 50 de la calle San Germán (después Francisco Cañedo y hoy Canizales) 1. El 12 de enero de 1890, el presbítero Don Miguel Elizondo —con licencia del señor Cura y Vicario Don Miguel Lacarra, en la Santa Iglesia Parroquial de Mazatlán— bautizó solemnemente y puso el Santo Óleo y Sagrado Crisma, a un niño a quien dio el nombre de José Ramón. Sus padrinos: Bentura Herrán y Petra Ochoa. Hijo natural de Refugio Iturbe, su padre fue un señor apellidado Fuentes, de origen chileno, quien lo registró a su nombre, pero la familia del señor Fuentes no aceptó al niño ni a la madre. Conservó en la vida cotidiana el apellido de su padre, más empezó a firmarse Ramón F. Iturbe, para evitar que el apellido se extinguiera, a petición de un hermano de su madre que no tuvo hijos y que se creía el último de los Iturbe, pues era el único varón de la familia. Beatriz y Refugio, fueron dos medias hermanas mayores que Ramón; después de él nacería Arturo, de apellido Sicairos. Al paso de los años, la familia Fuentes visitó a Ramón para pedirle que usara este apellido, pero él se negó a hacerlo y así, en la “F.” Quedó 1 La dirección donde nació se indica en su biografía de la página del Congreso del Estado de Sinaloa: http://www.congresosinaloa.gob.mx/murodehonor2/ramon_iturbe.htm. Los distintos nombres de la calle se exponen en la página http://www.vivemazatlan.com/index.php/Historias/Historia-y- desarrollo-del-servicio-electrico-en-la-ciudad-de-Mazatlan.html. 4
  • 5. escondida la primera fuente de Ramón. Entonces uno se pregunta, ¿cuál es la segunda fuente?: “Ramón, en el idioma de los eúzkaros, significa fuente”, 2 le explicó cierto día Ramón F. Iturbe al escritor colimense Juan Macedo (1984, 61) camino a Cosalá. “De manera que soy una doble fuente”, agregó sonriente. De su infancia en Mazatlán, Luisa Marienhoff y Mireya Iturbe, 3 narran la siguiente anécdota: Doña Refugio Iturbe hacía “cuajada” —preciado antojo casero—, la cual “se cortó” de pronto y para remediar las cosas ordenó: —Busquen a Ramón. Debe haber pasado por aquí, la miró y se le antojó, por eso se cortó. Dénsela a probar y luego que la menee un rato para que se componga. Así se hizo. La cuajada se compuso. Un hecho común en tierras sinaloenses. Común, sí, pero también una señal en la que se dibujaba el magnetismo y la fuerza mental de Ramón, un niño delgado, larguirucho de apenas siete años de edad que aparentaba más de diez, no solamente por su acelerado crecimiento físico, sino también por su religiosidad y su carácter de observador agudo de la naturaleza y de todo cuanto le rodeaba. Su religiosidad la manifestaba en los trazos constantes que hacía de figuras semejando a la cruz cristiana, símbolo de vida desde tiempos remotos, aunque no en sus visitas al templo. Sus ojos negros, ligeramente oblicuos, que descansaban sobre una nariz sentada en una boca grande, contemplaban fija, interrogativamente, al mundo. Religiosidad y filosofismo eran en Ramón, a tan temprana edad, fe y acción. 2 Su origen es germánico y significa “protector”, “sensato”. 3 La primera, su segunda esposa, rescata datos biográficos de Iturbe en su novela “La Revolucionaria” (Marienhoff, 1959), y la segunda, hija de general, fue entrevistada en Cuernavaca en 1993. 5
  • 6. El contexto temporal remite a la última década del siglo XIX. Hasta Mazatlán llegaban noticias periodísticas desde la ciudad de México que informaban de los milagros de Teresa Urrea, nacida en Ocoroni y a quien sus padres trasladaron de niña a Cabora, Sonora, donde curaba por medio de la sugestión y la hipnosis. “La Santa de Cabora”, como la nombraron, sufría ataques epilépticos seguidos de estados de coma por tres días, hecho que la volvía más enigmática para sus seguidores. Tal era su fama que los vecinos de Tomochic, Chihuahua se rebelaron contra el gobierno y visitaron a la santa. El pueblo fue aniquilado, según lo narró el subteniente Heriberto Frías Alcocer, partícipe involuntario y testigo de los actos de barbarie cometidos por la soldadesca. Los indios del Río Mayo también se sublevaron al grito de “¡viva la santa de Cabora!”. En el último decenio decimonónico se respiraba en México una paz precedida de hechos militares y políticos que años antes conllevaron a la reorganización nacional y a la reelección presidencial de Don Porfirio Díaz al grito de “no reelección” proclamado en el Plan de Tuxtepec. La revuelta tuxtepecana se convirtió en gobierno local en la persona de Francisco Cañedo, quien triunfó con las dos terceras partes de los votos contra Andrés L. Tapia, candidato de la entonces imposición. A más de ser popular, Cañedo era amigo de don Porfirio Díaz. Don Ángel Viderique, originario de Guanajuato, al frente de la Banda de Música del Estado, alegraba a la multitud que se congregaba en la plaza principal de Culiacán, donde estrenó “La Valentina” y “La Adelita” 4, que luego los revolucionarios sinaloenses llevarían a todo México para convertirlas en 4 “La Adelita” no es hija legítima de la revolución, es la hija adoptiva que, con su hermana “La Valentina”, constituyó la dualidad emocional y romántica de aquella”, Ramón R. Richard. (Flores Villela, 1990, 344) 6
  • 7. himnos de la Revolución. Eran melodías salidas del pueblo, como “Heraclio Bernal”, “El Abandonado”, “El Cuervo”. Temprano peregrinar hacia la capital A Ramón le dolía que su madre trabajara en los menesteres más humildes para mantenerse. Le dolía también someterse por un bajísimo jornal a la ruda labor del campo. Tenía que trabajar como hombre, de sol a sol, para cobrar como niño. Junto a la rebeldía contra esta situación, en su mente se incubaba el ideal de hacer fortuna, de ser rico. Quería estudiar, pero empezó a trabajar en el almacén de un cuñado, esposo de la hermana mayor, porque éste le ofreció mandarlo a la escuela si se iba con él a trabajar. Y tuvo que hacerlo para sostener a su madre y a sus tres medios hermanos. La familia salió de Mazatlán rumbo al centro del Estado para radicar un tiempo en el rancho El Obispo, por el antiguo Camino Real, de ahí se trasladó a Salsipuedes, donde pasó parte de su infancia, estuvo en Oso, en Quilá y el peregrinar frenó un poco en Alcoyonqui de donde luego partiría a Culiacán por instancias del cuñado. A los catorce años de edad, Ramón F. Iturbe se había desempeñado como mandadero, dependiente de tienda de abarrotes, vendedor de mercancías de poco valor, trabajador de artículos de cueros para arreos de montar y otras actividades parecidas. De chico, Iturbe oyó decir a una viejecita que quien consiguiera hacerse de un cinturón de cuero de león y se lo pusiera sobre la piel, bajo la ropa, jamás tendría miedo de nada. Él lo consiguió y se lo ponía. Sugestión o magia, el uso de este cinturón lo hizo ser valiente, arrojado por toda su vida y 7
  • 8. cuando pasado el tiempo le elogiaban su valor en la batalla revolucionaria, explicaba que todo se lo debía al cinturón de león. En Culiacán conoció la escuela. Cursó hasta el tercer o cuarto año de primaria, a la sombra del maestro Tello de Meneses. Aprendía de prisa, con avidez y en su ansia por aprender ingresó al Seminario Conciliar de Sinaloa. Debía cubrir una cuota de dos pesos con cincuenta centavos al mes y al serle imposible cubrir la colegiatura, lloró amargamente en los viejos portales del Seminario, haciéndose la siguiente interrogación: —¡Dios mío!, ¿por qué los pobres no podemos estudiar como los ricos? ¡Aprendió a leer y se convirtió en un lector voraz! La meditación acompañaba a la lectura. Por horas y horas clavaba su mirada al cielo. Mientras estudiaba las propiedades de las hierbas medicinales y astronomía y su influencia sobre los seres, observaba sin cansancio los fenómenos de la vida material y espiritual, los fenómenos del cosmos y realizaba toda clase de experimentos. Combinaba ese estudio con el trabajo. En Alcoyonqui, a duras penas levantó un comercio de abarrotes. Instaló su tienda. Contrató un dependiente para que la atendiera mientras él ambulaba por diferentes zonas realizando transacciones comerciales entre los campesinos, con quienes hacía sus primeros ensayos con hipnotismo curativo que le atraía enfermos y pobres agradecidos, porque no acostumbraba cobrarles, aunque el hipnotismo le llamó la atención poco tiempo, pues se opuso siempre a que se enajenara la voluntad de las personas, aun cuando se utilizara en beneficio de ellas mismas. En cambio, atrajo más su interés el magnetismo humano y su influencia en la curación. 8
  • 9. En estas excursiones por los campos aledaños a Culiacán pudo comprobar que sus manos se enriquecían con el maravilloso don de la curación magnética. Su alma contemplativa, su mente interrogadora, su ansia de saber y sus contactos directos con la injusticia y la desigualdad social, hicieron de él tierra fértil para que brotara la semilla del cambio revolucionario que a lo largo del país se gestaba. La “Aurora” de Mazatlán Al final del siglo XIX, el liberal Juan Jacobo Valadés prestó insustituibles servicios médicos a la sociedad sinaloense y quiso que sus hijos estudiaran medicina en Guadalajara. Éstos, sus hijos Juan y Francisco, al igual que Juan Jacobo, instalaron en Mazatlán la Botica Central, en cuyo traspatio Juan Jacobo gustaba de reuniones en las cuales se disertaba sobre asuntos literarios. Cultos personajes, que luego lo serían de la poesía, del periodismo, de la administración, se daban cita en las tertulias. Entre estos: Manuel Bonilla, Esteban Flores, José Berumen, Amado Nervo, Martiniano Carvajal, Vicente González, Ángel Beltrán, Juan Sarabia, Jesús Gómez, Manuel Manzo, destacando entre ellos José Ferrel Félix, primo hermano de Juan y Francisco Valadés, quien pese a su corta edad había sido soldado, comerciante, marino conspirador, tribuno y amanuense. La tertulia llevó a la fundación de la Sociedad Aurora y en la trastienda de la botica las reuniones literarias y sociales se hacían con más frecuencia y comenzó a participar en actos cívicos, en funciones con fines patrióticos, de 9
