3. 3
1770
3 de junio. Nace
en la Ciudad de
Buenos Aires.
1786
Parte a España,
donde realiza sus
estudios de Derecho.
1794
Regresa a Buenos
Aires y asume
como secretario
del Consulado de
Comercio.
1810
Integra la Primera
Junta de Gobierno
como vocal.
1812
Crea la Bandera
a orillas del río
Paraná.
1816
Participa en el
Congreso de
Tucumán.
1820
20 de junio. Fallece
en la Ciudad de
Buenos Aires.
Busquen en el diccionario el significado de las
palabras “integridad” y “progreso”.
Un hombre al servicio de la Patria
El 20 de junio de 1820, hace 200 años,
Manuel Belgrano moría en su casa de
Buenos Aires. Belgrano fue una de las
tantas personas que, en los albores de
la Patria, lucharon incansablemente para
ponerle fin al dominio español y alcanzar
la libertad en estas tierras.
Los cincuenta años que vivió le bas-
taron para transformarse en una de las
figuras más importantes de la historia ar-
gentina. Nuestro país tiene una inmensa
deuda con él: además de su lucha por el
triunfo de la Revolución de Mayo y, pos-
teriormente, por la independencia, fue
un hombre que difundió valores de hon-
radez, compromiso, sacrificio, compasión
y solidaridad, que rechazó premios y ho-
nores, y que siempre luchó por el bien co-
mún. A lo largo de su vida siempre supo
sobreponerse a condiciones adversas, y
dejar de lado el interés personal en bene-
ficio del interés general.
Belgrano ambicionaba para sí una
vida ligada al pensamiento y a las accio-
nes cívicas, pero las circunstancias de la
época lo obligaron a convertirse en un
militar y empuñar las armas. Sin dudarlo,
asumió el sacrificio que la revolución le
reclamaba con un gran compromiso. A
pesar de su falta de formación y su inex-
periencia en batalla, siempre condujo a
sus hombres con firmeza y protago-
nizó numerosos actos de valentía.
Desde joven, Belgrano demostró cu-
riosidad y atracción por los temas más di-
versos. Formado como abogado, también
estudió economía y desarrolló una intensa
labor como periodista. Además, mostró
un gran interés por el desarrollo del co-
mercio, de las actividades agrícolas, de las
manufacturas y, sobre todo, por la educa-
ción. Era un gran lector: en una época ca-
racterizada por el surgimiento y la difusión
de nuevos conocimientos y nuevas ideas
leía con avidez los libros más novedosos.
De hecho, fue uno de los principales respon-
sables de la difusión en estas tierras de las
nuevas ideas que surgían en Europa y que
tanto influyeron en los revolucionarios de
Mayo. Afortunadamente, también fue un
prolífico escritor; gracias a ello conocemos
buena parte de su pensamiento.
Belgrano poseía una intachable inte-
gridad y firmes convicciones patrióticas, y
trabajó incansable y desinteresadamente
por el progreso del país. Nunca se negó
a enfrentar situaciones difíciles. Debió
transitar el final de su vida acosado por
las enfermedades y las dificultades eco-
nómicas, y decepcionado por
la ingratitud de muchos. El
legado de Belgrano para
todos los argentinos es
inconmensurable y mere-
ce ser recordado.
Retrato de Manuel Belgrano
realizado en Londres (1815)
por François-Casimir
Carbonnier, que se conserva
en el Museo Municipal de
Artes Plásticas Dámaso
Arce de Olavarría.
4. 4
1776
Se crea el
virreinato del
Río de la Plata.
Pedro Cevallos
es designado
primer virrey.
1789
Comienza la
Revolución
francesa.
Una vez instalado en la capital virrei-
nal, Belgrano se dedicó de lleno a la or-
ganización del Consulado. A pesar de los
problemas de salud que ya comenzaban
a aquejarlo y la muerte de su padre, su
enorme fuerza de voluntad y su entusias-
mo le permitieron desplegar una intensa
actividad que abarcó numerosos temas.
El Consulado de Comercio tenía nu-
merosas funciones. Entre otras, debía
ocuparse del fomento de la agricultura y
el comercio, de las actividades manufac-
tureras, de la navegación y el comercio
marítimo. También actuaba como tribu-
nal en los casos de los juicios entablados
entre comerciantes.
Funcionario de la Corona española
Manuel José Joaquín del Corazón de
Jesús Belgrano nació en Buenos Aires el 3
de junio de 1770. Su padre fue Domingo
Belgrano Peri, un comerciante origina-
rio del norte de Italia, quien se instaló en
Buenos Aires hacia 1751. Allí se dedicó a
diversos negocios, como el comercio de
cueros, con mucho éxito.
En 1757, Domingo Belgrano se casó
con María Josefa González Casero, una
joven nacida en Santiago del Estero en
el seno de una tradicional familia criolla.
El matrimonio se instaló en una vivienda
ubicada en la calle Santo Domingo (la ac-
tual avenida Belgrano). En ella nacieron
sus dieciséis hijos, de los cuales Manuel
fue el octavo.
Manuel recibió sus primeras enseñan-
zas en la Escuela de Dios y, a los 14 años,
ingresó en el Real Colegio de San Carlos.
Dos años después, su padre decidió que
él y uno de sus hermanos continuaran sus
formación en España. Cursó estudios de
Leyes en las universidades de Salamanca
y Valladolid. Durante su estancia en Euro-
pa, también recorrió Italia y Francia.
