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RAMÓN FUENTES ITURBE:
Luces y sombras de un rebelde
AUTOR: JUAN LIZÁRRAGA TISNADO
Mazatlán, Sin. Noviembre de 2009
2
ÍNDICE
Presentación............................................................................................................2
1. Magia, rebelión y astucia...................................................................................4
Las dos fuentes de Ramón F. Iturbe y su religiosidad infantil...........................4
Temprano peregrinar hacia la capital.................................................................7
La “Aurora” de Mazatlán...................................................................................9
¡Vienen los ferrelistas! La juventud en armas con Madero .............................11
El sitio y la primera toma de Culiacán.............................................................16
Lucha con Obregón, por Carranza y contra Huerta .........................................23
Segunda toma de Culiacán y sitio de Mazatlán ...............................................26
Lealtad al constitucionalismo y a Carranza .....................................................34
2. La gloria del poder y el infierno de la derrota ..............................................40
Primera batalla política: Gobernador Constitucionalista de Sinaloa ...............40
La educación del pueblo, máximo monumento a la Revolución.....................44
El relevo por Eliseo Quintero y el Plan de Agua Prieta...................................50
La fortuna a la sombra del poder político ........................................................57
Derrota militar y exilio en Los Ángeles...........................................................64
La indulgencia del presidente Lázaro Cárdenas ..............................................71
Segunda batalla política: diputado federal por el cooperativismo..................76
El Frente Constitucional Democrático Mexicano, ¿ultraderechista?...............82
Campaña para gobernador en el almazanismo y viaje a Japón........................91
La última guardia en honor a sus restos mortales............................................97
3. La presencia de la mujer ...............................................................................103
Mujeres en la revolución y el “Estado mayor de Iturbe”...............................103
Marina Soto y la madre de Lupe....................................................................107
Mercedes Acosta, centro de la familia nuclear: ............................................109
Luisa Marienhoff, capitana del amor y de la fraternidad universal ...............116
4. Ramón F. Iturbe, cultura, religiosidad y humanismo ................................120
Filosofía y política .........................................................................................120
Cristiandad y cosmovisión religiosa..............................................................123
Esoterismo y naturismo..................................................................................127
5. En conclusión: ¿En verdad fue General de la Revolución?.......................132
Fuentes consultadas ...........................................................................................137
Anexo. Ramón Fuentes Iturbe en gráficas ......................................................140
3
PRESENTACIÓN
La estatura histórica y el valor humano del general Ramón Fuentes Iturbe no
han sido justipreciados en su verdadera dimensión. La audacia con que acometió las
batallas militares en que participó desde su muy temprana juventud, y el fervor y la
lealtad característicos de los actos políticos de su madurez, rayan en la leyenda y en la
novela; su vida personal, impregnada de misterio y de los más puros y positivos
valores sociales, son ejemplos para la juventud actual. La inquietud por hurgar en la
vida del general, inició desde 1993, por las razones anotadas.
Se presenta aquí un ensayo anecdótico en el que a veces se recurre al diálogo.
No es el objetivo convencer a nadie de que las ideas o los actos de Iturbe eran correctos
o merecen ser condenados. Tampoco hay un interés o propósito estrictamente
académico, aunque pudiera parecerlo, por la formación del autor. Se trata de hacer
públicos, de divulgar, hechos y anécdotas del personaje para que cada quien emita el
juicio que más le plazca o el que considere pertinente.
Las bases de la estrategia con que se estructuró el trabajó las proporcionó el
propio biografiado: en una de sus muchas entrevistas concedidas a la prensa, explicó
que “la Revolución está ya bastante bien contada y analizada. Si usted ve el parte de
una batalla puede conocer todos los movimientos de los adversarios y enterarse del
número de bajas y demás detalles de esta especie. Sin embargo, la anécdota, que no
figura en esos partes, es una pieza esencial para entender la época. La anécdota es viva.
Comunica mucho más que las cifras bien alineadas. Por eso yo he preferido contarle
anécdotas, decirle cómo éramos, cómo pensábamos”.
También influyó la experiencia que se tiene sobre la historia de vida como una
forma del método narrativo y el conocimiento de la elaboración del ensayo anecdótico.
Igualmente está presente el oficio periodístico que se ejerció durante casi dos décadas:
el reportaje y la crónica histórica, armados con profusión de datos, producto de la
revisión de documentos y de entrevistas, mezclados para convertirse en una red de
ensayos que constituyen el ensayo general. Son conversaciones, relatos, del sujeto
principal o de personas directamente involucradas en su vida y en el contexto que
rodeó su actuar, desde fines del siglo XIX hasta 1980.
El ejercicio hermenéutico, en sentido ortodoxo, está ausente, sin embargo, hay
una gran carga de subjetividad en la selección —y discriminación— de los datos (los
hechos, los personajes) y en el orden seguido tanto cronológico como temático, sin
demérito de la veracidad de fechas y nombres.
4
Iturbe fue un hombre de luces y sombras. Como todo ser humano, fue un ente
complejo, unidad y diversidad, un homo sapiens-demens-fabers, por ello aquí se
expone su individualidad, y autonomía, pero también la identidad del joven de clase
humilde con el momento que le tocó vivir, al participar, con voluntad y conciencia, en
el movimiento armado que hace cien años sacudió al país, hecho igualmente complejo
y controvertido como el propio Iturbe.
Por la forma en que se estructuró el trabajo, podría dividirse en dos partes, una
cronológica biográfica que incluye los dos primeros capítulos, y otra temática, en la
cual se abordan asuntos con los cuales se identificó y a la vez identifican a Ramón F.
Iturbe.
En el primer capítulo se ofrecen datos del primer accionar de Iturbe en la vida,
su traslado a Culiacán, donde influenciado por las enseñanzas de Madero, tanto
políticas como espiritistas, participó en el primer brote revolucionario de Sinaloa, en su
casa, para ser más específico; luego en las primeras batallas y en casi todos los
combates que se sucedieron durante la Revolución, donde hace manifiesta su lealtad a
Madero, a Carranza y a su único jefe inmediato, Álvaro Obregón. En el segundo
capítulo se describen sus batallas políticas y por la vida, como gobernador y como
diputado federal; su compromiso con la educación del pueblo y con el cooperativismo
como movimiento reivindicador; sus fallidas batallas militares electorales y exilios,
hasta su muerte en un hospital militar.
En el capítulo tres se da cuenta de la participación de la mujer, presente con
Iturbe en el campo revolucionario y en su vida personal: sus esposas y sus hijas.
Justamente, de su vida personal trata el cuarto capítulo: su formación cultural, su
religiosidad y espiritismo, su alma de poeta, su timidez y audacia, que termina con un
apartado, a manera de conclusión titulado “¿En verdad fue un general de la
Revolución?”, pues su vida no se asemeja a la de la mayoría de los personajes
sobresalientes de la Revolución Mexicana.
5
1. MAGIA, REBELIÓN Y ASTUCIA
Las dos fuentes de Ramón F. Iturbe y su religiosidad infantil
Ramón F. Iturbe nació el 7 de noviembre de 1889 en Mazatlán, Sinaloa.
Personalmente, Iturbe negó haber nacido en la sindicatura de Siqueros, en
respuesta a una pregunta específica que le hizo don Héctor R. Olea (1993,
168) y la versión oficial afirma que vino al mundo en el número 50 de la calle
San Germán (después Francisco Cañedo y hoy Canizales)1
.
El 12 de enero de 1890, el presbítero Don Miguel Elizondo —con
licencia del señor Cura y Vicario Don Miguel Lacarra, en la Santa Iglesia
Parroquial de Mazatlán— bautizó solemnemente y puso el Santo Óleo y
Sagrado Crisma, a un niño a quien dio el nombre de José Ramón. Sus
padrinos: Bentura Herrán y Petra Ochoa.
Hijo natural de Refugio Iturbe, su padre fue un señor apellidado
Fuentes, de origen chileno, quien lo registró a su nombre, pero la familia del
señor Fuentes no aceptó al niño ni a la madre. Conservó en la vida cotidiana
el apellido de su padre, más empezó a firmarse Ramón F. Iturbe, para evitar
que el apellido se extinguiera, a petición de un hermano de su madre que no
tuvo hijos y que se creía el último de los Iturbe, pues era el único varón de la
familia. Beatriz y Refugio, fueron dos medias hermanas mayores que Ramón;
después de él nacería Arturo, de apellido Sicairos.
Al paso de los años, la familia Fuentes visitó a Ramón para pedirle que
usara este apellido, pero él se negó a hacerlo y así, en la “F.” Quedó
1 La dirección donde nació se indica en su biografía de la página del Congreso del Estado de Sinaloa:
http://www.congresosinaloa.gob.mx/murodehonor2/ramon_iturbe.htm. Los distintos nombres de la
calle se exponen en la página http://www.vivemazatlan.com/index.php/Historias/Historia-y-
desarrollo-del-servicio-electrico-en-la-ciudad-de-Mazatlan.html.
6
escondida la primera fuente de Ramón. Entonces uno se pregunta, ¿cuál es la
segunda fuente?:
“Ramón, en el idioma de los eúzkaros, significa fuente”,2
le explicó
cierto día Ramón F. Iturbe al escritor colimense Juan Macedo (1984, 61)
camino a Cosalá. “De manera que soy una doble fuente”, agregó sonriente.
De su infancia en Mazatlán, Luisa Marienhoff y Mireya Iturbe,3
narran la
siguiente anécdota:
Doña Refugio Iturbe hacía “cuajada” —preciado antojo casero—, la cual
“se cortó” de pronto y para remediar las cosas ordenó:
—Busquen a Ramón. Debe haber pasado por aquí, la miró y se le
antojó, por eso se cortó. Dénsela a probar y luego que la menee un rato para
que se componga.
Así se hizo. La cuajada se compuso.
Un hecho común en tierras sinaloenses. Común, sí, pero también una
señal en la que se dibujaba el magnetismo y la fuerza mental de Ramón, un
niño delgado, larguirucho de apenas siete años de edad que aparentaba más
de diez, no solamente por su acelerado crecimiento físico, sino también por su
religiosidad y su carácter de observador agudo de la naturaleza y de todo
cuanto le rodeaba. Su religiosidad la manifestaba en los trazos constantes que
hacía de figuras semejando a la cruz cristiana, símbolo de vida desde tiempos
remotos, aunque no en sus visitas al templo. Sus ojos negros, ligeramente
oblicuos, que descansaban sobre una nariz sentada en una boca grande,
contemplaban fija, interrogativamente, al mundo. Religiosidad y filosofismo
eran en Ramón, a tan temprana edad, fe y acción.
2 Su origen es germánico y significa “protector”, “sensato”.
3 La primera, su segunda esposa, rescata datos biográficos de Iturbe en su novela “La Revolucionaria”
(Marienhoff, 1959), y la segunda, hija de general, fue entrevistada en Cuernavaca en 1993.
7
El contexto temporal remite a la última década del siglo XIX. Hasta
Mazatlán llegaban noticias periodísticas desde la ciudad de México que
informaban de los milagros de Teresa Urrea, nacida en Ocoroni y a quien sus
padres trasladaron de niña a Cabora, Sonora, donde curaba por medio de la
sugestión y la hipnosis. “La Santa de Cabora”, como la nombraron, sufría
ataques epilépticos seguidos de estados de coma por tres días, hecho que la
volvía más enigmática para sus seguidores. Tal era su fama que los vecinos
de Tomochic, Chihuahua se rebelaron contra el gobierno y visitaron a la santa.
El pueblo fue aniquilado, según lo narró el subteniente Heriberto Frías Alcocer,
partícipe involuntario y testigo de los actos de barbarie cometidos por la
soldadesca. Los indios del Río Mayo también se sublevaron al grito de “¡viva
la santa de Cabora!”.
En el último decenio decimonónico se respiraba en México una paz
precedida de hechos militares y políticos que años antes conllevaron a la
reorganización nacional y a la reelección presidencial de Don Porfirio Díaz al
grito de “no reelección” proclamado en el Plan de Tuxtepec.
La revuelta tuxtepecana se convirtió en gobierno local en la persona de
Francisco Cañedo, quien triunfó con las dos terceras partes de los votos
contra Andrés L. Tapia, candidato de la entonces imposición. A más de ser
popular, Cañedo era amigo de don Porfirio Díaz.
Don Ángel Viderique, originario de Guanajuato, al frente de la Banda de
Música del Estado, alegraba a la multitud que se congregaba en la plaza
principal de Culiacán, donde estrenó “La Valentina” y “La Adelita”4
, que luego
los revolucionarios sinaloenses llevarían a todo México para convertirlas en
4
“La Adelita” no es hija legítima de la revolución, es la hija adoptiva que, con su hermana “La
Valentina”, constituyó la dualidad emocional y romántica de aquella”, Ramón R. Richard. (Flores
Villela, 1990, 344)
8
himnos de la Revolución. Eran melodías salidas del pueblo, como “Heraclio
Bernal”, “El Abandonado”, “El Cuervo”.
Temprano peregrinar hacia la capital
A Ramón le dolía que su madre trabajara en los menesteres más
humildes para mantenerse. Le dolía también someterse por un bajísimo jornal
a la ruda labor del campo. Tenía que trabajar como hombre, de sol a sol, para
cobrar como niño. Junto a la rebeldía contra esta situación, en su mente se
incubaba el ideal de hacer fortuna, de ser rico.
Quería estudiar, pero empezó a trabajar en el almacén de un cuñado,
esposo de la hermana mayor, porque éste le ofreció mandarlo a la escuela si
se iba con él a trabajar. Y tuvo que hacerlo para sostener a su madre y a sus
tres medios hermanos. La familia salió de Mazatlán rumbo al centro del Estado
para radicar un tiempo en el rancho El Obispo, por el antiguo Camino Real, de
ahí se trasladó a Salsipuedes, donde pasó parte de su infancia, estuvo en
Oso, en Quilá y el peregrinar frenó un poco en Alcoyonqui de donde luego
partiría a Culiacán por instancias del cuñado.
A los catorce años de edad, Ramón F. Iturbe se había desempeñado
como mandadero, dependiente de tienda de abarrotes, vendedor de
mercancías de poco valor, trabajador de artículos de cueros para arreos de
montar y otras actividades parecidas.
De chico, Iturbe oyó decir a una viejecita que quien consiguiera hacerse
de un cinturón de cuero de león y se lo pusiera sobre la piel, bajo la ropa,
jamás tendría miedo de nada. Él lo consiguió y se lo ponía. Sugestión o
magia, el uso de este cinturón lo hizo ser valiente, arrojado por toda su vida y
9
cuando pasado el tiempo le elogiaban su valor en la batalla revolucionaria,
explicaba que todo se lo debía al cinturón de león.
En Culiacán conoció la escuela. Cursó hasta el tercer o cuarto año de
primaria, a la sombra del maestro Tello de Meneses. Aprendía de prisa, con
avidez y en su ansia por aprender ingresó al Seminario Conciliar de Sinaloa.
Debía cubrir una cuota de dos pesos con cincuenta centavos al mes y al serle
imposible cubrir la colegiatura, lloró amargamente en los viejos portales del
Seminario, haciéndose la siguiente interrogación:
—¡Dios mío!, ¿por qué los pobres no podemos estudiar como los ricos?
¡Aprendió a leer y se convirtió en un lector voraz! La meditación
acompañaba a la lectura. Por horas y horas clavaba su mirada al cielo.
Mientras estudiaba las propiedades de las hierbas medicinales y astronomía y
su influencia sobre los seres, observaba sin cansancio los fenómenos de la
vida material y espiritual, los fenómenos del cosmos y realizaba toda clase de
experimentos.
Combinaba ese estudio con el trabajo. En Alcoyonqui, a duras penas
levantó un comercio de abarrotes. Instaló su tienda. Contrató un dependiente
para que la atendiera mientras él ambulaba por diferentes zonas realizando
transacciones comerciales entre los campesinos, con quienes hacía sus
primeros ensayos con hipnotismo curativo que le atraía enfermos y pobres
agradecidos, porque no acostumbraba cobrarles, aunque el hipnotismo le
llamó la atención poco tiempo, pues se opuso siempre a que se enajenara la
voluntad de las personas, aun cuando se utilizara en beneficio de ellas
mismas. En cambio, atrajo más su interés el magnetismo humano y su
influencia en la curación.
10
En estas excursiones por los campos aledaños a Culiacán pudo
comprobar que sus manos se enriquecían con el maravilloso don de la
curación magnética.
Su alma contemplativa, su mente interrogadora, su ansia de saber y
sus contactos directos con la injusticia y la desigualdad social, hicieron de él
tierra fértil para que brotara la semilla del cambio revolucionario que a lo largo
del país se gestaba.
La “Aurora” de Mazatlán
Al final del siglo XIX, el liberal Juan Jacobo Valadés prestó insustituibles
servicios médicos a la sociedad sinaloense y quiso que sus hijos estudiaran
medicina en Guadalajara. Éstos, sus hijos Juan y Francisco, al igual que Juan
Jacobo, instalaron en Mazatlán la Botica Central, en cuyo traspatio Juan
Jacobo gustaba de reuniones en las cuales se disertaba sobre asuntos
literarios. Cultos personajes, que luego lo serían de la poesía, del periodismo,
de la administración, se daban cita en las tertulias. Entre estos: Manuel
Bonilla, Esteban Flores, José Berumen, Amado Nervo, Martiniano Carvajal,
Vicente González, Ángel Beltrán, Juan Sarabia, Jesús Gómez, Manuel Manzo,
destacando entre ellos José Ferrel Félix, primo hermano de Juan y Francisco
Valadés, quien pese a su corta edad había sido soldado, comerciante, marino
conspirador, tribuno y amanuense.
La tertulia llevó a la fundación de la Sociedad Aurora y en la trastienda
de la botica las reuniones literarias y sociales se hacían con más frecuencia y
comenzó a participar en actos cívicos, en funciones con fines patrióticos, de
11
caridad o con propósitos artísticos, con el talento destacado de Ferrel, quien
había nacido en Sonora y que, por ocasiones, se ausentaba de las tertulias.
Francisco Valadés, al tiempo que acrecentaba sus ideas, se asociaba
con el acaudalado empresario Andrés Avendaño y con la idea de crear una
empresa editorial funda la sociedad mercantil “Valadés y Compañía
Sucesores”, la cual compró a Miguel Retes el periódico “El Correo de la
Tarde”.
La botica se convirtió en Droguería Central y funcionó en un edificio que
por la calle Belisario Domínguez, entonces Principal, construyó el ingeniero
Francisco Guarneros, esposo de Cristina Ferrel, edificio donde también se
instaló el periódico, una librería y talleres de grabado, encuadernación y
rayado de papel.
El Correo de la Tarde dejó de ser una simple gacetilla literaria de
información local. Se convirtió en un periódico de opinión. Francisco Valadés
consultó al periodista José Ferrel y finalmente éste le recomendó a Heriberto
Frías, quien en 1906 llegó a Mazatlán para hacerse cargo de la dirección del
periódico.
Heriberto Frías enriqueció la tertulia que se convirtió en una peña
donde se discutía de política. Frías mantenía correspondencia con Francisco I.
Madero, iniciada como un intercambio de publicaciones. En “El Correo” del
puerto se publicaba “La sucesión presidencial” de Madero y en “La Opinión”
de Coahuila se daba a conocer “La Rebelión de Tomochic”, de Frías. Además,
Frías se comprometió a vender el libro de Madero en Mazatlán y de aquí a
todo el Estado de Sinaloa. (Valadés, 1985, 45-58).
12
Fue así como un ejemplar de “La sucesión presidencial” llegó a manos
de Iturbe, quien desde ese momento se convirtió en un soldado de la
antirreelección y en un maderista convencido, difusor elocuente y entusiasta
de las ideas de don Francisco I. Madero, quien lo cautivó no solamente por
sus ideales políticos, sino también por su espiritismo: después sería un
fervoroso lector del “Manual Espirita”, que el apóstol Madero escribió en 1911
con el pseudónimo de Bhima, uno de tantos libros de cabecera de Iturbe.
¡Vienen los ferrelistas! La juventud en armas con Madero
“Al Sr. Gobernador interino Lic. Eriberto Zazueta, Culiacán.
“Con profunda pena acabo de recibir telegrama de Ud. En que me
participa el fallecimiento del señor gobernador general Francisco Cañedo.
Haga usted que se le tributen los honores que corresponden a su alta
jerarquía.- Porfirio Díaz”.
La anterior fue la respuesta del presidente de México a la comunicación
antes recibida del gobernador interino de Sinaloa al anunciarle la muerte de
don Francisco Cañedo, ocurrida el 5 de junio de 1909, quien estuvo al frente
del Estado por 32 años, merced a arreglados interinatos. Con los honores
correspondientes, Cañedo fue sepultado el 8 de junio y el 14 del mismo mes
se convocó a elecciones, que debían realizarse el 8 de agosto para que el
vencedor terminara el periodo de Cañedo el 26 de septiembre de 1912.
El día de las elecciones, domingo por la mañana, los habitantes de
Culiacán vieron asombrados entrar a la ciudad a un joven alto y moreno al
frente de un grupo de rancheros que llegaban a votar. “¡Ahí vienen los
ferrelistas!”, se oía por todas partes. Eran los rancheros de Alcoyonqui
13
entusiasmados y convencidos por Ramón F. Iturbe de que una nueva era se
acercaba para ellos y para Sinaloa. El porfirismo estaba por caer. Había que
votar contra Diego Redo, el candidato continuador de Porfirio Díaz en Sinaloa
y a favor de José Ferrel Félix, el candidato del pueblo opositor.
Iturbe así lo entendía. Sus observaciones sobre el porfiriato le hacían
concluir que los métodos no eran los adecuados para el desarrollo cívico de
México, del pueblo sinaloense que en esta contienda, al dar su voto por el
ferrelismo, se enfrentó abiertamente al presidente Porfirio Díaz mediante el
rechazo de la candidatura de Diego Redo para gobernador del Estado.
Los resultados fueron frustrantes. En el distrito del cual era cabecera
Culiacán, donde se tenía una lista de 7 mil votantes, el candidato oficial obtuvo
9 mil 399 votos, contra sólo 804 de José Ferrel Félix. Fue una votación
fraudulenta, inflada a favor de Redo.
En julio de 1910, el proceso electoral por la presidencia de la Repúbica
fue también un fraude evidente en todo México, donde las condiciones de
existencia eran cada día más miserables para la mayoría de la población que
día a día se rebelaba contra el gobierno sempiterno de Porfirio Díaz y su
sistema de acabar con la oposición mediante el asesinato selectivo, como
ocurrió con Gabriel Leyva Solano el 13 de junio de 1910, en la Villa de
Sinaloa.
Entusiasmado por las enseñanzas de Madero en “La Sucesión
presidencial”, Iturbe no vaciló en atender al llamado del Plan de San Luis,
promulgado en Texas, a donde Madero había huido de la prisión que sufría en
San Luis Potosí. Ante el fraude electoral ocurrido en todo el país, Madero
14
llamó a levantarse en armas a las 6 de la tarde del 20 de noviembre de 1910.
Un grupo de jóvenes temerarios atendió el llamado.
Iturbe relata que fue uno de los primeros que se levantaron en armas
en Sinaloa. Sus razones eran muy claras: “El pueblo tenía hambre y sed de
justicia y quería terminar con su miseria a través de las reformas que proponía
Madero. Además deseaba un cambio de gobierno que acabara con la
dictadura de Porfirio Díaz, causa de nuestra situación. En esos tiempos un
peón del campo recibía el pago para toda su familia, un almud de maíz y un
cuarterón de frijol (unos cuatro kilos) para la semana. Su sueldo era de tres
reales diarios (treinta y siete centavos) trabajando de sol a sol en Sinaloa y en
Jalisco 18 centavos. Había días en que solamente comíamos tortillas con
agua de chile y cebollas. La pobreza era espantosa. Fue el motor de la
Revolución. Los peones eran tratados como animales por los ricos
hacendados”. (Tirado, 1982).
Entonces, el 20 de noviembre de 1910, al lado de otros jóvenes
intrépidos e idealistas —Juan Banderas, sinaloense, y Agustín Beltrán y
Conrado Antuna de Durango—, debía levantarse en armas en Culiacán. Tan
joven era Iturbe, que para los demás conjurados era apenas un chamaco.
El golpe en Culiacán fracasó a causa de una denuncia. “Teníamos que
reunirnos en mi casa (calles Colón y Corona). El plan era que yo tomara la
penitenciaria echando fuera a los presos, para lo cual estaban comprometidos
los celadores y la guardia. Los otros deberían capturar al gobernador del
Estado Diego Redo durante un baile”.
Es Iturbe quien relata los hechos:
15
“En mi casa escondíamos las armas. A las once de la noche que yo
llegué noté que había luz por la única puerta que daba a la calle. La casa
debería estar cerrada y mi obligación era dar una contraseña. Cuando entré
no había nadie, ni mis amigos ni el parque. Los habían aprehendido. De
pronto se me aparecieron en la puerta cuatro policías. Yo les apunté con mi
pistola y ellos se barrieron por el suelo hacia fuera y escaparon. Cerré la
puerta inmediatamente y le puse una tranca. Estaba rodeado. Había una
salida por detrás, pero también estaba cubierta. Sin embargo, pude escapar.