  • 10. caridad o con propósitos artísticos, con el talento destacado de Ferrel, quien había nacido en Sonora y que, por ocasiones, se ausentaba de las tertulias. Francisco Valadés, al tiempo que acrecentaba sus ideas, se asociaba con el acaudalado empresario Andrés Avendaño y con la idea de crear una empresa editorial funda la sociedad mercantil “Valadés y Compañía Sucesores”, la cual compró a Miguel Retes el periódico “El Correo de la Tarde”. La botica se convirtió en Droguería Central y funcionó en un edificio que por la calle Belisario Domínguez, entonces Principal, construyó el ingeniero Francisco Guarneros, esposo de Cristina Ferrel, edificio donde también se instaló el periódico, una librería y talleres de grabado, encuadernación y rayado de papel. El Correo de la Tarde dejó de ser una simple gacetilla literaria de información local. Se convirtió en un periódico de opinión. Francisco Valadés consultó al periodista José Ferrel y finalmente éste le recomendó a Heriberto Frías, quien en 1906 llegó a Mazatlán para hacerse cargo de la dirección del periódico. Heriberto Frías enriqueció la tertulia que se convirtió en una peña donde se discutía de política. Frías mantenía correspondencia con Francisco I. Madero, iniciada como un intercambio de publicaciones. En “El Correo” del puerto se publicaba “La sucesión presidencial” de Madero y en “La Opinión” de Coahuila se daba a conocer “La Rebelión de Tomochic”, de Frías. Además, Frías se comprometió a vender el libro de Madero en Mazatlán y de aquí a todo el Estado de Sinaloa. (Valadés, 1985, 45-58). 10
  • 11. Fue así como un ejemplar de “La sucesión presidencial” llegó a manos de Iturbe, quien desde ese momento se convirtió en un soldado de la antirreelección y en un maderista convencido, difusor elocuente y entusiasta de las ideas de don Francisco I. Madero, quien lo cautivó no solamente por sus ideales políticos, sino también por su espiritismo: después sería un fervoroso lector del “Manual Espirita”, que el apóstol Madero escribió en 1911 con el pseudónimo de Bhima, uno de tantos libros de cabecera de Iturbe. ¡Vienen los ferrelistas! La juventud en armas con Madero “Al Sr. Gobernador interino Lic. Eriberto Zazueta, Culiacán. “Con profunda pena acabo de recibir telegrama de Ud. En que me participa el fallecimiento del señor gobernador general Francisco Cañedo. Haga usted que se le tributen los honores que corresponden a su alta jerarquía.- Porfirio Díaz”. La anterior fue la respuesta del presidente de México a la comunicación antes recibida del gobernador interino de Sinaloa al anunciarle la muerte de don Francisco Cañedo, ocurrida el 5 de junio de 1909, quien estuvo al frente del Estado por 32 años, merced a arreglados interinatos. Con los honores correspondientes, Cañedo fue sepultado el 8 de junio y el 14 del mismo mes se convocó a elecciones, que debían realizarse el 8 de agosto para que el vencedor terminara el periodo de Cañedo el 26 de septiembre de 1912. El día de las elecciones, domingo por la mañana, los habitantes de Culiacán vieron asombrados entrar a la ciudad a un joven alto y moreno al frente de un grupo de rancheros que llegaban a votar. “¡Ahí vienen los ferrelistas!”, se oía por todas partes. Eran los rancheros de Alcoyonqui 11
  • 12. entusiasmados y convencidos por Ramón F. Iturbe de que una nueva era se acercaba para ellos y para Sinaloa. El porfirismo estaba por caer. Había que votar contra Diego Redo, el candidato continuador de Porfirio Díaz en Sinaloa y a favor de José Ferrel Félix, el candidato del pueblo opositor. Iturbe así lo entendía. Sus observaciones sobre el porfiriato le hacían concluir que los métodos no eran los adecuados para el desarrollo cívico de México, del pueblo sinaloense que en esta contienda, al dar su voto por el ferrelismo, se enfrentó abiertamente al presidente Porfirio Díaz mediante el rechazo de la candidatura de Diego Redo para gobernador del Estado. Los resultados fueron frustrantes. En el distrito del cual era cabecera Culiacán, donde se tenía una lista de 7 mil votantes, el candidato oficial obtuvo 9 mil 399 votos, contra sólo 804 de José Ferrel Félix. Fue una votación fraudulenta, inflada a favor de Redo. El proceso electoral fue un fraude en todo el país, donde las condiciones de existencia eran cada día más miserables para la mayoría de la población que día a día se rebelaba contra el gobierno sempiterno de Porfirio Díaz y su sistema de acabar con la oposición mediante el asesinato selectivo, como ocurrió con Gabriel Leyva Solano el 13 de junio de 1910, en la Villa de Sinaloa. Entusiasmado por las enseñanzas de Madero en “La Sucesión presidencial”, Iturbe no vaciló en atender al llamado del Plan de San Luis, promulgado en Texas, a donde Madero había huido de la prisión que sufría en San Luis Potosí. Ante el fraude electoral ocurrido en todo el país, Madero llamó a levantarse en armas a las 6 de la tarde del 20 de noviembre de 1910. Un grupo de jóvenes temerarios atendió el llamado. 12
  • 13. Iturbe relata que fue uno de los primeros que se levantaron en armas en Sinaloa. Sus razones eran muy claras: “El pueblo tenía hambre y sed de justicia y quería terminar con su miseria a través de las reformas que proponía Madero. Además deseaba un cambio de gobierno que acabara con la dictadura de Porfirio Díaz, causa de nuestra situación. En esos tiempos un peón del campo recibía el pago para toda su familia, un almud de maíz y un cuarterón de frijol (unos cuatro kilos) para la semana. Su sueldo era de tres reales diarios (treinta y siete centavos) trabajando de sol a sol en Sinaloa y en Jalisco 18 centavos. Había días en que solamente comíamos tortillas con agua de chile y cebollas. La pobreza era espantosa. Fue el motor de la Revolución. Los peones eran tratados como animales por los ricos hacendados”. (Tirado, 1982). Entonces, el 20 de noviembre de 1910, al lado de otros jóvenes intrépidos e idealistas —Juan Banderas, sinaloense, y Agustín Beltrán y Conrado Antuna de Durango—, debía levantarse en armas en Culiacán. Tan joven era Iturbe, que para los demás conjurados era apenas un chamaco. El golpe en Culiacán fracasó a causa de una denuncia. “Teníamos que reunirnos en mi casa (calles Colón y Corona). El plan era que yo tomara la penitenciaria echando fuera a los presos, para lo cual estaban comprometidos los celadores y la guardia. Los otros deberían capturar al gobernador del Estado Diego Redo durante un baile”. Es Iturbe quien relata los hechos: “En mi casa escondíamos las armas. A las once de la noche que yo llegué noté que había luz por la única puerta que daba a la calle. La casa debería estar cerrada y mi obligación era dar una contraseña. Cuando entré 13
  • 14. no había nadie, ni mis amigos ni el parque. Los habían aprehendido. De pronto se me aparecieron en la puerta cuatro policías. Yo les apunté con mi pistola y ellos se barrieron por el suelo hacia fuera y escaparon. Cerré la puerta inmediatamente y le puse una tranca. Estaba rodeado. Había una salida por detrás, pero también estaba cubierta. Sin embargo, pude escapar. De allí salió la leyenda de que yo tenía pacto con el diablo. Lo que pasó fue lo siguiente: había luna llena y se proyectaban las sombras muy oscuras. En el lado de atrás había una cocina a cuya sombra brinqué. Los policías estaban pendientes de que yo saliera a la calle y yo decidí irme por el lado donde se formaba aquella sombra. Escapé protegido por la mancha negra, saltando bardas. Cuando ellos entraron a mi casa yo ya no estaba allí, me había esfumado misteriosamente, según dijeron ellos”. (Tirado, 1982). Una vez lejos de la casa, Iturbe huyó por el monte hacia Alcoyonqui, donde tenía un compadre. Lo perseguían por toda la zona y cuando llegó a Alcoyonqui ya lo habían buscado por allí policías disfrazados. Un compadre lo escondió en el monte y desde el pueblo le llevaban la comida. Después se dirigió a un riachuelo. Los miembros del Comité Antirreleccionista le enviaron una carabina y parque. Anduvo escondido cerca de un mes, hasta que consiguió un guía a quien armó y siguieron su viaje rumbo a Durango, donde se encontró con sus compañeros Banderas, Antuna y otros. Ya en el Estado de Durango hicieron su primer reclutamiento (17 hombres). Con ellos tomaron Tamazula, Durango, donde leyó junto a un kiosko y a manera de adoctrinamiento, el Plan de San Luis, firmado por Madero. Después tomaron Chacala, un pueblo minero. Ya para entonces tenían 180 hombres. Las damas de Chacala le regalaron una bandera que 14
  • 15. tenía, de un lado, la imagen de Hidalgo y, del otro, la Guadalupana. Iturbe ya practicaba el espiritismo, pero era católico y creyente en la virgen de Guadalupe. “Yo no era el jefe absoluto, no habíamos decidido quién debería mandar y éramos en realidad cuatro jefes, pero las damas me hicieron el regalo a mí”, dijo “Juan Banderas era un hombre impulsivo y quiso tomar el mando absoluto. Tuvimos un disgusto y por poco nos damos de balazos. Le propuse que nos separáramos, consultando la voluntad de la tropa para que siguieran al que ellos eligieran. Así lo hicimos y todos se vinieron conmigo. Beltrán prefirió irse con Banderas, Antuna me siguió a mí. Tomamos rumbo a Topia. Así, con grandes sacrificios, hechos y leyendas, se fueron formando mis fuerzas”. (Tirado, 1982). Tuvieron las primeras revueltas. “Entonces no sabíamos fusilar. El señor Madero nos comunicaba a todos su espíritu de bienhechor. Ni fusilábamos ni nada. Le aseguro que nuestras tropas no se llevaron de aquellos pueblos ni un sarape”. (Reyes, 1966). Madero reconoció éstas y otras proezas (como su habilidad para reunir rebeldes) y el 22 de mayo de 1911, desde Chihuahua, le otorgó a Ramón F. Iturbe el grado de general brigadier del Ejército Liberador. —¿Cómo era Madero? —preguntó Beatriz Reyes Nevares a Iturbe más de 50 años después de estos sucesos: —Era el revolucionario por excelencia. Porque ser revolucionario no equivale a empuñar un fusil y dispararlo. Para serlo se necesitan ideas. Se requiere un deseo muy grande de transformar las cosas e implantar la justicia. Y el señor Madero tenía esto. Se le ha reprochado que no tuviera aspiraciones 15