Enterado de que la Corona española
planeaba crear en Buenos Aires el Real
Consulado de Comercio, en octubre de
1793 Belgrano le solicitó al rey su nombra-
miento como funcionario de esa institu-
ción. Sus deseos se vieron cumplidos y, en
mayo de 1794, regresó a Buenos Aires para
asumir como secretario del Consulado.
Los primeros años
Foto de la fachada
del Real Colegio de
San Carlos tomada en
1900, poco antes
de su demolición.
En 1776, para mejorar la administración de las colonias, el rey Carlos III
de España ordenó la creación del virreinato del Río de la Plata.
Designó como capital a la Ciudad de Buenos Aires. Desde entonces, la
ciudad experimentó un marcado crecimiento. Allí se crearon nuevas
instituciones de gobierno, como una Real Audiencia (para administrar
la justicia) y el Real Consulado (para incentivar el comercio). Debido
a estos cambios, aumentó la población, se multiplicó el número de
viviendas, se modernizó la infraestructura y la intensa actividad
mercantil elevó el nivel de ingresos de sus habitantes.
del nuevo virreinato
Buenos Aires, capital
5. 5
1801
1.º de abril. Sale
el primer número
del Telégrafo
Mercantil, Rural,
Político, Económico e
Historiográfico del Río
de la Plata.
1780
En 1780, el virrey
Vértiz trajo desde
Córdoba la primera
imprenta de
Buenos Aires.
En grupos, subrayen los principales hechos de la vida
de Belgrano. Luego, ordénenlos en una línea de tiempo.
Belgrano estaba convencido de que el
único camino seguro para alcanzar el
progreso era el impulso de la educación,
y de que solo las personas educadas po-
dían intervenir activamente en la vida de
la comunidad y hacer valer sus derechos.
Atribuía muchos de los males que aque-
jaban al país a la ignorancia y la falta de es-
tablecimientos educativos. Por eso, propu-
so que se establecieran escuelas primarias
en las ciudades y en el campo. En ellas, la
enseñanza debía ser gratuita para quienes
no poseyeran recursos suficientes. Tam-
bién reclamó que los jueces obligaran a los
padres a enviar a sus hijos a la escuela.
Para Belgrano, la misión principal de
la educación era preparar a las personas
para el trabajo. Por eso, además de la
enseñanza elemental, debía ofrecerse la
posibilidad de aprender diferentes oficios.
Desde el Consulado, Belgrano propu-
so la creación de escuelas técnicas de
agricultura, de hilado de lana, de comer-
cio, de dibujo y de náutica. De todas ellas,
solo fueron creadas las dos últimas.
Belgrano también se ocupó de la edu-
cación de las mujeres, una actitud de
avanzada en una época en la que el tema
no merecía la atención de casi nadie. Así,
propuso la educación de las niñas en
escuelas gratuitas, en las que se les en-
señara a leer y escribir. Además, estaba
convencido de que había que enseñar-
les algunas manualidades, como bordar
y coser, que les permitieran ganarse la
vida de forma provechosa.
En favor de la educación
Belgrano, periodista
Entre las numerosas y diversas activida-
des que Belgrano desempeñó a lo largo
de su vida, el periodismo ocupó un lugar
muy destacado. En ese entonces, el surgi-
miento de nuevos conocimientos e ideas
y la necesidad de difundirlos favoreció el
desarrollo de la prensa en muchos paí-
ses. El fenómeno también se produjo en
Buenos Aires, que contaba con una im-
prenta comprada por el virrey Vértiz en
1780. Así, en los primeros años del siglo
XIX, en la capital virreinal aparecieron al-
gunos periódicos, como el Telégrafo Mer-
cantil, el Semanario de Agricultura, Indus-
tria y Comercio, el Correo de Comercio y,
luego de la Revolución de Mayo de 1810,
la Gazeta de Buenos-Ayres.
Apenas llegado de España, Belgrano
se desempeñó como colaborador del Co-
rreo Mercantil de España y sus Indias, que
brindaba información sobre las colonias
españolas en América. Posteriormente,
también escribió numerosos artículos
para el Telégrafo Mercantil y el Semanario
de Agricultura. A comienzos de 1810, el vi-
rrey Cisneros le propuso a Belgrano la di-
rección de un nuevo periódico: el Correo
de Comercio. Años después, cuando se
desempeñaba como general en el Nor-
te, Belgrano volvió a ejercer su vocación
de periodista: en 1818 creó un periódico
que llamó Diario Militar del Ejército Auxi-
liador del Perú, que distribuía entre los
soldados y los pobladores de las zonas
que atravesaba.
6. 6
1806
El emperador
francés Napoleón
Bonaparte
impide a los
reinos europeos
comerciar con
Inlgaterra.
1807
10 de febrero.
Santiago de Liniers
es designado
virrey por un
cabildo abierto.
En junio de 1806, tropas inglesas coman-
dadas por el general William Beresford
desembarcaron en las cercanías de Bue-
nos Aires y emprendieron la marcha ha-
cia la ciudad. Por entonces, Belgrano in-
tegraba las milicias urbanas que debían
encargarse de la defensa de la ciudad. En
ese momento, Buenos Aires no contaba
con fuerzas suficientes para repeler a los
invasores. Entonces, siguiendo los planes
existentes, el virrey Sobremonte partió
hacia Córdoba con el tesoro del virreina-
to. Ante este panorama, Beresford y sus
hombres ocuparon la capital virreinal sin
mayores problemas.
