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do identidades como se ha ido haciendo desde la antipsiquia-                          Discursos psicológicos difíciles de digerir
tría y las terapias feministas, sino que, además, permiten des-
arrollar cuestionamientos de normas y marcos heredados en las
                                                                                         o en torno a la psicopatologización
prácticas cotidianas y profesionales, en los múltiples encuen-                              generizada de los malestares
tros y acciones de resistencia desarrollados.                                                               Conchi San Martín

Referencias bibliográficas
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                                                                                     cómo la protagonista, Ingrid Bergman, va enloqueciendo: ve lo
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   Subjetividad, psicopatología y ciberpsicología. Barcelona: EDIUOC.                romperse apoyándose en un hombre que la cuida, que la quie-
— (2006): «Mentes inquietas / cuerpos indisciplinados». En M. Torras (ed.):
                                                                                     re, que entiende sus fallos, sus despistes, que los tolera como
   Corporizar el pensamiento: escrituras y lecturas del cuerpo en la cultura occi-
   dental. Pontevedra: Mirabel Editorial.                                            un buen padre. Este hombre cuida a la enferma, le ayuda a ver
CAHILL, S. (2000): «Reflections of Power: Dilemmas and Possible solutions in         que todo son imaginaciones suyas, que delira, que necesita cui-
   feminist research». American Journal of Comunity Psychology, vol. 28, n.º 6.      dados... Ella se resiste, hace pruebas, intenta ponerse a prueba
DIO-BLEICHMAR, E. (2001): La depresión en la mujer. Madrid: Temas de                 pero no hay manera; una y otra vez se equivoca: nadie ve lo que
   hoy (1991).                                                                       ella está viendo. Se debilita, no puede confiar en sí misma,
FELMAN, S. (1989): «Women and Madness: The critical phallacy». En C.
   Belsey y J. Moore (1989): The feminist reader. Londres: MacMillan.
                                                                                     enloquece. Se siente culpable, puede dañar a los otros. No es
GARCÍA, R. (1995): Historia de una ruptura. Barcelona: Virus                         dueña de sí... Un médico diligente está dispuesto a certificar su
GILBERT, S. y GUBAR, S. (1984): La loca del desván. Madrid: Cátedra                  más que innegable locura. Más tarde descubrimos que su buen
   (1979).                                                                           protector era su verdugo, el que le preparaba las trampas.
IBÁÑEZ, T. (1994): Psicología social construccionista. Guadalajara: UdG.             Claro, no deja de ser una película. Una película donde tene-
JAMISON, K. R. (1996): Una mente inquieta. Testimonios sobre afectos y
                                                                                     mos la oportunidad de asistir a algo que las más de las veces
   locura. Barcelona: Tusquets.
LAGARDE, M. (2001): «La locura como subversión: el feminismo».                       queda invisible, cómo alguien, una mujer, puede ir enloque-
   Conferencia en la web, basada en su capítulo del libro Los cautiverios de         ciendo, desmoronándose.
   las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. México:                      Recuerdo también cómo hace ya tiempo Montserrat Roig
   Universidad Nacional Autónoma de México (1990).                                   en su búsqueda de testimonios silenciados hablaba de un pro-
LORDE, A. (2003) La hermana, la extranjera. Madrid: horas y horas (1984).            yecto pendiente, que no pudo llegar a hacer. Entrevistar a las
                                                                                     mujeres, ya viejas, ya crónicas, que aún siguen por los manico-
                                                                                     mios en este caso barceloneses. Reconstruimos las historias de


170                                                                                                                                                171
la guerra, porque la memoria es la lucha contra el olvido. Y en     como locas/os, los malos son desvalidos y enfermos necesitados
el olvido parece que se nos quedan las que cayeron en aquellos      de cura...
tiempos donde la firma del marido podía significar un ingreso           Los planteamientos críticos dentro del seno de la misma
psiquiátrico de por vida. Aquellos tiempos (Rendueles en este       psicología señalan cómo se acaban medicalizando y psicologi-
volumen)... pero ¿qué hay del presente?                             zando malestares/tensiones/contradicciones que son de origen
    A partir de estos dos recuerdos querría presentar cómo          social. Así los malestares quedarían —podríamos decir— neu-
desde los propios discursos y prácticas psicológicas siguen         tralizados: ya no desvelan las posibles injusticias de las que
manteniéndose y enmascarándose violencias de género que             nacen, sino que se sitúan en el terreno de lo individual, mos-
aparecen como supuestamente incuestionables por el poderoso         trando un fracaso personal, íntimo o como mucho del grupo fami-
aval del conocimiento científico, técnico, progresado. Violen-      liar. Se logra desviar la mirada.
cias de género que pueden llevar a enloquecer, o violencias de          Sin embargo, ¿de manera sorprendente?, este tipo de cues-
género que se amparan en la supuesta locura de las mujeres.         tiones que como decimos se han denunciado desde los plantea-
Frente a ello también queremos mostrar las resistencias, los        mientos psicológicos críticos y desde la antipsiquiatría, las más
intentos por resignificar y otras maneras de hacer, construir-      de las veces se han realizado sin un análisis de género; así la loca
nos, relacionarnos.                                                 «cede» su lugar al loco, quedando una vez más invisibilizada
                                                                    (Sáez Buenaventura, 1988).
EN LA SALUD Y EN LA ENFERMEDAD
                                                                    LOS DISCURSOS PSICOLÓGICOS SOBRE LAS MENTES Y CUERPOS
Desde la Organización Mundial de la Salud se define la salud        DE LAS MUJERES: ALGUNOS APUNTES
no como una mera ausencia de enfermedad sino como un esta-
do de bienestar biológico, psicológico y social. Por tanto, la
                                                                                          Hablar del malestar de las mujeres implica asumir un
vivencia interna, subjetiva, ocupa un lugar frente a la mera                                posicionamiento teórico e ideológico que se pregunte
definición biológica de la salud/enfermedad. Ahora bien,                                      por los efectos que produce el lugar históricamente
podemos preguntarnos cómo llegamos a la vivencia del bienes-                                  construido para las mujeres, y en cómo los roles de
tar/malestar, y cómo ésta se construye a través de unos roles,                             género acaban siendo factores de riesgo para la salud.
identidades, jerarquías y valoraciones no azarosas, sino social-                                                   Maribel Burín y cols., 1990
mente mediadas.
    Los trabajos de Foucault (1966) son reveladores al respecto,    Cuestiones que hoy aparecen como formalmente reconocidas
al mostrarnos cómo puede releerse el surgimiento y evolución        (la traída y llevada liberación sexual, el cuestionamiento de la
de las disciplinas «psi» (psicológicas, psiquiátricas, etc.) como   maternidad y el matrimonio, el lesbianismo como opción, el
medios para lograr el control de las subjetividades, y por exten-   derecho al aborto y divorcio, el acceso al mundo laboral...)
sión de las poblaciones: se patologiza aquello que supone una       para muchas, en su momento, supuso el ser tachadas de locas,
desviación de la norma socialmente prescrita (no aquello que        histéricas, fustradas, malas madres, desequilibradas, enfermas,
esté generando sufrimiento), los miserables pasan a releerse        estrafalarias... Retomemos entonces, desde un análisis de géne-


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ro, unos apuntes sobre cómo se han ido configurando y defi-                                 inválida (sufriente) de la mera simuladora? Freud será quien
niendo los malestares en las mujeres.                                                       más adelante zanje esta cuestión: en ambos casos se trata de
                                                                                            una enferma mental, por tanto necesitada de cura.