  • 16. de reforma social. Me consta que las tuvo. Dicen que su origen (con aquello de que su familia era muy rica) le impedía comprender el drama del campo. Le aseguró que sí lo comprendió. Lo que pasa es que él sabía que no era posible una modificación instantánea del orden establecido. Había que proceder gradualmente. Y no le dieron tiempo. (Reyes, 1966, 38). El 27 de agosto de 1963, relata: “el apóstol de la democracia, de alma pura y transparente, de ideas filosóficas orientalistas, nos diría: ‘lo hecho, bien hecho está’. Sin ser fatalista nos decía que la ley se cumple, que todo se paga, si no en la misma existencia, en otra, pues creía en la reencarnación y supervivencia del espíritu… para mí era un iluminado, que llevaba siempre el bien en su corazón”.5 El sitio y la primera toma de Culiacán Muy pronto se crearon mitos en torno a Iturbe, los cuales se acrecentaron al paso de los años, como el denominarlo “el general de mil batallas, que nunca fue vencido”. Ante la periodista Beatriz Reyes Nevares, el general Iturbe desmiente tal situación: “Al principio de mi carrera tuve dos derrotas y las dos me las propinó un coronel de nombre Luis G. Morelos a quien admiré mucho. Fueron derrotas que ni coraje me dieron, por lo técnicas y estrategias correctas. Acciones admirables de mi adversario. Al poco tiempo, Morelos fue mi prisionero y yo me lo llevé a mi cuarto. Quería conversar con él”. —No es frecuente que se tenga un respeto así por el enemigo. 5 Discurso pronunciado el 27 de agosto de 1963, en el desayuno que ofrecieron los supervivientes civiles y militares de la Revolución Mexicana al presidente Adolfo López Mateos. 16
  • 17. “Sin embargo, es lo que se debe hacer. Cuando el enemigo lo merece, ¿por qué comportarse con él en forma poco comedida? Aquel Morelos valía mucho. De veras valía…”. (Reyes, 1966, 38). El coronel Morelos fue el último en rendirse durante la toma y sitio de Culiacán, el 2 de junio de 1911. Héctor R. Olea relata de la siguiente manera el relevante hecho militar: “El 20 de mayo de 1911, los maderistas dieron principio a una reconcentración de fuerzas para atacar la capital del Estado. Más de 4,000 revolucionarios pusieron sitio a la plaza comandados por Ramón F. Iturbe, Juan M. Banderas, Herculano de la Rocha, Claro G. Molina, Gregorio L. Cuevas, José María R. Cabanillas, Mateo de la Rocha y los comandantes de guerrillas: Cándido Avilés, Conrado Antuna, Martín Elenes, Hilario Narváez, Agustín Beltrán, Antonio M. Franco, Cipriano Alonso, Francisco Quintero, Antonio Chaires Félix, Mauro Valenzuela, Cruz Medina, Darío Medina, Francisco Ramos Obeso Arnoldo de la Rocha y Eduardo y Miguel Armenta, además de mujeres: Clara de la Rocha y Valentina Ramírez”. (Olea, 1993, 43). El mismo historiador sinaloense explica que la guarnición de Culiacán estaba a cargo de 400 porfiristas; 160 soldados y rurales al mando del mayor Agustín del Corral, los federales al mando del general Higinio Aguilar y el coronel Luis G. Morelos y 100 rurales del estado al mando del capitán Ignacio Herrera y Cairo. El 25 de mayo quedó cerrada la ciudad y los revolucionarios comenzaron el ataque. 17
  • 18. La lucha fue cruenta y finalmente favorecía a los revolucionarios. Con ánimo de triunfador, el primero de junio, a las 4 de la mañana, Iturbe perpetró la siguiente hazaña: “El general Higinio Aguilar, al mando de 300 soldados defendía su cuartel en la casa de la Moneda. Yo, con doce compañeros (acompañado del mayor Agustín del Corral) entré al edificio sin medir las consecuencias, para pedirle su rendición, en una de las treguas del combate. Hablé con él y le pedí que depusieran las armas. Me contestó que sólo acataría las órdenes del gobernador Diego Redo. De allí encaminé mis pasos seguido de mis hombres armados, hasta la casa frontera al Palacio de Gobierno, donde se me dijo que se alojaba el gobernador porfirista. No lo encontré en su residencia y volví nuevamente a la Casa de la Moneda, a insistir en mis demandas. Algunos soldados federales, viéndome nuevamente en la ratonera, comenzaron a gritarle al general en alta voz: —¡No lo deje salir, mi general! —¡Moriremos todos —contesté con aplomo—, porque el edificio será volado si no salimos dentro de media hora! Y ese golpe de audacia hizo que el anciano militar se rindiera con sus trescientos hombres. Días después me entregó su espada de gala, que yo quise conservar como un recuerdo de mi juventud revolucionaria. (Olea, 1993, 47). Desde el 30 de mayo de 1911, en la madrugada los maderistas arreciaron los ataques a la ciudad por todas las posiciones. El primero en rendirse a instancias de Iturbe, fue el general Aguilar. Después, Herrera y Cairo. El 31 se rindió la ciudad. Hasta el 2 de junio el coronel Morelos, al 18
  • 19. saberse la renuncia de Porfirio Díaz y recibir la promesa de que se le perdonaría la vida. En esta ocasión sí hubo saqueos, incendios de fábricas y fusilamientos. El mismo 30 de mayo fue fusilado, en la fábrica de “La Aurora”, por tropas del general Iturbe, Camilo Beltrán, encargado de las caballerías del palacio de Gobierno, acusado de hacer resistencia a los maderistas. Antes, el 21 de mayo fue incendiado el chalet de los Gómez por el barrio de “La Vaquita” y luego el primero de junio la fábrica de hilados y tejidos “El Coloso de Rodas”. Iturbe aclaró respecto al último hecho: “Yo había establecido mi cuartel general primero en El Barrio y después en La Aurora… Nuestros soldados, sin mediar ninguna orden de mi parte, lo hicieron por iniciativa propia, como respuesta a la terquedad de los defensores de Culiacán por no aceptar nuestras proposiciones de paz. Ante lo inevitable, yo di instrucciones de que se pusiera salvo parte de las existencias de la fábrica sin que posteriormente el fuego fuera dominado. El pueblo mismo ayudó a los soldados” (Olea, 1993, 50). Uno de los fusilamientos causó controversia nacional, el del general Morelos. No se respetó el acuerdo y promesa de perdonarle la vida. La duda nunca fue despejada totalmente, pero a Juan Banderas se le siguió un proceso judicial y el general Iturbe hizo pública su versión de lo ocurrido. Iturbe sostuvo que él mismo señaló a Morelos su propia habitación como hospedaje y le dijo al recibirlo como su prisionero. “A usted debo, coronel, las dos primeras lecciones de táctica militar que he recibido: cuando me derrotó en Las Milpas y en Tamazula. Aquí será mi huésped, en mi propio cuartel. Con las pláticas con usted aprenderé mucho”. (Olea, 1993, 51). 19
  • 20. Martín Elenes, ayudante de Iturbe, lo vigiló dos días (estuvo 2, 3, 4 y 5 de junio), el 5 de junio le entregó a Morelos al soldado Mateo de la Rocha por órdenes de Juan Banderas. La señorita Amalia G. Rivas y otras personas entrevistaron a Iturbe y a Banderas pidiéndole la vida del coronel federal. El 6 de junio, a las 11 de la mañana, inició la junta revolucionaria a la que asistieron Banderas, Iturbe, De la Rocha, Sámano, Carlos Vega, José María Meza, Blas Borboa y Luis Banderas. Se discutió el fusilamiento… a las 9:45 de la noche lo fusilaron. El asunto llegó a los tribunales. El 15 de enero de 1912 ante el Juez de Distrito, licenciado Manuel N. Nagore, Iturbe declaró: “En aquella época sólo había en Culiacán dos jefes revolucionarios que pudieron dictar la orden de fusilamiento: Banderas y yo. Sobre el particular ya rendí mi declaración ante el procurador (licenciado Manuel) Castelán Fuentes y creo que esa declaración ya consta en autos en el juzgado primero de Distrito. Como quiera que sea, me parece que la declaración que debe dar mayores luces en este asunto es la que puede rendir el mismo ejecutor de la orden de fusilamiento (Agustín Beltrán, jefe de la escolta y Mario Quiñónez, jefe de la escuadra, según Martín Elenes). (Olea, 193, 53). Banderas fue detenido y enjuiciado en México “por el fusilamiento del coronel Morelos”. Fungió como su defensor el licenciado José Vasconcelos y como testigos de cargo el doctor Enrique González Martínez, Genaro Estrada, el general Aguilar, Ana María Espino viuda de Morelos, Iturbe, el mayor Elenes y Adela G. de Rivas. El 3 de junio Diego Redo renunció como gobernador y el Congreso del Estado nombró en su lugar al licenciado Celso Gaxiola Rojo, que entregó el 20
  • 21. poder el 7 de agosto al general Banderas. Se hizo un simulacro de elección y el 27 de septiembre tomó posesión como gobernador el profesor José María Rentería. El movimiento revolucionario triunfó y Madero esperó las elecciones para ocupar la presidencia la cual asumió el 6 de noviembre. Madero entregó los mandos del ejército a Victoriano Huerta Márquez. El 28 de noviembre se publicó el Plan de Ayala, donde Emiliano Zapata acusó a Madero de “haberse dedicado a satisfacer ambiciones personales; violando la soberanía de los Estados; burlando el sufragio; entrando en contubernio con los ‘científicos’ hacendados feudales y caciques; ahogando en sangre a los pueblos que piden justicia; imponiendo a Pino Suárez como vicepresidente y a los gobernadores de los Estados contra la voluntad del pueblo; conculcando las leyes y la Constitución de 1857; conduciendo al país a la más horrorosa anarquía; y pretendiendo establecer una dictadura más oprobiosa que la de Porfirio Díaz”. Sostenía que Madero debía ser derrocado, y proclamaba a Pascual Orozco como jefe, y en su defecto, a él mismo, a Emiliano Zapata. Heberto Sinagawa explica que con el rompimiento entre Madero y Zapata, el general Juan M. Banderas se alzó con el Plan de Ayala, y los zapatistas dominaron rápidamente gran parte del Estado, y en marzo 27 de 1912 el señor Rentería renunció a su cargo de gobernador por graves interferencias de ministros del señor Madero. Se sucedieron 4 gobernadores interinos y se dio el caso de que dos no aceptaran la gubernatura. Pero el zapatismo fue derrotado lenta pero inexorablemente y el último en caer fue Fortunato Heredia, que impuso préstamos forzosos en Los Mochis y se dirigió 21
  • 22. a San José de Gracia con la clara intención de hacerse de oro y plata. El general Iturbe defendió la plaza de Culiacán del ataque zapatista el 10 de abril de 1912 y sucesivamente derrotó a Antonio Franco, Francisco Quintero y otros; se internó en territorio chihuahuense combatiendo a los “orozquistas” y desapareció. (Sinagawa, 1986, 224). Los combates entre los zapatistas y las tropas de Iturbe en Sinaloa duraron de febrero a mayo de 1912. Aquéllos iniciaron su lucha en Mocorito, tomaron Guadalupe los Reyes, Concordia, El Verde, Siqueros y el Roble. Atacaron San Ignacio y Villa de Sinaloa y el 4 de abril de 1912 murió en combate contra ellos Néstor Pino Suárez, coronel de las fuerzas rurales, hermano del vicepresidente José María. Posteriormente, Iturbe fue comisionado a Chihuahua, donde peleó contra los orozquistas. Al terminar esta primera fase de la revolución, Madero llamó a Iturbe para darle un puesto en su gobierno, pero éste le dijo que un militar tan ignorante como él, sin escuela, no podría servirle adecuadamente, y le pidió que lo mandara a estudiar ingeniería civil en una academia militar de los Estados Unidos, para prepararse y serle más útil. Madero lo mandó becado pero bien poco duró este retiro a la vida privada: en febrero de 1913 ocurrió la “decena trágica” y a la muerte de Madero, Iturbe regresó a México en junio y platicó con Álvaro Obregón para mostrarle su disposición de luchar por el bando constitucionalista en apoyo a Venustiano Carranza y en contra de la usurpación de Victoriano Huerta. Lucha con Obregón, por Carranza y contra Huerta 22