Belgrano intentó convencer a los de-
más integrantes del Consulado de poner
a salvo los archivos del organismo y mar-
char junto con el virrey. Sin embargo, su
pedido no tuvo éxito: tal como lo hizo el
resto de las autoridades españolas, jura-
ron fidelidad al rey de Inglaterra.
Indignado y decidido a no hacer lo
mismo, Belgrano se marchó a la Banda
Oriental.
Finalmente, luego de 46 días de ocupa-
ción, los ingleses fueron expulsados por
una fuerza proveniente de Montevido, or-
ganizada por el militar Santiago de Liniers,
y las milicias de vecinos porteñas.
Ante el temor de una nueva invasión,
Liniers dispuso la reorganización de las mi-
licias. Belgrano se incorporó al Regimiento
de Patricios. Al poco tiempo, fue nombra-
do sargento mayor. La desorganización
de la defensa en 1806 le había mostrado,
según sus propias palabras, que “no era lo
mismo vestir el uniforme militar que ser
un militar”. Por eso, dedicó algún tiempo a
la instrucción castrense.
En junio de 1807, los ingleses volvie-
ron, esta vez con una fuerza mucho ma-
yor que la de un año antes. Sin embargo,
tras encarnizados combates en las calles
de Buenos Aires, las milicias organizadas
por Liniers lograron la rendición
de los invasores. Belgrano
participó en la defensa
de la ciudad como inte-
grante de los Patricios.
Las invasiones inglesas
En 1806, los ingleses
atacaron desde el sur
de la ciudad.
Los patricios eran los nacidos
en la “patria”, en este caso, la
Ciudad de Buenos Aires.
7. 7
1808
Napoleón
Bonaparte
obliga al rey
Carlos IV y a su
hijo Fernando
VII a renunciar a
sus derechos a
la corona.
1810
Ante las noticias
de la caída de
Sevilla ante
las fuerzas
francesas, se
convoca el
cabildo abierto
del 22 de mayo.
Comenten entre ustedes qué pasó el 25 de mayo
de 1810. ¿Qué importancia tuvieron esos hechos
para la historia argentina?
En 1808, el ejército francés invadió Espa-
ña y el rey Fernando VII fue apresado. Ante
el cautiverio del monarca, su hermana, la
infanta Carlota Joaquina, reclamó sus de-
rechos sobre los territorios americanos.
Un grupo de criollos, entre los que se
hallaba Belgrano, idearon un pro-
yecto que consistía en coronar
a Carlota. Sin embargo, no lo-
graron el apoyo necesario y la
idea no prosperó.
En 1809, Baltasar Hidal-
go de Cisneros llegó a Bue-
nos Aires para reemplazar
al virrey Liniers. Belgrano se
oponía a la designación del
nuevo virrey e intentó, sin éxi-
to, convencer a Liniers de que no
entregara el mando. Cuando Cisneros
asumió el cargo, Belgrano temió ser arres-
tado por desleal y decidió marcharse por
un tiempo a la Banda Oriental. Al poco
tiempo, cuando sus amigos lo conven-
cieron de que no corría peligro, regresó a
Buenos Aires. En enero de 1810, el propio
Cisneros le encargó la publicación de un
nuevo periódico: el Correo de Comercio.
Luego de aceptar la propuesta, renunció
a su cargo en el Consulado.
Por entonces, Belgrano y otros criollos,
como Juan José Castelli, Antonio Beruti
y Juan José Paso, mantenían reuniones
secretas en las que discutían qué camino
seguir frente a la caótica situación en Es-
paña. A comienzos de mayo de 1810 llegó
a Buenos Aires la noticia de la caída de la
Junta de Sevilla en manos de los franceses.
La noticia tuvo un profundo impacto en
la ciudad: muchos comenzaron a pregun-
tarse si el virrey debía seguir en su cargo
cuando la autoridad que lo había nombra-
do ya no existía. Y si no era él, ¿quién debía
gobernar? Por esos días, Belgrano se halla-
ba fuera de la ciudad, pero volvió rápida-
mente. Según sus palabras, “me mandaron
llamar mis amigos de Buenos Aires dicién-
dome que había llegado la hora de trabajar
por la patria para alcanzar la
libertad y la independen-
cia deseada”.
El 19 de mayo, Belgrano y Cornelio
Saavedra se presentaron ante las autori-
dades del Cabildo y exigieron la reunión
de un cabildo abierto que discutiera si
el virrey debía permanecer o no en su
cargo y eligiera una junta de gobierno.
Luego de negarse terminantemente, Cis-
neros debió ceder y convocó a la reunión
para el día 22.
Durante las discusiones, Belgrano no
hizo uso de la palabra, pero a la hora de
votar fue uno de los que se inclinó por la
destitución del virrey y el encargo al Ca-
bildo de la designación de un nuevo go-
bierno. Cuando el 25 de mayo el Cabildo
designó a la Primera Junta, Belgrano fue
elegido como uno de sus vocales.
Vocal de la Primera Junta
Juramento de la
Primera Junta
Gubernativa
Argentina
(25 de mayo de
1810), de Pedro
Subercaseaux.
8. Escaneá el código QR para
ver un video sobre Belgrano
y su participación en la
guerra de la Independencia.
mandi.com.ar/X0TQro
8
1810
16 de
noviembre.