De allí salió la leyenda de que yo tenía pacto con el diablo. Lo que pasó fue lo
siguiente: había luna llena y se proyectaban las sombras muy oscuras. En el
lado de atrás había una cocina a cuya sombra brinqué. Los policías estaban
pendientes de que yo saliera a la calle y yo decidí irme por el lado donde se
formaba aquella sombra. Escapé protegido por la mancha negra, saltando
bardas. Cuando ellos entraron a mi casa yo ya no estaba allí, me había
esfumado misteriosamente, según dijeron ellos”. (Tirado, 1982).
Una vez lejos de la casa, Iturbe huyó por el monte hacia Alcoyonqui,
donde tenía un compadre. Lo perseguían por toda la zona y cuando llegó a
Alcoyonqui ya lo habían buscado por allí policías disfrazados. Un compadre lo
escondió en el monte y desde el pueblo le llevaban la comida. Después se
dirigió a un riachuelo. Los miembros del Comité Antirreleccionista le enviaron
una carabina y parque. Anduvo escondido cerca de un mes, hasta que
consiguió un guía a quien armó y siguieron su viaje rumbo a Durango, donde
se encontró con sus compañeros Banderas, Antuna y otros.
Ya en el Estado de Durango hicieron su primer reclutamiento (17
hombres). Con ellos tomaron Tamazula, Durango, donde leyó junto a un
16
kiosko y a manera de adoctrinamiento, el Plan de San Luis, firmado por
Madero. Después tomaron Chacala, un pueblo minero. Ya para entonces
tenían 180 hombres. Las damas de Chacala le regalaron una bandera que
tenía, de un lado, la imagen de Hidalgo y, del otro, la Guadalupana. Iturbe ya
practicaba el espiritismo, pero era católico y creyente en la virgen de
Guadalupe. “Yo no era el jefe absoluto, no habíamos decidido quién debería
mandar y éramos en realidad cuatro jefes, pero las damas me hicieron el
regalo a mí”, dijo
“Juan Banderas era un hombre impulsivo y quiso tomar el mando
absoluto. Tuvimos un disgusto y por poco nos damos de balazos. Le propuse
que nos separáramos, consultando la voluntad de la tropa para que siguieran
al que ellos eligieran. Así lo hicimos y todos se vinieron conmigo. Beltrán
prefirió irse con Banderas, Antuna me siguió a mí. Tomamos rumbo a Topia.
Así, con grandes sacrificios, hechos y leyendas, se fueron formando mis
fuerzas”. (Tirado, 1982).
Tuvieron las primeras revueltas. “Entonces no sabíamos fusilar. El
señor Madero nos comunicaba a todos su espíritu de bienhechor. Ni
fusilábamos ni nada. Le aseguro que nuestras tropas no se llevaron de
aquellos pueblos ni un sarape”. (Reyes, 1966).
Madero reconoció éstas y otras proezas (como su habilidad para reunir
rebeldes) y el 22 de mayo de 1911, desde Chihuahua, le otorgó a Ramón F.
Iturbe el grado de general brigadier del Ejército Liberador.
—¿Cómo era Madero? —preguntó Beatriz Reyes Nevares a Iturbe más
de 50 años después de estos sucesos:
17
—Era el revolucionario por excelencia. Porque ser revolucionario no
equivale a empuñar un fusil y dispararlo. Para serlo se necesitan ideas. Se
requiere un deseo muy grande de transformar las cosas e implantar la justicia.
Y el señor Madero tenía esto. Se le ha reprochado que no tuviera aspiraciones
de reforma social. Me consta que las tuvo. Dicen que su origen (con aquello
de que su familia era muy rica) le impedía comprender el drama del campo. Le
aseguró que sí lo comprendió. Lo que pasa es que él sabía que no era posible
una modificación instantánea del orden establecido. Había que proceder
gradualmente. Y no le dieron tiempo. (Reyes, 1966, 38).
El 27 de agosto de 1963, relata: “el apóstol de la democracia, de alma
pura y transparente, de ideas filosóficas orientalistas, nos diría: ‘lo hecho, bien
hecho está’. Sin ser fatalista nos decía que la ley se cumple, que todo se
paga, si no en la misma existencia, en otra, pues creía en la reencarnación y
supervivencia del espíritu… para mí era un iluminado, que llevaba siempre el
bien en su corazón”.5
El sitio y la primera toma de Culiacán
Muy pronto se crearon mitos en torno a Iturbe, los cuales se
acrecentaron al paso de los años, como el denominarlo “el general de mil
batallas, que nunca fue vencido”.
Ante la periodista Beatriz Reyes Nevares, el general Iturbe desmiente
tal situación:
“Al principio de mi carrera tuve dos derrotas y las dos me las propinó un
coronel de nombre Luis G. Morelos a quien admiré mucho. Fueron derrotas
5
Discurso pronunciado el 27 de agosto de 1963, en el desayuno que ofrecieron los supervivientes civiles
y militares de la Revolución Mexicana al presidente Adolfo López Mateos.
18
que ni coraje me dieron, por lo técnicas y estrategias correctas. Acciones
admirables de mi adversario. Al poco tiempo, Morelos fue mi prisionero y yo
me lo llevé a mi cuarto. Quería conversar con él”.
—No es frecuente que se tenga un respeto así por el enemigo.
“Sin embargo, es lo que se debe hacer. Cuando el enemigo lo merece,
¿por qué comportarse con él en forma poco comedida? Aquel Morelos valía
mucho. De veras valía…”. (Reyes, 1966, 38).
El coronel Morelos fue el último en rendirse durante la toma y sitio de
Culiacán, el 2 de junio de 1911.
Héctor R. Olea relata de la siguiente manera el relevante hecho militar:
“El 20 de mayo de 1911, los maderistas dieron principio a una
reconcentración de fuerzas para atacar la capital del Estado. Más de 4,000
revolucionarios pusieron sitio a la plaza comandados por Ramón F. Iturbe,
Juan M. Banderas, Herculano de la Rocha, Claro G. Molina, Gregorio L.
Cuevas, José María R. Cabanillas, Mateo de la Rocha y los comandantes de
guerrillas: Cándido Avilés, Conrado Antuna, Martín Elenes, Hilario Narváez,
Agustín Beltrán, Antonio M. Franco, Cipriano Alonso, Francisco Quintero,
Antonio Chaires Félix, Mauro Valenzuela, Cruz Medina, Darío Medina,
Francisco Ramos Obeso Arnoldo de la Rocha y Eduardo y Miguel Armenta,
además de mujeres: Clara de la Rocha y Valentina Ramírez”. (Olea, 1993, 43).
El mismo historiador sinaloense explica que la guarnición de Culiacán
estaba a cargo de 400 porfiristas; 160 soldados y rurales al mando del mayor
Agustín del Corral, los federales al mando del general Higinio Aguilar y el
coronel Luis G. Morelos y 100 rurales del estado al mando del capitán Ignacio
19
Herrera y Cairo. El 25 de mayo quedó cerrada la ciudad y los revolucionarios
comenzaron el ataque.
La lucha fue cruenta y finalmente favorecía a los revolucionarios. Con
ánimo de triunfador, el primero de junio, a las 4 de la mañana, Iturbe perpetró
la siguiente hazaña:
“El general Higinio Aguilar, al mando de 300 soldados defendía su
cuartel en la casa de la Moneda. Yo, con doce compañeros (acompañado del
mayor Agustín del Corral) entré al edificio sin medir las consecuencias, para
pedirle su rendición, en una de las treguas del combate. Hablé con él y le pedí
que depusieran las armas. Me contestó que sólo acataría las órdenes del
gobernador Diego Redo. De allí encaminé mis pasos seguido de mis hombres
armados, hasta la casa frontera al Palacio de Gobierno, donde se me dijo que
se alojaba el gobernador porfirista. No lo encontré en su residencia y volví
nuevamente a la Casa de la Moneda, a insistir en mis demandas. Algunos
soldados federales, viéndome nuevamente en la ratonera, comenzaron a
gritarle al general en alta voz:
—¡No lo deje salir, mi general!
—¡Moriremos todos —contesté con aplomo—, porque el edificio será
volado si no salimos dentro de media hora!
Y ese golpe de audacia hizo que el anciano militar se rindiera con sus
trescientos hombres. Días después me entregó su espada de gala, que yo
quise conservar como un recuerdo de mi juventud revolucionaria. (Olea, 1993,
47).
Desde el 30 de mayo de 1911, en la madrugada los maderistas
arreciaron los ataques a la ciudad por todas las posiciones. El primero en
20
rendirse a instancias de Iturbe, fue el general Aguilar. Después, Herrera y
Cairo. El 31 se rindió la ciudad. Hasta el 2 de junio el coronel Morelos, al
saberse la renuncia de Porfirio Díaz y recibir la promesa de que se le
perdonaría la vida.
En esta ocasión sí hubo saqueos, incendios de fábricas y fusilamientos.
El mismo 30 de mayo fue fusilado, en la fábrica de “La Aurora”, por tropas del
general Iturbe, Camilo Beltrán, encargado de las caballerías del palacio de
Gobierno, acusado de hacer resistencia a los maderistas. Antes, el 21 de
mayo fue incendiado el chalet de los Gómez por el barrio de “La Vaquita” y
luego el primero de junio la fábrica de hilados y tejidos “El Coloso de Rodas”.
Iturbe aclaró respecto al último hecho: “Yo había establecido mi cuartel
general primero en El Barrio y después en La Aurora… Nuestros soldados, sin
mediar ninguna orden de mi parte, lo hicieron por iniciativa propia, como
respuesta a la terquedad de los defensores de Culiacán por no aceptar
nuestras proposiciones de paz. Ante lo inevitable, yo di instrucciones de que
se pusiera salvo parte de las existencias de la fábrica sin que posteriormente
el fuego fuera dominado. El pueblo mismo ayudó a los soldados” (Olea, 1993,
50).
Uno de los fusilamientos causó controversia nacional, el del general
Morelos. No se respetó el acuerdo y promesa de perdonarle la vida. La duda
nunca fue despejada totalmente, pero a Juan Banderas se le siguió un
proceso judicial y el general Iturbe hizo pública su versión de lo ocurrido.
Iturbe sostuvo que él mismo señaló a Morelos su propia habitación
como hospedaje y le dijo al recibirlo como su prisionero. “A usted debo,
coronel, las dos primeras lecciones de táctica militar que he recibido: cuando
21
me derrotó en Las Milpas y en Tamazula. Aquí será mi huésped, en mi propio
cuartel. Con las pláticas con usted aprenderé mucho”. (Olea, 1993, 51).
Martín Elenes, ayudante de Iturbe, lo vigiló dos días (estuvo 2, 3, 4 y 5
de junio), el 5 de junio le entregó a Morelos al soldado Mateo de la Rocha por
órdenes de Juan Banderas. La señorita Amalia G. Rivas y otras personas
entrevistaron a Iturbe y a Banderas pidiéndole la vida del coronel federal. El 6
de junio, a las 11 de la mañana, inició la junta revolucionaria a la que
asistieron Banderas, Iturbe, De la Rocha, Sámano, Carlos Vega, José María
Meza, Blas Borboa y Luis Banderas. Se discutió el fusilamiento… a las 9:45 de
la noche lo fusilaron.
El asunto llegó a los tribunales. El 15 de enero de 1912 ante el Juez de
Distrito, licenciado Manuel N. Nagore, Iturbe declaró:
“En aquella época sólo había en Culiacán dos jefes revolucionarios que
pudieron dictar la orden de fusilamiento: Banderas y yo. Sobre el particular ya
rendí mi declaración ante el procurador (licenciado Manuel) Castelán Fuentes
y creo que esa declaración ya consta en autos en el juzgado primero de
Distrito. Como quiera que sea, me parece que la declaración que debe dar
mayores luces en este asunto es la que puede rendir el mismo ejecutor de la
orden de fusilamiento (Agustín Beltrán, jefe de la escolta y Mario Quiñónez,
jefe de la escuadra, según Martín Elenes). (Olea, 193, 53).
Banderas fue detenido y enjuiciado en México “por el fusilamiento del
coronel Morelos”. Fungió como su defensor el licenciado José Vasconcelos y
como testigos de cargo el doctor Enrique González Martínez, Genaro Estrada,
el general Aguilar, Ana María Espino viuda de Morelos, Iturbe, el mayor Elenes
y Adela G. de Rivas.
22
El 3 de junio Diego Redo renunció como gobernador y el Congreso del
Estado nombró en su lugar al licenciado Celso Gaxiola Rojo, que entregó el
poder el 7 de agosto al general Banderas. Se hizo un simulacro de elección y
el 27 de septiembre tomó posesión como gobernador el profesor José María
Rentería.
El movimiento revolucionario triunfó y Madero esperó las elecciones
para ocupar la presidencia la cual asumió el 6 de noviembre. Madero entregó
los mandos del ejército a Victoriano Huerta Márquez.
El 28 de noviembre se publicó el Plan de Ayala, donde Emiliano Zapata
acusó a Madero de “haberse dedicado a satisfacer ambiciones personales;
violando la soberanía de los Estados; burlando el sufragio; entrando en
contubernio con los ‘científicos’ hacendados feudales y caciques; ahogando
en sangre a los pueblos que piden justicia; imponiendo a Pino Suárez como
vicepresidente y a los gobernadores de los Estados contra la voluntad del
pueblo; conculcando las leyes y la Constitución de 1857; conduciendo al país
a la más horrorosa anarquía; y pretendiendo establecer una dictadura más
oprobiosa que la de Porfirio Díaz”. Sostenía que Madero debía ser derrocado,
y proclamaba a Pascual Orozco como jefe, y en su defecto, a él mismo, a
Emiliano Zapata.
Heberto Sinagawa explica que con el rompimiento entre Madero y
Zapata, el general Juan M. Banderas se alzó con el Plan de Ayala, y los
zapatistas dominaron rápidamente gran parte del Estado, y en marzo 27 de
1912 el señor Rentería renunció a su cargo de gobernador por graves
interferencias de ministros del señor Madero. Se sucedieron 4 gobernadores
interinos y se dio el caso de que dos no aceptaran la gubernatura. Pero el
23
zapatismo fue derrotado lenta pero inexorablemente y el último en caer fue
Fortunato Heredia, que impuso préstamos forzosos en Los Mochis y se dirigió
a San José de Gracia con la clara intención de hacerse de oro y plata. El
general Iturbe defendió la plaza de Culiacán del ataque zapatista el 10 de abril
de 1912 y sucesivamente derrotó a Antonio Franco, Francisco Quintero y
otros; se internó en territorio chihuahuense combatiendo a los “orozquistas” y
desapareció. (Sinagawa, 1986, 224).
Los combates entre los zapatistas y las tropas de Iturbe en Sinaloa
duraron de febrero a mayo de 1912. Aquéllos iniciaron su lucha en Mocorito,
tomaron Guadalupe los Reyes, Concordia, El Verde, Siqueros y el Roble.
Atacaron San Ignacio y Villa de Sinaloa y el 4 de abril de 1912 murió en
combate contra ellos Néstor Pino Suárez, coronel de las fuerzas rurales,
hermano del vicepresidente José María.
Posteriormente, Iturbe fue comisionado a Chihuahua, donde peleó
contra los orozquistas.
Al terminar esta primera fase de la revolución, Madero llamó a Iturbe
para darle un puesto en su gobierno, pero éste le dijo que un militar tan
ignorante como él, sin escuela, no podría servirle adecuadamente, y le pidió
que lo mandara a estudiar ingeniería civil en una academia militar de los
Estados Unidos, para prepararse y serle más útil.
Madero lo mandó becado pero bien poco duró este retiro a la vida
privada: en febrero de 1913 ocurrió la “decena trágica” y a la muerte de
Madero, Iturbe regresó a México en junio y platicó con Álvaro Obregón para
mostrarle su disposición de luchar por el bando constitucionalista en apoyo a
24
Venustiano Carranza y en contra de la usurpación de Victoriano Huerta.
Lucha con Obregón, por Carranza y contra Huerta
Álvaro Obregón, sonorense que había sido simpatizante de Madero, fue
presidente municipal de Huatabampo por las filas antirreleccionistas y se
incorporó a la lucha armada contra las fuerzas de Orozco.
Ante los sucesos del cuartelazo en la Ciudadela, inmediatamente se
lanza a la lucha contra el usurpador Huerta desde la frontera con Estados
Unidos, concretamente en Nogales, donde se le incorpora Iturbe.
El 26 de marzo de 1913, un grupo de militares reunidos en la Hacienda
de Guadalupe, municipio de Ramos Arizpe, Coahuila, emitió un Manifiesto a la
Nación, en el que expresaban su posición ante los acontecimientos que se
vivían en la Ciudad de México y que provocaron la muerte del presidente
Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, y la
instauración del gobierno del general Victoriano Huerta.
En la misma Hacienda de Guadalupe, 54 años después, en la
ceremonia de conmemoración del hecho, Iturbe habló sobre su gran
significado histórico: “el haber dado un programa y trazado una ruta de acción
a la unánime protesta popular que conmovió a la República, al ser conocida la
infamia de Victoriano Huerta”.
“Este documento también constituye una extraordinaria lección de
valentía ciudadana. En un momento crucial de nuestra historia, dio al pueblo
una bandera de lucha que enarboló en alto el entonces gobernador
Constitucional de Coahuila de Zaragoza, proclamado por el Plan de
Guadalupe como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista”. (Iturbe, 1967)
25
Álvaro Obregón se adhirió al Plan y reconoció como jefe del movimiento
al gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza.
Iturbe, procedente de Los Ángeles, California, llegó a Nogales, Sonora,
y se presentó al general en jefe Álvaro Obregón, quien le proporcionó 80
hombres y le dio el mando de las fuerzas con que penetró a Sinaloa el 17 de
junio de 1913.
¿Qué ocurría en el Estado en torno a la traición de Huerta y el
asesinato de Madero? Álvaro Obregón describe así la situación: “El
gobernador de Sinaloa, señor Felipe Riveros, que había reconocido a Huerta y
que, posteriormente, fue destituido y reducido a prisión por orden del mismo
usurpador, había logrado evadirse y obtener del señor Carranza se le
reconociera como gobernador de Sinaloa, y por aquellos días se dirigía a
aquel Estado.
“En Sinaloa, era jefe de las operaciones el general Ramón F. Iturbe,
quien tenía su Cuartel General en San Blas desde donde dirigió las
operaciones del Estado. Los grupos que andaban levantados en armas en
aquel Estado, eran ya numerosos, siendo los principales jefes rebeldes los
ciudadanos Mezta, Cabanillas, Rocha, Carrasco, Flores y algunos otros”.
(Obregón, 1959, 82).
Antonio Bonifant Armenta, distinguido navolatense, entonces
compañero de armas de Iturbe, comenta que se empezaron a correr rumores
de que al llegar éste a San Blas —siendo general desde 1911 del Ejército
Libertador de Madero—, iba a pretender ser el jefe supremo de los
constitucionalistas, por lo cual dijo al gobernador Riveros: “Señor, no quiero
que me reconozcan ningún grado, sólo pido que al presentarse la primera
26
columna federal enemiga, me mande usted a combatirla con los elementos
que tenga más desorganizados, es decir, algunas guerrillas así, sin elementos
y mal disciplinados, no obstante de que ya se había atacado la ciudad de
Sinaloa, sin poderla tomar. (Iturbe, 1971, 35). Bonifant describe emocionado el
“ataque suicida” de Topolobampo en que las fuerzas de Iturbe derrotaron en
forma desastrosa a las huertistas. Iturbe había ordenado el fusilamiento de los
federales detenidos, porque sabía de algunas fechorías cometidas por ellos en
el sur de Sinaloa y porque no era posible cargar con los prisioneros, pero
cuando el general se acercaba a ellos, “el verlo, como una cosa instintiva del
destino, se quitaron el sombrero y gritaron a voz en cuello: ¡Viva Madero!” en
recuerdo al fervor maderista de Iturbe. No se les fusiló y se integraron con los
heridos a la retaguardia.
Respecto a esta batalla, la hoja de servicios de Iturbe hace notar que se
dispuso desde luego atacar con 300 hombres el puerto de Topolobampo
defendido por el coronel federal Valdivieso con 450 soldados y protegidos por
el cañonero “Tampico”. Al cabo de tres días de asaltos se apoderó de la plaza
el 30 de agosto de 1913, tomando 82 prisioneros y muriendo el coronel
Valdivieso a consecuencia de las heridas que sufrió; el resto fue obligado a
embarcarse. (Mientras esto sucedía, el coronel federal Miguel Rodríguez
amenazaba San Blas, Sinaloa, con dos columnas, una de 200 hombres al
mando del mayor Olague sobre la que triunfó el Tte. Coronel Manuel Mezta en
el cerro del Sufragio, y otra de 300 hombres que al mando directo de
Rodríguez desalojaba a Felipe Riveros de San Blas). Conseguido el triunfo de
Topolobampo concentró sus fuerzas a San Miguel para hacer frente a
27
Rodríguez; pero éste evadió el encuentro para embarcarse e ir más tarde a
Culiacán
Por éstas y otras operaciones militares, el 16 de septiembre Iturbe fue
nombrado jefe de las Operaciones Militares en el Estado de Sinaloa por el
general Obregón. El 24 de septiembre envió tropas a fin de recuperar la
población de Los Mochis. Después concentró sus fuerzas para atacar la plaza
de Sinaloa (hoy de Leyva), la cual tomó después de tres días de reñidos
combates.
Ese día, el 24 de septiembre Carranza pronuncia un brillante y emotivo
discurso en Hermosillo con una proyección ideológica comparable al plan de
Guadalupe, en el cual “supo recoger y expresar las inquietudes y los anhelos
profundamente arraigados en el pensamiento y en el corazón del pueblo”.
(Iturbe, 1967).
Venustiano Carranza no sólo reconoció el grado de brigadier otorgado
por Madero a Iturbe, sino que el 28 de octubre de 1913 lo asciende a general
de brigada. Con esta nueva graduación, el general se apresta para la toma de
Culiacán, como segundo jefe del General Álvaro Obregón.
Segunda toma de Culiacán y sitio de Mazatlán con Obregón
El 23 de noviembre de 1913, Obregón envió un telegrama a Carranza
en el cual le informaba del sitio y toma de la capital del Estado de Sinaloa.
Explica que llegó a Culiacán y procedió a tomar posiciones, y al
establecimiento de puestos avanzados y de vigilancia, y ordenó que, con las
debidas precauciones, se acamparan sus fuerzas. “El general Iturbe, con el
28
celo y actividad que le son reconocidos, cuidaba empeñosamente del exacto
cumplimiento de las disposiciones” (Obregón, 1959, 91).
El cuartel general de las fuerzas constitucionalistas se estableció en El
Palmito, entonces distante aproximadamente un kilómetro de la ciudad y el día
8 de noviembre reunió a todos los jefes para darles a conocer el plan de
operaciones. Presentes: el gobernador Felipe Riveros, los generales Iturbe,
Manuel Mezta y Macario Gaxiola, tenientes coroneles Miguel A. Antúnez,
Francisco R. Manzo, Gustavo Garmendia, Carlos Félix, Antonio A. Guerrero y
Antonio Norzagaray, y mayores Emilio T. Ceceña, Alfredo Breceda, Juan José
Ríos, Esteban Baca Calderón Camilo Gastélum, Juan José Mérigo y Pablo
Quiroga.
El primer asalto se inició a las 4 de la mañana del día 10 de noviembre,
cuando hicieron sus movimientos iniciales las columnas de Hill y Gaxiola
dirigidas personalmente por Iturbe, explica Héctor R. Olea, quien sintetiza:
El coronel federal Miguel Rodríguez defendió la ciudad con 2 mil
soldados y bastante artillería, logró salir con sólo 1,200 y después de una
tenaz persecución ordenada por el general Iturbe, le dio alcance el general
Diéguez en Quilá (Olea, 1993, 104).
Durante los combates, “el general Iturbe se mantuvo constantemente
en la línea de fuego, dando muestras de una energía y actividad
inquebrantables; sin descuidar ningún detalle, recorría siempre las posiciones
avanzadas, celoso de que nuestras tropas guardaran la actitud que les
correspondía”. (Obregón, 1959, 97).