  • 23. Álvaro Obregón, sonorense que había sido simpatizante de Madero, fue presidente municipal de Huatabampo por las filas antirreleccionistas y se incorporó a la lucha armada contra las fuerzas de Orozco. Ante los sucesos del cuartelazo en la Ciudadela, inmediatamente se lanza a la lucha contra el usurpador Huerta desde la frontera con Estados Unidos, concretamente en Nogales, donde se le incorpora Iturbe. El 26 de marzo de 1913, un grupo de militares reunidos en la Hacienda de Guadalupe, municipio de Ramos Arizpe, Coahuila, emitió un Manifiesto a la Nación, en el que expresaban su posición ante los acontecimientos que se vivían en la Ciudad de México y que provocaron la muerte del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, y la instauración del gobierno del general Victoriano Huerta. En la misma Hacienda de Guadalupe, 54 años después, en la ceremonia de conmemoración del hecho, Iturbe habló sobre su gran significado histórico: “el haber dado un programa y trazado una ruta de acción a la unánime protesta popular que conmovió a la República, al ser conocida la infamia de Victoriano Huerta”. “Este documento también constituye una extraordinaria lección de valentía ciudadana. En un momento crucial de nuestra historia, dio al pueblo una bandera de lucha que enarboló en alto el entonces gobernador Constitucional de Coahuila de Zaragoza, proclamado por el Plan de Guadalupe como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista”. (Iturbe, 1967) Álvaro Obregón se adhirió al Plan y reconoció como jefe del movimiento al gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza. 23
  • 24. Iturbe, procedente de Los Ángeles, California, llegó a Nogales, Sonora, y se presentó al general en jefe Álvaro Obregón, quien le proporcionó 80 hombres y le dio el mando de las fuerzas con que penetró a Sinaloa el 17 de junio de 1913. ¿Qué ocurría en el Estado en torno a la traición de Huerta y el asesinato de Madero? Álvaro Obregón describe así la situación: “El gobernador de Sinaloa, señor Felipe Riveros, que había reconocido a Huerta y que, posteriormente, fue destituido y reducido a prisión por orden del mismo usurpador, había logrado evadirse y obtener del señor Carranza se le reconociera como gobernador de Sinaloa, y por aquellos días se dirigía a aquel Estado. “En Sinaloa, era jefe de las operaciones el general Ramón F. Iturbe, quien tenía su Cuartel General en San Blas desde donde dirigió las operaciones del Estado. Los grupos que andaban levantados en armas en aquel Estado, eran ya numerosos, siendo los principales jefes rebeldes los ciudadanos Mezta, Cabanillas, Rocha, Carrasco, Flores y algunos otros”. (Obregón, 1959, 82). Antonio Bonifant Armenta, distinguido navolatense, entonces compañero de armas de Iturbe, comenta que se empezaron a correr rumores de que al llegar éste a San Blas —siendo general desde 1911 del Ejército Libertador de Madero—, iba a pretender ser el jefe supremo de los constitucionalistas, por lo cual dijo al gobernador Riveros: “Señor, no quiero que me reconozcan ningún grado, sólo pido que al presentarse la primera columna federal enemiga, me mande usted a combatirla con los elementos que tenga más desorganizados, es decir, algunas guerrillas así, sin elementos 24
  • 25. y mal disciplinados, no obstante de que ya se había atacado la ciudad de Sinaloa, sin poderla tomar. (Iturbe, 1971, 35). Bonifant describe emocionado el “ataque suicida” de Topolobampo en que las fuerzas de Iturbe derrotaron en forma desastrosa a las huertistas. Iturbe había ordenado el fusilamiento de los federales detenidos, porque sabía de algunas fechorías cometidas por ellos en el sur de Sinaloa y porque no era posible cargar con los prisioneros, pero cuando el general se acercaba a ellos, “el verlo, como una cosa instintiva del destino, se quitaron el sombrero y gritaron a voz en cuello: ¡Viva Madero!” en recuerdo al fervor maderista de Iturbe. No se les fusiló y se integraron con los heridos a la retaguardia. Respecto a esta batalla, la hoja de servicios de Iturbe hace notar que se dispuso desde luego atacar con 300 hombres el puerto de Topolobampo defendido por el coronel federal Valdivieso con 450 soldados y protegidos por el cañonero “Tampico”. Al cabo de tres días de asaltos se apoderó de la plaza el 30 de agosto de 1913, tomando 82 prisioneros y muriendo el coronel Valdivieso a consecuencia de las heridas que sufrió; el resto fue obligado a embarcarse. (Mientras esto sucedía, el coronel federal Miguel Rodríguez amenazaba San Blas, Sinaloa, con dos columnas, una de 200 hombres al mando del mayor Olague sobre la que triunfó el Tte. Coronel Manuel Mezta en el cerro del Sufragio, y otra de 300 hombres que al mando directo de Rodríguez desalojaba a Felipe Riveros de San Blas). Conseguido el triunfo de Topolobampo concentró sus fuerzas a San Miguel para hacer frente a Rodríguez; pero éste evadió el encuentro para embarcarse e ir más tarde a Culiacán 25
  • 26. Por éstas y otras operaciones militares, el 16 de septiembre Iturbe fue nombrado jefe de las Operaciones Militares en el Estado de Sinaloa por el general Obregón. El 24 de septiembre envió tropas a fin de recuperar la población de Los Mochis. Después concentró sus fuerzas para atacar la plaza de Sinaloa (hoy de Leyva), la cual tomó después de tres días de reñidos combates. Ese día, el 24 de septiembre Carranza pronuncia un brillante y emotivo discurso en Hermosillo con una proyección ideológica comparable al plan de Guadalupe, en el cual “supo recoger y expresar las inquietudes y los anhelos profundamente arraigados en el pensamiento y en el corazón del pueblo”. (Iturbe, 1967). Venustiano Carranza no sólo reconoció el grado de brigadier otorgado por Madero a Iturbe, sino que el 28 de octubre de 1913 lo asciende a general de brigada. Con esta nueva graduación, el general se apresta para la toma de Culiacán, como segundo jefe del General Álvaro Obregón. Segunda toma de Culiacán y sitio de Mazatlán con Obregón El 23 de noviembre de 1913, Obregón envió un telegrama a Carranza en el cual le informaba del sitio y toma de la capital del Estado de Sinaloa. Explica que llegó a Culiacán y procedió a tomar posiciones, y al establecimiento de puestos avanzados y de vigilancia, y ordenó que, con las debidas precauciones, se acamparan sus fuerzas. “El general Iturbe, con el celo y actividad que le son reconocidos, cuidaba empeñosamente del exacto cumplimiento de las disposiciones” (Obregón, 1959, 91). 26
  • 27. El cuartel general de las fuerzas constitucionalistas se estableció en El Palmito, entonces distante aproximadamente un kilómetro de la ciudad y el día 8 de noviembre reunió a todos los jefes para darles a conocer el plan de operaciones. Presentes: el gobernador Felipe Riveros, los generales Iturbe, Manuel Mezta y Macario Gaxiola, tenientes coroneles Miguel A. Antúnez, Francisco R. Manzo, Gustavo Garmendia, Carlos Félix, Antonio A. Guerrero y Antonio Norzagaray, y mayores Emilio T. Ceceña, Alfredo Breceda, Juan José Ríos, Esteban Baca Calderón Camilo Gastélum, Juan José Mérigo y Pablo Quiroga. El primer asalto se inició a las 4 de la mañana del día 10 de noviembre, cuando hicieron sus movimientos iniciales las columnas de Hill y Gaxiola dirigidas personalmente por Iturbe, explica Héctor R. Olea, quien sintetiza: El coronel federal Miguel Rodríguez defendió la ciudad con 2 mil soldados y bastante artillería, logró salir con sólo 1,200 y después de una tenaz persecución ordenada por el general Iturbe, le dio alcance el general Diéguez en Quilá (Olea, 1993, 104). Durante los combates, “el general Iturbe se mantuvo constantemente en la línea de fuego, dando muestras de una energía y actividad inquebrantables; sin descuidar ningún detalle, recorría siempre las posiciones avanzadas, celoso de que nuestras tropas guardaran la actitud que les correspondía”. (Obregón, 1959, 97). Tal actuación no obedecía solamente a la promesa de amor, que le hizo a su novia Mercedes Acosta, de tomar Culiacán. Era un jefe nato y así lo ilustra Martín Luis Guzmán: 27
  • 28. “En lo militar (Iturbe) acababa de hacerle ver a Obregón que no hurtaba la jerarquía de general del Ejército Constitucionalista: Iturbe sabía mandar, disponer, obrar y triunfar, según lo demostró multitud de veces durante el ataque a esa misma ciudad donde ahora estábamos. Nadie, en efecto, ignoraba que en la toma de Culiacán —aparte la jefatura de Álvaro Obregón— había habido un heroísmo tranquilo y de auténtico linaje guerrero: el de Gustavo Garmendia; una bizarra tenacidad, la de Diéguez; y, descollando sobre todo, una indiscutible capacidad de jefe —de jefe valeroso—: la de Iturbe. Después de la batalla, a Obregón le faltaron elogios para exaltar la conducta del joven general de Sinaloa”. (Guzmán, 387). El optimismo embargaba a los constitucionalistas sinaloenses. Los jefes militares y civiles invitaron a Carranza para que desde Hermosillo visitara Sinaloa, lo cual aceptó y llegó a la capital el 22 de enero, acompañado de su estado mayor. “Se hicieron grandes manifestaciones de adhesión… la ciudad se engalanó con arcos triunfales y cuando llegó al salón rojo del Palacio de Gobierno, lo recibieron tres bellas señoritas vistiendo los simbólicos trajes de la Libertad, de la Ley y de la Justicia” (Olea, 1993, 110). En un acto oficial, hicieron uso de la palabra el gobernador Riveros y Ramón F. Iturbe en nombre del gremio militar, entre otros. Carranza fue objeto de banquetes, velada literaria y hasta apadrinó la boda de Iturbe y Mercedes en Culiacán, antes de partir en febrero, hacia Hermosillo y de ahí rumbo a Nogales, acompañado del general Obregón, quien recibió en Estación Santa Ana un telegrama del general Iturbe comunicándole que el buque cañonero “Tampico” se ponía a las órdenes de la revolución. 28