MIRANDO HACIA ATRÁS ¿SIN IRA?                                                                   No entraremos en la polémica sobre el psicoanálisis, pero sí
                                                                                            destacar que, durante mucho tiempo, se va a constituir como
Efectivamente, en los orígenes de la disciplina psicológica                                 uno de los principales discursos «legitimados» para conceptuar
encontramos una constante «preocupación» por definir el                                     la femeneidad y «el malestar femenino»: la voz de la mujer se
malestar femenino. Aparece una sistemática apelación a lo bio-                              silencia para ser reinterpretada por el experto 2.
lógico como manera de naturalizar situaciones de subordina-                                     Durante gran parte del siglo XX se va a mantener y refinar
ción —extensible a otros grupos marginalizados: negras/os,                                  ese discurso sobre la identidad «adecuada» de las mujeres, muy
pobres, etc.—. Esto básicamente se podría resumir en la fórmu-                              especialmente ligada al rol de la maternalidad, con una mater-
la mujer = naturaleza = madre asexuada. Podríamos afirmar que                               nalización del resto de roles (p. ej., responsabilización en la ges-
se realizaron esfuerzos titánicos por fundamentar la inferioridad                           tión de los afectos). El mandato de género exige experimentar
mental femenina de manera científica, basándose en aspectos                                 la maternidad y el cuidado de los otros sólo de forma positiva,
cerebrales/anatómicos y en supuestos avances fisiológicos, de                               sin mostrar ni un atisbo de ambivalencia. El fallar en ese rol
forma que, efectivamente, la biología se constituía en destino1.                            estará penalizado socialmente, el cumplirlo estará denostado
    Un apartado especial necesitaría el surgimiento y creación                              —ya que a fin de cuentas, «cualquiera puede»—, y el rechazar-
de la categoría de las histéricas, definidas como mujeres de                                lo diagnosticado. No ha de extrañar entonces la emergencia de,
comportamientos exagerados, hipersensibles, simuladoras,                                    por ejemplo, la figura de las madres patógenas, donde la «ma-
manipuladoras, astutas, mentirosas, disociadas... Materia de                                dre» empieza a ser acusada de sentir hostilidad, agresividad y,
acalorados debates entre médicos, cuerpos sobre los que se pro-                             además, de disimularla (ante el experto)3...
baron mil y una estrategias «terapéuticas», con castigos físicos y                              Pero el pretendido objetivismo de estos discursos se resque-
morales incluidos. Las histéricas hacen aparecer dentro del                                 braja por sí mismo cuando, por ejemplo, las teorías sobre la
propio discurso médico la sospecha de que las mujeres puedan                                buena y mala madre se modifican según la necesidad de acceso
estar utilizando su condición de enfermas como forma de esca-                               al mercado laboral o la necesidad de vuelta al «territorio
par a sus funciones reproductoras y sus obligaciones domésti-                               doméstico» —por recesiones económicas...—. Según ello, la
cas. Pero si están simulando... ¿cómo distinguir la verdadera                               madre puede aparecer teorizada como más o menos responsa-
                                                                                            ble del desarrollo de sus hijas/os (Walkerdine, 1992).

1. M. E. Dirix escribía en 1869: «Así las mujeres son atendidas a causa de enfermedades
del estómago, del hígado, los riñones, el corazón, los pulmones... sin embargo, en la
mayoría de los casos, una investigación apropiada encontrará que tales males no son en      2. Para una revisión crítica, puede consultarse Sáez Buenaventura, 1988.
realidad enfermedades, sino puras reacciones simpáticas o los síntomas de una sola enfer-   3. No en vano se encuentran hasta 72 formas de psicopatología infantil que se han
medad. Un transtorno del útero». Y las consecuencias: en el año 1906 se practicaron más     atribuido a las madres. Insistimos en el papel/complicidad de las teorías psicoanalíti-
de 150.000 operaciones de ovaroctamía en EE. UU. (Cf. Ehrenreich, 1981: 54).                cas en este proceso.



174                                                                                                                                                                           175
Las consecuencias son una terrible ambivalencia en la defi-                           mas psicológicas, y a menudo es considerada neurosis» (Baker
nición de la salud mental de las mujeres: se perfila una imagen                           Miller, 1978). Se denuncia también cómo estos rasgos son sis-
de la mujer débil, frágil, imagen especular del estereotipo                               temáticamente devaluados en el seno de la cultura occidental.
femenino vinculado a la sumisión, pasividad, sacrificio, depen-                           Una cultura donde prima el ideal de la autonomía, de la lógica,
dencia, emotividad, capacidad de cuidar a los demás... Aspec-                             de la no dependencia, del triunfo personal e individual. Por
tos alabados al tiempo que denostados. Y su contrapunto: la                               tanto, empiezan a hacerse visibles otras maneras de estar, de
mujer que transgrede, que no acepta su condición, que es vio-                             funcionar, formas legítimas que cuestionan y resquebrajan el
lenta (Cabruja; Mountian, en este volumen). Ambas toman un                                ideal masculino/patriarcal de normalidad.
lugar en los diagnósticos psicológicos. La salud mental femeni-
na parece situarse en los lindes de lo que es la enfermedad                               ¿Y EN NUESTRA ACTUALIDAD?
mental en el varón: las mujeres están todas un poco locas. A fin
de cuentas, si el devenir biológico es un tanto enfermizo (par-                           Partimos de una situación con principios formales de libertad e
tos, menstruación...), ¿cómo no va a serlo el devenir psicológi-                          igualdad pero donde aún pervive la devaluación (simbólica y/o
co? No queda tan lejano en el tiempo la pervivencia de este                               real) de lo «femenino» muy ligado, en el ámbito de lo psicoló-
tipo de estereotipos en el diagnóstico de los profesionales de la                         gico (pero no sólo), a esa responsabilización en la gestión de los
salud mental, por ejemplo a partir de los trabajos clásicos de                            afectos (Martínez Benlloch, 2003).