29
Tal actuación no obedecía solamente a la promesa de amor, que le hizo
a su novia Mercedes Acosta, de tomar Culiacán. Era un jefe nato y así lo
ilustra Martín Luis Guzmán:
“En lo militar (Iturbe) acababa de hacerle ver a Obregón que no hurtaba
la jerarquía de general del Ejército Constitucionalista: Iturbe sabía mandar,
disponer, obrar y triunfar, según lo demostró multitud de veces durante el
ataque a esa misma ciudad donde ahora estábamos. Nadie, en efecto,
ignoraba que en la toma de Culiacán —aparte la jefatura de Álvaro Obregón—
había habido un heroísmo tranquilo y de auténtico linaje guerrero: el de
Gustavo Garmendia; una bizarra tenacidad, la de Diéguez; y, descollando
sobre todo, una indiscutible capacidad de jefe —de jefe valeroso—: la de
Iturbe. Después de la batalla, a Obregón le faltaron elogios para exaltar la
conducta del joven general de Sinaloa”. (Guzmán, 387).
El optimismo embargaba a los constitucionalistas sinaloenses. Los jefes
militares y civiles invitaron a Carranza para que desde Hermosillo visitara
Sinaloa, lo cual aceptó y llegó a la capital el 22 de enero, acompañado de su
estado mayor. “Se hicieron grandes manifestaciones de adhesión… la ciudad
se engalanó con arcos triunfales y cuando llegó al salón rojo del Palacio de
Gobierno, lo recibieron tres bellas señoritas vistiendo los simbólicos trajes de
la Libertad, de la Ley y de la Justicia” (Olea, 1993, 110).
En un acto oficial, hicieron uso de la palabra el gobernador Riveros y
Ramón F. Iturbe en nombre del gremio militar, entre otros. Carranza fue objeto
de banquetes, velada literaria y hasta apadrinó la boda de Iturbe y Mercedes
en Culiacán, antes de partir en febrero, hacia Hermosillo y de ahí rumbo a
Nogales, acompañado del general Obregón, quien recibió en Estación Santa
30
Ana un telegrama del general Iturbe comunicándole que el buque cañonero
“Tampico” se ponía a las órdenes de la revolución.
El día 23 de marzo, el general Obregón recibió otro telegrama de Iturbe,
procedente de Culiacán, comunicándole que el teniente coronel Gregorio
Osuna, comandante militar del distrito sur de Baja California, a bordo del vapor
“Bonita” se incorporó al gobierno constitucionalista en el puerto de Altata.
Sinaloa y Sonora eran terrenos asegurados por los constitucionalistas,
con excepción de los puertos de Guaymas y Mazatlán. Mientras se combatía
en Guaymas, las fuerzas de Sinaloa continuaban el asedio de Mazatlán,
aunque “sin poder establecer un sitio efectivo, debido a los pocos elementos
con que contaban los jefes de aquellas fuerzas, que lo eran el general Juan
Carrasco y el coronel Ángel Flores, por lo que se limitaban a hostilizar
constantemente a la guarnición federal de dicho puerto”. (Obregón, 1959,
107).
En Culiacán, el general Iturbe, jefe de las fuerzas de Sinaloa,
eficazmente ayudado por el coronel Eduardo Hay, como jefe de su Estado
Mayor, se ocupaba también, con toda actividad, en dar la mejor organización
posible a los distintos cuerpos de tropas que tenía en aquella plaza, y que se
alistaban para marchar al Sur.
Mientras se preparaba el sitio de Mazatlán, Obregón resolvió continuar
su avance sobre Guadalajara, Jalisco. Dejó el puerto de Mazatlán sitiado por
tres mil revolucionarios que disponían de cinco cañones y tres ametralladoras,
al mando de Iturbe y de otros subalternos.
El siguiente diálogo telegráfico entre Obregón e Iturbe, da testimonio de
lo ocurrido en Mazatlán:
31
De Obregón a Iturbe, 17 de mayo:
Teniendo que marchar para el Sur, hoy, quedará usted, como
verbalmente se lo había ordenado, con las brigadas de Sinaloa,
conservando el sitio que tenemos puesto a la plaza de Mazatlán.
Cuando se reciba la remesa de parque, se terminen las
reparaciones del cañonero Tampico, que desde ayer está a flote, y
quede cortada la comunicación entre Manzanillo y Guadalajara, daré
a usted orden para que ataque la plaza sitiada, para así no tener que
sacrificar la gente que tendríamos que perder si se atacara ahora.
No tengo que hacer a usted ninguna recomendación especial,
porque el celo con que siempre ha sabido usted cumplir con sus
deberes es una garantía de acierto. Hago a usted presentes mi atenta
consideración y aprecio. (Obregón, 1959, 123).
De Iturbe a Obregón, 11 de agosto:
Hónrome comunicar a usted haber tomado posesión de esta
plaza (Mazatlán), después de cinco días de combate, habiendo hecho
al enemigo trescientos muertos, más de quinientos heridos,
trescientos prisioneros y capturando muchas armas y parque.
Entre prisioneros, un coronel y diez oficiales que, conforme con
la ley de 25 de enero, fueron pasados por las armas.
Ya daré a usted detalles.
Sigo recogiendo dispersos.
Resto enemigo embarcose.
32
Felicito a usted, en nombre de la brigada que me congratulo en
comandar, por este nuevo triunfo. (Obregón, 1959, 154).
Los revolucionarios entraron a Mazatlán el 9 de agosto de 1914.
Obregón reconoce a Iturbe y a sus fuerzas:
“Débese hacer observar que la toma de Mazatlán se llevó a cabo
solamente con las fuerzas con que el general Iturbe había sostenido el sitio de
dicho puerto, en virtud de que no llegó el refuerzo ordenado al general
Salvador Alvarado, por los motivos que este jefe expuso al general Iturbe, y
que aparecen consignados en el parte detallado que Iturbe rindió con fecha 11
de septiembre, y el cual se inserta más adelante”, explica Obregón (1959, 156)
y un brevísimo resumen del parte sobre la toma de Mazatlán enviado a
Obregón por Iturbe el 20 de agosto, informa lo siguiente:
Las pérdidas que tenemos que lamentar, son: Muertos:…. Que
forman un total de 222 hombres. Los heridos se distribuyeron como
sigue:… Que forman un total de 257 hombres.
Por su parte, el enemigo, además de los 400 prisioneros que le
hicimos, perdió mucha gente en la sorpresa de La Redonda y dejó
sembrado de cadáveres el Malecón de Olas Altas, pudiendo estimarse
que el número total de sus muertos, asciende a 400 hombres, entre los
cuales se encuentran: un coronel y 17 oficiales que fueron recogidos
prisioneros con las armas en la mano, y a quienes se les aplicó la ley
de 25 de enero de 1862, pasándolos por las armas. Los heridos que el
enemigo se llevó al evacuar la plaza suman cerca de 500, según
informes dignos de crédito.
33
El comportamiento de las fuerzas de mi mando fue brillante:
todos, sin excepción, se batieron con denuedo y soportaron las fatigas
con gran abnegación.
Para estímulo de los defensores de la legalidad, que militan en
las filas del glorioso Ejército Constitucionalista, y para mayor honra de
los que integran la Brigada de Sinaloa, que es a mis órdenes y tengo la
honra de comandar, adjunto remito a usted la lista nominal, con
expresión del Cuerpo y Arma en que sirvieron, de los Cc. jefes y
oficiales que, en mi concepto, y salvo la mejor opinión de usted,
merecen premio por su comportamiento durante este hecho de armas.
La Brigada de Sinaloa felicita a usted por haberle dado las
instrucciones generales que le permitieron alcanzar esta nueva y
señalada victoria, y con la satisfacción del deber cumplido, tengo el
honor, mi general, de hacer a usted presentes mi subordinación y
respeto. (Obregón, 1959, 188-196).
Sobre lo anterior, Obregón hace una observación contundente:
“Todo comentario sobre este hecho de armas, que tanto realce ha dado
a las armas constitucionalistas, saldría sobrando; ya que el parte rendido por
el general Iturbe detalla tan bien las operaciones desarrolladas; y el número
de muertos y heridos, en relación con los combatientes, son la mejor prueba
del arrojo de nuestras tropas. Digna de encomio, también, es la modestia del
general Iturbe, cuando al terminar su parte, dice: La brigada de Sinaloa felicita
a usted por haber dado las instrucciones generales, que le permitieron
alcanzar esta victoria...
34
“El éxito tan completo alcanzado se debió al valor y acierto del general
Iturbe y los jefes subalternos, que tan hábilmente lo secundaron, así como a la
disciplina y valor de los oficiales y tropa, y no a instrucciones mías, que
ninguna influencia podían tener, dada la distancia a que me encontraba y al
desconocimiento que tenía, en detalle, de los hechos que se desarrollaban”.
(Obregón, 1959, 196).
El parte de Iturbe es muy amplio y minucioso, sin embargo, no relata la
incorporación a la revolución en Mazatlán de estudiantes normalistas
procedentes de la ciudad de México.
Francisco Peregrina (1980, 6-7) narra la anécdota en la revista
Presagio con el título “Estudiantes normalistas ¡a las armas!: un pasaje
revolucionario”, Entre los jóvenes se encontraba Gabriel Leyva Velázquez,
futuro gobernador y amigo de Iturbe; de los otros, algunos murieron en
combate y hubo quienes posteriormente alcanzarían celebridad como
militares, abogados y maestros.
Señala Peregrina que durante el sitio del puerto, los constitucionalistas
tenían su cuartel general en Los Otates y las avanzadas en la Casa de las
Palomas, finca ruinosa que contaba con una pieza destechada, construida
sobre el médano de la Playa Norte, más o menos donde está el Hotel de Cima
Los estudiantes de la Escuela Normal de Profesores de México venían
a bordo de dos carruajes desde la metrópoli con el plan determinado de
levantarse en armas contra Huerta y en cada pueblo simulaban llamamientos
para combatir a los americanos que en conflicto con Huerta estaban
posesionados de Veracruz. En Mazatlán lograron su propósito: el 7 de mayo
se dirigieron de la catedral al campo revolucionario donde el general Iturbe les
35
dio la bienvenida y les asignó un modesto lugar en las filas del ejército
constitucionalista.
Los estudiantes eran: Adolfo Cienfuegos (y Camus), Benito Ramírez
(García?), Teófilo Álvarez Borboa, Gabriel Leyva Velázquez, Rubén Vizcarra
(Campos), Roberto Acevedo Gálvez, Damián Alarcón, Albino Vargas, Agustín
Tapia, Gerardo Martínez, Fernando Torres Vivanco, Gregorio Lozano
Saavedra, Horacio Castilleja, Elías Cortés y Juan José Ortega.
Lealtad al constitucionalismo y a Carranza
Huerta renunció a la presidencia el 15 de julio de 1914 y el 20 de
agosto el Ejército Constitucionalista hace su entrada triunfal a la ciudad de
México.
Se iniciaba una nueva etapa en el proceso revolucionario.
Aparentemente se daba fin a la guerra, sin embargo —muy al contrario—, se
abrió el escenario hacia una nueva contienda al presentarse la escisión de los
caudillos: Villa y Zapata tenían su propio proyecto de nación, distinto al de
Carranza, quien intentó negociar con el primero y le pidió la rendición al
segundo.
En la noche del 27 de septiembre se celebró una Junta de jefes
constitucionalistas en el Cuartel General de Blanco en la ciudad de México, en
la cual estuvo presente Obregón. Se acordó, entre otros asuntos, nombrar en
comisión, para que fuera a Aguascalientes a tratar con los jefes de la División
del Norte, a los siguientes generales: Álvaro Obregón, Ramón F. Iturbe,
Guillermo García Aragón, Ernesto Santos Coy, Ramón V. Sosa, Jesús Trujillo
y coronel Luis Santoyo.
36
En octubre de 1914, Carranza organiza una convención de líderes
revolucionarios. Zapata y Villa no estuvieron de acuerdo en que se realizara
en la ciudad de México y se trasladó a Aguascalientes.
A consideración de Obregón la Convención fue un fracaso, pues Villa
quedó investido de una aparente legalidad, y esto dio margen también a que
muchos de los jefes, que sin la Convención hubieran permanecido leales a la
Primera Jefatura, defeccionaran y se incorporaran a Villa aparentando
sostener al gobierno de la Convención, representado por el general Eulalio
Gutiérrez.
En la Convención se decretó el cese de Venustiano Carranza como
Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo de
la Nación, al igual que el cese del general Francisco Villa, como jefe de la
División del Norte y se nombró Presidente Provisional de la República al
general Eulalio Gutiérrez, por un período de veinte días, tiempo que se juzgó
suficiente para que la Convención se trasladara a México y allí ratificar dicho
nombramiento por un nuevo período en favor de Gutiérrez, o se nombrara
nuevo presidente.
Para esas fechas, el general Iturbe había sido nombrado jefe de la 3ª
División del Ejército del Noroeste, cuya jurisdicción comprendía el Estado de
Sinaloa, la parte Sur del Estado de Sonora, que no había sido controlada por
las fuerzas de Maytorena y el Territorio de Baja California.
El Gobernador de Sinaloa, Felipe Riveros, asumió una actitud
marcadamente afecta al villismo. Para evitar una ruptura de consecuencias,
Iturbe había mandado desarmar los batallones 1° y 5° de Sinaloa, en el puerto
de Topolobampo, que eran los más importantes elementos con que podía
37
contar Riveros para hacer armas contra el Gobierno Constitucionalista y
obtuvo de Riveros, al mismo tiempo, la promesa de que permanecería leal a la
Primera Jefatura de la Revolución. A pesar de todo, el Gobernador había
renunciado el 20 de noviembre, declarando su adhesión al villismo, por lo que
inmediatamente fue batido por las fuerzas leales, al mando del general Iturbe,
quien le inflingió una completa derrota en las cercanías de Culiacán, donde el
Gobernador rebelde abandonó armas, municiones y dinero, mientras la gente
que lo había secundado se dispersó en distintas direcciones
Iturbe informó a Obregón que, después de destrozar completamente a
los enviados de Riveros, había salido al frente de una expedición de mil
hombres con rumbo a la Baja California y había derrotado por completo a la
guarnición maytorenista, que se encontraba en el puerto de La Paz, Baja
California, el 8 de diciembre e 1914, y regresó luego con su expedición al
Estado de Sinaloa.
La Hoja de Servicios de Iturbe enlista las batallas en que éste participó
contra los villistas en Sinaloa y norte de Nayarit, desde el inicio de 1915 y
hasta septiembre del mismo año, en que es nombrado Jefe de las
Operaciones Militares en Jalisco y Colima. Antonio Nakayama resume en el
siguiente párrafo dichos combates:
“En enero, la situación de los constitucionalistas en el territorio de Tepic
se puso difícil y el general Juan Dozal tuvo que abandonarlo, dejándolo en
poder de las tropas de Rafael Buelna y obligando a Juan Carrasco a
replegarse hacia Sinaloa. Por otra parte, la Columna Expedicionaria de
Sinaloa tuvo que partir rumbo a Sonora al mando de Ángel Flores, así que
Iturbe se dirigió a Tepic, donde tuvieron lugar los épicos combates entre los
38
hombres de Buelna y de Carrasco. El general José María Cabanillas fue
obligado por los villistas a desalojar Cosalá, por lo que Iturbe se desplazó a
ese lugar, donde derrotó a Carlos Real, y de allí retornó al sur en virtud de que
los soldados de Buelna amenazaban a Mazatlán, peligro que desapareció
cuando fueron derrotados y obligados a replegarse de nuevo a Tepic, donde
continuaron de nuevo los combates que culminaron con la victoria decisiva de
los constitucionalistas. Iturbe volvió a la zona de Sinaloa, ocupó la plaza de El
Fuerte y en Bacamacari, Mocorito derrotó a los villistas al mando del general
Macario Gaxiola, terminando así con el peligro de que aquellos causaran más
intranquilidad en el estado”. (Nakayama, 1975, 226).
Iturbe entregó la comandancia de la Tercera División del Ejército del
noroeste al general Manuel M. Diéguez y tomó posesión de la Jefatura de las
Operaciones Militares en Jalisco y Colima el 25 de septiembre de 1915. El
general Iturbe llega a la capital de Jalisco con sus soldados sinaloense a fin de
apresurar la persecución de los restos de las partidas villistas que seguían sus
correrías por los pueblos del Estado. Nombró pagador del Estado Mayor de la
Jefatura de Operaciones y luego obsequió un revólver al joven José C.
Valadés, quien consideraba a Iturbe un individuo excepcional que enseñaba a
vivir y amar la revolución…
Los triunfos de Carranza se extienden por toda la geografía nacional.
La revolución, en su etapa constitucionalista, entra en una nueva fase dentro
de la cual Iturbe vislumbra la oportunidad de convertirse en el primer
gobernador constitucional de Sinaloa y hacia esa meta encamina sus pasos.
A la distancia, Iturbe emite juicios sobre Carranza y Obregón. Frente al
presidente Adolfo López Mateos, dice el 7 de agosto de 1963:
39
“El señor Carranza fue todo un carácter en su firmeza de proceder, con
los pies sobre la tierra, teniendo un profundo conocimiento de los hombres. No
estuvo de acuerdo con Madero en cuanto a lo que llamó debilidad,
refiriéndose a sus transacciones y condescendencias para con los enemigos
jurados de la Revolución, como fueron todos los altos jefes del Ejército
Federal, a quienes dejó todo el poder de las armas en cumplimiento del
Tratado de Ciudad Juárez. En cambio, Carranza no quiso dejar piedra sobre
piedra de aquel ejército corrompido y que fuera la perdición del apóstol,
traicionándolo e inmolándolo con el crimen más execrable. Carranza fue todo
un estadista y su inexorable firmeza en lo que consideraba debía ser, rayaba
en una extrema rigidez. Yo creo que el amor, aun en su más alto sentido de
justicia, tiene siempre alguna flexibilidad. Carranza no la tenía ni para salvar la
vida de un familiar o aun la suya propia si para ello hubiera tenido que ceder
ante alguna pretensión deshonrosa. Nos enseñó a no claudicar cuando del
cumplimiento del deber se trata. Para hablar del señor Carranza, de nuestro
Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, habría que escribir muchos libros y
éstos ya fueron escritos por los más capacitados para hacerlo”. (Iturbe, 1963)
Tres años más tarde, en 1966, Beatriz Reyes Nevares le arroja la
pregunta directa:
—¿Y cómo era Carranza?
“Era la inflexibilidad en persona. La rectitud. Se proponía una meta e
iba derecho a ella, sin reparar en los obstáculos. Y su meta era la legalidad,
de modo que su valor histórico es inconmensurable. Yo admiré mucho a
Carranza, sobre todo después de su discurso de Hermosillo. Es una pieza que
40
debería difundirse. Una verdadera declaración revolucionaria. (Reyes, 1966,
38).
—¿Qué opina usted de Obregón?
“Era un gran estratega. Tenía una virtud: la economía de hombres.
Nunca arriesgaba a nadie inútilmente. Villa era lo contrario y en cambio tenía
sobre Obregón la cualidad de la rapidez. Sus desplazamientos eran
fulgurantes, a base de caballería. A don Álvaro le gustaba más la infantería.
Creo que del choque de estos dos criterios nació la victoria obregonista de
Celaya. Es uno mesurado y calculador; el otro, todo arrojo y violencia (Reyes,
1966, 38).
Ante López Mateos también habló del sonorense:
“¿Qué podría decir de Obregón? Fui de sus fuerzas del Cuerpo del
Ejército del Noroeste. Lo vi de cerca y observé cómo reaccionaba en el
peligro, en los momentos más críticos. Nunca alardeaba de su valor. Nos
decía siempre: ‘El general que no siente miedo es peligroso porque no toma
las precauciones requeridas”.
“Se levantaba muy temprano y le gustaba explorar y conocer la
situación personalmente, tanto del terreno como del enemigo. Era intuitivo y su
característica, contraria a la de Villa, era la de ahorrar la sangre de sus
soldados. Jamás lo derrotaron. Ha sido famosa su frase: ‘Que se mutilen los
hombres, pero que no se mutilen los principios’. Finalmente tuvo gran
predilección por el campesinado. Los obregonistas siguen rindiendo culto a su
memoria y manteniendo encendida la lámpara votiva de su admiración y
lealtad a quien fuera su jefe”. (Iturbe, 1963).
41
2. LA GLORIA DEL PODER Y EL INFIERNO DE LA DERROTA
Primera batalla política: Gobernador Constitucionalista de Sinaloa
Venustiano Carranza convocó al Congreso Constituyente, realizado de
diciembre de 1916 a enero de 1917, en un intento más por terminar con la
lucha armada y volver al orden legal. Se destacaron, en los extremos, dos
corrientes, una moderada identificada con Carranza y la otra progresista con
Obregón. En el centro había una gran diversidad de posiciones que iban de la
extrema derecha al ultraizquierdismo.
Por Sinaloa figuraban como diputados propietarios: Pedro Rosendo
Zavala, Andrés Magallón Ramírez, Carlos M. Esquerro, Cándido Avilés
Inzunza y Emiliano C. García Estrella; como suplentes: Juan Francisco
Vidales, José C. Valadés, Mariano Rivas, Primo B. Beltrán y Antonio R.
Castro. El 5 de febrero, se promulgó la constitución en Querétaro.
En Sinaloa, Iturbe fue comisionado por Carranza para que visitara Japón,
Rusia y algunos países europeos en los primeros meses de 1916. La comisión
se frustró, tal parecer porque se originaron conflictos diplomáticos por la
invasión de Villa a Columbus.
¿En qué consistía la comisión? Se ignora a ciencia cierta. Un
cablegrama procedente de San Francisco California informa que el periódico
japonés. Kokumin-Shimbun, publica que el 1º del presente mes (marzo) “El sr.
Ramson Turbe (¿?) (SIC, incluso interrogantes) se declara que es Enviado
Especial del Gral. Carranza con una misión para el Japón. Dicen que a las
preguntas de las autoridades americanas contestó que no podía hablar de la
misión que tiene para el Japón”. (Archivo Histórico “Genaro Estrada” de la
SRE).
42
Se presume que estudiaría y traería información sobre la forma en que
se llevaban los asuntos militares en los países a visitar, quizá con la
posibilidad de que luego esos conocimientos se utilizaran en la Secretaría de
Guerra y Marina de México, entonces y hasta abril, a cargo del general
Obregón. Regresa a México en junio de 1916.
En el tiempo estipulado presentó su candidatura para gobernador de
Sinaloa. Carranza, quien al igual que Obregón apoyaba a Ángel Flores, le
pidió que cancelara su postulación. Le respondió: “lo siento, pero ya estoy
comprometido con mi pueblo” (Reyes, 1954, 54) y se registró como candidato
del Partido Liberal Progresista para contender contra el mencionado general
Ángel Flores, el licenciado Enrique Moreno Pérez, de Mocorito; el general
Manuel A. Salazar “El Chango”, de Concordia, el general Manuel Mezta,
duranguense. Obtuvo una visible mayoría de votos.
Iturbe fue electo para el periodo del 27 de septiembre de 1917 al 26 de
septiembre de 1920. Sin embargo, la XXVII Legislatura otorgó la protesta legal
el 26 de julio por entrega que le hizo el gobernador provisional general Ignacio
L. Pesqueira. En la discusión del dictamen el diputado Miguel L. Ceceña,
representante del distrito de El Fuerte, basándose en que todavía se hallaba
vigente la Constitución local de 1894, había manifestado que, si bien el
general había triunfado en los comicios, se encontraba incapacitado por no
llenar el requisito de la edad (tenía 27 años y para asumir el mando, por ley,
debía tener 30).
Venustiano Carranza, en su primer informe de Gobierno rendido a la
nación el 1° de septiembre de 1917, explica la situación sobre el caso Sinaloa,
de la siguiente manera:
43
"En el estado de Sinaloa la elección de Gobernador, que favoreció al
general Ramón F. Iturbe, dio lugar a un conflicto que, afortunadamente, se
conjuró a tiempo, desistiendo de su actitud aquellos mismos que orillaron al
Estado a una crisis. El ayuntamiento de El Fuerte suscribió un manifiesto en
que desconocía al Gobernador electo, basándose en que, en su concepto, la
declaratoria del Congreso Local había violado la Constitución de Sinaloa. Los
Ayuntamientos de Ahome, Guasave y Mazatlán se adhirieron al de El Fuerte,
y, en tales circunstancias, el Congreso del Estado acordó dirigirse a los
Poderes de la Unión, a fin de que, en cumplimiento del artículo 122 de la
Constitución, se prestasen a los Poderes Locales los auxilios del caso. El
Ejecutivo de mi cargo tomó las medidas que creyó pertinentes, y la situación
mejoró desde luego. El general de división Álvaro Obregón ofreció su
mediación al Gobierno del Estado con los Ayuntamientos para solucionar el
conflicto, y, previa la autorización que obtuvo del gobierno de mi cargo,
celebró conferencias con el Ejecutivo de aquella Entidad Federativa, así como
con los Ayuntamientos inconformes, consiguiendo que todos éstos depusieran
su actitud y reconocieran expresamente la autoridad del Gobernador. Con
esto ha concluido la intranquilidad en Sinaloa, volviendo el Estado a su vida
normal”. (Cámara de Diputados, 2006, 10).
La situación se complicó al grado de que el congreso ordenó, el 4 de
julio de 1917, que los poderes del Estado se trasladarán a Mazatlán.
