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Luis Alberto Sánchez Rodríguez
ISTI
A14-375
03/10/2014
“El último Dragón”
Tema Central: Ciencia- Ficción
Publico: +16
Dragones, seres míticos para muchos. Imponentes y poderosos bestias, que a voluntad propia
pueden generar un fuego que puede consumir civilizaciones.
Qarsa, una ciudad edificada por grandes canteras. En el centro de Qarsa, se encontraba un
reino, gobernado por un rey justo; Ragar Stormborn “El Gran Dragón”, un hombre de buen
porte, cabello rubio y piel blanca como la nieve, ojos violetas, como todos los del linaje
Stormborn, sangre de dragones.
Codiciado por muchas de las jóvenes nobles en Qarsa, Ragar no se inclinaba por ninguna de
ellas, solo tenía ojos para una joven hermosa de pelo lacio y castaño, piel blanca, ojos verdes
como esmeraldas a la luz del sol, cara afilada, labios bien definidos y una silueta perfecta
como ninguna en todo Qarsa. Su nombre era Talysa. Ragar pronto decidió desposarla, sabía
que ella era la elegida para continuar la dinastía Stormborn
– Desde ahora te digo - dijo Ragar a Talysa una noche en el balcón del castillo, bajo la luz de
la luna – Tu conservaras mi linaje, serás madre de dragones, en tu vientre sembrare el fruto
de nuestro amor, cosecharas una gran dinastía que levantara una gran ciudad.
Ragar tomo a Talysa por mujer esa noche, y esta pronto concibió a tres trillizos. Dos varones,
y una niña. Ambos heredaron los rasgos de su padre. Ojos violetas, cabello rubio. Rogo,
Ronan y Raysa. Era la gran noticia, corrió por todos las tierras en todo lugar, hubo fiesta y
banquetes, regalos llegaban de muchas partes, pero un regalo entre muchos, proveniente de
un mercader de las islas más allá del sur, fue el que asombro a todo el reino; tres huevos de
dragones.
– Dragones, para los dragones.- dijo el mercader – Serán grandes jinetes, montaran en el
lomo de estas imponentes criaturas y serán respetados por toda persona en esta tierra.
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Pero la ambición siempre ha existido. Y lo bondad es debilidad para muchos otros. Al norte de
Qarsa, residía un clan que habitaba en las cuevas de las montañas de Huestos; Los Calmins.
Un clan que había sido despojado de Qarsa hace algunos años por Ragar, quien no
soportaba ver como osaban hurtar los bienes de los habitantes y violar a las mujeres de
Qarsa, ordeno entonces tomar prisioneros a cada Calmin que encontrasen. Una pequeña
guerra se gesto, y Ragar no soportaba ver más inocentes muertos, sabia que era mejor
quedar en buenos términos con el líder de este grupo; Twyn “El loco”, un hombre que desde
muy joven hurtaba por varios reinos, y logro hacerse de aliados para llegar a Qarsa, el mejor
lugar que pudo encontrar. Era fornido, piel aceitunada, pelo negro y grasoso, ojos castaños en
los que se podía ver un hombre letal y orgulloso.
Ragar, envió llamar a Twyn a un encuentro en el estadio Fireproof, para pactar con el. Twyn
acepto, y Ragar le pidió, que abandonara Qarsa con todo su clan, antes de que su ejército
tomara a cada hombre y lo asesinara junto con el. Twyn se rehusó, y le refuto:
– Tu bondad te es debilidad. Ahora veras como tu pueblo cae ante mí poder. Me encantaría
ver ahora al “Gran Dragón” que dices ser.
– ¡Guardias tráiganlos a todos! – exclamó Ragar. Twyn vio como una jaula se aproximaba
hasta ellos, en ella estaban aprisionados muchos de sus hombres.
-¡Padre!- grito un muchacho perdido entre los muchos prisioneros. Twyn lo reconoció, pudo
ver a Tyreese, su unigénito hijo tras esas rejas.
-Piensa sabiamente Twyn,- dijo Ragar –márchate ahora con tus hombres.
-¡No me veras doblegado! ¡Nunca!- dijo a viva voz. El orgullo lo dominaba.
-Prendan fuego- ordeno Ragar.
Twyn tomo una estaca y la lanzo directo a Ragar, pero este logro esquivarla. Entonces Twyn
fue tomado por los guardias mientras presenciaba como el fuego consumía a su hijo, podía
escuchar los gritos terroríficos de todos sus hombres, desvaneciéndose poco a poco. Twyn
gritaba de odio y rabia, fue echado entonces junto con el resto de su clan.
Twyn juro, destruir la dinastía de Ragar y volvería en el momento preciso.
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La noticia llego hasta las montañas de Huestos. Twyn vio la oportunidad precisa, era la hora
de que Ragar pagara por la muerte de su hijo. Logro infiltrarse encapuchado junto con varios
de sus hombres dentro de Qarsa. Mientras observaba como la muchedumbre aplaudía el gran
regalo del mercader.
Entonces era el momento que habían planeado. Twyn y sus hombres degollaron a toda la
multitud que tenían por en frente. El terror se propago por todo el lugar y Twin logro lanzar su
daga directo al muslo de Ragar. Al instante cayo escaleras abajo. Talysa grito horrorizada y
tomando junto con sus soldados a los niños, corrió fuera del baño de sangre que se cernía por
el patio del reino. Sabia que era inútil regresar, todo se había perdido, ahora solo pensaba en
salvar a sus pequeños.