Broverman y cols. (1970)4.                                                                    Como venimos diciendo, el malestar psicológico puede
    Frente a ello empiezan a haber también voces críticas en el                           entenderse como fruto de la adhesión a los mandatos de géne-
seno de los discursos psicológicos. Así los trabajos de Baker                             ro, a la interiorización de las voces, más o menos palpables,
Miller (1978) y Gilligan (1982), entre otras, proponen repen-                             sobre cómo debemos ser. Entonces, ¿cómo conjugar el cuidado
sar los atributos psicológicos que dan forma a la supuesta iden-                          de los otros y de una misma?, ¿qué hacer con la acusación flo-
tidad femenina (la ternura, la vulnerabilidad, la indecisión, la                          tante de egoísmo?, ¿cómo se nos sigue intoxicando desde
consideración del otro, la dependencia emocional, etc.) como                              pequeñitas para que equiparemos sacrificio con bondad,
resultado de la propia situación de subordinación de la mujer,                            renuncia con ser queridas?, ¿por qué se nos sigue situando (y
más aún como manera de sobrevivir en este entorno desigual:                               nos situamos) como únicas responsables de la relación?, ¿por
«toda forma de opresión estimula a la gente a adherirse a su                              qué ese cambiazo mortal donde lo que el otro pueda querer
esclavitud. En el caso de las mujeres esta esclavitud adopta for-                         desplaza a lo que yo pueda querer?, ¿por qué aún debemos
                                                                                          impostar la voz para que se nos escuche?, ¿cómo se nos coló
                                                                                          dentro la culpa?, ¿y la hiperresponsabilidad? Cada una puede
4. En estos trabajos se mostraba la tendencia de los profesionales de la salud mental a   rastrear en su historia, pero... creo que ahí encontraremos un
calificar a las mujeres sanas «psicológicamente» como más sumisas, menos indepen-         punto de ecos comunes. Poder nombrar el malestar es una de
dientes, menos felices, más fácilmente influenciables, menos agresivas, menos compe-
titivas, más excitables con crisis menores, más emocionables, más preocupadas por su
                                                                                          las salidas, salida necesariamente individual y colectiva.
apariencia, menos objetivas e interesadas en matemáticas y ciencias frente al criterio        Pero es importante no olvidar las realidades objetivas que
de normalidad psicológica aplicado a los varones (cf. Sáez Buenaventura, 1979).           siguen sosteniendo estas cuestiones frente a la supuesta igual-


176                                                                                                                                                     177
dad formal. Así, por ejemplo, Esteve (1997) denuncia cómo                          azarosos sino que siguen muy de cerca las cuestiones identita-
desde el área de Servicios Sociales de Barcelona, dentro de la                     rias que venimos tratando: no se trata de una mera mayor pre-
política de apoyo a las familias, «se sigue considerando a la                      disposición a padecer trastornos psíquicos.
mujer como cuidadora de la familia, y también como principal                           Si consultamos el Manual de Diagnóstico de las Enfermedades
responsable del seguimiento del equilibrio familiar [...]; existe                  Mentales (DSM-IV), manual de referencia entre profesionales de
escasa sensibilidad [desde las políticas institucionales] a las                    la salud mental, encontramos que, en efecto, estadísticamente,
sobrecargas familiares y hacia las necesidades personales y                        en la actualidad entre las mujeres aparece una disminución de
sociales [...]; [sigue dándose] una atribución consciente o no de                  ciertos tipos de neurosis (básicamente las referidas a las antiguas
los problemas de “desestructuración familiar” a las mujeres». Se                   histerias), mientras que se incrementan los trastornos psicoso-
emplea este «diagnóstico» cuando la mujer falla en cuanto al                       máticos (básicamente los trastornos autoinmunes, fibromialgias,
soporte familiar, pero pocas veces cuando lo hace el varón. Por                    trastornos gastrointestinales). Si seguimos esta radiografía de
otra parte, tal y como señala Durán (1999), la ruptura del                         enfermedades según el género, en nuestro contexto occidental,
Estado del bienestar occidental está suponiendo un recorte de                      nos encontramos con que, por lo que se refiere a la ingesta de
gastos sociales en relación a servicios sociales que «resitúan» a la               sustancias, se da un mayor consumo de ansiolíticos y sedantes
mujer como «cuidadora» en el núcleo familiar: hijos, enfermos,                     entre las mujeres, frente a un mayor consumo de alcohol, aluci-
ancianos (Bonet en este volumen).                                                  nógenos y opiáceos entre los hombres. Por lo que se refiere a los
                                                                                   trastornos del estado de ánimo, los episodios depresivos aparecen
ECOS: IDENTIDAD DE GÉNERO Y ALTERACIONES MENTALES                                  en doble proporción en las mujeres que en los hombres; también
ESPECÍFICAS; UNA RADIOGRAFÍA A TRAVÉS DEL DSM-IV                                   se dan mayores intentos de suicidio en las mujeres, frente a una
                                                                                   mayor comisión de los mismos en los varones 5. Por último, los
                                                                                   trastornos de ansiedad, en sus múltiples formas, así como los tras-
                       [Los] sesgos de género en la investigación sobre salud      tornos de personalidad por dependencia e histrionismo y los tras-
                      mental han contribuido a etiquetar la angustia de las        tornos de la conducta alimentaria (anorexia y bulimia) siguen
                     mujeres y la depresión producida por la discriminación
                      en los lugares de trabajo, las dobles jornadas, los roles
                                                                                   dándose en mayor proporción entre las mujeres (para una revi-
                      familiares, etc., como problemas psicológicos más que        sión detallada Martínez Belloch, 2003).
                              reacciones normales al estrés y a las injusticias.       ¿Por qué esa mayor depresión en la mujer?, ¿por qué esa
                                                      Carol Gilligan, 1982         mayor angustia?, ¿por qué esa mayor presencia de malestares
                                                                                   somatizados?
Un repaso a las admisiones en hospitales psiquiátricos, la aten-                       En las interpretaciones de estas maneras de enfermar gene-
ción psiquiátrica ambulatoria y la asistencia a consultas psico-                   rizadas se reconoce la influencia de los llamados factores psicoso-
lógicas privadas nos muestra que la cifra de mujeres «usuarias»
supera con creces la de los hombres. Las explicaciones dadas a
este hecho son múltiples; por nuestra parte, creemos impor-                        5. Es de denunciar la superficialidad de ciertos análisis que interpretan abierta o sola-
tante señalar que los caminos que siguen los malestares no son                     padamente las tentativas de suicidio como intentos de manipulación.




178                                                                                                                                                                    179
ciales, muy especialmente en las situaciones de trastorno del                         VIOLENCIA SOBRE VIOLENCIA: CONSTRUCCIÓN DE LA
estado de ánimo. Entre estos factores se incluyen las discrimi-                       IDENTIDAD FEMENINA Y MALOS TRATOS
naciones sociales objetivas, que favorecen el desvalimiento e
infravalorización; cuestiones relacionadas con la socialización                                            Los discursos dominantes sobre la violencia doméstica
identitaria, por ejemplo, con mayor malestar ante la ruptura de                                                    frecuentemente patologizan a las mujeres por
lazos afectivos; o características del rol de esposa-madre-ama de                                                     permanecer con sus parejas maltratadoras,
casa. Sin embargo, nos encontramos con una constante que                                                        especialmente si tienen niños. Ellas se convierten
plantea sobre el papel la influencia de los «asépticos» factores                                                         en sospechosas por no irse, cuando irse es
                                                                                                                                    frecuentemente algo peligroso.
psicosociales, pero con una práctica donde se responde indivi-
                                                                                                                                   Janet Batsleer y cols., 2002
dualizando y medicalizando. En este sentido, pasa algo pareci-
do a lo que denuncia Carme Valls (2000) respecto al estrés
laboral en las mujeres:                                                               No querría acabar esta reflexión sin haber planteado, ni que
                                                                                      fuera brevemente, cómo se ha tratado desde los discursos psi-
        Analizar los problemas del estrés laboral sin considerar los                  cológicos el tema de los malos tratos a las mujeres. Efectiva-
    efectos de la doble, triple jornada, el acoso sexual, el acoso                    mente, no sólo se trata de que a escala, digamos, popular circu-
    moral, el techo de cristal,... es distorsionar la posible compren-                le la pregunta/sospecha de «¿por qué la mujer si lo está pasando
    sión del malestar, minimizándolo, naturalizándolo, indivi-                        tan mal no abandona a su agresor?», sino de que dicha pregun-
    dualizándolo.                                                                     ta ha circulado y circula en una parte importante de las teorías
                                                                                      psicológicas sobre el maltrato, pudiéndose hablar de las violen-
    Entre las cuestiones absolutamente pendientes está el tema                        cias de las teorías sobre las violencias hacia las mujeres
de las prácticas de medicalización del malestar o de cómo se                          (Cabruja, 2004).