Finalmente, la XXVII Legislatura local expidió una nueva constitución firmada a
las 6:30 de la tarde del 25 de agosto gracias a la cual Iturbe tomó posesión
legal del gobierno. Eran diputados del congreso: Ingeniero Emiliano Z. López,
Pedro L. Gavica, Arnulfo Iriarte, Diego Peregrina, Genaro Noris, Serapio
44
López, Félix A. Mendoza, Leopoldo A. Dorado, Susano Tiznado, Manuel María
Sáiz, Julio E. Ramírez, Alfonso Leyzaola, Miguel L. Ceceña y Fernando
Martínez.
Su gobierno fue muy agitado y no terminó su periodo. Pidió una primera
licencia del 7 de agosto al primero de diciembre de 1919 en que fue sustituido
por Eliseo Quintero; retoma el poder de la última fecha al 31 de diciembre y
ante una nueva licencia, sin regreso, ocupa el cargo Miguel L. Ceceña.
Iturbe presentó ante la citada XXVII Legislatura, con fecha del 14 de
marzo, su primer informe de gobierno correspondiente al periodo transcurrido
del 15 de septiembre de 1917 al 15 de marzo de 1918.
De entrada, se propuso mejorar la administración pública, para lo cual
dispuso que todos los empleados del Gobierno concurrieran al Colegio Civil
Rosales, cuando menos una hora diaria, para hacer estudios de Español,
Teneduría de Libros, Aritmética Mercantil, Mecanografía, Taquigrafía y
Economía Política, en el concepto de que la asistencia a los cursos es
obligatoria, por lo menos a dos de ellos, y de que las calificaciones serían
tomadas en cuenta para los ascensos y promociones. Como los empleados,
en su mayoría, no correspondieron a los buenos propósitos del ejecutivo, se
giraron órdenes terminantes para que asistieran puntualmente a los cursos o
fueran sustituidos por personas competentes e ilustradas.
Al inicio de la gestión hubo problemas derivados del movimiento
revolucionario. En algún momento se acentuó la crisis agrícola con la
consecuente falta de alimentos. Iturbe informó que durante su gobierno
Sinaloa se convirtió en un verdadero granero para la República, por sus
cosechas abundantes, “más abundantes que nunca”. Se realizaron elecciones
45
para las presidencias municipales durante las cuales se registraron problemas
en algunos municipios, especialmente en Mazatlán.
Hubo una epidemia de viruela, propagada por gente procedente de
Nayarit, ante la cual se tomaron medidas preventivas, a pesar de no contar
con presupuesto. También correspondió a Iturbe enfrentar una pandemia de
gripe o “influenza española”. “A su llegada a esta entidad, la ‘gripe hispana’ ya
llevaba algunos meses de haber aparecido en México, y aunque este hecho
era conocido por las autoridades y la población, no se le había dado la
importancia debida y, por lo tanto, no se habían tomado las precauciones
necesarias. Pronto se habrían de constatar las consecuencias, pues, en un
lapso de alrededor de un semestre, el flagelo afectó a gran parte de la
población del estado y los muertos alcanzaron la cifra de 20 mil. (Valdés,
2002, 41).
En Guasave ocurrió el siguiente incidente: el 6 de noviembre, por
razones de orden e higiene pública, acordó el Ayuntamiento que los chinos se
retiraran a vivir en un lugar alejado del resto de la población, para que no
ejercieran el comercio. Iturbe se opuso para evitar peticiones de amparo y
gestiones diplomáticas, asuntos exclusivos del gobierno de la República, y
porque había un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación del 30 de junio
de 1900 entre México y el Imperio de la China. Se cerró el incidente.
La educación del pueblo, máximo monumento a la Revolución
Desde la óptica del gobernador, plasmada en el informe, “la situación
actual de la Instrucción Pública es un tanto más halagadora que cuando tuve
la honra de leer ante vosotros mi último informe. Sin embargo, a pesar de los
46
esfuerzos hechos para mejorar el servicio de la instrucción popular —
esfuerzos que todos vosotros conocéis— los resultados han sido poco
favorables en virtud de trabajos de reorganización de otra índole y de la crisis
económica que afortunadamente pudo conjurarse a tiempo; pero que, en el
momento de decidir sobre el asunto de Instrucción, se hallaba en su apogeo”.
(Iturbe, 1917).
El 20 de septiembre Iturbe presentó un proyecto sobre Instrucción
Pública, elaborado en sus bases más generales por la Junta Pedagógica y
con fecha 29 de diciembre quedó promulgada la ley respectiva6
que previene
que la instrucción depende del Gobierno del Estado y no de los
Ayuntamientos. Se creó la Dirección General de Educación, desde el primero
de enero de 1918 y se giraron importantes circulares para determinar bien y
claramente la intervención que a los Ayuntamientos y al Estado corresponde
en la organización escolar.
Económicamente las escuelas dependían todavía de los municipios, los
cuales, por carencias de recursos económicos se habían abstenido de abrir
todas las escuelas necesarias para la educación del pueblo y en muchos
casos se veían en la penosa necesidad de no pagar puntualmente los salarios
del personal docente de sus planteles. Ante las bases económicas tan
inseguras sobre que descansaba la Instrucción Pública del Estado, las
condiciones técnicas no pueden ser muy favorables. Se imponía, por tanto, la
necesidad de concentrar la Instrucción Pública bajo la inmediata dirección y
vigilancia de la Dirección General del Ramo, en los términos que se habían
proyectado.
6
La Ley Orgánica de Educación Primaria del 29 de diciembre de 1917, un adelanto para la época.
47
Iturbe puso especial atención al hospicio “Francisco I. Madero”, donde
cursó sus primeros y únicos estudios y que hubo de abandonar por falta de
recursos económicos. Era una institución particular fundada para beneficio de
los huérfanos de la revolución a la cual —igual que al primer alumno— bautizó
con el nombre del apóstol de la revolución. Explica que de cierta manera, el
hospicio dependía también de la Dirección General de Educación Pública, y
estaba dando ya magníficos resultados, gracias al apoyo recibido por la
Cámara de Diputados, que le concedió una subvención de 17 mil 781 pesos
anuales, cantidad que sirvió para ayudar a cubrir los gastos más urgentes, con
lo que quedaba así asegurado el porvenir de ciento veinte asilados, que
encontrarían en dicho establecimiento las armas necesarias para luchar
honradamente por la vida.
Por cuanto a la instrucción primaria y superior, si bien es cierto que se
han logrado grandes ventajas durante los pocos meses del gobierno, también
es verdad que este servicio dejan aún mucho que desear. “Y si os digo esto,
no es únicamente para hacer alarde de franqueza, sino para recordar en
vuestro ofrecimiento y reiterar el mío de trabajar con ahínco para levantar
entre todos el monumento más grandioso de un gobierno emanado de la
revolución: el monumento eterno a la educación de las masas”. (Iturbe, 1917),
La educación secundaria, preparatoria y profesional se impartía en el
Colegio Civil “Rosales”, que después de sufrir mucho durante la pasada
revolución, entró en un período de auge, gracias a la hábil dirección del doctor
Bernardo J. Gastélum, quien seleccionó al profesorado y estudió las medidas
más convenientes para satisfacer las necesidades del Estado, con programas
de estudios sujetos a la crítica de personas de reconocida aptitud.
48
Además, por conducto de la Secretaría de Gobierno, presentó algunos
proyectos más, tales como el que tiende a la organización de la Universidad
de Sinaloa, concediéndole su autonomía; y el de la ley Orgánica… “un asunto
de verdadera importancia, de cuyo resultado está pendiente toda la
intelectualidad sinaloense”. (Iturbe, 1917).
El presupuesto con que se contaba era tan bajo que el gobierno tuvo
algunas dificultades para cubrir las pensiones de los jóvenes sinaloenses
Antonio Yuriar y José Salazar, que estudiaban en la Escuela Forestal de
México, pensionados por el Estado.
Según los informes rendidos por los Ayuntamientos, funcionaban en el
Estado 186 escuelas elementales, con organización perfecta en su mayoría.
En el puerto de Mazatlán funcionaban regularmente dos escuelas superiores,
una de niños y otra de niñas, y en su gestión se establecieron en Culiacán los
cursos de sexto año para niñas y quinto año para niños.
Solamente en las ciudades de Mazatlán y Culiacán han existido
escuelas nocturnas para obreros, dos en la primera ciudad y tres en la
segunda, servidas por cinco maestros y teniendo en total una asistencia de
350 obreros por término medio.
El personal docente está integrado por cerca de 400 empleados, entre
los que se cuentan algunos profesores normalistas.
El total de educandos que acuden a las escuelas asciende a 17,531,
siendo 7,842 niños y 9,689 niñas.
Para remediar todos los males de que adolece el ramo de Instrucción
Pública, puso a consideración de la Cámara algunos proyectos de Ley, entre
los que se cuenta uno de ampliación al presupuesto de egresos.
49
Para terminar la parte del informe en el rubro de la Instrucción Pública,
mencionó el hecho de que, durante el último año de 1917, se adquirió para el
estado en la suma de $14,625.00 oro nacional, el edificio llamado “La Gran
Duquesa”, que entonces ocupaba la Escuela “Morelos” de Mazatlán. La suma
en cuestión fue pagada por el gobierno federal como abono a la deuda que
tiene reconocida a favor de Sinaloa.
Se elige a la XXVIII legislatura del Congreso de Sinaloa que estuvo en
funciones del 15 de septiembre de 1918 al 14 de septiembre de 1920, la cual
quedó integrada por los siguientes diputados: Miguel L. Ceceña, Fernando B.
Martínez, Rosendo Olea, Carlos Castro, Serapio López, Eliseo Quintero,
Epitafio Osuna, José Arce Lizárraga, Alfredo Ibarra, Leopoldo a. Dorado,
Andrés Magallón, Adolfo V. Rivera, Pedro Cázares, Genaro Noris y Pedro L.
Gavica.
Ante esta Legislatura, Iturbe rinde otro informe de actividades durante el
periodo comprendido del 15 de marzo de 1918 al 16 de septiembre del mismo
año.
Anuncia la solicitud para nuevas municipalidades de las comunidades
de Los Mochis, Quilá, Villa Unión, Pánuco y Cacalotán y sobresale la atención
que el Gobierno del Estado pone en el combate a los vicios del juego y la
embriaguez arraigados en el pueblo y que tenían un carácter endémico en
toda la República.
Argumenta el informe:
“Habrán de pasar todavía algunas generaciones antes de que se
desarraiguen estos males del pueblo mexicano. Personalmente, este Ejecutivo
no tiene gran fe en las disposiciones prohibitivas y sí gran confianza en la
50
educación, la prédica y el ejemplo para hacer desaparecer estos vicios. En
vista de que el juego se practicaba día a día en forma más descarada, este
Ejecutivo se vio obligado a recordar a las autoridades municipales las
disposiciones consignadas en el Código Penal que prohíben los juegos de
azar; al mismo tiempo se recomendó que principiaran una tenaz y enérgica
campaña contra el juego, y si bien no se ha extirpado el mal, cuando menos
se ha conseguido que no se practique en la forma en que venía haciéndose.
La Junta organizadora del VI Congreso Médico Nacional ha dado principio en
todo el país una campaña contra el alcoholismo y desde luego este Ejecutivo
ha secundado sus nobles propósitos dictando las medidas que pueden dar un
buen resultado en Sinaloa”. (Iturbe, 1918).
Tan grave se consideraba este mal que se giró una circular a los
ayuntamientos para que cooperaran en la forma que crean más conveniente a
combatir el vicio de la embriaguez; se dictó un acuerdo a todos los
departamentos gubernativos para que en sus reglamentos fijaran como motivo
inmediato el cese a todo empleado que acostumbre bebidas embriagantes y la
Dirección de Educación giró circular al profesorado advirtiendo que la
embriaguez, aunque no sea consuetudinaria, se tendría como motivo de
destitución de empleo. Incluso, había un proyecto para combatir la embriaguez
a través del cine, para lo cual había arreglos con empresas cinematográficas
de la capital de la República.
En este periodo, el 27 de agosto de 1918 para ser más preciso, fue
fusilado Arturo Butchart. Iturbe explicó a Héctor R. Olea cómo se suscitaron
los hechos:
51
“Butchart era de mi escolta siendo yo gobernador. En unión de otro
oficial falsificaron vales míos a la Tesorería (que yo pagué después). Al
consignar el hecho a las autoridades judiciales los metieron a la cárcel. Junto
con otros oficiales, se levantaron, echaron fuera a todos los presos,
aprehendieron al jefe de la guarnición, saquearon el comercio, tomaron un
tren y estaban cargando todo en el tren. Pude reunir entretanto unos soldados.
El jefe de la guarnición, coronel Regino González, de las fuerzas del general
Carrasco, se escapó de donde lo tenían preso y se me presentó con ocho
hombres. El coronel Carlos Espinosa, que acababa de llegar con 25 hombres,
los atacó en la estación y los derrotó, cayendo prisionero Butchart, entre otros
y fue fusilado. Su familia era muy amiga mía”. (Olea, 1993, 171-172).
El relevo por Eliseo Quintero y el plan de Agua Prieta
Los enemigos estaban prestos para la sublevación contra el gobierno
de Iturbe lo que en parte fue causa de que no terminara en septiembre de
1920, pero con el argumento de hacer gestiones a favor de las finanzas del
estado, el 7 de agosto de 1919 pidió licencia al Congreso para viajar a México.
La estancia se prolongó hasta diciembre y su ausencia fue cubierta por el
diputado y mayor Eliseo Quintero Figueroa.
¿Cómo ocurrió este cambio? Cuauhtémoc Cortez explica que el mayor
Quintero era un hombre de las confianzas de Iturbe. Prácticamente lo hizo
candidato y diputado por Badiraguato sin consentimiento expreso. Quintero no
aceptó la propuesta, pero en mayo de 1917 se encontró con la novedad de
que ya era diputado electo.
52
Al terminar el periodo constituyente —añade Cortez— fue propuesto de
nuevo para diputado por elección popular, en esta ocasión por un partido
formado en Badiraguato. Le comunicaron la noticia de su postulación “y como
ya me había gustado el manejo de la cuchara les dije que estaba bueno. Ya
me había amansado un poco” (Cortez, 1979,26), se sinceraba Eliseo.
Lo más sorprendente estaba por llegar: de diputado se convirtió en
gobernador interino del Estado del 7 de agosto al 1º de diciembre de 1919.
Quintero le explicó a Cuauhtémoc Cortez cómo ocurrieron los hechos:
“Y esto fue una mera casualidad —dijo con energía—. Fueron las
circunstancias del momento las que permitieron llegara al gobierno sin tener
méritos propios”.
Estaba un día en el Congreso sesionando cuando llegó Iturbe a pedir
permiso para salir a la capital al arreglo de asuntos relacionados con las
finanzas estatales, pues la tesorería estaba en bancarrota, pidiendo asimismo
le nombraran al general Juan Carrasco como interino. Éste se encontraba en
Mazatlán como comandante militar. El presidente del Congreso le dijo que no
podían nombrar a Carrasco. Ante la negativa, Iturbe pidió entonces le
nombraran al coronel Solís, que era el presidente municipal de Mazatlán, pero
también fue rechazada esa propuesta.
El presidente del Congreso le señaló que había un militar dentro de la
cámara y ese único militar era Eliseo. Pero el general no dijo nada y se fue. Al
día siguiente por la mañana recibió Eliseo una tarjeta del general invitándolo a
un paseo por San Lorenzo. Ya en el camino le dijo del viaje a la ciudad de
México para entrevistarse con don Venustiano Carranza y tratar el asunto de
algunos fondos que el Estado tenía con el gobierno federal. “Yo exijo un militar
53
para que se quede en mi lugar y el único militar del Congreso es usted. Mi
objetivo es pedirle que acepte”.
—¡Está usted loco, mi general!
“¡No. No lo estoy. Estoy perfectamente de la cabeza!”.
—¡Entonces cómo se atreve usted a proponerme un cargo de alto nivel
cuando conoce bien mi capacidad y mis posibilidades! Yo no estoy dispuesto
a levantar la carga que no puedo. Mis fuerzas no me lo permiten y no puedo
hacerlo.
Al día siguiente, al llegar al Congreso, ya se conocía su decisión ante el
general. Se realizó una junta para pedirle cambiara de parecer. “¡Es usted
diputado! Aceptó como tal y protestó cumplir con sus deberes y las labores del
Congreso… El Congreso, por lo tanto, lo nombra a usted gobernador durante
la ausencia del general”.
—Pues si ustedes me lo imponen, vamos a compartir las
responsabilidades y el ridículo. Lo vamos a repartir en tres: en el Congreso
porque me nombran; en el general porque entrega a quien no debiera; y en mi
por aceptar”. (Cortez, 1979, 26).
Duró cuatro meses en su interinato y en ese tiempo siempre buscó el
imperio de la ley en una situación política difícil por la lucha entre grupos y
aspirantes al poder que habían surgido a raíz de la revolución que aún no
concluía.
Iturbe regresa a Sinaloa y asume el poder hasta el 31 de diciembre de
1919, pero intempestivamente presenta a la Cámara de Diputados un permiso
para separarse del gobierno por tiempo indefinido. Ya no retorna. El diputado
54
Miguel L. Ceceña cubre el período del 31 de diciembre de 1919 al 20 de abril
de 1920.
José María Figueroa sostiene que “Obregón y Ángel Flores, sus
enemigos irreconciliables, no lo dejaban vivir y gobernar en paz. Luego,
muerto Carranza en mayo de 1920, de quien ya era amigo y se había
convertido en su protector político, lo dejan desguarnecido a merced de los
que tenían en este tiempo el sartén por el mango. Su encono y diferencias
abismales con Álvaro Obregón surgieron de su espíritu rebelde, que no
transigía con menoscabos a sus bien ganados méritos militares. Un poco o
mucho de egolatría; pero así era el hombre y nadie se lo pudo quitar. Iturbe se
sintió dolido cuando Obregón fue nombrado jefe de la Primera División del
Noroeste. Consideraba que tenía más derechos para ello que el sonorense,
por su antigüedad en las armas, por las batallas libradas y por haber sido uno
de los primeros soldados ascendidos al grado de general. (Figueroa, 1989,
70).
Cercana la sucesión presidencial, Venustiano Carranza pretendió
imponer la candidatura del ingeniero Ignacio Bonillas, contra la de Álvaro
Obregón y la de Pablo González. Otra vez el fantasma de la guerra civil se
cierne sobre México y en especial sobre Sinaloa, por estar tan cerca de
Sonora. Ante la postura de Carranza, el general Plutarco Elías Calles renuncia
al gabinete y junto con un grupo numeroso de revolucionarios —Obregón
entre ellos— suscriben, el 23 de abril de 1920, el Plan de Agua Prieta,
desconociendo el gobierno de Carranza.
Iturbe, en una extensa carta a Obregón, le comenta: “No salgo yo de mi
asombro al ver que usted, con su nombre y su prestigio, que han sido para mi
55
tan estimados, apoye la injusticia y la sinrazón” y desde Mazatlán lanzó un
manifiesto al pueblo sinaloense donde afirma: “Me corresponde también, en mi
carácter de gobernante, electo por el pueblo, con licencia del H. Congreso
para hacerme cargo de la Jefatura de Operaciones en el Estado, excitar
patrióticamente y con entusiasmo a los buenos hijos de Sinaloa a que,
siguiendo el sendero del más alto patriotismo, aporten el mayor contingente
que esté en sus manos a fin de que el orden y la tranquilidad pública se
restablezcan para bien de todos y alcanzar el verdadero progreso de los
pueblos… ¡Sinaloenses: la lucha nos espera, a la lucha hasta vencer!”.
(Nakayama, 1975, 228).
“Los generales abandonaron a Carranza y empezaron a sumarse al
obregonismo, e Iturbe, impotente para luchar contra las defecciones, tuvo que
abandonar el país y refugiarse en los Estados Unidos de América donde
residió hasta 1929 en que regresó para sumarse a los jefes militares
obregonistas en la rebelión contra calles”, comenta Antonio Nakayama (1975,
228).
Hay dudas o al menos no existen testimonios de este viaje a Estados
Unidos. Está clara su posición de rechazo a los rebeldes sonorenses, pues la
hizo pública, sin embargo, Iturbe explicó a Héctor R. Olea lo que ocurrió
cuando el movimiento de Agua Prieta: “Mateo de la Rocha se levantó en
Badiraguato, con un batallón. Organicé 50 hombres montados y con el jefe de
mi escolta, Martín Elenes, le caímos al Banco de Armas y lo desarmamos.
Entonces, el presidente Carranza me nombró Jefe de las Operaciones
Militares en el Estado. Ya era tarde. Pedí permiso al Congreso del Estado y
nombraron Gobernador interino al Diputado Miguel Ceceña. Nos fuimos a
56
Mazatlán para organizar la resistencia. En el Río Piaxtla organizamos la
defensa; pero el general De Santiago pertenecía a las fuerzas del Gral.
Diéguez, en Jalisco, quien le ordenó replegarse a Mazatlán. Yo no tenía
suficientes tropas propias y también me replegué. A Diéguez lo aprehendieron
sus propias tropas, y De Santiago, como yo no quería irme a la sierra con
medio millón de pesos que acababa de recibir del señor Carranza, sin
avisarme se puso a las órdenes de Adolfo de la Huerta en Hermosillo, por
telégrafo. Lo sorprendí y por eso acepté yo también, pidiendo respetaran el
Poder Judicial y Legislativo, menos a mí como Gobernador. Entregué a De
Santiago el mando y tomé un barco americano y me fui a presentar en
Hermosillo a De la Huerta, que era un gran amigo mío”. (Olea, 1993, 173).
En el barco norteamericano se trasladó a Hermosillo y fue en el camino
hacia la capital sonorense cuando se enteró de la muerte de Carranza, en las
primeras horas del 21 de mayo de 1920. Iturbe no hizo ninguna declaración y,
muy a su pesar, reconoció a Adolfo de la Huerta como presidente de México.
Años más tarde, en la tribuna de la Cámara de diputados expuso la
siguiente anécdota para demostrar su lealtad a los compromisos contraídos y
que da un poco de luz de cuál fue su relación con De la Huerta y Calles:
Yo les refería (a los diputados) en una ocasión cuánto trabajo me había
costado sacrificar la amistad del único jefe inmediato que tuve: el General
Obregón, dentro de una estrecha amistad y cariño, cuando él me invitó a
defeccionar. Yo había protestado servir lealmente al Gobierno legítimo,
constitucional, del señor Carranza, y cuando todas las circunstancias eran
desfavorables, cuando todo estaba perdido, cuando ya había caído el
Gobierno, los que estábamos fuera —y me tocó mandando una columna—
57
podíamos habernos acogido a la invitación del General Obregón, y yo con
más razón, porque me dirigió un mensaje muy halagador; sin embargo lo
sacrifiqué todo en cumplimiento de mi palabra, de mi honor, de mis
compromisos y, sobre todo, para sentar el precedente de que el Ejército no
debe hacer mal uso nunca de las armas que le confía el Gobierno, para
traicionarlo. (Aplausos).
Más tarde, como hubo que ceder, yo firmé un pacto con el que fungía
como Primer Jefe, que lo era el señor de la Huerta, entregando todas las
fuerzas que estaban a mi mando, salvaguardando únicamente, como era
Gobernador Constitucional de mi Estado, el respeto al Poder Legislativo de mi
Estado y al Poder Judicial, excepto al Poder Ejecutivo que yo representaba; el
respeto de las vidas e intereses de todos los que habían estado a mis
órdenes, y yo me ponía a disposición de esa Jefatura para ser juzgado en la
forma que lo creyeran conveniente.
Bien, así las cosas vine a México, y estando en Palacio se me invitó
para que pasara a presenciar la protesta del Ministro de Agricultura, que era el
General Villarreal. Allí me encontré al General Calles, que era Ministro de la
Guerra, y me dice:
—¿Por qué no ha ido usted a la Secretaría?
"Por allá voy, mi general".
Al siguiente día pasé y me saludó muy afectuosamente, pero al
sentarme me dice estas palabras textuales —y lo que estoy refiriendo hay dos
hombres vivos que lo pueden confirmar, Calles y De la Huerta—:
—¿Pero, compañero, por qué no se volteó usted?
58
Entonces, naturalmente, aquello me disgustó, y le dije: "Mi general, yo
no estoy arrepentido de mi actitud".