Fundación de
Curuzú Cuatiá.
Luego de asumir el poder, la Primera
Junta debió enfrentar un gran desafío: lo-
grar que su autoridad fuera aceptada en
todo el territorio que hasta entonces ha-
bía conformado el virreinato del Río de la
Plata. Así fue como, luego de informarles
sobre los hechos sucedidos en Buenos
Aires en mayo de 1810, invitó a las ciuda-
des del Interior a enviar representantes
a Buenos Aires para discutir los pasos a
seguir. Algunas, como Santa Fe, adhirie-
ron rápidamente a la revolución. Pero la
autoridad de la Junta no fue aceptada en
todos lados. Otras zonas, como Córdoba,
el Alto Perú, la Banda Oriental y el Para-
guay, la rechazaron y manifestaron su
lealtad a la Corona española. Para some-
ter a esas regiones, que ponían en riesgo
el triunfo de la revolución, la Junta deci-
dió enviar expediciones armadas.
En septiembre de 1810, la Junta envió
a Belgrano a la Banda Oriental para que
pusiera a la región bajo su
autoridad. Sin embargo, lle-
gó entonces a Buenos Aires
la información de que tropas
realistas provenientes del Pa-
raguay se habían internado en el
territorio de Misiones. Ante esa
situación, la Junta decidió que Bel-
grano marchara hacia allá.
Cuando llegó a Santo Tomé, Belgrano
pasó revista a sus tropas. El estado de
estas era calamitoso: eran escasas, indis-
ciplinadas y tenían poco armamento. Se-
gún Belgrano “[…] los soldados son todos
bisoños […]; asimismo las carabinas en la
mayor parte son malísimas […], pues se-
gún me aseguran estos jefes a los tres o
cuatro tiros quedan inútiles”.
El 1.º de octubre, Belgrano entró en
Santa Fe. La llegada del general porteño
alteró la calma habitual de la ciudad. La
población se volcó a las calles y le brindó
un caluroso recibimiento. Durante su es-
tancia en Santa Fe, Belgrano desplegó una
intensa actividad para poner su ejército en
condiciones antes de emprender la mar-
cha al Paraguay. Los santafesinos respon-
dieron con generosidad: hombres, armas,
ganado, caballos, carretas y hasta peque-
ñas embarcaciones engrosaron las tropas.
Conmovido ante la actitud de la población,
le concedió a Santa Fe el título de Noble.
Uno de los casos de desprendimiento
más conocidos es el de Gregoria Pérez
Larramendi de Denis, quien puso a dis-
posición de Belgrano todos sus bienes.
El 8 de octubre, Belgrano y sus tropas
abandonaron Santa Fe rumbo al pequeño
poblado de la Bajada, del otro lado del Pa-
raná, donde recibió algunos refuerzos.
Belgrano consideraba muy importan-
te el desarrollo de nuevos poblados en el
territorio de la patria que estaba nacien-
do. Por eso, durante la marcha dispuso la
fundación de los pueblos de Mandisoví y
Curuzú Cuatiá.
La campaña al Paraguay
Monumento a
Gregoria Pérez
Larramendi de
Denis, en la ciudad
de Paraná. Esta
santafesina poseía
una gran estancia en
el actual territorio
de Entre Ríos.
9. 9
1811
Los patriotas
paraguayos
logran expulsar
al gobernador
realista y formar
un gobierno
independiente.
¿Qué medidas tomó la Primera Junta para que
las demás regiones del virreinato aceptaran su
autoridad?
Los poco más de 1.000 hombres que
integraban las tropas debieron marchar
a través de una región surcada por nu-
merosos ríos y pantanos difíciles de
franquear. Las penurias se agravaban
por la escasez de recursos y por lluvias
abundantes y temperaturas muy altas.
Sin embargo, ninguno de estos obstáculos
amedrentó al general patriota.
Luego de cruzar el río Paraná, las fuer-
zas patriotas vencieron a los realistas en
Campichuelo. Desde allí continuaron
avanzando sobre el territorio paraguayo
hasta las cercanías de Paraguarí, don-
de se produjo un nuevo enfrentamiento.
Tras un comienzo desfavorable, las fuer-
zas realistas lograron recuperarse y con-
traatacaron. Ante la gran superioridad
del enemigo, Belgrano ordenó la retirada
hasta el río Tacuarí, donde estableció su
campamento a la espera de refuerzos
procedentes de Buenos Aires.
Unas semanas después, los realistas
iniciaron el ataque contra los patriotas.
Durante la lucha, el jefe enemigo lo intimó
a rendirse. Belgrano rechazó la propues-
ta en forma terminante y decidió seguir
combatiendo. Sin embargo, cuando la
derrota era inevitable llegó a un acuerdo
con el gobernador enemigo y abandonó
el territorio paraguayo.
El fracaso de la expedición se debió a la
superioridad militar del enemigo, la pobre
instrucción militar de las fuerzas patriotas
y la escasez de recursos. Belgrano pudo
haberse negado a encabezar la expedición
debido a su inexperiencia como militar y a
sus problemas de salud; sin embargo, pre-
firió dejar de lado cualquier excusa y an-
teponer su propio sacrificio personal en
beneficio de la revolución.