receta la tranquilidad, según palabras de Burín (1990). Se sigue                          Plantear que las mujeres maltratadas tengan ciertas caracte-
constatando el sesgo de género en el proceso de diagnóstico y                         rísticas que hacen más probable su maltrato, esto es, intentar
tratamiento; así frente a cualquier síntoma o queja que se pre-                       buscar una tipología de mujer maltratada es uno de los
sente es mucho más probable que la mujer reciba tratamiento                           mitos/creencias más fuertemente arraigados también en los
con un psicofármaco (ansiolítico o antidepresivo) y que el                            discursos psicológicos. Esto supone una doble victimización de
varón reciba indicación de alguna técnica exploratoria6. No                           la mujer: por estar sometida a la situación y por no reaccionar,
podemos olvidar que en el Estado español se calcula que el                            por aguantar. En el fondo supone también una manera de
95% de los psicofármacos se recetan a mujeres, siendo las                             tranquilizar conciencias: «si aguanta no debe ser tan grave», «a
mayores consumidoras el grupo de mujeres entre 30-50 años.                            mí no me pasaría, yo no lo permitiría», «algo tiene que haber
                                                                                      en ella también».
                                                                                          Desde ciertas teorías psicológicas, la aparente pasividad de
6. Pueden consultarse diferentes análisis al respecto en la revista Mujeres y Salud   las mujeres se ha interpretado como que en el fondo algo les
(www.mys.matriz.net).                                                                 ata a la relación, culpabilizándolas y atribuyéndoles la respon-


180                                                                                                                                                           181
sabilidad de una situación de violencia. La idea del masoquismo                       más fácil diagnosticar el malestar y medicarlo que no poder visi-
femenino es un claro ejemplo de ello, desde antiguo y desde no                        bilizar su relación con posibles situaciones de maltrato8.
tan antiguo. Así, en los años ochenta, se produce un intento de                           Aun así, se siguen elaborando mil y una teorías psicológicas
incluir en el DSM-III la categoría de masoquismo, empleando                           que focalizan las llamadas barreras internas, esto es, de cómo la
para su descripción situaciones que correspondían a mujeres                           mujer se responsabiliza de la situación vivida, cómo ello tiene
víctimas de violencia y atribuyendo la problemática no a la vio-                      que ver con los roles de identidad de género, cómo se genera la
lencia sufrida sino a la personalidad de la víctima. En ese con-                      culpa y vergüenza por no saber salirse, por recibir la violencia,
texto se produce una fuerte presión para la no inclusión de esta                      cómo se entra en un círculo vicioso, etc. Y esto es importantísi-
«categoría». Sin embargo, diez años más tarde, en el DSMIII-R                         mo, seguro, pero tan necesitado de ser explicado que parece
sí se logra incluir la llamada personalidad de autoderrota o auto-                    que nos es muy difícil de comprender. ¿Por qué nos cuesta
destructiva, aquella que tiende a ponerse en situaciones en que                       tanto? Es como si se tuviera que desmenuzar el mecanismo
se busca el castigo, y se cita como ejemplos el de mujeres que                        antes de poder reaccionar: asegurar la condición de víctima de
sufren maltrato doméstico7. Y también se incluye el trastorno de                      la mujer. Pero una víctima es alguien que recibe tal vez consue-
personalidad por codependencia: personas (léase mujeres) que se                       lo o compasión, y ha habido más, ha habido resistencia y
mantienen al lado del agresor por una necesidad psicológica.                          supervivencia. Tenemos que poder escucharlo. Escuchar y reac-
Estas doctrinas suponen una justificación intelectual y científi-                     cionar, más que diagnosticar y silenciar.
ca de una situación de violencia, donde se prioriza una lectura                           Acabamos entonces con un testimonio de alguien cercano:
intrapsicológica (Romito, 1998).
    Desde otros lugares (Tamaia; Soriano en este volumen) se                                  Lo que más me ayudó a reconocer mi maltrato fue que
muestra como las traídas y llevadas reacciones de pasividad son                           empezara a haber gente que también reconociera a esa persona
estrategias de supervivencia (angustia contenida, reserva emo-                            como maltratadora, entender que no era yo la que tenía la
cional...). Estrategias de enfrentamiento que emplea la mujer                             culpa de lo que me pasaba, que mis crisis de angustia, mi
para defenderse. Tampoco se encuentra una tipología o caracte-                            malestar tenían sentido, que otra gente también veía lo que yo
rísticas de personalidad comunes que «hagan más probable el                               veía, que si aguanté fue en parte porque no podía tolerar pen-
maltrato» (Bosch y Ferrer, 2002). Simplemente, el marcador de                             sar que a mí me estuviera pasando eso, no podía tolerar sentir
riesgo individual más potente para ser víctima de malos tratos es                         que se me humillaba y que no sabía responder.
ser mujer. En cualquier caso, la posible psicopatología aparece
como consecuencia del padecimiento de la violencia y no como
causa o factor mantenedor. Y..., sin embargo, pareciera que es


                                                                                      8. Por ejemplo, encontramos claras dificultades y resistencias a incorporar hallazgos
7. Si bien dicha categoría no aparece finalmente incluida en la versión actualmente   sobre cómo las situaciones de malos tratos resultan ser el primer factor que precipita el
vigente (DSMIV), sí siguen dándose numerosos «debates teórico-prácticos» sobre su     alcoholismo, abuso de drogas o intento de suicidio entre mujeres. Más aún: parte de los
supuesta pertinencia.                                                                 suicidios en situación de malos tratos no aparecen relacionados epidemiológicamente.



182                                                                                                                                                                       183
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   mujeres-red/salud-caps-r.htm.



