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Lectio Divina - Ciclo B.
3º. Domingo Adviento (Jn 1,6-8.19-28)
Juan José Bartolomé, sdb
El evangelio hoy nos presenta nuevamente la figura del Bautista. Por su
vida y sus convicciones personales no fue aceptado por sus
conciudadanos; pero a él no le importaba lo que pensara la gente; se
empeñó por cumplir la misión que le confió ‘el Dios que estaba por
venir’. ‘Se dedicó en cuerpo y alma a preparar su llegada’..
Juan bautizaba en el Jordán; Él dijo que no era el Mesías, ‘sino su voz’; y con humildad
confesó que no era digno de ser su siervo; mas quien le escuchaba, crecía en fe, en
esperanza y su llegada, porque su palabra tenía la fuerza para llevar a sus oyentes a la
conversión.
El testimonio de este gran hombre nos anime a seguir su ejemplo: No nos preocupe el
hecho de que sabemos poco sobre Cristo, o que no sabemos muy bien dónde está, sino que
nos demos cuenta que nuestra vida debe ser lo que Dios quiere que sea y para ser felices
haciendo su voluntad y no la nuestra.
¡Jesús viene! Él nos ha llamado para que lo anunciemos y lo sirvamos viviendo nuestro
profetismo; este es nuestra vocación y nuestra misión.. Que quien nos vea o nos escuche,
sienta ganas de encontrarlo, de cambiar de vida, de ser mejor; y este cambio lleve a los
creyentes a encontrar la felicidad. El Papa Francisco nos ha dicho que no convence quien
predica con cara de funeral (EG 10).
Seguimiento:
6. Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan:
7. éste venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la
fe.
8. No era él la luz, sino testigo de la luz.
19. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes
y levitas a Juan,
20. a que le preguntaran: - «¿Tú quién eres?» Él confesó sin reservas: - «Yo no soy el
Mesías.»
21. Le preguntaron: - «¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?» El dijo: - «No lo soy.»
- «¿Eres tú el Profeta?» Respondió: - «No.»
22. Y le dijeron:- «¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han
enviado, ¿qué dices de ti mismo?»
23. Él contestó: - «Yo soy la voz que grita en el desierto: "Allanen el camino del Sef5or",
como dijo el profeta Isaías.»
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24. Entre los enviados había fariseos
25. y le preguntaron: - «Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el
Profeta?»
26. Juan les respondió: - «Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no
conocéis,
27. el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.»
28. Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.
I. LEER: entender lo que dice el texto fijándose en cómo lo dice
El testimonio de Juan es el primero de una serie, con la que el evangelio de este domingo,
presenta a Jesús, y que concluirá con su propia auto-revelación.
El Bautista no llena las expectativas de los judíos; no era quien esperaban, sino solo su voz;
se propuso dar razón de su actividad y de su misión; todo lo que hizo estaba en función de
la preparación espiritual que vino a realizar cuando llegó encontró dispuestos a sus
oyentes.
Negando por tres veces ser el mesías, les dijo lo que debían saber, y no lo que querían
escuchar de él.
Juan Bautista fue un hombre muy valiente; se atrevió a desairar las esperanzas de cuantos
le seguían, creyéndolo un líder político y no lo que había venido a ser: ‘el precursor’, siendo
‘fiel a su misión y fiel a Dios’.
Anunció no solo con sus palabras, sino sobre todo con los hechos. Quienes lo cuestionan, se
quedaban sorprendidos por la claridad y valentía que tenía para hablar.
Este hombre siempre dijo siempre a su seguidores que Dios ya estaba entre ellos, pero que
no era reconocido por su
incapacidad para aceptarlo como Él se les revelaba..
Algunos publicanos vinieron a hacerse bautizar y le preguntaron: “Maestro, ¿qué debemos
hacer?”. Él les respondió: “No exijan más de lo estipulado”.
Los tributos no se cobraban por empleados romanos, sino que se concesionaban a judíos
particulares, que tenían, a su vez, empleados a su servicio.
Los publicanos eran las personas enviadas por los romanos a cobrar los impuestos a favor
de Roma. Ellos tenían derecho a recoger las contribuciones; pero ante sus paisanos eran
mal vistos, y se les consideraba unos traidores.
Como el dinero cobrado tenía que sobrepasar la suma de arrendamiento y demás gastos,
las tarifas eran señaladas por la autoridad superior, pero frecuentemente se procedía con
arbitrariedad y los publicanos eran aborrecidos por el pueblo, que estaba cada vez más
pobre, cuando ellos también eran cada vez más poderosos.
Juan pedía un mínimo de justicia: ‘cobren lo que los romanos dicen, pero no cobren de más,
para hacerse ricos ustedes a costa del hambre del pueblo’.
¿Qué diría hoy el Bautista a nuestras autoridades? Respeten la deuda externa, negocien bien
para no pagar demás y, por favor, no se corrompan, dejando al pobre cada vez más pobre.
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Unos soldados le preguntaron: “Y nosotros, ¿qué debemos hacer?”. Juan les respondió: “No
extorsionen a nadie, no hagan falsas denuncias y conténtense con su sueldo”. Algunas
traducciones dicen que quienes le preguntaron eran “policías”. Eran personas que cuidaban
el orden, y ante la personalidad de Juan Batista, también se cuestionaron.