En abril de 1811, la Junta Grande le
ordenó a Belgrano retornar a Buenos
Aires. Las autoridades habían decidido
someterlo a juicio debido a que lo con-
sideraban responsable del fracaso de la
campaña al Paraguay. Sin embargo, na-
die se presentó a declarar en su contra:
los oficiales que habían actuado bajo su
mando resaltaron los valores demos-
trados por su jefe. Finalmente, la Junta
declaró que el general Belgrano había
actuado “con un valor, celo y constancia
dignos del reconocimiento de la Patria”.
En noviembre de 1811, Belgrano fue de-
signado jefe del Regimiento de Patricios.
En una muestra más de su abnegación,
decidió renunciar a la mitad de su sueldo.
Pocos días después de asumir el mando,
se produjo un hecho que obligó a Belgra-
no y a las autoridades a actuar con dureza
para mantener la disciplina. El episodio, co-
nocido como “el Motín de las Trenzas”, se
produjo cuando el nuevo jefe les ordenó a
sus hombres que debían cortarse la trenza
que lucían en su cabello. Las tropas se ne-
garon a cumplir la orden y se sublevaron.
El fracaso de la expedición
Pedro Ríos (Yaguareté-Corá,
septiembre de 1798 - Tacuarí,
9 de marzo de 1811) fue un niño
que participó en la campaña
al Paraguay. Se destacó en la
batalla de Tacuarí, donde murió
en combate, tocando el tambor;
de allí toma su apodo, el Tambor
de Tacuarí.
10. 10
1812
13 de febrero.
Belgrano
solicita permiso
al Primer
Triunviraro
para usar una
escarapela
celeste y blanca.
A comienzos de 1812, Belgrano volvió
a Santa Fe. En ese entonces, las zonas
costeras sobre el río Paraná sufrían per-
manentes ataques de los españoles de la
Banda Oriental, que contaban con una
importante fuerza naval. Periódicamen-
te, los barcos realistas remontaban el
Paraná y atacaban las poblaciones y
las estancias cercanas a sus costas.
Con el fin de organizar la defen-
sa de la zona, en enero de
1812 el Primer Triunvirato
le ordenó a Belgrano que
se trasladara a Rosario.
Una vez allí, dispu-
so la formación de dos
baterías de cañones.
Una de ellas, a la que
llamó Libertad, fue
instalada en las ba-
rrancas de la villa.
Belgrano advirtió la necesidad de con-
tar con un emblema para distinguir a sus
tropas de las realistas. Por eso, el 13 de
febrero le solicitó al Gobierno central que
autorizara el uso de una escarapela. Para
Belgrano el uso de la escarapela mostra-
ría “la firme resolución en que estamos de
sostener la independencia de América”.
Pocos días después llegó la respues-
ta del Triunvirato, que ordenaba que las
fuerzas patriotas debían usar el nuevo
distintivo: “En acuerdo de hoy se ha re-
suelto que desde esta fecha en adelante
se haga, se reconozca y use la escarapela
nacional de las Provincias Unidas del Río
de la Plata, declarándose por tal la de los
colores blanco y azul celeste”.
La otra, a la que bautizó Independen-
cia, se levantó del otro lado del río, en la
isla del Espinillo.
El 26 de febrero, Belgrano le informó
al Triunvirato sobre el avance en la insta-
lación de las baterías: “Con la actividad,
celo, eficacia y conocimientos del teniente
coronel don Ángel Monasterio, caminan
los principales trabajos de las baterías a
su conclusión; esta tarde se ha pasado un
cañón a la batería de la Independencia, la
de la isla, y pienso poder decir mañana a
V. E. que quedan los tres colocados, con
su dotación, municiones y guarnición. In-
mediatamente se pasará a construir y co-
locar las explanadas en la batería de la Li-
bertad, la de la barranca, donde se trabaja
con el mayor empeño, para situar cuanto
antes los cañones; no se pierde momen-
to, pero la obra es grande, y no es posible
acelerarla tanto como se quisiera […]”.
Entusiasmado por la disposición del
Gobierno, Belgrano decidió ir más allá
y planteó la necesidad de crear también
una bandera:
“Las banderas de nuestros enemigos
son las que hasta ahora hemos usa-
do, pero ya que V. E. ha determinado la
Escarapela Nacional con que nos distin-
guimos de ellos y de todas las Naciones,
me atrevo a decir a V. E. que también se
distinguieran aquellas, y que en estas
baterías no se viese tremolar sino las
que V. E. designe. Abajo, Señor Excelen-
tísimo, esas señales exteriores que para
nada nos han servido, y con que parece
que aún no hemos roto las cadenas de la
esclavitud”.
Belgrano nuevamente en Santa Fe
La escarapela y la bandera
La bandera fue
izada por Cosme
Maciel, un vecino
de Rosario.
11. 11
saludada con una salva de artillería. Así
se inauguró la bandera argentina”.
Las expectativas de Belgrano respec-
to de la aprobación de la bandera no se
cumplieron. El Triunvirato consideró que
la utilización de la nueva enseña era un
paso excesivamente audaz.
Por eso, el 3 de marzo le envió al ge-
neral una dura reprimenda, en la que le
ordenaba ocultarla disimuladamente y
continuar enarbolando la que se usaba
hasta entonces, es decir, la roja y amarilla
de los españoles. Sin embargo, cuando la
comunicación llegó a Rosario, Belgrano
ya había partido a Jujuy para hacerse car-
go del Ejército del Norte.