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Genero y psicopatologia

  • 1. do identidades como se ha ido haciendo desde la antipsiquia- Discursos psicológicos difíciles de digerir tría y las terapias feministas, sino que, además, permiten des- arrollar cuestionamientos de normas y marcos heredados en las o en torno a la psicopatologización prácticas cotidianas y profesionales, en los múltiples encuen- generizada de los malestares tros y acciones de resistencia desarrollados. Conchi San Martín Referencias bibliográficas BAYM, N. (1999): «La loca y sus lenguajes. Porque no hago teoría literaria Quisiera empezar recordando una película. Tal vez la recordéis feminista». En M. Fe (comp.): Otramente: lectura y escritura feministas. aunque es antigua, se llama Luz de Gas. En ella vamos viendo México: FCE. BUENAVENTURA, C. (1979): Mujer, locura y feminismo. Madrid: Dédalo. cómo la protagonista, Ingrid Bergman, va enloqueciendo: ve lo BURÍN, M. y col. (1990): La tranquilidad recetada. Buenos Aires: Paidós. que no está, lo que nadie ve, le parece que dejó algo en algún BUTLER, J. (2002): Cuerpos que importan. Barcelona: Paidós, 1999. sitio pero al irlo a buscar ya desapareció, le recuerdan que olvi- CABRUJA, T. (ed.) (2005): Psicología: perspectivas deconstruccionalistas. da lo importante, que se confunde... Entonces comienza a Subjetividad, psicopatología y ciberpsicología. Barcelona: EDIUOC. romperse apoyándose en un hombre que la cuida, que la quie- — (2006): «Mentes inquietas / cuerpos indisciplinados». En M. Torras (ed.): re, que entiende sus fallos, sus despistes, que los tolera como Corporizar el pensamiento: escrituras y lecturas del cuerpo en la cultura occi- dental. Pontevedra: Mirabel Editorial. un buen padre. Este hombre cuida a la enferma, le ayuda a ver CAHILL, S. (2000): «Reflections of Power: Dilemmas and Possible solutions in que todo son imaginaciones suyas, que delira, que necesita cui- feminist research». American Journal of Comunity Psychology, vol. 28, n.º 6. dados... Ella se resiste, hace pruebas, intenta ponerse a prueba DIO-BLEICHMAR, E. (2001): La depresión en la mujer. Madrid: Temas de pero no hay manera; una y otra vez se equivoca: nadie ve lo que hoy (1991). ella está viendo. Se debilita, no puede confiar en sí misma, FELMAN, S. (1989): «Women and Madness: The critical phallacy». En C. Belsey y J. Moore (1989): The feminist reader. Londres: MacMillan. enloquece. Se siente culpable, puede dañar a los otros. No es GARCÍA, R. (1995): Historia de una ruptura. Barcelona: Virus dueña de sí... Un médico diligente está dispuesto a certificar su GILBERT, S. y GUBAR, S. (1984): La loca del desván. Madrid: Cátedra más que innegable locura. Más tarde descubrimos que su buen (1979). protector era su verdugo, el que le preparaba las trampas. IBÁÑEZ, T. (1994): Psicología social construccionista. Guadalajara: UdG. Claro, no deja de ser una película. Una película donde tene- JAMISON, K. R. (1996): Una mente inquieta. Testimonios sobre afectos y mos la oportunidad de asistir a algo que las más de las veces locura. Barcelona: Tusquets. LAGARDE, M. (2001): «La locura como subversión: el feminismo». queda invisible, cómo alguien, una mujer, puede ir enloque- Conferencia en la web, basada en su capítulo del libro Los cautiverios de ciendo, desmoronándose. las mujeres: madresposas, monjas, putas, presas y locas. México: Recuerdo también cómo hace ya tiempo Montserrat Roig Universidad Nacional Autónoma de México (1990). en su búsqueda de testimonios silenciados hablaba de un pro- LORDE, A. (2003) La hermana, la extranjera. Madrid: horas y horas (1984). yecto pendiente, que no pudo llegar a hacer. Entrevistar a las mujeres, ya viejas, ya crónicas, que aún siguen por los manico- mios en este caso barceloneses. Reconstruimos las historias de 170 171
  • 2. la guerra, porque la memoria es la lucha contra el olvido. Y en como locas/os, los malos son desvalidos y enfermos necesitados el olvido parece que se nos quedan las que cayeron en aquellos de cura... tiempos donde la firma del marido podía significar un ingreso Los planteamientos críticos dentro del seno de la misma psiquiátrico de por vida. Aquellos tiempos (Rendueles en este psicología señalan cómo se acaban medicalizando y psicologi- volumen)... pero ¿qué hay del presente? zando malestares/tensiones/contradicciones que son de origen A partir de estos dos recuerdos querría presentar cómo social. Así los malestares quedarían —podríamos decir— neu- desde los propios discursos y prácticas psicológicas siguen tralizados: ya no desvelan las posibles injusticias de las que manteniéndose y enmascarándose violencias de género que nacen, sino que se sitúan en el terreno de lo individual, mos- aparecen como supuestamente incuestionables por el poderoso trando un fracaso personal, íntimo o como mucho del grupo fami- aval del conocimiento científico, técnico, progresado. Violen- liar. Se logra desviar la mirada. cias de género que pueden llevar a enloquecer, o violencias de Sin embargo, ¿de manera sorprendente?, este tipo de cues- género que se amparan en la supuesta locura de las mujeres. tiones que como decimos se han denunciado desde los plantea- Frente a ello también queremos mostrar las resistencias, los mientos psicológicos críticos y desde la antipsiquiatría, las más intentos por resignificar y otras maneras de hacer, construir- de las veces se han realizado sin un análisis de género; así la loca nos, relacionarnos. «cede» su lugar al loco, quedando una vez más invisibilizada (Sáez Buenaventura, 1988). EN LA SALUD Y EN LA ENFERMEDAD LOS DISCURSOS PSICOLÓGICOS SOBRE LAS MENTES Y CUERPOS Desde la Organización Mundial de la Salud se define la salud DE LAS MUJERES: ALGUNOS APUNTES no como una mera ausencia de enfermedad sino como un esta- do de bienestar biológico, psicológico y social. Por tanto, la Hablar del malestar de las mujeres implica asumir un vivencia interna, subjetiva, ocupa un lugar frente a la mera posicionamiento teórico e ideológico que se pregunte definición biológica de la salud/enfermedad. Ahora bien, por los efectos que produce el lugar históricamente podemos preguntarnos cómo llegamos a la vivencia del bienes- construido para las mujeres, y en cómo los roles de tar/malestar, y cómo ésta se construye a través de unos roles, género acaban siendo factores de riesgo para la salud. identidades, jerarquías y valoraciones no azarosas, sino social- Maribel Burín y cols., 1990 mente mediadas. Los trabajos de Foucault (1966) son reveladores al respecto, Cuestiones que hoy aparecen como formalmente reconocidas al mostrarnos cómo puede releerse el surgimiento y evolución (la traída y llevada liberación sexual, el cuestionamiento de la de las disciplinas «psi» (psicológicas, psiquiátricas, etc.) como maternidad y el matrimonio, el lesbianismo como opción, el medios para lograr el control de las subjetividades, y por exten- derecho al aborto y divorcio, el acceso al mundo laboral...) sión de las poblaciones: se patologiza aquello que supone una para muchas, en su momento, supuso el ser tachadas de locas, desviación de la norma socialmente prescrita (no aquello que histéricas, fustradas, malas madres, desequilibradas, enfermas, esté generando sufrimiento), los miserables pasan a releerse estrafalarias... Retomemos entonces, desde un análisis de géne- 172 173