—Entonces usted persiste en su error —me dijo. "Usted le puede llamar
como usted guste; yo le llamo el cumplimiento de mi deber, y como vine
únicamente porque usted me invitó, ¡hasta luego!", y me despedí sin darle la
mano. Aquello suscitó un odio terrible en el General Calles para mí. De allí se
fue a pedir mi baja por indigno de pertenecer al Ejército. Tuvo una discusión
muy acalorada con el Presidente de la Huerta, no habiendo conseguido el
acuerdo; y para librarme el señor Presidente de esa difícil situación con el
Ministro de la Guerra, ordenó que quedara comisionado directamente en la
Presidencia de la República. Cuando supe yo que el General Calles había ido
a pedir mi baja por indigno de pertenecer al Ejército, le dije al Presidente lo
siguiente: "He sabido esto del señor Ministro de la Guerra, y tiene razón; yo
soy indigno de pertenecer a un Ejército mandado por el General Calles, y
como yo no obedeceré sus órdenes, aunque me mande fusilar, le ruego que
me dé mi baja". No me fue concedida, y por ese motivo quedé en esas
circunstancias. Más tarde pedí voluntariamente licencia para separarme del
servicio. Es así como dejé de pertenecer a la honrosa institución del Ejército
Nacional. (Sesión de los debates, 12 de julio de 1938).
La fortuna a la sombra del poder político
Es necesario abrir un paréntesis para exponer un hecho no militar que
por lo regular se ignora o se evita al elaborar la biografía de los
revolucionarios: la acumulación de riqueza que hicieron bajo el amparo del
poder político.
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Ramón F. Iturbe. Autor: Juan Lizárraga

  • 1. 1 RAMÓN FUENTES ITURBE: Luces y sombras de un rebelde AUTOR: JUAN LIZÁRRAGA TISNADO Mazatlán, Sin. Noviembre de 2009
  • 2. 2 ÍNDICE Presentación............................................................................................................2 1. Magia, rebelión y astucia...................................................................................4 Las dos fuentes de Ramón F. Iturbe y su religiosidad infantil...........................4 Temprano peregrinar hacia la capital.................................................................7 La “Aurora” de Mazatlán...................................................................................9 ¡Vienen los ferrelistas! La juventud en armas con Madero .............................11 El sitio y la primera toma de Culiacán.............................................................16 Lucha con Obregón, por Carranza y contra Huerta .........................................23 Segunda toma de Culiacán y sitio de Mazatlán ...............................................26 Lealtad al constitucionalismo y a Carranza .....................................................34 2. La gloria del poder y el infierno de la derrota ..............................................40 Primera batalla política: Gobernador Constitucionalista de Sinaloa ...............40 La educación del pueblo, máximo monumento a la Revolución.....................44 El relevo por Eliseo Quintero y el Plan de Agua Prieta...................................50 La fortuna a la sombra del poder político ........................................................57 Derrota militar y exilio en Los Ángeles...........................................................64 La indulgencia del presidente Lázaro Cárdenas ..............................................71 Segunda batalla política: diputado federal por el cooperativismo..................76 El Frente Constitucional Democrático Mexicano, ¿ultraderechista?...............82 Campaña para gobernador en el almazanismo y viaje a Japón........................91 La última guardia en honor a sus restos mortales............................................97 3. La presencia de la mujer ...............................................................................103 Mujeres en la revolución y el “Estado mayor de Iturbe”...............................103 Marina Soto y la madre de Lupe....................................................................107 Mercedes Acosta, centro de la familia nuclear: ............................................109 Luisa Marienhoff, capitana del amor y de la fraternidad universal ...............116 4. Ramón F. Iturbe, cultura, religiosidad y humanismo ................................120 Filosofía y política .........................................................................................120 Cristiandad y cosmovisión religiosa..............................................................123 Esoterismo y naturismo..................................................................................127 5. En conclusión: ¿En verdad fue General de la Revolución?.......................132 Fuentes consultadas ...........................................................................................137 Anexo. Ramón Fuentes Iturbe en gráficas ......................................................140
  • 3. 3 PRESENTACIÓN La estatura histórica y el valor humano del general Ramón Fuentes Iturbe no han sido justipreciados en su verdadera dimensión. La audacia con que acometió las batallas militares en que participó desde su muy temprana juventud, y el fervor y la lealtad característicos de los actos políticos de su madurez, rayan en la leyenda y en la novela; su vida personal, impregnada de misterio y de los más puros y positivos valores sociales, son ejemplos para la juventud actual. La inquietud por hurgar en la vida del general, inició desde 1993, por las razones anotadas. Se presenta aquí un ensayo anecdótico en el que a veces se recurre al diálogo. No es el objetivo convencer a nadie de que las ideas o los actos de Iturbe eran correctos o merecen ser condenados. Tampoco hay un interés o propósito estrictamente académico, aunque pudiera parecerlo, por la formación del autor. Se trata de hacer públicos, de divulgar, hechos y anécdotas del personaje para que cada quien emita el juicio que más le plazca o el que considere pertinente. Las bases de la estrategia con que se estructuró el trabajó las proporcionó el propio biografiado: en una de sus muchas entrevistas concedidas a la prensa, explicó que “la Revolución está ya bastante bien contada y analizada. Si usted ve el parte de una batalla puede conocer todos los movimientos de los adversarios y enterarse del número de bajas y demás detalles de esta especie. Sin embargo, la anécdota, que no figura en esos partes, es una pieza esencial para entender la época. La anécdota es viva. Comunica mucho más que las cifras bien alineadas. Por eso yo he preferido contarle anécdotas, decirle cómo éramos, cómo pensábamos”. También influyó la experiencia que se tiene sobre la historia de vida como una forma del método narrativo y el conocimiento de la elaboración del ensayo anecdótico. Igualmente está presente el oficio periodístico que se ejerció durante casi dos décadas: el reportaje y la crónica histórica, armados con profusión de datos, producto de la revisión de documentos y de entrevistas, mezclados para convertirse en una red de ensayos que constituyen el ensayo general. Son conversaciones, relatos, del sujeto principal o de personas directamente involucradas en su vida y en el contexto que rodeó su actuar, desde fines del siglo XIX hasta 1980. El ejercicio hermenéutico, en sentido ortodoxo, está ausente, sin embargo, hay una gran carga de subjetividad en la selección —y discriminación— de los datos (los hechos, los personajes) y en el orden seguido tanto cronológico como temático, sin demérito de la veracidad de fechas y nombres.
  • 4. 4 Iturbe fue un hombre de luces y sombras. Como todo ser humano, fue un ente complejo, unidad y diversidad, un homo sapiens-demens-fabers, por ello aquí se expone su individualidad, y autonomía, pero también la identidad del joven de clase humilde con el momento que le tocó vivir, al participar, con voluntad y conciencia, en el movimiento armado que hace cien años sacudió al país, hecho igualmente complejo y controvertido como el propio Iturbe. Por la forma en que se estructuró el trabajo, podría dividirse en dos partes, una cronológica biográfica que incluye los dos primeros capítulos, y otra temática, en la cual se abordan asuntos con los cuales se identificó y a la vez identifican a Ramón F. Iturbe. En el primer capítulo se ofrecen datos del primer accionar de Iturbe en la vida, su traslado a Culiacán, donde influenciado por las enseñanzas de Madero, tanto políticas como espiritistas, participó en el primer brote revolucionario de Sinaloa, en su casa, para ser más específico; luego en las primeras batallas y en casi todos los combates que se sucedieron durante la Revolución, donde hace manifiesta su lealtad a Madero, a Carranza y a su único jefe inmediato, Álvaro Obregón. En el segundo capítulo se describen sus batallas políticas y por la vida, como gobernador y como diputado federal; su compromiso con la educación del pueblo y con el cooperativismo como movimiento reivindicador; sus fallidas batallas militares electorales y exilios, hasta su muerte en un hospital militar. En el capítulo tres se da cuenta de la participación de la mujer, presente con Iturbe en el campo revolucionario y en su vida personal: sus esposas y sus hijas. Justamente, de su vida personal trata el cuarto capítulo: su formación cultural, su religiosidad y espiritismo, su alma de poeta, su timidez y audacia, que termina con un apartado, a manera de conclusión titulado “¿En verdad fue un general de la Revolución?”, pues su vida no se asemeja a la de la mayoría de los personajes sobresalientes de la Revolución Mexicana.
  • 5. 5 1. MAGIA, REBELIÓN Y ASTUCIA Las dos fuentes de Ramón F. Iturbe y su religiosidad infantil Ramón F. Iturbe nació el 7 de noviembre de 1889 en Mazatlán, Sinaloa. Personalmente, Iturbe negó haber nacido en la sindicatura de Siqueros, en respuesta a una pregunta específica que le hizo don Héctor R. Olea (1993, 168) y la versión oficial afirma que vino al mundo en el número 50 de la calle San Germán (después Francisco Cañedo y hoy Canizales)1 . El 12 de enero de 1890, el presbítero Don Miguel Elizondo —con licencia del señor Cura y Vicario Don Miguel Lacarra, en la Santa Iglesia Parroquial de Mazatlán— bautizó solemnemente y puso el Santo Óleo y Sagrado Crisma, a un niño a quien dio el nombre de José Ramón. Sus padrinos: Bentura Herrán y Petra Ochoa. Hijo natural de Refugio Iturbe, su padre fue un señor apellidado Fuentes, de origen chileno, quien lo registró a su nombre, pero la familia del señor Fuentes no aceptó al niño ni a la madre. Conservó en la vida cotidiana el apellido de su padre, más empezó a firmarse Ramón F. Iturbe, para evitar que el apellido se extinguiera, a petición de un hermano de su madre que no tuvo hijos y que se creía el último de los Iturbe, pues era el único varón de la familia. Beatriz y Refugio, fueron dos medias hermanas mayores que Ramón; después de él nacería Arturo, de apellido Sicairos. Al paso de los años, la familia Fuentes visitó a Ramón para pedirle que usara este apellido, pero él se negó a hacerlo y así, en la “F.” Quedó 1 La dirección donde nació se indica en su biografía de la página del Congreso del Estado de Sinaloa: http://www.congresosinaloa.gob.mx/murodehonor2/ramon_iturbe.htm. Los distintos nombres de la calle se exponen en la página http://www.vivemazatlan.com/index.php/Historias/Historia-y- desarrollo-del-servicio-electrico-en-la-ciudad-de-Mazatlan.html.
  • 6. 6 escondida la primera fuente de Ramón. Entonces uno se pregunta, ¿cuál es la segunda fuente?: “Ramón, en el idioma de los eúzkaros, significa fuente”,2 le explicó cierto día Ramón F. Iturbe al escritor colimense Juan Macedo (1984, 61) camino a Cosalá. “De manera que soy una doble fuente”, agregó sonriente. De su infancia en Mazatlán, Luisa Marienhoff y Mireya Iturbe,3 narran la siguiente anécdota: Doña Refugio Iturbe hacía “cuajada” —preciado antojo casero—, la cual “se cortó” de pronto y para remediar las cosas ordenó: —Busquen a Ramón. Debe haber pasado por aquí, la miró y se le antojó, por eso se cortó. Dénsela a probar y luego que la menee un rato para que se componga. Así se hizo. La cuajada se compuso. Un hecho común en tierras sinaloenses. Común, sí, pero también una señal en la que se dibujaba el magnetismo y la fuerza mental de Ramón, un niño delgado, larguirucho de apenas siete años de edad que aparentaba más de diez, no solamente por su acelerado crecimiento físico, sino también por su religiosidad y su carácter de observador agudo de la naturaleza y de todo cuanto le rodeaba. Su religiosidad la manifestaba en los trazos constantes que hacía de figuras semejando a la cruz cristiana, símbolo de vida desde tiempos remotos, aunque no en sus visitas al templo. Sus ojos negros, ligeramente oblicuos, que descansaban sobre una nariz sentada en una boca grande, contemplaban fija, interrogativamente, al mundo. Religiosidad y filosofismo eran en Ramón, a tan temprana edad, fe y acción. 2 Su origen es germánico y significa “protector”, “sensato”. 3 La primera, su segunda esposa, rescata datos biográficos de Iturbe en su novela “La Revolucionaria” (Marienhoff, 1959), y la segunda, hija de general, fue entrevistada en Cuernavaca en 1993.
  • 7. 7 El contexto temporal remite a la última década del siglo XIX. Hasta Mazatlán llegaban noticias periodísticas desde la ciudad de México que informaban de los milagros de Teresa Urrea, nacida en Ocoroni y a quien sus padres trasladaron de niña a Cabora, Sonora, donde curaba por medio de la sugestión y la hipnosis. “La Santa de Cabora”, como la nombraron, sufría ataques epilépticos seguidos de estados de coma por tres días, hecho que la volvía más enigmática para sus seguidores. Tal era su fama que los vecinos de Tomochic, Chihuahua se rebelaron contra el gobierno y visitaron a la santa. El pueblo fue aniquilado, según lo narró el subteniente Heriberto Frías Alcocer, partícipe involuntario y testigo de los actos de barbarie cometidos por la soldadesca. Los indios del Río Mayo también se sublevaron al grito de “¡viva la santa de Cabora!”. En el último decenio decimonónico se respiraba en México una paz precedida de hechos militares y políticos que años antes conllevaron a la reorganización nacional y a la reelección presidencial de Don Porfirio Díaz al grito de “no reelección” proclamado en el Plan de Tuxtepec. La revuelta tuxtepecana se convirtió en gobierno local en la persona de Francisco Cañedo, quien triunfó con las dos terceras partes de los votos contra Andrés L. Tapia, candidato de la entonces imposición. A más de ser popular, Cañedo era amigo de don Porfirio Díaz. Don Ángel Viderique, originario de Guanajuato, al frente de la Banda de Música del Estado, alegraba a la multitud que se congregaba en la plaza principal de Culiacán, donde estrenó “La Valentina” y “La Adelita”4 , que luego los revolucionarios sinaloenses llevarían a todo México para convertirlas en 4 “La Adelita” no es hija legítima de la revolución, es la hija adoptiva que, con su hermana “La Valentina”, constituyó la dualidad emocional y romántica de aquella”, Ramón R. Richard. (Flores Villela, 1990, 344)
  • 8. 8 himnos de la Revolución. Eran melodías salidas del pueblo, como “Heraclio Bernal”, “El Abandonado”, “El Cuervo”. Temprano peregrinar hacia la capital A Ramón le dolía que su madre trabajara en los menesteres más humildes para mantenerse. Le dolía también someterse por un bajísimo jornal a la ruda labor del campo. Tenía que trabajar como hombre, de sol a sol, para cobrar como niño. Junto a la rebeldía contra esta situación, en su mente se incubaba el ideal de hacer fortuna, de ser rico. Quería estudiar, pero empezó a trabajar en el almacén de un cuñado, esposo de la hermana mayor, porque éste le ofreció mandarlo a la escuela si se iba con él a trabajar. Y tuvo que hacerlo para sostener a su madre y a sus tres medios hermanos. La familia salió de Mazatlán rumbo al centro del Estado para radicar un tiempo en el rancho El Obispo, por el antiguo Camino Real, de ahí se trasladó a Salsipuedes, donde pasó parte de su infancia, estuvo en Oso, en Quilá y el peregrinar frenó un poco en Alcoyonqui de donde luego partiría a Culiacán por instancias del cuñado. A los catorce años de edad, Ramón F. Iturbe se había desempeñado como mandadero, dependiente de tienda de abarrotes, vendedor de mercancías de poco valor, trabajador de artículos de cueros para arreos de montar y otras actividades parecidas. De chico, Iturbe oyó decir a una viejecita que quien consiguiera hacerse de un cinturón de cuero de león y se lo pusiera sobre la piel, bajo la ropa, jamás tendría miedo de nada. Él lo consiguió y se lo ponía. Sugestión o magia, el uso de este cinturón lo hizo ser valiente, arrojado por toda su vida y
  • 9. 9 cuando pasado el tiempo le elogiaban su valor en la batalla revolucionaria, explicaba que todo se lo debía al cinturón de león. En Culiacán conoció la escuela. Cursó hasta el tercer o cuarto año de primaria, a la sombra del maestro Tello de Meneses. Aprendía de prisa, con avidez y en su ansia por aprender ingresó al Seminario Conciliar de Sinaloa. Debía cubrir una cuota de dos pesos con cincuenta centavos al mes y al serle imposible cubrir la colegiatura, lloró amargamente en los viejos portales del Seminario, haciéndose la siguiente interrogación: —¡Dios mío!, ¿por qué los pobres no podemos estudiar como los ricos? ¡Aprendió a leer y se convirtió en un lector voraz! La meditación acompañaba a la lectura. Por horas y horas clavaba su mirada al cielo. Mientras estudiaba las propiedades de las hierbas medicinales y astronomía y su influencia sobre los seres, observaba sin cansancio los fenómenos de la vida material y espiritual, los fenómenos del cosmos y realizaba toda clase de experimentos. Combinaba ese estudio con el trabajo. En Alcoyonqui, a duras penas levantó un comercio de abarrotes. Instaló su tienda. Contrató un dependiente para que la atendiera mientras él ambulaba por diferentes zonas realizando transacciones comerciales entre los campesinos, con quienes hacía sus primeros ensayos con hipnotismo curativo que le atraía enfermos y pobres agradecidos, porque no acostumbraba cobrarles, aunque el hipnotismo le llamó la atención poco tiempo, pues se opuso siempre a que se enajenara la voluntad de las personas, aun cuando se utilizara en beneficio de ellas mismas. En cambio, atrajo más su interés el magnetismo humano y su influencia en la curación.
  • 10. 10 En estas excursiones por los campos aledaños a Culiacán pudo comprobar que sus manos se enriquecían con el maravilloso don de la curación magnética. Su alma contemplativa, su mente interrogadora, su ansia de saber y sus contactos directos con la injusticia y la desigualdad social, hicieron de él tierra fértil para que brotara la semilla del cambio revolucionario que a lo largo del país se gestaba. La “Aurora” de Mazatlán Al final del siglo XIX, el liberal Juan Jacobo Valadés prestó insustituibles servicios médicos a la sociedad sinaloense y quiso que sus hijos estudiaran medicina en Guadalajara. Éstos, sus hijos Juan y Francisco, al igual que Juan Jacobo, instalaron en Mazatlán la Botica Central, en cuyo traspatio Juan Jacobo gustaba de reuniones en las cuales se disertaba sobre asuntos literarios. Cultos personajes, que luego lo serían de la poesía, del periodismo, de la administración, se daban cita en las tertulias. Entre estos: Manuel Bonilla, Esteban Flores, José Berumen, Amado Nervo, Martiniano Carvajal, Vicente González, Ángel Beltrán, Juan Sarabia, Jesús Gómez, Manuel Manzo, destacando entre ellos José Ferrel Félix, primo hermano de Juan y Francisco Valadés, quien pese a su corta edad había sido soldado, comerciante, marino conspirador, tribuno y amanuense. La tertulia llevó a la fundación de la Sociedad Aurora y en la trastienda de la botica las reuniones literarias y sociales se hacían con más frecuencia y comenzó a participar en actos cívicos, en funciones con fines patrióticos, de
  • 11. 11 caridad o con propósitos artísticos, con el talento destacado de Ferrel, quien había nacido en Sonora y que, por ocasiones, se ausentaba de las tertulias. Francisco Valadés, al tiempo que acrecentaba sus ideas, se asociaba con el acaudalado empresario Andrés Avendaño y con la idea de crear una empresa editorial funda la sociedad mercantil “Valadés y Compañía Sucesores”, la cual compró a Miguel Retes el periódico “El Correo de la Tarde”. La botica se convirtió en Droguería Central y funcionó en un edificio que por la calle Belisario Domínguez, entonces Principal, construyó el ingeniero Francisco Guarneros, esposo de Cristina Ferrel, edificio donde también se instaló el periódico, una librería y talleres de grabado, encuadernación y rayado de papel. El Correo de la Tarde dejó de ser una simple gacetilla literaria de información local. Se convirtió en un periódico de opinión. Francisco Valadés consultó al periodista José Ferrel y finalmente éste le recomendó a Heriberto Frías, quien en 1906 llegó a Mazatlán para hacerse cargo de la dirección del periódico. Heriberto Frías enriqueció la tertulia que se convirtió en una peña donde se discutía de política. Frías mantenía correspondencia con Francisco I. Madero, iniciada como un intercambio de publicaciones. En “El Correo” del puerto se publicaba “La sucesión presidencial” de Madero y en “La Opinión” de Coahuila se daba a conocer “La Rebelión de Tomochic”, de Frías. Además, Frías se comprometió a vender el libro de Madero en Mazatlán y de aquí a todo el Estado de Sinaloa. (Valadés, 1985, 45-58).