El 27 de febrero, día previsto para la
inauguración de la batería Independencia,
el reclamo de Belgrano sobre la creación
de una bandera todavía no había sido res-
pondido. Sin embargo, como el jefe pa-
triota descontaba que la respuesta sería
afirmativa, ordenó izar una bandera con
los mismos colores de la escarapela. Bar-
tolomé Mitre, que años después escribió
Historia de Belgrano y de la independencia
argentina, así describe la ceremonia:
“En la tarde del día indicado se formó
la división en batalla sobre la barranca del
río en presencia del vecindario congrega-
do por orden del comandante militar. A
su frente se extendían las islas floridas
del Paraná que limitaban el horizonte; a
sus pies se deslizaban las corrientes del
inmenso río, sobre cuya superficie se re-
flejaban las nubes blancas en fondo azul
de un cielo de verano, y el sol que se in-
clinaba al ocaso iluminaba con sus rayos
oblicuos aquel paisaje lleno de grandiosa
majestad. En aquel momento, Belgrano,
que recorría la línea a caballo, mandó
formar cuadro, y levantando la espada,
dirigió a sus tropas estas palabras:
‘Soldados de la Patria: En este punto
hemos tenido la gloria de vestir la esca-
rapela nacional que ha designado nues-
tro excelentísimo gobierno: en aquel, la
batería de la Independencia, nuestras
armas aumentarán las suyas. Juremos
vencer a los enemigos Interiores y exte-
riores, y la América del Sur será el templo
de la independencia y de la libertad. En fe
de que así lo juráis, decid conmigo ¡Viva
la Patria!’. Los soldados contestaron con
un prolongado: ¡Viva! […] Las tropas ocu-
paron sus puestos de combate. Eran las
seis y media de la tarde, y en aquel mo-
mento se enarboló en ambas baterías la
bandera azul y blanca, reflejo del hermo-
so cielo de la patria, y su ascensión fue
¿Qué importancia tenía la Bandera para Belgrano?
¿Qué otras banderas, además de la Bandera
Nacional, significan algo para ustedes?
Escaneen el código
QR para ver los
videos sobre la
restauración de
las banderas de
Macha.
mandi.com.ar/
LFGaBt
En 1895, en una pequeña capilla del paraje de Titiri, dependiente de
la parroquia de la localidad boliviana de Macha se encontraron dos
banderas. Muchos creen que tales banderas habrían sido usadas por las
tropas patriotas directamente comandadas por Belgrano en la batalla de
Ayohuma, en 1813. En ese encuentro, las tropas de Belgrano fueron
derrotadas. El historiador Adolfo Mario Golman señala que el propio
Belgrano le pidió al cura de la parroquia que escondiera las banderas,
para que no cayeran en manos de los enemigos. Una de ellas tiene la
franja central de color azul-celeste y actualmente está en el museo
Casa de la Libertad, en Sucre (Bolivia). La otra posee dos franjas
celeste y una franja blanca central, y está guardada en el Museo
Histórico Nacional, en la Ciudad de Buenos Aires.
Las banderas de Macha
12. 12
1812
Belgrano asume
el mando del
Ejército del
Norte.
Cuando todavía se hallaba en Rosario,
Belgrano fue designado jefe del Ejército
Auxiliador del Alto Perú. El 1.º de marzo
de 1812 el general emprendió la marcha
a Tucumán y, luego, a la Posta de Yatasto,
en Salta. Allí, Juan Martín de Pueyrredón
le entregó el mando de los 1.500 hom-
bres que integraban las fuerzas patriotas.
Rápidamente, el nuevo jefe puso manos a
la obra para disciplinar, organizar e instruir
a sus soldados. El 25 de mayo de 1812,
cuando el ejército se hallaba estacionado
en Jujuy, Belgrano ordenó izar y bendecir
la bandera celeste y blanca.
Mientras tanto, un poderoso ejérci-
to español había entrado en la ciudad
de Chuquisaca, en la actual Bolivia, y co-
menzado a marchar hacia el sur. La si-
tuación se agravaba para los patriotas.
Además del avance de los realistas des-
de el norte, una parte de la población
de la zona se mostraba hostil hacia la
revolución. Esto era así sobre todo entre
algunos comerciantes, cuyas actividades
se veían perjudicadas por la guerra.
Belgrano decidió entonces tomar una
medida extrema y arriesgada: el ejército y
los pobladores debían marchar a Tucumán
y dejar al enemigo solo tierra arrasada, sin
recursos que le permitieran abastecerse.
Este hecho heroico fue conocido como
el Éxodo Jujeño. Las órdenes del gene-
ral fueron terminantes: cuando llegaran,
los españoles no debían hallar nada.
Además, estableció que aquellos que se
negaran a cumplir esas medidas serían
fusilados y sus propiedades, incendiadas.
Finalmente, el 23 de agosto se inició la
retirada hacia el sur. Belgrano permaneció
en la ciudad hasta la noche para asegu-
rarse de que nadie se quedara en ella. A
pesar de las dificultades que entrañaba la
marcha, el repliegue se realizó en un tiem-
po muy corto: en solo cinco días lograron
recorrer 250 kilómetros y, poco después,
llegar a Tucumán. Cuando los realistas en-
traron en Jujuy, hallaron una ciudad total-
mente abandonada y desierta.
En el Ejército del Norte
El éxodo jujeño, obra anónima que
reconstruye de manera idealizada esta
maniobra militar en la que participó toda la
población de esa provincia.