  • 29. El día 23 de marzo, el general Obregón recibió otro telegrama de Iturbe, procedente de Culiacán, comunicándole que el teniente coronel Gregorio Osuna, comandante militar del distrito sur de Baja California, a bordo del vapor “Bonita” se incorporó al gobierno constitucionalista en el puerto de Altata. Sinaloa y Sonora eran terrenos asegurados por los constitucionalistas, con excepción de los puertos de Guaymas y Mazatlán. Mientras se combatía en Guaymas, las fuerzas de Sinaloa continuaban el asedio de Mazatlán, aunque “sin poder establecer un sitio efectivo, debido a los pocos elementos con que contaban los jefes de aquellas fuerzas, que lo eran el general Juan Carrasco y el coronel Ángel Flores, por lo que se limitaban a hostilizar constantemente a la guarnición federal de dicho puerto”. (Obregón, 1959, 107). En Culiacán, el general Iturbe, jefe de las fuerzas de Sinaloa, eficazmente ayudado por el coronel Eduardo Hay, como jefe de su Estado Mayor, se ocupaba también, con toda actividad, en dar la mejor organización posible a los distintos cuerpos de tropas que tenía en aquella plaza, y que se alistaban para marchar al Sur. Mientras se preparaba el sitio de Mazatlán, Obregón resolvió continuar su avance sobre Guadalajara, Jalisco. Dejó el puerto de Mazatlán sitiado por tres mil revolucionarios que disponían de cinco cañones y tres ametralladoras, al mando de Iturbe y de otros subalternos. El siguiente diálogo telegráfico entre Obregón e Iturbe, da testimonio de lo ocurrido en Mazatlán: De Obregón a Iturbe, 17 de mayo: 29
  • 30. Teniendo que marchar para el Sur, hoy, quedará usted, como verbalmente se lo había ordenado, con las brigadas de Sinaloa, conservando el sitio que tenemos puesto a la plaza de Mazatlán. Cuando se reciba la remesa de parque, se terminen las reparaciones del cañonero Tampico, que desde ayer está a flote, y quede cortada la comunicación entre Manzanillo y Guadalajara, daré a usted orden para que ataque la plaza sitiada, para así no tener que sacrificar la gente que tendríamos que perder si se atacara ahora. No tengo que hacer a usted ninguna recomendación especial, porque el celo con que siempre ha sabido usted cumplir con sus deberes es una garantía de acierto. Hago a usted presentes mi atenta consideración y aprecio. (Obregón, 1959, 123). De Iturbe a Obregón, 11 de agosto: Hónrome comunicar a usted haber tomado posesión de esta plaza (Mazatlán), después de cinco días de combate, habiendo hecho al enemigo trescientos muertos, más de quinientos heridos, trescientos prisioneros y capturando muchas armas y parque. Entre prisioneros, un coronel y diez oficiales que, conforme con la ley de 25 de enero, fueron pasados por las armas. Ya daré a usted detalles. Sigo recogiendo dispersos. Resto enemigo embarcose. Felicito a usted, en nombre de la brigada que me congratulo en comandar, por este nuevo triunfo. (Obregón, 1959, 154). 30
  • 31. Los revolucionarios entraron a Mazatlán el 9 de agosto de 1914. Obregón reconoce a Iturbe y a sus fuerzas: “Débese hacer observar que la toma de Mazatlán se llevó a cabo solamente con las fuerzas con que el general Iturbe había sostenido el sitio de dicho puerto, en virtud de que no llegó el refuerzo ordenado al general Salvador Alvarado, por los motivos que este jefe expuso al general Iturbe, y que aparecen consignados en el parte detallado que Iturbe rindió con fecha 11 de septiembre, y el cual se inserta más adelante”, explica Obregón (1959, 156) y un brevísimo resumen del parte sobre la toma de Mazatlán enviado a Obregón por Iturbe el 20 de agosto, informa lo siguiente: Las pérdidas que tenemos que lamentar, son: Muertos:…. Que forman un total de 222 hombres. Los heridos se distribuyeron como sigue:… Que forman un total de 257 hombres. Por su parte, el enemigo, además de los 400 prisioneros que le hicimos, perdió mucha gente en la sorpresa de La Redonda y dejó sembrado de cadáveres el Malecón de Olas Altas, pudiendo estimarse que el número total de sus muertos, asciende a 400 hombres, entre los cuales se encuentran: un coronel y 17 oficiales que fueron recogidos prisioneros con las armas en la mano, y a quienes se les aplicó la ley de 25 de enero de 1862, pasándolos por las armas. Los heridos que el enemigo se llevó al evacuar la plaza suman cerca de 500, según informes dignos de crédito. El comportamiento de las fuerzas de mi mando fue brillante: todos, sin excepción, se batieron con denuedo y soportaron las fatigas con gran abnegación. 31
  • 32. Para estímulo de los defensores de la legalidad, que militan en las filas del glorioso Ejército Constitucionalista, y para mayor honra de los que integran la Brigada de Sinaloa, que es a mis órdenes y tengo la honra de comandar, adjunto remito a usted la lista nominal, con expresión del Cuerpo y Arma en que sirvieron, de los Cc. jefes y oficiales que, en mi concepto, y salvo la mejor opinión de usted, merecen premio por su comportamiento durante este hecho de armas. La Brigada de Sinaloa felicita a usted por haberle dado las instrucciones generales que le permitieron alcanzar esta nueva y señalada victoria, y con la satisfacción del deber cumplido, tengo el honor, mi general, de hacer a usted presentes mi subordinación y respeto. (Obregón, 1959, 188-196). Sobre lo anterior, Obregón hace una observación contundente: “Todo comentario sobre este hecho de armas, que tanto realce ha dado a las armas constitucionalistas, saldría sobrando; ya que el parte rendido por el general Iturbe detalla tan bien las operaciones desarrolladas; y el número de muertos y heridos, en relación con los combatientes, son la mejor prueba del arrojo de nuestras tropas. Digna de encomio, también, es la modestia del general Iturbe, cuando al terminar su parte, dice: La brigada de Sinaloa felicita a usted por haber dado las instrucciones generales, que le permitieron alcanzar esta victoria... “El éxito tan completo alcanzado se debió al valor y acierto del general Iturbe y los jefes subalternos, que tan hábilmente lo secundaron, así como a la disciplina y valor de los oficiales y tropa, y no a instrucciones mías, que 32
  • 33. ninguna influencia podían tener, dada la distancia a que me encontraba y al desconocimiento que tenía, en detalle, de los hechos que se desarrollaban”. (Obregón, 1959, 196). El parte de Iturbe es muy amplio y minucioso, sin embargo, no relata la incorporación a la revolución en Mazatlán de estudiantes normalistas procedentes de la ciudad de México. Francisco Peregrina (1980, 6-7) narra la anécdota en la revista Presagio con el título “Estudiantes normalistas ¡a las armas!: un pasaje revolucionario”, Entre los jóvenes se encontraba Gabriel Leyva Velázquez, futuro gobernador y amigo de Iturbe; de los otros, algunos murieron en combate y hubo quienes posteriormente alcanzarían celebridad como militares, abogados y maestros. Señala Peregrina que durante el sitio del puerto, los constitucionalistas tenían su cuartel general en Los Otates y las avanzadas en la Casa de las Palomas, finca ruinosa que contaba con una pieza destechada, construida sobre el médano de la Playa Norte, más o menos donde está el Hotel de Cima Los estudiantes de la Escuela Normal de Profesores de México venían a bordo de dos carruajes desde la metrópoli con el plan determinado de levantarse en armas contra Huerta y en cada pueblo simulaban llamamientos para combatir a los americanos que en conflicto con Huerta estaban posesionados de Veracruz. En Mazatlán lograron su propósito: el 7 de mayo se dirigieron de la catedral al campo revolucionario donde el general Iturbe les dio la bienvenida y les asignó un modesto lugar en las filas del ejército constitucionalista. 33
  • 34. Los estudiantes eran: Adolfo Cienfuegos (y Camus), Benito Ramírez (García?), Teófilo Álvarez Borboa, Gabriel Leyva Velázquez, Rubén Vizcarra (Campos), Roberto Acevedo Gálvez, Damián Alarcón, Albino Vargas, Agustín Tapia, Gerardo Martínez, Fernando torres Vivanco, Gregorio Lozano Saavedra, Horacio Castilleja, Elías Cortés y Juan José Ortega. Lealtad al constitucionalismo y a Carranza Huerta renunció a la presidencia el 15 de julio de 1914 y el 20 de agosto el Ejército Constitucionalista hace su entrada triunfal a la ciudad de México. Se iniciaba una nueva etapa en el proceso revolucionario. Aparentemente se daba fin a la guerra, sin embargo —muy al contrario—, se abrió el escenario hacia una nueva contienda al presentarse la escisión de los caudillos: Villa y Zapata tenían su propio proyecto de nación, distinto al de Carranza, quien intentó negociar con el primero y le pidió la rendición al segundo. En la noche del 27 de septiembre se celebró una Junta de jefes constitucionalistas en el Cuartel General de Blanco en la ciudad de México, en la cual estuvo presente Obregón. Se acordó, entre otros asuntos, nombrar en comisión, para que fuera a Aguascalientes a tratar con los jefes de la División del Norte, a los siguientes generales: Álvaro Obregón, Ramón F. Iturbe, Guillermo García Aragón, Ernesto Santos Coy, Ramón V. Sosa, Jesús Trujillo y coronel Luis Santoyo. 34
  • 35. En octubre de 1914, Carranza organiza una convención de líderes revolucionarios. Zapata y Villa no estuvieron de acuerdo en que se realizara en la ciudad de México y se trasladó a Aguascalientes. A consideración de Obregón la Convención fue un fracaso, pues Villa quedó investido de una aparente legalidad, y esto dio margen también a que muchos de los jefes, que sin la Convención hubieran permanecido leales a la Primera Jefatura, defeccionaran y se incorporaran a Villa aparentando sostener al gobierno de la Convención, representado por el general Eulalio Gutiérrez. En la Convención se decretó el cese de Venustiano Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, al igual que el cese del general Francisco Villa, como jefe de la División del Norte y se nombró Presidente Provisional de la República al general Eulalio Gutiérrez, por un período de veinte días, tiempo que se juzgó suficiente para que la Convención se trasladara a México y allí ratificar dicho nombramiento por un nuevo período en favor de Gutiérrez, o se nombrara nuevo presidente. Para esas fechas, el general Iturbe había sido nombrado jefe de la 3ª División del Ejército del Noroeste, cuya jurisdicción comprendía el Estado de Sinaloa, la parte Sur del Estado de Sonora, que no había sido controlada por las fuerzas de Maytorena y el Territorio de Baja California. El Gobernador de Sinaloa, Felipe Riveros, asumió una actitud marcadamente afecta al villismo. Para evitar una ruptura de consecuencias, Iturbe había mandado desarmar los batallones 1° y 5° de Sinaloa, en el puerto de Topolobampo, que eran los más importantes elementos con que podía 35