  • 12. 12 Fue así como un ejemplar de “La sucesión presidencial” llegó a manos de Iturbe, quien desde ese momento se convirtió en un soldado de la antirreelección y en un maderista convencido, difusor elocuente y entusiasta de las ideas de don Francisco I. Madero, quien lo cautivó no solamente por sus ideales políticos, sino también por su espiritismo: después sería un fervoroso lector del “Manual Espirita”, que el apóstol Madero escribió en 1911 con el pseudónimo de Bhima, uno de tantos libros de cabecera de Iturbe. ¡Vienen los ferrelistas! La juventud en armas con Madero “Al Sr. Gobernador interino Lic. Eriberto Zazueta, Culiacán. “Con profunda pena acabo de recibir telegrama de Ud. En que me participa el fallecimiento del señor gobernador general Francisco Cañedo. Haga usted que se le tributen los honores que corresponden a su alta jerarquía.- Porfirio Díaz”. La anterior fue la respuesta del presidente de México a la comunicación antes recibida del gobernador interino de Sinaloa al anunciarle la muerte de don Francisco Cañedo, ocurrida el 5 de junio de 1909, quien estuvo al frente del Estado por 32 años, merced a arreglados interinatos. Con los honores correspondientes, Cañedo fue sepultado el 8 de junio y el 14 del mismo mes se convocó a elecciones, que debían realizarse el 8 de agosto para que el vencedor terminara el periodo de Cañedo el 26 de septiembre de 1912. El día de las elecciones, domingo por la mañana, los habitantes de Culiacán vieron asombrados entrar a la ciudad a un joven alto y moreno al frente de un grupo de rancheros que llegaban a votar. “¡Ahí vienen los ferrelistas!”, se oía por todas partes. Eran los rancheros de Alcoyonqui
  • 13. 13 entusiasmados y convencidos por Ramón F. Iturbe de que una nueva era se acercaba para ellos y para Sinaloa. El porfirismo estaba por caer. Había que votar contra Diego Redo, el candidato continuador de Porfirio Díaz en Sinaloa y a favor de José Ferrel Félix, el candidato del pueblo opositor. Iturbe así lo entendía. Sus observaciones sobre el porfiriato le hacían concluir que los métodos no eran los adecuados para el desarrollo cívico de México, del pueblo sinaloense que en esta contienda, al dar su voto por el ferrelismo, se enfrentó abiertamente al presidente Porfirio Díaz mediante el rechazo de la candidatura de Diego Redo para gobernador del Estado. Los resultados fueron frustrantes. En el distrito del cual era cabecera Culiacán, donde se tenía una lista de 7 mil votantes, el candidato oficial obtuvo 9 mil 399 votos, contra sólo 804 de José Ferrel Félix. Fue una votación fraudulenta, inflada a favor de Redo. En julio de 1910, el proceso electoral por la presidencia de la Repúbica fue también un fraude evidente en todo México, donde las condiciones de existencia eran cada día más miserables para la mayoría de la población que día a día se rebelaba contra el gobierno sempiterno de Porfirio Díaz y su sistema de acabar con la oposición mediante el asesinato selectivo, como ocurrió con Gabriel Leyva Solano el 13 de junio de 1910, en la Villa de Sinaloa. Entusiasmado por las enseñanzas de Madero en “La Sucesión presidencial”, Iturbe no vaciló en atender al llamado del Plan de San Luis, promulgado en Texas, a donde Madero había huido de la prisión que sufría en San Luis Potosí. Ante el fraude electoral ocurrido en todo el país, Madero
  • 14. 14 llamó a levantarse en armas a las 6 de la tarde del 20 de noviembre de 1910. Un grupo de jóvenes temerarios atendió el llamado. Iturbe relata que fue uno de los primeros que se levantaron en armas en Sinaloa. Sus razones eran muy claras: “El pueblo tenía hambre y sed de justicia y quería terminar con su miseria a través de las reformas que proponía Madero. Además deseaba un cambio de gobierno que acabara con la dictadura de Porfirio Díaz, causa de nuestra situación. En esos tiempos un peón del campo recibía el pago para toda su familia, un almud de maíz y un cuarterón de frijol (unos cuatro kilos) para la semana. Su sueldo era de tres reales diarios (treinta y siete centavos) trabajando de sol a sol en Sinaloa y en Jalisco 18 centavos. Había días en que solamente comíamos tortillas con agua de chile y cebollas. La pobreza era espantosa. Fue el motor de la Revolución. Los peones eran tratados como animales por los ricos hacendados”. (Tirado, 1982). Entonces, el 20 de noviembre de 1910, al lado de otros jóvenes intrépidos e idealistas —Juan Banderas, sinaloense, y Agustín Beltrán y Conrado Antuna de Durango—, debía levantarse en armas en Culiacán. Tan joven era Iturbe, que para los demás conjurados era apenas un chamaco. El golpe en Culiacán fracasó a causa de una denuncia. “Teníamos que reunirnos en mi casa (calles Colón y Corona). El plan era que yo tomara la penitenciaria echando fuera a los presos, para lo cual estaban comprometidos los celadores y la guardia. Los otros deberían capturar al gobernador del Estado Diego Redo durante un baile”. Es Iturbe quien relata los hechos:
  • 15. 15 “En mi casa escondíamos las armas. A las once de la noche que yo llegué noté que había luz por la única puerta que daba a la calle. La casa debería estar cerrada y mi obligación era dar una contraseña. Cuando entré no había nadie, ni mis amigos ni el parque. Los habían aprehendido. De pronto se me aparecieron en la puerta cuatro policías. Yo les apunté con mi pistola y ellos se barrieron por el suelo hacia fuera y escaparon. Cerré la puerta inmediatamente y le puse una tranca. Estaba rodeado. Había una salida por detrás, pero también estaba cubierta. Sin embargo, pude escapar. De allí salió la leyenda de que yo tenía pacto con el diablo. Lo que pasó fue lo siguiente: había luna llena y se proyectaban las sombras muy oscuras. En el lado de atrás había una cocina a cuya sombra brinqué. Los policías estaban pendientes de que yo saliera a la calle y yo decidí irme por el lado donde se formaba aquella sombra. Escapé protegido por la mancha negra, saltando bardas. Cuando ellos entraron a mi casa yo ya no estaba allí, me había esfumado misteriosamente, según dijeron ellos”. (Tirado, 1982). Una vez lejos de la casa, Iturbe huyó por el monte hacia Alcoyonqui, donde tenía un compadre. Lo perseguían por toda la zona y cuando llegó a Alcoyonqui ya lo habían buscado por allí policías disfrazados. Un compadre lo escondió en el monte y desde el pueblo le llevaban la comida. Después se dirigió a un riachuelo. Los miembros del Comité Antirreleccionista le enviaron una carabina y parque. Anduvo escondido cerca de un mes, hasta que consiguió un guía a quien armó y siguieron su viaje rumbo a Durango, donde se encontró con sus compañeros Banderas, Antuna y otros. Ya en el Estado de Durango hicieron su primer reclutamiento (17 hombres). Con ellos tomaron Tamazula, Durango, donde leyó junto a un
  • 16. 16 kiosko y a manera de adoctrinamiento, el Plan de San Luis, firmado por Madero. Después tomaron Chacala, un pueblo minero. Ya para entonces tenían 180 hombres. Las damas de Chacala le regalaron una bandera que tenía, de un lado, la imagen de Hidalgo y, del otro, la Guadalupana. Iturbe ya practicaba el espiritismo, pero era católico y creyente en la virgen de Guadalupe. “Yo no era el jefe absoluto, no habíamos decidido quién debería mandar y éramos en realidad cuatro jefes, pero las damas me hicieron el regalo a mí”, dijo “Juan Banderas era un hombre impulsivo y quiso tomar el mando absoluto. Tuvimos un disgusto y por poco nos damos de balazos. Le propuse que nos separáramos, consultando la voluntad de la tropa para que siguieran al que ellos eligieran. Así lo hicimos y todos se vinieron conmigo. Beltrán prefirió irse con Banderas, Antuna me siguió a mí. Tomamos rumbo a Topia. Así, con grandes sacrificios, hechos y leyendas, se fueron formando mis fuerzas”. (Tirado, 1982). Tuvieron las primeras revueltas. “Entonces no sabíamos fusilar. El señor Madero nos comunicaba a todos su espíritu de bienhechor. Ni fusilábamos ni nada. Le aseguro que nuestras tropas no se llevaron de aquellos pueblos ni un sarape”. (Reyes, 1966). Madero reconoció éstas y otras proezas (como su habilidad para reunir rebeldes) y el 22 de mayo de 1911, desde Chihuahua, le otorgó a Ramón F. Iturbe el grado de general brigadier del Ejército Liberador. —¿Cómo era Madero? —preguntó Beatriz Reyes Nevares a Iturbe más de 50 años después de estos sucesos:
  • 17. 17 —Era el revolucionario por excelencia. Porque ser revolucionario no equivale a empuñar un fusil y dispararlo. Para serlo se necesitan ideas. Se requiere un deseo muy grande de transformar las cosas e implantar la justicia. Y el señor Madero tenía esto. Se le ha reprochado que no tuviera aspiraciones de reforma social. Me consta que las tuvo. Dicen que su origen (con aquello de que su familia era muy rica) le impedía comprender el drama del campo. Le aseguró que sí lo comprendió. Lo que pasa es que él sabía que no era posible una modificación instantánea del orden establecido. Había que proceder gradualmente. Y no le dieron tiempo. (Reyes, 1966, 38). El 27 de agosto de 1963, relata: “el apóstol de la democracia, de alma pura y transparente, de ideas filosóficas orientalistas, nos diría: ‘lo hecho, bien hecho está’. Sin ser fatalista nos decía que la ley se cumple, que todo se paga, si no en la misma existencia, en otra, pues creía en la reencarnación y supervivencia del espíritu… para mí era un iluminado, que llevaba siempre el bien en su corazón”.5 El sitio y la primera toma de Culiacán Muy pronto se crearon mitos en torno a Iturbe, los cuales se acrecentaron al paso de los años, como el denominarlo “el general de mil batallas, que nunca fue vencido”. Ante la periodista Beatriz Reyes Nevares, el general Iturbe desmiente tal situación: “Al principio de mi carrera tuve dos derrotas y las dos me las propinó un coronel de nombre Luis G. Morelos a quien admiré mucho. Fueron derrotas 5 Discurso pronunciado el 27 de agosto de 1963, en el desayuno que ofrecieron los supervivientes civiles y militares de la Revolución Mexicana al presidente Adolfo López Mateos.
  • 18. 18 que ni coraje me dieron, por lo técnicas y estrategias correctas. Acciones admirables de mi adversario. Al poco tiempo, Morelos fue mi prisionero y yo me lo llevé a mi cuarto. Quería conversar con él”. —No es frecuente que se tenga un respeto así por el enemigo. “Sin embargo, es lo que se debe hacer. Cuando el enemigo lo merece, ¿por qué comportarse con él en forma poco comedida? Aquel Morelos valía mucho. De veras valía…”. (Reyes, 1966, 38). El coronel Morelos fue el último en rendirse durante la toma y sitio de Culiacán, el 2 de junio de 1911. Héctor R. Olea relata de la siguiente manera el relevante hecho militar: “El 20 de mayo de 1911, los maderistas dieron principio a una reconcentración de fuerzas para atacar la capital del Estado. Más de 4,000 revolucionarios pusieron sitio a la plaza comandados por Ramón F. Iturbe, Juan M. Banderas, Herculano de la Rocha, Claro G. Molina, Gregorio L. Cuevas, José María R. Cabanillas, Mateo de la Rocha y los comandantes de guerrillas: Cándido Avilés, Conrado Antuna, Martín Elenes, Hilario Narváez, Agustín Beltrán, Antonio M. Franco, Cipriano Alonso, Francisco Quintero, Antonio Chaires Félix, Mauro Valenzuela, Cruz Medina, Darío Medina, Francisco Ramos Obeso Arnoldo de la Rocha y Eduardo y Miguel Armenta, además de mujeres: Clara de la Rocha y Valentina Ramírez”. (Olea, 1993, 43). El mismo historiador sinaloense explica que la guarnición de Culiacán estaba a cargo de 400 porfiristas; 160 soldados y rurales al mando del mayor Agustín del Corral, los federales al mando del general Higinio Aguilar y el coronel Luis G. Morelos y 100 rurales del estado al mando del capitán Ignacio
  • 19. 19 Herrera y Cairo. El 25 de mayo quedó cerrada la ciudad y los revolucionarios comenzaron el ataque. La lucha fue cruenta y finalmente favorecía a los revolucionarios. Con ánimo de triunfador, el primero de junio, a las 4 de la mañana, Iturbe perpetró la siguiente hazaña: “El general Higinio Aguilar, al mando de 300 soldados defendía su cuartel en la casa de la Moneda. Yo, con doce compañeros (acompañado del mayor Agustín del Corral) entré al edificio sin medir las consecuencias, para pedirle su rendición, en una de las treguas del combate. Hablé con él y le pedí que depusieran las armas. Me contestó que sólo acataría las órdenes del gobernador Diego Redo. De allí encaminé mis pasos seguido de mis hombres armados, hasta la casa frontera al Palacio de Gobierno, donde se me dijo que se alojaba el gobernador porfirista. No lo encontré en su residencia y volví nuevamente a la Casa de la Moneda, a insistir en mis demandas. Algunos soldados federales, viéndome nuevamente en la ratonera, comenzaron a gritarle al general en alta voz: —¡No lo deje salir, mi general! —¡Moriremos todos —contesté con aplomo—, porque el edificio será volado si no salimos dentro de media hora! Y ese golpe de audacia hizo que el anciano militar se rindiera con sus trescientos hombres. Días después me entregó su espada de gala, que yo quise conservar como un recuerdo de mi juventud revolucionaria. (Olea, 1993, 47). Desde el 30 de mayo de 1911, en la madrugada los maderistas arreciaron los ataques a la ciudad por todas las posiciones. El primero en
  • 20. 20 rendirse a instancias de Iturbe, fue el general Aguilar. Después, Herrera y Cairo. El 31 se rindió la ciudad. Hasta el 2 de junio el coronel Morelos, al saberse la renuncia de Porfirio Díaz y recibir la promesa de que se le perdonaría la vida. En esta ocasión sí hubo saqueos, incendios de fábricas y fusilamientos. El mismo 30 de mayo fue fusilado, en la fábrica de “La Aurora”, por tropas del general Iturbe, Camilo Beltrán, encargado de las caballerías del palacio de Gobierno, acusado de hacer resistencia a los maderistas. Antes, el 21 de mayo fue incendiado el chalet de los Gómez por el barrio de “La Vaquita” y luego el primero de junio la fábrica de hilados y tejidos “El Coloso de Rodas”. Iturbe aclaró respecto al último hecho: “Yo había establecido mi cuartel general primero en El Barrio y después en La Aurora… Nuestros soldados, sin mediar ninguna orden de mi parte, lo hicieron por iniciativa propia, como respuesta a la terquedad de los defensores de Culiacán por no aceptar nuestras proposiciones de paz. Ante lo inevitable, yo di instrucciones de que se pusiera salvo parte de las existencias de la fábrica sin que posteriormente el fuego fuera dominado. El pueblo mismo ayudó a los soldados” (Olea, 1993, 50). Uno de los fusilamientos causó controversia nacional, el del general Morelos. No se respetó el acuerdo y promesa de perdonarle la vida. La duda nunca fue despejada totalmente, pero a Juan Banderas se le siguió un proceso judicial y el general Iturbe hizo pública su versión de lo ocurrido. Iturbe sostuvo que él mismo señaló a Morelos su propia habitación como hospedaje y le dijo al recibirlo como su prisionero. “A usted debo, coronel, las dos primeras lecciones de táctica militar que he recibido: cuando
  • 21. 21 me derrotó en Las Milpas y en Tamazula. Aquí será mi huésped, en mi propio cuartel. Con las pláticas con usted aprenderé mucho”. (Olea, 1993, 51). Martín Elenes, ayudante de Iturbe, lo vigiló dos días (estuvo 2, 3, 4 y 5 de junio), el 5 de junio le entregó a Morelos al soldado Mateo de la Rocha por órdenes de Juan Banderas. La señorita Amalia G. Rivas y otras personas entrevistaron a Iturbe y a Banderas pidiéndole la vida del coronel federal. El 6 de junio, a las 11 de la mañana, inició la junta revolucionaria a la que asistieron Banderas, Iturbe, De la Rocha, Sámano, Carlos Vega, José María Meza, Blas Borboa y Luis Banderas. Se discutió el fusilamiento… a las 9:45 de la noche lo fusilaron. El asunto llegó a los tribunales. El 15 de enero de 1912 ante el Juez de Distrito, licenciado Manuel N. Nagore, Iturbe declaró: “En aquella época sólo había en Culiacán dos jefes revolucionarios que pudieron dictar la orden de fusilamiento: Banderas y yo. Sobre el particular ya rendí mi declaración ante el procurador (licenciado Manuel) Castelán Fuentes y creo que esa declaración ya consta en autos en el juzgado primero de Distrito. Como quiera que sea, me parece que la declaración que debe dar mayores luces en este asunto es la que puede rendir el mismo ejecutor de la orden de fusilamiento (Agustín Beltrán, jefe de la escolta y Mario Quiñónez, jefe de la escuadra, según Martín Elenes). (Olea, 193, 53). Banderas fue detenido y enjuiciado en México “por el fusilamiento del coronel Morelos”. Fungió como su defensor el licenciado José Vasconcelos y como testigos de cargo el doctor Enrique González Martínez, Genaro Estrada, el general Aguilar, Ana María Espino viuda de Morelos, Iturbe, el mayor Elenes y Adela G. de Rivas.
  • 22. 22 El 3 de junio Diego Redo renunció como gobernador y el Congreso del Estado nombró en su lugar al licenciado Celso Gaxiola Rojo, que entregó el poder el 7 de agosto al general Banderas. Se hizo un simulacro de elección y el 27 de septiembre tomó posesión como gobernador el profesor José María Rentería. El movimiento revolucionario triunfó y Madero esperó las elecciones para ocupar la presidencia la cual asumió el 6 de noviembre. Madero entregó los mandos del ejército a Victoriano Huerta Márquez. El 28 de noviembre se publicó el Plan de Ayala, donde Emiliano Zapata acusó a Madero de “haberse dedicado a satisfacer ambiciones personales; violando la soberanía de los Estados; burlando el sufragio; entrando en contubernio con los ‘científicos’ hacendados feudales y caciques; ahogando en sangre a los pueblos que piden justicia; imponiendo a Pino Suárez como vicepresidente y a los gobernadores de los Estados contra la voluntad del pueblo; conculcando las leyes y la Constitución de 1857; conduciendo al país a la más horrorosa anarquía; y pretendiendo establecer una dictadura más oprobiosa que la de Porfirio Díaz”. Sostenía que Madero debía ser derrocado, y proclamaba a Pascual Orozco como jefe, y en su defecto, a él mismo, a Emiliano Zapata. Heberto Sinagawa explica que con el rompimiento entre Madero y Zapata, el general Juan M. Banderas se alzó con el Plan de Ayala, y los zapatistas dominaron rápidamente gran parte del Estado, y en marzo 27 de 1912 el señor Rentería renunció a su cargo de gobernador por graves interferencias de ministros del señor Madero. Se sucedieron 4 gobernadores interinos y se dio el caso de que dos no aceptaran la gubernatura. Pero el
  • 23. 23 zapatismo fue derrotado lenta pero inexorablemente y el último en caer fue Fortunato Heredia, que impuso préstamos forzosos en Los Mochis y se dirigió a San José de Gracia con la clara intención de hacerse de oro y plata. El general Iturbe defendió la plaza de Culiacán del ataque zapatista el 10 de abril de 1912 y sucesivamente derrotó a Antonio Franco, Francisco Quintero y otros; se internó en territorio chihuahuense combatiendo a los “orozquistas” y desapareció. (Sinagawa, 1986, 224). Los combates entre los zapatistas y las tropas de Iturbe en Sinaloa duraron de febrero a mayo de 1912. Aquéllos iniciaron su lucha en Mocorito, tomaron Guadalupe los Reyes, Concordia, El Verde, Siqueros y el Roble. Atacaron San Ignacio y Villa de Sinaloa y el 4 de abril de 1912 murió en combate contra ellos Néstor Pino Suárez, coronel de las fuerzas rurales, hermano del vicepresidente José María. Posteriormente, Iturbe fue comisionado a Chihuahua, donde peleó contra los orozquistas. Al terminar esta primera fase de la revolución, Madero llamó a Iturbe para darle un puesto en su gobierno, pero éste le dijo que un militar tan ignorante como él, sin escuela, no podría servirle adecuadamente, y le pidió que lo mandara a estudiar ingeniería civil en una academia militar de los Estados Unidos, para prepararse y serle más útil. Madero lo mandó becado pero bien poco duró este retiro a la vida privada: en febrero de 1913 ocurrió la “decena trágica” y a la muerte de Madero, Iturbe regresó a México en junio y platicó con Álvaro Obregón para mostrarle su disposición de luchar por el bando constitucionalista en apoyo a
  • 24. 24 Venustiano Carranza y en contra de la usurpación de Victoriano Huerta. Lucha con Obregón, por Carranza y contra Huerta Álvaro Obregón, sonorense que había sido simpatizante de Madero, fue presidente municipal de Huatabampo por las filas antirreleccionistas y se incorporó a la lucha armada contra las fuerzas de Orozco. Ante los sucesos del cuartelazo en la Ciudadela, inmediatamente se lanza a la lucha contra el usurpador Huerta desde la frontera con Estados Unidos, concretamente en Nogales, donde se le incorpora Iturbe. El 26 de marzo de 1913, un grupo de militares reunidos en la Hacienda de Guadalupe, municipio de Ramos Arizpe, Coahuila, emitió un Manifiesto a la Nación, en el que expresaban su posición ante los acontecimientos que se vivían en la Ciudad de México y que provocaron la muerte del presidente Francisco I. Madero y del vicepresidente José María Pino Suárez, y la instauración del gobierno del general Victoriano Huerta. En la misma Hacienda de Guadalupe, 54 años después, en la ceremonia de conmemoración del hecho, Iturbe habló sobre su gran significado histórico: “el haber dado un programa y trazado una ruta de acción a la unánime protesta popular que conmovió a la República, al ser conocida la infamia de Victoriano Huerta”. “Este documento también constituye una extraordinaria lección de valentía ciudadana. En un momento crucial de nuestra historia, dio al pueblo una bandera de lucha que enarboló en alto el entonces gobernador Constitucional de Coahuila de Zaragoza, proclamado por el Plan de Guadalupe como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista”. (Iturbe, 1967)
  • 25. 25 Álvaro Obregón se adhirió al Plan y reconoció como jefe del movimiento al gobernador de Coahuila, Venustiano Carranza. Iturbe, procedente de Los Ángeles, California, llegó a Nogales, Sonora, y se presentó al general en jefe Álvaro Obregón, quien le proporcionó 80 hombres y le dio el mando de las fuerzas con que penetró a Sinaloa el 17 de junio de 1913. ¿Qué ocurría en el Estado en torno a la traición de Huerta y el asesinato de Madero? Álvaro Obregón describe así la situación: “El gobernador de Sinaloa, señor Felipe Riveros, que había reconocido a Huerta y que, posteriormente, fue destituido y reducido a prisión por orden del mismo usurpador, había logrado evadirse y obtener del señor Carranza se le reconociera como gobernador de Sinaloa, y por aquellos días se dirigía a aquel Estado. “En Sinaloa, era jefe de las operaciones el general Ramón F. Iturbe, quien tenía su Cuartel General en San Blas desde donde dirigió las operaciones del Estado. Los grupos que andaban levantados en armas en aquel Estado, eran ya numerosos, siendo los principales jefes rebeldes los ciudadanos Mezta, Cabanillas, Rocha, Carrasco, Flores y algunos otros”. (Obregón, 1959, 82). Antonio Bonifant Armenta, distinguido navolatense, entonces compañero de armas de Iturbe, comenta que se empezaron a correr rumores de que al llegar éste a San Blas —siendo general desde 1911 del Ejército Libertador de Madero—, iba a pretender ser el jefe supremo de los constitucionalistas, por lo cual dijo al gobernador Riveros: “Señor, no quiero que me reconozcan ningún grado, sólo pido que al presentarse la primera
  • 26. 26 columna federal enemiga, me mande usted a combatirla con los elementos que tenga más desorganizados, es decir, algunas guerrillas así, sin elementos y mal disciplinados, no obstante de que ya se había atacado la ciudad de Sinaloa, sin poderla tomar. (Iturbe, 1971, 35). Bonifant describe emocionado el “ataque suicida” de Topolobampo en que las fuerzas de Iturbe derrotaron en forma desastrosa a las huertistas. Iturbe había ordenado el fusilamiento de los federales detenidos, porque sabía de algunas fechorías cometidas por ellos en el sur de Sinaloa y porque no era posible cargar con los prisioneros, pero cuando el general se acercaba a ellos, “el verlo, como una cosa instintiva del destino, se quitaron el sombrero y gritaron a voz en cuello: ¡Viva Madero!” en recuerdo al fervor maderista de Iturbe. No se les fusiló y se integraron con los heridos a la retaguardia. Respecto a esta batalla, la hoja de servicios de Iturbe hace notar que se dispuso desde luego atacar con 300 hombres el puerto de Topolobampo defendido por el coronel federal Valdivieso con 450 soldados y protegidos por el cañonero “Tampico”. Al cabo de tres días de asaltos se apoderó de la plaza el 30 de agosto de 1913, tomando 82 prisioneros y muriendo el coronel Valdivieso a consecuencia de las heridas que sufrió; el resto fue obligado a embarcarse. (Mientras esto sucedía, el coronel federal Miguel Rodríguez amenazaba San Blas, Sinaloa, con dos columnas, una de 200 hombres al mando del mayor Olague sobre la que triunfó el Tte. Coronel Manuel Mezta en el cerro del Sufragio, y otra de 300 hombres que al mando directo de Rodríguez desalojaba a Felipe Riveros de San Blas). Conseguido el triunfo de Topolobampo concentró sus fuerzas a San Miguel para hacer frente a
  • 27. 27 Rodríguez; pero éste evadió el encuentro para embarcarse e ir más tarde a Culiacán Por éstas y otras operaciones militares, el 16 de septiembre Iturbe fue nombrado jefe de las Operaciones Militares en el Estado de Sinaloa por el general Obregón. El 24 de septiembre envió tropas a fin de recuperar la población de Los Mochis. Después concentró sus fuerzas para atacar la plaza de Sinaloa (hoy de Leyva), la cual tomó después de tres días de reñidos combates. Ese día, el 24 de septiembre Carranza pronuncia un brillante y emotivo discurso en Hermosillo con una proyección ideológica comparable al plan de Guadalupe, en el cual “supo recoger y expresar las inquietudes y los anhelos profundamente arraigados en el pensamiento y en el corazón del pueblo”. (Iturbe, 1967). Venustiano Carranza no sólo reconoció el grado de brigadier otorgado por Madero a Iturbe, sino que el 28 de octubre de 1913 lo asciende a general de brigada. Con esta nueva graduación, el general se apresta para la toma de Culiacán, como segundo jefe del General Álvaro Obregón. Segunda toma de Culiacán y sitio de Mazatlán con Obregón El 23 de noviembre de 1913, Obregón envió un telegrama a Carranza en el cual le informaba del sitio y toma de la capital del Estado de Sinaloa. Explica que llegó a Culiacán y procedió a tomar posiciones, y al establecimiento de puestos avanzados y de vigilancia, y ordenó que, con las debidas precauciones, se acamparan sus fuerzas. “El general Iturbe, con el
  • 28. 28 celo y actividad que le son reconocidos, cuidaba empeñosamente del exacto cumplimiento de las disposiciones” (Obregón, 1959, 91). El cuartel general de las fuerzas constitucionalistas se estableció en El Palmito, entonces distante aproximadamente un kilómetro de la ciudad y el día 8 de noviembre reunió a todos los jefes para darles a conocer el plan de operaciones. Presentes: el gobernador Felipe Riveros, los generales Iturbe, Manuel Mezta y Macario Gaxiola, tenientes coroneles Miguel A. Antúnez, Francisco R. Manzo, Gustavo Garmendia, Carlos Félix, Antonio A. Guerrero y Antonio Norzagaray, y mayores Emilio T. Ceceña, Alfredo Breceda, Juan José Ríos, Esteban Baca Calderón Camilo Gastélum, Juan José Mérigo y Pablo Quiroga. El primer asalto se inició a las 4 de la mañana del día 10 de noviembre, cuando hicieron sus movimientos iniciales las columnas de Hill y Gaxiola dirigidas personalmente por Iturbe, explica Héctor R. Olea, quien sintetiza: El coronel federal Miguel Rodríguez defendió la ciudad con 2 mil soldados y bastante artillería, logró salir con sólo 1,200 y después de una tenaz persecución ordenada por el general Iturbe, le dio alcance el general Diéguez en Quilá (Olea, 1993, 104). Durante los combates, “el general Iturbe se mantuvo constantemente en la línea de fuego, dando muestras de una energía y actividad inquebrantables; sin descuidar ningún detalle, recorría siempre las posiciones avanzadas, celoso de que nuestras tropas guardaran la actitud que les correspondía”. (Obregón, 1959, 97).