Bendición de la bandera nacional el
25 de mayo de 1812 por el canónigo
Juan Ignacio Gorriti sostenida por
Manuel Belgrano en la Catedral de
San Salvador de Jujuy (1912), óleo de
Luigi De Servi.
13. 13
1813
24 de
septiembre.
Batalla de
Tucumán.
Busquen información sobre el éxodo jujeño.
¿Cuántas personas vivían en Jujuy en esa época?
¿Qué dificultades habrá encontrado Belgrano
£para organizar esa acción militar?
Los realistas continuaban avanzando
hacia el sur y se acercaban a Tucumán.
Viendo el peligro que se avecinaba, el
Triunvirato le ordenó a Belgrano retirarse
hacia Córdoba. Sin embargo, el general
pensaba que retroceder pondría en gra-
ve peligro a la revolución. Por eso, decidió
desobedecer las órdenes recibidas, per-
manecer allí y hacer frente al enemigo.
El 24 de septiembre de 1812, el ejército
español se hallaba formado en las afue-
ras de la ciudad, listo para la batalla. Tras
un duro enfrentamiento, las fuerzas pa-
triotas obtuvieron un resonante triunfo.
Cuando la derrota era un hecho, los rea-
listas se retiraron hacia Salta.
Luego de la victoria, Belgrano dedicó
sus esfuerzos a la reorganización de sus
tropas con el objetivo de perseguir a los
realistas. Logró conformar un ejército de
cerca de 3.000 hombres y, en enero de
1813, emprendió la marcha hacia el terri-
torio salteño. El 13 de febrero, a orillas del
río Pasaje, Belgrano hizo formar a las tro-
pas para prestar juramento a la bandera.
Como por entonces el general se ha-
llaba enfermo, ordenó preparar un ca-
rruaje para estar presente en la batalla
en el caso de que no pudiera montar su
caballo. Sin embargo, su fuerza de volun-
tad le permitió superar las debilidades,
y durante la lucha se mantuvo al frente
de sus hombres. El enfrentamiento se
produjo el 20 de febrero y culminó con
una nueva victoria patriota. A pesar de
que combatió a los realistas sin tregua,
cuando la guerra se lo permitió, Belgrano
siempre mostró una actitud de humanidad
y compasión hacia los vencidos.
Así lo hizo en Salta: a cambio de que
los españoles entregaran sus armas y
juraran que no volverían a luchar contra
los ejércitos revolucionarios, el general
permitió que se retiraran al Alto Perú. A
pesar de recibir muchas críticas por esas
concesiones, Belgrano no dudó en dejar
de lado las pasiones violentas y tratar a
los enemigos con justicia. También volvió
a dar muestras de su vocación de servi-
cio por la patria. Para premiarlo por sus
victorias en Tucumán y Salta, la Asam-
blea Constituyente le concedió la suma
de 40.000 pesos. El general decidió
donar el dinero para la construc-
ción de cuatro escuelas de pri-
meras letras en el Noroeste.
Los triunfos en Tucumán y Salta
La victoria patriota en la batalla
de Salta permitió al Ejército del
Norte avanzar al Alto Perú.
Con motivo de la victoria en la batalla de Salta, Belgrano recibió un
premio de 40.000 pesos, que podría haberle asegurado una vejez
tranquila; sin embargo, Belgrano dispuso destinar ese dinero a
fundar cuatro escuelas primarias en las ciudades de Tarija, Jujuy,
Tucumán y Santiago del Estero.
Debido a las guerras de Independencia y los sucesivos conflictos
políticos, la construcción de las escuelas fue muy accidentada. La
escuela de Tarija comenzó a construirse recién en 1949, y tardaron
muchos años en inaugurarla. La escuela de Santiago del Estero fue
inaugurada en mayo de 1882, y funcionó hasta 1926. En San Miguel
de Tucumán, en 1981 se puso la piedra fundamental de una obra que
recién en 2001 comenzó a funcionar. Finalmente, en San Salvador de
Jujuy, la obra comenzó recién en 1998, y fue inaugurada en 2004.
Las escuelas de Belgrano
14. 14
1813
1.º de octubre.
El Ejército
del Norte es
derrotado en
Vilcapugio.
Luego del triunfo en Salta, Belgrano y su
ejército emprendieron la marcha hacia
el norte. Después de pasar por Jujuy, in-
gresaron en el Alto Perú, y prosiguieron
hasta la ciudad de Potosí. En ella, Bel-
grano se dedicó a reorganizar el ejército.
Aunque se trataba de una zona en la que la
mayoría de sus pobladores no mostraban
simpatía por la revolución, el general logró
incrementar sus fuerzas. Al frente de ellas
retomó el avance hacia el norte en busca
de los españoles.
Luego de las derrotas de Vilcapugio y
Ayohuma, la revolución se hallaba nue-
vamente en peligro: los realistas habían
logrado establecer su dominio sobre el
Alto Perú y amenazaban con una inva-
sión del noroeste. Belgrano le solicitó al
Triunvirato que lo relevara del mando del
Ejército del Norte. En su reemplazo, fue
designado el general José de San Martín.
Aunque no se conocían personalmente,
ambos próceres habían entablado amis-
tad por correspondencia. Tras las bata-
llas de Tucumán y Salta, San Martín le
escribió a Belgrano desde Buenos Aires
para felicitarlo por las victorias.