  • 36. contar Riveros para hacer armas contra el Gobierno Constitucionalista y obtuvo de Riveros, al mismo tiempo, la promesa de que permanecería leal a la Primera Jefatura de la Revolución. A pesar de todo, el Gobernador había renunciado el 20 de noviembre, declarando su adhesión al villismo, por lo que inmediatamente fue batido por las fuerzas leales, al mando del general Iturbe, quien le inflingió una completa derrota en las cercanías de Culiacán, donde el Gobernador rebelde abandonó armas, municiones y dinero, mientras la gente que lo había secundado se dispersó en distintas direcciones Iturbe informó a Obregón que, después de destrozar completamente a los enviados de Riveros, había salido al frente de una expedición de mil hombres con rumbo a la Baja California y había derrotado por completo a la guarnición maytorenista, que se encontraba en el puerto de La Paz, Baja California, el 8 de diciembre e 1914, y regresó luego con su expedición al Estado de Sinaloa. La Hoja de Servicios de Iturbe enlista las batallas en que éste participó contra los villistas en Sinaloa y norte de Nayarit, desde el inicio de 1915 y hasta septiembre del mismo año, en que es nombrado Jefe de las Operaciones Militares en Jalisco y Colima. Antonio Nakayama resume en el siguiente párrafo dichos combates: “En enero, la situación de los constitucionalistas en el territorio de Tepic se puso difícil y el general Juan Dozal tuvo que abandonarlo, dejándolo en poder de las tropas de Rafael Buelna y obligando a Juan Carrasco a replegarse hacia Sinaloa. Por otra parte, la Columna Expedicionaria de Sinaloa tuvo que partir rumbo a Sonora al mando de Ángel Flores, así que Iturbe se dirigió a Tepic, donde tuvieron lugar los épicos combates entre los 36
  • 37. hombres de Buelna y de Carrasco. El general José María Cabanillas fue obligado por los villistas a desalojar Cosalá, por lo que Iturbe se desplazó a ese lugar, donde derrotó a Carlos Real, y de allí retornó al sur en virtud de que los soldados de Buelna amenazaban a Mazatlán, peligro que desapareció cuando fueron derrotados y obligados a replegarse de nuevo a Tepic, donde continuaron de nuevo los combates que culminaron con la victoria decisiva de los constitucionalistas. Iturbe volvió a la zona de Sinaloa, ocupó la plaza de El Fuerte y en Bacamacari, Mocorito derrotó a los villistas al mando del general Macario Gaxiola, terminando así con el peligro de que aquellos causaran más intranquilidad en el estado”. (Nakayama, 1975, 226). Iturbe entregó la comandancia de la Tercera División del Ejército del noroeste al general Manuel M. Diéguez y tomó posesión de la Jefatura de las Operaciones Militares en Jalisco y Colima el 25 de septiembre de 1915. El general Iturbe llega a la capital de Jalisco con sus soldados sinaloense a fin de apresurar la persecución de los restos de las partidas villistas que seguían sus correrías por los pueblos del Estado. Nombró pagador del Estado Mayor de la Jefatura de Operaciones y luego obsequió un revólver al joven José C. Valadés, quien consideraba a Iturbe un individuo excepcional que enseñaba a vivir y amar la revolución… Los triunfos de Carranza se extienden por toda la geografía nacional. La revolución, en su etapa constitucionalista, entra en una nueva fase dentro de la cual Iturbe vislumbra la oportunidad de convertirse en el primer gobernador constitucional de Sinaloa y hacia esa meta encamina sus pasos. A la distancia, Iturbe emite juicios sobre Carranza y Obregón. Frente al presidente Adolfo López Mateos, dice el 7 de agosto de 1963: 37
  • 38. “El señor Carranza fue todo un carácter en su firmeza de proceder, con los pies sobre la tierra, teniendo un profundo conocimiento de los hombres. No estuvo de acuerdo con Madero en cuanto a lo que llamó debilidad, refiriéndose a sus transacciones y condescendencias para con los enemigos jurados de la Revolución, como fueron todos los altos jefes del Ejército Federal, a quienes dejó todo el poder de las armas en cumplimiento del Tratado de Ciudad Juárez. En cambio, Carranza no quiso dejar piedra sobre piedra de aquel ejército corrompido y que fuera la perdición del apóstol, traicionándolo e inmolándolo con el crimen más execrable. Carranza fue todo un estadista y su inexorable firmeza en lo que consideraba debía ser, rayaba en una extrema rigidez. Yo creo que el amor, aun en su más alto sentido de justicia, tiene siempre alguna flexibilidad. Carranza no la tenía ni para salvar la vida de un familiar o aun la suya propia si para ello hubiera tenido que ceder ante alguna pretensión deshonrosa. Nos enseñó a no claudicar cuando del cumplimiento del deber se trata. Para hablar del señor Carranza, de nuestro Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, habría que escribir muchos libros y éstos ya fueron escritos por los más capacitados para hacerlo”. (Iturbe, 1963) Tres años más tarde, en 1966, Beatriz Reyes Nevares le arroja la pregunta directa: —¿Y cómo era Carranza? “Era la inflexibilidad en persona. La rectitud. Se proponía una meta e iba derecho a ella, sin reparar en los obstáculos. Y su meta era la legalidad, de modo que su valor histórico es inconmensurable. Yo admiré mucho a Carranza, sobre todo después de su discurso de Hermosillo. Es una pieza que 38
  • 39. debería difundirse. Una verdadera declaración revolucionaria. (Reyes, 1966, 38). —¿Qué opina usted de Obregón? “Era un gran estratega. Tenía una virtud: la economía de hombres. Nunca arriesgaba a nadie inútilmente. Villa era lo contrario y en cambio tenía sobre Obregón la cualidad de la rapidez. Sus desplazamientos eran fulgurantes, a base de caballería. A don Álvaro le gustaba más la infantería. Creo que del choque de estos dos criterios nació la victoria obregonista de Celaya. Es uno mesurado y calculador; el otro, todo arrojo y violencia (Reyes, 1966, 38). Ante López Mateos también habló del sonorense: “¿Qué podría decir de Obregón? Fui de sus fuerzas del Cuerpo del Ejército del Noroeste. Lo vi de cerca y observé cómo reaccionaba en el peligro, en los momentos más críticos. Nunca alardeaba de su valor. Nos decía siempre: ‘El general que no siente miedo es peligroso porque no toma las precauciones requeridas”. “Se levantaba muy temprano y le gustaba explorar y conocer la situación personalmente, tanto del terreno como del enemigo. Era intuitivo y su característica, contraria a la de Villa, era la de ahorrar la sangre de sus soldados. Jamás lo derrotaron. Ha sido famosa su frase: ‘Que se mutilen los hombres, pero que no se mutilen los principios’. Finalmente tuvo gran predilección por el campesinado. Los obregonistas siguen rindiendo culto a su memoria y manteniendo encendida la lámpara votiva de su admiración y lealtad a quien fuera su jefe”. (Iturbe, 1963). 39
  • 40. 2. LA GLORIA DEL PODER Y EL INFIERNO DE LA DERROTA Primera batalla política: Gobernador Constitucionalista de Sinaloa Venustiano Carranza convocó al Congreso Constituyente, realizado de diciembre de 1916 a enero de 1917, en un intento más por terminar con la lucha armada y volver al orden legal. Se destacaron, en los extremos, dos corrientes, una moderada identificada con Carranza y la otra progresista con Obregón. En el centro había una gran diversidad de posiciones que iban de la extrema derecha al ultraizquierdismo. Por Sinaloa figuraban como diputados propietarios: Pedro Rosendo Zavala, Andrés Magallón Ramírez, Carlos M. Esquerro, Cándido Avilés Inzunza y Emiliano C. García Estrella; como suplentes: Juan Francisco Vidales, José C. Valadés, Mariano Rivas, Primo B. Beltrán y Antonio R. Castro. El 5 de febrero, se promulgó la constitución en Querétaro. En Sinaloa, Iturbe fue comisionado por Carranza para que visitara Japón, Rusia y algunos países europeos en los primeros meses de 1916. La comisión se frustró, tal parecer porque se originaron conflictos diplomáticos por la invasión de Villa a Columbus. ¿En qué consistía la comisión? Se ignora a ciencia cierta. Un cablegrama procedente de San Francisco California informa que el periódico japonés. Kokumin-Shimbun, publica que el 1º del presente mes (marzo) “El sr. Ramson Turbe (¿?) (SIC, incluso interrogantes) se declara que es Enviado Especial del Gral. Carranza con una misión para el Japón. Dicen que a las preguntas de las autoridades americanas contestó que no podía hablar de la misión que tiene para el Japón”. (Archivo Histórico “Genaro Estrada” de la SRE). 40
  • 41. Se presume que estudiaría y traería información sobre la forma en que se llevaban los asuntos militares en los países a visitar, quizá con la posibilidad de que luego esos conocimientos se utilizaran en la Secretaría de Guerra y Marina de México, entonces y hasta abril, a cargo del general Obregón. Regresa a México en junio de 1916. En el tiempo estipulado presentó su candidatura para gobernador de Sinaloa. Carranza, quien al igual que Obregón apoyaba a Ángel Flores, le pidió que cancelara su postulación. Le respondió: “lo siento, pero ya estoy comprometido con mi pueblo” (Reyes, 1954, 54) y se registró como candidato del Partido Liberal Progresista para contender contra el mencionado general Ángel Flores, el licenciado Enrique Moreno Pérez, de Mocorito; el general Manuel A. Salazar “El Chango”, de Concordia, el general Manuel Mezta, duranguense. Obtuvo una visible mayoría de votos. Iturbe fue electo para el periodo del 27 de septiembre de 1917 al 26 de septiembre de 1920. Sin embargo, la XXVII Legislatura otorgó la protesta legal el 26 de julio por entrega que le hizo el gobernador provisional general Ignacio L. Pesqueira. En la discusión del dictamen el diputado Miguel L. Ceceña, representante del distrito de El Fuerte, basándose en que todavía se hallaba vigente la Constitución local de 1894, había manifestado que, si bien el general había triunfado en los comicios, se encontraba incapacitado por no llenar el requisito de la edad (tenía 27 años y para asumir el mando, por ley, debía tener 30). Venustiano Carranza, en su primer informe de Gobierno rendido a la nación el 1° de septiembre de 1917, explica la situación sobre el caso Sinaloa, de la siguiente manera: 41