  • 3. ro, unos apuntes sobre cómo se han ido configurando y defi- inválida (sufriente) de la mera simuladora? Freud será quien niendo los malestares en las mujeres. más adelante zanje esta cuestión: en ambos casos se trata de una enferma mental, por tanto necesitada de cura. MIRANDO HACIA ATRÁS ¿SIN IRA? No entraremos en la polémica sobre el psicoanálisis, pero sí destacar que, durante mucho tiempo, se va a constituir como Efectivamente, en los orígenes de la disciplina psicológica uno de los principales discursos «legitimados» para conceptuar encontramos una constante «preocupación» por definir el la femeneidad y «el malestar femenino»: la voz de la mujer se malestar femenino. Aparece una sistemática apelación a lo bio- silencia para ser reinterpretada por el experto 2. lógico como manera de naturalizar situaciones de subordina- Durante gran parte del siglo XX se va a mantener y refinar ción —extensible a otros grupos marginalizados: negras/os, ese discurso sobre la identidad «adecuada» de las mujeres, muy pobres, etc.—. Esto básicamente se podría resumir en la fórmu- especialmente ligada al rol de la maternalidad, con una mater- la mujer = naturaleza = madre asexuada. Podríamos afirmar que nalización del resto de roles (p. ej., responsabilización en la ges- se realizaron esfuerzos titánicos por fundamentar la inferioridad tión de los afectos). El mandato de género exige experimentar mental femenina de manera científica, basándose en aspectos la maternidad y el cuidado de los otros sólo de forma positiva, cerebrales/anatómicos y en supuestos avances fisiológicos, de sin mostrar ni un atisbo de ambivalencia. El fallar en ese rol forma que, efectivamente, la biología se constituía en destino1. estará penalizado socialmente, el cumplirlo estará denostado Un apartado especial necesitaría el surgimiento y creación —ya que a fin de cuentas, «cualquiera puede»—, y el rechazar- de la categoría de las histéricas, definidas como mujeres de lo diagnosticado. No ha de extrañar entonces la emergencia de, comportamientos exagerados, hipersensibles, simuladoras, por ejemplo, la figura de las madres patógenas, donde la «ma- manipuladoras, astutas, mentirosas, disociadas... Materia de dre» empieza a ser acusada de sentir hostilidad, agresividad y, acalorados debates entre médicos, cuerpos sobre los que se pro- además, de disimularla (ante el experto)3... baron mil y una estrategias «terapéuticas», con castigos físicos y Pero el pretendido objetivismo de estos discursos se resque- morales incluidos. Las histéricas hacen aparecer dentro del braja por sí mismo cuando, por ejemplo, las teorías sobre la propio discurso médico la sospecha de que las mujeres puedan buena y mala madre se modifican según la necesidad de acceso estar utilizando su condición de enfermas como forma de esca- al mercado laboral o la necesidad de vuelta al «territorio par a sus funciones reproductoras y sus obligaciones domésti- doméstico» —por recesiones económicas...—. Según ello, la cas. Pero si están simulando... ¿cómo distinguir la verdadera madre puede aparecer teorizada como más o menos responsa- ble del desarrollo de sus hijas/os (Walkerdine, 1992). 1. M. E. Dirix escribía en 1869: «Así las mujeres son atendidas a causa de enfermedades del estómago, del hígado, los riñones, el corazón, los pulmones... sin embargo, en la mayoría de los casos, una investigación apropiada encontrará que tales males no son en 2. Para una revisión crítica, puede consultarse Sáez Buenaventura, 1988. realidad enfermedades, sino puras reacciones simpáticas o los síntomas de una sola enfer- 3. No en vano se encuentran hasta 72 formas de psicopatología infantil que se han medad. Un transtorno del útero». Y las consecuencias: en el año 1906 se practicaron más atribuido a las madres. Insistimos en el papel/complicidad de las teorías psicoanalíti- de 150.000 operaciones de ovaroctamía en EE. UU. (Cf. Ehrenreich, 1981: 54). cas en este proceso. 174 175
  • 4. Las consecuencias son una terrible ambivalencia en la defi- mas psicológicas, y a menudo es considerada neurosis» (Baker nición de la salud mental de las mujeres: se perfila una imagen Miller, 1978). Se denuncia también cómo estos rasgos son sis- de la mujer débil, frágil, imagen especular del estereotipo temáticamente devaluados en el seno de la cultura occidental. femenino vinculado a la sumisión, pasividad, sacrificio, depen- Una cultura donde prima el ideal de la autonomía, de la lógica, dencia, emotividad, capacidad de cuidar a los demás... Aspec- de la no dependencia, del triunfo personal e individual. Por tos alabados al tiempo que denostados. Y su contrapunto: la tanto, empiezan a hacerse visibles otras maneras de estar, de mujer que transgrede, que no acepta su condición, que es vio- funcionar, formas legítimas que cuestionan y resquebrajan el lenta (Cabruja; Mountian, en este volumen). Ambas toman un ideal masculino/patriarcal de normalidad. lugar en los diagnósticos psicológicos. La salud mental femeni- na parece situarse en los lindes de lo que es la enfermedad ¿Y EN NUESTRA ACTUALIDAD? mental en el varón: las mujeres están todas un poco locas. A fin de cuentas, si el devenir biológico es un tanto enfermizo (par- Partimos de una situación con principios formales de libertad e tos, menstruación...), ¿cómo no va a serlo el devenir psicológi- igualdad pero donde aún pervive la devaluación (simbólica y/o co? No queda tan lejano en el tiempo la pervivencia de este real) de lo «femenino» muy ligado, en el ámbito de lo psicoló- tipo de estereotipos en el diagnóstico de los profesionales de la gico (pero no sólo), a esa responsabilización en la gestión de los salud mental, por ejemplo a partir de los trabajos clásicos de afectos (Martínez Benlloch, 2003). Broverman y cols. (1970)4. Como venimos diciendo, el malestar psicológico puede Frente a ello empiezan a haber también voces críticas en el entenderse como fruto de la adhesión a los mandatos de géne- seno de los discursos psicológicos. Así los trabajos de Baker ro, a la interiorización de las voces, más o menos palpables, Miller (1978) y Gilligan (1982), entre otras, proponen repen- sobre cómo debemos ser. Entonces, ¿cómo conjugar el cuidado sar los atributos psicológicos que dan forma a la supuesta iden- de los otros y de una misma?, ¿qué hacer con la acusación flo- tidad femenina (la ternura, la vulnerabilidad, la indecisión, la tante de egoísmo?, ¿cómo se nos sigue intoxicando desde consideración del otro, la dependencia emocional, etc.) como pequeñitas para que equiparemos sacrificio con bondad, resultado de la propia situación de subordinación de la mujer, renuncia con ser queridas?, ¿por qué se nos sigue situando (y más aún como manera de sobrevivir en este entorno desigual: nos situamos) como únicas responsables de la relación?, ¿por «toda forma de opresión estimula a la gente a adherirse a su qué ese cambiazo mortal donde lo que el otro pueda querer esclavitud. En el caso de las mujeres esta esclavitud adopta for- desplaza a lo que yo pueda querer?, ¿por qué aún debemos impostar la voz para que se nos escuche?, ¿cómo se nos coló dentro la culpa?, ¿y la hiperresponsabilidad? Cada una puede 4. En estos trabajos se mostraba la tendencia de los profesionales de la salud mental a rastrear en su historia, pero... creo que ahí encontraremos un calificar a las mujeres sanas «psicológicamente» como más sumisas, menos indepen- punto de ecos comunes. Poder nombrar el malestar es una de dientes, menos felices, más fácilmente influenciables, menos agresivas, menos compe- titivas, más excitables con crisis menores, más emocionables, más preocupadas por su las salidas, salida necesariamente individual y colectiva. apariencia, menos objetivas e interesadas en matemáticas y ciencias frente al criterio Pero es importante no olvidar las realidades objetivas que de normalidad psicológica aplicado a los varones (cf. Sáez Buenaventura, 1979). siguen sosteniendo estas cuestiones frente a la supuesta igual- 176 177