En septiembre, los patriotas llegaron
a la pampa de Vilcapugio, donde el 1.º
de octubre de 1813 fueron atacados por
sorpresa y vencidos por las tropas realis-
tas. Al anochecer, Belgrano y sus hom-
bres emprendieron la retirada hasta el
poblado de Macha, donde establecieron
el cuartel general. Tiempo después, el 14
de noviembre, el ejército patriota sufrió
una nueva derrota en Ayohuma. Belgra-
no decidió entonces retirarse nuevamen-
te hasta Tucumán.
El encuentro entre ambos líderes se
produjo el 29 de enero de 1814, muy cer-
ca de Yatasto. Luego de pasarle el mando
del ejército, Belgrano se puso a las órde-
nes de San Martín. Cuando fue llamado a
Buenos Aires para rendir cuentas por las
derrotas de Vilcapugio y Ayohuma, San
Martín intentó convencer al Gobierno de
que le permitiera permanecer a su lado.
Entre otras razones, el nuevo jefe afirma-
ba que desconocía el territorio donde se
hallaba y las costumbres de sus poblado-
res, algo absolutamente necesario para
conducir la guerra con éxito, y que Bel-
grano podría brindarle esa información.
A pesar de la insistencia de San Martín,
Belgrano debió partir hacia Buenos Aires.
Fue un viaje muy largo, que debió realizar
en muy mal estado de salud. Mientras se
hallaba en una quinta en las afueras de
Buenos Aires tratando de recuperarse, el
Director Supremo, Juan Martín de Pueyrre-
dón, decidió que no había ninguna causa
para juzgar a Belgrano por su actuación en
el Norte y resolvió absolverlo.
Vilcapugio y Ayohuma
El encuentro con José de San Martín
en Yatasto
Entrevista en Yatasto
entre San Martín,
Belgrano y Güemes
(1952), óleo sobre
tela de Manuel
Francisco Yglesias.
15. 15
1816
9 de julio.
Declaración
de la
Independencia.
Comenten entre ustedes. ¿Qué aspectos de la
vida de Belgrano les resultaron más llamativos?
¿Cuáles les parece más importante que
recordemos en la actualidad?
En 1816 Belgrano se dirigió a Tucumán,
donde sesionaba el congreso que declara-
ría la independencia de las Provincias Uni-
das. Su misión era informar a los congresa-
les sobre diversas gestiones diplomáticas
que había realizado en Europa. Allí, se ma-
nifestó en favor del establecimiento de una
monarquía constitucional encabezada
Aquejado por las enfermedades, Bel-
grano decidió entregar el mando del
ejército y se estableció en Tucumán.
Mientras intentaba reponerse, estalló
una rebelión contra el gobernador de la
provincia. Un grupo de rebeldes se pre-
sentó ante el general y lo tomó como
prisionero. Sin embargo, las autoridades
intentaron remediar el agravio y orde-
naron su inmediata libertad. En febrero
de 1820, Belgrano emprendió el regreso
final a Buenos Aires. Durante el trayecto
no recibió hospitalidad alguna de parte
de los gobernadores de las provincias
que atravesaba. Cuando llegó a la ciu-
dad, se estableció en la casa paterna.
Pasó sus últimos días acompañado por
sus hermanos y algunos amigos, y asisti-
do por su médico, a quien le obsequió el
único bien que le quedaba: un reloj de
bolsillo de oro y esmalte que le había re-
galado el rey Jorge III de Inglaterra.
Belgrano murió el 20 de junio de 1820,
a los 50 años. Por entonces, la provincia
de Buenos Aires estaba asolada por la
anarquía y la guerra civil. Tanto era así
que el día de su fallecimiento tuvo tres
gobernadores distintos. Su muerte pasó
inadvertida para casi todos los porteños;
la noticia solo fue informada cinco días
por un descendiente de los incas. Con el
decidido apoyo de San Martín, volvió a ser
designado jefe del Ejército del Norte. Además
de apoyar las luchas que Güemes libraba
contra los realistas en Salta, debió interve-
nir en algunos de los numerosos conflictos
internos que por entonces azotaban a las
Provincias Unidas.
más tarde por el periódico Despertador
Teofilantrópico. Durante su sepelio, rea-
lizado el 27 de junio, solo concurrieron
unas pocas personas. Recién un año des-
pués, en 1821, el Gobierno le rindió los
homenajes tan merecidos.
Belgrano fue enterrado en el
atrio del convento de Santo
Domingo. Su pobreza era tan
extrema que para construir la
lápida de su tumba usaron el
mármol de una cómoda de la
familia. Mucho después, en
1902, sus restos fueron co-
locados en el monumento
que se construyó en su
homenaje, en el frente
del mismo convento.
En el Congreso de Tucumán
Sus últimos días
Mausoleo de Belgrano
en el atrio del convento
de Santo Domingo.
16. Con el canto -y el encanto- de tu ejemplo,
cada día, cada año y en cada escuela,
¡te recordamos…!
Mi Bandera… (Aquí está la bandera idolatrada…)
{Juan Chassaing y Juan Imbroisi}
mandi.com.ar/99ayG2
Salve, Argentina… (Yo te saludo…)
{Leopoldo Corretjer}
mandi.com/MW4loW
Aurora… (Alta en el cielo…)
{Héctor Panizza-Héctor Quesada-Luigi Illica}
mandi.com/eLBybr
BELGRANO
Corazón de Bandera...