  • 42. "En el estado de Sinaloa la elección de Gobernador, que favoreció al general Ramón F. Iturbe, dio lugar a un conflicto que, afortunadamente, se conjuró a tiempo, desistiendo de su actitud aquellos mismos que orillaron al Estado a una crisis. El ayuntamiento de El Fuerte suscribió un manifiesto en que desconocía al Gobernador electo, basándose en que, en su concepto, la declaratoria del Congreso Local había violado la Constitución de Sinaloa. Los Ayuntamientos de Ahome, Guasave y Mazatlán se adhirieron al de El Fuerte, y, en tales circunstancias, el Congreso del Estado acordó dirigirse a los Poderes de la Unión, a fin de que, en cumplimiento del artículo 122 de la Constitución, se prestasen a los Poderes Locales los auxilios del caso. El Ejecutivo de mi cargo tomó las medidas que creyó pertinentes, y la situación mejoró desde luego. El general de división Álvaro Obregón ofreció su mediación al Gobierno del Estado con los Ayuntamientos para solucionar el conflicto, y, previa la autorización que obtuvo del gobierno de mi cargo, celebró conferencias con el Ejecutivo de aquella Entidad Federativa, así como con los Ayuntamientos inconformes, consiguiendo que todos éstos depusieran su actitud y reconocieran expresamente la autoridad del Gobernador. Con esto ha concluido la intranquilidad en Sinaloa, volviendo el Estado a su vida normal”. (Cámara de Diputados, 2006, 10). La situación se complicó al grado de que el congreso ordenó, el 4 de julio de 1917, que los poderes del Estado se trasladarán a Mazatlán. Finalmente, la XXVII Legislatura local expidió una nueva constitución firmada a las 6:30 de la tarde del 25 de agosto gracias a la cual Iturbe tomó posesión legal del gobierno. Eran diputados del congreso: Ingeniero Emiliano Z. López, Pedro L. Gavica, Arnulfo Iriarte, Diego Peregrina, Genaro Noris, Serapio 42
  • 43. López, Félix A. Mendoza, Leopoldo A. Dorado, Susano Tiznado, Manuel María Sáiz, Julio E. Ramírez, Alfonso Leyzaola, Miguel L. Ceceña y Fernando Martínez. Su gobierno fue muy agitado y no terminó su periodo. Pidió una primera licencia del 7 de agosto al primero de diciembre de 1919 en que fue sustituido por Eliseo Quintero; retoma el poder de la última fecha al 31 de diciembre y ante una nueva licencia, sin regreso, ocupa el cargo Miguel L. Ceceña. Iturbe presentó ante la citada XXVII Legislatura, con fecha del 14 de marzo, su primer informe de gobierno correspondiente al periodo transcurrido del 15 de septiembre de 1917 al 15 de marzo de 1918. De entrada, se propuso mejorar la administración pública, para lo cual dispuso que todos los empleados del Gobierno concurrieran al Colegio Civil Rosales, cuando menos una hora diaria, para hacer estudios de Español, Teneduría de Libros, Aritmética Mercantil, Mecanografía, Taquigrafía y Economía Política, en el concepto de que la asistencia a los cursos es obligatoria, por lo menos a dos de ellos, y de que las calificaciones serían tomadas en cuenta para los ascensos y promociones. Como los empleados, en su mayoría, no correspondieron a los buenos propósitos del ejecutivo, se giraron órdenes terminantes para que asistieran puntualmente a los cursos o fueran sustituidos por personas competentes e ilustradas. Al inicio de la gestión hubo problemas derivados del movimiento revolucionario. En algún momento se acentuó la crisis agrícola con la consecuente falta de alimentos. Iturbe informó que durante su gobierno Sinaloa se convirtió en un verdadero granero para la República, por sus cosechas abundantes, “más abundantes que nunca”. Se realizaron elecciones 43
  • 44. para las presidencias municipales durante las cuales se registraron problemas en algunos municipios, especialmente en Mazatlán. Hubo una epidemia de viruela, propagada por gente procedente de Nayarit, ante la cual se tomaron medidas preventivas, a pesar de no contar con presupuesto. También correspondió a Iturbe enfrentar una pandemia de gripe o “influenza española”. “A su llegada a esta entidad, la ‘gripe hispana’ ya llevaba algunos meses de haber aparecido en México, y aunque este hecho era conocido por las autoridades y la población, no se le había dado la importancia debida y, por lo tanto, no se habían tomado las precauciones necesarias. Pronto se habrían de constatar las consecuencias, pues, en un lapso de alrededor de un semestre, el flagelo afectó a gran parte de la población del estado y los muertos alcanzaron la cifra de 20 mil. (Valdés, 2002, 41). En Guasave ocurrió el siguiente incidente: el 6 de noviembre, por razones de orden e higiene pública, acordó el Ayuntamiento que los chinos se retiraran a vivir en un lugar alejado del resto de la población, para que no ejercieran el comercio. Iturbe se opuso para evitar peticiones de amparo y gestiones diplomáticas, asuntos exclusivos del gobierno de la República, y porque había un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación del 30 de junio de 1900 entre México y el Imperio de la China. Se cerró el incidente. La educación del pueblo, máximo monumento a la Revolución Desde la óptica del gobernador, plasmada en el informe, “la situación actual de la Instrucción Pública es un tanto más halagadora que cuando tuve la honra de leer ante vosotros mi último informe. Sin embargo, a pesar de los 44
  • 45. esfuerzos hechos para mejorar el servicio de la instrucción popular — esfuerzos que todos vosotros conocéis— los resultados han sido poco favorables en virtud de trabajos de reorganización de otra índole y de la crisis económica que afortunadamente pudo conjurarse a tiempo; pero que, en el momento de decidir sobre el asunto de Instrucción, se hallaba en su apogeo”. (Iturbe, 1917). El 20 de septiembre Iturbe presentó un proyecto sobre Instrucción Pública, elaborado en sus bases más generales por la Junta Pedagógica y con fecha 29 de diciembre quedó promulgada la ley respectiva 6 que previene que la instrucción depende del Gobierno del Estado y no de los Ayuntamientos. Se creó la Dirección General de Educación, desde el primero de enero de 1918 y se giraron importantes circulares para determinar bien y claramente la intervención que a los Ayuntamientos y al Estado corresponde en la organización escolar. Económicamente las escuelas dependían todavía de los municipios, los cuales, por carencias de recursos económicos se habían abstenido de abrir todas las escuelas necesarias para la educación del pueblo y en muchos casos se veían en la penosa necesidad de no pagar puntualmente los salarios del personal docente de sus planteles. Ante las bases económicas tan inseguras sobre que descansaba la Instrucción Pública del Estado, las condiciones técnicas no pueden ser muy favorables. Se imponía, por tanto, la necesidad de concentrar la Instrucción Pública bajo la inmediata dirección y vigilancia de la Dirección General del Ramo, en los términos que se habían proyectado. 6 La Ley Orgánica de Educación Primaria del 29 de diciembre de 1917, un adelanto para la época. 45
  • 46. Iturbe puso especial atención al hospicio “Francisco I. Madero”, donde cursó sus primeros y únicos estudios y que hubo de abandonar por falta de recursos económicos. Era una institución particular fundada para beneficio de los huérfanos de la revolución a la cual —igual que al primer alumno— bautizó con el nombre del apóstol de la revolución. Explica que de cierta manera, el hospicio dependía también de la Dirección General de Educación Pública, y estaba dando ya magníficos resultados, gracias al apoyo recibido por la Cámara de Diputados, que le concedió una subvención de 17 mil 781 pesos anuales, cantidad que sirvió para ayudar a cubrir los gastos más urgentes, con lo que quedaba así asegurado el porvenir de ciento veinte asilados, que encontrarían en dicho establecimiento las armas necesarias para luchar honradamente por la vida. Por cuanto a la instrucción primaria y superior, si bien es cierto que se han logrado grandes ventajas durante los pocos meses del gobierno, también es verdad que este servicio dejan aún mucho que desear. “Y si os digo esto, no es únicamente para hacer alarde de franqueza, sino para recordar en vuestro ofrecimiento y reiterar el mío de trabajar con ahínco para levantar entre todos el monumento más grandioso de un gobierno emanado de la revolución: el monumento eterno a la educación de las masas”. (Iturbe, 1917), La educación secundaria, preparatoria y profesional se impartía en el Colegio Civil “Rosales”, que después de sufrir mucho durante la pasada revolución, entró en un período de auge, gracias a la hábil dirección del doctor Bernardo J. Gastélum, quien seleccionó al profesorado y estudió las medidas más convenientes para satisfacer las necesidades del Estado, con programas de estudios sujetos a la crítica de personas de reconocida aptitud. 46
  • 47. Además, por conducto de la Secretaría de Gobierno, presentó algunos proyectos más, tales como el que tiende a la organización de la Universidad de Sinaloa, concediéndole su autonomía; y el de la ley Orgánica… “un asunto de verdadera importancia, de cuyo resultado está pendiente toda la intelectualidad sinaloense”. (Iturbe, 1917). El presupuesto con que se contaba era tan bajo que el gobierno tuvo algunas dificultades para cubrir las pensiones de los jóvenes sinaloenses Antonio Yuriar y José Salazar, que estudiaban en la Escuela Forestal de México, pensionados por el Estado. Según los informes rendidos por los Ayuntamientos, funcionaban en el Estado 186 escuelas elementales, con organización perfecta en su mayoría. En el puerto de Mazatlán funcionaban regularmente dos escuelas superiores, una de niños y otra de niñas, y en su gestión se establecieron en Culiacán los cursos de sexto año para niñas y quinto año para niños. Solamente en las ciudades de Mazatlán y Culiacán han existido escuelas nocturnas para obreros, dos en la primera ciudad y tres en la segunda, servidas por cinco maestros y teniendo en total una asistencia de 350 obreros por término medio. El personal docente está integrado por cerca de 400 empleados, entre los que se cuentan algunos profesores normalistas. El total de educandos que acuden a las escuelas asciende a 17,531, siendo 7,842 niños y 9,689 niñas. Para remediar todos los males de que adolece el ramo de Instrucción Pública, puso a consideración de la Cámara algunos proyectos de Ley, entre los que se cuenta uno de ampliación al presupuesto de egresos. 47