Los hombres de Twyn lograron matar a los guardias con facilidad. Talysa fue tomada junto
con los pequeños. Twyn sediento de venganza tomo a Talysa, la despojo del verde vestido
que resaltaba con sus ojos, y fue violada por el mismo Twyn frente a los ojos de Ragar.
– ¡Maldito! ¡Cobarde! ¡Como te atreves! – gritaba Ragar mientras era torturado en la mesa del
banquete, esto alimentaba más a Twyn quien con una risa enloquecida, con más deseo
tomaba a Talysa.
Twyn no quedo satisfecho pero sabía que era el momento. Tomo a Ragar y a Talysa junto con
los pequeños, ordeno construir una hoguera al centro del patio y los puso a la familia sobre
ella, junto con los huevos de dragón a sus pies.
-Veamos entonces,- dijo Twyn con lascivia, – ¿El fuego mata a un Dragón?- soltó una risa
enloquecida, antes de que pronunciara las palabras definitivas.-El fuego no mata a un dragón.
¡Prendan fuego!
El fuego se propago rápidamente, no se escucho ningún llanto ni grito alguno. El pueblo vio
como se consumían todas sus esperanzas. Sabían lo que les esperaba a manos de los
Calmins.
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Twyn tomo Qarsa. Esclavizo a todo un pueblo indefenso ante la fuerza de los salvajes
Calmins.
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El mercader escondido tras los arbustos, logro escuchar un llanto infantil, en torno a lo que fue
la consumida tumba de la dinastía Stormborn. El lugar estaba despejado. En las cenizas de la
hoguera, junto a una pila de grandes y pequeños huesos calcinados, pudo ver a una pequeña
resguardada por un dragón de color escarlata con dos pequeños cuernos sobre la frente, que
protegía a la niña en sus pequeñas alas. El dragón permitió que el hombre tomara a la niña.
Repleta de cenizas, sin cabello alguno, limpiaba su rostro con las lágrimas que hacían
resplandecer sus brillantes ojos purpuras. “El fuego no mata a un dragón”, dijo para sus
adentros el asombrado hombre
Tomo a la niña, y huyo por el bosque Haunt. El pequeño dragón alzo el vuelo, custodiándolos,
y supo aquel mercader que estaba en sus manos cuidar de la vida de la ahora huérfana
princesa. Corrió por el inmenso bosque sin tropezar, fueron días y noches huyendo lejos de
Qarsa. No había vuelta atrás.
-Pequeña Laisa, ahora te llamaras así. Soy Shane, juro cuidarte como un padre. Y algún día
volverás como reina sobre los cielos a Qarsa, montada en un dragón, para reclamar lo que es
tuyo.
El dragón alzo vuelo y se marcho. Shane vio como el pequeño dragón se marchaba en la
lejanía, sabiendo que algún día el dragón se rencontraría con Raysa, para tomar algún día
Qarsa
Shane comenzó una nueva vida a millas de Qarsa. Logro construir una pequeña choza, donde
crio a Laisa, con una oscura historia que algún día estaría dispuesto a contar cuando la
pequeña, fuera una mujer.
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Dieciséis años después. Shane logro sobrevivir bastante bien cuidando de Laisa, Para
entonces Laisa ya era toda una mujercita, tenia una cabellera rubia tan prologada que le
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llegaba hasta la cintura. Shane fue un padre para ella le enseñó todo lo que sabia. La
especializo en el uso del arco, para entonces ya era bastante buena para el manejo de este y
cazaba para lograr subsistir en el bosque.
El día del cumpleaños dieciséis de Laisa, se encontraban cazando, Shane sabía que ya era
tiempo de la verdad. Sabía que Laisa seria lo suficientemente prudente para afrontarla.
-Laisa, ven acá. Siéntate, tengo algo que contarte. Es hora de que sepas tu origen- pronuncio
Shane.
Fue así como le conto la historia de la caída de Qarsa, sobre como un hombre; Twyn “El loco”
consumido por el odio y la sed de venganza contra Ragar, tomo el trono junto con los
Calmins.
Se le hizo un nudo a la garganta al comenzar a platicar lo hechos sobre la muerte de sus
padres y sus hermanos consumidos por la llamas de una hoguera.
-Hay algo más Raysa, – Shane no pudo contenerlo
-¿Raysa?- cuestionó con lagrimas en lo ojos – ¿Es ese mi verdadero nombre?
-Si. Solo lo hice para protegerte.- Shane se unió al llanto de Raysa, luchando por sacar las
palabras -Tienes que saber, que tu te encontrabas en la hoguera, tu sobreviviste. Estabas ahí
llorando, protegida por un dragón escarlata. Yo le había regalado a cada uno un huevo de
dragón, sabia que algún día eclosionarían y serian sus fieles acompañantes por toda la vida,
ustedes los montarían y seria venerados por todas las tierras. Pero solo uno logro eclosionar.
Tú sobreviviste al fuego, eres tú el último dragón, de la dinastía Stormborn y algún día
volverás montada en aquel dragón para gobernar Qarsa.
-Soy el último dragón. Y algún día volveré montada sobre Ragar “El Gran Dragón” para liberar
Qarsa.- fueron las palabras determinantes de Raysa.
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Los dieciséis veranos habían pasado, y en la lejanía, un imponente dragón en busca de su
hija, quien gritaba a los cuatro vientos su nombre para llevar justicia a Qarsa.