El dinero era el dios de turno, los poderosos se rodeaban de violentos, que les ayudaban a
mantener su poder, atropellando al pobre y al humilde.
Juan les aconsejaba: ‘Hagan su trabajo con justicia. No busquen enriquecerse, sino servir’.
Esta advertencia sigue siendo actual: podemos perder a Dios, a quien decimos desear, solo
con las palabras, pero no con nuestra vida. Si ella se aleja de lo que Dios nos pide, nos
contentaremos con los ídolos, que a la primera de cambio pareciera que nos dan lo que
buscamos, pero a la larga nos dejan más vacíos y sin alegría.
¿Por qué decir que esperamos al Señor cuando de verdad no estamos dispuestos a
recibirlo?
II. MEDITAR: aplicar lo que dice el texto a nuestra vida
Llegado al centro del Misterio de la Navidad, la Liturgia nos presenta a Jesús hecho hombre,
como uno más entre los hombres; esta gran verdad es la razón de nuestra alegría: revivimos
el misterio de la encarnación del Hijo de Dios; y por ello nos preparamos para ir al
encuentro con Él.
Todos los días, tristes o gozosos, pequeños o grandes, se puede vivir ‘la Navidad’,
encontrando en ellos las huellas de Dios, que cuida de los hombres y del mundo, porque es
la obra de sus manos.
Podemos superar las pruebas y ser capaces de vivir las circunstancia, por difíciles que
sean, en la medida que estemos convencidos de que somos parte del gran Misterio que
celebramos. Solo así convenceremos a los demás. Dios nos llenará de alegría, como
llenó a María, su Madre y Madre nuestra,
Si bien este mundo es inhóspito e injusto, no podemos perder la esperanza en la posibilidad
de que se dé un cambio. Hay quien piensa que por todos los sucesos acaecidos: guerras,
violencia, corrupción, Dios ya no se interesa por este mundo. Pareciera que Él tiene poco
que hacer en esta humanidad; no falta quien se deje llevar por el pesimismo y se da por
vencido. Pero esa no es una actitud cristiana.
¡Cuántas personas vivimos resignadas con el presente y qué poco confiamos en el
futuro!. Se nos hace imposible pensar que el mañana pueda darse un cambio.
Si confiamos en Dios todo puede mejorar. ¿Por qué dudamos? ¿Por qué no vivimos la
alegría de tener al Hijo de Dios entre nosotros? ¿Por qué decimos que creemos que Dios
se encarnó y vivimos de resentimientos, faltas de relación, amargura y tantas otras
actitudes, que no son las que Dios quiere que vivamos?
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Si buscáramos de verdad al Señor nuestras actitudes serían diferentes. No encontramos
a Dios, porque lo buscamos donde Él no está. El se deja encontrar y nos llena de
alegría-. Está en el hermano, en el más necesitado, y qué importante es que. Nos demos
a la tarea de buscarlo y gozar compartiendo con él la alegría de Dios: “La vida se
acrecienta dándola … los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de
la orilla y se apasionan por comunicar vida a los demás” (EG 10).
Quien aprende a descubrir a Dios eso, o de fibra de vidrio, pequeño, indefenso, que inspira
ternura. Él está vivo en su palabra, en la eucaristía, sacramento vivo y real de su presencia,
está en nuestra comunidad y sobre todo, en las personas que pasan hambre, en las
incomprendidas, en las que viven en la calle. Dios se manifestó en un hombre, débil y
necesitado, como todos; en un niño; ¿por qué no descubrirlo en nuestro prójimo?
Solo así lo tendremos a la mano, lo encontraremos, lo identificaremos en todos los rostros
humanos. Tener cerca a Dios, no puede menos que llenarnos de alegría.
La alegría no depende de los bienes materiales, sino del amor y la misericordia que
sepamos dar, siempre y donde sea. La Navidad no tendría que ser unos días de fiesta,
sino un programa de vida, en el que nos ejercitemos para vivir la ternura y la
misericordia de Dios con quien menos la perciben… Pensemos…
Creer que Dios se ha hecho uno de nosotros, tiene sus consecuencias: Si quiso ser
hombre, hay algo de divino en el ser humano; está prohibida la tristeza, el fatalismo;
Dios es alegría y nos quiere alegres, estando con Dios y con los que Él ama, podemos
irradiar alegría. Quienes están cerca de nosotros deben percibir en nuestro trato que
Dios, es mucho mejor de cuanto nos promete el mundo relativista y consumista
III. ORAMOS nuestra vida desde este texto:
Dios Bueno, hoy te pedimos que nos concedas parecernos al Precursor. Que
seamos más conscientes de lo que Tú y nuestro prójimo necesitan que
hagamos. Que no los llevemos a vivir la alegría de encontrarse con tu Hijo.
Qué los convenzamos que ya viene Jesús y como María, le hagamos espacio
en nuestra vida, en nuestra familia, y sobre todo en nuestra vida personal,
en lo que somos y hacemos. Que contagiemos nuestra la alegría a quienes
nos traten y luchemos a toda costa para que este mundo sea feliz, porque tu presencia lo
llene cada día más. ¡Así sea!