  • 48. Para terminar la parte del informe en el rubro de la Instrucción Pública, mencionó el hecho de que, durante el último año de 1917, se adquirió para el estado en la suma de $14,625.00 oro nacional, el edificio llamado “La Gran Duquesa”, que entonces ocupaba la Escuela “Morelos” de Mazatlán. La suma en cuestión fue pagada por el gobierno federal como abono a la deuda que tiene reconocida a favor de Sinaloa. Se elige a la XXVIII legislatura del Congreso de Sinaloa que estuvo en funciones del 15 de septiembre de 1918 al 14 de septiembre de 1920, la cual quedó integrada por los siguientes diputados: Miguel L. Ceceña, Fernando B. Martínez, Rosendo Olea, Carlos Castro, Serapio López, Eliseo Quintero, Epitafio Osuna, José Arce Lizárraga, Alfredo Ibarra, Leopoldo a. Dorado, Andrés Magallón, Adolfo V. Rivera, Pedro Cázares, Genaro Noris y Pedro L. Gavica. Ante esta Legislatura, Iturbe rinde otro informe de actividades durante el periodo comprendido del 15 de marzo de 1918 al 16 de septiembre del mismo año. Anuncia la solicitud para nuevas municipalidades de las comunidades de Los Mochis, Quilá, Villa Unión, Pánuco y Cacalotán y sobresale la atención que el Gobierno del Estado pone en el combate a los vicios del juego y la embriaguez arraigados en el pueblo y que tenían un carácter endémico en toda la República. Argumenta el informe: “Habrán de pasar todavía algunas generaciones antes de que se desarraiguen estos males del pueblo mexicano. Personalmente, este Ejecutivo no tiene gran fe en las disposiciones prohibitivas y sí gran confianza en la 48
  • 49. educación, la prédica y el ejemplo para hacer desaparecer estos vicios. En vista de que el juego se practicaba día a día en forma más descarada, este Ejecutivo se vio obligado a recordar a las autoridades municipales las disposiciones consignadas en el Código Penal que prohíben los juegos de azar; al mismo tiempo se recomendó que principiaran una tenaz y enérgica campaña contra el juego, y si bien no se ha extirpado el mal, cuando menos se ha conseguido que no se practique en la forma en que venía haciéndose. La Junta organizadora del VI Congreso Médico Nacional ha dado principio en todo el país una campaña contra el alcoholismo y desde luego este Ejecutivo ha secundado sus nobles propósitos dictando las medidas que pueden dar un buen resultado en Sinaloa”. (Iturbe, 1918). Tan grave se consideraba este mal que se giró una circular a los ayuntamientos para que cooperaran en la forma que crean más conveniente a combatir el vicio de la embriaguez; se dictó un acuerdo a todos los departamentos gubernativos para que en sus reglamentos fijaran como motivo inmediato el cese a todo empleado que acostumbre bebidas embriagantes y la Dirección de Educación giró circular al profesorado advirtiendo que la embriaguez, aunque no sea consuetudinaria, se tendría como motivo de destitución de empleo. Incluso, había un proyecto para combatir la embriaguez a través del cine, para lo cual había arreglos con empresas cinematográficas de la capital de la República. En este periodo, el 27 de agosto de 1918 para ser más preciso, fue fusilado Arturo Butchart. Iturbe explicó a Héctor R. Olea cómo se suscitaron los hechos: 49
  • 50. “Butchart era de mi escolta siendo yo gobernador. En unión de otro oficial falsificaron vales míos a la Tesorería (que yo pagué después). Al consignar el hecho a las autoridades judiciales los metieron a la cárcel. Junto con otros oficiales, se levantaron, echaron fuera a todos los presos, aprehendieron al jefe de la guarnición, saquearon el comercio, tomaron un tren y estaban cargando todo en el tren. Pude reunir entretanto unos soldados. El jefe de la guarnición, coronel Regino González, de las fuerzas del general Carrasco, se escapó de donde lo tenían preso y se me presentó con ocho hombres. El coronel Carlos Espinosa, que acababa de llegar con 25 hombres, los atacó en la estación y los derrotó, cayendo prisionero Butchart, entre otros y fue fusilado. Su familia era muy amiga mía”. (Olea, 1993, 171-172). El relevo por Eliseo Quintero y el plan de Agua Prieta Los enemigos estaban prestos para la sublevación contra el gobierno de Iturbe lo que en parte fue causa de que no terminara en septiembre de 1920, pero con el argumento de hacer gestiones a favor de las finanzas del estado, el 7 de agosto de 1919 pidió licencia al Congreso para viajar a México. La estancia se prolongó hasta diciembre y su ausencia fue cubierta por el diputado y mayor Eliseo Quintero Figueroa. ¿Cómo ocurrió este cambio? Cuauhtémoc Cortez explica que el mayor Quintero era un hombre de las confianzas de Iturbe. Prácticamente lo hizo candidato y diputado por Badiraguato sin consentimiento expreso. Quintero no aceptó la propuesta, pero en mayo de 1917 se encontró con la novedad de que ya era diputado electo. 50
  • 51. Al terminar el periodo constituyente —añade Cortez— fue propuesto de nuevo para diputado por elección popular, en esta ocasión por un partido formado en Badiraguato. Le comunicaron la noticia de su postulación “y como ya me había gustado el manejo de la cuchara les dije que estaba bueno. Ya me había amansado un poco” (Cortez, 1979,26), se sinceraba Eliseo. Lo más sorprendente estaba por llegar: de diputado se convirtió en gobernador interino del Estado del 7 de agosto al 1º de diciembre de 1919. Quintero le explicó a Cuauhtémoc Cortez cómo ocurrieron los hechos: “Y esto fue una mera casualidad —dijo con energía—. Fueron las circunstancias del momento las que permitieron llegara al gobierno sin tener méritos propios”. Estaba un día en el Congreso sesionando cuando llegó Iturbe a pedir permiso para salir a la capital al arreglo de asuntos relacionados con las finanzas estatales, pues la tesorería estaba en bancarrota, pidiendo asimismo le nombraran al general Juan Carrasco como interino. Éste se encontraba en Mazatlán como comandante militar. El presidente del Congreso le dijo que no podían nombrar a Carrasco. Ante la negativa, Iturbe pidió entonces le nombraran al coronel Solís, que era el presidente municipal de Mazatlán, pero también fue rechazada esa propuesta. El presidente del Congreso le señaló que había un militar dentro de la cámara y ese único militar era Eliseo. Pero el general no dijo nada y se fue. Al día siguiente por la mañana recibió Eliseo una tarjeta del general invitándolo a un paseo por San Lorenzo. Ya en el camino le dijo del viaje a la ciudad de México para entrevistarse con don Venustiano Carranza y tratar el asunto de algunos fondos que el Estado tenía con el gobierno federal. “Yo exijo un militar 51
  • 52. para que se quede en mi lugar y el único militar del Congreso es usted. Mi objetivo es pedirle que acepte”. —¡Está usted loco, mi general! “¡No. No lo estoy. Estoy perfectamente de la cabeza!”. —¡Entonces cómo se atreve usted a proponerme un cargo de alto nivel cuando conoce bien mi capacidad y mis posibilidades! Yo no estoy dispuesto a levantar la carga que no puedo. Mis fuerzas no me lo permiten y no puedo hacerlo. Al día siguiente, al llegar al Congreso, ya se conocía su decisión ante el general. Se realizó una junta para pedirle cambiara de parecer. “¡Es usted diputado! Aceptó como tal y protestó cumplir con sus deberes y las labores del Congreso… El Congreso, por lo tanto, lo nombra a usted gobernador durante la ausencia del general”. —Pues si ustedes me lo imponen, vamos a compartir las responsabilidades y el ridículo. Lo vamos a repartir en tres: en el Congreso porque me nombran; en el general porque entrega a quien no debiera; y en mi por aceptar”. (Cortez, 1979, 26). Duró cuatro meses en su interinato y en ese tiempo siempre buscó el imperio de la ley en una situación política difícil por la lucha entre grupos y aspirantes al poder que habían surgido a raíz de la revolución que aún no concluía. Iturbe regresa a Sinaloa y asume el poder hasta el 31 de diciembre de 1919, pero intempestivamente presenta a la Cámara de Diputados un permiso para separarse del gobierno por tiempo indefinido. Ya no retorna. El diputado 52
  • 53. Miguel L. Ceceña cubre el período del 31 de diciembre de 1919 al 20 de abril de 1920. José María Figueroa sostiene que “Obregón y Ángel Flores, sus enemigos irreconciliables, no lo dejaban vivir y gobernar en paz. Luego, muerto Carranza en mayo de 1920, de quien ya era amigo y se había convertido en su protector político, lo dejan desguarnecido a merced de los que tenían en este tiempo el sartén por el mango. Su encono y diferencias abismales con Álvaro Obregón surgieron de su espíritu rebelde, que no transigía con menoscabos a sus bien ganados méritos militares. Un poco o mucho de egolatría; pero así era el hombre y nadie se lo pudo quitar. Iturbe se sintió dolido cuando Obregón fue nombrado jefe de la Primera División del Noroeste. Consideraba que tenía más derechos para ello que el sonorense, por su antigüedad en las armas, por las batallas libradas y por haber sido uno de los primeros soldados ascendidos al grado de general. (Figueroa, 1989, 70). Cercana la sucesión presidencial, Venustiano Carranza pretendió imponer la candidatura del ingeniero Ignacio Bonillas, contra la de Álvaro Obregón y la de Pablo González. Otra vez el fantasma de la guerra civil se cierne sobre México y en especial sobre Sinaloa, por estar tan cerca de Sonora. Ante la postura de Carranza, el general Plutarco Elías Calles renuncia al gabinete y junto con un grupo numeroso de revolucionarios —Obregón entre ellos— suscriben, el 23 de abril de 1920, el Plan de Agua Prieta, desconociendo el gobierno de Carranza. Iturbe, en una extensa carta a Obregón, le comenta: “No salgo yo de mi asombro al ver que usted, con su nombre y su prestigio, que han sido para mi 53