  • 5. dad formal. Así, por ejemplo, Esteve (1997) denuncia cómo azarosos sino que siguen muy de cerca las cuestiones identita- desde el área de Servicios Sociales de Barcelona, dentro de la rias que venimos tratando: no se trata de una mera mayor pre- política de apoyo a las familias, «se sigue considerando a la disposición a padecer trastornos psíquicos. mujer como cuidadora de la familia, y también como principal Si consultamos el Manual de Diagnóstico de las Enfermedades responsable del seguimiento del equilibrio familiar [...]; existe Mentales (DSM-IV), manual de referencia entre profesionales de escasa sensibilidad [desde las políticas institucionales] a las la salud mental, encontramos que, en efecto, estadísticamente, sobrecargas familiares y hacia las necesidades personales y en la actualidad entre las mujeres aparece una disminución de sociales [...]; [sigue dándose] una atribución consciente o no de ciertos tipos de neurosis (básicamente las referidas a las antiguas los problemas de “desestructuración familiar” a las mujeres». Se histerias), mientras que se incrementan los trastornos psicoso- emplea este «diagnóstico» cuando la mujer falla en cuanto al máticos (básicamente los trastornos autoinmunes, fibromialgias, soporte familiar, pero pocas veces cuando lo hace el varón. Por trastornos gastrointestinales). Si seguimos esta radiografía de otra parte, tal y como señala Durán (1999), la ruptura del enfermedades según el género, en nuestro contexto occidental, Estado del bienestar occidental está suponiendo un recorte de nos encontramos con que, por lo que se refiere a la ingesta de gastos sociales en relación a servicios sociales que «resitúan» a la sustancias, se da un mayor consumo de ansiolíticos y sedantes mujer como «cuidadora» en el núcleo familiar: hijos, enfermos, entre las mujeres, frente a un mayor consumo de alcohol, aluci- ancianos (Bonet en este volumen). nógenos y opiáceos entre los hombres. Por lo que se refiere a los trastornos del estado de ánimo, los episodios depresivos aparecen ECOS: IDENTIDAD DE GÉNERO Y ALTERACIONES MENTALES en doble proporción en las mujeres que en los hombres; también ESPECÍFICAS; UNA RADIOGRAFÍA A TRAVÉS DEL DSM-IV se dan mayores intentos de suicidio en las mujeres, frente a una mayor comisión de los mismos en los varones 5. Por último, los trastornos de ansiedad, en sus múltiples formas, así como los tras- [Los] sesgos de género en la investigación sobre salud tornos de personalidad por dependencia e histrionismo y los tras- mental han contribuido a etiquetar la angustia de las tornos de la conducta alimentaria (anorexia y bulimia) siguen mujeres y la depresión producida por la discriminación en los lugares de trabajo, las dobles jornadas, los roles dándose en mayor proporción entre las mujeres (para una revi- familiares, etc., como problemas psicológicos más que sión detallada Martínez Belloch, 2003). reacciones normales al estrés y a las injusticias. ¿Por qué esa mayor depresión en la mujer?, ¿por qué esa Carol Gilligan, 1982 mayor angustia?, ¿por qué esa mayor presencia de malestares somatizados? Un repaso a las admisiones en hospitales psiquiátricos, la aten- En las interpretaciones de estas maneras de enfermar gene- ción psiquiátrica ambulatoria y la asistencia a consultas psico- rizadas se reconoce la influencia de los llamados factores psicoso- lógicas privadas nos muestra que la cifra de mujeres «usuarias» supera con creces la de los hombres. Las explicaciones dadas a este hecho son múltiples; por nuestra parte, creemos impor- 5. Es de denunciar la superficialidad de ciertos análisis que interpretan abierta o sola- tante señalar que los caminos que siguen los malestares no son padamente las tentativas de suicidio como intentos de manipulación. 178 179
  • 6. ciales, muy especialmente en las situaciones de trastorno del VIOLENCIA SOBRE VIOLENCIA: CONSTRUCCIÓN DE LA estado de ánimo. Entre estos factores se incluyen las discrimi- IDENTIDAD FEMENINA Y MALOS TRATOS naciones sociales objetivas, que favorecen el desvalimiento e infravalorización; cuestiones relacionadas con la socialización Los discursos dominantes sobre la violencia doméstica identitaria, por ejemplo, con mayor malestar ante la ruptura de frecuentemente patologizan a las mujeres por lazos afectivos; o características del rol de esposa-madre-ama de permanecer con sus parejas maltratadoras, casa. Sin embargo, nos encontramos con una constante que especialmente si tienen niños. Ellas se convierten plantea sobre el papel la influencia de los «asépticos» factores en sospechosas por no irse, cuando irse es frecuentemente algo peligroso. psicosociales, pero con una práctica donde se responde indivi- Janet Batsleer y cols., 2002 dualizando y medicalizando. En este sentido, pasa algo pareci- do a lo que denuncia Carme Valls (2000) respecto al estrés laboral en las mujeres: No querría acabar esta reflexión sin haber planteado, ni que fuera brevemente, cómo se ha tratado desde los discursos psi- Analizar los problemas del estrés laboral sin considerar los cológicos el tema de los malos tratos a las mujeres. Efectiva- efectos de la doble, triple jornada, el acoso sexual, el acoso mente, no sólo se trata de que a escala, digamos, popular circu- moral, el techo de cristal,... es distorsionar la posible compren- le la pregunta/sospecha de «¿por qué la mujer si lo está pasando sión del malestar, minimizándolo, naturalizándolo, indivi- tan mal no abandona a su agresor?», sino de que dicha pregun- dualizándolo. ta ha circulado y circula en una parte importante de las teorías psicológicas sobre el maltrato, pudiéndose hablar de las violen- Entre las cuestiones absolutamente pendientes está el tema cias de las teorías sobre las violencias hacia las mujeres de las prácticas de medicalización del malestar o de cómo se (Cabruja, 2004). receta la tranquilidad, según palabras de Burín (1990). Se sigue Plantear que las mujeres maltratadas tengan ciertas caracte- constatando el sesgo de género en el proceso de diagnóstico y rísticas que hacen más probable su maltrato, esto es, intentar tratamiento; así frente a cualquier síntoma o queja que se pre- buscar una tipología de mujer maltratada es uno de los sente es mucho más probable que la mujer reciba tratamiento mitos/creencias más fuertemente arraigados también en los con un psicofármaco (ansiolítico o antidepresivo) y que el discursos psicológicos. Esto supone una doble victimización de varón reciba indicación de alguna técnica exploratoria6. No la mujer: por estar sometida a la situación y por no reaccionar, podemos olvidar que en el Estado español se calcula que el por aguantar. En el fondo supone también una manera de 95% de los psicofármacos se recetan a mujeres, siendo las tranquilizar conciencias: «si aguanta no debe ser tan grave», «a mayores consumidoras el grupo de mujeres entre 30-50 años. mí no me pasaría, yo no lo permitiría», «algo tiene que haber en ella también». Desde ciertas teorías psicológicas, la aparente pasividad de 6. Pueden consultarse diferentes análisis al respecto en la revista Mujeres y Salud las mujeres se ha interpretado como que en el fondo algo les (www.mys.matriz.net). ata a la relación, culpabilizándolas y atribuyéndoles la respon- 180 181