  • 29. 29 Tal actuación no obedecía solamente a la promesa de amor, que le hizo a su novia Mercedes Acosta, de tomar Culiacán. Era un jefe nato y así lo ilustra Martín Luis Guzmán: “En lo militar (Iturbe) acababa de hacerle ver a Obregón que no hurtaba la jerarquía de general del Ejército Constitucionalista: Iturbe sabía mandar, disponer, obrar y triunfar, según lo demostró multitud de veces durante el ataque a esa misma ciudad donde ahora estábamos. Nadie, en efecto, ignoraba que en la toma de Culiacán —aparte la jefatura de Álvaro Obregón— había habido un heroísmo tranquilo y de auténtico linaje guerrero: el de Gustavo Garmendia; una bizarra tenacidad, la de Diéguez; y, descollando sobre todo, una indiscutible capacidad de jefe —de jefe valeroso—: la de Iturbe. Después de la batalla, a Obregón le faltaron elogios para exaltar la conducta del joven general de Sinaloa”. (Guzmán, 387). El optimismo embargaba a los constitucionalistas sinaloenses. Los jefes militares y civiles invitaron a Carranza para que desde Hermosillo visitara Sinaloa, lo cual aceptó y llegó a la capital el 22 de enero, acompañado de su estado mayor. “Se hicieron grandes manifestaciones de adhesión… la ciudad se engalanó con arcos triunfales y cuando llegó al salón rojo del Palacio de Gobierno, lo recibieron tres bellas señoritas vistiendo los simbólicos trajes de la Libertad, de la Ley y de la Justicia” (Olea, 1993, 110). En un acto oficial, hicieron uso de la palabra el gobernador Riveros y Ramón F. Iturbe en nombre del gremio militar, entre otros. Carranza fue objeto de banquetes, velada literaria y hasta apadrinó la boda de Iturbe y Mercedes en Culiacán, antes de partir en febrero, hacia Hermosillo y de ahí rumbo a Nogales, acompañado del general Obregón, quien recibió en Estación Santa
  • 30. 30 Ana un telegrama del general Iturbe comunicándole que el buque cañonero “Tampico” se ponía a las órdenes de la revolución. El día 23 de marzo, el general Obregón recibió otro telegrama de Iturbe, procedente de Culiacán, comunicándole que el teniente coronel Gregorio Osuna, comandante militar del distrito sur de Baja California, a bordo del vapor “Bonita” se incorporó al gobierno constitucionalista en el puerto de Altata. Sinaloa y Sonora eran terrenos asegurados por los constitucionalistas, con excepción de los puertos de Guaymas y Mazatlán. Mientras se combatía en Guaymas, las fuerzas de Sinaloa continuaban el asedio de Mazatlán, aunque “sin poder establecer un sitio efectivo, debido a los pocos elementos con que contaban los jefes de aquellas fuerzas, que lo eran el general Juan Carrasco y el coronel Ángel Flores, por lo que se limitaban a hostilizar constantemente a la guarnición federal de dicho puerto”. (Obregón, 1959, 107). En Culiacán, el general Iturbe, jefe de las fuerzas de Sinaloa, eficazmente ayudado por el coronel Eduardo Hay, como jefe de su Estado Mayor, se ocupaba también, con toda actividad, en dar la mejor organización posible a los distintos cuerpos de tropas que tenía en aquella plaza, y que se alistaban para marchar al Sur. Mientras se preparaba el sitio de Mazatlán, Obregón resolvió continuar su avance sobre Guadalajara, Jalisco. Dejó el puerto de Mazatlán sitiado por tres mil revolucionarios que disponían de cinco cañones y tres ametralladoras, al mando de Iturbe y de otros subalternos. El siguiente diálogo telegráfico entre Obregón e Iturbe, da testimonio de lo ocurrido en Mazatlán:
  • 31. 31 De Obregón a Iturbe, 17 de mayo: Teniendo que marchar para el Sur, hoy, quedará usted, como verbalmente se lo había ordenado, con las brigadas de Sinaloa, conservando el sitio que tenemos puesto a la plaza de Mazatlán. Cuando se reciba la remesa de parque, se terminen las reparaciones del cañonero Tampico, que desde ayer está a flote, y quede cortada la comunicación entre Manzanillo y Guadalajara, daré a usted orden para que ataque la plaza sitiada, para así no tener que sacrificar la gente que tendríamos que perder si se atacara ahora. No tengo que hacer a usted ninguna recomendación especial, porque el celo con que siempre ha sabido usted cumplir con sus deberes es una garantía de acierto. Hago a usted presentes mi atenta consideración y aprecio. (Obregón, 1959, 123). De Iturbe a Obregón, 11 de agosto: Hónrome comunicar a usted haber tomado posesión de esta plaza (Mazatlán), después de cinco días de combate, habiendo hecho al enemigo trescientos muertos, más de quinientos heridos, trescientos prisioneros y capturando muchas armas y parque. Entre prisioneros, un coronel y diez oficiales que, conforme con la ley de 25 de enero, fueron pasados por las armas. Ya daré a usted detalles. Sigo recogiendo dispersos. Resto enemigo embarcose.
  • 32. 32 Felicito a usted, en nombre de la brigada que me congratulo en comandar, por este nuevo triunfo. (Obregón, 1959, 154). Los revolucionarios entraron a Mazatlán el 9 de agosto de 1914. Obregón reconoce a Iturbe y a sus fuerzas: “Débese hacer observar que la toma de Mazatlán se llevó a cabo solamente con las fuerzas con que el general Iturbe había sostenido el sitio de dicho puerto, en virtud de que no llegó el refuerzo ordenado al general Salvador Alvarado, por los motivos que este jefe expuso al general Iturbe, y que aparecen consignados en el parte detallado que Iturbe rindió con fecha 11 de septiembre, y el cual se inserta más adelante”, explica Obregón (1959, 156) y un brevísimo resumen del parte sobre la toma de Mazatlán enviado a Obregón por Iturbe el 20 de agosto, informa lo siguiente: Las pérdidas que tenemos que lamentar, son: Muertos:…. Que forman un total de 222 hombres. Los heridos se distribuyeron como sigue:… Que forman un total de 257 hombres. Por su parte, el enemigo, además de los 400 prisioneros que le hicimos, perdió mucha gente en la sorpresa de La Redonda y dejó sembrado de cadáveres el Malecón de Olas Altas, pudiendo estimarse que el número total de sus muertos, asciende a 400 hombres, entre los cuales se encuentran: un coronel y 17 oficiales que fueron recogidos prisioneros con las armas en la mano, y a quienes se les aplicó la ley de 25 de enero de 1862, pasándolos por las armas. Los heridos que el enemigo se llevó al evacuar la plaza suman cerca de 500, según informes dignos de crédito.
  • 33. 33 El comportamiento de las fuerzas de mi mando fue brillante: todos, sin excepción, se batieron con denuedo y soportaron las fatigas con gran abnegación. Para estímulo de los defensores de la legalidad, que militan en las filas del glorioso Ejército Constitucionalista, y para mayor honra de los que integran la Brigada de Sinaloa, que es a mis órdenes y tengo la honra de comandar, adjunto remito a usted la lista nominal, con expresión del Cuerpo y Arma en que sirvieron, de los Cc. jefes y oficiales que, en mi concepto, y salvo la mejor opinión de usted, merecen premio por su comportamiento durante este hecho de armas. La Brigada de Sinaloa felicita a usted por haberle dado las instrucciones generales que le permitieron alcanzar esta nueva y señalada victoria, y con la satisfacción del deber cumplido, tengo el honor, mi general, de hacer a usted presentes mi subordinación y respeto. (Obregón, 1959, 188-196). Sobre lo anterior, Obregón hace una observación contundente: “Todo comentario sobre este hecho de armas, que tanto realce ha dado a las armas constitucionalistas, saldría sobrando; ya que el parte rendido por el general Iturbe detalla tan bien las operaciones desarrolladas; y el número de muertos y heridos, en relación con los combatientes, son la mejor prueba del arrojo de nuestras tropas. Digna de encomio, también, es la modestia del general Iturbe, cuando al terminar su parte, dice: La brigada de Sinaloa felicita a usted por haber dado las instrucciones generales, que le permitieron alcanzar esta victoria...
  • 34. 34 “El éxito tan completo alcanzado se debió al valor y acierto del general Iturbe y los jefes subalternos, que tan hábilmente lo secundaron, así como a la disciplina y valor de los oficiales y tropa, y no a instrucciones mías, que ninguna influencia podían tener, dada la distancia a que me encontraba y al desconocimiento que tenía, en detalle, de los hechos que se desarrollaban”. (Obregón, 1959, 196). El parte de Iturbe es muy amplio y minucioso, sin embargo, no relata la incorporación a la revolución en Mazatlán de estudiantes normalistas procedentes de la ciudad de México. Francisco Peregrina (1980, 6-7) narra la anécdota en la revista Presagio con el título “Estudiantes normalistas ¡a las armas!: un pasaje revolucionario”, Entre los jóvenes se encontraba Gabriel Leyva Velázquez, futuro gobernador y amigo de Iturbe; de los otros, algunos murieron en combate y hubo quienes posteriormente alcanzarían celebridad como militares, abogados y maestros. Señala Peregrina que durante el sitio del puerto, los constitucionalistas tenían su cuartel general en Los Otates y las avanzadas en la Casa de las Palomas, finca ruinosa que contaba con una pieza destechada, construida sobre el médano de la Playa Norte, más o menos donde está el Hotel de Cima Los estudiantes de la Escuela Normal de Profesores de México venían a bordo de dos carruajes desde la metrópoli con el plan determinado de levantarse en armas contra Huerta y en cada pueblo simulaban llamamientos para combatir a los americanos que en conflicto con Huerta estaban posesionados de Veracruz. En Mazatlán lograron su propósito: el 7 de mayo se dirigieron de la catedral al campo revolucionario donde el general Iturbe les
  • 35. 35 dio la bienvenida y les asignó un modesto lugar en las filas del ejército constitucionalista. Los estudiantes eran: Adolfo Cienfuegos (y Camus), Benito Ramírez (García?), Teófilo Álvarez Borboa, Gabriel Leyva Velázquez, Rubén Vizcarra (Campos), Roberto Acevedo Gálvez, Damián Alarcón, Albino Vargas, Agustín Tapia, Gerardo Martínez, Fernando Torres Vivanco, Gregorio Lozano Saavedra, Horacio Castilleja, Elías Cortés y Juan José Ortega. Lealtad al constitucionalismo y a Carranza Huerta renunció a la presidencia el 15 de julio de 1914 y el 20 de agosto el Ejército Constitucionalista hace su entrada triunfal a la ciudad de México. Se iniciaba una nueva etapa en el proceso revolucionario. Aparentemente se daba fin a la guerra, sin embargo —muy al contrario—, se abrió el escenario hacia una nueva contienda al presentarse la escisión de los caudillos: Villa y Zapata tenían su propio proyecto de nación, distinto al de Carranza, quien intentó negociar con el primero y le pidió la rendición al segundo. En la noche del 27 de septiembre se celebró una Junta de jefes constitucionalistas en el Cuartel General de Blanco en la ciudad de México, en la cual estuvo presente Obregón. Se acordó, entre otros asuntos, nombrar en comisión, para que fuera a Aguascalientes a tratar con los jefes de la División del Norte, a los siguientes generales: Álvaro Obregón, Ramón F. Iturbe, Guillermo García Aragón, Ernesto Santos Coy, Ramón V. Sosa, Jesús Trujillo y coronel Luis Santoyo.
  • 36. 36 En octubre de 1914, Carranza organiza una convención de líderes revolucionarios. Zapata y Villa no estuvieron de acuerdo en que se realizara en la ciudad de México y se trasladó a Aguascalientes. A consideración de Obregón la Convención fue un fracaso, pues Villa quedó investido de una aparente legalidad, y esto dio margen también a que muchos de los jefes, que sin la Convención hubieran permanecido leales a la Primera Jefatura, defeccionaran y se incorporaran a Villa aparentando sostener al gobierno de la Convención, representado por el general Eulalio Gutiérrez. En la Convención se decretó el cese de Venustiano Carranza como Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y encargado del Poder Ejecutivo de la Nación, al igual que el cese del general Francisco Villa, como jefe de la División del Norte y se nombró Presidente Provisional de la República al general Eulalio Gutiérrez, por un período de veinte días, tiempo que se juzgó suficiente para que la Convención se trasladara a México y allí ratificar dicho nombramiento por un nuevo período en favor de Gutiérrez, o se nombrara nuevo presidente. Para esas fechas, el general Iturbe había sido nombrado jefe de la 3ª División del Ejército del Noroeste, cuya jurisdicción comprendía el Estado de Sinaloa, la parte Sur del Estado de Sonora, que no había sido controlada por las fuerzas de Maytorena y el Territorio de Baja California. El Gobernador de Sinaloa, Felipe Riveros, asumió una actitud marcadamente afecta al villismo. Para evitar una ruptura de consecuencias, Iturbe había mandado desarmar los batallones 1° y 5° de Sinaloa, en el puerto de Topolobampo, que eran los más importantes elementos con que podía
  • 37. 37 contar Riveros para hacer armas contra el Gobierno Constitucionalista y obtuvo de Riveros, al mismo tiempo, la promesa de que permanecería leal a la Primera Jefatura de la Revolución. A pesar de todo, el Gobernador había renunciado el 20 de noviembre, declarando su adhesión al villismo, por lo que inmediatamente fue batido por las fuerzas leales, al mando del general Iturbe, quien le inflingió una completa derrota en las cercanías de Culiacán, donde el Gobernador rebelde abandonó armas, municiones y dinero, mientras la gente que lo había secundado se dispersó en distintas direcciones Iturbe informó a Obregón que, después de destrozar completamente a los enviados de Riveros, había salido al frente de una expedición de mil hombres con rumbo a la Baja California y había derrotado por completo a la guarnición maytorenista, que se encontraba en el puerto de La Paz, Baja California, el 8 de diciembre e 1914, y regresó luego con su expedición al Estado de Sinaloa. La Hoja de Servicios de Iturbe enlista las batallas en que éste participó contra los villistas en Sinaloa y norte de Nayarit, desde el inicio de 1915 y hasta septiembre del mismo año, en que es nombrado Jefe de las Operaciones Militares en Jalisco y Colima. Antonio Nakayama resume en el siguiente párrafo dichos combates: “En enero, la situación de los constitucionalistas en el territorio de Tepic se puso difícil y el general Juan Dozal tuvo que abandonarlo, dejándolo en poder de las tropas de Rafael Buelna y obligando a Juan Carrasco a replegarse hacia Sinaloa. Por otra parte, la Columna Expedicionaria de Sinaloa tuvo que partir rumbo a Sonora al mando de Ángel Flores, así que Iturbe se dirigió a Tepic, donde tuvieron lugar los épicos combates entre los
  • 38. 38 hombres de Buelna y de Carrasco. El general José María Cabanillas fue obligado por los villistas a desalojar Cosalá, por lo que Iturbe se desplazó a ese lugar, donde derrotó a Carlos Real, y de allí retornó al sur en virtud de que los soldados de Buelna amenazaban a Mazatlán, peligro que desapareció cuando fueron derrotados y obligados a replegarse de nuevo a Tepic, donde continuaron de nuevo los combates que culminaron con la victoria decisiva de los constitucionalistas. Iturbe volvió a la zona de Sinaloa, ocupó la plaza de El Fuerte y en Bacamacari, Mocorito derrotó a los villistas al mando del general Macario Gaxiola, terminando así con el peligro de que aquellos causaran más intranquilidad en el estado”. (Nakayama, 1975, 226). Iturbe entregó la comandancia de la Tercera División del Ejército del noroeste al general Manuel M. Diéguez y tomó posesión de la Jefatura de las Operaciones Militares en Jalisco y Colima el 25 de septiembre de 1915. El general Iturbe llega a la capital de Jalisco con sus soldados sinaloense a fin de apresurar la persecución de los restos de las partidas villistas que seguían sus correrías por los pueblos del Estado. Nombró pagador del Estado Mayor de la Jefatura de Operaciones y luego obsequió un revólver al joven José C. Valadés, quien consideraba a Iturbe un individuo excepcional que enseñaba a vivir y amar la revolución… Los triunfos de Carranza se extienden por toda la geografía nacional. La revolución, en su etapa constitucionalista, entra en una nueva fase dentro de la cual Iturbe vislumbra la oportunidad de convertirse en el primer gobernador constitucional de Sinaloa y hacia esa meta encamina sus pasos. A la distancia, Iturbe emite juicios sobre Carranza y Obregón. Frente al presidente Adolfo López Mateos, dice el 7 de agosto de 1963:
  • 39. 39 “El señor Carranza fue todo un carácter en su firmeza de proceder, con los pies sobre la tierra, teniendo un profundo conocimiento de los hombres. No estuvo de acuerdo con Madero en cuanto a lo que llamó debilidad, refiriéndose a sus transacciones y condescendencias para con los enemigos jurados de la Revolución, como fueron todos los altos jefes del Ejército Federal, a quienes dejó todo el poder de las armas en cumplimiento del Tratado de Ciudad Juárez. En cambio, Carranza no quiso dejar piedra sobre piedra de aquel ejército corrompido y que fuera la perdición del apóstol, traicionándolo e inmolándolo con el crimen más execrable. Carranza fue todo un estadista y su inexorable firmeza en lo que consideraba debía ser, rayaba en una extrema rigidez. Yo creo que el amor, aun en su más alto sentido de justicia, tiene siempre alguna flexibilidad. Carranza no la tenía ni para salvar la vida de un familiar o aun la suya propia si para ello hubiera tenido que ceder ante alguna pretensión deshonrosa. Nos enseñó a no claudicar cuando del cumplimiento del deber se trata. Para hablar del señor Carranza, de nuestro Primer Jefe del Ejército Constitucionalista, habría que escribir muchos libros y éstos ya fueron escritos por los más capacitados para hacerlo”. (Iturbe, 1963) Tres años más tarde, en 1966, Beatriz Reyes Nevares le arroja la pregunta directa: —¿Y cómo era Carranza? “Era la inflexibilidad en persona. La rectitud. Se proponía una meta e iba derecho a ella, sin reparar en los obstáculos. Y su meta era la legalidad, de modo que su valor histórico es inconmensurable. Yo admiré mucho a Carranza, sobre todo después de su discurso de Hermosillo. Es una pieza que
  • 40. 40 debería difundirse. Una verdadera declaración revolucionaria. (Reyes, 1966, 38). —¿Qué opina usted de Obregón? “Era un gran estratega. Tenía una virtud: la economía de hombres. Nunca arriesgaba a nadie inútilmente. Villa era lo contrario y en cambio tenía sobre Obregón la cualidad de la rapidez. Sus desplazamientos eran fulgurantes, a base de caballería. A don Álvaro le gustaba más la infantería. Creo que del choque de estos dos criterios nació la victoria obregonista de Celaya. Es uno mesurado y calculador; el otro, todo arrojo y violencia (Reyes, 1966, 38). Ante López Mateos también habló del sonorense: “¿Qué podría decir de Obregón? Fui de sus fuerzas del Cuerpo del Ejército del Noroeste. Lo vi de cerca y observé cómo reaccionaba en el peligro, en los momentos más críticos. Nunca alardeaba de su valor. Nos decía siempre: ‘El general que no siente miedo es peligroso porque no toma las precauciones requeridas”. “Se levantaba muy temprano y le gustaba explorar y conocer la situación personalmente, tanto del terreno como del enemigo. Era intuitivo y su característica, contraria a la de Villa, era la de ahorrar la sangre de sus soldados. Jamás lo derrotaron. Ha sido famosa su frase: ‘Que se mutilen los hombres, pero que no se mutilen los principios’. Finalmente tuvo gran predilección por el campesinado. Los obregonistas siguen rindiendo culto a su memoria y manteniendo encendida la lámpara votiva de su admiración y lealtad a quien fuera su jefe”. (Iturbe, 1963).
  • 41. 41 2. LA GLORIA DEL PODER Y EL INFIERNO DE LA DERROTA Primera batalla política: Gobernador Constitucionalista de Sinaloa Venustiano Carranza convocó al Congreso Constituyente, realizado de diciembre de 1916 a enero de 1917, en un intento más por terminar con la lucha armada y volver al orden legal. Se destacaron, en los extremos, dos corrientes, una moderada identificada con Carranza y la otra progresista con Obregón. En el centro había una gran diversidad de posiciones que iban de la extrema derecha al ultraizquierdismo. Por Sinaloa figuraban como diputados propietarios: Pedro Rosendo Zavala, Andrés Magallón Ramírez, Carlos M. Esquerro, Cándido Avilés Inzunza y Emiliano C. García Estrella; como suplentes: Juan Francisco Vidales, José C. Valadés, Mariano Rivas, Primo B. Beltrán y Antonio R. Castro. El 5 de febrero, se promulgó la constitución en Querétaro. En Sinaloa, Iturbe fue comisionado por Carranza para que visitara Japón, Rusia y algunos países europeos en los primeros meses de 1916. La comisión se frustró, tal parecer porque se originaron conflictos diplomáticos por la invasión de Villa a Columbus. ¿En qué consistía la comisión? Se ignora a ciencia cierta. Un cablegrama procedente de San Francisco California informa que el periódico japonés. Kokumin-Shimbun, publica que el 1º del presente mes (marzo) “El sr. Ramson Turbe (¿?) (SIC, incluso interrogantes) se declara que es Enviado Especial del Gral. Carranza con una misión para el Japón. Dicen que a las preguntas de las autoridades americanas contestó que no podía hablar de la misión que tiene para el Japón”. (Archivo Histórico “Genaro Estrada” de la SRE).
  • 42. 42 Se presume que estudiaría y traería información sobre la forma en que se llevaban los asuntos militares en los países a visitar, quizá con la posibilidad de que luego esos conocimientos se utilizaran en la Secretaría de Guerra y Marina de México, entonces y hasta abril, a cargo del general Obregón. Regresa a México en junio de 1916. En el tiempo estipulado presentó su candidatura para gobernador de Sinaloa. Carranza, quien al igual que Obregón apoyaba a Ángel Flores, le pidió que cancelara su postulación. Le respondió: “lo siento, pero ya estoy comprometido con mi pueblo” (Reyes, 1954, 54) y se registró como candidato del Partido Liberal Progresista para contender contra el mencionado general Ángel Flores, el licenciado Enrique Moreno Pérez, de Mocorito; el general Manuel A. Salazar “El Chango”, de Concordia, el general Manuel Mezta, duranguense. Obtuvo una visible mayoría de votos. Iturbe fue electo para el periodo del 27 de septiembre de 1917 al 26 de septiembre de 1920. Sin embargo, la XXVII Legislatura otorgó la protesta legal el 26 de julio por entrega que le hizo el gobernador provisional general Ignacio L. Pesqueira. En la discusión del dictamen el diputado Miguel L. Ceceña, representante del distrito de El Fuerte, basándose en que todavía se hallaba vigente la Constitución local de 1894, había manifestado que, si bien el general había triunfado en los comicios, se encontraba incapacitado por no llenar el requisito de la edad (tenía 27 años y para asumir el mando, por ley, debía tener 30). Venustiano Carranza, en su primer informe de Gobierno rendido a la nación el 1° de septiembre de 1917, explica la situación sobre el caso Sinaloa, de la siguiente manera:
  • 43. 43 "En el estado de Sinaloa la elección de Gobernador, que favoreció al general Ramón F. Iturbe, dio lugar a un conflicto que, afortunadamente, se conjuró a tiempo, desistiendo de su actitud aquellos mismos que orillaron al Estado a una crisis. El ayuntamiento de El Fuerte suscribió un manifiesto en que desconocía al Gobernador electo, basándose en que, en su concepto, la declaratoria del Congreso Local había violado la Constitución de Sinaloa. Los Ayuntamientos de Ahome, Guasave y Mazatlán se adhirieron al de El Fuerte, y, en tales circunstancias, el Congreso del Estado acordó dirigirse a los Poderes de la Unión, a fin de que, en cumplimiento del artículo 122 de la Constitución, se prestasen a los Poderes Locales los auxilios del caso. El Ejecutivo de mi cargo tomó las medidas que creyó pertinentes, y la situación mejoró desde luego. El general de división Álvaro Obregón ofreció su mediación al Gobierno del Estado con los Ayuntamientos para solucionar el conflicto, y, previa la autorización que obtuvo del gobierno de mi cargo, celebró conferencias con el Ejecutivo de aquella Entidad Federativa, así como con los Ayuntamientos inconformes, consiguiendo que todos éstos depusieran su actitud y reconocieran expresamente la autoridad del Gobernador. Con esto ha concluido la intranquilidad en Sinaloa, volviendo el Estado a su vida normal”. (Cámara de Diputados, 2006, 10). La situación se complicó al grado de que el congreso ordenó, el 4 de julio de 1917, que los poderes del Estado se trasladarán a Mazatlán. Finalmente, la XXVII Legislatura local expidió una nueva constitución firmada a las 6:30 de la tarde del 25 de agosto gracias a la cual Iturbe tomó posesión legal del gobierno. Eran diputados del congreso: Ingeniero Emiliano Z. López, Pedro L. Gavica, Arnulfo Iriarte, Diego Peregrina, Genaro Noris, Serapio
  • 44. 44 López, Félix A. Mendoza, Leopoldo A. Dorado, Susano Tiznado, Manuel María Sáiz, Julio E. Ramírez, Alfonso Leyzaola, Miguel L. Ceceña y Fernando Martínez. Su gobierno fue muy agitado y no terminó su periodo. Pidió una primera licencia del 7 de agosto al primero de diciembre de 1919 en que fue sustituido por Eliseo Quintero; retoma el poder de la última fecha al 31 de diciembre y ante una nueva licencia, sin regreso, ocupa el cargo Miguel L. Ceceña. Iturbe presentó ante la citada XXVII Legislatura, con fecha del 14 de marzo, su primer informe de gobierno correspondiente al periodo transcurrido del 15 de septiembre de 1917 al 15 de marzo de 1918. De entrada, se propuso mejorar la administración pública, para lo cual dispuso que todos los empleados del Gobierno concurrieran al Colegio Civil Rosales, cuando menos una hora diaria, para hacer estudios de Español, Teneduría de Libros, Aritmética Mercantil, Mecanografía, Taquigrafía y Economía Política, en el concepto de que la asistencia a los cursos es obligatoria, por lo menos a dos de ellos, y de que las calificaciones serían tomadas en cuenta para los ascensos y promociones. Como los empleados, en su mayoría, no correspondieron a los buenos propósitos del ejecutivo, se giraron órdenes terminantes para que asistieran puntualmente a los cursos o fueran sustituidos por personas competentes e ilustradas. Al inicio de la gestión hubo problemas derivados del movimiento revolucionario. En algún momento se acentuó la crisis agrícola con la consecuente falta de alimentos. Iturbe informó que durante su gobierno Sinaloa se convirtió en un verdadero granero para la República, por sus cosechas abundantes, “más abundantes que nunca”. Se realizaron elecciones
  • 45. 45 para las presidencias municipales durante las cuales se registraron problemas en algunos municipios, especialmente en Mazatlán. Hubo una epidemia de viruela, propagada por gente procedente de Nayarit, ante la cual se tomaron medidas preventivas, a pesar de no contar con presupuesto. También correspondió a Iturbe enfrentar una pandemia de gripe o “influenza española”. “A su llegada a esta entidad, la ‘gripe hispana’ ya llevaba algunos meses de haber aparecido en México, y aunque este hecho era conocido por las autoridades y la población, no se le había dado la importancia debida y, por lo tanto, no se habían tomado las precauciones necesarias. Pronto se habrían de constatar las consecuencias, pues, en un lapso de alrededor de un semestre, el flagelo afectó a gran parte de la población del estado y los muertos alcanzaron la cifra de 20 mil. (Valdés, 2002, 41). En Guasave ocurrió el siguiente incidente: el 6 de noviembre, por razones de orden e higiene pública, acordó el Ayuntamiento que los chinos se retiraran a vivir en un lugar alejado del resto de la población, para que no ejercieran el comercio. Iturbe se opuso para evitar peticiones de amparo y gestiones diplomáticas, asuntos exclusivos del gobierno de la República, y porque había un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación del 30 de junio de 1900 entre México y el Imperio de la China. Se cerró el incidente. La educación del pueblo, máximo monumento a la Revolución Desde la óptica del gobernador, plasmada en el informe, “la situación actual de la Instrucción Pública es un tanto más halagadora que cuando tuve la honra de leer ante vosotros mi último informe. Sin embargo, a pesar de los
  • 46. 46 esfuerzos hechos para mejorar el servicio de la instrucción popular — esfuerzos que todos vosotros conocéis— los resultados han sido poco favorables en virtud de trabajos de reorganización de otra índole y de la crisis económica que afortunadamente pudo conjurarse a tiempo; pero que, en el momento de decidir sobre el asunto de Instrucción, se hallaba en su apogeo”. (Iturbe, 1917). El 20 de septiembre Iturbe presentó un proyecto sobre Instrucción Pública, elaborado en sus bases más generales por la Junta Pedagógica y con fecha 29 de diciembre quedó promulgada la ley respectiva6 que previene que la instrucción depende del Gobierno del Estado y no de los Ayuntamientos. Se creó la Dirección General de Educación, desde el primero de enero de 1918 y se giraron importantes circulares para determinar bien y claramente la intervención que a los Ayuntamientos y al Estado corresponde en la organización escolar. Económicamente las escuelas dependían todavía de los municipios, los cuales, por carencias de recursos económicos se habían abstenido de abrir todas las escuelas necesarias para la educación del pueblo y en muchos casos se veían en la penosa necesidad de no pagar puntualmente los salarios del personal docente de sus planteles. Ante las bases económicas tan inseguras sobre que descansaba la Instrucción Pública del Estado, las condiciones técnicas no pueden ser muy favorables. Se imponía, por tanto, la necesidad de concentrar la Instrucción Pública bajo la inmediata dirección y vigilancia de la Dirección General del Ramo, en los términos que se habían proyectado. 6 La Ley Orgánica de Educación Primaria del 29 de diciembre de 1917, un adelanto para la época.
  • 47. 47 Iturbe puso especial atención al hospicio “Francisco I. Madero”, donde cursó sus primeros y únicos estudios y que hubo de abandonar por falta de recursos económicos. Era una institución particular fundada para beneficio de los huérfanos de la revolución a la cual —igual que al primer alumno— bautizó con el nombre del apóstol de la revolución. Explica que de cierta manera, el hospicio dependía también de la Dirección General de Educación Pública, y estaba dando ya magníficos resultados, gracias al apoyo recibido por la Cámara de Diputados, que le concedió una subvención de 17 mil 781 pesos anuales, cantidad que sirvió para ayudar a cubrir los gastos más urgentes, con lo que quedaba así asegurado el porvenir de ciento veinte asilados, que encontrarían en dicho establecimiento las armas necesarias para luchar honradamente por la vida. Por cuanto a la instrucción primaria y superior, si bien es cierto que se han logrado grandes ventajas durante los pocos meses del gobierno, también es verdad que este servicio dejan aún mucho que desear. “Y si os digo esto, no es únicamente para hacer alarde de franqueza, sino para recordar en vuestro ofrecimiento y reiterar el mío de trabajar con ahínco para levantar entre todos el monumento más grandioso de un gobierno emanado de la revolución: el monumento eterno a la educación de las masas”. (Iturbe, 1917), La educación secundaria, preparatoria y profesional se impartía en el Colegio Civil “Rosales”, que después de sufrir mucho durante la pasada revolución, entró en un período de auge, gracias a la hábil dirección del doctor Bernardo J. Gastélum, quien seleccionó al profesorado y estudió las medidas más convenientes para satisfacer las necesidades del Estado, con programas de estudios sujetos a la crítica de personas de reconocida aptitud.
  • 48. 48 Además, por conducto de la Secretaría de Gobierno, presentó algunos proyectos más, tales como el que tiende a la organización de la Universidad de Sinaloa, concediéndole su autonomía; y el de la ley Orgánica… “un asunto de verdadera importancia, de cuyo resultado está pendiente toda la intelectualidad sinaloense”. (Iturbe, 1917). El presupuesto con que se contaba era tan bajo que el gobierno tuvo algunas dificultades para cubrir las pensiones de los jóvenes sinaloenses Antonio Yuriar y José Salazar, que estudiaban en la Escuela Forestal de México, pensionados por el Estado. Según los informes rendidos por los Ayuntamientos, funcionaban en el Estado 186 escuelas elementales, con organización perfecta en su mayoría. En el puerto de Mazatlán funcionaban regularmente dos escuelas superiores, una de niños y otra de niñas, y en su gestión se establecieron en Culiacán los cursos de sexto año para niñas y quinto año para niños. Solamente en las ciudades de Mazatlán y Culiacán han existido escuelas nocturnas para obreros, dos en la primera ciudad y tres en la segunda, servidas por cinco maestros y teniendo en total una asistencia de 350 obreros por término medio. El personal docente está integrado por cerca de 400 empleados, entre los que se cuentan algunos profesores normalistas. El total de educandos que acuden a las escuelas asciende a 17,531, siendo 7,842 niños y 9,689 niñas. Para remediar todos los males de que adolece el ramo de Instrucción Pública, puso a consideración de la Cámara algunos proyectos de Ley, entre los que se cuenta uno de ampliación al presupuesto de egresos.
  • 49. 49 Para terminar la parte del informe en el rubro de la Instrucción Pública, mencionó el hecho de que, durante el último año de 1917, se adquirió para el estado en la suma de $14,625.00 oro nacional, el edificio llamado “La Gran Duquesa”, que entonces ocupaba la Escuela “Morelos” de Mazatlán. La suma en cuestión fue pagada por el gobierno federal como abono a la deuda que tiene reconocida a favor de Sinaloa. Se elige a la XXVIII legislatura del Congreso de Sinaloa que estuvo en funciones del 15 de septiembre de 1918 al 14 de septiembre de 1920, la cual quedó integrada por los siguientes diputados: Miguel L. Ceceña, Fernando B. Martínez, Rosendo Olea, Carlos Castro, Serapio López, Eliseo Quintero, Epitafio Osuna, José Arce Lizárraga, Alfredo Ibarra, Leopoldo a. Dorado, Andrés Magallón, Adolfo V. Rivera, Pedro Cázares, Genaro Noris y Pedro L. Gavica. Ante esta Legislatura, Iturbe rinde otro informe de actividades durante el periodo comprendido del 15 de marzo de 1918 al 16 de septiembre del mismo año. Anuncia la solicitud para nuevas municipalidades de las comunidades de Los Mochis, Quilá, Villa Unión, Pánuco y Cacalotán y sobresale la atención que el Gobierno del Estado pone en el combate a los vicios del juego y la embriaguez arraigados en el pueblo y que tenían un carácter endémico en toda la República. Argumenta el informe: “Habrán de pasar todavía algunas generaciones antes de que se desarraiguen estos males del pueblo mexicano. Personalmente, este Ejecutivo no tiene gran fe en las disposiciones prohibitivas y sí gran confianza en la
  • 50. 50 educación, la prédica y el ejemplo para hacer desaparecer estos vicios. En vista de que el juego se practicaba día a día en forma más descarada, este Ejecutivo se vio obligado a recordar a las autoridades municipales las disposiciones consignadas en el Código Penal que prohíben los juegos de azar; al mismo tiempo se recomendó que principiaran una tenaz y enérgica campaña contra el juego, y si bien no se ha extirpado el mal, cuando menos se ha conseguido que no se practique en la forma en que venía haciéndose. La Junta organizadora del VI Congreso Médico Nacional ha dado principio en todo el país una campaña contra el alcoholismo y desde luego este Ejecutivo ha secundado sus nobles propósitos dictando las medidas que pueden dar un buen resultado en Sinaloa”. (Iturbe, 1918). Tan grave se consideraba este mal que se giró una circular a los ayuntamientos para que cooperaran en la forma que crean más conveniente a combatir el vicio de la embriaguez; se dictó un acuerdo a todos los departamentos gubernativos para que en sus reglamentos fijaran como motivo inmediato el cese a todo empleado que acostumbre bebidas embriagantes y la Dirección de Educación giró circular al profesorado advirtiendo que la embriaguez, aunque no sea consuetudinaria, se tendría como motivo de destitución de empleo. Incluso, había un proyecto para combatir la embriaguez a través del cine, para lo cual había arreglos con empresas cinematográficas de la capital de la República. En este periodo, el 27 de agosto de 1918 para ser más preciso, fue fusilado Arturo Butchart. Iturbe explicó a Héctor R. Olea cómo se suscitaron los hechos:
  • 51. 51 “Butchart era de mi escolta siendo yo gobernador. En unión de otro oficial falsificaron vales míos a la Tesorería (que yo pagué después). Al consignar el hecho a las autoridades judiciales los metieron a la cárcel. Junto con otros oficiales, se levantaron, echaron fuera a todos los presos, aprehendieron al jefe de la guarnición, saquearon el comercio, tomaron un tren y estaban cargando todo en el tren. Pude reunir entretanto unos soldados. El jefe de la guarnición, coronel Regino González, de las fuerzas del general Carrasco, se escapó de donde lo tenían preso y se me presentó con ocho hombres. El coronel Carlos Espinosa, que acababa de llegar con 25 hombres, los atacó en la estación y los derrotó, cayendo prisionero Butchart, entre otros y fue fusilado. Su familia era muy amiga mía”. (Olea, 1993, 171-172). El relevo por Eliseo Quintero y el plan de Agua Prieta Los enemigos estaban prestos para la sublevación contra el gobierno de Iturbe lo que en parte fue causa de que no terminara en septiembre de 1920, pero con el argumento de hacer gestiones a favor de las finanzas del estado, el 7 de agosto de 1919 pidió licencia al Congreso para viajar a México. La estancia se prolongó hasta diciembre y su ausencia fue cubierta por el diputado y mayor Eliseo Quintero Figueroa. ¿Cómo ocurrió este cambio? Cuauhtémoc Cortez explica que el mayor Quintero era un hombre de las confianzas de Iturbe. Prácticamente lo hizo candidato y diputado por Badiraguato sin consentimiento expreso. Quintero no aceptó la propuesta, pero en mayo de 1917 se encontró con la novedad de que ya era diputado electo.
  • 52. 52 Al terminar el periodo constituyente —añade Cortez— fue propuesto de nuevo para diputado por elección popular, en esta ocasión por un partido formado en Badiraguato. Le comunicaron la noticia de su postulación “y como ya me había gustado el manejo de la cuchara les dije que estaba bueno. Ya me había amansado un poco” (Cortez, 1979,26), se sinceraba Eliseo. Lo más sorprendente estaba por llegar: de diputado se convirtió en gobernador interino del Estado del 7 de agosto al 1º de diciembre de 1919. Quintero le explicó a Cuauhtémoc Cortez cómo ocurrieron los hechos: “Y esto fue una mera casualidad —dijo con energía—. Fueron las circunstancias del momento las que permitieron llegara al gobierno sin tener méritos propios”. Estaba un día en el Congreso sesionando cuando llegó Iturbe a pedir permiso para salir a la capital al arreglo de asuntos relacionados con las finanzas estatales, pues la tesorería estaba en bancarrota, pidiendo asimismo le nombraran al general Juan Carrasco como interino. Éste se encontraba en Mazatlán como comandante militar. El presidente del Congreso le dijo que no podían nombrar a Carrasco. Ante la negativa, Iturbe pidió entonces le nombraran al coronel Solís, que era el presidente municipal de Mazatlán, pero también fue rechazada esa propuesta. El presidente del Congreso le señaló que había un militar dentro de la cámara y ese único militar era Eliseo. Pero el general no dijo nada y se fue. Al día siguiente por la mañana recibió Eliseo una tarjeta del general invitándolo a un paseo por San Lorenzo. Ya en el camino le dijo del viaje a la ciudad de México para entrevistarse con don Venustiano Carranza y tratar el asunto de algunos fondos que el Estado tenía con el gobierno federal. “Yo exijo un militar
  • 53. 53 para que se quede en mi lugar y el único militar del Congreso es usted. Mi objetivo es pedirle que acepte”. —¡Está usted loco, mi general! “¡No. No lo estoy. Estoy perfectamente de la cabeza!”. —¡Entonces cómo se atreve usted a proponerme un cargo de alto nivel cuando conoce bien mi capacidad y mis posibilidades! Yo no estoy dispuesto a levantar la carga que no puedo. Mis fuerzas no me lo permiten y no puedo hacerlo. Al día siguiente, al llegar al Congreso, ya se conocía su decisión ante el general. Se realizó una junta para pedirle cambiara de parecer. “¡Es usted diputado! Aceptó como tal y protestó cumplir con sus deberes y las labores del Congreso… El Congreso, por lo tanto, lo nombra a usted gobernador durante la ausencia del general”. —Pues si ustedes me lo imponen, vamos a compartir las responsabilidades y el ridículo. Lo vamos a repartir en tres: en el Congreso porque me nombran; en el general porque entrega a quien no debiera; y en mi por aceptar”. (Cortez, 1979, 26). Duró cuatro meses en su interinato y en ese tiempo siempre buscó el imperio de la ley en una situación política difícil por la lucha entre grupos y aspirantes al poder que habían surgido a raíz de la revolución que aún no concluía. Iturbe regresa a Sinaloa y asume el poder hasta el 31 de diciembre de 1919, pero intempestivamente presenta a la Cámara de Diputados un permiso para separarse del gobierno por tiempo indefinido. Ya no retorna. El diputado
  • 54. 54 Miguel L. Ceceña cubre el período del 31 de diciembre de 1919 al 20 de abril de 1920. José María Figueroa sostiene que “Obregón y Ángel Flores, sus enemigos irreconciliables, no lo dejaban vivir y gobernar en paz. Luego, muerto Carranza en mayo de 1920, de quien ya era amigo y se había convertido en su protector político, lo dejan desguarnecido a merced de los que tenían en este tiempo el sartén por el mango. Su encono y diferencias abismales con Álvaro Obregón surgieron de su espíritu rebelde, que no transigía con menoscabos a sus bien ganados méritos militares. Un poco o mucho de egolatría; pero así era el hombre y nadie se lo pudo quitar. Iturbe se sintió dolido cuando Obregón fue nombrado jefe de la Primera División del Noroeste. Consideraba que tenía más derechos para ello que el sonorense, por su antigüedad en las armas, por las batallas libradas y por haber sido uno de los primeros soldados ascendidos al grado de general. (Figueroa, 1989, 70). Cercana la sucesión presidencial, Venustiano Carranza pretendió imponer la candidatura del ingeniero Ignacio Bonillas, contra la de Álvaro Obregón y la de Pablo González. Otra vez el fantasma de la guerra civil se cierne sobre México y en especial sobre Sinaloa, por estar tan cerca de Sonora. Ante la postura de Carranza, el general Plutarco Elías Calles renuncia al gabinete y junto con un grupo numeroso de revolucionarios —Obregón entre ellos— suscriben, el 23 de abril de 1920, el Plan de Agua Prieta, desconociendo el gobierno de Carranza. Iturbe, en una extensa carta a Obregón, le comenta: “No salgo yo de mi asombro al ver que usted, con su nombre y su prestigio, que han sido para mi
  • 55. 55 tan estimados, apoye la injusticia y la sinrazón” y desde Mazatlán lanzó un manifiesto al pueblo sinaloense donde afirma: “Me corresponde también, en mi carácter de gobernante, electo por el pueblo, con licencia del H. Congreso para hacerme cargo de la Jefatura de Operaciones en el Estado, excitar patrióticamente y con entusiasmo a los buenos hijos de Sinaloa a que, siguiendo el sendero del más alto patriotismo, aporten el mayor contingente que esté en sus manos a fin de que el orden y la tranquilidad pública se restablezcan para bien de todos y alcanzar el verdadero progreso de los pueblos… ¡Sinaloenses: la lucha nos espera, a la lucha hasta vencer!”. (Nakayama, 1975, 228). “Los generales abandonaron a Carranza y empezaron a sumarse al obregonismo, e Iturbe, impotente para luchar contra las defecciones, tuvo que abandonar el país y refugiarse en los Estados Unidos de América donde residió hasta 1929 en que regresó para sumarse a los jefes militares obregonistas en la rebelión contra calles”, comenta Antonio Nakayama (1975, 228). Hay dudas o al menos no existen testimonios de este viaje a Estados Unidos. Está clara su posición de rechazo a los rebeldes sonorenses, pues la hizo pública, sin embargo, Iturbe explicó a Héctor R. Olea lo que ocurrió cuando el movimiento de Agua Prieta: “Mateo de la Rocha se levantó en Badiraguato, con un batallón. Organicé 50 hombres montados y con el jefe de mi escolta, Martín Elenes, le caímos al Banco de Armas y lo desarmamos. Entonces, el presidente Carranza me nombró Jefe de las Operaciones Militares en el Estado. Ya era tarde. Pedí permiso al Congreso del Estado y nombraron Gobernador interino al Diputado Miguel Ceceña. Nos fuimos a
  • 56. 56 Mazatlán para organizar la resistencia. En el Río Piaxtla organizamos la defensa; pero el general De Santiago pertenecía a las fuerzas del Gral. Diéguez, en Jalisco, quien le ordenó replegarse a Mazatlán. Yo no tenía suficientes tropas propias y también me replegué. A Diéguez lo aprehendieron sus propias tropas, y De Santiago, como yo no quería irme a la sierra con medio millón de pesos que acababa de recibir del señor Carranza, sin avisarme se puso a las órdenes de Adolfo de la Huerta en Hermosillo, por telégrafo. Lo sorprendí y por eso acepté yo también, pidiendo respetaran el Poder Judicial y Legislativo, menos a mí como Gobernador. Entregué a De Santiago el mando y tomé un barco americano y me fui a presentar en Hermosillo a De la Huerta, que era un gran amigo mío”. (Olea, 1993, 173). En el barco norteamericano se trasladó a Hermosillo y fue en el camino hacia la capital sonorense cuando se enteró de la muerte de Carranza, en las primeras horas del 21 de mayo de 1920. Iturbe no hizo ninguna declaración y, muy a su pesar, reconoció a Adolfo de la Huerta como presidente de México. Años más tarde, en la tribuna de la Cámara de diputados expuso la siguiente anécdota para demostrar su lealtad a los compromisos contraídos y que da un poco de luz de cuál fue su relación con De la Huerta y Calles: Yo les refería (a los diputados) en una ocasión cuánto trabajo me había costado sacrificar la amistad del único jefe inmediato que tuve: el General Obregón, dentro de una estrecha amistad y cariño, cuando él me invitó a defeccionar. Yo había protestado servir lealmente al Gobierno legítimo, constitucional, del señor Carranza, y cuando todas las circunstancias eran desfavorables, cuando todo estaba perdido, cuando ya había caído el Gobierno, los que estábamos fuera —y me tocó mandando una columna—
  • 57. 57 podíamos habernos acogido a la invitación del General Obregón, y yo con más razón, porque me dirigió un mensaje muy halagador; sin embargo lo sacrifiqué todo en cumplimiento de mi palabra, de mi honor, de mis compromisos y, sobre todo, para sentar el precedente de que el Ejército no debe hacer mal uso nunca de las armas que le confía el Gobierno, para traicionarlo. (Aplausos). Más tarde, como hubo que ceder, yo firmé un pacto con el que fungía como Primer Jefe, que lo era el señor de la Huerta, entregando todas las fuerzas que estaban a mi mando, salvaguardando únicamente, como era Gobernador Constitucional de mi Estado, el respeto al Poder Legislativo de mi Estado y al Poder Judicial, excepto al Poder Ejecutivo que yo representaba; el respeto de las vidas e intereses de todos los que habían estado a mis órdenes, y yo me ponía a disposición de esa Jefatura para ser juzgado en la forma que lo creyeran conveniente. Bien, así las cosas vine a México, y estando en Palacio se me invitó para que pasara a presenciar la protesta del Ministro de Agricultura, que era el General Villarreal. Allí me encontré al General Calles, que era Ministro de la Guerra, y me dice: —¿Por qué no ha ido usted a la Secretaría? "Por allá voy, mi general". Al siguiente día pasé y me saludó muy afectuosamente, pero al sentarme me dice estas palabras textuales —y lo que estoy refiriendo hay dos hombres vivos que lo pueden confirmar, Calles y De la Huerta—: —¿Pero, compañero, por qué no se volteó usted?
  • 58. 58 Entonces, naturalmente, aquello me disgustó, y le dije: "Mi general, yo no estoy arrepentido de mi actitud". —Entonces usted persiste en su error —me dijo. "Usted le puede llamar como usted guste; yo le llamo el cumplimiento de mi deber, y como vine únicamente porque usted me invitó, ¡hasta luego!", y me despedí sin darle la mano. Aquello suscitó un odio terrible en el General Calles para mí. De allí se fue a pedir mi baja por indigno de pertenecer al Ejército. Tuvo una discusión muy acalorada con el Presidente de la Huerta, no habiendo conseguido el acuerdo; y para librarme el señor Presidente de esa difícil situación con el Ministro de la Guerra, ordenó que quedara comisionado directamente en la Presidencia de la República. Cuando supe yo que el General Calles había ido a pedir mi baja por indigno de pertenecer al Ejército, le dije al Presidente lo siguiente: "He sabido esto del señor Ministro de la Guerra, y tiene razón; yo soy indigno de pertenecer a un Ejército mandado por el General Calles, y como yo no obedeceré sus órdenes, aunque me mande fusilar, le ruego que me dé mi baja". No me fue concedida, y por ese motivo quedé en esas circunstancias. Más tarde pedí voluntariamente licencia para separarme del servicio. Es así como dejé de pertenecer a la honrosa institución del Ejército Nacional. (Sesión de los debates, 12 de julio de 1938). La fortuna a la sombra del poder político Es necesario abrir un paréntesis para exponer un hecho no militar que por lo regular se ignora o se evita al elaborar la biografía de los revolucionarios: la acumulación de riqueza que hicieron bajo el amparo del poder político.