  • 7. sabilidad de una situación de violencia. La idea del masoquismo más fácil diagnosticar el malestar y medicarlo que no poder visi- femenino es un claro ejemplo de ello, desde antiguo y desde no bilizar su relación con posibles situaciones de maltrato8. tan antiguo. Así, en los años ochenta, se produce un intento de Aun así, se siguen elaborando mil y una teorías psicológicas incluir en el DSM-III la categoría de masoquismo, empleando que focalizan las llamadas barreras internas, esto es, de cómo la para su descripción situaciones que correspondían a mujeres mujer se responsabiliza de la situación vivida, cómo ello tiene víctimas de violencia y atribuyendo la problemática no a la vio- que ver con los roles de identidad de género, cómo se genera la lencia sufrida sino a la personalidad de la víctima. En ese con- culpa y vergüenza por no saber salirse, por recibir la violencia, texto se produce una fuerte presión para la no inclusión de esta cómo se entra en un círculo vicioso, etc. Y esto es importantísi- «categoría». Sin embargo, diez años más tarde, en el DSMIII-R mo, seguro, pero tan necesitado de ser explicado que parece sí se logra incluir la llamada personalidad de autoderrota o auto- que nos es muy difícil de comprender. ¿Por qué nos cuesta destructiva, aquella que tiende a ponerse en situaciones en que tanto? Es como si se tuviera que desmenuzar el mecanismo se busca el castigo, y se cita como ejemplos el de mujeres que antes de poder reaccionar: asegurar la condición de víctima de sufren maltrato doméstico7. Y también se incluye el trastorno de la mujer. Pero una víctima es alguien que recibe tal vez consue- personalidad por codependencia: personas (léase mujeres) que se lo o compasión, y ha habido más, ha habido resistencia y mantienen al lado del agresor por una necesidad psicológica. supervivencia. Tenemos que poder escucharlo. Escuchar y reac- Estas doctrinas suponen una justificación intelectual y científi- cionar, más que diagnosticar y silenciar. ca de una situación de violencia, donde se prioriza una lectura Acabamos entonces con un testimonio de alguien cercano: intrapsicológica (Romito, 1998). Desde otros lugares (Tamaia; Soriano en este volumen) se Lo que más me ayudó a reconocer mi maltrato fue que muestra como las traídas y llevadas reacciones de pasividad son empezara a haber gente que también reconociera a esa persona estrategias de supervivencia (angustia contenida, reserva emo- como maltratadora, entender que no era yo la que tenía la cional...). Estrategias de enfrentamiento que emplea la mujer culpa de lo que me pasaba, que mis crisis de angustia, mi para defenderse. Tampoco se encuentra una tipología o caracte- malestar tenían sentido, que otra gente también veía lo que yo rísticas de personalidad comunes que «hagan más probable el veía, que si aguanté fue en parte porque no podía tolerar pen- maltrato» (Bosch y Ferrer, 2002). Simplemente, el marcador de sar que a mí me estuviera pasando eso, no podía tolerar sentir riesgo individual más potente para ser víctima de malos tratos es que se me humillaba y que no sabía responder. ser mujer. En cualquier caso, la posible psicopatología aparece como consecuencia del padecimiento de la violencia y no como causa o factor mantenedor. Y..., sin embargo, pareciera que es 8. Por ejemplo, encontramos claras dificultades y resistencias a incorporar hallazgos 7. Si bien dicha categoría no aparece finalmente incluida en la versión actualmente sobre cómo las situaciones de malos tratos resultan ser el primer factor que precipita el vigente (DSMIV), sí siguen dándose numerosos «debates teórico-prácticos» sobre su alcoholismo, abuso de drogas o intento de suicidio entre mujeres. Más aún: parte de los supuesta pertinencia. suicidios en situación de malos tratos no aparecen relacionados epidemiológicamente. 182 183
  • 8. Referencias bibliográficas SÁEZ BUENAVENTURA, C. (1979): Mujer, locura y feminismo. Madrid: Dédalo. BAKER MILLER, J. (1978): Hacia una nueva psicología de la mujer. — (1988): Sobre mujer y salud mental. Barcelona: La Sal. Barcelona: Argos-Vergara. VALLS, C. (2000): «Desigualdades de género en salud pública». En AA. VV.: BATSLEER, J.; BURMAN, E.; CHANTLER, K.; MCINTOSH, H.; PAN- Género y salud. Madrid: Instituto de la Mujer, pp. 16-22. TLING, K.; SMAILES, S. y WARNER, S. (2002): Domestic violence WALKERDINE, V. (1992): «Mujeres de clase obrera. Aspectos psicológicos and minorisation. Supporting women to independence. Manchester: y sociales de supervivencia». En F. Álvarez Uría (ed.): Marginación e Manchester Metropolitan University. inserción. Madrid: Endymion, pp. 135-162. BOSCH, E. y FERRER, V. A. (2002): La voz de las invisibles: las víctimas de un mal amor que mata. Madrid: Cátedra. BURÍN, M., MONCARZ, E. y VELÁZQUEZ, S. (1990): El malestar de las mujeres. La tranquilidad recetada. Buenos Aires: Paidós. CABRUJA, T. (2004): «Violencia doméstica: sexo y género en las teorías psi- cosociales sobe la violencia. Hacia otras propuestas de comprensión e intervención». Revista de Intervención Psicosocial, vol. 3, 2, pp. 141-153. CARMONA, Ll. (2003): «A, ante, bajo, cabe, con, contra, de, desde.... Diez años aprendiendo de nosotras, las mujeres». Duoda, Revista d'estudis feministes, 24, pp. 193-200. DURÁN, M. A. (1999): Los costes invisibles de la enfermedad. Bilbao: Funda- ción BBV. EHRENREICH, B. y ENGLISH, D. (1973/1981): Brujas, comadronas y enfermeras: Historia de las sanadoras. Dolencias y transtornos: Política sexual de la enfermedad. Barcelona: La Sal. — (1979/1990): Por tu propio bien. 150 años de consejos de expertos a las muje- res. Madrid: Taurus/Alfaguara. ESTEVE, E. (1998): «El sistema de servicios sociales como apoyo para la salud de las mujeres». Ponencias del congreso internacional: Mujer, Salud y trabajo. CAPS. http://nodo50.ix.apc.org/mujeres-red/salud-caps-r.htm. FOUCAULT, M. (1966/1991): Enfermedad mental y personalidad. Barce- lona: Paidós. GUILLIGAN, C. (1982): In a different voice: psychological theory and wo- men's develpment. Cambridge: Harvard University Press. MARTÍNEZ BENLLOCH, I. (2003): «Los efectos de las asimetrías de género en el malestar de las mujeres». Anuario de Psicología, vol. 34, 2, pp. 253-266. REVISTA DE MUJERES Y SALUD, 8, http://mys.matriz.net/index.html. ROMITO, P. (1998): Estudiando la salud de las mujeres: epistemología, metodología y cambio social. Ponencia en el encuentro internacional: «Mujer, salud y trabajo». CAPS, Barcelona 1996, http://nodo50.ix.apc.org/- mujeres-red/salud-caps-r.htm. 184 185